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Staff
Vane Farrow

Vane Farrow Mary Warner Daniela Agrafojo


Miry GPE Mel Wentworth Pachi Reed15
Nikky Marie.Ang Mire
Alessandra Wilde Criscras Ivy Walker
Vane Hearts Jadasa Jeyly Carstairs
florbarbero Valentine Rose Annie D
Annabelle Kells Dannygonzal
Sandry Beatrix Beluu
Janira *~ Vero ~* Fany Keaton
Paltonika NnancyC

Val_17 Valentine Rose Itxi


Nikky Pachi Reed15 Daniela Agrafojo
Dannygonzal Victoria. Vane Farrow
Ana Avila Annie D GraceHope
Cate Jadasa Mary Warner
Sandry Melizza Fany Keaton
Miry GPE Janira Laurita PI

Vane Farrow Aria


Índice
Sinopsis Capítulo 14
Prólogo Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Capítulo 26
Capítulo 12 Ash
Capítulo 13 Sobre el Autor
Sinopsis
Para la lovebird de ojos verdes:
Nos conocimos hace quince años, casi el mismo día que mudé mis cosas a la
habitación de los dormitorios de la UNY junto a la tuya.
Tú nos llamaste buenos amigos. Me gusta pensar que éramos más.
Vivíamos solamente para la emoción de buscarnos a nosotros mismos a
través de la música (tú estabas obsesionada con Jeff Buckley), fotografía (no podía
dejar de tomarte fotos), pasábamos el rato en el Parque Washington Square, y
todas las cosas raras que hicimos para hacer dinero.
Aprendí más sobre mí ese año que cualquier otro.
Sin embargo, de alguna manera, todo se vino abajo. Perdimos contacto el
verano después de la graduación, cuando fui a América del Sur para trabajar para
National Geographic. Cuando volví, te habías ido. Una parte de mí todavía se
pregunta si te presioné demasiado después de la boda...
No te volví a ver hasta hace un mes. Fue un miércoles. Te balanceabas sobre
los talones, equilibrándote en esa línea amarilla gruesa que pasa a lo largo del
andén del metro, esperando el tren F. No supe que eras tú hasta que fue
demasiado tarde, y luego te habías ido. De nuevo. Dijiste mi nombre, lo vi en tus
labios. Deseaba que el tren se detuviera, sólo para poder decir hola.
Después de verte, todos los sentimientos y recuerdos de juventud volvieron a
inundarme de nuevo, y ahora me he pasado la mayor parte de un mes
preguntándome como va tu vida. Puede ser que haya enloquecido completamente,
pero ¿te gustaría tomar una copa conmigo y ponerte al día sobre la última década
y media?
M
¿Todavía piensas en mí?

Traducido por Vane Farrow


Corregido por Val_17

Matt
La vida continuaba a gran velocidad mientras me sentaba con los pies en alto,
rechazando el cambio, ignorando el mundo, ignorando todo lo que amenazaba con
tener significado o relevancia. Discrepaba categóricamente con todas las cosas
actuales. Menospreciaba el uso de emoticones, la palabra meta, y las personas que
hablaban por sus teléfonos en una fila. Ni siquiera quiero empezar a hablar del
aburguesamiento. Había veintiún Starbucks dentro de un radio de tres cuadras del
edificio en el que trabajaba. Los estudios de grabación, laboratorios de cine y
tiendas de discos se morían, si ya no eran cadáveres vacíos volviéndose tiendas de
pastelillos o barras de secadoras de pelo. Dejaron de reproducir videos musicales
en MTV y prohibieron fumar en los bares. Ya no reconocía Nueva York.
Estas eran las cosas que pensaba mientras me hallaba sentado en mi cubículo
de cuatro por cuatro en National Geographic. No había sentido lo Nacional o
Geográfico desde que tomé un trabajo de escritorio allí hace un par de años. Dejé el
campo, donde veía de todo, y me metí en un agujero, donde no veía nada. Me
encontraba en medio de la ciudad que me encantaba, de nuevo en sus brazos, pero
éramos extraños. Seguía colgado en el pasado y no sabía por qué.
Scott golpeó mi cubículo en la parte trasera. —Oye, amigo. ¿Brooklyn para el
almuerzo?
—¿Por qué tan lejos? —Estaba sentado ante mi escritorio, jugueteando con la
batería de mi teléfono.
—Hay una pizzería que quiero probar, Ciccio’s.‖¿Has‖oído‖hablar‖de‖ella?
—Podemos conseguir una buena pizza en la Quinta.
—No, tienes que probar este lugar, Matt. Es fenomenal.
—¿Qué es fenomenal, la pizza o el personal? —Desde mi divorcio hace unos
años, Scott —jefe, amigo, y eterno soltero— tenía grandes esperanzas de que me
convirtiera en su compinche permanente. Era imposible hablar con él de cualquier
cosa, especialmente cuando se trataba de las mujeres y los alimentos.
—Me atrapaste. Tienes que ver a esta chica. Lo llamaremos una reunión de
trabajo. Lo cargaré a la tarjeta de la empresa. —Scott era el tipo de persona que
hablaba mucho sobre mujeres y más aún sobre porno. Estaba seriamente fuera de
contacto con la realidad.
—Estoy seguro de que esto califica como acoso sexual en alguna parte.
Se apoyó contra la cima de la partición del cubículo. Tenía una cara atractiva
y siempre sonreía, pero si no lo veías por una semana, olvidarías como lucía.
—Vamos a tomar el metro.
—Hola, chicos. —Mi ex-esposa caminaba por ahí, tomando sorbos de una
taza de café.
La ignoré. —Hola, Liz —dijo Scott y luego miró su culo mientras se alejaba.
Se giró hacia mí—. ¿Es raro trabajar con ella y Brad?
—Siempre he trabajado con ella y Brad.
—Sí, pero era tu esposa y ahora es la esposa de Brad.
—Sinceramente, ya no me importa. —Me levanté y agarré mi chaqueta.
—Esa es una buena señal. Te creo. Así es como sé que estás listo para alguna
chica extraña. —A menudo ignoraba ese tipo de comentarios.
—Tengo que pasar por Verizon primero y conseguir una batería nueva —dije,
moviendo mi teléfono.
—¿Qué es eso?
—Un teléfono celular. Estoy bastante seguro que ya has visto uno.
—En primer lugar, ya nadie dice “teléfono‖celular”. En segundo lugar, eso no
es un teléfono; eso es un artefacto. Deberíamos enviarlo al Smithsoniano y
conseguirte un iPhone.
En el camino, pasamos a Kitty, la chica del carrito de café. —Hola, caballero.
Sonreí. —Kitty. —Ella se sonrojó.
Scott no dijo nada hasta que nos metimos en el ascensor. —Deberías
aprovechar eso. Te desea completamente.
—Es una niña.
—Es una graduada de la universidad. La contraté.
—No es mi tipo. Su nombre es Kitty.
—Muy bien, ahora sólo estás siendo malo. —Parecía mínimamente ofendido
en nombre de Kitty.
—Estoy bien. ¿Por qué es la misión de todos en la vida conseguirme una cita?
Estoy muy bien.
—El tiempo va pasando.
—Los chicos no tienen relojes.
—Tienes treinta y seis.
—Soy joven.
—No comparado con Kitty.
Las puertas del ascensor se abrieron y entramos en el vestíbulo. Una
impresión gigante de una de mis fotos se hallaba a lo largo de una pared.
—¿Ves eso, Matt? Eso hace que las mujeres se mojen.
—Es una foto de un niño iraquí sosteniendo un arma automática.
—El Pulitzer que conseguiste, genio, no la foto. —Cruzó los brazos sobre su
pecho—. Ese fue un buen año para ti.
—Sí, lo fue. Profesionalmente, de todos modos.
—Te lo estoy diciendo, tienes que utilizar eso a tu ventaja. Tienes una
cantidad moderada de celebridad por esa foto. Ha funcionado a mi favor.
—¿Exactamente cómo funcionó para ti?
—Puede ser que haya tomado prestado tu nombre por una noche. Una o dos.
Me reí. —Eso es una vergüenza, hombre.
—A Kitty le gustas. Deberías darle a ese pequeño bombón lo que quiere.
Sabes que hay rumores sobre ella.
—Aún más razones para mantenerme alejado.
—No, buenos rumores. Como que está loca. Un poco animal.
—Y eso es bueno, ¿cómo?
Salimos y nos dirigimos a la estación del metro de la calle 57 Oeste para
tomar el tren F. Midtown que siempre se encontraba congestionado a esa hora,
pero ya llegábamos al final del invierno. El sol cayendo entre los edificios atraía a
más personas a la calle. Serpenteé dentro y fuera de las masas, mientras que Scott
me seguía.
Justo antes de llegar a la entrada de la estación habló en voz alta desde atrás.
—Probablemente le guste el sexo anal.
Me detuve y lo enfrenté en la cima de las escaleras. —Scott, esta conversación
está mal en muchos sentidos. Vamos a terminarla aquí, ¿de acuerdo?
—Soy tu jefe.
—Exactamente. —Troté por las escaleras hacia los torniquetes.
Había una mujer vieja tocando un violín en la parte inferior de los escalones.
Sus ropas se hallaban sucias y el pelo era un lío gris y enmarañado. Las cuerdas de
su arco colgaban, como colas de zorro flotantes, pero tocaba Brahms sin problemas.
Cuando tiré cinco dólares en su estuche, sonrió. Scott negó con la cabeza y me jaló.
—Estoy tratando de hacerte feliz y productivo, Matt.
Pasé mi tarjeta de metro. —Dame un aumento. Eso me mantendrá feliz y
productivo.
La estación se encontraba llena. Un tren se detenía, pero quedamos atrapados
detrás de un enorme grupo de personas que empujaban hacia el frente como si
tuvieran algún lugar importante donde estar. Scott estaba satisfecho con quedarse
atrás y mirar a una mujer que se hallaba de espaldas a nosotros. Estaba cerca del
borde de la plataforma, balanceándose de los talones a los pies, manteniendo el
equilibrio sobre la gruesa línea amarilla. Había algo que me llamaba la atención en
ella.
Scott me‖dio‖un‖codazo‖y‖luego‖movió‖las‖cejas‖y‖articuló‖“buen‖culo”.‖Quería‖
darle un puñetazo en el cuello.
Cuanto más miraba a la mujer, más me sentía atraído por ella. Tenía una
gruesa trenza rubia sobre la espalda. Tenía las manos metidas en los bolsillos de su
abrigo negro y se me ocurrió que, como un niño, se balanceaba alegremente al
ritmo del violín haciendo eco contra las paredes de la estación.
Cuando el tren finalmente se detuvo, dejó que la gente se apresurara por
delante de ella y luego entró al último segundo. Scott y yo nos quedamos en la
línea amarilla, esperando el próximo tren menos abarrotado. Justo cuando las
puertas del tren se cerraron, se dio la vuelta. Nuestros ojos se encontraron.
Parpadeé. Mierda.
—¿Grace?
Presionó la mano en el cristal y articuló—: ¿Matt? —Pero el tren comenzó a
alejarse.
Sin pensarlo, corrí. Corrí como un loco hasta final de la plataforma, mi mano
extendida, deseando que el tren se detuviera, mis ojos nunca dejaron los suyos. Y
cuando me quedé sin plataforma, vi el tren volar en la oscuridad hasta que se
había ido.
Cuando Scott me alcanzó, me miró con cautela. —Vaya, hombre. ¿Qué fue
eso? Parece que viste un fantasma.
—No es un fantasma. Es Grace.
—¿Quién es Grace?
Me quedé estupefacto mirando hacia el vacío que se la tragó. —Una chica que
solía conocer.
—¿Qué, como una que se te escapó? —preguntó Scott.
—Algo así.
—Tuve una de esas. Janie Bowers, la primera chica que me dio una mamada.
Mantuve esa imagen hasta que tenía, como, treinta.
Lo ignoré. En todo en lo que podía pensar era en Grace.
Scott continuó—: Ella era una animadora. Andaba alrededor de mi equipo de
lacrosse en la secundaria. Todos la llamaban La Terapeuta. No sé por qué. Pensé
que sería mi novia después de esa mamada.
—No, no así —le dije—. Grace y yo salimos en la universidad, justo antes de
conocer a Elizabeth.
—Oh, así. Bueno, se veía bien. Tal vez deberías tratar de ponerte en contacto
con ella.
—Sí, tal vez —le dije, pero no creía que hubiera manera de que todavía
estuviera soltera.
Dejé que Brody, el vendedor de Verizon de diecisiete años, me convenciera
de comprar el iPhone más nuevo. En realidad, costaba ocho dólares menos al mes
tener un teléfono nuevo. Ya nada en este mundo tenía sentido para mí. Me distraje
mientras firmaba los documentos porque la imagen de Grace en el tren, flotando
en la oscuridad, corría en un bucle constante en mi mente desde que salimos de la
estación.
Después de la pizza, Scott me mostró cómo jugar Angry Birds. Me pareció
que era un gran paso hacia la superación de mi fobia a la tecnología. La chica que
Scott esperaba ver no estaba trabajando, así que comimos nuestra pizza y nos
dirigimos de regreso a la oficina.
Una vez que me encontraba de vuelta en mi cubículo, busqué en Google el
nombre de Grace en cada posible variación, nombre, segundo nombre, y apellidos;
nombre y apellidos; segundo nombre y apellidos, sin suerte. ¿Cómo era esto
posible? ¿Qué tipo de vida tenía que la mantenía por completo fuera de la Internet?
Pensé en lo que nos sucedió. Pensé en la forma que se veía en el metro,
todavía hermosa, como la recordaba, pero diferente. Nadie describiría a Grace
como linda. A pesar de ser pequeña, era demasiado llamativa para ser linda, con
sus grandes ojos verdes y gran melena de cabello rubio. Sus ojos parecían huecos,
su cara un poco más dura que la última vez que la vi. Sólo me bastó una mirada
para saber que no era el espíritu burbujeante y libre que conocí hace años. Me volví
loco preguntándome como era su vida ahora.
Felicitaciones estallaron de la sala de descanso al final del pasillo. Me acerqué
para presenciar el final del discurso de mi ex esposa anunciando su embarazo a
nuestros compañeros de trabajo. No mucho tiempo después de mi divorcio me
volví muy consciente de que todo el mundo a mí alrededor siguió adelante,
viviendo la vida. Yo estaba estático, de pie en la plataforma, mirando pasar tren
tras tren, deseando saber en cuál de ellos subir. Elizabeth ya se encontraba en la
siguiente parada, formando una familia mientras me escabullía de regreso a mi
cubículo de mierda, con la esperanza de no ser visto. Era indiferente hacia ella y la
noticia del embarazo. Me sentía entumecido<‖ pero‖ de‖ todos‖ modos‖ le‖ envié‖ un‖
correo electrónico, era como una obligación residual que permanecía de nuestro
matrimonio fallido.
Elizabeth:
Felicitaciones. Estoy feliz por ti. Sé lo mucho que querías un hijo.
Te deseo lo mejor, Matt
Dos minutos más tarde, mi correo electrónico sonó.
¿Te deseo lo mejor? ¿En serio? ¿No puedes decir “con amor” después de pasar
más de una década de tu vida conmigo?
No respondí. Tenía prisa. Tenía que regresar al metro.
Cinco días después de que te vi
Traducido por Miry GPE
Corregido por Nikky

Matt
Tomé el maldito tren F, un viaje de una hora desde Midtown hasta Brooklyn
y de regreso todos los días, en el almuerzo, esperando poder encontrarme de
nuevo con Grace, pero nunca lo hice.
Las cosas estaban mal en el trabajo. Hace tres meses, presenté una solicitud
para ir a terreno, pero fue negada. Ahora, tenía que ver a Elizabeth y a Brad
caminar felices mientras la gente los felicitaba por el bebé y el ascenso de Brad, el
cual llegó justo después del anuncio.
Mientras tanto, seguía rechazando cualquier movimiento para seguir
adelante con mi vida. Era un charco estancado de mierda. Me ofrecí voluntario
para regresar a la locación en América del Sur con un equipo de filmación de
National Geographic. Nueva York ya no era lo mismo. Perdió la magia para mí. La
selva amazónica, con todas sus maravillosas y exóticas enfermedades, parecía más
atractiva que recibir órdenes de mi ex esposa y su petulante marido. Pero mi
petición no fue aprobada o negada. Simplemente permaneció en una pila de otras
solicitudes en el escritorio de Scott.
Reflexioné sobre el estado actual de mi vida mientras miraba una pared en
blanco en la sala de descanso de la oficina. Parado junto al enfriador de agua,
sosteniendo un cono de papel medio vacío, hice un recuento de los años
insustanciales que pasé con Elizabeth y me pregunté por qué. ¿Cómo se volvieron
tan terriblemente mal las cosas?
—¿Qué haces, hombre? —La voz de Scott llegó desde la puerta.
Me giré y le sonreí.
—Solo pensando.
—Te ves un poco mejor.
—De hecho, pensaba en cómo terminé a los treinta y seis años, divorciado y
atrapado en un cubículo horrible.
Se acercó a la cafetera y sirvió una taza llena, luego se apoyó en la encimera.
—¿Eras adicto al trabajo? —ofreció.
—No es por eso que Elizabeth me fue infiel. Cayó justo en los brazos flacos de
Brad, y él trabaja más que yo. Demonios, Elizabeth trabaja más que yo.
—¿Por qué vives en el pasado? Mírate. Eres alto. Tienes cabello. Y parece que
—Señaló con su mano mi estómago—, ¿podrías tener abdominales?
—¿Me compruebas?
—Mataría por una cabeza con cabello como ese.
Scott era el tipo de persona que era calvo desde los veintidós años. Se ha
afeitado al estilo Sr. Pelón desde entonces.
—¿Cómo le llaman las mujeres a esa cosa? —Señaló la parte trasera de mi
cabeza.
—¿Moño?
—No, es, como, un nombre más atractivo para eso. A las damas les encanta
esa mierda.
—Lo llaman moño de hombre.
Me estudió.
—Jesús, eres un hombre libre, Matt. ¿Por qué no andas merodeando las
sabanas por un nuevo juego? No puedo verte deprimido de esta forma. ¿Pensé que
habías superado lo de Elizabeth?
Cerré la puerta de la sala de descanso.
—Lo hice. Superé lo de Elizabeth hace mucho tiempo. Ni siquiera puedo
recordar el haber estado enamorado de ella. Me vi envuelto en la fantasía de eso,
viajando juntos, tomando fotos. Sin embargo, siempre faltaba algo. Tal vez trabajé
demasiado. Es decir, de eso hablábamos todo el tiempo, eso es todo lo que
teníamos en común. Ahora mira donde estoy.
—¿Qué sobre la muchacha del metro?
—¿Qué hay con ella?
—No lo sé. ¿Pensé que intentarías contactarla?
—Sí. Tal vez. Es más fácil decirlo que hacerlo.
—Simplemente tienes que arriesgarte. Entrar en las redes sociales.
¿Encontraré a Grace ahí? Iba y venía entre el deseo de hacer todo lo posible
por encontrarla y sentir que era un asunto totalmente inútil. Estaría con alguien.
Sería la esposa de alguien. Alguien mejor que yo. Quería alejarme de todo lo que
me recordara que aún no tenía nada.
—Si te importa tanto, ¿por qué no has aprobado mi solicitud? —le pregunté.
Frunció el ceño. Noté qué tan profunda era la línea entre sus cejas y se me
ocurrió que Scott y yo éramos de la misma edad... y se hacía viejo.
—No me refiero a las sabanas reales, hombre. Huir no resolverá tus
problemas.
—¿Ahora eres mi psiquiatra?
—No, soy tu amigo. ¿Recuerdas cuando solicitaste ese trabajo de escritorio?
Caminé hacia la puerta.
—Solo considerarlo. Por favor, Scott.
Justo antes de que saliera de la habitación, dijo—: Persigues la cosa errónea.
Eso no te hará feliz.
Tenía razón, y podía admitirlo, pero no en voz alta. Pensé que, si podía ganar
un premio más, obtener algún tipo de reconocimiento por mi trabajo, eso podría
llenar el agujero negro devorándome. Pero en el fondo, sabía que esa no era la
solución.
Después del trabajo, me senté en un banco de autobús justo fuera del edificio
de National Geographic. Observé a hordas de personas tratando de llegar a casa,
corriendo por las atestadas aceras de Midtown. Me pregunté si podría juzgar lo
solitaria de una persona en base a cuan apurado o apurada se encontraba. Nadie
que tenga a alguien esperándolo en casa se sienta en un banco de autobús después
de una jornada laboral de diez horas a observar a la gente. Siempre llevaba una
vieja cámara Pentax, de mis días de universitario, en mi bolsa de mensajero, pero
no la utilizaba en años.
La saqué del estuche y empecé a hacer clic mientras la gente iba y venía de los
trenes subterráneos, mientras esperaban los autobuses, llamaban taxis. Esperaba
que a través de la lente pudiera verla de nuevo, como lo hice años antes. Su
espíritu vibrante; la forma en que podría colorear una foto en blanco y negro con
solo su magnetismo. Pensé en Grace a menudo en los últimos años. Algo tan
simple como un olor, como panqueques azucarados en la noche, o el sonido de un
violonchelo en Grand Central o en el Parque Washington Square en un día
caluroso, me podía transportar de regreso a ese año en la universidad. El año que
pasé enamorado de ella.
Ya era difícil para mí ver la belleza de Nueva York. Por supuesto, gran parte
de la chusma y el polvo desapareció, al menos en East Village; que se encontraba
más limpio y más verde, pero esa energía palpable que sentí en la universidad
también se fue. Para mí, por lo menos.
El tiempo pasa, la vida continua, lugares cambian, la gente cambia. Y, aun así,
no podía sacar a Grace de mi mente después de verla en el metro. Quince años es
demasiado tiempo para aferrarse a unos momentos emocionantes de la
universidad.
Cinco semanas después de que te vi

Traducido por Miry GPE


Corregido por Dannygonzal

Matt
―Matt, te estoy hablando.
Levanté la vista para ver a Elizabeth mirando por encima de la separación del
cubículo. ―¿Eh?
―Dije, ¿quieres almorzar con nosotros y pasar por las nuevas fotos?
―¿Quién es “nosotros”?
―Scott, Brad y yo.
―No.
―Matt... ―advirtió―. Tienes que estar ahí.
―Estoy ocupado, Elizabeth. ―Jugaba el Sudoku impreso en la bolsa de papel
café de la tienda de comestibles donde compro mis sándwiches de pavo―. Y, estoy
comiendo. ¿No puedes verlo?
―Se supone que debes comer en la sala de descanso. Puedo oler esas cebollas
por todo el pasillo.
―Eso se debe a tu embarazo ―murmuré contra mi sándwich.
Resopló, luego se giró y caminó por el pasillo, murmurando algo para sí
misma.
Un minuto después, Scott se acercó a mi cubículo. ―Tenemos que ir por esas
fotos, amigo.
―¿No puedo comer en paz? Por cierto, ¿revisaste mi solicitud?
Sonrió. ―¿Aún sigues intentando contactar a la chica del metro?
―Me‖subí‖en‖el metro hacia Brooklyn todos los días durante un mes y no la
vi. Lo intenté.
Era cierto, estuve buscando a Grace. Después del trabajo, iba a todos nuestros
viejos refugios en el East Village; incluso pasé el rato frente a los dormitorios de la
UNY donde vivimos. Nada.
―Mmm. ―Se rascó la barbilla―. Con toda la tecnología que hay, estás
obligado a encontrarla. Tal vez escribió‖ un‖ anuncio‖ de‖ “conexiones‖ perdidas”.‖
¿Buscaste ahí?
Bajé mi sándwich. ―¿Qué es un anuncio de‖“conexiones‖perdidas”?
Entró en mi cubículo. ―Levántate, déjame sentarme ahí. ―Me‖ paré de la
silla. Scott se sentó para entrar a Craigslist en mi computadora, navegando en la
sección de “conexiones‖perdidas”―. Es algo como cuando ves a alguien en público
y tienen una conexión, pero no saben cómo llegar a ellos. Aquí puedes escribir
sobre la experiencia y esperar a que ellos la encuentren.
―¿Por qué no solo pedirles su número cuando los ves?
―Es uno de esos tipos sensibles, cosas de la nueva ola. Como, si no tienes las
pelotas para acercarte a alguien, pero tal vez hay atracción, puedes publicarlo aquí.
Si ellos también lo sintieron, podrían verlo y responder tu mensaje. Sin daño, sin
falta. Escribes en dónde ocurrió, lo que vestías y todo eso, así la otra persona sabe
que eres tú.
Entrecerré los ojos hacia la pantalla, pensando que era una idea estúpida.
―Sí, pero en realidad solía conocer a Grace. Pude saludarla si hubiera tenido más
de un segundo antes de que el tren se alejara.
Se giró en la silla hacia mí. ―Mira, no la encontrarás en el metro. Las
probabilidades están en tu contra. ¿Tal vez ella escribió uno de estos?
―Lo revisaré. Aunque, estoy bastante seguro de que, si quería encontrarme,
no tendría ningún problema. Mi nombre no ha cambiado y aún trabajo en el
mismo lugar.
―Nunca sabes. Solo léelos.
Pasé‖la‖tarde‖completa‖leyendo‖mensajes‖como,‖“Te vi en el parque, llevabas
una chaqueta azul pálido. Nos estuvimos robando miradas el uno al otro. Si te
gusto,‖ll{mame”.‖O,‖“A dónde fuiste esa noche en SaGalls, hablabas de un martini
de‖ cereza‖ y‖ luego‖ te‖ fuiste.‖ Creí‖ que‖ te‖ gusté.‖ ¿Qué‖ pasó?” Y el, oh tan común,
“Quiero‖hacerte‖cosas‖sucias.‖Pensé‖que‖lo‖sabías‖cuando‖decías cosas‖como‖“eso‖es‖
ardiente” y me acariciabas la pierna en el ClubForty.‖Dame‖un‖zumbido”.
Grace no se hallaba ahí, y estaba relativamente seguro de que nadie por
debajo de la edad de treinta podría encontrarse en‖ la‖ sección‖ “conexiones‖
perdidas”.‖Y‖luego‖leí‖un‖mensaje‖llamado‖“Un‖Poema‖para‖Margaret”.

Había una vez un tú y yo


Éramos amantes
Éramos amigos
Antes de que la vida cambiara
Antes de que fuéramos extraños
¿Aún piensas en mí?
―Joe

No podía imaginar a chicos de veinte años llamados Joe y Margaret que


hablaban del pasado de esa manera. De una forma misteriosa, eso transmitía
exactamente lo que sentía por Grace, y por un momento me pregunté si era ella.
Llamé al número y un hombre respondió.
―Hola, ¿eres Joe? ―pregunté.
―No, esta es la tercera vez que alguien llama hoy preguntando eso. Seguro
Joe es un chico popular, pero no vive aquí.
―Gracias.
Colgué. De repente, la habitación se oscureció, a excepción de un juego de
luces fluorescentes por encima de mi cabeza y la lámpara de escritorio en mi
cubículo. Desde el pasillo, Scott gritó―: ¡Dejaré esa para ti, Matt! Ve por ello. ―Él
sabía exactamente lo que yo hacía. Quizás Grace encontrará el mensaje, tal vez no.
De cualquier forma, tenía que escribirlo, por ninguna otra cosa que mi propia
tranquilidad mental.

Para mi primera esposa, la Lovebird de ojos verdes.


Nos conocimos hace quince años, casi el mismo día que mudé mis cosas a la
habitación de los dormitorios de la UNY junto a la tuya.
Tú nos llamaste buenos amigos. Me gusta pensar que éramos más.
Vivíamos solamente para la emoción de buscarnos a nosotros mismos a través de la
música y fotografía, pasábamos el rato en el Parque Washington Square, y todas las cosas
raras que hacíamos para ganar dinero. Aprendí más sobre mí mismo ese año que en
cualquier otro.
Perdimos contacto el verano cuando fui a América del Sur. Regresé y te habías ido.
No quedó nada en tu dormitorio vacío, solo la vieja guitarra y un toque de tu perfume.
¿Cuál era? ¿Lila?
Nuestra Asistente de Residencia, la que se parecía a David Bowie y olía como a
palitos de pescado, dijo que te fuiste a viajar por el mundo. Espero que lograras verlo.
Espero que la vida te trate bien.
No te volví a ver hasta hace un mes. Era miércoles. Estabas meciéndote sobre tus
tacones, balanceándote en esa gruesa línea amarilla que corre a lo largo de la plataforma,
esperando el tren F. No sabía que eras tú hasta que fue demasiado tarde, y entonces te
habías ido. Dijiste mi nombre, lo vi en tus labios. Intenté hacer parar el tren, sólo para
poder decirte hola.
Después de verte, todos los sentimientos y recuerdos de la juventud regresaron
inundándome, y ahora he pasado la mayor parte del mes preguntándome cómo es tu vida.
Puede ser que esté totalmente loco, pero, ¿te gustaría tomar una copa conmigo y ponernos
al día sobre la última década y media?
M
(212)-555-3004
Cuando te conocí
Traducido por Nikky
Corregido por Ana Avila

Matt
Fue un sábado cuando nos conocimos en los dormitorios. Ella leía una revista
en el salón mientras yo luchaba por el pasillo con mi escritorio de madera de
diecinueve años. Fue la única cosa que mi madre envió desde California, aparte de
una caja, mi equipo fotográfico, y un bolso de lona con ropa.
Cuando miró en mi dirección, me congelé torpemente, con la esperanza de
que mirara más allá de mí mientras equilibraba el escritorio con poca delicadeza.
No tuve esa suerte.
En su lugar, me miró directamente a los ojos, inclinó la cabeza hacia un lado,
y entrecerró los ojos. Parecía como si intentara recordar mi nombre. No nos
habíamos conocido, me hallaba seguro de eso. Nadie podría olvidar un rostro
como el suyo.
Permanecí quieto, paralizado, mientras la observaba. Tenía grandes e
incandescentes ojos verdes, encendidos con energía que exigía atención. Su boca se
movía y yo la miraba fijamente; pero no podía oír una palabra de lo que decía,
todo en lo que podía pensar era en lo singularmente hermosa que era. Las cejas,
que enmarcaban sus grandes ojos en forma de almendras, eran más oscuras que su
pelo rubio casi blanco, y su piel parecía tener un sabor dulce al gusto.
Oh, Dios mío, ¿estoy pensando en qué sabor tendría la piel de esta chica?
—¿Bueller1?
—¿Eh? —Parpadeé.
—Pregunté si puedo ayudarte. —Sonrió lastimosamente, y luego señaló el
escritorio que tenía equilibrado sobre mi rodilla.
—Claro, sí. Gracias.
Sin dudarlo, dejó a un lado su revista, agarró un extremo del escritorio, y
comenzó a caminar hacia atrás mientras yo luchaba por mantener el ritmo.
—Soy Grace, por cierto.
—Gusto en conocerte —dije, sin aliento. El nombre le quedaba.
—¿Tienes un nombre?
—Una más —dije, haciendo un gesto con la cabeza.
—¿Te llamas Una Más? Eso es un poco desafortunado, pero hace que me
pregunte cómo se les ocurrió a tus padres. —Sonrió.
Solté una risa nerviosa. Era increíblemente hermosa pero también un poco
rara.
—Quiero decir que nos falta una habitación.
—Lo sé, tonto. Aún estoy esperando ese nombre.
—Matt.
—Entonces, Matty Una Más —dijo después de detenerse frente a mi
habitación—. ¿Cuál es tu especialidad?
—Fotografía.
—Oh, ¿así que debo reconocerte de Tisch2?
—Nop. Es mi primer año.
Se quedó perpleja. Le recordé a alguien. Tenía la esperanza de que fuera a
alguien que le gustaba. Después de que bajamos el escritorio, me moví por su lado
para abrir la puerta. Con mi cabeza agachada, le hablé a mis zapatillas—: Sí, me
transferí de la Universidad de California del Sur.
—¿De verdad? Nunca he estado en California. No puedo creer que dejaste la
UCS para venir a instalarte a la Casa Vejete.

1 Referencia‖de‖la‖película‖“Un experto en diversión” (en‖inglés‖Ferris‖Bueller’s‖Day‖Off);‖se‖utiliza


como relleno cuando nadie responde a una pregunta o afirmación.
2 Famosa escuela de las artes ubicada en Nueva York.
—No era mi escena. —Giré y me apoyé en la puerta antes de abrirla.
Nuestros ojos se encontraron unos pocos segundos demasiado largos, y ambos
apartamos la mirada—. Tenía que salir de California por un tiempo. —Me
encontraba nervioso hablando pero no quería que se fuera—. ¿Quieres entrar y
pasar el rato mientras desempaco mis cosas?
—Claro.
Apoyó una pila de libros contra la puerta para que no se cerrara, y luego me
ayudó mientras metía el escritorio para colocarlo en la esquina. Se subió y se sentó
con las piernas cruzadas, como si fuera a meditar o levitar. Le eché un vistazo a mi
habitación de nuevo, por segunda vez en el día. Venía con los muebles de un
dormitorio estándar incluidos, una cama doble extra-larga de metal, un escritorio
que usaría para mi equipo fotográfico, un viejo equipo de música en el suelo que la
persona anterior había abandonado, y una estantería vacía. La gran caja que había
traído contenía algunos de mis discos favoritos, libros, discos compactos y fotos.
Mi mejor trabajo en la UCS se hallaba apelmazado dentro de un portafolio de
cuero. Grace de inmediato lo agarró y comenzó a hojear las páginas. Había dos
ventanas largas y estrechas que bañaban la habitación con la luz del sol,
iluminando el rostro de Grace a la perfección. Era como si la luz emanara de ella.
—Guau, ésta es increíble. ¿Es tu novia? —Levantó una fotografía de una chica
preciosa, con ojos demoniacos, la curva de su cuerpo desnudo expuesta.
—No, no era mi novia. Sólo una amiga. —Esto era cierto, pero también era
cierto que gesticuló con la boca: ¿Quieres follarme? justo cuando tomé la foto
mientras mi amigo, y su novio, nos observaban en silencio. Como dije, la UCS no
era mi escena.
—Oh —dijo en voz baja—. Bueno, es una foto genial.
—Gracias. La luz aquí es fantástica. ¿Tal vez pueda tomar un par de ti? —Vi
el movimiento de su cuello mientras tragaba. Sus ojos se abrieron y me di cuenta
que pensó que quería una fotografía de ella desnuda—. Eh, con la ropa puesta, por
supuesto.
Su expresión se suavizó.
—Claro, me encantaría. —Siguió mirando fijamente la fotografía—. Pero creo
que podría modelar para ti como esta chica, si lo haces así. —Me miró con sus ojos
verdes—. Quizás algún día, cuando nos conozcamos por más tiempo. Ya sabes,
¿por amor al arte? —Sonrió.
Traté de no imaginarla desnuda.
—Sí, por amor al arte. —Y vaya que era una obra de arte. Vestía una camisa
de hombre blanca, las mangas arremangadas hasta el codo, con los dos botones
superiores abiertos. Las uñas de sus pies de color rosa llamaron mi atención antes
de que mi mirada se moviera hasta la piel asomándose desde un agujero en la
rodilla de sus pantalones. Vi cómo empezó a trenzar su largo cabello rubio sobre
su hombro. No podía apartar mis ojos de ella y se dio cuenta, pero en lugar de
decir algo grosero, simplemente sonrió.
—Entonces, ¿por qué la llamaste la Casa Vejete? —pregunté mientras me
miraba desempacar la caja grande. Necesitaba distraerme para así dejar de mirarla
fijamente.
—Porque es jodidamente aburrido aquí. En serio, he estado aquí una semana
y ya siento a mi alma morir.
Me reí del dramatismo.
—Eso está mal, ¿eh?
—No he tocado el violonchelo desde que me mudé, tengo miedo que las
personas se quejen. Ah, por cierto, tendrás que dejarme saber si mi forma de tocar
se vuelve demasiado fuerte para ti. Sólo golpea en la pared o algo así.
—¿Qué quieres decir?
—Mi habitación es la de al lado. Las salas de ensayo se encuentran demasiado
lejos, por lo que es probable que termine practicando mucho en mi habitación. Soy
estudiante de música.
—Es realmente genial. Me encantaría escucharte tocar alguna vez. —No
podía creer que su habitación se encontraba justo al lado de la mía.
—Cuando sea. Por lo tanto, no muchas personas optan por vivir en los
dormitorios su último año. ¿Cuál es tu excusa?
—No podía permitirme otra cosa. —Me di cuenta que llevaba una insignia
con símbolos griegos—. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo es que no vives en la casa de
hermandad?
Señaló el prendedor sobre su pecho.
—Ah, ¿esto? Es falso. Bueno, no es falso, lo robé. Vivo aquí porque soy
demasiado malditamente pobre para vivir en otro sitio. Mis padres no tienen el
dinero para contribuir en mi colegiatura, y me es difícil mantener un puesto de
trabajo ya que tengo que practicar mucho. Lo utilizo para recibir comidas gratis en
el patio de comidas de la calle catorce. —Sostuvo su puño en alto y golpeó el aire—
. ¡Pi Beta Fi, macarrones con queso para vivir!
Era adorable.
—No me imagino que este lugar sea demasiado aburrido contigo aquí.
—Gracias. —Levanté la mirada para pillarla ruborizándose—. En realidad, no
tengo mucho espíritu escolar, pero mis compañeros de música vendrán y animarán
las cosas para nosotros una vez que comiencen las clases y todo el mundo esté de
vuelta en la ciudad. Viví con un montón de gente en un apartamento de mierda
durante el verano y me acostumbré a tener un montón de amigos alrededor. Ha
sido realmente aburrido aquí. Hasta ahora, la mayoría de los residentes son
reservados.
—¿Por qué no fuiste a casa por el verano?
—No hay espacio. La casa de mis padres es pequeña y tengo tres hermanas
menores y un hermano. Todos ellos siguen viviendo ahí. —Se bajó del escritorio y
caminó hasta el otro lado de la habitación para revisar las cosas que había
desempacado y apilado en el suelo—. ¡No puede ser! —Levantó el álbum Grace de
Jeff Buckley—. Él es prácticamente la razón por la que vine a la Universidad de
Nueva York.
—Es un genio. ¿Lo has visto tocar? —pregunté.
—No, sin embargo, me muero de ganas. Creo que ahora vive en Memphis.
Me mudé desde Arizona a Nueva York y luego pasé mis tres primeros meses aquí
buscándolo en East Village. Soy una completa fanática. Alguien me dijo que se fue
de Nueva York hace mucho tiempo. Todavía escucho Grace todos los días. Es como
mi biblia musical. Me gusta fingir que nombró el álbum por mí. —Se rio entre
dientes—. ¿Sabes qué? Te pareces un poco a él.
—¿En serio?
—Sí, tienes mejor cabello, pero ambos tienen esos oscuros y profundos ojos. Y
a ambos se les ve bastante bien esa barba desaliñada.
Toqué mi barbilla con mis nudillos y sentí un dejo de inseguridad.
—Necesito afeitarme.
—No, me gusta. Se ve bien en ti. Tienes esa contextura delgada, también, pero
creo que eres un poco más alto. ¿Cuánto mides?
—Un metro ochenta y cinco.
Asintió.
—Sí, creo que es mucho más bajo.
Me recosté sobre mi cama, apoyé mis manos detrás de mi cabeza, y la miré
con diversión. Levantó un lector portátil de Beat. —Guau. Con seguridad somos
almas gemelas. Por favor, dime ¿encontraré algo de Kurt Vonnegut3 aquí?
—Definitivamente encontrarás algo de Vonnegut. Pásame ese disco de allí y lo
pondré —dije, señalando Ten de Pearl Jam.
—Debo ir a practicar‖ en‖ un‖ minuto,‖ pero‖ ¿pondrías‖ “Realease”? Es mi
favorita de este álbum.
—Claro, siempre que pueda fotografiarte.
—Está bien. —Se encogió de hombros—. ¿Qué debo hacer?
—Haz lo que sea que se sienta natural.
Puse el disco en el equipo de música, tomé mi cámara, y comencé a sacar
fotos. Se movió por la habitación al ritmo de la música, girando y cantando.
En algún momento, se detuvo y miró sombríamente a la lente.
—¿Me veo muy tonta?
—No —dije mientras seguía presionando el disparador—. Te ves preciosa.
Me dio una sonrisa tímida y luego su diminuto cuerpo bajó al piso de
madera, en cuclillas como un niño. Estiró el brazo y recogió un botón. Continué
tomando foto tras foto.
—Alguien perdió un botón —dijo con una voz cantarina.
Levantó la vista desde el suelo, directo a la lente, y entrecerró los ojos, sus
penetrantes ojos verdes brillando. Presioné el disparador.
Se puso de pie, extendió la mano y me lo entregó.
—Aquí tienes. —Haciendo una pausa, levantó la mirada al techo—. Dios, me
encanta esta canción. Ahora me siento inspirada. Gracias, Matt. Mejor corro. Fue
muy agradable conocerte. ¿Tal vez podamos pasar el rato de nuevo?
—Sí. Te veo luego.
—Seré difícil de pasar por alto. Estoy justo al lado, ¿recuerdas?
Desapareció por la puerta y luego, un momento después, justo cuando Eddie
Vedder cantaba las letras finales, escuché las profundas cuerdas de un violonchelo a
través de las delgadas paredes del dormitorio. Tocaba‖“Realease". Moví mi cama al

3Kurt Vonnegut, escritor de la generación Beat, fue una generación con nueva forma de ver las
cosas que dejó su principal influencia y legado en la posterior contracultura o movimiento hippie.
otro lado de la habitación, hasta que se hallaba contra la pared que Grace y yo
compartimos.
Me quedé dormido con el sonido de ella practicando hasta altas horas de la
noche.

Mi primera mañana en los dormitorios consistió en comer una barra de


granola rancia y reorganizar tres muebles hasta estar feliz con el pequeño espacio
que podría llamar hogar por el próximo año. En una pasada, descubrí una nota
pegada en la parte inferior del cajón vació en el escritorio que traje de casa. Decía:
“No olvides llamar a tu madre” con la letra de mi madre. No dejaría que me olvidara,
y me encantaba eso de ella.
Encontré el teléfono público en el primer piso. Una chica que llevaba una
sudadera y gafas de sol oscuras se sentó en la esquina, sosteniendo el auricular del
aparato en su oreja.
—No puedo vivir sin ti, Bobbie —exclamó, secándose las lágrimas de sus
mejillas. Sollozó y luego señaló una caja de pañuelos—. ¡Oye, tú! ¿Me pasas eso?
Tomé la caja de pañuelos del borde de una mesa cerca de un sofá desgastado
que olía ligeramente a doritos y se la entregué.
—¿Vas a tardar mucho tiempo?
—¿En serio? —Deslizó las gafas hasta la punta de su nariz y me miró por
encima.
—Tengo que llamar a mi mamá. —Sonaba patético. Más patético que esta
chica.
—Bobbie, me tengo que ir, un tipo tiene que llamar a su mami. Te llamaré en
quince minutos, ¿de acuerdo? Sí, un tipo. —Me miró de arriba abajo—. Lleva una
camiseta de Radiohead. Sí, patillas... flaco.
Levanté mis manos como diciendo: ¿Cuál es tu problema?
—Está bien, Bobbie, te quiedo, adiós. No, cuelga tú... no, tú primero.
—Vamos —susurré.
Se puso de pie y colgó el teléfono.
—Es todo tuyo.
—Gracias —dije. Rodó los ojos—. Te quiedo —señalé mientras se alejaba.
Saqué mi tarjeta de llamadas de mi billetera y marqué el número de mi
madre.
—Hola.
—Hola, mamá
—Matthias, ¿cómo estás, cariño?
—Bien. Recién terminé de instalarme.
—¿Has llamado a tu padre?
Hice una mueca. Me trasladé a UNY para poner a todo un país entre yo y la
decepción de mi padre. Incluso después de ganar premios de fotografía en la
universidad, todavía cree que no tengo un futuro en ello.
—No, sólo tú hasta ahora.
—¡Qué suerte la mía! —dijo con seriedad—. ¿Cómo son los dormitorios? ¿Ya
has visto el laboratorio fotográfico? —Mi mamá era la única que me apoyaba. Le
encantaba ser el sujeto de mis fotos. Cuando era joven, me dio la vieja cámara Ciro-
Flex de su padre, la cual comenzó mi obsesión. A los diez, tomaba fotos de todos y
todo lo que podía.
—Los dormitorios están bien, y el laboratorio es genial.
—¿Has hecho amigos?
—Una chica. Grace.
—Ahhh...
—No, no es así, mamá. Somos simplemente amigos. La conocí ayer y hablé
con ella por un minuto.
Chica “te-quiedo” se hallaba de vuelta. Se sentó en el sofá, inclinándose sobre
el brazo dramáticamente, y me miraba fijamente, de arriba a abajo. La extraña cara
que puso cuando me miró, me inquietó.
—¿Está en las artes, como tú?
—Sí, música. Fue agradable. Amigable.
—Eso es maravilloso. —Pude oír el sonido de platos chocando. Pensé
distraídamente que mi mamá no tendría que lavar los platos si aún estuviera
casada con mi papá. Mi padre era un exitoso abogado de espectáculo, mientras que
mi mamá enseñaba arte en una escuela privada por un salario miserable. Se
divorciaron cuando tenía catorce años. Mi padre volvió a casarse de inmediato,
pero mi mamá permaneció soltera. Al crecer, elegí vivir con mi padre y mi
madrastra, a pesar de que la pequeña cabaña de mi madre en Pasadena siempre se
sintió más como un hogar. Había más espacio para mi hermano y para mí donde
mi padre.
—Bien, eso es bueno. ¿Alexander te dijo que le pidió a Mónica que se casara
con él?
—¿En serio? ¿Cuándo?
—Unos días antes de que te fueras. Pensé que a estas alturas ya te habrías
enterado.
Mi hermano y yo no hablábamos, en especial de Mónica, quien una vez fue
mi novia. Estaba siguiendo los pasos de mi papá y se encontraba a punto de pasar
el examen para ser abogado en California. Pensaba que yo era un perdedor.
—Bien por él —dije.
—Sí, están hechos el uno para el otro. —Hubo un par de segundos de
silencio—. Encontraras a alguien, Matt.
Me reí.
—Mamá, ¿quién dijo que me encuentro buscando a alguien?
—Sólo mantente alejado de los bares.
—Iba a más bares antes de los veintiuno de lo que lo hago ahora. —Chica “te-
quiedo” me rodó los ojos—. Tengo que irme, mamá.
—Está bien, cariño. Llámame de nuevo pronto. Quiero saber más sobre
Grace.
—Bueno. Te quiedo, mamá. —Le guiñé un ojo a la chica mientras me miraba
fijamente a un metro de distancia.
—¿También te quiedo? —Se rio.
Eras como una luz

Traducido por Alessandra Wilde & Vane Farrow


Corregido por Cate

Matt
Maté el tiempo reorganizando mi portafolio. Sabía que en algún momento
tenía que salir y hacer amigos, pero por ahora tenía la esperanza de atrapar a una
persona en particular, ya sea cuando entre o salga. No estoy seguro de cuán obvio
estaba siendo al dejar mi puerta abierta, pero no me importaba, sobre todo cuando
por fin oí la voz de Grace desde el pasillo.
—Toc-toc. —Me levanté para ponerme una camisa pero abrió la puerta con su
dedo índice antes de que tuviera tiempo.
—Oh, lo siento —dijo.
—No te preocupes. —Abrí la puerta por completo y le sonreí—. Hola, vecina.
Se apoyó en el marco de la puerta mientras sus ojos se posaron en mi cara y
viajaron por mi pecho, hasta donde mis vaqueros colgaban debajo de mis
calzoncillos, y luego más abajo a mis botas negras.
—Me gustan tus... botas. —Regresó la mirada a mis ojos. Tenía la boca abierta
ligeramente.
—Gracias. ¿Quieres entrar?
Negó con la cabeza.
—No, en realidad vine para ver si querías almorzar. Es gratis —dijo
rápidamente, y antes de que tuviera tiempo de responder, añadió—: En realidad,
te van a pagar.
—¿Cuál es este lugar de almuerzo gratis y remunerado del que hablas? —Le
arqueé una ceja.
Se rió.
—Sólo tienes que confiar en mí. Vamos, agarra una camiseta. Andando.
Me pasé la mano por el pelo, el cual sobresalía en todas direcciones por el
momento. Sus ojos se posaron en mi pecho y los brazos de nuevo. Era difícil para
mí apartar la vista de su rostro en forma de corazón, pero bajé la mirada y encontré
sus manos jugueteando a los costados. Llevaba un vestido negro con flores en él,
medias y pequeñas botas negras. Se balanceó sobre sus talones un par de veces. Me
recordaba a un colibrí, una de esas personas que siempre están en movimiento,
siempre inquietas.
—Dame un segundo —le dije—. Necesito un cinturón. —Busqué entre mis
pertenencias en el suelo, pero no pude encontrar uno. Mis pantalones estaban
prácticamente colgando en ese punto.
Grace se dejó caer en la cama y me miró. —¿No cinturón?
—No puedo encontrarlo.
Saltó y se dirigió a una ruma de mis zapatos cerca del armario. Tiró de los
cordones de una de mis Converse e hizo lo mismo con una de mis Vans y anudó
los extremos. —Esto debería servir.
Tomé el cinturón hecho de cordones y lo pasé a través de los bucles.
—Gracias.
—No hay problema.
Cuando me puse mi camiseta negra de Ramones, me sonrió con apreciación.
—Me gusta esa. ¿Listo?
—Vámonos, G.
Trotamos por los tres tramos de escaleras y Grace abrió las puertas de cristal
del edificio con un empujón. Caminando delante de mí, alzó los brazos de par en
par y miró hacia el cielo.
—¡Qué gran jodido día! —Se dio la vuelta y tomó mi mano—. ¡Vamos, es por
aquí!
—¿Debo preocuparme? ¿Qué tan lejos está?
—Está a unas seis cuadras. Y no, no debes preocuparte. Vas a sentirte bien
con esto. Tu corazón se sentirá bien, tu billetera se sentirá bien, y tu barriguita se
sentirá bien.
No conocía a nadie con más de doce años que siguiera utilizando la palabra
"barriguita". Caminamos juntos, hombro con hombro, absorbiendo el calor
irradiado por el hormigón.
—Te oí tocar anoche —le dije.
Me miró con nerviosismo.
—¿Fue demasiado ruidoso?
—Para nada.
—Mi amiga Tati vino y practicó conmigo. Ella toca el violín. Espero que no te
mantuviéramos despierto.
—Me gustó mucho, Grace —le dije, en serio—. ¿Cómo aprendiste a tocar?
—Aprendí sola. Mi mamá me consiguió un violonchelo en una venta de
garaje cuando tenía nueve años. No teníamos mucho dinero, como estoy segura
que ya te habrá dado cuenta. No hay trastes en un violonchelo por lo que requiere
una gran cantidad de entrenamiento del oído. Solo empecé a escuchar un montón
de grabaciones y traté de recrear los sonidos. Tuve una guitarra después de eso y
luego un piano cuando tenía doce años. En la secundaria, mi profesor de música
me escribió una carta loca de recomendación. Así es como llegué aquí. Sin
embargo, tuve unos problemas el año pasado, y no estaba segura de si me
quedaría.
—¿Por qué?
—No tuve ningún entrenamiento formal fuera de mi orquesta de la escuela
secundaria, y este lugar es realmente competitivo. Estoy sobre todo tratando para
volverme lo suficientemente buena para ser un músico de estudio.
—¿Qué tipo de música te gusta tocar?
—Me gusta tocar de todo. Me gusta mucho el rock and roll, pero me gusta el
material clásico, también. A pesar de que es un gran peso que llevar, me encanta el
violonchelo. Me encanta cómo su textura puede ser gruñona o lisa. Cuando toco
las cuerdas sin un arco, me recuerda a cuando hago saltar las rocas, y no puedo
dejar de imaginar a esos pequeños guijarros planos contra el agua quieta. —Me
detuve. Caminó unos pasos adelante y luego se volteó hacia mí—. ¿Qué pasa?
—Esa fue una manera muy hermosa de decirlo, Grace. Nunca he pensado
acerca de la música de esa manera.
Suspiró. —Sólo desearía que la pasión fuera suficiente.
—No hay algo correcto o incorrecto en el arte. Mi mamá siempre decía eso.
Detecté un leve asentimiento y luego hizo un gesto hacia la calle.
—Vamos, tenemos que cruzar.
Estaba completamente perdido en Nueva York y no había logrado
orientarme, ni siquiera había aprendido cómo usar el metro, por lo que tener a
Grace conmigo disminuyó la novedad aterradora de la gran ciudad.
—¿Así que tienes novio?
Continuó mirando hacia adelante, pero no perdió el ritmo. —No, no tengo
citas.
—¿Sólo sexo ocasional? —Sonreí.
Se sonrojó.
—Una dama nunca cuenta. ¿Qué hay de ti?
—Tuve una novia durante un par de años al salir de la escuela, pero nada
serio desde entonces. Ella está comprometida con mi hermano ahora, así que mi
historial es bastante impresionante.
—¿Estás bromeando?
—Nop.
—¿No es eso raro? Quiero decir, ¿qué pasó?
—Me dejó la misma semana que declaré mi especialidad. Mi padre, también
—dije la última parte en voz baja.
—¿Tuvieron una buena relación?
—El padre de Mónica y mi papá son socios en el mismo bufete de abogados.
Como que planearon todo. Me gustaba al principio, pero en realidad nunca pensé
en un futuro con ella. Ella quería que me especializara en leyes, pero no era lo mío.
Teníamos diferentes intereses. Era lo mejor. Nos separamos, y luego dos semanas
más tarde ella estaba saliendo con mi hermano. Nunca hablé con él al respecto.
Hay un montón de cosas estúpidas que pude haber dicho, pero no quería
rebajarme a su nivel. Él puede tenerla.
—¿Te rompió el corazón?
—De ningún modo. Supongo que eso es bastante revelador. La parte más
difícil para mí es no reírme de toda la cosa estúpida cuando estoy cerca de ellos.
Esa es otra razón por la que tenía que salir de Los Ángeles. Mi hermano acaba de
graduarse de la escuela de derecho y le gusta restregármelo en la cara. Toma todo
en mí no recordarle que va a tener que vivir el resto de su vida sabiendo que me he
follado a su esposa.
—Oh. —Grace pareció sorprendida por un momento, y sus mejillas se
sonrojaron. No estaba seguro de si la ofendí.
Caminamos en silencio mientras me reprendía a mí mismo por ser tan franco
hasta que Grace señaló un letrero.
—Aquí estamos.
—¿Vamos a almorzar en el Centro de Plasma de Nueva York?
—Sip. Así que, este es el trato. Para tu primera vez sólo puedes hacer que te
saquen plasma. Asegúrate de comer tantos pretzels gratuitos y barras de granola
que puedas y beber la mayor cantidad de jugo, también. Luego, puedes pasar el
rato conmigo mientras me sacan mis plaquetas.
—Espera. . . ¿eh?
—Sí, se demoran, como, una hora para extraer las plaquetas, lo que realmente
nos da tiempo para darnos un festín. Luego te darán veinticinco dólares y a mí
cincuenta.
Traté de procesar lo que acababa de decirme, pero cuando se echó a reír, no
podía dejar de reír, también.
—Crees que estoy loca, ¿eh?
—No, creo que esta una gran idea. Eres brillante.
Me dio un codazo juguetonamente. —Vamos a llevarnos bien.
Una vez que estuvimos en el interior del banco de sangre, todo el mundo
detrás del mostrador reconoció a Grace y sonrió o nos saludó mientras
permanecíamos de pie en la fila.
—¿Vienes mucho por aquí?
—Esa es una vieja frase de coqueteo, Matt. Creo que necesitas nuevo material.
—Me gustan mucho las chicas con grandes plaquetas.
—Mucho mejor. Ahora tienes mi atención. Estás de suerte, porque me gustan
mucho los chicos llamados Mathew.
—Es Matthias, en realidad.
—¿No me digas? —Inclinó la cabeza hacia un lado—. Nunca he oído ese
nombre antes. ¿Es bíblico?
—Sip. Significa: semejante a Dios.
—Detente.
—No, en serio. Significa extremidad semejante a Dios. —Le tomó un segundo
para comprender lo que decía. Intenté no sonreír.
Su boca se abrió en una perfecta O.
—Eres... —Sacudió la cabeza y luego tomó mi mano y me llevó hacia el
mostrador.
—¿Qué? ¿Qué soy?
—¡Un sinvergüenza! —Volvió su atención a la recepcionista—. Hola Jane.
Este es mi amigo, Matthias. Tiene una excelente sangre y le gustaría vender un
poco.
—Has venido al lugar correcto. —Reunió algunos formularios de debajo del
mostrador—. ¿Cuál es tu apellido de nuevo, Grace? —dijo mientras hojeaba un
archivo.
—Starr.
—Eso es correcto, ¿cómo podría olvidarlo? Y estarás dando simplemente
plasma hoy, ¿Matthias<?
—Sí. Y es Matthias William Shore, si necesitas mi nombre completo.
Grace me miró de reojo. —Bueno, Matthias William Shore, soy Graceland
Marie Starr. Encantada de conocerte. —Extendió la mano para estrechar la mía.
Besé la parte posterior de esta. —El placer es todo mío. Graceland, ¿verdad?
Se sonrojó. —Mis padres son fans de Elvis.
—Un nombre encantador para una señorita encantadora.
La mujer detrás del mostrador puso un abrupto final a nuestro intercambio
cortés.
—¿Solo sangre, Grace, o plaquetas también?
—Hoy, voy a estar vendiendo mis enormes y exuberantes plaquetas. —Se
inclinó y me susurró al oído—. ¿Estás encendido?
Me reí. Ella podía ser descarada, pero eso no ocultaba su lado dulce y tímido.
Había algo en ella que me hacía querer conocerla en todas las formas posibles.
Después de que los formularios fueron llenados y los análisis de sangre
hechos, nos llevaron en una gran sala donde había otras diez personas a las que les
extraían sangre. Nos quedamos uno frente al otro en camas inclinadas. Grace me
miró con una sonrisa mientras insertaban una vía en mi brazo. Fue conectada a una
máquina que extraía la sangre de un brazo, removía las plaquetas, y luego
devolvía el plasma al otro. Me atiborré con los pretzels y esperé que mi sangre
goteara en la bolsa de plástico. Sostuvo su jugo en el aire y dijo—: Salud.
Me empecé a sentir mareado, casi borracho. Un vacío negro comenzó a llenar
mi visión a los lados.
—La mejor cita de todas —le dije todo atontado, sosteniendo mi caja de jugo
hacia ella.
Me sonrió, pero había compasión en sus ojos.
—¿Quién dijo algo acerca de una cita? —Le di un encogimiento de hombros
letárgico—. Vamos a hacer un trato. Si pasas esto sin desmayarte, voy a dejar que
me lleves en una cita real —dijo, antes de que todo se desvaneciera en la oscuridad.
Las sales aromáticas funcionaban, al parecer. Mis ojos se abrieron para
encontrar una enfermera que se parecía a Julia Roberts en Mystic Pizza inclinada
sobre mí. Sus cejas pobladas fruncidas y su gran cabello se agito cuando habló.
—¿Estás bien, cariño?
Asentí.
—Eso creo. ¿Por qué estás al revés?
Me sonrió.
—La cama puede voltearse por lo que si te desmayas, podemos elevar tus
pies por encima de tu corazón.
Estaba totalmente ido.
—Gracias nena. Me salvaste.
—No hay problema, nene. —Se rió entre dientes.
Miré al otro lado de la habitación hacia Grace, que parecía apática.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja. Asentí.
Después de que retiraron la aguja y me llenaron con bocadillos azucarados, la
enfermera me ayudó a ponerme de pie.
—Puedes quedarte todo el tiempo que necesites —me aseguró.
—Estoy bien. Sólo voy a sentarme con mi amiga de allá.
Me arrastré hacia Grace, quien empezaba a lucir pálida y cansada.
Sentándome en la silla junto a su cama, me di cuenta de que piel de gallina cubría
sus brazos y sus piernas. Su vestido llegaba sobre sus muslos mientras cabeceaba
contra el reposacabezas. Se dio cuenta de mi mirada y discretamente tiró del
dobladillo de su vestido hacia abajo.
—Oye —le dije mientras miraba por encima de ella y estudiaba la máquina
de molinetes y tubos. Se veía como un artilugio de Willy Wonka.
—Oye tú —dijo en voz baja.
—¿Estás bien?
—Sí, solo un poco cansada y con frío. —Dejó que sus ojos se cerraran. Me
puse de pie y froté mis manos arriba y abajo de sus brazos.
Con los ojos apenas abriéndose, me lanzó una pequeña sonrisa y susurró—:
Gracias, Matt.
Cuando la enfermera se acercó, rápidamente llamé su atención.
—Disculpe, enfermera. Ella está congelándose y parece un poco fuera sí.
—Eso es normal. Voy a traerle una manta —dijo, haciendo un gesto hacia una
silla cercana.
Corrí y la agarré antes de que la enfermera incluso tuviera tiempo de darse la
vuelta. Cubrí a Grace hasta el cuello y luego metí la manta a los costados para que
estuviera completamente en un capullo.
—Perfecto —le dije—. Un burrito de Grace.
Se rió en silencio y luego cerró los ojos.
Volví a sentarme en la silla y observé a mi nueva amiga. No llevaba mucho
maquillaje, o nada en absoluto. Sus pestañas eran largas, su piel sin defectos, y olía
a lilas y polvo para bebés. En el poco tiempo que la había conocido, me di cuenta
de cuan conocedora parecía sobre el mundo a su alrededor, había una fragilidad
conmovedora acerca de ella, una inocencia infantil que detecté inmediatamente.
Llegó a través de sus ojos y gestos tímidos.
Echando un vistazo alrededor de la habitación, me di cuenta de algunas
personas que lucían desamparadas, y un hombre sucio, obviamente, muy ebrio en
la esquina haciendo un alboroto por el hecho de que no habían más galletas Oreo
en la cesta de merienda.
Apoyando mi cabeza, dejé que mis ojos se cerraran, y luego me fui a la deriva
en un sueño ligero, escuchando el sonido de la máquina por encima de mí,
extrayendo las plaquetas de Grace y luego bombeando la sangre de nuevo en su
cuerpo. Me pregunté cuántas veces había hecho esto por cincuenta dólares.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que sentí una mano delicada en mi hombro.
—Matty, levántate, vamos. —Abrí los ojos y levanté la vista para encontrar a
Grace, con mejillas rosadas y una sonrisa de oreja a oreja. Me dio veinticinco
dólares—. Dulce, ¿eh? —Pareció volver a la normalidad y totalmente equilibrada,
con su pequeño bolso colgado a través de su cuerpo—. ¿Necesitas una mano? —Se
acercó a mí.
—Nop. —Salté de la silla—. Me siento de maravilla.
—No te ves tan de maravilla.
Un mechón de cabello se había salido de su cabello amarrado. Extendí la
mano para meterlo detrás de su oreja, pero se estremeció.
—Yo sólo iba a...
—Oh, lo siento. —Se inclinó, así que extendí la mano de nuevo y esta vez me
dejó meter el cabello detrás.
—Hueles bien —le dije. Se encontraba sólo a centímetros de mi rostro,
mirándome. Sus ojos se centraron en mis labios. Los lamí y luego me acerqué un
centímetro más.
Ella apartó la vista.
—¿Listo?
No me sentí rechazado. En cambio, su reserva despertó aún más mi interés.
Estaba curioso.
—Parece que hay un montón de drogadictos allí —le dije, una vez que
estuvimos fuera—. ¿Crees que ellos usan esa sangre?
—No lo sé. Nunca he pensado en ello.
El sol se hallaba alto en el cielo, había pájaros cantando, y Grace se
encontraba de pie inmóvil, con la cabeza hacia abajo, con los ojos fijos en una línea
de hormigas dirigiéndose hacia un bote de basura.
—¿Qué quieres hacer ahora? —le pregunté.
Levantó la vista.
—¿Quiere un poco de hierba y pasar el rato en Washington Square?
Reí.
—Pensé que nunca lo pedirías.
—Vamos, pequeño drogadicto. —Tiró de mi mano y nos fuimos. Una cuadra
más abajo, trató de apartar su mano de la mía, pero no se lo permití.
—Tienes manos pequeñas —le dije.
En la esquina, mientras esperábamos el paso de peatones, apartó la mano y la
sostuvo en alto.
—Sí, pero son huesudas y feas.
—Me gustan. —Cuando el signo de caminar se iluminó, me agarró la mano
de nuevo y dijo—: Vamos Skeletor4. Vámonos.
—Gracioso.
Me dejó sostener su mano el resto del camino.
Nos detuvimos en los dormitorios para que pudiera recoger mi cámara.
Grace tomó una manta y el porro más flaco que alguna vez había visto. En nuestro
camino, Daria, nuestra Asistente de Residencias, nos detuvo al pasar por el
mostrador de registro.
—¿A dónde se dirigen?
—Al parque —dijo Grace—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Daria metió el último mordisco de un palo de pescado en su boca.
—Hay mucha gente mudándose hoy. Sólo voy a seguir siendo molestada.
También podría sentarme aquí. Por cierto, quería hablar contigo, Grace. Tocar el
violoncelo en la noche puede ser muy ruidoso. Estaba bien los primeros días,
cuando no había nadie aquí, pero...
—No me molesta y estoy justo al lado —interrumpí.
Grace se dio la vuelta y sacudió la cabeza hacia mí.
—No lo hagas. Está bien. Lo mantendré bajo, Daria.
Nos dimos la vuelta y salimos del edificio.
—Daria parece un hombre, ¿eh? ¿Cómo David Bowie o algo así?
Ella arrugó la cara.
—Sí, pero David Bowie se ve como una mujer.
—Cierto. Tal vez deberías aprender algunas canciones de Bowie para
mantener a Daria feliz.
—Sí, tal vez lo haré.
En el parque, ella colocó la manta cerca de un árbol sicómoro grande y se
sentó con la espalda apoyada en el tronco. Me acosté sobre mi estómago, frente a
ella. Vi como encendió el porro, inhaló, y me lo pasó.

4
Personaje de ficción dentro del universo Masters of The Universe.
—¿Crees que seremos arrestados aquí, en un lugar abierto?
—No, vengo aquí todo el tiempo.
—¿Sola?
—Un montón de gente en el departamento de música pasa el rato aquí. —
Tomó una larga calada y luego levantó la vista, sorprendida, y tosió una bocanada
de humo—. Oh, mierda.
—¿Qué? —Me di la vuelta para ver a un hombre de unos treinta y tantos años
viniendo hacia nosotros. Estaba vestido con pantalones caqui y tenía unas grandes
entradas de cabello—. ¿Quién es ese? —le pregunté, agarrando el porro y
tirándolo.
—Ese‖es‖Dan<‖quiero‖decir,‖el profesor Pornsake5. Uno de mis profesores de
música.
—¿Lo llamaste Dan?
—Él me dijo que lo hiciera. No creo que le guste su apellido.
—Es comprensible.
Ella rozó nerviosamente la hierba desde su regazo y se sentó con la espalda
recta. Me volví sobre mi costado, apoyé mi cabeza en mi mano, y miré el rostro de
Grace. Estaba drogada como una cometa con sólo la pequeña cantidad que
habíamos fumado. Sus ojos eran rendijas estrechas y rojas, y sonreía como una
maníaca.
Me eché a reír.
—Oh, Dios mío, estas súper drogada.
Hizo un intento de una cara seria. —¡No empieces! —dijo, fingiendo
regañarme. Ninguno aguantó y caímos en un ataque de risa histérica silenciosa.
—¡Grace! —llamó Dan mientras luchábamos para calmarnos—. Qué placer
verte aquí. —Tenía un bigote espeso que se movía de forma dramática cuando
hablaba. Me obsesioné con ello y no me di cuenta de que Grace me había
presentado.
—¿Matthias? —Ella me dio un codazo.
—Oh, lo siento, un placer conocerte, profesor. —Me incliné y le estreché la
mano.
Me sonrió extrañamente.

5
Amor al Porno
—Así que, ¿cómo se conocieron?
—Él vive a mi lado en los dormitorios —dijo Grace.
—Oh. —Había algo en su expresión que me hizo pensar que se hallaba
decepcionado.
—Bueno, dejaré que ustedes vuelvan a lo que sea que hacían. —Miró a
Grace—. Asegúrense de no meterse en problemas.
Grace parecía muy ida, perdida en sus pensamientos mientras lo miraba
alejarse.
—Él siente algo por ti, ¿eh? —Subí a la manta.
—No lo sé, pero no puedo meter la pata aquí. Ya estoy sobre hielo delgado.
—Quité una hebra que colgaba de la parte inferior de su vestido—. Gracias —dijo,
luciendo aturdida.
—De nada. —Parpadeé un par de veces y luego bostecé.
Palmeó su regazo.
—¿Quieres poner tu cabeza? —Rodé sobre mi espalda y puse mi cabeza en
sus muslos. Se apoyó en el árbol de nuevo y relajó antes de que sin pensar pasara
las manos por mi pelo.
—Buenos amigos —dijo perezosamente.
—Sí. Me agradas. Eres un poco rara.
—Estaba a punto de decirte eso, lo juro.
—¿Alguien te rompió el corazón? ¿Es por eso que no sales con nadie? ¿Por
favor, dime que no sientes algo por Pornsake?
Se echó a reír mientras buscaba el porro.
—¿Por qué? ¿Eso te pondría celoso?
—¿Celoso? No, es tu vida. Quiero decir, si quieres besar a ese tipo y,
potencialmente, ingerir cualquier alimento perdido en ese bigote absurdo,
adelante.
—Jajá. No pasa nada con Pornsake... ¡y asqueroso! Y no, no me han roto mi
corazón. Simplemente tengo que centrarme en la escuela para mantener buenas
calificaciones.
Sabía que tenía que ser algo más que el hecho de que Grace quería
mantenerse centrada, pero no la presioné. Acabábamos de conocernos, y, sin
embargo, había pasado todo el día conmigo y parte del día anterior no centrada en
la música, así que sabía que existía otra razón. Podría haber pensado que yo no le
gustaba y no quería enviar señales confusas, pero vi la forma en que me miró de
arriba a abajo y los lugares en que sus ojos se posaban.
Tomé mi cámara, la volteé hacia nosotros, y luego presioné el obturador tres
veces.
Necesitaba conocerte

Traducido por Vane hearts & Vane Farrow


Corregido por Sandry

Matt
Más tarde esa semana, en el cuarto oscuro, estudié los negativos. No podía
divisar plenamente la expresión de Grace en una imagen, así que la amplié para
hacer una impresión. Cuando la imagen comenzó a aparecer, me di cuenta de
inmediato que, en vez de mirar a la lente de la cámara, Grace estaba mirando hacia
mí, con adoración. Me hizo sonreír todo el tiempo que estuve en el laboratorio ese
día. Tomé la impresión después de que se secó y esperé a Grace en las escaleras
fuera de los dormitorios. Me quité un cigarrillo de detrás de mí oreja y lo encendí
mientras esperaba.
Un minuto más tarde, Grace se acercó, llevando su gran estuche del cello. —
¿Quieres que te lleve eso? —pregunté mientras me ponía de pie.
—No, siéntate. ¿Tienes otro de esos? —Señaló el cigarrillo y luego se sentó a
mi lado en los escalones. Era tarde en el día, pero todavía hacía calor. Yo llevaba
una camiseta, pantalones vaqueros, y sin zapatos. Ella llevaba una camiseta blanca
con cuello en V y unos Levis cortos. La piel de sus piernas era bronceada y suave.
Sostuvo dos dedos en sus labios, recordándome de nuevo que quería un cigarrillo.
—Sólo tengo este, pero puedo compartirlo. —Se lo entregué y luego levantó
la fotografía que elaboré ese día—. Nuestra primera foto juntos. —En la parte
inferior había utilizado un lápiz de grasa en el papel fotográfico en blanco. Había
escrito‖ “mejores‖ amigos‖ para‖ siempre” en ella para que, cuando se revelara,
quedara blanco.
Se rio. —¿Mejores amigos para siempre? ¿Ya?
—Pensamiento optimista. —Le lancé una gran sonrisa con dientes.
—Lo amo. La estimaré siempre. Gracias, Matt.
—¿Practicaste mucho hoy? —pregunté.
—Sí, estoy hecha polvo y hambrienta.
—Daria probablemente puede calentarte algunos palitos de pescado, si
quieres.
Grace arrugó la nariz. —¿Por qué siempre come eso? Es tan desagradable.
—Probablemente porque son baratos.
—Hablando‖ de<‖ los‖ miércoles‖ hay‖ un‖ restaurante‖ al‖ que‖ voy‖ que‖ sirve‖
tortitas gratis si vas en pijama. ¿Te apetece desayunar en la cena?
Reí. —Suena bien.
Se puso de pie y pisoteó el cigarrillo. —Genial, vamos a ponernos nuestros
pijamas.
Me puse el pantalón de pijama de franela, pero mantuve la camiseta blanca.
Me puse las gigantes zapatillas que me dio pie grande y me acerqué a la habitación
de Grace. Empujé la agrietada puerta y respiré hondo. Se encontraba en ropa
interior y sujetador, con la espalda hacia mí. Tragué saliva y traté de convencerme
para dar la vuelta y salir antes de que me viera, pero no podía apartar los ojos de la
curva redonda de su culo perfecto. Llevaba bragas de algodón blanco con
pequeñas flores y un pequeño volante en la cima. El material se hallaba subido en
una mejilla. Sentí el impulso de caer de rodillas y morderla allí. Mi corazón se
apretó y mi polla se retorció mientras contenía la respiración. ¡Joder!
Sin que me diera cuenta, levantó una camiseta-camisón rosa sobre su cabeza
y se lo puso. Se dio la vuelta para revelar lunares blancos y un logotipo de Hello
Kitty en la parte frontal. No podía detener la sonrisa propagándose a través de mi
rostro.
Se quedó helada cuando me vio. —¿Cuánto tiempo has estado de pie allí?
—Sólo un segundo —mentí.
Bajó la mirada hacia la parte delantera de mis pantalones. No seguí su
mirada; sólo traté muy discretamente de ajustarme lo suficiente para que no se
diera cuenta de lo que pasaba abajo.
—Oh. —Miró más hacia abajo a mis zapatillas—. Amigo, esas son tan
geniales.
Me reí, sintiéndome un poco aliviado de que no ser atrapado. —¿Cuán lejos
está este lugar?
—Tenemos que tomar el metro, es en Brooklyn. —En ese momento, ella se
hallaba en el suelo, atándose los cordones de sus Converse azules.
Mientras caminó hacia la puerta, mi mano de forma natural cayó a la parte
baja de su espalda. Se detuvo y se giró hacia mí, su rostro a sólo centímetros del
mío. —¿Quieres llevar tu cámara? Es un lugar digno para una foto.
—Buena idea.
Fui a mi habitación, cogí la cámara, y luego la encontré en el piso de abajo,
donde se hallaba con un chico y una chica, también en pijama. —Matthias, ella es
Tatiana. Toca las cuerdas conmigo. Y él es Brandon, su novio.
No esperaba compañía, pero me emocioné por conocer a los amigos de Grace.
Extendiendo la mano, sacudí primero la mano de Tatiana. Llevaba un pijama rojo
con pies y una gorra de béisbol. Aunque era linda en general, se veía normal de pie
junto a Grace. Brandon llevaba un par de típicas sudaderas grises de universidad.
Era pequeño, con caby ello corto oscuro y gafas sin marco. Intercambiamos
sonrisas a nuestros trajes y nos dirigimos hacia la puerta.
La cafetería era un lugar como de los años cincuenta, con cabinas rojas y
brillantes y pequeñas estaciones de máquinas de discos en cada mesa. Grace se
deslizó en la cabina primero y comenzó a hojear las páginas de canciones. —Me
encantan estas cosas.
Tatiana y Brandon se sentaron frente a nosotros, casi en el regazo del otro.
Tatiana metió la mano en su bolso y sacó un frasco. —Bailey y ron para nuestros
batidos de vainilla. Es para morirse.
Grace y yo hicimos sonidos apreciativos de ohh.
—¿Cuánto tiempo han estado juntos? —pregunté.
—Tres semanas —dijo Brandon, antes de inclinarse para besar a Tatiana. Me
di cuenta de que Grace los observaba con intenso interés.
Instintivamente, apoyé mi mano en el muslo desnudo de Grace, donde el
camisón se había subido. No me apartó, pero no respondió tampoco. Cuando moví
mi mano más arriba, hizo un gesto para que la dejara salir de la cabina. Se levantó
y bailó hacia el cuarto de baño, cantando junto a James Brown, "Please, please,
please”.
—Entonces, Brandon, ¿qué estás estudiando?
—Música, pero más en el lado de la grabación y lo comercial de las cosas.
¿Tú?
—Fotografía.
Señaló la cámara sobre la mesa. —Supongo que debería haberlo adivinado.
—Parece que tú y Grace han sido inseparables el último par de días —dijo
Tatiana.
—Ella es, literalmente, la única persona que conozco aquí. Me acabo de
mudar a Nueva York.
—Eso no es lo que quise decir —dijo con humor.
—Bueno, ¿quién no querría estar cerca suyo?
—Cierto.
Una vez que Grace regresó, nos llenamos de tortitas y batidos de vainilla con
Bailey mientras Grace cantaba junto a cada canción de los cincuentas que sabía.
Mientras tanto, estudié cada movimiento suyo, sus pequeños hábitos.
—Hueles la comida antes de comer —le dije con una sonrisa.
—¿Qué? No. —Sus cejas se fruncieron.
Tatiana se rio también. —Sí, lo hace. Sólo una fracción de segundo.
—No, no lo hago —protestó Grace.
—Confía en mí, es lindo. —Le guiñé.
—Es embarazoso. Lo he hecho desde que era una niña.
Revolví la parte de atrás de su cabello. —Dije que es lindo.
Me miró, sus mejillas rosadas, y sonrió.
Al salir de la cafetería, Tatiana y Brandon se despidieron y luego se dirigieron
a una sala de cine en la dirección opuesta.
—Tus amigos son geniales —dije.
—Sí. Estaban uno encima del otro esta noche, ¿eh? Bien por ellos, supongo.
—Espera, tengo una idea antes de entrar en el metro. Tengo película en color
aquí —dije, señalando a la cámara alrededor de mi cuello—. Quiero probar algo. —
Agarré su mano y la llevé por un tramo de escaleras de hormigón por el paso
elevado del metro. El tráfico era rápido en la calle debajo de nosotros. Dirigí a
Grace para que se colocara en un lado del paso elevado, mientras arreglaba mi
cámara en la barandilla al otro lado, usando la correa. Los semáforos brillaban
detrás de ella, creando su silueta. La parte inferior de su camisón rosa revoloteaba
con delicadeza en el viento—. Voy a establecer el temporizador y correré y me
pararé contigo. Solo mira directa a la cámara y no te muevas. La velocidad de la
obturación es muy lenta por lo que la exposición va a ser larga. Trata de
mantenerte lo más quieta posible.
—¿Qué quieres conseguir? —preguntó mientras me miraba ajustar la
configuración.
—Los semáforos estarán fuera de foco detrás de nosotros porque están en
movimiento, pero si nos quedamos muy quietos, saldremos claros, junto con los
edificios en el fondo. Debería verse muy bien. El temporizador es de diez segundos
de duración; lo oirás sonando más y más rápido hasta que se abra el obturador, y
luego es cuando tenemos que estar realmente quietos.
—Está bien, estoy lista. —Sus piernas se hallaban entreabiertas, como si
estuviera a punto de comenzar una rutina de baile de jazz. Apreté el botón y corrí a
estar junto a ella. Sin echar una ojeada, tomé su mano en la mía y me centré en la
lente de la cámara. A medida que el contador de tiempo se aceleraba, pude sentir
que me miraba. Justo en el último segundo, miré. El obturador se abrió y dije, sin
mover la boca—: Sigue quieta. —Se rio, pero siguió mirándome con los ojos muy
abiertos, llorosos del viento. Tres segundos no parecen como un largo tiempo, pero
cuando estás mirando a los ojos de alguien, es el tiempo suficiente para hacer una
promesa silenciosa.
Cuando el obturador se cerró, dejó escapar un gran suspiro y comenzó a reír.
—Eso se sintió como una eternidad.
—¿Lo hizo? —dije, sin dejar de mirarla. Podría haberla mirado así toda la
noche.
En nuestro camino de regreso a los dormitorios desde el metro, compartimos
la mitad de un porro. —¿Tuviste muchos novios en secundaria?
—No. No tenía mucho tiempo. Tuve que conseguir un trabajo justo cuando
cumplí dieciséis años para poder comprar un coche para llevar a mis hermanos a la
escuela.
—¿Dónde trabajaste?
—En una tienda de helados en el centro comercial.
—Que rico.
—Bueno, al principio era malísimo porque gané, como, quince kilos, y luego
me enfermé mucho después de comer demasiado ron con pasas. No podía soportar
ese helado después de eso. Trabajé allí durante tres años hasta que me gradué en
secundaria. Todavía tengo un bíceps derecho muy grande por sacar helado. Estoy
desequilibrada.
Hizo músculo y sostuvo su brazo hacia mí. Apreté su bracito entre mis dedos
antes de retirarse de mi agarre. —Imbécil.
—Brazos de fideo.
—Soy aficionada. Déjame ver el tuyo.
Hice músculo. Su pequeña y delicada mano ni siquiera pudo exprimir mi
brazo. —Chico, eso es bastante impresionante. ¿A qué te dedicas?
—Tengo una de esas barras de levantar peso. Eso es todo lo que hago, de
verdad. Y surfeaba mucho en Los Ángeles.
—¿Lo echas de menos?
—El surf, principalmente.
Hizo una pausa. —Mierda, ¿qué hora es?
Miré mi reloj. —Nueve y cuarto. ¿Por qué?
—Quería estar de regreso a las nueve y media.
—¿Qué pasa a las nueve y media?
—Este hermoso vestido se convierte en un trapo viejo. —Giró. Me incliné y la
lancé encima de mi hombro—. Oh, Dios mío, ¡bájame!
—No, princesa. Te llevaré de vuelta a las nueve y media.
Entré por la puerta de los dormitorios y corrí por las escaleras, con Grace
colgando sobre mi hombro y golpeándome el trasero. Oí a alguien detrás de mí
diciendo—: Amigo, esa chica está borracha.
La puse en el suelo justo delante de su puerta, miré mi reloj, y puse las manos
en alto. —Nueve y veintinueve, nena.
Chocó mis palmas. —¡Lo hiciste! Gracias amigo.
Miré detrás de Grace para ver a una chica con poca ropa en una minifalda
vaquera y zapatos de tacón. Grace se dio la vuelta para seguir mi mirada. Cuando
volvió a mirarme, le sonreí inocentemente.
—¿Te gusta eso? ¿Esa es tu tipo?
Me apoyé en la puerta y crucé los brazos sobre mi pecho. —En realidad no.
—¿Eras un jugador en Los Ángeles?
—De ningún modo.
—¿Con cuántas chicas has estado? —Su expresión se puso seria.
—¿Es esta una pregunta con trampa?
—Tengo‖curiosidad‖porque‖eres‖un‖chico‖atractivo‖y<
—Eres preciosa. ¿Significa eso que has estado con un montón de gente?
Resopló. —Bien, no respondas la pregunta.
—He estado con algunas chicas, Grace. No muchas.
—¿Alguna vez has estado con una virgen?
Eché la cabeza hacia atrás y me di cuenta de que su labio temblaba y sus ojos
se hallaban muy abiertos y serios. —No. Nunca he estado con una virgen —dije.
Bajé la cabeza para mirarla a los ojos, pero rápidamente bajó su mirada y se
observó los zapatos.
Me encontraba muy cerca de preguntarle a Grace si era virgen, pero ya sabía
la respuesta y no quería avergonzarla.
—Bueno, mejor me pongo a practicar —dijo.
—Espera un segundo. —Corrí a mi habitación y busqué antes de regresar con
Surfer Rosa & Come On Pilgrim de los Pixies—. Este es un gran álbum, uno de mis
favoritos. La pista siete es la mejor.
Leyó el título. —¿Where Is My Mind?
—Esa es.
—Genial. Gracias, Matt. Oye, mañana después de clase —dudó—, iba a ir al
techo a estudiar.
—¿Si?
—Bueno<‖¿Quieres venir conmigo? Podemos escuchar música.
—Sí, vamos a hacerlo.
—Está bien, terminaré a las tres. ¿Puedo hacer sándwiches?
—Eso suena muy bien. —Hice un gesto de un abrazo. Mientras envolvía sus
brazos alrededor de mi cintura, besé la cima de su cabeza y olí su cabello lila.
Se apartó y me miró de soslayo. —¿Acabas de besar la cima de mi cabeza?
—Sólo un beso amistoso. Al igual que esto. —Me incliné y besé su mejilla. Se
quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos—. Buenas noches, Gracie.
—Buenas noches, Matty —susurró mientras caminaba de regreso a mi
habitación.
Grace y yo pasamos el rato juntos prácticamente todos los días después de
eso, y rápidamente establecimos una rutina. Venderíamos nuestra sangre,
haríamos pijamadas y encontraríamos otras maneras de ahorrar dinero.
Estudiamos juntos, y ella tocaba música mientras yo la fotografiaba. Su largo
cabello rubio caía sobre su rostro mientras tocaba con pasión, echando la cabeza
hacia atrás y hacia adelante con el movimiento del arco. Rápidamente se convirtió
en mi vista favorita.
Durante todo el otoño y en el invierno, Grace y yo salimos mucho, sobre todo
con sus amigos de música. Brandon y Tati se convirtieron en nuestra pareja amiga,
y aunque Grace y yo no éramos del todo una pareja, se sentía de esa manera. Grace
y Tati encontraron maneras para conseguir entradas gratuitas a todos los museos, e
incluso me arrastraron hasta una sinfonía libre. Pensé que Tati y Brandon eran
demasiado entusiastas acerca de escuchar música clásica durante dos horas
seguidas, y definitivamente pensé que iban a echarme por llevar pantalones
vaqueros, pero me sorprendió lo mucho que me gustó y lo genial que era todo el
mundo.
Pero por mucho que Grace estuviera pendiente de la música, también estuvo
siempre atenta en buscar cosas para mí. Deslizaba recortes de periódico debajo de
la puerta de mi dormitorio sobre exposiciones de fotografía en la ciudad. Hicimos
todo lo que pudimos para alejarnos de los dormitorios de mierda y del olor
penetrante a palitos de pescado procedente de la habitación de Daria.
¿Sabes de esos libros de viajeros frugales, como La Guía de Hawai para
Quebrados o Nueva York con Cinco Dólares al Día? Lo juro por Dios, lo hicimos
con dos dólares al día. Se trataba de un montón de fideos ramen y de saltar los
torniquetes del metro, pero nos las arreglamos para ver la ciudad por dentro y por
fuera.
Nueva York tiene una energía que se arraiga dentro de ti. Incluso un
trasplantado como yo llega a conocer a los diferentes barrios, como si estuvieran
vivos, respirando como organismos. No hay ningún lugar que se le parezca. La
ciudad se convierte en un personaje de tu vida, un amor que no puedes sacar de ti.
El elemento misteriosamente humano de este lugar puede hacerte enamorarte y
romperte el corazón al mismo tiempo. Cuando escuchas sus sonidos, al inhalar su
aroma, lo compartes con toda la gente caminando a tu lado en la calle, en el metro,
o mirando desde un edificio alto a través de Central Park. Sabes de inmediato que
estás vivo, y que la vida es hermosa, preciosa, y fugaz. Creo que por eso la gente en
Nueva York se siente tan conectada entre sí; la ciudad aprovecha este amor
colectivo y admiración. Grace y yo nos estábamos enamorando de ella juntos.
Casi todas las tardes durante el siguiente par de meses, me encontraría a
Grace estudiando en el salón, esperándome. Nuestra amistad se había vuelto tan
cómoda, que rozarme contra ella, girar alrededor con ella, agarrar su mano, y
llevarla a cuestas se sentía totalmente normal. A veces habría momentos más
tranquilos cuando parecía que quería que la besara y el Señor sabe que yo quería,
pero siempre rompía el silencio o apartaba la vista. No me importaba, sólo quería
estar cerca suyo. Me encontraba menos interesado en las citas o incluso en mirar a
otras chicas.
—Es tarde, ¿eh? —me dijo en una de las muchas noches que pasamos juntos,
simplemente pasando el rato.
—Son las dos —dije, mirando el reloj.
—Debo volver a mi habitación. —Grace se encontraba recostada sobre mi
cama en posición horizontal sobre su estómago con la cabeza colgando sobre el
borde. Llevaba un chándal y una camiseta de los Sex Pistols, e hizo girar su pelo en
un moño desordenado. Sabía que ella no quería irse, a pesar de que los dos
estábamos agotados.
—Espera, vamos a jugar al Yo nunca.
—Claro. Tú primero —murmuró.
—Nunca he robado algo.
Parecía triste por un momento y luego extendió un dedo de su mano.
—¿Qué robaste? —pregunté.
—Bueno, ha habido un par de cosas. Lo peor, estoy demasiado avergonzada
para decírtelo. —Se dio la vuelta y hundió la cara en el edredón.
—Vamos, dime. No te voy a juzgar.
—Le robé cuarenta dólares a mi vecino —murmuró en las mantas.
—¿Para qué? Vamos, dime. Es parte del juego.
—Ya no me gusta este juego.
Le di la vuelta para que me mirara. —¿Qué era?
Me miró a los ojos. —Le robé para comprar mi anuario escolar, ¿de acuerdo?
Me siento como una total idiota, y tengo toda la intención de devolverlos.
Me dolía el corazón por ella. No tenía ni idea de lo que era no ser capaz de
pedirles cuarenta dólares a mis padres. Ella había robado dinero para comprarse
un anuario, de todas las cosas, algo que la mayoría de los niños dan por sentado.
Qué triste. —Vamos a jugar a otra cosa —dije—. ¿Qué tal follar, casarse, matar?
Se animó. —Bueno,‖ te‖ toca,‖ déjame‖ pensar<‖ eh...‖ Courtney Love, Pamela
Anderson y Jennifer Aniston.
—Uff, matar, matar, matar.
—En serio, psicópata, tienes que responder. —Me golpeó en la cabeza con su
palma.
—Muy bien, matar a Courtney, eso se da por sentado, follar con Pamela, y
casarse con Jennifer. ¡Ya está! Tu turno. Bill Clinton, Spike Lee, y yo.
—¡Ja! Eso es fácil. Follar con Bill, casarse con Spike, y matarte.
—Eres una chica mala terrible.
—Me amas. —Se incorporó para irse.
—¿Grace?
—Sí.
—Nada. —Quería preguntarle qué pasaba con nosotros. Quería saber si
podíamos ser más que amigos. Me volví y miré por la ventana.
Se dejó caer sobre la cama y pasó un brazo alrededor de mi hombro. —
Supongo que me casaría contigo.
—¿En serio? Tenía la esperanza de que iría más bien, matar a Bill, casarse con
Spike<‖
—¡Ja! —Se inclinó y me besó en la mejilla—. Eres un buen tipo.
Quería un premio por la cantidad insana de contención que había mostrado
hasta ahora. Mis labios se aplanaron. —¿Eso es?
—¿Qué quieres que diga?
—No quiero que digas nada, Grace. Siento que a veces esto —Agité mi mano
entre nosotros—, no es natural.
—¿Esto qué? ¿Que seamos amigos?
Me reí. —Sí, un poco. —He trabajado muy duro para evitar la cuestión del
sexo, pero a menudo atraparía a Grace mirándome cuando me cambiaba de camisa
o cuando me ponía el cinturón. Fue difícil para mí no creer que ella me deseaba
tanto como yo la deseaba. Y en secreto, me estaba volviendo posesivo con ella.
Podía ver cómo los hombres la miraban sin que se diera cuenta, y tenía mucho
miedo de que fuera a entregarse a algún idiota sin corazón.
Se puso de pie y se dirigió a la puerta. Justo antes de llegar a la perilla, se
volvió y se apoyó en ella. Sus ojos cayeron a sus pies. —No me presiones. —
Levantó la vista y se encontró con mi mirada—. ¿Vale? —No estaba irritada. Su
expresión era sincera, casi como si estuviera rogando.
—No lo he hecho.
—Lo sé. —Sonrió—. Es por eso que me gustas tanto.
—¿Ha‖pasado‖algo?‖¿Es‖por‖eso<?
—No, nada de eso. Mi madre me tuvo cuando tenía dieciocho años. No sé,
supongo que en cierto modo me sentí como si arruiné su vida.
—Es terrible que ella te haya hecho sentir de esa manera. —Me levanté y
caminé hacia ella.
—Nunca me hizo sentir de esa manera. Simplemente no quiero esa vida.
Siempre sentí que mi padre le molestaba. No sé, Matt, supongo que he estado
centrada en la escuela para poder mantenerme en el camino. Es por eso que
realmente no salgo con nadie. Sin embargo, me gusta lo que tenemos. No hay
presión.
—Entiendo.
Podría decir estas palabras, pero sabía que sentía la creciente tensión entre
nosotros tanto como yo. La mitad del tiempo, trataba de ocultar una furiosa
erección mientras ella trataba de evitar mirar mis brazos. ¿A quién engañábamos?
—Gracias por la comprensión —dijo.
—De nada. —Me incliné y besé su mejilla—. Eres una buena chica. —La sentí
temblar, y luego susurré—: Quizás demasiado buena.
Me empujó hacia atrás y puso los ojos en blanco. —Buenas noches, Matt.
La vi caminar por el pasillo y luego le grité—: ¡Estás sonriendo! Sé que lo
haces, Grace.
Sin volverse, levantó un signo de paz.
Tú eras mi musa

Traducido por florbarbero


Corregido por Miry GPE

Matt
En el laboratorio al día siguiente, el profesor Nelson escaneó mi prueba con
una enorme sonrisa. —Matt, tienes un ojo tan natural. Tu composición es perfecta
y original, nada como la de tus compañeros. Me encanta el material y la cantidad
que está dispuesta en la película. ¿Qué velocidad utilizaste y a cuánto disparaste?
—Cuatrocientos. Lo disparé a tres mil doscientos.
—Muy bien. ¿Lo agitaste mucho cuando revelaste el negativo?
—Sí.
—Esto es fantástico. ¿Eres tú?
Coloqué el temporizador y tomé una foto de Grace de pie delante de mí
mientras me sentaba en el suelo. Lo único en el marco eran sus piernas, justo
debajo de la parte inferior de su vestido de lana. Mis brazos se hallaban envueltos
alrededor de sus pantorrillas. No lo puedes ver en la foto, pero besaba su rodilla.
—¿Has pensado en utilizar más color, más paisajes al estilo documental?
—Sí, de hecho, disparé un rollo de color el otro día, pero aún no lo he
revelado. A mí me gusta realmente este tema. —Señalé a Grace.
—Ella es impresionante.
—Lo es.
—Sabes, Matt, odiaría ver tus habilidades y talento perdidos.
—Pienso en estudiar fotografía publicitaria.
Asintió, pero no parecía convencido. —Tus fotos tienen una calidad de
narración de historias que no veo a menudo. Podemos hablar de la composición, el
encuadre, el contraste o incluso la impresión, pero creo que esta es la verdadera
marca de un artista, poder hacer una declaración acerca de la humanidad en una
sola imagen de dos dimensiones.
Me encontraba un poco avergonzado por los elogios, pero me sentí aliviado
de finalmente escuchar lo que sabía: era bueno en esto. —Nunca voy a dejar de
tomar fotos. Sólo que no sé cómo se va a traducir en una carrera.
—Tengo un amigo que trabaja para National Geographic. Cada año patrocina
a un estudiante para que viaje al extranjero con él. Deberías aplicar, pero creo que
tienes una buena oportunidad. Tienes la técnica para hacerlo.
Me sorprendió la sugerencia, pero más aún por cuán claras se volvieron mis
metas en ese momento. Pensé que National Geographic era un sueño. Una de esas
cosas que aspiras cuando eres niño, como convertirte en un jugador de béisbol
profesional o el Presidente de los Estados Unidos. En mi libro, viajar por el mundo
y tomar fotos era el último nivel de éxito, y no podía creer que esta oportunidad
cayera en mis manos, incluso si era sólo una pasantía.
—Definitivamente estoy interesado. —No sabía lo que haría una vez que me
graduara, pero ahora todo empezaba a tomar forma.
Hice una impresión adicional ese día y la puse debajo de la puerta de Grace
durante mi descanso. En mi camino de vuelta a clase, la vi cruzar la calle a una
cuadra de distancia. Le grité, pero no me oyó. En el momento en que llegué allí, la
vi rápidamente introducirse en un edificio médico. Esperé impaciente que la luz
del semáforo cambiara y me lancé al otro lado de la calle cuando el tráfico me lo
permitió. Una vez dentro, busqué en cada piso hasta que la encontré en el quinto,
de pie cerca de una mesa con café y rosquillas. Vestía una bata de hospital,
revolviendo la crema en una pequeña taza de espuma. Cuando me dirigí a ella, me
miró, sorprendida. —¿Qué haces aquí?
—¿Qué haces tú aquí?
—En términos generales, la historia clínica de una persona es privada. —
Levantó una bola de masa—. ¿Agujero de rosquilla?
—No trates de distraerme. ¿Estás enferma, Grace? —Me sentí enfermo ante la
idea.
—No, no estoy enferma. Me inscribí para formar parte de un estudio médico.
¿Quieres hacerlo también?
—¿Dejas que te utilicen como conejillo de indias por rosquillas y café gratis?
—Consigo ochenta dólares al día. Eso es mucho.
—Grace, ¿estás loca? ¿Qué tipo de estudio es este?
—Sólo tengo que tomar un medicamento, luego me lo quitan y ven si tengo
síntomas de abstinencia.
—¿Qué? No —dije, sacudiendo la cabeza con incredulidad. La giré por los
hombros y le señalé hacia la cortina—. Ponte la ropa. No harás esto. —Miré la bata
de hospital abierta en la parte posterior. Ella era tan malditamente linda con su
pequeña ropa interior florida. Cerré la parte posterior y até las cuerdas apretadas
para que las solapas se superpusieran.
Se dio la vuelta y me miró con sus grandes ojos verdes llenos de lágrimas. —
Tengo que hacerlo, Matt. Tengo que conseguir mi violonchelo de regreso.
—¿De regreso de dónde?
—Lo empeñé por dinero para pagar el resto de mi matrícula.
—¿Qué pasa con tus préstamos estudiantiles y la ayuda financiera?
—Tuve que darle un poco de eso a mi mamá porque mi hermana menor tenía
que arreglarse un diente y no tenían el dinero. —Las lágrimas cayeron de sus ojos.
Cuando se las quité, se estremeció.
—Grace, no voy a dejar que hagas esto. Lo solucionaremos, lo prometo. —
Que Grace vendiera su violonchelo parecía una locura para mí, teniendo en cuenta
que se especializaba en música. Fue difícil para mí entender su nivel de
desesperación.
—No entiendes.
—Explícame entonces.
Cruzó los brazos sobre su pecho. —He estado ayudando a mis padres. Su
situación es más grave de lo que soporto, así que he enviado todo lo que puedo de
mi dinero de préstamos estudiantiles. Me encuentro casi sin dinero en efectivo
para el semestre, mi mamá llamó y me dijo que ella y mi padre iban a ser
desalojados. Tenían el dinero para cubrir el alquiler, pero mi hermana menor tenía
un diente quebrado que debía ser arreglado y su crédito está al tope por lo que
tuvieron que pagar en efectivo. No podía soportar la idea de mi hermana yendo a
la escuela con dolor por un diente quebrado.
Me quedé muy sorprendido, pero eso no quería decir que Grace necesitara
participar en estudios médicos potencialmente peligrosos. —No es tu problema.
—Es mi familia. Leí sobre este estudio y puedo conseguir el dinero antes de la
semana que viene. Pagan por cada día. Conseguiré mi violonchelo de nuevo y todo
estará bien. Pero tengo que hacer esto, Matt. No es gran cosa.
—Es una gran cosa, Grace. No sabes cómo te afectará este medicamento.
—Todavía no lo entiendes.
—Estoy tratando. Tengo algo de dinero. Conseguiré tu violonchelo de nuevo.
Negó con la cabeza. —No te lo permitiré. Necesitas comprar papel y películas
para las fotos.
—Tengo un montón. No te preocupes. —Grace odiaba dejarme ayudar.
Quería ser independiente—. Ve a cambiarte, estará bien.
Se giró y arrastró los pies detrás de la cortina. Cuando regresó, sonreía con
incertidumbre—. Debes pensar que estoy loca.
—Me gusta tu neurosis. —Puse mi brazo alrededor de su hombro—.
Simplemente no dejaré que nadie te use como rata de laboratorio.
Mientras caminaba por la mesa de refrescos, tomó un puñado de cremas y las
metió en su bolso. Robaba las cremas en todos lados a los que íbamos, las mezclaba
con agua y las vertía sobre su cereal. Le sonreí y sacudí la cabeza. Con voz tonta
dijo—: Sólo compro comestibles. —El estado de ánimo de repente mejoró y ambos
reímos mientras caminábamos hacia la puerta. Aun así, me mataba pensar que
Grace le enviaba el dinero a sus padres y que su padre probablemente lo utilizaba
para cerveza.
Fuimos al banco y retiré los últimos trescientos dólares que tenía. No le dije a
Grace que realmente tenía ocho centavos en negativo en mi cuenta después de la
retirada. Me llevó a la casa de empeño donde dejó su violonchelo, nos recibió un
hombre de mediana edad detrás del mostrador. —Hola, Grace —dijo.
Le lancé a Grace una mirada de desaprobación. —¿Te conoce? —susurré.
Frunció el ceño. —Más o menos.
—¿Vienes a recoger tu violonchelo?
—Sí —dijo Grace.
Le entregué los trescientos dólares al hombre. Entró a la habitación de atrás y
regresó un momento después con un gran violonchelo. Grace completó el papeleo
y nos fuimos. Una vez fuera del edificio, me volví hacia ella. —Quédate aquí.
Vuelvo enseguida.
Volví a la casa de empeño y le entregué al hombre un pedazo de papel. —
Aquí está el número de donde vivo. Por favor, no dejes que Grace empeñe su
violonchelo nuevo. Es una música extraordinaria. Lo necesita para la escuela. Sólo
llámame y vendré a arreglar las cosas.
Esa noche, después de que Grace fue a la cama, me colé hasta el salón y llamé
a mi padre desde el teléfono público.
—¿Hijo?
—Hola papá.
—Hola. ¿Impresionaste a todos en UNY? —El sarcasmo se filtraba a través de
cada sílaba. Nunca fue bueno en ocultar su desdén.
—Llamé porque tengo una amiga que necesita ayuda y me preguntaba si
podrías prestarme algo de dinero para prestarle. —Mi orgullo desapareció por
completo. Cerré los ojos y esperé su respuesta.
—¿Esto es por ella? ¿Una novia?
—No, papá. No es así.
—¿Pusiste a una chica en apuros? ¿Es eso lo que me dices?
Tomé una respiración profunda. —Ella es mi mejor amiga aquí, y no tiene
ningún tipo de ayuda financiera. No como Alex y yo. Está en la escuela casi
completamente por su cuenta. Es música y necesita un nuevo violonchelo, pero no
se lo puede permitir. —Tuve que mentir un poco; no quería entrar en todos los
detalles.
—Sabes, tengo que pagar la boda de tu hermano.
—¿Los padres de Mónica no pagan la boda?
—Bueno, queremos una bonita fiesta de compromiso, luego tenemos la cena
de ensayo, un bar abierto y...
—Está bien, papá. No hay problema.
Un momento de silencio. —Bueno, al menos comienzas a apreciar lo que
hemos hecho por ti. ¿Cuánto necesitas, hijo?
—Unos cuantos cientos de dólares.
—Los pondré en tu cuenta mañana. Sabes, estoy dispuesto a ayudarte,
Matthias. Solo porque decidiste tener un posible futuro duro...
Reí. No pude evitarlo.
—Buscaré trabajo y te pagaré. Gracias, papá. —Colgué.
Tan doloroso como fue llamarlo, no me importaba; todo lo que podía pensar
era en lo duro que trabajaba Grace, todos los sacrificios que hacía sólo para tocar su
música. Ella cree en eso, tiene fe en que todo valdrá la pena y, ¿qué es la fe si no
perdura? Eso es lo que aprendía de ella: cómo tener fe en mí y en mi arte.
Lo sentía por Grace antes de incluso tener un nombre para eso. Podría haber
dicho la palabra un millón de veces, pero sonaba diferente ahora que lo decía en
serio. Cuando pensaba en lo que teníamos, no importaba que fuera sólo amistad.
La amaba.
Tú me cambiaste
Traducido por Annabelle & Vane Farrow
Corregido por Valentine Rose

Grace
Pese a que ya era toda una profesional en el arte de correr cargando un
enorme estuche de chelo, aun así, llegue tarde a clases la mañana siguiente. Por
suerte, al profesor Pornsake le caía bien y esta clase era muy fácil, aunque no
porque fuese la preferida del profesor, como Tatiana clamaba. Todo lo que tenía
que hacer era tocar mi chelo, lo único que hacía bien. La mayor parte del tiempo,
cerraba mis ojos, me olvidaba de todo, y escapaba en la música. Pero ese viernes
era diferente.
—Llegas tarde otra vez, Graceland.
—Grace —lo corregí mientras sacaba mi violonchelo y el arco del estuche.
Tenía varios pelos rotos que guindaban del arco, e intenté quitarlos conforme Dan
se paraba junto a mí vistiendo pantalones caquis, con el cinturón demasiado alto, y
su camisa polo anaranjada, dos tallas demasiado pequeña. Le lancé una mirada
molesta para hacerle saber lo irritada que me sentía por la atención innecesaria—.
¿Qué? —pregunté.
Tomó el arco de mi mano y lo examinó. —Esto es nylon.
—Sí lo sé.
—Eres primera en la orquesta, Grace. Consigue un arco de calidad. ¿Por qué
estas usando esta porquería? —Un poco de su bigote se quedó pegado a su labio
superior y se movía cuando hablaba.
—Soy miembro de PETA. No uso arcos hechos con pelo de caballo.
Podía ver el cuerpo de Tatiana temblando de risa en la silla frente a mí.
Pornsake sonrió. —Vamos. ¿Es en serio?
Bufé. —Conseguiré un arco nuevo esta semana. —Sabía que no podía
pagarlo, pero tenía razón, los arcos de nylon eran una porquería.
—Trato hecho. De acuerdo, chicos, comencemos con Canon de Pechebel.
Tatiana suspiró en voz alta. Estábamos cansados de tocar esa canción. Era
como si cada profesor de música nos estuviese preparando para estar en alguno de
esos cuartetos de cuerdas que tocan en las bodas. Canon de Pechebel, Water
Music de Handel y la Marcha Nupcial se encontraban engravados tan profundos
en nuestros cerebros y músculos que, literalmente, comencé a creer que afectaba mi
habilidad para tocar otras canciones.
Pornsake fue al frente del salón y comenzó la cuenta regresiva desde tres.
Pateé la silla de Tati y susurré—: Estilo Irlandés. —Comenzamos a tocar la manera
tradicional y luego de a poco apresuramos el paso, confundiendo a todos los
presentes. Muchos de los demás se detuvieron y nos miraron mal cuando Tati y yo
cambiamos el clásico por un baile irlandés. Los estudiantes de música con sentido
del humor bajaron sus instrumentos y comenzaron a aplaudir siguiendo el ritmo, y
otros incluso intentaron seguirnos. Obtuvimos una corta ronda de aplausos al
final, pero Pornsake se quedó tieso como una estatua al frente de la sala, con los
brazos cruzados sobre su pecho.
—Muy lindo. Quizá puedan ser artistas callejeras. Dios sabe cuan
desesperadamente Nueva York necesita más artistas callejeros.
No respondí nada porque ya me encontraba en problemas, pero Tatiana
habló—: Profesor Porn<‖ Sake<‖ —Tapé mi boca con la mano para controlar mi
risa mientras Tati continuaba, completamente seria—. Sólo necesitamos mezclarlo
un poco.
Asintió como un muñeco cabezón por cinco segundos. —Bien. No ando con
ganas hoy de todos modos. Todos son libres de irse. Practiquen en el parque y
disfruten del aire libre. Seguiremos con lo mismo mañana.
Me agaché para abrir el estuche de mi chelo, celebrando por dos segundos en
mi interior hasta que sentí a Pornsake cerniéndose sobre mí otra vez. —A
excepción de ti, Grace. Quédate.
Me quedé inmóvil en la silla, con los ojos fijos en sus mocasines beige. Tuve
una sensación de malestar en el estómago, preguntándome si iba a esperar a que
todo el mundo saliera del salón así podría proponérseme.
Cruzándome de piernas y brazos, me recosté en la silla de metal frío y esperé
que el resto de los estudiantes guardara sus cosas. Tati se dio la vuelta y me miró
sin comprender. Peinando el cabello castaño rizado en una cola de caballo,
susurró—: ¿Por qué quiere que te quedes?
Me encogí de hombros. —No tengo idea.
—Oye, ¿Matt y tú quieren pasar el rato esta noche? Brandon quiere
emborracharse.
—¿Por qué siempre asumes que estaré con Matt? No estamos saliendo.
Rodó los ojos. —Lo sé, lo sé, ustedes no salen. Supongo que estarás con Matt
ya que siempre están juntos.
—En realidad, tengo que estudiar. Me voy a quedar en casa esta noche.
Aunque Matt puede hacer lo que quiera. —Parecía que todo el mundo pensaba
que Matt y yo éramos pareja. Sentía la presión de enviar mi aplicación a la escuela
de posgrado, que parecía el próximo paso lógico, pero era como si no tuviera
autocontrol cuando se trataba de Matt. Quería estar con él cada segundo del día,
pero mis notas estaban sufriendo, y sabía que después me arrepentiría gracias a
mis travesuras estúpidas.
—¿Por qué no simplemente follan, y acaban con eso de una vez?
Pornsake se acercó en ese momento. —Bueno, Tatiana, es una bendición, y,
francamente, un milagro, que su vulgaridad no se haya filtrado en su destreza. —
Pornsake siempre hablaba sobre destreza. Tatiana era un músico fenomenal, pero
una vez que bajaba el violín no había nada clásico en ella. Tenía un exterior duro y
un montón de gran actitud dentro.
—Gracias, profesor, me lo tomaré como un cumplido. Adiós, Grace. —Tomó
el estuche de su violín. Al salir de la habitación, llamó por encima del hombro—:
Ven esta noche luego de que tú y Matthias hayan follado.
Pornsake me miró, inexpresivo. —¿Das un paseo conmigo?
Me imaginé que estar en público era una buena opción. —Claro. —Me
levanté y lo seguí por la puerta. Caminó a un ritmo más rápido de lo normal, y
pronto me quedé sin aliento, arrastrando el estuche del chelo detrás de mí,
intentando mantener el ritmo—. ¿A dónde vamos?
—Ya verás. Es aquí abajo. —Caminamos cuatro cuadras hasta llegar a la
esquina de un pequeño edificio de ladrillo. Estábamos de pie en frente de una
tienda de música. No había ningún rótulo, pero podía ver instrumentos a través de
la puerta de cristal—. Esta es la tienda de Orvin. Es el mejor fabricante de arcos en
el planeta.
Siseé entre dientes. —Profesor...
—Por favor, llámame Dan.
—Dan... No tengo el dinero para comprar un nuevo arco. Tan solo iba a re
encordelar el mío.
Asintió, comprendiendo. —Grace, no suelo hacer este tipo de cosas por mis
alumnos, pero quiero hacer esto por ti.
—¿Qué quieres decir?
—Voy a comprarte un arco porque eres muy talentosa. Me encanta la forma
que tocas, y tienes un gran instrumento allí. —Miró mi estuche—. Debes tener un
gran arco.
Mientras esperaba mi respuesta, observé la forma que sus ojos se arrugaban a
los costados cuando sonreía, y por primera vez, encontré encanto en su cómico
rostro. —Está bien —le contesté.
—Vamos, tienes que conocer a este tipo. —Abrió la puerta y me hizo señas
para que entrara. Detrás del mostrador se encontraba de pie un hombre pequeño,
por lo menos de setenta años, con un poco de pelo gris brotando salvajemente
desde los costados de su cabeza.
—Daniel, mi chico —saludó con acento alemán—. ¿A quién me has traído?
—Orvin, esta es mi estudiante más talentosa, Grace. —¿Vaya, de verdad? No
tenía ni idea.
Puse mi chelo en el piso, me incliné sobre el mostrador, y le estreché la mano.
Estrechó mi mano por unos segundos, inspeccionando la misma. —Pequeña y
delicada para una chelista, pero fuerte, por lo que puedo ver.
—Sí. Grace necesita un nuevo arco, y me gustaría que tenga el mejor.
—Claro, claro, tengo algo que se ajustaría a ella a la perfección. —Entró en el
cuarto trasero y salió con el arco más hermoso que había visto en mi vida. Me lo
entregó, y la madera blanda en la base se sentía como mantequilla entre mis
dedos.
—Guau, es tan suave.
—Es de madera brasileña y plata verdadera, hecho con el mejor pelo de
caballo —dijo Dan.
Orvin asintió. Un instante después, Dan sacó su chequera de su bolsillo
trasero, miró a Orvin, y arqueó las cejas.
—Once —dijo Orvin.
—¿Once qué? —le dije, mi voz elevándose.
Ninguno me respondió. —Ya regreso —dijo Orvin, en dirección al cuarto
trasero y regresando un momento después con el arco envuelto.
Dan le entregó un cheque, tomó el arco y me miró. —¿Lista?
Le dediqué mi mejor mirada suspicaz. —Me estás tomando el pelo, ¿verdad?
¿Me acabas de comprar un arco de mil cien dólares?
—Considéralo una inversión. Vamos.
Una vez afuera, intentó darme el arco envuelto en papel.
—De verdad, Dan, no puedo aceptarlo. En serio no puedo pagarlo. Apenas
tengo suficiente dinero para comer.
—Entonces deja que te lleve a cenar —dijo al instante.
Lo miré, confundida, mientras esperaba mi respuesta.
—Yo...
—No es una cita, Grace.
—Se siente como una cita. —Estaba reacia a aceptar; todavía insegura de lo
que Dan quería de mí.
—Es sólo una comida. Podemos hablar de la orquesta que formaré este
verano. Estaba pensando que me gustaría que seas parte de ella.
—Bueno. Um...
—Vamos. ¿Por favor?
Mi profesor de música de la universidad rogaba llevarme a cenar. Miré a mí
alrededor buscando otros signos de que había sido transportada a un universo
alternativo.
—¿A qué hora?
—Pasaré por la residencia a las siete. ¿Te gusta la comida tailandesa?
—Claro.
—Hay un lugar como a dos cuadras de tu residencia. Es bastante bueno.
—Conozco el lugar. Nos vemos allí. —El restaurante se encontraba justo
frente a la tienda de fotos donde Matt acababa de empezar a trabajar. Esperaba que
no nos encontráramos con él.
Para el momento en que regresé a la residencia, afuera hacía mucho frío.
Corrí por el vestíbulo con dirección a mi dormitorio y practiqué con mi nuevo arco
durante un par de horas. Fue increíble lo mucho que cambió la calidad del sonido.
Amplificó la música aún más, llenando el cuarto con notas nítidas.
A las seis me moría de hambre, y, francamente, con ganas de cenar con
Pornsake, a pesar de que sabía que sería incómodo. Mi plan era comer la comida
que me era gratis e intentar mantener la conversación ligera. Elegí mallas púrpuras
de algodón y un suéter gris largo con botas. Recogí mi cabello haciéndome un
moño en la cima de mi cabeza y luego envolví un grueso pañuelo negro alrededor
de mi cuello. Añadí un poco de rímel y brillo labial, y luego fumé la mitad de un
porro, en contra de mi mejor juicio. Pensé que cenar con mi profesor de música
justificaba un poco de alteración química mental. Troté por las escaleras y al salón,
donde me hice una taza de chocolate caliente.
Carey Carmichael y Jason Wheeler, dos estudiantes que vivían en mi piso, se
hallaban sentados en el sofá de cuero, susurrando entre sí.
—Oye, Grace, ¿dónde está Matt? —preguntó Carey.
Busqué a través de la pila de revistas sobre la mesa de consola detrás del sofá.
—Creo que está en el cuarto oscuro en la universidad, revelando fotografías.
Me di cuenta de que Carey le dedicó a Jason una mirada inquisitiva.
Jason se giró para mirarme. —Así que, ¿ustedes están saliendo o qué?
No de nuevo. —Somos amigos —le dije, con cautela—. ¿Por qué?
—Ah, bueno —dijo Carey, riendo—. Pensábamos que ustedes estaban juntos,
juntos.
—¿Y qué si lo estuviéramos? —¿Y por qué les importa?
—Pero no lo están —dijo Carey. Le dediqué una mirada matadora. Nunca me
había dado cuenta de que se parecía a la versión femenina de Danny Bonaduce.
—¿Y qué si lo estuviéramos? —pregunté de nuevo, intentando sonar
indiferente.
—Todo el mundo sabe que hay una gran fiesta los viernes en el laboratorio de
fotografía del campus. Todo el mundo cuela licores y todos se follan unos a otros
en las salas de procesamiento de películas. Es como una orgía de celuloide gigante.
Mi boca se abrió. Matt había ido a los cuartos oscuros cada viernes por la
noche, y siempre volvía un poco borracho y drogado.
—No como una orgía —dijo Carey, al ver mi expresión—. Todo el mundo se
hace el tonto. Ya sabes cuan herméticos son esos estudiantes de fotografía. Hay
rumores de lo que hace la gente en los cuartos oscuros privados.
No tenía ni idea de lo que hablaba. Matt no me había mencionado nada del
tema. Tampoco sabía por qué me importaba. Era su vida, y no me encontraba en
posición de decirle qué hacer.
—Carey —dijo Jason, mirándola fijamente—, estoy seguro de que Matt no
solamente está desarrollando impresiones ahí.
Sentí un golpe en el estómago. —Vete a la mierda, Jason.
—¿Cuál es tu problema, Grace? ¿Eres una jodida mojigata o algo así?
—Nada. —Miré el reloj. Eran casi las siete—. Me tengo que ir.
¿Por qué no nos lo dijimos el uno al otro?

Traducido por Sandry


Corregido por Pachi Reed15

Grace
El aire en el exterior de los dormitorios me golpeó como una ráfaga ártica. El
invierno se estaba asentando. Me apresuré al semáforo, pulsé el botón del paso de
peatones, miré a través de la calle, y luego me congelé completamente en mis
botas. Matt se hallaba de pie en el otro lado, mirándome. Llevaba una camiseta
negra con una camisa térmica de manga larga de color gris por debajo, pantalones
vaqueros y botas. Era un clima frío, y mientras lo observaba desde el otro lado de
la calle, sus manos agarrando las correas de su mochila, pensé que podía verlo
temblar.
Mi corazón dio un vuelco; tragué saliva. Sonrió y no podía evitar
devolvérsela, a pesar de que quería hacerle un millón de preguntas que sabía que
no podía. Era su vida y éramos amigos. Cuando llegó el momento de cruzar,
caminamos uno hacia el otro y nos detuvimos en el medio del cruce peatonal.
—¿A dónde vas? —preguntó.
—A cenar.
Sus ojos revolotearon por mi cuerpo y volvieron hasta mis ojos. En los tres
meses desde que lo había conocido, yo raramente había llevado algo más bonito
que sudaderas y bálsamo labial. Había un anhelo en su expresión. —Déjame
acompañarte. —Sus dientes castañeteaban, atrayendo mis ojos hasta sus labios
carnosos y su mandíbula sin afeitar. Quería frotar mi rostro contra ellos.
La luz se encontraba a punto de cambiar, y teníamos que salir de la mitad de
la calle. —Estás congelándote, Matt. Vete a casa, voy a estar bien.
Nos apresuramos a través de la calle, hombro con hombro.
—¿Dónde vas a cenar?
—Al sitio tailandés a la vuelta de la esquina.
Tenía las manos en los bolsillos y sus brazos se hallaban apretados contra su
cuerpo. —Puedo caminar contigo.
—No necesito que me acompañes por dos cuadras, Matt. Estoy bien.
Una mueca sutil brilló en su rostro y luego dio un paso hacia mí, extendió su
mano y me acarició la mejilla, nuestros cuerpos a centímetros de distancia. Lanzó
un débil suspiro de frustración. —¿Quién te está llevando a cenar?
—¿Grace?
Me asomé por encima del hombro de Matt y vi a Dan de pie, una mirada
inescrutable en su rostro. Matt se dio la vuelta y luego se volvió hacia mí, sus cejas
arqueadas. —¿Pornsake? —No me gustaba el humor en su tono.
Lo alejé. —Vete a la mierda, Matt. Estoy segura de que puedes encontrar algo
más que hacer. ¿No hay alguna gran orgía en un cuarto oscuro a la que necesites
asistir?
—¿Qué?
—Puedo oler el ron en tu aliento.
—¿Y qué? Tomé unos chupitos con mis compañeros de fotografía. Venía a tu
casa para ver si querías pasar el rato.
—No puedo. Tengo planes. Adiós, Matt. —Me di la vuelta y no miré hacia
atrás.
Dan hizo un gesto a medias y le lanzó a Matt una sonrisa amistosa. No quería
ver la cara de Matt, así que lo tiré del brazo y me dirigí hacia el restaurante.
Una vez dentro, Dan sacó una silla para mí. Era amable y caballeroso,
ofreciendo elegir un vino para nosotros. Seguimos adelante la primera hora de la
cena, teniendo una pequeña charla acerca de la orquesta que él planeaba formar
antes de que comenzara el verano. Estaba pensando en salir de la UNY y seguir su
sueño de crear una orquesta itinerante a tiempo completo.
Su fachada de profesor se escabulló, y su entusiasmo por la música lo hizo
parecer como un compañero, no un profesor. Nos reímos mucho, y fue fácil
conversar. Había algo en él, su madurez y los conocimientos técnicos, que lo hacía
parecer atractivo para mí por primera vez.
—¿Están saliendo tú y Matt? —preguntó.
Tenía que tomar una decisión en ese momento. No era como si fuera a mentir,
pero no quería darle falsas esperanzas a Dan, y sabía por qué me estaba haciendo
la pregunta. —Bueno, es complicado.
Bajó la mirada a sus manos jugueteando. —Escuché a Tatiana esta mañana
decir‖algo<
—Me gusta Matt —solté. Lo cual no era mentira en absoluto.
—Eso tiene mucho sentido.
—¿Qué quieres decir? —No estaba segura si él pensaba que Matt y yo
haríamos una gran pareja o si hacía una declaración general acerca de las citas en
la universidad.
—A las chicas siempre les gustan los tipos como Matt. —Eso me molestó. No
me gustaba que supusiera que conocía algo de Matt, aunque por el momento, mi
opinión sobre Matt probablemente no era mucho mejor que la suya.
—Qué, ¿estamos en la primaria, Dan? —De repente me sentí muy a la
defensiva—. ¿Determinadas chicas solo pueden salir con determinados chicos? —
Le entrecerré los ojos y me incliné hacia adelante—. Espera, ¿es por eso que me
compraste un arco y me llevaste a cenar? ¿Creías que saltaría a la cama contigo?
Levanto su mano para detenerme. —Espera. Antes de que dejes que tu
imaginación saque lo mejor de ti, la respuesta es no. No quiero acostarme contigo.
—Sus ojos se dirigieron al techo. Inclinó su cabeza hacia un lado—. Bueno, en
realidad<
—Olvídalo. —Comencé a levantarme.
—Para, Grace. Lo que estoy tratando de decir es que los universitarios como
Matt generalmente tienen una cosa en la cabeza, ¿sabes? Yo fui como él una vez; sé
estas cosas. Te compré el arco porque quería que lo tuvieras. Te invité a cenar
porque me gusta hablar contigo. Las cosas no siempre son tan blanco y negro como
las hacemos cuando somos jóvenes. Soy poco menos de una década mayor que tú,
pero en mi tiempo he aprendido esto: hay un montón de zonas grises. El ir a cenar
por la noche con un hombre no tiene que ser por sexo.
Tragué saliva, pero todavía me encontraba en una pérdida de palabras.
Extendió su mano y agarró la mía sobre la mesa. —¿ Está bien?
—Está bien —dije. Caímos en un silencio incómodo por el resto de la comida.
Después de la cena, me acompañó a los dormitorios, y ni siquiera hizo un
gesto para abrazarme. Le di las gracias por el arco y la cena y dije que iría a verlo
mañana. Cuando abrí la puerta del vestíbulo, inmediatamente oí a Operation Ivy
sonar en el altavoz del equipo de música del salón, diciéndome que procediera con
cautela. Oí varias voces riendo y hablando, y cuando di la vuelta a la esquina, vi a
Matt en el sofá con su brazo alrededor de una chica que era exactamente igual que
Rachel de Friends. Me vio, levantó un vaso lleno de líquido de color marrón, y
gritó—: ¡Chupitos corporales! —Metió una rodaja de limón en la boca de la chica,
sacudió un salero en su escote, y entonces, no bromeó, lamió la parte superior de
los pechos de la chica. Se bebió el trago y cubrió la boca de ella con la suya.
Las otras personas en la habitación se hicieron visibles para mí mientras
alejaba mi atención de la escena, ya que me daba náuseas. Todo el mundo parecía
estar pasándosela genial.
Matt, quien había logrado liberarse su boca a la fuerza, ahora me miraba. —
¿Quieres uno? —Levantó una botella de tequila.
Le saqué el dedo y me dirigí hacia las escaleras, pero se encontraba detrás de
mí en un instante. —¿Cómo estuvo tu cita con Pornsake?
Ni siquiera me di la vuelta. —No fue una cita. Era solo una cena.
—Está bien, Grace. Lo que tú digas.
Me di la vuelta en la parte superior del descansillo, ira emanando de mí. —¿Y
si te dijera que me acosté con él?
—Diría que eres una mentirosa. —Había estado bebiendo mucho. Podía
notarlo. Nada lo estaba frenando.
—Me compró un arco para mi chelo, así que le hice una mamada en el baño
en el sitio tailandés.
Sus labios se aplastaron mientras buscaba mis ojos. —¿Oh si? Entonces, ¿por
qué no vienes y pasas el rato en el salón con mis amigos? Nunca puedes tener
suficientes chicas a las que les guste dar mamadas.
—Está bien, vamos. —Pasé junto a él y bajé tres gradas. Se quedó arraigado
en las escaleras, pareciendo perplejo unos momentos antes de ponerse al día
conmigo.
En el salón, agarré la botella de tequila y tomé un par de tragos, luego fui
hacia un chico alto y rubio con el cabello largo. —Soy Grace. —Le di la mano.
—Hola, Grace —dijo, sacudiendo la mano con delicadeza—. ¿Eres la Grace de
Matt?
Resoplé. —No soy la Grace de nadie. —Sostuve la botella hacia él y miré por
encima del hombro para encontrar a Matt en el sofá, pero esta vez se hallaba solo,
mirándome.
Una hora de beber y drogarse pasó. Me sentía realmente perdida. Rachel de
Friends volvió, y mi amigo rubio se encontraba cada vez más y más cerca de mí
cuanto más hablábamos. Aun así, Matt no me había quitado los ojos de encima.
—¿Quieres ir a mi habitación? —preguntó mi amigo rubio.
—Claro.
Me apartó del salón hacia las escaleras. Llegamos al primer descansillo
cuando me empujó contra la pared y trató de besarme. Volteé mi cabeza. —No.
Se rió. —¿Qué te parecía que íbamos a hacer en mi habitación?
—¿Pasar el rato? —dije, un rubor rosa cubriendo mis mejillas.
Echó su cabeza hacia atrás. —¿Así que no eres más que una pequeña
provocadora?
—Eso es suficiente. —Matt agarró la nuca del chico rubio de una manera
poco amable, pero claramente con ganas de hacerse notar. —Está malditamente
borracha, hombre. ¿De verdad quieres tener sexo con eso? Amigo, ella es un
desastre.
Fruncí el ceño.
El tipo rubio lo miró. —Tienes razón. —Me puso los ojos en blanco, y luego se
fue por las escaleras, de regreso al salón.
Caí en los brazos de Matt y me derrumbé de agotamiento. Solo quería que
todo fuera normal entre nosotros. Quería que Matt me dijera todo y que fuera de
nuevo mi mejor amigo, pero me preocupaba que algo hubiera cambiado entre
nosotros en el lapso de un día. Me abrazó y me susurró cerca de mi oído—: ¿Qué
haces, nena?
Me puse a llorar. Admitiré que llorar era muy pobre, pero el alcohol, la
marihuana, y mi estúpido comportamiento estaba causando estragos en mis
emociones. —¿Te doy asco?
—¿De qué estás hablando?
—Se‖lo‖dijiste‖a‖ese‖chico,‖“¿Realmente quieres tener‖sexo‖con‖eso?”‖¿Qué‖se‖
suponía que significaba?
—Grace, tus ojos están prácticamente cerrados. Estás drogada y borracha.
Conozco a ese tipo y probablemente no le hubiera importado si te desmayabas en
él; todavía se habría aprovechado de ti.
Planté mi cara en mis manos y empecé a llorar aún más. La pequeña cantidad
de rímel que llevaba se corrió constantemente por mi rostro.
—Vamos. Vamos a olvidar esta mierda. —Me llevó por las escaleras.
En el interior de mi habitación, dejé caer las llaves en mi escritorio y tropecé
hacia el cuarto de baño. Oí a Matt poner un CD de U2 en el estéreo.
Cuando estábamos solo nosotros dos, era como si todo estuviera bien y
podíamos ser Grace y Matt. No había necesidad de discutir. Pero en el mundo
real<
Salí del baño para encontrarlo toqueteando el termostato.
—Me estoy muriendo de calor. ¿Qué coño le pasa al calentador? —dijo.
—Daria lo puso en el pedido de servicio. Le pregunté ayer. —El calentador en
nuestra sala se hallaba descompuesto y no funcionaría durante tres días seguidos,
entonces de repente empezaría a funcionar, pero no se pararía. Eso es lo que se
obtiene cuando se vive en un antiguo edificio en la ciudad de Nueva York.
Empecé a quitarme mis mallas. —Date la vuelta —le ordené, pero seguía
mirándome—. Date la vuelta, voy a cambiarme. —Finalmente lo hizo. A
regañadientes. Me puse un vestido de flores de verano que se encontraba en una
pila de ropa en mi cama, y luego me senté en el suelo y observé mientras Matt se
quitaba los zapatos. Se deslizó a través de la madera dura con sus calcetines y trató
de forzar la apertura de la ventana—. Va a entrar frío aquí muy rápido si la abres.
Se dio la vuelta y me miró, llevando casi nada excepto mi pequeño vestido de
tirantes. Y luego se quitó la camiseta. Mi respiración se atascaba cada vez que lo
veía sin camisa. Sus hombros eran anchos, pero su cintura era estrecha, y sus
pantalones colgaban de sus caderas, a veces con bóxeres, a veces sin ellos. Esta
noche tenía unos bóxeres sencillos y llevaba como cinturón el cordón de zapato
que le había hecho.
—¿Qué miras? —Caminó hacia mí, sonriendo.
—No te hagas ilusiones. Te miraba el genial cinturón.
—Claro que sí. —Agarró la botella de tequila de mi estantería, tomó un trago,
y me la entregó, pero hice un gesto, rechazándola. No podía beber otra gota—. Mi
otro cinturón se rompió. Mi madre me va a hacer uno nuevo cuando esté allí para
las vacaciones.
—¿Ella hace cinturones?
—Sí, es astuta.
—¿Como lo hace?
—Utiliza pequeñas herramientas metálicas para crear diseños en el cuero. —
Señaló la correa de cuero en su cámara, la cual descansaba en mi mesita de noche
donde la había dejado el día anterior. No eché un vistazo. Todavía me encontraba
ocupada‖ mirando‖ su‖ línea‖ de‖ vello‖ en‖ el‖ abdomen<‖ lo‖ cual‖ no‖ se‖ le‖ escapó.‖
Cuando lo miré a la cara, vi que sus ojos se hallaban sobre mí, sin pestañear.
Me sacudí el aturdimiento y me estiré para recoger la cámara. Había un
intrincado patrón de círculos y triángulos perforados en el cuero. —Eso es
realmente genial.
Al pasar por encima de mí, me tendió la mano. —Vamos, baila conmigo.
—¿Qué? No.
—Levántate y baila conmigo, gallina.
—No soy una muy buena bailarina y estoy demasiado borracha.
—Parecías ser bastante buena en esa pequeña cosa de coquetear en el salón
con ese tipo.
—Me siento estúpida por eso. Por favor, no toques el tema. De todos modos,
tú eras el que hacía los chupitos corporales con Jennifer Aniston.
—Ella como que, si se parece un poco a Jennifer Aniston, ¿eh?
Puse mis ojos en blanco.
—Vamos, ven hasta aquí. Yo dirigiré. Todo lo que tienes que hacer es
seguirme.
Tomé su mano y me levanté. Me reí con nerviosismo, pero no dudé; presionó
una palma en la parte baja de mi espalda, me agarró una mano con la otra, y me
llevó hasta su pecho desnudo. —La mano en mi hombro, Gracie.
La canción With or Without You de U2 sonó. Matt se balanceaba al ritmo y
luego me empujó hacia atrás y me hizo dar una vuelta. Cuando me atrajo de
nuevo, nuestros cuerpos se encontraba aún más cerca que antes. Dejó caer su
cabeza y me besó en el hombro desnudo. Mi corazón latía. Su piel estaba caliente
contra la mía. Dejamos de movernos y nos alejamos el uno del otro, solo unos
pocos centímetros. Pasé mi dedo índice por la marca de sus oblicuos y admiré los
músculos esculpidos de su vientre bajo. La profunda V de sus abdominales parecía
apuntar hacia abajo, enviando a mis ojos un poco hacia el sur del viaje. Pude ver
por la forma en que su pecho se movía ya que su respiración se había elevado,
también.
—¿Qué estás haciendo? —Su voz era baja.
—Lo‖siento<‖—Traté de apartar mi mano de su estómago pero la agarró y la
puso de nuevo.
—No tienes que detenerte.
Puse mis manos su cintura y las deslicé hasta los duros lados de su pecho y el
rastrojo de vello suave en el centro antes de apoyarlas detrás de su cuello.
Empezamos a balancearnos, como si estuviéramos bailando lentamente. Tenía sus
ojos cerrados, pero se encontraba sonriendo. —Mmm. Mi turno.
—No me tomas en serio, ¿verdad, Matt?
Sus ojos se abrieron de golpe. Tiró de mí al ras de su cuerpo para que pudiera
sentirlo duro contra mí. —¿Es eso lo suficientemente serio para ti? —dijo
bruscamente.
Lo empujé y se tambaleó hacia un lado. Se sentó en la cama y apagó el
reproductor de CD para detener la música. Inclinándose, puso los codos sobre sus
rodillas, dejando caer su cabeza entre ellas. —Lo siento.
—Yo también lo siento. —Arrastré mis pies por el suelo, sintiendo vergüenza
por primera vez en mucho tiempo. Me dejé caer a su lado y puse un brazo sobre su
hombro. Nos recostamos sobre la cama y nos quedamos mirando el techo.
Descansé mi cabeza en su brazo como lo habíamos hecho tantas veces antes.
—No es justo que haga eso. Lo siento mucho, Matt.
—Está bien —dijo, pero no creía que lo dijera en serio.
Había pensado una y otra vez en mi cabeza cómo iba a decir lo que quería
decirle, pero salió todo mal. —¿Quieres‖ que‖ me‖ desnude‖ para‖ que‖ puedas<?‖
Quiero‖ decir,‖ ¿quieres‖ tomarme‖ una‖ foto<‖ ya‖ sabes,‖ como‖ la‖ chica‖ desnuda‖ en‖
el<?
Se rió entre dientes. —¿Crees que eso va a ayudarle a mi situación, Grace? —
Levantó su cabeza y miró hacia abajo a su entrepierna.
Podía sentir que mi cara ardía y se encontraba completamente roja. —No me
refiero<‖ —Tragué saliva y las lágrimas comenzaron a nublarme los ojos. Mi voz
no sonaba como la mía. Sonaba tan débil—. Soy virgen, Matt.
No existían muchas vírgenes de mi edad en UNY, y empezaba a preguntarme
si había perdido la oportunidad. Eso es lo que sucede; a medida que envejeces, se
vuelve más y más difícil el buscar una relación íntima con alguien. Lo había
evitado porque estaba muy centrada en la escuela y la música. En el segundo año,
yo era, literalmente, la única persona que sabía que aún era virgen. Me sentía como
una broma. Y estaba asustada de que los chicos pensaran que yo era rara o sin
experiencia.
El rostro de Matt se hallaba serio y sus ojos se encontraban muy abiertos. Me
rozó la mejilla con la palma de su mano. —Lo sé, Grace. Lo he sabido desde el
primer día que nos conocimos. No tienes que hacer nada. Lamento haberte hecho
sentir de esa manera.
—¿Lo sabías?
Asintió. Supongo que era muy obvio.‖¿Tenía‖tatuado‖“VIRGEN”‖en‖la‖frente?
—Solo pensé que tal vez querías tomarme una foto, al igual que la otra chica.
Pude ver ese momento en que Matt supo que significaría más para mí que
para él. —Me encantaría fotografiarte, Grace. Siempre voy a querer fotografiarte.
Se levantó de la cama y tomó una respiración profunda para serenarse antes
de agarrar su cámara. Mirándome por encima del hombro, acurrucada en mi
vestido, dijo—: Voy a tomar las fotos. Haz lo que te haga sentir cómoda, ¿de
acuerdo?
—Está bien. ¿Podemos seguir con la música?
—Por supuesto. —Cambió el CD y puso Lover, you’ve should Come Over de Jeff
Buckley. Me acerqué a la orilla de la cama y me levanté el vestido por encima de la
cabeza, dejándolo a un lado, y luego deslicé mis bragas hasta los tobillos y les di un
puntapié, ni una sola vez mirando a Matt. Llevando mis manos hasta mis pechos
desnudos, lo oí tomar unas cuantas fotos mientras me sentaba allí, inmóvil,
mirando hacia el suelo. Se acercó a la lámpara y puso un poco de material fino
sobre la sombra, atenuando la luz. Me di la vuelta y eché la colcha hacia atrás,
revelando las sábanas blancas antes de acostarme en la almohada. Lo miré
finalmente, pero mantuve mi cuerpo cubierto con mis manos como mejor pude.
Tenía su cabeza inclinada hacia un lado, como si estuviera estudiando la
composición, mientras sostenía la cámara por el lente en su mano izquierda.
Mientras caminaba hacia mí, me di cuenta de que trataba de leer mi expresión. Se
alzó sobre mí en el borde de la cama y pasó su mano derecha sobre mi rodilla antes
de rozar mi pantorrilla. —Trata de relajarte, nena, ¿está bien?
Asentí nerviosamente. —Mis tetas son muy pequeñas.
Negó y sonrió. —Quita las manos, Grace. Eres hermosa. —Algo sobre la
confianza de Matt y la forma en que se tomaba tan en serio la fotografía hizo más
fácil el que posase para él. Cuando se quitó la cámara de los ojos, pude ver la
expresión beatífica en su rostro. Me recordó lo que yo sentía cuando tocaba música.
Era como si algo trascendente le sucedía cuando tomaba fotografías. Cerré los ojos
y respirando con dificultad, puse las manos sobre mi cabeza y luego escuché el
obturador haciendo clic en la distancia mientras Jeff Buckley me prometió que
nunca jamás se acabaría.
Más tarde, mientras yacía envuelta en mantas, vi a Matt recorriendo la
habitación. —¿Qué estás haciendo?
—Buscando mi camiseta.
Me levanté de la cama. —La encontré. Pero es mía ahora. —La puse sobre mi
cabeza. Me encantaba la forma en que la ropa de Matt olía, como a suavizante y a
hombre enjabonado.
—¿Manteniendo de rehén mi ropa?
—¿Te quedas conmigo?
Me miró fijamente durante un rato incómodamente largo.
—¿Matt?
—Muy bien —dijo, en voz baja. Se quitó los vaqueros y avanzó hacia mí en
calzoncillos. Cuando me recosté en la vieja colcha, se deslizó entre las mantas—.
Ven aquí, Gracie —dijo, acercándome a él. Me desmayé en sus brazos.
¿Sería alguna vez capaz de dejar de pensar en cómo se sentía estar envuelta
en él de esta manera? Nuestros cuerpos se fusionaron en uno solo. Dormir sola
nunca podría sentirse normal otra vez. La forma en que se movía era confiada.
Masculina. Deslizarme en su abrazo era la cosa más natural. Tal vez fue por todos
los meses que habíamos estado estudiándonos el uno al otro, esperando este
momento. O tal vez era porque él había hecho esto antes.
Fue ahí cuando me tuviste
Traducido por Janira
Corregido por Victoria.

Grace
Matt se había ido en la mañana. No hay duda de que ponía su autocontrol a
prueba.
Pornsake actuó normal en la sala de prácticas el sábado, pero Tatiana me
miraba extraño. —Tienes una especie de brillo, Grace. ¡Oh Dios mío! —Se inclinó
sobre la silla para acercase a mí—. ¿Te follaste a Pornsake ayer después de clase?
—¡Dios, no! Y sé silenciosa. —Miré alrededor a los otros estudiantes que nos
miraban.
Dan hizo un anuncio, librándonos de la incómoda atención. —Para los que
estén interesados en ir conmigo al extranjero el año que viene como parte de la
orquesta que estoy formando, por favor quédense después de la práctica. Haremos
una prueba esta tarde.
Guardé mi chelo y seguí a Tatiana hacia la puerta. Dan me agarró el brazo.
—¿Grace, no vas a hacer la prueba?
Bajé la mirada a su brazo en mi codo. Estaba un poco cerca para ser cómodo.
—Debí habértelo dicho. Voy a aplicar a la escuela de postgrado. Entregué mis
solicitudes esta mañana.
—Pero‖hablamos‖de‖la‖gira‖anoche<
—Dan<‖Profesor,‖he‖planeado‖ir‖a‖la‖escuela‖de‖postgrado‖desde‖el‖primer‖
año. No me encuentro segura de simplemente irme, como si nada, por un año y
medio.
—La escuela de postgrado siempre se hallará allí, Grace. Me arrepiento de no
haber hecho más cosas como estas cuando tenía tu edad. Es por eso que me tomo
tiempo libre ahora. —Se veía frustrado.
—No‖se‖trata‖de<
—¿Qué?
—No importa. —Sentía celos de él. Traté de aclararlo—. Cuanto más pronto
termine con mi educación, más pronto empezaré a hacer dinero.
—No debería tratarse de dinero, Grace. Hablamos de música. Tienes más
pasión que otros estudiantes con los que me he cruzado. —Miré a Tati, que se
encontraba en el marco de la puerta, escuchando.
—Para mí se trata de dinero porque no tengo nada. —Reí amargamente—. Y
tengo un montón de préstamos estudiantiles que pagar. —Me liberé de su agarre.
—Ya veo —dijo con tono mordaz. Asintió y me apresuré a ir hacia Tati.
Una vez que salimos de clase, Tati me chocó el hombro. —Creo que acabas de
romper el corazón de Pornsake.
—Es muy lindo, pero no entiende.
—Supongo que yo tampoco.
—¿Qué quieres decir? No tengo ni dinero ni apoyo. ¿Crees que viajar a
Europa es gratis?
—No creo que esa sea la única razón.
Sabía que quería mencionar algo acerca de Matt. —Ni siquiera lo digas. Si
piensas que es buena idea, entonces haz la prueba.
Se detuvo abruptamente. —Creo que lo haré. —Se dio la vuelta y se dirigió de
regreso a clase—. Nos vemos, Grace. —Tati no tenía que hacer la prueba. Era así de
buena. Sabía que Pornsake la tomaría, pero creo que quería que yo también fuera.
Era frustrante que no entendiera mi situación.
De regreso al dormitorio, pasé por la tienda de Orvin. Se hallaba sentado
afuera en un banco.
—Hola, Orvin. —Levantó la mirada y entrecerró los ojos hacia mí—. Soy yo,
Grace. ¿Me recuerdas? Vine aquí con Dan.
—Oh, sí. —Palmeó el asiento a su lado—. Siéntate, dulce niña.
Ya se hacía tarde y se ponía frío, era un día especialmente ventoso mientras
taxi tras taxi pasaba rápidamente. —El nuevo arco es fantástico, por cierto.
La sonrisa le llegó a los ojos. —Me alegra mucho oír eso, Grace.
—No puedo creer la diferencia en el sonido.
Continuó mirando hacia adelante, pero puso su mano sobre la mía. —No lo
olvides, esas son sólo herramientas. La música viaja a través de los instrumentos,
pero viene de ti, de tu alma.
Guau. —Sí —suspiré, llena de comprensión.
—Dan tiene mucha fe en ti.
—La tiene. Pero estoy cansada de la música clásica, y eso me mete en
problemas.
—¡Ja! —Rió—. Lo entiendo, querida. Los mejores músicos son los rebeldes. La
cosa es saber las reglas antes de ser bueno rompiéndolas.
Nos quedamos sentados en silencio por mucho tiempo. Cerré los ojos y
entonces dijo—: Hay música a nuestro alrededor, ¿no?
Podía oír los autos chillando, el sonido de los cláxones, la risa de los niños, el
constante rechinido de las tuberías que venía de las tapas de las alcantarillas. Y
luego, de repente, todo el revoltijo de sonidos se volvió claro y se fusionaron en la
sinfonía más bella. La partitura de mi vida.
Abrí los ojos, miré alrededor y noté que Orvin me observaba. —¿Ves lo que
quiero decir? Se encuentra dentro de ti.
Mis ojos se nublaron por el viento, pero más por la emoción. —Sí.
—Tienes que aprender a caminar antes de correr.
Le agradecí una y otra vez a Orvin. Todos los días aprendía cómo simplificar
mi vida. Tal vez eso era de lo que se trataba crecer. Los adultos siempre dicen cuan
complicada es la vida a medida que envejecemos pero, en realidad, sólo
encontramos desafíos más grandes que superar. Nuestros peores temores van
desde dormir sin nuestro osito de peluche hasta averiguar que no tenemos un
propósito en la vida. ¿El tiempo, la madurez, y los obstáculos a superar pueden
ofrecen el tipo de alegría tan evidente en Orvin? ¿O, simplemente, nos damos por
vencidos y nos sometemos a la vida que ya vivimos?
—Ven a verme pronto —dijo mientras se levantaba del banco.
—Definitivamente lo haré.
En mi cartera tenía una tarjeta telefónica que gané en el sorteo mensual de los
dormitorios. Encontré un teléfono público y llamé a mi mamá.
—Grace, ¿cómo estás, querida? —Sonaba ocupada. Podía oír a mi padre
gritarles a mis hermanos en el fondo.
—¿Cómo se encuentran todos?
—Tu padre perdió el trabajo, otra vez.
—Oh no, no de nuevo —dije, aunque no me encontraba para nada
sorprendida.
Suspiró exasperadamente. —Sí, de nuevo.
—En serio quería ir a casa para navidad. Puedo conseguir un trabajo de
temporada en el centro comercial y ayudar.
—Oh, Grace, eso sería grandioso. ¿Puedes pagar el vuelo?
—Estaba pensando que en lugar de recibir regalos de navidad de ti y papá,
¿podría recibir un vuelo a casa? —Un pequeño rayo de esperanza brilló en mí
interior.
Sus siguientes palabras lo apagaron. —No podemos permitírnoslo, cariño, lo
siento.
No había ido a casa en casi un año. Me sentía mal por mi madre y no quería
ser una carga para ella, pero moría por ir a casa y extrañaba a mis hermanos, sus
charlas, y la energía que sentía allí, incluso cuando los tiempos eran difíciles. La
idea de pasar las fiestas, sola, en los dormitorios era aterradora. Era como la última
semana de verano cuando estuve sola. Antes que llegara Matt.
Después de un largo e incómodo silencio, dije—: De acuerdo, mamá. Oye,
necesito guardar minutos de la tarjeta.
—De acuerdo, entiendo. Te amamos, cariño.
—También los amo, mamá.
Pasé la tarde sola en mi habitación, bebiendo vino barato y sintiendo lástima
por mi mamá, pero sobre todo por mí misma. Mi puerta se hallaba entreabierta
cuando Matt llegó por el pasillo después de trabajar hasta tarde.
Abrió la puerta. —Toc-toc.
—Entra. Ven a pasar el rato. —Estaba tocando mi chelo cerca de la ventana,
usando su camiseta de los Ramones.
Entró y se quitó el bolso de mensajero. —Supongo que no me vas a devolver
mi camiseta.
Lo miré sonreír cerca de la puerta. Algo se apoderó de mí. Me levanté y
caminé hacia él, quitándome la camiseta por la cabeza descaradamente. No llevaba
nada más que sujetador y ropa interior. Se la entregué. —Aquí tienes.
Parpadeó. —Mmm<
—Bésame, Matt.
Cerró la puerta con el pie. —¿Estás borracha?
—Bésame.
Envolví los brazos entorno a su cuello. Sus manos fueron a mi espalda baja
mientras se inclinó y luego, finalmente, me besó.
Al principio fue lento y delicado, pero luego nos movimos rápido, nuestras
lenguas enrollándose, manos explorando. Nuestras pieles ardían de calor y todo se
sentía más urgente. Nos besábamos y besábamos, y pronto ansié que me tocara en
todas partes.
Busqué a tientas su cinturón.
—Yo lo hago —dijo, sacándose los zapatos con los pies. Mientras me quitaba
el sostén y bragas, se quitó los pantalones. Llevé la mano a la parte delantera de su
bóxer.
—¿Lo harás? —pregunté.
—¿Hacer qué? —dijo, respirando con dificultad.
—Tener sexo conmigo.
Acunó mi cuello e inclinó mi cabeza hacia arriba para que lo mirara a la cara.
Había reverencia pura en sus ojos. —¿Quieres que sea yo?
Asentí.
Se inclinó y me volvió a besar, luego puso su boca en mi oído. —Grace, nunca
he querido nada más en mi vida que estar dentro de ti ahora mismo. —Los nervios
se dispararon por mis piernas y brazos de solo imaginarlo—. Pero no vamos a
hacerlo cuando has bebido demasiado. Confía en mí. ¿De acuerdo?
—Pero me siento valiente.
—Lo sé, pero no vas a querer estar entumecida.
—¿No? —susurré.
—No, nena.
Sabía que tenía razón. —De acuerdo.
Me abrazó contra su pecho por unos segundos antes de apartarse. Extendí la
mano y lo toqué a través del bóxer. —Podemos hacer otras cosas.
Vi moverse un músculo en su cuello mientras tragaba saliva. —Ve a la cama
—dijo, y lo hice. Se quitó el bóxer. Era la primera vez que lo veía así, desnudo,
vulnerable y tan excitado, que lo sentía por él. No era el primer pene que veía, pero
bajo las circunstancias era, definitivamente, el más impactante. No podía creer que
un segundo antes prácticamente le había rogado.
Cuando vio mi expresión de terror, dijo—: No te preocupes, se sentirá bien
cuando te encuentres lista.
Se metió en la cama detrás de mí, haciéndome cucharita. Nuestros cuerpos se
hallaban calientes y presionados el uno contra el otro. Apartó mi cabello de un
lado y me besó el hombro. Me estremecí, luego me relajé en sus brazos y cerré los
ojos.
Sostenía una mano entorno a mi cintura y la otra acariciaba un lado de mi
seno mientras seguía dejando un rastro de besos por mi nuca.
—¿Por qué te molestaste conmigo el otro día? Quería preguntarte —susurró.
Me encogí de hombros—. Dime.
—Porque Carey y Jason dijeron que todos en el departamento de fotografía
tienen una orgía en el cuarto oscuro los viernes.
Su pecho retumbó de risa. —Eso es ridículo. Te llevaré al cuarto oscuro este
viernes. No hay nadie allí, excepto un par de nerds de arte, como yo.
—¿Por qué dirían eso?
—No lo sé. Tal vez es un mito urbano del campus.
Me relajé contra su cuerpo. La mano alrededor de mi cintura se apoderó de
mi cadera y la apretó. —Tienes que decirme lo que piensas.
—En este momento, nada. Tus manos hacen que mi cerebro se derrita. —Me
reí, pero Matt no.
—¿Qué pasa con Pornsake?
—Su nombre es Dan.
—¿Qué pasa con Dan?
—Nada. Es agradable. Es mi profesor. Me compró un arco y se ofreció a
comprarme la cena. Fin de la historia. Oh, y está formando una orquesta para ir al
extranjero, por toda Europa. Quiere que vaya.
Lo sentí tensarse. —¿Por cuánto tiempo?
—Un‖ año‖ y‖ medio<‖ pero‖ no‖ voy‖ a‖ ir.‖ Es‖ demasiado‖ tiempo‖ y‖ no‖ quiero‖
posponer la escuela de postgrado.
Me besó la oreja. —De acuerdo. —Lo sentí relajarse de nuevo.
Su mano bajó más y jadeé cuando hizo contacto con la parte más sensible de
mi cuerpo. Hizo círculos lentos, deliberados, suaves al principio, y luego añadió
más presión. Sentí el aire en los pezones y un hormigueo por mi columna. Mis
piernas temblaron.
—¿Alguna vez te han tocado así?
—No. —La palabra salió en una ráfaga de aire.
Me besó la oreja. —¿Alguna vez te has tocado?
Asentí.
—Dime lo que te gusta.
—¿Lo que estás haciendo? —gemí.
—Te deseo tanto, Grace.
Con toda la tensión que construimos el uno al otro estas últimas semanas, y
después de varios minutos del trabajo manual de Matt, sentí que sucedía. Nunca
cambió el ritmo, sabía exactamente lo que me hacía. Era casi doloroso de lo
excitada que me hallaba, pero sabía que lo necesitaba para venirme. Puse la mano
sobre la suya para que no pudiera detenerse. Mi estómago se contrajo y una fría
corriente de electricidad se disparó por mis piernas. Pensé por un minuto sobre lo
que presenciaba Matt y las buenas sensaciones empezaron a sosegarse.
Él susurró—: Relájate, déjate ir. —Y lo hice, y todas las sensaciones se
volvieron a acumular de nuevo, más rápido esta vez, hasta que nada lo detuvo. Mi
cuerpo palpitó una y otra vez. Mantuvo su mano grande y cálida contra mí,
mientras me besaba y succionaba mi cuello hasta que el temblor se detuvo.
Presioné la cabeza contra su hombro. —Dios. —Fue todo lo que puede decir.
Pasó las manos de arriba a abajo por mis brazos. —Eres tan hermosa.
Había experimentado esa sensación antes, pero sola. Nunca esperé sentirme
suficientemente cómoda con alguien para ser capaz de dejarme ir de esta manera.
Matt sabía exactamente qué hacer.
Me volví hacia él y nos besamos. —Gracias —dije. Traté de profundizar el
beso pero se detuvo y dijo—: Hora de dormir, jovencita. —Y me pellizcó el trasero.
—Auch, idiota.
—Duérmete, Grace.
—¿No quieres que haga algo por ti?
—Sí, pronto, antes que muera. Pero no esta noche.
—¿Dónde aprendiste eso? —pregunté con voz rasposa.
Se hallaba boca arriba y yo de lado, yaciendo en el hueco de su brazo,
mirándolo.
—¿Dónde aprendí qué?
—Lo que me hiciste. ¿Todos los chicos saben eso?
Se encontraba callado. Pude verlo parpadear mientras miraba el techo. Creo
que trataba de averiguar cómo responder la pregunta. Un débil resplandor entró
por la ventana. Había suficiente luz de luna asomándose por las sombras para
poder ver la sonrisa perezosa de Matt. —No sé si todos los chicos saben, pero si te
cuento como lo aprendí, te reirás.
—Oh, ahora debes decirme. —Le mordí el brazo—. ¿Qué, eres un experto en
pornografía?
—No. Los hombres no aprendemos nada del porno. Creo que el porno es más
para el placer de los hombres. —Matt era muy sabio a pesar de ser joven.
—Mmm, tal vez debería ver un poco, entonces.
—Estarás bien. Tu simple existencia es placer suficiente. Créeme.
Me salí de su brazo y rodé de lado, de espaldas a él. —Oh, por favor, Matt.
No sé nada, voy a pasar vergüenza cuando lo hagamos.
Se dio vuelta y me dobló contra su cuerpo, haciéndome cucharita. Su voz era
baja. —No pienses en hacer nada, ¿de acuerdo, Grace? Vamos a dejar que suceda
naturalmente.
—Bien —dije bostezando.
Yacimos en la difusa luz, balanceándonos al borde del sueño. —Mi mamá me
lo enseñó.
—¿Qué? —Eso me despertó—. ¿Tu mamá te enseñó qué?
—Bueno, es una especie de hippie feminista. No es que me mostrara como
hacerlo. Siempre trataba de enseñarnos a mi hermano y a mí como tratar a una
mujer con igualdad, y supongo que esto era parte de eso.
—¿Y<?
—Me dio un libro sobre el orgasmo femenino y, básicamente, dijo: “No‖seas‖
un‖idiota”.
Me reí tan fuerte que mi cuerpo se curvó en una pequeña bola. —Guau —
Reí—. Realmente me gusta tu mamá, Matt.
—Ustedes dos se llevarían bien.
—¿Así que leíste el libro? —pregunté.
—Cada maldita página. Muchas veces.
—Bueno, ciertamente tienes un excelente en el examen práctico, aunque estoy
segura que no es la primera vez que das ese examen.
—No más charla, Grace. Cierra los ojos.
—Tal vez llegue a conocer a tu mamá en algún momento.
—Sí —Se quedó callado un par de minutos—. Eso espero.
Me levanté sola la mañana siguiente. En mi mesa se hallaba un pan bagel,
café y una nota.
G.
Tuve que correr. Daria tenía pan así que agarré uno para ti. Sólo cómelo, no lo huelas,
u olerás palitos de pescado. ¡¿Qué está mal con ella?! Tengo que trabajar esta noche, pero
deberías venir al departamento de fotografía para poder hablar y arreglar las cosas. Voy a
casa, a California, para navidad. ¿Quieres venir conmigo? Puedes conocer a mi mamá y
agradecerle por mis grandes habilidades. Paz, M.
La idea de pasar navidad con él puso una gran sonrisa en mi rostro.
Hicimos promesas no dichas

Traducido por Paltonika


Corregido por Annie D

Grace
Me junté con Tati en el Parque Washington Square durante la tarde. Se
suponía que íbamos a practicar pero terminamos fumando un porro, mientras le
daba‖los‖detalles‖de‖la‖noche‖anterior.‖Creo‖que‖su‖reacción‖fue‖como:‖“No‖puedo‖
creer que hayas experimentado el gran O. Es como saltar diez pasos e ir directo a la
categoría de‖follar‖durante‖años”.‖Me‖sonrojé‖como‖en‖diez‖tonos‖diferentes.
El clima cambió rápidamente a frío y sombrío, y para cuando dejé a Tati en el
parque, sentí la primera gota de lluvia golpear mi mejilla. Mierda. Tenía que
caminar seis cuadras, sin paraguas o dinero de sobra para tomar un taxi, y un
enorme violonchelo.
Durante el tiempo que me tomó llegar a PhotoHut, los cielos se abrieron y
estuve empapada en cuestión de minutos. Mientras corría hacía la tienda, la puerta
tintineó, pero Matt no se encontraba detrás del mostrador.
—¡Gracie, estoy aquí! —gritó desde el cuarto trasero.
—¿Cómo supiste que era yo? —grité de regreso.
Doblé la esquina y lo encontré sentado en un escritorio con una pequeña
lámpara sobre ella. Me miró por encima del hombro y sonrió. —Simplemente me
di cuenta.
—Pruébalo.
Matt rió. —Tú abres completamente la puerta al entrar para acomodar tu
chelo, aun cuando no lo llevas. El tintineo de las campanas dura un segundo más
que con el cliente promedio.
Levantó la mirada de su poco iluminado escritorio, y me vio. —Jesús. Estás
congelándote, Grace.
Se puso de pie y se apresuró hacia mí, tomando el violonchelo de mis manos.
—Está lloviendo a mares —dije, y luego un estremecimiento visible recorrió mi
cuerpo. Mis dedos entumecidos hicieron que fuera imposible desabrocharme la
chaqueta. Matt la desabotonó rápidamente y la deslizó por mis hombros, dejándola
caer al suelo. Envolvió su gran cuerpo a mí alrededor, y en segundos me sentía
cálida.
—Estuve en el parque con Tati y luego comenzó a llover.
—Shhh, estás empapada, deberías quitarte esa ropa mojada. —Me soltó y
comenzó a buscar en el gabinete por algo, mientras me aseguraba que mi chelo no
estuviera mojado en su interior.
Regresó con una toalla. —Sabía que estaba por alguna parte. ¿Quieres
quitarte tu suéter para llevarlo a la secadora?
—¿Tienes una secadora aquí?
—Bueno, es un secador de impresiones. Es como un gran rodillo de calor,
pero al menos no te congelarás mientras estés aquí.
—Simplemente puedo ir a casa.
Frunció el ceño.
—No me mires así.
—¿No crees que deberíamos hablar?
—Supongo que deberíamos hablar —dije, vacilante. Me saqué el suéter y vi
que su mirada permanecía fija en mí—. Date la vuelta —le dije.
—Te he visto completamente desnuda, Grace.
—Y, ¿qué? Date la vuelta, cretino.
Lo hizo obligadamente, pero se echó a reír. —Eres una tonta.
Tiré el suéter por sobre su cabeza y entonces rápidamente me envolví en la
toalla. Matt fue a la esquina y movió nerviosamente los diales del rodillo de calor
mientras me sentaba en una de las sillas giratorias de la oficina, y me hacía girar en
círculos, cada vez más rápido.
Cuando terminó, encontró otra silla, se propulsó y salió disparado por el piso.
—¡Coches chocones! —gritó justo antes de chocar conmigo, lo que generó que
ambos cayéramos al suelo.
—¿Está es tu definición de nosotros hablando? —dije mientras se cernía sobre
mí, con una sonrisa pícara en su rostro.
Se inclinó, me besó la punta de la nariz, y luego se incorporó, ofreciéndome
una mano para ayudar a levantarme. Me aferré a la toalla mientras me sentaba
nuevamente en la silla. No había nada torpe en sus movimientos, y él siempre se
mostraba seguro de sí mismo. Lo encontré increíblemente sexy.
Rodando con su silla hacia mí para que estuviéramos cara a cara, sonrió
nuevamente. —¿Vas a ir a California conmigo para la Navidad, o planeabas ir a la
casa de tus padres?
—Realmente no puedo pagar ninguno. —Bajé la mirada a mis manos que
descansaban en mi regazo. Aunque conocía mis circunstancias, todavía era difícil
no sentir vergüenza.
—Pagaré por tu vuelo a casa para que veas a tus padres. Me encantaría que
vinieras conmigo, pero no quiero ser egoísta.
Quería estar con él, y aunque extrañaba a mi familia, sentí que lo extrañaría
más si permanecíamos separados por tres semanas. —¿De verdad quieres que
conozca a tus padres?
—Sí, Grace. Lo quiero.
—Sería increíble conocer California. Nunca he estado allí.
—Entonces está decidido. Ah, una cosa más. —Sonrió engreídamente—. Me
pediste tener sexo contigo anoche. ¿Lo recuerdas?
Instantáneamente me sonrojé. —Por supuesto que lo recuerdo. No estaba tan
borracha.
—Entonces< ¿en que nos convierte eso?
—¿Qué piensas tú? —respondí rápidamente.
—¿Quieres tener citas? ¿O solo buscabas a alguien para perder tu virginidad?
Metí la toalla debajo de mis brazos, me incliné hacia atrás y lo miré. —Bueno,
¿no hay una palabra que defina a los amigos que solo follan?
—Sí, es una llamada novia y novio. —Había una extraña mirada en su rostro,
como si estuviera esperando por una reacción de mi parte.
—Pero, deberíamos mantenerlo casual, ¿no?
—Bueno, los dos tenemos mucho que estudiar, además yo me voy este
verano y tú te estas preparando para la escuela de postgrado.
Todo se congeló. —¿Te vas? ¿Cómo diablos no sabía eso?
—Sí. —Se puso de pie y se dirigió al mostrador para tomar un pedazo de
papel y me lo entregó. Era una carta de National Geographic que informaba que
Matt fue seleccionado para una pasantía.
La leí dos veces y subí la mirada para verlo con una enorme sonrisa de
orgullo. Aunque mis ojos lagrimeaban egoístamente, me levanté y lo abracé. —
¡Estoy tan feliz por ti! Felicidades, Matt, no puedo creerlo. Quiero decir, puedo
porque eres increíble, pero es una gran oportunidad. Dios<‖ser‖el‖único‖estudiante‖
de licenciatura que escogieron.
—Lo sé, quedé sorprendido. Es una oportunidad única en la vida. Lamento
no habértelo contado antes; me sentía nervioso de traerle mala suerte.
Seguí observando la carta. —¡Es tan genial! Estoy muy orgullosa de ti.
—Me iré este verano, y cuando regrese vas a estar en la escuela de postgrado.
Espero tener un trabajo, si todo sale según lo planeado.
No podía creer que Matt se fuera. Tuve sentimientos encontrados, pero sabía
que era la mejor opción para él. —Así‖ que,‖ por‖ ahora<‖ ¿seguimos‖ de‖ forma‖
casual?
—No quiero salir con nadie y no quiero encontrarte siendo abordada en el
pasillo tampoco, pero podemos llamarlo casual si quieres —dijo.
—De acuerdo.
—¿De acuerdo qué, Grace?
—No quiero a nadie más tampoco. —Nunca más.
Un olor extraño flotó en la habitación en ese momento. Olfateé y mis ojos se
abrieron de golpe. Lana quemada. —¡Mi suéter!
—¡Mierda! —Matt saltó y corrió hacia la secadora. Golpeó un botón y luego
sacó lo que quedaba de mi artículo de ropa favorito—. Oh, hombre, supongo que
tendrás que quedarte desnuda aquí. —Trató de contener la risa.
—Eso no es divertido, Matt. Ese era mi suéter favorito.
Lo tiró sobre el escritorio y me levantó en sus brazos. —No necesitas esto. —
Tirando la toalla a un lado, comenzó a besar mi hombro y cuello. Incliné la cabeza,
dándole acceso completo, justo cuando las campanas de la puerta principal
tintinearon.
—¡Mierda! —Me salí de sus brazos y agarré la toalla del suelo mientras Matt
se dirigía al frente de la tienda. Escuché una voz familiar. Era Dan
Me puse de pie junto a la pared, y escuché la conversación.
—Hola Matthew.
—Es Matt.
—Hola Matt. Tatiana me dijo que podía encontrar a Grace aquí.
—Sí,‖um<ella‖est{‖un‖poco‖ocupada‖en‖este‖momento.
—Solo necesito un minuto para hablar con ella.
No podía notar como lucía el rostro de Matt, pero si tuviera que adivinar,
apostaría a que estaba entretenido.
—Hombre, está en el cuarto de atrás semidesnuda.
—Um<‖¿qué? —titubeó Dan buscando una palabra.
Matt se apiadó de él. —Llegó aquí empapada por la lluvia, por lo que está
sentada en la parte trasera con una toalla hasta que sus ropas se sequen.
Levanté una ceja. No importa que estuviéramos a punto de besuquearnos.
—Oh.
—¡Hola, Dan! —grité.
—Hola, Grace. Creo que deberíamos hablar.
—¿Puedes esperar hasta la clase del viernes?
—Sí, supongo. —Hubo una larga pausa. Me pregunté si era Matt mirándolo
fijamente—. Eso haremos. Nos vemos.
Se despidieron uno al otro muy amablemente y luego escuché el tintineo de la
puerta una vez más. Un minuto después Matt regresó y yo seguía en mis vaqueros
mojados con una toalla blanca envuelta alrededor de mis hombros como un
pomposo chal.
—Tengo que cerrar en unos pocos minutos. —Aplaudió una vez—. Entonces,
¿qué decidimos de nuevo?
—Creo que decidimos hacer lo que se sienta correcto. —Asintió mientras
hablaba—. Solo nosotros<hasta‖que te vayas.
Todos los sonidos de las máquinas se detuvieron. Todo estaba
completamente silencioso y tranquilo.
—Sin embargo, amigos para siempre, ¿no? —Estudió mi rostro con cuidado,
y parecía como si estuviera catalogándolo la memoria.
Era imposible apartar la mirada de él.
Amigos para siempre podía ser una expresión gastada, pero cuando lo
preguntó, fue como música o poesía. Sabía que significaba algo más. Sabía que
significaba: te necesito en mi vida. Traté de detectar algo de humor en su voz, pero
no había‖nada<solo‖una‖petición.‖Nos‖quedamos‖allí,‖tan‖jóvenes‖y‖tan‖seguros‖el‖
uno del otro. La fría y oscura habitación de repente se llenó de luz. Los ojos de
Matt brillaban y me sentí mareada mientras el calor se propagaba desde mi cabeza
hasta los dedos de mis pies. Sus manos se encontraban abiertas en mi dirección,
invitándome para un abrazo, pero no pude moverme; fui reducida a un charco de
emociones con solo la mirada de su rostro.
No se puede volver a crear la primera vez que prometes a amar a alguien o la
primera vez que te sientes amado por otro. No se puede revivir la sensación de
temor, admiración, timidez, pasión y deseo, todo mezclado en uno, porque nunca
sucede dos veces. La persigues como el primer subidón por el resto de tu vida.
Esto no significa que no puedas amar a otro o seguir adelante; solo significa que
durante un momento espontaneo, esa fracción de segundo en que aprovechaste la
oportunidad, cuando tu corazón se aceleraba y tu mente estaba confusa con ¿qué
pasaría si?, ese momento, nunca pasará de la misma manera otra vez. Nunca se
sentirá tan intenso como la primera vez. Por lo menos, es como lo recuerdo. Es por
eso que mi madre siempre decía que conmemoramos nuestro pasado. Todo parece
ser mejor en un recuerdo.
—Sí, para siempre —dije finalmente.
Todo parecía correcto
Traducido por Mary Warner
Corregido por Jadasa

Grace
Dos semanas después, hacíamos las maletas para ir a California por el receso
de Navidad. Nos vimos muy poco desde la noche en el PhotoHut, con ambos
totalmente sumergidos en los finales y Matt trabajando horas extra para pagar mi
vuelo a California.
—¿En dónde nos quedaremos cuando lleguemos allá?
—Nos quedaremos en lo de mi mamá. Tiene una casa en Pasadena pero hay
una habitación espaciosa. Es mejor que donde mi papá; incluso tienen empleados
allí. Es ridículo. —Se encontraba sentado sobre un gran puff de color púrpura en la
esquina de mi habitación, pasando a través de las páginas de National Geagraphic,
sus piernas extendidas vestidas en vaqueros y sin zapatos. Se veía cómodo y
relajado en su camiseta de Sonic Youth y sombrero de repartidor de periódicos.
—¿A‖qué‖te‖refieres‖por‖“personal”?
Ondeó su mano alrededor vagamente. —Como mucamas y esa mierda.
—Ah. —De repente, me sentía nerviosa. Incluso si no nos fuéramos a quedar
ahí, sabía que íbamos a tener que conocer a su padre, hermano, y madrasta a la
vez, y me pregunté qué pensarían de mí. Pobre y patética Grace con su
guardarropa despedazado de segunda mano.
—No enloquezcas Grace, todo es una actuación con ellos. Simplemente sé tu
misma. Eres perfecta. —Bajó la revista y levantó su mirada hacia mí—. Por cierto,
¿qué quería Pornsake el otro día cuando vino a buscarte a la tienda?
—Aún está intentando convencerme de que vaya al extranjero. Ahora va Tati,
así que está tentándome con eso.
—Ah —dijo tranquilamente. Sus ojos estuvieron distantes por unos
momentos—. Actuó como si fuera urgente.
—Él es así —dije.
—Es molesto. —Matt bajó la mirada y continuó ojeando a través de la revista
sin siquiera mirarme.
—Se preocupa.
—Quiere entrar en tus pantalones.
—Tú también. —Me acerqué, agarrando la revista, y arrojándola a un lado.
—Eso es verdad —dijo, con un brillo en sus ojos.
Parándome entre sus piernas, me incliné y besé la cima de su cabeza. Paso sus
manos de arriba abajo por mis piernas desnudas.
—¿Usas vestidos cortos así para volverme loco? —Su voz sonaba ronca.
Desde la noche que Matt demostró sus habilidades, no hicimos nada aparte de
besarnos. Dormimos en la misma cama unas cuantas noches, acurrados, exhaustos
después de una sesión de maratón de estudios, pero nada además de eso.
Francamente, su auto control era de un santo. Nos encontrábamos listos, yo lo
estaba, y Matt lo sabía. Ahora que disminuyó el estrés de los finales, la única
tensión que quedaba era la del tipo que destrozaba nuestros cuerpos y rogaba por
ser liberada cada vez que nos tocábamos.
—Casi termino. Iré después de una ducha. ¿Tienes vino en tu habitación? —
pregunté.
—Un poco, creo —murmuró contra mi estómago mientras continuaba
jugando con su desordenado cabello.
—Solo quiero un poco para relajarme.
Agarró mis piernas más fuerte y levantó su mirada hacia mí. Me entendió. —
Compraré algo de vino.
Asentí. —¿A qué hora es nuestro vuelo mañana en la mañana?
—A las seis y quince.
—Uff, eso es temprano. —Miré al reloj; ya eran las once de la noche.
Matt se levantó y sostuvo mi rostro con ambas manos, me besó suavemente.
—Solo ven cuando hayas terminado. Podemos dormir en el avión.
Tragué y asentí.
Antes de llegar a la puerta, se dio la vuelta. —¿Oye, Grace? —Agarró la
moldura sobre la puerta y se inclinó, su mirada en el suelo. Podía ver su tríceps
flexionándose mientras se sacudía hacia delante un par de veces.
—¿Sí?
—Antes‖ de‖ que‖ vengas‖ esta‖ noche<‖ siéntete‖ segura<‖ ¿de‖ acuerdo?‖ —
Levantó su mirada y entrecerró sus ojos—. Y usa ese vestido.
Su camisa se levantó, revelando los músculos de su trabajado abdomen. No
pude evitar mirar. Cuando miré de nuevo a su cara esperaba ver una sonrisa
engreída, pero sus labios eran planos. Serios.
—De acuerdo —dije.
Después de que dejó la habitación, saqueé mi guardarropa por algo para
empacar que pudiera usar en la casa de sus padres. Básicamente arrojé todas las
ropas que poseía en mi maleta, entonces me quité el vestido, lo tendí en la cama, y
me fui a bañar. Un millón de inseguridades corrieron a través de mi mente
mientras bañaba cada centímetro de mi cuerpo.
Cerré los ojos y respiré profundamente varias veces, dejando que el agua
caliente cayera sobre mí. Mi mano instantáneamente se movió hacia abajo mientras
imaginaba a Matt tocándome una y otra vez. Toqué mis pechos, intentando
imaginar cómo se sentirían las de él. Me pregunté si era atractiva. Traté de
imaginar cómo posaría o movería mi cuerpo. No tenía idea.
Después de la ducha, sequé mi cabello rápidamente y me puse un poco de
brillo de labios. Tenía un conjunto de bragas y sujetador a juego. Era de encaje
negro barato, y las bragas descocidas un poco en las caderas. Me las puse y miré en
el espejo de cuerpo completo. Ahuecando mis pechos sobre el encaje y pasando
mis manos por los costados de mis caderas, mis nervios comenzaron a calmarse.
Necesitaba saber cómo me sentiría para él. Era suave y cálida, y cuando estiré una
mano hacia abajo, me encontraba húmeda. Me puse mi vestido rojo con flores
negras.
Todo se hallaba listo y colocado junto a la puerta para el viaje. Lo único que
quedaba en mi agenda esa noche, era perder mi virginidad. Me sentía más
nerviosa de lo que había estado nunca, pero estaba lista.
Un momento después golpeé su puerta, y cuando lo escuché arrastrando los
pies por el piso, mi estómago cayó. Me dijo que estuviera segura, pero ahora tenía
dudas.
Abrió la puerta de par en par, ya armado con un vaso de vino, y lo sostuvo
hacia mí. —Pensé que necesitabas esto hace rato.
En mi manera típica y extraña, comencé a balbucear. —Sí, quiero decir, no sé
qué diablos estoy haciendo o qué esperar, o lo que te gusta o... como, cómo se
supone‖que‖debo‖hacerlo...‖o‖ver‖o‖sentir<
—Detente, Grace. No necesitamos hablar de ello. Solo bebamos vino y
pasaremos el rato. Simplemente, relájate y seamos nosotros.
—Buena idea. —Fui hacia sus discos de CD y encontré uno de Radiohead y
puse el álbum de The Bends.
—Buena elección, señorita —dijo desde el otro lado de la habitación mientras
arrojaba un par de cosas en su bolso.
Se hallaba con el torso desnudo, y sus vaqueros sin abotonar colgando sobre
la línea de sus calzoncillos.
Me acosté en su cama, coloqué mi vino en el suelo, y recogí su cámara. —Di
queso.
Se dio la vuelta y sonrió cuando lo miré a través del visor. —Estás mejor en el
lado receptor de esa cosa. Aquí. —Extendió su mano por ella y felizmente se la
entregué.
Rodé sobre mi espalda y me puse de rodillas, permitiéndole a mi vestido caer
en la cima de mis muslos. Comenzó a tomar fotos. —Eres tan hermosa, Grace.
—¿Pero crees que soy sexy?
—Sí. Mucho.
Me incorporé en el borde de la cama mientras colocaba la cámara sobre la
mesita de noche. Tomé el último sorbo de mi vino justo cuando comenzó la
canción‖“Fake‖Plastic‖Trees”.‖—Amo esta canción.
Estiró una mano por el dobladillo de mi vestido mientras yo iba por el botón
de sus vaqueros.
—Levántate, nena.
—No sé qué hacer, Matt.
—Lo sabrás.
Me sacó el vestido por la cabeza, entonces tomó mi nuca y me beso como si
fuera el único propósito en su vida. La temperatura alrededor de nuestros cuerpos
se triplicó. Su otra mano acariciaba mi espalda de arriba abajo, y luego la deslizó
debajo del encaje. Lo podía sentir duro contra mí.
Interrumpiendo el beso, retrocedí un paso. Su pecho subía y bajaba. Lo
observé mientras me miraba, de pie allí, esperándolo, deseándolo.
Asintió con los ojos muy abiertos. —Me gusta esto.
Algo se apoderó de mí y, por una vez, me sentí valiente y confiada. Cerré la
distancia entre ambos, bajándole sus vaqueros y calzoncillos, y me arrodillé.
—Guau. —Espera,‖¿acabo‖de‖decir‖“guau”?;‖me‖sentía‖tan‖tonta.‖Era‖incapaz‖
de ser la chica sexy; no podía solo actuar como si sabía lo que hacía, especialmente
ahora que comencé a mirar a esa cosa de abajo. Toda la confianza descarada
desapareció en un instante. Escuché a Matt soltar una risita.
—Levántate, Grace.
—¿Por qué? —Me quejé mientras me levantaba tomándome por los brazos.
Levanté mi mirada hacia su rostro y sonreía, dientes y todo.
—Eres la cosa más linda en el mundo, ¿sabes eso?
Me crucé de brazos e hice un puchero. —Iba por lo sexy, maldición.
—También eres eso. Solo acuéstate y tómalo con calma.
Las personas nunca te dicen que esos momentos pueden sentirse realmente
extraños. Cuando estás intentando hacer lo que ves en la televisión o sobre lo que
leíste en libros, todo se siente extraño. Extendí mi mano para agarrar la botella de
vino y tomé un trago. Matt se hallaba completamente desnudo cuando regresó a la
cama.‖Su‖tranquila‖confianza‖en‖sí‖mismo‖era‖una‖bendición‖disfrazada;‖no‖era‖“ese‖
tipo”,‖intentando ser sexy y suave. No tenía que intentar serlo, simplemente lo era.
Me quité el sujetador y ropa interior con poca ceremonia y me recosté en la cama
junto a él mientras miraba al techo.
Acostándose de costado y apoyándose sobre su codo, se inclinó y dijo—:
Cierra tus ojos.
Me besó, el calor propagándose y la urgencia construyéndose. Cuando usó
sus dientes para morder mi labio inferior, pensé que iba a enloquecer. Su mano se
movió entre mis piernas y entonces me tocó allí. No contuve mi respiración, no
jadeé, y no lo detuve. Quería más, más placer, más contacto. Coloqué mi mano
sobre la suya y presioné. Justo como dijo, sabía qué hacer. La incomodidad
desapareció.
Sus labios viajaron sobre todo mi cuerpo, deteniéndose en mis pechos, su
lengua jugando con mis pezones mientras su mano iba a trabajar en mí. Podía
oírme haciendo ruidos, pequeños‖y‖tranquilos‖sonidos‖de‖“ahhh”.‖No‖de‖la‖manera‖
en que lo hacen las mujeres de las películas, solo esos que vienen de forma
involuntaria con el placer. Agarró fuerte mi cadera y me besó incluso más
profundo en la boca. Fue a mi cuello y oreja, succionó y beso hasta que me retorcía
debajo de él. Pura. Felicidad.
—Solo siénteme —susurró. ¿Cómo podía no hacerlo? Me sentía tan lista para
él. Envolví mi mano alrededor de su longitud y lo empujé hacia mí con la otra
mano—. Aún no —dijo.
Se sentó sobre sus talones y abrió un envoltorio de condón. —¡Tomo la
píldora! —grité embarazosamente. Alzó de golpe su cabeza con sorpresa. Lo miré
fijamente, sin parpadear. Solo existía la luz tenue suficiente en la habitación para
vernos las caras. Tienes que admitir que el alivio cómico no es siempre algo malo
justo antes de que estés a punto de perder tu virginidad.
Cuando Matt rió, descaradamente me incliné y envolví mi mano alrededor de
él de nuevo. —Solo hazlo, ¿está bien?
Sonreía pero había algo más en su expresión que lucía más como reverencia.
—Eres tan inesperada, Grace. —Movió su cuerpo por lo que se encontraba
cerniéndose sobre mí con su peso sobre sus codos. Me beso tiernamente,
succionando mi labio inferior en su boca. Todo se ralentizó de una buena manera,
y entonces movió su mano al espacio entre mis piernas y me tocó de nuevo, más
suave que antes.
—Ahhhh —gemí.
Hizo un sonido satisfecho entonces agarró la parte trasera de mi muslo,
enganchándolo arriba. Mi cuerpo se hallaba abierto hacia él. Esperé. La
anticipación incrementando todo, el calor, la intensidad, el palpitar en mi interior.
Sabía que era correcto.
—Te amo —dijo cerca de mi oreja, y entonces se hallaba en mi interior. Hubo
un momento de presión, pero no fue tan doloroso como esperaba que fuera. Su
ritmo era lento hasta que lo sentí completamente normal, como algo que siempre
he estado perdiendo. Nos movimos más rápido juntos, nuestros silenciosos
gemidos espontáneos y reales. Era una idea tan extraña saber que él y yo nos
movíamos para nuestro propio placer, mientras que se lo devolvíamos al otro, por
igual. Como ninguna otra cosa en la vida, el sexo es perfectamente altruista y
egoísta a la vez. Calor y frío, yin y yang, negro y blanco, y todos los tonos en
medio. Finalmente, todo el mundo tenía sentido. Ahora sabía el secreto.
Los ecos de su voz seguían reproduciéndose una y otra vez en mi mente
mientras nos movíamos juntos. Te amo. Te amo. Te amo.
También te amo. Siempre. Por siempre.
¿Cambiaron las cosas?

Traducido por Mel Wentworth & Jadasa


Corregido por Vane hearts

Grace
Matt y yo dormimos un total de veinte minutos antes de que su alarma
sonara. Después de apagarla, rodó encima de mí, nuestros cuerpos desnudos
presionados. Mis manos fueron hacia su cabello mientras él bajaba para meterse un
pezón en la boca, rozándolo suavemente con los dientes y lengua. La habitación
todavía se hallaba completamente oscura pero totalmente cargada de electricidad.
—¿Estás dolorida? —susurró.
—No. —Quería‖a‖Matt‖en‖todas‖partes<‖de‖nuevo.‖Completamente‖esperaba‖
tener algún dolor residual, sangre o un horrible recordatorio de que hace algunas
horas, había sido virgen. Pero no había nada, sólo dos jóvenes insaciables y
hambrientos anhelando al otro.
Subió por mi cuello y besó y chupó desde el hueco hasta mi oído. Yo jadeaba,
y los dos días sin afeitarse en su rostro me hacían cosquillas en el cuello de la
forma más exquisita. Podía sentir que se encontraba duro y caliente contra mi
muslo mientras presionaba su cuerpo con el mío. —Ahhh, Matt.
—Me encanta ese sonido.
Su voz cerca de mi oído envió una descarga por mis piernas. Todo mi cuerpo
se estremeció. No había forma de detenernos en este punto. La intensidad me dejó
sin aliento. Nuestros cuerpos eran un borrón, agarrando, jalando, besando,
chupando, subiendo y bajando, dando vueltas, cada movimiento de alguna forma
perfectamente fluido en la pequeña cama de Matt. Me jaló sobre él para que lo
montara a horcajadas. —Así —dijo, y luego me levantó las caderas y se guio dentro
de mí. Arqueé la espalda, presionando las manos sobres su abdomen duro.
Podía oír mis pequeños gimoteos mezclados con sus sonidos de satisfacción
profundos y bajos retumbando en su pecho.
—¿Lo sientes? ¿Lo sientes, Matt? —Comencé a moverme más rápido.
—Sí, cariño —dijo, con voz forzada. Sus ojos se encontraban bajos con deseo y
sus labios ligeramente separados.
Me moví con fuerza contra él y luego me eché hacia atrás, poniendo las
manos detrás de mí, sobre sus muslos, haciendo que la fricción sea incluso más
intensa. Presionó el pulgar en el nudo de nervios por encima de donde nos
conectábamos. Sus movimientos pequeños y sutiles apagaron el resto del mundo
para mí. Las paredes podrían haberse estado derrumbando, mi chelo podría estar
en llamas en la esquina y me habría quedado justo donde estaba hasta el
mismísimo final, moviéndome encima de Matt, nuestros cuerpos conectados.
Cuando comenzó a apresurarse, se aferró de mi cintura y se tensó. Sentí mi
boca abrirse, pero no salió ningún sonido. No podía respirar en ese momento por
miedo a que todo desapareciera. Cerré los ojos y me solté. Fue extraño; no fue que
me olvidé que Matt se hallaba allí, ¿cómo podría?, pero tenía muy poca conciencia
de mi misma y vergüenza. Fue como si olvidara que me encontraba allí cuando el
preámbulo y las olas de cosquilleos cálidas y frías por mi cuerpo comenzaron.
Abajo, comenzó el latido, más fuerte de lo que alguna vez fue. Matt hizo un sonido
estrangulado en su pecho.
La‖ palabra‖ “sí”‖ ascendió‖ en‖ mi‖ garganta,‖ casi‖ dolorosamente. No era
triunfante, como lo ves en las películas. Era silencioso. Eufórico.
Un último pensamiento corrió por mi cabeza antes de que colapsara sobre
Matt. Tengo que poner las manos en ese libro que le dio su mamá.
Momentos después, se removió debajo de mí mientras yacía extendida sobre
su cuerpo. Besó la cima de mi cabeza y tomó una respiración profunda.
—Tenemos que irnos, ¿huh? —gruñí en la porción de vellos en su pecho.
—Sí, será mejor que vayamos, aunque quedarme en la cama contigo todo el
día y pasar la navidad en Nueva York no suena nada mal.
—¿No extrañarás las navidad con tu familia?
Su expresión era inescrutable. —No.
—¿No?
—Tal vez ver a mamá. Pero definitivamente no voy a extrañar las aburridas
cenas con mi odioso hermano.
—¿Qué pasó que los hizo tan diferentes?
Me giró hasta que quedé de espaldas y se levantó de la cama. —Simplemente
tuve suerte, supongo —dijo, con una sonrisa arrogante—. Voy a ducharme.
Miré su gloriosa parte trasera mientras se alejaba. Incluso en la bruma de la
luz dela mañana, podía ver los músculos finos y abultados de su espalda.

En el camino al aeropuerto, me quedé dormida en la parte trasera del taxi con


la cabeza en el hombro de Matt. —Despierta, cariño. Llegamos. —Matt miró el
reloj—. Mierda, nos tenemos que apurar.
Sacó su bolso y mi pequeña valija con ruedas del maletero. Pasamos por la
línea de recepción y antes de que lo supiera, abordábamos el avión. Me senté en el
asiento del medio y Matt tenía la ventana. Me encontraba dormida contra su
hombro de nuevo incluso antes de despegáramos.
Cerca de la mitad del vuelo, hubo un poco de turbulencia que me despertó.
Matt dormía con los auriculares puestos. Fui al baño y para el momento que
regresé, Matt había ordenado Bloody Marys para ambos. Levantó la mirada hacia
mí, los ojos radiantes, mientras me acercaba a él.
—Gracie —dijo, dándome una taza de plástico.
—Matthias —respondí. Había una corriente de electricidad en el aire entre
nosotros.
—Te pedí uno doble.
—Nunca bebí uno antes —dije, abrochándome el cinturón—. Pero probaré lo
que sea una vez.
Tomé un sorbo y me sorprendí inmediatamente por cuanto me gustó el sabor
de tomate picante y salado. —Ni siquiera puedes saborear el alcohol.
Se rio. —Ese es el punto.
Giré la cabeza para mirar a Matt a la cara. Tenía círculos oscuros debajo de los
ojos y su cabello castaño salía hacia cualquier dirección. De alguna forma todavía
lucía gloriosamente sexy. Tomó un trago, me miró y su sonrisa alcanzó sus ojos. —
Bueno, ¿verdad? —Su voz era baja y simplemente lo suficientemente ronca para
enviar escalofríos por mi columna hacia el espacio entre mis piernas.
—Aja —dije, sin aliento. Pensaba en lo que Matt y yo habíamos hecho horas
antes‖y‖lo‖que‖significaba‖para‖nosotros<‖en‖lo‖que nos convertía.
Como si pudiera leerme la mente, su expresión cambió y se le desvaneció la
sonrisa. —¿Estás bien?
—Sí. —Me encontraba bien, feliz, incluso, burbujeando con anticipación, pero
todavía sentía un poco de inquietud. ¿Por qué? Mi primera vez había sido perfecta,
casi demasiado buena para ser verdad. Después de oír tantas historias horrendas
de chicas en la secundaria sobre cuán incómodo, doloroso y desastroso fueron sus
primeras veces, ¿cómo podía no conmemorar lo que habíamos hecho? Cada
momento con él había sido increíble. No me presionó y fue totalmente paciente y
respetuoso. Fue gentil, pero tuvo el control y después fue dulce y atento. Todos los
pensamientos y recuerdos comenzaron‖ a‖ dar‖ vueltas‖en‖ mi‖ cabeza<‖ la‖ forma‖ en‖
que sus manos me tocaron‖bajo‖las‖mantas‖de‖la‖pequeña‖cama‖en‖su‖habitación<‖
su‖boca‖en‖todas‖partes<
Matt observó mientras yo parpadeaba, en blanco. Su mirada bajó a mi boca
abierta. Sabía en lo que pensaba. Parpadeó. —Amo esa boca.
Acercándome, toqué mis labios con los suyos, buscando confort. Nos
rendimos a la energía entre nosotros, casi como si nos alimentáramos de ella,
intentando satisfacerla. Nos besamos lenta y suavemente, nuestras lenguas
bailando, hasta que oí el inconfundible sonido de una garganta aclarándose
intencionalmente. Miré sobre mi hombro para ver a una mujer en el asiento del
pasillo, mirándonos con intensidad. Parecía una alegre mujer sureña, con mucho
maquillaje y mucho cabello platino.
¿Estábamos siendo groseros al retorcer nuestras lenguas en los asientos
apretados en un avión? Probablemente, pero no me importaba. Estaba casi
dispuesta a desnudarme justo ahí, si Matt me lo pedía. Le sonreí a la mujer. Con
una‖mirada‖de‖“Lo‖entiendo”‖en‖cierta‖forma‖conocedora,‖ella‖devolvió‖la‖sonrisa‖y‖
luego rodó los ojos despectivamente.
Matt lucía agotado. Se estiró lánguidamente para tomarme de la mano y la
agarró con la suya antes de tirar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos. Tomé mi
bebida de la bandeja y la terminé en tres grandes sorbos. Era delicioso y el alcohol
hizo efecto casi de inmediato. Me apoyé contra el hombro de Matt de nuevo y me
dormí.
—Me olvidé de preguntar, ¿cómo llegaremos a lo de tu mamá?
Matt alcanzó mi maleta violeta del carrusel de equipaje. —Ella vendrá a
buscarnos.
Cuando alcanzamos el bordillo fuera de LAX, una minivan color granate se
acercó. —Esa es ella.
Matt deslizó la puerta para abrirla y extendió los brazos a los lados. —¡Mamá!
Ella brillaba con felicidad. —¡Matthias, te extrañé! Métanse, ambos.
—Mamá, ella es Grace —dijo Matt. Me quedé de pie, nerviosa mientras él
cargaba el equipaje en la parte de atrás.
—Escuché mucho de ti, Grace. Es bueno conocerte. Soy Aletha. —Estiró la
mano y tomó la mía. Tenía un sutil acento griego y era de huesos pequeños, con
rasgos exagerados pero hermosos y la misma nariz perfecta que Matt. Su cabello
oscuro tenía vestigios de gris y usaba una bufanda larga y fina envuelta alrededor
de su cuello tantas veces que lucía como un suéter de cuello alto.
—Es un placer conocerte, Aletha.
Matt se sentó en el asiento delantero y yo me abroché el cinturón en el medio
de los asientos de atrás. La tercera fila de asientos que se encontraba normalmente
en las minivans había sido reemplazada con suministros de arte, incluyendo un
gran torno cerámico.
—Matthias, acabo de recoger el torno de ahí atrás por centavos. Necesito que
lo instales en El Louvre; es muy pesado para mí.
—Claro, mamá.
Ella le disparó una mirada y sonrió de forma deslumbrante. —¿No más
mami? ¿Mi hijo es muy grande para llamarme mami?
—Mami —dijo Matt en voz chillona de bebé.
—Tu, chico tonto. —Había una comodidad entre ellos. Deseaba que mi madre
y yo tuviéramos ese tipo de relación.
—Entonces, Grace, ¿Matthias dice que eres músico?
—Sí, estoy estudiando música.
—El chelo, ¿no?
—Sí, pero también puedo tocar otros instrumentos. Simplemente soy mejor
con el chelo.
—Bueno, el padre de Matt tiene un hermoso piano grande en la casa. Debes
tocar algo para ellos mientras estés allí. Sería una pena que ese instrumento viva su
vida como una pieza de decoración.
—Estoy de acuerdo —acotó Matt.
—Tal vez lo haga. Tengo que pensar en algo que tocar que les guste. —Sin
embargo, no estaba segura si me gustaba esa idea. Por lo que sabía de la familia de
Matt, sonaban prejuiciosos hacia los artistas de cualquier tipo.
Un ratito después, estacionamos en una entrada larga y estrecha junto a un
pequeño pero encantando bungaló Craftsman, con las ripias de madera verde y
ventanas de guillotina pintada de color granate.
El jardín delantero lucía como un jardín inglés de plantas salvajes y altas
hasta la cintura, pero estaba lo suficientemente arreglado así parecía más
encantador que descuidado. El aire era fresco, pero no era para nada tan frío como
Nueva York.
—Este lugar es tan prolijo —dije, caminado sobre el sendero.
—Ahora que mis hijos están grandes, tengo mucho tiempo libre para pasar el
tiempo en el jardín. —Aletha abrió la puerta del frente, flanqueada por apliques de
bronce mica—. Ven, Grace, te mostraré tu habitación. Matthias, por favor, busca el
torno, cariño. —Entramos a la casa mientras Matt corría de regreso a la minivan.
No sabía qué esperar. ¿Me iba a interrogar o estipular las reglas de la casa?
Me sentía terriblemente fuera de lugar y nerviosa. Me tambaleé en la habitación de
huéspedes detrás de ella y de inmediato abrió la ventana para dejar entrar un poco
de aire fresco, lo mismo que hizo Matt después de entrar en mi habitación. Eran
tan parecidos en sus movimientos elegantes, sus temperamentos fáciles. Me hacía
preguntar qué trato recibía Matt de su padre, si es que algo.
Ella se me acercó y me agarró los brazos. Mi estómago cayó.
Me sonrió cálidamente. —No hay necesidad de estar nerviosa. Quería un
momento para decirte que últimamente Matthias parece feliz e imagino que tiene
algo que ver contigo.
—¿Oh? —Intenté parecer calmada.
—Bueno, sólo quiero darte la bienvenida a mi casa.
Bajé la maleta y noté que ella dejó el bolso de Matt en la esquina. —Muchas
gracias por recibirme, Aletha. Realmente me siento afortunada que Matt haya sido
capaz de traerme para las vacaciones. —Señalé la cama doble, cubierta con una
manta floral—. ¿Ahí es donde voy a dormir?
—Sí, creo que ambos estarán cómodos allí. Matthias ama esta cama.
Tragué. Ambos. Mis ojos se sentían secos y pastosos, como si no hubiera
parpadeado en un rato. Tal vez no lo hice. Aletha se rio y luego me abrazó. —Oh,
Grace —dijo—. Dulce Grace. No nací ayer.
Dejó la habitación dejándome de pie, aturdida. Me dejé caer sobre la cama,
exhausta.

Luego esa tarde, después de una larga siesta, Matt y yo nos sentamos en la
mesa de roble mientras Aletha nos servía humeantes tazones de sopa de pollo
caliente y aromático.
—¿Hablaste con Alexander? —le preguntó a Matt después de traer los
tazones a la mesa.
—No.
Levantó la mirada de la sopa y entrecerró los ojos sobre las gafas cuadradas
que hacían equilibrio sobre la punta de la nariz. Se veía indignada, pero no la
conocía lo suficiente como para decirlo con seguridad.
—No lo hice, mamá. Alex y yo no tuvimos una gran conversación la última
vez que lo vi.
Ella bajó el tenedor, me miró, luego a Matt. —Son hermanos. Ambos eran
inseparables de niños. ¿Qué le pasó a esta familia? —Su voz se quebró.
Matt lucía ofendido antes de que su expresión se suavizara. —Hablaré con él,
mamá. —Estiró la mano hacia ella. Ella la tomó y le dio un beso en el dorso luego
la soltó—. Es sólo que no puedo evitar que la gente como Alex nos reprima como
especie. Usa pantalones cortos rosados y camisas polo y en verdad se refiere a sí
mismo como Adonis. —Matt sonrió.
Me ahogué con un pedazo de pollo y no pude evitar soltar un ataque de risa.
Incluso Aletha no pudo evitar contenerse. Lágrimas caían por sus mejillas mientras
soltaba carcajadas ruidosas, riendo tan fuerte que ni siquiera podía respirar. Se las
arregló para chillar: —¡Oye! Es mi hijo.
El humor se aligeró al instante. —No es tu culpa —dijo Matt, todavía
riéndose mientras todos recuperábamos el aliento.
—Oh, Dios, Matthias. Esa es la única cosa que tienes de tu padre.
—¿Qué cosa? —Mi interés se despertó al instante.
Ella sonrió cálidamente. —Él y su padre son tan alegres. No pueden ser serios
con nada por más de dos minutos sin convertirlo en una broma.
—Él ya no es así —interrumpió Matt.
Los hombros de Aletha rebotaron con una risa silenciosa. —Bueno, al menos
tu padre solía ser de esa forma.
Terminamos la sopa con el brillo de una conversación placentera, luego Matt
se levantó de la mesa. —Mamá, gracias. Estuvo delicioso. Grace, ¿quieres ducharte
mientras ayudo a limpiar?
—Sí, de acuerdo. También puedo ayudar.
—No seas tonta, Grace. Nos encargaremos. —Aletha se movió y palmeó a su
hijo en el hombro.
Antes de dejar el comedor, un aparador de madera lleno de fotos me llamó la
atención. Matt siguió mi mirada. Había varias fotos de la infancia de Matt y Alex,
así como una serie de proyectos de arte, lámparas de cuentas, cámaras antiguas,
piezas de cerámica hechas a mano, y varias fotos en blanco y negro de una Aletha
mucho más joven, riendo alegremente. —Tomé esas cuando era un niño —dijo
Matt.
—Son increíbles. —Me paré para mirar más de cerca y Matt me siguió—. Ella
fue como tu primera musa.
Me di la vuelta y levanté la mirada hacia sus ojos oscuros y entrecerrados.
Todo se congeló por un momento. Miró mi boca, ligeramente abierta. Pasó la punta
de los dedos por mi mejilla y las yemas callosas de sus pulgares se sentían divinas
contra mi piel. Temblé.
—Tú eres mi primera musa, Grace.
La música que Orvin me había enseñado cómo escuchar se encontraba de
regreso. El sonido corrió por mis oídos mientras Matt se agachaba y me besaba con
ternura en los labios.
El lado de Matt en la cama se hallaba frío y vacío cuando me desperté a la
mañana siguiente. Me arrastré hasta el comedor para encontrar a Aletha sentada
sola en la mesa, bebiendo café y a ratos, tomando cucharas llenas de avena desde
un tazón ancho.
—Buenos días cariño.
—Buenos días, Aletha. ¿Matt salió?
—Sí, a hacer recados. No quería despertarte. ¿Avena?
—Solo café para mí, gracias.
—Siéntate. —Cuando se puso de pie, me di cuenta de que llevaba puesto un
delantal para pintura y zapatos para jardín. Se dio cuenta de que miraba su
atuendo.
—Me hallaba en el Louvre. Ese es mi estudio de arte en la parte trasera, más
popularmente conocido como cochera. Lo llamo así porque, infiernos, quiero mi
obra de arte en el Museo Louvre y esto es lo más cerca que lograré llegar. Puedo
llevarte ahí después del desayuno. —Se fue a la cocina mientras me sentaba. Sin
pensar, comencé a trazar con mi dedo una vena en la madera mientras observaba a
la mamá de Matt buscar una taza en un armario alto. Aletha parecía alguien cuya
alma se encontraba en paz, como si la vida ya no fuera un misterio para ella.
—Estoy nerviosa por conocer al padre de Matt y su familia —admití, sin
pensar si se sentiría ofendida por referirme a ellos como a su familia.
Sus movimientos se detuvieron solo por un segundo mientras miraba en el
gabinete, equilibrándose elegantemente sobre sus puntillas. Fue suficiente para
darme cuenta de que mi comentario la sacudió.
—Estarás bien —dijo, sin mirarme. Cuando regresó al comedor, me entregó
una taza de cerámica llena de café negro, fuerte y aromático. Sonreía—. El padre
de Matt, Charles, una vez fue muy parecido a Matthias.
—¿Una vez?
Señaló al centro de la mesa en donde una bandeja de plata tenía una pequeña
jarra de metal con crema.
—Negro está bien para mí —respondí a su pregunta no formulada.
Se sentó al otro lado de la mesa, se recostó en su silla y se quitó las gafas de la
punta de su nariz, dejándolas al lado del tazón vació de avena. Segundos de
silencio pasaron antes de continuar—: A veces el dinero cambia a las personas. En
cuanto al hermano de Matt, Alexander, no te preocupes por él. De Mónica es de
quién te tendrás que cuidar, sobre todo cuando está cerca de Matthias. Es
conspiradora. Alexander es solo... bueno, creo que anoche Matt lo describió muy
bien. Inofensivo, pero no exactamente benevolente. Creo que esa es la mejor
manera de ponerlo.
Abrí mis ojos ampliamente, conmocionada por su franqueza.
—Simplemente digo las cosas como son, Grace. Mónica siempre sintió algo
por Matt. Es solo que el dinero fue más fuerte. Creo que Alexander lo sabe y ha
abierto una brecha entre él y su hermano. Siempre fueron muy diferentes, pero
eran cercanos antes de que ella llegara.
Desesperada por cambiar de tema, asentí y bebí mi café mientras mi
estómago daba volteretas. —Me gustaría conseguirle algo a Matt. —Hice una
pausa y ella esperó—. No tengo mucho dinero. ¿Tienes alguna idea de lo que
puede gustarle?
Levantó su mirada de su café y sonrió. —Sí, me alegra que me preguntaras.
Creo que sé lo que sería perfecto. Vamos a mi estudio.
Seguí a Aletha a la cochera, la cual se veía tan vieja como la casa pero no
estaba tan bien cuidado como la parte exterior, sus tejas maltratadas de color beige
necesitan reparación. Me hizo entrar y cerró la puerta rápidamente, riendo como si
estuviéramos conspirando como colegialas. Había bastidores por todas partes con
cerámica secándose, esculturas y un caballete con un cuadro a medio terminar de
un paisaje. Las paredes se hallaban cubiertas con grandes estanterías que llegaban
hasta el techo, llenas hasta el borde con pinceles en latas, herramientas de metal y
tarros de vidrio. El nuevo torno de alfarero se encontraba en la esquina. La única
superficie brillante y sin tocar era la gran rueda de metal. De la parte trasera de la
puerta, Aletha agarró una bata y me la entregó. —¿Qué te parece si haces algo para
Matthias?
—Claro, ¿pero qué? No soy muy buena en esto. —Agarré un cilindro de
metal de café lleno de pequeñas herramientas plateadas—. ¿Para qué son estas?
—Herramientas para cuero.
—¡Oh! Matt necesita un cinturón. Ha estado usando dos cordones atados.
—Perfecto —dijo. Se acercó a un largo armario de metal y sacó una tira sólida
de cuero con cuatro agujeros redondos perforados en un extremo—. Todo lo que
necesitarás es una hebilla. Podemos ir a una tienda de segunda mano para eso.
Cada segundo me enamoraba más de ella.
Tomando un pequeño martillo y unas cuantas herramientas de la lata de café,
las levanté. —Entonces ¿doy golpecitos con éstos en el cuero?
—Primero, debes humedecer un poco el cuero, así estará lo suficientemente
flexible. De esa manera, el diseño se fijará y durará más, quizás para siempre. —
Fue hacia el lavabo rural y regresó un momento después con un trapo húmedo.
Empapó el cuero usando la pequeña toalla y luego retrocedió un paso—. Ahí lo
tienes, cariño.
—¿Qué tipo de diseño debería hacer?
—Eso depende de ti.
Analicé las herramientas con diferentes formas en los extremos. Había un
círculo formado por tres líneas onduladas. Lo agarré, junto con un pequeño círculo
y presioné el círculo más grande en el cuero fácilmente, dejando una marca
permanente. Entonces tomé el círculo más pequeño y golpeé en el centro del
diseño que realicé.
Se puso de pie sobre mí. —Guau, parece un ojo ¿no es así?
—Sí, supongo que sí.
—Entonces vamos a hacerlo femenino. ¿Puedo? —Asentí y recogió una
herramienta con forma de lágrima estrecha en el extremo e hizo tres marcas
encima del diseño del ojo y tres abajo. Luego hizo un segundo ojo y repitió el
proceso. Agarró una herramienta con forma de media luna y presionó, golpeando
rápidamente varias veces en una fila en los bordes superior e inferior, creando un
borde. Antes de que lo supiera, seis centímetros del cinto ya tenían diseño, lo
suficientemente abstracto para asemejarse a una impresión de Paisley o los ojos de
una mujer mirando desde un patrón de remolinos tribales.
—Eso es muy impresionante —dije.
—Ahora‖ tienes‖ el‖ diseño.‖ “Ojos‖ sobre‖ Matt”,‖ supongo,‖ si‖ tuviéramos‖ que‖
ponerle un nombre. —Se rio.
—Mis ojos sobre Matt —corregí y se rio aún más fuerte.
—Le encantará. Simplemente repite el diseño una y otra vez hasta que llegues
al final del cinto. —Deslizó un taburete de madera detrás de mí, me senté y me
puse a trabajar.
¿Tenías dudas?

Traducido por Marie.Ang & florbarbero


Corregido por Meliizza

Grace
Horas más tarde, terminé el cinturón justo cuando escuché el ronroneo de
una motocicleta entrando por la calzada. Aletha había ido a la casa a hacer té.
Colgué el cinturón dentro del gabinete, lo cerré, y fui a la puerta del cobertizo justo
cuando Matt la abría. Me empujó hacia dentro y me besó con fuerza. Envolví los
brazos alrededor de él y dejé que levantara mis piernas para envolver su cintura.
Cerró la puerta de golpe y me empujó contra ella.
—No me digas que no —dijo cerca de mi oído.
—Matt, tu mamá.
—Quítate esto. —Me dejó en el piso y removió la bata—. En realidad, quítate
todo esto. —Tomó mi camiseta y lo detuve—. No vendrá aquí —dijo sin aliento.
—¿Qué? ¿Por qué?
Dejó caer sus manos a los costados. —Porque sabe que estamos aquí. Ahora,
¿dónde estábamos? —Miró el techo y se tocó la barbilla, entonces me señaló con el
índice—. Oh, sí. Estábamos desvistiéndote.
—Espera, quizás piensa que tenemos un poco de respeto.
—Quizás piensa que somos jóvenes y estamos enamorados —contrarrestó
rápidamente.
Silencio, como si el aire hubiera sido succionado de la habitación y nos dejara
en un vacío, sin palabras, nuestros ojos pegados en los del otro. La expresión de
Matt permaneció impasible.
Arqueé las cejas.
Encogió los hombros con un movimiento rápido. —¿Qué?
—¿Estamos?
—¿Jóvenes? Sí, relativamente.
—No<‖¿estamos<?
—¿Qué crees, Grace? —Y entonces su boca fue a la mía, excepto que ya no
tenía urgencia detrás de su beso. El beso siguió y siguió, como si tratáramos de
fundirnos en el otro, romántico y dulce.
Finalmente, me aparté. —¿Tienes una motocicleta? —pregunté,
ensoñadoramente.
Respondió asintiendo en mi cuello y besándome justo debajo de la oreja.
—¿Quieres llevarme a pasear?
—No tienes idea.
—Sabes, en realidad nunca hablamos de la otra noche.
—¿Necesitamos hablar de ello? —Su tono de pronto fue tenso.
Una repentina ola de paranoia me hizo retroceder un metro, fuera del abrazo
de Matt. Evitaba el tema. ¿Por qué? Me preguntaba si existía algo que no quería
decirme. ¿No era lo suficientemente buena? ¿Cómo podía serlo? Pensé. Era como
un Dios, inundado con una intoxicante mezcla de dulzura y sexo. No podía apartar
mis ojos de él la mayor parte del tiempo. Y encima de todo, era amable, inteligente,
fuerte y artístico.
¿En serio, universo? Eso era bastante. ¡Eso era jodidamente bastante! No
puedes hacer a una persona así de deliciosa. No es justo.
Matthias era el tipo de chico con el que las chicas soñaban casarse. El tipo de
chico cuyo apellido garabatearías después de tu primer nombre en ornamentadas
letras cursivas en la cubierta de tu carpeta. Graceland Shore. Graceland y Matthias
Shore. Sr. y Sra. Shore. Imágenes de fotos de tu familia pasarían volando por tu
mente en un torrente borroso, como estrellas moviéndose rapidísimo. Tú, de pie
ahí, brillando y embarazada por décimo segunda vez, con todos tus hermosos y
pequeños niños Adonis y Afroditas pegados a tus piernas mientras tú y tu esposo
se miran a los ojos. Le gritarías al mundo: ¡Este. Hombre. Es. Mío! Y siempre le
darías un montón de mamadas. Ni siquiera he hecho eso aún, pero planeaba
hacerlo. De todas formas, el punto es, harías lo que fuera por él.
Y entonces, como una criatura mitológica, aniquilaría tu corazón con mera
indiferencia.
¿En realidad necesitamos hablar de esto?
Ouch.
Me lanzó una mirada, suplicando, buscando. ¿O jugaba conmigo? Mi
estómago tuvo un espasmo de ansiedad.
—De acuerdo, Grace. ¿Qué diablos está pasando?
No pude evitarlo. —¿Era terrible en la cama?
—¿Qué? ¿Qué te pasa? ¿Me estás tomando el pelo?
—Bueno, ¿vas a responder mi pregunta?
Se enderezó. —¿De verdad necesito señalar que básicamente te acabo de decir
que estoy enamorado de ti? Pensé que lo habías entendido. Jodido Cristo, Grace.
Tengo una furiosa erección y estoy tratando desesperadamente de deshonrarte
contra la pared de un desagradable cobertizo en el patio trasero de mi madre.
Pensé que las acciones hablaban más fuerte que las palabras. —Nos miramos y
luego, bajó la voz—. La otra noche fue fácilmente la noche más placentera de mi
vida, te lo juro. Dudo que alguien más siquiera pueda superarla. Eres tan
únicamente bella y sexy, y te movías tan perfectamente que no he dejado de pensar
en ello. —Bajó la mirada a sus vaqueros y se rio—. Lo que hizo mi vida en los
aviones y en la casa de Aletha extremadamente incómoda.
Mi corazón ha muerto. Es mi dueño.
Agarró mi mano. —Vamos, tontita. Quiero llevarte con mi papá para el
almuerzo, y ya se está haciendo tarde.
—¿En serio? —Miré mi reloj. No me había dado cuenta que Matt quería ver a
su papá en tan poco tiempo—. Oh, mierda. —Pasé corriendo la puerta de la casa de
Aletha, girando frenéticamente—. No sé qué ponerme —gemí.
Matt fue tras de mí y se sentó en la cama de invitados, observándome, con las
manos apoyadas detrás de su cabeza, una sonrisa satisfecha y engreída en su cara.
—Solo‖escoge‖algo.‖Te‖ves‖bien‖en‖todo<‖y‖nada.
—Oh mi dios, oh mi dios, oh mi dios. —La ropa salía volando de mi maleta y
a través de la habitación—. ¡No tengo nada!
—Esto —dijo Matt, escogiendo una prenda del suelo—. Usa esto. —Era un
vestido, el que tenía pequeñas flores negras y un corte en la espalda—. Con medias
y tus botas. Te vez increíble.
Agarrándolo, revisé el material arrugado. —Pásamelo —vino una voz desde
la puerta. Aletha sostenía las manos en alto. Casi empecé a llorar cuando levanté la
mirada para ver su cálida sonrisa. Cuando me encontraba en mi casa, se esperaba
que planchara no solo mi propia ropa, sino que también la de mi papá y mis
hermanas. Mi madre siempre dijo que se trataba de hacer mi parte. Incluso cuando
iba a casa desde la universidad en vacaciones, pasaba horas haciendo los
quehaceres y planchando. Despreciaba planchar. La mera visión de una tabla de
planchar me hacía enojar. El pequeño gesto de Aletha me recordó cuanto ansiaba
una madre que apoyara, alguien que no dejara que mi padre bebiendo rigiera
nuestras vidas. Una que sonara emocionada, que quisiera conocerme cuando
llamara. Una que no abarcara demasiado.
—Gracias, Aletha.
—Con gusto, dulzura. —Creo que lo decía en serio. Como si planchar mi
vestido en realidad la hiciera feliz.
Dentro de veinte minutos, me encontré moviéndome nerviosamente en el
asiento del pasajero en la furgoneta de Aletha mientras Matt hacía resonar a los Sex
Pistols y golpeteaba el volante al ritmo, moviéndose a través del tránsito,
totalmente inconsciente de mi nerviosismo.
—¡Oye! —grité sobre la música.
Le bajó el volumen y me miró. —No enloquezcas, Grace. Ellos son un montón
de idiotas pretenciosos. Sólo toca una canción para ellos. Estarán totalmente
impresionados. Mónica estará celosa. Alexander será un imbécil. Mi papá y su
esposa serán cordiales pero engreídos. Todos hablarán de algún famoso chef que
cocinó nuestra comida y luego mi papá te recordará cuánto pagó por el vino.
—Me siento mal por aparecer con las manos vacías.
—Mi mamá me dio una botella de Prosecco para traer.
—¿Qué es eso?
—Un vino espumante, como champaña.
Solté un suspiro de alivio. —Perfecto.
Cuando entramos por la calzada de lo que modestamente llamaría una
mansión, mis ojos sobresalieron de mi cabeza. La casa se hallaba decorada con
luces blancas de navidad y había un gran árbol de navidad en el centro de la
calzada circular, cubierto en grandes y extravagantes lazos y enormes bolas
decorativas de cristal.
—Mi madrastra ama esta mierda pero no hace nada por si sola. Simplemente
contrata gente.
Miré el vino detrás de su asiento y lo agarré. Ambos arrastramos los pies
hacia la puerta aprensivamente. Matt presionó el timbre; pensé que era extraño que
no pudiera simplemente entrar a la casa en la que creció.
Una corpulenta mujer a mitad de sus sesenta, usando un delantal que pensé
que solo la gente en las películas usaba, respondió a la puerta. Ella era Alice de
Brady Bunch6, pero no alegre.
—Matthias —dijo. Su acento era grueso y obviamente alemán.
Se inclinó y la besó en la mejilla. —Naina, esta es Grace.
—Encantada de conocerte. —Sacudió mi mano con firmeza y se giró. La
seguimos a través de la entrada y por un largo pasillo.
¿Quién es esa? Modulé.
—El ama de llaves —susurró y luego se inclinó hacia mi oído—. Es mala. —
Mis ojos se ampliaron.
Naina se giró y se detuvo a mitad de camino. —Puedo oírte, muchacho.
Matt sonrió. —Naina ha estado aquí desde que tenía doce. Me ayudaba con
todas mis tareas, me enseñó un montón de maldiciones en alemán, y siempre me
pasaba a hurtadillas colaciones con azúcar.
Naina pisoteó y se puso las manos en sus anchas caderas. —Matthias —
regañó, pero solo duró un segundo antes de que sus mejillas se tornaran rosas y
empezara a reír—. Ven aquí, tú. —La rechoncha mujer prácticamente levantó a
Matthias del suelo en un abrazo de oso—. Te he extrañado, Matthias. No ha sido lo
mismo aquí sin ti. —Se apartaron.
Matt se apuntó el pecho con el pulgar. —Soy su favorito.
—Ven ahora, suficiente de eso —respondió Naina cuando se dio la vuelta y
continuó por el pasillo. Desechó el comentario, pero sabía que era verdad.
Era dos días antes de navidad y me encontraba a punto de conocer al papá de
Matt, su hermano, su madrastra, y su rencorosa exnovia/pronto a ser hermanastra.
Me encontraba feliz de tener algo que llevar a la habitación; se sentía como un
escudo contra lo que fuera que nos esperará en la gran sala de estar. Matt me quitó

6 Serie de televisión sitcom norteamericana.


la botella de Prosecco de las manos, así como mi escudo, y entró a la sala antes que
mí, abriendo los brazos, su pecho en alto, con la botella colgando de su mano
derecha. —Feliz Navidad, familia. ¡Estoy aquí!
Vi al papá de Matt y su madrastra de pie cerca de una ventana que iba del
suelo al techo que daba a un gran patio trasero y una deslumbrante piscina. Su
padre llevaba un traje oscuro y corbata. Su madrastra usaba una falda lápiz de
color beige, blusa blanca, y un par de brillante perlas. Era el polo opuesto de
Aletha, con su cabello rubio cortado en una perfecta melena y su firme y
medicamente alterada piel.
Su papá tenía la distinguida mirada de un hombre que pasaba mucho tiempo
frente al espejo, pero su sonrisa era genuina, como la de Matt. Desde el sofá se
levantó una figura, que sabía sin duda era Alexander. Iba en un austero traje
blanco, con camisa rosa y sin corbata. Los tres primeros botones abiertos,
revelando su bronceado y lampiño pecho. Su cabello era más claro que el de Matt y
con una apariencia plástica por el gel.
Llegó a Matt en tres zancadas. —Matt está aquí y tarde como es lo usual —
dijo, alegremente. Tomando la botella de la mano de Matt, la examinó—. Y miren,
todos, nos trajo una botella de champaña de un hombre pobre. ¿Qué dicen? Quizás
podemos asar el cerdo con esto.
¿Hablaba en serio? Mi Dios.
Mis entrañas se apretaron y mi corazón cayó ante la idea de Aletha dándole a
Matthias la botella y Matt sabiendo cómo la recibirían ellos, pero sin tener el
corazón‖de‖decirle<‖o‖a‖mí.‖Debe‖haber‖sido‖el‖por‖qué‖la‖tomó‖de‖mis‖manos‖en‖el‖
último segundo.
Ignorando a su hermano, salió del camino y tomó mi brazo. —Todos, esta es
Grace.
Saludé incómodamente y luego su madrastra se aproximó. —Hola, querida.
Soy Regina.
Mientras sacudía su mano, el padre de Matt caminó hacia Matt y lo abrazó
sin decir una palabra, luego tornó su atención hacia mí. —Hola Grace, es agradable
conocerte. He escuchado de ti y tu música.
Tragué saliva, preguntándome lo que escuchó. —Gracias, señor. Encantado
de conocerlo.
—Por favor, llámame Charles.
Me‖ dio‖ la‖ urgencia‖ de‖ decir,‖ “¿Qué‖ hay‖ de‖ Charlie?”,‖ y‖ me‖ reí‖ con‖
nerviosismo. —De acuerdo, Charles.
Alexander se paró detrás hasta que vi una mujer de cabello negro entrar a la
habitación desde el otro lado. Era hermosa, en el tipo de la chica de al lado. Largo y
liso cabello con rizos al final. Grandes ojos marrones, sorpresivamente cálidos.
Sonreí cuando se aproximó, pero entonces noté su sonrisa de Guasón, grande y
falsa, con una pizca de travesura. Sus movimientos eran felinos cuando se
encaminó hacia nosotros. —Matthias. —Su voz era arrogante.
—Hola, Mónica. Esta es Grace.
Su sonrisa escalofriante retrocedió cuando lentamente miró hacia abajo mis
botas, y luego subió hacia mi cara. Extendí la mano para sacudir la suya, pero
quedó ahí, indefensamente. Finalmente, la tomó. —Encantada de conocerte. Te ves
como de su tipo.
—Ehhh<
Mónica volvió a mirar a Matt. —¿Ella habla?
—Niños, vamos al comedor —interrumpió Charles. Estaba agradecida.
Los seis nos sentamos alrededor de una gran mesa negra brillante con
cubiertos de plata y copas de champaña de cristal. Matt y yo nos sentamos frente a
Alexander y Mónica, mientras que Regina y Charles se ubicaron en cada extremo
de la mesa. Naina se movió rápidamente y con gracia entró y salió de la habitación,
dejando platos en la mesa.
Charles anunció que la comida fue preparada por el Chef Michael Mason. Me
incliné y le susurré a Matt—: ¿Quién es él?
—¿A quién le importa? —dijo Matt en voz alta, pero nadie lo reconoció.
Regina y Mónica tenían una conversación sobre algún diseñador que
trabajaba en el vestido de boda de Mónica, mientras Charles aburría a Alexander
sobre la última firma de las negociaciones de un contrato. Básicamente nos
ignoraron por la mayor parte de la comida, y debería haber estado agradecida. La
hora del postre llegó, Mónica y Alexander que tenían unas pocas copas de
champaña, giraron su completa atención hacia nosotros.
—Entonces, ¿tocas el chelo? —preguntó Alexander.
—Sí.
—Oh. —La voz de Mónica estaba llena de conocimiento—. ¿Eres una
chelista?
—Sí —dije de nuevo. Vi la preocupación grabada en el rostro de Matt. Miraba
con dureza a Mónica, tratando de leer su tono.
Su sonrisa endulzada con sacarina y falsa risa envió un frío estremecimiento a
través de mí. Miró a Alexander, pero me señaló. —¿Esta es ella? —Sus ojos fueron
al papá de Matt—. La que rescataste, ¿cierto Charles?
—¿Disculpa?‖Um<‖¿rescataste? No sé a lo que te refieres —dije, las palabras
apenas saliendo sobre el volumen de un susurro. ¿Quién era esta tímida y estúpida
chica en la que me había convertido alrededor de estas personas?
—Nada. Esta no es una conversación para la hora de la comida, Mónica. —
Había un borde en el tono de voz de Matt.
Empujé la silla hacia atrás de la mesa. —¿Cuarto de baño? —pregunté a
alguien que me rescataría.
—Por el pasillo, segunda puerta a la derecha —dijo Regina.
Cuando me puse de pie, me mecí, mareada por la champaña. Matt me atrapó,
pero rápidamente me moví más allá de él y hacia el pasillo. Podía oír sus pisadas
tras de mí. Fui al baño e intenté cerrar la puerta, pero la gran bota con punta de
acero de Matt lo impidió. —Espera. Déjame entrar.
—No —espeté.
—Grace,‖hablo‖en‖serio.‖Déjame‖entrar<‖por‖favor.
Mis ojos se aguaron y bajé la mirada cuando finalmente dejé ir la puerta y le
permití entrar. Levantó mi barbilla. Sus ojos ardían, como ron en llamas. —
Escúchame. Le pedí algo de dinero a mi papá para ayudarte a recuperar tu chelo.
No entré en detalles con él porque sabía que jodidamente no entendería tus
circunstancias. Ni siquiera merecen conocerte. Tú eres buena, amable y pura, y no
necesitas a estas personas para que te digan eso. Déjalos pensar lo peor. Deja que
Mónica desate su juicio de mierda. Deja que Alexander piense que usamos el
dinero para tu quinto aborto. Déjalos que se vayan al infierno. No me importa, y a
ti tampoco debería. Ellos nunca estarán satisfechos en sus vidas porque, sin
importar cuanto tengan, siempre querrán más. Justo ahora, quiere sacar algo de
nuestra dignidad porque tenemos algo que ellos no.
Esnifé. —¿Qué es eso?
—Esto. —Se inclinó y me besó con suavidad, lentamente.
Cuando se apartó, se movió el baño, abrió el gabinete bajo el fregadero, y se
estiró tanto como pudo. —¡Lo tengo! Naina nunca falla. —Era una botella de
tequila. Desenroscó la tapa y tomó un trago—. Tengo que conducir, pero eres
bienvenida a ponerte jodida. Entumecerá el dolor por estar alrededor de mi
familia, confía en mí.
Después de tres largos tragos, podía sentir el calor extendiéndose por mi
rostro. Mis mejillas se volvían instantemente rosadas cuando bebía tequila. —Estoy
lista.
Desordenó mi cabello. —Ahí vamos. Ahora, te ves perfectamente como si
acabaras de follar. Vamos a hacerlos avergonzarse.
El grupo se encontraba en la sala de estar de pie cerca del piano de cola
brillante cuando volvimos. Mónica lucía sorprendida cuando nos vio. Alexander
lucía celoso, y Charles y Regina curiosos, mientras me abanicaba.
—Te tomaste el tiempo suficiente —dijo Alexander.
Pasando por detrás de Alexander, murmuré—: Sí. Matt toma su tiempo. —
Cuando me senté en el banco del piano, hice un último gesto de aireación
dramática antes de poner mis manos sobre las teclas—. ¿Puedo tocarles algo?
—Eso sería maravilloso, Grace —dijo Charles.
El tequila bombeaba a través de mis venas, soltando todos los músculos
estresados en mi cuerpo. Empecé a tocar, primero lentamente, permitiendo que la
canción creciera. La música comenzó a construirse, más y más alto, todas las
emociones en la superficie como una experiencia espiritual. Sentí ganas de gritar—:
¡¿Puedo obtener un amén?! —Cerré los ojos y toqué durante cinco minutos sin
perder una sola nota.
Cuando terminé, se hizo el silencio. Esperé nerviosamente a abrir los ojos
hasta que escuché el sonido de aplausos. Miré a Charles primero, que brillaba. —
Eso fue fantástico, Grace. ¿Quién era ese, Bach?
—Pink Floyd. “Comfortably‖Numb”. —Sonreí.
—Bueno, fue hermoso en todo caso —dijo Regina.
—Gracias. —Me levanté y me di cuenta de que Mónica se encontraba de pie
al lado de Matt, mirándolo fijamente. Él no lo notó porque sus ojos se hallaban
puestos en mí y sonreía, una cursi, sonrisa de millones de megavatios
completamente llena de orgullo.
Mientras caminaba hacia él, sostuvo sus dedos en la cara como si estuviera
presionando el obturador de una cámara imaginaria y articuló—: Eres tan
jodidamente hermosa.
Mónica vio todo, pero la mejor parte fue que a Matt no le importaba si lo veía
o no. No estoy segura de que incluso existiera en su mente. Cuando lo alcancé,
Alexander golpeó duro a Matt en la espalda. —Es muy talentosa, hermano.
Los ojos de Matt se ampliaron. Se encontraba sorprendido, claro. Tal vez por
el recuerdo del viejo amor fraternal que una vez compartieron, o tal vez porque
Alexander me miraba como un premio.
—Sí, ella lo es —dijo, todavía mirándome—. Tenemos que irnos ahora. —
Matt tomó mi mano y me llevó hacia la puerta y luego envolvió su brazo alrededor
de mi hombro—. Gracias papá, Regina. El almuerzo fue genial. Tenemos que
volver con la furgoneta de mamá ahora. —Inclinándose, besó mi oído y susurró—:
Te quiero toda para mí.
Nos volvimos justo antes de salir por la puerta. Matt dijo un fuerte—: ¡Feliz
Navidad! —Y nos fuimos, dejando una sala llena de rostros boquiabiertos.
—¿Qué fue todo eso? —le pregunté cuando salíamos de la calzada.
—Ese era yo diciéndoles que eres mía.
No podía dejar de sonreír.
Sex Pistols comenzó de nuevo. Matt subió el volumen y comenzó a hacer su
mejor imitación de “Vicious Sid”, cantando algo sobre vacaciones bajo el sol.
Sonreí y miré por la ventana del pasajero, observando el tráfico en el otro lado de
la carretera.
Pasamos los tres días siguientes con su mamá, explorando las calles en la
motocicleta de Matt. En una tienda de segunda mano, me encontré una hebilla de
cinturón genial, de estaño negro con un búho gris en el centro. Hice que Matt
esperara afuera mientras pagaba por ella.
Cuando llegué a la puerta, se encontraba en el estacionamiento, sobre su
motocicleta, tan sexy como siempre. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y
llevaba esa arrogante sonrisa, sus ojos entrecerrados contra el sol. Una ráfaga de
viento sopló mi pelo hacia atrás cuando caminé hacia él. Levantó una cámara
invisible y tomó una foto.
—Gracie, espero que me consiguieras la hebilla del cinturón del búho.
Golpeé su brazo. —Idiota. ¿Por qué tienes que arruinarlo?
—Bésame.
—Arruinaste mi sorpresa —me quejé.
—¡Bésame!
La mañana de Navidad, todos nos sentamos alrededor del árbol de Aletha e
intercambiamos nuestros regalos en su mayoría caseros. Aletha hizo cuatro
hermosas tazas en su nueva rueda de cerámica y nos las dio.
—Están esmaltadas. Dos tienen tus iniciales y dos tienen las de Grace en la
parte inferior —explicó Aletha cuando Matt las sacó de la caja.
—Eh —dijo Matt—. Son geniales, mamá. Gracias.
Le entregó un gran marco envuelto. —Es de parte de los dos. —Apreté su
mano con gratitud. Sabía que no había podido comprarle nada.
Ella lo desenvolvió y se quedó observando. No sabía que miraba así que me
puse de pie detrás de ella. Cuando por fin vi lo que enmarcaba, tragué saliva y
sentí las lágrimas llenar mis ojos. Era un collage apelmazado de nosotros. No podía
ver nuestros rostros en ninguna de las fotos pero eran todas de Matt y yo, sólo
nuestras piernas, brazos, manos, pelo, uno sobre el otro, abrazados, o yaciendo
juntos con pereza. Algunas tan iluminadas que tan sólo podías ver nuestras
siluetas. Era una colección impresionante, y realmente mostraba el talento de Matt
tan bellamente.
—Matthias —comenzó Aletha, ya sin aliento—. Hijo, estas fotos son tan
increíblemente impresionantes. Y Grace, eres tan naturalmente hermosa. Atesoraré
esto siempre.
Una lágrima cayó de mi mejilla y se posó en el hombro de Aletha mientras
me abrazaba. Me miró con sorpresa. Negué con la cabeza, avergonzada, y aparté la
mirada.
—¿No habías visto esto, Grace? —preguntó.
—No —dije, mi voz tensa—. Es increíble, Matt.
—Me alegro de que te guste, porque te tengo lo mismo. —Se rió—. Te está
esperando en tu habitación cuando vuelvas. Lo metí allí justo antes de irnos.
Me senté en su regazo y le di un beso rápido. Me acercó más. —Me encanta.
Gracias.
Cuando le di el cinturón, lo examinó. —Los ojos de Grace —dijo, y asentí.
—Te dije que iba a entenderlo —agregó Aletha.
Una vez que regresamos a Nueva York a principios de enero, caímos en una
rutina regular. Nos gustaba explorar la ciudad, ir a nuestras clases, estudiar juntos
en los dormitorios, o al menos tratar de estudiar. No pudimos mantener nuestras
manos fuera del otro. En las noches Matt trabajaba en el PhotoHut, y yo practicaba
música con Tati.
Aproximadamente un mes después, Matt me pidió reunirme con él en el
salón, con la única pista de que iba a llevarme a un lugar especial.
—Esta es la otra parte de tu regalo de Navidad que esperaba para darte —me
dijo, con los ojos brillantes, mientras tomaba mi mano y me sacaba fuera de la
residencia de estudiantes.
Envueltos en abrigos y bufandas, caminamos a la tienda de comestibles de
Arlene, un pequeño lugar donde las bandas locales tocaban. —No mires a los
carteles —instó.
Nos abrimos paso entre la multitud al escenario. Matt siguió adelante,
empujando a la gente hacia un lado, pero no pude ver nada más allá de las
espaldas de las personas. Cuando finalmente levanté la mirada, miraba
directamente a los ojos de Jeff Buckley mientras sintonizaba su guitarra.
Santa. Mierda.
Vimos todo el espectáculo, allí mismo en la parte delantera de la multitud,
balanceándonos adelante y atrás, a un metro de mi músico favorito de todos los
tiempos. En un momento, pensé que atrapé una sonrisa de Jeff pero luego miró
hacia otro lado y empecé a divagar sobre su parche de nicotina. Miré de nuevo a
Matt y murmuré—: ¡Oh. Mi. Dios! —Sabía que estaba en presencia de la grandeza.
Jeff desapareció después del espectáculo, pero no me molesté en buscarlo. Un
año antes, podría haber esperado alrededor como una groupie para conseguir un
apretón de manos o decirle la fan devota que era, pero esa noche sólo quería volver
a la residencia de estudiantes con Matt. Me inspiré. Quería tocar música.
De regreso a casa, le dije con aire ausente—: No‖ tocó‖ “Hallelujah”.‖ Eso‖ es‖
muy malo.
—Probablemente está harto de tocarla —respondió Matt mientras balanceaba
nuestras manos hacia atrás y adelante.
—Sí, tienes razón. Gracias, por cierto. Eso fue increíble.
—Cualquier cosa por ti.
—No te pongas todo sentimental, Matthias.
Rió. —Ahora, ¿quién es el que no puede hablar en serio?
Gracie…

Traducido por CrisCras


Corregido por Janira

Matt
Después de las vacaciones, Grace y yo pasamos juntos tanto tiempo como
pudimos, mayormente desnudos. Se sintió como si intentáramos resumir toda una
relación en unos pocos meses antes de que me marchara a Sudamérica. Debimos
de habernos dicho el uno al otro un millón de veces que lo que teníamos era casual,
pero no se sentía de esa manera. Grace evitaba toda conversación sobre lo que iba a
hacer cuando me marchara durante el verano. Me recordó constantemente que
éramos jóvenes, lo cual se sentía como si intentara minimizar nuestra relación.
Creo que intentaba proteger su corazón. Tal vez yo también.
Pasamos mucho el rato con Tati y Brandon y fuimos a locales de música de
mala muerte en el Lower East Side y en Brooklyn cada viernes. Los domingos
hacíamos el vago, jugando o estudiando juntos en los dormitorios. Pero a medida
que terminaba el invierno y comenzábamos la primavera, todos nos vimos
ocupados preparándonos para el final de la universidad y la siguiente fase de
nuestras vidas. Si no hubiera vivido justo en la habitación al lado de Grace, no sé
cómo nos habríamos visto el uno al otro.
Finalmente, en el primer día cálido de abril, Grace, determinada a juntarnos a
los cuatro, nos dio órdenes estrictas para reunirnos en el exterior de Old Hat a las
diez de la mañana. Old Hat era un antro sucio al que íbamos después de que
cerraran los bares decentes por la noche, así que era un lugar inusual para
comenzar el día.
Me froté las manos y di una palmada. —Muy bien, señora, ¿sobre qué es todo
esto?
—Whisky —dijo de forma seria.
Brando se rió entre dientes.
—Son las diez de la mañana, Grace —dijo Tati con una mano en la cadera,
claramente sin divertirse.
Grace me agarró la mano y tiró de mí hacia la puerta. —¿No es eso algo
hermoso, chicos? Tenemos todo el día. Vamos, somos jóvenes. Vamos a sacar
ventaja de ello.
El camarero de Old Hat nos saludó. Grace levantó cuatro dedos. —Cuatro
whiskies, por favor.
—Oh, por favor. —Oí murmurar a Tati.
—¿Qué vamos a hacer, Gracie? En serio. —Me encontraba totalmente
confundido.
Los cuatro nos sentamos en una fila en la barra. —Todo el mundo ha estado
tan ocupado últimamente y Matt se va pronto. Solo quiero pasar algo de tiempo
con ustedes, chicos, emborracharnos, divertirnos, y no estudiar. Tengo todo el día
planeado para nosotros.
Tati sostuvo el trago en alto. —Me has convencido. Yo juego.
—Hasta el fondo —dijo Brandon.
Después de que nos bebiéramos nuestros whiskies, Grace se volvió hacia
nosotros. —Muy bien, en marcha.
—¿A dónde ahora? —dije.
Sus ojos se iluminaron. —La habitación oscura. —Me tendió un rollo de
película—. Necesitamos revelar eso.
—Por favor, díganme que no son fotos de ustedes desnudos, chicos —dijo
Brandon.
—No, probablemente tienen suficientes de esas —añadió Tati.
—No lo son —dijo Grace—. Es una pista.
—¿Qué vamos a hacer mientras revelan eso? —preguntó Tati.
—Van a venir con nosotros —dijo Grace—. Matt puede mostrarles cómo hace
una copia.
Sonreí satisfechamente. —Sí, será divertido.
Caminamos hasta el laboratorio de fotografía del campus, empapándonos en
el cálido aire de primavera a lo largo del camino. Había una serie de pequeñas
habitaciones en las que los estudiantes podían revelar películas de negativos y
luego una habitación más grande llena de luz roja, ampliadoras, y recipientes de
revelado para que los estudiantes hicieran copias. Establecí algunos negativos en
ampliadoras de un rollo de película que dejé en la habitación, así Tati y Brandon
podían hacer copias. Eran fotos de Grace y de mí haciendo caras estúpidas ante la
cámara; era una especie de proyecto de práctica, pero al menos Brandon y Tati
podían divertirse mientras Grace y yo revelábamos el rollo.
Bajamos por el pasillo y tiré de Grace al interior de una de las habitaciones
más pequeñas y cerré la puerta. —Gracias por planear lo de hoy. Esto es divertido.
—La apoyé contra la puerta, la besé y enganché su pierna alrededor de mi cintura,
subiendo la mano por su muslo y empujando su vestido hacia arriba.
—Creo que me dijiste que la gente no hace esto aquí.
—No sé lo que hace otra gente y, en realidad, no me importa.
Gimió, pero se apartó de mi abrazo. —Tenemos que revelar esa película,
Romeo.
—Aguafiestas —murmuré—. Bien, lo empezaré, pero voy a conseguir algo
después.
—Estaré a tu disposición entonces, pero primero comienza con ese rollo.
—Muy bien, tengo que apagar la luz roja para revelar, así que se va a
oscurecer por completo aquí adentro durante unos de doce minutos.
Arrugó la nariz. —¿Qué es ese olor?
—Es el revelador. —Los olores químicos eran abrumadoramente fuertes
dentro de la habitación de ocho por ocho, la cual resultaba cálida y húmeda. Había
un fregadero de acero inoxidable y una encimera en un lado, junto con una batea
alta y estrecha en donde se depositaban los negativos de la película en la solución
para revelado. Encima de la encimera se encontraba un gran cronómetro con las
manecillas que brillaban en la oscuridad. Al otro lado se encontraba un banco de
madera.
Me incliné y encendí la radio que dejé debajo del fregadero. La música salió
del altavoz en la pared, algún tipo de suave jazz de la emisora de la universidad.
—No puedo cambiarlo, pero es algo. —Me volví para mirarla, sentada en el
banco—. ¿Te encuentras lista? Voy a apagar la luz roja ahora.
—Estoy lista.
Pulsé el interruptor. Los laboratorios fotográficos son tan oscuros y calurosos
que te sientes soñoliento al instante. Grace bostezó audiblemente desde el otro lado
de la habitación. Todos mis otros sentidos se pusieron a toda marcha. Abrí la
película y la uní a ciegas a un sujetapapeles. Palpando para llegar al fregadero, me
las arreglé para dejarla caer de forma experta dentro de la batea sin hacer ni un
ruido.
—¿Te encuentras bien, nena? —pregunté.
—Sí —dijo soñolienta.
—Dame un minuto más. —Coloqué el cronómetro y luego una imagen
mental de Grace montándome atravesó mi cabeza.
—Desnúdate.
Se rió. —¿Hablas en serio?
—Puedo hacer mucho en doce minutos —dije mientras caminaba hacia ella.
Le agarré el brazo primero y luego nos empezamos a besar. No hubo
necesidad de ningún otro sentido; solo el tacto. La besé desde la oreja hasta la base
del cuello y luego le saqué el vestido por la cabeza. Desabrochó mi cinturón y tiró
de mis vaqueros. Le di la vuelta. Desde detrás, besé su hombro y descendí una
mano por su espalda, sobre su trasero, y luego mis dedos se encontraban allí, en su
interior. No hizo ni un ruido.
—¿Te encuentras bien? —pregunté.
—No te detengas. —Jadeó.
Y luego me deslicé en su interior. Nuestras respiraciones eran fuertes, pero
las amortiguamos lo mejor que pudimos. Entré y salí, lentamente al principio,
luego más fuerte y con más urgencia. Empujó contra mí, igualando mis
movimientos. No hubo ningún otro sonido aparte de pequeños gimoteos y
respiraciones pesadas. Cuando la sentí apretarse a mí alrededor, enloquecí. La fría
oleada se disparó a través de mí como si todos mis nervios estuvieran
rompiéndose. La jalé hacia mí y enterré la cara en su cuello. En un movimiento, salí
de su interior, me derrumbé en el banco y la levanté sobre mi regazo.
Nos dábamos besos lentos y adormilados cuando ¡buzzzzzz! El cronómetro
sonó. Me levanté y encendí la luz roja. Grace se puso de pie a mi lado, atónita.
Envolví los brazos a su alrededor y la besé en la cima de la cabeza. —Eso fue
fantástico. ¿Te encuentras bien? —La sinapsis todavía debía fallar en su cerebro,
porque solo asintió.
Fui hasta el fregadero y saqué más de un metro de negativos de la cubeta y
los dejé caer dentro de un contenedor lleno de agua que actuó como un
neutralizador. Nos vestimos rápidamente y dejamos la habitación con la película.
Después de que los negativos se secaran, los revisé y encontré que la mayoría
estaban en negro casi hasta el final. Había tres fotos, cada una con una sola palabra
en un trozo de papel. Piano. Cerveza. Cacahuetes.
Alcé la mirada hacia Grace. —¿Three Peas? —pregunté, refiriéndome a un
pequeño bar que se hallaba cerca de nuestro dormitorio, el cual tenía piano y una
noche de micrófono abierto los viernes. A menudo la molestaba para que tocara y
cantara para mí allí, pero nunca lo hacía.
—Lo captaste. Vamos por Tati y Brandon. ¡Esto es tan divertido! —gritó y
luego me jaló por el pasillo hacia nuestros amigos.
Fuera, Tati sacó una petaca de whisky de su bolso. —No pierdes el tiempo. —
dije.
—Pensé que Grace iba a arrastrarnos a un montón de museos. Tenía que estar
preparada. ¿Quieres un poco?
Tomé un trago y luego Grace me lo quitó de las manos. —Yo soy la que va a
necesitarlo. Vamos.
Para cuando llegamos al Three Peas, todos nos encontrábamos lo
suficientemente achispados. Se encontraba vacío, excepto por una cantinera a la
que no reconocí. Grace se inclinó sobre la barra. —Estoy haciendo un pequeño
juego para mi novio y mis amigos, y me preguntaba si podría cantar una canción
muy corta allí arriba. —Señaló hacia el escenario.
—Oh, Dios mío, va a hacerlo —dijo Tati.
La cantinera alzó la mirada y sonrió. —Hazlo. No hay nadie aquí. ¿Quieren
algo de beber?
—Claro. Cuatro cervezas.
La camarera nos sirvió nuestros tragos, y todos observamos a Grace tomarse
la suya en tres largos tragos. —Oh, Dios. —dije.
Justo cuando se dirigía al piano, oí el tintinear de campanas mientras la
puerta se abría. Me di la vuelta y vi a unos cuantos tipos trajeados, en su descanso
para comer, entrar y dirigirse a los taburetes. Eran siete. La audiencia de Grace
creció exponencialmente en un segundo.
Arrastró el banco del piano más cerca, el cual hizo un sonido chirriante a
través de las tablas de madera del suelo del escenario. —Perdón —murmuró en el
micrófono, el cual tenía el volumen demasiado alto. Los tipos trajeados y la
cantinera volvieron su atención hacia ella. Parecía más que nerviosa. Le sonreí y su
rostro se suavizó un poco. Se reclinó hacia atrás y giró un selector en el sistema de
sonido. —¿Mejor? —Asentí.
Tati gritó—: ¡Tú puedes, chica!
—Bien, aquí va una canción que escribí, pero también es su próxima pista, así
que presten atención, chicos. —Su risa nerviosa hizo eco a través del silencioso bar.
—¿Grace escribe canciones? —preguntó Brandon.
Tati y yo le mandamos callar al mismo tiempo.
Grace tocó una larga introducción rítmica que sonaba como al típico Jazz de
bar y luego aceleró el ritmo hasta que la melodía emergió. Podía tocar cualquier
instrumento tan fácilmente; era hipnótico. Aun así, cuando empezó a cantar, todos
contuvimos la respiración. Nadie la había oído cantar en realidad, pero como con
todo lo demás, era una revelación.
Corre hacia el lugar en donde juegan los miembros de la realeza,
Tus amigos se reúnen y nos escondemos.
A la vista pero ocultos,
Qué imprudentes son esos momentos que tenemos,
Qué preciosos.
Por qué no corremos al lugar en donde bailan los niños,
Los generales se levantan,
Y podemos caminar de rodillas en el verano…
Cuando terminó, todos nos levantamos y aplaudimos. —¡Bravo! —gritó Tati.
Todos los hombres de negocios aplaudieron y gritaron—: ¡Gran trabajo!
—Amigo, eso fue muy bueno. Ni siquiera sabía que podía tocar el piano. —
dijo Brandon.
—Es fantástica —dije en voz baja mientras la observaba descender del
escenario. Tati me dio un codazo en el brazo y me guiñó un ojo.
La cantinera llamó a Grace. —Eres un millón de veces mejor que la mayoría
de gente que viene aquí la noche de micrófono abierto. —La atraje a mis brazos,
sonriéndole brillantemente. Me miraba, sonriendo. Tenía la cara roja como un
tomate. La besé en la nariz—. ¿Parque Washington Square?
Se rió. —¿Era tan obvio?
—Algo así. Apestas con las pistas, pero aun así esto es divertido. ¿Tragos
antes de que nos vayamos?
La cantinera nos sirvió una ronda de tragos de whisky, y luego compramos
perritos calientes en un carrito de camino al parque. Nos hallábamos severamente
borrachos, y era solo la una de la tarde. Me daba miedo que de no comer mucho
más que perritos calientes, tendría que llevar a Grace de regreso a los dormitorios
para cuando todo esto terminara.
—Me lo estoy pasando bien. Me alegro de que organizaras esto —le dije. La
verdad era que Grace y yo podíamos divertirnos doblando la colada, y Brandon y
Tati siempre se encontraban dispuestos para todo lo que planeamos. Simplemente
resultaba fácil para nosotros cuatro.
Una vez que nos hallábamos en el Parque Washington Square, nos sentamos
juntos bajo nuestro árbol habitual. Brandon encendió un porro y todos hicimos
turnos pasándonoslo. Apoyé la cabeza en el regazo de Grace. —No puedo pensar
en una forma mejor para pasar un miércoles. —Bostecé.
—Sabes, Graceland solía hacer esto por sus hermanos en casa —dijo Tati.
—¿Lo hacías? —Alcé la mirada y le sonreí.
—Sí, solo para pasar el tiempo —dijo de forma ausente—. Pero, en realidad,
este caso es un poco diferente. —Hizo una pausa y tomó una respiración
profunda—. Quería reunirlos a todos y decirles que entré en la escuela de
postgrado. ¡Logré quedarme en la Universidad de Nueva York! —Alzó los brazos
en celebración.
—¡Oh, Dios mío! —Me levanté y la alcé, girándola—. ¡Me alegro tanto por ti!
Noté que Tati se quedó en silencio y Brandon parecía desorientado. Grace
también se dio cuenta.
Cuando la puse en el suelo, se giró hacia ellos. —¿No están felices por mí,
chicos?
Tati se encogió de hombros. —Supongo. Sí, Grace, me alegro por ti. —Se
levantó y agarró su bolso—. Escucha, Brandon tiene que escribir un trabajo y yo
iba a reunirme con Pornsake respecto a la cosa de verano.
Algo cruzó la expresión de Grace. —¿Así que, oficialmente vas a ir?
—Bueno, tú entraste en la escuela de postgrado. ¿Por qué te preocupa eso? —
preguntó Tati con ironía.
—No me importa. Ni siquiera tocamos el mismo instrumento. ¿Qué me
importaría?
—Parece que te importa un poco. Sin embargo, no estoy segura de por qué.
Tú eres la que lo rechazó.
—No lo rechacé exactamente.
—Te compró un arco de mil cien dólares, Grace.
—¿Y?
Le fruncí el ceño a Tati. —Va a ir a la escuela de postgrado. Esa es la razón
por la que no va a Europa con Pornsake.
—No, se va a quedar a esperar por ti, Matt. Hasta que vuelvas a Nueva York.
—¡Tatiana! —la regañó Brandon.
—¿Qué? Es verdad.
—Voy a ir a la escuela de postgrado porque quiero un grado avanzado. Tú
puedes callejear por toda Europa con Pornsake durante el próximo año y medio.
No me importa.
Grace se volvió y se marchó en tromba hacia las mesas de ajedrez.
Yo me volví hacia Tati, furioso por que hubiera arruinado el gran anuncio de
Grace y nuestra tarde. —No presioné a Grace para que se quedara, si eso es lo que
crees.
—Ustedes, chicos, no pueden permanecer alejados el uno del otro durante
todo un año, incluso aunque esta orquesta viajante sería una gran oportunidad y
una experiencia para ella.
Miré a Brandon y luego de nuevo a Tati. —¿Crees que ustedes dos pueden
permanecer separados el uno del otro durante tanto tiempo?
—Somos sólidos, Matt. Brandon y yo podemos pasar cinco minutos
separados del otro sin volvernos locos, a diferencia de ustedes.
—Si son tan sólidos, ¿por qué no te casas con él, entonces?
—Oh, crece, Matt. ¿Qué tienes, cinco años?
—Yo me casaría con Grace en un instante. Así de sólidos somos. —Me volví a
mirar a Grace al otro lado del parque, jugando ajedrez con un hombre bajito de
pelo gris.
Tati sonrió y luego extendió la mano. —Huelo un desafío.
—¿De qué hablas, Tati? —dijo Brandon, de repente despertando de su estado
drogado.
—Oh, cállate, Brandon. —Se volvió a mirarme—. ¿No crees que lo hagamos?
Me reí. —No lo sé, Tati, Brandon no parece del todo emocionado con la idea.
Se volvió hacia Brandon, que permanecía con los ojos muy abiertos detrás de
Tati. —Te‖casarías‖conmigo,‖¿verdad?‖Quiero‖decir,‖las‖cosas‖que‖hemos‖hecho<‖
—Arqueó las cejas en una forma conocedora.
—Yo<‖yo‖supongo.
Dándose la vuelta, dijo—: ¿Ves, Matt? Tú eres el que solo habla.
Extendí la mano. —Apuesto que lo hacemos antes que ustedes, chicos.
—Estoy dentro. —Me miró amenazadoramente.
—¿Qué apostamos siquiera?
—Los perdedores le pagan a la pareja casada una noche fuera —dijo.
Nos estrechamos la mano. —Estoy dentro —dije, aunque lo habría hecho por
nada.
Debería habértelo dicho

Traducido por Vane Farrow


Corregido por Itxi

Matt
Dejé a Brandon y Tati cerca del árbol y me dirigí hacia Grace con una nueva
misión en mente. Sentado en un banco cerca de la fuente, fumé un cigarrillo y
esperé a que terminara de jugar al ajedrez. Soplé anillos de humo en el aire
mientras pensaba en cómo conseguiría que se casara conmigo.
Necesitaba emborracharla.
Grace vino caminando hacia mí con una sonrisa. Parecía que toda la tensión
se fue, y me sentí aliviado.
—¿Quién era ese? —le pregunté.
—Orvin. El hombre que hizo mi arco.
—Oh. ¿El que Pornsake compró para ti? —Arrugué la nariz.
—¿Podrías dejar eso?
—¿Qué te dio el anciano?
—El número de un tipo en una banda que toca en ese lugar en la calle Allen.
Están buscando un violonchelista y probablemente podría hacer un poco de
dinero. ¿Se fueron Tati y Brandon?
—Sí.
Grace parecía decepcionada, como si esperara que esta cosa con Tati se
terminara para el momento que su partida de ajedrez hubiera terminado. —Muy
bien, vámonos.
—Espera, no has visto mi salto doble de soga todavía, ¿verdad? —En mi
cerebro borracho, así era como iba a conquistarla y conseguir que se casara
conmigo. Era un plan brillante.
—¿Qué? No haces ese salto.
—Sí, lo hago. ¿Ves esas chicas de allá? Las conocí hace dos días. Les mostré
cómo hacerlo.
—No te creo.
—No necesitas hacerlo. Voy a demostrártelo.
Caminamos hacia las chicas y la que saltaba se detuvo cuando me vio. Con la
mano en la cadera, dijo—: Oh sí, Matty, Matty Salto Doble de Soga está aquí.
Miré a Grace. —¿Ves?
Sus ojos eran tan grandes como un erizo de mar. Empecé a estirarme, tocar
los dedos de mis pies, y hacer flexiones a un lado. Grace se dobló de risa.
—¿No vas a<‖? —empezó.
—Oh, sí. Obsérvame.
Me preparé. Las dos chicas empezaron a girar las cuerdas e hice una maldita
voltereta perfecta en el centro y comencé a saltar. Fue un movimiento arriesgado.
Sólo lo logré una vez antes, pero sabía que era el momento para las grandes armas.
Hice todo lo que las chicas cantaron: Matty, Matty, da la vuelta. Matty, Matty toca
el suelo. Matty, Matty, muestra tu zapato.
Subí un pie.
—Matty, Matty, que harás. Matty Matty, sube las escaleras.
Salté más alto al tiempo que las cuerdas se volvían más rápidas. Grace se
hallaba histérica ahora.
—Matty, Matty, di tus oraciones. Matty, Matty, apaga la luz. Matty, Matty,
buenas noches.
Ellas dejaron de cantar y las cuerdas giraron más y más rápido hasta que
finalmente esas pequeñas mocosas me tuvieron y tropecé. Grace se reía tan fuerte
que creo que dejó de respirar; se veía como un tomate.
Las chicas aplaudieron junto con una pequeña multitud que se reunió. Saqué
pecho, resoplé en mis uñas, y las froté contra mi camisa. —No está mal, ¿eh?
—Eres una caja de sorpresas —dijo Grace, recuperando el aliento.
—Y‖voy‖a‖serlo<‖para‖siempre.
—¿Dónde aprendiste a hacer eso?
—Fui un consejero de campamento el verano pasado.
—¡Ja! San Matthias.
—En realidad, me despidieron.
—¿Por qué?
—No quieres saber —dije.
—En realidad, si quiero, sobre todo porque fuiste despedido de un trabajo
mientras trabajabas con niños. Esa es una bandera roja.
—Fue todo culpa de Clara Rumberger. Era otra consejera. Su madre, Jane, era
la directora.
—¿Entonces qué paso? ¿Te atraparon tonteando con Clara?
—No exactamente. Jane era la que tenía una especie de cosa por mí.
—¿La mamá? —Su expresión se congeló.
Asentí, avergonzándome más a cada segundo.
—¿Qué hiciste, Matt?
—Clara‖como‖que‖nos‖atrapó‖a‖mí‖y‖su‖mam{,‖eh<‖en‖una‖situación‖delicada‖
en la cocina del campamento después de apagar las luces.
—Oh. Dios. Mío. Eres un cerdo. —Me dio un puñetazo en el brazo—. No
puedo creer que estabas caliente por una vejete. Entonces, ¿por qué te despidieron?
—Bueno, al parecer Clara amenazó con decirle a su padre, el marido de Jane,
a menos que me despidiera.
—¿Estaba casada?
Levanté mis manos en un gesto defensivo. —Me dijo que estaban
divorciándose.
—Hombre, Tati te acribillaría con eso.
—Lo que me recuerda. ¿Cuál era el asunto entre ustedes antes? —Nos
dirigimos de nuevo al árbol mientras hablábamos.
—No lo sé. Está enojada porque piensa que estoy abandonando algo por ti.
Tomé su mano y la hice girarse. Me miró y luego desvió la mirada
rápidamente. —Mírame, Grace. ¿Estás abandonando algo por mí?
—No. —No dudó.
—Nunca querría que te sientas así. Tú misma dijiste que somos jóvenes, que
debemos hacer lo que estamos destinados a hacer.
—¿Qué es eso? —susurró.
—No estoy seguro, pero sé que voy a tomar la pasantía, y deberías ir con
Pornsake, si crees que deberías. Siempre puedes ir a la escuela de posgrado
después.
—Dan quiere viajar durante un año y medio, Matt. Tiene un recorrido
planeado. Ha estado ahorrando y preparando durante mucho tiempo.
—Bueno<
—Eso significa que tú y yo no nos veríamos por mucho tiempo.
El pensamiento me enfermó físicamente. —Pero si es lo que piensas que
deberías hacer después de que nos graduemos, entonces hazlo.
Parpadeó hacia mí, sacudió la cabeza y bajó la vista. —¿Eso es? ¿Eso es lo que
sientes?‖¿“Sólo‖sigue‖adelante‖Grace,‖vete durante‖m{s‖de‖un‖año,‖y‖buena‖suerte”?
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. —¿Tú búsqueda de tesoro terminó?
—¿Cambiando el tema?
—Vamos a conseguir unos tragos y hablar —ofrecí.
—Sí, Matt, porque siempre tomamos esas grandes decisiones cuando estamos
borrachos.
—Sólo vamos —le dije—. Tengo una idea.
Encontramos un pub y pasamos el resto de la tarde. Pero en lugar de hablar,
tomamos‖ y‖ alejamos‖ las‖ preguntas‖ que‖ rodeaban‖ nuestro‖ futuro<‖ que‖ nos‖
rodeaban. Grace escogió diez canciones en la máquina de discos e insistió en
quedarse hasta que cada una de ellas sonara. En el momento en que la última llegó,
estábamos bien y adecuadamente embriagados.
—¿Estás borracha? —Arrastré las palabras.
—¿Lo estás tú, MatthiUSSSS?
—Necesito llevarte a una parte, ¿vale, Grace? —Tiré de ella mientras
tropezamos a la calle y hasta el metro. Reíamos histéricamente al tiempo que
intentábamos mantener el equilibrio sin tocar los postes del metro. A los otros
viajeros no les hizo gracia. Nos bajamos en el centro y caminamos un par de
cuadras. —Mira —dije, señalando el Ayuntamiento—. ¡Joder, debbbbberíamos
casamos en este momento, Grace! Essssso es lo único que hará todo esto mejor. —
La agarré por los hombros y la miré a los ojos, que brillaban de felicidad, o tal vez
era la embriaguez—. ¿Quieres?
—Esssssa essss una gran ideeeeea Matt.
No sé cómo, pero nos las arreglamos para llenar todo el papeleo necesario y
soltar cincuenta dólares. La jueza de paz, una mujer baja, irritada, pelirroja nos
dijo—: Necesitan un testigo, y sólo tengo catorce minutos exactos. Será mejor que
se apresuren.
—Espere —dije—, espere. —Volví a los pocos minutos con un hombre sin
hogar que dijo que su nombre era Gary Busey. Tuve que pagarle diez dólares.
La ceremonia terminó en aproximadamente un minuto. Creo que dije—: Sí,
quiero. —Como lo hizo Grace, y luego nos besamos de manera efusiva.
Gary Busey se aclaró la garganta detrás de nosotros. —Vamos ustedes dos,
consigan una habitación. —Le dimos un abrazo y luego corrimos al baño y nos
lavamos el olor abrumador a salami de Gary en nuestras manos.
Cuando salí, Grace esperaba en el pasillo. Extendí mi mano. —Sra. Shore, ¿me
concede este baile?
—Sí, marido, sería un honor.
Bailamos alrededor como locos durante unos minutos y luego salimos
tropezando del edificio, riendo. Después tomamos el metro hasta East Village,
llevé a Grace a caballito ocho cuadras hasta los dormitorios, donde nos
desmayamos, comiendo nachos en el salón.
Daria sacudió mi hombro. —¿Matt? ¿Qué hacen aquí?
La miré y entrecerré los ojos. La cabeza me latía con fuerza y la pequeña
lámpara de escritorio en la mesa final en el salón era como un poderoso rayo de luz
volando mi cráneo. —Oh, mierda —dije, sosteniendo una mano contra mi cabeza y
otra contra mi estómago. Conseguí la madre de todas las resacas.
Me volví a mirar a Grace desmayada a mi lado en el sofá mugriento. —Grace.
—La sacudí, gimió e hizo un sonido de dolor, gimiendo como un animal herido.
Daria nos ayudó a levantarnos, y nos dirigimos a nuestras habitaciones.
Adoré el altar de porcelana toda la mañana antes de desmayarme de nuevo.
Más tarde, fui al dormitorio de Grace y encontré la puerta entre abierta. —
¿Estás bien? —pregunté cuando entré.
—Sí, adelante —dijo. La encontré tendida en el suelo, con la cara pegada a la
alfombra con gérmenes. Su palidez tenía un tinte verdoso.
Balanceándose en la puerta, me lancé hacia adelante y luego me apoyé contra
su escritorio. —¿Estás segura de que estás bien?
—¡Ay! —dijo, sonando como E.T. Extendió su dedo índice hacia mí y dijo—:
Eliot, llama a casa.
Riéndome débilmente, presioné mi mano en mi frente y me encorvé. —
Mierda, no me hagas reír, mi cabeza me está matando. —Me moví a través del
cuarto y me senté en el borde de la cama, con la cabeza caída entre mis piernas—.
Nos pusimos tan jodidos ayer.
—Nos casamos, joder, Matt. —Abrió los ojos inyectados en sangre de forma
amplia para dar énfasis.
—Lo sé. —A pesar de que una parte de mí no había estado totalmente seguro
hasta ahora.
Me miré al otro lado de la habitación en el espejo. Mi pelo se hallaba
levantado en todas las direcciones, y tenía una mancha misteriosa sobre mi
camiseta blanca.
—Santa. Mierda —dijo.
—¿Qué?
—¿Qué vamos a hacer? ¿Era siquiera realmente oficial?
Señalé su dedo, donde coloqué un anillo hecho de un envoltorio de chicle.
Levanté mi propio anillo a juego de envoltorio de chicle. —Significa<
—Espera.‖ ¿Dijiste‖ “Nanu-Nanu”‖ cuando‖ pusiste‖ este‖ anillo‖ en‖ mi‖ dedo?‖ —
preguntó. Le di una sonrisa culpable y asentí—. ¡Oh, Dios mío, no puedo creer que
hayas hecho esto por una apuesta, Matt! ¿Qué te pasa?
—¿Espera, qué? ¿Cómo sabes?
—Tati vino esta mañana y procedió a rodar por el suelo, riéndose, mientras
que vomitaba mi estómago. Dijo que había sido una broma y no podía creer que lo
hiciste. Toda una novedad para mí, muchas gracias.
—Esa perra —susurré—. Aún nos debe una salida en la noche.
—Eres un idiota.
—Espera un segundo. Te paraste allí, a mi lado, con Gary Busey como
nuestro testigo, y dijiste que sí. No te obligué a hacer nada.
Se sentó y se sostuvo la cabeza. —Estaba jodidamente borracha, Matt.
—Grace, espera, vamos a calmarnos y a acostarnos en tu cama.
—No. De ninguna manera. Tenemos que averiguar cómo lograr anular esto.
Como hoy.
—Podemos anularlo mañana. Vamos a tomar una ducha y volver a dormir,
¿de acuerdo? —Se sentó, frotándose la cabeza durante unos segundos—. O bien, y
esto es sólo una idea< ¿tal vez no tenemos que anularlo?
Levantó la vista, sorprendida. —¿Qué? ¿Has perdido tu maldita mente?
Su tono era como un cuchillo en el corazón. Ella ni siquiera consideraría la
idea. Por supuesto, no era exactamente una forma ideal para casarse, pero actuaba
como si la idea de estar casada conmigo le repugnaba.
—¿Quieres todo de mí, Grace, y luego actúas así? ¿Como si estar casada
conmigo es la peor cosa en el mundo? ¿Por qué no simplemente vas a Europa con
Pornsake? ¿Qué diferencia hace? Somos tan jóvenes, y debemos llegar a hacer todo
lo que queremos hacer. ¿No es eso lo que siempre dices?
—¿Sabes qué? Debo hacer todo lo que quiero hacer. Tati tiene razón; tal vez
estoy rechazando una gran oportunidad solo para quedarme aquí y esperarte. Tal
vez iré con Pornsake después de todo. —A medida que las palabras salían de su
boca, sentí a ambos tensándonos. Esperé a que ella se girara hacia mí, se
disculpara, se retractara de todo. Pero se dio la vuelta. Ni siquiera me miraría—.
Déjame sola. No puedo tratar contigo en este momento.
Me levanté de la cama, hecho una furia. —No te preocupes. No tendrás que
lidiar conmigo nunca más. —Salí de su habitación y cerré la puerta de golpe. No
sabía lo que había pasado, pero en el lapso de un minuto, sentí como si toda mi
puta vida se hubiera terminado.
Esperé un día, esperando que viniera a mí y pidiera disculpas.
Nada.
Esperé otro día, resistiendo la tentación de pedir disculpas yo.
El tercer día, deslicé el papeleo de la anulación bajo la puerta de Grace,
aunque sólo fuera para hacerla hablarme. La oí llorar esa noche a través de la
pared y luego interpretó la suite de Bach en su violonchelo durante tres horas
seguidas. Me dormí con mi oreja a la pared.
Aún nada. Ni una sola palabra intercambiada entre nosotros.
Los días se convirtieron en una semana. Una semana se convirtió en semanas.
No hablamos. Ni siquiera la veía. Me sentía como una mierda. Cuando la oía
abriendo o cerrando la puerta, tomaba todo en mí no correr por el pasillo, agarrarla
y decir: ¿Qué coño estamos haciéndonos el uno al otro?
Nos pertenecemos
Traducido por Jadasa
Corregido por Daniela Agrafojo

Grace
No habíamos hablado en semanas; y mientras tanto, fui brutalmente
consciente del paso del tiempo. En seis días Matt se iba a América del Sur.
Había perdido mucho peso desde nuestra pelea, me sentía débil y enferma
todo el tiempo. Era imposible concentrarme en algo, o siquiera pensar en tener una
vida social.
Tati se disculpó profusamente por ser, al menos en parte, responsable por esa
tarde que terminó todo entre Matt y yo.
―Probablemente es lo mejor. De todos modos, no querías ser una Jacki Reed
de todos modos, ¿verdad?
Jacki Reed era una chica con la que fui a la escuela secundaria, y solía contarle
su historia a mis amigas como un cuento con moraleja. Jacki Reed solía alardear, en
el almuerzo, sobre su novio universitario en alguna parte de Nevada. Durante
mucho tiempo, ninguna de las otras chicas de último año creyó siquiera que
existiera el chico. Jacki siempre actuaba como si fueran muy maduros porque
mantenían una relación a larga distancia, como si eso significara que le gustaba
más. En realidad, se refería a eso como RLD. Le dije que no podía inventar siglas
para todo; la gente no sabría de qué hablaba. Cuando nos graduamos, se inscribió
en una universidad de mierda en Nevada solo para estar cerca de él, a pesar de que
fue aceptada en la Universidad de Yale. Dos meses después, la dejó. Ahora vive en
casa y trabaja en Dairy Queen. Todos pensábamos que era la idiota más grande.
Pobre chica tonta, probablemente solo estaba enamorada.
No era la culpa de Tati, ni la historia de Jacki Reed. Lo de Matt y yo fracasó
porque las paredes se cerraban sobre nosotros. El trayendo los papeles de la
anulación, me demostró que no se encontraba tan comprometido como dijo que lo
estaría. Probablemente notó lo que yo noté: nos encontrábamos en caminos
separados.
La graduación se acercaba, por lo que pasé mucho tiempo en mi habitación
llenando formularios para subvenciones e intentando ocultarme de todos. Matt
trató de detenerme en el vestíbulo una vez, pero lo ignoré. Después me arrepentí,
cuando vi que me dejó un sándwich fuera de mi puerta. Lloré todo el tiempo
mientras lo comía.
Había una pila de correo sobre mi escritorio que ignoré durante una semana
porque sabía que contenía una pieza en particular. Era un sobre normal, dirigido a
mí por mi madre. No hay nada alegre en un sobre blanco común y corriente. Lo
recogí y lo miré. La dirección de retorno se hallaba borrosa, como si alguien
hubiera derramado agua sobre él. Me di cuenta, después de leer la carta, de que
podrían haber sido sus lágrimas.
Finalmente, una mañana, decidí abrirlo.

Querida Graceland,
Lamento mucho que no pudiera decirte esto en persona, pero no hay suficiente dinero
en el banco para pagarte un vuelo a casa este verano. Tu hermano necesitaba una nueva
mochila para la escuela y no les compramos a tus hermanas ropa nueva para la escuela este
año. Todo se está cayendo a pedazos. ¿Cómo puedo decirte estas palabras? El alcoholismo de
tu padre ha llegado a ser demasiado para mí. Vamos a divorciarnos y él se va a ir a vivir con
tu tío. Yo, junto con tu hermano y hermanas vamos a mudarnos a la casa de la abuela hasta
que podamos estar por nuestra cuenta.
Sé que tu padre te ama y estamos muy orgullosos de ti. No queremos que te culpes
por nada de esto. Ahora mismo no podemos ayudarte, y no creo que seamos capaces de
permitirnos el lujo de ir para tu graduación. Por favor comprende. Siempre has sido tan
independiente, y, de todos modos, pensamos que no nos querrías allí. Siempre has sido
capaz de ganarte la vida por tu cuenta, Grace, y estamos orgullosos de ti por eso. Te
amamos. Cuando te lo puedas permitir, vuelve a casa a visitarnos, te prepararemos una
cama en el sofá de la abuela.
Debo contarte que tuvimos que vender el piano y algunas de tus cosas que, de todas
formas, no creo que quisieras para ayudar a pagar por los dientes de tu hermana. Te
amamos. Sigue haciendo un buen trabajo.
Con amor, mamá.
Decir que me encontraba histérica sería un eufemismo. No podía dejar de
llorar. ¿Cómo podían?, pensé. ¿Cómo podían simplemente abandonarme a causa
de sus propios errores? Ni siquiera tenía un coche o dinero para vivir, y mi madre
usaba de nuevo la excusa de los dientes de mi hermana, cuando había dado la
mitad de mi préstamo estudiantil para eso. ¿A dónde había ido ese dinero? Todo
era demasiado deprimente para pensar en ello.
El segundo sobre era un aviso de la oficina de Servicios Financieros
Estudiantiles afirmando que aún debía ochocientos dólares por la vivienda.
Sentada en un rincón de mi habitación mientras las lágrimas corrían
constantemente por mis mejillas, pensé en todas las cosas que podía hacer. Podía
hacer algunos conciertos de violonchelo, pero obtendría una cantidad mínima de
dinero.
Con mis rodillas alzadas, dejé caer mi cabeza entre ellas, y sollocé. Podía
vender mi violonchelo. Podría ir a casa y vivir en el sofá de mi abuela, conseguir
un trabajo en Dairy Queen. Podía darme por vencida.
Y entonces oí a Matt murmurar―: ¿Nena? ―Mientras abría la puerta. No
había escuchado su voz en tres semanas.
―Estoy bien, Matt.
Se acercó a mí. ―¿Qué sucedió?
Sin levantar la mirada, alcé hacia él las dos cartas empapadas. Las leyó en voz
baja, luego se sentó junto a mí.
―Puedo ayudarte.
―No.
Paso su pulgar por mi mejilla, atrapando las lágrimas. ―Tengo dinero para
cubrir esto.
―No, Matt. Vas a pedirle a tu papá y no quiero que él‖“me‖rescate‖de‖nuevo”.
―No es el dinero de mi padre. Vendí una foto. Iba a contártelo, pero
jodidamente no me hablabas.
―Pensé que habíamos terminado. ―Me puse de pie, caminé hacia mi
escritorio y agarré el papeleo que recibí con la confirmación de nuestra anulación.
Se lo lancé―. Y te divorciaste de mí.
Rápidamente, Matt hizo un avión de papel con él y lo lanzó por la ventana
abierta de mi dormitorio.
―Por la presente te declaro mi ex esposa. ¿Y qué? A quién le importa. No
significa nada.
Lo miré fijamente.
―No va a ser tan fácil, ¿verdad? ―dijo.
―Necesito tiempo.
―No tenemos mucho.
Me senté sobre el alféizar de la ventana, mirando el árbol solitario en el patio,
balanceándose hacia atrás y hacia adelante.
―Ese es mi problema. El tiempo. ―Me giré hacia él―. ¿Qué foto vendiste?
―Una de ti. La del primer día que nos conocimos. En la que estás recogiendo
el botón del piso. El señor Nelson la eligió para la galería universitaria y se vendió
el primer día. Bromeando, le puse un precio de mil dólares, pensando que nadie la
compraría. Es tu dinero tanto como mío. Quiero que lo uses. ―Su mirada era
sincera y dulce. Estábamos hablando y se sentía bien.
―No es mío.
―Bueno, como mi ex-esposa... ―Comenzó a reírse―. Podríamos haber
estado casados en el momento en que se vendió la fotografía. ¿Quién lo sabría?
Tampoco pude evitar reírme. ―Estuvimos casados por un par de días. Y, de
todos modos, sería el cincuenta por ciento.
―Está bien. Tomaré los otros quinientos y luego te los daré de nuevo por
todo el trabajo que has hecho posando para mí.
―Desearía realmente poder reírme de esto, pero estoy tan enojada con mis
padres en este momento. No puedo creer que actúen como si no quisiera que
estuvieran aquí para mi graduación ―dije.
―Es su manera de sentirse menos culpables.
―Me van a joder con esta presión.
―No. ―Repentinamente se puso serio―. No, no lo harán. Tan pronto como
dejes de pensar de esa manera y veas lo increíble que eres, todo el resentimiento
que sientes hacia ellos se convertirá en gratitud. Serás como: “Me alegra que a mis
padres les importara una mierda porque eso me‖hizo‖jodidamente‖estupenda”.
Asimilando sus palabras, me senté en silencio durante unos momentos. Sabía
qué lo decía en serio.
―Sí, supongo. Algún día diré algo así:‖“Gracias,‖mam{‖y‖pap{.‖Idiotas”.
―¡Exacto! ―dijo Matt, triunfantemente.
―Gracias, Matt.
―En cualquier momento ―dijo, poniéndose de pie y caminando hacia la
puerta―. Oye, ¿te quedarás aquí por un rato? Necesito correr y conseguir algo.
―De‖acuerdo.
Regresó poco después con rosquillas, jugo de naranja, un práctico
amplificador pequeño, y una guitarra eléctrica que reconocí como una de las de
Brandon. Me encontraba acostada sobre mi cama, por lo que me giré, apoyando el
codo debajo de mi cabeza, y observé a Matt moviéndose alrededor de la
habitación. Colocó sobre un plato tres rosquillas rociadas con chispas de colores y
me lo entregó, junto con la mini botella de jugo de naranja. No dijo ni una palabra;
simplemente me dio una pequeña sonrisa. Era temprano, pero la habitación ya se
sentía calurosa y sofocante.
Se quitó los zapatos y su camiseta de Smith; y luego la lanzó hacia mí.
―Si quieres, puedes usarla.
―Matt<
―¿Qué? Te gusta usar mis camisas.
Era cierto. Me desnudé hasta quedarme con mi sujetador y ropa interior,
luego me puse la camiseta de Matt. Ese olor suyo me hizo sentir toda cálida y
hormigueante.
―¿Ves? Mejor ―dijo. Asentí.
Él solo vestía pantalones vaqueros negros y el cinturón que le hice, con la
cadena de su billetera balanceándose mientras se movía por la habitación.
Agachándose cerca del amplificador, lo enchufó a la pared y levantó su
mirada hacia mí. Lágrimas llenaron mis ojos de nuevo.
―¿Estás bien?
Asentí. No lloraba por la carta, el dinero o la fotografía; lloraba porque la idea
de que Matt se marchara, aunque fuera solo por unos meses, me mataba. Se iría en
una semana. Estaría a un mundo de distancia, y yo me quedaría atrás, llorando por
ser demasiado joven para renunciar a todo o para pedirle que lo dejara todo.
Lloraba porque no lo había conocido más tarde, cuando casarnos hubiera tenido
sentido y ninguno de nosotros se hubiera asustado.
Mi cara se hallaba palpitando e hinchada por las lágrimas cuando lo vi
sentarse sobre un taburete de madera y acomodar la Telecaster de color verde y
blanco sobre su muslo. Tocó una vez y levantó su mirada por aprobación. No era
ruidoso; era un sonido perfecto y limpio. Nunca lo había visto tocar un
instrumento o siquiera intentarlo, pero algo me quedó muy claro en ese momento.
Matt había estado practicando... para mí.
―Antes de empezar, solo quiero que sepas que lo lamento.
―Yo también lo‖lamento‖―dije, al instante.
―¿Podemos volver a cómo eran las cosas, por favor?
―Pero ¿qué pasa con...?
―Grace, ¿podemos, por favor, disfrutar el tiempo que tenemos juntos?
―Sí. ―Estallé‖en‖l{grimas.
Sus dedos arrancaron una nota y supe que tocaba‖ “Hallelujah”.‖ Lloré‖ aún‖
más.
Cantó en voz baja y sin errores. Me maravillé ante él, tan joven y guapo,
sentado con el torso desnudo y descalzo, sin inmutarse. Cuando terminó, tocó una
última nota y levantó su mirada hacia mí. Para ese momento, era una tonta llorona.
Su sonrisa era una especie de sonrisa triste y compasiva, reservada solo para
cuando una persona sabe que no hay nada que pueda decir para arreglar las cosas.
Se iba. Y no podía detenerlo.
Con voz temblorosa, le dije la hermosa forma en la que tocó y le pregunté
cómo aprendió la canción. Me contó que Brandon a veces pasaba el rato en
PhotoHut, así que le preguntó si podía enseñarle. Practicó una y otra vez para mí
desde el concierto de Jeff Buckley, para que finalmente consiguiera escucharlo en
vivo.
Estábamos enamorados

Traducido por Valentine Rose


Corregido por Vane Farrow

Grace
Las últimas semanas del semestre pasaron, y con ellas llegó más presión de
parte de Tati y Dan para unirme a la orquesta. Siempre me negué.
Se preparaban para irse a su primera parada en Francia a comienzos de
agosto, por lo que al menos tendría a Tati una parte del verano. Matt se iría al
comienzo de junio, justo después de la graduación.
Un día, mientras comíamos sándwiches cerca de la fuente en el parque
Washington Square, Tati me dijo—: Si Matt se queda en Sudamérica más tiempo
que el verano, deberías unirte al tour.
—Primero que todo, no se quedará allá más que tres meses. Y segundo, haré
el posgrado y esa es la razón por la que no me uniré al tour. Lo sabes.
—¿Cómo vas a pagarlo?
—Me quedaré en los dormitorios por el resto del verano por ser barato
mientras consigo algunas presentaciones pagadas.
—Dan dijo que haremos un buen dineral. Fácilmente podrías ahorrarlo y
hacer el posgrado más adelante.
—No, no puedo. No puedo irme así sin más e irme a recorrer Europa con
ustedes por un año y medio. ¿Por qué siempre lo sacas a colación?
—Cálmate, Grace. Mierda, siempre te enfadas por esto. Eres capaz de
arruinar tu vida por un tipo si es lo que deseas —murmuró.
Ya no podía soportarlo. Me puse de pie y me alejé.
Me siguió de prisa así que le dije lo que pensaba. —¿Crees que me enfado?
¿Por qué no quiero huir y unirme al circo de Dan? ¿Tengo que recordarte que antes
no lo soportabas? ¿Y desde cuándo lo llamas Dan?
—Lamento que Matt se vaya y que tú vas a estar toda depresiva.
—No se trata de eso, para nada. —Aunque sí se trataba de eso.
—Dan de verdad se preocupa por ti. Por todos nosotros. Compró esa
fotografía que Matt tomó porque sabía que necesitaban el dinero.
—¿Qué? —Me quedé mirándola, impactada, mis emociones
inquietándose—. ¿Por qué quieres lastimarme cuando ya sabes que estoy muy
lastimada?
—No lo hago. Tan solo quiero que hagas lo correcto para ti, no para ti y
Matt. Suena como si él está haciendo lo correcto para sí mismo.
Nos encontrábamos de pie a la entrada del metro. —Tengo que irme, Tati.
—Bajé corriendo las escaleras y tomé el siguiente tren que llegó, viajando por horas
para aclarar mi cabeza.
Para el momento que la tarde llegó, me hallaba sentada frente a la tienda
cerrada de Orvin, deseando poder hablar con él, cuando Dan pasó por allí.
—Grace,‖Orvin’s‖est{‖cerrado‖los‖domingos‖—dijo Dan.
—Sí, me di cuenta.
Me miraba con su amable sonrisa. —¿Puedo sentarme?
—Claro.
—¿Hay algo que quieras hablar?
—No.
—¿Has estado practicando?
—Por supuesto. —Lo último que necesitaba era a Dan con su postura de
profesor. Me giré y lo miré enfáticamente—. ¿Por qué compraste esa foto?
No se detuvo ni por un segundo. —Porque me gustó.
—Ese debió haber sido el precio más alto por una obra de un estudiante. De
todos los tiempos. En la historia de obras universitarias.
—A decir verdad, Grace, sabes que voy directo al grano. Es una fotografía
hermosa y creo que el trabajo de Matt valdrá algún día.
—¿No lo compró porque sabía que necesitábamos el dinero?
—Para nada. —Pequeñas mentiritas—. ¿Vas a decirme qué está
molestándote?
Negué con la cabeza y bajé la vista a su regazo, donde sostenía unos papeles
doblados. —¿Es música nueva?
—De hecho, no, es un documento para cambiar mi apellido. Créeme o no,
puedo aguantarlo como profesor, pero como compositor y director de orquesta,
necesito algo nuevo.
—¿Así que cambiará su apellido? ¿Así sin más?
—Sí, incluso pensé en mi padre creyendo que se ofendería, pero me dijo que
se alegraba que el apellido terminara con él. Haré un diminuto ajuste de Pornsake
a Porter.
—Daniel Porter. Suena bastante bien.
—Vaya, gracias, Graceland.
Aire cálido golpeó mi rostro cuando pasó un autobús. Sentí un dejo de
náuseas y cerré mis ojos.
—¿Estás bien, Grace?
—Tengo ganas de vomitar. —Y luego, así sin más, me encontraba
devolviendo el sándwich de carne que comí en el parque con Tati en un basurero
cercano.
Dan frotaba mi espalda y me repetía cosas agradables. —Sácalo todo<‖eso‖
es.
Me paré. —Cielos, qué asco. —Limpié mi boca—. Será mejor que me vaya a
casa; me siento como la mierda.
—Todo estará bien, Grace. Por lo que sea que estés pasando, ya lo superarás
—me gritó mientras me dirigía a mi residencia.
—Gracias, profesor. —Levanté la mano conforme me alejaba.
—¡Llámame Dan!
Conforme los días pasaban rápidamente, intenté memorizar cada momento
con Matt. Cuando no estaba con él, deseaba poder estarlo. Un día, trajo un pez a mi
cuarto después de clases. —Lo compré para que te haga compañía mientras no
estoy. Su nombre es Jeff Buckley.
Reí y luego me estiré y lo besé. —Gracias, qué lindo. —Pero, en verdad, solo
quería que Matt me hiciera compañía.
Pasé el día de la graduación con Matt, su padre y su madrastra. Luego de la
ceremonia, cenamos y volvimos al cuarto de Matt, donde nos quedamos los
siguientes días. No permitió que dejara su vista.
El cuatro de junio, un día antes de la partida de Matt, mientras se
encontraba en el hospital consiguiendo inoculaciones necesarias para su viaje, hice
una parada en mi cafetería favorita en East Village por un café. Estaba sentada en
la barra, mirando por la ventana frontal, cuando escuché a la hija del dueño, que
trabajaba‖ como‖ mesera‖ en‖ el‖ lugar,‖ hablando‖ en‖ voz‖ baja‖ sobre‖ una‖ “absoluta‖
tragedia”.‖Lloraba‖mientras‖su‖padre‖la‖consolaba.‖Una‖mujer‖con‖pinta‖ de hippie
se acercó y limpió la barra de madera. —¿Escuchaste?
Sacudí la cabeza.
—Encontraron su cuerpo.
No sabía de qué hablaba.
Suspiró con pesadez. —Pobre chico; solía pasar el rato aquí siempre.
—¿Quién?
—Buckley.
Puse mi mano sobre mi corazón. —¿Jeff Buckley?
—El mismo. Un chico atractivo. Tan talentoso, que se nos fue muy pronto.
Entrecerró sus ojos conforme sacudía la cabeza tristemente.
—¿Qué ocurrió? —Apenas podía hablar.
Dejó de limpiar y miró por la ventana con aturdimiento. Su voz era baja y
poco firme, como si estuviera a punto de llorar. —Se ahogó en el río Mississippi
con sus malditas botas puestas. Había estado perdido, y acaban de encontrar su
cuerpo en la orilla. Solía verlo caminar por ahí siempre.
Me deshice en sollozos, sintiendo tanta tristeza por alguien que ni siquiera
conocía, pero con la que estuve intensamente conectada por mucho tiempo. Fue la
primera vez que de verdad pensé en lo fugaz que era todo. ¿Lo era la vida?, me
pregunté. Puedes pasar horas y horas involucrado en mierda arbitraria y sin
sentido, y luego simplemente mueres mientras te bañas en el río, tu cuerpo
hinchado flotando hasta la llegar a la orilla como basura, ¿para solo ser enterrado y
olvidado?
La primera vez que alguien joven y enérgico muere, alguien que admiras,
alguien con quien estás relacionado, te estalla directo en la cara, justo bajo tus pies.
Oh, mierda, todos moriremos, y piensas que nadie sabe cuándo ni cómo. Y en ese
momento, te das cuenta el poco control que tienes en tu propio destino. Desde el
momento que naces, no tienes ningún control; no puedes escoger a tus padres, y, a
menos que seas un suicida, no puedes escoger tu muerte. Lo único que puede
haces es escoger a la persona que amas, ser amable con los demás, y hacer tu paso
cruelmente corto en la tierra lo más placentera posible.
Me fui de la cafetería en un mar de lágrimas, sintiendo muchas náuseas
como para terminar mi café. La mesera no me permitió pagar, probablemente
porque no se dio cuenta lo mucho que la noticia me afectaría. —Va de parte de la
casa, cariño. —Asentí, agradecida, y corrí hasta llegar a los dormitorios. Cuando vi
a Matt de pie afuera del edificio, me arrojé a sus brazos y me derrumbé.
—Grace, ¿qué ocurre?
Froté mis ojos secándome las lágrimas y dejé varios mocos en su camiseta, y
dije las noticias, sollozando. —Jeff<‖Buckley<‖murió.‖
—Oh, nena, todo está bien. —Frotó mi espalda y se balanceó conmigo—.
Shh, no te preocupes, te conseguiremos otro pez.
Me alejé y levanté la vista. —No. El verdadero Jeff Buckley.
Su rostro palideció. —Oh, mierda. ¿Cómo?
—Se ahogó hace unos días. Encontraron su cuerpo hoy.
—Qué terrible. —Me jaló más a su pecho, y pude escuchar su corazón
latiendo con prisa.
—Lo sé, no puedo creerlo —dije a través de las lágrimas.
Pero, a decir verdad, no estaba ni triste por Jeff Buckley en comparación con
lo triste que me sentía por Matt y por mí. Por nosotros. Por el poco tiempo que nos
quedaba.
Pensé, ¿te quedarías?
De algún modo, supo lo que pensaba. Se inclinó y me besó en cada mejilla,
luego en mi frente, luego mi barbilla y al final en mis labios. —Voy a extrañarte.
—También voy a extrañarte —dije a través de las lágrimas.
—Grace, ¿harías algo por mí?
—Lo que sea. —Pídeme ir contigo. Dime que te quedarás. Dime que te
casarás conmigo. Esta vez de verdad.
—Vayamos ahora mismo a hacernos un tatuaje.
—Vale —dije, un poco estupefacta. No es exactamente lo que esperaba, pero
haría cualquier cosa que me pidiera en aquel instante.
Cada uno se hizo tres palabras en letras cursivas. Me hice el mío en mi nuca,
justo en la base, y Matt en su pecho, justo sobre su corazón. Ambos escogimos las
palabras para el otro, escribiéndolas en un pedazo de papel y pasándoselas a los
dos tatuadores. Ni siquiera sabíamos que decían hasta que la tinta estuviera
tatuada en nuestra piel. Era como nuestra versión de un pacto de sangre.
Mientras nos hacían los tatuajes, nos mirábamos de vez en cuando y
sonreíamos. Me pregunté en qué pensaba. Todas las veces que me dijo que yo le
importaba todavía no eran suficiente. Nunca era suficiente cuando sabía que se iría
al otro día.
Terminaron primero mi tatuaje, y usé un espejo para leer lo que Matt
escogió. La letra era pequeña, y de apariencia linda y femenina, y me encantó antes
de siquiera leerlo. Miré más de cerca y vi las palabras: Lovebird de ojos verdes.
—¡Es perfecto! —chillé. Matt me observó, sonriendo con alegría, intentando
no echarle un vistazo a su propio tatuaje.
Cuando el suyo estuvo terminado, se le quedó mirando con un espejo de
mano con ojos curiosos. —“Sólo‖la‖ceniza”. ¿Es de Leonard Cohen?
—Sip. ¿Lo conoces?
—¿Cuál es la frase completa?
Tragué saliva con dificultad e intenté no llorar, pero mi cuerpo entero me
traicionaba. Los tatuadores se fueron y nos dieron un momento. Matt se paró de la
silla y envolvió sus brazos a mí alrededor con cautela, y me acurrucó contra su
pecho en el lado contrario de su tatuaje vendado.
—“La‖ poesía‖ es‖ simplemente‖ la‖ evidencia‖ de‖ la‖ vida.‖ Si‖ tu‖ vida‖ se‖ est{‖
viviendo bien,‖la‖poesía‖es‖sólo‖la‖ceniza.”‖
Enterró su rostro en mi cabello. —Mi vida se está viviendo bien.
Sí, pero ¿por cuánto tiempo?
Pese a que todavía estaba sanando, debí haber besado las palabras en su
pecho cientos de veces esa noche. Él besó mi nuca y me dijo lo mucho que iba a
extrañar a su lovebird de ojos verdes, y luego le dije que era un cursi y nos
reíamos, y luego yo lloraba.
A la mañana siguiente, Tati se fue a pedir prestado el auto de su papá para
llevar a Matt al aeropuerto. Mientras tanto, Matt iba de aquí para allá intentando
empacar todo lo que no llevaría, de modo que podía enviarlo de vuelta a Los
Ángeles.
—¿Por qué vas a mandar tus cosas de vuelta? Puedes simplemente dejarlas
en mi cuarto. —Me encontraba recostada sobre mi estómago en su cama,
observándolo ir de un lado a otro frenéticamente.
—Porque no quiero que tengas que lidiar con mi mierda.
—Quiero lidiar con tu mierda.
Se detuvo y me miró. —Es mejor así.
—Pero ¿volverás?
—Sí, pero espero tener trabajo para ese entonces así puedo vivir en un
departamento real. No volveré a Nueva York para vivir en los dormitorios.
—Los dormitorios son para los estudiantes no graduados. Viviré en otra
residencia para cuando vuelvas —murmuré en una almohada.
—Con más razón. No quiero que tengas que trasladar mis cosas cuando
fácilmente puedo enviarlas a L.A. y traerlas más adelante. —Se encontraba
frustrado.
—Te irás por unos meses, Matt. Es mucha molestia.
—Claro, pero nunca se sabe.
Este‖no‖era‖el‖momento‖para‖frases‖como‖“nunca‖se‖sabe”.‖
—Ven aquí —dije. Rodé hasta estar de espalda y abrí mis brazos. Usaba su
vestido favorito. Echó un vistazo por encima de su hombro y sus ojos se
suavizaron. Comenzó a venir hacia mí, con esa sexy y dulce sonrisa en su rostro.
Cuando se inclinó para besarme, lo detuve justo antes que sus labios tocaran los
míos y susurré—: ¿Te quedarías si te lo pidiera?
Se alejó y se cruzó de brazos, ladeando su cabeza. —¿Me lo pedirías? —La
frustración podía leerse en cada línea de su rostro.
Yaciendo bajo de él, me sentí más vulnerable que nunca. Quería pedirle que
se quedara, pero ¿cómo podía ser tan egoísta? De pedírselo, ¿me amaría menos, si
incluso me amaba? No podía alejar su sueño solo para mejorar el mío. No lo haría.
No destruiría lo que habíamos creado.
—Contéstame. Maldita sea, ¿me pedirías que lo rechazara?
No quería que lo hiciera, pero necesitaba saber si lo haría. —¿Te quedarías si
te lo pidiera?
Contrajo su mandíbula. Respiraba con dificultad. Entre dientes, siseó—: Sí,
pero te odiaría por eso. Así que pídemelo. Vamos. —Se sintió como si estuviera
mofándose de mí. Comencé a llorar—. Pídeme que me quede en este maldito lugar
y trabaje en Photo Hut mientras tú haces posgrado. Hazlo.
Sacudí la cabeza, pero no pude formas las palabras.
Se agachó y tomó con fuerza mi rostro, mirándome directo a los ojos. —Por
todos‖ los‖ cielos,‖ Grace,‖ no‖ es‖ una‖ despedida.‖ Es‖ un‖ “nos‖ vemos‖ m{s‖ tarde”.‖ Por‖
favor, dime que puedes soportarlo. Di que puedes soportarlo.
Hiperventilaba ahora. Se encontraba enojado, pero su expresión revelaba el
amor bajo el enfado.
—No nos hicimos ninguna promesa —susurré—. Lamento haber sacado el
tema.‖Veremos‖cómo‖van‖las‖cosas,‖¿vale?‖Es‖un‖“nos‖vemos‖m{s‖tarde”.‖
Asintió. —Así es.
Me dijiste que era tuya y tú eras mío.
Sorbiendo, dije—: ¿Me haces el amor? —Y luego lo hizo, con ternura y
cariño y tan lleno de emoción que lloré cuando me abrazó por mucho tiempo
después,‖pese‖a‖que‖“mucho”‖no‖era‖suficiente.‖
Unas horas después, condujimos al aeropuerto. Tati se quedó en el auto
mientras iba con Matt a su puerta de embarque.
—Intentaré llamarte lo más pronto posible.
—De acuerdo. ¿Dónde estarás?
—Primero al noreste de Bolivia. —Tenía un bolso de lona colgado en su
hombro, pero lo dejó en el suelo y se quedó mirando sus zapatos—. Grace, no sé
cuán apartado será allá. Puede que no tengas noticias mías en un tiempo, pero te
escribiré y podremos averiguar cómo llamarnos. —Me miró con los ojos
entrecerrados mientras nos memorizábamos el rostro del otro—. Grace, Pornsake
compró la fotografía.
Lo miré confundida. —Lo sé. ¿Por qué esperaste hasta decírmelo ahora?
—Es que creí que debías saber. Es un buen tipo.
—Qué gran gesto de tu parte. Y qué gran gesto de su parte —dije
sarcásticamente.
—No quería que te enteraras que lo sabía y no te dije.
—Vale. —Entendía. Matt intentaba no dejar cabos sueltos.
Un trabajador de la aerolínea anunció el último llamado por el parlante. —
Ya es hora. —Abrió sus brazos y me arrojé a ellos con fuerza, como si intentara
saltar hasta introducirme en él así podría llevarme consigo, un polizón en su
corazón. Me abrazó fuerte por un largo rato—. Nos vemos, Grace.
Nos soltamos y retrocedimos un paso. —Nos vemos luego, Matt.
Sonrió y se alejó. Justo antes que llegara a la entrada, volteó, sacando algo de
su bolsillo y lo sostuvo en alto. —¡Solo para que sepas, me robé esto!
Era una cinta de ensayo, una grabación mía tocando el chelo. Se rió y luego
se fue.
El amor de mi vida se había ido.
¿Qué nos pasó?
Traducido por Kells
Corregido por GraceHope

Grace
El día después que se fuera Matt, audicioné para una banda indie como
chelista en un pequeño lugar fuera de Allen Street en East Village. Su música era
como Nirvana, con inolvidables pistas y ruidosos coros gritados. Me imaginé que
terminaríamos en Unplugged de VH1, y tendría una increíble carrera de chelista
rockera, como invitada de todas las bandas en Nueva York. Sentía que finalmente
estaba siguiendo mis sueños.
Lo mantuve para mí, tocando bien, practicando mucho, y guardando mi
dinero al final de la semana. Por tres noches, tenía ciento veinte dólares. Las cosas
eran prometedoras, y estaba feliz de decirle a Matt sobre ello.
Una semana y media después que se fue, me llamó por primera vez.
Practicaba en mi habitación cuando Daria tocó mi puerta y gritó—: ¡Grace! Matt
está en el teléfono para hablar contigo en la sala.
Bajé las escaleras corriendo, vistiendo nada más que una camisa de Matt y mi
vieja ropa interior andrajosa. No me importó, estaba tan malditamente feliz.
—¡Hola! —dije sin aliento.
—Mierda, esta llamada me está costando, como, setenta billetes.
Mi entusiasmo murió un poco ante su saludo. —Oh, lo siento.
—No importa. Por Dios, tengo tanto que contarte.
—Dime.
—National Geographic va a lanzar un canal de televisión en septiembre.
Habrá muchas plazas de trabajo abiertas, y ya he impresionado completamente a
Elizabeth.
—¿Quién es Elizabeth?
—Es la fotógrafa principal en este proyecto. Es muy genial y me eligió
personalmente para la pasantía después de que vio mi portafolio. Ni siquiera lo
sabía.
Quería preguntarle cuantos años tenía y si era bonita. —Estoy muy feliz por
ti, Matt.
Matt gritó—: ¡Estaré allí! —A alguien en el fondo—. Oye, Gracie, tuve que
tomar un bus de tres horas para llegar a este teléfono. No hay nada por aquí así
que no sé cuándo te volveré a llamar.
—Está bien, no te preocupes.
—Me tengo que ir. El próximo bus se irá pronto, y están esperando por mí.
Oye, te extraño. —La última parte se escuchó como un reparo lo que hizo doler mi
estómago.
—También te extraño. Nos vemos.
—Adiós. —Y colgó.
No es un adiós. No es un adiós. Nunca digas adiós.
Mirando hacia mis pies desnudos, pensaba en cómo no me preguntó lo que
estaba haciendo. Ni siquiera tuve la oportunidad de decirle acerca de los conciertos
de la banda.
Tati se encontraba parada ahí, recostada contra la perilla de la puerta de
enfrente con sus brazos cruzados sobre el pecho. —¿Dónde están tus pantalones?
—Era Matt.
—Me imaginé. ¿Te vas a vestir hoy? He venido a recogerte para el almuerzo.
Puedes contarme todo sobre él entonces.
—Sí.
—Vamos. —Hizo un gesto hacia la puerta con la cabeza.
—Está bien —dije—. ¿Emparedados?
—Cualquier cosa es mejor que ramen.
Tati y yo nos reunimos para almorzar todos los miércoles del siguiente mes.
En algún momento a principios de julio, me preguntó si había hablado con Matt, le
dije que no.
—¿Cómo es que no ha llamado?
—Puede ser que lo haya perdido. No lo sé, está en el medio de la nada. Es
difícil coordinar estas cosas. Estoy segura que está bien.
Cuando regresé a casa ese día, una de las asistentes de residencia de verano
pegó un sobre en mi puerta con una nota que decía: Así se hace, ¡Matt! Le había
contado sobre la pasantía de Matt puesto que era una estudiante de fotografía en
Tisch, además yo siempre preguntaba si Matt había llamado.
Lo abrí para encontrar un artículo de una revista de fotografía. La portada era
una fotografía de Matt que tomó de una mujer tomándose una foto frente a un
espejo. El encabezado decía: “La‖belleza‖detr{s‖de‖la‖c{mara”.
Tragué con dificultad e intenté luchar contra las náuseas mientras leía acerca
de la joven hermosa, Elizabeth Hunt, quien estaba haciéndose un nombre en
National Geographic. Y entonces, al final, leí tres oraciones que cambiaron el curso
de mi vida para siempre.
Hunt hablaba sobre su asociación con Matthias Shore, un joven talentoso y
prometedor que recientemente emergió de la Escuela de Artes Tisch en la
Universidad de Nueva York, había demostrado ser una unión fructífera. Su
próxima misión incluía una expedición de seis meses cerca de las costas de
Australia, explorando la gran barrera de coral y el comportamiento del gran
tiburón blanco mientras cazaba. —Matt y yo estamos encantados con esta
oportunidad y emocionados por llevar nuestra asociación al próximo nivel —dijo
Hunt.
Éramos muy jóvenes, y la vida ya estaba ofreciendo demasiadas vueltas y
giros. ¿Pero tenía que aceptar lo que acababa de leer sin discutir mi caso?
De ninguna manera.
Inmediatamente llamé a Aletha, aturdida. —Hola, Aletha, es Grace.
—¡Qué bueno escucharte, querida! ¿Cómo estás? ¿Todo bien?
—Bien —dije con poca emoción—. ¿Me preguntaba si habías escuchado sobre
Matt?
—Oh, sí cariño, hablé con él ayer.
Estaba destrozada. ¿Por qué no me había llamado? Prácticamente había
estado durmiendo con el teléfono en la sala de estar. —¿Lo hiciste? ¿Qué dijo?
—Oh, estamos tan orgullosos de Matt. Realmente se está abriendo paso en
poco tiempo.
—Sí, eso es lo que escuché —dije, fríamente.
—Nada puede parar la carrera de Matt, y su padre está tan orgulloso de él.
Ya sabes lo que eso significa para Matt.
—Oh, grandioso —Mi voz fue disminuyendo cada segundo—. ¿Me mencionó
alguna vez?
—Dijo que, si alguien preguntaba, que le dejáramos saber que está bien.
¿Alguien?
—Bueno<‖ Supongo‖ que, si escuchas de él en los próximos días, ¿puedes
pedirle que me llame?
—Sí claro, Grace. Ha estado llamando cada semana, así que le diré.
Oh, ¿lo ha hecho? ¿Lo ha hecho?
Le colgué a Aletha y corrí hacia mi habitación, incapaz de comprender toda la
nueva información que tenía.‖ Elizabeth‖ Hunt<‖ Australia‖ por‖ los‖ próximos‖ seis‖
meses<‖llamadas‖semanales‖a‖su‖madre<
Tres días más pasaron, sin ninguna noticia de Matt. Me arrastré fuera de la
cama, demasiado cansada de llorar y demasiado triste para comer. Fui a la sala y
llamé a Tati.
—¿Hola?
—Es Grace.
—Oye, ¿cómo estás?
—¿Puedes venir?
—Llegaré en un momento. —Ella podía escuchar el dolor en mi voz.
Llegó como un tornado a mi habitación quince minutos después. Extendí el
artículo de Matt y Elizabeth para ella. Lo leyó. Todo lo que hizo fue sacudir la
cabeza y ofrecerme un cigarrillo.
—Estoy bien, Tati.
—No seas exagerada, Grace —dijo.
—No estoy exagerando —Para entonces ya había dejado de llorar—. Solo dile
a Dan que estoy dentro. Me voy de gira con ustedes.
Tati me sonrió de vuelta —Bien. No te arrepentirás.
Te acuerdas…

Traducido por Beatrix


Cooregido por Mary Warner

Grace
El presente es nuestro. El ahora mismo, el aquí y el ahora, este momento
antes del siguiente, está en nuestras manos. Es el único regalo gratis que el
universo tiene para ofrecer. El pasado ya no nos pertenece, y el futuro es sólo una
fantasía, no garantizada. Pero el presente es nuestro. La única forma en que
podemos realizar esa fantasía es si abrazamos el ahora.
Había estado cerrada durante mucho tiempo, y no me permití imaginar el
futuro, porque todavía me hallaba atrapada en el pasado. A pesar de que, era
imposible, había tratado de recrear lo que Matt y yo una vez tuvimos. No quería
nada más; era todo lo que podía imaginar.
Pero Orvin me dijo una vez que el tiempo es la moneda de la vida. Y yo perdí
gran parte de ella. Fue esa idea del tiempo perdido lo que finalmente me hizo
darme cuenta que necesitaba seguir adelante, que nunca iba a tener lo que tuve
una vez con Matt. Tuve que llorar nuestra relación y seguir adelante.
Al menos, eso es lo que me dije.
Hace dos meses me encontraba caminando en una espesa niebla de
arrepentimiento. Iba a través de los movimientos, pero no sentía nada. Me quedé
mirando mis nuevas arrugas en el espejo y me pregunté de dónde venían. Perdí
más tiempo, repitiendo lo mismo día tras día, apenas presente en mi propia vida.
No trataba de romper el ciclo en busca de algo significativo.
Hasta que vi a Matt en la estación de metro.
Todo cambió. Podía ver el color de nuevo, cada imagen vívida y nítida.
Durante los últimos quince años, el dolor de lo que nos había sucedido creció
y menguó. Muchas veces traté de obligarme a dejar de pensar en él, pero existían
demasiados recuerdos. Pensé que, si alguna vez lo veía de nuevo, vería a través de
mí, como si fuera un fantasma de su pasado. Esa es la forma en que me hizo sentir
ese verano después de la universidad: alguien que ya no existía.
Pero cuando lo vi en la estación, sus ojos se bloquearon en los míos. Me
reconoció al instante, y todo lo que pude ver en su rostro fue pura maravilla. Era
como si estuviera viendo la puesta de sol sobre el océano por primera vez.
Mientras mi tren desapareció en el túnel, su expresión pasó a desesperación, y fue
entonces cuando supe que había una pieza faltante en nuestra historia. ¿Qué había
detrás de su desesperación? ¿Qué pasó con él en los últimos quince años que lo
enviaría corriendo por el andén, con la mano extendida, con los ojos llenos de
deseo?
Necesitaba encontrar la respuesta. Tenía una idea de dónde podía encontrar a
Matt, pero tenía demasiado miedo para mirar.
—¿Sra. Porter?
—¿Sí, Eli? —Miré a los grandes ojos azules de uno de mis trombonistas
mientras recogía partituras de una mesa. Estábamos en el salón de la banda en la
escuela secundaria donde enseñaba.
—¿Sabes lo que es Craigslist?
Sonreí. —Claro. No soy tan vieja, Eli.
Se sonrojó. —Sé que no lo eres. —Parecía nervioso—. Lo digo porque, el otro
día, vi su tatuaje, cuando levantó su cabello. —Tragó.
—Continua —dije, totalmente curiosa.
—“Lovebird de‖ojos‖verdes”.‖Eso‖es‖lo‖que‖dice, ¿no?
Asentí.
—¿Alguien solía llamarle así?
—Sí, alguien que solía conocer. —Mi pulso se aceleró al pensar. ¿A dónde iba
con esto?
Sacó un rectángulo de papel doblado de su bolsillo. —¿Así que recuerda
cuando hicimos ese torneo de bandas y había esa chica que tocaba la tuba del
Southwest High?
—Claro. —No tenía ni idea de lo que hablaba.
—Bueno, pensé que tuvimos un tipo de conexión, pero ninguno de los dos
actuó sobre ello. De todos modos, buscaba para ver si ella publicó un mensaje para
mí en‖la‖sección‖de‖“conexiones perdidas”‖de‖Craigslist‖cuando‖vi‖esto.
Desplegó el papel y me lo entregó.

Para mi primera esposa, la Lovebird de ojos verdes.


Nos conocimos hace quince años, casi el mismo día que mudé mis cosas a la
habitación de los dormitorios de la UNY junto a la tuya.
Tú nos llamaste buenos amigos. Me gusta pensar que éramos más.
Vivíamos solamente para la emoción de buscarnos a nosotros mismos a través de la
música y fotografía, pasábamos el rato en el Parque Washington Square, y todas las cosas
raras que hacíamos para ganar dinero . Aprendí más sobre mí mismo ese año que en
cualquier otro.
Perdimos contacto el verano cuando fui a América del Sur. Regresé y te habías ido.
No quedó nada en tu dormitorio vacío, solo la vieja guitarra y un toque de tu perfume.
¿Cuál era? ¿Lila?
Nuestra Asistente de Residencia, la que se parecía a David Bowie y olía como a
palitos de pescado, dijo que te fuiste a viajar por el mundo. Espero que lograras verlo.
Espero que la vida te trate bien.
No te volví a ver hasta hace un mes. Era miércoles. Estabas meciéndote sobre tus
tacones, balanceándote en esa gruesa línea amarilla que corre a lo largo de la plataforma,
esperando el tren F. No sabía que eras tú hasta que fue demasiado tarde, y entonces te
habías ido. Dijiste mi nombre, lo vi en tus labios. Intenté hacer parar el tren, sólo para
poder decirte hola.
Después de verte, todos los sentimientos y recuerdos de la juventud regresaron
inundándome, y ahora he pasado la mayor parte del mes preguntándome cómo es tu vida.
Puede ser que esté totalmente loco, pero, ¿te gustaría tomar una copa conmigo y ponernos
al día sobre la última década y media?
M
(212)-555-3004

Tenía la boca abierta en estado de shock mientras la releía tres veces.


—¿Sra. Porter, es esta carta para usted? ¿Conoce a esta persona M?
—Sí —le dije, mi voz temblando. Las lágrimas comenzaron a llenar mis ojos.
Extendí la mano y lo abracé—. Gracias.
—Eso es bastante genial. No pensaba que esos mensajes alguna vez
funcionaran. Lo bueno es que tiene ese tatuaje. ¿Vas a llamar al tipo?
—Eso creo. Escucha, Eli, realmente aprecio lo que has hecho, pero tengo que
salir. ¿Puedo tomar esto? —Extendí el papel.
—Claro. Es suyo.
Le di una sonrisa vidriosa agradecida, agarré mis cosas, y me apresuré a las
gradas al frente de la escuela para llamar a Tati.
Respondió de inmediato. —¿Hola?
—¿Oye estás ocupada?
—Estoy en la peluquería —dijo. Poco después de que nos graduamos de la
universidad, Tati fue abandonada por Brandon. Ella inmediatamente salió
corriendo, se cortó el pelo muy corto, y lo tiñó de negro azabache. Había estado
usándolo así durante quince años, creo que como un algún tipo de recordatorio.
No había estado en una relación comprometida desde Brandon, a excepción de la
que tenía con su peluquería.
—¿Podemos encontrarnos allí?
—Claro. ¿Qué pasa? ¿Por qué suenas tan rara?
—No lo hago. —Me encontraba respirando con fuerza.
—Está bien, ven aquí.
¿Recuerdas el deporte de marcha? Fue una efímera moda pasajera de ejercicio
en los años ochenta. Es una manera muy torpe de caminar tan rápido que tus
caderas sobresalen de lado a lado. En realidad, es un evento olímpico todavía.
Caminé seis manzanas a la peluquería tan rápido, que podría haber ganado
una medalla de oro.
Irrumpí por la puerta y encontré a Tati en la primera silla, vestida con una de
esas capas de peluquería negras. Su cabello se hallaba recubierto de tinte púrpura
negro y cubierto con una gorra de celofán, mientras que su peluquera le daba un
masaje en los hombros.
—Estoy procesando —dijo Tati, apuntando a su cabeza.
—Hola —le dije a su peluquera—. Yo puedo hacer eso.
La chica sonrió y se alejó. Me puse de pie detrás de Tati y comencé a frotar
sus hombros.
—Ooh, con calma, tus manos de violonchelista son demasiado ásperas —se
quejó.
—Oh, calla. Tengo que hablar contigo.
—Habla pues.
—Él quiere encontrarse conmigo.
—¿De qué estás hablando? —le había dicho Tati acerca de ver a Matt en el
metro, pero eso había sido hace dos meses.
—Lee esto. —Le entregué la hoja de papel.
Un momento después sollozaba.
—¿Estás llorando? —le pregunté a su espalda.
—Debo estar hormonal. Esto es tan triste. ¿Por qué suena tan inconsciente en
este mensaje?
—No lo sé.
—Tienes que llamarlo. Grace. Tienes que ir a casa ahora mismo y llamarlo.
—¿Que le digo?
—Tantéalo y mira de que trata. Creo que esto suena como el viejo Matt,
reflexivo y profundo.
—Lo sé, ¿verdad?
Se levantó de la silla, me miró, y señaló hacia la puerta. —Ve ahora.
Te busqué dentro cada persona

Traducido por *~ Vero ~*, NnancyC & Daniela Agrafojo


Corregido por Vane Farrow

Matt
Un martes, pocas semanas después de que publiqué la carta para Grace en
Craigslist, caminaba hacia mi edificio del metro cuando mi sobrino de ocho años
de edad me llamó, queriendo saber si patrocinaría su jog-a-thon7. Adoraba al chico
y le dije que, por supuesto que lo haría, pero justo cuando estaba a punto de
colgar, su madre se metió en la línea.
—Matthias, es Mónica.
—Oye. ¿Cómo está Andrew?
—Excelente. Trabajando como un caballo y eclipsando a todos los demás
socios, como de costumbre. Ya conoces a Andrew.
—Claro que sí —le dije, amargamente—. ¿Y tú? ¿Cómo es la vida en Beverly
Hills?
—Cálmate, Matthias.
—¿Qué pasa, Mónica?
—Elizabeth me llamó y me dijo que ella y Brad van a tener un bebé. —Mi
cuñada podría ganar un premio por bolas de tamaño figurativo.
—Sí, soy consciente. Tengo el privilegio de trabajar con esos idiotas todos
los días.

7Es un evento de las escuelas para recaudar fondos donde los estudiantes corren y buscan
patrocinadores.
—Fue mi hermana por ocho años, Matías. ¿No te parece que tengo derecho a
saber?
Reí. —Ustedes no eran exactamente amigas, por lo que llamarla tu
“hermana" es ridículo. Y ella me dejó, ¿recuerdas?
—Eres un imbécil. No te habría dejado si no hubieras estado tan colgado con
Grace.
—Grace no tuvo nada que ver con mi matrimonio o el divorcio.
—Sí claro. Elizabeth dijo que nunca te deshiciste de las fotos de ella.
—Nunca me deshago de las fotos que tomo. ¿Por qué debería? Soy un
fotógrafo. Grace fue objeto de una gran cantidad de mis primeros trabajos.
Elizabeth lo sabe mejor que nadie. Además, ¿por qué estamos aun teniendo esta
conversación?
—Sólo quería asegurarme de que reciba un regalo de parte nosotros.
—El servicio postal te puede ayudar con eso. Aún vive en nuestro viejo
apartamento. Ya sabes, el que cedí para ella pudiera jugar a la casita y hacer bebés
con su novio.
—Marido —corrigió.
—Adiós, Mónica. Dile a Andrew que dije hola.
Colgué, respiré hondo, y me pregunté de nuevo, por décima vez esa
semana, qué coño le había pasado a mi vida.
Cuando llegué al trabajo, encontré a Scott consiguiendo café en la sala de
descanso.
—¿Conseguiste respuestas de esa publicación? —preguntó.
—No, sólo un par de señoras muy dulces que se ofrecieron a ser mi lovebird
de ojos verdes.
—Amigo, ¿cuál es tu problema? Toma ventaja de la situación.
Probablemente nunca lo vea, pero eso no significa que es la única lovebird de ojos
verdes que hay. —Agitó sus pestañas hacia mí.

—Esa es la cosa. En mi camino aquí, pensaba en mi vida.


—¡OH, oh!
—No, escucha. Mi primera novia, Mónica y yo tuvimos esta estúpida
relación que era todo acerca de ser falsos y tratar de impresionar al otro y a todos
los demás.
—Tú eras joven. ¿Y qué?
—Fue lo mismo con Elizabeth, al menos al principio. Mi relación con
Mónica sentó el precedente para mi matrimonio con Elizabeth. Cuando las cosas se
pusieron reales, ninguno de los dos podía manejarlo. No fue así con Grace. Nunca.
Siempre fue real con ella.
—Hay otras Grace por ahí.
—No las hay, hombre. Te lo estoy diciendo. Simplemente la conocí en el
momento equivocado. Quince años han pasado y todavía pienso en ella. Estuve
casado con otra mujer, una mujer hermosa, inteligente, pero a veces pensaba en
Grace y me pregunto cómo hubiera sido si nos hubiéramos mantenido juntos.
Estaría haciendo el amor con mi mujer y pensando en Grace. ¿Cuán jodido es eso?
—¿”Hacer‖el‖amor”? Eso es realmente dulce, Matt. —Sonrió, al borde de la
risa.
—No seas condescendiente conmigo.
—Sólo estoy diciendo que es hora de empezar a follar chicas. Estás pasado
de tiempo. No más hacer el amor para ti. Órdenes del médico.
Me dio una palmada en el hombro y se fue.
Más adelante en la semana, Elizabeth se detuvo por mi cubículo. Me
encontraba recostado en mi silla, jugando Angry Birds.
—¿Matt?
Levanté la vista para encontrarla con un vestido de maternidad, viéndose
como la Madre Tierra misma, acariciando su estómago. Elizabeth era bastante
natural como la granola. Rasgos sencillos, cabello liso marrón, buena piel y
bronceado durante todo el año. Era su personalidad y su traición relajada a nuestro
matrimonio que la hacían fea.
—¿Qué pasa?
—¿No tienes, como, un millar de fotos para editar?
Volví mi atención a los pájaros gritando. —Hecho. Enviado.
Por el rabillo del ojo, pude verla poner su mano en su cadera como un padre
severo. Su paciencia estaba disminuyendo. No me importaba.
—¿No podías pasármelas primero?
Mis ojos se dispararon a ella y luego de vuelta a mi teléfono. —Bueno, que te
crees que eres, Lizzy. —Nunca la llamé así—. ¿Crees que eres mi jefe ahora?
—Matt. Apenas puedo tolerar este conflicto entre nosotros.
—¡¿Conflicto?! —Me reí y recosté en mi silla. Mi teléfono sonó en mi mano.
Llamada entrante de un número local de Manhattan que no reconocí. Levanté mi
dedo a Elizabeth, callándola antes de presionar el botón de contestar—. ¿Hola?
—¿Matt?
Oh Dios.
Su voz, su voz, su voz, su voz.
Elizabeth todavía me miraba. Levantó las manos y dijo—: ¿Puedes
devolverle la llamada a esta persona? Estoy tratando de hablar contigo.
—Espera, Grace —dije.
—¿Grace? —La boca de Elizabeth se abrió.
Cubrí el receptor. —¡Lárgate de aquí!
Puso su mano en el otro lado de la cadera. —No me voy a ir.
Descubrí el receptor. —¿Grace?
Dios, quería malditamente llorar.
—Sí, estoy aquí.
—¿Me puedes dar dos minutos? Te prometo que te devolveré la llamada. —
Pensé que iba a vomitar.
—Si es un mal momento...
—No, no, te devolveré la llamada enseguida.
—Está bien —dijo, con incertidumbre.
Colgamos. —Así que, ¿te estás viendo con Grace? —Algo en su tono sonaba
a satisfacción, y sus ojos decían: Por supuesto que sí.
Aspiré una respiración profunda por la nariz. —No, no estoy viéndola. Esa
era la primera vez que hablaba con ella en quince años, y lo arruinaste.
—Este es tu trabajo, Matt. Es un lugar de trabajo.
—¿Eso es lo que le dijiste a Brad antes de que te lo follaras en la sala de
copias? —Disparé en respuesta, rotundamente. Me sentí como si alguien me
hubiera apuñalado en el pecho y estuviera sangrando. Me sentía cada vez más
débil cada segundo—. No me siento bien. ¿Me puedes dejar solo, por favor? —Mis
ojos comenzaron a aguarse.
Se sonrojó. —Yo... Matt...
—Lo que estés a punto de decir, no me importa, Elizabeth. Para nada. Ni
siquiera un poco. —Me encogí de hombros.
Se dio la vuelta y se alejó.
Fui a mis llamadas recientes y presioné llamar al número de Grace.
—¿Hola?
—Lo siento mucho por eso.
—Está bien.
Tomé una respiración profunda. —Dios, es bueno escuchar tu voz, Grace.
—¿Sí?
—¿Cómo has estado?
—He estado bien. Ha pasado... un largo tiempo, Matt.
—Sí.‖ Ha‖ pasado< ¿no? —Sonaba un poco aprehensiva. Yo lo estaba
también—. ¿Entonces, que haces ahora? ¿Dónde vives? ¿Estás casada?
—No estoy casada. —Mi estómago se aflojó. Gracias a Dios—. Vivo en una
casa de piedra rojiza en West Broadway en el SoHo.
—Estás bromeando. Yo vivo en Wooster.
—Oh guau. Eso es muy cerca. ¿Sigues trabajando para la revista?
¿Sabía que trabajaba para la revista? —Sí, pero ahora hago más para el canal
de televisión. No estoy viajando tanto. ¿Qué tal tú? ¿Aun tocando el violonchelo?
—Un recuerdo de Grace tocando el violonchelo en nuestro dormitorio, usando
nada más que su ropa interior florida, llenó mi cabeza. La luz de la ventana la
delineó, así que presioné el obturador de mi cámara y la fotografié mientras tocaba.
Todavía tenía esas fotos en alguna parte. Recuerdo que bajé la cámara, fui hacia
ella, y tracé las hendiduras sobre su pequeño lindo culo. Se había equivocado con
la música y comenzó a reírse. Me preguntaba ahora si alguna vez la oiría reír de
nuevo.
—No. No profesionalmente, enseño clases de música en la secundaria ahora.
—Eso suena muy bien. —Me aclaré la garganta torpemente. Quería decirle
que sonaba diferente, triste, no como Grace, pero mantuve esos pensamientos para
mí mismo.
Varios momentos de silencio incómodo pasaron. —Así que, asumo que viste
la publicación.
—Sí, eso fue muy dulce... —Vaciló y respiró hondo—. Cuando te vi, no sabía
qué pensar.
—Si, um... la publicación fue un disparo en la oscuridad, supongo.
—Has tenido una gran carrera. Te he seguido un poco.
—¿Y tú? —Mi garganta dolía, mi cabeza empezó a palpitar, y me sentía de
repente muy nervioso. ¿Por qué siguió mi carrera?
—Está Elizabeth...
—¿Embarazada? —espeté. ¿Por qué dije eso? ¿Y cómo incluso sabe de
Elizabeth? Quería ponerla al día en todo, pero todas las palabras equivocadas
salían de mi boca.
—Matt. —Otra larga pausa incómoda—. Me siento muy confundida acerca
de verte, y la publicación y...
—Elizabeth‖no‖est{<‖—empecé a decir, pero me interrumpió.
—Fue agradable conversar contigo. Creo que mejor me voy.
—¿Café? ¿Quieres tomar un café alguna vez?
—Um, no estoy segura.
—Está bien. —Otro silencio incómodo—. ¿Me llamarás si cambias de
opinión?
—Claro.
—Grace, estás bien, ¿verdad? Quiero decir, ¿estás bien? Necesito saber.
—Estoy bien —susurró y luego colgó.
¡Mierda!
Elizabeth eligió ese momento para volver con una pila de fotos. Tenía la
peor elección del momento. —¿Puedes revisar estas y tenerlas en mi escritorio
mañana por la mañana?
—Sí, bien, déjalas. —No levanté la vista. El corazón latía con fuerza en mi
pecho y estaba a punto de llorar. Sentí la mano de Elizabeth en mi hombro. Apretó,
la forma en que un entrenador de fútbol podría hacer—. ¿Estás bien?
—Sí.
—Es difícil para ti verme así, ¿no es así?
¿Qué? Estaba tan sorprendido, que casi me reí. Elizabeth tenía una manera
de hacer que todo fuera acerca de ella. —¿Crees que es difícil para mí ver que estás
embarazada? No, estoy feliz por ti.
—Supongo que eso tiene sentido ya que nunca quisiste hijos. —Su tono era
inescrutable.
Siempre quise hijos, simplemente que no contigo.
Tomé su mano en la mía e hice lo que tenía que hacer. —Elizabeth, siento
que no fuera un marido mejor para ti. Estoy feliz por ti y Brad. Les deseo a ambos
muchos años de felicidad conyugal y familiar. Por el bien de todo lo que es bueno,
incluyendo nuestra cordura en el lugar de trabajo, vamos a nunca, jamás hablar de
nuestro matrimonio de mierda de nuevo. ¿Por favor? —Mis ojos suplicaban.
Asintió. —Lo siento, también, Matt. Me equivoqué con todo.
Solté su mano. Sonrió cálidamente, con simpatía, casi lastimeramente. Era
mejor dejar que pensara que estaba solo y suspirando por ella que alimentar el
resentimiento de fuego que siempre tuvo hacia mí porque nunca superé a Grace.
Sus sospechas estaban en lo cierto, pero nunca admitiría la verdad.
Brad había sido mi amigo desde que me inicié en el National Geographic
como pasante. Lo conocí en la misma época que conocí a Elizabeth. Siempre había
tenido una cosa por ella y ella siempre había tenido una cosa por mí. Casi me sentí
como un idiota por haberme casado con ella, así que cuando me engañó con él, no
me sorprendió. De hecho, había tenido un impulso extraño de chocar los cinco con
él. ¿No es eso terrible?
Elizabeth regresó a su oficina y me dirigí a la oficina de Brad. Era el
momento de ser el hombre más grande, o por lo menos el hombre igualmente
imperfecto, humano. Arruiné la llamada telefónica con Grace, pero me había
soltado; no quería quedarme en esta rutina de autocompasión y odio para siempre.
De pie en la puerta de la oficina de Brad, me aclaré la garganta.
Me miró desde el otro lado de su escritorio. —Oyeeeee, hombre. —Siempre
extendía el "oye", como si estuviera drogado.
—Brad, vine a felicitarte por el embarazo. Bien hecho, mi amigo. Todos
sabemos que no podría haberlo hecho mejor yo mismo.
—Matt<‖—Trató de detenerme.
—Estoy bromeando, Brad. Me alegro por ustedes. Lo juro.
—¿Sí? —Arqueó una ceja.
Asentí. —Sí.
—Qué tal una copa después del trabajo. ¿Sólo nosotros dos?
Bueno, estoy seguro de que follaste a mi esposa en todas las superficies
disponibles del apartamento que solía tener, y ahora está embarazada de tu hijo,
por lo que...
Junté mis manos. —Qué demonios. ¿Por qué no?
Fuimos a un pretencioso salón de cócteles en el Upper West Side, cerca de
mi viejo apartamento, que él y Elizabeth ahora compartían. Jodidamente odiaba
ese bar, pero era un territorio familiar para nosotros dos.
Mi whisky fue servido en una copa de martini con un cubo de hielo. Había
tantas cosas mal con la bebida, pero me la tomé de todos modos. —¿Ya ordenaste
los puros?
—No, eso después de que nazca el bebé. No te gustan realmente los niños,
¿verdad?
—No, los odio. Sólo quiero una excusa para fumar un buen cubano —mentí
por diversión. ¿Qué más hay en la vida?
—Bueno, llegará el momento. Por cierto, tu cuñada llamó. Nos enviará el
moisés antiguo.
—¿Qué?
—Sí, pensó que debería ser para nosotros. Piensa en Elizabeth como una
hermana.
El moisés era una reliquia de la familia; que estaba destinada a ser
mantenida dentro de la familia. —Mónica no es la maldita guardiana del moisés.
Brad retrocedió ante mi hostilidad y trató de cambiar de tema. —¿Estás
saliendo con alguien?
—No, sólo follando —mentí de nuevo, por diversión—. Finalmente me
deshice de esa vieja bola y cadena, ¿sabes? —Me resultaba difícil apegarme a mi
meta de ser el hombre más grande aquí.
—Eso está muy bien por ti —dijo Brad, incómodo.
—¡Otro whisky por favor! —llamé.
—Sabes, a veces Lizzy se enoja conmigo por las cosas más pequeñas. Como
el asiento del baño, se enoja si lo dejo levantado pero también se enoja si lo dejo
abajo. —Me miró y negó con la cabeza—. Dice que mi objetivo no es lo
suficientemente bueno.
En realidad, sentí pena por él. —Escucha, vas a tener que aprender a orinar
sentado. Es parte de estar casado. En realidad, es como relajante, como un pequeño
descanso.
—¿En serio?
—Totalmente.
Mi segundo whisky vino. Lo bebí más rápido que el primero.
—Sabes, me olvidé de decirte que Lizzy encontró otra caja de tus fotos y
algunos rollos sin revelar. Dijo que quería que vinieras y los recogieras ya que
estamos... ya sabes... tratando de preparar la habitación de invitados.
Jesús. —Bueno.
Miró el teléfono. —Mierda, tenemos clases de Lamaze pronto. Me tengo que
ir, hombre. ¿Quieres venir al apartamento y llevarte esa caja?
—Claro vamos.
Caminamos por las pocas cuadras al apartamento, apenas hablando en el
camino. Una vez que llegamos al edificio, me arrastré detrás de él en el vestíbulo.
Los dos whiskys, combinados con la rareza de estar en mi viejo edificio, de repente
me golpearon. —¿Sabes qué, Brad? Voy a esperar aquí para que me bajes la caja.
—¿Estás seguro?
—Sí, esperaré. —Sonreí débilmente y me senté cerca del ascensor. Unos
minutos más tarde, regresó con una bolsa de plástico de color gris oscuro.
—¿Pensé que habías dicho que era una caja?
—Uh, sí, lo era, pero Lizzy sacó todo de la caja y lo puso aquí para un
almacenamiento más eficiente.
—¿Almacenamiento más eficiente?
Apenas podía hacer contacto visual conmigo. —Sí.
Estaba seguro de que Elizabeth revisó toda la caja y tiró la mitad a la basura.
No me sorprendió. —Gracias, Brad.
—Nos vemos, amigo. —Me dio una palmada en la espalda mientras me
giraba para alejarme.
Una vez que volví a mi loft, me senté en mi viejo sofá de cuero, puse With or
Without You de U2, coloqué los pies sobre la bolsa de plástico, y cerré los ojos.
Imaginé que había construido una vida, no solo una carrera. Imaginé que mis
muros estaban cubiertos con fotos de mi familia, no de animales del maldito
Serengeti. Respirando profundo, me incliné hacia adelante y abrí la bolsa.
Era todo de esa época, preservado en fotografías en blanco y negro. Grace y
yo en el Parque Washington Square. En Tisch. En nuestro cuarto en los
dormitorios. En la sala. Grace tocando el chelo. Desnuda en mi cama, tomándome
una foto, la cámara ocultando su rostro. Pasé mi dedo sobre ello. Permíteme ver tu
rostro, recuerdo decirle. Grace y yo en Los Ángeles, jugando Scrabble en la casa de
mi mamá. Mi mamá enseñándole a Grace como hacer cosas de cerámica en el
Louvre. Grace durmiendo sobre mi pecho mientras yo miraba la cámara.
Lentamente, saqué cada foto de la bolsa. La última que retiré fue tomada el
día que me‖ fui‖ a‖ Sur‖ América.‖ Era‖ lo‖ que‖ llaman‖ ahora‖ una‖ “selfie”.‖ Grace‖ y‖ yo‖
acostados en la cama, mirando a la lente mientras yo sostenía la cámara sobre
nosotros y hacía clic en el obturador.
Nos veíamos tan felices, tan satisfechos, tan enamorados.
¿Qué nos sucedió?
En el fondo de la bolsa, encontré un casette y un rollo sin revelar. Los saqué
de la lata y lo sostuve en alto a la luz. Era en color, algo que extrañamente usaba en
ese entonces; no fue hasta que comencé a trabajar para National Geographic que lo
usé regularmente.
Me puse de pie, coloqué el rollo en la encimera, metí el casete en un viejo
reproductor, y bebí hasta desmayarme, escuchando a Grace y su amiga, Tatiana,
tocando un dueto de violín y chelo de Eleanor Rigby. Tocaron una y otra vez, y cada
vez, al final, podía escuchar a Grace riendo y Tatiana haciéndola callar.
Me quedé dormido con una sonrisa en mi cara, a pesar de que me sentía
como una de aquellas personas solitarias de las que hablaban en la canción.

Todavía había un par de tiendas de revelado de rollos alrededor del centro


de la ciudad. El PhotoHut desapareció hacía mucho, pero encontré una tienda de
cámaras en mi camino al trabajo la mañana siguiente y dejé el misterioso rollo.
Cuando llegué a la oficina, vi a Elizabeth en la cocina, cerca de la cafetera. —
¿Pensé que no se suponía que consumas cafeína cuando estás embarazada? —dije.
—Tengo permitido tomar una taza —disparó en respuesta mientras pasaba
a su lado. Sonreí satisfecho y caminé hacia mi cubículo. Podía sentirla caminando
detrás de mí, sus zapatos sin tacón chocando contra la alfombra, levantando
corrientes eléctricas. Tenía un hábito de arrastrar los pies.
Encendí mi computador y me volví para verla parada detrás de mí,
esperando que la reconociera. Su cabello se encontraba parado, flotando fuera de
sus hombros por la electricidad estática. No pude evitar reír.
—¿Qué?
—Tu cabello. —Señalé, como un niño de cinco años.
Frunció el ceño y envolvió su cabello en un moño, agarrando un bolígrafo
de mi escritorio para sostenerlo en su lugar.
—Gracias por tomar un trago con Brad y recoger la bolsa anoche.
—Gracias por organizar mis cosas personales por mí. ¿Arrojaste algo de la
caja original?
—No, apenas pude mirar dentro de ella. Era como un santuario para Grace.
—¿Por qué estabas tan determinada a que recuperara todas esas cosas,
entonces?
Se encogió de hombros. —No sé. Me siento mal, supongo.
—¿Sobre qué exactamente te sientes mal? —Me recosté en mi silla.
—Sólo<‖ya‖sabes.‖Como<‖no‖sé.
—Dime —insté con una sonrisa petulante. No pude evitar sentir placer
mientras luchaba buscando las palabras. Claramente todavía envidiosa de Grace.
—Sólo la forma en que la ponías en un pedestal y hablabas de ella, como si
fuera la que te abandonó.
Me incliné hacia adelante. —No me estás contando todo. Estás haciendo esa
cosa rara de la ceja que haces siempre que mientes.
—¿Qué cosa rara de la ceja?
—Mueves una ceja, como una loca. No sé cómo lo haces. Es como un tic
espeluznante.
Cohibida levantó una mano a su ceja. —No es nada que ya no sepas. Quiero
decir, nos encontrábamos tan ocupados en ese entonces.
—¿De qué estás hablando?
Los ojos de Elizabeth se dispararon por todo el lugar, como si estuviera
programando su estrategia de salida. Bajó la mirada a sus zapatos excesivamente
caros. —Grace una vez‖llamó‖y‖dejó‖un‖mensaje‖para‖ti,‖y<‖fue‖solo<
Me puse de pie. —¿Qué estás diciendo, Elizabeth? —No me di cuenta que
gritaba hasta que el lugar quedó completamente en silencio. Podía sentir a nuestros
colegas espiándonos por las paredes de sus cubículos.
—¡Shhh, Matt! —Se acercó—. Déjame explicarlo. Fue mientras estábamos en
Sur África. —Cruzó los brazos y bajó la voz—. Tú y yo ya follábamos. No sabía por
qué te llamaba.
Mi mente se apresuró para averiguar el momento en la línea de tiempo.
Habrían sido más o menos dos años después de que Grace y yo nos vimos por
última vez. Después que ella desapareció.
—¿Qué dijo? —pregunté, con lentitud.
—No recuerdo. Fue hace tanto. Se hallaba en Europa o algo. Quería hablar
contigo y ver cómo estabas. Dejó su dirección.
Cada nervio se puso en alerta máxima. —¿Qué hiciste, Elizabeth?
—Nada.
Actuaba tan rara. Evasiva. Como si todavía no estuviera diciéndome toda la
verdad.
—Sólo dime que hiciste.
Hizo una mueca. —Le escribí una carta.
—Tú‖no<
—Estaba enamorada de ti, Matt. Le escribí, pero fui amable. Le dije que tú
habías seguido adelante, que ella era parte de tu pasado, pero que le deseabas lo
mejor.
Mis ojos ardían con furia. —¿Qué más hiciste? Por el amor de Dios,
Elizabeth, estoy a punto de convertirme en noticia y no soy un hombre violento.
Sabes eso.
Comenzó a llorar. —Estaba enamorada de ti —repitió.
Me quedé pasmado. Siempre había pensado que Grace huyó. Ella no me
dejó ni una nota, ni dirección ni número telefónico. Había estado devastado,
siempre creyendo que fue la que me dejó.
—Si estabas enamorada de mí, ¿por qué no me diste a elegir?
Brad vino detrás de ella y la envolvió en sus brazos. —¿Qué está pasando?
¿Qué le estás diciendo? Está embarazada, hombre; ¿qué te pasa?
Mi pecho subía y bajaba rápidamente. —Váyanse. Los dos.
Elizabeth se dio la vuelta en los brazos de Brad y comenzó a llorar contra su
pecho. Brad me fulminó con la mirada y la llevó, sacudiendo la cabeza, como si yo
fuera el que hizo algo repugnante.
Desde que había visto a Grace en el metro, reproduje cada cosa que sucedió
entre nosotros hace quince años; cómo la última conversación pareció tan típica,
solo seis semanas antes de que se suponía volaría a casa, de vuelta a sus brazos, de
vuelta a la rutina que habíamos fijado para nosotros mismos durante ese año de
paraíso.
Después del trabajo, recogí el rollo que dejé temprano. Era un viernes, y no
tenía nada mejor que hacer que ir a mi piso principalmente vacío y digerir la
noticia de que Grace intentó ponerse en contacto conmigo hace años. Me senté en
el sofá cerca de las ventanas de piso a techo con vista a la calle.
Junto a mí, sobre la mesa, se encontraba una pequeña lámpara; en mi
regazo, las fotos reveladas. Las primeras tres eran borrosas, pero la cuarta me
atrapó por sorpresa. Era una imagen de Grace y yo en nuestros pijamas, parados
en frente de las líneas borrosas del tráfico. Nuestras caras ligeramente
desenfocadas, pero podía ver que nos mirábamos fijamente el uno al otro. Esa
noche fuimos a ese restaurante en Brooklyn.
Cada foto era de Grace: en la sala, en el parque, durmiendo en mi cama,
bailando en mi cuarto. Todas de ella, capturadas en color.
Puse cada foto en mi mesita de café y las miré mientras pensaba en
retrospectiva, reviviendo todos los recuerdos con ella. ¿Le dije que la amaba? ¿Yo
sabía que la amaba? ¿Qué sucedió?
Eran las ocho treinta y no había comido en todo el día. Me sentía enfermo,
repugnado por lo que Elizabeth hizo. Todo comenzó a tener sentido: la forma en
que Grace actuó, tan cauta en el teléfono. Intentó contactarse conmigo antes.
Agarré mi computador e hice una búsqueda inversa de número telefónico.
Encontré el nombre G. Porter en West Broadway. ¿Estuvo casada? A pesar de que
yo‖ también‖ estuve‖ casado,‖ el‖ conocimiento‖ escocía.‖ Busqué‖ en‖ Google:‖ “Grace‖
Porter música nyc”‖y‖encontré‖un‖enlace‖a‖la‖escuela‖secundaria‖donde‖ensañaba‖
música. Hice clic en varios enlaces más y descubrí que su departamento tenía una
presentación especial esa noche en el gimnasio de la secundaria, pero había
comenzado hace una hora.
Sin siquiera mirarme en el espejo, salí por la puerta principal. No podía
dejar las cosas en una incómoda llamada telefónica.
Una vez que llegué a la escuela, tomé las escaleras de dos a la vez para bajar
al gimnasio. Podía escuchar el sonido de aplausos, y rogué que no fuera
demasiado tarde. No había nadie atendiendo las puertas dobles, así que me deslicé
por ellas y me paré en el fondo, mis ojos escudriñando el lugar en busca de Grace,
pero todo lo que vi fueron cuatro sillas arregladas en el extremo más lejano del
gimnasio: tres ocupadas, una vacía. La multitud quedó en silencio cuando un
hombre se aproximó al podio dispuesto en un costado del cuarteto incompleto.
—La señora Porter tiene algo muy especial que le gustaría compartir con
ustedes. —Mi sincronía era perfecta, si no quince años demasiado tarde—. Esto es
ciertamente un regalo, y un espectáculo único, así que vamos a recibir con un
aplauso a su talentoso cuarteto.
Grace se acercó al podio, y no pude recuperar el aliento. Lo que había
amado de ella hace todos esos años todavía seguía allí: sus peculiaridades únicas;
cuán inconsciente era de su belleza; su cabello, todavía largo y rubio, colgaba sobre
un hombro; sus labios, llenos y de un rosa natural. Incluso a esta distancia, podía
ver sus ojos de un verde espectacular. Se hallaba vestida de la cabeza a los pies en
negro; un suéter de cuello alto y pantalones, tan deslumbrante contra su piel y
cabello claro.
Le dio unos golpecitos al micrófono y sonrió cuando el sonido hizo eco en
las paredes. —Lo siento por eso. —Entonces unas risitas. Jesús, extrañé ese
sonido—. Gracias por venir esta noche. Por lo general no toco con los estudiantes,
pero tenemos algo muy especial que compartir con ustedes. Nuestra primera y
segunda violinistas; Lydia y Cara, y la primera violista, Kelsey, tocarán con la
filarmónica de Nueva York el próximo fin de semana. —La multitud hizo erupción
en silbidos y vítores. Grace miró a las tres chicas, que le sonrieron, listas con sus
instrumentos—. Este es un momento de mucho orgullo para mí, así que esta noche,
me gustaría unirme a ellas en una representación de Viva La Vida de Coldplay.
Espero que lo disfruten.
Aún mi chica moderna.
Grace caminó a la silla más lejana en el lado derecho y colocó el chelo entre
sus piernas. Con su cabeza baja, comenzó a contar. Siempre había tocado para sí
misma, y mientras la observaba ahora, veía que nada cambió. No tenía que ver sus
ojos para saber que estaban cerrados, de la forma en que siempre se encontraban
cuando tocaba junto a la ventana en nuestro antiguo cuarto.
La observé, embelesado, mis ojos nunca dejaron a Grace mientras la canción
llenaba al gimnasio. Al final, justo antes del último paso del arco, levantó la mirada
al techo y sonrió. La multitud se volvió loca, el lugar sacudiéndose con los
aplausos atronadores.
Esperé durante el resto de las presentaciones, muriendo de hambre, cansado
y preguntándome si fue todo en vano. La multitud se retiró un poco después de las
diez treinta, y esperé, mis ojos todavía fijos en ella. Por fin, hizo su camino hacia las
puertas dobles, donde permanecí parado el tiempo entero. Cuando hice contacto
visual con ella, pude darme cuenta que supo que estaba aquí todo el tiempo.
Camino hacia mí con propósito.
—Hola. —Su voz era suave y simpática, gracias a Dios.
—Hola. Esa fue una presentación genial.
—Sí,‖esas‖chicas<‖poseen‖un‖montón‖de‖talento.
—No,‖tú,‖tú‖eres‖tan<‖tocas‖tan. —Tragué saliva—, hermoso. —Me volví un
tonto balbuceante.
Sonrió pero sus ojos me evaluaban. —Gracias.
—Sé‖ que‖ es‖ tarde,‖ pero<‖ ¿te‖ gustaría ir a tomar un trago? —Comenzó a
contestar pero la interrumpí—. Sé que esa llamada telefónica fue incómoda. Solo
quiero hablar contigo en persona. Para< —Ondeé una mano alrededor—
distender el ambiente.
—¿Distender el ambiente? —Ella probaba mis palabras.
—Bueno, ponernos al día. Y sí, distender el ambiente, supongo.
—Han pasado quince años, Matt. —Se echó a reír—.‖No‖sé‖si‖“distender‖el‖
ambiente”‖es‖posible.
—Grace, escucha, creo que algunas cosas podrían haber sucedido que no
entendí muy bien en el momento, y<
—Hay un lugarcito en la esquina. Aunque no puedo quedarme hasta tarde.
Tengo algo en la mañana.
Le sonreí agradecido. —De acuerdo, no hay problema. Solo un trago.
Dios, era un desesperado.
—Vamos, entonces. En esta dirección.
Caminamos lado a lado por la calle oscura. —Te ves realmente fantástica,
Grace. Pensé eso tan pronto como te vi el otro día en el metro.
—¿No fue eso tan raro? Fue como si el universo estuviera divirtiéndose con
nosotros; nos vimos solo un segundo tarde. —No lo había pensado de esa manera.
Amaba su mente—. Quiero decir, al parecer vivimos a un par de cuadras el uno
del otro, pero nunca nos hemos topado. Es un poco extraño.
—En realidad, me mudé a ese departamento cuando vine a Nueva York el
año pasado.
—¿Dónde vivías antes de eso?
—Me mudé al Upper West Side hace cinco años, pero entonces me fui a Los
Ángeles por un tiempo. Después de que mi divorcio con Elizabeth finalizó, vine de
regreso a Nueva York. Eso fue hace casi un año. Estoy rentando el piso en Wooster
ahora.
Observé la reacción de Grace con cuidado, pero todo lo que dijo fue—: Ya
veo.
Dentro del bar oscuro, Grace seleccionó una pequeña mesa, colgó su bolso
en la parte posterior de la silla, y señaló la rocola en la esquina. —Voy a elegir una
canción. Está demasiado silencioso aquí para ser un bar. —Su humor parecía más
ligero. Pensé sobre cómo no podía manejar estar adentro sin música. Estaba bien al
aire libre, escuchando la naturaleza, pero cuando se hallaba adentro, siempre tenía
que tener la música encendida.
—¿Puedo ordenarte un trago?
—Un vaso de vino tinto sería genial.
Constantemente me tuve que recordar no rememorar en mi cabeza y solo
estar presente en el momento. Después de todo, había mucho que decir. Cuando
regresé con nuestros tragos, se encontraba sentada, los codos apoyados en la mesa,
su mentón colocado encima de sus manos juntas. —Te ves bien también, Matt.
Quería decir eso antes. No has envejecido mucho, en absoluto.
—Gracias.
—Me‖gusta‖el‖cabello‖largo,‖y‖esto<‖—Rozó mi barba con las puntas de sus
dedos. Cerré los ojos por un segundo demasiado largo—. Entonces, ¿estabas en
Los Ángeles?
Intenté controlar mi respiración, evitar hacerme añicos y empezar a llorar.
Me sentía totalmente abrumado en su presencia.
Una canción triste vino con el zumbido de una voz masculina. —¿Quién es?
—pregunté mientras tomaba un trago de cerveza.
—Es The national. Pero, Matt, dijiste que querías hablar, así que vamos a
hablar. Fuiste a L.A. después de tu divorcio. ¿Te quedaste con tu mamá? ¿Cómo le
está yendo? Pienso en ella de vez en cuando.
—Fui antes de divorciarme, en realidad. Para cuidar de mi mamá. Falleció
mientras yo estaba allí.
Los ojos de Grace se llenaron de lágrimas. —Oh, Matt. Lo siento tanto. Ella
era una mujer tan maravillosa.
Mi garganta se contrajo. —Padecía cáncer de ovario. Elizabeth pensó que
Andrew debía hacerse cargo, pero se hallaba demasiado ocupado intentando
volverse socio de la firma. Mi madre estaba muriendo y sus hijos peleaban por
quien debería cuidar de ella. Tan estúpido. —Desvié la mirada—. Mi matrimonio
ya estaba al borde del naufragio. Elizabeth intentaba desesperadamente quedar
embarazada, pero yo estaba a miles de kilómetros de distancia, al otro lado del
país. Creo que, en algún nivel, pensó que intentaba evitarla. Yo solo pensaba que
ella estaba siendo egoísta. Ambos nos sentíamos furiosos y heridos, supongo.
Asintió. —¿Qué pasó después de eso?
—Mientras me encontraba en L.A., mirando a mi madre desaparecer,
Elizabeth comenzó a tener una aventura con mi amigo y compañero de trabajo
Brad, un productor‖de‖National‖Geographic.‖Ocho‖años‖de‖matrimonio<‖¡puff!‖—
Hice un movimiento de explosión con las manos.
—¿Ocho‖años?‖Pensé<‖—dudó.
—¿Qué?
—No importa. En verdad lo siento, Matt. No sé qué decir.
—Puedes decirme esto: ¿Por qué te marchaste?
—¿Marcharme cuándo?
—¿Por qué no dejaste una nota o un mensaje cuando te fuiste a Europa?
Solo te marchaste.
Pareció confundida. —¿Qué quieres decir? Esperé. Nunca me llamaste.
—No, no pude. No pude hacer más llamadas. La única persona con la que
hablaba era mamá porque podía llamarla por cobrar. Estaba sin dinero. Nos
quedamos atrapados en un pueblo con un vehículo roto y cientos de kilómetros de
selva a nuestro alrededor. Me imaginé que entenderías.
Se veía destrozada. —¿Y qué hay sobre el artículo en esa revista de
fotografía? Básicamente decía que tenías un trabajo con National Geographic e ibas
a ir a Australia después de Suramérica.
—¿En el 97?
—Sí. —Se tomó su copa entera de vino—. Había una foto de ti tomando su
imagen y decía que ibas a ir a Australia con ella por seis meses.
—Nunca leí ese artículo del que hablas, así que no estoy seguro de lo que
quieres decir. Elizabeth me pidió que fuera a Australia, pero la rechacé. Volví aquí
para estar contigo después de que terminó mi puesto de interno, pero te habías
ido.
—No. —Sacudió la cabeza—. Pensé que irías a Australia. Es por eso que
terminé uniéndome a la orquesta de Dan.
Yo sacudía la cabeza, también. —No, no fui a Australia. Volví a finales de
agosto. Traté de llamarte antes de irme, pero no pude comunicarme. Fui directo a
los dormitorios, pensando que todavía estarías ahí. Cuando no pude encontrarte,
pensé que tal vez te habías mudado a las viviendas para estudiantes de posgrado,
así que fui a revisar con el secretario. Él me dijo que aplazaste tu admisión para el
posgrado. En mi camino de vuelta a los dormitorios, vi a Daria y me dijo que te
habías unido a la orquesta de Pornsake.
Grace comenzó a llorar, sollozando en sus manos. —Grace, lo siento mucho.
—Tomé servilletas del dispensador en nuestra mesa y se las pasé—. Pensé que tú
habías sido la que me dejó. No sabía cómo alcanzarte. Ni siquiera acepté el trabajo
en National Geographic hasta que descubrí que te habías ido.
Dejó salir una risa a través de sus lágrimas. —Santa mierda. Todo este
tiempo<
—Lo sé. Traté de buscarte varias veces, pero nunca pude encontrarte en
línea. Ni siquiera supe hasta esta noche que tu apellido era Porter.
Grace se puso histérica. —Me casé con Pornsake, Matt. Él cambió su
apellido a Porter.
Mi corazón fue asesinado. —Oh.
—No enseguida. Esperé casi cinco años. Él está muerto ahora. Lo sabes,
¿cierto?
—No. ¿Cómo lo sabría?
—Te escribí.
—¿Lo hiciste? —Elizabeth. Resultaba que todavía no me había dicho toda la
verdad. Era como si hubiera caído en algún universo alterno, donde Grace me
amaba y yo era el que se había ido. Todos estos años que pasé deprimido por
perderla, y ella había estado tratando de encontrarme.
Extendí mis brazos sobre la mesa y tomé sus manos en las mías. Y me dejó.
—Lo lamento mucho por Dan. Era muy amable. ¿Cómo murió?
—Agrandamiento del corazón. Murió con una maldita sonrisa en su rostro
—dijo, orgullosamente.
—¿Lo amabas? —Sabía que no tenía derecho, pero me moría por saber.
—Era bueno conmigo. —Levantó la mirada al techo—. Lo amé a mi propia
manera.
—¿Sí? —Estaba siendo ahogado de nuevo.
Sus ojos encontraron los míos. —Sí. Pero no de la manera que te amé a ti.
—Grace<
—¿Qué demonios pasó, Matt?
—Ya no lo sé. Pensé que lo sabía. ¿Elizabeth me dijo que te envió una carta?
—Recibí una carta de ti, tal vez en el 99 o en el 2000. El resto de mis
llamadas y mis cartas no fueron respondidas.
—Elizabeth escribió la carta, no yo. Lo juro por Dios, Grace, nunca habría
ignorado tus llamadas.
—Bueno. —Su voz se volvió muy tranquila, encogiéndose en sí misma—. Es
demasiado tarde ahora, ¿o no?
—¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser demasiado tarde?
—Diría que quince años es bastante tarde. Nos han sucedido tantas cosas
y<
Apreté sus manos. —Vayamos a conseguir un pedazo de tarta, panqueques
o algo, como solíamos hacer.
—¿Estás loco?
—Sí —dije inexpresivo—. Tenemos que salir de este lugar.
—No‖lo‖sé<‖—Retiró sus manos de las mías.
Miré mi reloj. —¿Desayuno para la cena?
Pasó una mano por su cara y se enderezó, poniendo algo de distancia entre
nosotros. No podía decir si contemplaba la idea o trataba de pensar en una manera
agradable de decir no. Busqué en sus ojos y sonrió. —De acuerdo. Iré contigo, con
una condición.
—¿Qué es, Gracie? —Se rió ante el sobrenombre y luego sus ojos
comenzaron a humedecerse de nuevo—. Por favor, no llores —dije.
—Tenemos que olvidarnos por un rato quienes somos para el otro. No
hablemos del pasado. Esa es mi condición.
—Trato. —Dejé un puñado de billetes en la mesa, tomé su mano, y la jalé
hacia la puerta. Pero justo antes de irnos, me giré hacia ella—. Espera. Tomemos
un chupito primero. Somos jóvenes, la ciudad es nuestra, no tienes que levantarte
temprano mañana para enseñar, y no tengo una idiota por esposa.
—Seguro. ¿Por qué no? —Sus mejillas se volvieron rosas. De repente se veía
más feliz, más joven. Y a pesar de que prometimos no hablar del pasado, no pude
evitar sentir que habíamos viajado de regreso al mejor momento de nuestras vidas.
Cada uno tomó un chupito de tequila, dejamos el bar, y encontramos a una
pequeña cafetería de veinticuatro horas. —Creo que quiero tarta —dije mientras
mirábamos la vitrina.
—Yo también. ¿Quieres compartir un pedazo?
—Compartamos dos pedazos —dije, prácticamente retándola.
—Estás hablando sucio ahora. Me gusta. Compremos un pedazo de crema
de‖chocolate‖y<
—¿Un pedazo de mantequilla de maní?
—Eso es tan perfecto. Voy a comerme esa tarta hasta el fondo.
Dios, la amaba. —Lo mismo por aquí —dije.
Ordenamos y luego nos sentamos en una cabina con asientos de vinilo
verde. Trazó las chispas de la antigua mesa con su dedo. —Entonces, ¿cómo están
Andrew, Regina y tu papá?
—Genial. Papá no se retirará nunca. Él y mi hermano son socios en la misma
firma. Andrew y Mónica tienen dos niños y una gran casa en Beverly Hills. Regina
es la misma, excepto que su cara es más tensa.
Grace se rió pero luego su sonrisa se desvaneció. —Estoy triste por escuchar
de tu mamá. Realmente me gustaba. Sentía como si fuéramos espíritus afines.
Pensé en los días antes de perder a mamá. Ella me preguntó qué había
pasado con Grace, y yo le dije que simplemente no funcionó. Me sentí confundido
cuando mamá trajo el nombre de Grace después de que hubieran pasado tantos
años. No tenía idea de que Elizabeth y yo estábamos teniendo problemas maritales,
pero era como si quisiera que yo supiera que todavía pensaba en Grace. Creo que
ella debió haber sentido que eran espíritus afines, también. Elizabeth nunca fue
cercana a mamá, ni siquiera después de haberla conocido por una década. Una
visita, y Grace estuvo en el corazón de mamá por siempre.
—Sí. Se fue pacíficamente. Mi papá fue a verla antes de que muriera. Fue
desgarrador‖ porque,‖ después‖ de‖ todo‖ lo‖ que‖ habían‖ pasado<‖ ella‖ todavía‖ lo‖
amaba. Es por eso que nunca volvió a casarse. Creo que, una vez que se despojó de
todo y la vio cerca del final de su vida, él la amaba, también. Al menos, eso fue lo
que le dijo. Si no lo dijo en serio, por lo menos mamá murió creyéndolo. Lo respeté
más después de eso.
—Puedo entenderlo —dijo, como si hablara por experiencia.
Tomé una respiración profunda. —Vamos a hablar de algo más feliz.
—Seguí tu carrera por un tiempo y vi que ganaste un Pulitzer. Que logro tan
increíble, Matt. Felicidades.
—Gracias. Fue inesperado y difícil de apreciar porque, creo que, en ese
momento, me encontraba en un lugar realmente oscuro.
—Eso fue antes de que tu madre se enfermara, ¿cierto?
—Sí. Logró verme aceptar el premio. Ella y papá se encontraban realmente
orgullosos.
Grace era tan curiosa, tan compasiva. Pensaba que había inventado todas
esas cosas sobre ella en mi mente. Cuán apropiado era su nombre. Cuán real,
hermosa, y genuina era en persona. Todas esas veces que miré sus fotos y deseé
poder abrazarla, tocarla, o solo verla en persona, a color, y aquí estaba, justo como
la recordaba.
Los trozos de tarta se hallaban entre nosotros sin tocar. Corté una pieza y
sostuve el tenedor hacia los labios de Grace. —La tarta hace que todo sea mejor.
Tomó un mordisco, y no pude apartar los ojos de su boca. Me lamí los
labios, pensando acerca de su sabor; cómo habría sido besarla.
—Es taaaan bueno.
—Sé que se supone que no debemos hablar del pasado, pero me muero por
saber qué hiciste después de la graduación. ¿Cómo fue la orquesta?
—Fue maravillosa, en realidad. Viajamos por un par de años. Tatiana lo
hizo, también. Cuando volvimos a casa de Nueva York, Dan consiguió de nuevo su
antiguo trabajo en la universidad, y yo conseguí mi Maestría en teoría musical en
un programa en línea. Enseñé en la universidad por unos años, y ahora dirijo la
orquesta y la banda en una secundaria.
—Eso es fantástico, Grace. ¿Cómo está Tatiana?
—Está bien. Aún soltera y combativa. Está conmigo en la Filarmónica de
Nueva York, así que viaja mucho. Es una música muy dedicada.
—¿Qué sucedió con Brandon?
Se rió. —Fue solo uno de muchos para Tati.
—Debería haberlo sabido. Entonces, ¿nunca quisiste seguir el mismo camino
que Tati? Podría ser parcial, pero siempre pensé que eras un músico más fuerte
que ella.
—Lo‖ hice,‖ pero<‖ —Comenzó a inquietarse—, yo, uh, nunca tuve la
disciplina que ella tenía. Siempre fue mejor.
—No pienso eso para nada.
—Para un oído entrenado, Tatiana tiene más talento. —Sonrió—. ¿Último
mordisco? —Sostuvo un tenedor lleno de tarta de mantequilla de maní hacia mi
boca.
Agarré su muñeca, me incliné, y tomé el trozo. La intimidad instantánea
entre nosotros se sentía demasiado familiar.
—Lo lamento mucho, pero tengo que volver. Esto ha sido estupendo. Fue
bueno verte de nuevo, con tan buen aspecto y saludable —dijo.
—Déjame acompañarte a casa.
—No es necesario. —Se movió hacia la orilla de la cabina para levantarse.
—Es tarde, y me sentiría mejor si me dejaras acompañarte.
Dudó. —Está bien. Puedes acompañarme hasta mi calle.
En la acera, retorció su cabello en un nudo, exponiendo su tatuaje. Lovebird
de ojos verdes. No pude evitar levantar la mano y pasar mis dedos a través de su
nuca. Así que en verdad pasó. Se encogió. —¿Qué estás haciendo?
—Solo quería tocarlo, para ver si todavía estaba ahí.
Se rió. —Los tatuajes son bastante permanentes.
—Solo me preguntaba si te lo habías removido en un ataque de rabia.
—Me sentía más desconsolada que furiosa.
Auch.
Tomé sus manos en las mías. —Lo lamento. No sabes cuán arrepentido
estoy.
—Lo sé. Yo también. ¿Todavía tienes el tuyo, asumo?
Estiré el cuello de mi camiseta negra, jalándolo hacia abajo para revelar el
tatuaje sobre mi corazón. —Sip, aun está ahí.
Pasó sus dedos por él y susurró—: Solo la ceniza.
Su cabeza cayó hacia abajo. Levanté su barbilla para que me mirara y sus
ojos se encontraban llenos de lágrimas. —Fuimos víctimas de la mala
sincronización. Pero aquí estamos de nuevo.
Me sonrió débilmente. —Tengo que irme. —Antes de que pudiera detenerla,
se giró y corrió rápidamente por la calle. Esperé hasta que la vi subir los escalones
de una casa de piedra rojiza, y luego me dirigí a casa, cabreado con el mundo,
queriendo asesinar a Elizabeth por arruinar mi vida en más de una forma.
Tan pronto como llegué a casa, llamé a mi hermano. Solo eran las nueve en
la Costa Oeste. Mónica respondió. —¿Hola?
—¿Está Andrew?
—Hola a ti también, Matthias. Andrew no está aquí. Presentará una gran
moción mañana así que todavía está en su oficina.
—Mónica, dijiste que Elizabeth y tú eran como hermanas, ¿no?
—Bueno, fuimos familia por ocho años.
—Ajá, seguro. ¿Sabías que Grace trató de contactarme, y cada vez, Elizabeth
encontró una manera de ocultarme esa información? —Mi voz era severa,
acusatoria—. ¿La ayudaste con esos pequeños engaños, por casualidad?
—Detente.
—No. Tú le diste el maldito moisés de la familia. Hablabas con ella todo el
tiempo. Me dijiste en persona que te decía cosas sobre cómo estaba colgado por
Grace. No te gustó Grace desde el comienzo, y lo sabía. Ambas se encontraban tan
celosas de ella.
—Voy a colgar en dos segundos si no te detienes.
Respiré pesadamente, mi pulso corriendo. No quedaba nada dentro de mí
excepto ira y adrenalina.
—No sé de lo que estás hablando. Nunca estuve celosa de Grace. ¿Estuvo en
tu vida por cinco minutos, y ahora me acusas de esto? Elizabeth nunca me dijo
nada excepto que tenías un puñado de fotos de Grace de las que te negabas a
deshacerte.
—Elizabeth es la razón principal de que no haya hablado con Grace en
quince años. Probablemente sea la razón de que no esté casado con Grace en este
mismo momento.
Ella suspiró pesadamente. —Matt, estás siendo melodramático.
—Ni siquiera sé por qué te digo esto.
Se quedó callada por un momento. —Creo que me lo estás diciendo porque
somos familia. —Sus palabras me sorprendieron—. Deberías dormir un poco,
Matt. Suenas destrozado. Lo siento si lo que dices es cierto. Nunca vi a Elizabeth
como una conspiradora.
—Yo tampoco. Pero lo hizo.
—Le dejaré saber a Andrew y le diré que te llame, ¿de acuerdo?
—Está bien. Gracias, Mónica. Buenas noches.
Todavía miraba la ventana a las dos de la mañana. Mi cabeza se hallaba
nublada, así que decidí dar un paseo. Antes de saberlo, me dirigía hacia la calle de
Grace. Se encontraba totalmente tranquila mientras miraba las cuatro casas de
piedra rojiza. No sabía cuál era la de ella, eran completamente idénticas.
—¡Grace! —grité. Podría haberla llamado—, ¡Gracie! ¡Grace, por favor,
necesito hablar contigo! —Pero si vas a insistir en hablar con alguien a las dos de la
mañana, muy bien podrías ir a visitarlos—. ¡Grace, por favor!
Un hombre al otro lado de la calle abrió una ventana y gritó—: Lárguese de
aquí o voy a llamar a la policía.
—¡Hágalo! —respondí.
—¡Está bien, Charlie! —Era la voz de Grace. Me giré para verla de pie en la
puerta de una de las casas. Subí corriendo los cinco escalones hacia la puerta, mi
pecho palpitante. Me hallaba a centímetros de su rostro a medida que levantaba la
vista para mirarme. Llevaba un pijama de franela rosada con árboles de navidad
en ella. Era mayo. Sonreí.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó.
Tomé sus manos en las mías y las miré entre nosotros. —Quería besarte
antes, pero fui demasiado cobarde. —Me incliné y la besé lenta, tiernamente. Sus
labios eran suaves pero sus movimientos ansiosos. Besaba de la manera que
siempre lo hacía, con pasión. Lanzó sus brazos alrededor de mi cuello,
presionando nuestros cuerpos mientras profundizábamos el beso. Movió sus
manos a mis lados, luego a mi cintura, y bajo mi camiseta. Sus dedos trazaron los
diseños en mi cinturón.
Se alejó y susurró cerca de mi oreja. —¿Todavía tienes esto?
—Siempre estuviste conmigo, Grace. Nunca encontré una manera de dejarte
ir.
Dejó caer su cabeza para que descansara en mi hombro. —¿Qué vamos a
hacer?
—¿Salir?
Se rió. —¿Quieres salir conmigo?
Me casaría contigo en este instante si me dejaras.
—Sí, quiero salir contigo. Eres mi ex esposa favorita. —Levantó la cabeza y
busqué sus ojos. Estaba aliviado de encontrar diversión en ellos.
—Estoy libre el martes después de clases.
—¿Quieres encontrarte conmigo frente a los dormitorios alrededor de las
tres?
Se rió de nuevo pero sus lágrimas brillaron a la luz de la luna. Había hecho
llorar a Grace demasiado por una noche. —Sí. Te veré ahí.
Me incliné y la besé en la mejilla. —Lamento si te desperté. Vuelva a dormir,
señorita. —Besé su nariz, me giré, y troté escaleras abajo—. El martes a las tres —
grité—. Nos vemos.
—Manténganlo en voz baja —gritó Charlie desde su ventana.
—¡Vete a la cama, Charlie! —gritó Grace.
¿Por qué no ahora?
Traducido por Pachi Reed15 & Mire
Corregido por Fany Keaton

Matt
Todo mi fin de semana estuvo dedicado a comprar cosas para mi
apartamento y a hacerlo sentir hogareño, por si acaso Grace venía.
Cuando me desperté la mañana del lunes, ya podía sentir la ira hirviendo en
mí mientras me preparaba para ver a Elizabeth en el trabajo. Fui a correr para
desahogarme un poco, me di una ducha y me dirigí a la oficina. Vi a Scott en el
pasillo mientras me dirigía a mi cubículo.
—Oye, ¿puedo hablar contigo? —le pregunté.
—¿Qué pasa, hombre?
—¿Podemos ir a tu oficina?
—Claro.
Nos sentamos uno frente al otro en su escritorio. —Ya no puedo seguir en
esta oficina. ¿Puedo trabajar desde casa?
Scott se reclinó en su silla. —Hermano, me has lanzado una gran cantidad de
solicitudes en el último par de años.
—Lo sé, y lo siento, pero no puedo manejar esta maldita oficina.
—Tú y Elizabeth tomaron la decisión de abandonar el campo y establecerse
aquí. —Arqueó sus cejas, como diciendo, ¿recuerdas?
—Scott, seré sincero contigo. No se trata de trabajar en una oficina. Creo que
sería para mejor interés de todos que no trabaje en el mismo edificio que ella.
—¿En serio? Pensé que habías manejado el divorcio sorprendentemente bien
y ya ha pasado más de un año. ¿De verdad eres tan neurótico con ella?
—Nueva información ha salido a la superficie. Ya no puedo trabajar con esa
psicópata. —Le sonreí, lo cual probablemente me hizo quedar como el psicópata.
—Vamos, Matt, seamos razonables.
—Voy a trabajar independientemente, Scott. Lo he hecho antes, y me gané un
maldito Pulitzer.
Scott entrecerró sus ojos. —No me amenaces, Matt.
—No te amenazo, y no voy a entrar en detalles sobre lo que hizo. Basta con
decir, que arruinó mi vida y no puedo trabajar con ella nunca más, ¿de acuerdo? Y
no creo que sea irrazonable que no quiera trabajar con mi ex mujer embarazada y
su nuevo marido. Puse una maldita solicitud hace meses y todavía estoy aquí. Es
ella o yo.
Firmó pesadamente. —Te queremos en nuestro equipo, pero sabemos que
Elizabeth no irá ninguna parte. Está embarazada; demandaría nuestros culos si
tratáramos de deshacernos de ella.
Estiré mis manos. —No me importa, hombre. Me iré.
Scott giró en su asiento mientras lo miraba. Se pasó una mano por su brillante
calva y luego cruzó los brazos sobre su pecho y se echó hacia atrás. —Está bien,
puedes trabajar desde casa. Nunca hacemos esto, por cierto; necesito que sepas que
estás recibiendo tratamiento especial aquí. Pero es sólo hasta que podamos hacer
otra cosa. Necesitarás un ayudante para que sea tu representante en las reuniones
de producción si realmente no puedes soportar arrastrar tu culo de nuevo en este
edificio. ¿Tal vez Kitty? —Sonrió.
Me puse de pie y aplaudí una vez. —Eso es un gran maldito plan, Scott. Te
amo. —Me acerqué, cogí su cara, y le di un beso en la mejilla—. Me voy de aquí.
Ah, y voy a encontrar mi propio asistente —grité por encima del hombro al salir de
su oficina.
Momentos más tarde, ya me encontraba alegremente pavoneándome por el
pasillo con todas mis pertenencias en una caja de cartón cuando me encontré con
Elizabeth. Solo recuerda, Matt: si la matas, irás a la cárcel.
—¿Qué haces con todas tus cosas? —Puso una mano en su cadera,
bloqueando mi camino.
—Muévete.
—¿Por qué eres tan malo conmigo? Estoy embarazada, idiota.
—Soy consciente de ello, y también lo es cualquier otra persona con una
visión intacta. Y a dónde voy, no es de tu incumbencia. Fuera de mi camino.
—¿Fuiste despedido?
Tan desesperado como estaba de no querer interactuar con ella, no pude
controlarme. —Ya sé de las llamadas y cartas de Grace y cómo las escondiste de
mí. Gracias por eso.
Me rodo sus ojos y miró al techo. —Oh, por el amor de Dios, sabía que esto
saldría a la luz. Mira, cuando volviste a Nueva York en el '97 y ella se había ido,
eras un desastre, Matt. Tuve que recoger tu lamentable trasero y cargarte por años.
¿Crees que tendrías este trabajo si no fuera por mí? Eras un alcohólico incipiente,
tambaleándote alrededor como un perdedor. Te salvé de autodestruirte. Y ella no
se encontraba allí para ti.
Me reí. —¿Alcohólico incipiente? ¿Es esa la narrativa que te inventaste para
justificar tu engaño? Eso es pura mierda. Tú y yo nunca nos habríamos casado si
hubiera sabido que ella trataba de ponerse en contacto conmigo.
—¿Sabes lo patético que eso te hace sonar?
—Siempre tienes que salirte con la tuya, no importa lo que cueste. Tú me
querías, así que hiciste lo que tenías que hacer. Querías un bebé, y yo no estaba
alrededor para darte uno, así que saliste y encontraste al siguiente dispuesto
participante, incluso a expensas de nuestro matrimonio. Tú eres la patética,
Elizabeth. No yo.
Se quedó sin palabras. —Yo‖ pensé<‖ Pensé‖ que‖ me‖ amabas.‖ —Esta era una
táctica de lucha típica de Elizabeth. Podría hacer un giro de ciento ochenta grados,
pasando de enojada y acusadora a autocompasiva en un segundo.
—Amaba a la persona que creía que eras, pero ahora me doy cuenta que
nunca existió. Me tengo que ir. —Traté de pasarla, pero me bloqueó el camino de
nuevo.
—Espera, Matt.
—Por favor, retírate del camino.
—¿Por qué siguió persiguiéndote después de que supo que nos casamos?
Quiero decir, era de conocimiento público. ¿No crees que haya algo malo en eso?
—¿Puedes culparla por querer un cierre? ¿Por querer saber lo que pasó entre
nosotros? Estaba rota por dentro, Elizabeth. Igual que yo. —Haciendo una pausa,
bajé la mirada a su creciente barriga—. Por el bien de ese pobre ser humano que
crece dentro de ti, espero que aprendas algo de esto. A pesar de todos tus
esfuerzos, no funcionó. No estamos juntos. Todo fue en vano. —Comenzó a llorar,
pero no se atrevió a mirarme—. Por favor, Elizabeth, sal de mi camino.
Ya había llegado al tope de mi ira, y ahora todo parecía totalmente ridículo.
Ahora me hallaba más allá de gritar y chillar; todo era una maldita broma, pero la
broma era sobre mí. Bien podría soportarlo y seguir adelante o podría darle a esta
persona desgastadora de vida otro segundo que no se merecía.
Pase junto a ella. —Hasta nunca.
Era primavera en Nueva York, y era libre para perseguir lo que quería.
El sol brillaba entre los rascacielos mientras hacía mi camino hacia el metro,
cargando una caja de tamaño mediano lleno de recuerdos de mi carrera. Sonreía en
el tren mientras trataba de recordar cada detalle de mi beso con Grace el viernes
anterior. Cuan suave se sentía su cabello entre mis dedos, como siempre, incluso
quince años más tarde, mantenía sus ojos cerrados unos segundos después de que
el beso fue largo, como si estuviera saboreándolo.
No podía permitir que nadie, ni nada, se metiera en mi camino de nuevo.

El martes, fui a correr por la mañana y conté los minutos hasta las tres de la
tarde, cuando se suponía que debía encontrarme con Grace. Llegué muy temprano
y me senté en las escaleras de las residencias de estudiantes, hasta que llegó
subiendo a grandes zancadas, justo a tiempo. Lucía revivida desde que la había
visto por última vez, y tenía un rebote tan Grace en su paso. Llevaba una falda
floreada con medias y un suéter. Era una versión un poco más adulta de su estilo
de la universidad. Mirándome a mí mismo, me di cuenta de que mi estilo no había
cambiado mucho: pantalones vaqueros, camisetas, y Chucks. ¿Había pasado
realmente tanto tiempo? Si lo hizo, había poca evidencia física más allá de unas
pocas arrugas en la cara.
Me levanté y metí las manos en mis bolsillos.
—¿Comiste? —preguntó.
—Me muero de hambre —mentí. Quería hacer lo que ella quisiera hacer—.
¿Cómo te sientes?
—¿Qué tal un perrito caliento y un paseo por el parque? —Sonreí. Nada
nunca había sonado mejor. Por supuesto,‖podría‖haber‖dicho:‖“¿Qué tal un paseo
en góndola por los canales de Venecia?" O "¿Qué tal si nos sentamos en el desierto
Death Valley sin agua?", y todo me hubiera parecido bien, siempre y cuando ella
estuviera allí.
—Suena bien.
Caminamos hombro con hombro mientras intercambiamos una pequeña
charla. Le hablé de mi trabajo, hablando ligeramente sobre la confrontación con
Elizabeth.
—¿Cómo están tus padres? —le pregunté.
—Lo mismo, excepto que mi padre esta sobrio y mi mamá se volvió a casar.
Mi hermano y hermanas han crecido y se alejaron. Soy más cercana a mi hermana
más joven. Vive en Filadelfia y la veo a menudo. Pensé en regresar a Arizona
después de que Dan murió, pero me gusta mucho Nueva York. Tengo amigos aquí
y nunca pude vender la casa de piedra rojiza.
Sentí un dolor en mi corazón. Me hubiera gustado ser el que le comprara la
casa de piedra rojiza.
Comimos nuestros perritos calientes en los escalones de la fuente en el
Parque Washington Square y vimos dos niños chapoteando en el agua. Una
pequeña niña rubia, de unos tres años de edad, se reía histéricamente. Quiero
decir, realmente riéndose hasta retorcerse por, como, cinco minutos seguidos
mientras su hermano pequeño le salpicaba.
—Ese chico es adorable.
—Sip. ¿Tienes algo de hierba? —preguntó, casualmente.
—Un cambio abrupto de tema, ¿no crees? —Le entrecerré los ojos por un
momento—. Espera, ¿hablas en serio?
—¿Por qué no? —Levantó su mano y limpió la mostaza de mi labio con su
dedo índice y luego se lo metió a la boca.
Jesucristo, mujer.
—Puedo conseguirnos algo de hierba —le dije aturdido.
—Tal vez la próxima vez. —Se encogió de hombros tontamente, un destello
de la Grace del pasado.
—¿No te preocupa que uno de tus estudiantes te vea?
—Pensaba que podríamos ir a tu casa.
—Uh, seguro. Podemos. —Asentí vigorosamente, como un colegial
demasiado ansioso—. Sí, no es un problema.
—¡Mira! —Señaló a un hombre joven que llevaba a su novia cargada en su
espalda, corriendo en círculos mientras ella gritaba alegremente.
Grace me sonrió y luego sus ojos se llenaron de lágrimas. Joder, no llores,
Grace. Por favor. Moriré.
—Todavía puedo hacer eso. No soy tan viejo —le dije.
Se echó a reír mientras las lágrimas corrían por su rostro. —Bueno, viejo
Shore, te dejaría intentarlo, pero llevo una falda.
—¿Decías algo acerca de ir a mi casa? —Traté de conseguir una apariencia
inocente.
—Sí, si lo deseas. Me gustaría verla.
—¿Lo harías?
—Claro. Quiero ver dónde vives; no ofrezco dormir contigo.
—Pfft. Lo‖sé<‖No‖pensaba en eso. —Aunque sí realmente pensando en ello.
El metro se hallaba lleno durante las horas pico. Grace estaba de espaldas
frente a mí y se recostó. Me pregunté si tenía sus ojos cerrados. Me incliné y le
susurré cerca de su oído—: Podríamos haber tomado un taxi o caminar. Me olvido
de que ahora somos adultos.
—Me gusta tomar el metro contigo.
La atraje más contra mi cuerpo. Sentía como si todos los años que había
perdido sin ella nunca hubiesen existido.
Cuando llegamos a mi edificio, el elevador se abrió a mi apartamento en el
cuarto piso y Grace salió delante de mí. De inmediato miró hacia el techo de viga
expuesta. Encendí las luces. —Esto es una preciosidad, Matt.
—Me gusta.
Todavía había un poco de luz en el cielo, lanzando un lindo brillo en toda la
habitación. Grace se acercó a las ventanas. —Probablemente puedes ver la parte
superior de mi casa desde aquí.
—No, no se puede. —Se dio la vuelta y sonrió—. ¿Puedo ofrecerte una copa
de vino? —pregunté.
—Eso sería genial.
Caminó alrededor de mi escaso loft mientras me fui a la cocina. El dormitorio,
cocina y sala de estar fluían entre sí dentro de un espacio grande, de techo alto,
abierto, separados solo por un par de vigas. Mientras servía el vino, la vi rozar su
mano por mi edredón blanco.
—Tu lugar es muy agradable. Me gusta el ambiente rústico. Por lo general, la
gente va por lo moderno en un espacio así.
—Llámame anticuado.
—No creo que seas anticuado. —Se encontraba de pie cerca de la pared,
mirando la imagen que me ganó tantos premios.
—¿Pasado de moda? —Le pregunté mientras le entregaba la copa.
—Atemporal —respondió con una sonrisa. Deseé instantáneamente que
estuviera hablando de nosotros. ¿Sin embargo, no lo estábamos? ¿Atemporal?
Nada podía cambiar lo que tuvimos hace todos esos años, aunque la idea de lo que
podría haber sido pesaba entre nosotros.
—Oh, bien, gracias. Eso es un sentimiento agradable.
Señaló la imagen. —Pero‖ eso<‖ eso‖ es‖ grande.‖ Los‖ niños‖ y‖ las‖ armas<‖ —
Negó con la cabeza—. Qué trágico. ¿Tuviste miedo cuando tomaste eso?
—No, no lo tuve. A veces la cámara se siente como un escudo. Al principio,
cuando estaba en una locación así, tomaba muchos riesgos.
—¿Crees que vas a ganar otro Pulitzer?
—Es como una cosa de una sola vez en la vida, pero quiero volver a entrar en
el campo.
—Apuesto a que algunas de las mejores fotos son accidentes felices.
—Así es la vida. —Di un paso hacia ella y coloqué el cabello detrás de su
oreja—. Quiero besarte.
Tomó un sorbo de su vino. —Um<‖¿alguna‖vez‖vas a cualquier presentación
por aquí?
Me reí. —Eres una increíble cambiadora de tema.
—No‖creo‖que‖pueda‖decir‖que‖no‖mucho‖m{s‖tiempo,‖y‖realmente‖quiero<‖
—Tragó saliva y miró a su alrededor.
—¿Qué, Grace?
—Realmente quiero otra oportunidad. —La conversación la estaba poniendo
nerviosa; su pecho subía y bajaba.
—¿Qué quieres decir?
—Eras mi mejor amigo. —Contuvo sus lágrimas y miró hacia otro lado.
—Por favor, no llores.
Cuando sus ojos se encontraron con los míos de nuevo, eran intensos,
ardientes. —Trato de decirte algo, Matt.
La tomé en mis brazos y la abracé contra mi pecho. Ella quería tomar las
cosas con calma, en la forma que habíamos hecho antes, todos esos momentos
increíbles en nuestro dormitorio, estando juntos, bailando, cantando, tocando
música, tomando fotografías. Ese es el problema con los adultos. No hay tiempo
para tomarte las cosas con calma, incluso en la edad relativamente joven de treinta
y seis años, tus días están contados. Crees que conoces todo el mundo por dentro y
por fuera, corazón y alma, después de hablar con ellos durante cinco minutos.
Empujando hacia atrás sus hombros, busqué en su rostro. —Tengo una idea.
Quédate aquí, ponte cómoda, quítate los zapatos. —Señalé a las estanterías de
vinilo—. Escoge un álbum. Vuelvo enseguida.
Salí del loft, tomé el ascensor, corrí a través de la calle, y tomé hasta tres
tramos de escaleras en un minuto. Rick Smith era el único marihuanero que
conocía en un radio de ocho kilómetros. Golpeé a su puerta.
Respondió vistiendo pantalones de chándal, una vincha de color arco iris, y
sin camisa. Tenía un cuerpo muy tonificado para ser un escritor de cuarenta y
tantos, que solo dejaba su casa para sacar a su gato, Jackie Chan. —Matt, mi
hombre, ¿qué pasa? —Se encontraba sin aliento.
—Lo siento, Rick, ¿te agarré en un mal momento?
—No, no, solo hacía Tae Bo.
—Oh, Tae Bo. ¿Todavía existe eso?
—Bueno, no es como si pudiera desaparecer; es un ejercicio, hermano. Entra.
—Sostuvo la puerta abierta. Nunca había estado en su apartamento, solo en la
puerta; regresé a Jackie Chan, una vez después que se escapó.
Fue como si hubiera viajado en el tiempo, y como que me gustaba. Todo en
su apartamento era viejo, pero en perfecto estado. El televisor Toshiba en la
esquina se hallaba en pausa con Billy Blanks a medio movimiento. Rick estaba
haciendo ejercicios en un seriamente viejo video de Tae Bo. —¿Eso es un VHS?
—Oh sí, mi VCR funciona como un sueño. Por qué deshacerme de él, ¿sabes?
—Sí. —Esperaba que su apartamento luciera como el de un acaparador, pero
era todo lo contrario.
Se dirigió a la cocina y cogió una botella de agua de la refrigeradora. —
Bienvenido a mi humilde morada. ¿Puedo ofrecerte un poco de agua, o tal vez una
copa de pasto de trigo? También tengo un emulsionante, si te gustaría que te bata
un agradable, jugo fresco.
—Oh, gracias, Rick. Eres muy amable. —Era un fanático de la salud. Pensé
distrídamente que probablemente debería haber leído uno de sus libros antes de
venir aquí y pedirle marihuana.
—¿A qué se debe esta visita?
—Sí, um, no sé exactamente cómo decir esto, pero... tengo un viejo amigo por
aquí y nosotros...
—¿Ustedes necesitan alguna hierba?
—¡Sí! —Lo señalé como si hubiera ganado en el programa El Precio Justo. Ya
nadie usaba el término hierba, pero lo que sea.
—¿Por qué crees que tendría alguna? ¿Crees que soy un marihuanero o algo
así? ¿Crees que soy una especie de vendedor de drogas? —Su rostro estaba en
blanco.
—Oh, mierda. —Hubiera jurado sobre la Biblia que cada vez que lo veía sus
ojos se hallaban desorbitados e inyectados en sangre, y apestaba a marihuana.
—¡Já! Bromeo, hermano. Totalmente te lo daré. —Se rió y luego me palmeó en
el hombro al pasar junto a mí—. Un segundo.
Volvió sosteniendo un frasco de prescripción sin etiqueta. Podía ver los
porros dentro. Levantándolo hasta mi cara, dijo—: Escucha y escucha atentamente.
Este es el Rey Kush. Es marihuana medicinal. Lo tengo del primer dispensario de
marihuana médica en la costa este. Alquilé un auto y conduje todo el camino hacia
el jodido Maine para conseguir esta mierda. No te pases, no jodas alrededor, ¿me
entiendes? —Sus ojos pequeños y brillantes se encontraban disparando láseres
hacia mí.
—Rick, no lo sé. Empiezas a asustarme.
—Es súper fuerte. Te va a encantar y me lo agradecerás. —Sacó un paquete
de papeles de un cajón y me los tendió—. ¿Necesitas estos?
—Uh, sí. —Tomé los papeles y el porro y los metí en mis bolsillos.
—Envuélvela delgadamente, hombre, y fuma como la mitad con tu amigo
primero antes de que hagas algo más.
—¿Qué pasa si mi amigo es una mujer de un metro y medio, de huesos
pequeños?
—Estará bien. Las mujeres aman esta mierda.
Caminando hacia la puerta, me di la vuelta. —Rick, no sé cómo darte las
gracias.
—Ah, no te preocupes. Considera eso el pago por traer a Jackie Chan de
regreso ese día.
De vuelta en mi apartamento, Grace se hallaba sentada en el sofá con sus pies
con pantimedias apoyados en la mesa de café. Había puesto a Coltrane en el
tocadiscos y sus ojos se hallaban cerrados, su cabeza apoyada contra el sofá,
luciendo como si estuviera en casa. Dios, la amo.
—¿Adivina qué? —Levanté el porro.
Me miró. —¿Vamos a drogarnos y a bailar?
—Preferiblemente desnudos.
—No presiones a tu suerte.
Me arrodillé junto a la mesa y enrollé un porro muy imperfecto. Grace se rió
todo el tiempo. —No te rías de mí.
—Aquí, déjame hacerlo. —Tomó un papel nuevo y enrolló uno bonito,
delgado, perfectamente apretado.
—Gracie, ¿por qué eres tan buena en eso?
—Tati y yo hacemos esto de vez en cuando. Bueno, más bien cada primer
domingo del mes.
—¿Bromeas? Dejaste a Tatiana delegar un tiempo específico para fumar
hierba.
—Sip, algunas cosas nunca cambian. —Lo encendió y dio una calada.
Sosteniendo el humo dentro, dijo en un hilo de voz—: ¿Quién querría que lo
hicieran?
Fumamos y las cosas se pusieron un poco confusas. Puse la canción de Stevie
Wonder “Superstition” y Grace se levantó y empezó a bailar alrededor. Sacudió su
cabello por todas partes mientras miraba con asombro, meneando mi cabeza,
preguntándome cómo diablos la dejé escapar.
—Baila conmigo, Matt.
Me levanté y bailamos hasta que la canción terminó, y luego “You Are the
Sunshine of My Life” siguió. Nos congelamos, mirándonos el uno al otro, hasta que
Grace se torció, riendo a carcajadas. —Esta es una canción tan cursi.
—Graceland Marie Starr, esta es una gran canción. Es un clásico. —La sostuve
y le di la vuelta, entonces la atraje a mi pecho e hice algunos movimientos de baile
exagerados.
—Es Porter.
—¿Eh? —Fingí no oírla—. La música debe estar demasiado fuerte, ¿qué
dijiste?
Sacudió su cabeza y me dejó girarla alrededor hasta que estuvimos mareados
y exhaustos.
Una hora más tarde, nos encontramos sentados en mi piso de la cocina,
comiendo uvas y queso. Estaba apoyando su espalda contra el refrigerador con sus
piernas estiradas frente a ella, y yo me hallaba sentado de la misma manera contra
los gabinetes a través de ella.
Arrojó una uva en el aire y la atrapé en mi boca.
—Tengo una idea... —dijo.
—Dime.
—Juguemos un juego. ¿Tienes una venda para los ojos? —Le moví mis
cejas—. No es lo que piensas.
Saqué un largo, paño de cocina rojo del cajón y se lo arrojé. Se inclinó hacia
delante en sus rodillas y procedió a atarla alrededor de mi cabeza.
—Me estoy asustando, Grace.
—Vamos‖a‖jugar,‖“Adivina‖qué‖es‖lo‖que‖acabo‖de‖poner‖en‖tu‖boca”.‖
—Dulce Jesús. Eso suena como un juego que me gustará.
—No te emociones mucho.
Demasiado tarde.
La oí revolotear en la cocina, y luego unos minutos más tarde estaba sentada
a mi lado otra vez. —De acuerdo, ábrela. —Sentí una cuchara fría golpear mi
lengua. Algo se deslizó fuera de ella y golpeó la parte trasera de mi garganta. Era
confuso y desagradable y la textura me dio escalofríos—. Asqueroso, ¿qué es esto?
—Tienes que adivinar; ese es todo el punto del juego.
—¿Jalea de uva y salsa de soja?
Levantó la venda para revelar su rostro en éxtasis. —¡Es cierto! Pensé que
sería imposible.
Sacudí mi cabeza. —Esto no es tan divertido como pensé que sería.
—Espera, tengo más.
—No.
—¿Solo uno más? —gimoteó.
—De acuerdo. —Tiré de la venda de los ojos hacia abajo.
Se precipitó lejos y regresó un momento después. —Abre, Matty.
Su dedo estaba en mi boca, y si eso ya no fuera lo suficientemente dulce por sí
solo, se encontraba cubierto en Nutella. —¿Nutella á la Grace?
Soltó la venda de los ojos, su rostro radiante.
—Mi turno —dije. Até la toalla-venda de ojos alrededor de los suyos, me
paré, y fingí reunir las cosas desde varios cajones. Volví a sentarme—. ¿Lista?
—¡Síp! —Abrió la boca y la besé, empezando en su labio inferior y luego
moviéndome a su cuello y de regreso a su boca hasta que nuestras lenguas se
retorcían y nuestras manos se perdieron en el cabello del otro.
Nos besuqueamos en mi piso de la cocina y luego, de repente, Grace lo
interrumpió.
—¿Me acompañas a casa?
Me aparté, buscando su rostro. —Por supuesto. Sabes que eres bienvenida a
quedarte si quieres. Nada de trucos, lo prometo.
—Tengo que llegar a casa.
—Está bien. —Extendí mi mano y la ayudé a levantarse. Fue por su bolso,
comprobó su teléfono, y luego metió una menta en su boca.
—¿Sales con alguien?
—¿Pensé que salía contigo? —dijo.
—Correcto. Estamos saliendo. Muy lentamente.
—¿Me presionas, Matthias? Eras más paciente cuando tenías veintiún años.
¿Qué pasó? —No había diversión en su tono.
Me reí. —Bueno, entonces no sabía lo que me estaba perdiendo. Ahora lo
hago.
Salimos de mi loft y la acompañé a casa. Cuando llegamos al pórtico de su
casa de piedra rojiza, me volví hacia ella. —¿Quieres ir a cenar el viernes?
—Me encantaría. —Se inclinó y me besó por un largo tiempo—. Me divertí
esta noche.
—Yo también. Fue la mejor experiencia de GP que he tenido en mucho
tiempo.
—El lenguaje explícito, baile provocativo, chuparse el dedo, y consumir
drogas son, sin duda merecedores de una clasificación GP-13 —dijo, antes de
inclinarse y besarme en la mejilla por última vez.
—Buenas noches, Gracie.
—Buenas noches, Matty.
Caminé a casa, me metí en la cama, y me quedé dormido con una sonrisa en
mi cara.

El viernes, hice una reserva en un pequeño lugar japonés a poca distancia de


ambos. Cuando llegué a su casa de piedra rojiza a recogerla, me esperaba en su
pórtico, llevando una chaqueta de cuero y un vestido que me recordaba al que
solía usar en la universidad que me volvía loco.
—Te ves genial.
—Tú también. —Enlazó su brazo con el mío mientras caminábamos, y
hablamos de nuestra semana. Comimos sushi, bebimos un montón de sake, y le di
de comer de mi plato. Después de la cena, terminamos en un bar que tenía una
banda tocando góspel y blues rock. Hubo momentos en esa noche cuando no nos
dijimos nada el uno al otro y simplemente nos movimos con la música y luego
hubo momentos en que nos estábamos riendo histéricamente y gritando sobre la
música.
A las once, nos encontrábamos totalmente borrachos. Cuando la besé fuera
del bar, se separó primero y me llevó por la calle. —¿A dónde vamos ahora?
Se giró, agarró mi cara fuerte, y me besó de nuevo. —A mi cama, Matt. Ahí es
a donde vamos.
Mi corazón latía violentamente ante la idea. —Buena idea.
La seguí por las escaleras hasta su puerta principal, tratando
desesperadamente de mantener la calma y no lucir demasiado ansioso. Cuando
entramos a su apartamento, tuve que entrecerrar los ojos en la oscuridad. Me di la
vuelta y vi su silueta, iluminada solo por la luz de la calle que entraba por la
ventana junto a la puerta principal. Tiró las llaves en la mesa de entrada, luego su
chaqueta. Se quitó los zapatos, se sacó sus medias, luego levantó su vestido del
dobladillo, sobre su cabeza, y también lo arrojó a un lado.
Mi mandíbula se hallaba en el suelo.
La cogí cuando saltó a mis brazos y se sentó a horcajadas sobre mí, sus manos
sumergiéndose en mi cabello, sus dulces labios en mi boca. Caminé hacia atrás por
el pasillo oscuro hacia una escalera y levanté mi mirada. —No, mi habitación está
aquí. Al final del pasillo a la izquierda.
Presionándola contra la pared, la besé de su boca a su cuello a su oído y de
regreso a su hombro, donde traté de recuperar el aliento. Cuando la bajé, tomó mi
camisa y la tiró sobre mi cabeza, luego tomó mi mano y me llevó a su habitación.
De pie junto a la cama, tiró de mi cinturón, luchando con ello.
—Con calma, Gracie.
—Nadie nunca me ha dicho esas palabras. —Desabrochó mi cinturón y tiró
mis pantalones y calzoncillos abajo mientras me quitaba los zapatos. Era diferente
a la Grace de la universidad. Podía verlo ahora. Era más confiada, más segura de sí
misma.
Tomé su cara entre mis manos. Incluso en su habitación oscura, con poco más
que el resplandor de las luces de calle fluyendo a través de la ventana, podía ver
que sus ojos se hallaban brillantes, flamantes y llenos de asombro. —Quiero ir más
despacio, de lo contrario esto no va a ser divertido para ti —le dije.
Asintió y nos besamos de nuevo, pero más dulce y más lento esta vez. Pasé
mi mano por su cuello hasta la parte superior de su pecho y tracé la línea de su
sujetador con mi dedo. Besé un sendero por su cuello mientras mis manos
desabrochaban su sujetador en la espalda, dejándolo caer al suelo. Era más
hermosa de alguna manera ahora, aunque no creía que eso fuera posible. Su
cuerpo se encontraba todavía tan suave y liso, pero también era femenino, fuerte y
exquisito, la cosa más hermosa que jamás había visto. Tenía ganas de encontrar
una cámara, pero un impulso aún más fuerte por tocarla. —Dios. —Fue lo único
que pude decir mientras se apoyaba en mí, buscando mi boca de nuevo.
Me aparté. —Deja que te mire. —Cayendo a mis rodillas, tomé sus bragas
conmigo al suelo y besé su estómago, sus muslos, el espacio entre sus piernas. No
había ningún sonido, excepto el de mis labios sobre su cuerpo y sus respiraciones
suaves, cada vez más rápido y más rápido, más urgente, hasta que gimió.
—Te deseo, Matt. —Su voz era tensa.
Mis manos se movían por su propia voluntad ahora. Me senté en el borde de
la cama y se subió a mi regazo, envolviendo sus piernas alrededor de mi cintura.
Comenzó a moverse contra mí, y pensé que enloquecería.
—¿Grace?
—Shh, Matt. —Pasó su mano por mi mandíbula—. Esto me gusta. Es sexy.
Eres más sexy ahora, más definido... más grande —Se rió.
Quería estar dentro de ella tanto. —Tengo que decirte algo —dije.
—Bueno. —Me besó en el cuello más lentamente, pero siguió con los
movimientos sutiles de su cuerpo.
—He pensado en hacer esto contigo mucho en los últimos quince años. ¿Eso
es raro?
Se echó hacia atrás y sonrió. —Si tú eres raro, entonces yo también soy rara.
—Sí... pero me gusta eso de ti. —Sonreí.
Empujó sus caderas contra mí y gemí. —Hazme el amor —dijo.
Hundí mi cara en su cuello, besándola febrilmente, mientras me ponía de pie,
con sus piernas todavía envueltas alrededor de mí. La tendí sobre la cama y di un
paso hacia atrás para observarla. Se sentó y tiró de mí hacia abajo, sus piernas
abiertas y su cuerpo caliente, dándome la bienvenida. Me guió dentro de ella, y
como cualquier hombre normal, todos los pensamientos fueron borrados de mi
mente.
—Eres hermosa —le susurré mientras reducía mis movimientos, tratando de
evitar cualquier vergüenza prematura. Dos empujes cautelosos y me encontraba de
nuevo en control, pero Grace se desmoronaba a mi alrededor.
—Solo veeee, Matt.
—Te sientes tan bien —le susurré al oído. Mis labios encontraron su cuello
justo cuando su espalda se arqueó y su cabeza se presionó fuerte contra la cama. La
sentí tensándose a mí alrededor, y era un desahuciado, deslizándome en una
muerte temporal.
Me desplomé sobre ella, respirando con dificultad. Se agachó y tomó mi
mano entre las suyas y la sostuvo entre nosotros como si necesitara aferrarse a
algo. Giré sobre mi costado. —No voy a ninguna parte, Gracie.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
—¿No importa lo que pase?
La atraje a mi pecho y envolví mis brazos alrededor de ella. —¿Qué pasa
contigo?
Enterró su cara en mi pecho. —Nunca estuve convencida de que seguiste
adelante así como así. Tuve que aceptarlo, pero no te encontrabas allí para decirme
si era cierto o no. La carta era tan diferente a ti, tan indiferente. No podía creer que
dijeras esas cosas, y por tanto tiempo no lo creí. Pero entonces llegó un momento
en que me di cuenta que ya no estaba viviendo. Tuve que renunciar a la idea de
nosotros estando juntos para amar a Dan de la forma en que se merecía ser amado.
Pero nunca dejé de pensar en ti.
—Lo sé, Grace. Yo también. Lo siento mucho. Elizabeth jodió completamente
mi vida. Ojalá lo hubiera sabido antes.
—Pero, tu vida no es la única que arruinó.
—Lo sé, y la odio por eso.
—Hay un efecto dominó, Matt.
—Lo sé, y lo siento. —Besé su frente en silencio—. Pero ya no quiero vivir en
el pasado. Ahora estamos aquí, juntos. Solo quiero dormir contigo en mis brazos,
¿de acuerdo?
Se acurrucó contra mí aún más cerca. —De acuerdo.
Su respiración se igualó y su cuerpo se relajó. Eso fue lo último que recordé
antes de despertarme en su cama, a solas.
¿Quién pensaste que era?

Traducido por Ivy Walker & Jeyly Carstairs


Corregido por Vane Farrow

Matt
La habitación de Grace se hallaba iluminada con luz matutina, y miré a mi
entorno por primera vez. Había una cómoda antigua, una colcha de flores, y
pinturas impresionistas de la campiña francesa colgadas en las paredes,
sorprendentemente una decoración genérica para alguien como Grace.
Cuando escuché a Grace moviéndose en la cocina, me levanté de la cama,
sintiéndome fortalecido. Me puse los pantalones vaqueros y zapatos y busqué mi
camisa, pero no pude encontrarla. La puerta se hallaba abierta, y me asomé por el
largo pasillo. En el otro extremo de la sala se encontraba la cocina. Pude ver a
Grace sentada en una mesa pequeña y redonda, tomando café, vestida con una
bata y pantuflas rosas, el pelo recogido en un moño. Levantó la vista cuando la
puerta crujió. El olor del café me llamaba, pero conforme entraba al pasillo, algo
llamó mi atención.
Las paredes estaban cubiertas con fotografías. A la derecha se veía una foto
en blanco y negro de Grace y Tatiana en un balcón en París, con la Torre Eiffel de
fondo. Era el rostro que había conocido, regordete por la juventud. Sonreí y miré
por el pasillo a Grace, que me observaba con una expresión en blanco.
Vi otra foto de Dan dirigiendo, con Grace en la orquesta, su arco
posicionado sobre su violonchelo.
Entonces vi una foto de Dan y Grace sentados en un parque, una bebé en su
regazo. Me acerqué y la miré, mi mente trabajando. ¿Tenían una hija? ¿Siquiera le
pregunté si tuvieron una hija?
Había otra foto familiar de los tres al lado, pero la niña era mayor, tal vez
cinco años, sentada encima de los hombros de Dan en el Parque Washington
Square. Y luego otra cuando la niña era aún más grande, tal vez con ocho años.
Miré a Grace, cuyos ojos parecían más cansados de los que los había visto alguna
vez.
La niña avanzaba en edad, mientras caminaba hacia la cocina hasta que me
encontré al final del pasillo, mirando una foto escolar de una adolescente, tal vez
quince años de edad, con el cabello largo y rubio de Grace, los labios de Grace, la
piel clara de Grace. Pero fueron sus ojos los que me dejaron tambaleándome.
No eran el espectacular verde de los ojos de Grace, o el azul apagado de
Dan.
Eran profundos, tan oscuros que parecían negros...
Eran mis ojos.
Me tapé la boca cuando un gemido escapó de mi pecho. Oí lloriqueo y miré
a Grace para ver lágrimas corriendo por su rostro. Su expresión estaba todavía en
blanco, como si hubiera aprendido a controlarla, aun cuando lloraba.
Parpadeé mientras lágrimas caían de mis propios ojos. — ¿Cómo se llama?
—Ash —susurró. Dejando caer la cabeza entre las manos y sollozando.
Oh Dios mío.
Puse mi mano sobre mi corazón. La evidencia de una vida bien vivida. —Me
perdí todo, Gracie —dije, todavía en estado de shock—. Me perdí todo.
Levantó la vista. —Lo siento mucho. Traté de decirte.
La miré por lo que pareció una eternidad sin palabras. —No lo suficiente.
Sollozó ruidosamente. —¡Matt, por favor!
—No... no puedes. ¿Qué carajo? ¿Qué está sucediendo?
—Quería decirte.
—¿Estoy volviéndome loco?
—No, escucha —suplicó.
Ya no la miraba. No podía mirarla más. —No hables. Oh, Jesús, ¿qué está
pasando? —Tenía una hija cuya infancia me había perdido totalmente.
Me dirigí a la puerta principal y caminé a casa, sin camisa y aturdido. Me
repetía en mi cabeza, tengo una hija, tengo una hija, tengo una hija.
Pasé las siguientes seis horas en mi loft bebiendo vodka directamente de la
botella. Vi gente caminando por la calle, padres de la mano de sus hijos, parejas de
enamorados. La rabia que sentía hacia Grace y Elizabeth hervía en mi interior. Me
sentía impotente, como si estas dos mujeres hubieran decidido toda mi vida adulta
sin mí.
Llamé a mi hermano, pero se fue a su correo de voz. —Eres tío —le dije,
rotundamente—. Grace tuvo una bebé hace quince años, y creo que Elizabeth me
ocultó esta información. Ahora tengo una hija adolescente que no conozco EN
ABSOLUTO. Estoy jodido. Hablaré contigo más tarde.
No devolvió la llamada.
Me escondí en mi apartamento, en su mayoría borracho, todo el fin de
semana.
El lunes por la mañana, pateé una caja de pizza por el suelo e hice un
agujero en la pared. Decidí que me sentí muy bien, así que lo hice otra vez, y luego
me pasé un par de horas tratando de remendar los agujeros. Pensé en llamar a
Kitty o uno de esos números en la parte posterior de Village Voice, en su lugar fui
a la tienda de licores y compré un paquete de cigarrillos. No había fumado en más
de una década, pero era como andar en bicicleta. Realmente, lo era.
Fumé un cigarrillo tras otro en el banco fuera de mi edificio hasta que recibí
una llamada de Scott.
—¿Hola?
—Vas a querer besarme de nuevo.
—Probablemente no.
—¿Por qué tan triste? ¿Echas de menos a tu amiigoo? —Intentó una voz de
bebé.
—No. ¿Qué quieres?
—Tengo buenas noticias.
—Habla.
—Te tengo algo en Singapur.
No dudé ni un segundo. —Lo tomo. ¿Cuánto tiempo?
—Guau, realmente deseas irte de inmediato de Nueva York ¿no? De todos
modos, no hay un qué tanto tiempo, es un trabajo permanente. Estarías trabajando
con la producción en nuestra serie en vivo con sede en Singapur, pero puedes
seguir tomando fotos los fines de semana. Es una gran ubicación.
—Excelente. ¿Cuándo? —Nunca pensé en mí mismo como el tipo que
escapaba de las cosas, pero me hallaba totalmente impotente y sin esperanza. Me
sentía como un animal enjaulado.
—En el otoño.
—¿Tan lejos?
—Los mendigos no pueden elegir.
—Bien, lo tomo. —Colgué.
Grace intentó llamarme varias veces, pero nunca contesté y no dejó un
mensaje de voz. Finalmente, a las diez de esa noche, me envió un mensaje.
Grace: Ash es una chica muy tenaz.
Yo: Está bien.
Grace: Siento mucho dejar caer esto sobre ti. Me dijo que te dijera que si no
quieres saber de ella entonces tendrás que decírselo en su cara.
Yo: Grace, mientras estás en ello, ¿por qué no vienes aquí y me cortar las
pelotas o me robas un riñón?
Grace: Me duele mucho esto, pero Ash no merece más angustia. Es tu sangre.
Ni siquiera conocía a Ash, pero de repente la idea de causarle dolor me
causó dolor. Sabía que tenía que verla.
Yo: Bien, me reuniré con ella. ¿A qué hora estará en casa mañana?
Grace: A las tres y media.
Yo: No quiero verte.
Grace: Eso está bien.
Cuando llegué a la casa de Grace al día siguiente, un taxi se estacionaba y
pude ver a una adolescente a través de la ventana. Ash. Deseé tener cinco minutos
extras para preparar qué decir, para encontrar la manera de decirle a esta chica que
la vida es una mierda y es demasiado tarde para volver atrás y arreglar las cosas,
que se olvide de mí.
Salió del taxi y se dirigió directo hacia mí. —Hola —dijo, extendiendo su
mano—. Soy Ash. —Era audaz y confiada. No diferente a su madre.
—Hola... Ash. —Todavía estaba probando el nombre en mi lengua. Mi
rostro se congeló en una mirada de curiosidad y temor.
No sonreía, pero tampoco me penetraba con su mirada. Su expresión era
suave. —Para que lo sepas, mi mamá me dijo todo, y he visto fotos tuyas antes.
—Eso es bueno.
—¿Quieres tomar un café o algo? —Arqueó sus cejas delgadas. Me
impresionó su amabilidad—. ¿Estás bien? —preguntó.
¿No debería estarle preguntado eso? Esperaba ser quien dirigiera la
conversación.
Era más alta que Grace y vestía una camiseta con los lados cortados; podía
ver su sujetador. Pensé que no podía ser mi hija, pero de alguna manera sabía que
lo era. ¿Cómo tengo una hija de su edad? Me sentí viejo en un instante. Esta chica
era un recordatorio de todo el tiempo que Grace y yo perdimos.
—¿Cuántos años tienes? —le pregunté, aunque ya lo sabía.
—Quince.
—¿Quince llegando a los veinticinco años?
—Tuve que crecer rápido —replicó—. ¿Vas a empezar a hacer la cosa del
papá de inmediato? Porque estoy bien con eso, pero creo que deberíamos tomar
ese café primero.
—¿Se te permite tomar café?
Rió. Creo que le gustó que me preocupara. —Sí, se me ha permitido tomar
café desde que tenía diez años. —Un hombre pasó junto a nosotros y me miró
curiosamente—. No hay nada que ver, Charlie— dijo Ash. Se inclinó—, no te
preocupes por él, simplemente está aburrido.
Asentí. Esta es mi hija. Esta es mi hija. Estiré mi dedo índice, le dio un
golpecito en el hombro.
—Soy real —dijo, sonriendo—. Tienes una niña.
—Sin embargo, no eres realmente una niña, ¿verdad?
—¡Finalmente! El respeto que merezco.
Me eché a reír nerviosamente. No podía creer lo mucho que me agradó al
instante. Era divertida, linda y tan parecida a Grace cuando era joven. Después de
unos momentos incómodos, comenzó a subir por las escaleras.
—Ash, es un montón lo que tengo que absorber aquí.
—No estaré devastada si no quieres tener nada que ver conmigo.
Agarré su brazo y la hice girar. Me estaba dando cuenta de que quería tener
algo que ver con ella, pero no sabía cómo decirlo.
—Mira, me acabo de enterar de tu existencia hace menos de una semana. —
Bajó la vista hacia mi mano agarrando su brazo, luego me miró a los ojos y
entrecerró los suyos, buscando algo. Me reconocí en su expresión
inmediatamente—. Lo siento —le dije, mirando a mi mano como si no tuviera
ningún control sobre ella—. Vamos a tomar ese café.
Resopló. —Está bien, está bien. Permíteme dejar mi bolsa en el interior y
decirle a mamá.
—Bien. —Asentí,‖notando‖cómo,‖en‖vez‖de‖decir‖“mi‖mama”,‖dijo‖“Mam{”‖
de la forma en que un niño hace cuando hace referencia a uno de los padres del
otro.
Mi mente ni siquiera me dejaba intentar dar sentido a lo que sentía. Vi la
puerta hasta que Ash volvió a salir. Había recogido su cabello en un moño
revirado en la parte superior de su cabeza, de la forma en que su madre siempre lo
hacía. Su rostro se arrugó y frunció el ceño mientras me entregaba mi camisa. —
Jesucristo, ella es un desastre ahí dentro. Bien hecho.
—Tu madre y yo tenemos algunos problemas...
—Los adultos complican las cosas —dijo antes de girar y dirigirse por la
calle—. Vamos.
Me puse mi camisa y la seguí como un cachorro. Caminó con confianza, sin
mirar atrás, mientras me arrastraba detrás de ella. —Vamos, está a sólo dos
cuadras de distancia. ¿Vas a caminar detrás de mí todo el camino?
Aceleré para caminar a su lado. —Cuéntame más sobre ti. ¿Eres músico,
como tu mamá?
—Puedo tocar el piano, pero no. Prefiero los medios visuales; supongo que
soy más como tú.
—¿Sí? —Podía escuchar esperanza y orgullo en mi voz.
—Sip. Espero que resulte ser algo bueno. —No sabía lo que quería decir con
eso. Siguió caminando—. Creo que quiero ser una diseñadora gráfica.
—Eso es genial. ¿Te va bien en la escuela?
—La escuela es un pan comido para mí. Un poco aburrida, en realidad, pero
lo estoy haciendo. No es como si tuviera una elección.
¿Quién es esta persona?
Señaló hacia una cafetería en el barrio y entramos. Pidió un café con leche y
un bollo, pedí mi café negro habitual. Había un joven guapo trabajando en el
mostrador, y atrapé a Ash mirándolo descaradamente con ojos saltones.
La miré en estado de shock. Las adolescentes eran una especie totalmente
diferente para mí.
—¿Qué? —preguntó.
—Uh, nada.
Nos sentamos en una mesa pequeña y redonda, cerca de la ventana y miré
hacia afuera. —Es un lindo día. Me encanta la primavera.
—¿Vamos a hablar sobre el clima? —preguntó directamente, pero con
serenidad. No podía creer lo serena que estaba.
—No hay manual para esto, Ash.
—Lo sé, y estoy tratando de ser empática, pero eres un hombre adulto...
Me reí. —Tienes razón.
—Mira, sé la historia. Mamá fue muy honesta conmigo mientras crecía, y
ahora sabemos que te hallabas totalmente en la oscuridad acerca de mí todo este
tiempo.
Me sentí aliviado. Era buena para tranquilizarme. —Eso es verdad, lo
estaba.
—Nadie te culpa.
—No estaba preocupado por eso. Pero ahora que lo mencionas, ¿qué
pensabas de mí antes, cuando creías que no quería nada que ver contigo?
—Bueno, mi mamá guardó un libro sobre ti, más o menos. Comenzó con un
montón de fotos, notas y cosas de cuando ustedes dos estaban en la universidad, y
luego recortaría artículos sobre ti y tu trabajo y los añadiría con el tiempo. —La
idea de Grace haciendo eso me dejó sin palabras—. Y me llevó a ver algunas de tus
fotos cuando estaban en exhibición para un taller en el centro, pero realmente no
habló de sus circunstancias.
—Sí, pero ¿qué pensabas?
—Honestamente, mi mamá siempre hablaba muy bien de ti, pero la historia
de su relación me fue presentada como un cuento con moraleja o algo así. Una
lección para que aprendiera de ella. Ella no te culpaba, incluso antes de que
descubriera la verdad, así que no creí mucho de nada, sólo que has tenido una
carrera loca y los niños no eran lo tuyo.
Miré más allá de ella por la ventana. —Quería niños....
—Mi mamá no sabía, por lo que no deberías culparla. Siempre me diría lo
mucho que me quería. Me dijo que cuando la gente se junta y... ya sabes... lo hacen
—Sus mejillas se volvieron rosas—, siempre deben estar en la misma página acerca
de los niños, el futuro y todo eso. Supongo que pensó que lo sabías por las cartas y
que no querías ser papá.
—No fue así.
—Lo dije en serio cuando dije que nunca te menospreció. Soy lo
suficientemente inteligente como para saber que es porque parte de mí está hecha
de ti; ella estaría menospreciándome al mismo tiempo si hacía eso.
Estaba experimentando cada uno de los sentimientos que podría tener, al
mismo tiempo, incluyendo amor. Sentía amor por la niña dulce que se sentaba
frente a mí, defendiéndome y defendiendo a su madre por igual, con tal lealtad y
conocimiento. —Eres muy inteligente. —Mi garganta se cerró—. Eres como tu
madre en eso. Muy perspicaz e ingeniosa. —Me recobré—. Y tu infancia... ¿cómo
fue?
—Fue bastante buena. Quiero decir, mi padre me amaba y mi mamá
siempre hizo lo mejor posible. Tenía todo lo que necesitaba. —Tomó un sorbo de
su café.
—¿Cuál es tu apellido?
—Porter.
Sentí un nudo en la garganta. —Claro.
—Fue más fácil de esa manera. Sin embargo, estás en mi acta de nacimiento.
—¿Lo estoy?
—UH Huh. Mi padre trató de adoptarme, como cinco veces. Por eso, al final
de su vida, mamá trató muy duro contactarte; habrías tenido que renunciar a tus
derechos como padre para que él me adoptara oficialmente. No importaba porque
él siempre fue mi papá. Ese pedazo de papel habría significado más para él que
para mí.
—Lo siento mucho, Ash. No lo sabía. No te puedo decir cuánto lo siento. —
Se le empezaron a poner los ojos un poco llorosos, pero se aguantó. Me sentía cerca
de tener un colapso nervioso y me sentía en conflicto acerca de todo, incluyendo
Dan. Ya estaba muerto así que no podía matarlo, pero en algún lugar bajo la
conmoción, comencé a darme cuenta de que debería estar agradecido por él.
Después de todo, crió a mi hija en alguien que admiraría al instante.
Ash le dio un mordisco a su bollo, sonrió y miró por la ventana mientras
masticaba. Era como si estuviera mirando a la Grace de hace mucho tiempo, pero
con mi color de ojos y una pequeña hendidura en la barbilla, igual que yo, apenas
perceptible.
—¿Tienes algún dedo del pie torcido?
—Sí, en realidad. Mi segundo dedo del pie está torcido. Gracias por eso, por
cierto. —Los dos nos reímos, pero luego nos quedamos en silencio otra vez.
—¿Cómo era él?
—¿Quién?
—Tu padre.
Me miró a los ojos, tan valiente, al igual que su mamá. —Tú eres mi padre
ahora... si quieres.
Eso fue todo. Comencé a llorar. No sollozaba, pero lágrimas corrían por mi
rostro, y mi garganta se encontraba tan apretada que pensé que dejaría de respirar.
Me estiré a través de la mesa, tomando sus manos entre las mías, y cerré los ojos.
Dándome cuenta de que quería a Ash en mi vida. El dolor de perderme su infancia
me estaba matando. —Sí, quiero —susurré.
Comenzó a llorar también. Los dos lloramos juntos, rindiéndonos ante la
realidad que teníamos que aceptar. Nadie podía cambiar el pasado o devolvernos
el tiempo que perdimos, y no existían palabras para hacer que todo fuera mejor.
Solo teníamos que aceptar el presente por lo que era.
Nos pusimos de pie y nos abrazamos durante mucho tiempo, y me
sorprendió que no se sintiera extraño para mí; que ella no se sintiera como una
extraña.
Hubo algunas miradas de los clientes de la cafetería, pero finalmente todo el
mundo nos ignoró y continuó con sus conversaciones mientras sostenía a mi hija
llorando. Eso me encantaba de los neoyorquinos. Me sentía mal por como las cosas
se desarrollaron en la infancia de Ash, pero todavía me encontraba intensamente
furioso con Grace y Elizabeth.
En nuestro camino de regreso a la casa de Grace, Ash preguntó—: ¿Qué
pasará con mamá y contigo?
—Hay una historia complicada allí, Ash. No sé lo que pasará.
—Ella te ama.
—Lo sé.
Una vez que llegamos a la casa, sacó su teléfono de un bolsillo. —¿Cuál es tu
número de teléfono? Te voy a enviar un mensaje para que tengas el mío. Puedes
llamarme si quieres pasar el rato.
Le di mi número. —Sabes‖ que‖ no‖ quiero‖ solo‖ “pasar‖ el‖ rato”.‖ Quiero‖ ser‖
parte de tu vida. Será raro al principio, pero quiero‖esto<‖si‖tú‖lo‖quieres.‖
Sonrió y me dio un golpe en el brazo. —De acuerdo, te veo después
entonces<‖eh<‖¿Cómo‖debería‖llamarte?
—Llámame como quieras.
Rió. —Está bien, nos vemos, George.
Sacudí la cabeza. —Chica tonta. —Desordené su cabello y luego me di
cuenta de que Grace nos observaba desde la ventana. Se veía terrible, y obviamente
había estado llorando sin parar. Tenía una triste sonrisa. Aparté la vista.
—Qué tal si te llamo padre por‖ahora<‖ya‖que‖eres‖mi‖padre.
—Eso está bien para mí. ¿Quieres ir a desayunar mañana? —No quería estar
lejos de ella nunca más.
—No puedo, voy a salir de compras con mi amiga.
—Está bien, ¿Y el día siguiente?
—Escuela, y luego tengo club de ajedrez.
—¿Club de ajedrez? —Arqueé las cejas.
—Sí, es mi meta en la vida vencer a mamá. Ella es tan buena.
—Está bien, entonces. —Comenzaba a preguntarme si realmente habría
espacio para mí para entrar en su vida.
—¿Cena el martes? —preguntó.
—Perfecto —dije—. Ponte tu pijama. Conozco un gran lugar.
—Eres raro.
—Tú también.
—Genial.
Caminé a casa, esperando, tristemente, que Grace fuera capaz de dejar de
llorar.
Francamente no sabía lo que haría, excepto tratar de llegar a conocer a Ash
mientras me encontraba en Nueva York y ser un padre, a pesar de que no sabía lo
que eso implicaba.
El lunes fui a la biblioteca y leí todos los libros para padres que pude tener
en mis manos.
Le envié un mensaje a Grace esa noche.
Yo: Estoy tratando de asimilar todo esto.
Grace: Entiendo.
Yo: Voy a ver a Ash la noche del martes para cenar.
Grace: Esta bien.
Yo: Quiero verla regularmente.
Grace: Por supuesto.
Yo: ¿Tiene un fondo universitario?
Grace: Sí.
Yo: ¿Puedo darte algo de dinero?
Grace: Eso no es necesario.
Yo: Quiero hacerlo.
Grace: Está bien, entonces. Puedes ponerlo en su fondo universitario. Voy a
conseguir la información de la cuenta para ti.
Una parte de mí quería decir algo más, pero no era capaz de hablar con ella
acerca de algo más allá de la logística de la tutela compartida.
Al día siguiente fui golpeado con cosas de trabajo, pero me las arreglé para
salir y almorzar con Scott. Cuando empezó a hablar de Singapur, le hablé de Ash.
No dijo nada; simplemente estaba conmocionado. Me dijo que me tomara el resto
de la semana libre. No me di cuenta de que realmente lo necesitaba hasta ese
momento.
Cuando regresé a mi edificio, encontré a Mónica sentada en una banca cerca
del ascensor. Tenía el moisés de la familia equilibrado sobre su regazo.
Sus ojos se hallaban llenos de compasión, pero sus fosas nasales se dilataron
y su mandíbula se endureció en una línea rígida.
—Mónica, no lo digas.
—Iba a apuñalarla en el ojo con mi tacón. —Bajé la mirada a sus tacones de
aguja de cinco centímetros. Si, esos conseguirían hacer el trabajo—. Lo siento
mucho, Matt. Andrew está en Tokio, de lo contrario estaría aquí. Vine en su lugar.
—Gracias, Mónica. Veo que le hiciste una pequeña visita a Elizabeth. No le
hiciste daño, ¿Verdad?
—Por supuesto que no, pero le dije lo que pienso. No iba a dejarla salir tan
fácil de esto. —Apuntó su largo dedo índice hacia mí—. Esa mujer tomó un pedazo
del interior del alma de esta familia.
—Lo sé. —Ya me había resignado a esa realidad, pero podía decir que
Mónica seguía luchando con ello, o al menos tratando de averiguar cómo
solucionarlo—. Las cosas son como con. Solo tengo que tratar de ser parte de la
vida de mi hija de aquí en adelante. —Hice un movimiento con mi cabeza hacia la
puerta—. ¿Tomas un paseo conmigo?
Colocó su gran bolso Gucci sobre su hombro y tomó el moisés. —¿Podemos
pasar por dónde Grace?
—¿Le vas a dar eso a Grace?
—Claro. Como un gesto de disculpa por esa desgraciada de Elizabeth.
—No sé si está en casa, pero podemos ir y ver. Dame, lo llevaré. —Lo tomé
de sus manos y miré las patas de madera decoradas y el deteriorado barniz y me
pregunté como se hubiera visto Ash cuando era una bebé durmiendo dentro de él,
tranquilamente.
Mientras los tacones de Mónica resonaban en la acera junto a mí, me reí de
la fantasía de ella tomando sus zapatos y arrojándoselos a Elizabeth. —¿Qué le
dijiste?
—Oh, sólo le dije que era una ladrona y una mentirosa. Te robó algo
precioso que nunca podrá comprender. Por supuesto, lo negó y actuó como si no
hubiera sabido nada. Le dije que no le creía nada de lo que decía. Es la peor clase
de persona, Matt. Una perra ensimismada e ilusa.
—¿Crees que tal vez no lo sabía?
Llegamos a la esquina y esperamos a que el semáforo cambiara. Mónica
suspiró y sacó un sobre de su bolso. —Ella sabía algo, pero no abrió las cartas de
Grace. Las tiró todas excepto esta. —Me entregó un sobre cerrado—. Si recibió una
carta cada año y fue a grandes extremos para ocultarlo de ti, debe haber sabido que
Grace trataba de decirte algo. No sé si realmente lo hubiera mantenido como un
secreto si supiera lo que era, pero la negación por ignorancia no es una excusa.
Bajé el moisés, doblé el sobre y lo metí en mi bolsillo. —Puede que tengas
razón.
—¿No vas a leerla?
Nos acercábamos al edificio de Grace. —La leeré. Pero no en este momento.
Eso es todo. —Miré a la puerta principal de la casa y luego sostuve el moisés hacia
ella.
—¿No vas a venir conmigo?
—No, Ash aún no está en casa. Todavía está en la escuela.
—¿No quieres ver a Grace?
—No puedo, Mónica. Solo ve, voy a esperar aquí.
Me giré y vi a una anciana caminar con su perro por la calle, pero no pude
evitar escuchar a Grace abrir la puerta. —¿Mónica?
—Hola, Grace. Es bueno verte. Ha pasado mucho tiempo.
—Sí. Te ves genial. ¿La vida ha sido buena para ti? —Grace seguía siendo
dulce, incluso bajo las peores circunstancias.
—Lo ha sido, pero fue aún mejor cuando me enteré de que era tía. —La voz
de Mónica no vaciló. Estaba decidida a mantenerse fuerte—. Es por eso que estoy
aquí, para entregarte esto. Sé que Ash es una chica grande ahora, pero quiero que
lo tengas hasta que nazca el próximo bebé en la familia, cuando o dondequiera que
suceda.
—Gracias. —Grace sonaba ahogada, pero yo aún no podía dar la vuelta.
Hubo un momento de silencio y luego Mónica dijo—: Aquí está mi número.
Por favor mantente en contacto. Sé que lo has intentado, y lo siento por ti y Matt y
todo este gran lío.
—Yo también.
—Tú eres de la familia ahora, Grace. Ten eso en cuenta.
—Bueno.
Unos segundos más tarde, Mónica se encontraba a mi lado. —¿Listo?
—Sí.
—Matt, ¿Por qué te estas desquitando con ella?
—Me perdí toda la infancia de mi hija, Mónica.
—Pero eso no fue culpa de Grace.
—No lo sé. Es confuso y no puedo pensar en eso ahora.
La verdad era que no podía enfrentarla, sabiendo que había pasado los
últimos quince años criando a nuestra hija, todo por su cuenta. Y todo ese tiempo,
pensó que era un imbécil ignorando sus cartas y llamadas. No tenía fe en mí.
—Tengo que detenerme. Mis pies me están matando.
—Bueno, Jesús, son esos zapatos. Son antinaturales —dije.
Se los quitó y los metió en su bolso. —Lo sé. Estúpido, ¿No? Las cosas que
las mujeres hacen en nombre de la alta costura.
Puse mi brazo alrededor de su hombro. —Eres genial, ¿Sabes eso? Me alegro
que mi hermano se casara contigo. Gracias por venir.
Me dio un beso en la mejilla. —Te quiero. Ahora parame un taxi, ¿Lo harías?
Tengo que hacer algunas compras.
Le hice señas a un taxi y abrí la puerta para ella. Agachó la cabeza y entró.
—Voy a estar en el hotel Waldorf Astoria si me necesitas.
De vuelta en mi apartamento abrí el sobre.

Querido Matt,
Nuestra hija tiene diez años hoy en día. Dije antes que no te enviaría más cartas,
pero tengo una razón importante esta vez. Estoy muy triste por tener que decirte que Dan
está enfermo. Ha estado teniendo problemas cardiacos graves en el último año, y su
condición probablemente es terminal. Quiere desesperadamente adoptar a Ash y estoy
escribiendo para preguntarte si por favor considerarías firmar sobre tus derechos parentales,
ya que fuiste nombrado en su certificado de nacimiento. Ash es una niña maravillosa,
ingeniosa y hermosa, con un gran sentido del humor. Es la alegría de mi vida. Nunca te
culpé por las decisiones que hice hace una década, pero ahora puedo cambiar las cosas para
ella y Dan haciéndolo oficial con la adopción.
Sé que estás muy ocupado, pero ¿Podrías por favor ponerte en contacto con
nosotras?
Saludos,
Grace Porter.
212-555-1156

La vida que llevaba, la tragedia, la desesperación, y el rechazo, todo era por


mi culpa. Podría haber culpado a Elizabeth, pero no importaría al final porque
Elizabeth no significaba nada para Grace. Sabía que, si seguía el rastro de su dolor,
me llevaría a mí, al menos en la mente de Grace, y mi dolor me conduciría a ella.
Mirando mi teléfono, una pregunta me vino a la cabeza. Envié un mensaje
de texto inmediatamente.
Yo: ¿Por qué estabas buscando en la sección de conexiones perdidas?
Grace: No lo hacía.
Yo: ¿Cómo viste el artículo?
Grace: Un alumno mío reconoció el título “Lovebird de ojos verdes” cuando
buscaba su propia persona y me lo trajo.
Yo: ¿Así que realmente no querías encontrarme? ¿Era sólo por Ash?
No hubo respuesta.
Dos horas más tarde, me encontraba en su puerta, vestido con pantalones de
pijama a cuadros, pantuflas y un abrigo. Eran las seis de la tarde y el sol
comenzaba a ocultarse. Ash vino a la puerta vistiendo un pijama de franela color
blanco con un estampado de tortuga verde. Abrió la puerta de par en par y
proclamó—: ¡Hola, padre!
—Hola, hija.
Señalo hacia atrás con su pulgar y bajó la voz—: ¿Debería preguntarle si
quiere venir con nosotros?
Sacudí la cabeza. Ash bajo la mirada por un segundo, como si estuviera
averiguando que hacer, y luego gritó—: ¡Adiós, Mama! Te quiero, vuelvo más
tarde.
—¡Te amo! ¡Ten cuidado! —gritó Grace desde la otra habitación.
—¿Lista?
—Sí. —Saltó por la puerta.
—Vamos a un restaurante que sirve desayuno en cualquier momento —le
dije.
—Oh, genial. Voy a comprar unos panqueques de arándanos durante el
Renacimiento —dijo inexpresiva. La miré fijamente y luego comenzó a reírse a
carcajadas.
—Me asustaste por un segundo. Estaba preocupado por tu coeficiente
intelectual.
—Conseguí esa broma de un programa de televisión.
Reí. —Ahora realmente estoy preocupado por tu coeficiente intelectual.
El lugar al que Grace y yo solíamos ir había desaparecido hace tiempo, así
que llevé a Ash a un restaurante en nuestro vecindario.
—Mamá me dijo que ustedes solían hacer esa cosa del desayuno-para-la-
cena todo el tiempo en la universidad.
—Lo hacíamos. —Sonreí al recordarlo, pero no quería vivir en el pasado—.
¿Cómo estuvo la escuela?
—Bien. Aburrida, excepto por cerámica.
—¿Te gusta la cerámica?
—Me encanta.
—Mi mamá, tu abuela, la amaba. Tenía un pequeño estudio de arte
montado detrás de su casa en California. Lo llamaba el Louvre. —Me reí ante el
recuerdo.
—Lo sé.
—Tu mamá tiene todo prácticamente cubierto, ¿Verdad?
—¿Por qué no querías que viniera esta noche?
Esta hija mía no se andaba con rodeos. —Como dije antes, las cosas son
complicadas.
—Ustedes se aman, así que ¿Por qué diablos no están juntos?
—No es tan sencillo, Ash. Necesito tiempo.
—Bueno, creo que lo estás desperdiciando.
¿Por qué a los quince años era la más inteligente en la habitación?
Porque ella no tiene décadas de mierda nublando su juicio.
Ordenamos panqueques y malteadas, y Ash me habló sobre la escuela y un
chico que le gustaba.
—Los chicos son cerdos. Sabes eso, ¿Cierto? Mantente alejada de ellos.
Bebió un sorbo de su malteada cuidadosamente. —No tienes que hacer esto.
En serio.
—Quiero hacerlo. Quiero conocer a tus amigos e ir a tus eventos en la
escuela. Y eso no es una petición.
—Lo sé.
Después de que estábamos totalmente llenos con panqueques, pagué y nos
dirigimos a la salida. En nuestro camino hacia la puerta, Ash se detuve frente a la
vitrina refrigerada.
—¿Quieres un pedazo de pastel? —pregunté.
Metió la mano dentro del pequeño bolso que colgaba sobre su pecho. —No,
voy a comprar un pedazo para mamá.
—Lo compraré. ¿De cuál le gusta?
Levantó una ceja. —Tu sabes de cual le gusta.
—Un pedazo de crema de chocolate y uno de mantequilla de maní para
llevar —le dije a la mujer detrás del mostrador. Ella lo empacó, me lo entregó y la
guie a la salida del restaurante.
Ash y yo hablamos de música todo el camino de regreso a su casa. No fue
una sorpresa que Ash tuviera un gran gusto y vasto conocimiento sobre géneros.
Estuvimos de acuerdo en que veríamos juntos Radiohead la próxima vez que
tocaran en Nueva York. Me pregunté cuántas veces Grace había tocado música de
Radiohead o Jeff Buckley para Ash a lo largo de los años. Yo no había sido capaz
de escuchar a ninguno de ellos desde la universidad.
Seguí a Ash por las escaleras. Abrió la puerta de par en par, se giró, y me
dio un beso en la mejilla. —Gracias por la cena, padre. —Me dejó en la puerta
abierta, sosteniendo el pastel, mientras corrió por las escaleras y gritó—: ¡Mamá,
un tipo está en la puerta con pastel!
Tragué saliva, congelado en la puerta.
Pequeña cosa engañosa.
Una vez, fuimos amantes

Traducido por Annie D & Dannygonzal


Corregido por Vane Farrow

Grace
Cada vez que miraba a Matt, al instante me sobresaltaba por dos
sentimientos contradictorios: conmoción por lo apuesto que era, delgado, fuerte,
definido, y de alguna manera más sexy con la edad, y la total incredulidad que él
estaba allí. Me sentía convencida de que me despertaría y las cosas volverían a ser
como antes.
Pero quería ser fuerte a su alrededor. Pasé una semana llorando por la
forma en que se tomó la noticia. Había hecho lo suficiente cayendo a pedazos por
todos nosotros. Francamente, me sentía cansada de darle vueltas a toda esta
mierda; estuve haciéndolo durante una década y media. Si quería culparme por lo
que su psicótica ex esposa hizo, entonces que así sea. Terminé de llorar y de
disculparme.
Caminando hacia él, vi como sus ojos me observaban de pies a cabeza.
Llevaba un corto camisón de seda y una mirada picara en mis ojos. Tomé la bolsa
de sus manos. —¿Chocolate y mantequilla de maní? —pregunté, secamente.
Asintió—. Gracias.
—De nada.
—De acuerdo, bueno, ya es tarde. —Solo me miró parpadeando, luego bajó
la mirada a sus pantuflas.
—Um... bien, voy a casa.
—De acuerdo.
Se dirigió hacia la puerta y lo seguí para cerrarla detrás de él. Pero justo
antes de que saliera por la puerta, se giró, puso sus manos en mis caderas vestidas
de seda, y me besó justo debajo de la oreja.
Gemí.
—Buenas noches, Gracie —susurró y luego se fue. Me quedé en la puerta
durante unos momentos, tratando de recuperar el aliento. Justo cuando aprendía a
controlarlo<

Después de la escuela el día siguiente, fui a Green Acres, que no encarnaba


de forma remota su nombre. Era un centro de convalecencia mediocre en el Bronx,
donde la hija de Orvin lo metió después de que su esposa muriera unos años antes.
El lugar realmente necesitaba renovación. Las paredes se encontraban pintadas de
ese color atroz de vómito verde de El exorcista, y todo el lugar olía a levadura
pútrida de la fábrica de pan de al lado. Green Acres era horrible. Tenía un pequeño
patio en la parte trasera para que los residentes se ejercitaran, pero sin una sola
fibra de hierba. Sacaba a Orvin de allí por lo menos una vez a la semana. Íbamos a
un parque cercano y jugábamos ajedrez, y aunque ya no podía recordar mi
nombre, estaba bastante segura de que sabía quién era yo.
Mientras nos sentábamos en el parque, escuchamos el silbido del viento
entre los árboles. —¿Todavía lo escuchas? —pregunté.
—¿Qué, muñeca?
—La música.
—Sí, lo hago. Siempre la escucho.
—¿Qué crees que significa que ya la no escucho?
Se llevó a mi segundo caballo. —Jaque. No sé lo que significa. Tal vez no
estás escuchando lo suficiente.
¿Cómo me ganaba cada vez? Moví mi rey. —Estoy escuchando.
—No, estás demasiado ocupada sintiendo lástima por ti misma.
—Nunca he sentido lástima por mí misma.
—Tal vez no antes, no, pero ahora sí. Jaque mate.
Acomodé el tablero. Jugábamos con un juego de ajedrez cursi de plástico y
cartón que se doblaba y cabía en mi bolso. —No siento lástima por mí misma.
Estoy cansada y un poco triste.
—¿Por qué estás triste?
Estudié el rostro de Orvin. Era difícil no sentir que él no pertenecía a Green
Acres porque parecía tan activo y alerta. Sin embargo, muchas veces se olvidaba de
todo y preguntaba cuando tenía que estar en la tienda, que por desgracia fue
cerrada hace más de una década. Este era uno de sus días buenos, pero él podía
deslizarse fácilmente en el olvido.
—¿Alguna vez desearías no estar atrapado en Green Acres?
—Mi querida, Grace, permíteme compartir un proverbio contigo.
Me sobresalté. No me había llamado por mi nombre en... No sabía cuánto
tiempo. —De acuerdo.
—“Solía pensar que era pobre porque no tenía ningún zapato, y luego conocí a un
hombre sin pies”.
Sonreí tímidamente. —Estoy sintiendo lástima por mí misma, ¿no?
—Más que eso. Estás siendo ingrata. Tienes el hombre que siempre quisiste
en tu vida de nuevo, una hija hermosa, y un gran trabajo.
—Sí, pero ese hombre no me quiere.
—Te querrá. Solo sé tú misma. Encuentra la música.

Ash y yo fuimos a casa de Tati para cenar esa noche. Tati hacia el intento de
ser domestica; conoció a un hombre con el que realmente quería salir, y se hallaba
más que determinada a impresionarlo. No era la primera vez que Ash y yo éramos
conejillos de indias, aunque no puedo decir que lo disfrutábamos. Tati era una
cocinera terrible. Punto.
Tati llegó a la mesa con un plato grande. —¡Tajín de cordero y cuscús
marroquí!
—Oh Tati, no me gusta comer cordero.
Lucía ofendida. —¿Por qué?
—Son demasiado lindos para comer.
—Bueno, este ya no es lindo.
Negué con la cabeza y tomé una pequeña porción. Ash arrugó la nariz y
tomó una aún más pequeña, mientras que Tati corría alrededor, en busca de un
sacacorchos.
—¿Puedo beber un poco de vino? —preguntó Ash.
—Nop —dijimos Tati y yo al mismo tiempo.
—¿Sólo un sorbo? Papá dijo que me dejaría beber un poco de vino en su
casa cuando vaya para cenar.
—¿Lo llamas papá ahora? —preguntó Tati.
—Bueno, no en la cara, pero ¿Cómo se supone que voy a llamarlo? ¿Matt?
No fue su culpa que no llegara a ser mi papá.
—¿Él quiere ser llamado papá? —le pregunté, con cuidado.
—No creo que le importa. Él quiere venir a todas mis cosas de la escuela y
conocer a mis amigos.
—Creo que le haría sentirse bien escucharte decírselo. El pobre hombre fue
despojado de tu infancia —dijo Tati.
Me levanté. —¿Qué pasó con tu parte de odiar a los hombres? —le respondí.
—Le doy la vuelta a una nueva página. Tú también deberías.
—Llámalo papá, si quiere —le dije a Ash. Le entregué mi copa de vino—.
Sólo un sorbo.
Tomó un pequeño sorbo y arrugó la nariz. —Ew.
Tati miró hacia el techo con nostalgia. —Me encantaba la forma en que solía
vestirse.
Puse los ojos en blanco.
—¿Papá y tú solían llevarse bien cuando estaban en la universidad? —Ash
le preguntó a Tati.
—Por supuesto. Tu mamá y tu papá eran inseparables. Si quería ver a Grace
fuera de clases, entonces tenía que ver a tu papá, también. Pero nos llevábamos
bien, así que era todo muy divertido en ese entonces. —Tati se volvió hacia mí—.
Hablando de los buenos viejos días, creo que deberías venir y practicar con
nosotros esta semana después de la escuela.
—¿Para qué? —dije con la boca llena de cuscús.
—Estamos buscando un violonchelista.
—Deberías hacerlo, mamá. Puedo ir a casa de papá después de la escuela.
Está trabajando desde casa ahora y me invitó a venir después de la escuela cuando
yo quiera.
—No sé, Tati. No creo que sea lo suficientemente buena ya. —También me
sentía preocupada de que Ash aceptaba a Matt con demasiado entusiasmo. Me
hizo darme cuenta de lo desesperadamente que extrañaba a Dan—. Y Ash, ¿cómo
es que ya estás tan a gusto con tu padre, si apenas lo conoces?
—No lo sé —dijo.
—Temo que estés haciendo esto para desplazar tu dolor —dije.
—Creo que estás sobre-analizando esto, mamá. Lo miro y me veo a mí
misma. Estoy a gusto con él. Además, es muy agradable y quiere ser parte de mi
vida. No arruines esto para mí debido a tu jodida relación con él.
—Voy a fingir que no estás siendo atrevida en estos momentos. —A pesar
de que probablemente tenía razón.
Continuamos empujando el cordero y cuscús alrededor de nuestros platos.
Fue tan terrible como parecía. Finalmente, Tati bajó el tenedor.
—Así que, ¿quieren ir por una hamburguesa o algo así?
Ash y yo asentimos con entusiasmo.
—Deberías atenerte a los espaguetis —dijo Ash—. Eres buena en eso.
—Eso era comida para llevar, Ash —dije, cuando Tati se echó a reír.
—Oh —chilló, sonrojándose.
—Vamos —dijo Tati—. Consigamos esas hamburguesas.

Después de clases, por el resto de la semana, fui a practicar con Tati y la


Filarmónica de Nueva York. Ash fue a casa de Matt cada día, y luego cada noche,
antes de irse a la cama, resumía todos los detalles de su tiempo juntos. Se estaba
enamorando de él, de la forma en que las hijas lo hacen con sus papás. ¿Cómo no
iba a hacerlo? Me sentía feliz por eso, pero aun así, sentía este dolor sobre mi
propia relación con Matt.
El sábado, Tati se ofreció a llevar a Ash a ver una película, y fui a cenar sola
en un pequeño restaurante italiano, donde dejé que el camarero me convenciera en
pedir una botella de vino.
—Puede tomar un vaso y llevar el resto a casa con usted. Lo envolveremos
—dijo.
Estuve de acuerdo, pero acabé quedándome por dos horas y bebí al menos
tres cuartas partes de la botella. Debajo de las pequeñas luces centelleantes que
colgaban de la marquesina, vi gente caminando por la calle, de la mano, besándose
en la esquina. La música tipo la película El Padrino y el calor de la calefacción al
aire libre me relajaban hasta el sueño. —¿Señora? —dijo el camarero mientras cogía
la botella—. ¿Puedo envolver esto para usted?
Debió ser mi señal para salir. Tiempo para que la señora borracha se largue.
—Sí, eso sería maravilloso. —Solo quedaba una copa, pero la tomé de todos
modos.
Después de pagar, caminé de regreso las cuatro cuadras hacia mi casa, pero
cuando pasé la calle de Matt, giré hacia ella.
Desde el otro lado de la calle, podía ver el interior de su apartamento. Allí se
encontraba él, sentado en el sofá, mirando al frente. En la oscuridad abajo, me
quedé mirándolo, pensando que era extraño que, entre él, Ash, y yo, ninguno de
nosotros estuviéramos juntos esa noche. Él bebía vino y lucía pensativo sobre algo,
o tal vez sobre nada importante. Me preguntaba qué tipo de música escuchaba. Se
levantó y se acercó a la ventana. Retrocedí más en las sombras para que no me
pudiera ver. Me hallaba completamente inmóvil mientras él permanecía allí,
mirando los coches pasar de vez en cuando.
¿Qué pensaba?
Finalmente, dije: A la mierda. Me lancé al otro lado de la calle y toqué el
timbre a su apartamento.
Respondió rápidamente. —¿Quién es?
—Es Grace. —Mis nervios aterrorizaban mi estómago.
—Sube.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, él se encontraba de pie allí,
esperando. Bajé la mirada a sus pies descalzos y hasta sus vaqueros negros,
cinturón y camiseta blanca, a más allá de su boca, cuello, y su cabello largo y
delicioso, recogido hacia atrás. Me estremecí. —Hola. —Extendí la bolsa de papel
hacia él y la tomó.
Sacó la botella de la bolsa, se echó a reír, y luego me miró con una sonrisa
irónica. —Gracias, Grace. Nunca me han dado una botella de vino casi
completamente vacía antes.
Mi cara era inexpresiva. —Es muy bueno. Te guardé una copa.
Me miró con atención, probablemente para medir mi nivel de embriaguez.
—¿Dónde está Ash esta noche?
—Con Tati. Oh rayos, necesito saber cuándo llegarán a casa.
Sacó el teléfono celular de su bolsillo trasero y me lo entregó. Marqué el
número de Tati. La película probablemente terminó, y no quería que Ash llegara a
una casa vacía.
—¿Hola? —Su voz sonaba extraña, y luego me di cuenta de que no iba a
reconocer el número.
—Tati, soy yo. ¿Dónde están?
—Estamos yendo por helado. ¿Todo bien? ¿De quién es este número?
—De Matt.
Sin responder, oí a Tati apartar el teléfono de su oreja y decirle a Ash—:
Oye, ¿alquilamos películas y buscamos un montón de comida chatarra y pasamos
el rato en mi casa? Tu madre dice que está bien.
—Está bien. —Oí decir a Ash.
Tati vino de nuevo y susurró—: Estás cubierta. Te veo en la mañana.
Presioné finalizar y le entregué el teléfono a Matt. —¿Que dijo?
—Ellas están bien. Ash se pasara la noche en casa de Tati.
—¿Tati es una buena influencia? —preguntó, mirándome de reojo.
—Ya no tenemos veintiún años, Matt; ella no se sienta a fumar marihuana
todo el día. Es un músico de clase mundial y una educada mujer independiente.
¿Qué piensas?
—Sí, tienes razón —concedió inmediatamente. Me sentí culpable por un
segundo, dándome cuenta de que sólo trataba de hacer lo que él pensaba que los
papás deberían hacer—. Entonces, ¿a qué se debe esta visita?
Las cosas no iban como planeé. —No‖lo‖sé<‖Solo‖necesito<
—¿Qué? —Dejó la botella y se acercó a mí—. ¿Qué necesitas? —No podría
decir aún si él era seductor o estaba molesto o ambos.
Cuando se acercó más, podía sentir su calor y oler el aroma de cardamomo y
sándalo de su gel de baño. —¿Te acabas de duchar?
Parpadeó. —¿Por qué? —No cedía, no me daba ninguna pista con su
lenguaje corporal en cuanto a cómo se sentía acerca de mí, pero todavía podía
detectar una ira silenciosa o resentimiento por debajo de la superficie.
Y me sentía lo suficientemente borracha como para reclamárselo.
—¿Con quién estás enojado, Matt?
No dudó. —Contigo.‖Elizabeth.‖Dan<‖y‖conmigo‖mismo.
—¿Por qué demonios estarías enojado con Dan?
Su voz fue restringida. —Estoy celoso de él. —Me miró a los ojos—.
Consiguió todo lo que yo quería. Tuvo lo que era mío.
—Pero no fue su culpa. Acepté eso, y también deberías hacerlo.
Se movió una fracción de un centímetro más cerca y vio más profundo
dentro de mis ojos. —Puede ser. ¿Cuánto vino has bebido?
—Me siento sobria.
—¿Quieres que te acompañe a casa?
—No es por eso que me detuve aquí.
—¿Qué necesitas, Grace?
Me levanté sobre los dedos de los pies y lo besé. Al principio el beso se
sentía frágil, como si pudiera quebrarse en millones de piezas si íbamos demasiado
rápido, demasiado duro. Pero solo tomó dos segundos antes de que estuviéramos
removiendo la ropa del otro, nuestras manos en el cabello del otro.
Colapsamos desnudos sobre la cama, besándonos y jaloneándonos el uno al
otro. Cuando se sentó, subí sobre su regazo y lo dirigí dentro de mí. Gruñó desde
su pecho y agarró mi cintura, mi espalda se arqueó involuntariamente, mis pechos
se‖ levantaron‖ para‖ encontrarse‖ con‖ su‖ boca.‖ ―Tan‖ hermosa‖ ―susurró‖ besando,‖
chupando y girando su lengua alrededor de mi pezón. Era paciente pero urgente, y
de alguna manera sabía en dónde poner sus manos, en donde necesitaba placer, en
dónde necesitaba ser besada.
Me arruinó para todos los otros hombres. Estaba arruinándome en este
momento.
Me volteó sobre mis manos y rodillas, tiró mis caderas contra su cuerpo, y
entró en mí. Sentí cómo desquitando su ira conmigo, pero por alguna razón quería
que lo hiciera.
―¿Estoy‖lastim{ndote?
―No.‖No‖pares.
Quería sentirlo. Quería sentir cómo alejaba todas las cosas malas.
En el momento en que nos vinimos, envolvió sus brazos a mí alrededor, y
pude sentir su corazón latiendo contra mi espalda. No dijo nada, sólo me sostuvo
así hasta que nuestros corazones dejaron de correr. Cuando me liberó, de repente
me sentí cohibida y me apresuré a recoger mi ropa.
―Espera,‖ ven‖ aquí‖ ―dijo‖ moviéndose‖ para‖ sentarse‖ en‖ el‖ borde‖ de‖ la‖
cama―.‖Quiero‖verte.‖―Me‖llevó‖hacia‖él.‖Incluso‖en‖la‖habitación‖poco‖iluminada,‖
estaba nerviosa. Usó su dedo índice para trazar círculos en la piel suave de mi
estómago. Había algunas estrías desvanecidas en mis caderas, se inclinó y las
besó―.‖¿Cómo‖fue?
―¿Qué?
―¿Cu{ndo‖nació‖Ash?
Me‖reí.‖―No‖quieres‖saber‖sobre‖el‖parto‖en‖este‖momento.
―Quiero‖ decir,‖ ¿ambas‖ estuvieron‖ saludables?‖ ―Pasó‖ su‖ mano‖ por‖ el‖
interior de mi muslo y me miró. Asentí―.‖Eres‖una‖buena‖madre,‖Grace.
―Gracias.‖―¿No‖era‖eso‖lo‖que‖algunas‖veces‖todas‖necesit{bamos‖oír,‖que‖
eres una buena mamá o amiga o hija o esposa?
―¿Fuiste‖feliz?‖―Su‖voz‖temblaba―.‖El‖día‖que‖Ash‖nació,‖¿fuiste‖feliz?
―Fue‖el‖día‖m{s‖feliz‖de‖mi‖vida ―dije‖con‖voz‖ahogada.
Comenzó‖ a‖ llorar‖ en‖ silencio.‖ ―Deseo‖ haber‖ estado‖ allí‖ ―dijo‖ y‖ luego‖ su‖
cuerpo se rompió con intensos y poderosos sollozos mientras enterraba su rostro
en mi estómago.
Lo sostuve, pasando mis manos sobre sus hombros, a través de su cabello.
―Lo‖sé,‖todo‖est{‖bien‖―dije‖una‖y‖otra‖vez,‖pero‖temía‖que‖no‖hubiera‖cura‖para‖
nosotros. Las cicatrices eran demasiado profundas.
―Siento‖ que‖estoy‖ viviendo‖en‖ una‖pesadilla,‖ como‖si‖ hubiera‖ acabado‖de‖
despertar de un coma para descubrir que quince años de mi vida se han ido. Que
todo continuó sin mí. Que me perdí todo.
Seguí sosteniéndolo durante toda la noche y le conté sobre el día en que
nació Ash.
―Est{bamos‖en‖Venecia‖cuando‖rompí‖fuente.‖Me‖llevaron‖al‖hospital‖en‖un‖
taxi acuático. Recuerdo mirar los canales y pensar en ti, con la esperanza de que
estuvieras a salvo. Para esa época el año era inusualmente cálido, tanto que podías
sentir el calor irradiando desde la superficie del agua. Cuando pienso en ese día,
era como si el sol estuviera besando la tierra, como si Dios estuviera anunciando su
presencia.
«Fui afortunada. Mi parto fue fácil, eso dijeron todos. Al principio todo lo
que pude hacer fue mirar con duda su pequeño cuerpo tembloroso, cubierto de
sangre y una cosa blanca mientras se agitaba sobre mi pecho. No podía creer que
tú y yo la hubiéramos hecho. Cuando se calmó y comenzó a lactar, Dan dijo que
era hermosa, que ella y yo éramos hermosas.
―Sé‖ que‖ lo‖ eran‖ ―dijo‖ Matt‖ y‖ entonces‖ suspiró‖ y‖ miró‖ fijamente‖ por‖ la‖
ventana. Quizá lo estaba imaginando y finalmente sintiéndose parte de él.
―Cuando‖ llegamos‖ al‖ hospital‖ no‖ teníamos‖ un‖ nombre‖ para‖ ella.‖ En‖ ese‖
momento Dan era solo un amigo, así que yo tomaba todas las decisiones, aunque
sentía que no tenía idea. Pero de alguna forma, en el hospital, supe qué hacer.
Cuando la vi, no podía pensar en nada más que en nosotros, tú y yo, y en cómo
ella era la evidencia de lo que tuvimos juntos. Después de ese día, nunca miré atrás
a nuestra época en la universidad sin alegría porque tenía a Ash para representarla
por‖mí,‖y‖ella‖era‖perfecta<‖poesía‖en‖movimiento,‖la‖evidencia‖de‖una‖vida‖bien‖
consumida y brillante. Todos sabían por qué la nombré Ash. Tati estuvo furiosa
por un tiempo, te odiaba por no regresar a mí, pero lo superó. Dan entendió.
«Ash fue una bebé consentida durante los primeros meses, y viajábamos
mucho. No fue fácil. Era una mamá primeriza y joven, tratando de resolverlo todo.
Finalmente, regresamos a Nueva York y nos instalamos. Dan insistió en que
viviéramos con él en su casa de piedra rojiza, así que lo hicimos. Fue una bendición
porque le dio a Ash algo de consistencia y estructura, y tenía dos adultos que
cuidaban de ella.
Matt hizo un sonido en su pecho como si esa última frase lo hubiera
lastimado, pero continué.
«La personalidad de Ash siempre sobresalió. Fue una niña de dos años
revoltosa con cabello rubio salvaje y esos dulces y acogedores ojos cafés, como los
tuyos. Muy temprano habló, caminó y se alimentó ella misma.
―Por‖supuesto‖que‖lo‖hizo.
Me‖reí.‖―Sí,‖es‖tu‖hija,‖así‖que‖las‖cosas‖fueron‖f{ciles‖con‖ella.‖Pero‖pronto‖
fue independiente, y pensé menos en lo que significaba su nombre y más en su
personalidad. Ella tiene un alma hermosa, diferente a la tuya y a la mía.
―Sé‖eso.‖Lo‖supe‖en‖el‖momento‖en‖el‖que‖la‖conocí‖―susurró―.‖¿La afectó
mucho la muerte de Dan?
―Fue‖ fuerte,‖ pero‖ sé‖ que fue duro para ella. Él era un papá bueno y
paciente, y lo amaba más que a nada. Fue gratificante el tener un poco de tiempo
para prepararnos. Hicimos un viaje y nos quedamos en una casa en la playa en
Capa Cod por un mes. Allí fue donde murió, escuchando el océano, con Ash y
conmigo a su lado. Pasó sus últimos días sentado en una silla, viéndonos jugar en
la playa. Esa noche, hicimos una fogata y Ash nos leyó historias a la luz del fuego.
Dan‖ parecía‖ feliz,‖ aunque‖ sabía‖ que‖ no‖ le‖ quedaba‖ mucho‖ tiempo.‖ ―Comencé‖ a‖
llorar.
Matt subió a la‖cama‖y‖me‖tomó‖en‖sus‖brazos.‖―No‖te‖detengas.
―Era‖martes‖cuando‖murió,‖justo‖un‖viejo‖y‖aburrido‖martes. Estaba lúcido
en la mañana. Lo trasladamos de su cama de hospital al patio trasero así podría
mirar el agua. Un trabajador del hospital se encontraba allí. Nos envolvimos en
mantas y observamos las olas chocar mientras Dan daba sus últimas respiraciones.
Ash lloró por unos minutos, y eso fue todo. Se acabó. Nunca la vi llorar por ello de
nuevo.
―¿Y‖tú?
―Bueno,‖me‖conoces.‖Todo‖el‖tiempo‖soy‖un‖desastre‖lloroso.
―No‖solías‖serlo.
―Lo‖sé‖―dije‖tranquilamente.
Matt peinó hacia atrás mi cabello y limpió las lágrimas de mis mejillas.
―¿Por‖qué‖no‖tuviste‖m{s‖hijos?
―Pens{bamos‖ que‖ podríamos,‖ pero‖ entonces Dan se enfermó y
simplemente no tuvo sentido. Ash habría sido una buena hermana mayor.
―Sí,‖lo‖habría‖sido‖―dijo‖con‖voz‖somnolienta.
Nos quedamos dormidos en las primeras horas de la mañana. Alrededor de
las once recibí un mensaje de Tati diciendo que Ash y ella irían a almorzar y que
luego la llevaría a casa. En silencio, me escabullí del lugar de Matt y me aseguré de
estar en casa antes de que Ash llegara.
Ninguno de nosotros envió un mensaje o llamó días después de eso.
Vuelve a mí
Traducido por Beluu
Corregido por Laurita PI

Grace
Durante la siguiente semana, Ash tomó la costumbre de hacer planes con su
papá y no contarme. Cuando la regañaba, decía—: Se supone que los padres se
comuniquen entre sí. Incluso los que no están casados.
Esa era Ash, siempre la adulta.
Sabía que Matt y yo no podíamos seguir así, en conflicto y rota. Merecíamos
más del otro, pero no estaba segura de si alguno de nosotros se encontraba listo.
Por fin, una tarde, Matt pasó a recoger a Ash. Respondí la puerta y lo invité a
entrar. Se quedó en la entrada de la cocina, observándome mientras secaba los
platos.
—¿Cómo estás? —preguntó, con algo de formalidad pero sin parecer
incómodo.
—Bien. He estado practicando con la filarmónica luego de clases. En realidad,
pensé en presentarme como su violonchelista, pero tendría que irme por dos
semanas en el verano. No estoy segura de si quiero dejar a Ash durante tanto
tiempo.
—Eso es fantástico, Grace. Podría llevarme a Ash; quizás podríamos planear
un viaje a California para ese entonces.
Ash gritó desde las escaleras—: ¡Dame cinco minutos, papá!
—Está bien—le gritó.
—¿A dónde van a ir? —pregunté sin levantar la mirada.
—Vamos al Met y después a cenar.
Observé el reloj; eran las cinco y cuarto. —Nunca llegarán antes de que cierre.
—Los viernes permanece abierto hasta las nueve.
—Oh, es verdad. —De repente me di cuenta de que manteníamos la
conversación más normal que jamás habíamos tenido; simplemente dos personas
discutiendo los detalles cotidianos de nuestras vidas.
Ash entró en la cocina vistiendo un top que mostraba su ombligo, y mis ojos
se desorbitaron. —Perdona, ¿tienes un suéter para ponerte encima de eso?
Ash puso los ojos en blanco.
—Todo ese asunto de poner los ojos en blanco tiene que parar. Tu mamá
acaba de hacerte una pregunta —dijo Matt con aspereza.
Guau. No había tenido ese tipo de respaldo en un largo tiempo.
—Lo sé, papá, es solo‖que<
—Nop. Ve arriba y ponte un suéter.
Ash hizo una rabieta y dejó la habitación. Matt y yo nos observamos por unos
pocos segundos antes de que se acercara a mí. —Te ves diferente. Pareces más
feliz.
No lo noté antes, pero creo que tenía razón. —Sí, quizás.
—Eres bienvenida a venir con nosotros, si quieres.
—Está bien. Tengo que calificar algunos exámenes.
Por un par de segundos, me miró fijo y luego se encogió de hombros. —De
acuerdo, nos vemos. —Se inclinó y me besó en la mejilla, como lo había hecho un
millón de veces antes.
Una vez que Ash bajó, los seguí hasta la puerta principal y observé mientras
caminaban hacia el subterráneo. Reían<‖y‖sonaba‖como‖música.‖Una‖parte‖de‖mí‖
quería unírseles, pero la otra parte me decía que me quedara. Por mucho que
amaba ver a Matt, y por mucho que amé pasar esa noche en su apartamento, sus
rechazos interminables durante los años, y la manera en que tomó la noticia sobre
Ash, dejaron cicatrices tan profundas que era difícil creer que se encontraba aquí
con nosotras, como siempre deseé.
En realidad, nunca dudé de su amor por mí, pero me asustaba que se
mantuviera a una distancia segura. Necesitaba protegerme a mí misma.
Comenzamos a separar nuestros fines de semana. Ash iba a lo de Matt
durante los viernes o sábados y alternábamos domingos.
La filarmónica de Nueva York oficialmente me ofreció el puesto de
violonchelista por dos semanas, así que pasé mi tiempo lejos de Ash practicando y
preparándome para mi viaje.
Ash terminó su primer año de secundaria con notas fenomenales y recibió un
premio a la excelencia. Tanto Matt como yo fuimos a la ceremonia, y él sonrió
durante todo el tiempo, como el padre orgulloso que era. Cuando dejamos el
auditorio ese día, me abrazó por un largo rato y susurró—: Lo hiciste bien. Gracias.
Estoy tan orgulloso de mis chicas.
Mi corazón dolió por sus palabras. No sabía si alguien me había dicho alguna
vez que se sentía orgulloso de mí, pero no había nadie más en el mundo de quien
quisiera oír esas palabras que de él.
El verano comenzó y sabía que Ash se aburriría, por lo que la anoté en un
taller de verano de fotografía. Tan pronto como Matt se enteró, también se anotó.
Sabía que él podría haber dado la clase, pero simplemente quería pasar tiempo con
su hija. Ash me dijo que una vez que sus compañeros descubrieron quién era, se
convirtió en una estrella para todos, incluyendo al instructor. Me dijo que estaba
experimentando con un estilo más artístico que el estilo de documental que lo hizo
famoso.
Era extraño cómo Matt y yo estábamos encontrándonos a nosotros mismos de
nuevo; era como si estuviéramos retomándolo desde donde lo dejamos, ambos
explorando nuestras pasiones con energía renovada. Una parte de mí sentía que
como que estaba viviendo la vida que se suponía que debía vivir. El único
problema era que Matt y yo no lo hacíamos exactamente juntos. Íbamos por
caminos paralelos.
Una noche, Ash parecía deprimida.
—¿Qué sucede, cariño? —pregunté.
—Nada —dijo en un tono de voz llano.
—Háblame. —Me senté a su lado en su cama.
—Papá me dijo que le ofrecieron un empleo en Singapur para National
Geographic. Se supone que se mude en otoño.
Mis ojos se abrieron con la sorpresa. —¿Qué? ¿Cuándo te dijo eso? —No
podía imaginar a Matt yéndose ahora que Ash y él se habían vuelto tan cercanos, y
al fin, todos curábamos nuestra heridas.
Comenzó a llorar. —Hace mucho tiempo. Justo cuando nos conocimos, pero
ahora la idea me pone triste.
—¿Qué?‖ Ni‖ siquiera‖ puedo<‖ cuando<‖ —Apenas sabía cómo responder—.
Hablaré con él.
Se secó las lágrimas y se puso de pie. —Estoy tan cansada de ustedes dos
bailando alrededor del otro como si se encontraran en secundaria. Creo que tengo
amigos con relaciones más maduras que ustedes dos.
—Es suficiente —dije de manera tajante.
Dio un pisotón. —No, estoy cansada. Ustedes necesitan un empujón.
—Ash, no te corresponde decidirlo.
—Bueno, quizás si pudieras superarlo, papá no se iría.
Corrió por el vestíbulo al baño y dio un portazo.
—¡Ash, vuelve!
Caminé hasta el baño y golpeé la puerta, pero no abrió. Después de un par de
minutos, me rendí y me dirigí a mi propia habitación. Estaba enojada. Molesta.
Confundida. ¿De verdad se iría? ¿Cómo demonios podía hacernos esto? ¿A mí?
En algún momento, escuché a Ash salir del baño e ir a su habitación. Cuando
fui a chequearla una hora después, dormía profundamente.
Llamé a Tati y le pedí si podía venir.
—Son las diez —dijo de manera rotunda.
—Necesito ir a casa de Matt y no sé cuánto tiempo me quedaré.
—¿No puedes simplemente llamarlo?
—No, porque necesito golpearlo en la cara.
—Oh, Jesús. ¿Qué sucedió ahora?
—Ash dijo que es posible que acepte un trabajo en Singapur. Acabamos de
pelear en grande por ello, y no sé qué demonios hacer. Simplemente ven, por
favor.
—Lo entiendo. Estaré allí en veinte minutos.
Luego de que Tati llegó a mi casa, caminé bastantes cuadras hasta la casa de
Matt, rabiando de ira. Toqué el timbre una y otra vez.
—¿Sí? —dijo Matt por el altavoz.
—Soy la madre de tu hija. Déjame entrar.
Lo oí reír. —Pasa.
Cuando llegué al apartamento, abrió la puerta ampliamente, sonriendo. —
Gracie.
—No me digas Gracie, bastardo. —Lo empujé para pasar, tiré mi bolso y me
crucé de brazos. Lucía asustado—. ¿Qué demonios, Matt? ¿Qué está mal contigo?
Se inclinó contra la pared, probablemente para alejarse tanto de mí como
fuera posible. —¿De qué hablas?
—Nuestra pobre hija estuvo llorando esta noche porque le dijiste que vas a
mudarte a Singapur.‖¿Es‖verdad?‖Porque‖si‖lo‖es<
—Grace, detente. Escúchame. —Parecía que buscaba en su mente—. Le
mencioné que conseguí una oferta de trabajo hace mucho tiempo, cuando apenas
nos conocíamos.
—¿Y bien?
—Le dije a mi jefe que no podía tomarla.
Estreché mis ojos hacia él. —¿Cuándo?
—Luego de esa noche que viniste aquí. De cualquier manera, nunca me
habría ido; estaba en un aturdimiento. Solicité un trabajo de campo antes de
reconectar contigo y conocer a Ash. —Era sincero, estaba rogando—. Me siento
mal porque ella haya estado cargando con eso.
—Sí, bueno, los niños hacen eso.
Se acercó a mí, tomó mis manos y las sostuvo entre nosotros. —Todavía estoy
aprendiendo, Grace.
Bajé la mirada y sacudí mi cabeza. —Lo sé, lo siento. Exageré. Es sólo que ella
estaba‖tan‖triste.‖No‖podía‖simplemente‖observarla‖pasar‖por‖lo‖que‖yo‖pasé<
Sus ojos parecían embrujados. —Nunca las dejaré. Tienes que creerme, Grace.
Debes hacerlo.
Lo observé detenidamente. —Haz que te crea.
Pasó su pulgar por mi labio. —Lo haré, incluso si me toma para siempre. —Y
luego sus labios se encontraron con los míos, estábamos en esto juntos, alejándonos
del pasado y corriendo al futuro.
Nuestro momento

Traducido por Fany Keaton


Corregido por Vane Farrow

Grace
Matt, Ash, y yo cenamos juntos todas las noches durante las siguientes
semanas. Las cosas finalmente comenzaban a sentirse bien.
El viernes de esa semana, me encontré a Matt esperando por mí frente al
portón de la escuela. Ash me había dicho que me vistiera muy bien esa mañana, y
pude notar que le dio la misma orden a Matt. No sabía lo que pasaba, pero decidí
que seguiría la corriente.
—¿Qué haces aquí?
Sonrió y luego se inclinó para besar mi mejilla. —Encantado de verte,
Gracie. Creo que nuestra hija tiene algo planeado para nosotros.
—Por supuesto que lo tiene. —Vestía unos pantalones de salir y una camisa
de botones. Bajé la mirada a sus brillantes Converse negros. Eso era lo más
elegante que había visto a Matt.
—Te ves bien —le dije.
Sus ojos notaron mi vestido casual florido y sandalias. —Tú también. Luces
preciosa.
Sonreí. —Entonces, ¿de qué piensas que sea todo esto?
—No tengo idea. —Extendió un brazo hacia mí—. ¿Nos vamos?
—¿Cómo sabes a dónde ir?
—Ash me dijo que te encontrara aquí en el portón y te escoltara al auditorio.
Asentí. —Vamos.
Dentro del auditorio, encontramos a Ash, Tati y mis estudiantes de la
orquestra esperando por nosotros, junto a varios rostros familiares de la
Filarmónica. Con excepción de Ash, todos se encontraban acomodados en los
asientos con sus instrumentos, como si estuvieran a punto de tocar.
Ash llegó saltando hacia nosotros. —Pensé que podríamos divertirnos un
poco hoy. Todos nosotros.
Los saludé a todos. —¿Arreglaste todo esto?
—Tuve ayuda.
Tati se acercó a nosotros y sentí mi garganta apretarse de la emoción. —
¿Están listos para esto? Su hija ha trabajado muy duro para planear algo especial
para ustedes el día de hoy. Vengan y tomen asiento.
Nos sentamos en las dos sillas de invitados establecidas frente a nuestra
propia orquestra privada. Tati era la directora de orquesta, lo que encontré
entretenido. Matt tomó mi mano cuando la música comenzó. Lo supe desde la
primera nota. —Hallelujah. —Apretó mi mano y la sujetó durante toda la canción.
Al final, me puse de pie emocionada y aplaudí como una loca, gritando—:
¡Bravo! —Matt silbó y aplaudió y luego Ash vino corriendo hacia nosotros de
nuevo.
—¿No fue increíble? —dijo.
—Oh, Ash, gracias, cariño. Eso fue muy amable de tu parte.
—Espera, todavía no se ha acabado; este es solo el principio. —Nos dio un
sobre de papel manila. Lo abrí y saqué una foto de ocho por diez en blanco y negro
de Matt y yo en la universidad. Nos encontrábamos en la sala de los dormitorios.
Tati la tomó, y lo recordaba vívidamente. —Lean la parte posterior —dice Ash.
Matt se colocó detrás de mí y miró mientras la volteaba, ambos leímos las
líneas en voz alta:
“Aleluya, se encontraron aquí el uno al otro…. Ahora vayan al primer lugar en
donde se conocieron, justo antes del último año de universidad.
Tati llegó por detrás de Ash. —Dennos una ventaja de diez minutos —dijo.
Matt se rió. —De acuerdo, las veremos allá.
Nos despedimos de los músicos y le agradecimos por la hermosa
presentación. Después de que Ash y Tati tomaron un taxi, Matt tomó mi mano en
la suya. —¿Quieres caminar?
—Sí.
Era un día cálido y soleado. El vecindario se sentía más relajado de lo
habitual. Matt movió nuestras manos mientras caminábamos por la calle. Cuando
llegamos al dormitorio de estudiantes, el momento se sentía surrealista y muy
nostálgico. El edificio se veía diferente pero se sentía igual. Tati y Ash se
encontraban de pie en las escaleras. —¡Vamos! —gritó Tati.
En el tercer piso, miré mi antigua habitación. Se encontraba vacía a
excepción de mi chelo, apoyado en una silla cerca de la ventana. Miré a Ash y ella
sonrió. —Toca para papá, mamá. —Le entregó a Matt una vieja cámara que
reconocí de la universidad—. Está cargada y lista para ustedes.
Él sonrió. —Gracias, Ash.
—De acuerdo, ustedes dos, hay un sobre para ustedes en el alféizar de la
ventana —dijo Tati.
—¿Cómo hicieron para poder entrar a esta habitación? —pregunté.
—Le dijimos al supervisor de residencias de piso de verano su historia y nos
dio la llave. De todos modos es verano y nadie lo va a usar —dijo Ash, riéndose.
—¿Cuánto tiempo tenemos? —preguntó Matt.
—Lleguen a la próxima locación dentro de una hora. —Se inclinó de
puntillas y besó a su papá en la mejilla y luego se giró hacia mí—. Diviértanse,
chicos.
Después que se fueron, Matt cerró la puerta detrás de nosotros. Casi de
inmediato, escuché el obturador de la cámara haciendo clic mientras me
fotografiaba de espaldas. Fui hacia el chelo y me senté. —¿Alguna petición?
Alejó la cámara de su rostro. —¿ Fake Plastic Trees?
—¿Lo recuerdas?
—¿Cómo podría olvidarlo? —Su mirada era pesada. Había calidez y deseo
en sus ojos, pero también un poco de arrepentimiento que sabía que nunca se iría.
También lo sentía, especialmente en esta habitación.
Toqué la canción bastante difícil, alternando entre vibrato y el arco. Matt
dejó de fotografiarme y solo observó con asombro. Cuando la canción acabó, miré
su rostro sonriente. —¿Dejaste de tomar fotos?
—Algunas cosas son mejores mantenerlas aquí arriba. —Tocó el costado de
su cabeza.
—Estoy de acuerdo —susurré.
Estuvo a mi lado en dos zancadas. Mientras me ponía de pie, sujetó mi
rostro y me besó con fuerza. Nos alejamos solo por un segundo. Matt colocó la
cámara en el alféizar de la ventana y presionó el disparador. El temporizador se
hallaba encendido cuando regresó a besarme, haciendo clic y abriendo y cerrando,
capturando el momento.
Sus manos se deslizaron bajo mi vestido, y antes de que lo supiera me
quitaba las bragas. —Quítate esto —dijo, con la voz entrecortada.
—No hay cama aquí.
—Eso nunca nos detuvo antes.
Me quité las bragas y las pateé a un lado. El cinturón de Matt ya estaba
suelto cuando volví a levantar la mirada. Me levantó y me colocó a horcadas sobre
él en la silla. Estuvo dentro de mí en dos sin segundos sin romper el beso.
—Te amo, Gracie. —Su voz era tan suave cerca de mi oído que
prácticamente me deshice en los primeros momentos. Me dijo que me amaba pero
ya lo sabía. Nos movimos lento y gentilmente y fue suficiente. Nuestros gemidos
eran suaves y relajantes, y no quería que se acabara. Después de ellos nos
abrazamos por un largo tiempo.
Dentro del sobre en la ventana había una foto. Era una vieja fotografía a
color de Matt y yo en pijamas, con el tráfico borroso detrás de nosotros. —Esto es
genial. Nunca la había visto.
—Acababa de revelarla cuando nos volvimos a poner en contacto. Gírala,
veamos la pista.
Vayan una cuadra al este de la Avenida State.
Y luego tres más hacia el sur.
A un pedacito de cielo.
Dejamos los dormitorios con grandes sonrisas en nuestros rostros. —Dios,
espero‖que‖Ash‖no‖piense‖que‖nosotros<.‖—empecé a decir.
—Sinceramente, Grace, ella como que lo planeó.
—No para eso.
—Bueno, no tenemos que decirle todo.
A la mitad de la cuadra, me detuve. —¿Honestidad completa?
—Siempre.
Bajé la mirada a mis pies. —Casi me hice un aborto.
Me miró fijamente. —¿Qué te detuvo?
—No podía hacerlo. —Mis ojos comenzaron a aguarse.
—Por favor, no llores. Este es un día muy feliz, el más feliz en un buen
tiempo. —Me besó.
—Lo sé. Simplemente estoy tan contenta de que tomé la decisión correcta.
—Yo también —dijo en voz abaja, mientras me abrazaba en el calle.
Encontramos a Ash y Tati de pie fuera del edificio. —Vamos, esto es genial
—gritó Ash.
Entramos, y al entrar nos dimos cuenta de que era una galería, con un
hombre de pie en un traje. Tati lo presentó como el dueño. —Accedió a que Ash
colocara estas fotos, y le gustaron tanto que quiera hacer una presentación dentro
de dos meses.
Miré alrededor, aturdida. Todas eran fotos de Matt y yo en grande y
montadas. La primera era una foto a color de mí tocando el chelo en mi antigua
habitación, una‖ fotografía‖ que‖ no‖ vi‖ antes.‖ La‖ etiqueta‖ del‖ título‖ decía‖ “Grace‖ A‖
Color”.‖Comencé‖a‖llorar,‖grandes‖l{grimas‖de‖felicidad.
—Son hermosas.‖Dios,‖Ash<‖—Matt estaba emocional; apenas podía hablar.
Ambos la abrazamos mientras caminamos por la galería, mirando los
recuerdos, admirando el talento de Matt y viendo su reacción a las fotos, cada una
de ellas preciadas para él. No tomó mucho tiempo para que todos, incluyendo a
Tati, lloráramos.
Amontonados cerca de la puerta, Ash dijo—: Hay un lugar más. Tengo que
ir primero, así que denme unos minutos.
—¿Ninguna pista?
—No, esta es una sorpresa —dijo Ash.
Todos nos abrazamos y luego Tati y Ash caminaron a un taxi. Justo antes de
que Ash se subiera, nos dijo—: ¡No más llantos, chicos!
—¡De acuerdo, niña! —le gritó Matt de regreso.
Una vez que Ash se fue, Tati caminó hacia nosotros y puso las manos en su
cintura. —Escuchen. Esa pequeña niña ha estado planeando esto por un largo
tiempo. Le dije que no era una buena idea y me prometió que si las cosas no salían
de la manera en la que quería, no saldría con el corazón roto.
—¿Qué es, Tati?
—Le dije que no se los diría. —Volvió su atención hacia Matt—. Ahora, no
sé qué pasará con su pequeña familia rara, pero tengo algo que decirte
personalmente. ¿Viste lo buena que soy con un arco, no? —Él asintió, con una
sonrisa divertida en su rostro—. Voy a empujar esa cosa tanto por dónde tú ya
sabes, mi amigo, si lastimas a una de mis chicas.
De inmediato, echó los brazos alrededor de sus hombros y la atrajo en un
abrazo. —Nunca lo haría. También son mis chicas.
Se alejaron y Tati señaló un taxi detrás de ella. —Él sabe dónde llevarlos.
Vayan a buscar a su hija.
En la parte trasera del taxi, Matt y yo nos agarramos las manos. No creo que
alguno de nosotros se esperara que se detuviera frente al Ayuntamiento, pero ahí
es donde terminamos. —¿Cómo lo supo? —preguntó Matt.
—Tati debió decirle. Mira, allí está.
Ash se hallaba sentada en las escaleras, esperándonos. —Muchacha lista —
dijo Matt.
—Nuestra chica lista.
—Bueno, Gracie, ¿tienes ganas de hacer algo loco?
—Siempre. Pero antes de que salgamos, necesito saber si es por ella o por
nosotros. Lo haré de todas maneras, pero necesito saber.
Tomó mi mano entre las suyas. —Graceland Marie Starr-Shore-Porter,
cualquier que sea tu nombre, mi vida no era real sin ti. Era solo una serie de días
todos atorados por un montón de remordimientos. Pero entonces te tuve de vuelta.
Esta vez en el momento correcto, lo prometo; este es nuestro momento. Eres el
amor de mi vida. Jodidamente te amo, Gracie. Siempre te he amado. Te amé
incluso cuando no estuve contigo, y antes de eso, y justo ahora. ¿Te casarías
conmigo?
—Claro que sí —susurré. Tomé su rostro en mis manos y lo besé—.
Vayamos y hagámosle un espectáculo.
Me sacó del taxi y nos paramos tomados de la mano, mirando a Ash. —
Niña, ¿de qué se trata todo esto?
Se puso de pie y agitó los brazos. —Vamos, chicos. Sabes que sería una
mejor testigo que Gary Busey.
Matt me miró con las cejas arqueadas. —No huele a salami. —Se encogió de
hombros.
—“Ella‖ no‖ huele‖ a‖ salami” pasará a la historia como la propuesta más
extraña de matrimonio —dije.
—Graceland, ¿me llamas raro?
—Sip, es lo que me gusta de ti.
Ash bajó los escalones y se detuvo cerca de nosotros. Sonreía de oreja a
oreja.
—Debería hacer esto bien —dijo Matt. Se puso de rodillas y tomó mi mano
entre las suyas—. Grace, te amo y tú me amas. Ahora, esta vez, ¿te casarás
conmigo esta vez para siempre?
—Sí. Para siempre.
Ash

Traducido por Vane Farrow


Corregido por Daniela Agrafojo

Mis padres fueron casados por el juez de paz conmigo como su testigo. En
quince años, nunca vi a mamá lucir tan llena de vida, amor y felicidad como ese
día. No puedo imaginar lo que habría pasado si nunca se hubieran visto en el
metro. ¿Habrían seguido adelante con sus vidas solitarias, viviendo como dos
mitades de un corazón, fuera de su alcance el uno del otro? ¿Quién sabe? Todo lo
que sé es que me alegro de que se encontraran de nuevo.
Ese verano, terminamos yendo a Europa con la Filarmónica de Nueva York y
luego a California. Fueron como unas grandiosas vacaciones/luna de miel en
familia. Después de que regresamos, papá se mudó con nosotras. Mis padres eran
como adolescentes enamorados, con sus rostros unidos todo el tiempo. Cuando les
rodaba los ojos, papá se reía y mamá se quejaba de que se lo merecían, que solo
recuperaban el tiempo perdido. Me gustaba hacerles pasar un mal rato. En
realidad, era genial saber que mi mamá y mi papá se gustaban tanto.
Papá mantuvo su loft a pocas cuadras de distancia y lo convirtió en un
estudio de arte/oficina. Lo llamábamos el Louvre. A mamá le encantaba vernos
trabajar en el estudio, y ponía música o nos llevaba comida cuando no se hallaba
enseñando.
Me convertí en una hermana mayor un año después de que se casaran.
Finalmente, otra persona para soportar la carga. En realidad, como que adoro a mi
hermanito. Leo. Es solo un bebé, así que, ¿qué tan malo puede ser?
Sé que mamá y papá cometieron errores y que perdieron la comunicación,
pero de alguna manera me siento afortunada por eso. ¿Quién sabe lo que podría
haber sido si todo hubiera salido a la perfección para ellos? Sé que conseguí dos
papás impresionantes que me amaban como locos, y llegué a ver a mis propios
padres enamorarse. ¿Cuántas personas pueden decir eso?

Fin
Sobre el autor
Renée Carlino es guionista y autora más vendida de
novelas románticas para mujeres y ficción new adult. Vive
en el sur de California con su esposo y sus dos hijos.
Cuando no se encuentra en la playa con sus hijos o
trabajando en su próximo proyecto, le gusta pasar el
tiempo leyendo, yendo a conciertos y comiendo chocolate
negro.

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