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Había una vez un gatito negro que tenía la cola blanca y una gatita

blanca que tenía la cola negra.

-¡Cómo me gustaría ser todo, todo negro!- decía el gatito negro de la


cola blanca.

-¡Cómo me gustaría ser toda, toda blanca!- decía la gatita blanca de la


cola negra.

Los dos se pusieron de acuerdo ¡Tenían que cambiar sus colas!

-¿Quién nos ayudará?- pensaban.


Entonces fueron a la casa del carpintero.

- Buenos días, Sr. Carpintero- saludaron los dos. Luego habló el gatito:

-Yo soy un gatito negro que tiene la cola blanca y ella es una gatita blanca que
tiene la cola negra. ¿Podría cambiarnos las colas?

-Oh, no- contestó el carpintero.- Eso no se puede, gatitos. ¿Con qué las pegaría?
Pero… ¿Por qué no van a la casa del tejedor? Quizás él los pueda ayudar.

-Gracias, Sr. Carpintero- dijeron los gatitos. Y se fueron contentos a la casa del
tejedor.
-Buenos días, Sr. Tejedor- saludaron los dos. Luego habló la gatita:
-Yo soy una gatita blanca que tiene la cola negra y él es un gatito negro
que tiene la cola blanca. Queremos cambiarlas ¿podría usted tejer para mí
una cola blanca y para él una cola negra?

-Oh, no- contestó el tejedor.- Eso no se puede, gatitos. A ustedes les gusta
mucho jugar con la lana. Las colas se destejerían. Pero… ¿Por qué no van
a la casa del pintor? Quizás él los pueda ayudar.

-Gracias, Sr. Tejedor- dijeron los gatitos. Y se fueron contentos a la casa


del pintor.
-Buenos días, Sr. Pintor- saludaron los dos. Luego dijeron juntos: -Somos un
gatito negro que tiene la cola blanca y una gatita blanca que tiene la cola
negra. Queremos cambiarlas ¿podría usted pintarnos las colas?

-Oh, sí- contestó el pintor.- Con mucho gusto, gatitos.

Y mientras cantaba una canción, el pintor buscó sus pinceles, un tarrito de


pintura negra y un tarrito de pintura blanca. Y cantando otra canción, les pintó
las colas. Muy contentos salieron los gatitos. Ahora eran un gatito negro con
cola negra y una gatita blanca con cola blanca.
Y muy contentos volvieron a su casa. Toc, toc, toc, golpearon a la puerta. Pero
cuando mamá gata la abrió, no los reconoció.

-¿Quiénes son ustedes?- preguntó.- ¿Dónde están mis hijitos? Yo tengo


un gatito negro que tiene cola blanca y una gatita blanca que tiene la cola
negra. ¡Fuera de aquí! ¡Fuera de aquí!- y cerró la puerta.

¡Pobres gatitos! Estaban tan tristes que se fueron a llorar al tejado.


Entonces comenzó a llover. Las gotitas de lluvia empezaron a desteñir las
colitas pintadas. Y los dos gatitos volvieron a tener sus colas como antes.

Y muy contentos volvieron a casa.

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