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BACHILLER DE TEOLOGIA 48.

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TEMA 48: ESCATOLOGIA INDIVIDUAL

48.1) Noci—n de escatolog’a


48.2) Aspectos escatol—gicos de la predicaci—n de Jesœs
48.3) La muerte como tŽrmino del estado del viador
48.4) Juicio particular
48.5) Inmortalidad del alma y escatolog’a intermedia
48.6) El purgatorio
48.7) La reprobaci—n

48.1 NOCION DE ESCATOLOGIA

La escatolog’a es la parte de la Teolog’a que estudia los œltimos acontecimientos del


hombre y del mundo. Dios crea, dirige lo creado y lo consuma, por tanto, la escatolog’a se sitœa
despuŽs del tratado de creaci—n y no como un apŽndice independiente como se situaba antes,
ni siquiera detr‡s de la Soteriolog’a.
- Òes la doctrina de las cosas œltimas del mundo y del hombre. Las cosas œltimas (T‡
Eschat‡) son la muerte, el juicio, el infierno y la gloriaÓ (Lexic—n alem‡n).
- ÒEstudio teol—gico de las realidades œltimas, es decir, posteriores a la vida terrena del
hombre y a la historia humanaÓ (P. C‡ndido Pozo).
- ÒReflexi—n creyente sobre el futuro de la de la promesa aguardado por la esperanza
cristianaÓ (J.R. de la Pe–a).
La teolog’a cl‡sica se ha ocupado mucho de los nov’simos, como una consideraci—n de
lo que va a venir pero no como misterios que dan sentido y orientaci—n a la vida presente del
cristiano y de la Iglesia, porque el m‡s all‡ (el eschat—n) ya est‡ presente, con Cristo se
inaugura el futuro en la tierra. La escatolog’a puede ser:
General: Parus’a - Resurrecci—n
Consumada: Vida Eterna - Retribuci—n del Imp’o
Intermedia: Muerte - Purgatorio

48.2 ASPECTOS ESCATOLOGICOS DE LA PREDICACI—N DE JESUS

Leyendo el N.T. se puede afirmar:


1. El Reino de Dios se hace presente en Jesœs de Nazareth
2. El Reino de Dios se consumar‡ en el futuro
En cuanto a la primera afirmaci—n:
Juan Bautista predica: ÒPreparad el camino del Se–or...Ó (Mc. 1,2,3). Juan introduce el
reino, o sea, lo prepara - promesa y cumplimiento- exhorta a la penitencia y a recibir un
bautismo para evitar la Òira venideraÓ (Mt. 3,7) o sea el juicio escatol—gico.
Jesœs tiene conciencia de que con Žl irrumpe en la historia el Reino de Dios anunciado
por Juan como inminente. ÒÀEres tœ el que ha de venir o esperamos a otro?Ó (Mt. 11,3) y la
respuesta remite a Isa’as en versos que describen el m‡s all‡ (escat—n) 26, 19 y 35,5.
O sea, que la presencia y la actuaci—n de Jesœs no es un simple anuncio sino que es un
cumplimiento. Juan fue el profeta al que cupo el honor de se–alar con el dedo a Jesœs
(Prefacio).
Hay pues, un esquema cl‡sico de profec’a-Juan; cumplimiento-Jesœs. Todo esto se
remata con ese bello momento de Lucas 4, 16-21 Jesœs en la sinagoga de Nazareth (esta
profec’a se ha cumplido hoy entre vosotros).
Veamos pues algunos textos sobre cada uno de estos dos aspectos:
1. El Reino de Dios se hace presente en Jesœs de Nazareth
La presencia del Reino de Dios se manifiesta en su actividad taumatœrgica y exorcista, en
una irrupci—n de la gracia, del poder de Dios, de poner fin al reino del demonio con lo que se
demuestra que hay en la tierra otro m‡s fuerte que el demonio. En la teolog’a jud’a, la presencia
del reino implicaba la derrota de Satan‡s.
Las manifestaciones de esta presencia del Reino de Dios:
BACHILLER DE TEOLOGIA 48.2
a) Los milagros - que no son la alteraci—n de las leyes naturales, Dios no hace
parŽntesis ni hiatos. El milagro responde a una capacidad de la naturaleza, se glorifica
puntualmente la naturaleza anticipadamente a lo que ser‡ en el escat—n. El milagro prefigura
los nuevos cielos y la nueva tierra porque ya est‡ aqu’ el Reino, semilla de lo que va a venir.
b) Expulsi—n de demonios - La œnica explicaci—n posible de que los demonios
sean expulsados es que el reino de satan‡s se tambalea porque ya est‡ aqu’ el Reino de Dios
(Mc. 3, 23-27).
c) El perd—n de los pecados - Ejerce el poder presente de Jesœs: Al paral’tico, a la
mujer adœltera.
El relato de la muerte de Jesœs se acompa–a con se–ales: tinieblas, el velo del templo se
rasga, apertura de sepulcros y resurrecciones, son im‡genes apocal’pticas del fin. Este fin de las
cosas se ha anticipado con la muerte de Jesœs. El fin ya ha llegado.
Como se puede ver, la escatolog’a consecuente de Albert Schwaitzer que dice que Jesœs
anunci— el reino como una magnitud futura, no es justa, no da raz—n de los textos que
acabamos de aducir, suprime la frontera entre Jesœs y Juan que pr‡cticamente hacen lo mismo.
El Reino de Dios no est‡ virtualmente en Jesœs, sino que est‡ con todo su dinamismo, solo
contenido por las limitaciones de lo temporal, la cont’gencia de lo humano.
Tampoco la escatolog’a realizada de C.H. Dott que dice que Jesœs anunci— el Reino
como algo presente y no habl— de ninguna dimensi—n futura da raz—n de otros textos del NT.
Lo vemos al considerar el segundo aspecto.
2. El Reino de Dios se consumar‡ en el futuro
Jesœs habla de dos siglos o eones o mundos, son dos espacios temporales sucesivos:
Mt12,32: ÒNo se le perdonar‡ ni en este mundo ni en el otroÓ (blasfemia contra Esp’ritu
Santo).
Lc 20,34: ÒLos hijos de este mundo se casan, los que tengan parte en el otro...Ó (Viuda
de siete hermanos sucesivamente).
Mc10,30: ÒAhora en el presente es as’, pero en el futuro, siglo venidero...Ó O sea, el
siglo presente espera aœn su consumaci—n que dividir‡ de modo final y definitiva a justos y
pecadores.
Mc8,38: El juicio: recoge las ideas del AT sobre el d’a de Yahweh con una connotaci—n
de retribuci—n futura que tiene que ver con algo que ya ha ocurrido aqu’.
Las figuras del banquete mesi‡nico, la Vida etc., todo eso habla de un final que todav’a no
ha llegado, es una tensi—n siglo presente-siglo futuro.
Las Par‡bolas:
Varias exhortan a la vigilancia; porque el momento de la venida futura tiene car‡cter
incierto. Hay par‡bolas de ’ndole futurista: siervos que velan; ladr—n en la noche;
administrador infiel (Lc12) o las Diez V’rgenes (Mt25). El esquema es siempre el mismo:
- Expectaci—n ante una venida que consumar‡ la historia.
-Ignorancia del momento en que se producir‡.
-Exhortaci—n constante a la vigilancia.
Las par‡bolas indican crecimiento de algo que ya est‡ presente caminando en una direcci
—n de futuro en la que habr‡ una consumaci—n.
Hijo del Hombre:
T’tulo cristol—gico que solo lo dice Jesœs de s’ mismo, Mes’as, Hijo de David etc., lo
dicen otros, pero esto solo lo dice Jesœs, al principio es algo misterioso, tiene un contexto de
glorificaci—n y abajamiento y tiene su antecedente en el Libro de Daniel, œltimo libro del AT
que es un Apocalipsis y enuncia los dos temas preparatorios del NT: el Hijo del Hombre y el
Reino de Dios -Ósu reinado es sempiterno y todos los Reyes le servir‡nÓ.
Resumiendo y terminando:
Las dos series de afirmaciones se necesitan mutuamente para entenderse. La originalidad
del NT reside en la tensi—n de estos dos momentos del escat—n, es un ya pero todav’a no, el
todav’a no se apoya en el ya.
BACHILLER DE TEOLOGIA 48.3
48.3 LA MUERTE COMO TERMINO DEL ESTADO DE VIADOR

El hombre est‡ compuesto de alma (forma sustancial) y cuerpo (materia). Esta composici
—n no es una idea original helŽnica, tambiŽn entre los primeros jud’os (cfr. muerte y entierro
de Jacob) hab’a la idea de una cierta composici—n con algo que permanece despuŽs de la
muerte. La SCDF public— una carta el 17 de mayo de 1979 en la que se recuerda la pervivencia
del alma inmortal despuŽs de la muerte del hombre, el tŽrmino ÒalmaÓ es indispensable para
exponer la doctrina cristiana sobre la muerte. La muerte es en cierto sentido natural al hombre,
siendo este un compuesto de materia (potencia pasiva) y forma, la materia puede perder siempre
la forma que tiene. Dios dot— al primer padre del don preternatural de la inmortalidad (Concilio
de Cartago, 418). Ahora la muerte es castigo del pecado original. La universalidad de la muerte
est‡ definida (Trento ses.V, c.2).
Con la muerte acaba el tiempo de mŽrito. En muchos documentos dogm‡ticos (Const.
benedictus Deus, de Benedicto XII; Conc.II de Lyon; Conc. de Florencia) se habla del
inmediato cumplimiento de la sentencia de premio o castigo.
S.Pablo: ÒHemos de presentarnos ante el tribunal de Cristo para referir lo bueno o lo
malo que hicimos cuando est‡bamos unidos al cuerpo (2Cor5,10); y a los G‡latas: Òhagamos el
bien mientras tengamos tiempoÓ.
Todos los Padres sostienen lo mismo, sobre todo al combatir la Apocat‡stasis de
Or’genes o sea el continuo movimiento de apartamiento de Dios y de vuelta a ƒl y la posibilidad
de desmerecer incluso en el Cielo. S. Juan Cris—stomo compara la vida con un torneo
deportivo: solo se puede ganar el premio mientras dure.
Muchos Padres usan la par‡bola de Epul—n y L‡zaro para subrayar que despuŽs de la
muerte ya no se puede merecer.
La respuesta del Cristianismo al problema de la muerte es pues la permanencia del yo y
la superaci—n de la propia indigencia.

48.4 JUICIO PARTICULAR

Cada hombre, despuŽs de morir, recibe en su alma inmortal su retribuci—n eterna en un


juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a travŽs de una purificaci—n, bien para entrar
inmediatamente en la bienaventuranza del Cielo, bien para condenarse inmediatamente para
siempre (Cat. de La Igl. Cat—lica 1022)
Esta es la segunda ense–anza expl’cita sobre el juicio particular, la primera es el CV. II
al recoger las palabras de San Pablo: ÒCompareceremos ante el tribunal de Cristo para dar
cuenta cada cual de las cosas propias del cuerpo, segœn que hizo el bien o el malÓ. A continuaci
—n el Concilio se refiere al juicio final como cosa distinta (L. G. 48).
Aunque la existencia del juicio particular no est‡ definida expresamente; as’ se deduce de
la inmediatez con que se cumple el premio o el castigo merecido (cfr. Benedictus Deus; II Lyon
y Florencia).
La Sagrada Escritura: Epul—n y L‡zaro; premio prometido al Buen Ladr—n;
V’rgenes necias y prudentes
La Tradici—n: No se reza por los condenados no por los bienaventurados, s’ se reza a
los m‡rtires y otros santos como a quienes gozan del premio y se ofrecen sufragios por las almas
del purgatorio.

48.5 INMORTALIDAD DEL ALMA Y ESCATOLOGIA INTERMEDIA

Es de fe que el alma es inmortal (V Letr‡n) y tambiŽn es de fe que es espiritual (IV


Letr‡n y Vaticano I) que se refiere a la composici—n del hombre de esp’ritu y materia.
La Sagrada Escritura atribuye al alma muchas operaciones espirituales: querer, pensar,
etc. Luego es espiritual ya que toda potencia es espec’fica por su objeto y el modo de operar
sigue al moda de ser.
BACHILLER DE TEOLOGIA 48.4
En cuanto a su inmortalidad basta recordar la promesa del Se–or al Buen Ladr—n, y sus
palabras: ÒNo tengais miedo a los que matan el cuerpo, que al alma no pueden matarlaÓ (Mt.
10,28).
En el original hebreo, se menciona al alma con varios nombres: Nefesh; Ruah; que
significan respectivamente: Òaliento de vidaÓ, Òesp’rituÓ o soplo de Dios a los hombres, al
cuerpo animado se le llama ÒbasarÓ, el hebreo ten’a pues cierta dificultad para expresar
nuestro concepto de alma espiritual. Pero esto no quiere decir que concibieran al hombre como
una unidad no compuesta, pues es tambiŽn claro que a la muerte del hombre, pervive algo de Žl
en el sheol o morada de los muertos. La revelaci—n de la espiritualidad e inmortalidad del alma
es mucho m‡s clara en el N.T.
La raz—n puede demostrar la espiritualidad e inmortalidad del alma estudiando sus
operaciones. Si el hombre es capaz de operaciones en las que no puede intervenir la materia,
quiere eso decir que principio del que proceden tiene que ser tambiŽn espiritual, o sea, no
compuesto de materia. Las operaciones del entendimiento son puramente espirituales porque
capta formas de modo universal (p. ej. tengo en el entendimiento la forma del ÒcaballoÓ porque
no est‡ ligada al tiempo o al espacio, sino que es v‡lida para todos los individuos de esa especie,
es pues un universal); si el receptor de esas formas estuviera compuesto de materia, ya no ser’a
posible captarlas universalmente, porque la materia individœa o sea, limita un tiempo y espacio
concreto.
Otras pruebas: la experiencia de la libertad; la capacidad de buscar lo sensiblemente
desagradable por un ideal (la mortificaci—n no la hacen los animales); la posibilidad de tender a
todo lo que tiene raz—n de bueno; la de conocer y amar a Dios, etc.

48.6 EL PURGATORIO

El Catecismo de la Iglesia Cat—lica sintetiza la doctrina sobre el purgatorio:


Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios pero imperfectamente purificados,
aunque est‡n seguros de su eterna salvaci—n, sufre despuŽs de la muerte una purificaci—n, a
fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegr’a del Cielo (1030).
La Iglesia llama purgatorio a esta purificaci—n final de los elegidos que es
completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la
fe relativa al purgatorio sobre todo en los concilios de Florencia (DS 1304) y Trento (DS 1820,
1580). La tradici—n de la Iglesia haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (p. ej. 1
Cor. 3,15; 1 Pt. 1,7) habla de un fuego purificador. (1031).
Esta ense–anza se apoya tambiŽn en la pr‡ctica de la oraci—n por los difuntos, de la que
ya habla la Escritura: ÒJudas Macabeo, por eso mand— hacer este sacrificio expiatorio en favor
de los muertos para que quedaran liberados del pecadoÓ (2 M 12, 46). Desde los primeros
tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en
particular el sacrificio eucar’stico (Cf. DS 856) para que una vez purificados, puedan llegar a la
visi—n beat’fica de Dios. La Iglesia tambiŽn recomienda limosnas, las indulgencias y las obras
de penitencia en favor de los difuntos (1032).
Muchos Padres de la Iglesia aplican al purgatorio la par‡bola del Se–or sobre la c‡rcel de
la que no se sale hasta haber pegado el œltimo cuadrante (Mt. 5, 26). El Catecismo trae dos citas
de los di‡logos de S. Gregorio Magno y de una homil’a de Cris—stomo.
Raz—n teol—gica: En el cielo no puede entrar nada manchado (Cfr. Apoc. 21,27).
Remitida la culpa del pecado mortal o venial (aversio a Deo) queda la pena temporal en mayor o
menor grado (conversio ad criaturas), se han de purificar todas las reliquias de pecado antes de
entrar en el cielo.
Penas del purgatorio:
a) De da–o: privaci—n temporal de la visi—n de Dios y que es la peor de todas las
penas.
b) De sentido: No est‡ definida su naturaleza, pero es opini—n comœn que es semejante
a la pena de sentido del infierno (fuego corporal)
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Las penas del purgatorio son desiguales, segœn la pena temporal aœn debida y
temporales -no sabemos como es ese tiempo- despuŽs del juicio final no habr‡ ya purgatorio.
Se pueden aliviar con sufragios, sobre todo con la aplicaci—n de los frutos de la Sta. Misa
(Trento ses. 25).

48.7 LA REPROBACION

El A.T. prepara ideol—gica y literariamente el tema del infierno, el problema es la


retribuci—n del imp’o: ÀporquŽ en esta vida sufre el justo mientras que triunfa el imp’o?
Primero los salmos (Ps 37) se cierran en un horizonte terreno: El justo acaba por triunfar aunque
moment‡neamente prevalezca el imp’o. El libro de Job da un paso m‡s: El m‡s all‡ como
soluci—n del problema. La Sabidur’a y Daniel 12,2 ya hablan m‡s claramente: Òunos
resucitar‡n para la vida eterna, aquellos para el oprobio, para eterna ignominiaÓ.
Juan Bautista supone una transici—n entre el A.T. y el N.T. Su predicaci—n contiene el
anuncio de un castigo escatol—gica: ÒYa est‡ puesta el hacha a la ra’z de los ‡rboles... la paja
la quemar‡ en el fuego inextinguibleÓ (alusi—n a Isa’as).

Doctrina del N.T.


1. El destino de los justos y el de los imp’os en el estadio escatol—gico son diversos.
-ÒAs’ ser‡ en la consumaci—n del mundo: saldr‡n los ‡ngeles y separar‡n los malos de
en medio de los justosÓ. Jesucristo explicando la par‡bola de la red barredera y la explicaci—n
de una par‡bola (met‡fora) no puede ser otra met‡fora.
2. El destino de los imp’os implica la exclusi—n definitiva de la vida eterna
- ÒApartaos de m’, malditosÓ.
- ÒÁSe–or! ÁSe–or! ‡brenos. No os conozco.Ó
- ÒSiervo inœtil arrojadlo a las tinieblas de all‡ fueraÓ.
- ÒNinguno de los que hab’a sido convidado probar‡ mi cenaÓ.
Idea de exclusi—n definitiva muy frecuente en S. Pablo, sentido tan absoluto que hace
inadmisible cualquier idea de apokat‡stasis.
- ÒÀEs que no sabeis que los injustos no hereder‡n el Reino de Dios?Ó
3. Dolor sensible y fuego eterno
- ÒSi tu ojo derecho te escandaliza...Ó
- ÒSerpiente, raza de v’boras...Ó
- ÒQuien dijere a su hermano necio ser‡ reo de la Gehenna del fuegoÓ
- ÒSi tu mano te escandaliza...Ó
Afecta a toda la realidad existencial del hombre: ÒNo tem‡is a los que matan el cuerpo...
temed al que pueda arrojar cuerpo y alma al fuegoÓ.
4. Las expresiones de eternidad
- ÒY el humo de su tormento sube por los siglos de los siglosÓ (Apoc 14,11).
- ÒApartaos de m’ malditos al fuego eterno...
Los Padres:
S. Justino: ÒCada uno va a la pena eterna o a la salvaci—n eterna, segœn los mŽritos de
sus accionesÓ
S. Ireneo: Establece distinci—n entre penas temporales y eternas.
Magisterio:
Es un estado, despuŽs de la resurrecci—n ser‡ lugar, privaci—n dolorosa de la visi—n de
Dios (pena de da–o) y fuego (sentido) ambos eternos.
a) S’mbolo Quicumque: ÒLos que hicieron bien ir‡n a la gloria eterna, los que mal
al fuego eternoÓ.
b) S’nodo endemonsa de 543 condenaci—n de Or’genes (apokat‡stasis) por el Papa
Vigilo.
c) Concilio IV de Letr‡n, Inocencio III habla de la eternidad del infierno.
d) Concilio II de Lyon y IV de Florencia: Aquellos que mueren en pecado mortal
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actual o pecado original bajan en seguida al infierno para ser castigados con penas desiguales:
pecado original priva de la visi—n de Dios, pecado actual: Gehenna perpetua.
e) Benedictus Deus (Benedicto XII) habla de penas infernales: carencia de la visi—
n de Dios y otra pena.
f) Lumen Gentium: Pena eterna del infierno
g) Credo del Pueblo de Dios de Pablo VI: Pena de da–o y pena de sentido distintas,
aquella no mera aflicci—n sicol—gica que provendr’a de la privaci—n de la visi—n de Dios.
En 23 lugares del N.T. se menciona el ÒfuegoÓ como agente de esta pena. El Santo al
hablar de las almas separadas explica c—mo les puede afectar un agente material como es el
fuego: un esp’ritu se puede unir a una materia como la forma a su materia (caso del alma
humana) o como el motor al movil; la acci—n del fuego sobre al alma implica una uni—n de
ese segundo tipo, el alma se ver‡ aterrazada por un agente material que impide su libertad de
movimiento y es el instrumento de la justicia divina, con todo, es imaginable lo que supondr‡
esta sujeci—n ser‡ un fuego material no un’voco al terreno que actœa sobre esp’ritus y
demonios.

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