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Jaspers Karl - El Problema de La Culpa
Jaspers Karl - El Problema de La Culpa
El problema de la culpa
Sobre la responsabilidad política de Alemania
Ediciones Paidós
I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona
Barcelona - Buenos Aires - México
Título original: Die Schuldfrage
Publicado en alemán por Piper, Munich
1* edición, 1998
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright»,
bajo las sanciono establecidas en las leyes, U reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático,
y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o presumo públicos.
Die Schutfnge apareció por vez primera en 1946 en las editoriales Lamben Schneider
(Heidelberg) y Artemis (Zurich). En 1965 se incluyó -con un epilogo del auror
en d volumen Hoffnung und Sorgc.
ISBN: 84-493-0561-6
Depósito legal: B-28.596/1998
P ró lo g o .......................................................................................... 43
Introducción a la serie de lecciones sobre la situación
espiritual en A lem an ia................................................... 43
El problema de la c u l p a ...................................................... 50
C uando me pregunto por los pocos hombres que pudieran ser llama
dos la conciencia moral de Alemania, pienso que Karl Jasp ers es uno de
esos pocos, y aun quizás el único.5
1. Filosofía y política
10. Según Jaspers, en mayo de 1933 Heidegger pronunció en Heidelberg una con
ferencia sobre la renovación «espiritual» de la Universidad acorde con el programa
nacionalsocialista. Terminado el acto, habría mantenido con el rector de Friburgo el
siguiente diálogo: «Le hablé sobre la cuestión judía, sobre la perversa insensatez de los
Sabios de Zion, a lo que respondió: ‘ Existe una peligrosa asociación internacional de
los judíos". [...] ¿Cómo es posible que un hombre tan inculto como Hider gobierne
Alemania? ‘ La cultura es ¡rrelevante", respondió, “ ¡contemple tan sólo sus maravillo
sas manos!”» (Karl Jaspers, Philosophische Autobiographie, pág. 101).
INTRODUCCIÓN 13
11. Karl Jaspers, Philosophie und Welt. Reden und Aufsatze, págs. 365 y sigs.
12. Karl Jaspers, «Freiheit und Wiedervereinigung» en Lebensfragen der deuischeit
Politik, Munich, dtv, 1963, págs. 171- 281, pág. 176.
13. Karl Jaspers, Antwort. Zur Kritik meiner Schrift «Wohin treibt die Bundesrepu-
blik?», Munich, 1967, pág. 208.
14. Véase Helmut Fahrenbach, «Zcitanalyse, Politik und Philosophie der Vemunft
im Werk von Karl Jaspers» en Dietrich Harth (comp.), Kart Jaspers. Denken zwischen
Wissenschaft, Politik und Philosophie, Stuttgart, J. B. Metzler, 1989, págs. 139-185,
pág. 167.
14 ERNESTO GARZÓN
parece querer porque otros quieren, porque él piensa que ellos quieren,
y porque se orienta según aquellos que por sí mismos no saben lo que
quieren, porque todos opinan que los otros quieren.16
15. Karl Jaspers, Hoffnung und Sorge. Schriften zur deutschen Poiitik, 1945-1965,
Munich, 1965, pág. 23.
16. Karl Jaspers, Die Alombombe und die Zukunft des Menschen. Politisches
Bewusstsein in unserer Zett, Munich, Piper, 1958, pág. 329.
17. Véase, al respecto, Michael Baurmann, Der Markt der Tugend, Tubinga, J.C.B.
Mohr, 1996, págs. 324 y sigs.
INTRODUCCIÓN 15
N o es de esperar que los reyes filosofen o que los filósofos sean reyes;
tampoco es deseable ya que la posesión del poder corrom pe inevitable
mente el libre juicio de la razón. Pero que los reyes [...] no hagan desa
parecer o enmudecer a la clase de los filósofos sino que los dejen hablar
públicamente [...] es indispensable para la aclaración de sus asuntos [...]2n
18. Karl Jaspers, Die Atombomhe und die Zukunft des Mensche». Politisches
Bewusstsein in unserer Zeil, pág. 7.
19. Karl Jaspers, op. cit., pág. 48.
20. Immanuel Kant, Zum ewigen Friedett. Ein philosophischer Entwurf en Werke,
Darmstadt, Wissenschaftliche BuchgeseUschaft, 1956, tomo VI, págs., 195-251,
pág. 228.
21. Karl Jaspers, Hoffnung und Sorge. Schriften zur deutschen Politik, 1945-1965,
pág. 282.
16 ERNESTO GARZÓN
vcisity Press, 2a edición, 1965, pág. 495) sostenían, al referirse a la cultura política ale
mana de la posguerra, que en Alemania «una orientación pasiva de súbdito todavía no
ha sido compensada con una orientación participativa».
18 ERNESTO GARZÓN
24. Karl Jaspers, «Antwort» en Paul Arthur Schilpp (comp.), Karl Jaspers, pág.
828.
25. Karl Jaspers, Vernunft und Widervernunft in unsererZett, Munich. Pipcr, 1950
(Lucía Piosselc Prebisch, La razón y sus enemigos en nuestro tiempo, Buenos Aires,
Sudamericana, 1953, págs. 84 y sigs).
26. Karl Jaspers. «Antwort» en Paul Arthur Schilpp (comp.), Kart Jaspers,
pág. 828.
INTRODUCCIÓN 19
27. Esta conferencia fue luego ampliada y publicada en forma de libro. Die Atom-
bombe und die Zukunft des Menschen, Munich, Piper, 1958.
28. Karl Jaspers, «Die Atombombe und die Zukunft des Menchen» en Lebensfra-
gen der deutschen Politik, págs. 139-157, pág. 142.
29. Karl Jaspers, op. cit., págs. 144 y sigs.
30. Philosopbiscbe Autobiographie, pág. 79.
20 ERNESTO GARZÓN
31. Immanuel Kant, Zum ewigert Friedett. Ein philosophischer Entuiurf,, pág.
199.
32. Karl Jaspers imputó responsabilidad política a los países occidentales por su
pasividad ante la criminal consolidación del Estado nazi por haber tolerado este pro
ceso escudándose en el «cómodo» principio de no intervención en los asuntos internos.
«Tenemos que tener presente que los demás -sin estar bajo el terror- dejaron pasiva
mente que sucediera y hasta involuntariamente promovieron aquello que, como ocu
rría en otro Estado, consideraban que era un asunto que no los afectaba». (Véase Karl
Jaspers, Die Schuldfrage. Von der politischen Haftung Deutschlands, Munich, Piper,
1987, pág. 65.)
33. Bartolomé de las Casas, Derechos civiles y políticos, Madrid, Editora Nacional,
1974, pág. 156.
34. Karl Jaspers, Die Atomhomhe und die Zukunft des Menschen, pág. 409.
INTRODUCCIÓN 21
2. Política y moral
40. Karl Jaspers, «Anrwort» en Paul Arthur Sehilpp (corap.), Karl Jaspers, Stutt-
gart, W. KohUiammer, 1957, pág. 848.
24 ERNESTO GARZÓN
41. Immanuel Kant, Die Religión mnerhalb der Grenzen der blossen Vernunft en
Werke, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgeselkchaft, 1956, tomo IV, págs. 645-879,
págs. 685 y sigs.
42. Immanuel Kant, op. d i., pág. 686.
43. Véase Joan Copjec «Introduction. Evil in the Time oí the Finite World» en
Joan Copjec (comp.). Radical Evil, Londres/Nueva York, 1996, págs. X y sigs.
INTRODUCCIÓN 25
46. Para un análisis de esta problemática, véase Ernesto Garzón Valdés, «Moral y
política» en del mismo autor, Derecho, ética y política. Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1993, págs. 541-560.
47. Véase Karl Jaspers, «Bemerkungen zu Max Webers politischem Denken» en
Lebensfragen der deutschen Politik, pág. 288.
48. Karl Jaspers, «Über Bedingungen und Móglichkeiten cines neuen Humanis
mus» en Rechenscbaft und Ausblick Reden und Aufsatze. págs. 312-344, pág. 323.
INTRODUCCIÓN 27
se necesitaba para superar esta crisis era llevar a cabo una «conver
sión» (Umkehr), una recuperación de la fe en la razón.
La vuelta a la razón era, según Jaspers, la vuelta al filosofar y, como
se ha visto, a la libertad de la vida en sociedad hecha posible a través
de una política razonable. El rechazo de la irracionalidad era también
una recuperación de los ideales de la Ilustración. Nada más lejos del
pensamiento de Jaspers que alguna posible versión de posmodemis-
mo, con sus reproches de utopismo o de mitos superados que suele
lanzar contra el proyecto ético-político del siglo XVIII. Una cosa es
afirmar que las manifestaciones concretas del actuar razonable tienen
su propio encuadramiento histórico y otra abandonar la razón, entre
garse al mero entendimiento instrumental y transformarse así en un
«hombre de Neandertal con técnica», como llamaba Jaspers a la per
sona que renunciaba al auxilio de la razón.49
Pero hay algo más: el ejercicio de la razón requiere la comunica
ción con el otro. Como es sabido, la cuestión de la comunicación era
uno de los temas centrales de la filosofía de Jaspers. Una comunica
ción «auténtica» sería sólo posible, si cada cual conserva su «indivi
dualidad y personalidad», su autonomía, como diría Kant. Por ello, la
comunicación que propiciaba Jaspers sólo podía darse entre seres
igualmente autónomos y libres, en una discusión pública sin trabas,
sin «impaciencias» y sin «falsas misericordias». La impaciencia ante
un argumento poco inteligente puede provocar la interrupción del
diálogo y hacer que el supuestamente más inteligente pretenda dar
una explicación autoritativa y obligue al otro a la obediencia ciega. La
falsa misericordia conduce a un patemalismo que anula la autonomía
del otro.50
Cuando no existe la comunicación entre seres libres e iguales,
cuando el individuo renuncia al ejercicio de su razón, se cae en el
«tutelaje autoimpuesto» contra el que reaccionara Kant:
49. Véase Karl Jaspers, «Über Bedingungen und Móglichkeiten eines neuen
Humanísimos», pág. 323.
50. Véase Karl Jaspers, «Über Geíahren and Chancen der Freiheit» en Rechens-
chaft und Ausblick Reden und Au/sáíze, págs. 345-369, pág. 348.
28 ERNESTO GARZÓN
3. Culpa y responsabilidad
64. Karl Jaspers, «Übcr Bcdingungen und Móglichkeiten cines neuen Humanis-
mus», pág. 324
65. Karl Jaspers, Pbilosophische Autobiographie, pág. 66.
66. Op. cit., págs. 84 y sigs.
32 ERNESTO GARZÓN
67. Karl Jaspers, Die Schuhlfrage. Von der politischen Haftung Deutschlands, pág.
57. Las citas del libro sobre el problema de la culpa son tomadas de la edición alcrra-
na. El reciente libro de Daniel Jonah Coldhagen, Hiller's Willing Executioners. Ordi-
nary Germans and the Holocaust, Nueva York, Knopf, 1996, ha vuelto a plantear el pro
blema de la complicidad del ciudadano común en el holocausto y provocado una nueva
polémica entre los historiadores alemanes. Véase al respecto, entre otros, Michael Sch-
neider, Die «Goldhagen-Debatte», Ein Historikerstreit in der Mediengesellschaft, Bonn,
Friedrich-Ebert-Stiftung, 1997.
68. Karl Jaspers, «Geleitwort für die Zeitschrift “Die Wandlung”», Lebensfragen
der deutschen Politik, págs. 23-25, pág. 24.
69. Karl Jaspers, Die Schuldfrage. Von der politischen Haftung Deutschlands,
pág. 8.
INTRODUCCIÓN 33
70. Traducción inglesa, The question o f Germán guilt, Nueva York, The Dial Press,
1945; traducción italiana. La colpa delta Germania, Ñapóles, Edizioni Scientifici Italia-
ne, 1947; traducción sueca, Den Tyska Skuldfragan, Estocolmo, Natur och Kultur,
1947; traducción española, ¿Es culpable Alemania?, Madrid, Nueva Época, 1948; tra
ducción francesa. La culpabilité aüemande, París, Minuit, 1948.
71. Véase Richard Wisser, Responsabilidad y cambio histórico. Respuestas de jas
pers, Buber, C. F. von Weizsacker, Guardini y Heidegger, pág. 66.
72. R. Koselleck citado según Kurt Saiamun, Karl jaspers, pág. 104.
73. Karl Jaspers, Die Schuldfrage. Von der politischen Haftung Deutscblands, pág. 16.
34 ERNESTO GARZÓN
por todos los crímenes e injusticias del mundo, especialmente por los crí
menes que se cometen en su presencia o con su conocimiento. Cuando no
hago lo que puedo hacer para evitarlo, soy cómplice [...] C om o personas
[...] llegamos al límite en donde tenemos que elegir: o bien poner en juego
la vida incondicionalmente, sin objeto, porque no hay ninguna posibili
dad de éxito, o preferir seguir viviendo.7,1
N o existe diferencia entre los casos en los que soy la única persona
que puede hacer algo y los casos en los que soy uno entre millones de per
sonas que se encuentran en la misma posición.74
76. Petcr Singer, «Famine, Affluence and Morality» en Peter Lasslctt & James
Fishkin (comps.), Philosophy, Politics & Society, Fifth Series, New Haven, Yale Uni-
versity Press, 1979, págs. 21-35, aquí pág. 24.
77. Véase Ernesto Garzón Valdés, «Los deberes positivos generales y su funda-
mentación» en Derecho, ética y política, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales,
1993. págs. 339-360.
78. Karl Jaspers, «Emeuerung der Universitat», Lehensfragen der deutschen Polt-
tik, págs. 26-35, pág. 27.
36 ERNESTO GARZÓN
79. Véase Karl Jaspers, Die Scbuldfrage. Voh der politiseben Haftung Deutschlands,
pág. 19.
80. Karl Jaspers. op. cit., pág. 48.
81. Karl Jaspers, op. cit., pág. 63, «Existe no sólo una solidaridad nacional sino
también europea y con toda la humanidad.»
INTRODUCCIÓN 37
a sentir una voz interna que nos hace decir: «el que todavía viva es mi
culpa».82Jaspers declara haberla sentido y quien esté familiarizado con
la literatura escrita por ex prisioneros de los campos de exterminio
nazis sabe que tal situación es posible.83
2. Fiel a su enfoque individualista de las acciones humanas, Ja s
pers rechaza, con toda razón, la atribución de culpas penales o mora
les a entes colectivos. En esto coincide con Gilbert Ryle cuando se
refería al error categorial que consiste en atribuir a los entes colecti
vos capacidades de decisión y de acción similares a las de los agentes
humanos individuales.84
Si la culpa moral y la culpa penal dan origen a responsabilidades indi
viduales imputables directamente al autor de acciones u omisiones que
violan reglas morales o jurídicas, la culpa política se basa en «contextos
de situaciones políticas que, por así decirlo, tienen carácter moral porque
codeterminan la moral del individuo».85 En la medida en que el indivi
duo promueve o tolera «una atmósfera de sometimiento» colectivo a un
dictador, incurre en la culpa política. Ella es de una naturaleza especial
pues hasta puede transmitirse de generación en generación: «Tenemos
que asumir la culpa de nuestros padres».86 Esta formulación recuerda la
posición de Alasdair Maclntyre cuando se refiere al joven alemán
que cree que haber nacido después de 1945 significa que lo que los nazis
le hicieron a los judíos no tiene ninguna relevancia moral para sus rela
ciones con los judíos contemporáneos (y adopta) la misma actitud de
acuerdo con la cual el yo es separable de sus papeles y regímenes sociales
e históricos.87
it
E rnesto G arzón
95. Karl Jaspers, «Antwort» en Paul Arthur Schilpp (comp.), Karl Jaspers,
pág. 755.
PRÓLOGO
I n t r o d u c c ió n a l a s e r ie d e l e c c io n e s s o b r e l a s it u a c ió n
ESPIRITUAL EN ALEMANIA
ningún sentimiento, ninguna mentira vital que tuvieran que ser pro
tegidos. Pero precisamente por ello no puede consentirse el abofetea-
miento insolente que se vale de juicios provocadores, infundados y
emitidos con ligereza. Estamos juntos en esto; tenemos que sentir
nuestro común asunto cuando hablamos unos con otros.
En un diálogo así nadie es juez del otro, todos son al mismo tiem
po acusado y juez. Todos estos años hemos sido cómplices del envile
cimiento de otras personas. No queremos continuar siéndolo.
Pero esto sólo se logra en parte. Todos tendemos a justificarnos y
a atacamos por medio de acusaciones como fuerzas que se sienten
enemigas. Hemos de examinamos hoy en día con más agudeza que
nunca. Tengamos en cuenta lo siguiente: en el curso de los aconteci
mientos parece tener razón siempre el superviviente. El éxito parece
dar la razón. El que nada arriba cree que se encuentra en la verdad de
las cosas. Ahí reside la profunda injusticia de la ceguera respecto de
los fracasados, de los impotentes, de los que resultan aplastados por
los acontecimientos.
Así sucede siempre. Así sucedió con el alboroto prusiano-alemán
tras 1866 y 1870, que provocó el espanto de Nietzsche. Así sucedió
con el alboroto aún más desenfrenado del nacionalsocialismo a partir
de 1933.
Tenemos por eso que preguntamos ahora a nosotros mismos si no
estamos cayendo de nuevo en otro alboroto, infatuándonos, dedu
ciendo una legitimidad de nuestra mera supervivencia y sufrimiento.
Seamos claros con nosotros mismos: no es mérito nuestro que aún
sigamos con vida; no hemos conquistado con nuestras propias fuer
zas las nuevas condiciones que abren nuevas oportunidades en medio
de la espantosa destrucción. No nos concedamos ninguna legitimidad
que no nos corresponda.
De la misma forma que cada uno de los gobiernos que hay en Ale
mania es un gobierno autoritario instaurado por los aliados, así debe
hoy cada alemán, cada uno de nosotros, su campo de acción a la
voluntad o a la autorización de los aliados. Éste es un hecho cruel.
Nuestro sentido de la verdad nos obliga a no olvidarlo en ningún
momento. Él nos preserva de la arrogancia, nos enseña modestia.
También hoy en día existen, como en todo tiempo, hombres indig
nados, que creen tener razón en todo y que toman como mérito pro
pio lo que ha sucedió por causa de otros.
46 KARL JASPERS
Tenemos que aprender a ver las dificultades que hay en las situa
ciones y actitudes por completo diferentes de las propias y a simpati
zar con ellas.
Tal vez los alemanes tenemos hoy en día en común fundamental
mente sólo lo negativo: la pertenencia a una comunidad nacional
completamente vencida, entregada a la gracia o a la malevolencia de
los vencedores; la carencia de un suelo común que nos una a todos; la
dispersión: cada uno depende en lo fundamental de sí mismo y sin
embargo cada uno está, como individuo, desamparado. Común es la
no comunidad.
En el silencio existente bajo el decir nivelador de la propaganda
pública de estos doce años hemos tomado actitudes internas harto
diferentes. No tenemos en Alemania una disposición homogénea de
nuestras almas, nuestras estimaciones de valor y nuestros deseos.
Difiere tanto eso que hemos creído todos estos años, que hemos teni
do por verdadero, que para nosotros constituía el sentido de la vida.
Ahora tiene que ser diferente también el modo de la transformación
para los individuos. Todos nosotros nos transformamos. Pero no
seguimos todos el mismo camino hacia ese nuevo suelo de la verdad
común que buscamos y que debe nuevamente unificamos. Cada uno
puede ante una tal catástrofe reconstituirse con la vista puesta en la
regeneración, sin que deba temer por ello ser infame.
Que ahora aparezcan las diferencias es la consecuencia de que
durante doce años no fuera posible ninguna discusión pública y de
que también en la vida privada todo lo que fuese oposición hubiera
quedado reducido a las más íntimas conversaciones, incluso frente a
amigos se era en parte reservado. Público y general era sólo el modo
de pensar y de hablar nacionalsocialista, por lo que resultaba tan
sugestivo y, para la juventud crecida en ese ambiente, casi natural.
Ahora que podemos volver a hablar libremente nos encontramos
como si viniéramos de mundos diferentes. Y sin embargo hablamos
todos la lengua alemana, hemos nacido en este país y aquí tenemos
nuestro hogar.
Queremos encontrarnos unos a otros, hablar unos con otros,
intentar convencemos.
Nuestras interpretaciones de los acontecimientos eran hasta tal
punto diferentes que llegaban a ser incompatibles: algunos experi
mentaron ya en 1933 el total hundimiento que supuso la experiencia
48 KARL JASPERS
dad unos con otros, pero sólo en la conciencia de nuestra gran diver
sidad.
La unidad por la fuerza no vale para nada; se disipa como apa
riencia en la catástrofe. La unanimidad conseguida por medio del diá
logo y de la comprensión mutua conduce a una comunidad que es
capaz de mantenerse firme.
Nadie tiene que sentirse encuadrado en esta exposición de una
caracterología. Quien se lo aplique a sí mismo, lo hará bajo su propia
responsabilidad.
E l p r o b l e m a d e l a c u lp a
l . C uatro c o n c e p t o s d e cu lpa
2. C o n s e c u e n c ia s d e la c u l p a
3. L a v io l e n c ia . E l d e r e c h o . L a g r a c ia
4. ¿ Q u ié n ju z g a y q u é o q u ié n e s e n ju ic ia d o ?
5. D e f e n s a
1. LOS CRIMENES
tad de los hombres. Cada uno tiene que saber, en su libertad, dónde
está y qué quiere.
Partiendo de este horizonte hay que decir: el proceso, entendido
como un nuevo intento por fomentar el orden en el mundo, no pier
de su sentido por no estar aún en condiciones de apoyarse en un
orden mundial legal, sino por encontrarse todavía necesariamente
preso en las circunstancias políticas. Aún no tiene lugar en la forma
de un proceso judicial que acontezca en el seno de un orden estatal
cerrado.
De ahí que Jackson admitiera francamente «que, si se le permitie
ra a la defensa apartarse de la muy delimitada imputación del escrito
de acusación, el proceso se alargaría y el tribunal se vería envuelto en
disputas políticas insolubles».
Esto significaría también que la defensa no tendría que ocuparse
de la culpabilidad de la guerra, lo que le llevaría a penetrar en el
asunto de sus condiciones históricas de posibilidad, sino sólo de la
cuestión de quién ha comenzado esta guerra. Además no tendría
derecho a, por ejemplo, traer a colación y enjuiciar otros casos de cri
minalidad similar. Las necesidades políticas ponen coto a las contro
versias. De ello no se sigue que todo sea falso. Al contrario: las difi
cultades y las objeciones han sido enunciadas con claridad, aunque
brevemente.
No se puede negar el hecho fundamental de que el éxito en el
combate y no sólo la ley es el punto de partida dominante que se
impone. Tanto en lo grande como en lo pequeño vale aquello que
fuera enunciado irónicamente para los casos de delitos militares: uno
no es castigado a causa de la ley, sino porque se ha dejado atrapar.
Pero esa situación no implica que el hombre no estuviera tras su éxito
en condiciones de orientar, en virtud de su libertad, su fuerza a una
realización del derecho. Y aun cuando esto no suceda del todo, aun
cuando sólo surja el derecho en una cierta medida, ya se ha recorrido
con ello mucho en el camino hacia el orden mundial. La moderación
como tal crea un espacio de reflexión, de examen, de esclarecimiento
y mediante ello también una conciencia más clara del significado per
manente de la violencia en tanto que tal.
Para nosotros alemanes este proceso tiene la ventaja de diferenciar
los crímenes particulares de los gobernantes, con lo que no condena
colectivamente al pueblo.
78 KARLJASPERS
2 . L a c u l p a p o l ít ic a
3. L a CULPA MORAL
por todas las controversias sobre la culpa. El que fue leal en la cama
radería, imperturbable en el peligro y se ha acreditado mediante el
valor y la imparcialidad, puede conservar algo intangible en su auto
estima. Este aspecto puramente militar y al mismo tiempo humano es
común a todos los pueblos. La virtud militar no sólo no constituye
aquí culpa alguna, sino que, donde fue verdadera y no la mancharon
acciones negativas u órdenes manifiestamente nefastas, se convierte
en un fundamento del sentido de la vida.
La virtud militar no debe identificarse, sin embargo, con la cosa
por la que se combatió. La virtud militar no exime de todo lo demás.
La identificación sin reservas del Estado realmente existente con
la nación alemana y el ejército comporta una culpa de falsa concien
cia. Quien fue ejemplar como soldado puede haber sucumbido a la
falsificación de conciencia. Mediante ello fue posible que se hiciera y
se soportara, por un sentimiento nacional, lo que era manifiestamen
te malvado. De ahí la buena conciencia en el mal acto.
Pero el deber para con la patria tiene una profundidad más honda
que la ciega obediencia al poder imperante. La patria ya no es tal
cuando se destruye su alma. El poder del Estado no constituye un fin
en sí mismo, sino que es más bien algo dañino cuando ese Estado ani
quila la esencia alemana. Por consiguiente, el deber para con la patria
no conducía de ningún modo consecuentemente a la obediencia a
Hider y a la naturalidad con que se suponía que Alemania, incluso en
la forma de Estado hideriano, tendría que ganar necesariamente la
guerra. Aquí reside la falsa conciencia. No se trata de una culpa sen
cilla. Es al mismo tiempo la confusión trágica, especialmente de una
gran parte de la juventud ingenua. El deber para con la patria es la
entrega total del hombre a las demandas más elevadas, que se nos
hacen desde lo mejor de nuestros antepasados y no desde los ídolos
de una tradición equivocada.
Lo más sorprendente fue cómo se produjo entonces, a pesar de
toda la maldad, la autoidentificación con el ejército y con el Estado.
Pues esa incondicionalidad de una visión nacional ciega — compren
sible únicamente como el apolillado suelo de un mundo creciente
mente descreído— constituía a la vez, en su buena conciencia, una
culpa moral.
Esa culpa fue posible además gracias a la mala interpretación de
la frase bíblica: Sé súbdito de la autoridad que tiene poder sobre ti
84 KARLJASPERS
4 . L a c u l p a m e t a f ís ic a
5. R e su m en
A. Consecuencias de la culpa
ello debe poner las bases para lo que habrá de ser el alma humana en
el futuro.
B. La culpa colectiva
Antes que nada, otra vez los hechos: en todo el mundo los juicios
y sentimientos de los hombres se encuentran dirigidos en gran parte
por representaciones colectivas. El alemán, sea quien sea, es visto hoy
en día en el mundo como alguien con el que no se desearía tener tra
tos. Los judíos alemanes son, en tanto que alemanes, indeseables en
el extranjero, puesto que se los considera sobre todo alemanes y no
judíos. A consecuencia de esa manera de pensar que se vale de cate
gorías colectivas, la responsabilidad política es considerada al mismo
tiempo como un castigo por la culpa moral. Ese pensamiento median
te categorías colectivas ha sido frecuente en la historia. La barbarie de
la guerra ha tomado a la población como un todo, dejándola a mer
ced del saqueo, la violación, la venta como esclavos. Y además de ello
se le deparaba al infortunado la aniquilación moral en el juicio del
vencedor. No sólo tiene que someterse, sino reconocer su culpa y
expiarla. El alemán, cristiano o judío, es un demonio.
Frente a esta opinión del mundo, extendida aunque no general,
nos vemos obligados siempre a utilizar nuestra sencilla distinción
entre responsabilidad política y culpa moral no sólo como defensa,
sino para analizar el posible contenido de verdad que hay en el pensa
miento a base de categorías colectivas. No abandonamos la distinción,
pero tenemos que restringirla mediante la tesis de que el comporta
miento que condujo a la responsabilidad se encuentra fundamentado
en circunstancias globales políticas, que tienen en cierto modo un
carácter moral, puesto que condicionan la moral del individuo. De
esas circunstancias no puede desprenderse por completo el individuo,
porque él, consciente o inconscientemente, es un eslabón que no
puede sustraerse de ningún modo a la influencia del todo, aun cuando
haya formado parte de la oposición. Existe algo así como una culpa
92 KARL JASPERS
Sentimos algo así como una culpa compartida por los actos de los
miembros de nuestra familia. Esta culpa compartida no es objetivable
y además rechazaríamos que esa corresponsabilidad familiar fuera
extensible a todos los ámbitos. Pero, porque tenemos la misma san
gre, estamos sin embargo inclinados a sentirnos también afectados
cuando alguien de nuestra familia hace algo injusto y por eso también
inclinados, dependiendo de la situación de la clase del acto, así como
de quién ha sido afectado por la injusticia, a la reparación, aun cuan
do no seamos responsables ni moral ni jurídicamente.
De un modo similar, el alemán — por ejemplo el hablante ale
mán— se siente afectado por todo aquello que nace de lo alemán. No
la responsabilidad de los ciudadanos, sino la afectación compartida
de la persona perteneciente a la vida alemana espiritual y anímica
—comparto con el otro la misma lengua, el mismo origen, el mismo
destino— , es lo que se convierte aquí en el fundamento, no de una
culpa aprehensible, sino de algo análogo a una culpa compartida.
Nos sentimos además partícipes no sólo de lo que se hace en el
presente —compartimos la culpa por el hacer de los contemporá
neos— , sino también del conjunto de la tradición. Tenemos que asu
mir la culpa de nuestros antepasados. Todos nosotros compartimos la
94 KARL JASPERS
l . E l t e r r o r ism o
Alemania era bajo el régimen nazi una prisión. La culpa por caer
en esa prisión es una culpa política. Pero una vez que las puertas de
la prisión se han cerrado ya no pueden ser abiertas desde dentro. La
responsabilidad y la culpa de los allí encerrados, que aún subsiste y
surge, debe ser elucidada contestando a la pregunta referente a qué es
lo que era posible hacer entonces.
Resulta manifiestamente injusto responsabilizar a los presos por
las infamias de los guardianes.
Se decía que los millones y millones de trabajadores y soldados
tenían que haber opuesto resistencia. No lo han hecho, han trabajado
en favor de la guerra y han combatido en ella, luego son culpables.
Frente a ello hay que decir: los 15 millones de trabajadores extran
jeros forzados han trabajado tanto en favor de la guerra como los tra
bajadores alemanes. No ha sido probado que ellos hayan realizado
más actos de sabotaje. Sólo en las últimas semanas, cuando la derro
ta estaba ya en marcha, parecen haber desplegado los trabajadores
extranjeros una mayor actividad.
Resulta imposible llevar a cabo grandes acciones sin organizarse
bajo el mando de dirigentes. La demanda hecha a la ciudadanía de
que se rebele contra un Estado terrorista exige lo imposible. Tal rebe
98 KARLJASPERS
2. C u l p a y c o n t e x t o h is t ó r ic o
* Se trataba del filósofo Erich Frank (muerto en 1948), que acababa de llegar a
Amsierdam dominado por la añoranza de Europa.
ATENUANTES POSIBLES 107
derar como un asunto que les afectara, puesto que sucedía en otro
Estado.
¿Tenemos que reconocer que sólo nosotros somos culpables?
Sí, mientras se trate de quién comenzó la guerra, de quién ha
orientado primero la organización terrorista de todas las fuerzas hacia
el único fin de la guerra, de quién como pueblo ha traicionado y aban
donado la propia esencia; más aún: de quién ha cometido atrocidades
peculiares, que han sobrepasado a todas las demás. Dwight Macdo-
nald dice que muchas atrocidades de guerra tuvieron lugar en todos
los lados, pero que algunas son específicas de los alemanes: un odio
paranoico sin sentido político, una crueldad racional en la tortura que
aplicaba todos los medios de la técnica moderna, hasta dejar atrás a
todos los instrumentos de tortura medievales. Sin embargo, se trata
ba sólo de algunos alemanes, de un pequeño grupo (limitado indeter
minadamente por aquéllos que estaban dispuestos a colaborar si se lo
ordenaban). El antisemitismo alemán no fue en ningún momento un
movimiento popular. En los pogromos alemanes faltó siempre la cola
boración de la población, no tuvieron lugar actos de crueldad espon
táneos contra los judíos. La masa popular callaba y se retraía, cuando
no expresaba débilmente su desagrado.
¿Debemos reconocer que sólo nosotros somos culpables?
No, si se nos convierte, como un todo, como pueblo, como esen
cia permanente, en el pueblo malvado por antonomasia, en el pueblo
en sí culpable. Para enfrentamos a esa opinión universal podemos
referimos a hechos.
Tales análisis únicamente están libres de peligro para nuestra acti
tud interna si no olvidamos nunca algo que hay que repetir:
4 . ¿ C u l pa d e t o d o s ?
1. S u st r a e r s e a l a p u r if ic a c ió n
A. Acusarse mutuamente
B. Rebajarse y obstinarse
que han perdido a sus seres queridos del modo más cruel. Los millo
nes de evacuados y refugiados, que viven casi sin esperanza en su
errar. Los numerosos colaboradores del partido que son ahora margi
nados y caen en la penuria. Los norteamericanos y los demás aliados
que entregaron años de su vida y tuvieron millones de muertos. Los
pueblos europeos, que fueron atormentados bajo el imperio del
terror de los nacionalsocialistas alemanes. Los exiliados alemanes,
que tuvieron que vivir en un medio lingüístico extraño, bajo las más
difíciles circunstancias. Todos, todos.
En la enumeración de los que se quejan he colocado los diversos
grupos, unos al lado de otros, con la intención de que se pueda per
cibir la inadecuación existente. La penuria representa, en tanto que
tal, en todas partes una destrucción existencial, pero se diferencia en
su esencia por el contexto en que se encuentra. Resulta injusto decla
rarlos a todos inocentes de un modo igual.
En general, lo que sigue en pie es que nosotros los alemanes, aun
que hayamos caído ahora en la mayor penuria entre los pueblos,
somos también los mayores responsables del curso que tomaron los
acontecimientos hasta 1945.
Por eso lo importante para cada uno de nosotros es esto: no que
remos sentimos tan fácilmente inocentes, compadecemos de nosotros
mismos como si fuéramos víctimas de una maldición, no esperamos
elogios por el sufrimiento, sino que vamos a preguntamos, a exami
narnos inflexiblemente: ¿dónde he sentido equivocadamente, pensa
do equivocadamente, actuado equivocadamente? —queremos buscar
en lo posible la culpa sobre todo en nosotros y no en las cosas y en los
demás, no queremos eludir el asunto escudándonos en la penuria— .
Esto se sigue de la resolución para un cambio de rumbo.
D. Evadirse en lo universal
2. E l c a m in o d e l a p u r if ic a c ió n
788449 30561 Cf