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David Hume

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obras de Hume(1711-1776)

Tratado sobre la naturaleza humana, publicada en tres volúmenes entre1739-1740.

Ensayos sobre moral y política, 1741-1742.

Investigación sobre el entendimiento humano, 1748.

Investigación sobre los principios de la moral, 1751

Historia de Inglaterra
Diálogos sobre la religión natural, escritos antes de 1752, publicados en 1779.
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Tratado de la naturaleza humana (indice)


Ensayo para introducir el método del razonamiento experimental en los asuntos morales.
(1739-1740)
Índice general
Advertencia Introducción
Libro Primero
Parte Primera
Del origen de nuestras ideas. División del asunto. De las ideas de la memoria y la imaginación. De
la conexión o asociación de ideas. De las relaciones. De los modos y substancias. De las ideas
abstractas.
Parte Segunda
De la infinita divisibilidad de nuestras ideas del espacio y el tiempo. De la infinita divisibilidad del
espacio y el tiempo. De otras cualidades de nuestras ideas de espacio y tiempo. Respuesta a las
objeciones Continuación del mismo asunto. De las ideas de existencia y de existencia externa.
Parte Tercera
Del conocimiento. De la probabilidad y de la idea de causa y efecto. Por qué una causa es siempre
necesaria. De los elementos componentes de nuestros razonamientos relativos a la causa y efecto.
De las impresiones de los sentidos y la memoria. De la inferencia de la impresión a la idea. De la
naturaleza de la idea o creencia. De las causas de la creencia. De los efectos de otras relaciones y
otros hábitos. De la influencia de la creencia. De la probabilidad del azar. De la probabilidad de las
causas. De la probabilidad no filosófica. De la idea de la conexión necesaria. Reglas para juzgar de
las causas y efectos. De la razón de los animales.
Parte Cuarta
Del escepticismo con respecto de la razón. Del escepticismo con respecto a los sentidos. De la
filosofia antigua.De la filosofia moderna. De la inmaterialidad del alma. De la identidad personal.
Conclusión de este libro.
Libro Segundo
Parte Primera
División del asunto. Del orgullo y la humildad, sus objetos y causas. De qué se derivan estos
objetos y causas. De la relación de impresiones e ideas De la influencia de estas relaciones sobre el
orgullo y la humildad. Limitaciones de este sistema. Del vicio y la virtud. De la belleza y fealdad.
De las ventajas y desventajas externas. De la propiedad y riquezas. Del amor de la gloria. Del
orgullo y la humildad en los animales.
Parte Segunda
Del objeto y causas del amor y el odio. Experimentos para confirmar este sistema. Dificultades
resueltas Del amor producido por las relaciones. De la benevolencia y de la cólera. De la
compasión. De la malicia y la envidia. De la mezcla de benevolencia y cólera con compasión y
malicia. Del respeto y el desprecio De la pasión amorosa o el amor sexual. Del amor y el odio en
los animales. Parte Tercera
De la libertad y la necesidad. Continuación del mismo asunto. De los motivos que influyen la
voluntad. De los efectos del hábito. La influencia de la imaginación en las pasiones. De la
contigüidad y distancia en espacio y tiempo Continuación del mismo asunto. De las pasiones
directas. De la curiosidad o el amor a la verdad.
Libro Tercero
Parte Primera
Las distinciones morales no se derivan de la razón. Las distinciones morales se derivan de un
sentido moral.
Parte Segunda
¿Es la justicia una virtud natural o artificial? Del origen de la justicia y la propiedad. De las reglas
que determinan la propiedad. De la transferencia de la propiedad por consentimiento. De la
obligación de las promesas. Algunas reflexiones concernientes a la justicia y a la injusticia. Del
origen del Gobierno. La fuente de la obediencia. De las medidas de obediencia. De los objetos de la
obediencia. De las leyes de las naciones. De la castidad y la modestia.
Parte Tercera
Del origen de las virtudes y vicios naturales. De la grandeza de alma.
De las capacidades naturales. Algunas reflexiones más referentes a las virtudes naturales.
Conclusión de este libro.

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Todas las percepciones de la mente humana se reducen a dos géneros distintos que yo llamo
impresiones e ideas. La diferencia entre ellos consiste en los grados de fuerza y vivacidad con que
se presentan a nuestro espíritu y se abren camino en nuestro pensamiento y conciencia. A las
percepciones que penetran con más fuerza y violencia llamamos impresiones, y comprendemos bajo
este nombre todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones tal como hacen su primera aparición
en el alma. Por ideas entiendo las imágenes débiles de éstas en el pensamiento y razonamiento,
como, por ejemplo, lo son todas las percepciones despertadas por el presente discurso, exceptuando
solamente las que surgen de la vista y tacto y exceptuando el placer o dolor inmediato que pueden
ocasionar. Creo que no será preciso emplear muchas palabras para explicar esta distinción.
Hume, TNH, 1.1.1.1

Cada uno por si mismo podrá percibir fácilmente la diferencia entre sentir y pensar. Los grados
comunes de éstos son fácilmente distinguidos, aunque no es imposible en casos particulares que
puedan aproximarse el uno al otro. Así, en el sueño, en una fiebre, la locura o en algunas emociones
violentas del alma nuestras ideas pueden aproximarse a nuestras impresiones del mismo modo que,
por otra parte, sucede a veces que nuestras impresiones son tan débiles y tan ligeras que no
podemos distinguirlas de nuestras ideas. Pero a pesar de esta próxima semejanza en pocos casos,
son en general tan diferentes que nadie puede sentir escrúpulo alguno al disponerlas en dos grupos
distintos...
Hume, TNH, 1.1.1.1

(principio de la cópia)
....nos contentaremos aquí con establecer la proposición general de que todas nuestras ideas simples
en su primera apariencia se derivan de impresiones simples que son correspondientes a ellas y que
ellas representan exactamente.
Hume, TNH, 1.1.1.7

Pero, aunque nuestro pensamiento aparenta poseer esta libertad ilimitada, encontraremos en un
examen más detenido
que,
en
realidad,
está
reducido
a
límites
muy estrechos, y
que todo este poder creativo de la mente no viene a ser más que la facultad de mezclar, trasponer,
aumentar, o disminuir los materiales suministrados por los sentidos y la experiencia. Cuando
pensamos en una montaña de oro, unimos dos ideas compatibles: oro y montaña, que conocíamos
previamente.
Hume, Investigación sobre el conocimiento humano (Madrid:Alianza, ), p. 34

Por tanto, si albergamos la sospecha de que un término filosófico se emplea sin significado o idea
alguna (como ocurre con demasiada frecuencia), no tenemos más que preguntarnos de qué
impresión se deriva la supuesta idea, y si es imposible asignarle una; esto serviría para confirmar
nuestra sospecha. Al traer nuestras ideas a una luz tan clara, podemos esperar fundadamente alejar
toda discusión que pueda surgir acerca de su naturaleza y realidad.
Hume, Investigación sobre el conocimiento humano (Madrid:Alianza, ), p. 37

Después del examen más exacto de que soy capaz me aventuro a afirmar que la regla es válida aquí
sin excepción alguna y que toda idea simple posee una impresión simple que se le asemeja, y toda
impresión simple, una idea correspondiente. La idea de rojo que formamos en la obscuridad y la
impresión de éste que hiere nuestros ojos a la luz del Sol difieren tan sólo en grado, no en
naturaleza. Es imposible probar por una enumeración particular que sucede lo mismo con todas
nuestras impresiones simples e ideas.
Hume, TNH, 1.1.1.5

Para confirmar esto consideraré otro fenómeno manifiesto y convincente, que consiste en que
siempre que por un accidente las facultades que producen algunas impresiones se hallan fuera de
función, como cuando una persona es ciega o sorda de nacimiento, no sólo se pierden las
impresiones, sino también las ideas correspondientes, de modo que no aparece jamás en la mente el
más pequeño rastro de unas y otras. No sólo esto es cierto cuando los órganos de la sensación se
hallan totalmente destruidos, sino también cuando no han sido jamás puestos en acción para
producir una impresión particular. No podemos formarnos una idea precisa del sabor de un plátano
sin haberlo probado realmente.

Hume, TNH, 1.1.1.9

No hablamos de un modo estricto y filosófico cuando exponemos el combate de la razón y la


pasión. La razón es y sólo puede ser la esclava de las pasiones y no puede pretender otro oficio más
que servirlas y obedecerlas. Como esta opinión puede aparecer extraordinaria no será inadecuado el
confirmarla por algunas otras consideraciones.
La razón es el descubrimiento de la verdad y falsedad. La verdad o falsedad consiste en la
concordancia o discordancia con las relaciones reales de las ideas o con la existencia real y los
hechos. Todo lo que, por consiguiente, no es susceptible de esta concordancia odiscordancia es
incapaz de ser verdadero o falso y no puede ser nunca un objeto de nuestra razón. Ahora bien: es
evidente que nuestras pasiones, voliciones y acciones no son susceptibles de una concordancia o
discordancia tal por ser los hechos y realidades originales completos en sí mismos y no implicar
referencia a otras pasiones, voliciones y acciones. Es imposible, por consiguiente, que puedan ser
estimadas como verdaderas o falsas y que sean contrarias a la razón o conformes con ella.
Hume, TNH, 3.1.1.9

Quando percorrermos as bibliotecas, convencidos destes princípios, que devastação não deveremos
produzir! Se tomarmos em nossas mãos um volume qualquer, de teologia ou metafísica escolástica,
por exemplo, façamos a pergunta: Contém ele qualquer raciocínio abstrato referente a números e
quantidades?
Não. Contém qualquer raciocínio experimental referente a questões de Jato e de existência? Não.
Às chamas com ele, então, pois não pode conter senão sofismas e ilusão.
Hume, Investigação sobre o entendimento humano. trad J. Oscar de Almeida , 3.34
Jeremy Bentham (1748-1832)

Principio de la utilidad

La felicidad pública debe ser el objeto del legislador y la utilidad general el principio de
razonamiento en legislación. Conocer el bien de la comunidad de cuyos intereses se trata,
constituye la ciencia: hallar los medios de realizar este bien, constituye el arte.
Este principio de utilidad enunciado vagamente tiene pocos contradictores, y aun es mirado como
una especie de lugar común en moral y en política; pero no nos engañemos: este asenso casi
universal no es más que aparente: no se aplica a este principio las mismas ideas, no se le da el
mismo valor, y así no resulta de él un modo de razonar consiguiente y uniforme.
Para darle toda la eficacia que deberia tener, esto es, para hacer de el la base de una razón común
son necesarias tres condiciones.
La primera es formarse de esta palabra utilidad nociones claras y precisas, que puedan ser
exactamente las mismas para todos los que se sirven de ella.
La segunda es establecer la unidad, y la soberanía de este principio , excluyendo rigorosamente todo
lo que no es el; no basta suscribir a el en general; es necesario además no admitir excepción alguna.
La tercera es hallar los procedimientos de una aritmética moral, por la cual se puede llegar a
resultados uniformes.
(...)
La naturaleza ha puesto al hombre bajo el imperio del placer y del dolor: a ellos debemos todas
nuestras ideas: de ellos nos vienen todos nuestros juicios y todas las determinaciones de nuestra
vida. El que pretende sustraerse de esta sujeción no sabe lo que dice, y en el momento mismo en
que se priva del mayor deleite y abraza las penas más vivas, su objeto único es buscar el placer y
evitar el dolor. Estos sentimientos eternos e irrestibles, deben ser el gran estudio del moralista y del
legislador. El principio de la utilidad lo subordina todo a estos dos móviles.
Utilidad es un termino abstracto que expresa la propiedad o la tendencia de una cosa a preservar de
algun mal o procurar algún bien: mal es pena, dolor, o causa de dolor; bien, es placer, o causa del
placer. Lo conforme a la utilidad o al interés del individuo es lo que es propio para aumentar la
suma total de su bienestar; lo conforme a la utilidad o al interés de una comunidad, es lo que es
propio par aumentar la suma total del bienestar de los individuos que la componen.
(...)
pena y placer, es lo que todos sienten como tal, el labrador como el príncipe, el ignorante como el
filósofo.
Bentham, Tratados de legislación civil y penal (Madrid: 1839), c. 1, p 1

Toda ley es un mal, porque toda ley es una infraccion de la libertad. Así pues, para dar una ley es
preciso asegurarse de que lo que se quiere evitar es realmente un mal, y que este mal es mayor que
el mal de la ley; a cuyo efecto importa mucho que el elgislador conozca la naturaleza de los males...

Bentham, Tratados de legislación civil y penal (Madrid: 1839), c. 10, p 26


Se estrañará, quizá, que la libertad no haya sido colocada entre los objetos principales de la ley.
Pero, para formarse nociones claras de ella, es preciso considerarla como una rama de la
seguridad:la libertad personal es la seguridad contra una cierta especie de ataques que afectan a la
persona. En cuanto a lo que se llama libertad política, es otra rama de la seguridad: seguridad contra
las injusticias que pueden venir de los ajentes del gobierno. Lo que concierne a este objeto no
pertenece al derecho civil sino al derecho constitucional.
Bentham, Principios del codigo civil (Madrid:1842), c. 2, p. 11

Las treinta y dos circunstancias que influyen sobre la sensibilidad son:


1. La salud. 2. La fortaleza. 3. Resistencia. 4. Imperfección corporal. 5. Cantidad y
cualidad de conocimiento. 6. Fortaleza de los poderes intelectuales. 7. Firmeza de
mente. 8. Determinación del pensamiento. 9. Aptitud en la inclinación. 10. Sensibilidad
moral. 11. Prejuicios morales. 12. Sensibilidad religiosa. 13. Prejuicios religiosos. 14.
Sensibilidad simpática. 15. Prejuicios simpáticos. 16. Sensibilidad antipática. 17.
Prejuicios antipáticos. 18. Insanidad. 19. Ocupaciones habituales. 20. Circunstancias
pecunarias. 21. Conexiones en relación con la simpatía. 22. Conexiones en relación
con la antipatía. 23. Constitución fundamental del cuerpo. 24. Constitución fundamental
de la mente. 25. Sexo. 26. Edad. 27. Rango. 28. Educación. 29. Clima. 30. Linage. 31.
Gobierno. 32. Profesiones religiosas.

Jeremmy Bentham: An Introduction to the Principles of Morals and Legislation p. 52

Entiendo por ficcion un hecho notoriamente falso sobre el cual se razona como si fuese verdadero.

(...) En el capítulo 7.° del libro 1.°, hablando Blackston de la autoridad Real, se ha entregado á
toda la puerilidad de las ficciones. El "Rey tiene sus atributos, se halla en todas partes, en todo es
perfecto, es inmortal.

Estas ridiculas paradojas, frutos del servilismo, lejos de dar ideas mas exactas sobre las
prerogativas de la autoridad Real, solo se dirigen á deslumhrar, a extraviar, o dar á la realidad
misma un aire de fábula y de prodigio, porque no son mas que agudezas las que constituyen la base
de muchos paralogismos. Se sirven de estos para explicar unas prerogativas que podrian justificarse
por muy buenas razones, sin percibir que dañan a la mejor causa, cuando se trata de apoyarlos con
fútiles argumentos. Los jueces, dice tambien, son unos espejos en que la imágen del rey se ve
reflejada. ¡Qué puerilidad.' ¿No es poner en ridículo los objetos mismos á que se propone dar mas
esplendor?

Pero hay ficciones mas atrevidas y tan importantes, que han representado un gran papel en la
política, porque han producido obras muy célebres cuales son los contratos.

El Leviatham de Hobbes, poco conocido hoy, y odiado por preocupacion como el código del
despotismo, hace estribar toda la sociedad política sobre un pretendido contrato entre el pueblo y el
Soberano. El pueblo por este contrato ha renunciado a su libertad natural, que no producia sino
males, y ha depositado todo su poder en las manos del Príncipe. Todas las voluntades contrarias se
han concentrado en la suya, o por mejor decir se han sepultado en ella Lo que quiere él mismo se ha
supuesto ser la voluntad de todos sus subditos. El Príncipe, en este supuesto sistema, puede pecar
contra Dios; pero no contra los hombres: porque todo le que hace procede de su consentimiento
general. No se puede abrigar la idea de la resistencia, porque implica contradiccion el resistirse á sí
mismo

Locke, cuyo nombre es tan grato a los partidarios de la libertad como el de Hobbes les es odioso, ha
hecho consistir del mismo modo la base del gobierno sobre un contrato. Afirma que existe un
contrato entre el Príncipe y el pueblo; que el Príncipe contrae la obligacion de gobernar segun las
leyes para la felicidad general, y que el pueblo por su parte contrae la obligacion de obedecer,
mientras que el Príncipe permanezca fiel a las condiciones en virtud de las cuales ha recibido la
corona.

Rousseau ha desechado con indignacion la idea de este contrato bilateral entre el Príncipe y el
pueblo. Pero ha ideado un contrato social, por el cual todos contraen obligaciones para con todos, y
es la única base legítima de los gobiernos. La sociedad no existe sino por este libre convenio de los
asociados.

Lo que hay de mas comun en estos tres sistemas tan directamente opuestos, es que todos apoyan
sus teorías respectivas en una ficcion, porque estos tres contratos son igualmente ficticios, pues que
no existen sino en la imaginacion de sus autores. No solo no se encuentra vestigio alguno de ella en
la historia, sino que por el contrario en casi todas partes se ofrecen pruebas de origen diferente.

El sistema de Hobbes es un engaño manifiesto. El despotismo ha sido en todas partes el resultado


de la violencia y de la astucias Si existe un pueblo que haya depositado por un acto público la
autoridad suprema en su gefe, no es verdad que este mismo pueblo haya expresado que se sometia a
todas las voluntades crueles y deseos caprichosos del Soberano. La acta singular del pueblo
dinamarques de 1660, contiene cláusulas esenciales que limitan el poder Supremo.

El contrato social de Rousseau no ha sido juzgado tan severamente, porque los hombres no son
difíciles en la lógica de un sistema que establece todo lo que mas aman; es decir, la libertad y la
igualdad en cuanto son compatibles. ¿Pero dónde se ha celebrado este contrato universal? ¿Cuáles
son sus cláusulas? ¿ En qué idioma se ha redactado? ¿por qué ha estado siempre oculto? ¿Es a la
salida de las selvas, ó renunciando á la vida salvage cuando los hombres han vislumbrado estas
grandes ideas de moral y de política sobre las cuales se apoya este convenio primitivo?

El contrato de Locke es mas especioso, porque en efecto hay monarquías en las que el Soberano
contrae algunas obligaciones a su advenimiento al Trono, y recibe condiciones de parte de la
Nacion que va a gobernar. La célebre cláusula con que se daba la corona a los Reyes de Aragon es
bien conocida. .

Sin embargo este contrato es todavía una ficcion, porque la esencia de un contrato se funda en el
consentimiento libre y espontaneo de las partes contratantes, y supone que todos los objetos de la
obligacion son específicos y conocidos. ¿Luego si el Príncipe es libre á su advenimiento al trono, de
aceptar o rehusar la corona, lo debe ser igualmente el pueblo? ¿Y algunas aclamaciones vagas son
un acto de consentimiento individual y universal? ¿Este contrato podrá ligar aquella multitud de
individuos que jamas han oido hablar de él, que no han sido llamados para sancionarlo, y que no
hubieran podido rehusar su consentimiento sin exponer su fortuna ó su vida? Por otro lado, en la
mayor parte de las monarquías, este pretendido contrato no tiene ni aun esta débil apariencia de
realidad. No se vislumbra por lo menos en las actas públicas, la sombra de una obligacion entre los
Soberanos y los pueblos.

Que no se haga, pues, depender la felicidad del género humano de una ficcion; porque no es
necesario elevar la pirámide social sobre bases de barro o de una arcilla deleznable. Dejad a los
niños divertirse con sus juguetes; los hombres deben hablar el lenguage de la verdad y de la razón.
El verdadero enlace político consiste en el inmenso interes de los hombres para sostener un
gobierno. Sin gobierno no hay seguridad, ni familia, ni propiedad, ni industria. En ellas se
encuentran las bases y fundamentos de todos los gobiernos, cualesquiera que sean su origen y su
forma. Comparándolas con su objeto es como únicamente se puede razonar con solidez sobre sus
derechos y sus obligaciones, sin recurrir a contratos supuestos que no sirven para mas que para
introducir disputas interminables.

Ciencia social segun los Principios de Bentham, por Turibio Nuñez (Madrid: Imprenta Real,
1835) pp 517-8

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