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Temas de Psicología/lO

Colección dirigida por César Coll y Fernando Gabucio


Félix Vázquez

l. M.Romo, Psicología de la creatividad


2.
3.
M' J. Rodrigo y J. Arnay (comps.), La construcción del conocimiento escolar
R.P.Abelson, La estadística razonada: reglas y principios
La memoria
4.
5.
J. Potter, La representación de la realidad
M. Moreno Marirnón, G. Sastre, M. Bovel y A. Leal, Conocimiento y cambio
como acción social
6. C. Rodríguez y Ch. Moro, El mágico número tres
7. J. A. Garcia Madruga y otros, Comprensión lectora y memoria operativa
8. A. Eslany, Vida, muerte y resurrección de la conciencia
9. E. Grada y G. Musilu, Psicología social de la familia Relaciones,
10. F.Vázquez, La memoria corno acción social significados e imaginario
z

Ao meu pai in memoriam ,


a miña mai
e ao meu irmau

Cubierta de Ferran Cartes y Montse Plass


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20 I La memoria como acción social Introducción I 21

En este instante, mi posición es la de encontrarme en tierra de nadie. Pero, en suscsndo una metáfora en la literatura
este caso, nadie no es un pronombre indefinido, no se refiere a ninguna persona
sino al territorio en el que se autorizan o desautorizan los discursos, en cuyo espa: De argumentar, de justificar ... del lenguaje se trata, de su carácter formativo y
cio no se manifiestan las personas, sino las palabras y las disciplinas. Debo acredi_ d la virtualidad que tiene para crear realidades. Por ello no me resistiré ~k!~>.... ~
tar si mi discurso es valleinclaniano o es bartlettiano. Podría hacer una declaración e ¡ón de establecer una analogía entre la literatura y la memoria. Más coHtte'Fa- ~Y -
C
de principios y alinearme en uno de los dos. Sin embargo, no es éste mi deseo ta ente, entre una o brara literaria
terana yv laa memona.
memori
Pero, aunque lo fuese, creo que tampoco sería posible. En efecto, si la observació~ m Habitualmente se define el conocimiento científico como aquel que trata de
de Michel Foucault es adecuada, existe un tipo de procedimientos de control de dar cuenta, adecuada y cabalmente, de la realidad. O dicho de otra manera, la fun-
discursos que tratan de «...determinar las condiciones de su utilización, de impo- ción del conocimiento científico es representar correctamente la realidad, distan-
ner a los individuos que los dicen un cierto número de reglas y no permitir de esta ciándose de cualquier condicionamiento ideológico, afectivo o axiológico. En
forma el acceso a ellos, a todo el mundo. Enrarecimiento, esta vez, de los sujetos contraposición, se ha presentado a la literatura (la novela, la poesía o el teatro)
que hablan: nadie entrará en el orden del discurso si no satisface ciertas exigencias como medio idóneo para la representación de emociones, pasiones y otras circuns-
o si no está, de entrada, calificado para hacerla» (Foucault, 1970, pág. 32). En esto tlJnciashumanas. En mi opinión, ambas categorizaciones carecen de sentido. De
deviene, de algún modo, el arduo proceso de elaboración y escritura de un libro: manera sumaria puede decirse que ni la ciencia está tan desprovista de ideología,
intentar franquear la entrada que permita la incorporación al orden del discurso. valores, creencias y pasiones como tampoco la literatura los contiene como ele-
Hay efectos no previstos en el proceso de reflexión y análisis que conduce a la mentos constitutivos que le confieran su identidad. No obstante, incurriría en un
escritura de un texto. Mi interés por el estudio de la construcción de la memoria exceso uniformizador si tratase de equiparar o igualar ambos discursos; aunque,
y el deseo de compartir mis argumentos a través de la escritura, me han converti- conviene precisarlo, las diferencias no radican en la verdad o autenticidad que se
do en autor. Etimológicamente, un autor o autora es un! a creador/a, es ellla res- comunica con cada uno, sino en la utilización de toda una gama de procedimien-
ponsable o el/la causante de una obra. Pero también, no debemos olvidarlo, el/la tos retóricos que los singularizan y, sobre todo, en los efectos que mediante esta
ejecutor/a de un delito. No es una prevención el recurrir a la etimología para cla- utilización consiguen producir.
rificar el concepto. Más bien al contrario: sé que debo asumir que, de algún modo, Entre las características diferenciales de 10 que convencionalmente se denomi-
con mi trabajo, con el conocimiento que he elaborado, contribuyo no sólo a la cre- na literatura, destaca la utilización inhabitual o inusual del lenguaje y el aprove-
ación de una realidad social mediante la producción y reproducción del saber sino chamiento de las posibilidades formativas que éste permite. Mediante el lenguaje,
que, asimismo, contribuyo a la sofisticación de los dispositivos de poder. Si bien no sólo se pueden crear y recrear mundos verosímiles, reales, posibles e imposibles,
es cierto que mi pretensión es cuestionar determinadas versiones de la realidad, no sino que, precisamente, es mediante la literatura como mejor se pone de manifies-
soy menos responsable, no soy menos autor. to el funcionamiento y las operaciones que permiten las prácticas comunicativas
Huyendo de toda pretenciosidad, engreimiento y clasismo, sé que no soy cual- «en la realidad» (por ejemplo, a través de la creación de la referencialidad, elabora-
quier persona. Sé que se me permite el acceso a esta región del discurso porque se ción de sentido, la producción de efectos de verdad, etc.) dejando al descubierto
supone que soy un psicólogo social. También sé que mi único aval es mi declara- cómo se construyen las formas y cómo funcionan las consideradas producciones na-
ción: soy psicólogo social porque con mis prácticas hago Psicología social. Pero ¿qué turales. La literatura puede descansar sobre la ficción y/o sobre la realidad, puede
implican estas prácticas? Sería demasiado prolijo dar una respuesta a esta cues- h r ficción o puede ser realidad: poco importa. La utilización que del lenguaje se
tión. Creo que la mejor manera de hacerla es que el lector o la lectora trate de ace en la literatura puede intentar tratar de crear una representación exacta y/o
componer por sí mismo/ a una respuesta tras el recorrido o recorridos que pueda :~xima~a de la realidad, o puede prescindir de esta pretensión, pero favorece el
o quiera hacer a través del texto. ( Slonamlento entre discursos y, eventualmente, puede colaborar en la ruptura
Sin embargo, ser psicólogo social no significa, para mí, marcar distancias entre baUOque,en ocasiones, no sea más que otra forma de contribuir) de las certidum-
~asociedad y mi trabajo. Más bien al contrario. Si se me pide que prescinda, por unos res de la convención a través de la creación de otros mundos, de otras realidades ...
Instantes o cuando realizo mi labor, de mis valores, de mis creencias, de mi ideología, h Con independencia de los argumentos que contiene y las lecturas que puedan
que, en definitiva, me aleje de las relaciones humanas, debería concluir aquí, o bien acerse1R ' ayuet«l'
me sugiere una gran sim . ili
tu d aa cé
como se desarro 11
a, se desen-
obrar recurriendo a esas otras estrategias que también nos configuran como genui-
namente humanos: la desobediencia, la indisciplina, la resistenca, el antagonismo." 1. Estoy en deuda con la edición y la introducción que ha hecho Andrés Amorós de esta novela.
22 I La memoria como acción social Introducción I 23

vuelve, se organiza y funciona la memoria. Admito que desde hace muchos años sobre el pasado, sino que se justifica cómo se construye, cuáles son las claves para
Julio Cortázar me tiene incondicionalmente fascinado. Creo que fue a mediados interpretarlo, cómo debe entenderse y cuáles son las credenciales que avalan su ve-
de los setenta cuando descubrí Rayuela y, desde entonces, es una de las novelas rosimilitud.
que más veces he leído y que más veces he regalado, persiguiendo poder compar- En los capítulos prescindibles de la obra es donde Julio Cortázar explica lo que
tir emociones, conocimientos y prolongar las conversaciones con mis amigos/as hace, pero también incorpora extractos, citas, poemas, anotaciones de las obras de
más allá de los habituales encuentros. Con frecuencia, releo sus páginas y, a pesar otros/as autores/as o de noticias de periódicos. Estos capítulos no son, en modo
de ello, siempre acaba sorprendiéndome. alguno, un cajón de sastre donde todo cabe. Forman parte del discurso, de la obra
Incluso he llegado a pensar que esta novela sería un estupendo manual de Psi- y contribuyen a la generación de un contexto. No son retazos, sino que, al igual
cología social o una excelente introducción al estudio de la metodología cualitati- que la memoria, son elementos que ayudan a dar sentido y a construir con mate-
va. Sin embargo, debo reconocerlo, hasta este momento nunca se me había ocu- riales variados un discurso y una composición.
rrido asociarla con la memoria." Uno de los argumentos permanentemente presentes en Rayuela son las para-
¿Por qué establezco ahora esta analogía? Las razones son múltiples e intenta- dojas de la realidad: el encuentro confrontado de perspectivas diferentes. Situa-
ré exponerlas con el máximo de brevedad, casi telegráficamente, porque ilustran ción común y familiar a todo proceso social, como muy bien nos han mostrado
lo que intentaré desarrollar en las próximas secciones. Michael Billig y Susan Condor, Derek Edwards, Mike Gane, David Middleton y
Rayuela es una novela explícitamente intertextual,' tanto en sus contenidos Alan Radley (1988) y que adquiere especial relevancia cuando de lo que se trata es
como en su estructura formal. Las referencias directas e indirectas a otras obras, de la multiplicidad de versiones que puede adquirir un mismo acontecimiento re-
la diversidad temática, las relaciones y vinculaciones entre los asuntos que in- ferido a la memoria. En efecto, múltiples versiones en las que las relaciones socia-
corpora, etc., así lo dejan patente. Pero además, lo es por su estructuración les y la pericia en el uso del lenguaje son determinantes para hacer buena memoria.
~. r: como obra abierta, en la que Julio Cortázar opta por seguir un orden surgiendo El lenguaje y las diversas formas de discurso; sus componentes retóricos y litera-
11 ""x; rios.
~c, del caos que obliga al lector/a a comprometerse en y con la lectura, a tomar par-
o", activa. Asimismo, es notable el margen de indeterminación, la permanente in- Rayuela es una celebración del lenguaje y de su utilización, de su invención
~,1 /, • a sobre qué acontecerá, no únicamente en lo que se refiere a la evolución constante. Pero también es una invención en otro sentido. En efecto, Julio Cor-
'~-I._ acontecimientos, sino al papel que el/la lector/a (¿interlocutor/a?) tiene tázar inventa un lenguaje, el glíglico, donde lo relevante no es lo que se dice, sino
~ ra.4 cómo se dice. El glíglico es una invención y una burla sobre la utilización del len-
Pero es intertextual por otras razones. Además de desarrollar un argumento y guaje, que permite descubrir muchos aspectos respecto al discurso, a las rela-
producir una novela, Rayuela es una reflexión de cómo Julio Cortázar va escri- ciones y a los efectos del lenguaje. Lo relevante es la participación del lector/a
biendo la obra. Con otras palabras, explica lo que hace y lo hace. Como la memo- en la interpretación. Utilizando un escrito corriente introduce palabras imagi-
ria, en la que no sólo se compone una narración o se establece una conversación narias.'

2. Confío en que esta asociación no sea el resultado de un delirio producto de una fijación obsesi-
va con el tema. 5. Esto es un ejemplo del glíglico: «Apenas él le amalaba e! noema, a ella se le agolpaba e! clémiso
3. Julio Cortázar no comenzó a escribir la novela por e! primer capítulo, sino por e! 41. Asimismo, i;ían e~ hidromurias, en salvajes amboni~s, en sust~os exasperan~es. Cada vez que él procuraba re-
fue a partir de! capítulo 62 de Rayuelo que escribió Modelo para armar. ar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tema que envulsionarse de cara al nó-
4. La novela está dividida en dos partes (según Julio Cortázar, la novela son muchos libros, pero, ~alo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo,
sobre todo, son dos). La primera parte está conformada por los capítulos 1 al 56 (<<De!lado de allá») y .asta quedar tendido como e! trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de ea-
se lee conservando el orden de los capítulos, establecido de la forma correlativa habitual. La segunda ~:~oncia. y sin e~bargo era ap~nas e! principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los
parte, se inicia en e! capítulo 73 y, siguiendo un tablero de dirección y/o la numeración que figura al fi- al gallOS, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfe!unios. Apenas se entreplumaban,
nal de cada capítulo, permite organizar un orden de lectura que incluye capítulos nuevos (de! 57 al go COmo un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era e! clinón, la es-
155: <<Deotros lados -capítulos prescindibles») y la relectura de todos los capítulos de la primera par- terfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia de! orgumio, los esproemios de!
te, excepto e! 55, que aparece incorporado en e! 133 y e! 131 que se lee dos veces. El lector o la lectO- rner~asmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta de! murelio, se
ra, como no podía ser de otra manera, tiene la facultad de abandonar la lectura de cualquier obra. Sin :ntlan balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resol-
embargo, en Rayuelo es el propio autor e! que ofrece esa posibilidad desde el principio, sugiriendo d taba en un pro fu n d o pirnce,
,. . 1amas d e arguten did
en ruo '"
I as gasas, en canrnas casi cru el es que los or-
que, tan sólo, se lea la primera parte. °Penaban hasta el límite de las gunfia.» (Cortázar, 1963, pág. 533).
24 I La memoria como acción social Introducción I 25

La manera en que el lector o la lectora pueda entender lo que dice el texto y respecto a lo social y al conocimiento. Lamentablemente, ésta no es la considera-
llegar a concluir que se trata de una escena erótica se explica, obviamente, por Su ción que, en general, ha recibido.
socialización en el significado de este tipo de escenas, porque posee un conoe]. La realidad social es procesual: no se puede concebir como un resultado. El
miento que le permite identificadas. Esto nos sitúa, de nuevo, al lado de Ramón presente es un proce~o en continua cons~ru~ción y el pas.ado tam~ién. En~re am-
del Val1e-Inclán «o» de Frederic C. Bartlett; o bien, al lado de Ramón del Valle- bos pivota la memoria que dota de continuidad a la realidad SOCIal.Mediante la
Inclán «y» de Frederic C. Bartlett. memoria se construyen y resignifican los acontecimientos. Sin embargo, la reali-
dad social no se detiene en la construcción del pasado y del presente: se proyecta
en el futuro. La memoria, como vínculo que provee de continuidad, permite la
La relevancia de la memoria social en el estudio proyección en el futuro. El futuro se construye con elementos del presente y del
de los procesos sociales pasado que se consideran con un especial significado, con el significado del pasa-
do y del presente. No se trata únicamente de proyectar el futuro, el pasado y el
Una de las críticas dirigida a las ciencias sociales, en general, y a la Psicología presente, sino de considerar y, eventualmente, crear las posibilidades a través de
social, en particular, es la excesiva importancia que conceden a lo que podríamos las cuales el futuro podrá desarrollarse. No es concebible señalar el desenlace,
denominar lo instituido en detrimento de lo instituyen te. Afortunadamente, des- pero queda abierta la posibilidad ...
pués de la crisis de la Psicología social, se ha producido una inversión en estos Los seres humanos construimos la realidad social. Al hacerlo, nos cargamos
términos (Armistead, 1974; Ibáñez, 1989, 1990; Gergen, 1982, 1994; Shotter, con todo un conjunto de constreñimientos imaginarios que se nos acaban impo-
1984, 1993a y b; Parker, 1989; Montera, 1994) que ha llevado a asumir la com- niendo (Wittgenstein, 1958; Shotter, 1984, 1989, 1993a y b) y que dificultan que
plejidad, la historicidad, la trascendencia de la naturaleza simbólica e intersubje- podamos prescindir de determinadas visiones de la realidad. Mediante el lengua-
tiva de la realidad, la reflexividad, el no-representacionismo, la relevancia de la je y con nuestras prácticas hemos construido y nos obstinamos en mantener una
agencia humana, las dimensiones axiológicas del conocimiento y la asunción de realidad dentro de unos confines cuyo mantenimiento depende exclusivamente de
las consecuencias que se desprenden del trabajo que se desarrolla. En la actuali- nosotros/as.
dad, las ciencias sociales no tratan de buscar respuestas holísticas por lo que evi- No obstante, aunque los seres humanos nos hayamos autoimpuesto estos y
tan el establecimiento de paradigmas unitarios y globalizadores. Algunas orien- otros constreñimientos imaginarios para categorizar la realidad, no significa, en
taciones concentran su atención, interés y esfuerzo en el estudio de los procesos forma alguna, que sean legítimos, ni que resulten incuestionables. Pero no por
microsociales, las acciones sociales, la pragmática, la dinaminación de la razón esta razón es menos cierto que sea sencillo liberamos de ellos. Se manifiestan con
práctica, etc., donde lo relevante no son tanto las producciones propias de un la misma contundencia que cuando experimentamos eso que hemos dado en lla-
ámbito disciplinar concreto como la transdisciplinariedad y la conversación en- mar culpa, o se presentan como ese impulso de ser audaces ante la defensa de lo
tre diferentes áreas de producción de conocimiento. Como señala Francois Dos- que denominamos honor.
se (1995) el giro que se ha producido se caracteriza por el énfasis depositado en La memoria implica referirse a elementos que están vivos en el imaginario o
el estudio de los lazos débiles o lazos invisibles con la intención de reubicar todo que pueden ser rescatados para el imaginario. No se trata de apelar a lo que pudo
el conocimiento en el marco de las producciones humanas, en un deseo de dis- haber sido y no fue sino de generar la posibilidad de que con nuestras prácticas se
tanciamiento de cualquier apelación a lo suprahumano. No se trata, porque cada produzca alguna perturbación o algún cambio.
vez resulta más difícil, de mantener una visión de la realidad social como un ob- Pero incluso podríamos ir un poco más lejos y extraer consecuencias median-
jeto reificado, sino de considerada una construcción conjunta de los seres huma- te la analogía de lo que sostienen Ilya Prigogine e Isabelle Stengers, respecto de la
~\(IO'\ ;' le comparten significados vehiculados a trav~s de la comunicación (I~á~ez, ciencia: «Se subraya, a menudo de manera demasiado exclusiva, el poder innova-
'\Jc.fAlMbéf': icho con otras palabras, la realidad social es producto de las prácticas dor de las ciencias. Sin embargo, éstas no innovan sin recrear al mismo tiempo el
r----....l- \1;..:...: '2.(' sentido de su pasado, sin reinterpretar su tradición. De hecho, es la tradición de
La memoria social puede ser considerada como uno de estos lazos débiles, un Una ciencia la que basa su andadura, orienta sus preguntas, confiere su interés a
componente indisociable que impregna buena parte de los fenómenos y procesos SUselecciones y sus problemas. Pero esta tradición no constituye tanto un límite
sociales y que posibilita, en algún sentido, la continuidad de lo social. Bajo ningún como una condición que provoca y fecunda el presente. Una obra científica no
concepto puede ser considerada como una ramificación o un subproducto inerte Puede crear una ruptura que anule el camino que la ha hecho posible; ella mira a
26 I La memoria como acción social
Introducción I 27

la vez hacia el pasado del que hereda y hacia el futuro que propone» (Prigogine y para hacer referencia a lo que se presupone es una memoria compartida por la
Stengers, 1988, pág. 192). gran mayoría de la población, prescindiendo de especificaciones o de cualquier
En mi opinión, la importancia del estudio de la memoria y del olvido sociales matización en tomo al significado otorgado a cada uno de los términos.
reside en su carácter de procesos que contribuyen, definiendo y articulando, el or- Sería de esperar que en el ámbito académico la terminología fuese un poco
den social. Vivir en sociedad implica hacer memoria y hacer olvido. más precisa. Sin embargo, tampoco es así. Los conceptos utilizados son los mis-
Sin embargo, hay voces que señalan que la memoria está en crisis y que, en un mos, aunque las acepciones son polisémicas.
futuro más o menos mediato, no sólo su estudio sino la pervivencia de la memoria Desde que Maurice Halbwachs creó y dio a conocer la noción de memoria co-
misma topará con innegables dificultades. Creo que esta advertencia debe ser to- lectiva con la publicación de Les cadres sociaux de la mémoire (1941), ésta ha co-
mada con ciertas precauciones. rrido desigual suerte. Incluso, como señala Gérard N amer (1987, 1991, 1994) el
Efectivamente, las nuevas tecnologías y la sociedad de consumo apuntan hacia la propio Maurice Halbwachs la utiliza con diferentes acepciones, por lo que es casi
necesidad de reconsiderar la memoria. No obstante, al menos de momento, sólo se imposible saber qué significado le asigna.
puede afirmar que la memoria, como todos los procesos sociales, cambia en cuanto a Lo mismo puede decirse de la noción de memoria social, menos utilizada,
concepción, consideración y uso que hacemos los seres humanos. Sin embargo, tam- pero también con un significado altamente disperso. Generalmente, se suele utili-
bién puede abundarse más en este argumento afirmando que, quizás, estas opiniones zar para marcar diferencias con la noción de memoria colectiva (Halbwachs,
tienen mucho que ver con la posición social de las personas que las emiten. En efec- 1941,1950; Namer, 1987, 1991, 1994).
to, no todos/as tenemos el mismo acceso a los medios de producción ni a los medios Atención separada merece la noción de memoria histórica, al menos por los
de consumo, por lo que podría decirse que una considerable parte de la población se términos aparentemente paradójicos que incorpora. También su significado es
verá afectada, tal vez, aunque es difícil estimar en qué magnitud. Reparemos si no en bastante laxo. A juicio de Maurice Halbwachs (1950), esta expresión no es exce-
la efervescencia del nacionalismo, con su construcción memorial, o en los movimien- sivamente afortunada por cuanto incorpora dos términos que se oponen en más
tos sociales de los países del Este, de África, de Latinoamérica o de Asia ... Por otra de un punto.
parte, quizás hacer una afirmación de este tipo respecto a la memoria social, pueda Como se verá, la concepción de la memoria que adopto y trato de elucidar en
dejar entrever, de algún modo, que lo que subyace en estos asertos son determinadas las diferentes secciones que configuran el análisis que he realizado, no tiene que
concepciones de la memoria que la identifican con la acumulación, la individualidad ver con una capacidad individual que poseemos todas y cada una de las personas
y la retención. Aspecto este que, conviene no omitido, se asemeja bastante a las con- de manera privativa, sino que la considero en tanto que proceso y producto cons-
cepciones liberales que imperan en las sociedades occidentales. truido a través de las relaciones y prácticas sociales, donde el lenguaje y la comu-
Otros argumentos que se podrían esgrimir tienen que ver con la predominancia nicación ostentan un papel fundamental. De este modo, estudiaré la memoria
del discurso democrático, en el que prevalece la idea de una progresión orientada ha- definida por su carácter social, es decir, por ser proceso y producto de los signifi-
cia un futuro perfectible que, de ningún modo, debe reparar en el pasado y que re- cados compartidos engendrados por la acción conjunta de los seres humanos en
duce el presente a simple presencia, en la medida en que se considera que todo pre- cada momento histórico.
sente es presente necesario. No obstante, baste señalar cómo el sistema democrático, En contraste con lo que suele ser más habitual en las diferentes obras que es-
al menos con las manifestaciones que lo conocemos, basa su funcionamiento en la tudian las memorias compartidas, prescindiré de hacer uso de términos como me-
memoria. Pensemos en las dicotomías que establece entre dictadura y democracia moria histórica o memoria colectiva y utilizaré, cuando lo crea necesario, el de me-
(relación dialéctica que presentifica lo que muchas personas no conocen) o cómo moria social, ya que, en mi opinión, denota un sentido más satisfactorio. No
los/as políticos/as profesionales durante sus campañas venden futuro, apoyándose, obstante, lo habitual a lo largo del texto será la utilización del vocablo memoria,
To do ~ ~-r-c le y necesariamente, en el pasado y construyendo una memoria sobre éste. sin otras precisiones, ya que, como trataré de argumentar en la segunda sección, la
'" 10 t-c-1Y\&'l expresión memoria social es redundante. A pesar de ello, cuando utilice dicha ex-
.2.0- z.B presión, debe ser entendida como una diferenciación interna al propio discurso
Los nombres de la memoria que, transitoriamente, me permitirá fijar un determinado sentido. Con la utiliza-
ción de las nociones de memoria y/o memoria social, lo que pretendo es estable-
En el habla cotidiana y en los medios de comunicación es frecuente oír hablar cer una distinción entre lo colectivo, las relaciones interindividuales y las actuacio-
de memoria colectiva, memoria histórica, memoria social, memoria pública, etc., nes conjuntas frente a lo social (Ibáñez, 1989, 1990), en la medida en que asumo
28 I La memoria como acción social Introducción I 29

que lo social es aquello que «... es instituido como tal en el mundo de significa_ liDeando el itinerario de un viaje de ida, estando ya de regreso.' Estoy haciendo
dos comunes propios de una colectividad de seres humanos. Es decir, en el mar- memoria de un viaje, construyendo un pasado que remite a lo que fue un presen-
co y por medio de la "intersubjetividad". Esto implica que lo social no radica te, el momento de la acción, de creación de futuro; futuro que ha modificado
"en" las personas sino "entre" las personas, es decir, en el espacio de significa_ aquel pasado ... y vuelta a empezar: la ocurrencia de acontecimientos posteriores
dos del que participan o que construyen conjuntamente ... » (Ibáñez, 1989, págs. transforma interminable y persistentemente la memoria.
118-119). Los seres humanos, seamos conscientes de ello o no, participamos en y de pro-
Asimismo, a lo largo del trabajo emplearé indistintamente los términos me- cesos de construcción continua de nuestro pasado (Bartlett, 1932; Halbwachs,
moria o recuerdo ya que concedo a ambos idéntico significado. No obstante, debo 1925, 1950; Billig, 1990; Middleton y Edwards, 1990). En este sentido, se puede
reconocer mi mayor inclinación por la utilización del primero. El motivo que ha afirmar que, en buena medida, la continuidad y el mantenimiento de la sociedad
hecho que me decante por éste, aunque puede parecer banal, creo que reviste su está propiciada por la memoria y el olvido. De ello se desprende que la memoria
importancia. En efecto, en el habla cotidiana es de uso frecuente la locución hacer yel olvido son actividades eminentemente sociales, y no simples procesos o con-
memoria que, en mi opinión, permite ilustrar el carácter constructivo e intersub- tenidos psicológicos que, en el mejor de los casos, contemplan lo social como con-
. . , 6
jetivo que esta posee. texto facilitador o inhibidor de los mismos.
No trataré la memoria y el olvido por separado, sino que los consideraré como Como intentaré mostrar en las próximas secciones, el estudio de la memoria y
integrantes del mismo proceso que es la construcción del pasado a partir del pre- el olvido sociales requiere, paradójicamente, de la atención prioritaria al presente
sente. En este sentido, deben entenderse dentro del marco de la acción social, in- y no al pasado. Dicho con otras palabras, la memoria y el olvido sociales respon-
corporadas a las prácticas sociales y comunicativas. Por ello, no me preguntaré den primordialmente más a intereses del presente que del propio pasado (Mead,
por procesos cognitivos que, en la concepción predominante sobre la memoria, se 1929; Bartlett, 1932; Halbwachs, 1925, 1941, 1950; Douglas, 1986; Ricoeur,
asumen como intervinientes, ni por cómo las personas nos representamos el mun- 1986a; Yerushalmi, 1982, 1988; Middleton y Edwards, 1990; Shotter, 1987a,
do o si nuestra memoria reproduce correctamente el pasado. 1990). En efecto, la memoria y el olvido están en estrecha relación con las posibi-
Me interesaré por cómo se construye conjuntamente la memoria, qué papel lidades de memoria y olvido que constituyen el propio orden social. Cada orden
juega la relación en esta construcción y el significado que tiene dentro de los pro- social vehicula valores, normas, creencias que posibilitan o inhiben determinadas
cesos sociales. memorias o recuerdos y, en este sentido, es plenamente ideológico (Billig, Condor,
Trataré de poner de manifiesto la importancia que revisten las diferentes ver- Edwards, Gane, Middleton y Radley, 1988; Billig, 1990). Como sostiene Mary
siones que las personas construimos de los acontecimientos y su carácter de ver- Douglas «Las historias justificativas del pasado se aglutinarán o racionalizarán
siones pragmática y retóricamente construidas. como parte integrante del proceso social en la medida que exista una presión a fa-
vor de principios sociales de organización. La coherencia y la complejidad de la
memoria pública tenderán a corresponder a las que se dan a nivel social» (Dou-
Encaminándonos hacia el futuro mientras se está de vuelta glas, 1986, págs. 118-119).
La memoria no es, entonces, una restitución anacrónica del pasado, sino que
El somero repaso que he hecho a través de diversas dimensiones de la memo- es una reconstrucción del presente realizada y actualizada a través del lenguaje y
ria y el olvido, así como las indicaciones que he tratado de destacar respecto a los las prácticas sociales. Pero tampoco el olvido puede relegarse a un depósito en el
procesos y fenómenos que se ven involucrados en su estudio implican, ineludible- Pasado. Mario Benedetti titula uno de sus libros de poemas El olvido está lleno de
mente, la formulación de los propósitos que guían este trabajo. Estos propósitoS, ;emorz"a, lo que podría traducirse por la afirmación de que la posibilidad de olvi-
solamente pretensiones antes de iniciar la andadura que supone la redacción de dar supone el ejercicio pleno de la memoria (Rabossi, 1989). Las personas sólo po-
un texto, son ahora presencia más o menos consumada. Lo sé ahora, cuando es- emos olvidar nuestro presente, difícilmente nuestro pasado, ya que sólo lo pre-
cribo esta introducción y anuncio, al amable lector o lectora que ha accedido a ~nte pertenece al ámbito de nuestra experiencia, entendida ésta no sólo como
dialogar con este texto, qué se va a encontrar en las páginas siguientes. Estoy de- VIvencia directa, sino también como legado activamente transmitido e incorpora-

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6. Es decir, producir la existencia de cualquier «objeto» en sentido amplio, creado, engendrarlo, 1arn . Aunque el viaje que propongo no finalice nunca ya que, como decía Edgar Morin, d único pen-
reproducido, alterarlo. lento con vida es el que consigue mantenerse a la temperatura de su propia destrucción.
50 I La memoria como acción social Memorias, desmemorias y olvido I 51

tual. Si por un instante contemplásemos nuestro entorno más inmediato' con es- omitir para desmemoriar {... curiosamente privados de visibilidad estos últimos ac-
peranza milenarista, podríamos conjeturar que el fin del rnilenio nos demanda, tos [recibimiento a las Brigadas Internacionales] por las informaciones dlii{l¡:;r7Ii';i1-:-~o:!:Ore~"""
con apremio, una mirada retrospectiva donde el debe y el haber figuran en letras televisión, son muestra de esa recuperación espontánea de la memoria, por {1P~ ,,1V\("c:t..o

mayúsculas. Parece como si el tránsito al nuevo siglo, incierto por definición, nos una evidente resistencia institucional, en el más amplio sentido de la pala ,di:" C-\ ~ L...
comprometiese en un ajuste de cuentas con el pasado. Reconozco que, por la se- Los medios de comunicación dirigen informaciones y emiten programas en los -----..1
ducción que ejercen sobre mí las interpretaciones y versiones milenaristas del me- que la memoria ocupa un lugar central, erigiéndose, en muchos casos, en verdade-
dievo me ha resultado difícil no ceder a su influjo profético y apocalíptico y su- ra protagonista. A no ser que se confíe, ingenuamente, en la neutralidad, en la ca-
cumbir ante un tratamiento como éste para explicar la recurrente y obstinada sualidad informativa y se desdeñen los efectos mediáticos (Schudson, 1990; More-
incitación a recordar. Sin embargo, creo que he podido resistirme y evitarlo. Aun- no, 1991; Thompson, 1997) debemos interrogarnos del porqué de esta vehemencia
que, quizás, haya caído en otros milenarismos ... memorial, de esta obsesión por la memoria (Birulés, 1999). Sabemos de la importan-
No obstante, frente a esta mirada retrospectiva, se pueden hacer algunas con- cia que hoy en día tienen los medios de comunicación (especialmente audiovisuales)
jeturas que, aunque paradójicas, tienen amplio apoyo en el análisis de la situación en la provisión y conformación de modelos sociales, en la construcción de realida-
actual. Por una parte, la crisis de las grandes narrativas revolucionarias y 10 que al- des, y en el impulso de la reproducción (Giddens, 1967) de la vida social. 10 «...Al
gunos/as pronostican como su relegación a la periferia del imaginario social, ha proponer constantemente los gestos y las palabras propios de los diversos persona-
contribuido a reforzar el estatus del presente, y desvanecer la confianza en un fu- jes correspondientes a los distintos escenarios de la vida social, y hasta las secuen-
turo incierto hacia el que nos impulsa el motor humano, a veces renqueante, a tra- cias del guión y el final que han de guiar nuestras aspiraciones y expectativas de
vés de la historia. Por otra, e imbricado en 10 anterior (y en cierto modo como una vida» (Moreno, 1991, pág. 33). Desde los medios de comunicación se nos convoca
de sus consecuencias), se manifiesta la incuestionabilidad adquirida por el sistema a recuperar la memoria, a rescatar nuestro pasado, como si el milenio, en sus últimos
democrático, como única vía reconocida, en la que el debate político queda restrin- estertores, se quisiese cerciorar mediante un rito de regeneración de cuál es el pre-
gido a la alternativa entre democracia parlament~ria o sistemas ~utoritarios (Ibáñez, sente del que hablamos, cuáles son las huellas que han permanecido indelebles.
1986a; Vázquez-Sixto, 1992; Vázquez-Sixto e Iñiguez, 1995; Iñiguez y Vázquez- Las marcas de esta memoria mediática dibujan una cartografía cuyos jalones
Sixto, 1995a,b,c,d). Todo ello, parece impedir cualquier reflexión que no descanse señalan puntos referenciales en el tiempo que se convierten en materia de conme-
sobre la negación de un pasado obsoleto y periclitado y un presente rendido a la moración: aniversario de la Guerra Civil, aniversario del final de la II Guerra
evidencia atemporal del sistema democrático del cual se han desvanecido sus límites Mundial, aniversario de la Transición a la democracia ... ¿El pasado como legiti-
históricos, instituyendo una ilusión de continuidad (Ibáñez, 1986a) que le permite mación del presente?
esquivar las marcas de sus condiciones de producción sociohistóricas (Giddens, Ahora bien, estos jalones pueden ser ubicados en otros puntos del terreno y
1967) haciendo que aparezca como eterno en un presente progresivo, necesario, que dibujar otra cartografía diferente, que introduce una semántica distinta, lo que
aparenta evolucionar sin agentes y sin sobresaltos hacia un futuro predeterminado. convierte una conmemoración en otra o, incluso, rechaza la conmemoración: ani-
No obstante, pese a la constatación de estos accidentes del presente (forzando la versario de la Revolución española de 1936; aniversario de la partida de las Briga-
terminología de Paul Virilio, 1995), una inspección no demasiado minuciosa, incl~- das Internacionales, aniversario del nacimiento de Buenaventura Durruti, Resis-
so grosera, nos enfrenta al hecho de lo que se podría presumir como el compromt tencia francesa, la lucha antifranquista, Maquis, Mayo del 68 ... ¿El pasado como
so en una alianza para rescatar aquello del pasado más útil para el presente. Memo- perturbación del presente?
ria y olvido parecen colapsar la actualidad: recuperar la memoria para que algo no . Pero no sólo los medios de comunicación y las conmemoraciones rastrean y
vuelva a ocurrir (50 aniversario del holocausto nazi); olvidar para posibilitar una Jalonan el pasado. Es sorprendente como en los últimos años han proliferado en
transformación (pactos de silencio, leyes de punto final, leyes de obediencia debi;
da); revisar para negar (los campos de concentración eran sitios de esparcimiento);
9. Elorza, A. (1997): El regreso de la memoria, El País, 4 de enero.
. 10. Programas de televisión que evocan el pasado (La transición española de Victoria Prego, poste-
7. Cada vez más planetarizado y subordinado a los procesos de globalización debido, fundamen' f100llente comercializada en vídeo; recuperación de programas de épocas pasadas; programas que bao
talmente, al papel de los medios de comunicación, las nuevas formas de producción y consumo Ylas ~ali~an las emisiones de épocas anteriores), coleccionables como Memoria de la transición, editado por
nuevas tecnologías. S Zlario El País, o Historia de la democracia editado por el diario El Mundo; películas como La lista de
8. Afirmación de un prosélito revisionista, citada por Vidal-Naquet (1987, pág. 115). e zndler y series televisivas como Holocausto que espectacularizan el pasado.
52 I La memoria como acción social
Memorias, desmemorias y olvido I 53

nuestro pais las memorias de personajes públicos (generalmente ligados a la polí-


tica profesional) y sobre personajes distinguidos que reconstruyen pasados que 1.3. La memoria y el discurso historiográfico: algunos efectos
tienen honda trascendencia, o así lo pretenden, en el presente. Sea como fuere, lo
importante es que la memoria y el olvido son los protagonistas. ¿El presente como La memoria no es patrimonio de los/as psicólogos/as, ni la historia lo es de
legitimación del pasado? los/as historiadores/as. Ambas son objeto de estudio y de investigación de psicó-
Asimismo, es especialmente relevante la atención a la memoria que se presta logos/as, sociólogos/as, antropólogos/as y, por supuesto, de historiadores/as. En
en los países que están emprendiendo o han emprendido una transición de un ré- mi opinión, lejos de introducir confusión y desproveer de identidad a la historia
gimen autoritario a uno democrático. La producción que se puede computar aquí y/o a la memoria, pienso que este interés multidisciplinar y, en ocasiones, inter-
es especialmente abundante. Fijémonos si no en las referencias que han aparecido disciplinar y/o transdisciplinar, les confiere mayor relevancia al impedir un trata-
en el Estado español, en los paises del este europeo o en los paises latinoameri- miento reduccionista.
canos. ¿El pasado como estabilidad y patrocinador del futuro? No obstante, este interés compartido no traduce un acuerdo en cuanto a sig-
Brevemente, las diferentes memorias que se generan y los olvidos que incor- nificados, importancia y efectos sociales que se otorga a ambos objetos. Por ello,
poran son distintas según las pretensiones, los grupos sociales que emprendan su no es extraño que uno de los argumentos recurrentes al hacer referencia a la rela-
reconstrucción, las expectativas depositadas y los intereses a los que sirven. Su re- ción entre memoria e historia sea proceder a su confrontación, tanto para buscar
cuperación entraña diferentes procesos que son específicos de los diversos ámbi- similitudes como para establecer diferencias, tanto para decidir sobre la funda-
tos históricos, culturales y políticos. Asimismo, no existe unanimidad, no sólo en mentación de los conocimientos que vehiculan cada una de ellas como para des-
cuanto a lo que se refiere a versiones de los acontecimientos, sino a su selección, cartar unos en detrimento de otros.
al énfasis que se pone en ellos, a la interpretación que se les da, a la aspiración que La memoria se refiere al pasado, pero no es el pasado; de la misma forma que
los movilizan, al empeño que los guía, etc. el pasado, tampoco es la historia (Plumb, 1969; Lowenthal, 1985; Collin, 1993).
Sin embargo, lo que parece evidente es que a través de la memoria y el olvido Quizás ésta sea una afirmación que carece de sentido por ser manifiestamente evi-
se dirimen procesos de profundo calado social. Por ello no son de extrañar los es- dente, al menos en los ámbitos profesionales. Sin embargo, creo que es importan-
fuerzos que se hacen por mantenerla, recuperada y gestionada. Se puede estar de te subrayada por lo que, como más adelante explicaré, tiene de relevante en cuan-
acuerdo con Francois Dosse (1995) cuando afirma que la memoria es uno de los to a los diferentes efectos que produce cuando se alude a la memoria o a la historia
principales problemas de la época actual y constituye un medio de infiltrar, ante el en el espacio social más cotidiano.
escepticismo generalizado frente a la historia, experiencias que permitan paliar la El discurso de la historiografía no es uniforme. Como en otras disciplinas de las
sensación de agotamiento histórico. En efecto, la memoria posee una profunda y ciencias sociales, la historiografía también ha sido y es un terreno convulsionado
sustancial fuerza simbólica y ha sido objeto, muy frecuentemente, de apropiación por múltiples planteamientos sobre su ámbito de estudio, sobre cómo debe abor-
y manipulación" y se ha utilizado, reificada, como instrumento y artificio museo- dar su objeto y cuál debe ser su forma de hacerlo (Le Goff, 1977a,b; Nora, 1984; Fon-
gráfico para intentar legitimar un presente. Se trata de incorporar, desde lo más vi- tana, 1992; Ricoeur, 1983; Veyne, 1971; White, 1987; Lozano, 1987; Iggers, s/f). Los
vencial y afectivo, la memoria de un presente, que como la memoria muestra, no trabajos realizados desde la denominada nueva historia son una muestra de lo que
podría ser de otra forma, más que como exactamente es. digo en la medida que constituyen una reacción contra el paradigma tradicional en el
Asalta la duda de si lo que se pretende es promover una actividad puramente estudio de la historia (Burke, 1991), y un intento de interesarse por las actividades hu-
memorial encaminada exclusivamente a la recuperación del pasado ante la expec- manas más cotidianas y por grupos significativos, generalmente relegados del estudio.
tativa de un futuro incierto y ante la necesidad de gestionar los significados, legi- Especial mención merece, para lo que aquí me ocupa, la historia de la memo-
timar los procesos y conjurar las eventualidades de un incierto cambio social, ante ria, que para algunos historiadores e historiadoras constituye un dominio especí-
lo que se dice es el agotamiento de los proyectos. fico y casi una manera de hacer historia (Becker, 1993). Como señala Henry Rous-
SO «...la cuestión ritual de las diferencias entre historia y memoria parece hoy algo

SUperado. En primer lugar, porque se considera, al menos eso se espera, que opo-
ner de un lado la reconstrucción historiográfica del pasado, con sus métodos, su
11. Obviamente, los intentos de manipulación sólo constituyen uno de los rostros de la reCOns' distancia, su pretensión a la cientificidad, y de la otra, las reconstrucciones múlti-
trucción del pasado.
ples que operan los individuos o los grupos, no tiene más sentido que oponer el
60 I La memoria como acción social Memorias, desmemorias y olvido I 61

rácter de urgencia, una «memoria histórica» que permitiese legitimar las acciones que se trata de ofrecer con ellos es la sorpresa permanente que, cuando agota su ca-
y a los actores y actrices protagonistas. pacidad de fascinación, es sustituida por otra sorpresa. Su fin no es perturbar, sino
Pero este apresuramiento no sólo se manifiesta respecto de los acontecimien. garantizar la estabilidad del presente por el consumo del instante. Consumo que no
tos recientes. Alain Finkielkraut (1990), en su trabajo sobre el juicio a Klaus Bar- sólo es pasivo, sino que tiene su traducción en las relaciones: en las prácticas y en los
bie," nos muestra cómo durante el proceso, donde lo más sobresaliente y funda- discursos. Se trataría, dicho sintéticamente, de un mercado (Leonini, 1991) y de una
mental era dirimir un asunto anclado en la memoria (las deportaciones a campos espectacularización de la memoria. En palabras de Finkielkraut: «La información
de exterminio y los asesinatos cometidos; el crimen contra la humanidad), ésta se está ahí, al igual que todas las industrias culturales, para suministrarle sin cesar di-
banaliza y acaba por desvanecerse. Pero este desvanecimiento no está motivado ferentes artículos. "No hay que cansarse, rápido, a otra cosa"; en la época del ocio,
por una amnesia o por el olvido. En el juicio se analizan hechos, hay testigos, pero la actualidad destrona a la historicidad; los instantes no se suceden según un orden
no se recuperan y reconstruyen para la memoria, sino que se opera otro tipo de sensato y narrable, se suceden como las comidas en un ciclo sin fin. Al convertirse
transformación sobre ellos. En efecto, como sostiene Finkielkraut, utilizando pa- el mundo en un objeto de consumo multiforme y permanente, su destino es ser de-
labras de Charles Péguy, «el acontecimiento pasa de ser real a ser histórico» (Fin- glutido continuamente por sus consumidores. [...] el espíritu del sistema se cierne
-¡¡j.I.ll..----fV'(-c"C-c:.t-;--bt~XIi;=lU .••
it;,....., 990, pág. 13). Ya no tiene que ver con la memoria, se ha trascendido el sin impedimentos sobre el hombre colmado de informaciones dispares; el mismo
~~\-'"\ -' V -_~ riencial (de los protagonistas y/o de las nuevas generaciones) para es- sentimiento se acuña con entusiasmos demasiado discontinuos para que haya aún
p cA.tabilizar d tiempo del acontecimiento, para abrir paso al tiempo objetivado y pro- algo que temer de sus desbordamientos, y no siendo ya "memorable" la vocación
ceder a una resignificación o, in extremis, vaciarlo de significado. por el acontecimiento, sino, por el contrario, "degradable" a fin de que tan pronto
La segunda dificultad se refiere al mercado de la memoria. El pasado también surja y se consuma, ceda, "sin historia", su lugar al siguiente; aquellos que dan pie
se ha convertido en un bien de consumo" (Vattimo, 1988; Leonini, 1991). En al acontecimiento mueren con el mismo» (Finkielkraut, 1990, págs. 122-123). En el
apartados anteriores me refería a publicaciones, películas y programas de televi- mismo sentido, aunque introduciendo algunas matizaciones, Gianni Vattimo sos-
sión. Muchos de ellos constituyen una banalización del pasado. Son puros anec- tiene que la cultura que se difunde a través de los medios de comunicación es ahis-
dotarios que conducen más a la hilaridad por el contraste que se establece entre tórica, en la medida en que aparece focalizada en la actualidad.19 En su opinión se
un pasado descontextualizado y un presente ávido de distracción, donde las vino produce un continuo retorno al pasado, de modo que el envejecimiento se hace im-
culaciones entre estas dos temporalidades sólo existen en la diferencia de lo que posible, ya que la sociedad mediatizada no permite establecer distancia respecto a
ya no es. El mensaje es el de la trivialidad y el del consumo acelerado en una es- los acontecimientos pretéritos. «Nuestra cultura, no sólo la de las universidades y
pecie de vorágine reutilizadora de acontecimientos pretéritos sin ningún tipo de élites, sino también y sobre todo la de los medios, es una suerte de gran fenomeno-
inserción en el tiempo: atomizados y convertidos en moda. is Lo que se resalta y lo logía del espíritu "simultaneizada" y despojada de todo carácter dramático: no hay
conciencia infeliz, solamente una presentificación total, al menos tendencialmente,
del pasado de nuestra civilización o incluso de toda civilización» (Vattimo, 1988,
16. Jefe de la Gestapo en Lyon durante la ocupación nazi.
17. El juicio a Klaus Barbie también constituye una buena muestra de esta segunda dificultad. La pág. 82). Todo, finalmente, se acaba rindiendo a la velocidad del consumo, la crea-
entrada de periodistas y cámaras de televisión a la sala del juicio convirtieron el pasado en espectáculo ción no puede satisfacer con novedades toda la demanda, es por ello que se hace
ofrecido al consumo desde la butaca del salón. imprescindible reciclar, es decir, reproducir. Parece como si Gianni Vattimo nos qui-
18. No sólo consumo de programas de televisión. Moda de otra época, objetos de plástico que resuci- siese insinuar anticipadamente la tercera dificultad a la que quiero hacer referencia.
tan a otros pretéritos, pins de Lenin para lucir en las camisetas del Che, cruces gamadas exhibidas como be-
Esta última dificultad se refiere a las tecnologías de la imagen y a las tecnolo-
llos collares que mejoran ellook ... Objetos desprovistos, por la abstracción del contexto, del significado o,
más exactamente, con el significado que le confiere su rápido consumo. Es fácil colegir lo que constituyen gías informáticas. Es evidente, como ya ocurrió con la televisión, que las nuevas
algunas consecuencias derivadas de esta descontextualización de los objetos. En efecto, la decisión sobre
qué será permanente (y, en consecuencia, significativo) y qué será efímero (de consumo rápido), tiene rnu
cho que ver con las relaciones de poder existentes en la sociedad. Asimismo, como señala AJan Radley, cier- 19. John B. Thompson (1997) alude a una «historicídad mediática» al sugerir que buena parte de
tos objetos y artefactos resultan significativos en la medida que favorecen la evocación de creencias y senti- nUestra apreciación del pasado y de cómo percibimos que éste afecta a nuestras vidas depende, cada
mientos culturales cuya dirección los ímbuye de un carácter político definido. En este sentido también se Vezen mayor medida, de lo que denomina «reserva de formas simbólicas mediáticas». Sostiene que,
puede decir que: «Los objetos, aparentemente, se presentan a sí mismos de modo inesperado y «evocan re' ~U~que las interacciones cara a cara continúan ostentando un relevante papel en las interpretaciones
cuerdos", pero también son parte de un mundo material ordenado de forma que mantenga ciertos mitos e ~ Pasado, actualmente, están estrechamente asociadas a las interpretaciones producidas y difundidas
ideologías acerca de la gente como individuos y de ciertas culturas concretas» (Radley, 1990, pág. 68). r la industria mediática.
62 I La memoria como acción social Memorias, desmemorias y olvido I 63

tecnologías, especialmente la informática (Ibáñez, 1983; Elejabarrieta, 1986; Leo_ suponía localidad; "el mismo tiempo" presuponía "el mismo lugar". Sin ern-
nini, 1991; Virilio, 1995, 1997), han alterado de manera ostensible nuestras soci-. ~:go, con la separación. del esp~cio y de~ tiempo dese~cadenada ~~~ la telec.o-
dades, ocasionando profundas transformaciones que todavía estamos lejos de po- unicación, la experiencia de la simultaneidad se separo de la condición espacial
der calibrar. Nadie puede ignorar o permanecer indiferente a los efectos, deseados ~ un lugar común. Fue posible experimentar acontecimientos de manera simul-
e indeseados que producen. Máxime, si asumimos, que las nuevas tecnologías (la ~ea a pesar del hecho de que sucediesen en lugares espacialmente lejanos. En
televisión, también) se viven más que se usan (Elejabarrieta, 1986). ~ntraste con la exactitud del aquí y el ahor~, surgió un sentido del "aho~a" q~e
Obviamente todas las tecnologías, pero en especial las teletecnologías (Virilio a tiene que ver con el hecho de estar ubicado en un lugar concreto. Simultá-
na d .
1995,1997), contienen su propia lógica de funcionamiento y desarrollo que reper: earnente se extendió en el espacio para finalmente convertirse en global»
cute profundamente sobre todo el corpus social y relacional; toda tecnología «...lle- fThompson, 1997, pág. 53). La hipótesis de funcionamiento de una sociedad en
va inscrita en ella misma la lógica de su propio desarrollo y sus propios efectos, esta tiempo real es cada vez menos quimérica y más indiscutible (Virilio, 1995), como
lógica escapa a los deseos y a las intenciones humanas» (Ibáñez, 1983, pág. 5). En nos muestran la posibilidad de la teleacción o de la telepresencia inmediata, la te-
este sentido, y continuando con este argumento, se puede afirmar que las nuevas letransmisión o la teledifusión. También resulta innegable que la velocidad ha re-
tecnologías generan una nueva cultura, ya que afectan a nuestra manera de ver, percutido sobre la apreciación del espacio." Todo parece más cercano. La distan-
concebir y vinculamos con el mundo, operan transformaciones en nuestras rela- cia sólo depende de tener un aparato de televisión o un ordenador. Se trata de la
ciones con los demás y con el entorno. Asimismo, las relaciones que las personas ouesse absoluta. Pero ¿cómo podría repercutir sobre la memoria?
mantenemos con las cosas se transforman en información sobre ellas, se produce Con la televisión y las nuevas tecnologías, lo importante es la mirada, no la ex-
un alejamiento del mundo concreto para acceder a un conocimiento indirecto, tal periencia. Estar frente a la pantalla y esperar que se desarrollen los acontecimien-
y como se produce a través de la televisión. «Las cosas devienen información sobre tos. Paul Virilio (1995) sostiene que las teletecnologías de la pantalla, por sus pro-
ellas, la información en que se convierten las suplanta, las recrea, las presenta or- pias características, se oponen al almacenamiento de datos. Es la aceleración (la
denadas y distribuidas según la lógica ordenatoria del ordenador» (Elejabarrieta, generación de novedad en cada instante) que reclama una reacción inmediata que
1986, pág. 368). Igualmente, con el desarrollo tecnológico actual es posible conce- deje nulo o escaso margen a una respuesta reflexiva compartida. Es el paso, utili-
bir fenómenos, hasta el momento, difícilmente imaginables, como por ejemplo, en- zando terminología viriliana, de un «espacio tópico» de la experiencia directa, a
contrarse en tiempo real en diferentes lugares simultáneamente, desplazamos por un «espacio teletópico», alejado del lugar donde están ocurriendo los aconteci-
espacios virtuales, representar y manipular objetos inexistentes, etc. mientos <<Altiempo cronológico de la velocidad de traslado en el espacio -la se-
Las nuevas tecnologías también han contribuido y contribuyen a un incre- mana, el kilómetro--, sucede el tiempo ultracorto de la persistencia retiniana, y de
mento de complejidad social, al tiempo que favorecen una mayor disciplinari- los efectos fotográficos y subliminales en pantalla. No pasa, sino que se expone.
zación de la sociedad que se traduce en relaciones de control y dominación (Ibá- L..] Hay, pues, una pérdida de importancia del tiempo extensivo de la historia y
ñez, 1983). sus efemérides, de las largas duraciones adquiridas a través de la experiencia, en
Una de las particularidades de las teletecnologías es el haber introducido en la beneficio exclusivo de la sorpresa» (Benegas, 1995, pág. 42).
sociedad no sólo una nueva noción de tiempo y espacio sino, incluso, un tiempo Y Pérdida del tiempo extensivo, traducción a velocidad (Virilio, 1995). Para Paul
un espacio diferentes. El veloz incremento de la rapidez en el procesamiento de la Vírilio, con las teletecnologías de la interactividad generalizada entramos en la era
información (datos, mensajes, imágenes) es un hecho que se reafirma cada día. Pa- del «accidente del presente», en otra cronología, la de la «dromología», la de la ve-
rece bastante notorio que nuestra percepción y nuestra experiencia del tiempo se locidad, la de la telepresencia. El «antiguo» sistema lineal del tiempo, del antes, du-
ha transformado también como consecuencia de ello. Refiriéndose a la aparición rante y después (o, pasado, presente y futuro), afirma Paul Virilio, debe ser com-
de las telecomunicaciones,]ohn B. Thompson (1997) reflexiona sobre cómo éstas pletado por la «dromología» o «cromoscopía»: subexposición, exposición,
ocasionaron una escisión de lo temporal y espacial en la medida en que la distan- sobreexposición, « ...horizonte trans-aparente, fruto de telecomunicaciones que en-
cia espacial ya no se correlacionaba con la distancia temporal produciendo una
«simultaneidad despacializada». Sostiene que: «En los primeros períodos históri-
cos la experiencia de la simultaneidad --esto es, de los acontecimientos que ocu 20. No sólo la velocidad informática y telemática. Los medios de transporte actuales (aviones
como el Concorde o los trenes de alta velocidad, son una muestra) y el traspaso de tecnologías en el
rren "al mismo tiempo"- suponía la existencia de un lugar específico en que el
aCondicionamiento y planificación de las infraestrucruras que necesitan estos nuevos sistemas de trans-
individuo podía experimentar los acontecimientos simultáneos. La simultaneidad Porte, también han contribuido a esta nueva concepción.
64 I La memoria como acción social
Memorias. desmemorias y olvido I 65

treabre la posibilidad increíble de una "civilización del olvido", sociedad de un "di- por las teletecnologfas) o podemos planteamos la posibilidad de la convivencia de
recto" (live coverage) sin futuro y sin pasado, sin entendidos, sin duración, sociedad múltiples tiempos? Efectivamente, se vislumbra la posibilidad de una sociedad te-
intensamente presente aquí y allá, en otras palabras, tele-presente en el mundo en- lepresente, sin duración, o mejor dicho, de duración eterna. Quizás, acabaremos
tero. Pérdida del relato del trayecto y de la posibilidad de alguna interpretación, qUe viviendo en una sociedad segmentada por el tiempo: el tiempo del primer mundo y
se doblará de una repentina pérdida de memoria, o quizá, del desarrollo de una pa- el tiempo del tercer mundo, por ejemplo. Eventualmente, podrán convivir ambos
radójica "memoria inmediata", unida a todo el poder de la imagen. Una "imagen en tiempos, aunque, claro está, cabe la posibilidad de que exista una lucha por la po-
tiempo real" que ya no será una información completa (explícita) sino discreta (im- sesión de alguno de ellos. Es posible, como hipótesis, que en esa sociedad telepre-
plícita), un tipo de iluminación de la realidad de los hechos» (Virilio, 1995, pág. 39). sente, se cuele alguna reminiscencia del pasado que introduzca algún ruido o algu-
En efecto, para Paul Virilio (1995, 1997), tanto el espacio como el tiempo se- na perturbación. Es posible, en fin, que una sociedad tan «ópticamente correcta»
rán suplantados por las interconexiones que permitirán una relación en tiempo como diría Paul Virilio, reclame otras visiones, y por qué no, otras miradas.
real. Asimismo, la noción de sucesión carecerá de sentido y será sustituida por la Desaparición del espacio por la velocidad (Virilio, 1995). Quizá también apa-
de exposición, ya que la duración presente y su extensión se produce en la com- rición de espacios nuevos, virtuales, pero espacios, al fin y al cabo. Maurice Halb-
prensión inmediata. Las consecuencias que se desprenden de esto no son bala- wachs (1925,1941,1950) nos ha mostrado los procesos que permiten pasar del es-
díes. Desde luego, la inmediatez de exposición podría dar lugar a la reinterpreta. pacio material al espacio simbólico. ¿Por qué no del espacio virtual al espacio
ción del presente (instante real que es el espacio-tiempo de una acción también simbólico también? Pero no sólo Halbwachs. Reparemos en el análisis de la re-
real) facilitada por las teletecnologías. Es decir, el presente interpretado en el pre- producción del espacio que las generaciones descendientes de los/as esclavos y es-
sente, la inmediatez inmediata. clavas africanos hacen en Estados Unidos y en Brasil a través de sus ritos, sus cos-
Las reflexiones de Paul Virilio amagan oscuros presagios no sólo respecto de tumbres y sus relaciones (Bastide, 1970).
la pervivencia de la memoria, sino sobre su estudio, al menos tal y como lo enten- Espacio y tiempo, pero también contenidos y significados son importantes.
demos actualmente. Claro está que no son menos sombríos los interrogantes que Todos los acontecimientos sociales poseen una dimensión simbólica. ¿Tendrá la
se ciernen sobre las concepciones de Maurice Halbwachs (1925, 1950). Si como cronología dromológica suficiente poder para abolirla? Forzando un poco las te-
éste sostenía, la memoria necesita de marcos estables (espacio y tiempo) social- sis de Paul Virilio (1995), ¿las emisiones de los telepredicadores, con la fasci-
mente construidos para funcionar; la memoria de la sociedad, intensamente pre- nación que producen sus emisiones, tendrían ese poder hipnótico si no vehicula-
sente, difícilmente podrá ser estudiada en base a estos planteamientos. sen contenidos perfectamente identificables y que forman parte del acervo
La intención de esbozar esquemáticamente en este apartado algunas tesis viri- cultural e histórico?
lianas, no tiene por objeto emitir un juicio sobre su pertinencia (para y por lo cual En relación con la que parece ser la única alternativa que nos proporciona el
no he hecho una exposición exhaustiva de sus planteamientos), ni tampoco pre- análisis de Paul Virilio, respecto al desarrollo de una «memoria inmediata» en vir-
tendo restringir todas las lecturas posibles de la sociedad tecnológica y sus efectos tud de la improbable posibilidad de interpretación y causa de la disipación de la
a los argumentos de Paul Virilio. No obstante, pienso que su ensayo es ciertamen- secuencia del relato, a la que alude (Virilio, 1995), me asaltan también algunas du-
te sugerente y oportuno. A pesar de ello, debo reconocer que no deja de produ- das. Efectivamente, los medios de comunicación de masas (audiovisuales e infor-
cirme cierta inquietud, de lo que no puedo sustraerme en denominar visión apoca: máticos), como ya he apuntado, ejercen enormes presiones hacia la uniformiza-
líptica. Quizá recurro a esta etiqueta debido a la inconfortable sensación que me ción: el mando a distancia impone su ley. Sin embargo, esta ley, tal y como aparece
produce una representación tan verosímil, pero no puedo dejar de pensar en el or- enunciada habitualmente, parece más propia de seres skinnerianos que de seres
reflexivos.
welliano 1984.
No sé si el panorama descrito será, efectivamente, el panorama que se concre- En efecto, el presupuesto que se suele manejar al hablar de las relaciones que
tará en un futuro más o menos próximo. Sea o no así la sociedad del futuro, creo los seres humanos mantenemos con los medios de comunicación, acostumbra a
que es conveniente hacer alguna reflexión ante estos planteamientos y ver la tras- ser el de atribuimos el papel de meros receptores y receptoras pasivos/as, obvian-
cendencia que podrían tener para la memoria y su estudio. do, de este modo, la dimensión hermenéutica que caracteriza cualquier actividad
Probablemente el tiempo lineal que conocemos, con las nuevas teletecnolo- S?cial. Como indicaJohn B. Thompson (1997), la recepción de productos mediá-
gías, se vea afectado por la necesidad de incorporar el tiempo dromológico. Pero lt.cos es inseparable de nuestra vida cotidiana; una práctica situacional, bastante
¿sucumbiremos ante un tiempo totalitario, uniformizador y único (aprisionado ajena a la simple recepción pasiva, en la medida en que las personas nos compro-
66 I La memoria como acción social
Memorias, desmemorias y olvido I 67

metemos con esa práctica y operamos con los materiales simbólicos que recih], ber.22 Desde premisas análogas, Guido Martinotti (1988) distingue (basándose en
mos: «...el "significado" de un mensaje transmitido por los "media" no es un fe- el modo de organización social del saber, es decir, personas que la practican e in-
nómeno estático, permanentemente estable y trasparente para todos por igual. tereses institucionales) tres grandes categorías: un saber organizado o culto." un
Más bien, el significado o sentido de un mensaje se debería ver como un fenóme- saber organizatiuo o burocrático" y un saber dzfuso25 En mi opinión, ésta es una
no complejo y cambiante, en continua renovación, y en cierta medida transforma. clasificación demasiado elemental. Sin embargo, creo que es ilustrativa del man-
do por el verdadero proceso de recepción, interpretación y reinterpretación» tenimiento de un «sistema de memoria».
(Thompson, 1997, pág. 66). No obstante, el carácter situacional de esta práctica En efecto, habitualmente, cuando se habla de memoria, ésta se sude identificar
puede intervenir en dos sentidos: fomentando una evasión de los contextos dia- exclusivamente como codificación, almacenamiento y recuperación abusando, en
rios en tanto en cuanto se favorece la evasión del propio contexto; pero también mi opinión, de la metáfora del ordenador y aplicándolo a las personas. La memoria
posibilitando operaciones diversas con <dos materiales simbólicos» recibidos pro- es fundamentalmente construcción y reconstrucción intersubjetiva, no simple alma-
piciando diferentes interpretaciones y distintos usos que trasciendan el contexto cenamiento. Construcción que se produce entre las personas, pero también a través
inicial y excedan la actividad de recepción. Mientras se reciben los mensajes, éstos de las instituciones (Douglas, 1986) que éstas crean y ayudan a mantener.
son susceptibles de estimular la discusión por las propias características de la re- Quisiera detenerme un instante en la tercera categoría que describe Guido
cepción y como consecuencia de ella. Los diferentes mensajes mediáticos pueden Martinotti (1988), el «saber difuso». Aunque en las otras dos categorías también
ser elaborados discursivamente y compartidos, no sólo por las personas involu- es necesaria la comunicación, el saber difuso reúne unas características especial-
cradas directamente en la recepción sino por otras personas que participan en los mente pertinentes en relación con la memoria en el sentido que la concibo. Ob-
entornas relacionales de los receptores y receptoras. Así, « ...1os mensajes mediáti-
viamente, es a través de este saber donde se produce la comunicación caracterís-
cos se pueden repetir más allá del contexto inicial y la actividad de recepción y ticamente cotidiana. Los sistemas de telecomunicación, con todos sus efectos,
transformarse a través de un proceso continuo de narración y repetición de la na- permiten el establecimiento de relaciones. o se trata de una simple acumula-
rración, interpretación y reinterpretación, comentario, descrédito y crítica. [...] A
través de este proceso de elaboración discursiva, la comprensión individual de los
mensajes transmitidos por los productos mediáticos se podría transformar por sí ea. De hecho, buena parte del éxito de la política del Ejército Zapatista se ha debido a la interna-
misma, en la medida en que el mensaje es visto desde distintos ángulos, está sujeto cionalización del conflicto de Chiapas gracias al uso de Internet. En efecto, en virtud a las posibilida-
des de comunicación que ofrece Internet, ha sido posible la creación de una comunidad virtual que
a los comentarios y críticas de los otros, y queda gradualmente engarzado simbóli-
amplía el ámbito local de la acción política. La creación de redes y movimientos de apoyo basados en
camente en la fabricación simbólica de la vida diaria» (Thompson, 1997, pág. 67). el aprovechamiento de Internet ha permitido poner de manifiesto la potencialidad que las redes de co-
Quizá lo que he denominado visión apocalíptica viriliana pueda ser atenuada municación del espacio virtual pueden tener sobre la creación de nuevos vinculos sociales y políticos
o amortiguada si la reflexión incorpora la capacidad de agencia y el carácter he~- y, como asimismo, pueden ser el origen de movimientos autoorganizados. Sobre las potencialidades
menéutico de los seres humanos y, con ello, se relativizan las atribuciones de pasi- para la acción política, su pragmática y el análisis de los efectos de prácticas comunicativas antago-
ntstas, dentro y fuera de la red, merece la pena consultar Grupo Autónomo a.f.r.i.k.a., Lurher Blisset y
vidad que se les imputan. Por lo demás, afortunadamente, no todo se reduce a l~s
SonJa Brünzels (s/f) y Luther Blisset (2000).
medios de comunicación de masas. Posiblemente sea cierto que ante ellos, la ÚOl-
22. Aunque Rossi (I988) focaliza sus trabajos sobre el saber como producto objetivado en un tex-
ea relación posible es la unidireccional; aunque no resulta de recibo aceptar di- to escrito, susceptible de ser conservado y transmitido, sus observaciones, a mi juicio, son pertinentes
rectamente que los seres humanos somos simples esponjas que «absorbemos» aun respecto de lo que estoy examinando. Para este autor, la función de conservación se sitúa en un
acríticamente lo que los medios de comunicación nos presentan y/o nos impone~. Punto intermedio entre la circulación y la producción.

Pero existen otras tecnologías que, a pesar de imponer también su lógica, permI- func~~' Referido a la ciencia y ~ arte expresivo (fotografía, músic~, erc.). Producido por person~s cuya
on no se reduce a transrnitirlo y conservado de modo inteligible SIOO que en general estan inte-
ten otro tipo de relación." t d ' , ,
esa as en que se haga. Se trata de un saber que, por sus características, debe ser, necesariamente,
Como sostiene Pietro Rossi (1988), en toda sociedad circula y se produce sa- translni Slibl e aunque su conservacion
. . no esta. garanuza
. d a en to d os l os casos.
ber. Sin embargo, también es cierto que toda sociedad tiende a conservar este sa: 24. Comprende el conocimiento generado por la actividad de grandes organizaciones o estructu-
r~s (Estado, empresas, partidos políticos, sindicatos, instituciones internacionales, erc.), En él se in-
c.UYebuena parte del conocimiento sistematizado de la sociedad (normativas, memorias, caracterís-
21. Pensemos sino en la utilización que el Ejército Zapatista (EZLN) ha hecho de las rede~ decO~ ~cqd l . . . . l
e as msntuciones, comportamientos de as personas en las organizaciones, etc.).
municación que brinda el ciberespacio, impulsando a través de ellas nuevas prácticas comumcatlva 25. Producido por las personas y grupos que componen la sociedad. Es un saber altamente frágil,
fundamentadas en una ética del diálogo y en una restitución y reivindicación del lenguaje en la poJíu' qUe se sostiene en virtud de la pluralidad de personas que 10 producen, 10 acumulan y lo difunden.
68 I La memoria como acción social

ción y transmisión de información, sino de comunicación, es decir, intersubjeti-


2 EL DISCURSO SOBRE LA MEMORIA
vidad. En efecto, John B. Thompson (1997) al referirse a la globalización de la
comunicación define 10 que denomina «eje simbólico de la difusión globalizada Y LA MEMORIA COMO DISCURSO
y de la apropiación localizada». Es decir, aunque la comunicación y la informa-
ción se difunden a escala global, su recepción siempre se realiza por personas que
se encuentran en entornas local y espacialmente específicos. «La apropiación de
productos mediáticos es un fenómeno localizado, en e! sentido de que implica a Ex~l~r la idea del lenguaje como representación y ser enteramente wittgen-
st:illla.no en el enfoque del lenguaje, equivaldría a desdivinizar el mundo
individuos concretos situados en contextos sociohistóricos particulares, y que
Solo SI lo hacemos podemos aceptar plenamente el argumento de que ha;
utilizan los recursos disponibles con intención de dar sentido a los mensajes me-
ve~dade~porque la verdad es una propiedad de los enunciados, porque la
diáticos e incorporados a sus vidas. En un proceso de apropiación, con frecuen- ~Xlstenclade los enunciados depende de los léxicos, y porque los léxicos son
cia los mensajes se transforman, ya que los individuos los adaptan a contextos
prácticos de la vida cotidiana» (Thompson, 1997, pág. 230).
Las tres dificultades a las que me he referido (historificación, espectaculariza-
r echos por l?s seres humanos. Pues en la medida en que pensemos que «el
undo» designa ~go que debemos respetar y con lo que nos hemos de en-
r~nt~:, algo semejante a una persona, en tanto tiene de sí mismo una des-
ción y telepresencia) no pueden ni deben ser obviadas. Es probable que la memo- cnpclO~ preferida, insistiremos en que toda explicación filosófica d 1 _
dad retr 1 . .. , d e a ver
ria y su estudio, tal y como 10 concebimos ahora, tengan los días contados. Pero . ene a «inturcións, e que el mundo está «ahí afuera». Esta intuición
tampoco puedo dejar de pensar en, por ejemplo, Chiapas, donde la historia se ha eqUlva~ea la :~ga sensación de que incurriríamos en bybris' al abandonar el
empezado a reescribir, cómo las nuevas tecnologías y los nuevos usos de la pala- leTaJe tradicional del «respeto por el hecho» y la «objetividad»: que sería
bra y e! discurso se han convertido en obús y cómo la informática nos ha mante- pe graso, y blasfemo, no ver en el científico (o en el filósofo o en el t
o en al . l a cui 1 ' poe a,
« guíen» a qUl~ncump e una función sacerdotal, a quien nos pone en
nido informados/as. Claro que tampoco puedo dejar de pensar en los niños y ni-
contacto con un dominio que trasciende lo humano.
ñas de Arequipa, en Perú, ni en cómo las piedras que arrancan en la cantera dejan
cicatrices en su memoria. Pero no todo ocurre en e! tercer mundo ... quizá, ya en Richard Rorty (1989), Contingencia, ironía y solidarIdad
pleno debilitamiento de los marcos que describía Halbwachs.
«Entreabrirse la posibilidad de una civilización de! olvido», como sostiene
Paul Virilio (1995), podría constituir una ajustada síntesis de las dificultades que
Haciendo memoria ...
he mencionado. Sin embargo, la retórica que encierra tal afirmación puede impe-
dir que veamos qué se encubre tras ella. Caladavez que .recuerdo las memorias que nos obligaban a leer en e! colegio
me s e un sarpullido. '
Estamos habituados/as a concebir el olvido de una manera negativa, como una au-
sencia de memoria (Formenti, 1989). Sin embargo, referimos al olvido significa refe- d 1 Todos lo~ a~os, la fiesta de! Fundador: «SanJoséd~Calasanz nació en Peralta-
rimos a la memoria y referimos a la memoria significa aludir al olvido: no puede haber e aSal, provmcIadeHuesca. Fundó ....». y aquella lámina escalofriante avaros a
olvido sin memoria, pero tampoco memoria sin olvido (Lapierre, 1989). Ambos son y sobrecogedora en mitad de! libro que nos obligaban a leer durante todo e! dí
componentes inextricables del mismo proceso. El olvido no puede existir sin memo- :,c~rrados en e!.aula o en e! salón de actos ... San José de Calasanz con e! rostro fa-
ria, ya que identificar un olvido, significa reconocer una ausencia o una pérdida. Re- 10e~co'dco~ W;nctu~ cadavérico; genuflexo, orando y dirigiendo su mirada al cie-
sulta pertinente admitir la distinción que Henri Atlan (Atlan y Morin, 1989) establece o' ~n. e abía ~ CIrculo resplandeciente (¡No sean ustedes patanes.' Es un fulgor
entre acordarse y no haber olvidado. En efecto, para hacer memoria, para acordarse, es c~ntSctente, decía e! cura). E.~tre miedo y felicidad en la fiesta de SanJoséde-
necesario haber olvidado; ya que hacer memoria no significa copiar un acontecimiento
del pasado sino regenerado, revivirlo; incluso «...concebirlo, en el sentido biológico,
como se concibe un niño, como se concibe una idea» (Atlan y Morin, 1989, pág. 27).
zz:
. asanz ... Como cuando muna e! Padre Corripio y nos llevaron a ver el cadáver.

se f
besar/a. mano del Padre Corripin! nos dijo e! Padre Rector, que no había
la o e exhibir, desde nuestra entrada a la capilla una ampli
b 1 '
. .
a sonnsa mientras
Civilización del olvido, entonces civilización de la memoria. Quizá, 10 que nos el r rota a as,manos: Era la primera vez que veía a un muerto: ya no fue 10 mismo
depare el futuro sea, como pronostica Paul Virilio (1995), el disponer de una me- t beSIto del día ... tema ~godón en los agujeros de la nariz y e! Padre Rector se fro-
moria inmediata. En cualquier caso, significa disponer de alguna memoria. a a as manos y sonreia ...
¿Cómo será esa memoria? Lo cierto es que 10 ignoro. l. Orgullo.
~o\'l~ IfI1d.V\d(J~ I
oS '" e. I
~~-+. (.,.el!' ~ 4-r moria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 75

Pero ¿cómo es posible que seamos capaces de realizar todas estas complejas conciencia de sí mismo que permite la reflexividad. El bucle recursivo que cierra
operaciones? ¿Cómo podemos comprender lo que nos explica un ser individual el "yo cognoscente" sobre el "yo conocido" constituye en última instancia la con-
que confiesa haber atesorado durante largo tiempo su vida y sus experiencias?' dición de posibilidad de lo social» (Ibáñez, 1989, pág. 122).
¿Cómo nos resultan inteligibles sus exclusivas vivencias? ¿Qué confianza nos me- En efecto, es porque los seres humanos somos, simultáneamente, sujetos yob-
rece para estimar que lo que nos dice no es una distorsión de la realidad? Dicho jetos de nuestra construcción que podemos mediante nuestro lenguaje y nuestras
con otras palabras: ¿Cómo podemos admitir de forma tan inmediata y resuelta prácticas, contribuir a la creación de una realidad social que es, a su vez, sujeto y
que aquello que reconocemos como patrimonio interior y genuino de cada perso- objeto de inscripción de nuestras relaciones y donde éstas adquieren significado.
na, nos resulte, simultáneamente, familiar, inteligible y común? Aquí radica la Asumir la reflexividad nos compromete en el reconocimiento del papel pro-
paradoja, en considerar que la «memoria individual», pese a sernos accesible e in- positivo y activo que poseemos los seres humanos en el desarrollo de actuaciones
teligible, constituye una facultad interior. Incluso provocándonos emociones, estratégicas (Ibáñez, 1989). En el mismo sentido, implica admitir que la movilidad
identificándonos con el relato" de la memoria o con su protagonista, aceptar que y el desplazamiento de los seres humanos por distintos espacios discursivos (habi-
se trata de algo privado. tuales y/o alternativos) o, lo que es lo mismo, la participación en diferentes domi-
No obstante, lo que parece ser una paradoja, deja de serlo si admitimos que nios de relación (Ibáñez, 1994; Gergen, 1994) hace que se mantenga y alimente
las memorias individuales, en lugar de ser la expresión de una realidad interior, una situación de crisis permanente de todos los puntos de vista que sostenemos ya
son construcciones eminentemente sociales. que, en todo momento, estamos expuestos al intercambio, juicio, crítica o con-
En efecto, la construcción de la naturaleza social de los seres humanos viene frontación por causa del establecimiento de esas nuevas relaciones (Rorty, 1979,
propiciada por la competencia que tenemos para cancelar la separación suje- 1991; Ibáñez, 1989, 1994; Gergen, 1994; Potter, 1996; Edwards, 1997)/ lo que
te/objeto, fusionando ambos términos en una relación recíproca. Con otras pala- nos obliga, no sólo a producir respuestas satisfactorias en las diversas circunstan-
bras, la construcción de nuestra naturaleza social se debe a nuestra capacidad re- cias en las que nos encontremos, sino también a colaborar en la construcción de
flexiva: «Es porque el sujeto es capaz de tomarse a sí mismo como objeto de esas mismas circunstancias y sus significados.
análisis por lo que puede constituirse un mundo de significados compartidos y un Una muestra de lo que sostengo, puede derivarse de la lectura de lo que he es-
espacio intersubjetivo sin los cuales la dimensión social no podría constituirse crito en las primeras páginas de esta sección (Haciendo memoria y Para hacer me-
como tal. Verse "con" los ojos de los demás, verse "en" los ojos de los demás, en- moria) y del examen de la composición de lo que ahora el lector o lectora está si-
tender lo que hacen o lo que pretenden los demás, en definitiva, hacer que seamos guiendo. Con toda seguridad, el lector y/o la lectora, además de ponderar la
inteligibles para los otros y recíprocamente, todo ello sería imposible sin la pertinencia de lo que el texto dice (o lo que trato de explicar en el texto)," es pro-
bable que se pregunte por cuáles son mis pretensiones, adónde trato de condu-
cido/a, en qué medida comparte conmigo las afirmaciones que expongo, etc. Po-
3. Dos ejemplos:
drá estar de acuerdo, o no, pero tengo depositada mi confianza en que lo que
1: "Yo aquí me limitaré a contar mi vida por dentro y sin pudor alguno: única jusúficación de un
libro como éste; y la verdad es que tampoco hay en mi vida tanto que ocultar. Dejo al lector juez de
expreso será entendido: presupongo que los/as lectores/as me confieren compe-
hasta qué punto lo he conseguido. Si el autor comienza por decir cuanto cree saber de sí mismo, tan- tencia social, de la misma manera que yo se la presupongo a ellos/as en este juego.
to más derecho adquirirá a decir cuanto cree saber de los demás. L..] Sólo contaré lo que sé de mí y Sin embargo, además de los contenidos que pretenden articular una respues-
por mí, por más que saber no deba entenderse aquí en el sentido de conocimiento exacto. Y sin otro ta a mis interrogantes, y a los que anticipo podría plantearse ellla lector/a en la
apoyo externo a mis recuerdos que la simple indagación de fechas y nombres olvidados. Hablaré siem-
composición de estas páginas, intento adelantarme y conjeturar sobre cómo es la
pre en pretérito, incluso de personajes que todavía están vivos, porque no es de ellos, sino de mis re-
cuerdos de ellos, de quienes hablo» (Pardo, 1996, pág. 16).
mejor manera posible de atrapar al lector y/o lectora (decir, pero no decido todo;
2: "No me he sumergido en mi memoria; he traído los recuerdos a "mí", es decir, al Yo de este mo-
mento, e! que ahora me siento ser, como si fuera posible decir "he sido", como si no fuera e! mismo 5. Claro está, que la reflexividad no es sólo aplicable a lo expuesto, sino que es igualmente funda-
que en otros momentos fui. El lenguaje no se ajusta a lo que realmente experimento, pues no dejo de mental para e! propio desarrollo de las ciencias sociales y de la Psicología social en particular (Ibáñez,
reconocerme en cada secuencia de mi vida. No podría decir "he sido", como un actor que dijera "he 1989; Gergen, 1994; Woolgar, 1988).
sido Don juan", "he sido Hamlet". No me veo "habiendo sido" y "no siendo" ya. Mi vida me aparece 6. Ésta podría ser una de las estrategias con las que orientar mi discurso. Puedo elegir, al menos,
como una formación singular en la que las etapas anteriores de mi existencia son peldaños que me con- entre dos alternativas posibles: a) hacer hablar a otros/as (arnparándome en su autoridad, por ejemplo)
ducen al que ahora soy» (Castilla de! Pino, 1997, pág. in. o a los resultados de la investigación, y b) hablar yo mismo. Evidentemente, puedo utilizar simultá-
4. Siguiendo a Paul Ricoeur (1983,1984), utilizaré indistintamente e! término narración o relato. neamente ambas estrategias, según lo considere pertinente.
78 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 79

Quizás, con alguna dificultad, el/la lector/a podrá hacer un pronóstico y podría haberlo hecho de otra manera," favoreciendo un discurso, más estric-
pondrá al descubierto las claves o las directrices de mi exposición. Si esto es así tamente conforme a las convenciones académicas que avalan la producción de
probablemente, mis pretensiones se verán truncadas y mi estrategia se verá alte: una obra como ésta, planteando con minuciosidad mis pretensiones e introdu-
rada. No obstante, confío en poseer la pericia suficiente como para conducir ciéndome directa y reflexivamente en el contexto y en materia.!' Igualmente hu-
oportunamente esta actuación, ya que, como sostiene Tomás Ibáñez: «Paradóji_ biese sido una actuación estratégica.
camente es porque el sujeto puede anticipar, o predecir, los efectos de sus mani- Sin embargo, he preferido desarrollar dos narraciones análogas a las «memo-
festaciones por lo que se quiebra el concepto mismo de predictibilidad» (Ibáñez rias individuales» a las que he aludido en páginas anteriores. He construido unas
1989, pág. 122). 8 '
memorias accesibles para todo el mundo. Me he limitado a componer una trama
Sea como fuere, tanto si se descubre mi estrategia, como si no, no saldré in- (una nueva congruencia en la disposición de los intereses que ahora me at~ñen),
demne de este juego. En unas ocasiones, la presencia de los personajes que he haciendo con ello posible que fines, causas y azares se reúnan en la unidad tem-
creado en el texto (el de Haciendo memoria ..., el de Para hacer memoria ... y el que poral de una acción total y completa (Ricoeur, 1983). He dado forma a dos ver-
ahora escribe esto) se manifiesta con mayor evidencia que en otras: se producen siones de la memoria de entre las muchas posibles; he ordenado diferentes acon-
apariciones como sujeto y objeto de memoria, pero también se producen desliza- tecimientos de un pasado y enfatizado unos en detrimento de otros. En definitiva,
mientos entre las bambalinas del texto, depositando en terceros/as o en el discur- he proporcionado apuntes recuperados de la vida social, porque ignoro cómo po-
so el protagonismo de la exposición. Mi incorporación explícita e implícita al tex- dría hacerlo de otra manera. En este sentido, es posible afirmar que «...cuando el
to mediante autorreferencias, argumentos y justificaciones, contribuye retóricamente hombre cree encontrarse solo, cara a cara consigo mismo, otros hombres emergen
al establecimiento de un compromiso que, necesariamente, repercutirá sobre el y, con ellos, los grupos de los cuales proceden. [.. .J La sociedad parece detenerse
desenvolvimiento de mi discurso (sobre sus aperturas y sus cierres) y que, simul- en el umbral de su vida interior. Pero ella sabe bien que, incluso entonces, el hom-
táneamente, me condicionará a mantener una determinada relación que, ineludi- bre no se evade de ella más que en apariencia y que, quizás, en ese momento,
blemente, se irá transformando a medida que evolucione y se desarrolle el escri- cuando parece pensar menos en ella, es cuando desarrolla sus mejores cualidades de
to." Claro está también, que las aperturas y cierres no sólo me afectarán a mí como hombre social» (Halbwachs, 1925, pág. 109). He estado refiriéndome a la sociedad,
autor. La forma de desarrollar mi discurso repercutirá sobre los lectores y lecto- es decir, a mí mismo, aun sin explicitarlo, porque estaba permanentemente presen-
ras. Mediante mi discurso creo significados que, necesariamente, reducen las po- te en mi discurso. Éste es uno de los sentidos en que puedo afirmar que mi memo-
sibilidades de mis interlocutores/as, dado que si concedo significado a una cosa, ria no es una memoria individual. Incluso, si el texto fuese un monólogo interior, se-
no se puede, si desarrollo adecuadamente mi exposición, interpretarse como otra guiría siendo social ya que, en su elaboración, debería suponer la compañí r"Te::-:-o~tr~a~s--'~-",,--s
distinta. Por ello, en algún sentido, mientras reconozco en mis lectores/as o in- personas. Pero sobre todo, la memoria que he narrado es social porque pa crearla P 'b Z
terlocutores/as su capacidad propositiva, del mismo modo, niego su potencial he tenido, como no podía ser de otra forma, que recurrir al lenguaje.
para proponer. Toda memoria denominada individual es social y, por ello, no se puede aludir
La actuación estratégica que he tratado de desarrollar ha sido, si cabe, más a ella como privativa de los individuos. De hecho, lo que se recoge en las memo-
acentuada en estos últimos párrafos: he tratado de explicar lo que trataba de expli- rias individuales son episodios sociales que se desarrollan en escenarios también
car. He intentado hacer reflexiva la reflexividad. Me he servido, como no podía ser
de otra forma, del lenguaje y del contexto de unas determinadas prácticas (que son 10. Lingüísticamente, se puede componer un número indeterminado de discursos. Ahora bien, la
utilización del lenguaje no es neutral, sino deudora de los diversos y particulares contextos relaciona-
las que permiten configurar ese contexto), que presumen un carácter compartido
les, ya que sirve para satisfacer diferentes funciones sociales. Como sostiene Kenneth J. Gergen: «...la
y pretenden estar ajustadas a las circunstancias que justifican este discurso. multiplicidad narrativa es importante primeramente a causa de sus consecuencias sociales. La multi-
plicidad se ve favorecida por la variada gama de relaciones en las que las personas están enredadas y
8. Conviene tener presentes las diferencias entre un texto escrito y una conversación, en cuanto a las diferentes demandas de contextos relacionales diversos» (Gergen, 1994, pág. 253). En efecto, en
versatilidad, secuencialidad, etc. nuestra sociedad existe un amplio repertorio de discursos que se consideran apropiados en función de
9. En el caso de una relación cara a cara, este proceso adquiere matices diferentes y se hace más los/as interlocutores/as y de la relación que se pretende establecer. Por ejemplo, de los dos con que ini-
complejo: Los conocimientos que una persona construye acerca de sí misma en sus interacciones con ctaba esta sección, el segundo (Para hacer memoria ...) se podría considerar más adecuado para un tra-
otros/as, transforman esas relaciones y repercuten sobre ese conocimiento construido. De este modo, bajo académico o para un ensayo, aunque en el caso particular que nos ocupa, ambos son oportunos,
se produce un proceso de incesante reconstrucción basado en la interdependencia de la persona y sus ya que lo que se pretende es poner de manifiesto dos maneras de narrar.
relaciones (Ibáñez, 1989; Gergen, 1994; Shotter, 1984). 11. Véase a título de ejemplo el corrosivo y penetrante prefacio de Jesús Ibáñez (1979).
80 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 81

sociales y que poseen un carácter comunicativo en que la presencia (real o virtual) ria al menos dos tipos de contexto para esa acción. Situamos la conducta de los
de otras personas es lo que la caracteriza (Blondel, 1928; Halbwachs, 1925, 1939 agentes en referencia a su lugar en su historia de vida; y situamos esa conducta tam-
1941, 1950; Dudet Lions, 1989; Edwards y Middleton, 1986, 1988; ]edlowski: bién en referencia a su lugar en la historia de los escenarios sociales a los que per-
1989, 1991; Gergen, 1994). ¿Podrían ser de otra forma y resultar inteligibles? tenecen» (Connerton, 1989, pág. 21).
¿Habría alguna posibilidad de acceder a las «memorias individuales» si fuesen Quizá, gran parte de las reticencias que existen para aceptar la naturaleza social
particulares de los/as individuos/as? Aunque trataré de mostrado en apartados de la «memoria individual», reside en la concepción extendida y dominante que se
posteriores, creo que se podría convenir, aun en ausencia de mayores argumentos, tiene de la memoria y a la que aludiré más adelante. Sin embargo, en relación con lo
que la memoria de cualquier persona se volvería ininteligible si se la despojase (en anterior, en mi opinión, no es menos sustancial la asociación de la noción de me-
el caso que fuese posible) de su naturaleza social (Jedlowski, 1989, 1991). En efec- moria con la de omisión y la de distorsión que sitúa a los seres humanos como trá-
to, «Los incidentes característicamente tejidos en una narración son las acciones gicamente falibles y poco consistentes. En efecto, el establecimiento de dicotomías
no sólo del protagonista sino también de otros. En la mayoría de los casos las ac- como exactitud/inexactitud, concordancia/discrepancia, certidumbre/incertidumbre y
ciones de los demás contribuyen de manera vital a los acontecimientos vinculados otras, o dicho más sintéticamente, la fundamentación del conocimiento en la noción
en la secuencia narrativa. [...] las acciones de los demás se convierten en parte de Verdad y Error respecto a la Realidad ha repercutido en la consideración y enfo-
integrante de la inteligibilidad narrativa» (Gergen, 1994, pág. 257). La memoria, que de la memoria y en su relegación al ámbito de lo psicológico, de lo subjetivo.
como sostiene Maurice Halbwachs (1925, 1939, 1950), siempre se refiere a una Buena parte de la tradición de la cultura occidental se ha consagrado a la bús-
persona que recuerda algo y que, mediante el lenguaje, puede establecer con otros queda de la Verdad. Como señala Richard Rorty (1991), éste es el ejemplo más pa-
y otras una comunicación que permita dar cuenta de la construcción de ese pasa- radigmático de intentar encontrar sentido a la propia existencia, buscando la ver-
do que recuerda. En este sentido, el lenguaje juega un papel decisivo en la expli- dad y la objetividad en detrimento de los intereses de la sociedad. Es decir,
cación de la memoria. En efecto, cualquier narración de nuestra memoria, de intentar alcanzar la verdad como algo en sí mismo y no porque sea adecuada so-
nuestras acciones, implica la relación con otros/as, la participación de otros/as y cialmente: «Somos los herederos de esta tradición objetivista, centrada alrededor
la alusión a otros/as." Pero no sólo esto, sino que también nos apoyamos en los del supuesto de que debemos saltar fuera de nuestra comunidad lo suficiente-
demás para construir los acontecimientos y hacemos inteligibles (Orr, 1990). La mente lejos para examinada a la luz de algo que va más allá de ella, a saber, lo que
narrativa de una vida forma parte de un conjunto de narrativas interconectadas tiene en común con todas las demás comunidades humanas reales y sociales. Esta
que tiene que ver 'con las múltiples relaciones que los seres humanos establece- tradición sueña con una comunidad definitiva que haya superado la distinción en-
mos. En este sentido, se puede afirmar que «...llegamos a conocemos a través de tre lo natural y lo social, y que mostrará una solidaridad no estrecha de miras por-
la petición de explicaciones, proporcionando explicaciones y creyendo o dudan- que es la expresión de una naturaleza humana ahistórica» (Rorty, 1991, pág. 40).
do de las historias acerca de los pasados e identidades de los otros. Al identificar Asimismo, a mi juicio, esta relegación al ámbito de lo individual tiene mucho que
y comprender con éxito lo que algún otro hace, colocamos un acontecimiento ver con presupuestos ideológicos ligados al individualismo liberal de las sociedades
particular o episodio o forma de comportarse en el contexto de un conjunto de occidentales que, naturalmente, tienen su traducción, en muchos casos, en las inteli-
historias narrativas. Así, identificamos una acción particular trayendo a la memo- gibilidades teóricas que se desarrollan. Por ejemplo, respecto a la Psicología «...la
idea del individuo como origen de la acción y de la mente individual como origen del
12, Paolo Jedlowski (1991) sugiere que cuando afirmamos, por ejemplo, que alguien me recuerda sentido y el significado es una premisa, no un hallazgo; y, como tal, es una idea im-
algo, podemos estar manifestando, al menos, dos cosas: que la presencia de ese alguien propicia la me-
posible de demostrar desde la psicología. Y no sólo es característico de la psicología,
moria, o bien, que ese alguien nos estimula a hacer memoria. En ambos casos, la memoria emerge en la
relación donde se produce comunicación y acción comunicativa. Algo semejante, puede decirse res-
el énfasis en el sujeto individual es parte de la ideología de la cultura individualista
pecto de los monumentos y las conmemoraciones. En el mismo sentido, Derek Edwards y David occidental: acción individual, libertad individual, etc. yeso explica que esté presen-
Middleton muestran cómo se establece una relación bidireccional entre memoria y relaciones: «Las re- te también en las premisas de la psicología que se hace» (Edwards, 1991, pág. 7).0
laciones son un determinante del recordar, que proporcionan criterios de significación (definiendo lo
que vale la pena recordar y cómo los recuerdos se conectan para contar la historia de las vidas de la
gente) y que proporcionan también un foro para el proceso mismo (un contexto en el que se da el re- 13, El individualismo parece mostrarse como una manifestación incontenible que capilariza
cordar comunicativo). En la otra dirección, recordar es un determinante de las relaciones, Las relacio- toda la organización y relaciones sociales en las sociedades neoliberales. La noción de individuo en
nes pueden ser definidas, negociadas, redefinidas, consolidadas o disputadas a través de conversacio- estas sociedades se corresponde con la de un ente abstracto, aislado de cualquier condicionamiento
nes acerca del pasado» (Edwards y Middleton, 1988, pág. 4), Social y/o histórico; lo que lo convierte en único responsable de su condición, En este mismo senti-
82 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 83

Naturalmente, esta cuestión no es baladí; tiene hondas repercusiones no sólo (acontecimiento) y la memoria, no se puede atribuir al deterioro del recuerdo, al
teóricas sino políticas. En efecto, enfatizar la importancia del sujeto individual, es tiempo transcurrido, ni quizás a la edad avanzada de algunos de los narradores. Sí
decir, resaltar la disyunción entre lo psicológico y la realidad, conduce inexora_ puede decirse que nos encontramos delante de productos genera~o~ por el fun-
blemente a promover un tipo de explicaciones en detrimento de otras, como ya cionamiento activo de la memoria colectiva, generados por procedimientos cohe-
ocurre al considerar muchos procesos y conflictos sociales como si fueran psico- rentes que organizan tendencias de fondo que incluso encontraremos en las fuen-
lógicos. En este sentido, suscribo con Rusell J acoby que la reductio ad hominetn tes escritas contemporáneas a los hechos. Podemos añadir una última observación:
promovida desde muchas posiciones del psicologismo, lo que ha hecho es «Lle- conoceríamos mucho menos el sentido de este acontecimiento si las fuentes orales
vado por sus ansias de encontrar humanidad, la ve en todas partes, olvidándose de no lo hubieran referido de manera cuidadosa y verídica. El hecho histórico rele-
la fabricación social de la inhumanidad, y perpetrándola con ello» (Iacoby, 1975, vante, más que el propio acontecimiento en sí, es la memoria» (Portelli, 1989,
pág. 103). págs. 28-29). Del mismo modo, se puede añadir que las pretensiones de los/as ha-
Frente a la concepción de la memoria como la traslación cronológica y con- blantes respecto a que los acontecimientos o hechos que refieren responden a una
textual de un fenómeno, donde lo que se resalta es la representación fiel y exacta memoria precisa y/o exacta, generalmente no son aceptadas por sus interlocuto-
de los acontecimientos, las fechas, los lugares, etc. cabe objetar, como hace Ales- res/as sin considerables objeciones (Billig y Edwards, 1994).
sandro Portelli (1989) en referencia a las fuentes orales, que lo más importante de Las «memorias individuales» a las que he aludido han sido escritas en un mo-
los testimonios para los/as que hacen memoria no es la exactitud o inexactitud del mento histórico determinado. Como sostiene James Amelang (1995), las biogra-
recuerdo (inexactitud de la que, frecuentemente, son conscientes, pero de la que fías y las autobiografías, de la misma manera que otras formas de hacer, constitu-
prescinden), sino el significado que poseen." «El distanciamiento entre el hecho yen también una práctica social y cultural históricamente específica. No
pertenecen al pasado al que hacen referencia, son una producción del presente
que construye el pasado. Como cualquier otro objeto social, sus propiedades es-
do, los vínculos sociales se entienden como una transacción privada, desligada de cualquier como
promiso social. tán inseparablemente unidas a sus condiciones de producción, por ello su inteli-
Huelga cualquier comentario respecto del artículo de Pedro Schwartz titulado «[De rodillas, infeli- gibilidad depende de la referencia a ellas. También Frederic C. Bartlett señaló este
ces!». Entresaco algunos fragmentos: «Hay españoles que siguen llamándose comunistas. Otros vivieron aspecto al referirse a cómo en los/as autores/as de biografías, aun pertenecientes
o sufrieron como comunistas, medraron como compañeros de viaje, y aún no lo han lamentado pública- a distintas épocas y pueblos: «Lo que en principio se destaca y lo que se recuerda
mente. Si no confiesan su culpa o analizan su error de ayer, mal podemos atenderles hoy. L..] Quienes
en consecuencia es en cada momento, en cada grupo y en casi todos los temas re-
rindieron pleitesía al comunismo nos deben, no una "autocrítica" al estilo de los juicios de Moscú, sino
una explicación de cómo pudieron hacerse esclavos de tan monstruosa filosofía y organización, para avi-
sultado en buena medida de tendencias, intereses y hechos a los que la sociedad
so de propios y extraños. L..] La principal ventaja del marxismo sobre otros fanatismos estriba en que ha conferido algún valor» (Bartlett, 1932, pág. 324).
predijo cosas comprobables, que no resultaron. Por eso ha caído. Otros credos han cometido maldades Todas y cada una de las memorias y biografías a las que me he referido, así
en nombre de la felicidad de ultrarumba. No se me malentienda. No estoy condenando el sentir religio- como los relatos que he escrito (Haciendo memoria ... y Para hacer memoria ...), se
so. En el campo personal, pocas sentencias hay más sabias que "no sólo de pan vive el hombre"»; en el
inician con la selección de un momento temporal (más o menos borroso) a partir
campo político, pocas amonestaciones más prudentes que "mi reino no es de este mundo". Hablo del pa-
sado del que las iglesias se han arrepentido. L..] A quienes son o fueron comunistas les pido, por Dios o
del cual emprender la narración. Pero no sólo es la preferencia por un período. Su
por la humanidad, que se arrodillen y hagan las paces consigo mismos ... como lo haría un nacionalsocia· escritura es deudora de un contexto social, histórico y político, así como también
lista ... por la muerte y la opresión que su partido ha infligido a la humanidad» (El País, 10.01.92). (aspecto que frecuentemente se olvida), de la posición ocupada en el medio social
Idéntica glosa merece la respuesta en una entrevista realizada por Victorino Ruíz de Azúa al en' en que se escriben. Como sostiene María Ángeles Durán (1982, pág. 12): «Cada
tonces (prescindo de si continúa en el cargo) Secretario General de la Fundación para el Análisis y los
época, cada cultura e incluso cada persona puede producir un número infinito de
Estudios Sociales Miguel Ángel Cortés: «La diferencia está en si la solidaridad es voluntaria u obliga·
toria. La solidaridad liberal es voluntaria. Los liberales creemos en la bondad de los hombres creemoS
nuevos conceptos ... Pero para que esos conceptos tengan validez social hay que
que las personas se ocupan de manera natural de su familia, de sus hijos, de su patria. Los ;ocialistas bautizarlos con la palabra reconocida socialmente, darles un nombre; y el regalo
quieren hacer de los demás mortales solidarios a la fuerza» (El País, 19.05.94). de un nombre no es un don gratuito o inacabable, sino sometido a la economía de
14. Recuerdo haber leido una referencia a que Goethe escribió tres veces sus memorias y siempre la escasez y a las reglas del poder. Sólo puede recibir un nombre la experiencia que
finalizaban a la misma edad ¿alrededor de los 40 años? Como no las he consultado, ignoro si repro'
el grupo que comparte el lenguaje está dispuesto a reconocer en su existencia in-
duce los mismos acontecimientos (y si lo hace de manera similar) en las tres versiones. En cualquier
dividualizada y este reconocimiento es una decisión que entraña relaciones de in-
caso, rehuyendo cualquier sospecha de fraude premeditado, creo que es una anécdota que puede ser'
vir de ilustración de lo que estoy exponiendo. tercambio y de dominación. Las experiencias negadas o negadas parcialmente por
88 I La memoria como acción social
El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 89

Uruguay, tendían a desmentir la existencia de los hechos mismos. Aparecían com gestrom, B~o~, Engestrórn y Koistinen, 1990; Padden, 1990) y que poseen un
invenciones de las víctimas, quienes además del sufrimiento padecido parecí~ pOder~so slgnifl.cado (Bartlett, 1932; Edwards, Potter y Middleton, 1992a,b; Lira,
haber perdido el juicio de la realidad. Lo que habían vivido no había existido. As' sifa; LIra y Castillo, 1993a,b; Zapata, s/f; Shotter, 1984, 1987a, 1990; Middleton y
las violaciones de derechos humanos llegaron a ser formuladas como asuntos d~ Edwards, 1990; Billig, 1990; Schwartz, 1990; Billig y Edwards, 1994; Birulés,
orden subjetivo cuya "realidad" dependía de la credibilidad individual y no sien_ 1995). La literalidad o exactitud del recuerdo suele carecer de importancia en la
do reconocidos como hechos objetivos que podían ser establecidos indepen_ medida en que « ...1os recuerdos siempre se diseñan para conseguir determinadas
dientemente de la subjetividad de las víctimas» (Lira, s/fb, pág. 10). No en vano acciones pragmáticas, y por lo tanto varían. Esto significa que las versiones de los
como sostienen Paolo Jedlowski y Marita Rampazi (1991), la definición del pasa~ hechos no se pueden tomar como meras "ventanas" a las representaciones menta-
do es uno de los instrumentos de que se dotan los grupos antagónicos (Bergalli les de los sujetos, sino que deben ser estudiadas en su contexto social y conversa-
1990,1992; Lira y Castillo, 1992, 1993a,b). ' cional» (Middleton y Edwards, 1990, pág. 52).
Como he indicado en la primera sección, la concepción de memoria más ha- La forma en que construimos el pasado y hablamos de la memoria está rela-
bitual y extendida en Psicología y en Psicología social es la que considera a ésta cionado con, al menos, dos aspectos que quisiera tratar. Por un lado, con el len-
como sistema de procesamiento de información que incluye diferentes procesos o guaje y su cualidad formativa (Potter y Wetherell, 1987; Shotter, 1984, 1989, 1990,
fases tales como la codificación, el almacenamiento y la recuperación; y estructu- 1993a,b; Edwards, Potter y Middleton, 1992a,b; Billig y Edwards, 1994; Gergen,
ras como los esquemas o los prototipos (Delclaux y Seoane, 1982; Lieury, 1989; 1994). Por otro, con la noción de representación, sus repercusiones sobre el estu-
Baddeley, 1990; Clark y Stephenson, 1995; Ruíz-Vargas, 1991, 1994). A partir de dio de la memoria y su incidencia en las concepciones del conocimiento (Rorty,
esta concepción global, se puede entrar en matices en cuanto a su definición: la di- 1979,1989,1991; Middleton y Edwards, 1990; Gergen, 1989, 1994; Ibáñez, 1989,
ferencia entre un input y un output, la acumulación de acontecimientos, experien- 1990). Pese a que las expondré separadamente, debe entenderse que ambas están
cias y conocimientos individuales, etc., pero siempre existe un sustrato en esta de- íntimamente relacionadas.
finición que apela a diferentes procesos y estructuras mentales intervinientes.
Obviamente, no todos los tratamientos del estudio de la memoria son tan abstrac-
tos. En efecto, en ocasiones, se puede perseguir un «realismo ecológico» (Ed- 2.2.1. De la memoria como dato a la memoria como argumentación
wards, Potter y Middleton, 1992a), como he aludido en la sección precedente,
donde la cuestión se presenta como un asunto de vida cotidiana, aunque en su En mi opinión, contrariamente a lo que se suele sostener, lo más insólito en re-
análisis la dimensión social y el significado que ésta posee conforman, frecuente- lación con la memoria, no es la discrepancia en cuanto a las versiones de un acon-
mente, más un decorado y un contenido, que un objeto en sí mismo. Así, se pue- tecimiento, sino su extraordinaria coincidencia. Pese a las sospechas que recaen
den hallar estudios que analizan déficit de memoria y de capacidad/incapacidad sobre su fragilidad, su poca consistencia y su carácter de proceso excesivamente
para memorizar datos, estudios sobre memoria episódica (representaciones de he- s~bjetivo, sorprende cómo los relatos y explicaciones que diferentes personas ma-
chos), sobre memoria personal (representaciones sobre un acontecimiento singu- nifiestan sobre lo que recuerdan, acostumbran a obtener un acuerdo bastante ge-
neralizado.
lar vivido), sobre memoria autobiográfica (representación de acontecimientoS
complejos con un especial protagonismo de la persona que recuerda) o análisis de Los discursos que creamos y las palabras que utilizamos o, dicho de otra ma-
la competencia para exponer un recuerdo (Garzón, 1993; Neisser, 1982; Conway, nera, nuestra forma de hablar, generan realidades de las que, en ocasiones, nos re-
1991;' Clark y Stephenson, 1995). sulta muy difícil desprendemos (Shotter, 1989, 1993b); o como dice Kenneth J.
Todos estos estudios, de una manera u otra, recurren al examen de la memoria Gergen (1994), nuestras palabras se incrustan en nuestras prácticas de vida.
como conservación, donde la exactitud y distorsión constituyen dimensiones ful1- b En nuestra utilización del lenguaje nos parece incontrovertible que las pala-
damentales. Sin embargo, en general, las personas cuando hacemos memoria, 110s ras que empleamos se refieren a determinados objetos, es decir, constituyen su
empeñamos y esforzamos más en hacer una buena descripción, una buena exposi- representación. Sin embargo, las palabras no designan la realidad de la naturaleza,
ción o una buena narración que en proporcionar una relación precisa o literal de ~ro tampoco traducen una imagen especular de la realidad reflejada en la mente
acontecimientos, nos aventuramos a narrar experiencias (incluso no verbales), ha- tn 0rty, 1979, 1989; Gergen, 1989, 1994). Como señalaba Charles Blondel: «Sabe-
cer referencias a objetos (Radley, 1990, Leonini, 1991); a acontecimientos que, coll Os ~ue detrás de los términos, en cuyas descripciones se acomodan, no hay ne-
cesanam en ti'e cosas y que a memoria, InC i diIVlid uo, no es mas
. 1uso en el In ' que una
frecuencia, son extraordinariamente complejos (Middleton y Edwards, 1990; EIl-
94 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 95

cias de la comunicación en un espacio relacional que reproducen, en algún senti_ ulaciones creamos realidades lingüísticas que, pese a serlo, repercuten en nues-
do, el orden social establecido (Shotter, 1984, 1990; Billig, 1990; Connerton forma de ver y seguir creando la realidad. A través del lenguaje podemos mo-
tfljI
1989; Íñiguez y Vázquez-Sixto, 1995a,b,d, 1997; Potter, 1997). ' ~izar Y ser movilizados; nuestros comportamientos pueden verse afectados y po-
No obstante, como ya he señalado, a pesar de las afirmaciones precedentes demoS afectar el comportamiento de los demás. Pero no sólo eso, nuestras
nuestras experiencias parecen obstinadas en mostramos que las palabras rePre: ercepciones y nuestros sentimientos también se ven afectados.
sentan objetos, representan el mundo. Esto no debería resultar especialmente el(- p La virtualidad del lenguaje tiene hondas repercusiones en cómo producimos
traño. Nuestra forma de hablar y, con ella, la utilización de determinadas palabras el conocimiento y, asimismo, en cómo éste puede acabar imponiéndosenos, im-
(mente, memoria, emoción, etc.) sólo es posible en el marco de una forma de vida pidiendo cualquier diálogo y provocando efectos que pueden acabar por redu-
ya constituida (que la propia forma de hablar y las propias palabras ayudan a cimos a un encierro del qu~ nos vemos imposibilitados para salir, sobrecogi-
constituir). Por ello, nuestras referencias yel uso que hacemos de palabras qUe dos/as por la amenaza del Angel Exterminador al que tememos porque vemos
aluden a procesos internos, no pueden ser atribuidos al conocimiento que tene- cernirse sobre nosotros la amenaza de un relativismo insondable. La cuestión,
mos por lo que son en sí mismas o por lo que representan, sino por su validez, como señala Richard Rorty, es definir «...qué autoimagen debería tener nuestra
oportunidad o utilidad que pueden tener en nuestras conversaciones y prácticas sociedad de sí misma. La invocación ritual de la "necesidad de evitar el relativis-
cotidianas" (Shotter, 1984, 1989, 1990, 1993a,b). Es decir, en un entorno relacio- mo" puede entenderse mejor como expresión de la necesidad de mantener cier-
~t b r<-"0l nal; ya que si la comprensión sólo estuviese fundada en la convención lingüística, tos hábitos de la vida europea contemporánea. Éstos son los hábitos alimentados
~ v~ 'j ~ía, en el caso que fuese posible, enormemente penoso hacer inteligible una por la Ilustración, y justificados por ésta en términos de apelación a la Razón,
~I#f ~'A~tifr't\~n con alguien que no participase de esas mismas convenciones. concebida como capacidad humana transcultural de correspondencia con la rea-
Hacer referencia al lenguaje supone hablar de su cualidad poética y retórica. lidad, una facultad cuya posesión y uso vienen demostrados por la obediencia a
Mediante el lenguaje no representamos el mundo, sino que lo construimos. Como criterios explícitos» (Rorty, 1991, págs. 48-49). En efecto, la cuestión reside, en
señala W. Barnett Pearce: «Decir cómo se llama algo no es simplemente nombrar- gran medida, en si la concepción que defendemos de sociedad incluye a los seres
lo o hablar sobre eso: es, en un sentido muy real, "convocarlo a ser" como uno lo humanos como seres auto determinados y autodeterminantes o, por el contrario,
ha nombrado» (Pearce, 1994, pág. 273). Cuando tratamos de comunicamos, sojuzgados por una realidad y por un conocimiento sobre ella independiente y
transmitimos un mensaje que adquiere sentido en el ámbito de relación donde nos aislado de cualquier intervención humana. Al hablar de lenguaje, hablamos no
estamos desenvolviendo. No nos comunicamos utilizando un lenguaje auxiliar, sólo de palabras sino de relaciones y conversaciones que construyen, actualizan y
expresión adaptada de otro primordial que define con exactitud y fidelidad lo que mantienen la realidad. La confianza en la conversación y su potencialidad como
cada uno/ a de nosotros/as tratamos de decir en una situación dada. El lenguaje no creadora de esa realidad y, eventualmente, como medio para mantenerla o modi-
es representacional sino que posee un carácter formativo (Wittgenstein, 1953; ficada es fundamental. La «necesidad de evitar el relativismo» como dice Ri-
Shotter, 1984, 1989, 1990, 1993a,b; Potter, 1996; Potter y Wetherell, 1987; Ger- chard Rorty, ha sido uno de los grandes monstruos contra el que las sociedades
gen, 1982, 1994; Billig, 1990; Billig y Edwards, 1994; Edwards, 1997), en el que OCcidentales siempre han luchado sin denuedo y al que han tratado de conjurar,
resaltan sus aspectos retórico y poético. bebiendo voluntariamente la cicuta que acaba con toda conversación, ignorando
A través del lenguaje podemos crear y dar forma a actividades que inicial- que el relativismo « ...no desemboca sobre ningún precipicio ético y no conduce
mente son vagas y requieren de un sentido para convertirse en prácticas compar- a la inhibición política. Al contrario, exige un compromiso más combativo que
tidas. Mediante nuestros discursos, en nuestras conversaciones y con nuestras for- CUando se adopta una opción normativa. No nos desarma ante las opciones y no
hace inútil el debate. Al contrario, nos hace responsables de nuestras elecciones
26. En este sentido, es interesante advertir el contraste que respecto a nosotros/as y a nuestras coO' y estimula el debate. Parece que todos los ataques que han sido instruidos contra
cepciones nos muestra Richard Rorty con la parábola de los Antípodas: «Estos seres no sabían que te' el Relativismo no le perdonan el haber asestado un golpe mortal al principio mis-
nían mente. Tenían ideas como "querer" o "intentar" y "creer que" y "encontrarse fatal" y "encontrar' tno de autoridad en aquello que le es más fundamental. Si el ser humano es, en
se muy bien". Pero no tenían la menor idea de que éstas significaran estados "mentales" --estados de
t~to que ser social, la medida última de todas las cosas, ¿a quién apelar para sus-
un tipo peculiar y distinto- totalmente diferentes de "sentarse", "tener un catarro" y "estar excitado
Citar su sumisión?» (Ibáñez, 1995, pág. 10).
sexualmente". ['..l no explicaban la diferencia entre personas y no-personas recurriendo a nociooeS
como "mente", "conciencia", "espíritu" ní nada semejante. No la "explicaban" de ninguna maner~,
simplemente la trataban como la diferencia entre "nosotros" y todo lo demás». (Rorty, 1979, pág. 73 .
96 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 97

deras debido a sus causas y no a los argumentos que puedan esgrimirse en su fa-
2.2.2. De la memoria como representación a la memoria vor. Dicho de otra manera: «El objeto a que se refiere la proposición "impone" la
como acción social verdad de la proposición» (Rorty, 1979, pág. 149). En efecto, una creación lin-
güística de una realidad nos impele a entender y aceptar esa realidad. Por ejemplo,
En el prefacio a su libro La filosofía y el espejo de la naturaleza, Richard Rorty un axioma matemático no necesita justificación argumental, debe ser aceptado
al reconocer la deuda intelectual contraída con quienes estima son sus maestros, por sí mismo: el Teorema de Pitágoras debe ser aceptado en cuanto tal porque en
hace referencia a un aspecto común a las obras de todos ellos, la consideración su formulación está inscrita su verdad y no se puede 'apelar a algo que no sea su
«...que un "problema filosófico" era producto de la adopción inconsciente de su- pitagoreidad para discurrirlo ya que las verdades matemáticas no consienten opi-
posiciones incorporadas al vocabulario en que se formulaba el problema -supo- niones ni apreciaciones espurias. Como afirma Richard Rorty, si concebimos el
siciones que había que cuestionar antes de abordar seriamente el mismo proble- conocimiento como relaciones privilegiadas con los objetos sobre los cuales for-
ma» (Rorty, 1979, pág. 11).27 mulamos proposiciones, «...desearemos pasar de las razones a las causas, del ar-
Una de las suposiciones que han imperado en la Filosofía moderna es la con- gumento a la compulsión del objeto conocido, hasta llegar a una situación en que
cepción del saber como representación precisa de lo que hay fuera de la mente el argumento no sólo fuera absurdo sino imposible, pues el que se sienta atrapado
(Rorty, 1979), lo que se encuentra en la realidad. Esta formulación conduce al es- por el objeto en la forma requerida será "incapaz" de dudar o de ver una alterna-
tablecimiento de la siguiente derivación: entender que la naturaleza y la posibili- tiva» (Rorty, 1979, pág. 151).
dad del conocimiento comporta pensar la forma en que la mente es capaz de re- Obviamente, ésta es una forma de pensar el conocimiento. Sin embargo, es
construir tales representaciones. Sostener la noción de conocimiento como posible pensado de otra manera (Rorty, 1979, 1989, 1991; Ibáñez, 1989, 1990;
representación exacta, presupone la aceptación de una noción de sujeto como es- Shotter, 1974, 1984, 1989, 1993a,b; Munné, 1986; Gergen, 1982, 1989, 1994). En
pejo que opera (en virtud del acceso privilegiado a su interior) reproduciendo fiel- efecto, la noción de conocimiento en cuanto a acumulación de representaciones
mente la realidad exterior, natural e independiente de él/ella. Si la imagen especu- precisas es una «decisión opcional» (Rorty, 1979) que puede ser reemplazada por
lar no posee rastro alguno de subjetividad y se corresponde con la realidad, se una concepción pragmática. El conocimiento puede ser pensado como relativo a
puede hablar de conocimiento verdadero; en caso contrario, de conocimiento fal- proposiciones, donde la justificación de las mismas no vendría dada por la apela-
so. Como sostiene Richard Rorty: «El ascenso de la idea de conocimiento como ción a las relaciones privilegiadas que se mantienen con los objetos, sino por la re-
cuestión de representaciones internas debidamente ordenadas -un Espejo de la lación entre las proposiciones en disputa. Operar de esta manera, supone cuestio-
Naturaleza que ni se empaña ni distorsiona- fue debido a la idea de que la dife- nar la pertinencia de dirigir la interrogación sobre el conocimiento humano hacia
rencia entre el hombre cuyas creencias eran verdaderas y el hombre cuyas creencias la búsqueda en la naturaleza de los fundamentos últimos, o sería, por el contrario,
eran falsas dependía de "cómo funcionaban sus mentes"» (Rorty, 1979, pág. 230). más oportuno enfocada hacia el ámbito de la justificación social, prescindiendo
Conceptualizar el conocimiento como representaciones exactas, resultado de así de la necesidad de considerado como una precisión en la representación. A jui-
procesos mentales que nos resultan inteligibles, implica disponer de una teoría de cio de Richard Rorty, debemos huir de la metáfora del espejo, para ello «...hemos
la representación. Asimismo, esta asunción encierra la presuposición de que los de entender el habla no sólo como no exteriorización de las representaciones in-
seres humanos mantenemos una relación privilegiada con los objetos que se en- ternas, sino como no representación en absoluto. Debemos renunciar a la idea de
cuentran en el exterior de nuestras mentes. correspondencia de las oraciones y de pensamientos y ver las oraciones como si
Admitir esta relación privilegiada exige recurrir, ineludiblemente, a la idea de estuvieran conectadas con otras oraciones más que con el mundo. Debemos con-
verdad necesaria que supone el reconocimiento de que hay proposiciones verda- siderar el término "corresponde a cómo son las cosas" como un cumplido auto-
mático hecho al discurso normal que logra sus objetivos y no como una relación \;\c.. s"\"-.
27. Ludwig Wittgenstein, por ejemplo, lo formula de la siguiente manera: «¿Cómo se llega al pro- que se debe estudiar y a la que hay que aspirar durante todo el resto del discurso» \.'v-<'\(V")-
blema filosófico de los procesos y estados mentales y de! conductismo? -El primer paso pasa total- (Rorty, 1979, pág. 336). 17- 'i. ~
mente desapercibido. [Hablamos de procesos y estados y dejamos indeterminada su naturaleza! Qui-
zás alguna vez lleguemos a saber más sobre ellos, pensamos. Pero justamente con ello nos hemos atado
Asegurar la pertinencia de nuestro recuerdo apelando a una posible confron-
a un determinado modo de considerar las cosas. Pues tenemos un concepto definido de lo que quiere tación con una copia, imagen o representación de aquello que decimos que recor-
decir aprender a conocer más de cerca un proceso. (El paso decisivo en e! truco de! prestidigitador se damos es, cuando menos, un planteamiento extraordinariamente problemático.
ha dado y precisamente e! que nos parecía inocente.)» (Wittgenstein, 1958b, pág. 251 § 308). En efecto, como señala Ludwig Wittgenstein, "un «proceso interno" necesita cri-
98 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 99

terios externos» (Wittgenstein, 1958b, pág. 363, § 580). Es decir, la pertinencia de En efecto, para lograr alguna explicación plausible que aportase un mínimo
un proceso interno no puede establecerse cotejándolo con otro proceso también de inteligibilidad respecto de la relación entre los enunciados relativos a la repre-
interno. La inteligibilidad respecto a las referencias que podemos hacer a la men- sentación de un objeto (recuerdo que ... ) y la certeza de ese objeto (Sin la menor
te, a los procesos internos, sólo es posible si está amparada en convenciones so- duda, esto fue lo que pasá..'), necesitaríamos disponer de afirmaciones que repro-
ciales que a priori debemos compartir. De no ser así, nos veremos constantemen- dujesen internamente la justificación. Sin embargo, esto no es posible ya que las
te atrapados/as por la misma dificultad que tratamos de resolver. justificaciones, para que sean consideradas como tales, deben poseer un carácter
Evidenciar la adecuación de nuestra memoria sólo es posible apelando a las públicamente reconocido (Rorty, 1979, 1991) que, además de concederle plausi-
convenciones sociales. La conformidad o disconformidad sobre la pertinencia, o bilidad, permita su vinculación con otras afirmaciones y circunstancias, de mane-
no, de lo que decimos recordar, sólo la podemos obtener y sólo puede pro.ceder ra que la verosimilitud inicial de nuestra explicación nos faculte para abundar más
de la vida social (Wittgenstein, 1953; Shotter, 1989, 1990; Gergen, 1994; Middle- sobre la misma justificación, obviando la referencia a procesos internos que harían
ton y Edwards, 1990; Edwards y Middleton, 1986, 1987; Edwards y M~rcer, 1989; de nuestras afirmaciones algo insostenible.
Billig, 1990; Straub, 1993). ¿Cómo si no, p~dríamos pro~lamar y cer~lO~arnos de Respecto a esta cuestión y en relación con la teoría psicológica, Richard Rorty
que lo que recordamos es correcto? ¿De donde obtendríamos un cnteno de au- proporciona una ilustración ayudándose de una formulación de Norman Malcom
tenticidad y verosimilitud?28 Como sostiene Ludwig Wittgenstein: «No hay que y sugiriendo una réplica amparándose en Gilbert Ryle. La propuesta de Norman
preguntarse qué son las imágenes, o qué ocurre cuando alguien imagin~ algo, sino Malcom es la siguiente: «Si decimos que una persona sabe que algo que tiene de-
cómo se usa la palabra "imagen". Pero esto no significa que yo sólo quiera hablar lante de él es un perro viendo que la criatura "encaja" en su Idea de lo que es un
sobre palabras. Pues en la medida en que en mi pregunta se habla de la palabra perro, entonces debemos preguntar: "¿Cómo sabe que esto constituye un ejemplo
"imagen", también es una pregunta acerca de la esencia de la ~agen: Y y~ sólo de encajar?" ¿Qué es 10 que orienta su juicio en esto? ¿No necesita una Idea de
digo que esta cuestión no se resuelve señalando -ni para el que unagma, 01 para segundo orden que le haga ver qué es eso de encajar con una idea? Es decir, ¿no
el otro-; ni tampoco describiendo un proceso cualquiera. La primera ~regun~a necesitará un modelo de "encajar"? .. Se ha producido un regreso hacia el infini-
también pide una explicación de palabras; pero desvía nuestra expectativa hacia to y no se ha explicado nada» (Malcom, s/f, citado en Rorty, 1979, pág. 214). La
un falso tipo de respuesta» (Wittgenstein, 1958b, pág. 281, § 370).29 objeción planteada por Gilbert Ryle (s/I, citado en Rorty, 1979) es que la única
justificación posible (y suficiente) es aceptar que, efectivamente, la persona ve al
28. En unas jornadas sobre la transición (La transició revisada: punts de vista sobre la disto~sió de
perro, porque hay un perro frente ella. Nos mostraríamos absolutamente intransi-
la historia immediata, III Memorial Octavi Pellissa, 1996), durante uno de los debates, una mujer del gentes ante cualquier otra justificación. En efecto: «En la medida en que una ex-
público (antigua militante durante la dictadura) inició su intervención diciendo: Parece que no todos
hayamos vivido los mismos hechos ... A partir de ese momento, tanto los/as ponentes como otras.perso·
nas del público, trataron de justificar las razones de por qué era así. Merece la pena señala~ ~ue buena como se indica en una breve nota, es una edición «levemente modificada por sus editores ingleses». En
parte de las personas que tomaron la palabra habían sido compañeros y compañeras de milirancia los derechos de autor figura como edición la del año 1958. .
Es destacable que, cuando los argumentos esgrimidos eran compartidos por los/as ponentes y La segunda observación está relacionada propiamente con la traducción. La versión en castellano
en traduce la voz vorstellung por imagen; mientras que la versión en catalán lo hace por representación
los/as asistentes más participativos/as, no se reprochaba nunca que la exposición estuviese fundam '
tada en la memoria (esto era particularmente notorio cuando las intervenciones correspondían a pero mental. Ambos significados son correctos. No obstante, aunque carezco de criterios filológicos y con
. . di" di
sonajes reconocidos, especialmente intelectuales). Sin emb,argo, cuan o a version era iscrepan
te de
ro- ti sólo fundamento del tratamiento y contenido global de la obra, me inclino por la traducción en ca-
la generalmente admitida en las jornadas. el argumen.to mas contundentement~ utilizado, el. que p a talán.
vocaba el silencio inmediato del enunciador o enunciadora, era que su memoria estaba eqwvocad y Por razones obvias, cito de la versión en castellano, aunque he considerado oportuno incluir en
que ésta no constituía un recurso ni sólido ni oportuno. . tsta nota la versión en catalán (edición y traducción al cuidado de Josep Maria Terrícabras), ya que es
29. He consultado las versiones en lengua castellana y catalana de las Investigaciones filosóficas. Con la que he trabajado: «El que s'ba de preguntar no és pas que són les representacions mentals o bé que
Entre ellas, hay dos diferencias que es conveniente puntualizar. ., ea' ~ssa quan hom s'imagina alguna cosa, sino com s'usa l'expressiá "representaciá mental". Aixo, pero no
La primera se refiere al origen de los textos en que se basan las traducciones. La traducción en . lignifica pas quejo només vulgui parlar de paraules. Perqué en la mateixa mesura en que, en la meua pre-
talán está hecha, según se indica en la introducción a la obra, a partir del texto en alemán de la pnrn: I'Inta, es parla de l'expressiá "representaciá mental", se'n parla també en la pregunta per l'esséncia de la
o
ra edición (1953' edición bilingüe -alemán-inglés- al cuidado de G. E. M. Ascombe y R. Rhees. e resentació mental. I jo només dic que aquesta pregunta no es pot aclarir -ni per a aquell que imagina
, d 1 di"'neS i per a l'altra persona-e- amb un gest ostensiu; ni tampoc amb la descripció de cap mena de procés. La pri-
traducción inglesa de G. E. M. Ascornbe), aunque en l~s derechos de autor se in ic~ que a e clo 9
de
del año 1958. La edición en castellano, también traducida a partir del texto en aleman, corre~pon e, "era pregunta també demana una explicació verbal, pero dirigeix la nostra expeaaciá cap a un tipus de
su tercera edición 0967; también bilingüe y al cuidado de los mismos autores que la anterior) qli ~rpostafals» (Wittgenstein, 1958a, págs. 214-215, S 370).
-
104 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 105

construimos según nuestros intereses en el presente, por eso operamos una selec- sado se viste, en buena medida, como le gusta al presente» (Jedlowski, 1991, pág.
ción (Todorov, 1993; Dakhlia, 1990) de qué es oportuno y conforme recordar y 27). No existe un único pasado; sino que éste es múltiple ya que está subordinado
qué es oportuno y conforme olvidar. «Contrariamente al estereotipo del pasado a las interpretaciones y sentidos que una sociedad le pueda conferir. Efectivamen-
recordado como si se tratara de algo inmutablemente fijo, los recuerdos son rna- te: «El pasado es un constructo, alguna clase de conocimiento cuyo contenido,
leables y flexibles; lo que parece haber acontecido está sometido a un cambio con- por lo que respecta a la reali~d y a la verdad, depende de la "comunicación in-
D-!:.-O-¡"-OT--lc:..-.rl-~--'~ realzar ciertos acontecimientos en el recuerdo, los reinterpretamos a la tersubjetiva" y no de la precisión de los términos y afirmaciones del sujeto ...»
'j'" I p"" ~ -<o O eriencia subsiguiente y de las necesidades del presente» (Lowenthal, (Straub, 1993, pág. 117).
'J, \"c.!Ct(.AV1\r(~ P I g.206). El pasado no está definido y cerrado (Lowenthal, 1985; Ibáñez, 1986b, 1989;
El pasado surge con la memoria (Mead, 1929; Lowenthal, 1985), pero la me- Douglas, 1986; Mayer, 1993) sino que, cada vez que hacemos memoria, lo crea-
moria se hace en el presente. Ahora bien, la memoria no responde a un esquema mos, dado que el pasado posee un carácter abierto. Debido a los acontecimientos
de una temporalidad acumulativa y lineal. En efecto, al hacer memoria o al hablar que se verifican en el futuro, los acontecimientos del pasado precisan de una per-
del pasado, reconocemos diferencias entre pasados recientes y pasados remotos. manente modificación. El pasado no se encuentra desapegado o aislado de la ocu-
No obstante, este reconocimiento no debe llevamos a identificar los primeros con rrencia de acontecimientos ulteriores. Lo que sucede en el futuro transforma y
experiencias próximas y los segundos con experiencias lejanas. La memoria no es modifica las visiones del pasado. Como sostiene George Herbert Mead: «Sólo en
mera cronología ni registro de distancias (Blondel, 1928; Robin, 1989). La lejanía el futuro podemos reconstruir lo que ha surgido a partir de las continuidades que
o cercanía debemos entenderlas, fundamentalmente, en su dimensión significati- le descubramos con todo lo que ha ocurrido anteriormente; y conseguimos las ba-
va, la de los discursos y prácticas sociales (Castoriadis, 1975b) que compartimos ses para esa reconstrucción proyectando hacia atrás en la historia las continuida-
los seres humanos. En otras palabras, la memoria es un proceso que, con frecuen- des recién descubiertas» (Mead, 1929, págs. 60-61). Es decir, el futuro que fructi-
cia, desvanece las distancias entre pasado y presente (Connerton, 1989;Jedlowski fica no es sólo que se vea posibilitado, de un modo u otro, por lo ocurrido en el
y Rampazi, 1991); o como señala George Herbert Mead: «No es verdad que lo pasado, sino que el mismo pasado se construye incorporando algunas caracterís-
que ha pasado esté en el pasado, ya que los primeros estadios de un movimiento ticas del futuro que se cumple.
que se extiende en un presente especioso no forman parte del pasado. Pertenecen La ocurrencia de nuevas circunstancias a través del tiempo modifica el signifi-
a algo que está ocurriendo. La distinción entre el presente y el pasado implica evi- cado conferido a los acontecimientos pasados, pero simultáneamente transforma
dentemente algo más que transcurso» (Mead, 1929, pág. 52). En el mismo senti- «...la propia "realidad" del pasado que cambia a medida que el tiempo se consu-
do, Maurice Halbwachs (1925, 1950) sostiene que no existe diferencia entre los me» (Ibáñez, 1986b, pág. 58). En efecto, existen acontecimientos que sólo se con-
recuerdos recientes y los recuerdos distantes, ya que lo relevante no es la conti- vierten en tales cuando otros acontecimientos, que ocurren con posterioridad,
güidad temporal sino el significado que tienen para un grupo o para los grupos permiten su creación. Esta modificación del significado y de la «realidad» del pa-
con los cuales mantenemos relaciones en el presente o con los que hemos mante- sado hace insostenible cualquier justificación o explicación que pretenda erigirse
nido algún tipo de relación. en consignataria de la auténtica memoria (Ibáñez, 1986b). Como señala David Lo-
El pasado no permanece fijo e inmutable sino que las visiones que tenemos o wenthal: «Interpretamos el presente que acontece mientras lo vivimos, mientras
podemos tener de él están orientadas desde el presente; el pasado usa el presente que permanecemos fuera del pasado y contemplamos su desarrollo acabado, in-
(Todorov, 1995) o, dicho con otras palabras: «El pasado es un desbordamiento del cluyendo sus ahora conocidas consecuencias para cualquiera que fuera entonces
presente» (Mead, 1929, pág. 56); un tiempo que permanece abierto y es suscepti- su futuro. Los drenajes de un viejo pantano se convierten en una fase de una serie
ble de innumerable construcciones. Cuando hacemos memoria construimos una de rescates sucesivos; las exposiciones retrospectivas muestran los primeros tra-
de las múltiples versiones posibles del pasado, pero como sostiene Maurice Halb- bajos de un pintor que prefiguran los últimos; los impactos sucesivos en la des-
wachs, «...partimos del presente, del sistema de ideas generales que está a nuestro cendencia, los herederos políticos, los sucesores científicos lanzan nueva luz sobre
alcance, del lenguaje y de los puntos de referencia adoptados por la sociedad, es las carreras hace ya tiempo concluidas» (Lowenthal, 1985, pág. 191).
decir, de todos los medios de expresión que ésta pone a nuestra disposición ...» Nadie puede alardear de conocer la verdad del pasado; de disponer de una
(Halbwachs, 1925, pág. 25). versión, de un relato o de una interpretación exacta, fiel o en perfecta correspon-
El pasado puede imprimir huellas indelebles a través de su inscripción en las dencia con lo ocurrido en el pasado ya que: "La «verdad del pasado" siempre es,
relaciones sociales, pero no es el pasado quien dicta la memoria sino que «...el pa- al menos potencialmente, cuestionable. No se encuentra claramente depositada
106 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 107

en ningún informe ni archivo social objetivo, ni tampoco resulta infinitamente Pero, al mismo tiempo, lo que asumimos como idiosincrásico de nuestro entorno
maleable al servicio del presente. No se obtiene como "hecho" ni como "inven- depende de nuestra forma de hablar de él. Ambos aspectos sólo son posibles por
ción", sino como logro epistemológico creado mediante la dialéctica y la discusión separado gracias a su interdependencia (Shotter, 1984, 1993a,b).
entre posturas contrarias» (Middleton y Edwards, 1990, pág. 25). En efecto, tan La falacia de los hechos ex post jacto se caracteriza por favorecer una modali-
sólo existen explicaciones plausibles del pasado en relación con las circunstancias dad explicativa desprovista de sus orígenes sociales e históricos pero, al mismo
~ctuales y con el repertorio de relatos admisibles en nuestra sociedad. Pero es muy tiempo, supone una fractura entre una explicación y la práctica social que la posi-
importante que se repare en el matiz; como señala David Lowenthal, «ninguna ex- bilita, ya que adquiere la « ...apariencia de una existencia autónoma, y crea la ilu-
plicación puede recuperar el pasado tal y como era, ya que el pasado no era una sión de que el sistema versa sobre un "mundo de cosas" que existe con indepen-
explicación; era un conjunto de acontecimientos y situaciones» (Lowenthal, 1985 dencia de él y es exterior a él» (Shotter, 1989, pág. 151).
:\, pág. ~15).. ' Esta autonomización de las explicaciones acaba repercutiendo sobre las mis-
-:\~ \ . Sin embargo, es muy hablt~al que escuchemos, o incluso utilicemos, explica- mas explicaciones como si de una verificación de su corrección se tratase. Es, en
~ ;¡("\ ciones que recurr~n a las .rela.clO~~scausales en:re fenómenos. En nuestra socie- algún sentido, un sistema de funcionamiento autorreferencial donde la persona
~ % ~ dad se ha favorecido la dilucidación de los fenomenos enfatizando la identifica- queda atrapada, ya que su agencia se ve devaluada por el propio sistema explica-
y ~Cl ción de causas antecedentes, en lugar de considerar las explicaciones como tivo, menoscabando la pertinencia de los argumentos, justificaciones y discusio-
1; ~);: respuestas adecuadas y pertinentes a unas circunstancias dadas. Tomás Ibáñez nes que se producen en las relaciones entre los seres humanos. En efecto, se pre-
~ ~ (1986b) se refiere a ellas como la «ilusión determinista» y John Shotter (1987b, senta la ocurrencia de los acontecimientos, no como resultado de las acciones de
1989, 1993b) las denomina «falacias de los hechos ex post jacto». las personas, sino como únicamente inteligible s a la luz de mecanismos, leyes o
Tanto la ilusión determinista, como la falacia de los hechos ex post jacto con- principios que actúan sobre las personas. Se ignora, de este modo, la capacidad
sisten en determinar retrospectivamente el origen de un proceso mediante la for- propositiva de los seres humanos y el carácter constructor y creativo, al tiempo
mulación a posteriori de hechos anteriores que no habían sido formulados. Como que contingente y local, de sus relaciones.
sostiene John Shotter (1987b, 1989, 1993b), tratar de identificar retrospectiva- En buena parte esto es debido a la deshistorificación de las explicaciones que
mente la naturaleza de un fenómeno supone prejuzgar la naturaleza total de las re- producimos y a la omisión del carácter intrínsecamente histórico de los procesos
laciones entre los diversos sucesos sugiriendo, con frecuencia, «...que sólo están sociales (Giddens, 1967; Castoriadis, 1975a,b, 1986; Ibáñez, 1989, 1990; Gergen,
relacionados por la cadena irrompible de la necesidad causal, en lugar de verlos 1982, 1994; Shotter, 1984, 1993; Cabruja y Vázquez-Sixto, 1995). Como mostraré
como fruto de relaciones locales y contingentes» (Shotter, 1989, pág. 151). en próximos apartados, en muchos de los discursos que utilizamos para dar cuenta
La falacia de los hechos ex post jacto tiene mucho que ver con la utilización de la realidad, el carácter de producción histórica queda diluido conformando la
que hacemos del lenguaje en la construcción de explicaciones y, naturalmente, impresión de estar dando cuenta de una realidad progresiva, lineal y mecánica don-
con la construcción que hacemos del pasado. En efecto, mediante el lenguaje, los de los acontecimientos se producen en una sucesión constante y en una continua
seres humanos somos capaces de crear nociones y explicaciones que, a pesar de concatenación, creando la apariencia de una autonomización en su ocurrencia. En
tener exclusivamente una entidad lingüística, nos constriñen e impiden eludir esas este sentido, como sugiere John Shotter, con la descontextualización de las acciones
mismas nociones y explicaciones que hemos construido, imponiéndonos su reali- humanas « ...~S posible que presumamos la intención del autor donde de hecho no
dad. Dicho con otras palabras, la simple circunstancia de nacer en un entorno so- existía o que veamos la intervención de una misteriosa "mano inteligente pero ocul-
ciocultural concreto implica la inmersión en una determinada forma de concebir ta", y que por tanto busquemos la "historia aún no contada pero ya concebida" o el
la realidad y, simultáneamente, disponer de todo un conjunto de nociones y con- "plan" que supuestamente guía el desarrollo de un acto» (Shotter, 1989, pág. 152).
ceptos que nos permiten dar cuenta de ese entorno. Es decir, producido, repro- Nuestra forma de hablar sobre los acontecimientos es extraordinariamente re-
ducido y alterado. Al tiempo que adquirimos y utilizamos el lenguaje, adquirimos levante en su construcción. Al hacer memoria y al hablar del pasado no sólo referi-
tamb~én estas nociones y conceptos. En este sentido, los conceptos y nociones que mos acontecimientos, sino que también los explicamos y establecemos relaciones
constituyen nuestro marco significativo y que posibilitan nuestra manera de pen- entre ellos que tratamos de justificar. Es mediante nuestras explicaciones y justifi-
sar se conforman mediante el lenguaje que utilizamos. Nuestra manera de hablar caciones que generamos la realidad de ese proceso vestido como le gusta al presen-
depende del entorno en la medida en que lo que podemos decir se apoya sobre lo te. Pero no es menos cierto, por lo que he expuesto, que se puede y, de hecho así
que los hechos que hemos construido sobre nuestro entorno nos permiten decir. es, generar diferentes interpretaciones del pasado. Ni todos ni todas ocupamos las
108 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 109

mismas posiciones en el presente, ni nuestros intereses del presente son los mis- vínculos entre los acontecimientos que se describen con la trama que desarrolla y
mos, ni todos nuestros contextos de relación poseen características homogéneas. el propósito social para el cual se construye.
Uno de los aspectos más sobresalientes en relación con el pasado y la memo- La narración está conformada a partir de los hechos, pero es la trama, la ur-
ria es la articulación narrativa de los acontecimientos, entendida en dos sentidos: dimbre argumental, la síntesis temporal de lo heterogéneo la que configura la
en cuanto relato de la progresión de los acontecimientos a través del tiempo y en narración (Ricoeur, 1983, 1984). Sin embargo, los hechos tampoco están dados. La
cuanto a conformación de una trama," es decir, de la síntesis temporal de 10 hete- narración no se elabora mediante la selección de hechos o acontecimientos, sino
rogéneo (Ricoeur, 1984). Como señala José Calvo González, uno de los aspectos que los hechos y acontecimientos se convierten en tales a través de la organización
distintivos del discurso narrativo es «...proveer contenidos de conocimiento espe- narrativa del discurso. En efecto, la coherencia de una narración no se hace posible
cialmente adecuados para una explicación dinámica, en proceso, de la ocurrencia apelando únicamente a correspondencias formales sino en virtud del «...contenido
histórica de los hechos y para, además, referir ese conocimiento en versiones de- de 10 que se relata "con relación a algo". Por tanto, la coherencia en el discurso de
batibles sobre alternativas afirmaciones circunstanciales de 10 acontecido» (Calvo los hechos, que desde luego no tendría su fundamento en una correspondencia in-
González, 1993, pág. 30). genuamente verista con los hechos como referentes, simples indicadores proposi-
En la narración de los acontecimientos la temporalidad se constituye en virtud cionales, aparece sólo cuando justifica (esto es, da cuenta de) su relato en un "co-
del desarrollo de los acontecimientos que se relatan en referencia a un tiempo que rrelato" único» (Calvo González, 1993, pág. 45).
ha transcurrido. La narración emerge a través de relatos elaborados, no a partir de Mediante la narración es posible dotar de afectividad al tiempo y, en cierto
una reproducción exacta, escrupulosa y lineal de la sucesión de acontecimientos, modo, convertido en tiempo vivido, haya sido así, o no. En efecto, la narración de
sino que se produce secuencialmente, estableciendo relaciones, aportando deta- la memoria no constituye una recuperación o una restauración de un tiempo acu-
lles, introduciendo conocimientos socialmente compartidos, pudiéndose despla- mulado, aunque puede referirse a ello, sino que trata de dotar de significado a la
zar a través del pasado, del presente y del futuro, aprovechando la virtualidad que vida de las personas apelando a circunstancias relevantes. Como sostiene Paul Ri-
la narración tiene de poder re configurar el tiempo (Ricoeur, 1984). Sin embargo, coeur, «...el tiempo se hace tiempo humano en cuanto se articula de modo narrati-
esta producción secuencial exige una acomodación a los criterios de que dispone- vo; a su vez, la narración es significativa en la medida en que describe los rasgos de
mos en nuestra sociedad para construir un relato que sea aceptado." «Si la narra- la experiencia temporal» (Ricoeur, 1983, pág. 41). A diferencia de simples explica-
ción no consigue aproximarse a las formas convencionales, el contar mismo se ciones causales que acostumbran a ceñirse a explicaciones únicas, las narraciones
convierte en absurdo» (Gergen, 1994, pág. 236). permiten que las personas integren en sus relatos gran profusión de argumen~os de
En efecto, la secuencialidad debe ser generada no sólo por la explicitación del enorme complejidad. Asimismo, mediante las narraciones, las personas podemos
tiempo de ocurrencia del relato que se compone, sino que los acontecimientos dotar de significado a multitud de acontecimientos, porque permiten expandirse
que se incorporan deben contribuir a la configuración de un relato con sentido. más allá de las relaciones de exclusividad con un evento e incorporar componen-
Las narraciones deben tener un principio y un final entre los cuales la temporali- tes, hechos que trascienden la circunstancia específica. En este sentido, tal y como
dad pueda ser construida. No obstante, la temporalidad no es deudora única- afirma Jerome Bruner (1990, págs. 65-66), las historias « ...son instrumentos espe-
mente de la pretensión de hacer un relato sino que necesita del establecimiento de cialmente indicados para la negociación social. Y su "status" aun cuando se consi-
deren historias "veraces", permanece siempre en un terreno a medio camino entre
32. Para Paul Ricoeur (1984), la trama unifica lo diverso en una acción total y completa conformada lo real y lo imaginario [el revisionismo de los historiadores, las conversaciones de
por las circunstancias, los objetivos y los medios, las iniciativas y las interacciones, así como también las
los padres con sus hijos tratando de resignificar acontecimientos, etc.], la existen-
adversidades y otras consecuencias no deseadas que se puedan desprender de las actividades humanas.
33. Cualquier narración es posible, pero no todas son aceptables. Los atributos de las narraciones cia del relato o la historia como forma es una garantía perpetua de que la humani-
bien configuradas están definidos cultural e históricamente y, por lo tanto, son cambiantes (Lowen- dad "irá más allá" de las versiones recibidas de la realidad». Por otra parte, el re-
thal, 1985; Radley, 1990; Edwards y Mercer, 1987, 1989; Bruner, 1990). Las relaciones de poder y las curso narrativo, eventualmente, permite que la memoria quede integrada dentro
convenciones sociales imperantes en una sociedad determinada restringen lo que son relatos admisi- de la práctica constructiva humana y las personas adquieran sentido y protagonis-
bles y lo que no lo son. En general, toda narración debe, en algún sentido, ser conforme con las narra-
mo al incluirse en el relato."
ciones reconocidas en nuestra sociedad (tanto si se refieren a nosotros/as mismos/as, como a los/as de-
más). En una narración puede haber diferencias en cuanto a los detalles, las interpretaciones, etc.,
pueden ser incluso antagónicas, pero no en lo que, socioculturalmente, es admisible. Naturalmente, 34. Se trata de ofrecer un relato coherente de las personas y del mundo que las rodea. La explica-
esta norma se puede subvertir. ción de las experiencias, en general, se manifiesta conectivamente, lo que permite la progresión de una
114 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 115

tre el público informado, de que la Psicología social había renunciado a su misión de la mémoire, Maurice Halbwachs utilizaba estas palabras: «Lo más frecuente, si
por ser una ciencia experimental. ¿A quién le interesa observar a un estudiante de Jlle acuerdo, es que los otros me incitan a acordarme, que su memoria viene en
segundo año de universidad a través de un espejo unidireccional mientras llena una ayuda de la mía, que la mía se apoya en la suya. En estos casos, al menos, la evo-
escala de 7 intervalos? La Psicología social, se argumentó con voz curiosamente fa- cación de los recuerdos no tiene nada de misterioso. No hay que buscar dónde es-
miliar, debe interesarse por los acontecimientos reales y la gente real si lo que quie- tán, dónde se conservan, en mi cerebro o en algún reducto de mi mente al que sólo
re es hablar acerca de la naturaleza de la conducta social. El debate continuó du- yo tengo acceso ya que me son recordados desde fuera y los grupos de los cuales
rante varios años en la Psicología social, pero si los procedimientos de investigación formo parte me ofrecen a cada momento los medios para reconstruidos, a condi-
actuales constituyen algún tipo de índice, la controversia se resolvió en favor de la ción de que me vuelva hacia ellos y de que adopte, al menos temporalmente, sus
derivación de hipótesis a partir de la teoría y la comprobación de hipótesis en el la- formas de pensar» (Halbwachs, 1925, pág. VI).
boratorio» (Banaji y Crowder, 1989, pág. 1.192). Si se prescinde de qué ocurre en la mente de las personas y nos centramos en
La forma en que Mahzarin R. Banaji y Robert G. Crowder (1989) interpretan qué hacemos las personas cuando recordamos, nos vemos comprometidos/as a
la crisis de la psicología social y cómo se resolvió la controversia, es una forma de aceptar que la memoria es intersubjetiva y a admitir que las explicaciones que
construir la memoria. Sin embargo, como veremos, la memoria es susceptible de construyen las personas sobre el pasado son producciones contextuales, versi ,,~;:;¡:;;--
múltiples versiones, pero todas ellas deudoras del presente, como he mostrado. pragmática y retóricamente variables construidas en circunstancias comun ~~l4~Y

Lo cierto es que desde posiciones diferentes a las que manifiestan estos autores, la concretas (Middleton y Edwards, 1990). ~ ",_. _
versión es radical y absolutamente diferente. La memoria está presente de manera permanente en nuestras relaciones ya
No es éste el espacio para intentar rebatir los juicios de Mahzarin R. Banaji y que «Recordar es una función de la vida diaria ...» (Bartlett, 1932, pág. 65). En este
Robert G. Crowder (1989). Sin embargo, aunque sea anecdótico, se puede esgri- sentido, resulta poco pertinente restringir su estudio al examen de inputs y out-
mir como argumento la respuesta que su artículo recibió. puts, de reproducciones literales, de distorsiones, etc. Como actividad cotidiana
que es, « ...ha tenido que desarrollarse de acuerdo con las exigencias de la misma»
(Bartlett, 1932, pág. 65) y debe ser considerada como una práctica mediante la
2.4.2. Cualidad de la relación: versiones múltiples y memoria compartida cual producimos versiones sobre acontecimientos pasados, utilizando procedi-
mientos que permiten su defensa, mantenimiento, refutación, etc. (Edwards y
" Concebir la memoria y el olvido como procesos intraindividuales es, evidente- Middleton, 1990; Billig, 1990; Billig y Edwards, 1994). La memoria no es un pro-
mente, una forma de abordar su estudio. Sin embargo, parece que este enfoque pro- ceso pasivo, de simple reproducción, de concatenación invariable de aconteci-
mete más dificultades y abre más interrogantes que respuestas y/o explicaciones ofre- mientos que se muestran en una sucesión lineal, sino un proceso dinámico y con-
ce. En el subapartado anterior he tratado de esbozar algunas de las limitaciones que flictual (Jedlowski y Rampazi, 1991) fuertemente vinculado a escenarios sociales y
considero más significativas; otros aspectos ya han sido tratados en la primera sec- comunicativos. En este sentido, cuando las personas hacemos memoria, mediante
ción. Naturalmente, las objeciones que se han hecho y que se continúan haciendo a nuestro discurso sostenemos, reproducimos, extendemos, engendramos, altera-
la Psicología cognitiva respecto del estudio de la memoria, no se agotan en las aquí mos y transformamos nuestras relaciones. Es decir, la memoria de cada persona
expuestas. Sin embargo, creo que es más pertinente encarar otras reflexiones que, en cambia en la relación y cambia las relaciones.
mi opinión, permiten acceder a una mejor inteligibilidad de la memoria y el olvido. En efecto, como señaló Maurice Halbwachs (1925, 1950), la memoria posee
Como ha quedado de manifiesto por la exposición de apartados precedentes, Uncarácter normativo, no sólo porque se construye a partir del presente, sino por-
mi intención no es examinar ni conjeturar sobre qué ocurre en la mente de las per- qUe esta construcción transforma la realidad y provee de nuevos modelos y pau-
sonas que recuerdan. Estimo que es más adecuado dirigir toda la atención al aná- tas a través de los cuales se la interpreta y continúa su construcción. Una ilustra-
lisis de las acciones en que nos ocupamos las personas cuando recurrimos a la me- ción de esto nos la proporcionan Derek Edwards y David Middleton (1988) al
moria así como al estudio de los procesos sociales que se dirimen cuando hacemoS referirse a la construcción de la memoria sobre aspectos familiares: cuando las
memoria. Evidentemente, desde esta perspectiva no se puede considerar la me- Pe.rsonas de una familia hacen memoria, no sólo producen una versión, sino que se
moria como una facultad que poseemos cada persona aislada e independiente- O~lginan importantes repercusiones que pueden afectar a su biografía, a sus rela-
mente de las demás sino, por el contrario, se debe contemplar la memoria corno Ciones afectivas, a las justificaciones compartidas, a la identidad, a las relaciones
un nexo que nos vincula a otras personas. En la introducción a Les cadres sociaut COnotras personas, al significado atribuido a objetos, etc.
116 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 117

Al hacer memoria, construimos hechos, confrontamos dialécticamente versio_ filo obstante, como señala John Shotter, «...aunque estos resultados carezcan de
nes, creamos nuevas secuencias de desarrollos de los acontecimientos y, eventual_ tOr, no dejan de tener la cualidad de cosas producidas por un autor o autores.
mente, llegamos a acuerdos sobre una versión. Incorporar el diálogo, la narración ~o pueden considerarse siínplemente como sucesos causados, pues ello supon-
el debate, la negociación, etc. supone abandonar la concepción de la memori~ dría olvidar su naturaleza histórica y evolutiva, y también el hecho de que signifi-
como capacidad que poseen los individuos para representarse huellas, datos o re- can algo para las personas» (Shotter, 1989, pág. 145).
siduos y pasar a considerada como acción social (Edwards y Middleton, 1988. En efecto, una de las peculiaridades de la acción conjunta es que cuando se
Middleton y Edwards, 1990; Edwards y Potter, 1992; Billig y Edwards, 1994; Bi: elCarninaretrospectivamente, adquiere la materialidad de un proyecto deliberada-
llig, 1990; Shotter, 1987a, 1990; Edwards, Potter y Middleton, 1992a,b). En efec- Jllente trazado o se manifiesta como la consecuencia de acontecimientos prece-
to, las relaciones proporcionan un contexto para la comunicación y son las que dentes, cuando durante su producción, su naturaleza es declaradamente borrosa.
definen el valor de la memoria y su significado. Del mismo modo, la memoria pro- De esto se deriva que los resultados de la acción conjunta sólo pueden explicarse
picia el establecimiento de relaciones que favorecen la construcción de narracio_ en el contexto de la producción, pero no descontextualizadamente ya que inc:;u;...- ---_
nes sobre ellas. En nuestras relaciones hacemos memoria y construimos el pasado. reiríamos en una tergiversación, porque se trata de «... "procesos de ordenaci Ljs-fe
Por ello, la memoria mediante la cual generamos una versión del pasado no per- que siguen evolucionando, más que "estructuras ya ordenadas"» (Shotte , ~t'Ya..Jo ~
tenece a nadie, pero es producto de todos y todas los participantes en la relación. pág. 145). ...•. ""''''~
Para entender la memoria como una construcción social, cobra especial signi- Las personas en nuestras conversaciones cotidianas (aunque también en otras
ficado el concepto de acción conjunta formulado por John Shotter (1985, 1984, producciones, como por ejemplo los textosl'" y en nuestros discursos creamos
1989, 1993a,b). La significación de este concepto estriba en la consideración del múltiples versiones sobre los acontecimientos (solemnes, ordinarios o excepcio-
carácter intencional de las acciones humanas, el reconocimiento de su agencia. Es nales), sobre otras personas' (cercanas, notables o desconocidas), sobre objetos 41
decir, las acciones humanas en su desarrollo " funcionan, en cierto modo, como (personales, museísticos, conmemorativos), etc. Todos los objetos de memoria
especificadoras de su finalidad, al tiempo que crean un contexto compartido que pueden ser construidos con la sola limitación de la pericia del manejo del lengua-
se abre y/o se cierra a evoluciones que pueden experimentar las futuras acciones. jey sus recursos, a través de diferentes retóricas, diversos relatos o narraciones, di-
En efecto, una actividad como ésta «...ocurre en respuesta a lo que otros ya han ferentes discursos, etc. que permiten la elaboración de múltiples versiones (Billig,
hecho, y actuamos simplemente, tanto "en" las oportunidades e invitaciones, o 1990; Billig y Edwards, 1994; Middleton y Edwards, 1990; Shotter, 1990), lo que
"contra" las barreras y restricciones que nos ofrecen o proporcionan, como "a par- convierte a la memoria, como trataré de mostrar en la próxima sección, en un re-
tir de" cualquier plan o deseo propio [...] las personas se encuentran "en" una si- curso privilegiado de interpretación y reinterpretación de la realidad.
tuación aparentemente "dada", una situación "organizada" que tiene un "horizon- Cuando hacemos memoria, somos nosotros/as quienes definimos si, efectiva-
te" y está "abierta" a sus acciones. Efectivamente, su "organización" es tal que los lIlente, estamos hablando desde nuestra memoria o desde la memoria de otros/as,
constreñimientos (y capacitaciones) que les afectan influencian, es decir, "invitan" o si se producen o no errores en lo que recordamos, si se producen engaños, etc.
"inhiben" las posibles acciones futuras de la gente» (Shotter, 1993a, pág. 47). Mediante la utilización de diferentes fórmulas los/as hablantes alimentamos y
Sin embargo, no todas las acciones humanas producen resultados intenciona-
les, sino que, y esto es lo primordial, dado que las acciones requieren de la relación . 40. La escritura o la lectura no son actividades desocializadas, sino que constituyen, en algún sen-
IIdo, una accion
. -' conjunta que tiene
, , - biito d e Ias reiaciones
.. en el am
su msercion el' h umanas: u ni'a escn-
coordinada con otras personas, se producen resultados no intencionales que son
tor/a requiere de la presencia virtual de unja lector/a cuando realiza su tareas; unja lector/a cuenta
independientes de la voluntad de las personas que participan en la relación, ya qu,~
Con la presencia del escritor/ a cuando lee.
todos y todas, en conjunto, son responsables, pero ninguno/ a lo es en particular.
ti 41. Los objetos en sí mismos no poseen significado sino que lo adquieren en virtud de las asigna-
r:"nes que hacemos las personas como partícipes de un medio sociocultural. La memoria de los obje-
tenno sólo se traduce en la definición de cómo eran sino, en muchos casos, por las relaciones que man-
38. Tanto si han logrado su fin, o no; como si se han llegado, o no, a concluir. re etnos o manteníamos con ellos. Muchos objetos están especialmente diseñados para hacemos
39. «...la acción conjunta produce resultados "involuntarios" e impredecibles. Estos generan uo; ~dar, pero quizá lo relevante es que, en ocasiones, los creamos para conmemorar en el futuro.
"situación", o un "entorno organizado de manera práctica y moral" que existe entre todos los par~c o lIItd¡ especto a los objetos, Alan Radley (1990) señala la importancia de estudiar las prácticas sociales
pantes. Dado que su organización no puede ser rastreada hasta las intenciones de cualquier indlVl ue A,antelas cuales las personas nos vinculamos con el «mundo material".
. 1ar, es « como SI'". tuviera una natura Ieza "d a d a ,natur al" oo " causa d a externamen t e "., aunqtl
particu "I(
I\¡]ta demás de este autor, para el estudio de las relaciones de los objetos con la memoria se puede con-
para aquellos que están dentro, es "su/nuestra" situación» (Shotter, 1993b, pág. 39). r David Lowenthal (1985) y Luisa Leonini (1991),
120 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 121

relevantes, no sólo las "descripciones neutras" de lo que ha pasado, sino que tam_ mocional extrema sirve, en muchos casos, para resignificarlos y hacerlos más to-
e 46
bién implica componentes y criterios moral-normativos, afectivo-emocionales y lerables (Zapata, s/f).
estético-moldeadores» (Straub, 1993, pág. 117). Lo anodino, lo insignificante, lo Participar en las relaciones sociales implica, de antemano, compartir una am-
fútil puede acompañar al discurso, pero éste está conformado en base a los aspec_ lía gama de conocimientos; entre ellos, aunque no exclusivamente, el significado
tos que poseen un especial significado o poseen una especial relevancia afectiva ~e recordar de manera adecuada." Nuestro pasado está hecho de la memoria que
(Bartlett, 1932; Namer, 1987; Cavalli, 1991; Edwards, Potter y Middleton construimos, pero pasado y memoria están atravesados también por los conoci-
1992a,b; Middleton y Edwards, 1990; Lira y Castillo, 1993a yb; Shotter, 1990: mientos que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida, tengan estos que
Billig y Edwards, 1994; Zapata, s/f). La memoria está sostenida sobre hechos so: ver, o no, con el pasado o con la memoria:" conocimientos que provienen de la so-
cialmente impactantes que, de ordinario, han supuesto modificaciones en las creen. cialización, de nuestras relaciones, de las lecturas, de la escolarización, de los mass
cias, los valores y las instituciones (Connerton, 1989; Ibáñez, 1992; Pennebaker media, etc. Por ello, incluso una persona que no haya participado en un aconteci-
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1993; Douglas, 1986). En este sentido, se puede decir que la memoria está miento, puede contribuir a la construcción de esa memoria (Blondel, 1928; Con-
hA\~· ~\I Cf ~~ - ada con los mejores y los peores recuerdos en los que la afectividad juega nerton, 1989; Billig y Edwards, 1994; Middleton y Edwards, 1990; Edwards y
p. I Z. apel extraordinariamente relevante. Como sostienen Derek Edwards y David Middleton, 1988). En efecto, como señala Charles Blondel, no existe separación
Middleton: «La importancia del afecto en el contexto del recordar no es una sim- entre «...aquello que hemos visto y entendido nosotros mismos y aquello que sólo
ple cuestión de la implicación de estados y humores emocionales. Se trata de que hemos sabido ver o entender sin que hayamos hecho ni una cosa ni otra y nuestra
el afecto es un marcador principal de significado de por qué las cosas importan a existencia personal se desborda de esta manera en el espacio, el marco que estric-
la gente, de qué es lo que las hace recordables o dignas de hablar sobre ellas (d.
Schank, Collins, Davis, J ohnson, Lytinen y Reiser, 1982)>>(Edwards y Middleton,
46. ilustraciones de situaciones sociales extremas las proporciona un libro de Carlos Martín Be-
1987, pág. 81). Éste es otro de los sentidos en que puede decirse que la memoria ristain y Francesc Riera. Ambos autores sostienen que en las relaciones personales o de grupo que
no es el registro objetivo de hechos pretéritos: no cualquier acontecimiento se mantienen las víctimas de la represión, además de! reconocimiento y expresión de las vivencias es im-
evocará, porque no cualquier acontecimiento tiene interés para ser evocado. portante que se les encuentre un sentido. Aportan la siguiente ilustración: «En una reunión de grupo,
Como señala Tzvetan Todorov: «La memoria es responsable no sólo de nuestras Evelina, una mujer de 48 años, manifiesta que tiene sentimientos de culpa muy penosos en relación
con su hijo desaparecido, que se presentan continuamente, acompañados de la imagen suplicante del
convicciones sino también de nuestros sentimientos» (Todorov, 1995, pág. 25). La
hijo en el momento de ser secuestrado y del recuerdo de haber quedado ella misma paralizada por la
dimensión afectiva cobra, por ello, una extraordinaria importancia" y las perso- angustia, sin efectuar ningún tipo de acción en ese momento. Expresa que la actitud suplicante de su
nas que recuerdan adquieren un papel fundamental: ellos y ellas son los auto- hijo le acompaña continuamente y le inunda de culpa. Florencia, otra integrante del grupo, dice que
res/ as del relato. Es por ello que se hace memoria y se narra la memoria; pero no en realidad Evelina tiene que aceptar que no hubiera podido evitar la situación y, a título de ejemplo,
de cualquier manera. Los rodeos son constitutivos de la forma narrativa de la me- dice que ella misma, cuando fueron a buscar a su hijo, ofreció una tenaz resistencia, y hasta consiguió
que no lo sacaran esposado de la casa; sin embargo, el hijo nunca volvió. En la reunión siguiente Eve-
moria, no se trata de contar más, sino de contar mejor y, eventualmente, justificar
lina plantea, muy conmovida, que desde la reunión anterior por primera vez se había sentido muy ali-
lo que se cuenta. En efecto, en muchas ocasiones lo importante no es construir viada ... (Diana R. Kordon, Argentina, 1986)>>(Beristain y Riera, 1992, pág. 157).
una historia siguiendo un orden a través del cual desfilan los acontecimientos sino 47. Algunos autores (Edwards y Mercer, 1987; Edwards y Middleton, 1988; BilIig y Edwards,
detenerse y, por decirlo de alguna forma, paladear aquello que posee un especial 1994) señalan cómo las madres suelen actuar para sus hijos de demostradoras de cómo se debe recor-
sentido y estima. Del mismo modo, compartir acontecimientos con una carga dar: cuáles son los criterios de memorabilidad, e! uso de recursos mnemotécnicos, la importancia de
los argumentos y las justificaciones en la construcción y articulación de versiones aceptables del pasa-
do, etc.
45. Ilya Prigogine refiere una anécdota entre Werner Heisenberg y Niels Bohr cuando visitaban el 48. Charles Blondel propone un ejemplo: dice que e! sentido común nos sugiere que, si hemos es-
castillo de Kronberg. Este último le dijo a Heisenberg: «¿No es extraño cómo cambia este castillo al re- tudiado en un instituto, ha tenido que haber alguna vez que haya sido la primera en que hayamos ido.
memorar que Hamlet vivió en él? Como científicos, creemos que un castillo es una simple construcción Quizá no tengamos ningún recuerdo de aquella primera vez. Sin embargo, frecuentando como estu-
de piedra y admiramos al arquitecto que lo proyectó. Las piedras, el tejado verde con su pátina, las ta- diante e! instituto aprendemos cosas relacionadas con su organización, su funcionamiento, etc. Asi-
llas de la capilla, es lo que forma el castillo. Nada debería cambiar por el hecho de que Hamlet viviera mismo, podemos haber leído cuáles son los sentimientos de un estudiante cuando acude por primera
en él y, sin embargo, cambia totalmente. De pronto, muros y almenas hablan otro lenguaje ... Y, en defi- Vez a un instituto, ete. En este sentido, afirma Blonde!: «Dispongo, pues, de todos los elementos sufi-
nitiva, de Hamlet sólo sabemos que su nombre figura en una crónica del siglo XIII ... pero nadie ignora cientes para operar una reconstrucción de mi primera jornada en e! instituto que sea plausible, verosí-
los interrogantes que Shakespeare le atribuye, los arcanos de la naturaleza humana que con él nos abre, mil y hacia la que yo estaré naturalmente inclinado a aceptar como auténtica ya que no chocará con mi
y para ello tenía que situarle en un lugar al sol, aquí en Kronberg» (Prigogine, 1972-1982, págs. 11-12)· propia experiencia ni con la experiencia común» (Blondel, 1928, pág. 139).
126 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 127

W'":'J=~7'-:- c.:.on_flictoentre representaciones diversas del mismo pasado» (Jedlowski, 1991 otra forma, sólo podrían ser interpretados como discontinuidades, lo que podría,
.25). Esto permite explicar cómo y por qué existen recuerdos antagónicos e' eventualmente, hacer ininteligibles la experiencia de nosotros/as mismos/as."
sociedad. Por qué personas o grupos recuerdan cosas diferentes y por qU~ Vtilizando palabras de Frederic C. Bartlett (1932), podríamos decir que realiza-
minan unas versiones en detrimento de otras. e Jllos un esfuerzo en pos del significado. Debemos ser capaces de afianzamos en que
El hecho de recordar juntos implica que las personas compartimos algo más la memoria es memoria y no una ficción o una fabulación. Esto sólo es posible
que una mera sucesión de experiencias. En el discurso se construye incesante_ porque nuestras afirmaciones sobre la memoria y nuestras justificaciones sobre
mente el sentido de lo que en él va precediendo. El acto de recordar implica ma- ella podemos formularlas de manera que sean aceptadas y aceptables socialmen-
nifestar cierta pericia en la relación con el mundo y con los demás. A través de la te. Como señala John Shotter (1990), si no fuésemos capaces de establecer una
memoria, en las conversaciones, no sólo recordamos algo referido a un hecho Con- formulación socialmente inteligible, nuestras experiencias serían indiferenciadas,
creto, sino que a través de ellas creamos ámbitos que actúan de referentes en ela- por ello debemos recurrir a un «contexto organizado» (Bartlett, 1932) en el que
boraciones posteriores" pudiendo, eventualmente, exceder el objeto concreto del nuestras formulaciones adquieran sentido y puedan actuar como agentes autode-
que se hacía memoria y establecer conexiones entre acontecimientos." terminantes, de manera que se pueda preservar que nuestras acciones guarden re-
No construimos el pasado por el sólo hecho de preservar la continuidad de lación con nuestras identidades sociales.
nuestras vidas y de la sociedad. Sin embargo, éste es un aspecto que tiene su rele- A través de nuestras prácticas y nuestras relaciones mantenemos (seamos
vancia, ya que en nuestras vidas necesitamos integrar elementos difusos" que, de conscientes de ello, o no; lo hagamos explícito, o no) vínculos con el pasado. En
efecto, los fenómenos y procesos sociales tal y como los conocemos en la actuali-
dad son deudores de las prácticas y relaciones sociales que los fueron constitu-
51. Por ejemplo, algunos estudios (Edwards y Middleton, 1986, 1988; Edwards y Mercer,
yendo (Ibáñez, 1989). Sin embargo, no es sólo que la sociedad funcione en base a
1987, 1989; Billig, 1990) han mostrado que cuando las personas hacen memoria a partir de foto-
grafías familiares, películas, temas escolares o recuerdan experiencias compartidas (felices o trau-
esas prácticas, sino que lo que somos como individuos depende también de dichas
máticas), su memoria trasciende las perspectivas individuales, convirtiéndose en la base de recuer- prácticas. Nosotros y nosotras mismos/as, también y por la misma razón, somos,
dos futuros. Es decir, les permite descubrir y reinterpretar aspectos del pasado que se convierten. en en algún sentido, memoria de las prácticas y relaciones que han llegado a engen-
contexto y contenido de la construcción de las memorias futuras. En ocasiones, conjuntamente, las drar lo que somos. Dicho con otras palabras, los procesos de memoria contribu-
personas se vuelcan en recuperar algún recuerdo que alguno/a de los/as participantes en una con-
yen no sólo a conceder coherencia y dotar de un sentido de continuidad a nuestra
versación no puede conseguir por sí mismo. Esto es posible, por su inserción en una cultura deter-
vida (Blondel, 1928; Mead, 1929; IbáñezlShotter, 1985) sino que, a través de ellos,
minada. Es decir, construyen algo conocido en lo que es la evolución sociohistórica de una comu-
nidad, aquello que se puede restituir dentro de las posibilidades que ofrecen los artefactos y nos construimos como individuos: todos y todas nos reconocemos en el pasado,
costumbres culturales. en el presente y somos capaces de proyectamos en el futuro y, a pesar de ello, con-
52. Carlos Martín Beristain y Francesc Riera sugieren respecto de la «memoria colectiva» que: servar la certeza de que seguimos siendo los/ as mismos/as y ser como somos. El ca-
«Para ayudar a las personas a afrontar mejor la muerte de personas queridas que ha producido la re-
rácter social de la memoria está relacionado con aquello que debe recordarse y
presión, y darle a este proceso un sentido comunitario, podemos proponer en el grupo reconstruir co-
lectivamente su memoria.
Con aquello que debe olvidarse, incidiendo sobre la identidad de la persona y su
»Esto puede facilitarse de dos maneras sucesivas. Primero cada persona trata de reconstruir la me- propia constitución (Mead 1929; Halbwachs, 1925, 1939, 1950). Aunque, como
moria de la persona muerta: quién era, cómo lo recuerda, qué le gustaba, qué hacía, en qué creía. Lue-
go en el grupo se puede pasar a reconstruir esa memoria de forma colectiva: qué tenían en común, por
qué lucharon, qué nos enseñaron, qué hemos aprendido de ellas, qué sentido tiene todo esto que he- nuidad, como si la mía fuera una identidad sin ruptura. No es así. Pero a lo largo de mi vida he trata-
mos vivido. De este modo, tratamos también de recuperar su memoria y hacerla parte de nuestro pro- do de evitar que esas fisuras se produjesen, en una compulsión a recordar "todo"» (Castilla del Pino,
ceso personal y colectivo. 1997, pág. 11).
»De este proceso pueden surgir también problemas (dificultades para rehacer la vida, pérdida de 54. George Herbert Mead hace referencia a los «pasados que arrastramos con nosotros/as». Se
sentido, nuevas relaciones, ... ) y el grupo puede entonces ser un apoyo para buscar salidas para afron- trata de « ...construcciones del pensamiento sobre lo que el presente, por su naturaleza, implica, en las
tar esos problemas» (Beristain y Riera, 1992, pág. 168). que se encaja un escaso material de la memoria. Esta memoria comprueba y verifica, en cierto sentido,
53. «La buena memoria es sospechosa. Olvidar es una forma, económicamente necesaria, de di- la estructura. [...] La sensación de este pasado esta ahí como algo implicado y fragmentos de escenas
solver aquella parte de nosotros que, por diversas razones (algunas conocidas, otras ni siquiera cog- imperfectas están a nuestra disposición -y a veces se niegan a surgir-o Pero incluso en este último
noscibles), no toleramos. Cada recuerdo (de alguien, sobre algo, en algún lugar) es un Yo. Entre uno y Caso no tenemos la sensación de que el pasado esté perdido» (Mead, 1929, pág. 55). En efecto, en
otro Yo se abren fisuras, que a menudo se suturan mediante recuerdos o seudorrecuerdos (las impre- nuestro acontecer cotidiano completamos secuencias de acontecimientos haciendo referencia a cir-
cisamente denominadas "ilusiones de memoria"). En estas páginas parece. no haber solución de cond- Cunstancias más allá de nuestra experiencia.
128 I La memoria como acción social
El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 129

es obvio, no siempre se puede mantener esta certeza. Aquí radica otro de los veces ésta se hace a costa de su idealización, confrontándolo con un presente que
gumentos que avala el carácter social de la memoria. ar- se ofrece como el mejor de los presentes posibles.
En efecto, existen casos paradigmáticos que revelan con contundencia la r up Asimismo, las prácticas institucionales contribuyen decisivamente a la defini-
tura de la experiencia de continuidad. Margarita Díaz y David Becker (s/f) mu es-- ción del pasado, al darle continuidad en el presente a hacer proyecciones en el fu-
~ran có~o las separaci~nes traumáticas de familiares y amigos/as vividas por los hi- turo y a proveer, a este pasado, presente y futuro, de identidad (Douglas, 1986;
JOS : hijas ?e re.presaliados/as políticos en la dictadur~ chilena, obstaculizan el Moreno, 1991; Bergalli, 1990, 1992, 1995; Díaz y Becker, s/f; Lira y Castillo, 1993;
sent1~o de Identidad respecto al pasado y al presente. Esta es una manifestación Lira, s/fb: Connerton, 1989; Robin, 1989; Schwartz, 1990; Dosse, 1995; Ibáñez,
conflictual que provoca la imposibilidad de recordar y dónde « ...la necesidad de su- 1986b; Brossat, Combe, Potel y Szurek, 1990; Auge, 1989). En efecto, la gestión
per~r un ~asado t~a,umático, la imposibilidad de construir un futuro sin pasado y la y/o el control de la memoria y el olvido revisten enorme importancia para el man-
obligatoria confusión del presente» (Díaz y Becker, s/f, pág. 2). Como es obvio esta tenimiento del orden social ya que, como señalan David Middleton y Derek Ed-
situación plantea, no ya que las víctimas, sino 'que sus hijos o hijas, experimenten un wards, «...el recuerdo colectivo es fundamental para la identidad e integridad de
enorme dilema. En efecto, si tratan de olvidar su pasado (el de los perseguidos/as_ una com~,nid.ad. No es sólo que "quien contro~~ el pasado"controla el futuro' (5 ->=-(~-__ I

marginados/as), pierden su vinculación y pertenencia familiar, lo que convierte la sino que quien controla el pasado controla quienes somos» (Middleton y Edr ••.• ~-te....vll-e

experiencia de esta vivencia en algo insoportable. Por el contrario, si tratan de no wards, 1990, pág. 26). f> 12.'1,1 130
olvidar y ser coherentes con su pasado y su historia familiar, se enfrentan, de la mis- La institucionalización es profundamente preservadora de la continuidad de --/----'
ma forma, a un conflicto traumatizante. Lo cierto es que ni la sociedad ni sus fami- lo social, no sólo en la medida en que garantiza ciertas legitimaciones mediante la
lias les brindan o facilitan la posibilidad, no ya de superar, sino de reconocer que se conmemoración sino en la medida en que se encarga de preservar las experiencias
encuentran inmersos en ese dilema y en esa dialéctica. Como afirman Margarita pasadas, de modo que se favorezca la prescripción de cuáles son y serán las ex-
Díaz y David Becker, al referirse a la lealtad a la familia, a la historia y a la partici- pectativas de futuro (Doug1as, 1986). Como señala Paul Connerton, «...existe una
pación social activa: «En el Chile de hoy todo eso es historia. Los hijos de las vícti- variedad de ceremonias que comparten ciertas características comunes: no impli-
mas se ven obligados a negar su pasado si quieren ser "normales". La realidad his- can simplemente una continuidad con el pasado en virtud de su alto grado de for-
tórica sólo puede aparecer como locura individualx (Díaz y Becker, s/f, pág. 10). malidad y fijación, sino que tienen como parte de sus características definitorias la
Sin embargo, no son sólo las relaciones entre personas las que dotan de senti- explícita pretensión de estar conmemorando tal continuidad» (Connerton, 1989,
do de continuidad y, por lo que he mostrado, también de discontinuidad a nues- pág. 48). En efecto, cuanto más establecido y fundamentado esté el orden de los
tras experiencias y a nuestra sociedad; también el mundo material (Radley, 1990; acontecimientos por parte de las instituciones, menos fácil es no sucumbir a las in-
Fernández Christlieb, 1991; Raphaél y Herberich-Marx, 1989; Boyarin, 1989) terpretaciones y al control que pueden ejercer respecto de las expectativas. La insti-
contribuye a la creación de prácticas sociales que proporcionan continuidad a tucionalización constituye un referente de legitimidad y legitimación; indica cómo
nuestra vida y a la de nuestra sociedad. Actualmente, somos numerosas las perso- las cosas han sucedido y cómo las cosas deben de suceder ya que la institución en-
nas que poseemos objetos personales que favorecen la memoria y es frecuente la carna no sólo la garantía de la permanencia sino que representa al mismo tiempo la
visita a archivos, bibliotecas, museos, panteones, ciudades, edificios; espacios de evidencia de la continuidad, instalándose en nuestras relaciones y en nuestros asun-
conservación y conmemoración, a los «lugares de memoria», según la afortunada tos más cotidianos. Cuando algo se encuentra institucionalizado, se convierte en un
expresión de Pierre Nora (1984); también lo es la compra de objetos en los viajes referente de verdad. En este sentido, se podría decir que «...existe una estructura re-
o en las conmemoraciones, así como hacer fotografías de diferentes aconteci- tórica en las instituciones sociales, una forma pauta da en la utilización del lenguaje:
mientos que se nos antojan memorables (celebraciones familiares, viajes, etc.), que Cuando se ha usado, se hace referencia a él, se recuerda y se mantiene como parte de
compremos postales, etc. como si se tratásemos de registrar su ocurrencia. lo que "todo el mundo sabe"» (Schudson, 1990, pág. 135).
En muchas ocasiones, a través de los objetos buscamos interpretaciones Y Las conmemoraciones son uno de los principales instrumentos de la institu-
reinterpretamos el pasado. No obstante, en la sociedad de consumo, los objetos cionalización de l~ memoria. La reunión en torno a determinadas celebraciones
ganan y pierden valor y significado muy rápidamente o, sencillamente, por su dis- permite el establecimiento de un nexo de unión entre el presente y el pasado. Cla-
locación temporal adquieren el significado de la fugacidad y de lo efímero en el ro está que cuando me refiero a conmemoración se debe entender no tanto la ce-
mercado de la memoria. Como señala Luisa Leonini (1991), si bien es cierto que lebración de unos hechos, sino, como señala Maurice Halbwachs (1941), de la sig-
los objetos permiten el establecimiento de una continuidad con el pasado, muchas nificación de unos hechos.
130 I La memoria como acción social El discurso sobre la memoria y la memoria como discurso I 131

Los efectos que se pueden desprender de las conmemoraciones son ambiva_ han tomado forma de objetos sólidos y duraderos. Es verdad que estos objetos
lentes, « ...los actos conmemorativos encarnan una continua tensión entre aspectos por sí mismos, tal y como se nos muestran, resultan en sí ~ismos de una adapta-
inmutables del pasado conservados en el presente, en contraste con el pasado con. ción anterior de creencias heredadas del pasado a creencias heredadas del pre-
cebido como transformable y manipulable: los héroes de hoy como los "malos" de sente y, al mismo tiempo, de ellas a los vestigios materiales de creencias antiguas.
mañana, el radicalismo de ayer como la ortodoxia de hoy, héroes o hechos cond-. Se remonta así el curso del tiempo. Pero en cualquier época que se considere, la
nados en el pasado como redimidos por el paso del tiempo» (Middleton y Ed- atención se dirige no hacia el origen, los acontecimientos primeros que están qui-
wards, 1990, pág. 24). Por una parte, la fijación estereotipada de determinadas zás en el origen de todo este desarrollo, sino hacia los grupos de fieles, hacia su
tradiciones puede garantizar su permanencia en el tiempo: la conmemoración obra de conmemoración» (Halbwachs, 1941, pág. 163).
aporta marcos de referencia que indican cómo se ha de recordar, qué se ha de re- Es difícil mantener el fervor de los orígenes, como señala Paul Ricoeur
cordar y qué significa esa memoria. En efecto, en las conmemoraciones no es don- (1986a), por ello, la ritualización, la esquematización, se mezclan con la creencia
de nos recordamos, sino que son superficies donde se hace la memoria. para producir una especie de domesticación del recuerdo. La importan~~a ritual
Pero, por otra, se puede producir una hipertrofia de significado. Es decir, se del recuerdo es decisiva: la repetición del rito no implica sólo la estabilidad de
conmemora pero se pierde el sentido. Como señala Tzvetan Todorov: «Todos te- ciertas creencias sino que contribuye a alimentar la idea de continuidad: todo
nemos derecho de recobrar nuestro pasado, desde luego, pero no ha lugar erigir cambia porque todo ha de repetirse o, como señala RusellJacoby (1975), se repi-
un culto de la memoria por la memoria; sacralizar la memoria es una manera de te por pérdida de memoria. La conmemoración es, en buena medida, una argu-
volverla estéril» (Todorov, 1995, pág. 33). En efecto, es habitual en la mayoría de mentación estereotipada (Ricoeur, 1986a) por medio de la cual se actualiza y for-
conmemoraciones la reivindicación de unos orígenes comunes a toda la sociedad talece la idea de una determinada identidad: es bueno ser lo que somos.
o apelar a hechos importantes que han determinado su evolución y que tratan de
alguna forma de proveer de identidad a la misma. La dimensión ideológica de la A lo largo de esta sección he intentado caracterizar la memoria entendida
conmemoración es fundamental: se trata de proveer de interpretaciones únicas a como acción social. Para ello, he recurrido a diferentes argumentos: mostrar el ca-
acontecimientos fundacionales, limitando de algún modo interpretaciones desvia- rácter social de la memoria individual, la poca pertinencia de la fundamentación
das o contradictorias que puedan perjudicar el significado que se pretende, uni- del conocimiento y la memoria en una concepción representacionista y, a través de
formizado y/o uniformizador. Las conmemoraciones no suelen nacer de un gesto ello, proponer algunos elementos que permiten reflexionar críticamente acerca
espontáneo por hacer memoria, sino que es necesario incentivarlas, mantenerlas y de las concepciones dominantes sobre la memoria.
organizarlas. Cuando a través de una conmemoración se repite todo una y otra La memoria, según la perspectiva que he desarrollado, es una construcción
vez, la realidad social acaba por convertirse en algo familiar, fácilmente reconoci- social, deudora del presente y enfocada desde sus intereses. Su constitución y su
ble y se convierte en una verdad autovalidadora (Douglas, 1986). Asimismo, la rei- resultado es debida a las prácticas humanas, fundamentalmente discursivas y co-
teración de una misma verdad en diferentes contextos puede, eventualmente, re- municativas que son las que le confieren valor y significado.
forzar esa verdad. Por ello, es tan relevante, como señala Maurice Halbwachs Por ello, en mi opinión, resulta erróneo considerar la memoria como simple
(1941) que para fijarse en la memoria, una verdad se deba presentar bajo la forma conservación de acontecimientos del pasado. La memoria se construye en cada re-
concreta de un acontecimiento, una figura personal o un lugar. Esto no significa lación, mediante la negociación, la dialéctica, la justificación y la acción conjuntas.
que la conmemoración no cambie. Es evidente, como he señalado en un apartado En este sentido, toda memoria es compartida.
anterior, que todo pasado se reescribe a la luz del presente y, por supuesto, las No obstante, a través de la memoria no sólo se construye el pasado, sino que
conmemoraciones no constituyen una excepción. El significado de las conmemo- se crean nuevos escenarios y nuevas condiciones para hacer memoria y para em-
raciones se remodela, se reactualiza en función de las categorías del presente. En prender otras acciones. Se establecen nuevas interpretaciones, se propician nue-
efecto, como señala Maurice Halbwachs, «...los hombres se enfrentan a la resis- vos o diferentes puntos de partida que pueden tener la virtualidad de modificar
tencia de las cosas, a veces de los ritos, de las fórmulas, que son mecánicas, mate- tanto el significado del pasado, del presente y del futuro, pudiendo dar lugar a
riales, aquí" de las antiguas conmemoraciones, grabadas en las piedras, en las igle- nuevas acciones y proyectos a través de la vinculación de la memoria con el ima-
sias, en los monumentos, donde las creencias y los testimonios de otros tiempos ginario social.

55. Maurice Halbwachs se refiere a la obra, La topograpbie légendaire des Évangiles en Terre sainte-

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