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LC FILOSOFÍA 2021-0

Anexo de lectura 3

TEXTO I (pp. 29-30)


IMAGINEMOS UNA ÉPOCA sin gobiernos políticos, sin soberanos, ni
leyes, ni tribunales, ni derechos de propiedad establecidos, ni contratos.
Los seres humanos podrían vivir en una situación así, pero la vida no
sería agradable. Según la famosa descripción de Thomas Hobbes, en un
texto que marca el inicio de la tradición clásica del contrato social en
Occidente:
En una condición así, no hay lugar para el trabajo, ya que el
fruto del mismo se presenta como incierto; y
consecuentemente no hay cultivo de la tierra; no hay
navegación, y no hay uso de productos que podrían
importarse por mar; no hay construcción de viviendas, ni de
instrumentos para mover y transportar objetos que requieren
la ayuda de una fuerza grande; no hay conocimiento en toda
la faz de la Tierra, no hay cómputo del tiempo; no hay artes;
no hay letras; no hay sociedad. Y, lo peor de todo, hay un
miedo constante y un peligro constante de perecer de muerte
violenta. Y la vida del hombre es solitaria, pobre,
desagradable, brutal y corta.1
De modo que las personas establecen un contrato entre ellas, en
virtud del cual renuncian al uso privado de la fuerza y al derecho a
arrebatarle su propiedad a otro hombre a cambio de la paz, la seguridad


1
HOBBES (1651/1991), capítulo 13. Es probable, sin embargo, que Hobbes recibiera la
influencia de Epicuro y Lucrecio (véase especialmente LUCRECIO, De rerum natura, 5).
Sobre la historia de las teorías del contrato social en la Antigüedad, véase GOLDSCHMIDT
(1977).
1

y la expectativa de un beneficio mutuo. La idea de un contrato acordado


en una situación inicial imaginaria por personas «libres, iguales e
independientes»2 según propuso John Locke, nos da una mejor
perspectiva sobre la justificación de los principios políticos. Pensar la
estructura de la sociedad política como el resultado de un contrato
sellado en una situación inicial equitativa o equilibrada en ciertos
aspectos cruciales nos abre una comprensión más profunda de los
requerimientos de la justicia3. De este modo logramos extraer un
conjunto de reglas capaces de proteger adecuadamente los intereses de
todos por un procedimiento que no presupone ninguna ventaja
antecedente por parte de ningún individuo.

TEXTO II (pp. 82-83)


SIN DUDA NO es muy productivo criticar una tradición sin ofrecer una
alternativa, sobre todo cuando es fértil y está profundamente arraigada.
El segundo objetivo de mi proyecto, su aspecto constructivo, consiste
en sostener que existe un enfoque de las cuestiones de justicia básica
que puede llevarnos más lejos que las doctrinas del contrato social, en
particular en las tres áreas bajo discusión. En la medida en que este


2
LOCKE (1679-1680/1960), Segundo tratado, capítulo 2, párrafo 4, capítulo 8, párrafo 98.
A menos que vayan especificados con el numeral I, todas las referencias a Locke son al
Segundo tratado. Las fechas del Primer y el Segundo tratado todavía son discutidas, pero
Peter Laslett ha argumentado convincentemente que fueron compuestos mucho antes
de lo que antes se pensaba; véase LOCKE (1679-1680/1960), págs. 15-135,
especialmente, págs. 66-79.
3
No todos los exponentes de la tradición hablan de su proyecto en términos de la idea
de justicia política. Espero que el lector perdonara el anacronismo, teniendo en cuenta
que me centraré en la versión rawlsiana de la tradición, que por supuesto atribuye un
lugar central a esa idea.
2

enfoque alternativo comparte algunas ideas intuitivas con la versión


rawlsiana del contractualismo, y en la medida en que los principios que
genera conservan un estrecho parentesco con sus principios de justicia,
podríamos verlo como una extensión o como un complemento de la
teoría de Rawls, en relación con aquellos problemas nuevos. Este
enfoque alternativo posee ventajas importantes, y creo que deberíamos
reconocerlas; deberíamos estudiarlo y desarrollarlo más, y resucitar con
ello teorías políticas más antiguas dentro de la tradición grociana del
derecho natural (al tiempo que seguimos desarrollando las teorías
contractualistas ortodoxas). Nada podría alejarse más del espíritu de
este proyecto que un rechazo frontal de unas teorías que han contribuido
mucho a iluminar las cuestiones centrales de la justicia social. La
esperanza seria que si seguimos trabajando en ambos tipos de teorías y
derivamos de ellas unos resultados parecidos en un amplio abanico de
cuestiones, la armonía resultante nos dará mayor confianza en que
estamos en el buen camino. Por lo que se refiere a las tres áreas bajo
discusión, sin embargo, creo que quedará claro que el enfoque de las
capacidades aporta una guía más sólida para la legislación y las
políticas públicas.
La alternativa es, pues, el «enfoque de las capacidades», el cual ha
sido desarrollado en sentidos algo distintos por mí misma, en filosofía,
y por Amartya Sen, en economía. Sen centra el enfoque en una
evaluación comparativa de la calidad de vida, aunque también le
interesan las cuestiones de justicia social. Yo lo he usado, en cambio,
como base filosófica para una teoría de los derechos básicos de los seres
humanos que deben ser respetados y aplicados por los gobiernos de
todos los países, como requisito mínima del respeto por la dignidad

humana. En Las mujeres y el desarrollo humano y otros textos sostuve


que la mejor forma de plantear la idea de un mínimo social básico es un
enfoque basado en las capacidades humanas, es decir, en aquello que
las personas son efectivamente capaces de hacer y ser, según una idea
intuitiva de lo que es una vida acorde con la dignidad del ser humano.

FICHA BIBLIOGRÁFICA

NUSSBAUM, M. C. (2006). Las fronteras de la justicia: consideraciones


sobre la exclusión. Barcelona: Paidós, 2012. 448 pp.

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