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Señoras y señores:
|A mujer sin paralelo literario en los tiempos contem-
poráneos, Gertrudis Gómez de Avellaneda, nació en
Cuba, en la ciudad de Camagüey, el 25 de marzo de
1814.
La predestinación de su vida se anuncia desde los inicios de
ella. No culmina su niñez en hechos extraordinarios como aquel
de Teresa de Cepeda y Ahumada, que se escapa del hogar pater-
no, camino de Jerusalén, a buscar el martirio; pero en toda su
actitud espiritual se asoma una tendencia sui géneris, que en
constante progreso se afirma, hasta la consolidación de su genio
extraordinario, enfermo de megalomanía.
Es fama que la región camagüeyana produce entes como blo-
ques de acero, cuadrados, macizos, cuyos edros escasos e irregula-
res son como ideas absolutas; tan concisas y expresas, tan intensas
y contumaces, cual corresponde a la sencillez prístina de su forma.
Esa es la Avellaneda. Los que no la entienden es porque
no conocen su tierra. Allí el que sale bloque, encama con toda
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cordar sin emoción aquella noche memorable en que vi por última vez
la tierra de Cuba.
Este párrafo que sentimos tanto más inocente cuanto más pre-
sume de profundo saber mundanal, arranca una sonrisa entre
compasiva y burlona... La conformidad, que ella no percata,
entre la conducta del caballero y la admonición, es de un efecto
al par que cómico, desgarrador. Aconseja morigerar efectos no-
bles de alma a quien se porta con ella como un zorro, y adaptación
a la vida, a quien sabe sortearla con tanta habilidad. ¡ Pobre ilusa
que se empeña en ver en los otros lo que sólo está en ella misma!
Pero volvamos a sus éxitos artísticos. Durante una corta per-
manencia en Cádiz había publicado en un periódico de la ciudad
algunas poesías líricas, bajo el seudónimo de La Peregrina. Do-
miciliada en Sevilla continuó produciendo obras literarias de di-
versos géneros, en los cuales ya venía iniciándose desde su per-
manencia en Cuba.
Antes, en Lisboa, comenzó a escribir como ella cuenta, sólo
"por distraer momentos de ocio y melancolía," su novela Sab, de
asunto cubano, que terminó en Sevilla y que luego publicó en
Madrid.
En Sevilla también escribió su drama titulado Leoncia, que
fué representado con éxito en Cádiz, Málaga y Granada.
No fueron éstas, como muchos autores repiten, su primer no-
vela y obra teatral, pues que, casi en la niñez, al mismo tiempo
que escribía versos líricos, compuso una novela que tituló El gi-
gante de cien cabezas, y mucho más tarde el drama Hernán
Cortés.
Pero ni las unas ni los otros fueron nunca considerados se-
riamente por la Avellaneda, que los excluyó de sus obras com-
pletas, llevando a más su rigor con el drama Leoncia, que nunca
llegó a imprimirse.
M CUBA CONTEMPORÁNEA
SANCHO. ¡Cómo!
FRONILDE. Ella un esposo recibir me manda...
También mi padre... ¡Oh Dios! ¿Qué resistencia
Les pudiera oponer, hija y vasalla?
Fuerza es doblar a la coyunda el cuello,
Si con la muerte el cielo no me salva...
El nudo se aprieta al descubrir Blanca la pasión de su aman-
te por la hija de Munio y al negar el Príncipe la mano de Fro-
nilde, al Conde.
Acude a ver a Fronilde el príncipe Sancho, con objeto de ex-
plicarle cómo ha resuelto el conflicto, destruyendo las bodas de
entrambos y cómo ha concillado la de ellos dos, cuando su pa-
dre, que vuelve, la sorprende en conversación de amores, y ce-
loso hasta de los rayos del sol en tocando a punto de su honra,
no pudiendo lavarla con la sangre real del ofensor, la lava con la
suya propia sacrificando a su hija.
Alfonso Munio, sin ningún género de duda, es una obra sur-
gida de lo más hondo de la personal pasión de la Avellaneda.
En esa tragedia, la artista vivió y exaltó a toda su raza familiar
y vivió y se exaltó ella misma. Los trozos de más calor y brío y
arranque poético en ésta, son aquellos en que enaltece la estirpe
de Munio Alfonso, y por ende, la suya.
Pone en boca del príncipe, al dirigirse a Fronilde, conceptos
que se dirigen a ella. A ella, que en realidad, se había visto ya
coronada por manos reales. ¡Qué formidable orgullo este que
declara merecerlo todo en reconocimiento de su ilustre ancestro!
ACTO I.—Escena II.
FRONILDE. SÍ, señor, morir debía,
Y no olvidar en mi delirio ciego
La gran distancia que el destino plugo
Poner entre los dos...
SANCHO'. Eso no es cierto.
¡Hija de Munio Alfonso! Si su frente
Sólo se adorna del laurel eterno,
Regias coronas a sus plantas postra,
Y otras sostiene con su invicto acero.
¿Qué augusta estirpe dedeñar podría
A la del héroe que dilata imperios,
Y abate pueblos de su gloria al soplo?
¿Quién más digna que tú del solio excelso?...
104 CUBA CONTEMPORÁNEA
Si quieres vencer
Este inflnito fastidio
Con el cual en vano lidio
Porque se encarna en mi ser,
¡Muéstrame un bien soberano
Que el alma deba admirar
Y que no puede alcanzar
Con sólo extender la mano!...
¡ Dame, no importa a qué precio
Alguna grande pasión
Que llene un gran corazón
Que sólo abriga desprecio!
¡Enciende en él un deseo
De amor... o de odio y venganza;
Pero dame una esperanza
De toda mi fuerza empleo!
Dame un poder que rendir...
Crímenes que cometer,
Venturas que merecer
O to'mentos que sufrir!
¡Dame un placer o un pesar
D)gno de esta plma inflnita
Que su ambición no limita
A sólo ver y gozar!
¡Dame, en fin, cual lo soñó
Mi mente en su afán profundo,
Algo más grande que el mundo.
Algo más grande que yo!
GERtRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA: SU VIDA Y SU OBRA 107
Eso es todo...
Se ha dicho que la Avellaneda tuvo por primer modelo a He-
redia, lo cual no parece ser cierto, pues en toda su producción
no hay ningún rasgo que acuse esta semejanza. Marcelino Me-
néndez y Pelayo confiesa que el solo punto común entre ambos
poetas cubanos está en haber seguido los dos a Quintana, en
ciertos géneros poéticos como la oda y el canto ditirámbico.
No veo tampoco esta filiación porque ambos expresaran en ellos
el estilo afectado y declamatorio que usaba el poeta español, pues
estas características no eran exclusivas suyas, sino de toda una
época y escuela: la época neoclásica y la escuela salamantina, de
la cual pudieron sufrir la influencia la Avellaneda y Heredia como
al mismo tiempo la siguió y encarnó con mayor brío Quintana.
En cuanto a la hermandad de los dos poetas cubanos aludi-
dos, la Avellaneda gira en otro plano menos elevado que Here-
dia. Éste era más completo, sin duda, en cantos como Al Teo-
calli, en que una síntesis maravillosa y una más amplia visión
filosófica se encierra. Aquélla era más pintoresca y movida, más
concreta y nerviosa. Compárese, por ejemplo Al Teocalli, del
primero, y el Canto de Altabiskar, de la segunda, que es en mi
concepto lo mejor que tiene en ese género.
Y no puede comparárseles en las dos únicas composiciones sí-
miles que tienen al Niágara, porque cuando la Avellaneda lo vi-
sitó y lo cantó fué en el período de su decadencia, en tanto que
Heredia, al contrario, en la flor de su edad.
Nadie, no obstante, los enlaza en sus poesías subjetivas, don-
de son semejantes por el igual lirismo que ponen en ellas. Las
siguieates estrofas de la Avellaneda son de esas en que un poe
ÓERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA: SU VIDA Y SU OBRA lOft
ta está de lleno. Sirvan para dar una idea general del modo de
la poetisa:
¡Felicidad! Mi pecho devorado
De una necesidad fatigadora,
Convulso, triste, con afán ardiente
Tu nombre canta y tu favor implora.
Mira inclinarse mi marchita frente,
Cual flor que agosta el ardoroso estío,
Al mirar de pavor estremecida,
Este inmenso vacío
Que el alma siente en plenitud de vida.
¿Será que siempre tras tu sombra vana.
Con ilusión insana.
Con necio afán y con inútil brío,
He de correr en vértigo incesante,
Sin que su fuerza al corazón quebrante
En tanto y tanto desengaño impío?...
En cuanto a la poesía religiosa de su mocedad, ésta es lo me-
nos tiernamente fervoroso que se ha rimado en castellano. La
Avellaneda, en su Canto a la Cruz, dice la redención del género
humano, encaramándose en una tarima y aludiendo a la filosofía
de la historia. Siempre que se manifiesta en versos religiosos es
como persona que canta el poder de Dios al que, humilde, pide
misericordia y protección. Sólo en su ancianidad, cuando ha su-
frido y espera de él consuelos que le ha negado el mundo, es
que aspira a fundirse con la divinidad, en unas estrofas de poe-
sía dulce y ardiente, cercanas al misticismo. Y esto pasa en una
composición que no se tiene por devota; sino como inspirada por
el amor que sentía a su arte:
Y tú, que este anhelar del alma entiendes,
Y en quien su alta misión reposo alcanza.
Hoy que en sublime fe mi pecho enciendes
Préstale alas de fuego a mi esperanza!
¡Pueda tus huellas adorar de hinojos.
Pueda entrever las orlas de tu manto...
Y un rayo hiera de tu luz mis ojos,
Y un soplo aspire de tu aliento santo!...
Un juicio de Gallego la enaltece sin límites en el prólogo de
sus poesías publicadas en 1841. Otro, muy alabado, de Juan Va-
lio CUBA CONTEMPORÁNEA
El bello artículo que con el título José Martí insertó Rubén Darío
en su libro Los raros, lo recogió Gonzalo de Quesada para ponerlo,
junto con otros, al frente de los materiales que contiene el volumen IV
de las obras del Maestro.
Algunas de las composiciones que incrustó Darío en su menciona-
do trabajo las reproducimos hoy bajo estas líneas. Parecía natural
que en el volumen Versos, doce de los del Maestro, hubieran tenido
cabida, cosa que tal vez por descuido no se hizo; lo que les da más
valor por ser poco conocidos, aunque aparecen en La lira cubana, y
ser a la postre algo de Martí que no está en Martí.
[6] Relativts, dice el texto, con visible error ttmbíín. La Lucha, 12 de octubre d«
1913; Repertorio Americano, 15 de abril de 1921.
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y a todos los grandes poetas de la tierra. Por eso las palabras, las fra-
ses, los símbolos, toman en él en cuanto los expresa, un sentido de
universalidad. [Art. II]
Es de una concisión, de un vigor, de una potencia poética en ver-
dad admirables. El idioma se flexibiliza en la facilidad expresiva.
Era aquel un lírico natural, y si su prosa contiene muy a menudo ver-
sos, por sus versos corren cristalinas y fluyentes linfas de prosa ar-
moniosa. Y por todo, un estremecedor aliento romántico que anima
doblemente lo real de la visión o del recuerdo. [Art. III]
Y ahora entran los Versos libres,—en el cual título creo que Martí
quiso jugar con el vocablo. Versos libres, es decir, los versos blancos
castellanos, sin consonancia, que generalmente se han prestado a biza-
rrías clásicas, en los Moratines, en los Núñez de Arce, o en los Me-
néndez Pelayo,—para hablar de los mayores,—y versos libres, es de-
cir, versos de un hombre de libertad, versos del cubano que ha lucha-
do, que ha vivido, que ha pensado, que debía morir por la libertad. [7]
[Art. III]
"Amo las sonoridades difíciles, y la sinceridad." ¿No se diría un
precursor del movimiento que me tocara iniciar años después? Estos
Versos libres fueron escritos en 1882, y han permanecido inéditos has-
ta ahora. Versos de sufrimiento y de anhelo patriótico, versos de
fuego y de vergüenza, versos de quien debía caer en una hora futura
de la guerra, dando sangre y vida por el ideal de la estrella solitaria.
Versos de martirio, de recuerdos amargos. ¿No había llevado el Após-
tol cadena de presidiario en lo florido de su juventud? Y canta en el
verso libre clásico, harto conocido para su cultura, en un verso libre
impecable de cesuras y lleno de gallardías y bizarrías; mas un ver-
so libre rei^ovado, con savias nuevas, con las novedades y audacias de
vocabulario,' de adjetivación, de metáfora, que resaltan en la rítmica y
soberbia prosa martiana. [Art IV]
Otra verdad aún, aunque pese más al asombro sonriente: eso que
se llama el genio, fruto tan solamente de árboles centenarios, ese ma-
[7] Repite el concepto con otru pehbtras ea el trt. IV.
MARTÍ EN DARÍO 117
<8) Este pirticular y algún otro del presente articulo fueron tratados antes por tnl
en mi otro articulo titulado Sol del domingo. Véase Universal Magazine, La Habana, oc-
tubre de 1918,
118 CUBA CONTEMPORÁNEA
Dicho como queda por boca del propio Darío que él no leyó
totalmente al poeta Martí hasta 1913, podría aventurarse el jui-
1-0 CUBA CONTEMPORÁNEA
I
¡Oh, mi vida que en la cumbre
del Ajusco hogar buscó,
y tan fría se moría
que en la cumbre halló calor!
¡Oh los ojos de la virgen
que me vieron una vez,
y mi vida estremecida
en la cumbre volvió a arder!
(12) No flguran en los volúmenes XI y XII de It edición de Gonzalo de Quesada,
ni en ei III (Cauce poético) de la edición de La Prensa, 1S18. Tampoco en la excelente
selección Versos, de la Colección Ariel, San José de Costa Rica, 1914; ni en la de
igual titulo de las Ediciones Mínimas, Buenos Aires, 1919. No se explica que conociendo
el colector de las obras del Maestro, y sus auxiliares, el articulo de Darío, pues, se re-
produce al frente del vol. IV, En los Estados Unidos, 1905, quedaran estos versos ex-
cluidos del vol. XII, que salió en 1913. Mucho más notable es adn su omisión en el
vol. III, citado, de la edición de La Prensa. No conozco ninguna otra selección poitica
seria de Martí.
(13) Se conserva el titulo de Rubín Darío.
122 CUBA CONTEMPORÁNEA
II
III
Guajirilla ruborosa,
la mejilla tinta en rosa
bien pudiera denunciar,
que en la plática sabrosa
guajirillai ruborosa,
callar fué mejor que hablar.
IV
Allá en la sombría,
solemne alameda,
un ruido que pasa,
una hoja que rueda,
parece al malvado
gigante que alzado
el brazo le estruja,
la mano le oprime,
el cuello le estrecha,
y el alma le pide,
y es ruido que pasa
y es hoja que rueda;
allá en la sombría,
callada, vacía,
solemne alameda...
MARTI EN DARÍO 123
—¡Un beso!
—¡Espera!
Aquel día
al despedirse se amaron.
¡Un beso!
—¡Toma!
Aquel día
al despedirse lloraron.
VI
JUGUETE (15)
(14) "Vendida", dicen los dos textos que he consultado. Parece una errata. Y
mientras no se pueda cotejar el de La Nación con el primero impreso—¿se tienen noti-
cias del manuscrito?—lo indicado es no promover Juicios. Sin embargo, si Marti quiso
decir que "ia del pañuelo de rosa" falti "a la fe, conflanza o amistad" que debia a otro
(4t acepciin de vender, según el diccionario de la Academia Española), no lo dijo. Por-
que en ese caso no se puede prescindir del determinante y componer: la de la promesa
vendida. IHás bien me inclino a opinar que íl escribió: "ia de promesa vestida." Es
decir, la que lleva cierto hábito, como "expresión de la voluntad de dar a uno o hacer
por él una cosa". (Dic. citado.) Al menos, esta lección resuelve el pensamiento capital
de la rima—un rondel imperfecto—y el particular de la segunda redondilla, ia que el poe-
ta embellece con una flgura de dicción por combinación, oponiendo dos palabras homo-
gráñcas: promesa (hibito, vestido) y promesa (ofrecimiento, esperanzas).
(15) Se conserva el titulo de Rubin Darlo.
124 CUBA CONTEMPORÁNEA
Y si pasa caprichosa
por delante del rosal
flores blancas pone a Rosa
en el blanco delantal.
¿QUE COSA ES UN PERIÓDICO? <*>
(*) Conferencia pronunciidi a fines del tño último, en la ciudad de Chicago, por el
notable periodista norteamericano Robert R. Me. Cormlck, editor de Th» Chicago Tribane,
y publicada en un folleto que ha Interesado vivamente a la opinión pública en los Balados
Unidos. CUBA CONTEMPORÁNEA agradece al distinguido escritor Sr. Josi Caminero el «nvlo
de este excelente trabajo, vertido por él del Inglte al castellano.
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(CUENTO)
II
ni
Paso entre paso, como cuerpo sin alma, dirigíase a la oficina
todas las mañanas el pobre Don Pablo. Se sentaba a la mesa;
cogía la pluma, maquinalmente; abría el Mayor, examinaba el
Jornal, el Diario... y delante de las columnas de números rojos y
negros, se quedaba pensando sin dar comienzo al trabajo. Don
Julio lo advirtió y, de muy mal humor, le dijo:
—Hace días le veo llegar con pocas ganas para el trabajo, mi
amigo. Así no podemos continuar.
—Don Julio, necesito descansar! Es la primera vez, en quince
años de trabajar con usted, que solicito licencia.
—Bueno, mi amigo, el cajero se entenderá con usted esta
tarde.
Contento se sentó el pobre viejo a la mesa de trabajo. ¡Al
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IV
VI
VII
VIII
IX
MANUEL CESTERO.
ANATOLE FRANGE
nes que a ella dedicó, en los que el anciano describe sus pasos
vacilantes de niño y sus primeras ilusiones, siempre se conside-
rarán como las páginas más equilibradas, apacibles y armoniosas
de sus obras.
France ha visto como nadie las mentiras sociales y ha mos-
trado que la historia de la humanidad es un tejido de injusticias
y la vida un juguete de fuerzas inconscientes y de fatalidades he-
reditarias. Pero su clarividencia siempre está acompañada por
la ironía y la compasión; irónicamente contempla al hombre y sus
puerilidades, devaneos y pasiones, pero lo hace con piedad. La
magia del estilo envuelve su obra de pensador, y ésta aparece
siempre clara, sustancial e iluminada por una sonrisa de epicúreo
enamorado de la vida y abierto a la ternura.
Anatole France quedará como uno de los escritores más gran-
des del siglo XIX por su arte, por su estilo, en el que todo se
une para deleitamos: la belleza del sentido, la poesía de las
evocaciones y la música de las palabras. Era purista y parna-
siano, clásico y romántico, raciniano y volteriano, y por su sen-
sibilidad, discípulo de Renán y Dickens; siendo aristócrata en sus
gustos, fué republicano y hasta socialista.
Su muerte ha dejado un inmenso vacío. Ha entrado en la
tumba llevándose el recuerdo de una época brillante, original,
de crítica y libertad, amiga de la ciencia y del progreso, pero tam-
bién guardiana de las tradiciones del pasado.
W. L. George en la Fortnightly Review de noviembre, con-
sidera a France como el más grande de los satíricos de nuestro
tiempo y comparándolo con los autores de sátiras inglesas, ex-
presa que la ironía de éstos es más cáustica que la del escritor
francés, pues éste no insiste con tanta saña en las heridas que
produce; no tiene la rudeza de Swift. Su sátira es siempre li-
gera; no apoya, sino se desliza. La ironía de los libros satíri-
cos de Anatole France no es fácil que sea entendida en Ingla-
terra, excepto quizás la que encierra Vile des Pingouins, pues
aunque esta obra quiere representar la historia de Francia, lo
mismo puede aplicarse a cualquier otro país, así es que en un
sentido también representa la historia de la Gran Bretaña. En
este libro vemos al hombre dominado por las surpersticiones pri-
16i CUBA CONTEMPORÁNEA
(1) El mismo France reflríéndose a Julos Lemaitro ha dicho io siguiente que pue-
de aplicarse a il mismo: "¡I con(oit que sur iouies chases il y a beaucoup de verités,
sans qu'une seule de ees virítis soit la Veriti."
REVISTAS EXTRANJERAS 166
EL FALLECIMIENTO DE SANGUILY