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3er cuatrimestre
La fase oral
Edad: de 0 a 1 año
Zona erógena: boca
Edad: de 3 a 6 años
Zona erógena: Genitales
Durante la etapa fálica, el enfoque principal de la libido se centra en
los genitales. A esta edad los niños empiezan a descubrir las
diferencias entre hombres y mujeres.
Freud creía que los niños comienzan a ver a sus padres como un rival
por el afecto de la madre. El complejo de Edipo describe estos
sentimientos de querer poseer la madre y el deseo de reemplazar al padre. Sin
embargo, el niño también teme que será castigado por el padre por estos
sentimientos, a este miedo Freud lo llamó la angustia de castración.
El término complejo de Electra se ha utilizado para describir estas mismas
sensaciones experimentadas por las niñas. Freud, sin embargo, creía que las niñas
por su parte experimentan la envidia del pene.
Con el tiempo, el niño varón comienza a identificar el padre del mismo sexo como
un medio para poseer indirectamente a la madre. Para las niñas, sin embargo, Freud
creía que la envidia del pene nunca se resuelve totalmente y que todas las mujeres
siguen teniendo una fijación en esta etapa. Psicólogos como Karen
Horney discrepaba con esta teoría, que calificó de inexacta y degradante para la
mujer. En su lugar, Horney propuso que los hombres experimentan sentimientos de
inferioridad porque no pueden dar a luz a los niños, un concepto que se denomina
la envidia vientre.
Período de latencia
Edades: 6 a 12 años
Zona erógena: ninguna (sentimientos sexuales inactivos)
Durante el período de latencia los intereses de la libido son
suprimidos temporalmente.
En ella argumenta que, desde el nacimiento hasta la vejez, pasamos por ocho
conflictos que permiten el desarrollo psicosocial y personal. Cuando nos
enfrentamos al conflicto y lo resolvemos satisfactoriamente «crecemos
mentalmente». Sin embargo, si no logramos superar estos conflictos, es posible que
no fomentemos las habilidades necesarias para afrontar lo que viene en un futuro.
Etapa 1. Confianza versus desconfianza (0 – 18 meses de edad)
Durante esta fase el bebé crea confianza hacia su entorno y sus padres. Esta va a
depender del vínculo que construya con ellos, sobre todo con la madre, ya que suele
ser con la que más tiempo pasa el niño.
Esto es lo que se conoce como “vínculo del apego” y va a determinar el desarrollo
psicosocial del niño a lo largo de su vida. Si los padres no le ofrecen un entorno
seguro y no satisfacen sus necesidades básicas y afectivas, el menor crecerá entre
sentimientos de frustración y sospecha, así como sin esperar nada de los demás, ni
del mundo.
Etapa 2. Autonomía versus vergüenza y duda. (18 meses – 3 años)
Esta es la etapa en la que crece el interés por todo lo que le rodea y por relacionarse
con sus iguales. El juego adquiere una gran importancia y a través de él explorará
sus habilidades y capacidades. Los niños sienten curiosidad por absolutamente
todo. Todo lo tocan, lo miran y lo tratan como un juguete, así que aquí aparecen las
típicas roturas de jarrones, pintadas en la pared y demás ingeniosidades que
muchas veces cuesta creer cómo pueden aparecer en mentes tan jóvenes.
La culpa es buena, en el sentido de que sirve para reconocer que algo se ha hecho
mal, sin embargo, este sentimiento en exceso es uno de los mayores nutrientes del
miedo.
El entorno y la vida social empiezan a dejar de ser tan importantes, durante estas
edades se empiezan a trazar ciertas líneas invisibles sobre aspectos que la persona
ya no está dispuesta a sacrificar por agradar al resto. Se priorizan las relaciones
más íntimas que requieren un compromiso mutuo.
Etapa 7. Generatividad versus estancamiento (40 – 60 años)
Implicaciones Éticas
El experimento con el pequeño Albert abrió el debate sobre la ética a la hora de
experimentar con seres humanos, contribuyendo al establecimiento de límites para
este tipo de experimentos.
Se dice que el pequeño Albert quedó condicionado respecto a las ratas durante toda
su vida, ya que el niño Albert era huérfano y lo adoptaron. Por tanto no se sabe con
certeza que ocurrió en su caso.