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20 . 1 – 30
Cuando la nación enfrentó el desastre, Josafat hizo un llamado al pueblo
para que tomara en serio a Dios y que ayunara por un tiempo determinado.
Al separarse de la rutina diaria de la preparación y del consumo de la
comida, pudieron dedicar ese tiempo extra a considerar su pecado y a orar
para pedir ayuda a Dios. El dolor agudo del hambre reforzaría sus
sentimientos de penitencia y les recordaría su debilidad y su dependencia
de Dios. El ayuno todavía es útil en la actualidad cuando buscamos la
voluntad de Dios en situaciones especiales.
Cuando el enemigo avanzó en Judá, Dios habló por medio de Jahaziel: "No
temáis ni os amedrentéis[...] porque no es vuestra la guerra, sino de Dios".
Quizá no estemos luchando con un ejército, pero todos los días luchamos
con la tentación, temor a infectarnos, temor a morir, temor a no tener
como seguir atendiendo nuestra vida, por la situación económica, la presión
y además "huestes espirituales de maldad" (Eph_6:12) que quieren que nos
rebelemos contra Dios. Debemos recordar que, como creyentes, tenemos el
Espíritu de Dios en nosotros. Si pedimos la ayuda de Dios cuando
enfrentamos luchas, Dios peleará por nosotros. Y Dios siempre triunfa.
Conclusión:
¿Cómo dejamos que Dios pelee por nosotros? (1) Al darnos cuenta que la
lucha no es nuestra sino de Dios. (2) Al reconocer las limitaciones humanas
y al permitir que la fortaleza trabaje a través de nuestros temores y
debilidades. (3) Al asegurarnos que buscamos los intereses de Dios y no
nuestros deseos egoístas. (4) Al pedir la ayuda de Dios en nuestras batallas
diarias.