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Una de las formas más usuales del lenguaje bíblico es el relato. La Biblia nos cuenta
cosas. El relato se diferencia de otras formas de lenguaje porque ordena lo que
quiere decirnos en una sucesión, una cosa tras la otra. El relato, o narración, nos
cuenta lo que pasó. Es el caso, por ejemplo, de los Evangelios: nos dicen quién fue
Jesús contando su historia, no mediante definiciones --aunque en el caso del
Evangelio de Juan se comienza con algunas definiciones. Pero en ese contar las
cosas ya hay una interpretación, una tendencia: todo narrador elige algunas cosas y
deja de lado otras en su relato, según su propósito. Por ejemplo, ningún Evangelio
nos da una descripción física de Jesús, porque no hace a su finalidad, que es
despertar la fe del creyente (Jn 20:30-31).
El relato abunda en la Biblia: es lo que más tenemos. Aún entre los textos legales, o
en las cartas, se mezclan narraciones. Pero tenemos distintos tipos de relatos, y es
necesario distinguir entre ellos. Por ejemplo, las parábolas de Jesús, en Mt 13, son
relatos que se valen de una ficción. Son relatos distintos al que hace el libro de los
Hechos de la conversión de Pablo (Hch 9:1-22), que se presenta como narración de
un suceso histórico importante. Hay distintos tipos de relato, según el propósito de
cada uno, y ha traído inútiles discusiones cuando se pretenden tratar a todos de la
misma manera y se confunden los distintos tipos (géneros) de relato. No es que un
relato es falso (las parábolas) y otro verdadero (la historia de la conversión de
Pablo). Cada uno expresa la verdad, pero de distinta forma: las parábolas en forma
indirecta, de tal manera que su enseñanza queda librada a la imaginación, a la forma
en que el lector le encuentra su sentido. Otro tipo de relato, por ejemplo la
conversión de Pablo, lo hace en forma directa, mostrando la acción poderosa de
Dios.
De allí que sea necesario distinguir entre tipos de relato: en la Biblia encontramos
relatos míticos, legendarios, históricos, y ficciones (cuentos). Cada uno de ellos
expresa el mensaje de distinta manera. Veamos las características de cada uno:
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d) El relato histórico: En este caso se trata de relatos de hechos que pueden ser
claramente ubicados en el espacio y en el tiempo, de personajes con conductas
autónomas establecidas. En el caso de los relatos históricos la acción de Dios se ve
mediada por los actos de los seres humanos. Los relatos históricos antiguos no
pueden ser medidos con las exigencias de la investigación histórica moderna (que
busca objetividad y "pruebas" de los hechos). Pero sí cabe señalar su intención de
referirse a hechos verificables, apoyándose en factores de causa y efecto, y aún en
un sentido documental. En la Biblia un ejemplo claro de relato histórico es Esdras 4-
6, donde se dan referencias a personajes, cartas, archivos, etc. Todo relato histórico
es también parcial, porque expresa el punto de vista de la comunidad o sector social
en el que se origina. Pero su intención es mostrar el fundamento y razonabilidad de
su acción.
Quizás habría que agregar otro tipo de relatos: el de las visiones. Muchas veces las
visiones bíblicas se brindan en forma de relato, en el cual el visionario narra su
experiencia de visión y los elementos que en ella recibió. Este tipo de expresiones
abunda en la literatura profética (Amós, Ezequiel), pero adquiere un valor
destacadísimo en la apocalíptica, que es casi totalmente relato de visiones. En
realidad, este tipo de relato no puede ser fácilmente encuadrado en ninguna de las
categorías anteriores. El visionario sabe que ha tenido una visión (y por lo tanto no
pretende la historicidad de su relato), pero esa visión le ilumina la realidad presente
y le indica el camino futuro. Podría decirse que es un "mito al revés". En lugar de
buscar explicar la vida desde un hecho oculto en el inalcanzable tiempo arcano, trata
de darle sentido desde una afirmación que solo puede ser conocida como don de
Dios.
Estos modos del relato suelen combinarse en relatos mayores. Hasta aquí hemos
señalado formas más o menos breves del relato, aunque algunos de ellos pueden
ser un poco más extensos. Pero cabe ver como esas formas se agregan, articulas y
entrecruzan para generar un relato más extenso, como las historias complejas, las
novelas, las mitologías.
La historia, como relato compleja, combina una serie de relatos históricos, de hechos
y episodios, en una secuencia mayor. Entre las narrativas históricas se distinguen
diversas formas: la crónica, trata de atenerse a la descripción lo más prescindente
posible, a la enunciación de los “hechos desnudos” (cosa que es imposible en sí). La
historia en su sentido más complejo busca ver la concatenación de los hechos como
una serie de efectos y consecuencias, de datos que no solamente se superponen
enumerando factores y circunstancias, episodios, sino que tienen un hilo conductor,
que busca comprender el sentido de esos actos, como se entrelazan e influyen. Así,
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por ejemplo, el libro de “Los Hechos de los Apóstoles” es un caso de historia en este
sentido: no narra una serie de episodios aislados, aunque en algún momento
parezca hacer, sino que le da un sentido, que se enuncia en Hch 1:8: “pero recibiréis
poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Así, la
secuencia misionera del libro se explica como el cumplimiento de ese mandato de
Jesús: Primero se narra la recepción del Espíritu, luego los testimonios en Jerusalén
y Judea, luego la Evangelización de Samaria, y luego se introduce el personaje de
Pablo, que será el encargado de llevar el Evangelio “hasta lo último de la tierra”. El
libro culmina con Pablo en Roma, la capital del Imperio, el centro de dominio de todo
el mundo conocido de entonces: se ha cumplido el propósito del Cristo: los relatos,
encadenados de esta manera, muestran el cumplimiento del objetivo “histórico”
Los evangelios son otras formas de relato histórico, como los libros de Samuel y
Reyes en el Antiguo Testamento. No les pidamos la precisión de la ciencia histórica
moderna, pero el objeto del texto es similar: mostrar que los hechos ocurridos tienen
un mensaje, desarrollan un cierto sentido.
Si bien la crónica trata de ser más neutral, no puede serlo, como dijimos, porque el
autor siempre aporta su punto de vista, su condición de observador parcial (en el
doble sentido: parcial porque no puede verlo todo ni incluir todos los datos, y parcial
porque siempre, de una manera u otra, destacará un personaje, o valorará una
situación por encima de las demás)
La novela tiene cierto parecido con la historia, solo que allí el relato no pretende dar
a conocer hechos de la realidad, sino que se nutre en la ficción. Aunque existe un
género mixto, la “novela histórica”, que desarrolla personajes y episodios históricos,
pero que se vale de la imaginación para “llenar los huecos” donde la información
histórica es insuficiente, o que incluye descripción de pensamientos o sentimientos
que son históricamente inverificables. En realidad, en los relatos bíblicos no hay
novelas en sentido estricto. Pero la vida de David, por ejemplo, tiene elementos
novelescos, como su romance con Betsabé, o el alzamiento de Absalón.
Al estudiar el texto bíblico nos encontraremos con estos distintos tipos de relatos. Es
importante poder discernir con cuál de ellos nos encontramos en cada caso para no
interpretarlos mal, o meternos en discusiones sin sentido por desconocer el género y
finalidad de cada uno, y tratar al mito como historia o a la leyenda como ficción.
Nada se gana con pretender tratar a todo el texto bíblico de una sola manera y a
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todo con la misma definición. El mensaje de cada texto se hace más claro cuando
podemos apreciar la variedad de formas en que se expresa, y podemos apreciar así
la riqueza de la revelación de la gracia salvadora de Dios.