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Por tanto, el deseo sexual es mucho más complejo que cualquier otro deseo, no
consiste en encontrar un objeto que satisfaga una necesidad inmediata; si sólo se
realiza así, el deseo no se satisface en realidad; por el contrario, es deseo egoísta que
se vacía, se despersonaliza, se deshumaniza . El deseo sexual funda una experiencia
de reciprocidad, se consuma como placer en las caricias, el contacto intenso de los
cuerpos y el orgasmo, pero sólo en la medida en que la otra persona también desea, y
en que cada uno entra libremente en contacto íntimo.
La situación ideal es aquella en la que coinciden amor y deseo sexual, pero esto no
significa que la búsqueda del placer sexual nos conduzca siempre al amor ni que sea
necesariamente negativo si no se da junto con el amor. Los criterios éticos
fundamentales para el ejercicio de la vida sexual son la responsabilidad y el respeto a
la autonomía de la otra persona. Por consiguiente, no es inmoral tener relaciones
sexuales sin estar enamorado de alguien; lo que sí es inmoral, denigrante y
deshumanizante es forzar, coaccionar y violentar a la otra persona para convertirla
en objeto despersonalizado de satisfacción sexual. En este último caso el deseo
sexual es vacío y estéril, incapaz de comunicar y de vincular a las personas, y por
tanto de generar una relación amorosa.
En cambio, cuando el deseo tiende a reducir a la otra persona a ser puro cuerpo-
instrumento de satisfacción inmediata, la persona es negada y tomada meramente
como un medio, como cualquier cosa, como algo que simplemente satisface mi deseo
egoísta. Recordemos a Kant , que afirmaba que la persona no debe ser tomada sólo
como medio (instrumento), sino siempre como fin .