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Más que discursos, las mujeres


precisan buenas políticas públicas
08 de marzo de 2020

Hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer


Trabajadora, formalizado por las Naciones Unidas en
1975, las mujeres paraguayas, como las del resto del
mundo, marchan por la garantía de sus derechos
humanos y la igualdad de género. Este año, el lema
elegido es “Soy de la Generación Igualdad: Por los
derechos de las mujeres”. Dependiendo de cada
nación, las reivindicaciones son distintas, pero en
general, al igual que en nuestro país, las principales
preocupaciones radican en la creciente violencia y los
casos de feminicidio, la persistencia de desigualdades
laborales y la baja participación en la toma de
decisiones.

En el Paraguay, las demandas de las mujeres son múltiples.


Desde el fin de la violencia hasta trabajo e ingresos dignos. La
violencia contra las mujeres y las niñas es cada vez más
acuciante sin que las autoridades muestren señales contundentes
sobre la intención de prevenirla.
La respuesta ha sido endurecer las penas a pesar de que esta
medida en ningún país del mundo ha sido útil para reducir la
incidencia de ningún tipo de violencia.
La educación para una cultura de la paz y de la igualdad es el
instrumento adecuado; sin embargo, la principal institución rectora
es la primera que se opone a incorporar en el currículum las
medidas necesarias para empezar a cambiar la situación.
La autonomía económica es todavía una quimera. En Paraguay,
las mujeres, a pesar de que levantaron el país en varias
ocasiones y siguen haciéndolo cotidianamente, ganan menos que
los hombres a pesar de tener igual responsabilidad y nivel
educativo, están en ocupaciones desvalorizadas económica y
socialmente, presentan mayores niveles de desempleo e
informalidad y tienen menor acceso a la tierra y a productos
financieros.
A pesar de que no escatiman esfuerzos en su participación social
y política y se encuentran capacitadas igual que los hombres para
ocupar cualquier lugar en la política o en la economía, son
excluidas de los cargos altos sean estos electivos o no. Solo
basta ver la cantidad de ministras, viceministras, diputadas o
senadoras. La mayor parte de esos problemas se solucionan con
políticas públicas de amplia cobertura y calidad.
Mejorar las políticas públicas exige recursos para financiar tanto
la generación de capacidades estatales como los servicios que
llegan directamente a las mujeres.
Los sistemas de salud y educación deben actuar desde las
edades tempranas para prevenir la violencia contribuyendo a la
construcción de sociedades más igualitarias.
El Sistema de Justicia debe contar con operadores/as
capacitados y mecanismos adecuados para garantizar una
atención oportuna y sin costos económicos ni de oportunidad ni
procedimientos que victimicen aún más a las víctimas.
La autonomía económica tiene como condición fundamental la
calidad del trabajo remunerado y del sistema de protección social.
Las mujeres se han educado y tienen aspiraciones; a pesar de
ello el mercado ha ofrecido escasas oportunidades derivadas de
patrones de crecimiento económico de baja inclusión social.
Las transformaciones estructurales que requiere el ejercicio
efectivo de los derechos por parte de las mujeres y la disminución
de las brechas, a la par de aumentar los gastos, demandan una
reforma de los mecanismos de financiamiento para ponerlos a
favor de la gente y de las mujeres en particular.
La calidad del gasto debe mejorarse, pero también debe
aumentar la inversión en las políticas que necesitan las mujeres,
lo cual implica necesariamente mejorar la gestión de los recursos
genuinos, es decir, de los impuestos.
En el Día Internacional de la Mujer, esperemos que los tres
poderes del Estado asuman el desafío de superar los discursos
sobre la gloriosa mujer paraguaya para pasar a la acción.

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