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La Iglesia en el mundo del dominio y de la dependencia

Los complejos procesos que rodearon el reagrupamiento de la sociedad bajo un sistema de


dominio y dependencia tuvieron un efecto profundo en la Iglesia. Las fuerzas reformadoras
desencadenadas por los reyes ministeriales carolingios decayeron, y emergieron nuevas
clases de problemas para hacer del final del siglo IX y principios del X uno de los períodos
más difíciles de la historia de la Iglesia.
Las principales dificultades de la Iglesia surgieron de su enredo con el mundo del dominio
y la dependencia noble, esto es, en el orden feudal. Alrededor de los siglos IX y X, la
Iglesia tenía una inmensa cantidad de propiedad feudal. Sus pertenencias estaban ligadas a
obispados, monasterios e iglesias individuales y administradas por obispos, abades y curas.
Parte de su tierra provenía de regalos de sus fieles; pero una gran parte había sido adquirida
en forma de feudos otorgados por reyes y otros laicos poderosos, que esperaban que los
funcionarios de la Iglesia favorecidos, les prestaran servicios como lo hacían los otros
vasallos. Para proteger sus posesiones en un mundo en el cual el esfuerzo propio era la
clave para sobrevivir, los funcionarios eclesiásticos actuaban como otros señores.
Otorgaban tierras de la Iglesia como feudos a cambio de servicios militares y políticos y así
se convirtieron en señores por derecho propio. Como sus contrapartes laicas, los señores
eclesiásticos redujeron a la fuerza a los campesinos de sus tierras a una condición servil, y
le concedieron toda atención a la afirmación de su autoridad señorial. También tuvieron que
ocuparse de proteger a sus vasallos, presidir cortes y recolectar impuestos. Tales
preocupaciones necesarias apartaban sus esfuerzos de sus deberes pastorales. Los líderes
laicos se negaban a investir a un obispo o abad propietario de un feudo a menos que tuviera
las cualidades de un buen vasallo, incluyendo la destreza militar y fidelidad al señor más
que a la Iglesia como institución. En efecto, este sistema implicaba que los líderes seculares
obtuvieran el control sobre las elecciones de los funcionarios eclesiásticos, nombrando a
menudo a parientes leales o vasallos probados con poco interés en asuntos espirituales. Los
señores seculares trataban la tierra recibida de la Iglesia como feudos como si fuera
propiedad privada, desviando los ingresos a usos que tenían poco que ver con necesidades
espirituales. Esta autoridad totalmente secularizada que controlaba los cargos eclesiásticos
desatendió la disciplina, la educación, la caridad y la educación moral. El bajo clero era
ignorante e indisciplinado. El nivel de vida religiosa de la sociedad laica se deterioró
muchísimo; abundaban la superstición, la laxitud moral y la corrupción de prácticas
rituales. Para algunas almas piadosas contemporáneas, especialmente las que recordaban el
intento de reforma carolingia, la vida religiosa era el peor escándalo que nunca antes se
hubiera visto. !Mammón aparentemente había triunfado sobre Dios!.
Teniendo en cuenta la condición abismal en la que había sucumbido la Iglesia feudalizada,
se hace necesario señalar otra dimensión de la posición de la Iglesia en el mundo del
feudalismo y la dependencia. Su participación en ese mundo la puso en contacto con las
instituciones básicas y los elementos dinámicos de la sociedad, más íntima y directamente
que nunca antes. Su liderazgo feudalizado compartía la mentalidad y sentía las necesidades
de la aristocracia y campesinado guerreros de Europa occidental. Tal participación preparó
ese liderazgo para conformar un orden religioso sensible a la realidad. Aun en mitad de una
genuina crisis religiosa empezó a surgir la evidencia de esa respuesta.
La Iglesia articuló una teoría social que planteaba que el orden correcto incluía tres
órdenes, cada uno con una responsabilidad social especial; los que oraban (oratores), los
que luchaban (bellatores, guerreros) y los que trabajaban (laboratores, trabajadores). Esto
le dio al contrato feudal una dimensión religiosa al prestar el juramento de fidelidad, un
elemento clave para establecer la relación que liga a dos hombres. Sus conceptos morales
empezaron a conformar un código de comportamiento conocido como caballería
conveniente para la vida de un guerrero. Sus líderes instituyeron dos prácticas encaminadas
a refrenar la violencia en la sociedad feudal. Una, llamada la Paz de Dios, buscaba
restringir actos de guerra en contra de determinadas categorías de personas (el clero, las
mujeres, los niños); la otra, llamada la Tregua de Dios, trataba de prohibir las contiendas
armadas durante ciertos períodos sagrados para todos los cristianos (domingos, días
sagrados especiales, la cuaresma). Una reforma monástica que empezó en el siglo X,
conocida como monasticismo cluniacense, fomentó ciertas prácticas de piedad que
resultaron atrayentes para la nobleza feudal. El agrupamiento del campesinado en aldeas
organizadas proporcionaron un escenario para el desarrollo de una estructura parroquiana
firme a través de la cual se podía llegar a la población cristiana. Así, a pesar del desorden
espiritual causado por la mundanalidad de la Iglesia feudalizada, su inmersión en el mundo
del señorío y la dependencia proporcionaron nuevos campos en los cuales pudo afirmar su
influencia en el desarrollo de la sociedad europea.
El mundo de dominio y dependencia, de feudalismo y señorío del siglo X, generalmente no
recibe una evaluación favorable, en especial entre quienes no pueden concebir un orden
civilizado sin un estado fuerte. La violencia, la opresión, la codicia que rodearon el
establecimiento de estas instituciones políticas, sociales y económicas, parecen la real
antítesis de una sociedad vital. Sin embargo, a pesar de sus limitaciones, el sistema de
señorío y dependencia desempeñó un papel fundamental en preparar una sociedad
decadente para una nueva erupción de creatividad. El feudalismo y el señorío establecieron
pequeñas comunidades de gente capaz de una acción concertada y disciplinada. estas
nuevas agrupaciones crearon una situación que requería de una acción concertada entre
personas de talentos y estatus social diferentes. Estas colectividades eran especialmente
apropiadas para explotar el principal recurso europeo, sus tierras y bosques mal utilizados.
No es una coincidencia que la sociedad europea occidental empezara un espectacular
período de desarrollo después de que el sistema de señorío y dependencia se hubiesen
establecido firmemente.

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