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Ver nuestra Realidad con los ojos de Jesús

Comentario al capítulo I de la Encíclica Fratelli Tutti

12/02/2021

Agradezco la oportunidad de dirigirme a ustedes, agradezco al hermano Julio


su invitación a compartir juntos este camino de reflexión de la mano del Papa
Francisco. Para ustedes que viven la espiritualidad de Francisco de Asís, los
textos del papa tienen que ser una fuente constante para su vida de fe, su vida
de fraternidad y su trabajo apostólico y esta carta Encíclica está empapada del
espíritu franciscano que contempla al mundo, los acontecimientos y a todos los
seres humanos como hermanos. Hermano Sol, Hermana Luna, Hermana
muerte... etc.

Otra coordenada en la que debemos ubicar el documento se encuentra en la


situación actual de pandemia que nos afecta desde hace un año. Durante este
período hemos sido bombardeados de datos, números, alarmas, todos nos hemos
convertido en epidemiólogos, en estadistas, recetamos, como si fuéramos
doctores: que el dióxido de cloro, que tal pastilla, que tal té. La crisis sanitaria
reveló cuanto es frágil la humanidad, cuanto son frágiles nuestras economías.
En los últimos días hemos visto como aún personajes de renombre en Culiacán
han debido pedir ayuda económica en las redes porque el patrimonio de toda
una vida no alcanza delante de la enfermedad. Hemos visto la fragilidad de
nuestras estructuras de evangelización, aunque han surgido iniciativas de
caridad heroica, se han renovado estructuras evangelizadoras y aún en nuestro
seminario han entrado más vocaciones este año que el año pasado, nos damos
cuenta de cuanto nos hemos dormido en nuestros laureles. So pretexto del miedo
a contagiarnos hemos cerrado iglesias, reuniones, actividades apostólicas.
Hemos puesto la evangelización en la simplista disyuntiva de hago o no hago y
no hemos dejado al Espíritu que nos diga: Como sí puedo hacer. La nueva
normalidad pareciera que es una normalidad sin Dios, y pudiéramos echarle la
culpa al gobierno, a Bill Gates, o a no sé cual conspiración, pero no nosotros
hemos dejado de lado el espacio, nosotros hemos renunciado al mandato de
Jesús “de hacer discípulos a todas las gentes” nosotros hemos caído en la
comodidad de creer que ahorita la gente no sale, es falso. La gente no recibe el
mensaje evangélico porque no hemos tenido la creatividad de hacérselos llegar.
Recordemos que el cristianismo se propaga por contagio: mi vida bien vivida
cuestiona a otros y despierta en ellos el interés por conocer a Jesús.
La pandemia nos reveló cuanto estamos lejos de vivir realmente como
hermanos. Nos reveló cuanto estamos alejados los unos de los otros. Nos reveló
que el sueño de Francisco de Asís de ver una humanidad donde las diferencias
sean riqueza y no división esta muy lejos. Al iniciar la pandemia, las compras
egoístas de pánico, nos recordaron que la ley que impera es: “si yo estoy bien,
a mi que me importan los demás.” Se revelaron como las diferencias están tan
marcadas y como las oportunidades son para muy pocos: es fácil decir quédate
en casa cuando tu casa tiene un cuarto para cada uno o esta a la orilla de la playa.

En este contexto tenemos que situar la Fratelli Tutti: el papa en el número 6


hace su declaración de intención: “Entrego esta encíclica social como un
humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de
eliminar o de ignorar a otros seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño
de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras.” Este
mensaje va dirigido a toda la Iglesia, pero muy especialmente a ustedes que
siguen la espiritualidad de Francisco de Asís. Recordemos aquel episodio, el
papa también lo hace, cuando Francisco va a visitar al Sultán. Un gesto que iba
contra corriente. Francisco veía más allá de lo exterior, lograba ver el interior y
lo esencial, lo fundamental. Ese hombre, de cultura distinta, de religión distinta,
enemigo de los cristianos, es un ser humano, fue hecho a imagen y semejanza
de Dios, es mi hermano.

Esto es toda una espiritualidad, ver el mundo como lo mira Jesús, tratar a cada
ser humano respetando su dignidad. La pandemia nos reveló cuanto egoísta es
el corazón del ser humano y cuanto es urgente unirnos en un proyecto común.
Esto también pasa en la Iglesia, el camino marcado por el Espíritu se llama
comunión: Todos buscamos el bien para la Iglesia, pero caemos en el error de
pensar que lo que yo creo que es el bien para la Iglesia, es realmente el bien
para la Iglesia. El camino de la comunión me hace entrar en una actitud
fundamental del cristiano que es el diálogo. La falta de diálogo es otra
enfermedad que fue revelada en la pandemia: todos queremos hablar, todos
queremos tener la razón, todos queremos opinar de todo. El diálogo es el único
camino para la comunión. ¿Por qué hay problemas en tu matrimonio? Muchos
de ellos son por falta de escucha y falta de diálogo. ¿Por qué en tu parroquia
hay divisiones de todo tipo? Por que los franciscanos, están peleados con las
catequistas y con los ministros, y es mejor irnos cada uno por su lado que
sentarnos a ver que es lo mejor para la parroquia. ¿Por qué en la Orden hay
problemas? Porque la decisión que tomo no sé quien, no me favorece, sino que
favorece a no se quien. En definitiva, el primer punto para vivir como hermanos
es aprender a escucharnos y aprender a dialogar, es el único camino para poder
construir juntos.

Después de esta necesaria contextualización del documento, vayamos al estudio


del primer capítulo de la Fratelli Tutti. En donde el Santo padre hace el
diagnostico del mundo actual, si bien los temas tienden a ver el mundo en
general, la política mundial, la macroeconomía, nos toca a nosotros bajar esos
principios al pequeño mundo de nuestras relaciones sociales, de nuestra
economía y de la vida eclesial. Recordemos que la sociedad se compone de
personas individuales que se unen y si los individuos aspiran al amor verdadero
a la bondad la sociedad mejorará y viceversa si los individuos no aspiran a ser
mejores el resultado social será desastroso.

En el número 12 del documento se afirma una realidad: “Esta cultura unifica al


mundo, pero divide a las personas y a las naciones, porque la sociedad cada vez
más globalizada nos hace mas cercanos, pero no más hermanos”, conocemos al
instante que pasa en cada rincón del mundo, sé al momento las noticias más
frescas y eso no me hace más empático, sino un simple espectador. Amamos
mandar dinero a África y oramos por las lejanas misiones, pero no conozco ni
a mis vecinos, ni mucho menos veo las necesidades de mi comunidad. Es fácil
amar a los alejados, y con esto acallar mi conciencia, cuanto es difícil tocar al
que tengo cerca, porque esto si me compromete. Papa Francisco nos interpela
en este aspecto, los necesitados tienen rostro, tienen nombre, tienen historia.
¿Cuándo das una ayuda a alguien, realmente te importa o es para que no te
moleste? La insensibilidad es parte de nuestro modo corriente de vida.

Hay un gran error en el canonizar a los pobres, como si la pobreza, entendida


como miseria fuera un bien. No es así, la miseria en la que muchos hermanos
nuestros viven es una llamada permanente al mundo que no hemos hecho lo
suficiente. Hay una filósofa, Adela Cortina, que afirma que la sociedad actual
tiene aporofobia es decir miedo a los pobres y por eso hay que hacerlos
invisibles. Es fácil ser hermanos de los que nos caen bien, de los que piensan
como nosotros o que tienen las mismas oportunidades que nosotros. Pero como
cuesta ser hermano del que no se parece a mi. Nuestro país tiene una larga
historia de clasismo y de racismo, hay estudios históricos de cómo el mexicano
culturalmente es racista. Cuando hablamos despectivamente de nuestros
paisanos que vienen del sur de país, los que tienen color de piel distinta. El
rencor envidioso con el que hablamos de los que tienen más o mejores
oportunidades. El cristiano tiene que buscar hacer puentes, buscar puntos de
contacto, imitar a su Maestro que nos manda amar a todos.
La Fratelli Tutti nos reta a hacer un análisis de nuestro modo de pensar y sobre
todo de tratar a los demás. Nos invita a darnos cuenta de que las diferencias no
nos deberían dividir, sino todo lo contrario enriquecer. La Iglesia es rica porque
es diversa: diversidad de ritos, de movimientos, de espiritualidades, diversidad
de culturas. Ni una mejor que la otra, ni una más importante que la otra, sino
todos formamos la gran sinfonía de alabanza a Dios Padre por Jesucristo en el
Espíritu Santo. Si comprendiéramos esto las divisiones, fruto del maligno, no
fueran obstáculo sino incentivo para la unidad.

Papa Francisco nos recuerda que este mundo vive la lógica del descarte. Vemos
a las personas como piezas de un gran tablero de ajedrez. Nos tratamos como
remplazos. El mensaje del evangelio nos recuerda que cada individuo es
importante e indispensable, cada hombre y cada mujer que pasan por este
mundo dejan una huella única. Descartar la comida, descartar a los que piensan
distinto a mi, descartar a los ancianos. Atentos porque la lógica de la
prosperidad, nos hace apropiarnos de derechos que en realidad son privilegios.
Recordemos que tirar la comida es algo inhumano. Gracias a Dios muchos
nosotros tenemos la bendición de comer hasta tres veces al día, basta con abrir
un poco los ojos para darnos cuenta que hay personas reales que no tienen nada
para comer. El descarte nos hace no voltear a verlos, ya que ellos son el
recordatorio de que nos hemos hecho suficiente. Fácil es culpar al gobierno,
fácil es pensar que yo no puedo hacer nada. Es vergonzoso que un franciscano
llamado a vivir la fraternidad universal a ejemplo de Francisco este encerrado
no sólo físicamente sino también encerrado en su ímpetu apostólico. En
Culiacán, hay una parroquia que desde hace años da desayunos a más de 120
indigentes diarios, durante la pandemia organizó la distribución de cientos de
miles de despensas y hace dos semanas comenzó a dar también comida a 120
personas diarias. No es el gobierno, no son sólo los ricachones, sino son decenas
de manos voluntarias que se suman a este acto de amor. ¿Qué esta haciendo la
Orden Franciscana para que revertir la cultura del descarte? En esa misma
parroquia peluqueros voluntarios cortan el pelo a los indigentes, se les da ropa,
se ora juntos, de hecho, muchos de ellos entran a misa a las 7:00 am. Transferir
culpas o deslindarnos de responsabilidades es muy fácil. Recordemos lo que el
apóstol Santiago nos dice: la fe sin obras esta muerta. El papa dirá en la
encíclica: “qué bonito sería que a medida que descubrimos nuevos planetas
lejanos, volviéramos a descubrir las necesidades del hermano o de la hermana
en órbita alrededor de mí”

El Papa sueña que la pandemia nos haga despertar. “Ojalá que al final ya no
estén los otros sino sólo un nosotros. Ojalá no se trate de otro episodio severo
de la historia del que no hayamos sido capaces de aprender. Ojalá no nos
olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores, en parte como
resultado de sistemas de salud desmantelados año con año. Ojalá que tanto dolor
no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos
definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para
que la humanidad renazca con todos los rostros., todas las manos y todas las
voces, más allá de las fronteras que hemos creado.”

Ojalá que la pandemia despierte por fin a la Iglesia. Delante de la crisis hubo
muchísimas reacciones de parte de las comunidades cristianas. Algunos se
paralizaron por el miedo a la muerte o al contagio. La Iglesia esta llamada a dar
esperanza a ser la luz para las naciones y en muchos casos parecería más
desesperada en conservar estructuras antiguas que realmente convencerse que
el mundo ya cambió. La Iglesia esta llamada a ser más que nunca un signo de
consolación para el mundo. En la comunidad en la que estuve antes de estar
como formador en el seminario creamos un centro de escucha, con la ayuda de
psicoterapeutas y especialistas se daba la oportunidad a la gente necesitada de
poder ser escuchada en sus problemáticas. La pastoral de la consolación es
urgente en este momento de la historia de la humanidad. ¿Qué esta haciendo la
Orden Franciscana seglar en este aspecto? En este aspecto no se necesitan
estructuras complicadas o sofisticadas, se requiere espíritu y pasión. Tú desde
tu casa puedes más allá de mandar imagencitas por Whatsapp, realmente llamar
y escuchar a aquellos que están solos. Es muy fácil reenviar oraciones y
novenas, pero realmente ponerse de rodillas para pedir por el hermano.

Despertar es lo que urge en nuestra Iglesia, y no me refiero a la jerarquía


únicamente, me refiero a cada seguidor de Cristo. Despertar sino habríamos
perdido el tiempo. Despertar de nuestra comodidad. Despertar del facilón modo
de vivir la fe. Despertar de nuestras contradicciones: no queremos apoyar en
nuestra parroquia o ir a misa porque podemos infectarnos pero a restaurantes,
plazas, fiestas y posadas si. Despertar a nuestras relaciones para que sean
verdaderos encuentros que dan vida, aprender a dialogar, aprender a
escucharnos, aprender a ayudarnos. Todos estamos en la misma barca.

En fin, el primer capítulo de la encíclica se nos invita a la esperanza. La


esperanza cristiana no es pasiva: “Vamos a ver que pasa”. La esperanza cristiana
es la certeza de que las promesas de Jesús se cumplen y que él me sigue
invitando a llevar su evangelio a todos. “Quien quiere salvar su vida la perderá
y aquel que pierda su vida la encontrará” Muchas gracias.

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