El esqueleto de la lengua está formado por el hueso hioides,
la membrana hioglosa y el septum medio, sobre el que residen los músculos linguales que permiten su movilidad.
Se trata de una estructura osteofibrosa recubierta de una
mucosa que facilita, entre otros, el proceso de deglución.
Podemos distinguir cinco partes diferenciadas en la
estructura de la lengua:
La cara superior, sobre la que encontramos distintos
tipos de papilas gustativas que distinguen una amplia variedad de sabores. La cara inferior, que reposa sobre el suelo de la boca. En el mismo encontramos el frenillo lingual, que nos permite controlar los movimientos linguales, los orificios de salida de las glándulas salivales submandibulares y de las sublinguales. En contacto con las arcadas mandibulares, encontramos los bordes linguales. Una de sus cualidades es la presencia de unos filtros de bacterias. La base de la lengua está conectada con los músculos milohioideos, genihioideos, con el hueso hioides y, gracias a la existencia de tres pliegues glosoepiglóticos, con la epiglotis. La punta lingual -o vértice- es la responsable del saboreo de los alimentos.