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EL AURA
EN LA INVENCIÓN DE MOREL
Y BOQUITAS PINTADAS
MATERIA: SEMINARIO I
PROFESOR: EZEQUIEL RIVAS
ALUMNA: FLORENCIA MORANO
PRIMER CUATRIMESTRE DE 2021
EL AURA
EN LA INVENCIÓN DE MOREL Y BOQUITAS PINTADAS
Palabras clave: aura, pérdida del aura, obra de arte, reproducción, Boquitas pintadas,
La invención de Morel
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Lo auténtico conserva su autoridad plena, mientras que no ocurre lo mismo cara a la
reproducción técnica, [...] [porque dicha reproducción] [...] se acredita como más
independiente que la manual respecto del original. En la fotografía, por ejemplo, pueden
resaltar aspectos del original accesibles únicamente a una lente manejada a propio
antojo con el fin de seleccionar diversos puntos de vista, inaccesibles en cambio para el
ojo humano. (2012: 3)
1. En La invención de Morel
La invención de Morel (1940) es una novela de Adolfo Bioy Casares, cuya trama gira
en torno a un descubrimiento científico: una máquina que es capaz de fotografiar, grabar y
copiar el alma de las personas para que sean eternas. Las experiencias cotidianas de un grupo
reducido de personas son fotografiadas y grabadas por el invento de Morel durante una
semana, con el objetivo de perpetuar su imagen y sus almas. Al ser captadas por la máquina,
la materialidad de estas personas se pierde (puesto que la máquina no solo graba, sino que
también acaba con la existencia de todos los objetos y seres vivientes que son grabados por
ella), pero su proyección holográfica se repetirá incesantemente por toda la eternidad, gracias
al poder del artefacto.
El personaje principal es el único ser material “real” que reside en la isla. En su larga
estadía se enamora de Faustina o, mejor dicho, de la imagen que la máquina proyecta de ella.
Él no sabe que la figura de su amada no es real, puesto que desconoce la existencia del
invento; comienza a construir, entonces, un discurso basado en un error: que Faustina no lo
quiere, que ella y los demás en realidad están muertos y que son fantasmas, que son sus
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perseguidores y vienen a buscarlo para llevárselo, que él mismo está muerto y que todo lo
que sucede no es más que una ilusión, etc. Hasta que Morel les revela la verdad:
Es claro que no es una fotografía como todas; es mi último invento. Nosotros viviremos
en esa fotografía, siempre. Imagínense un escenario en que se representa completamente
nuestra vida en estos siete días. Nosotros representamos. Todos nuestros actos han
quedado grabados.1 (2010: 28)
Teniendo en cuenta los conceptos analizados, tanto la figura de Faustina como la del
resto de los personajes es una reproducción, una copia de la figura real y original. Se pierde,
entonces, la inmediatez de la “obra de arte” –aunque en este caso se trate de seres humanos–;
el aura se desvanece porque todo lo que el personaje principal observa no es más que una
proyección. La reproducción de las figuras, por más fiel que sea, no contiene la inmediatez
aurática que sí poseen, en cambio, las personas reales de carne y hueso.
Sin embargo, el protagonista, al enamorarse de Faustina, en cierta parte le restituye su
aura, pues él la cree real. En otras palabras, al otorgarle el estatus de persona de carne y hueso
y al demostrarle constantemente su amor, el personaje le “devuelve” el aura que la máquina
le había quitado. Se observa, así, un proceso de “auratización” de los objetos o de las
personas: el espectador le otorga calidad artística a un objeto que no lo es o que no forma
parte de una expresión artística propiamente dicha. En este caso, Faustina, al ser una
proyección, no dispone de la unicidad que puede tener una persona real, pero el protagonista
le confiere ese estatus porque desconoce –al menos durante la primera mitad de la obra– que
su amada es en realidad un holograma. Además, mediante su amor y su obsesión
desmesurados le otorga los rasgos de una obra de arte: es única, es inigualable y no existe
otra que pueda compararse con ella, pues su esencia y su alma son irrepetibles; nadie puede
copiarla ni igualarla. Incluso luego de conocer la verdad busca hallar la manera de vivir
eternamente junto a ella. Decide, por lo tanto, ser fotografiado por la máquina para conseguir
la inmortalidad, aunque no termina de conocer del todo su funcionamiento y vacila acerca de
sus funciones y de su alcance, puesto que no sabe si sus sentimientos, sus estados de ánimo y
sus pensamientos también son captados y fotografiados por el artefacto.
En conclusión, la novela evidencia la pérdida del “aquí y ahora” de los seres humanos,
causada por la intervención de la máquina, que operaría, en este caso, como una cámara de
cine que desacraliza, desmitifica y degrada el aura de la obra única y original. Faustina y sus
acompañantes son copias o reproducciones de los personajes reales, que otrora existieron
1 La cursiva es mía.
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físicamente pero que ahora solo son proyecciones o representaciones; sus “versiones
originales” se perdieron, pues la máquina acabó con ellas, es decir, con las vidas de las
personas que fueron fotografiadas. Para ser eternos deben conseguir y sufrir, primero, la
muerte. Las experiencias vividas en el lapso de una semana volverán a repetirse una y otra
vez para siempre.
2. En Boquitas pintadas
En Boquitas pintadas (1969), de Manuel Puig, la pérdida del aura se observa de una
manera distinta a La invención de Morel. En este caso, la novela está construida por
fragmentos de textos que pertenecen a diferentes géneros populares, como por ejemplo el
folletín, el aviso fúnebre, la carta o la epístola, el diario íntimo, etc. El autor une dichos
fragmentos para conformar un todo, en este caso, una novela.
Podría decirse, en términos de Benjamin, que la unión de dichas partes carece de
inmediatez aurática, puesto que, como se dijo, las técnicas cinematográficas –en este caso el
montaje– están desprovistas de ella. Pero también es necesario señalar que Puig toma
elementos cotidianos y géneros aislados para unirlos y formar, así, una nueva forma de
literatura, en este caso ligada a lo popular. Provee de aura, entonces, a aquellos elementos que
separados no constituyen una obra artística o literaria, pero que unificados conforman una
expresión artística. Se produce, así, una “auratización” de los objetos cotidianos.
Esto se observa no solo en la unificación o en el montaje de los diferentes géneros,
sino también en los elementos que aparecen en el interior de la obra, es decir, en las
descripciones, en los procedimientos y en las técnicas que introduce el autor. La obra en sí
misma está atravesada por el universo cinematográfico: la intertextualidad que puede hallarse
en ella no se da por la relación entre un texto y otro texto (Genette, 1989: 2), sino entre un
texto y otras formas artísticas populares (las películas, las canciones, etc.). El cine, entonces,
cobra una importancia mayor. Incluso las fotografías (en el álbum fotográfico de Juan Carlos,
por ejemplo) aparecen descritas con detalle.
Los objetos que se introducen en algunos fragmentos de la obra, como por ejemplo los
crucifijos de madera y oro, el velador de gasa blanca y motas verdes, las cortinas, la piel de
conejo, las muñecas de cabello natural, etc. (2004: 43), son descritos desde una mirada
completamente extrañada y responden a la sensibilidad artística del camp y del kitsch. Estos
dos gustos o sensibilidades hacen del arte un objeto de consumo masivo. Provocan que el
material artístico sea reproducido en calidad de material de consumo, o bien que el objeto de
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consumo se convierta en un objeto artístico propiamente dicho. Lo camp podría definirse,
según Susan Sontag (1969: 365), como un “buen gusto del mal gusto”, como un estilo que se
destaca por su carácter artificioso, exagerado, ambiguo y “pasado de moda”. Rompe, además,
con los parámetros estéticos de lo bello y de lo feo: “es bueno porque es horrible” (1969:
376). El kitsch, en cambio, es mal arte: no hay buen gusto en él, puesto que se identifica
directa y exclusivamente con lo “horrible”. En palabras de Graciela Speranza:
El kitsch excluye toda ironía y ambigüedad –es unívoco y literal–. [...] Si el consumidor
del objeto kitsch es ajeno a la alienación de sus intenciones, el consumo del objeto camp
o pop, en cambio, implica una celebración de la alienación implícita en el proceso por el
cual se encuentra un valor excepcional en el objeto degradado. (2000: 57)
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letras de tangos que aparecen en los epígrafes de cada entrega y en los tangos y boleros que
cantan los personajes (en especial la Raba) o que se transmiten por la radio. Estas películas,
novelas y canciones siempre están ligadas a la trama de la novela propiamente dicha. El
contenido de las radionovelas, de las películas y de las letras de las canciones están
directamente relacionadas con lo que les sucede a los personajes a lo largo de la novela: casi
siempre cuentan historias de amor, de desamor y de conflictos amorosos con los que los
personajes femeninos se sienten identificados.
Por último, es importante señalar que, en la novela, la intertextualidad no se produce a
partir de la “relación de copresencia entre dos o más textos” (Genette, 1989: 2), o en la
mención –sea alusiva o citada– de uno o más textos dentro de otro, sino que también se
evidencia en el vínculo que existe entre un texto y otras expresiones artísticas, en este caso
populares, como las ya citadas. En este sentido, el estilo característico de Puig se aprecia, en
gran parte, –y a diferencia de otros escritores contemporáneos– en su intención de hacer
dialogar distintos tipos de textos y de hacer hablar a los personajes, que tienen sus rasgos y
sus formas de hablar particulares y distintivas, como si fueran voces independientes que
hablan por sí solas. Tanto en esta como en otras novelas del autor, los personajes son seres
cuyas opiniones, formas de ser, de hablar y de ver el mundo se contraponen; el escritor se
adapta a sus personajes, y no al revés. Por ejemplo, en las cartas, en los diálogos que se
producen entre los personajes, –tanto en las conversaciones telefónicas como en las charlas
cara a cara– en los pensamientos, etc., se observan no sólo los procedimientos y las técnicas
expuestos más arriba, sino también las distintas formas de polifonía.
En conclusión, en Boquitas pintadas se aprecian diferentes técnicas, procedimientos,
recursos y géneros ligados a lo popular, a la cultura de masas (es decir, al cine, a la música, a
la literatura y algunos géneros literarios considerados “menores”). En ellos se ve una
constante auratización y desauratización de los objetos: auratización porque los materiales
cotidianos se vuelven artísticos, y desauratización porque se reproducen y copian los objetos
artísticos y se introducen expresiones artísticas (la música y el cine) en las que se refleja con
más profundidad la degradación del aura.
3. Consideraciones finales
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pierde, pero en parte también se restituye. La pérdida del aura no se produce en su totalidad,
sino que también se observa un proceso inverso. En La invención de Morel, los personajes
pierden su inmediatez aurática a causa de los poderes de una máquina –aquí se establecen
relaciones con la degradación aurática que, según Benjamin, producen las cámaras de cine–;
sin embargo, el personaje protagonista le otorga, en cierta forma, el aura a su amada, pues la
cree real. En Boquitas pintadas, por otro lado, la inmediatez se pierde mediante la inserción
de elementos propios de la cultura popular, pero se observa un proceso inverso en la calidad
artística que se les otorga a los objetos que no son propiamente artísticos. Sin conocer los
conceptos y la teoría de Walter Benjamin, ambos autores produjeron obras en las que se
aprecia notoriamente un concepto muy presente en el arte y en la literatura de la actualidad.
BIBLIOGRAFÍA
Corpus
Bioy Casares, Adolfo (2010). La invención de Morel. Buenos Aires: Tauro.
Puig, Manuel (2004). Boquitas pintadas. Buenos Aires: Planeta.
Referencias bibliográficas
Benjamin, Walter (2012). “La obra de arte en la época de su reproductibilidad mecánica”, en
Escritos franceses, Buenos Aires: Amorrourtu, pp. 165-198.
Genette, Gerard (1989). Palimpsestos. La literatura en segundo grado. Madrid: Taurus.
Sontag, Susan (1969). “Notas sobre lo «camp»”, en Contra la interpretación. Buenos Aires:
Alfaguara.
Speranza, Graciela (2000). Manuel Puig después del fin de la literatura. Buenos Aires:
Grupo Editorial Norma.