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Amor y sexualidad .

Una dimensión fundamental de la vida moral es la sexualidad . Ésta no puede ser


reducida a un mero fenómeno biológico, ni es posible afirmar que su finalidad sólo
consista en la reproducción . Es más bien un complejo deseo que une lo biológico
con lo cultural. El deseo sexual es una modalidad específica es que se da la unidad
entre cuerpo-persona y cuerpo-objeto. La persona se vive encarnada en su
sexualidad, se identifica con su cuerpo sensibilizado, proyectado hacia otros que son
el objeto de su deseo y, al mismo tiempo, se descubre a sí misma en estado abierto y
receptivo. La sexualidad es, pues, búsqueda de la realización del placer mediante un
complejo estado emocional y sensorial del cuerpo propio en apertura hacia el cuerpo-
persona de otro .

Como una dimensión ética de la persona, el ejercicio de la sexualidad implica, desde


luego, laresponsabilidad . El deber primordial es el cuidado de la salud y la higiene.
La libertad sexual conlleva la responsabilidad de la utilización del condón para
prevenir enfermedades venéreas o el sida, así como medios anticonceptivos para
evitar embarazos no deseados, sobre todo en la adolescencia. Las y los jóvenes
tienen derecho a vivir su sexualidad , pero deben hacerlo tomando las precauciones
adecuadas y asumiendo la responsabilidad de sus actos.

La vivencia de la sexualidad implica aprender a experimentar un cuerpo deseante y,


a la vez, abierto al otro mediante la caricia y el contacto íntimo. El deseo sexual busca
suscitar el deseo de otra persona, tiende a la reciprocidad en el placer, que se da
cuando quien responde a nuestro deseo es la persona deseada . El deseo sexual
apela a la libertad de la otra persona; y sólo se realiza como placer pleno cuando la
persona responde voluntariamente a nuestro deseo y, a su vez, nos desea. De este
modo, la realización del deseo sexual implica un mutuo reconocimiento de la
autonomía y de la dignidad de la persona.

Por tanto, el deseo sexual es mucho más complejo que cualquier otro deseo, no
consiste en encontrar un objeto que satisfaga una necesidad inmediata; si sólo se
realiza así, el deseo no se satisface en realidad; por el contrario, es deseo egoísta que
se vacía, se despersonaliza, se deshumaniza . El deseo sexual funda una experiencia
de reciprocidad, se consuma como placer en las caricias, el contacto intenso de los
cuerpos y el orgasmo, pero sólo en la medida en que la otra persona también desea, y
en que cada uno entra libremente en contacto íntimo.

Tradicionalmente diversas concepciones morales han planteado que la sexualidad


debe estar regida por el amor. Pero en la sociedad contemporánea los conceptos de
amor y de sexualidad no se identifican necesariamente. Por ello, la ética de las
relaciones sexuales se basa en el respeto a la autonomía personal del otro, y no sólo
en la realización plena del amor.

El amor en general, según la definición que daba Spinoza , es la alegría que


experimentamos por la presencia de un objeto externo . El amor interpersonal tiene
por objeto otra persona que nos hace sentir ese sentimiento de alegría. Ahora bien, es
posible que el amor hacia otra persona se dé sin la búsqueda de placer sexual, pero
no es indispensable amarla para desearla íntegramente como cuerpo-persona. Más
bien, el amor como “pasión amorosa” aparece como la culminación del deseo sexual.
Este tipo de amor no es, pues, el amor filial o la simpatía, sino el amor
erotizado (cargado de deseo sexual por la otra persona, deseada de manera total
como cuerpo y como espíritu). En este caso, el objeto del amor y el objeto del deseo
coinciden plenamente y son insustituibles. Es la forma de deseo sexual más plena y
más comprometida, pero no más común y fácil de realizar.

Si el amor-pasión aparece como la realización casi ideal del deseo sexual, ello no


implica que toda la sexualidad debe darse sólo a condición del amor, ni mucho menos
sólo en el matrimonio, como planteaba Kant en la Metafísica de las costumbres . La
sexualidad conlleva más bien una búsqueda constante de goce, de aprendizaje y
descubrimiento de nuestras propias capacidades sensibles y afectivas. Está asociada
con el amor, pero no necesariamente puede conducirnos a profundizar en nuestras
relaciones amorosas con otras personas.

La situación ideal es aquella en la que coinciden amor y deseo sexual, pero esto no
significa que la búsqueda del placer sexual nos conduzca siempre al amor ni que sea
necesariamente negativo si no se da junto con el amor. Los criterios éticos
fundamentales para el ejercicio de la vida sexual son la responsabilidad y el respeto a
la autonomía de la otra persona. Por consiguiente, no es inmoral tener relaciones
sexuales sin estar enamorado de alguien; lo que sí es inmoral, denigrante y
deshumanizante es forzar, coaccionar y violentar a la otra persona para convertirla
en objeto despersonalizado de satisfacción sexual. En este último caso el deseo
sexual es vacío y estéril, incapaz de comunicar y de vincular a las personas, y por
tanto de generar una relación amorosa.

La distinción ética fundamental en la sexualidad está entre:

 El deseo del cuerpo-persona que respeta su autonomía y quiere su deseo.


 La reducción de la persona a cuerpo-instrumento de placer, que destruye su
autonomía y viola su dignidad.

También podríamos distinguir entre un deseo abierto al otro, un deseo erótico , y un


deseo cerrado, egoísta, patológico, que no busca al otro como persona, sino como
mero instrumento.

Habrá que distinguir entonces entre sexualidad sana y moralmente positiva, es decir,


la que comporta aceptación libre y autónoma de las personas involucradas,
y sexualidad pervertida y moralmente perniciosa, si no busca desear el cuerpo-
persona del otro, sino sólo el cuerpo-objeto y, ante todo, si la relación no se da con
libre consentimiento, sino por coacción, uso del poder y violencia de una parte a otra.

El deseo sexual positivo convierte al otro en cuerpo-persona-deseado, pero también


nos dispone a nosotros mismos como cuerpo-persona que quiere ser deseado. Sólo la
libre intencionalidad, la acción voluntaria de ambas personas puede crear una relación
sexual equilibrada; lo que vale es el libre y mutuo consentimiento . La condición ética
de la relación sexual es, pues, el deseo recíproco , es decir, la libre aceptación y
apertura hacia el otro.

En cambio, cuando el deseo tiende a reducir a la otra persona a ser puro cuerpo-
instrumento de satisfacción inmediata, la persona es negada y tomada meramente
como un medio, como cualquier cosa, como algo que simplemente satisface mi deseo
egoísta. Recordemos a Kant , que afirmaba que la persona no debe ser tomada sólo
como medio (instrumento), sino siempre como fin .

El que desea sólo al cuerpo-instrumento ejerce, de hecho, coacción y, en ocasiones,


violencia explícita sobre la otra persona, ya que tiene que obligarla a entrar en
contacto sexual, no como persona íntegra, sino como mero cuerpo-instrumento. Nadie
se degrada a sí mismo de manera natural para ser usado como instrumento de otro.
La autodenigración es el resultado de una cadena de violencia, sometimiento y
sufrimiento.

La categoría de cuerpo-instrumento señala a la persona a la que se le ha quitado la


autonomía y se ha vulnerado su dignidad. La persona reducida a cuerpo-instrumento
no es objeto de deseo humanizado; no le importa al otro su presencia intencional,
autónoma, no le importa conquistar su deseo, quiere más bien destruir su integridad,
arrancarle su autonomía, despersonalizar su cuerpo y convertirlo en mero objeto de
satisfacción sin ningún otro valor intrínseco. Por eso, una violación sexual es un acto
de violencia extrema, nunca es algo aceptable, en ninguna circunstancia.

Además, el que instrumentaliza al otro como objeto de satisfacción también se


deshumaniza a sí mismo, porque no obtendrá ninguna satisfacción plena o duradera
que enriquezca su experiencia sexual, no conocerá ni recibirá ningún trato humano,
ninguna caricia, ningún afecto positivo. El deseo sexual se realiza realmente a través
de la mutua apropiación, sólo en la medida en que la persona se convierta en cuerpo

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