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Características de las neoplasias benignas y malignas

Nada hay más importante para una persona con un tumor que saber que «es benigno»; por
eso, la diferenciación entre los tumores benignos y malignos. En general, los tumores benignos
y malignos se diferencian por una serie de rasgos histológicos y anatómicos. Los tumores
malignos, además, suelen crecer más deprisa que los benignos, si bien existen tantas
excepciones que la velocidad de crecimiento no supone un índice discriminatorio demasiado
útil para separar el carácter benigno del maligno. De hecho, incluso los cánceres despliegan
velocidades muy va riadas de crecimiento: hay tumores de crecimiento lento asociados a una
supervivencia de años, y otros de crecimiento rápido que producen la muerte en cuestión de
meses o semanas.

Diferenciación y anaplasia

La diferenciación es la magnitud en que las células parenquimatosas neoplásicas se asemejan


en su función y forma a las células correspondientes del parénquima sano. La falta de
diferenciación se conoce como anaplasia. En general, los tumores benignos están bien
diferenciados (figs. 7-4 y 7-5). La célula neoplásica de un tumor benigno de adipocitos (lipoma)
se parece tanto al adipocito normal que es imposible reconocer el tumor mediante un examen
microscópico de una sola célula. Solo cuando estas células crecen para formar una masa
concreta se revela la naturaleza neoplásica de la lesión. En los tumores benignos bien
diferenciados, las mitosis suelen ser infrecuentes y de forma normal.

Figura 7-4 Leiomioma uterino. Este tumor benigno, bien diferenciado, contiene haces
entrelazados de células musculares lisas neoplásicas, de aspecto virtualmente idéntico a las
células musculares lisas normales del miometrio.

En cambio, aunque las neoplasias malignas manifiestan una gama variada de diferenciación
celular parenquimatosa, la mayoría muestra alteraciones morfológicas que delatan su
naturaleza maligna (fig. 7-6). Hay, no obstante, excepciones.

Figura 7-6 Tumor maligno (adenocarcinoma) del colon, las glándulas cancerosas presentan una
forma y tamaño irregulares, y no se parecen a las glándulas normales del colon. Las glándulas
malignas han Invadido la capa muscular del colon.

De aquí que la distinción morfológica entre tumores malignos bien diferenciados y tumores
benignos resulte bastante sutil.

Las neoplasias malignas compuestas por células poco diferenciadas se definen como
anaplásicas. La falta de diferenciación, o anaplasia, se considera un rasgo distintivo de
malignidad.

El término anaplasia significa «formar hacia atrás» e implica una inversión de la diferenciación
hacia un plano más primitivo.

La falta de diferenciación, o anaplasia, suele asociarse a muchas otras alteraciones


morfológicas.

• Pleomorfismo. Las células cancerosas exhiben, a menudo, pleomorfismo, es decir, una


variación en su tamaño y forma (fig. 7-9). Por tanto, las células de un mismo tumor no son
uniformes, sino que varían desde células de pequeño tamaño con un aspecto indiferenciado
hasta células gigantes tumorales con un tamaño varias veces superior al de las vecinas.
Algunas células tumorales gigantes solo tienen un núcleo polimorfo enorme, mientras que
otras presentan dos o más núcleos hipercromáticos grandes (v. fig. 7-9). No deben confundirse
estas células gigantes con las células gigantes inflamatorias de Langhans o de cuerpo extraño,
que derivan de los macrófagos y contienen múltiples núcleos pequeños, de aspecto normal.

Figura 7-9 Tumor pleomorfo del músculo esquelético (rabdomiosarcoma). Se observan un


pleomorfismo celular y nuclear llamativo, núcleos hipercromáticos y células gigantes
tumorales.

• Morfología nuclear anómala. Es característico que los núcleos de las células sean
desproporcionadamente grandes, y que la relación entre núcleo y citoplasma se aproxime a
1:1 en lugar del índice normal de 1:4 o 1:6. La forma nuclear varía y, a menudo, es irregular; la
cromatina adquiere un aspecto tosco y se distribuye a lo largo de la membrana nuclear o
presenta una tinción más oscura de la habitual (núcleo hipercromático). Además, con
frecuencia se observan nucléolos anormalmente grandes.

• Mitosis. se observa mitosis de muchas células de tumores indiferenciados, como reflejo de la


gran actividad proliferativa de las células parenquimatosas. Las mitosis señalan el crecimiento
celular rápido. Por eso, suelen observarse células con mitosis en los tejidos que se renuevan,
con rapidez, como el epitelio del tubo digestivo, y en proliferaciones no neoplásicas, como las
hiperplasias. Un rasgo morfológico que denota mejor la malignidad son las figuras mitóticas
atípicas y grotescas, en ocasiones con husos tripolares, tetrapolares o multipolares

Figura 7-8 Tumor anaplásico con variación en d tamaño y forma de las células y de los núcleos.
La célula que se aprecia en el centro de la imagen tiene un huso tripolar anómalo

• Pérdida de la polaridad. Además de las alteraciones cito-lógicas, se altera mucho la


orientación de las células anaplásicas. Las láminas o grandes masas de células tumorales
crecen de forma anárquica y desorganizada.

• Otros cambios. Las células tumorales que crecen necesitan, como es lógico, un aporte
sanguíneo y, a menudo, no basta con el estroma vascular; por eso, se observan grandes zonas
centrales de necrosis isquémica en muchos tumores malignos de crecimiento rápido.

Como cabría presumir, cuanto mayor es la diferenciación de la célula transformada, mejor


conservará las capacidades funcionales de su equivalente normal. Así, las neoplasias benignas
y los carcinomas bien diferenciados de las glándulas endocrinas suelen secretar hormonas
características de su origen. Una concentración elevada en la sangre de estas hormonas se
utiliza en clínica para detectar y vigilar estos tumores. Los carcinomas epidermoides bien
diferenciados de la epidermis sintetizan queratina y los carcinomas hepatocelulares bien
diferenciados elaboran bilis. Las células indiferenciadas muy anaplásicas dejan de parecerse a
las células normales de donde provienen, sea cual sea el tejido. En ocasiones, adquieren
funciones nuevas e imprevistas. Por eso, algunos tumores expresan proteínas fetales, que no
son producidas por las células adultas correspondientes, mientras que otros expresan
proteínas que solo se descubren en otros tipos de células adultas. Los carcinomas broncógenos
producen, a veces, corticotropina, hormona parecida a la paratiroidea, insulina, glucagón y
otras hormonas, induciendo síndromes paraneoplásicos (se describen más adelante). Pese a
estas excepciones, los tumores anaplásicos de crecimiento rápido no suelen poseer una
actividad funcional especializada. Las células de los tumores benignos casi siempre están bien
diferenciadas y se parecen a las células normales de las que proceden; las células cancerosas
están más o menos diferenciadas, pero siempre presentan cierta alteración en su
diferenciación.

Metaplasia y displasia.

La metaplasia se describe como la sustitución de un tipo de célula por otro (v. capítulo 2). La
metaplasia se asocia casi siempre a daño, reparación y regeneración del tejido. A menudo, la
célula sustituta se adapta mejor a las alteraciones del entorno local. Por ejemplo, el reflujo
gastroesofágico daña el epitelio escamoso del esófago y hace quesea reemplazado por un
epitelio glandular (gástrico o intestinal) mejor adaptado al entorno ácido.

Figura Metaplasia de epitelio cilíndrico (Izquierda) a escamoso (derecha) en un bronquio

Displasia es un término que significa literalmente «crecimiento desordenado». Se da


principalmente en los epitelios y se caracteriza por una constelación de alteraciones, como
pérdida de la uniformidad de cada célula y desorientación arquitectónica. Las células
displásicas presentan mucho pleomorfismo y, con frecuencia, contienen grandes núcleos
hipercromáticos con un elevado índice nucleocitoplásmico. El tejido presenta una arquitectura
desordenada; así, en un epitelio escamoso displásico, se pierde de forma parcial o completa la
maduración progresiva normal de las células altas de la capa basal hacia escamas aplanadas de
la superficie, y se aprecia el reemplazo de ese epitelio por células de apariencia basal con
núcleos hipercromáticos. Además, hay más figuras mitóticas que en el tejido sano y, en lugar
de confinarse a la capa basal, se detectan en todos los planos, incluidas las células
superficiales.

Si la alteración displásica es intensa y afecta a todo el espesor del epitelio, pero la lesion no
penetra la membrana basal, se habla de neoplasia preinvasiva o de carcinoma in situ (fig. 7-
10). Una vez que las células tumorales rompen la membrana basal, se habla de tumor invasivo
o infiltrante. Las alteraciones displásicas suelen encontrarse cerca de focos de carcinoma
invasivo y, en algunas circunstancias, como ocurre entre los fumadores inveterados de
cigarrillos o las personas con esófago de Barrett, la displasia epitelial severa precede, a
menudo, al cáncer. Más aún, ciertas mutaciones asociadas a los cánceres floridos (descritas
más adelante) ocurren incluso en displasias «leves». Por eso, aunque la displasia se considera
una lesión precursora de la transformación maligna, no siempre evoluciona hacia el cáncer. Si
desaparece la causa desencadenante, una displasia leve o moderada, que no afecte a la
totalidad del espesor del epitelio, puede revertir completamente. Incluso un carcinoma in situ
puede persistir durante años antes de infiltrar. Por último, aun cuando las displasias sean
frecuentes en un epitelio metaplásico, no todo el epitelio metaplásico es displásico.

Figura Carcinoma in situ. En esta imagen a pequeño aumento, se advierte como el epitelio esta
complementa menté reemplazado por células displásicas atípicas. No hay una diferenciación
ordenada de las células escamosas. La membrana basal se encuentra intacta y no existe tumor
en el estroma suepitelia.

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