Leasing y Cesión - CSJ

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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia


Sala de Casación Civil

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACION CIVIL

Magistrado Ponente:
SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO

Bogotá, D. C., veintitrés (23) de Octubre de


dos mil tres (2003).-

Referencia: Expediente N° 7467

Decide la Corte el recurso de casación interpuesto


por la parte demandada contra la sentencia de 24
de agosto de 1998, proferida por la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín,
en el proceso ordinario promovido mediante
demanda principal por las sociedades Fundición
Corona Mejía y Cía. S. en C., Raúl Mejía
Saldarriaga y Cía. S. en C., Cardona Cadavid y
Cía. S. en C. e Industrias e Inversiones El Cid
“C. I.” Ltda, contra Activos y Bienes S. A.
“Activisa S. A.” (antes Proyectos Creativos
Ltda).
I. EL LITIGIO

1. Según la anotada demanda, única que importa


para los efectos del presente recurso, las
sociedades demandantes pretenden que se
condene a la sociedad demandada a pagar los
intereses de mora, las cláusulas penales pactadas
y la respectiva indexación sobre las sumas
correspondientes, causados a raíz de la entrega
tardía de varios inmuebles.

2. La causa petendi admite el siguiente


compendio:

a) Activisa S.A. ofreció en venta cinco suites del


“Hotel del Parque Propiedad Horizontal” situado en
Medellín, a Suleasing S.A., para ser entregadas
posteriormente en arrendamiento financiero a las
sociedades demandantes.

b) En desarrollo de lo anterior, Suleasing S.A.


celebró los respectivos contratos de arrendamiento
financiero, en los cuales se dejó expresa
constancia de que las suites se habían adquirido
para entregarlas de esa manera; igualmente cedió
a las demandantes las garantías y multas que
estuvieran a cargo de Activisa S.A.

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c) Activisa S.A. y Suleasing S.A. suscribieron las
escrituras públicas correspondientes y aquella se
obligó a entregar los inmuebles en fecha
determinada, lo que no cumplió.

d) Suleasing S.A. reclamó infructuosamente el


pago de los intereses por mora en la entrega y de
las cláusulas penales pactadas en caso de
incumplimiento.

e) Suleasing S.A. cedió a las sociedades


demandantes las acciones judiciales que pudiera
instaurar en contra de Activisa S.A., tanto las
derivadas de los contratos de promesa de
compraventa, como de los contratos que en
cumplimiento de ésta se perfeccionaron por medio
de escrituras públicas.

3. La sociedad demandada se opuso a las


pretensiones y para el efecto adujo lo siguiente:

a) El acuerdo negocial no se concertó con


Suleasing S.A., compañía que únicamente fue
seleccionada por las sociedades demandantes para
hacer el apalancamiento financiero a través del
mecanismo de leasing inmobiliario, ya que si la
sociedad “dadora leasing” aparece como la

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promitente compradora, la negociación se realizó
con los “tomadores leasing”.

b) La negociación no era simplemente de promesa


de compraventa, sino que implicaba la vinculación
de los inmuebles a que ellas se refieren a un
negocio de operación hotelera, que va de la mano
del contrato de venta prometido; se trata de una
negociación compleja, cuyos efectos no pueden
concretarse únicamente en el contenido de la
promesa de venta de unos bienes inmuebles,
siendo ella apenas uno de sus aspectos.

c) Fueron las sociedades demandantes las que con


el cumplimiento tardío del contrato de operación
hotelera le ocasionaron a la demandada graves
perjuicios.

d) No se configuró ningún incumplimiento de su


parte, dado que en las ventas finalmente
celebradas se pactaron nuevas estipulaciones, no
sólo en relación con la entrega de los inmuebles,
sino también con las secuelas del cumplimiento
tardío, quedando sin valor las cláusulas penales
que se habían pactado en el contrato de promesa.

e) Las suites fueron entregadas de acuerdo con lo


estipulado y únicamente presentaban algunos

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defectos de equipamiento insignificantes, que son
normales en este tipo de actividades.

f) Las cláusulas penales se estipularon en y para


los contratos de promesa de compraventa, pero
no en relación con los posteriores contratos de
venta celebrados en cumplimiento de aquéllos; en
los últimos sólo se fijó como sanción el cobro de
intereses, de manera que tales cláusulas perdieron
vigencia.

4. En tal virtud, la sociedad demandada propuso


las excepciones de fondo que denominó falta de
jurisdicción, cosa juzgada, cumplimiento
contractual, inexistencia de la obligación,
excepción de contrato no cumplido y falta de
legitimación en la causa, sustentada ésta así:
“resulta que con relación a las suites 501 y 502,
no se adelantó ninguna operación precontractual
con la sociedad demandante sino con el Sr. RAUL
ALVAREZ OSORNO. Hasta la fecha no se ha
notificado ninguna cesión de la posición
contractual que tenía el citado SR (…). Además, las
ventas se realizaron con la sociedad SULAESING, y
no se ha notificado a mis poderdantes cesión de la
posición contractual para ninguna otra persona”.

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5. Una vez culminó el trámite de primera instancia,
el juez de conocimiento, en punto de la demanda
principal, dictó sentencia en la que se declaró el
incumplimiento contractual de Activisa S.A. y la
condenó a pagar unas sumas de dinero por la
mora en la entrega de las suites mencionadas.

6. Contra la sentencia – que también denegó las


pretensiones de la demanda de reconvención que
no vienen para el caso -, ambas partes
interpusieron el recurso de apelación; el tribunal,
en lo suyo, confirmó la condena a la sociedad
demandada a pagar los intereses moratorios
generados como sanción por la entrega tardía de
las suites 307, 407 y 410, pero modificando las
cuantías correspondientes a cada una de ellas, en
atención a que la mora alcanzó a 54 días y que no
era dable aplicar sobre tal condena corrección
monetaria; declaró probadas las excepciones de
cumplimiento contractual e inexistencia de la
obligación con relación a la pretensión de pago de
intereses moratorios por la entrega tardía de las
suites 501 y 502, revocó las condenas
correspondientes y a esos respectos absolvió a la
sociedad demandada; igualmente declaró no
probada la excepción de cosa juzgada en relación
con el pago de las cláusulas penales y en tal
sentido absolvió a la demandada.

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II. FUNDAMENTOS DE LA SENTENCIA
IMPUGNADA

En síntesis, ellos son:

a) Con la demanda principal se pretende la


condena al pago de las cláusulas penales e
intereses moratorios por el cumplimiento tardío de
las obligaciones derivadas de los contratos de
promesa de compraventa.

b) No prospera la excepción de cosa juzgada


porque el tribunal de arbitramento, como secuela
de haberse declarado incompetente, no decidió de
fondo lo relacionado con el tema del cobro de las
cláusulas penales, extinguiéndose así de manera
definitiva los efectos de la cláusula compromisoria
convenida en los contratos de promesa de
compraventa y “devolviéndose a las partes la
facultad de plantear el litigio ante la jurisdicción
ordinaria”.

c) No procede pronunciamiento en relación con la


falta de jurisdicción formulada como excepción de
mérito, dado que técnicamente no tiene tal
carácter y, en su momento, fue decidida de
manera adversa como excepción previa.

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d) Carecen de interés jurídico las demandantes
principales para reclamar las pretensiones
fundadas en las promesas de contratos de
compraventa y de operación hotelera, ya que no
es posible invocarlas como causa de pretensiones,
debido a que las mismas, viciadas o no de nulidad,
desaparecieron del mundo jurídico con la
celebración de los contratos prometidos de
compraventa y de operación hotelera, aunque
algunas de las estipulaciones de las promesas
hubieren quedado incorporadas en ellos, motivo
por el cual no es viable condenar por las cláusulas
penales ni por los intereses moratorios pactados
en los acuerdos preparatorios.

e) Prosperan las excepciones de cumplimiento


contractual e inexistencia de las obligaciones
frente a la pretensión de reconocimiento de
intereses moratorios por la no entrega oportuna de
las suites 501 y 502 y sus respectivos
parqueaderos, por cuanto la misma se produjo el
26 de octubre de 1994, que corresponde a la fecha
acordada por las partes para el efecto; en cambio,
fracasan respecto de las suites 307, 407 y 410,
incluyendo los parqueaderos, puesto que la
entrega se hizo con una demora de cincuenta y
cuatro días, debiendo, por lo tanto, pagar la
demandada a las demandantes principales la suma

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de $16.483.000 por tal concepto, junto con la
corrección monetaria que se cause a partir de la
ejecutoria de la sentencia, utilizando como patrón
la tasa de interés comercial de mora que certifique
la entidad competente, teniendo en cuenta “desde
luego que este es un derrotero que traza la
sentencia para tener en cuenta en caso de
ejecución forzosa, pues no hay lugar a imponer
aquí condena por concepto de tal interés porque
ello significaría una condena anticipada”.

III. LA DEMANDA DE CASACIÓN

En ella propone el recurrente dos cargos contra la


sentencia impugnada, ambos con fundamento en
la causal 1ª del artículo 368 del C. de
Procedimiento Civil, a cuyo despacho se procede
en el orden propuesto:

CARGO PRIMERO:

Se acusa a la sentencia de violar en forma


indirecta, por falta de aplicación, los artículos
1494, 1495, 1502, 1519, 1521, 1602, 1611, 1740,
1741, 1849, 1959, 1960, 1961, 1962, 1963, 1969
a 1972 del C. Civil; 34 de la ley 87 de 1887; 822,
864, 887 a 896, 899 y 905 del C. de Comercio; y

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por aplicación indebida, los artículos 1592 y 1593
del C. Civil y 89 de la ley 153 de 1887.

En desarrollo del cargo el censor aduce, en


síntesis, lo siguiente:

1. Para condenar al pago de los intereses de mora


por retardo en la entrega de unos inmuebles y
desestimar las pretensiones de la demanda de
reconvención, el tribunal reconoció que las
sociedades demandantes están legitimadas en la
causa por tener la condición de parte en la relación
contractual de compraventa, dando por
demostrada, sin estarlo, la cesión legal del
contrato. En tal sentido, la sentencia acusada
parte del supuesto de la acreditación de la
legitimación en causa, sin mediar un detenido
examen fáctico.

2. Este supuesto es consecuencia de los errores


manifiestos de hecho en que incurrió el
sentenciador:

a) En las promesas de compraventa de las suites,


no observó que la promitente compradora es
Suleasing S.A. y no las sociedades demandantes, y
que aquélla es entonces la única legalmente

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legitimada para reclamar los derechos derivados
de esos contratos.

b) Tampoco advirtió que en desarrollo de los


contratos de leasing, quien realizó el
apalancamiento financiero fue Suleasing S.A., ni
que en tal condición fue la llamada a adquirir la
propiedad de los inmuebles, en cuyo dominio
permanecerían hasta cuando se pagara la totalidad
del precio y se hicieran las anotaciones respectivas
en los correspondientes folios de matrícula
inmobiliaria.

c) En los contratos de compraventa y en las actas


de entrega de los inmuebles, dejó de ver que
ninguna de las sociedades demandantes figura
como parte; que existe una diferencia fundamental
entre ellas y la entidad compradora de los
inmuebles; y que Suleasing S.A. fue la única parte
actuante, tanto en la entrega como en las
observaciones y reclamaciones, incluso de los
mismos intereses.

d) En lo que tiene que ver con el contrato de


cesión de acciones judiciales, no se percató que el
objeto es ilícito, pues como bien lo advierte en un
salvamento de voto a la sentencia acusada, “el
derecho de acción es un derecho fundamental de

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la persona y por consiguiente no es susceptible de
ser cedido a ningún título. Se puede ceder un
contrato, un derecho, un derecho litigioso, pero no
el derecho a acceder a un proceso formulando una
pretensión, a que se adelante un debido proceso y
a que se profiera una sentencia de fondo o
mérito”.

En este último aspecto hay nulidad absoluta del


acto, la cual el sentenciador debió examinar de
oficio para negar la legitimación en causa y, por
ende, abstenerse de proferir sentencia de fondo.

Además, la cesión no es un contrato sino un modo


y como tal supone un título preexistente que la
sustente, y la notificación a la sociedad
demandada, así como la aceptación por parte de
ésta; y si en gracia de discusión fuera válido, es
forzoso concluir que es inoponible a la sociedad
demandada por cuanto no le fue notificada tal
cesión.

3. La trascendencia de los yerros anotados reside


en haberse ignorado lo que en realidad revelan los
contratos de venta, de los cuales surge la
obligación supuestamente incumplida por Activisa
S.A., en tanto que distorsiona su verdadero
significado y alcance en lo que atañe a dos

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factores fundamentales: quiénes tienen la
condición de partes contratantes y, por lo tanto,
quiénes están autorizados para debatir las
consecuencias del mismo en el presente proceso.

4. En resumen, una apreciación adecuada de las


pruebas antes relacionadas habría conducido al
Tribunal a reconocer la excepción de falta de
legitimación por activa en cuanto a las
pretensiones de la demanda principal, pues éstas
aluden a una responsabilidad que no
necesariamente deriva de los contratos de venta o
de promesa.

5. A juicio de la censura, el fallo debe ser casado


para que, en su lugar, se profiera uno inhibitorio.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE:

1. De manera liminar, debe la Corte dejar sentado


que la parte impugnante, en lo concerniente con el
cargo primero que ahora se despacha, no opugna
el contenido del derecho material ni las
prestaciones económicas deducidas en su contra
en la sentencia acusada; su punto de mira se
dirige esencialmente a denunciar errores
manifiestos de hecho en la apreciación de las

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pruebas, por cuya presencia el tribunal le otorgó
legitimación en la causa a las demandantes, sin
tenerla.

En ese sentido, le enrostra al sentenciador que


haya pasado por alto las pruebas demostrativas de
que el vínculo jurídico derivado de los contratos
de compraventa y de las promesas que los
precedieron, no ata a las sociedades demandantes
con la demandada, pues no fueron partes en
dichos actos, sino exclusivamente a Suleasing S.
A., quien fungió como compradora y con quien
siempre hubo de entenderse. Y para que la
compañía de financiamiento pudiera ser sustituida
por aquéllas, agrega el impugnante, no bastaba la
cesión de acciones judiciales que suscribió la
compañía de leasing, porque tal acto jurídico
adolece de nulidad absoluta por objeto ilícito por
no ser cesible a ningún título el derecho de acción,
dado su carácter fundamental; y porque aunque
hubiera sido válido, le sería inoponible a la
demandada por cuanto no le fue notificada la
cesión; todo lo cual dejó de ver el sentenciador.

Por consiguiente, en la especie de este proceso lo


que importa es verificar respecto del negocio
jurídico de compraventa celebrado por la compañía
leasing para la adquisición de los bienes, en la cual

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intervino como intermediario financiero de las
demandantes y a instancia de éstas, si es a ella
únicamente a quien le corresponde proponer las
prestaciones derivadas del cumplimiento tardío de
la obligación de entregar nacida de dicho contrato;
o si fáctica y jurídicamente se dan las
circunstancias que habilitan a las sociedades
demandantes para hacer tal reclamo y para
obtener en su favor las prestaciones económicas
correspondientes, por vía de la cesión de acciones
judiciales que les hizo la nombrada compañía
leasing.

2. Para resolver esa disyuntiva, debe afirmarse


que, en principio, es la compañía leasing la titular
del derecho a reclamar por las consecuencias de la
entrega tardía de los bienes objeto de la
compraventa en la que intervino directamente
como compradora, así hubiera actuado con el fin
de entregarlos en virtud del leasing financiero a las
sociedades, usuarias suyas, quienes solicitaron su
intermediación; empero, bien podía disponer del
mismo cediéndolo por su voluntad, a cualquier
título.

Bajo esas premisas el quid del asunto estriba en


establecer si el “contrato de cesión de acciones
judiciales”, como fue denominado el que suscribió

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Suleasing en favor de las demandantes, denota la
presencia de un objeto ilícito que lo afecte de
nulidad absoluta, como propone el censor; y,
además, elucidado ese punto, si debió ser
notificada tal cesión al vendedor o ser aceptada
por él para poderle deducir, como deudor, las
consecuencias del cumplimiento tardío de las
obligaciones que se le imputa; mora que, valga
decirlo, para los efectos del cargo primero no está
en discusión.

3. Cuanto lo primero, o sea la supuesta nulidad de


la cesión por la que propende el censor bajo la
idea de que el sentenciador debió reconocerla de
oficio, es asunto que, de haberse presentado,
caería en el campo de la incongruencia del fallo
acusado, de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 305 del C. de P. Civil, ajeno por supuesto
a la causal primera de casación aquí invocada.

4. Sin embargo, reducida tal cuestión a definir la


legitimación en la causa de la parte demandante,
como fundamentalmente la propone el
impugnante, debe descartarse la invalidez por
objeto ilícito de la cesión que predica el recurrente,
pues bien se ve que el denominado documento de
cesión de acciones judiciales no se refiere
propiamente a la cesión del derecho de acción,

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definido como aquel que le otorga a toda persona
la posibilidad de acudir ante la jurisdicción a pedir
su actuación con el fin de darle certeza a un
derecho o a una situación jurídica; por su
naturaleza, dicho derecho está en cabeza de toda
persona y su ejercicio no requiere de autorización
alguna, sea para invocar el reconocimiento de un
derecho propio o ajeno, o aun sin tenerlo.

No. La lectura del documento mencionado permite


verificar que se trata de la cesión de unos
derechos litigiosos, derivados de los contratos de
promesa de compraventa y del contrato
prometido; así, dice en la cláusula segunda bajo el
subtítulo de Objeto, que “el cedente transfiere a
título de cesión gratuita, conjuntamente a los
cesionarios, todas las acciones que tiene o llegue a
tener en contra de la sociedad Proyectos Creativos
Limitada [hoy Activisa S.A.], en virtud de los
contratos de promesa de compraventa, y
posteriores escrituras, por medio de las cuales
adquirió los inmuebles objeto de contrato de
leasing, tales como la acción por el cobro de
intereses por mora en la entrega de los inmuebles,
acción para el cobro de la cláusula penal, acciones
de cumplimiento, de evicción, etc.”, y en la
cláusula cuarta, bajo el subtítulo Garantía, que “el

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cedente garantiza la existencia de los títulos; pero
no se obliga al resultado de las acciones que por
este documento se transfiere, de toda suerte que
los cesionarios se constituyen en únicos
responsables del ejercicio de las mismas y liberan
de toda responsabilidad al cedente, frente a ellos y
a cualquier tercero que resulte perjudicado”.

5. Se ve palmario, entonces, que la denominación


de “cesión de acciones judiciales” empleada en el
susodicho contrato, no se refiere al derecho de
acción por cuyo ejercicio se puede poner en
movimiento la administración de justicia, sino al
derecho material que emana de un contrato que,
siendo disputado, su reconocimiento puede ser
objeto de demanda judicial, con lo cual se legitima
el cesionario para obtener su reconocimiento en
provecho propio y asumiendo las consecuencias
del resultado incierto de la litis.

En esas condiciones, el derecho de acción, en el


sentido que refiere el recurrente, se distingue
nítidamente de la acción dimanante del derecho
material subjetivo y también de la pretensión con
que se busca satisfacer aquélla; por lo tanto, no se
puede confundir la obligación que origina el
derecho de acción a cargo del Estado por conducto
del juez, en correspondencia con el derecho que

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tiene toda persona a reclamar la intervención de
aquél para que se defina un derecho material o
para que le dé certeza a una determinada
situación jurídica, con el derecho personal de
orden material que, en contra del deudor
correlativo, puede ejercitarse o activarse utilizando
como instrumento el proceso que se instaure para
ese efecto; de allí que en el lenguaje jurídico no
sean extrañas, por ejemplo, las expresiones acción
de responsabilidad civil o acción reivindicatoria
para indicar con ellas el derecho a hacer efectivo el
de dominio o el de obtener la reparación de
perjuicios, respectivamente.

6. De otro lado, importa recordar que “para que un


derecho tenga la calidad de litigioso basta que sea
controvertido en todo o en parte, aun sin que
sobre él se hubiere promovido jurisdiccionalmente
un pleito mediante el ejercicio de la acción
respectiva; y por consiguiente, el titular de este
derecho puede cederlo por venta o permutación [o
a cualquier otro título, incluso gratuito, agrégase
ahora] a otra persona, entendiéndose como tal
operación el traspaso del evento incierto de la litis,
conforme a las propias expresiones del Código.
Una cesión en tales condiciones obliga plenamente
– a juicio de la Corte – a las personas que en ella
intervienen, o sea al cedente y al cesionario”.

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Y agregó la Corte en esa ocasión: “Otra cosa es
que la disposición en cita haya previsto en su
último inciso lo que deba entenderse por derecho
litigioso `para los efectos de los artículos
siguientes`, los cuales se refieren al título de la
adquisición del derecho, a la personería del
demandante en el juicio y a la regulación de la
facultad de retracto que corresponde al deudor
cedido. De donde se desprende que, si para los
fines mencionados el derecho se tiene por litigioso
desde que se notifica judicialmente la demanda, es
lógico que para objetos distintos – que son todos
los demás expresados en la ley – no cabe ni se
aplica la misma limitación y debe darse a la
expresión – derecho litigioso – su sentido natural y
obvio” (G.J. LXIII, p. 468).

7. Traído todo lo anterior a lo acontecido en este


proceso, observa la Corte que los derechos objeto
de la comentada cesión, sin importar la específica
denominación de “cesión de acciones judiciales”
empleadas por las partes, tienen el carácter de
litigiosos, de donde se sigue que la transferencia
que de ellos se hizo en favor de la parte
demandante no requiere de la notificación previa y
menos de la aceptación del deudor, sujeto pasivo
o supuesto contradictor de la demanda que para
su definición se llegue a promover; es en el

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escenario del proceso respectivo en el que se ha
de surtir la notificación que habilita al deudor
cedido para ejercer a plenitud el derecho de
defensa, como aquí sucedió; una comunicación
distinta a esa y previa al ejercicio de la acción
derivada del derecho material, ni se exige
legalmente, ni representa utilidad práctica
ninguna.

8. Habiendo tenido la cesión que hizo la leasing a


la parte demandante por objeto la cesión de unos
derechos litigiosos, se deduce, de acuerdo con lo
explicado, lo siguiente:

a) Que no hay objeto ilícito que afecte de nulidad


de dicho acto, cuanto que tal cesión no
corresponde a una cosa que esté por fuera del
comercio, no se trata de derecho o privilegio que
no pueda transferirse a otra persona, no versa
sobre cosas embargadas por decreto judicial, que
son las hipótesis de ilicitud consignadas en el
artículo 1521 del C. Civil, ni, en fin, se trata de la
cesión del derecho de acción en su prístino sentido
procesal; por el contrario, se refiere de un negocio
jurídico perfectamente reconocido por la ley. Por
consiguiente, no hubo error de hecho del tribunal
al admitirlo para verificar la legitimación de la
parte demandante, pues vio justamente que no se

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trataba de la cesión del derecho público de acción
sino de la acción derivada de un derecho material
en vía de ser disputado ante la jurisdicción.

b) Que tampoco había que notificar previamente al


deudor cedido ni menos se requería provocar su
aceptación, que son actos previstos en el ámbito
de la cesión de créditos (artículo 1960 del C. Civil),
o de la sustitución o cesión de la posición
contractual por un tercero (artículo 887 del C. de
Comercio), según sea el caso, ninguna de cuyas
especies corresponde a la situación fáctica que
ofrece este proceso; acompasa el negocio jurídico
cuestionado con la definición de cesión de un
derecho litigioso que trae el artículo 1969 del C.
Civil que ocurre “cuando el objeto directo de la
cesión es el evento incierto de la litis, del que no
se hace responsable el cedente”.

c) Lo último es dable deducir que sucedió en este


caso cuando se empleó el término cesión de las
acciones que debe ser entendida, como la
posibilidad de disputar en juicio los derechos
pecuniarios a que se refiere el documento en
cuestión. Obvio que siendo así bastaba frente al
deudor cedido la propia notificación que frente a él
se surtió por razón de la demanda presentada por
el cesionario, a propósito de la cual pudo ejercer,

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como aquí evidentemente sucedió, el derecho de
defensa a plenitud.

d) En esas circunstancias ninguno de los yerros de


hecho apuntados se ha dado, pues vio el tribunal
el documento de cesión de acciones en los
términos que realmente corresponden, o sea como
de derechos litigiosos, cuanto que no tuvo reparos
para hallar la legitimación de la parte
demandante; y por contera, no tenía que verificar
si había mediado notificación o aceptación del
deudor cedido – futura contraparte -; sobre este
punto vale recordar que no erró por preterición el
sentenciador por haber dejado de advertir la falta
de notificación o aceptación de la comentada
cesión, pues tales actos no se requerían para que
tal cesión tuviera cumplido efecto, siendo
suficiente la notificación del auto admisorio de la
demanda que instauró la parte demandante en su
carácter de cesionaria.

9. En consecuencia, el cargo no prospera.

CARGO SEGUNDO:

Con fundamento en la causal 1ª del artículo 368


del C. de Procedimiento Civil, se acusa a la
sentencia de violar en forma directa, por falta de

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aplicación, los artículos 1617 y 2235 del C. Civil;
7, 822 y 886 del C. de Comercio; el decreto 1454
de 1989; 8° de la ley 153 de 1887; y 64 de la ley
45 de 1990.

La acusación se sustenta del modo siguiente:

1. Olvida el Tribunal que la condena que está


ordenando indexar es por intereses comerciales,
que tienen prohibido el anatocismo. De
conformidad con el artículo 886 del C. de
Comercio, los intereses no pueden generar
intereses, a no ser que tengan un año de vencidos
y que así lo solicite el demandante.

2. Con la decisión impugnada se sanciona al


deudor dos veces por el mismo hecho; si el interés
mercantil de suyo conlleva una contraprestación
por la pérdida del poder adquisitivo de la moneda,
cuando se paga ya se comprende el costo relativo
a esa disminución.

3. Cuando se cumplen los supuestos para aplicar


intereses sobre intereses, a la luz de la disposición
citada, que no es este el caso, la tasa de interés
no puede ser la mercantil, pues ya el deudor está
sancionado por la pérdida del poder adquisitivo de
la moneda; a lo sumo podrá ser el interés legal

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civil, que es un interés puro o lucrativo que no
conlleva contraprestación alguna por la pérdida del
poder adquisitivo de la moneda.

4. Igualmente pide que se case la sentencia


impugnada y en su lugar se profiera fallo
inhibitorio.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE:

1. El juzgado de conocimiento actualizó


directamente las condenas pecuniarias que le
impuso a Activisa S. A, tomando como punto de
partida las distintas fechas en que se inició la mora
para hacer entrega de los inmuebles a las
sociedades demandantes.

El tribunal, por el contrario y atribuyendo al a quo


error en esa determinación, suprimió la
actualización o indexación y dispuso, en su lugar,
que a partir de la ejecutoria de la sentencia cada
una de las sumas de dinero devengaría “interés
comercial de mora a la tasa vigente y certificada
por la entidad competente el día en que se inicie la
mora”, diciendo a continuación que “desde luego
que este es un derrotero que traza la sentencia
para tener en cuenta en caso de ejecución forzosa,
pues no hay lugar a imponer aquí condena por

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concepto de tal interés porque ello significaría una
condena anticipada”.

2. Por consiguiente, el pronunciamiento de la


segunda instancia se contrajo a disponer que la
suma de dinero que debe pagar la demandada, a
partir de la ejecutoria de la sentencia y en caso de
no producirse el pago oportuno de la misma,
devengará un interés mensual moratorio que debe
liquidarse a la tasa legal mercantil hasta cuando
efectivamente se extinga dicha obligación.

2. Sobre tal disposición judicial, la parte


impugnante denuncia la comisión de dos errores
puramente jurídicos:

1º) La suma objeto de la referida condena, cuanto


que corresponde al concepto de intereses, no
pueden ser objeto de más réditos, pues se estaría
en presencia del anatocismo, en tanto los intereses
a cuyo pago se condenó a la demandada
generarían a su vez otros intereses, lo que está
prohibido por el artículo 886 del Código de
Comercio; y,

2º) Además, se sancionó a la demandada “dos


veces por el mismo hecho”, puesto que “cuando
una parte paga interés mercantil ya está

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cancelando entre otros costos el relativo a la
pérdida del poder adquisitivo de la moneda”.

3. Empero, tales acusaciones parten de supuestos


inexactos, lo que definitivamente impide
acogerlas, según pasa a verse enseguida:

1º) De acuerdo con las escrituras públicas de


compraventa (folios 145 vuelto y 154), la entrega
de cada uno de los inmuebles debía hacerse dentro
de un plazo determinado (a más tardar el 15 de
septiembre de 1994); a partir del vencimiento de
dicho término, el tribunal estableció que hubo
mora de 54 días en la entrega de las suites 307,
407, 410 y sus correspondientes parqueaderos,
motivo por el cual concluyó que la vendedora
Activisa S.A. se halla obligada a pagar en favor de
la parte demandante la sanción moratoria
acordada en el contrato de compraventa,
consistente en una suma equivalente a intereses
del 3% mensual sobre la cantidad de
$311.000.000 - precio total de los inmuebles -. En
consecuencia, impuso una condena total de
$16.483.000, más los intereses legales
mercantiles a partir de la ejecutoria de la
sentencia y hasta cuando se efectúe el pago de la
misma.

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Surge de manifiesto, entonces, que la tasa de
interés moratoria pactada a título de sanción no
proviene propiamente de una obligación de dinero,
sino de la falta de entrega oportuna de los
inmuebles, sólo que las partes fijaron un
mecanismo para cuantificar la sanción derivada de
ese incumplimiento; a ese respecto pactaron que
“la vendedora hará entrega de los inmuebles
vendidos a más tardar el día 15 de septiembre de
1994. Si hay mora en este plazo de entrega, se
reconocerá por parte de la vendedora un interés
del 3% mensuales”, tasa que debía aplicarse sobre
el precio pactado; bajo esa previsión de carácter
contractual no aflora la aplicación del anatocismo,
prohibido, en línea de principio, por la ley. En
verdad, ese fenómeno, que se estructura cuando
hay lugar a reconocer intereses sobre intereses,
está excluido legalmente para impedir que en una
obligación de dinero que causa intereses, puedan
éstos a su vez generar otros en perjuicio del
deudor, salvo que se den las condiciones previstas
en el artículo 886 del C. de Comercio que no
vienen para el presente caso.

Por lo tanto, si la referida suma de dinero


corresponde a la sanción prevista por el
cumplimiento tardío de la obligación de la
vendedora de entregar los inmuebles, una vez

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consolidada ella, como se hizo en la sentencia en
relación con el término de la mora, es forzoso
concluir que el pago de intereses comerciales
moratorios que se impuso respecto de ellas no
constituye, ni por asomo, un pago de intereses
sobre intereses; y menos aun, cuando el pago de
los mismos se dispuso únicamente en caso de
que no se haya satisfecho la condena una vez
ejecutoriada la sentencia.

2º) En lo que concierne con la presencia de la


imposición de un doble pago, basta mencionar que
el recurrente parte de un supuesto que no
corresponde a lo que se dispuso en el fallo
impugnado; en efecto, en el cargo se afirma que la
sanción consolidada fue indexada y que sobre ella
se ordenó aplicar un nuevo factor de corrección
monetaria por vía de los intereses comerciales que
se le imponen a la demandada a partir de la
ejecutoria de la sentencia si no ha pagado para
entonces la obligación.

Empero, no dimana de la sentencia del tribunal la


imposición de un doble pago como el referido en la
acusación:

a) Porque la sanción reconocida y consolidada en


una suma exacta en el fallo impugnado, por causa

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del cumplimiento tardío de la obligación de
entregar los inmuebles, no fue indexada o
actualizada para la fecha en que aquél fue
expedido; por el contrario, el tribunal encontró
desatinado que la suma por concepto de intereses
en que se cuantificó dicha sanción – por 54 días de
mora – hubiera sido objeto de corrección
monetaria, por lo que modificó la determinación
del a quo que la había consagrado.

b) Porque en esos términos, entre el día en que


finalmente se hizo tal entrega y la ejecutoria de la
sentencia no se modificó el resultado de aplicar la
tasa de interés que había sido dispuesta como
sanción moratoria.

c) Porque fijada una suma exacta en la sentencia,


como sanción y sin corrección monetaria desde la
época en que se causó, no resulta incompatible ni
ilegal que el juez haya previsto hacia el futuro que
si el deudor no satisface esa condena, deba
reconocer un interés moratorio que, por derivar
de una obligación mercantil, corresponda a la tasa
del interés legal comercial; de lo contrario, y hacia
allá parece apuntar el censor, sería concederle de
antemano al deudor que en caso de no cumplir la
susodicha condena, el monto de la misma debe

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permanecer intacto de modo indefinido, sin
ninguna consecuencia patrimonial en su contra.

4. Por consiguiente, el cargo segundo tampoco


está llamado a prosperar.

IV. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Civil, administrando
justicia en nombre de la República y por autoridad
de la ley, NO CASA la sentencia de 24 de agosto
de 1998, proferida en el proceso arriba referido
por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Medellín.

Condénase en costas del recurso de casación a la


parte impugnante, las cuales serán tasadas en su
oportunidad.

Notifíquese y devuélvase

JORGE ANTONIO CASTILLO RUGELES


(En Comisión de Servicios)

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MANUEL ISIDRO ARDILA VELÁSQUEZ

CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO

JOSE FERNANDO RAMÍREZ GOMEZ


(Comisión de Servicios)

SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO

CESAR JULIO VALENCIA COPETE

EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

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