desde el fondo
EL SUJETO EN EL CONTEXTO DEL TRABAJO SOCIAL
T.S. Eloísa de Jong
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El sujeto ha sido en el Trabajo Social desde sus
orígenes una preocupación central, en tanto la
intervención profesional se constituye en
relación con un sujeto portador de necesidades,
que es el sujeto del Trabajo Social.
No haré un recorrido histórico, pero sí tomaré lo
que es para mí un hito que marca profundamente
al Trabajo Social, más allá de que hoy algunos lo
quieran poner entre paréntesis, me refiero al
movimiento de Reconceptualización del Trabajo
Social.
En Latinoamérica y en nuestro país, a partir de la
Reconceptualización se inicia un proceso
profundo de crítica y autocrítica alrededor de qué
es el Trabajo Social y quiénes son los sujetos de
nuestra acción en nuestra realidad histórica.
Diría que a partir de esta perspectiva crítica se
instalan dos líneas principales de entender al
sujeto, no las únicas (no pretendo hacer un
reduccionismo), una que hace hincapié en el
sujeto histórico como productor y producido por
las relaciones socioeconómicas desde el análisis
de clases (burguesía y proletariado) en la
sociedad capitalista y otra que se centra más
fuertemente en los modos de producción y
reproducción de la cultura dominante, tomando
al sujeto como portador de un mensaje cultural y
simbólico, vinculado a la historia sociocultural
argentina y latinoamericana, que trasciende la
lucha de clases, construyéndose una perspectiva
cultural de lectura de los procesos de
construcción de los denominados sectores
populares.
Ambos modos de entender al sujeto no son
antagónicos sino complementarios, en la lectura
de las condiciones de dependencia de los centros
de poder internacionales, como formas de
producción y reproducción sociocultural y
económica de la pobreza, como forma de encarar
las necesidades sociales emergentes de la misma,
desde una perspectiva liberadora.
Estas dos corrientes de pensamiento se inspiran
especialmente en la lucha de clases del
marxismo y en la teoría de la dependencia desde
una perspectiva nacional y latinoamericana, pero
donde a la vez se articulan dos vertientes: el
socialismo marxista y el socialismo cristiano.
Esta época está recorrida por la necesidad de
liberación de los pueblos latinoamericanos,
donde se instala la doble preocupación sobre la
revolución socialista para el cambio de
estructuras injustas y por la necesidad de trabajar
por el surgimiento del Hombre nuevo, un
hombre concreto que se hace sujeto en la
historia, en comunidad con otros hombres.
Esto no emerge por generación espontánea sino
que tiene su origen en todo el movimiento y
luchas, a nivel internacional por el socialismo,
por la necesidad de surgimiento de una nueva
sociedad, en la crisis del capitalismo, en la que el
eje es siempre la liberación social, la liberación
del Hombre y de todos los Hombres, y se parte
de una crítica al capitalismo y al positivismo
como formas de alienación de la condición del
sujeto, encubridoras de la realidad y de la
naturaleza del Hombre.
vEl marxismo, el existencialismo con Sartre y
otros, el pensamiento católico de Mounier y
Teilhard de Chardin marcaron fuertemente al
Trabajo Social a partir de reconocer valores
esenciales como la primacía del sujeto y la
libertad, la necesidad de la acción y la
trascendencia, la participación ligada a la
transformación, la necesidad de ser en
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comunidad, reconociendo al Hombre concreto
como un ser histórico y social que se realiza en
comunidad, donde la lucha por la transformación
social es lo que da sentido a la vida, en tanto “la
libertad parte de la conciencia de que algo en el
mundo depende de mí” (Mounier).
Todo este acontecer dio al Trabajo Social
categorías esenciales que lo recorren como
valores éticos, desde una perspectiva liberadora:
el reconocimiento de la persona, de su capacidad
de creación y transformación, la importancia de
reivindicar su libertad, de ser y decidir, la
importancia de reconocer sus necesidades, la
importancia de su participación y organización
en la lucha por sus derechos y por una sociedad
más justa, en el contexto histórico
latinoamericano.
La desaparición del socialismo real y del
capitalismo distributivo, donde se ha implantado
pseudoglobalización, con un modelo liberal
altamente deshumanizante, que ha acarreado una
polarización entre los seres humanos con una
minoría que concentra la riqueza y una mayoría
de desposeídos, nos ha llevado a que el
“horizonte estratégico sea la sobrevivencia”
(Oscar Jara), siendo por lo tanto indispensable
enfrentar desde la subsistencia hasta la
afirmación ética de la vida, como principio y fin
de todo proyecto de transformación.
Es necesario desde un recorrido histórico
retomar, en alguna medida, cuestiones que ya
fueron planteadas alrededor del sujeto y el lugar
que éste debe ocupar en las relaciones sociales y
en el propio contexto de análisis y comprensión
de las Ciencias Sociales y el Trabajo Sociales.
Hoy es necesaria una comprensión que nos
permita encontrar los modos de vencer a ese
“horizonte estratégico de sobrevivencia”. Toda
nuestra acción debe estar dirigida a reafirmar los
valores esenciales de la vida humana: libertad,
justicia, igualdad, dignidad...
No hay que temerle a palabras como revolución,
y en todo caso volver a preguntarnos por dónde
pasa la revolución. La única revolución posible
es considerar al Hombre como principio y fin de
todo proyecto de transformación, en la que la
justicia no pasa sólo por los cambios
estructurales sino fundamentalmente por los
cambios en las relaciones humanas cotidianas,
volver a humanizarnos, a sentir que los otros son
importantes, son parte de nuestra vida, volver a
sentir que algo de lo que sucede depende de cada
uno de nosotros, que el sujeto no es una
abstracción, es una persona concreta que tiene
necesidades de realización más allá de la
sobrevivencia, que necesita se lo reconozca
como persona que construye diariamente su
existencia, que tiene experiencia, que tiene
necesidad de ser, que construye significados
alrededor del valor de la vida. Esto supone
colocar como eje de todo proceso de
construcción a la vida misma, que significa
recuperar la esperanza para poder disfrutar y ser
feliz, para poder proyectar.
Esto también significa pelear con nuestro propio
desánimo, disponernos a crear todos los días en
las pequeñas cosas, pensar libremente, recuperar
valores esenciales para poder ser con los otros,
reincorporar palabras olvidadas por el
atravesamiento de la postmodernidad light, como
son: dependencia, liberación, revolución, utopía,
solidaridad, amistad, poder popular..., que
significa construir nuevas significaciones no
dejando que el discurso oficial sea el único
vigente.
En la nueva construcción del sujeto y de la
sociedad debemos reinstalar en el lenguaje y en
la acción los viejos términos de la liberación con
un nuevo sentido, por la vida y la dignidad.
Esto también requiere de posiciones ideológicas
claras. Hoy aparece también como mala palabra
la ideología, no sólo en el mundo social sino
también en el mundo de las ideas y el
conocimiento, reproduciendo el deseo de
concreción de la sociedad light.
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No bastan las explicaciones e interpretaciones, es personales y sociales constitutivas de la

necesario darle a la razón sentido en el discurso subjetividad, en una realidad concreta. Es
público y en la acción, trabajar por la reconocer al otro como portador de saberes, de
reivindicación del valor esencial de la vida dignidad, de derechos, de experiencia, de
humana como punto de partida y de llegada de significaciones.
todo proyecto. Es necesario internalizar que otra
vida, otra sociedad es posible. Es necesario El proyecto es la construcción cotidiana de la
recuperar nuestra historia de luchas por la libertad. La revolución social es la estrategia que
liberación, posibilitando la construcción desde la debemos construir y reconstruir diariamente para
cotidianidad de la alianza: historia - sujeto - la realización de la condición humana.
proyecto, de la que habla Alcira Argumedo, La utopía es una realización permanente en la
como ejes articuladores de la identidad unidad de razón y liberación, mediante la
individual y colectiva. recuperación de la confianza y la esperanza en el
El Trabajo Social justamente por desenvolverse, Hombre, único ser capaz, como sujeto, de
por introducirse en su acción en el espacio de la transformar la injusticia social en caminos de
vida cotidiana, en el espacio de las relaciones libertad, comenzando en la lucha por su propia
próximas, que accede a la oportunidad de libertad.
conocer el mundo de la vida de cada sujeto, tiene
por lo tanto mucho que decir y que hacer desde
el vínculo que establece diariamente en el Bibliografía:
espacio de la vida de los sujetos, como personas
GARAUDY, Roger. “Perspectivas del Hombre”.
que pelean por existir en la adversidad.
Platina. Bs.As.1965.
Para esto, es necesario reconstruir la esperanza,
IBAÑEZ, Alfonso. “Agnes Heller: La
salir de la trampa del mensaje del fin de la
satisfacción de las necesidades radicales”. DEI-
historia, la historia se hace todos los días y esa
Alforja. Costa Rica. 1991.
historia requiere radicalizar la democracia,
trabajando para que la democracia formal se
pueda ir transformando en real a través de la
distribución social del poder, desde los
pequeñísimos espacios personales, profesionales
y comunitarios, hasta los espacios de decisión
política, que significan construir la unidad en la
diferencia, la unidad en la heterogeneidad cultura
y social. Esto requiere a la vez que las
necesidades que se plantean como carencias se
vuelvan “proyectos consientes” en los que la
“provisión de recursos no se confunda con la
satisfacción de necesidades”, que están ligadas a
tres derechos humanos inalienables: la vida, la
libertad y la felicidad.

La distribución social del poder es un hacer

cotidiano, desde el reconocimiento del lugar de
cada uno en un proyecto social de conjunto, que
tiene en cuenta centralmente las historias

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