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Las representaciones de género y su impacto en las prácticas cotidianas

- Reparto de las tareas domesticas


- Distribución y uso del tiempo libre
- Intensidad y tipos de sociabilidad

1. TAREAS DOMESTICAS

Casi todas las actividades domésticas están mayoritariamente a cargo de las mujeres, los hombres
aparecen solo en aquellas tareas que tradicionalmente han realizado (pagar las cuentas y hacer
arreglos en las casa). Si bien hay ciertas actividades que han ido en aumento por parte de los
hombres (hacer deporte y jugar con los niños) se refiere exclusivamente a la mayor importancia
que se le da hoy al cuidado infantil.
Formas de participación:

- Un grupo de personas que generalmente no hacen nada


- Un grupo de principales responsables pero que reciben cooperación de otros
- Un grupo de únicos hacedores de tareas
- Organizadores secundarios o que organizan las tareas colectivamente

Variable El sexo

Generalmente son las mujeres las que hacen solas las tareas sin apoyo de nadie o son las
principales encargadas, recibiendo en algunos casos la ayuda de sus hijos o parejas. En el caso de
los hombres, estos no hacen casi nada en sus casas, son colaboradores secundarios o miembros de
hogares en donde las tareas las hacen todos.

Factores de la desigualdad de distribución:

- Ser mujer dueña de casa


- Ser mujer perteneciente a los grupos socioeconómicos más bajos
- Ser mujer con más de 56 años (mayor probabilidad de hacer las tareas solas)
El 90% de las mujeres que realiza las tareas domésticas sin ayuda vive con su pareja, por lo que no
se trata de la circunstancia de vivir sin compañía, aunque también sobresalen aquí las mujeres
separadas con hijos. Por el contrario, en el caso de los hombres que son únicos realizadores de
tareas, efectivamente son aquellos que viven solos, en especial viudos u hombres del sector
socioeconómico E; de estos últimos, el 20% vive sin compañía.

Las mujeres de clase media, dueñas de casa o trabajadoras, tienden a compartir más el trabajo con
sus parejas, aunque ellas siguen siendo las principales responsables del cuidado del hogar. Lo
mismo ocurre en mujeres de mayor responsabilidad económica y en aquellas entre los grupos de
edad de 25 a 54 años. Los hombres que son los encargados principales de las tareas del hogar
tienden a ser separados o divorciados que viven con sus hijos, y de ellos reciben una ayuda
secundaria.

Generalmente, los hombres con alta carga de responsabilidad económica o del grupo
socioeconómico alto no realizan casi ninguna tarea doméstica. También los hombres que viven en
familias extensas, con sus madres o suegras, se desentienden de estas labores. Las mujeres que no
realizan tareas domésticas pertenecen a los grupos socioeconómicos altos, o son estudiantes que
viven con sus padres o jefas de hogares monoparentales de familias extensas, es decir, donde sus
propias madres las reemplazan en el trabajo que ellas no pueden o no quieren hacer.

Los hombres jóvenes tampoco se quedan atrás: el 71% de los que están en el tramo de 18 a 24
años casi no realiza tareas domésticas. Es importante recalcar que existe una división de tareas
que se produce tempranamente entre los jóvenes hombres y mujeres, no sólo porque se le
asignan distintas tareas a cada uno, sino también porque a esta edad ya existen posiciones
diferenciales en la estructura social. Si bien en el tramo de 18 a 24 años, hombres y mujeres tienen
porcentajes similares de población soltera, casada, conviviendo o estudiando, sólo un 15% de
mujeres trabaja, mientras un 33% de los hombres declara hacerlo. ¿La diferencia? Un 24% de las
mujeres de ese tramo de edad ya tienen como actividad principal ser dueñas de casa.

La participación como colaborador secundario crece en los segmentos masculinos C2 y en aquellos


que no tienen hijos y viven con sus parejas. También tiende a crecer en las mujeres ABC1 porque
la categoría de “secundarios” agrupa a las mujeres que tienen servicio doméstico.

En el grupo socioeconómico alto, la presencia del servicio doméstico explica muchas cosas.
Cuando lo hay, hombres y mujeres de clase alta bajan el número de horas comprometidas en las
actividades domésticas. Sin embargo, tanto en Chile como en diversos países desarrollados, el
hecho de que las empleadas sean generalmente mujeres, de clases marginales e inmigrantes,
viene a reforzar los estereotipos tanto de género como de distinción social en las clases altas
(Coltrane 2000, Glenn 1992, Valdés y otros 2006).
¿Por qué tanta diferencia?

Primero, se dice que los hombres participan menos de las tareas hogareñas porque, al estar
insertos en el mercado laboral, pasan menos tiempo en el hogar. Las mujeres que no trabajan
tendrían que dedicar su tiempo al trabajo doméstico. Sin embargo, en muchos países, y entre ellos
Chile, la incorporación de la mujer al trabajo no modifica significativamente esta realidad: un 34%
de las mujeres que trabajan hace las tareas sin ayuda y 37% son las encargadas principales de
sostener el hogar con apoyo de otros miembros. Hay una baja significativa en comparación con las
dueñas de casa, pero aún sigue siendo una proporción alta, y especialmente alta si se compara con
la tasa de cooperación en el hogar de los hombres que trabajan.

Otras investigaciones han develado que, puesto que el trabajo doméstico refuerza un tipo de
identidad, algunas mujeres no dejan de hacer ciertas tareas para no perder el poder que subyace a
la gestión de la casa y de los tiempos familiares (Allen y Hawkins 1999, PNUD 2009, Valdés y otros
2006). Ese poder permitiría negociar ciertas decisiones que competen al mundo privado y así
otorgar un sentido al orden del hogar. Según la Encuesta PNUD 2009 y como se aprecia en el
Cuadro 13, respecto de quienes toman las decisiones en el hogar, tales como fijar las reglas de
convivencia, administrar el dinero o cómo se educa a los hijos, las mujeres aparecen decidiendo
más, especialmente en relación con los hijos.

También se ha señalado que la división está asociada al nivel de recursos de hombres y mujeres,
tal que los hombres, al tener más recursos aportados por sus opciones de mercado, tendrían un
poder mayor para determinar las actividades dentro del hogar. Esta hipótesis tiene un correlato
fuerte en Chile. Entre las mujeres que no reciben ingresos, un 48% realiza las tareas sin ayuda, y de
los hombres que administran el dinero del hogar, un 65% no realiza tareas domésticas. Ahora bien,
no ocurre lo mismo en el caso opuesto: los hombres (jóvenes o jubilados) que no reciben ingresos
propios no participan en mayor proporción en las tareas del hogar.
Cuando las parejas perciben ingresos similares se observa una tendencia, aunque leve, hacia una
mayor igualdad en la distribución. En estos casos, las mujeres realizan un poco menos de tareas
solas (33%) que el promedio, y crecen las responsables principales del hogar (49%) en
comparación con otras mujeres. En los hombres que perciben sueldos similares a sus mujeres sube
la proporción de aquellos que cooperan en forma secundaria o realizan las tareas en forma
colectiva, a un 43%.

Una cuarta explicación toma como factor central la socialización a edad temprana de los roles
femeninos y masculinos. En la educación del hogar los padres van inculcando una representación
de la división de las tareas que luego se reproduce en la edad adulta. Básicamente, se enseña a
relacionar cada sexo con determinadas tareas domésticas. En base a la Encuesta de Desarrollo
Humano 2009 se generó una tipología que ilustra las trayectorias de las personas en la realización
de tareas domésticas a lo largo de su vida. Tomando en consideración lo que cada uno hacía en la
casa de los padres y lo que hace ahora se identificaron cinco tipos.

En el Gráfico 16 se muestran los nombres de las trayectorias y sus respectivos pesos en la


población.

1) Antes ayudábamos bastante, y hoy somos los encargados de las tareas (21%): un 80% son
mujeres, generalmente del grupo C3 y muchas pertenecientes al tramo de 25 a 34 años, la
mayoría de ellas casadas con hijos. Son aquellas que tenían un rol activo en la casa de sus padres –
les tocaba hacer bastantes tareas del hogar– y hoy tienen que dirigir en su propio hogar todo lo
que se hace, contando a veces con el apoyo de sus hijos y maridos. La mayoría de las mujeres que
trabajan se ubica en esta categoría.

2) Antes generalmente ayudábamos, pero hoy lo hacemos todo (12%): un 77% son mujeres,
generalmente entre los 35 y 54 años, separados o divorciados. Son aquellos a quienes en la casa
de sus padres les tocaba participar regularmente de algunas actividades, especialmente hacer sus
camas, pero hoy día tienen que encargarse de hacer todas las tareas sin apoyo de nadie.

3) Antes ayudábamos en algunas cosas, hoy cooperamos (31%): son la mayoría hombres (77%),
población más bien joven, entre 18 y 35 años, con una alta proporción de clases altas y medias. En
la casa de su infancia a veces iban a comprar o ponían la mesa, o quizás sacaban la basura. Hoy
cooperan en forma secundaria. La mayoría de los hombres que trabajan se ubica en esta
trayectoria.

4) Ayer, hoy y mañana, no hacíamos, no hacemos, no haremos nada (24%): en su mayoría


hombres (75%), entre 45 y 65 años o más, y en todos los grupos socioeconómicos. Agrupa a todos
los que en la casa de sus padres no hacían casi nada (por ejemplo, sólo un 9% del grupo lavaba la
loza) y ahora prácticamente tampoco hacen nada.

5) Antes ayudábamos en todo, hoy lo hacemos todo y sin apoyo (12%): mujeres mayoritariamente
(88%), de grupos socioeconómicos más bajos y de edades mayores. Su característica principal es
que antiguamente en sus casas tenían que participar activamente en todas las tareas y hoy en día
les toca realizar las actividades sin cooperación: si ellas no hacen las tareas, nadie las hace.

Como se observa, en general tienden a reproducirse los roles aprendidos y practicados en el hogar
de origen, especialmente entre aquellos que crecieron con estructuras prácticas muy rígidas:
hacían casi todo o no hacían nada. Sin embargo, algunas experiencias biográficas conducen a las
personas a cambiar sus prácticas, como las y los separados que tienen que hacerse cargo de
muchas más tareas de las que hacían en sus casas en la infancia y juventud.
En el Gráfico 17 se muestran las representaciones de hombres y mujeres cruzadas por los tipos de
tareas domésticas.

En el grupo “tradicional” la mujer tiende a ser la que en mayor medida hace tareas sin apoyo de
nadie, y el hombre tradicional es aquel que menos las hace. Con esta práctica reafirman sus
representaciones de género y no tienen problemas al vivir en un mundo ordenado por esta
división marcada de los roles domésticos. Para este grupo, las cosas se han hecho así por siempre
y no tiene sentido que cambien ahora. De hecho, son las mujeres de este grupo las que más siguen
la trayectoria “antes ayudábamos en todo, hoy lo hacemos todo”. El hombre tradicional sigue la
trayectoria complementaria, “antes no hacía nada y hoy tampoco realiza muchas tareas”.

El 42% de los “machistas” no hace tareas domésticas (en contraposición al 32% de la población en
su conjunto). Sin embargo, el machista no se percibe como alguien inactivo, porque él arregla los
artefactos y se considera un eventual cooperador: si su mujer no lo hace, él puede hacerlo.

Lo importante es que a él no le corresponden las tareas del hogar, y mucho menos el cuidado de
los niños; no realiza muchas actividades con sus hijos. Él mantiene funcionando la casa y paga las
cuentas. Presenta una trayectoria nítida de no haber hecho nada en la casa de sus padres y ahora
no realizar muchas actividades.

En tanto, las “luchadoras” se caracterizan por ser responsables de las tareas domésticas y a la vez
por contar con el apoyo de otros integrantes del hogar. Es probable que aquí se concentren
nuevos arreglos familiares (especialmente con la cooperación de los hijos) para ganar autonomía y
posibilitar su salida al mercado laboral. Es la que presenta en mayor medida la trayectoria “antes
generalmente ayudábamos, pero hoy lo hacemos todo”, aunque también es fuerte en la
trayectoria “antes ayudábamos bastante, hoy somos las encargadas de las tareas”.

Los “liberales” tienden a ser participantes secundarios o compartidos. Por su edad, es el grupo que
más reconoce a la madre como la que hace las tareas domésticas, y por su estrato socioeconómico
es el que más dice que éstas corresponden al servicio doméstico. Aquellos hombres y mujeres de
este grupo que tienen niños son los que más activamente participan de su cuidado; ellos los llevan
al colegio y ellas los llevan al doctor. Pareciera que, más que una novedosa distribución de roles, lo
que sucede en este grupo refleja el cambio cultural que propicia una mayor atención al cuidado
afectivo de los niños; lo reafirma la constatación de que es el grupo que más juega y hace deporte
con ellos. En general, siguen la trayectoria “antes ayudábamos en algunas cosas, hoy seguimos
cooperando”.

En el grupo “pragmático” la mujer ha dejado de ser la única que hace las tareas en la casa. Ella es
la que en mayor medida se define como la organizadora y hacedora, pero con apoyo de otros
integrantes del hogar, incluida la pareja. El hombre de este grupo es el que en mayor medida hace
tareas secundarias o de apoyo. Si bien no se revierte el esquema tradicional de organización, aquí
existe una mayor complementariedad de funciones, siendo ella la que organiza y está a cargo, y él
quien coopera y ayuda. La mujer pragmática se ubica en el eje “antes ayudábamos bastante, hoy
somos las encargadas de las tareas”, y el hombre pragmático en el eje “antes ayudábamos en
algunas cosas, hoy cooperamos”.

En términos generales, el análisis de los grupos muestra una correspondencia entre prácticas y
representaciones. Los grupos más tradicionales tienden a tener prácticas más rígidas donde las
mujeres hacen todo y los hombres no hacen nada; en el grupo machista la mujer es la principal
hacedora y ellos se mantienen en un rol secundario, en el que pueden respaldar pero no tener la
responsabilidad de lo doméstico, aunque sí tienen como misión mantener el hogar en buenas
condiciones. El grupo pragmático cambia relativamente las posiciones originales: la mujer ya no
hace sola las tareas y él coopera un poco más. Las mujeres luchadoras son las principales
encargadas del trabajo doméstico y han tenido que buscar apoyos en sus hijos para salir adelante.
Por último, los liberales, siendo jóvenes y más bien de clase alta, siguen dejando la responsabilidad
en el quehacer de la madre o la empleada, aunque los hombres del grupo que tienen hijos dedican
más tiempo a compartir con ellos.

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