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LA CAMPAÑA DE CULTURA ALDEANA Y SU

IMPACTO EN LA CULTURA NARIÑENSE

María Teresa Alvarez Hoyos*

Los acontecimientos que ocurrieron en los años treinta y cuarenta del


siglo veinte marcaron significativamente el desarrollo de la cultura en el
Departamento de Nariño, y se constituyen en valiosos elementos a considerar
al tratar de reconstruir la memoria histórica de los habitantes de esta región.
El nuevo orden que introdujo la República Liberal - período que abarca los
años 1930 a 1946 - fue calando en el tejido social mediante “la difusión de
pautas culturales, actitudes y valores conducentes a moldear el prototipo de
hombre civilizado que circulaba en el período… [todo ello] con propósitos
de cohesión nacional y homogeneización cultural”1.
Rubén Sierra considera que ningún otro período en la historia colom-
biana del siglo XX muestra el volumen de realizaciones, en todos los campos
correspondientes a la acción del Estado, como la llamada República Liberal.
“Fueron suficientes dieciséis años para dejar una huella profunda
en la vida política, social y cultural del país: una reforma constitu-
cional que le permitió a la Carta de 1886 adaptarse a los tiempos
modernos; una radical reforma educativa que dio por resultado
no solo una nueva Universidad, apropiada para el estudio de los
problemas nacionales, sino, además, una Escuela que rompió con
formas tradicionales de enseñanza; una concepción global y orgáni-
ca de la cultura que permitió a través de las instituciones estatales

* Profesora titular Universidad de Nariño. Miembro de Número de la Academia Nariñense de


Historia.
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y sus programas responder a las aspiraciones de las diversas clases


sociales colombianas; unos códigos que inauguraron nuevas rela-
ciones entre patrones y trabajadores; unas formas de entendimiento
entre la Iglesia católica y el Estado, que buscaban propulsar una
sociedad si no radicalmente laica, sí al menos un ciudadano con
criterios autónomos y, por lo tanto, de mayor responsabilidad en
sus actuaciones”2.

Al llegar al poder Alfonso López Pumarejo (1934), precedido de una


campaña libre de compromisos con el partido conservador, contó prácti-
camente con la hegemonía liberal en la rama legislativa, lo que le permitió
emprender reformas institucionales de profundo significado para la moder-
nización económica y cultural del país. “La Revolución en Marcha”, como
llamó López a su gobierno, consistía en adoptar “un nuevo orden económico,
político y social”, pero “sin trastocar el país y sin alterar el sereno proceso de
su andar democrático”3. El programa buscaba acelerar la modernización del
país a través de la acción de un Estado intervencionista, el que tuvo mucho
en común con el “New Deal” del presidente Roosevelt: “Ambos programas
de reforma se basaron en los principios económicos keynesianos; ambos
fueron impulsados por brillantes políticos jóvenes comprometidos con la
visión de sus extraordinarios jefes; tanto el programa colombiano como el
norteamericano culminaron con la racionalización de un sector agrícola
sumido en crisis por una excesiva adherencia a los principios económicos
del laissez faire”4.
Al tiempo que emprendió la reforma constitucional, López promovió
una serie de cambios e innovaciones al sistema educativo, cuyo primer
programa tuvo como eje la llamada Cultura Aldeana, un proyecto nacio-
nalista y modernizador que combinaba para su implementación dos ele-
mentos fundamentales, la política y la cultura. En 1934, la Ley 12 reformó
el Ministerio de Educación haciendo más técnica y racional su estructura
y autorizó al gobierno para establecer “la campaña de Cultura Aldeana y
Rural, mediante los elementos educativos modernos, de la radiodifusión,
el cinematógrafo, las bibliotecas, la designación de médicos, odontólogos y
abogados, y la constitución, dotación y manutención técnica de una comi-
sión de cultura aldeana compuesta por un perito en urbanismo, un perito
en salubridad pública, un perito en agronomía, un perito en pedagogía y
un relator literario o perito en sociología”5.
La Campaña de Cultura Aldeana fue un proyecto ideado por Luis Ló-
pez de Mesa (1884-1967), médico psiquiatra, miembro de la Generación
del Centenario, ministro en varias ocasiones en el período de la República
Liberal, educador y escritor prolífico, y autor de la obra De cómo se ha for-
mado la nación colombiana, en la que lo genético-racial constituye el hilo
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argumental. En esta obra propuso fijar la atención en la constitución social


de campos y aldeas, dada la índole agraria de nuestra cultura.
“La aldea […] puede ser y debe ser un centro orgánico completo en
su pequeñez, amable en su diminuta perfección. Ahí la economía
regional, la religión, la justicia, la educación pública, la cultura
social, los recursos para la salud y los medios para una sana ame-
nidad deben poseer su representación discreta y permanente. La
aldea puede aspirar a ser hermosa en su rusticidad y pequeñez, no
monumentalmente como las grandes urbes. […] Un rincón público
de prados y boscaje, con una piscina de natación ya resuelve la
mitad de los inconvenientes del aislamiento social en que se vive en
las aldeas, donde para obviarlo se recurre al estanco de aguardiente
o al garito, con muy graves consecuencias”6.
La campaña de Cultura Aldeana, impulsada por un grupo de intelec-
tuales liberales, se propuso transformar la “mentalidad popular” mediante
la introducción de prácticas modernas*. Según Carlos J. Díaz, entre los
objetivos de este proyecto político cultural estaba “producir conocimientos
sobre la realidad nacional, auscultando la potencialidad económica del país
y, simultáneamente, difundir, mediante procesos de educación y alfabetiza-
ción, ideales políticos y conocimientos modernos”7. Se trataba de generar en
los habitantes de las aldeas conciencia de Estado y pertenencia a la nación
y al partido de gobierno, así, al tiempo que se intentaba la transformación
de la vida rural de Colombia, se pretendía instaurar en el pueblo una nueva
manera de sentir, pensar y actuar más cercana a los principios de la higiene
y la estética que imponía el período. “El objetivo de la Campaña giró en
torno a la idea de llevar a los sectores populares, urbanos y rurales, nuevas
imágenes, a la vez que buscaba reconfigurar algunos espacios públicos,
con la pretensión de transformar hábitos y costumbres relacionados con
los principios de higiene, estética, alimentación y nutrición”8.
Mientras se preparaba la Campaña en Bogotá, se enviaron encuestas a
los alcaldes departamentales y municipales para que describieran aspectos
muy puntuales de cada municipio y aldea, con el objetivo de diagnosticar
“las características del país y de los grupos que lo pueblan”. En estas en-
cuestas se buscaba conocer:

* Según Gonzalo Cataño, López de Mesa, desde la década del veinte, cuando escribió el libro la
Civilización Contemporánea ya tenía nociones claras de los elementos que la campaña debía
contener. Pensaba que había que promover un cambio y apostaba que se podría emprender
una revolución a través de la prensa, el parlamento, la universidad, el cinematógrafo y el arte,
que a su juicio suscitaba el instinto de imitación del ciudadano de la era moderna. Citado por
DIAZ SOLER, Carlos Jilmar. El Pueblo: de sujeto dado a sujeto político por construir. El Caso
de la Campaña de Cultura Aldeana en Colombia (1934-1936). Premio Nacional de Educación
Francisca Radke. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2005. p. 44.
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“aspectos referentes a la población, sus condiciones de vida, el


número de habitantes, así como si poseían algunas comodidades
que la modernidad venía instaurando, como el alumbrado y las
condiciones sanitarias. Interesaba saber el día de mercado, el precio
de los transportes, las principales industrias y las especificidades
agrícolas, así como las plagas y las enfermedades que aquejaban
a los habitantes y a los animales de cada aldea. Igualmente, de-
seaban conocer aspectos relacionados con la comunicación como
el telégrafo, el radio, el cine, las librerías, las carreteras y ferroca-
rril. En cada encuesta hay un apartado en donde se pregunta a
los alcaldes por las necesidades del municipio. Curiosamente las
respuestas consignadas en estas encuestas señalan la necesidad
de instrucción general, de escuelas secundarias, de radio y de cine,
de alumbrado, de bibliotecas y de médicos, precisamente aquellos
aspectos en los cuales estaba centrada la campaña”9.
Para lograr los resultados que se había fijado la Campaña desde el Mi-
nisterio de Educación, se emitió el “Estatuto de la Aldea Colombiana” en
el que se detallaban los frentes de acción de la Campaña y las instituciones
encargadas de difundir las nuevas representaciones. Los lineamientos funda-
mentales de este Estatuto, expedidos por Luis López de Mesa, se transcriben
a continuación, en forma abreviada:
Para los efectos del siguiente plan de progreso de la aldea co-
lombiana, se entiende por tal el Municipio o Corregimiento que
posea de 500 a 5.000 habitantes, con un poblado como centro
administrativo. La intención de las disposiciones es la de facilitar
al campesino la mayor suma posible de bienestar material y de
dignidad espiritual, para que ame la vida que le cupo en suerte y
la sirva con efectiva estimación y gratitud.
I. El Ministerio de Educación Nacional proveerá de planos arqui-
tectónicos para las casas de habitación del poblado, alquería
y chozas rurales.
II. Invita a las autoridades y a los ciudadanos a embellecer su
poblado, cuidando del buen aspecto de plazas y calles, de la
holgura interior y agraciado frente de sus casas, de la forma-
ción de una avenida para paseo, de un parquecito con algún
boscaje, jardines, prados, campo de deportes, piscina de
natación, kiosco de descanso, donde los ciudadanos puedan
gozar de sociedad y sanas distracciones.
III. El gobierno nacional ofrece a las aldeas que manifiesten mas
espíritu público, auxiliarlas con la construcción de la Casa
Social para salón de festividades, cinematógrafo, radio y bi-
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blioteca, conforme a las características de la localidad y en


combinación con la escuela hasta donde sea práctico:
a. Para ello invita a la conformación de una banda de música.
b. Suministrará los aparatos de radiodifusión y cuidará de
este servicio oficialmente. Por este medio acercará a los
campos las ventajas culturales de la ciudad, llevará más
directamente las orientaciones del Gobierno a la mente
de todos los ciudadanos y expondrá a la Universidad la
misión docente que cabe cumplir, así como a las normales
y demás instituciones técnicas, sin descuidar la informa-
ción de noticias ni el culto regocijo de buenos programas
musicales.
c. Organizará el cinematógrafo como función cultural del
Estado, en su triple potencia instrumental de información
de amenidades, de espectáculos artísticos y de instrucción
técnica.
d. Creará un modelo de biblioteca aldeana con cien obras
celebres de la intelectualidad colombiana, con otras tantas
de autores extranjeros, con cartillas de información técnica
elemental y un buen diccionario manual enciclopédico,
para lo cual, aprovechará los servicios de la Biblioteca
Nacional, mejor provista al efecto para estas funciones
editoriales.
IV. Las aldeas que lo necesiten por su situación lejana de recursos
médicos […] tendrán un médico oficial.
a. Este médico gozará de un sueldo de $100, que le permita
atender a sus funciones.
b. Establecerá la botica adecuada a las necesidades de la
localidad.
c. Será el consejero en el cuidado de la salud pública.
d. Servirá las funciones de médico escolar.
e. Será el profesor de higiene y de biología de las escuelas
públicas.
f. Rendirá a la dirección departamental de Educación Nacio-
nal un informe anual de sus labores, con un criterio social
de interpretación de la vida aldeana y de su progreso y no
meramente burocrático.
V. En donde ello sea necesario se proveerá el puesto de abogado
de pobres, para defender al campesino en sus derechos a la
propiedad y a los desvalidos por ignorancia o pobreza […] de
los asaltos de la astucia dañina o de la deficiente protección.
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VI. Llegado el problema de la propiedad íntimamente a la evo-


lución de la cultura, se estimulará la acción de un comité
nacional que estudie con detenida meditación los problemas
que esto implica, conforme con las realidades ineludibles del
mundo contemporáneo, de la ciencia y de la prudencia.
VII. La escuela aldeana se contemplará como una institución social
a la cual están vinculados todos los intereses y las capacidades
todas del aldeado y no meramente como un lejano rizoma de
las funciones sociales.
a. En consecuencia, los aldeanos cuidarán de su escuela
como del templo cultural que debe ser de sus hijos.
b. El párroco enseña en ella la historia de la religión en for-
ma biográfica y anecdótica, pues la mente de los niños
ama esta manera de ilustrarse y es casi impermeable a las
disertaciones abstractas, dogmáticas y prolijas.
c. El médico enseñará los elementos de la biología y de la
higiene con demostraciones gráficas y dibujo personal.
d. El alcalde o corregidor o un delegado suyo, cuando mayor
conveniencia así lo determine, enseñará los elementos
de instrucción cívica, según las cartillas elementales que
sirven a este propósito, cuidando de infundir en los niños
una discreta y razonada concepción de la nobleza histórica
de la democracia colombiana...
VIII. El gobierno procurará formar al aldeano por medio de una
cartilla, de la enseñanza metódica y de conferencias ocasio-
nales, de las condiciones del vestido, alimentación y bebidas
más adecuadas a los variados climas que tiene el país.
IX. El aldeano deberá disciplinarse en los deportes que distraigan
gratamente su imaginación y vigoricen su salud, en lo cual
el gobierno lo ayudará eficazmente, entendiendo que ello no
es una cosa de poca importancia, sino medio prodigioso de
mejoramiento racial. La gimnasia, la calistenia, la danza, la
natación, los variados juegos de balón, pelota y disco, etc.
deben ser prosperados indefinidamente. Hay que entender
que el buen deporte disciplina el músculo, la inteligencia y la
conducta a la vez, hasta el punto de constituirse una amplia
vía de la reforma social que es indeclinable en los estudios
de una educación bien entendida.
X. Con el propósito de orientar a los aldeanos en estas actividades
y mejor ilustrar al Gobierno sobre las necesidades particulares
de que padezca cada sitio, este Ministerio organizará una “Co-
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misión de Cultura Aldeana”, que recorra las aldeas y enseñe


a sus habitantes lo que deben hacer a fin de mejorar su nivel
de vida, a la vez que estudie sobre el terreno las reformas
que deben implantarse en cada caso, para de este discreto
modo, consumar la verdadera revolución social que atienda
a la prosperidad económica, a la estética de la personalidad
y del ambiente en que actúa, a la cultura de la mente y a la
disciplina del carácter. Esta comisión estará compuesta de:
a. un perito en urbanismo
b. un perito en salubridad
c. un perito en agronomía
d. un perito en pedagogía escolar
e. un redactor literario perito en sociología
Los departamentos establecerán sendas comisiones filiales y
similares de la anterior, que la vayan reemplazando a medida
de la oportunidad, pues sería difícil que la nacional pudiera
desempeñar misión tan ardua en toda la extensión del país.
El Gobierno enviará la nacional a los Departamentos que
indiquen tener las suyas ya preparadas en el orden de la pre-
lación de aviso, para que así las filiales puedan orientarse en
sus labores y armonizar los trabajos subsiguientes.
LUIS LÓPEZ DE MESA
Bogotá, agosto 15 de 193410

Entre las estrategias diseñadas para transformar las aldeas colombianas


se encontraban la radio, el cinematógrafo, la distribución de planos arqui-
tectónicos y la puesta en circulación de la Biblioteca Aldeana de Colombia.
Así mismo, se conformaron comisiones sanitarias compuestas por médicos,
enfermeras, odontólogos, y se organizaron maestros ambulantes e inspec-
tores nacionales de educación, y restaurantes escolares11.
Para coordinar la Campaña a nivel central, se puso en marcha la Co-
misión de Cultura Aldeana, que realizó estudios sobre algunas regiones.
Las comisiones aldeanas se constituyeron en un aspecto importante de
la Campaña, ya que su propósito era orientar sobre los objetivos de la
Campaña e instruir a personalidades públicas, élites locales y pobladores
de las aldeas y, como consecuencia, dar a conocer al gobierno central las
particularidades de cada población. “Para ello, cada comisión debería re-
correr las ´aldeas y enseñarle a sus habitantes lo que deben hacer a fin de
mejorar sus nivel de vida, a la vez que estudie sobre el terreno las reformas
que deben implantarse´. De igual manera se buscó con esta estrategia el
objetivo político de hacer sentir en cada aldea la presencia del Estado, así
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mismo, informar de todo que viese y fuese útil al gobierno nacional y a los
departamentos respectivos”12.
La Comisión estaba conformada por cinco expertos, especialistas en
urbanismo, salud pública, agronomía, pedagogía y sociología, quienes de-
bían estudiar las posibilidades de desarrollo de cada departamento y sus
necesidades educativas.
Al divulgarse El Estatuto de la Aldea Colombiana, el diario El Derecho
comentó positivamente la nueva política instruccionista que iniciaba el
doctor López de Mesa, “inclinando el favor del gobierno sobre las clases
campesinas como la base sustentante de la grandeza nacional”:
“Indudablemente el Ministro trae un programa nuevo al fijar el
derrotero de la cultura fuera del centro universitario, único foco de
inquietudes presentes, pero cuyas proyecciones en la vida nacional
no pueden rendir todo el beneficio esperado, mientras el pueblo
no sea una materia capacitada intelectualmente para recibir sus
influencias.
Si la educación es el arte de conducir y de encauzar las corrientes
humanas, es preciso convenir que nuestra política instruccionista
andaba errada, al empeñarse de rodear a las ciudades de todas
las comodidades y mejoras al tiempo que la aldea se la mantenía
abandonada, sin un solo motivo que sirviera de halago y de atrac-
tivo a las gentes incorporadas en ella. Una consecuencia natural
de esa política era el abandono de los campos y la creación del
grave problema del urbanismo en un país agrícola, cuya riqueza
principal se radica en el trabajo de la tierra con el sostenimiento de
pequeños poblados que son mejor centros de aprovisionamiento y
de vida sencilla y apacible, próximos a decaer por la disminución
creciente de sus entradas rentísticas.
[…] Ojalá el doctor López de Mesa lleve adelante su reforma en
beneficio del país”13.

La Comisión de Cultura Aldeana visita Nariño


Después de visitar el Departamento del Huila, el 11 de abril de 1935, la
Comisión de Cultura Aldeana recibió la orden del ministro López de Mesa de
dirigirse hacia el Departamento de Nariño. Esta Comisión estuvo integrada
por los señores Tulio Gaviria, perito en pedagogía, el médico Alonso Restre-
po, el perito en agronomía Antonio Miranda, el perito en urbanismo Ricardo
Olano y el redactor literario perito en sociología Jorge Zalamea Borda.
El periódico El Radio informó sobre la llegada a Pasto de los miembros
de la Comisión, y expresaba que ellos son “los portavoces de la labor con
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que va a resolver el señor doctor López de Mesa, el problema fundamental


de la educación primaria, secundaria como profesional del país”.
“La Comisión de Cultura Aldeana, es como si dijéramos el grupo
de avanzada que viene a escrutar el fondo social; que viene a
convivir en nuestro propio medio ambiente las condiciones en que
se desenvuelve la vida ciudadana y muy principalmente viene a
palpar, a conocer objetivamente el nivel de la vida campesina, base
principal de la población de Colombia y por lo mismo, el mayor
factor de valía en el desarrollo ascendente del progreso nacional.
En reportaje que tuvo a bien conceder a este periódico el sociólogo
y relator de prensa de la Comisión de Cultura Aldeana, Jorge Zala-
mea, expone con sencillez y claridad los objetivos de su comisión:
[…] Es urgente levantar el espíritu hasta hoy rodeado de tinieblas
porque otros gobiernos le negaron la luz de la ciencia para sus
mentes sencillas y sus corazones nobles […] El señor ministro de
Educación ha querido que la Comisión de Cultura Aldeana empiece
sus labores por este alejado departamento de Colombia y hacia el
cual convergen hoy las miradas atentas del Gobierno Nacional. Un
pueblo grande en sus necesidades, grande en sus virtudes, grande
en sus deficiencias y que hoy se impone ante la conciencia patria,
porque la nacionalidad ha sorprendido en los hijos del sur, los
grandes baluartes de su soberanía.
Y está bien que así sea. En ninguna parte de la República es quizá
tan grande el problema educacional y tan perentoria y grave la
necesidad de entrar a resolverlo. Sobre Nariño ha caído con pe-
santez de montaña que no ha dejado movilizar los espíritus hacia
las regiones de su propia concepción y grandeza, una oligarquía
conservadora que se complació en mantener un estado de agresiva
ignorancia y de sublevante estado de atraso, al campesinato [sic]
y al obrero rural de esta sección”14.
La descripción que hizo el urbanista Olano sobre la ciudad con la que
se encontró la Comisión fue la siguiente:
“La ciudad está bien trazada con calles rectas de 10 metros de
ancho que forman manzanas de 90 metros por lado. Sus casas son
en la mayoría de balcón con tiendas en la parte baja. Estas tiendas
son habitadas por familias enteras que viven en comunidad con
algunos animales, en las peores condiciones de higiene. Tiene Pasto
luz eléctrica, servicio de teléfonos y un malísimo servicio de aguas
que van a fuentes públicas y a contados edificios cuyos excedentes
corren en zanjas por en medio de las calles recibiendo toda clase
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de basuras y desperdicios. Ahora se estudia la construcción de un


acueducto moderno, según planos que levantó el Dr. Lobo Guerrero.
En 1928 dio el censo 45.162 habitantes. La temperatura media es de
14° centígrados. El área que ocupa la ciudad es de 140 hectáreas,
con 2.640 edificios. Entre éstos son notables el Palacio Departamen-
tal, el Edificio de la Universidad, la plaza de mercado, el Pasaje del
Corazón de Jesús, el Asilo San Rafael, el Colegio de San Francisco
Javier, algunas residencias particulares y las iglesias y capillas de
las cuales hay catorce.
Se publican en Pasto varios periódicos políticos, entre ellos uno
diario, una revista literaria, La Ilustración Nariñense; la revista
del Centro de Historia y algunas otras. Hay numerosos centros de
enseñanza: la Universidad; la Escuela Normal establecida recien-
temente; el colegio de los Jesuitas; los colegios de Bethlemitas y
Franciscanas para niñas, y varias escuelas de enseñanza primaria,
urbanas y rurales”15.

En cuanto a la existencia de industrias, comentaba:


“Hay varias fábricas de cigarrillos; algunas de curtimbres de cueros
y talabartería; muy buenos talleres de carpintería y ebanistería; una
fábrica de tejidos de algodón y de lana; fábrica de sombreros de lana,
de cerveza, de aguas gaseosas, de ladrillo y tejas, de hielo, de velas
de esperma, de licores, de tapicería, de jabón. Hay varios molinos
para la producción de harina de trigo, tres aserríos, fundiciones de
cobre, zapaterías, sastrerías, etc. El nariñense tiene gran habilidad
manual y bastante gusto artístico.
Merece mención especial el barniz de Pasto que se emplea en el
decorado de toda clase de objetos y que rivaliza con la laca japo-
nesa, extraído del fruto de un árbol que crece en el Putumayo. El
barniz lo preparan mascando el fruto y cuando ya tiene alguna
consistencia lo mezclan con los colores que se desean. Al aplicarlo
sobre algún objeto echan el vaho para asentarlo firmemente. Es
lástima que aun no se le haya dado a esta industria gran desarro-
llo comercial porque no se ha encontrado el medio mecánico de
sustituir la mascada del fruto”16.

Según la descripción hecha por Olano, los lugares visitados por la


Comisión fueron: Pasto, La Unión, Génova, La Cruz, San José, Cartago,
Buesaco, Ipiales, Pupiales, Aldana, Guachucal, Túquerres, Imués, Tangua,
Yacuanquer, Nariño, La Florida, Sandoná, Consacá, Piedrancha, Ricaurte,
Altaquer, El Diviso, Agua Clara, Tumaco y Barbacoas.
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En la ciudad de Pasto, la labor del perito en urbanismo Ricardo Olano


se centró en ilustrar a los dirigentes y pobladores sobre la necesidad de co-
menzar los trabajos del acueducto17, la importancia de construir las nuevas
edificaciones con todos los requisitos de la arquitectura moderna y de mejo-
rar las existentes; la urgencia de acabar con las “tiendas sucias, incómodas
y antihigiénicas que son vergüenza de la ciudad”18; la necesidad de fundar
la Sociedad de Mejoras Públicas y levantar el espíritu público, el amor a la
ciudad, emprender la pavimentación y construcción del alcantarillado, y en
fin, acometer las realizaciones “sin demora para poder celebrar dignamente
el cuarto centenario de la fundación de Pasto”19.
El doctor Alonso Restrepo, higienista de la Comisión, en su informe
sobre la visita al Departamento de Nariño mencionaba lo siguiente:
“Confieso que, a pesar o gracias más bien a mis estudios oficiales,
tenía ideas muy erróneas sobre tan importante región de la Repú-
blica, y que experimenté una grande y gratísima sorpresa al caer
en aquella porción de lo que con acierto tanto llamó el Barón de
Humboldt “el Thibet Americano”.
Y es tal la belleza de la tierra, tan intenso y paciente el trabajo con
que se la mantiene domeñada, tan violenta en su aparente resigna-
ción y mansedumbre (y en medio de las calamidades que la azotan)
la pujanza de la raza, a pesar del desamparo y del individualismo
en que ha vivido, y tántos y tan múltiples los otros elementos de
valía, aplicados e inéditos, con que cuenta, que lamento de todo
corazón me corresponda la peor parte del estudio cuya encomien-
da se nos dio, cual es el señalar las ignorancias seculares que en
punto a defensa de la vida particular y colectiva, ha sufrido y está
sufriendo este pueblo abandonado a sí propio en los confines del
territorio nacional.
[…] De ahí, que como ciudadano y a la vez que como parte inte-
grante hasta hoy, de la Comisión de Cultura Aldeana (persegui-
dora de la creación de un verdadero espíritu colombianista por el
conocimiento a fondo de nuestros pueblos), confíe en que gracias
a ella, laudable institución del Gobierno actual, vayan por fin a
derrumbarse las barreras que enclaustraban nuestras colectivida-
des, dispersas de manera nociva para ellas y tan peligrosa para la
integridad nacional.
Y que por fin en cualquier rincón de nuestra tierra, desde el en-
copetado señor capitalino que visita sus haciendas, hasta el mas
humilde coaiquer de la costa nariñense, pueda experimentar la
satisfacción del amparo oficial, de seguridad y de igualdad republi-
cana, sintiéndose colombiano en toda la acepción del gentilicio”20.
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Informe que rinde al Señor Ministro de Educación Nacional el Relator


Literario y Perito en Sociología de la Comisión de Cultura Aldeana, Jorge
Zalamea Borda

El informe titulado Esquema para una interpretación sociológica del


Departamento de Nariño, contiene un estudio macrorregional, con varios
estudios de caso sobre La Unión, Barbacoas, Génova e Ipiales y un centenar
de escuelas rurales.
Entre los aspectos relevantes que destaca el informe se puede mencionar
la situación de aislamiento del Departamento, que lo llevó a someterse a los
mercados ecuatorianos “que no solo propiciaban frutos sino que también
ofrecían en sus colegios y universidades especies de cultura y de conoci-
miento” todo lo cual
“hubiese bastado acondicionar el espíritu y a torcer el ánimo del
pueblo menos leal que el nariñense. Cierto que en tan dura prue-
ba se resintió su ambición y vino alguna desgana a destemplar su
voluntad; cierto que el olvido de los gobiernos le creó un peligroso
complejo de inferioridad, contra el que en veces reaccionaba a riesgo
de deformar su incomparable lealtad y hacerlo aparecer contrario a
sí mismo; cierto que por la esquivez que le mostraban las cosas te-
rrenas dio en abrazarse ciegamente a otras mas distantes promesas
de perfección y felicidad, con lo que acaso ganase merecimientos
ultraterrenos a costa de pecar contra la tierra y contra su propia
humanidad. Pero nada de ello le impidió ejercitarse en la virtud
durísima de vivir en soledad y olvido de bastarse en ellos”21.

En torno al plan vial de Nariño considera desacertada la búsqueda de


una salida hacia el exterior “como si fuesen los mercados extranjeros y no los
del centro de la República los que se hallaban necesitados de la producción
típicamente nariñense. Ciñéndose a tan errónea política, se descuidaron las
vías del norte para concentrar todos los esfuerzos en la carretera a Ipiales
y en la comunicación con el Pacifico”22. Y en cuanto al ferrocarril del Pa-
cífico comenta: “Véase ahora cuál es el rendimiento actual del ferrocarril
Aguaclara-El Diviso, compáresele con las perspectivas económicas que
ofrece a Nariño y a la Nación la carretera Pasto-Popayán y dígase si no fue
una política fundamentalmente errada la que inspiró el plan vial de Nariño
hasta 1930. Una vez más, la política de “vivir hacia fuera”, la tendencia mes-
tiza a fingirnos metrópolis exteriores, demoró el progreso de una admirable
región del país y frustró la economía nacional de un elemento de equilibrio
del que se hallaba harto necesitada”23.
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En cuanto a las peculiaridades del hombre nariñense, Zalamea in-


troduce el tema de la raza como un factor explicativo de las conductas
individualistas encontradas. Considera que “los contrastes, más o menos
violentos, que se observan en la psicología del nariñense, provienen sin
duda de las diferentes razas que forman el conglomerado social, razas que
no se han fundido en total mestizaje. Solo así podría explicarse, por ejem-
plo, el contraste característico entre el individualismo a ultranza de la gente
urbana y la tendencia colectivista de la población rural”24. Le sorprende
observar que en el comercio nariñense no existe la compañía anónima, ni
siquiera la asociación de dos capitales, de dos firmas, fenómeno que halla
su expresión cabal en un refrán que jamás había oído antes: “compañías ni
con la mujer”. El individualismo cerrado que encuentra, posible expresión
de la desconfianza y complejo de inferioridad mencionados, deriva en una
carencia de espíritu público, muy notorio en las ciudades de Nariño, lo que
ha llevado a que servicios tan esenciales como el acueducto y el alcantari-
llado no existan en el Departamento.
Sin embargo, rescata el espíritu solidario del campesino:
“¡Qué contraste con lo que acontece en la población rural! Toda
su vida parece dominada por el concepto del bien común y de la
prestación mutua de servicios. Si el indio necesita levantar vivienda
nueva, no tiene más que poner un tenderete con dos botellas de
aguardiente o una barrica de chicha, según la región, y solicitar de
sus compañeros la ayuda que en otra ocasión pagará con similares.
Si es el pueblo, la colectividad, la que necesitan en un camino,
antes de que se le pida dos veces, ya se habrá reunido la población
en minga y la construcción de la vía no demorará mas tiempo del
que reputase indispensable el más exigente de los ingenieros. Y no
se crea que estas “mingas” son cosa de poca monta, ni cortos sus
alcances”25.

La tienda
Con crudo realismo, Zalamea relata su encuentro con la tienda, a la
que denomina una “casi institución social” y la más señalada de las plagas
que tiene el Departamento:
“Recibe este nombre un cuartucho no mayor de cuatro metros cua-
drados, cuya puerta se abre sobre la calle. Frente a esta única vía
de luz y de ventilación se levanta un tenderete, separado del resto
de la habitación por un biombo de papel y por sabanas y mantas
colgadas de una cuerda. La estantería y cajones del tenderete
muestran un surtido heterogéneo de víveres, pequeña mercancía,
MANUAL HISTORIA DE PASTO XI 291

cervezas, cigarrillos, espermas, bolas de cacao, etc. Una docena de


botellas de aguardiente, medio saco de harina y algún cajón con
frutas redondean el negocio.
A espaldas de este baratillo y cegado por el biombo o las colchas que
lo limitan, queda el espacio destinado a la cocina, salón y alcoba
de familia. Allí el fogón primitivo, los camastros harapientos y la
afrentosa cubeta destinada a servir para las necesidades fisiológicas
de los habitantes. Y allí la tribu cegatona de los cuyes que corretea
por el suelo, esquivando los picotazos de una pareja de gallinas, y
el perro que bate la cola al oscuro hacinamiento de criaturas que
rebulle en torno a los cabezas de familia. Las exhalaciones huma-
nas, el hedor de las bestias, el tufo de la cubeta jamás lavada, se
mezclan a la humareda del fogón creando una atmosfera que no
basta a descargarse de su fetidez por la estrechura de la puerta,
obstaculizada, de adehala por el baratillo que exhibe el tenderete.
Y no vaya a creerse que esta suerte de vivienda es cosa de extra-
muros. La tienda invade todas las calles de la ciudad; se prende
al ejido y se cuela hasta la plaza principal, viviendo al arrimo de
hoteles e iglesias, de edificios públicos, de escuelas y mansiones,
todo lo cual va deslustrando el paso”26.
Respecto a la higiene en la ciudad de Pasto, el médico de la Comisión
comentaba su asombro sobre las bajas estadísticas de mortalidad global e
infantil y la vitalidad y supervivencia de un pueblo criado en condiciones
tan deplorables. “Lo peor estriba en los arroyos que circulan por las carreras,
a lo largo de la ciudad y que constituyen verdaderos albañales descubiertos,
vehículos naturales de toda suerte de inmundicias; y para mayor desgracia
urbana, desbordan y diseminan por el piso su infecto contenido al crecer en
las épocas lluviosas […] vi varias veces jugar niños en el arroyo mientras a
veinte pasos por encima, una vecina vertía en el caño, con toda la tranqui-
lidad de su ignorancia, buen acopio de excrementos”27.

La escuela
Para Zalamea, la creencia simplista de que la escuela y la universidad
remediarán todos los males de la nación y pondrán a la raza en condiciones
sobradas para medirse con los problemas que su propia vida le plantea a
cada paso, evidencia el concepto metafísico y retórico que ha dominado
nuestro existir, velándonos la realidad y sumergiéndonos en el olvido de
lo que se debe a la materia, al organismo vivo y de la influencia decisiva
que éste tiene en el retraso o desarrollo de las facultades mentales y de las
fuerzas psíquicas. Tal vez esta creencia, dice, haya sido engendrada por la
292 ACADEMIA NARIÑENSE DE HISTORIA

ignorancia universal de lo que son entre nosotros raza, escuela, maestro y


discípulo.
Para empezar a comprender la situación, Zalamea expresa que el
hombre de las ciudades, el gobernante, el legislador debe tener presente
en todo momento que “la infancia aldeana que asiste a las escuelas rurales
apenas tiene nada que ver con nuestros hijos. Desde el momento en que
estos vinieron a la luz del mundo se tejió en torno suyo una red primorosa
de cuidados: la ciencia y la ternura compitieron en servirles”28.
“El proletariado infantil no supo jamás de cosa semejante. Ya vimos
en qué choza nació y cómo las bestias fueron sus compañeros de
infancia; asistimos a su frugal e invariable comida y por pudor hu-
manos retrasamos el momento en que hubiésemos de afirmar que
ese condumio no tarda en sazonarse con rociadas de alcohol que
acabarán en el cerebro y los nervios del niño la obra iniciada por
la herencia […] De tal modo que cuando asoma el niño al umbral
de la escuela, es un ser física, moral e intelectualmente enfermo.
Ese niño no está pidiendo escuela, ni puede aprovechar la escuela;
no la necesita ni le sirve. Lo que demandan su silencio tembloroso
y su mirada empavorecida de criatura que no entiende nada de las
cosas de este mundo, es ver en torno suyo y tener entre sus manos
objetos limpios y sencillos; es comer a medida de las exigencias de
un organismo que solo pide crecer en fuerza y en gracia; es limpiarse
de tanta mugre como le roe la carne y le empobrece la sangre; es
oír una voz serena y blanda que le explique sus curiosidades y le
cure esos terrores solitarios que le están corrompiendo el alma”29.

En la correría cumplida por la Comisión en Nariño, Zalamea menciona


que se visitaron cerca de cien escuelas y que si a cada uno de esos locales se
le hurtase su porción más limpia o nueva o adecuada, no se lograría cons-
truir con todas ellas una sola escuela que llenara las condiciones requeridas
para recibir al niño en su seno. La propuesta que surge en su informe es la
formación de la escuela del conocimiento práctico e inmediato, que enseñe
al niño a conocer su provincia y su departamento, “no su Europa y su Asia,
que esas están muy lejanas de su existir y pueden aguardar unos años a
ser presentadas”, donde se adecue la enseñanza a las condiciones físicas,
económicas y sociales de los climas frío, medio y cálido de Colombia. “Y
aun sería ambicionable que dentro de la división de materias que impusiera
este nuevo concepto, se tuviese luego en cuenta las características raciales
y psicológicas de cada Departamento, para amoldar a ellas los textos defi-
nitivos en que hayan de expresarse aquellos programas instruccionistas”30.
MANUAL HISTORIA DE PASTO XI 293

En torno al aspecto de la Colonización y Comunicaciones, el infor-


me lamenta que el “memorable esfuerzo rendido por el nariñense en la
construcción de su sistema vial no podía, infortunadamente adquirir una
proporción y un sentido favorables al resto de la nacionalidad […] Apenas
un hilo de lealtad lo mantenía unido a su patria. Sus caminos, por tanto,
buscaban, no el acercamiento a la olvidadiza hermandad del norte, sino
el más estrecho contacto posible de la población nariñense dentro de los
límites departamentales y la salida hacia el exterior”. Concluye el informe
que la orientación que tuvo el sistema vial en Nariño hasta 1932, cambió
con la apertura de la carretera Pasto-Popayán y servirá en el futuro de eje
para la economía nariñense.
Una de las conclusiones que destaca es la necesidad de combatir al
individualismo en el trabajo agrícola mediante el establecimiento de coope-
rativas campesinas de crédito, producción y transportes, que solucionaría
los problemas de financiación, distribución y utillaje planteados por la
parcelación excesiva de los terrenos de cultivo.
“Creadas estas sociedades en las regiones de producción homo-
génea, un solo equipo mecánico atendería a los menesteres de
labranza de las parcelas cooperadas y los pequeños remanentes de
producción –aumentados entonces apreciablemente por el empleo
de maquinaria, abonos y semillas seleccionadas– serían centrali-
zados en almacenes comunales que se encargarían del transporte
total y de la venta, ya en volumen comercial de los frutos. De esta
manera desaparecería, en beneficio parejo para el productor y el
consumidor, buen número de intermediarios y se pondría punto
final al monopolio solapado que suelen establecer las compañías
de transportes en regiones agrícolas de tan peculiar organización
como las nariñenses”31.

En la conferencia dictada en el Teatro Imperial de Pasto, Jorge Zalamea


reconoció que la presencia de la Comisión Aldeana en esta región era un
resultado del “desdichado incidente internacional que puso en peligro la
paz de América”, incidente por el cual se había logrado la vinculación de
Nariño al resto del país, mediante una vía de comunicación que requirieron
las necesidades de defensa nacional. Y como lo hicieron diferentes miem-
bros de la intelectualidad liberal en otras oportunidades, mencionó que
Colombia estaba en deuda con Nariño y “por pagar parte de esa deuda para
con vosotros, envía hoy el Gobierno a esta comisión de Cultura Aldeana,
en la esperanza de que podamos nosotros vincularnos a vuestra vida de
una manera honda y con un entendimiento tan despierto, que mañana nos
sean propias vuestras aspiraciones, comunes vuestros menesteres, amados
vuestros ideales, compartidas vuestras necesidades y problemas”32.
294 ACADEMIA NARIÑENSE DE HISTORIA

La Biblioteca Aldeana
La Biblioteca Aldeana era uno de los componentes del proyecto de
difusión de la cultura en que estaba empeñado el gobierno de Alfonso Ló-
pez, junto con otros aspectos relacionados con la salud, la estatización de
la vida en sociedad, la mejora en la productividad, etc., que bien podían
considerarse haciendo parte de un proyecto civilizatorio en el sentido de
Norbert Elias, el que se apoyaba en los medios de comunicación como el
libro, la biblioteca, la radio y el cinematógrafo33.
La Biblioteca Nacional y no el Ministerio de Educación, fue la encar-
gada de la organización, control, asesoría e inspección de las bibliotecas
aldeanas, todo gracias a la labor de Daniel Samper Ortega, hombre de letras,
para quien la lectura es “ante todo una forma de redignificación de la vida,
de acceso a la ciudadanía, de ampliación de horizontes, y además una for-
ma del conocimiento necesario que todo hombre debe tener del pasado de
su sociedad y de sus tradiciones”. El proyecto lo sostendrán el director y
funcionarios de la Biblioteca Nacional hasta que en 1945 es completamente
abandonado34.
El proyecto de las bibliotecas aldeanas tuvo origen en las “misiones
culturales”, que ya habían realizado la experiencia de llevar el cine y el libro
a las aldeas, mediante bibliotecas ambulantes, antes de 1935. El ministro
López de Mesa cambió la biblioteca ambulante por una biblioteca fija en cada
aldea. Las bibliotecas no eran de carácter escolar pues se trataba de que es-
tuvieran al alcance del pueblo, y bajo el control de los concejos municipales
o de la primera autoridad civil en los corregimientos. La comunicación de
la Biblioteca Nacional para la instalación de la biblioteca aldeana contenía
las especificaciones y requerimientos exigidos35.
Las bibliotecas aldeanas estaban compuestas, en primer lugar, por una
colección de cartillas técnicas, nacionales y extranjeras relacionadas con el
hombre, la agricultura y la industria, las que llegaron a cumplir una función
muy importante en el progreso material y espiritual de las comunidades
rurales. Entre éstas se encontraban:
“De las editadas por el Ministerio: La vida de las plantas. Las
huertas y las granjas escolares. Las aves de corral. Los animales
domésticos. Las doce plagas mayores. Nociones de puericultura.
Enfermedades de los órganos de los sentidos. Enfermedades de la
dentadura. Nociones elementales de dibujo. Nuestros alimentos.
Corrección del lenguaje. Cantos escolares. Arquitectura rural y
moblaje. Educación religiosa. Educación cívica. Educación física.
Y algunas otras en preparación”36.
MANUAL HISTORIA DE PASTO XI 295

El segundo tipo de libros, denominado por López de Mesa como “in-


formación para la segunda enseñanza”, constaba de textos adecuados para
el estudio de los rudimentos de las diferentes ciencias, a la manera de in-
troducción a disciplinas modernas:
“De conocimientos generales. Aritmética, tres cartillas. Geometría,
dos cartillas. Gramática, tres cartillas. Geografía, cuatro cartillas.
Resumen de historia de España. Resumen de Historia Universal.
Introducción a la Botánica. Introducción a la Zoología. El cuerpo
humano. Introducción a la Física. Introducción a la Química.
Resumen de historia del arte. Resumen de historia del comercio.
Historia de Grecia. Historia de Roma. Economía Política. Lógica.
Microbiología. Antigüedades Griegas. Fisiología. Astronomía. Geo-
logía. Biología”37.
La tercera clase de libros eran lo que Samper Ortega calificaba como
“libros de perfeccionamiento”, que se utilizaron para mejorar la cultura de
los docentes y para la preparación de los cursos. Todo lo anterior lo com-
plementaba la popularísima Colección Araluce, un centenar de libros que
reunía lo mejor de la literatura universal, “al alcance de una inteligencia
infantil, es decir de diez a catorce años de edad, que corresponde también
al desarrollo de nuestros campesinos, al decir de Luis López de Mesa”. A
más de lo anterior, la Biblioteca Aldeana recibió unas cien obras célebres
de la intelectualidad colombiana:
“De la Colección Araluce, obras maestras de la literatura universal
al alcance de los niños: Historias de Shakespeare. Los héroes. La
Divina Comedia. Historias de Andersen. Guillermo Tell. Cuentos de
Grimm. Viajes de Gulliver. Historias de Wagner. Don Quijote. Más
cuentos de Grimm. La Odisea. La Iliada. La canción de Rolando.
Leyenda de Peregrinos. Historias de Calderón de la Barca. Fábulas
de Esopo. Más historias de Shakespeare. Robinson Crusoe. Ivan-
hoe. Cuentos de la Alhambra. Los caballeros de la tabla redonda.
Cántico de Navidad. La cabaña del tío Tom. El Paraíso Perdido. Los
Lusiadas. La Gitanilla […] Además, el Ministerio acaba de contra-
tar la impresión de los cien volúmenes que componen la Selección
Samper Ortega de Literatura Colombiana”38.
Según Carlos Rincón, este fue uno de los rostros con que se presentó
en Colombia la modernización cultural, a un precio muy económico. El
animador del proyecto fue Daniel Samper Ortega, hombre de negocios y,
en sus ratos libres, de letras, quien inició la preparación del proyecto desde
1926, bajo la impresión de los recién publicados compendios histórico-
literarios de Belisario Matos Hurtado y del jesuita Jesús María Ruano.
Desde un principio, lo notable de la Selección Samper Ortega de literatura
296 ACADEMIA NARIÑENSE DE HISTORIA

colombiana residió en su calidad de inventario ideal, orientado por una


actitud inclusiva de liberalidad tolerante, y en su magnitud, en función de
lo amplio del corpus presentado39.
La correspondencia sostenida por el director de la Biblioteca Nacional
con los encargados de las bibliotecas aldeanas, dejan ver que los ideales
culturales impulsados por el liberalismo habían sido asimilados en muchos
lugares de Colombia, “tal como lo manifiesta el encargado de la Biblioteca
Aldeana de El Contadero (Nariño) en 1940, al escribir que “la biblioteca
funciona en un cómodo local de propiedad del municipio y a ella concu-
rren la mayor parte de los ciudadanos, que han comprendido que la mejor
manera de levantar la patria es proporcionándoles [a los ciudadanos] la
instrucción”40.
En 1934 el Ministerio de Educación puso en marcha un plan de apoyo
a la formación de los maestros a través de las Bibliotecas Pedagógicas o del
Maestro, las que lograron agrupar un incipiente “movimiento pedagógico”
que se reunía en torno a las Sociedades Pedagógicas. Silva menciona que
en un Departamento tan pobre como el de Nariño, existía una biblioteca de
más de 1.500 volúmenes, obsequiados en parte por el Ministerio y en parte
comprados por el gobierno departamental, “pues se había determinado la
fundación de una biblioteca pedagógica por cada una de las siete zonas
escolares en que se encontraba dividido el departamento”. Este dato, que
aparece registrado en la Memoria del ministro de Educación al Congreso de
1934, testimonia el inmenso interés y expectativa que despertaba la reforma
educativa liberal. Además de lo anterior, Silva menciona que “la Biblioteca
Pedagógica de Pasto, prestaba servicio a domicilio y contaba además con
un radiorreceptor para uso comunitario. La pobreza parecía no impedir el
entusiasmo ni de los maestros ni de los padres. Estos últimos se habían
organizado en “Centros de Padres de Familia” y asumían los servicios de
“beneficencia escolar” –¡difícil imaginar cómo!–, es decir servicio de “ropero
infantil”, “desayuno escolar”, “peluquería escolar”, “causando una verdadera
revolución en el régimen instruccionista de Colombia”41.

CONCLUSIONES
El propósito que impulsaba la República Liberal de integrar la nación
política e ideológicamente, mediante la divulgación de información y de
investigación sobre el territorio nacional, que muy precisamente abordó la
Campaña de Cultura Aldeana, logró iniciar un primer reconocimiento sobre
diversos aspectos de la realidad social colombiana, que hasta ese momento
no habían sido objeto de análisis.
Esta Campaña produjo estudios monográficos sobre los departamentos
de Huila, Nariño, Guajira y Atlántico, en un espacio de tiempo de seis meses
MANUAL HISTORIA DE PASTO XI 297

y terminó cuando Luis López de Mesa se retiró del Ministerio de Educación.


Los objetivos que llevaron a formular esta empresa posiblemente no se cum-
plieron tal como se lo propuso el equipo de intelectuales que acompañaban
al presidente López Pumarejo, sin embargo, las dinámicas que introdujo
en las poblaciones que fueron objeto de la visita de la Comisión se pueden
observar si se hace un detenido estudio sobre los cambios que se operaron
en las regiones.
En el caso del Departamento de Nariño, que hacía poco había puesto a
prueba la solidaridad con el resto del país con ocasión del conflicto con el
Perú, la visita de la Comisión de Cultura Aldeana se constituyó en uno de
los factores de impulso a las actividades en el campo de la higienización, el
mejoramiento de la vivienda, la educación, la organización de las bibliotecas
aldeanas, el ornato y la planeación urbana, las cooperativas agrícolas y el
turismo. Si bien las funciones de la Comisión no tuvieron larga duración, se
despertó en la ciudad el interés por organizar las juntas cívicas, la Sociedad
de Mejoras Públicas y otras actividades como las ferias del libro.
De los intercambios y contactos que se suscitaron con la visita de la
Comisión surgieron entidades –como la Sociedad de Mejoras Públicas, la
Cruz Roja, el Club de Leones, el Cuerpo de Bomberos– que cumplieron
funciones de intermediación entre la esfera oficial y la privada alrededor
de las demandas, tanto de infraestructura que tenía el núcleo urbano, como
también de intermediación social: plan regulador urbano, pavimentación
de calles, sistema de manejo de aguas (acueducto y alcantarillado), luz
eléctrica, construcción de vivienda para obreros, parques y zonas verdes,
campañas de higienización, atención a desastres, etc.
En el campo educativo, los ideales que trató de trasmitir la Comisión
empalmaron muy bien con las instituciones educativas que habían iniciado
actividades en la década del treinta como la Gran Normal de Occidente y la
Escuela de Artes y Oficios y cuya orientación correspondía con el ideario
propuesto por la República Liberal. Junto con la Universidad de Nariño,
tales instituciones conformaron un motor de desarrollo para la región, que
introdujo nuevos espacios para dotar a los jóvenes de herramientas huma-
nísticas, científicas y técnicas, nuevas formas de habitar la ciudad y nuevos
sistemas de enriquecer la cotidianidad de los habitantes.
298 ACADEMIA NARIÑENSE DE HISTORIA

NOTAS

1. HERRERA, Martha Cecilia. Modernización y escuela nueva en Colombia: 1914-1951. Bogotá:


Plaza y Janés, 1999. p. 158.
2. SIERRA MEJÍA, Rubén (ed.). Republica Liberal: sociedad y cultura. Bogotá: Universidad
Nacional de Colombia, 2009. p. 11.
3. JIMÉNEZ, David “Revolución: imágenes, ideas, relatos”, en SIERRA MEJÍA, Rubén (ed.).
República Liberal: sociedad y cultura. Op. cit., p. 397.
4. HENDERSON, James D. La modernización en Colombia. Los años de Laureano Gómez, 1889-
1965. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2006. p.308.
5. MOLINA, Gerardo. Las ideas liberales en Colombia. Tomo III, p. 19, citado por MOLANO,
Alfredo y VERA, César. Evolución de la política educativa durante el siglo XX. Primera parte
1900-1957. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 1982. p. 75.
6. LÓPEZ DE MESA, Luis. De cómo se ha formado la nación colombiana. Texto original publicado
en 1935. Medellín: Editorial Bedout, 1970. pp. 216-217.
7. Ibíd., p. 18.
8. Ibíd., pp. 100-101.
9. Ibíd., p. 104.
10. “Estatuto de la Aldea Colombiana”, El Radio, No. 160, Pasto, 7 de enero de 1935.
11. DÍAZ, Op. cit., p. 112.
12. Ibíd.
13. “El concepto de la Aldea”, El Derecho, Pasto, No. 830, 8 de septiembre de 1934.
14. “La Comisión de Cultura Aldeana”, El Radio, No. 212, 20 de abril de 1935.
15. OLANO, Ricardo. Memorias. Tomo I. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2004, p.
402.
16. Ibíd.
17. “Dije que teniendo los magníficos planos del acueducto, levantados hace algunos años por el
Dr. Lobo Guerrero, deberían comenzar los trabajos sin demora para aprovechar los cien mil
pesos que en esta vigencia tiene apropiados para ello el Gobierno Nacional. Que se podría
construir con esa suma la boca-toma y conducir el agua hasta los tanques de distribución
frente a la ciudad, y que teniendo el agua allí la terminación del acueducto era segura porque
Pasto haría para ello un esfuerzo extraordinario”. OLANO, Op. cit., p. 404.
18. Ibíd.
19. Ibíd. Ricardo Olano, personaje cívico de Medellín, con una gran experiencia en asuntos
urbanos, en su visita a Pasto se relacionó con Rafael Eraso Navarrete, quien acogió las reco-
mendaciones para la modernización de la ciudad, en especial, la fundación de la Sociedad
de Mejoras Públicas, lo que dio como resultado que en 1940 se estableciera en Pasto esta
entidad, siendo el señor Eraso Navarrete su primer presidente. De este contacto surgió una
estrecha amistad entre ambos líderes cívicos, hecho que contribuyó a que Rafael Eraso
promoviera la elaboración del primer Plan Regulador de Pasto, en 1947, por contrato con el
urbanista austríaco Karl Brunner y consiguiera la contratación de un técnico ecuatoriano, Jorge
Ubidia Betancourt, para poblar de alevinos de trucha La Cocha, tal como lo había realizado
el mencionado técnico en la Laguna de Tota, por gestión del gobierno nacional. Citado por
ÁLVAREZ, María Teresa. “Imaginarios de nación y construcción de la memoria regional en las
publicaciones periódicas del sur de Colombia. 1930-1954”. Informe de investigación. Pasto:
Vicerrectoría de Investigaciones y Postgrados Universidad de Nariño, 2010, sin publicar.
20. RESTREPO, Alonso. Apuntes, notas y algunos comentarios del Médico de la Comisión de
Cultura Aldeana que visitó el Departamento de Nariño. Medellín: Imprenta Oficial, 1935, pp.
3-4.
MANUAL HISTORIA DE PASTO XI 299

21. ZALAMEA, Apuntes para una interpretación sociológica del Departamento de Nariño. Pasto
1935 y Carta a la Juventud Colombiana. 2ª. ed. Pasto: Colección Biblioteca del Centenario,
Departamento de Nariño 1904-2004, 2005. p. 27-28.
22. Ibíd., p. 35.
23. Ibíd., p. 36.
24. Ibíd., p. 43.
25. Ibíd.
26. Ibíd., p. 51.
27. RESTREPO, Op. cit., p. 8.
28. ZALAMEA, Op. cit., p. 89.
29. Ibíd., p. 90.
30. Ibíd., p. 97.
31. Ibíd., p. 70.
32. ZALAMEA, Jorge. “La tarea que se nos ha encomendado se revela de gran facilidad en cuanto
el pie se pone en contacto con vuestro territorio, dijo Zalamea en su conferencia de anteno-
che”. El Radio, No. 271, 26 de abril de 1935.
33. SILVA, Op. cit., p. 90.
34. Ibíd., p. 92.
35. “Señor Alcalde o Corregidor: Se encuentra ya en el país parte de los depósitos de la Biblioteca
Nacional y parte subiendo el río Magdalena, las cartillas que van a ser distribuidas gratuita-
mente a las bibliotecas aldeanas de aquellos municipios y corregimientos que hayan cumplido
con los requisitos exigidos por el Ministerio de Educación Nacional. Para obtenerlas todo lo
que hay que hacer es lo siguiente: En los Corregimientos: a) Nombrar un maestro de escuela
como director de la biblioteca en proyecto y construir un mueble que tenga 1.50 de alto, 2 m de
largo, 40 cms. de fondo y los entrepaños colocados a distancia de 25 cm. Conviene ponerle una
base para evitar la humedad y tapa encima para proteger los libros contra el polvo. b) Remitir
a la biblioteca nacional el certificado de posesión del maestro nombrado bibliotecario y una
fotografía o dibujo del mueble. En los municipios lo mismo más: c) Expedir un acuerdo por
medio del cual el municipio se constituya en patrono de la biblioteca aldeana y apropie una
partida anual para compra directa de libros. Esta suma puede ser de $1,00 en las poblaciones
muy pobres, pues de lo que se trata es crear en todos el hábito de gastar algo todos los años
en mejorar su biblioteca; d) si existe ya alguna, deben enviarse a la Biblioteca de Bogotá el
nombre del director, número de lectores por día y mes y una fotografía de las estanterías; e)
todas las poblaciones que reciban una biblioteca aldeana adquieren el compromiso de remitir
a la Nacional de Bogotá el dato de los libros que obtengan por otros conductos y someterse a la
reglamentación que oportunamente les será comunicada”. Citado en El Radio, “El Ministerio
de Educación enviará importantes obras para las Bibliotecas Aldeanas. Lista de las obras”,
No. 263, 21 de junio de 1935.
36. Ibíd.
37. Ibíd.
38. Ibíd.
39. RINCÓN, Carlos. “Canon y clásicos literarios en la década de 1930”, en Rincón, Carlos, Mo-
jica, Sarah de y Gómez, Liliana (edit.). Iconos, lugares de memoria, cánones historiográficos y
literarios en Colombia. Bogotá: Instituto Pensar, Universidad Libre de Berlín, 2010, en prensa.
40. Biblioteca Nacional. Archivo Samper Ortega, caja 13, carpeta 232, citado en SILVA, p.119.
41. Memoria del ministro de Educación al Congreso de 1934. Bogotá, Imprenta Nacional, 1934,
208-212. Citado por Renán Silva, pp. 159-160.
300 ACADEMIA NARIÑENSE DE HISTORIA

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES

ÁLVAREZ, María Teresa. “Imaginarios de nación y construcción de la memoria regional en las


publicaciones periódicas del sur de Colombia. 1930-1954”. Informe de investigación. Pasto: Vi-
cerrectoría de Investigaciones y Postgrados Universidad de Nariño, 2010, sin publicar.
DÍAZ SOLER, Carlos Jilmar. El Pueblo: de sujeto dado a sujeto político por construir. El Caso de la
Campaña de Cultura Aldeana en Colombia (1934-1936). Premio Nacional de Educación Francisca
Radke. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2005.
HENDERSON, James D. La modernización en Colombia. Los años de Laureano Gómez, 1889-1965.
Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2006.
HERRERA, Martha Cecilia. Modernización y escuela nueva en Colombia: 1914-1951. Bogotá:
Plaza y Janés, 1999.
JIMÉNEZ, David “Revolución: imágenes, ideas, relatos”, en SIERRA MEJIA, Rubén (ed.). República
Liberal: sociedad y cultura. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009.
LÓPEZ DE MESA, Luis. De cómo se ha formado la nación colombiana. Texto original publicado
en 1935. Medellín: Editorial Bedout, 1970.
MOLANO, Alfredo y VERA, César. Evolución de la política educativa durante el siglo XX. Primera
parte 1900-1957. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 1982.
OLANO, Ricardo. Memorias. Tomo I. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2004.
RESTREPO, Alonso. Apuntes, notas y algunos comentarios del Médico de la Comisión de Cultura
Aldeana que visitó el Departamento de Nariño. Medellín: Imprenta Oficial, 1935.
RINCÓN, Carlos. “Canon y clásicos literarios en la década de 1930”, en Rincón, Carlos, Mojica,
Sarah de y Gómez, Liliana (edit.). Iconos, lugares de memoria, cánones historiográficos y literarios
en Colombia. Bogotá: Instituto Pensar, Universidad Libre de Berlín, 2010, en prensa.
SIERRA MEJÍA, Rubén (ed.). República Liberal: sociedad y cultura. Bogotá: Universidad Nacional
de Colombia, 2009.
ZALAMEA, Apuntes para una interpretación sociológica del departamento de Nariño. Pasto 1935 y
Carta a la Juventud Colombiana. 2ª. ed. Pasto: Colección Biblioteca del Centenario, Departamento
de Nariño 1904-2004, 2005.

Periódicos
El Derecho, 1934.
El Radio, 1935.

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