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Perú”
La autoridad ha reaccionado a la pandemia usando dos estrategias en paralelo:
Como bien se sabe, en el Perú, en especial la Amazonía, posiblemente tres cuartas partes de la
población o más, no obedece a las medidas impuestas por la autoridad con relación a la pandemia
a pesar de los esfuerzos de la fuerza pública. Muchos no las acatan porque, realmente, en un país
dominado por la informalidad, no pueden hacerlo y/o porque no conocen o entienden las tales
pautas y/o porque, simplemente, no creen en el riesgo anunciado. Y, en las áreas rurales o
apartadas de centros urbanos eso es aún más agudo. En consecuencia, en esos lugares la vida
sigue como siempre, pero, ahora, sin control de ninguna clase. A eso hay que añadir que, como
tantas veces denunciado, la corrupción en la sociedad nacional es sistémica. Es decir, la pandemia
brinda una oportunidad excepcionalmente favorable para la realización de toda clase de
ilegalidades que, claro, en muchos casos impactan sobre el ambiente.
¿Qué está ocurriendo en el campo?
La pandemia no ha detenido a los campesinos informales que invaden bosques naturales para
hacer agricultura de tipo familiar (la mayoría) ni, mucho menos, a los propietarios que aprovechan
la situación para expandir el área dedicada a la producción de café, cacao, palma y otros cultivos
de tipo industrial u, obviamente, a los que hacen plantaciones ilegales como coca, marihuana y
amapola. Al contrario, esa situación le ha dado más libertad para actuar. Parte de esa
deforestación ocurre, como siempre, en bosques con vocación protectora o en áreas naturales
protegidas y tierras indígenas, lejos de controles. No hay duda que cuando se hagan las
mediciones independientes correspondientes a 2020 se revelará un nuevo sobresalto de la
deforestación que, en 2019 tuvo un ligero descenso, aunque se mantuvo muy cercana a las 150
mil hectáreas por año. Esto implica que la estación seca de 2020 sufrirá un repunte de quemas de
material leñoso en las nuevas chacras y campos y, asimismo, probables incendios forestales,
dependiendo del clima. Si, como es previsible, la deforestación aumenta, se incrementará
igualmente el aporte de CO² a la atmósfera. Contribuyendo a ese escenario está el hecho de que
las carreteras informales, decididas por autoridades locales, continúan siendo abiertas en diversas
partes de la Amazonía, en procura de tierras y de madera.