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Alberto Magno, O. P.

1, Los entes naturales menores2, Segunda Parte,


“Sobre los vegetales y las plantas”, Libro Primero3.

Traductor desde el texto latino: Iván Federico Mejía Álvarez, i.c.d., th.d.

Tratado I. ¿Vive una planta?4

Capítulo I. Digresión en la que se declara el modo, orden y materia de este libro 5

Habiendo tratado en general de los principios válidos para todos los vivientes y para las
actividades que estos efectúan, que se refieren a las almas y a las operaciones comunes
de alma y cuerpo, debemos ahora filosofar sobre algunos aspectos particulares como son
aquellos relativos a los cuerpos de los (vegetales) animados, a sus partes y a las
operaciones que les son propias. Son estos, en efecto, los últimos aspectos sobre los que
versa la filosofía natural, y en cuya composición se encuentra una mayor diversidad que
en los cuerpos de los animales. En efecto, debimos exponer la ciencia sobre los minerales
1
Nota histórica. Alberto, hijo mayor del Conde de Bollstädt, nació en Lauingen, Suabia, por lo que también
se le conoce como Alberto de Lauingen o de Bollstädt. No se tiene certeza del año del nacimiento, pues hay
fuentes que lo ubican en 1205 o 1206, o, incluso, hasta doce años antes. Fue siempre un hombre pobre y
humilde. Primero estudió en la Universidad de Padua, y, luego de su ingreso en la Orden de los
Predicadores, prosiguió sus estudios en París, donde obtuvo su doctorado, aunque hay quienes señalan que
hizo estudios también en Bolonia. En París tuvo entre sus alumnos a Tomás de Aquino. Regresó como
docente en varias instituciones de su Orden (Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo, Hildesheim y Colonia) y luego
fue hecho Regente de Estudios de la Orden en esta última ciudad, y con el tiempo fue elegido provincial para
Alemania. En 1260 fue hecho Obispo de Ratisbona, cargo que ejerció por dos años. Volvió a su cargo
anterior de profesor, aunque participó en el Concilio de Lyon de 1274 al que fue llamado. Y en 1277, ya
muerto su aventajado discípulo, viajó a París a defender las tesis de éste. A partir del año 1278 su memoria
se fue perdiendo y sus fuerzas debilitando. Murió en Colonia, en donde está su sepultura, el 15 de
noviembre de 1280. Fue beatificado en 1622 y canonizado y designado doctor de la Iglesia en 1931 (se le
conoce como “Doctor universalis” o “Doctor expertus”), nombrándolo patrono de los científicos dedicados a
las ciencias naturales, químicas y exactas.
2
Aristóteles, a quien San Alberto comenta, había escrito un tratado homónimo, traducido al latín bajo el
nombre de “Parva naturalia”, y al que en castellano se conoce como “Pequeños tratados sobre la
naturaleza” (N. del T.).
3
B. Alberti Magni, Ratisbonensis Episcopi, Ordinis Praedicatorum, Opera omnia, ex editione lugdunensi
religiose castigata, et pro auctoritate ad fidem vulgatae versionis accuratiorumque Patrologiae textuum
revocata, auctaque B. Alberti vita ac bibliographia suorum operum a PP. Quétif et Echard exaratis, etiam
revisa et locupletata, cura ac labore Augusti Borgnet, Sacerdotis dioecesis Remensis, annuente faventeque
Pont. Max. Leone XIII. Volumen decimun « Parvorum Naturalium Pars altera ». Parisiis, apud Ludovicum
Vivès, Bibliopolam Editorem, 13, Via vulgo dicta Delambre, 13, MDCCCXCI.
4
« Parva Naturalia ». De vegetabillibus et plantis. Liber primus. Tractatus I. An planta vivat ?
5
Caput I. Et est Digressio declarans modum et ordinem et material hujus libri, 1a-3a.

1
antes de entrar a tratar la ciencia sobre el alma así como la ciencia sobre los cuerpos de los
(vegetales) animados, por cuanto el principio para conocer los cuerpos de los seres vivos
es el alma, tal como con frecuencia lo hemos probado en los libros anteriores. Así mismo,
como ya conocemos los principios acerca de ellos, procedemos ahora al conocimiento de
los cuerpos, que fluyen de tales principios. Porque el alma es la operadora de todos
aquellos seres. Razón por la cual se dice también desde Aristóteles en forma muy
apropiada que el ser está en la semilla como el fabricante está en lo que ha sido hecho con
arte6. Por más que cada uno de los seres vivos posea un cuerpo más heterogéneo que otro
que no sea vivo, tanto por su complejidad como por su composición, sin embargo los
cuerpos de todos los seres vivos se remontan admirablemente a la simplicidad en esto:
que el medio al que se reducen las cosas que se mezclan a partir de las que ellas se
generan procede más por la inteligencia de los contrarios que de cualesquiera otros
cuerpos naturales7. Y en lo que se refiere a éstos, la existencia más próxima de los objetos
de naturaleza celeste que la de cualesquiera otros cuerpos materiales muestra que el
principio de la vida es adjudicado8 por la naturaleza, lo cual es semejante al principio de la
vida celeste conforme a la analogía9, por la cual cualquier clase de cuerpos de seres
vivientes participa más o menos esa semejanza por una igualdad de complexión. Porque
aquel principio tiene mayor poder para conservar la materia de un cuerpo unida a sí, que
la que posea la naturaleza de forma corporal para conservar la materia del cuerpo. Y por
eso mismo, más imprime en la naturaleza y en la materia corporal, que cuanto la
naturaleza corporal imprime en la materia del cuerpo. Y así las mueve hacia formas que
para nada provienen de los elementos, ni son la consecuencia de la mezcla de ellos, sino
que dicho principio actúa en ellos no de una única manera sino de muchísimas, ninguna
de las cuales prevalece sobre la naturaleza corporal. A aquel principio y a sus operaciones
más importantes ya los hemos conocido de acuerdo con lo que puede ser conocido la
brevedad del estudio filosófico; de lo cual se concluye la necesidad de establecer un
orden, a fin de que tratemos de estos cuerpos.
Pero ya que los cuerpos de los seres vivos tienen incidencia en dos o en tres géneros, de
conformidad con sus principios existen también dos o tres géneros (son, en efecto, seres
vivos los vegetales, los sensitivos y los racionales), se ha de tratar el primero de entre
ellos, es decir, sobre la naturaleza de los vegetales, por cuanto se encuentra a este cuerpo
separado por un sujeto y por su lugar entre los cuerpos sensibles, pero lo sensible, sin

6
Si se observa atentamente la expresión, señala S. Alberto que el trabajo humano no es una simple
actuación repetitiva, “en serie”, o “neutra”, como dicen algunos, sino, en cada caso, libre y creativa; aunque,
potencialmente, todo lo que ella llegará a ser se encuentra ya radical y virtualmente en el “ser”, así como
sucede con una “semilla”. (N. del T.).
7
La expresión del autor quiere referirse simultáneamente a dos criterios: por una parte, que lo complejo y
múltiple que hoy observamos proviene de lo más simple, como de ello los vegetales dan muestra; y por otra
parte, que la inteligencia y razón humana es capaz, gracias al examen al que somete todos los fenómenos,
de distinguir de qué manera elementos real o aparentemente contrarios, participan en el origen de las
cosas.
8
“Sortiuntur”: “es sorteado” (de suerte).
9
La analogía (del ser), característica de la metafísica aristotélica, admite en el mundo de la naturaleza la
variabilidad de las especies.

2
embargo, no se puede separar del mismo: por esto en el género de los heterogéneos la
planta posee una diversidad menor que la del animal.
Pero se ha de considerar que, como ha sido dicho en la ciencia sobre el Alma, que es lo
mismo la determinación del alma que su figura, así como, más en general, la figura del
triángulo está presente en el tetrágono, así en general se puede afirmar del alma de los
vegetales que ella está en los seres sensitivos, y estas dos en el racional. Y así de todas
maneras se determinan los cuerpos, porque la naturaleza y el principio del cuerpo vegetal
están en lo sensible, y estos dos de acuerdo con todas sus obras y sus principios están en
lo racional. La causa de ello es, sin embargo, que en todos los principios celestes ocurre
así, que las más perfectas sean las virtudes y las operaciones en las que participan los
inferiores de una manera más excelente, eminente y noble que los mismos inferiores. Por
el contrario, los seres inferiores no participan de las virtudes y operaciones de los
superiores. La causa posterior de ello consiste, como afirmamos en el libro sobre el
Intelecto y lo inteligible, que las realidades superiores lo son porque están dotadas
primeramente de muchas más noblezas que toda la universalidad de las inferiores: sin
duda que las que han salido más inmediatamente del primer principio menos se ven
comprometidas con las sobras y privaciones de la materia, y elevada eminentemente
sobre la materia, tienen la potestad de trasmutar la materia, pero no están, viceversa,
obligadas por la materia; y así se va descendiendo según lo que se va obteniendo en la
materia, y menos la transmutan. Todas estas cosas han sido señaladas en el libro sobre los
Movimientos de los animales. La imagen de este orden celeste se expresa entonces en las
almas y en los cuerpos de los seres vivientes, por cuanto los seres superiores tienen en sí
mismos la fuerza de los inferiores de una manera más excelente y eminente, y no al
contrario, de modo que los inferiores, en la obligación de la predicha materia, pueden
recibir fuerzas y operaciones de los superiores.
Y en esto se puede ver la congruencia admirable de lo celestial. Porque así como existe en
los cielos una virtud inferior, no a la manera de lo inferior sino al modo del superior
congruente con el cielo, así también la virtud vegetal está en el sensible, no actuando sólo
para vegetar, sino al modo del sensible. Por eso lo que se digiere se transforma en lo
digerido bajo la forma de un órgano sensible10, y no en aquello en lo que pudiera ser sólo
obra de un principio vegetal. De la misma manera ocurre con lo sensible en orden a lo
racional. La causa de esto es ciertamente lo que dijimos en el libro sobre el Alma, que lo
vegetal en lo sensible está como la potencia sensible, y no el alma, como principio
separado por esencia del mismo. Y lo mismo ocurre con lo sensible y lo vegetal en el
racional.
Por esta causa se ha de comenzar por los cuerpos de las plantas, y de ellas trataremos
según su totalidad y según sus partes, siguiendo con las cosas comunes y convenientes a
todas ellas: y ya que los particulares son infinitos, como dice Platón, de algo así no se
puede hacer una disciplina. En cambio de un primer principio común a todas las plantas y
a sus partes, que es la vida y se encuentra en las plantas 11, podemos preguntarnos por la
vida de las plantas, primeramente.
10
Gracias a la nutrición, lo que comemos “se transforma” en las células y órganos de nuestro cuerpo. (N. del
T.).
11
El “tratado sobre la vida” (“bio-logía”) comienza por el tratado sobre las plantas. (N. del T.).

3
Capítulo II. Sobre las opiniones de quienes afirman que en las plantas se
encuentra vida y alma12

Se encuentra comúnmente la vida en los animales y en las plantas. Pero esta comunidad
se hace por una analogía, proporcionalmente dicha, y ello aparece por sus evidentes
operaciones, que no concuerdan con ningún principio natural. Porque la sensibilidad es
causa manifiesta de la vida: nada se encuentra en común en los cuerpos simples y mixtos
que no viven. De modo semejante, moverse entre lugares, imaginarlos, tener una
aceptación y juicio de los seres sensitivos es una de las más importantes expresiones y
oficios de la vida, de lo cual ningún ser que no esté vivo participa. Pero es notorio que ha
de ser diferente el principio de una y otro, que es el principio que hemos llamado de los
cuerpos naturales, y que es la forma la que da el ser y la razón a todos los cuerpos
naturales, como ha sido establecido en la ciencia que se llama sobre el oído físico. En las
plantas, sin embargo, existe la vida por un principio de vida oculto en la causa de la vida, y
no es evidente en las operaciones de ella, porque el principio de la vida de la planta casi
emerge de la materia, y a ella se liga, como ocurre en la formación natural del cuerpo
físico. Por tanto no mueve aquello cuyo es su principio, si se manifiesta a los sentidos
cierto ser de los principios celestes de la planta. Las operaciones son semejantes como las
de extraer alimento, y crecer y procrear, las cuales de ningún modo vemos que se
comunican entre los cuerpos físicos inanimados y no vivos. Aquellas, en cambio, se
generan y reciben cantidades, que no recibieran cantidad sin algo extraído que se
convierte en substancia, se ve que estas también reciben alimento. Por eso no es tan
evidente el principio de la vida en las plantas, como ocurre en los animales. Y para que
aparezca necesitamos del silogismo y de mucha razón, es necesario preceder a su
investigación acerca de si existe en ellas tal principio, o no. Porque si las plantas tuvieran
una vida manifiesta y aparente de las maneras que se ha dicho, entonces constaría sin
gran búsqueda que las plantas tienen un alma y virtud del alma capaz de discernir los
deseos, el dolor y el placer. Y como ahora ello no nos es evidente, muchísimos indicios
bien diversos encontramos acerca de ello tanto en una como en otra parte de la
contradicción, es decir, de aquellos que afirman que existe dicha alma, y otros, por el
contrario, que la niegan. Entre los que dicen que las plantas tienen alma el más antiguo
fue Anaxágoras, quien fue seguido por Pitágoras, a quien los Árabes de manera viciada
llaman Abrutalum y, a veces, Abrutalem. Estos dicen que las plantas son movidas al deseo
por los gustos y sienten, se entristecen y deleitan, como se encuentra en los escritos de
los antiguos Platónicos. Tomaban la razón para ello de los expertos: porque el nutrimento
deleitable se había extendido cerca de las raíces, y que no se conserva bien cuando se las
mueve, se encuentra que tiene que estar cerca de la raíz. El tracto del alimento es parte
del deseo, como dijimos en la ciencia sobre el Alma, hablando del hambre y de la sed: el
sentido que es el tacto existe cuando se recibe el objeto del tacto. No puede ser que una
sola cosa por especie y forma cause por sí mismo dos géneros de efectos de su propia
12
Caput II. De opinionibus eorum qui vitam et animam plantis inesse dixere, 3b-5a.

4
pasión: cualidades que tratan de especie y forma causen sus pasiones al tacto, pues se ve
que lo que padece algo por sí proviene de tales, al modo de los vivientes, que tienen tacto
y gusto de acuerdo con el tacto y el gusto por los alimentos. La tristeza, pues, y el gusto
prueban estar presentes por lo que se encuentran que se extiende a los convenientes, y
como que se expanden, y a otras cosas nocivas e inconvenientes ellas mismas se
restringen, de la misma manera que de ellas encontramos una menor cantidad. Y es esta
la razón de por qué se dice que a causa de ello el sentido y el deseo están presentes en
ciertos animales imperfectos.
Hubo algunos de los Antiguos que afirmaban que esto existía naturalmente en ellos, a
quienes siguió en esto Isaac el Filósofo en el libro sobre los Elementos. Y por tanto no
decían que aquellos eran animales, sino como Anaxágoras dice que esto estaba a la
manera animal y por el espíritu animal y por la sensación13; y por eso los llama animales, y
se les dice que se entristecen a la manera de los animales. Porque digo “a la manera
animal” (animaliter) de acuerdo con lo que distinguimos anteriormente en otros libros
sobre las operaciones animales por elementos naturales, también en estos que son
animados: entonces las operaciones del alma sensible se las denomina animales, y se las
llama operaciones naturales de los vegetales, por las razones que encontrábamos en el
libro sobre el Aliento y la respiración. No es necesario repetirlo. Anaxágoras tomó su
razonamiento del movimiento de las hojas. Estas no se mueven sino retrayendo hacia
dentro de su ser húmedo y cálido, como si quedaran dormidas, o como según el
movimiento de fuga que se da en la sístole del corazón: estas hojas no crecen sino por la
emisión y la expansión de calor, sudor y aliento; si algún aliento existe en las plantas y este
es un movimiento de gusto, anterior a la vigilia, de los cuales nada se hace sin un sentido,
como otras han sido probadas. Pitágoras, sin embargo, a quien equivocadamente llaman
Abrutalum, dice más allá que en las plantas se encuentran sexo masculino y femenino,
pero mezclado, como en los hermafroditas, ya que los miembros distintivos de los sexos
no se encuentran externos. Pero acerca de esto trataremos después.
Aunque Platón, diciéndose más tolerable, afirmó sin atribuirles sensibilidad en razón del
fuerte arranque mediante el cual proceden en el acto de la alimentación. Un tracto no se
ve que exista sino en deseo, porque el tracto es el movimiento para el que se mueve, no
faltándole por aquello que se mueve hasta cuando se una con lo que se mueve, y este
movimiento de las cosas naturales nada tiene simplemente a no ser que sea animado. Lo
animado no tiene nada suyo sino por el deseo que lo atrae a ser movido por aquella
especie que la desea. Y esta posición de Platón es razonable, como aparece en sus libros.
Sin embargo la posición de Platón no es clara acerca de si las plantas tienen sensación y
por eso son animales, si constara que ellas sienten porque se alegran o se entristecen. Ya
que para obtener el gozo y la tristeza es necesario que se tenga sensación, como en el
tratado sobre el Alma ha sido probado. Y se sigue de ello que las plantas son animales, ya
que constaría que las plantas desean, y que después del alimento mediante el sueño se
reconfortan, agregado calor cerca del lugar de la digestión, y que ejercitan una vigilia de
nuevo expulsando calor al exterior. Para que uno y otro tengan un espíritu animal no es
suficiente que posean un tacto natural, y que uno y otro tengan sexo a la manera de una
mezcla de los sexos en el mismo cuerpo, como dijimos antes; o que tengan lo contrario de
13
Traducimos “sensus”, en ocasiones, más por “sensación” (efecto) que por “sentido” (causa). (N. del T.).

5
todos estos, es cuestión muy ambigua, como afirman los Antiguos: y esta ambigüedad
mucho nos hace investigar. Y esto no puede omitirse en su día ni es conveniente que de
nuevo las reflexiones de los Antiguos no sean reexaminadas. No se las debe dejar de lado
por cualesquiera razones que se hubieren argumentado. Y las que manifiesten su
irracionabilidad se las abandone14. Alguno hay que dice bastante razonablemente que las
plantas tienen alma, por cuanto han visto que se generan, se nutren, crecen, en su
juventud reverdecen, y en su ancianidad se disuelven, observando que ninguno de los
vivientes tiene algo en común con los otros vivientes. De lo cual dedujeron que hubo
plantas que se entristecieron por el deseo.

Capítulo III. Sobre qué argumentan quienes decían que las plantas tenían un
alma sensitiva15

Teniendo en cuenta estas opiniones, es necesario que primero tratemos acerca de los
asuntos que están manifiestos16, y después de ellos, apenas podamos hablaremos de los
ocultos.
Digo, pues, que está manifiesto, como se ve por muchos Filósofos, que todo lo que se
alimenta desea alimento, como se ve comprobado a partir de las razones mencionadas de
Platón, y así, cuanto desea alimento, se ve que a partir de su satisfacción se deleita y se
entristece; y tener hambre sucede cuando, conforme a la sentencia de Platón, falta el
alimento; en virtud de este deleite no se ocurren orden y tristezas sino con sensación.
Pero no puede residir algún principio del alma a partir de hacer silogismo sobre estas
plantas, a no ser que el deseo del alma que conoce fuera deseable y no de la sola
naturaleza, o semejante al deseo natural, como se muestra en el alma vegetativa. La
opinión de este hombre era admirable, que las sentía y las deseaba. Como todas estas
cosas pueden ser causadas por naturaleza, y no por el alma, o por el alma que las mueve
por semejanza de naturaleza en lo que es deseado no percibe. Pero es del todo contra la
razón lo que Anaxágoras y Demócrito y Pitágoras Abrulatus decían que las plantas tenían
intelecto e inteligencia en acto. Como también sería de admirar que la sensación y el
deseo estuvieran presentes en las plantas a partir de causa tan dudosa, como decían
algunos Platónicos. Nosotros, por el contrario, repudiamos estas sentencias por absurdas
y mal olientes, e insistimos en las opiniones de aquellos que están sanos. Sanos son, en
efecto, aquellos a quienes se liberó con alguna medicina de razones de la enfermedad de
la absurdez.
Yo afirmo que las plantas carecen de sentido y de deseo. El deseo nunca se presenta en
quien desea a no ser que primero no haya sido considerado deseable. En nosotros lo
experimentamos cuando en nosotros sentimos de nuestra voluntad del fin, la cual es
parte del apetito y se convierte en sentido: porque primero comienza por el sentido, y
luego la adquisición de la cosa deseada se convierte en sensible, para que disfrutemos de

14
Presupuesto del “método científico” que propone San Alberto. (N. del T.).
15
Caput III. In quo arguuntur qui plantas animam sensibilem habere dicebant, 5b-6b.
16
Primer paso metodológico. (N. del T.).

6
aquello que antes hubimos deseado. El sentido no se encuentra en las plantas, sin
embargo. La naturaleza no les falta en lo necesario: si, por el contrario les diera sentido, y
no les diera miembros y órganos para sentir, como ojos, orejas, y así otros, ellas sin duda
estarían faltando de lo necesario. Como, por lo tanto, nada de estos miembros de los
sentidos u órganos encontramos, consta que en las plantas del todo no está presente el
sentido. De tales miembros no tienen semejanza alguna, ni forma o figura concluida
conveniente a los órganos, ni poseemos percepción alguna de que aquellas cosas
sensibles las alcancen, ni tampoco que posean un movimiento de deseo hacia cosas
semejantes al cuerpo, ni podemos deducir de la vida de ellas una fuerza y virtud para
lograrlas y que estén presentes en las plantas, ni de ninguna manera y hablando en
general encontramos algún signo por el cual podamos juzgar que ellas poseen en sí un
sentido, como signos expresos por las cuales juzgamos que ellas se nutren y crecen o se
multiplican: estas cosas no nos consta que existan en las plantas, a no ser porque sabemos
que el alimento y el incremento propiamente dichos no son sino partes del alma, y no de
cualquier naturaleza corpórea. Y cuando encontramos una planta que se nutre y crece
sabemos que alguna parte del alma de esa planta está en ella. Sabemos pues, que la
planta carece de sentido por este su opuesto, porque sabemos que el sentido es la
primera operación de la vida que realiza el alma en el cuerpo: el primer conocimiento que
está en los seres vivos es la aprehensión de las cosas sensibles, que no se realiza sino a la
luz del sentido. El alimento no es necesario que sea tal por ilustración del que se nutre;
porque el mismo no es la causa de la aprehensión, sino sólo su aumento, en cuanto es
potencia cuanta, como dijimos en el libro Peri geneseos: porque nutre en cuanto es la
parte potencia de nutrición, y aumento en cuanto es potencia cuanta.

Capítulo IV. Sobre los argumentos de quienes niegan que haya vida en las
plantas17

Estas diversas posiciones provienen ciertamente del lugar propio en el que se disputa
sobre ellas: del sentido y de qué manera este constituye el alma, que tiene que ser
determinado en el libro sobre los Animales. Pero esto se observa que es muy difícil, ya que
no es fácil juzgar y encontrar un punto medio entre la vida y la privación de la misma.
Porque “vivo” suena en griego a “animal”, zwon, es decir, animal; y zwn es lo mismo que
“vital”. En consecuencia, pareciera que “vivo” coincidiría con “animal”, mientras que no-
vivo coincidiría con no-animal. Por lo cual, como no existe un punto medio entre vivo y no-
vivo, no pareciera que hubiera un punto medio que, fuera un ser vivo, pero no un animal,
y que todo no-animal fuera un ser vivo. Y esto afirmaron muchos Griegos y Latinos, que la
planta no está viva, ya que no es un animal, y lo afirman porque la planta no vive por el
alma, sino por la fuerza del vivir a partir del calor y humor natural. Se ve que es difícil
asignarles a las plantas un régimen de vida: un régimen para las cosas que ellas pueden
hacer, como para las que no pueden hacer, ya que muchas cosas dependen de sus
operaciones. Estas son obra de los seres animados, como ya se dijo en el libro sobre el
Alma. Éstas pueden ser realizadas, o no realizadas, y muchas de ellas pueden ser hechas
17
Caput IV. De positionibus eorum qui negant vitam ese in plantis, 6b-8b.

7
de cualquier manera por el alma; y, por tanto, requieren de una virtud que las rija. Pero no
sucede así con las cosas naturales, que se realizan de una única manera y por necesidad. Y
ya que la operación de las plantas es necesaria, de una sola manera, como se ve, se le
considera natural, y no se le adjudica un régimen proveniente de las virtudes del alma. O
si se le asigna ese régimen, éste sería el régimen del animal. La causa por la que éstos
niegan que las plantas viven es, por tanto, que no sienten, como dijimos. Estos
argumentan que la falta de algunas virtudes del alma no les quita el régimen de vida
animal. Se observa que algunas carencias son inteligencia y sabiduría, pero en ellas está la
naturaleza a la manera de animalidad, ya que es animal conservarse mediante la
generación para constituirse en vida, cuya ausencia formal en la naturaleza la corrompe
hasta la muerte. Sin duda es lo mismo la causa de los opuestos, sea por su presencia que
por su ausencia.
Como no es conveniente asignar un punto medio entre el ser animado y el inanimado,
porque se trata de una oposición a la manera de una contradicción, y, como dijimos, es
del ser del animal, en el presente, poner la vida mediante la generación, y su ausencia,
mediante la muerte, la destruye, se ve que entre el animal y el no-animal es tal la
oposición, como la que existe entre un ser animado y uno inanimado. Sabemos que las
conchas (ostras) animales son carentes de sabiduría y entendimiento, y a veces son como
algunas plantas, y en otras ocasiones, como animales, como se afirma en el libro sobre los
Animales. El solo sentido es la causa por la que aquellos animales así se los considere, y en
consecuencia, a partir de estos hechos se sigue que no teniendo sentido, no son animales,
ni seres vivos, ni animados, porque estas siguen. No poniéndoles sabiduría y
entendimiento hacen a un animal vivo y animado, pasando por su pérdida perecen, sino el
solo sentido de acuerdo con las cosas inducidas, porque sólo el sentido es causa de por
qué se las llame animales, y seres vivos, y animados. Las formas que son géneros dan sus
nombres y las razones a sus especies, ya que el género se predica por una naturaleza
común sobre las especies. Las especies dan sus nombres a sus individuos y la plena razón,
porque la especie es todo el ser de los individuos. El género, en cambio, no es todo el ser
de las especies, sino su parte que constituye el ser de las especies. Sin embargo, como
dijimos, el género a partir de una causa debe ser conveniente a todas las especies, causa
que es por naturaleza común en todas las especies encontradas unívocamente. Pero
porque no es todo el ser de las especies, sino por una última diferencia con la especie
convertible se confirman y se obligan a otra especie, y esas diferencias últimas no son
notables, por tanto, dicen estos, y en ello dicen verdad, que la intención de la diferencia
que es la causa de la confirmación del género a esta especie o a aquella, no corresponde
sea recibido de una manera cualquiera, sino que es necesario que lo sea por una
circunlocución. Y como decimos nosotros, que la carencia de sabiduría y de entendimiento
de los animales no constituyen su sabiduría y entendimiento, así son los animales carentes
de sexo femenino, y todos los que no tienen sexo, como se dice de la anguila; y existen
algunos que no generan para sí semejantes, sino son imperfectos, nacidos a partir de la
putrefacción, y estos no necesitan sexo, ya que no generan. Y son animales que no
producen movimiento, y son diversos en los accidentes comunes, porque son de diversos
colores; y de manera semejante difieren en los accidentes propios, porque existen quienes
no generan semejantes, como el moho y el gusano de seda que generan a partir de sus

8
huevos seres que no vuelan, y el huevo del piojo, y la abeja-garza (apis gulares), y se
encuentran de esta manera muchas otras: las hay que crecen en tierra plantada a la
manera de plantas, pero son animales, porque nada de estos constituye animal sino el
sentido, como dijimos.
Como al animal se lo denomina primero por el alma en Latín, y por la vida en Griego, no se
lo considera animado porque carece de sentido, ni se lo veía un ser vivo. Pero a partir de
todos los elementos señalados se hace patente que de una ambigüedad tan intrincada es
necesario que se extraiga el que es principio de vida de los animales, y lo que sea un
animal, sea un animado noble, que contiene el cielo en su alrededor, el sol y las estrellas y
las plantas como partes de sí. Si el mismo principio de vida en forma universal y animal
que es el sentido, entonces los que no tienen sentido no serán seres vivos ni animados, y
así ni el cielo ni las plantas serán seres vivos y animados. Porque se dice que el animal
tiene alma, como se ve que suena el nombre en todos los idiomas. Las cosas celestes no
son animadas, porque son impasibles, no reciben impresiones de formas extrañas; el
sentido es una cierta pasión que al que siente recibe formas extrañas, y las padece de ellas
por un agente sensible.
La mayor diferencia entre un ser animado y uno inanimado se observa doblemente, en
cuanto al sentido y en cuanto al movimiento: las plantas no tienen aquel movimiento por
el cual se afirma que cambia de lugar por sí misma o que se mueve sin un motor exterior,
ya que la planta está pegada a la tierra, inmóvil en su único lugar, manteniéndose siempre
a partir de sí misma. Por lo cual es causa formal que distingue al animado del inanimado,
mediante un silogismo probamos que en las plantas existe vida y alma: o al menos tenga
consecuencia del silogismo alguna verosimilitud, aún si no tiene necesidad de
demostración. Porque sólo una cosa en común por la que difiere el animado del
inanimado no contienen las plantas. Decimos de acuerdo con lo que se le induce, que
aquella cosa que es la causa de la vida común de todos los seres vivos, es el sentido, por el
que se ve la diferencia entre un ser animado de uno inanimado. Este es el criterio para
separar entre la vida y la muerte, es decir, no la vida, y entre los vivos y los que se
denominan muertos, no ciertamente por la privación de la vida que existiera en tales, sino
a causa de la privación de la potencia para la vida, como dice Aristóteles en primera
filosofía, que se afirma que la planta es ciega a causa de la privación de la potencia de ver,
u no por la privación de la visión. Estas son, pues, las razones que ponen quienes afirman
que las plantas no viven.

Capítulo V. De la refutación a aquellos que negaban que las plantas son


animadas18

Pero nosotros decimos sobre esta cuestión que el cielo tiene una fuerza que rige y un
régimen más noble y más digno que nuestro régimen, y para el inferior, en aquello que se
prolonga en los inferiores. Porque, como decimos, estos regímenes de los inferiores son
obligados para la materia y la carencia, por lo cual en ellos son muchos los impedimentos
de las operaciones, lo que no ocurre con lo que es superior en los celestiales. Los
18
Caput V. De contradicendo his qui plantas animatas esse negabant, 8b-10a.

9
superiores, por tanto, tienen vida, y sin embargo no tienen sensación. De la misma
manera, pues, es necesario que un animal perfecto y diminuto en aquello que uno y otro
es animal, tienen una cierta naturaleza común, y en aquello que viven tienen una
naturaleza en cierto modo común con todos los demás seres vivos. Y ya que no a todos los
seres vivos les conviene la sensación, como se ve en el ejemplo dado del cielo, no es la
sensación una naturaleza común de todos los seres vivos, sino que más bien es la
intención y la causa de la vida común, cuya privación es la muerte. A causa de lo superior
no es necesario lo aducido para que alguno crea por estos nombres de la vida y de los
seres animados, y se pregunte si conviene otra naturaleza a los seres vivos. Porque
aceptamos que no existe un punto medio entre un ser animado y un inanimado, así como
tampoco entre la vida y la no vida, es decir, la privación de la vida. Pero entre un ser
animado y la vida, según lo que dice aquel ciudadano griego, el animal es el medio. Porque
inanimado es aquel que no tiene alma, ni alguna parte de ella, mientras que en un ser vivo
la vida se manifiesta, y esto tiene un alma perfecta, por la naturaleza de la sensación. Por
tanto la planta no puede contarse en el número de los que carecen de alma. En cambio es
de aquellos que poseen parte del alma, y así ocurre con otros seres animados. De los
cuales no se puede decir que son vivos como un animal lo es, porque en ellos no existe
sensación. Si se dijera que se denomina sensación cualquier acto de vida de parte del alma
en el cuerpo, entonces la planta tiene vida, como ya dijimos, y por conexión pasa de la
vida a la no vida, como ocurre a cada viviente, es decir, desde la juventud de su estado, y
así se perfecciona a través de los diferentes grados de la edad.
Podemos decir, sin embargo, y de otra manera resolverlo, es decir, que la planta es
animada simplemente, y no tanto que tenga parte de un alma. No puede decirse, por
tanto, que sea inanimada si se concede que tiene alma. De la misma manera que se
concede que posee alguna sensación, natural como dice que lo tiene Isaac, se sique que
son animadas: aunque no tienen sensación perfectamente, en razón de que la sensación
es lo sensitivo en los vivientes y el conocimiento. Porque no podemos decir que se trata
de esa cosa inanimada, porque se la alimenta, y todo lo que es alimentado, no es ausente
de alma, como tampoco todo animal tiene alma; sino que al alimentar las fuerzas del alma
se hace una diferencia grande en estos que son animados y planta, pues la cosa es
imperfecta tanto en las fuerzas del alma como en las operaciones de las mismas. En
algunas fuerzas, por ello que carece de las fuerzas más nobles, por la cual, en cierto modo,
más se separan de la materia, y no tiene sino aquellas que no tienen en la materia ni
conocimiento ni movimiento. En las acciones también es imperfecta, porque no obran
sino por operación corporal, ya que el alma sensible tiene operaciones que no se hacen
operaciones de calidad corpórea, como es imaginar, y otras de la misma clase. La
imperfección es un indicio de que la planta no tiene miembros determinados para un
determinado acto, que más sea animal que del cuerpo, pero le es semejante casi en todo:
porque los animales que tienen actos que más son actos que son más del alma que del
cuerpo tienen órganos determinados. Tiene uno y otro de estos una fuerza propia, o una
virtud en razón del movimiento que tiene en sí mismo: la planta según el movimiento de
la nutrición y del aumento, el animal, sin embargo, según el movimiento de los sensibles.
Puede alguno decir contra estos que niegan que las plantas tengan alma según Platón,
resolviendo lo que objetan, que la planta tenga alma: porque el alma es la que hace nacer

10
el movimiento de atracción del alimento en los lugares a los que está fijada; y según
Platón es este el movimiento del deseo: y según Platón los deseos y los movimientos tales
no son de las plantas en tales lugares sin sentimiento, de la manera como se ha dicho.
Pero según la verdad, atraer el alimento es el principio en razón de lo cual se la llama
natural. Aquello que apenas tiene algo de la potencia sobre la naturaleza en su modo de
obrar; se obra pero por necesidad, como la naturaleza. Pero se realizan muchas acciones,
lo que no hace la naturaleza: que a partir de uno se hacen lo que es alimento, como ya se
ha determinado. Y este principio común es tanto de las plantas como de los animales. Y
porque es a la manera de la naturaleza, no es por tanto que con la atracción del alimento
en el mismo sujeto esté el sentimiento universalmente y siempre. Todo lo que se alimenta
no se usa en su alimento sino en dos, para lo cual ni una ni otra exigen el sentimiento. Dos
cosas son lo caliente y lo frío, y una y otra cosa de las mismas es doble, según lo cual
también lo que se nutre se compone: de las mismas se nutre y es generado, y por lo tanto
lo animado necesita alimento húmedo y seco mezclados. Porque la naturaleza fría
terrestre de la que se compone el animal es necesario que se encuentre en el alimento
seco, como el animal mismo y como cualquier animado se compone por su naturaleza
seca y fría terrestre. Y por tanto en la composición de los animados no se separa lo seco
de lo frío, ni al revés. Y esta es la causa por la cual se consumen los alimentos
continuamente hasta la corrupción de los seres animados. A partir del alimento se
restaura y se mantiene la sustancia de los mismos. Es necesario que tanto la planta como
el animal usen de ese alimento mezclado, así como las sustancias de los mismos están
mezcladas.

Capítulo VI. Sobre las razones de Aristóteles, mediante las cuales prueba que en
las plantas no existe ni sensación ni sueño19

Estudiaremos según nuestra intención el problema del que anteriormente hicimos


mención, es decir, si las plantas poseen deseo y movimiento animal y alma, a partir de que
decíamos sobre la planta sobre la causa del sueño y de la vigilia, como se causa el sueño
en el animal, a partir de lo que se dice sobre la digestión por evaporación. Como la planta
no posee un espíritu tal, que es atraído por la inspiración y la respiración, como dice
Anaxágoras, por ello podemos probar, que muchos animales se encuentran que no
poseen inspiración y respiración: que tal espíritu conviene más a cualesquier animales que
a las plantas, por lo que los animales según su ser son más cálidos y participan de
elementos superiores que las plantas, que son terrestres y frías, por lo cual los animales
necesitan de espíritus de los animales más que las plantas.
De la misma manera, encontramos visiblemente que las plantas tampoco duermen ni
hacen vigilia, como no se hace de ellas evaporación en el lugar de la digestión hacia un
algún lugar frío constituido en sus cuerpos, de donde la evaporación desciende
resolviéndose en sí e inmoviliza las demás partes exteriores de la planta, que siempre
existen según la naturaleza inmóvil e insensible. Principalmente (como se ha manifestado
en la obra sobre El sueño y la vigilia) ya que vigilar es cierta facultad y vigor y afecto de los
19
Caput VI. De rationibus Aristotelis, quibus probat plantis neque sensum neque somnum inesse, 10a – 11a.

11
sentidos, dormir por el contrario es cierta debilidad y pérdida de los sentidos, las plantas
como no poseen del todo ningún sentimiento, no pueden participar de los sentimientos
que ocurren por un vigor o un defecto de los sentidos.
Más aún, el sueño y la vigilia no se encuentran del todo en ninguna de las cosas naturales,
que en todas las horas de la misma manera igualmente se vegeta con actos de digestión y
de nutrición, y que carecen de sentido: ha sido probado en el libro sobre El sueño y la
vigilia que todas las fuerzas del alma vegetal más tienen al sueño que a la vigilia, y que son
pasiones del sentido. La planta no tiene tal diferencia de vegetación. Y de nuevo se
encuentra que no tienen sensación, y, en consecuencia, ni el sueño ni la vigilia convienen
a la planta.
Más ampliamente, cuando se alimenta un animal, la evaporación, como dijimos, asciende
desde el lugar de la digestión hasta la cabeza, lo cual causa sueño, y hace que la misma
vigilia se atenúe, aunque algunos animales que tienen muchas de tales evaporaciones
poco duermen en razón de diversos accidentes que impiden el sueño, como la pequeñez
de la cabeza, o el calor material, u otra cosa que les puede ocurrir a los tales. En las
plantas, sin embargo, como dijimos, es imposible encontrar algo semejante a aquellos.
Desde el final del sueño esto hacíamos de silogismo: porque el dormitar es compresión y
quietud del movimiento que inducen a la laxitud y a la disolución, por ello el animal quieto
desea dormir. De esta clase de laxitud que induce al sueño no encontramos en la planta. Y
la causa de ello la dijimos en el libro sobre El sueño y la vigilia, cuando asignábamos la
causa por la que los animales se causan fuerzas durante la vigilia, y no naturales, que
mejor en el sueño obran más fuerte que en la vigilia.
Estas cosas que dijimos son las razones de Aristóteles contra quienes decían que las
plantas tenían sensación y deseo, que veían que en ellas existían tales cualidades.
Nosotros más delante de este asunto consideraremos más profundamente, mostrando
que se contiene de verdadero o falso en ese discurso. Mientras, los dichos de los Antiguos
y sus razones seguiremos descubriendo cuando se contradicen, principalmente aquellas
que encontramos haber dicho sobre el alma de las plantas.

Capítulo VII. Sobre el sexo de las plantas según los dichos de los Antiguos. 20

Porque el sexo se presenta en los animados, hablemos del sexo de las plantas, aduciendo
sobre esto lo que dijeron los Antiguos de acuerdo con la razón. Esto es de la máxima
importancia cuando se trata del tema que estamos investigando, es decir, si el sexo
masculino, o femenino, o promiscuo o mezclado de uno y otro, se encuentra en las
plantas, como afirma Pitágoras, llamado Abrutalo. Si consideramos las definiciones de
estos sexos, entonces masculino es lo que a partir de su semilla genera un individuo de su
propia especie, teniéndose como el agente en la generación. Es femenino, por el
contrario, lo que recibe la semilla a partir de la cual se genera un individuo de su propia
especie, teniéndose como paciente y materia en la generación. Y si consideramos todas
estas cosas de acuerdo con la diferencia, sin duda no encontramos sexo en las plantas.
Quizás algunas propiedades que participan del sexo es posible encontrar en las plantas.
20
Caput VII. De sexo plantarum secundum dicta Antiquorum, 11b-13b.

12
Porque el sexo propiamente considerado se separa uno del otro por sujeto y lugar; pero
algunas propiedades comunes se encuentran tanto en uno como en otro sexo en las
plantas. Lo masculino, en efecto, es lo que forma y como que marca con un sello en la
generación, por eso es más duro y seco, y, por lo mismo, más áspero al tacto. Lo
femenino, por el contrario, es lo que es formado y marcado, tiene las propiedades
opuestas, como suavidad, humedad, dulzura, porque a estas bien les conviene recibir una
formación. Y encontramos en las plantas llamadas masculinas que todo lo que se genera
de ellas es más duro y áspero; mientras que lo que se genera de las plantas llamadas
femeninas es más suave y más fructífero y posee frutos más gruesos por su abundancia de
humedad. Esto lo mostraremos más adelante a partir de los ejemplos. Pero es claro que
un sexo distinto no se encuentra en las plantas.
Nos preguntamos entonces si existe en las plantas un sexo mezclado, como dice Pitágoras.
No se trata sólo de opinar, sino de encontrar la razón sobre si el sexo fusionado por la
naturaleza y recibiendo propiamente su mezcla se encuentra en las plantas. Porque todas
las cosas que son mezcla primero existieron separadas, y son de nuevo separables
después de su mezcla, como se prueba al final del primer libro Peri geneseos. Por tanto si
el sexo se dice que está mezclado en las plantas, es necesario que primero que en la
materia, o en la naturaleza o en el género de las plantas se encuentre por sí mismo lo
masculino, distinto, por sí mismo de lo femenino, y que se mezclen: porque nada mixto se
produce de los mezclables sino por generación en la que las cosas mezclables se alteran
recíprocamente; y si ello es asó, entonces se encontraría una planta de sexo distinto antes
de tal mezcla de sexos, lo cual es absolutamente absurdo.
Y es también algo inconveniente que se quiera seguir de esto, porque como el macho es
agente, y la hembra es paciente, si están mezclados los sexos en la planta, sería como
pensar que son lo mismo el agente y el paciente, lo cual es imposible, como se muestra en
el libro primero de Peri geneseos.
Más ampliamente se muestra que en las plantas no están mezclados lo masculino con lo
femenino, porque si así fuera no necesitaría la planta para generar algo fuera de ella
misma. Como es perfecto algo a lo que no le falta nada, sería la planta más perfecta en lo
que se refiere a la generación, como la hembra imperfecta desea al macho para la
generación, como la materia a la forma y lo repugnante a lo bueno. El macho, en cambio,
busca a la hembra como ayuda para la generación, aunque no sea perfecto sino
accidentalmente, de acuerdo con su parte en lo que hace, como la forma accidental busca
la materia en la que tenga un ser material.
Esto es del todo improbable, ya que vemos que a las plantas les faltan muchas cosas,
como un tiempo especial del año en el que retoñe, y en un lugar especial: causa de ello es
que el principio del alimento de las plantas genera a partir de lo superfluo, es de la tierra,
y su primera digestión está en la tierra. El principio activo de la generación de las plantas
es el sol. Por eso dice Anaxágoras que lo frío de la planta proviene del aire, en razón de lo
cual tiene sus partes y sus frutos. Lycofron, a quien los árabes llaman Leucineo, dijo que la
tierra es madre de las plantas, materia que se administra al modo del paciente, y el sol es
el padre, a la manera de generador agente. Y consta a partir de todos estos hechos que
una planta necesita para su generación de un tiempo expuesta al sol en círculo oblicuo, y
de un tiempo en el que la tierra está convocada y se abre a la producción. Por lo cual

13
también los poetas dicen: “Tauro abre con sus orejas y cuernos el año celeste, y llama a la
tierra a la producción; y a los que comprenden que diana [diosa de los bosques y de la
caza] es el aire y que es necesario pisotear la tierra para que se produzca la emisión del
parto”. De esto nada vemos, sin embargo, que necesitan los animales, por lo cual no
existe un verdadero sexo en las plantas, ni separado ni mezclado.
Si quisiéramos dar a las plantas una mezcla de sexos, de otro modo esto se lo puede
imaginar. El sexo conforme que existe en los miembros individuales completos de ninguna
manera está en las plantas, ni separado ni mezclado, porque las fuerzas de los sexos están
en las semillas embriones como impregnándolas. Las semillas concebidas son como
embriones impregnados. En ellos la fuerza del macho es la que forma y la que actúa: la
semilla para aquella forma es un mezclado y paciente: y alguna semilla es masculina como
el artífice: la semilla es femenina como lo artificiado, en la forma como la produce el
artífice. Y la sangre menstrual es como el alimento atraído como suplemento de la
materia, en lo que se forma el parto, como vemos en un huevo, que es engendrado por
una gallina o por otra ave, en el cual en un blanco espeso viscoso está la virtud del gallo, y
la semilla de la hembra es la clara del huevo en el que se forman los miembros del pollo.
La yema es de color análogo al del limón y se prepara como suplemento como alimento
para el pollo hasta cuando sale del cascarón. En todos los embriones se encuentran por
tanto todas las virtudes de uno y otro sexo, bien sea a la manera de agente, bien sea a la
manera de paciente. Y de esta manera se imaginaría que estuvieran presentes en las
plantas mezcladas las virtudes de los sexos, ya que no dudamos que en ellas existan tanto
el agente y formante, como algo que sea materia que recibe la acción y la formación.
Esto es lo que intuye Pitágoras cuando dice que los árboles altísimos no generan pollos, a
los que llama brotes, muchos producen pequeños retoños, asignándole una causa
adecuada y conveniente: porque no se hace generación o retoño sino de una semilla,
mientras la semilla es lo superfluo del alimento, en tales árboles altos y grandes todo lo
que permanece se convierte en alimento de las raíces que transmite del tronco a la rama,
y poco o nada trasmite en la generación de los brotes. La planta que nace de inmediato se
mueve desde la tierra que no atraiga como alimento de otro: y por tanto cuando se
dividen los arboles grandes y el jugo de la raíz no es atraído el alimento a los brotes y a las
ramas, nacen de inmediato muchos retoños de las raíces. De esta manera debemos
imaginar la mezcla de los sexos en las plantas, como en la generación de los animales
podemos advertir cierta mezcla de los sexos.
Y la causa por la que las plantas están en disposición de un solo sexo, y no los animales es
esta: porque según la realidad de las cosas, cuando por el coito se mezclan los sexos de los
animales, entonces se mezclan las fuerzas de los sexos en la substancia de la semilla, ya
que antes de copular estas fuerzas se encuentran separadas, y, a no ser que se mezclaran
no se produciría la generación, como dijimos antes. Y por tanto de manera sabia hace la
naturaleza haciendo la mezcla de los sexos. Porque no encontramos otra operación más
noble en las plantas que la generación, y la generación se hace inmediatamente por las
fuerzas mezcladas de los sexos, y por lo mismo en una y misma planta se mezclan lo
masculino y lo femenino, porque la planta entera concibe semilla de frutos y retoño a
causa de la homogeneidad de su sustancia. En cambio en los animales esto no puede ser
así, porque aunque el sexo animal se mezcla, cuando se efectúa el coito de los animales,

14
en los otros momentos está separado, y esto parece que ocurre en razón de muchas otras
tareas más nobles y los conocimientos en los animales que no son perfectos en un
individuo, en lo que sería la mezcla de los sexos: porque lo húmedo y frío de las hembras
impediría la acción y constancia de la fuerza que se exige para las operaciones nobles de
los machos, que no convienen a las plantas, y al animal macho se le dan como perfección
de la naturaleza, de modo que por ella se ordene y se defienda su parto y su
conocimiento.

Capítulo VIII. Sobre la oposición de Aristóteles frente a quienes dijeron que las
plantas eran perfectas y durmientes21.

Existen algunos Antiguos que piensan que la planta es perfecta y más perfecta que un
animal en razón de la mezcla simultánea en ellas de las dos fuerzas sexuales, y por el
alimento que completa la primera digestión cuando lo recibe él mismo, una y otra
actividades se desarrollan en el animal. La tercera causa se le asigna a la larga existencia
de vida que poseen algunas plantas. Veremos entonces que cuando durará por mucho
tiempo el frío y fructificaría hasta la edad estéril y decrépita, hasta entonces durará su
vida, y de nuevo se convierte a la misma juventud suya, como ha sido determinado en el
libro sobre La muerte y la vida. Y asignan una cuarta causa, que no se genera en ella
superfluencias de humedad y sequedad, como en los animales existe una purga mediante
la orina y el estiércol. Estas propuestas son tan abusivas que se decía por parte de algunos
a propósito del sueño de la planta, porque la planta no necesita del sueño, por cuanto
encontrándose atada a lo que siempre está quieto, por lo mismo en esa quietud no
necesita del sueño, ni tiene deseo por el que se mueva, ni tiene figura terminada de una
especie de animal propia en todo o en parte, como vemos que todas las especies de
animales difieren de los demás en su figura, como difieren en la especie. Son muchas las
plantas que con una sola figura se parecen tanto en el todo como en sus partes, como en
las raíces, en las ramas, en las hojas, como todas las peras o todas las manzanas, aunque
son de diferentes especies. La planta tampoco posee deseo, como antes se ha probado, ni
tiene movimiento voluntario, ni posee alma perfecta, sino tan sólo parte de aspectos del
alma, y mostraremos la razón de todas estas cosas.
Muy ampliamente es más imperfecta la planta a todo animal: porque la planta no es
causada sino en razón del animal, no el animal en razón de la planta: porque conviene la
planta como alimento de muchos animales, no el animal como alimento de alguna planta.
Y como la yema y la clara se preparan en el huevo, a partir de los cuales se forman los
miembros del pollo, así vemos que la planta se produce en razón del animal. Es para este
fin para el que existe la planta, para el animal, para el que la naturaleza universal no
particular ordena, como exponemos más abajo, como la hembra en razón del macho, y no
a causa de sí misma (objeción: al margen). Y si tú dijeres que la planta necesita del mismo
modo el alimento, no sería necesario que ella se preparara tan diligentemente, como lo
hace el alimento a la planta: porque vemos que lo más perfecto requiere menor
preparación que lo que exige de su alimento. A esto decimos que (solución: al margen) la
21
De contradictione Aristotelis contra eos qui plantas perfectas et dormientes ese dixerunt, 13b-15a.

15
planta requiere de un alimento continuo a causa de su misma necesidad e imperfección,
en cambio el animar no necesita sino alimento interrumpido e interpolado a causa de su
mejor imperfección. Cuál sea la causa de ello, de las especulaciones de otros, puede verse
en el libro sobre Los animales. Porque si constara ciertamente que la planta fuera mejor y
más perfecta que el animal, entonces por la misma razón las cosas inanimadas, que no
requieren de ningún alimento, ni en cuanto a su consistencia exterior y a su naturaleza,
serían más nobles que las plantas, lo cual es absurdo, porque las cosas inanimadas son
más imperfectas que las cosas animadas, y las cosas que tienen parte de aspectos del
alma son más imperfectas a las cosas que tienen alma perfecta. Se ve ampliamente que la
obra del animal según la cual es animal es más noble en toda parte de la planta según lo
que ella es planta, porque sentir es más noble que simplemente vivir, como
manifiestamente vivir es más noble y más perfecto que vivir oculta y diminutamente, y, de
esta manera, es más perfecto el animal que la planta. Más aún, en el animar encontramos
todas las fuerzas del alma que existen en la planta y muchas otras, porque los seres
superiores poseen las potencias de los inferiores, y muchas otras, como con frecuencia
hemos dicho. El animal, por tanto es más perfecto que la planta, como lo abundante es
más perfecto que lo diminuto.
Por esta razón dice Pitágoras que las plantas fueron creadas cuando el mundo todavía era
imperfecto y diminuto, ya que el Dios de los dioses no había producido almas perfectas, y
completo el mundo fue generado el animal a partir de un alma perfecta, por la que siente
y se mueve, ya que hubo un momento en que el mundo no produjo sino plantas, y
después de ese tiempo se habrían producido animales. Sin embargo, este discurso no es
conveniente, como mostramos en el libro VIII De los elementos Físicos. Por cuanto el
mundo es total y perpetuo, permanece en el tiempo, y en momento alguno dejó de
generar plantas y animales en cada una de sus especies de animales y plantas. Con todo
aunque el mundo fuera perpetuo de acuerdo con las especies de plantas y de animales,
sin embargo en algún individuo de sus especies existe calor y humor natural, que cuando
se consumían, luego se enfermaba en sus fuerzas la planta, y también el animal. Y ello
ocurre por la edad, y luego envejece por la disminución no sólo de la fuerza sino de la
sustancia, y luego se corrompe por la putrefacción, y finalmente se seca a partir de un
acto antes húmedo, como dijimos en el libro sobre Las Edades, así como en el libro sobre
La muerte y la vida. Y a esto alguno la llama con razón corrupción conforme a la
naturaleza, queriendo afirmar que esta corrupción conforme a la naturaleza no puede ser
de otra manera sino una alteración a partir de la corrupción por la separación de los
átomos, como hicieron Demócrito y Leucipo, y como está dicho en el libro primero de Peri
geneseos.

Capítulo IX. Digresión mediante la cual se declara el alma de las plantas de


acuerdo con las sentencias de los Peripatéticos22.

22
Caput IX. Et est digressio declarans animam plantae secundum sententias Peripateticorum. 15a-17a.

16
Con todo, cuanto hemos dicho desde el comienzo de este libro permanecería oscuro si no
se tuviese en cuenta lo dicho en el primer capítulo. Considero que tal oscuridad ocurriría si
se incurriera en el vicio de trasladar (sin más) el libro sobre las plantas de Aristóteles, del
cual me hago intérprete y relator en los capítulos aducidos. Porque o bien no han
entendido al Filósofo, o quizás el idioma del que lo traducían no era conocido
perfectamente. Por eso se ha comenzado por referirlos de manera resumida y más clara
para poder exponer lo que mejor hemos entendido, y comprender mejor las palabras del
Filósofo.
Lo que se ha dicho desde el principio puede reducirse a seis problemas, de los cuales el
primero trata de las almas de las plantas. El segundo, de las fuerzas del alma de la planta,
que se ejercitan por medio del cuerpo, como desear, sentir, nutrirse, y otras más, que les
son atribuidas a las plantas. El tercero, de aquello que comienza por el cuerpo y termina
en el alma, como el sueño y la vigilia, que algunos atribuyen a las plantas. El cuarto es
sobre el sexo. El quinto sobre la perfección de la planta que algunos querían atribuirle
mayor en la planta que en el animal. El sexto, que los Antiguos ponían de primero,
consiste en el modo de vida de las plantas.
Muchos de los Antiguos dudaban, sin embargo, si la planta tenía alma: pero esto se
determina más rápidamente por aquellos argumentos que en la ciencia sobre el Alma se
dijeron: porque allí se dijo que toda forma que efectúa muchas actividades por sí, sea que
use el cuerpo, sea que no, es alma: y en esto se diferencia por naturaleza, como ha sido
determinado al comienzo del segundo [libro] de nuestras [Cosas] Físicas. Más aún, todo lo
que mueve por sí mismo a un cuerpo en el que está con otro movimiento es alma: porque
el principio de lo que está en las plantas por sí mismo mueve al cuerpo nutriendo,
haciendo crecer y generando: es necesario entonces ese principio, que es el alma. Más
ampliamente, todo principio formal que es usado por un cuerpo diferenciado en órganos
es alma: el principio formal de las plantas es usado como tal por el cuerpo: a causa del
cual en éste se encuentran raíces similares a una boca, y los troncos y ramas, y los demás
órganos que poseen diversos oficios: por tanto, el principio aquel es el alma, y no sólo la
conformación natural solamente.
Supuesto esto, veamos con qué alma vegeta una planta: lo cual ha sido dicho por
Demócrito y Anaxágoras, quienes afirmaban que las plantas tenían un alma inteligible
pero que es oprimida por el peso de modo que [la planta] no proceda al acto, lo cual es
del todo absurdo, como que sabemos ya por lo dicho en el libro sobre el Alma que el
intelecto no se usa ni se pega a un cuerpo o a un órgano del cuerpo, por lo que el intelecto
no puede ser oprimido por el cuerpo.
Con mayor frecuencia se determina que lo vegetativo se separa de lo sensible y de lo
intelectual por lugar y por sujeto, y no al contrario: porque si se separa de alguna manera,
no se ve separarse sino en las plantas: por tanto consta que la planta no posee alma
intelectual o sensible.
De qué clase sería entonces el alma vegetal de las plantas, consta que no encontramos
esta alma con qué comparar el acto de la vida en el cuerpo de la planta, sino sólo por las
operaciones del nutrimiento, del crecimiento y de la generación. Por tanto era el alma de
la planta una entelequia y perfección del cuerpo de la planta, tales actividades de la vida
que principian y causan en ella, que no alma, o parte del alma, sino mejor una parte de la

17
parte del alma. Y porque el alma noble tiene tres operaciones, a saber, animal, intelectual
y divina: la planta no posee ninguna operación intelectual, como ya se ha dicho.
La operación divina, sin embargo, como se ha dicho en otra parte, consiste en la
información en formas, para obtener las cuales la materia obedece, la cual está sometida
al alma, y ciertas formas muy verdaderas que son separadas, hace el alma intelectual. Y
después de aquella más perfecta que informa a las cosas sensibles, que conmueve al
cuerpo en su totalidad para formas imaginadas y estimadas. Si el vegetal no forma algo
sino por generación en la parte de su materia por decisión de un cuerpo separado de él, y
esto lo hace a la manera de la materia más que por la intención de alguna forma: porque
no es la planta la que se mueve a generar por la intención de la forma sino de la
naturaleza: y esto exige lo cálido, el lugar y el momento, para que se mueva a generar. En
cambio el animar tiene operaciones en la vida de los cuerpos, en la que imprime su
naturaleza, cuyas cualidades y fuerzas corpóreas hace suministrar como instrumentos. Y
esto lo hace perfectamente por espíritus animales intelectuales y sensibles, pero en los
vegetales por sí solo apenas aparece en la obra, y como que vence al cuerpo, de modo
que siga la obra al instrumento: y por eso lo caliente suyo y húmedo poco tienen de la
especie del alma de los que se mueven. Por eso son muchos los elementos que se parecen
a los elementos por sus fuerzas, especialmente en la tierra. Por lo que las figuras de
muchas plantas poco se diferencias entre sí, y las partes de las plantas poco se diferencian
entre sí, por eso el alma de la planta tiene que ver con la semejanza de la forma corpórea
natural, que no perfecciona la materia sino que se vuelve la causa de toda su
homogeneidad, sea en forma simple, como es la forma de los elementos, sea como en la
forma mezclada, como en las piedras y en los metales. Y esto se hace porque está
mínimamente separada entre todas las formas, que no son consecuencia de la armonía de
la mezcla de los cuerpos: si estuviera separada por grados de separación, entonces estaría
más cercana de la primera causa, y lo que fuere más cercano a ésta estaría de manera más
múltiple en las fuerzas más nobles, entonces sería necesario que en el cuerpo a quienes
corresponde la misma perfección, existiera una multiplicidad de figuras en la totalidad y
en cada una de sus partes, mediante cuyas figuras se perfeccionarían los oficios y los actos
propios, como la vista en el ojo, o la fuerza auditiva en la oreja, o la ambulativa en los pies,
y así de otros. Ahora vemos, entonces, que ampliamente dista del principio de
universalidad que hace que a (a la planta) le falte en su fuerza: por tanto, el cuerpo que
mueve es un ser más homogéneo; y por tanto en cualquier parte que esté una planta será
igualmente blanda, o igualmente dura, y una sola planta en la disposición de las raíces y
de las ramas es de similar figura en muchas, como son los perales unos a otros, o los
manzanos unos a otros: con todo no son de la misma especie, como es patente a partir de
la diversidad de sus frutos. De aquí también es que no tenga hígado, ni venas y nervios, ni
algo semejante a tales miembros. El alimento digerido por un solo miembro poco difiere
de lo que sucede en todos los demás miembros, por lo que conviene preparar nuevas
figuras en los miembros en los que se hagan adiciones especiales. De ello es signo que en
todas partes y en todo el cuerpo la planta genera a partir de la semilla, que se ha de
asimilar a cada parte: ya que estos animales no pueden obrar sino por medio de vasos
seminales que se forman le corresponde a la semilla lo que se resuelve por los cuerpos de
los animales.

18
Todo lo que aquí se ha dicho sobre el alma vegetativa se ha de unir con aquellas cosas
dichas en los libros sobre el Alma y sobre la Alimentación así como algunas dichas en el
libro sobre Las cosas Inteligibles: entonces se sabrá mejor lo que corresponde al alma de
los vegetales, que lo primero corresponde a cómo se conocen las plantas, ya que todo
asunto posee su razón de ser y el conocimiento tiene su principio formal que le da su ser y
su razón.

Capítulo X. Digresión por la que se declara el modo y la razón de las fuerzas del
alma23.

Porque se debe determinar plenamente sobre las fuerzas de esta alma. Y ya que Sobre
ello Platón dijo que en las plantas existía un deseo y un apetito, y otros afirmaron que
tenían sentimiento, es necesario entender perfectamente si tienen de alguna manera
razón en ello. De ellas mismas, como afirma Isaac, se puede decir que existe un doble
deseo y un doble sentimiento. Uno, que existe con la aprehensión de lo deseado y
sensible, y otro, que existe sin toda aprehensión. Por eso cuando le atribuyeron
sentimiento a la planta no se lo atribuyeron el sentimiento y el deseo con la aprehensión
sensible y de lo deseado, sino sin ella. Y por eso no dieron a las plantas el sentido
mediante el cual usan los animales perfectos, que es por medio extrínseco, sino sólo aquel
que emplean los animales imperfectos, que es por medio intrínseco, como el tacto, y el
gusto que es como el tacto de algunas plantas. Por eso se dice que las raíces son
semejantes a la boca, y que una planta es la parte de debajo de un animal, por cuanto la
parte superior de la planta hacia abajo del animal, y al contrario, como está dicho en el
libro sobre el Alma. Pero como los sentidos del tacto y del gusto se encuentran duplicados
en los animales, uno a la manera animal y otro a la manera natural, se afirma que en las
plantas se encuentra a la manera natural, no a la manera animal. A la manera animal se
dice que tienen sentido cuando se encuentra de acuerdo al solo acto del alma o a la
pasión: y este es el juicio sensible y la aprehensión que sola hace el alma cuando recibe la
forma del sello totalmente inmaterial, como la cera recibe la forma del sello, nada
recibiendo del oro o de la materia del sello. A la manera natural dijeron que se encuentra
un sentido cuando los seres sensibles los poseen por acciones de cualidad de materia y
por ser material que tienen en la materia extra, como lo caliente se encuentra en lo
calentado, y el dulce en la sustancia que se le infunde; y así sobre otros. Porque por medio
de tal naturaleza del agente y del paciente se constituye el sensible en ser material y
natural. No es otra la razón por la que aquellos dicen que estos dos sentidos naturalmente
se encuentran en las plantas, porque por tales modos de los agentes naturales y
pacientes, cualidades que hacen eficientes tales sentidos en las plantas cuando se
alimentan y se nutren.
Si alguno entonces objeta que por la misma razón también los inanimados deben tener
sentido, porque por tales agente y paciente naturalmente producen cosas calientes y frías,
dulces y amargas, responde a ellos el Filósofo, que en nada es semejante, que el agente y
23
Caput X. Et est digressio declarans modum et rationem virium animae. 17a-19a.

19
el paciente en las cosas tangibles y gustables en los seres que son animados, es el alma
que ni es cuerpo ni es la forma que sea una mezcla de cuerpos, o la consecuencia de
alguna mezcla, y es aquella en ellos el agente primero: la forma de los cuales informa
todas las cualidades activas corpóreas, como el arte informa el instrumento del artífice. Y
por eso no obran a manera animal sino corporal a no ser que estén informados por el
alma. En los animales in quienes más separada está el alma, obra mucho a la manera
animal sin las cualidades activas y pasivas; ello es evidente por cuanto no son
denominados por ellos, puesto que la imaginación no es cálida ni dulce; semejantemente
ocurre con la fantasía y con la memoria; y en un segundo sentido, que es juicio de las
cosas sensibles. No ocurre así en las plantas, porque la digestión es cálida, la indigestión es
fría, y así ocurre en otras cosas. Y no es para encontrar algún acto o pasión de la planta
que no se haga a estos instrumentos del cuerpo, y como se ha dicho, denominativos.
Como dijimos de la acción, así decimos de la pasión: ´porque en los animados el alma es lo
último que recibe abstracto sensible, y no el órgano del cuerpo; así el juicio todo está en el
animal no corporal; pero en los vegetales lo último que se recibe es el cuerpo animado y
nunca el alma sola. Esta es la causa por la que el sentido naturalmente aceptado se
atributó a las plantas, no a las cosas inanimadas, pues en ellas no existe la forma del alma
que primero las informa, y según su naturaleza el cuerpo mismo recibe las pasiones de un
sentido, sino que las recibe sólo como cuerpo, como se dijo.
Del mismo modo entendemos sobre el deseo que es consecuencia del sentido común, o
también del deseo que es el medio entre esto, que es deseado sin aprehensión, y con
algún apetito del alma, que obra o padece por el cuerpo no separadamente. Se dijo que
las plantas más gruesas tendrían alma aprehensiva, pero no aprehensión, porque se los
impide la mole del cuerpo: pero esto no ha sido probado. Antes se dijo la opinión de
muchos filósofos que dieron excelentes razones, a partir de las cuales no es difícil resolver,
porque casi todos pecan según el sofisma de la equivocación en el término sentido y
apetito. Aristóteles niega que las plantas tengan sentido y deseo por una razón sutil, que
es que aunque concedamos a Platón que todos los agentes y pacientes son informados en
las plantas de acuerdo con la razón del alma, y que alguna materia corpórea,
considerando una tan sutil forma, encontramos que esta no es la forma del deseo o del
sentido, sino otro principio. Porque el sentido según su nombre se dice ser el principio de
la percepción sensible del animal, y no solo natural. De la misma manera el deseo dice de
un apetito excitado a partir de un enunciado delectable. Pero ni uno ni otro conviene a las
plantas por cuanto ni el sentido ni el deseo están en ellas, sino que las fuerzas de las
plantas son nutritivas y aumentativas y generativas que de muchas maneras participan,
por causa de lo que dijimos, que una de estas sirve a las otras, pero todas se encuentran
materialmente, y no tienen sobre razón de forma sino cierta información: en ellos se
encuentra el acto separado, y de sí el cuerpo no tiene un instrumento: el alma sensible
como está menos separada, recibe en el instrumento, pero juzga en sí misma de los
conceptos. Los vegetales no hacen ni lo uno ni lo otro, sino sólo pueden obrar según su
propio instrumento agente, y de acuerdo con ellos y congruente de ellos mismos, sufren
las cosas que sufren los vegetales, como dijimos antes.
Estas son las sentencias de los Filósofos sobre el alma de los vegetales, que está en las
plantas según las dos filosofías de Platón y de Aristóteles.

20
Capítulo XI. Digresión por la que se declara si a las plantas conviene el sueño o
no, y la que fue la intención de los Filósofos para afirmar y negar la razón en las
plantas.24

Algunos Filósofos atribuyeron el sueño y la vigilia a las plantas, lo cual fue también
confirmado por Sócrates, y después de éste por Platón, empleando muchos signos.
Porque como consta que la frialdad descendente causa el sueño a los órganos exteriores,
mientras aparece la vigilia cuando esta frialdad desaparece, algunos consideraban que
sueño y vigilia serían esenciales, mientras otros las consideraban accidentales. A causa de
que la frialdad cierra los órganos exteriores del cuerpo, sólo es esencial para el sueño.
Pero como aquella frialdad desciende desde la cabeza o desde otro lugar, o también es
causada por otro origen, muchos Filósofos dijeron que era accidental en algunos animales.
Porque si, como dicen, fuera esencial al sueño que la frialdad aquella descendiera desde la
cabeza, no dormirían nunca los animales que no tienen cabeza. Así, pues, consta que esto
no es sustancial al sueño. También, como dicen, el tiempo del sueño no está determinado
de la misma manera para los animales: porque algunos lo tienen por seis meses, otros por
cuatro, otros por tres, o dos, o por uno, y otros animales duermen medio mes. Se puede
ver entonces que las plantas en la frialdad del invierno se constriñen exteriormente, y el
humor y el calor son extraídos del exterior a su interior, dijeron entonces que ellas eran
obligadas por el sueño: vemos que algunas de ellas contraen sus flores de noche mientras
las abren de día, como que parecieran ser excitadas de día: añaden con señas razón por
semejanza. Dicen que el alimento con el que se nutren es distribuido por todas partes
proporcionalmente, llevando calor y espíritu al lugar de donde se saca el alimento
distribuido: y de vez en cuando emite calor y espíritu en los miembros y partes en las que
el alimento ha sido distribuido: la planta se alimenta del modo anterior. Es necesario que
por fuerza entregue y emita calor y espíritu: por fuerza tal entrega de calor y de espíritu y
la emisión de los mismos causen el sueño y la vigilia, como aparece en lo dicho en el Libro
I Sobre el sueño y la vigilia. Por esta razón y por los signos aducidos, dijeron que existían
en las plantas sueño y vigilia.
Alguien puede insistir, sin embargo, en que la planta siempre extrae su alimento de una
manera única: que de una manera y con iguales fuerzas extrae el alimento, por eso no
duerme y vigila, sino que siempre duerme, o siempre vigila, o que no participa ni de lo uno
ni de lo otro: resuelven esto por suicidio, diciendo que las plantas no se alimentan de una
manera única de día y de noche, en invierno y estío: las plantas vegetan en tiempo cálido
a la sombra de la noche, y languidecen con la fuerza del sol: se destruyen con el calor y el
humor por la evaporación. En invierno cuando las plantas se constriñen en su exterior, por
dentro se encuentran más jugosas que en el verano. Por lo cual, como dicen, se
demuestra que ellas no se alimentan de una manera única, sino en tiempo de sueño más,

24
Caput XI. Et est digressio declarans an plantis conveniat somnus vel non, et quae fuit intentio
Philosophorum rationem in plantis affirmantium et negantium. 19a-20b.

21
mientras en tiempo de vigilia menos. Y estas cosas las argumentan los Socráticos para
respaldar su opinión.
Algunos Peripatéticos, por el contrario, objetan sutilmente contra esto. Ya que la frialdad
es de dos clases, es decir, estupefaciente y mortificante, y aquella que se llama frialdad
complexional, que sólo afecta a algunos miembros de modo que de ellos no se obtiene
efecto alguno, aquella frialdad que es estupefáctica y mortificante no produce el sueño en
los animales. Sino que toca de manera extrínseca a los miembros, los paraliza y los calma,
y no induce sueño alguno, sino que más bien excita el sueño del animal si éste ya duerme;
en cambio, la frialdad interior complexional, que está en los miembros y en partes de los
miembros mezclados con elementos inferiores, es decir, la tierra y el agua, cierra y
comprime los miembros, y de esta manera se produce el sueño. Por tanto existe un sueño
natural que existe y protege, que no existiría si fuera producto de la frialdad exterior; y
esto se reduce en acto a partir de la sola sustracción del viento y del calor, como que
reclama al interior, como todo aquello que por naturaleza es frío, a raíz del calor que se le
extrae y que influye sobre su propio alimento y lo reduce a frialdad.
Aquellos también lo prueban, sin embargo, mediante los signos y el silogismo. Ciertos
signos son tomados de los hombres que se cubren enteramente durante el tiempo del
sueño, de modo que el frío exterior no pueda actuar contra ellos. Además, porque el
trabajo y el vino, el movimiento y algunos otros somníferos calientes son por esto solubles
o evaporables. Los solubles algunos se evaporan y se seca su espíritu y el calor los
marchita y hace languidecer, por lo que se hace necesario recurrir a un principio que les
restaure a ellos y a su espíritu. Los evaporables obstruyen el paso de los sentidos y del
espíritu, entonces comienza a ser dominado el frío en forma complexiva. El silogismo
mediante el cual se comprueba señala que nada participa del sueño que nunca necesite
de la quietud. Por tanto, como dicen, lo vegetativo nunca duerme. Y que lo vegetativo
nunca requiera la quietud ha sido probado en el libro Sobre el sueño y la vigilia.
Y estas razones sin duda prevalecen sobre las que habían inducido los Socráticos: y por
tanto, se ha de establecer como cierto que las plantas no participan de ninguna manera
del sueño ni de la vigilia, principalmente porque no ha sido probado que estas pasiones
son su sentido. Porque el sentido, o bien no es propio de ninguna manera de las plantas, o
bien, equívocamente está en las plantas y en los animales. Y lo que algunos dicen que las
plantas son comprimidas por el frío, sea por el frío de la noche, o del invierno, nada agrega
ciertamente al propósito, que la frialdad exterior hace a la planta más excitable que su si
fuera somnífera, como ha sido probado. Toda frialdad comprime y contiene: pero aquella
que es exterior, como también ésta aturde y mortifica cuando vive, y ya que la frialdad
comprime, por tanto se contraen las flores de noche, y de día el calor las relaja y extiende
en sus partes exteriores y adelgazante humor e hinchándolo, se extienden las flores y se
dilatan.
Por lo cual no se dice que las plantas se alimentan del mismo modo, es decir, que no
proviene de su diversidad de sueño y vigilia, sino más que todo de la diversidad de lo seco
más o menos similar y de lo reducido cociendo, sobre el cual de vez en cuando se asimila y
se digiere más el calor que se le agrega, y de vez en cuando lo que mueve en sus partes a
la planta que son alimentadas. Y porque la sombra contiene y recoge calor, y el ardor del
sol lo evoca y hace evaporar, y de manera semejante el humor. Por eso a veces más se

22
vegeta a la sombra que al sol, principalmente cuando son recientes y las plantas no tienen
mucho de húmedo sino de cálido, como las plantas aromáticas recientes, que requieren
que se les coloque un vestido o que con algo se las proteja del ardor del sol, y si ello no se
hace, se secan. Como son aromáticas poseen calor, y por tener humedad son muy
evaporativas, que con facilidad se las extrae el calor del sol. Y ello ocurre también con las
plantas más tiernas, según su más y su menos. En las vides, sobre las que hicimos nuestra
evaluación, sin embargo, así como en otras plantas húmedas, en las que sobre abunda el
humor, no ocurre así: sino que al máximo aprovechan el calor del sol y con la reflexión de
los radios que se hace en los montes y en las cimas y en las pendientes de los montes,
cobran lozanía y vegetan más con la superabundancia de humor llamando a lo que el calor
termina y digiere y convierte en nutrimento, y así la planta recibe mayor vegetación.

Capítulo XII. Y es la digresión que trata sobre los dichos de los Antiguos sobre el
sexo de las plantas.25

En cambio, la diferencia del sexo en las plantas es atribuida desde los antiguos sabios,
como se ha mostrado por lo dicho antes, y la diferencia es considerada en algunas plantas
como en la peonía26 masculina y femenina. Porque la peonía masculina tiene hojas mucho
más estrechas y los granos de semilla son menores que los de la femenina. Y es válido que
las condiciones masculinas se atribuyan al macho, mientras las femeninas a la hembra. De
manera semejante ocurre en la oliva macho y en la oliva hembra, y así en todas las otras
plantas en una especie se encuentran muchas veces propiedades de macho en la
estrechez de las hojas y en la pequeñez de las semillas, y en otras la propiedad de la
hembra en la amplitud de las hojas y en la cantidad, así como en la digestibilidad de los
frutos.
Agregan aquellos, sin embargo, que los miembros genitales de la hembra y del macho en
los animales, por accidente se atribuyen al sexo, que accidente llaman al hecho de no
tener semilla en sí mismo: si la planta en sí mismo lo tuviera, no tendría que copular para
la recepción de la semilla, ni la naturaleza les habría preparado tales miembros genitales.
Estos, en efecto, poseen tal demostración en el hecho, que es verdadero, de que todo lo
que es engendrado posee un agente propio que lo genera a él mismo, por eso en aquellos
que son inanimados es extrínseco por dos causas, de las cuales la primera es que el que
genera a un inanimado engendra provocando sobre la materia su forma que le es ajena,
como el fuego genera en el aire induciendo su forma de fuego. Otra es la causa de ello,
porque, como nada es generado sino a partir de su potencia, y las partes de los
inanimados son todas homogéneas en el acto de la forma sustancial, así no se puede
realizar generación a partir de su nada. Por tanto, es necesario que la potencia en la cual
está la forma del que genera, su potencia no esté en el acto por fuera de las mismas
substancias de los que generan. En estos, que son animados, existen muchas cosas que en
alguna potencia tienen las formas de los animadores, como ocurre con el semen, y otros

25
Caput XII. Et est digressio declarans dicta Antiquorum de sexu plantarum. 21a-23a.
26
Planta herbácea perenne o de arbusto, que se cultiva en zonas templadas del hemisferio norte, con
hermosas flores, y de la que existen más de 40 variedades.

23
por el estilo, y de estos se generan semejantes a ellos en la especie. En unos y otros es
único, sin embargo, que todo lo que es generado posee su agente propio.
Más aún, el que obra no es el mismo en la sustancia con quien siente, porque de manera
diferente el mismo obra y siente, el mismo sería acto y potencia, el mismo sería ser y no
ser. Porque el que genera es, y el generable según su especie no es, pero era. Es necesario
entonces que el que genera activamente y el que genera pasivamente sean distintos y
separados por la substancia; el que genera activamente y el que genera pasivamente son
en la misma forma y especie; por lo que el pasivo no posee la especie sino del agente. Por
eso en las plantas había generante activo y generante pasivo en una sola especie distinta
por las sustancias, el generante activo es masculino en aquellas que generan a partir de su
propia sustancia, y generante pasivo es femenino en lo mismo: por cuanto de la propia
sustancia se genera la planta, es necesario que tenga separación y distinción de los sexos.
Y esta fue la razón que más movió a Platón para decir que había sexo en las plantas.
Aristóteles, en cambio, enseñó que masculino y femenino son accidentes inseparables y
propios de los animales, no de las plantas, por cuanto a las plantas no les convenía a causa
de su imperfección, mientras que a los animales les conviene a causa de su perfección.
Tratamos las razones de Aristóteles de acuerdo con las exposiciones comunes, en las que
se ve que Aristóteles dice que “el alma posee operaciones exteriores y sentencias que una
planta”, lo cual no se evidenciaría sino a partir de la impericia de los que tradujeron.
Porque Aristóteles en su libro sobre los Animales explica su intención sobre esto, diciendo
que el distinto sexo masculino del femenino no se exige sino en razón del alma sensible, y
si hubiera un alma del generado antes en los vegetales, no se exigiría la distinción de los
sexos. Por lo cual, ya que el alma más sensible forma y distingue que en los vegetales, que
muestra la diversidad de as figuras de los animales en todo su cuerpo por la que un animal
de una sola especie difiere de otro de otra especie, también en sus partes, por lo que la
figura de uno de los miembros de un animal difiere de otro miembro del mismo animal: y
para esto el alma está más separada que en los vegetales, como antes se ha comprobado;
por lo cual más sutilmente ha razonado Aristóteles, que el alma sensible que es habitual
en la potencia en la semilla, no puede estar en semilla lo que sólo es pasivo, como es la
semilla de la hembra, por eso se dice que el huevo del viento no vive sino por la potencia
de la vida de la planta, y no por la vida del animal: llamando huevo del viento el que no
tiene la semilla del gallo unida a sí. Se exige entonces que para esto el generante sea más
perfecto que aquello que genera su substancia, y esto es masculino, en cuya semilla existe
una mayor (landulositas/glandulositas: ¿grumos?) y se contiene un mayor vigor en su
viscosidad, y por ello también lo que se produce por él mismo en el acto, es más formal y
más determinado y más separado. Por esta razón Aristóteles enseñó por qué a las plantas
no conviene lo masculino y no femenino, sino a los animales, en razón de la perfección
mayor sólo de los animales. Y si esa sentencia fuera cierta, que digo yo que proviene de la
ignorancia del intérprete, entonces la sentencia habría que asumirla metafóricamente,
porque como la sentencia es verdad elícita a partir de muchos elementos aducidos como
parte de una contradicción, así lo sensible es derivado a una sentencia sobre la
indeterminación para la forma que imita la nobleza y firmeza celeste, y la perfección de las
obras del animal exige la distinción del macho y de la hembra por medio de sustancias
separadas y no conforme a su vigor.

24
Y aquí se debe distinguir, que una cosa es el sexo y otra la naturaleza del vigor del sexo, y
otra algún resultado e imitación del vigor del sexo y no el vigor mismo. El sexo está en las
sustancias que se generan por medio del coito, por lo que una diferencia es al arrojar y
otra al recibir la semilla, y así el sexo no se encuentra de ninguna manera en las plantas. El
vigor en cambio de la naturaleza del sexo está en las semillas de tal manera mezcladas por
medio el coito, de las cuales uno es para que forme y opere el alma sensible a partir de la
semilla en la que se encuentra la potencia, y esto ocurre en la semilla masculina; y otra
cosa es la semilla operada y formada en los órganos de la misma alma, y por ello es
secundario a la semilla de la hembra, y la semilla del macho principalmenmte en cuanto a
la sustancia corpulenta qyue está en el mismo; y en tercer lugar está la sangre menstrual
en suplemento, como un alimento. Por lo cual, de nuevo, de esta manera no existen en las
semillas de las plantas vigores de los sexos. Una tercera manera por la cual el agente en la
semilla no tiene el vigor de formar y obrar a partir de algo especialmente más distinto que
la distinción de la especie común, sino que es suficiente el calor del sol que la excita y el
calor de la naturaleza común que actúa. Y así la semejanza alguna del sexo masculino y del
femenino se encuentra en la semilla de las plantas, porque allí está algo que permanece
cálido y este es el que forma y opera; y algo húmedo y frío, es como la semilla femenina
del que obra y es formado, y sólo de esta manera el sexo se puede afirmar que posee un
vigor verdadera pero ampliamente imitativa en las plantas.
Por tanto la determinación de esta cuestión de acuerdo con la prudencia de los
Peripatéticos, es decir, que el sexo de ninguna manera conviene a las plantas de la misma
manera como conviene a los animales, ni que las fuerzas de los sexos de naturaleza mixta
convienen a las naturalezas seminales de las plantas simplemente, sino que de algún
modo son un resultado de las fuerzas de los sexos mezclados de acuerdo con la semejanza
remota que conviene a las semillas de las plantas. Y por esta distinción se hace patente la
solución de las objeciones que por esta causa se había polemizado a los Antiguos.

Capítulo XIII. Y es la digresión que trata sobre la imperfección de las plantas en


comparación con los animales.27

Ahora podemos entonces tratar sobre la perfección que se atribuye a las plantas más que
a los animales por parte de algunos Antiguos. Porque a esta conclusión no fueron movidos
sin razón los sofistas y los incultos, como aún hoy se acostumbra decir por la gente que
más perfectos son los brutos animales que los hombres, porque aquellos pueden caminar
inmediatamente nacen y buscan su alimento, mientras que un ser humano no puede
hacerlo apenas nacido. Quienes esto dicen ignoran la potencia que proviene a este a partir
de la nobleza dura y terrestre de la naturaleza, mientras la impotencia del hombre no es
inmediatamente causada del humor sutil: por ello se reorienta al estado por el que se
causan las nobles operaciones de los sentidos y del intelecto.
Los Antiguos pretenden probar su dicho a partir de que la planta no necesita de nada para
generar fuera de sí, como se ve que sí necesita el animal. A esto se lo debe considerar
ignorancia total, porque la indigencia de sexo distinto en el animal es causada por la
nobleza y distinción de la forma que se da al generado por medio de la generación, que no
27
Caput XIII. Et est digressio declarans imperfectionem plantae in comparatione animalis. 23a-25a.

25
puede ser sacada de la semilla, que es comúnmente pasiva y tanto en quien recibe de otro
la impresión de la forma. No puede obrar comúnmente el agente por la fuerza de la sola
especie como en las plantas por la virtud del sol se da la generación (por lo cual Pitágoras
decía que el padre de los vegetales es el sol), sino que es conveniente ser una fuerza más
divina la que se encuentra en la generación del animal, que posea una fuerza mayor al
formar y al distinguir, como dijimos. Esto la planta no lo necesita, no es generada por la
perfección sino por la imperfección, por cuanto su imperfección no requería de un agente
perfecto. Le es suficiente obrar que de simple especie tuvo la fuerza excitativa por una
fuerza celeste: y la causa de esto, que cuando algunos animales se generan a partir de una
putrefacción, a los cuales no se infunde la fuerza divina a partir de un agente divino y
perfecto, ellas generan semejantes a sí. La hembra para una generación imperfecta es
como la materia para concebir la forma; el macho, en cambio, es como el dador de la
forma por medio del acto de generación, y en algunos es la forma inmaterial y un poco
separada, para la que es necesario tender un dador especial de la forma.
Por tanto tres órdenes de formas generales se encuentran a partir de la materia: alguna es
el solo acto de la materia, y de acuerdo con ello la materia toda inmersa y material, y de
esta se saca la potencia homogénea que es simple o es mixta. Alguna es, que no se toma
de la naturaleza de manera natural, aunque nada de ello se hace sin un agente
instrumentalmente alguna forma y cualidad del cuerpo; esta no se saca sino de la materia
antes más asimilada al generador, de lo cual se hace generación, se produce asimilación, y
esta sola, por su operación, como dijimos, todos son casi semejantes materiales y a los
naturales. Otras son sacadas de la materia, según ellos tienen otras operaciones, como es
adecuado a sus formas, y en ello existe algo componiendo y dividiendo, por las que se
toman decisiones, a las que así llaman impropiamente oraciones. Y a la materia de estas
es conveniente hacer una asimilación y la entrega de una fuerza especial del formante: y
como la semilla de la que se sacan estas formas desciende por toda la esponjosidad del
cuerpo, y asimilado fue a cuerpo entero del generante activo o pasivo, entonces de
ninguna manera más allá esto es necesario que sea atraído a los vasos seminales en
aquellos por testículos en los que se infunde una fuerza divina a la que llaman formativa,
pues sólo en este grado de las formas se exige una distinción de los sexos. Y cualquier
forma es del todo incorpórea, de modo que la fuerza sea operante en algún cuerpo. Esta,
sin duda, no se saca de la materia, sino por otro principio extrínseco que se da la
generación, en la materia en cambio se infunde la asimilativa y la informativa por una
virtud divina que existe en los testículos.
Y así como existen grados de las formas, así son los grados de la materia. Toda la
comunidad de las formas materiales y naturales se genera sobre materia ajena, que nunca
antes es generada por el acto, es asimilada por otro generador sino que se hace por la
generación de tales: la comunidad toda de las formas no naturales materiales, que nada
tienen de la obra sino en los instrumentos del cuerpo, no por parte de algo externo, sino
por la materia propia del mismo primero generada y producida por la asimilada: toda la
comunidad que tiene que ver con las virtudes en las actividades y en las pasiones, y en la
materia ajena no asimilada a la propia, tan solo producen al cuerpo, sino es necesario
infundir la virtud divina por un miembro especial destinado a ello, y por eso se requiere la
distinción del sexo: y esta es más perfecta de otras, y más remota a la materia. Por lo cual

26
en la mayor parte de los animales más perfectos los testículos son esféricos a causa de la
figura que más corresponde con la fuerza divina celeste que está en ellos. Como ha sido
determinado en el libro de los Animales28.
La distinción del sexo es a causa de la razón de lo perfecto y de lo imperfecto, del agente y
del paciente. Como la materia de la naturaleza es formativa, como se dijo, en tales
generados, es necesario que ella tenga instrumentos adecuados de la actividad artificiosos
y formativos: estos son cálidos que permitan el movimiento y bien seco penetrante
(siccum). Y cuando estas dos cualidades coinciden en algo, no puede con ellos vencer la
frialdad que mueve bien a las formas, y bien recibe lo húmedo. Es necesario que en tales
sea distinto el sexo masculino por el sujeto, porque la forma activa necesita lo cálido y
seco, y por tanto es generado de la materia poco en el macho, y es la (spissa) glandulosa
fuertemente coherente. Y si fuera sólo, el macho, se impediría la generación por
insuficiencia de la materia que en el macho de ninguna manera se podría contener a causa
de la oposición de los mismos por los que la generación es exigida; y por eso en el otro
sexo se exige que se haga la hembra, cuya semilla pasiva y susceptible de generación, y
que estén las dos cualidades para recibir las formas y las figuras activas, es decir, frío y
complexional, y húmedo material: es necesario que ella sea asimilada y atraída al lugar en
el cual se forma y se sella la semilla del macho; y por esto se necesita el coito y la matriz y
el sexo y de todas aquellas cosas que permiten circunstanciar la generación.
De todos estos se colige fácilmente que a causa de su perfección los animales tienen
distinto sexo del cual carecen los vegetales a causa de su imperfección material. Esta la
inducimos por accidente a causa de las doctrinas de la bondad, porque en la ciencia de los
Animales serán dichos, y en dicha ciencia de nuevo consideraremos sobre estos con
completa agudeza.

Capítulo XIV. Y es la digresión que trata lo que han dicho los Filósofos sobre la
vida oculta de las plantas.29

No es para nosotros difícil determinar sobre el modo de vida de las plantas. Porque, como
dijimos en el libro sobre El Alma, toda operación del alma en el cuerpo es una operación
de vida. Se trata de una vida oculta, ello está lejos de duda, cuando en las operaciones del
alma en el cuerpo están ocultas las propiedades del alma, mientras que están manifiestas
las propiedades del cuerpo.
Como son tres las operaciones del alma vegetal en las plantas, es decir, nutrir, desarrollar
y generar, en todas ellas se oculta la fuerza del alma, mientras se manifiesta la fuerza
corpórea. Porque la nutrición altera introduciendo en sí misma el calor natural, y son éstos
los calores del fuego, y en esto se manifiesta lo que es propio de la vida, que, por otra
parte, no se encuentra en el ser inanimado. Porque si alguna tarea fuese del alma, ella
sería convertir el alimento a la manera del cuerpo animado, y no el crecer al infinito; le
conviene al alma, pues, hacerlo, como dice Aristóteles, aunque ello no manifiesta el alma.

28
Estas cuestiones son ciertamente bastante oscuras a partir del vicio que se contiene en la edición
londinense, que en estos primeros capítulos de los tratados está llena de equivocaciones.
29
Caput XIV. Et est digressio declarans hoc quod Philosophi dixere de vita occulta plantarum. 25a-26b.

27
Lo mismo hace la fuerza generativa de la piedra y del metal, como se ha dicho en Los
Minerales. Pero sólo vemos que el nutrir mismo corresponde al alma, y esto oculto,
porque todo es celebrado de las virtudes corpóreas. Porque propiamente no se nutren los
inanimados, de modo que ingieran alimento y lo conviertan en sí mismos, y lo asimilen
para sí mismos.
Del mismo modo se oculta la fuerza del alma que efectúa el aumento de las plantas.
Porque la naturaleza de todas las cosas es constante y su término en orden de magnitud y
de aumento, que es un término entre un máximo y un mínimo de cada especie, como
dijimos en otro lugar. Y estos términos son mucho y casi sin proporción distantes en las
plantas, de modo que algunos dijeron que las plantas crecen sin término, como es patente
en el pino, en el roble o la encina, en la palma, en el cedro y en muchos otros, en cuyos
primeros momentos son pequeñas plantas a la manera de pequeñas semillas, pero al final
su estatura es de enorme cantidad, de modo que su aumento se sigue mucho más de la
similitud de su materia y el efecto de las cualidades corporales de los agentes y pacientes,
que las que se siguen del orden y la razón del alma. Y no encontramos que ello sea del
alma sino en aquello que el crecimiento es por el alimento, y porque está a veces por
defecto de la edad, lo cual no ocurre en los inanimados.
Hay en otra operación, pues, una fuerza oculta, la generación de las plantas tiene una
multiformidad al producir raíces, ramas, varas, (flagra), hojas, frutos, y muchos otros. Y
ello ocurre en casi todo el cuerpo de la planta. Y esta diferencia y multiplicidad no ocurre
sino a partir de la semejanza de la materia, que está en todas partes en alguna potencia
para ser otra cosa. Tampoco esto manifiesta sobre lo que es el alma, sino lo que está
oculto en él mismo. Porque de acuerdo con esto tan sólo que proviene de la materia
propia y asimilada por la planta se genera, lo cual no conviene tampoco a los seres
inanimados. La vida de los animales en todos estos es manifiesta más por la oposición que
existe entre ellos, que están en los animales proporcionalmente. Por eso en ellos la vida
aparece manifiestamente.
Es esta la causa por la que dijimos que la vida vegetal se ordena donde tiene su límite el
sentido, como es explícito en el libro Del intelecto y de lo inteligible. Así, las plantas
carecen de sensación y de movimiento, y no retiene sino lo que ingiere para sí en el
alimento, y perfecciona o decrece su desarrollo a través del crecimiento a través de la
edad, y a partir de lo asimilado produce diversos brotes. Y esta imperfección es causa de la
vida porque está al revés, ya que su boca la tiene en su parte baja, y las extremidades
hacia el cielo, y porque no ingiere alimento sino de lo que se le acerca y de lo que
encuentra cercano, y porque no come sino aquello que se encuentra en la tierra, es
atraída por sus fuerzas imperfectas nunca estará preparada suficientemente para la
nutrición y el incremento y la generación, sino por el calor del viento y del sol que
aumentaría su calor innato, y por eso otras partes extiende de modo que frecuentemente
en el aire y hacia el sol, de modo que subutiliza el jugo atraído y se evapore el superfluo.
No tiene en sí una fuerza divina especial, sino más bien asimilada a la materia como el
cuerpo de la planta se mueve por la fuerza celeste, de modo que esta fuerza celeste es el
agente en la semilla de la planta. Por lo cual al sol se lo llama padre de las plantas, y la
tierra, la madre que administra el humor que recibe formas y figuras, como recibe la
semilla de la hembra por la semilla del macho.

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Y es esta una sola causa, que la vida del alma está oculta también en las actividades de la
vida que tiene. Y no tanto por aquellas cosas de las que carece, de lo cual puede hacerse
patente bastante el intelecto de todos aquellos que han dicho sobre las plantas, sin las
cuales no hubieran podido conocer de los cuerpos de las plantas, ya que el principio del
conocimiento en el alma es el cuerpo de los animados, como en otro lugar he escrito.

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