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Las noticias que llegan desde Afganistán no dejan de conmover.

La opinión pública
de los países occidentales se sorprende por la vuelta al poder de los talibanes y
su visión fundamentalista de la religión, por el éxodo de miles de personas, por la
represión a los opositores.

Y aunque ahora -en plena era de los celulares y las redes sociales- los talibanes
digan que volvieron mejores, lo que abunda es la desconfianza. En este contexto, es
bueno recordar la historia de Malala Yousafzai, la joven paquistaní que en 2012 -a
sus 15 años- recibió un disparo en la cabeza por reclamar educación para las
mujeres. El pistolero pertenecía a un grupo talibán, que por entonces habían
ingresado a Paquistán.

Fue un ataque brutal -en el medio de un ómnibus que la llevaba al colegio-, del que
Malala salió con vida casi por milagro y que la convirtió en icono mundial, a tal
punto que en 2014 recibió el Premio Nobel por la Paz.
Malala Yousafzai da un discurso ante refugiados de Dadaab en Kenia, en 2016. AFP

Malala Yousafzai da un discurso ante refugiados de Dadaab en Kenia, en 2016. AFP

Tras sobrevivir al atentado, Malala se fue a vivir con su familia a Birmingham,


Inglaterra, y desde ahí comenzó su campaña mundial para apoyar la educación de las
chicas. Su padre también estaba vinculado a la educación, era director de una
escuela.

Ahora, con 24 años, Malala sigue viviendo en Inglaterra y terminó sus estudios de
Filosofía, Política y Economía en la Universidad de Oxford. Ni bien se conoció la
noticia de la captura de Kabul por parte de los talibanes, expresó su temor por las
niñas y mujeres afganas para quienes pidió la ayuda internacional y dijo que “no
hay tiempo que perder”.

Recordemos que cuando los talibanes gobernaron Afganistán -entre 1996 y 2001-
cerraron las escuelas de chicas, no les permitieron a las mujeres viajar ni
trabajar, y las obligaron a llevar en público un burka, el velo que cubre todo el
cuerpo y el rostro, con una rejilla de tela a nivel de los ojos.

“No podemos ver a un país retrocediendo décadas o siglos. Debemos tomar posturas
valientes para defender a las mujeres y las niñas”, dijo Malala la semana pasada.

Está claro que el sistema educativo de Afganistán ayudó poco estos años. Aun
dividido entre escuela para chicos y para chicas, y con grandes dificultades de
financiamiento, evidentemente no estuvo a la altura.

Porque si algo se necesita para eludir cualquier tipo de fanatismo -de la sociedad
y del poder- eso una población educada. Y con educación de calidad. Es lo que venía
reclamando Malala desde hace años. Los talibanes tenían bien claro a quién
atacaban.

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