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Con sus superpoderes podrían barrer a cualquier héroe de Marvel.

Se sienten cómodas en
los ambientes más inhóspitos del planeta y son capaces de alimentarse de una manzana, de
plástico o de uranio. Cada poco tiempo, los microbiólogos descubren nuevas especies con
sorprendentes capacidades. Son responsables de muchas enfermedades, pero también de
gran parte de los flujos de carbono, oxígeno y nitrógeno en nuestro planeta y, por tanto, de
la vida tal y como la conocemos.

Más información sobre:

cianobacterias

Pseudomonas

PCR

bacteria Conan

bacterias

antibióticos

Marta Palomo |  | 14 agosto 2017 08:00

No vemos las bacterias, pero resisten a todos los ambientes. / ©Fotolia


Las hay que se alimentan de rocas, que viven del aire, que se
instalan sobre las barras de uranio de las centrales nucleares,
que se sienten cómodas en agua hirviendo, en las fosas
abisales oceánicas o en las capas más altas de la
estratosfera. Hasta existen algunas que resisten en el vacío
espacial.
“Durante una de las misiones Apolo los astronautas dejaron
una cámara de fotos en la Luna. La siguiente tripulación la
recogió y cuando los científicos la analizaron en la Tierra se
dieron cuenta de que todavía tenía bacterias vivas –comenta
a Sinc Manuel Porcar, líder del Grupo de Biotecnología y
Biología Sintética de la Universidad de Valencia–. Su
capacidad de supervivencia es legendaria”.

Una de la misiones del Apolo dejó una


cámara en la Luna. La siguiente
tripulación la mandó analizar en la Tierra
y se vio que aún tenía bacterias vivas
Para Carles Pedrós-Alió, investigador del Centro Nacional de
Biotecnología, “el hecho de no verlas hace que tengamos un
concepto totalmente distorsionado del mundo que nos rodea”,
dice a Sinc. Cuando pensamos en el término biodiversidad
nos vienen a la mente los documentales de animales, pero de
las tres grandes ramas que conforman el árbol de la vida,
bacterias, arqueas y eucariotas, las dos primeras son
exclusivamente microbianas, “y la tercera es también invisible
al ojo humano en su mayoría”, expone el microbiólogo.
Tal es el número de especies microbianas, que Porcar lo
califica como inimaginable. Este investigador ha calculado
que si conociéramos todas las especies que se estima que
existen, imprimiéramos una descripción sucinta del genoma
de cada una en una hoja de papel e hiciéramos una
montañita con ellas, la pila que se formaría tendría una altura
de un cuarto de la distancia de la Tierra a la Luna. “Es muy
probable que nunca tengamos suficientes ordenadores en el
planeta para gestionar toda esa información”, aventura.
Responsables de que todo funcione
Mientras que animales y plantas aparecieron hace unos 500
millones de años, las bacterias lo hicieron como mínimo hace
3.500 millones y han tenido tiempo de sobra para
multiplicarse y diversificarse. Son tantas y tan diversas que a
lo largo de la historia han moldeado la geología del planeta.
Además de generar los depósitos de petróleo, hierro, oro o
plata que hoy explotamos, estos microorganismos fueron los
responsables del primer y más brutal cambio climático
conocido. “Cuando las cianobacterias inventaron la
fotosíntesis y empezaron a producir oxígeno cambiaron la
atmósfera del planeta colmándola de este gas tan tóxico –
expone Pedrós-Alió–. Los seres vivos del momento tuvieron
que esconderse en rincones anaeróbicos, adaptarse o morir”.
Placa de cultivo con bacterias pigmentadas en cultivo. / Mauel Porcar

"Cuando las cianobacterias inventaron la


fotosíntesis y produjeron oxígeno
cambiaron la atmósfera del planeta", dice
Pedrós-Alió
Hoy en día su labor continúa. “Serían necesarios más de 200
millones de ballenas para igualar la biomasa de bacterias que
vive en los océanos –añade el científico–. Sería muy triste
que estos grandes mamíferos desaparecieran, pero este
hecho no alteraría en absoluto los actuales flujos de carbono,
oxígeno y nitrógeno. Las bacterias son las responsables de
que todo funcione”.
Albahaca, sésamo, comino, canela y cúrcuma
Esta vida microscópica se ha mantenido en la sombra del
conocimiento humano hasta hace unos pocos centenares de
años, pero sus efectos no solo han marcado los ciclos
planetarios de los que dependemos sino también los cambios
de rumbo la historia de la humanidad.
El destino de Marco Polo o de Colón, por ejemplo, fue forjado
por ellas. “Se han creado imperios basados en especias, se
han mantenido rutas a través de continentes y océanos para
comerciar con ellas, se ha matado para dominar su
comercio”, relata Pedrós-Alió en su libro La vida al Límite. ¿Y
todo para qué? Para evitar que la comida esté contaminada
con bacterias y que esto la eche a perder o nos provoque
intoxicaciones alimentarias.
De ahí nuestra fascinación por la sal, la albahaca, el sésamo,
el comino, la canela o la cúrcuma y por procesar la comida
mediante el salado, el ahumado, el deshidratado, el
marinado, el escabechado o el adobado. “Un esfuerzo
descomunal para convertir nuestros alimentos en ambientes
tan extremos que la vida no se pudiera desarrollar sobre
ellos”, escribe el experto.

A algunos de estos microorganismos les


gustan los ambientes extremos. Por
ejemplo, vivir en agua hirviendo
Pero hay ciertas bacterias a las que les chiflan los ambientes
extremos. Por ejemplo, vivir en agua hirviendo. Estos
microorganismos llamados extremófilos no son conscientes
de que constituyen nuestros grandes aliados para tareas
como la lucha contra el crimen. El californinano Kevin Green
es buen testigo de ello.
Más eficaces que CSI
Green ingresó en prisión en el año 1979 acusado de golpear
y violar a su mujer embarazada de ocho meses, Dianna
D'Aiello, quien perdió el hijo en el asalto y acusó a su marido
del mismo. Él aseguró que era inocente y que había salido de
casa a comprar hamburguesas, pero el testimonio de su
mujer tuvo más peso en la decisión del jurado. No fue hasta
16 años más tarde que, gracias a la bacteria Thermus
aquaticus, Green fue declarado inocente y quedó en libertad.

Gran Fuente Prismática en el Parque Nacional de Yellowstone en EE


UU /. James St. John

“Thermus aquaticus vive en las fuentes termales (80-90ºC)


del Parque Nacional de Yellowstone en EE UU. Es un
organismo termófilo, es decir que se siente a gusto en esta
temperatura tan alta”, detalla Pedrós-Alió. El investigador
norteamericano Kary Mullis utilizó la enzima Taq-polimerasa,
aislada en esta bacteria, para optimizar la PCR (reacción en
cadena de la polimerasa), una técnica de laboratorio que
requiere de ciclos de temperatura, algunas muy altas, para
amplificar pequeños fragmentos de ADN y que ha
revolucionado la biología molecular y la ciencia forense.
La PCR se patentó en 1989 y seis años más tarde el sistema
judicial californiano la utilizó para analizar el ADN de una
muestra de semen que había sido encontrada en la vagina de
D'Aiello y guardada en los archivos del departamento.
Los resultados no solo demostraron que Kevin Green era
inocente, sino que revelaron al verdadero culpable, el asesino
en serie Gerald Parker quien confesó haber violado y matado
a seis mujeres. “Esto demuestra la importancia de la
investigación básica –apunta Pedrós-Alió–. ¿Quién hubiera
pensado que podría ser útil estudiar la vida microbiana de
una fuente termal?”.
‘Okupas’ de tu cafetera
Pero no hace falta irse lejos para encontrar ambientes
extremos para la vida. También lo son el filtro de un
lavavajillas, una placa solar, una sauna y hasta una cafetera.
En todos ellos, Manuel Porcar ha demostrado que existen
muchas y muy diversas bacterias. “Este tipo de
microorganismos aguantan condiciones de temperatura, PH y
salinidad tan extremas como las que se encuentran en la
industria, por lo que son muy interesantes”, declara el
científico.
“Una máquina de café es un hábitat muy particular con dos
factores de selección, la temperatura y la cafeína”, expone
Porcar. Esta temperatura varía en función de si la cafetera es
la de casa y se utiliza un par o tres de veces al día o si está
en una oficina con una media de más de una decena de cafés
diarios. La cafeína sí es un factor constante. “Las bacterias
que hemos encontrado están muy bien adaptadas a vivir con
esta sustancia por lo que podrían ser útiles para aplicaciones
tales como producir café biodescafeinado”, destaca.

"Se han encontrado bacterias en placas


solares, parecidas a las que hay en
desiertos como el Sáhara o en la
Antártida", comenta Manuel Porcar
El ambiente de una cafetera se considera semiextremo, más
suave que el de una placa solar que resulta mucho más hostil
para la vida. Colocadas a pleno sol y en un ángulo que
maximiza la radiación, su capacidad de retención del agua es
mínima. “Es un infierno para vivir”, asegura el científico.
También ahí han encontrado vida, comunidades bacterianas
parecidas a las de desiertos cálidos como el Sáhara o
helados como laAntártida.
Su potencial aplicación deriva de su resistencia a la radiación
ultravioleta. “En vez de usar una crema factor 50 como
nosotros se protegen sintetizando carotenoides, y estos
podrían utilizarse como suplemento alimenticio”, opina
Porcar, quien también pertenece a la compañía Darwin
Bioprospecting, cuyo objetivo es descubrir y cultivar nuevos
microorganismos.
Eliminar residuos radioactivos con Conan
La palma en cuestiones de resistencia se la lleva la
denominada bacteria Conan (Deinococcus radiodurans), que
se encuentra a sus anchas sometida a radiación ionizante. Se
ha calculado que una dosis de 5-10 grays (Gy) es suficiente
para matar a una persona en cuestión de una semana. Este
microorganismo puede soportar hasta 15.000Gy, por lo que
los microbiólogos la postulan –con una pequeña modificación
genética– como candidata para ayudar a eliminar residuos
radioactivos.
En su libro Pedrós-Alió detalla que para tratar restos de
armas nucleares la bacteria en cuestión debería ser capaz no
solo de soportar la radiación, sino también de degradar
tolueno. La bacteria Conan no puede, pero sí alguna especie
del género Pseudomonas, así que los científicos podrían
intentar transferir genes de esta última aDeinococcus
radiodurans para que esta pudiera ponerse manos a la obra
con estos contaminantes.

Collage creado mezclando colonias bacterianas de paneles solares (Dorado-


Morales et al., 2016) con una versión adaptada de la famosa talla de madera
'Flammarion grabando' (Flammarion, 1888).) / Manuel Porcar

Los microbiólogos postulan la bacteria


Conan –con una pequeña modificación
genética– como candidata para ayudar a
eliminar residuos radioactivos
“El uso de microorganismos para descontaminar ambientes
se llama biorremediación”, explica Porcar. Su grupo de
investigación ha aislado una bacteria del
grupo Pseudomonas de los bosques de pinos de Teruel y ha
descubierto que es capaz de degradar el látex. “Aunque es
cierto que existen microorganismos que pueden aliviar
algunos problemas de contaminación, no debemos interpretar
que tenemos vía libre para seguir generando residuos y que
algún ‘bicho’ ya lo arreglará”, subraya el investigador.
Dando forma a la vida
En este caso, la biorremediación también es aún una
promesa ya que la velocidad a la que descomponen el
plástico es muy lenta. “Es posible que se tengan que
modificar genéticamente estos microorganismos para que
aumentar su ritmo de degradación”, apunta Porcar.
Así, la vida tal y como la conocemos depende de las
bacterias que no vemos. Un estudio teórico del
microbiólogoJack Gilbert, de la Universidad de Chicago,
reflexiona sobre las repercusiones que tendría el hecho de
que, de pronto, desaparecieran las bacterias. “Los seres
humanos no nos enteraríamos hasta al cabo de unos pocos
días, y aunque la calidad de vida de este planeta se volvería
insoportablemente mala, la vida como tal perduraría –
escribe–. Eso sí, si tal y como deberíamos, consideramos a
mitocondrias y cloroplastos como bacterias (son las fábricas
de energía de las células complejas de animales y plantas), el
impacto sería inmediato. La mayoría de eucariotas morirían
en un minuto”, detalla en su artículo.
“Hace apenas 300 años que descubrimos que existían estos
microorganismos y aún menos que conocemos algunas de
sus capacidades –argumenta Pedrós-Alió–. De momento, si
algo está claro es que las bacterias nos ganan en todos los
aspectos, excepto en que no tienen un cerebro como el
nuestro”.

Balas mágicas para luchar contra


infecciones
Las bacterias no generan devoción entre el gran público. “Es
cierto que, en general, se asocian a infecciones, pero incluso
en estas tienen un papel dual: por un lado, son las malas de
la película pero también nos suministran las balas mágicas,
los antibióticos, con las que matar a sus compañeras”, explica
el microbiólogo Manuel Porcar.
Este mismo año la Organización Mundial de la Salud ha
manifestado su preocupación por el incremento de
laresistencia de las bacterias al efecto de los antibióticos y ha
animado a laboratorios y farmacéuticas a descubrir de
manera urgente nuevos fármacos de este tipo.
Mientras que la mayoría de medicamentos que consumimos
son sintéticos, los antibióticos de nuestro botiquín son
productos naturales. “Nuestra mejor fuente de antibióticos
hasta el momento han sido los microorganismos”, explica a
Sinc por teleconferencia Gerry Wright, director del Instituto de
Investigación de Enfermedades Infecciosas Michael G
DeGroote, en Canadá. Con millones de años de evolución a
sus espaldas, las bacterias han elaborado tóxicos muy
eficientes para eliminarse unas a otras y mecanismos para
protegerse. Según Wright, “ellas conocen las normas
mientras que los laboratorios aún las están descubriendo”.
Sin embargo, el equipo de Wright no se dedica a la búsqueda
de nuevos antibióticos sino a preservar los medicamentos
que ya tenemos. Su premisa es que es posible que en algún
momento ya no encontremos nuevos principios activos. Por
ello –dice– “intentamos mejorar su actividad con adyuvantes,
moléculas sin capacidad antibiótica pero que pueden
bloquear la resistencia bacteriana o mejorar la actividad del f

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