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3 Orientaciones Manejo Sentimientos
3 Orientaciones Manejo Sentimientos
Ahora bien, para llegar a ser lo bastante libre como para hacer esto, debo estar
convencido de que las emociones o sentimientos no entran en el terreno de la moral, no son
buenos o malos en sí mismos. Y debo también estar convencido de que toda la amplia gama
de sentimientos o emociones que puedo experimentar pertenece a la experiencia de toda
persona, es patrimonio de todo ser humano.
Es importante recordar que los sentimientos son nuestro modo de reaccionar frente a
determinados hechos o pensamientos, pero son un modo no libre de reacción (otra cosa será
si los seguimos o no, como veremos después).La función de los sentimientos es comparable
con la función de las terminaciones nerviosas que tenemos en toda la superficie de nuestro
cuerpo: estas son las encargadas de trasmitirnos determinados mensajes que nos indican que
algo nos está afectando en buena o mala forma. La sensación de dolor que yo sienta en
determinado lugar de mi piel, solamente me está indicando que un agente externo está
actuando sobre mí, es un "aviso" o reacción del organismo. Del mismo modo, los
sentimientos son "avisos" frente a determinados hechos internos o externos. Así como sería
absurdo sentirse "culpable" de sentir calor o frío en nuestra piel, también debemos
convencernos de lo absurdo de sentirnos "culpables" de los sentimientos que podamos
experimentar. Solo podemos hablar de responsabilidad, y por tanto de culpa, cuando media la
libertad y es claro que no es el caso con los sentimientos.
Evidentemente, y sin contradicción con lo dicho, sí hay un papel que la libertad puede y
debe jugar con respecto a los sentimientos: yo puedo "alimentarlos" o no, pudo "echar leña al
fuego" o no, puedo seguirlos en mi acción o no. Más adelante volveremos sobre el tema; lo
que interesa ahora es que los sentimientos, en su origen, no dependen de mi libertad y por
tanto no pueden culpabilizarme.
Debemos integrar las tres facultades humanas básicas, es decir, debemos aunarlas en
un conjunto armónico. Ellas son: el intelecto o razón, la voluntad y los sentimientos o
emociones.
Si el significado de esta integración está claro, resulta obvio que la mente juzga si es
necesario o deseable seguir determinadas emociones o sentimientos que han sido
experimentadas plenamente, y la voluntad hace efectivo dicho juicio.
Por ejemplo, puede que a mí me dé mucho miedo decirte la verdad sobre determinado
asunto. El hecho es -y ello no es ni bueno ni malo en sí mismo- que estoy sintiendo miedo.
Yo me permito sentir ese miedo y reconocerlo. Mi mente elabora un juicio según el cual yo no
debería obrar de acuerdo con dicho miedo, sino a pesar de él, y debería decirte la verdad.
Consiguientemente, la voluntad ejecuta el juicio de la mente y te digo la verdad.
En síntesis, en la persona integrada las emociones o sentimientos ni están reprimidas
ni ejercen el control sobre la persona. Sencillamente, son reconocidas (¿Qué es lo que siento?)
e integradas (¿Deseo obrar de acuerdo con este sentimiento o no?).
4. Los sentimientos pueden tener dos "salidas": o los verbalizamos o los somatizamos.
Se ha dicho con razón que o verbalizamos nuestros sentimientos o los somatizamos.
Los sentimientos son como el vapor que se acumula en una olla: si se guardan dentro y se
permite que acumulen intensidad pueden terminar haciendo saltar la "tapa" humana que los
reprime, lo mismo que el vapor puede hacer saltar por los aires la tapa de la olla.
Es importante recordar que, aún cuando no verbalicemos con otra persona nuestros
sentimientos, es básico e imperioso que los verbalicemos con nosotros mismos. Es decir,
decirme a mí mismo en voz alta qué estoy sintiendo, sin miedo a ponerle nombre a ese
sentimiento, por desagradable o rechazable que me parezca.
Aquí es bueno recordar la diferencia entre "verbalizar", que significa "poner nombre", y
"manifestar" que -en este contexto- lo entendemos como manifestar a otro lo que sentimos.
En el primer caso es hacernos concientes nosotros mismos de lo que sentimos, en el segundo
caso implica hacer público (aún cuando sea a una sola persona) lo que sentimos. Puede ser
que muchas veces no sea conveniente (o incluso francamente desaconsejable), el "manifestar"
nuestros sentimientos, mientras que siempre y en todo caso es conveniente y aconsejable
"verbalizar" lo que sentimos. Hay aquí que tener en cuenta no solamente el bien personal sino
también el bien del otro.
5. El reconocer, nombrar y aceptar mis sentimientos ayuda a mi crecimiento personal
y a la construcción de mi propia identidad; me ayuda a responder a la pregunta: ¿quién
soy yo?
En la medida que yo soy capaz de reconocer qué siento en cada circunstancia voy
construyendo mi identidad (aunque, evidentemente, no es este el único ingrediente en esta
construcción), ya que me voy encontrando con el yo auténtico y real, con el que soy y no con
el que sueño o creo que debería ser. La identidad se basa en la realidad de lo que soy; de aquí
la importancia de la aceptación de los sentimientos que experimentamos.
Por otra parte, al observar las pautas de nuestras reacciones en el campo de los
sentimientos podremos también avanzar en el camino del conocimiento propio. Y si a la vez
confrontamos con otro estas observaciones, podremos obtener mayor provecho para nuestro
crecimiento.
6. Las pautas de mis reacciones emocionales pueden ser cambiadas, ya que no son
un puro impulso biológico.
Es importante caer en la cuenta de que "no estamos condenados" a reaccionar
emocionalmente siempre de la misma manera cuando hemos visto que determinadas
reacciones son inmaduras o hacen mal a otros. Una cosa es que yo sienta determinado
sentimiento y otra es que yo actúe movido por el mismo.
Cuando yo explicito mis pautas, las verbalizo, las confronto con mis ideales o con las
reacciones que yo considero como deseables, yo puedo ir cambiando las mismas.
Evidentemente no es un acto instantáneo, es un proceso y que como tal llevará
inevitablemente un período de tiempo y esfuerzo. En la medida en que me convenza de que
es posible cambiar mis pautas de reacción y de la irracionalidad de muchas de ellas, podré
reaccionar de manera diversa.
SINTESIS
La persona plenamente tal, en cuanto de ella depende, no reprime sus emociones, sino
que permite que salgan a la superficie para poder reconocerlas y nombrarlas. Las emociones
o sentimientos "nos hablan" acerca de nuestra situación y de nuestra persona.
Por otra parte, es importante recordar que esto no supone "abandonarse" a las
emociones o sentimientos como si los mismos fuesen pautas obligatorias de conducta.
2. Ponles nombre.
Envidia, celos, ternura, afecto, ira...
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Inspirado en J.Powell, “¿Por qué temo decirte quién soy?”