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"Creencias con las que condicionamos

nuestras vidas”

INTRODUCCIÓN:
Todo aquello que creemos conocer se basa en la creencia de
que conocemos, poniendo así de manifiesto que el verdadero
conocimiento sobre nosotros mismos o el entorno, no es más
que la mera manifestación de las creencias construidas a
través de la propia experiencia y posteriormente
“cristalizadas”. A mayor cristalización de las creencias menor
contacto con la realidad y capacidad de crecimiento
personal (solo puedo incorporar a mi persona lo diferente),
siendo estas creencias el condicionamiento directo en la
experiencia vivida del mundo.
Por tanto, en un intento de ahorro de energía y mantenimiento
de la coherencia introyectada, el individuo consigue
relacionarse en mayor medida con sus creencias internas más
allá de hacer un contacto genuino con la realidad que le
envuelve.
La suma de creencias o ideas que pensamos que son
verdaderas, y que se han formado en nosotros como un
conjunto de experiencias pasadas que pudieron llegar a ser
limitantes en un momento dado y que con los años, las hemos
asumido, como verdades absolutas y reales acerca de
nosotros mismos, son con las que hemos estado negándonos
en ocasiones incluso la posibilidad de ver otras alternativas.
Toda nuestra realidad como humanos es social y,
curiosamente, somos individuos sólo en cuanto somos seres
sociales en el lenguaje, ya que este nos permite interactuar,
tener una conciencia y reflexionamos en él.
TESIS:
Los seres humanos como seres vivos que somos realizamos
constantes procesos de auto creación, ya que producimos
nuestros componentes y pensamientos basándonos en
nuestros propios recursos y en las sustancias y experiencias que
encontramos en el entorno.
Para entender nuestra relación con el entorno hemos de partir
del hecho de que las interacciones del ser vivo con el medio
requieren de una determinada congruencia.
Si nuestro entorno es como nosotros no nos aporta novedades
y si es radicalmente distinto resulta inasimilable nada de lo que
nos ofrece.
Aquí hemos de asumir la idea de Autopoiesis que en sentido
estricto se define como "la capacidad de los sistemas de
producirse a sí mismos."
Al proceso de adaptación y los cambios del ser vivo y su
interacción con el medio (y con otros seres vivos) se le llama
conservación de la congruencia ya que la historia del ser vivo
es la historia de las congruencias con el medio.
Los seres humanos hemos desarrollado una serie de
mecanismos y/o recursos para mantenernos vivos en un
proceso de relación con aquello que nos rodea que está en
cambio constante.
La experiencia no podemos situarla en la cabeza, la mayor
parte está descentrada, es una concurrencia de muchos flujos,
de lo emocional, de lo postural, de lo relacional, que van cada
uno en una especie movimientos en constante cambio.
El problema reside en que las personas necesitamos creer que
existen una serie de seguridades más o menos ciertas. Así que,
dado que no las encontramos en nuestra constante
experiencia de contacto con el entorno, las creamos a nivel
de nuestra construcción de la realidad.
ARGUMENTACIÓN:
Esas seguridades son las creencias, siendo una creencia un
sentimiento de certeza sobre el significado de algo. Se trata de
una afirmación personal que consideramos verdadera.
Una creencia es algo más que algo vinculado a un significado,
es algo que tiene que ver con todo lo relacionado con
“predictibilidad” y también como una conclusión no
elaborada conscientemente de vivencias anteriores. Esto va a
contribuir de una manera decisiva en el proceso de anticiparse
a la experiencia.
Nosotros tendemos a vivir un mundo de certidumbres, de
solidez perceptual indisputada, donde nuestras convicciones
(creencias) prueban que las cosas sólo son de la manera que
las vemos, y que lo que nos parece cierto no puede tener otra
alternativa. Es nuestra situación cotidiana, nuestra condición
cultural, nuestro modo corriente de ser humanos.
El conocimiento entonces es construido a partir de las
experiencias individuales que siempre tiene lugar en un marco
social del que somos inseparables, un campo. Todos los tipos
de experiencia son esencialmente subjetivos, y gracias a que
nuestra cognición y a nuestro sustrato biológico se superponen,
forman aquella vivencia que es la más familiar y al mismo
tiempo la más indescifrable, la que nos forma a nosotros
mismos.
Y es así como el ser humano evalúa sus vivencias, sus
experiencias, sus prácticas y porque las evalúa, las ajusta y las
calcula, entonces tiende a hacer que se repitan unas y sean
evitadas otras.
Las creencias se heredan de los antecesores y se renuevan con
las experiencias vividas por las nuevas generaciones de
individuos y sus sociedades.
Las creencias se alimentan de esas experiencias que a los
sujetos les confirman en ellas, las cuales no se cuestionan
porque no se detecta la naturaleza y el origen de la realidad
en que se desenvuelven. Así pues, pasan de ser un instrumento
de creación a convertirse en una verdad absoluta e
inamovible que va a condicionar el modo, contenido y
estructura del contacto con el entorno.
Toda experiencia cognoscitiva involucra al que conoce de
una manera personal, enraizada en su estructura biológica,
donde toda experiencia de certidumbre es un fenómeno
individual ciego al acto cognoscitivo del otro, en una soledad
que sólo se trasciende en un mundo que se crea con él.
Lo mismo que la organización del ser vivo determina sus
posibilidades de interacción: determina un mundo (dominio de
interacciones posibles), el conjunto de creencias de cada
persona condiciona la experiencia que ésta tiene del mundo.
Recordando a Ortega y Gasset, en su bien conocida frase: “yo
soy yo y mis circunstancias”. Podríamos entonces adoptar
como definición de realidad el que: “yo soy yo, mis creencias
y las de los otros con las que construimos “las circunstancias”.
Me gustaría dado por sentado que solo es posible hacerlo a
nivel teórico, distinguir tres tipos de creencias: intrapersonales,
extrapersonales y relacionales:
- Las intrapersonales hacen referencia a la persona en sí y
responderían a una estructura de “con lo que yo creo de mí
me creo”. Estas ideas o creencias que la persona tiene acerca
de ella misma constituyen el llamado autoconcepto, que no
es más que aquello que creemos saber acerca de cómo
somos nosotros mismos. Todo este supuesto autoconocimiento
incluye las habilidades, capacidades y destrezas que creo que
tengo para enfrentarme al mundo, a mi entorno y a mi vida
propia o a mis limitaciones. El que no sabe que sabe se cree
que no sabe…
El autoconcepto se forma a partir de nuestras experiencias
pasadas y cómo actuamos y reaccionamos ante ellas, es
decir, las conclusiones que hemos sacado de ellas. Nuestro
esquema corporal, por otro lado, es la imagen que tenemos
acerca de nuestro cuerpo, o lo que pensamos o no acerca de
él. Por último, el autoconcepto engloba el conjunto de
habilidades, capacidades y destrezas que creemos/somos
conscientes de tener.
El autoconcepto se nutre además de las valoraciones que
hemos recibido de los demás acerca de nosotros mismos, es
decir, el feedback que recibimos de nuestro entorno que
empieza en las edades tempranas de nuestra infancia, y que
continúa a lo largo de nuestra vida en todos los ambientes que
nos desenvolvemos.
El autoconcepto y la autoestima se encuentran
estrechamente unidos ya que el autoconcepto hace
referencia al conocimiento que tengo de mí mismo y la
autoestima concierne a los sentimientos que me genera este
autoconocimiento.
La forma de trabajar/elaborar las creencias intrapersonales se
lleva a cabo fundamentalmente a través de la rememoración
de los diálogos y/o reflexiones que utilizamos para llegar a
instalarlas en nuestro sistema de autovaloración.
Por una parte un diálogo con nosotros mismos. Por otra un
diálogo imaginario con las personas que nos proporcionaron la
creencia.
Tanto en un caso como en el otro la conciencia de que hoy en
día somos diferentes a aquel ser que creyó sin rechistar parece
estar ausente. Aunque bien es cierto que, dependiendo del
contenido del diálogo, las posibilidades del cambio de
creencias está más o menos al alcance de la persona.
- Las extrapersonales se refieren a que “con lo que creo del
ambiente, creo el mundo y las alternativas que puedo percibir
en él”. El ser humano crea escenarios para sentirse real, y
concreta sus posibilidades creativas a merced de sus
creencias. De esta manera todos los prejuicios y
planteamientos previos respecto a cómo debería ser el mundo
son el fruto de nuestras creencias respecto del ambiente.
Todas las quejas respecto de las circunstancias adversas con
las que nos encontramos, todas aquellas críticas de los
aspectos de nuestro entorno que nos resultan problemáticas
y/o dificultosas son la mejor muestra acerca de las creencias
que nosotros hemos construido y por medio de las cuales nos
desenvolvemos en nuestra vida diaria.
- Las relacionales, se podrían incluir en el ámbito de las
extrapersonales, aunque en este caso se centran en las
personas de nuestro entorno, hacen referencia a que con lo
que creo de quienes me rodean y su comportamiento creo las
relaciones que voy a poder mantener con ellos. De esta
manera el organismo establece un continuo y vital proceso
interpretativo de su entorno donde los prejuicios y estereotipos
que tengo, conscientes o no, respecto de las personas que nos
rodean, son el filtro que aportan nuestras creencias en las
relaciones interpersonales.
Desde este punto de vista, la posibilidad de conocer algunos
aspectos importantes de una persona es algo bastante
remota, ahora bien, la posibilidad de conocerla lo suficiente
como para poder afirmar algo totalmente seguro sobre ella es
imposible. En este sentido, las creencias sobre cada persona
con la que nos relacionamos son las que determinan el modo
en que nos relacionamos con ella.
Toda creencia nos limita en el contacto de alguna manera,
generando una expectativa de imposibilidad (no es posible
conseguir lo que quiero), incapacidad (no soy capaz de
conseguir lo que quiero), y/o desmerecimiento (no merezco
conseguir lo que quiero).
Llegado a este punto, la pregunta sería ¿qué hacemos
entonces con las creencias? Para ello propongo una serie de
pasos sistematizados que pueden contribuir a su disolución o al
menos cuestionamiento:
- Detectar la creencia: Distinguir entre lo obvio y lo imaginado.
Tomar conciencia si aquello con lo que yo me estoy
manejando se corresponde con una creación mía o con
alguna de las circunstancias que me rodean. En términos
matemáticos sería calcular el porcentaje de conexión y
correspondencia de lo que pienso con lo que observo, percibo
y/o siento.
- Comprobar su función y utilidad: Partiendo de la base de que
los seres humanos siempre que generamos alguna actitud o
conducta lo hacemos con una intención positiva, necesitamos
saber cuáles son las intenciones o las circunstancias que dotan
a la creencia de una función útil para cada uno de nosotros.
El objetivo, en cierta manera, sería detectar para qué nos sirve,
de qué nos protege, qué finalidad tiene en nuestra existencia,
etc.
- Búsqueda de conocimientos/actitudes alternativas a las
creencias: Trataríamos de ver de qué modo puedo hacerme
cargo y resolver aquello que de forma tóxica y/o inadecuada
resuelvo con la creencia.
- Fantasear cómo serían los cambios y qué impacto tendrían
en mi vida los cambios de creencias: Elaboradas las
alternativas a las creencias, generar un imaginario de
posibilidades vivenciales que devendría de estos cambios. Este
proceso está estructurado de forma muy precisa cuando
utilizamos la técnica “reencuadre” de PNL.
Como dicen Maturana y Varela (1990) "El devenir histórico de
cualquier ser vivo es siempre el resultado de estos dos procesos:
conservación y variación.
"(...) al intentar conocer el conocer, nos encontramos
nítidamente con nuestro propio ser.
"La armonía social no surge de la búsqueda de lo perfecto a
que invitan todas las enajenaciones ideológicas, sino de estar
dispuesto a reconocer que toda negación, accidental o
intencional, particular o institucional, del ser humano como lo
central del fenómeno social humano, es un error ético que
puede ser corregido sólo si se le quiere corregir."
Robert Dilts (2003) en su libro “El poder de la palabra” se refiere
a los pasos fundamentales para cambiar una creencia
limitante e instalar una expansiva:
- Querer creer: Quiero creer que esta nueva creencia es
beneficiosa, responde a mis expectativas y producirá efectos
positivos en mi vida.
- Abiertos a creer: Es una experiencia muy estimulante, cuando
estamos abiertos a creer, no tengo pleno convencimiento,
pero estoy dispuesto a intentarlo.
- Creyendo ya: Nos hemos comprometido con la nueva
creencia, ya no hay dudas sobre la nueva creencia.
- Abiertos a dudar: Estar abiertos a dudar es el complemento
de estar abiertos a creer. Considero si la creencia que quiero
reemplazar ya no sea útil en la realidad actual. Puedo
preguntarme: ¿Cuál es el propósito al que ha servido esta
creencia? ¿Existen otros medios para lograr el mismo propósito
que sean menos limitantes y más enriquecedores?
- Recordar lo que solíamos creer: Cuando dejamos de lado
una creencia limitante no la olvidamos de manera
automática, sólo cambia el efecto emocional que ejercía en
nosotros, no ejerce influencia en nuestros pensamientos y
conductas, ya no forma parte de nuestra realidad.
- Confianza: Emocionalmente la confianza está relacionada
con la esperanza, con la expectativa. La confianza permite
que el cambio de creencias sea más ecológico.

CONCLUSIÓN:
Tenemos pues que las creencias son el andamiaje que
necesitamos para mantenernos en un estado de certidumbre
que nos haga más soportable la vida en un entorno en el que
el cambio y la provisionalidad son lo único constante.
Las creencias son "mapas mentales" que utilizamos
inconscientemente para dirigir nuestra vida y como base para
tomar decisiones.
Las creencias, sean conscientes o inconscientes, nos demos
cuenta de ellas o no, determinan el sentido que le damos a los
acontecimientos que se suceden a nuestro alrededor.
Es importante que tengamos claro que a las creencias les
damos un sentido auto-confirmativo. Es decir que por una
parte las perpetuamos en nuestro pensamiento y por otra
parte las consolidamos con nuestro comportamiento.
Cada vez que yo me descubro quejándome de que las cosas
no deberían ser así, que el mundo tendría que estar organizado
de otro modo, que habría de ser de otra forma, estoy
atendiendo más mis creencias que a mis circunstancias.
Tenemos pues que cuando hacemos cualquier afirmación
sobre alguien no se corresponde tanto con las cualidades de
esa persona como con el reflejo de nuestra proyección que no
es ni más ni menos que la expresión de nuestras creencias o
prejuicios.
Para el organismo o sistema cognitivo no existe un arriba y un
abajo (en definitiva un conjunto de representaciones) referidos
a un mundo exterior, sino un conjunto de correlaciones
internas, de coordinaciones motrices, patrones de
comportamiento que vienen dados por su determinación
estructural más que por el mundo externo (Nietzsche: "No hay
hechos sólo interpretaciones").
Las creencias dejan de ser útiles cuando impiden a la realidad
desenvolverse en armonía con otras creencias, cuando surgen
factores de desequilibrio internos y externos al individuo que las
porta, cuando dejan de permitir el crecimiento espiritual para
convertirse en un dogma de fe que causa destrucción en
cualquier entorno o nivel.
El mantenimiento de un contacto con el entorno y con uno
mismo en el cual no nos basemos en suposiciones y/o
generalizaciones, el riesgo que implica la apertura a la
novedad constante y que “nunca dos veces es lo mismo”
supone una actitud frente a la vida donde la coherencia
interna y externa debe ser cuestionada constantemente.
Me gustaría finalizar con un juego de palabras que creo
resume el presente artículo:

Creamos exactamente aquello en lo que creemos


Y
Con lo que creemos creamos.

Autor: Dr. Manuel Ramos Gascón


Revisión: Pedro Camps Pérez

Bibliografía
Maturana, H. & Varela, F., 1990. El Árbol del Conocimiento.
Debate. Madrid.
Robert Dilts (2003) El poder de la palabra. Urano. Madrid.

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