El mundo organizacional se encuentra cada vez más preocupado con la llamada
generación millennial, hombres y mujeres nacidos aproximadamente entre 1980 y 1996 que ya no se comportan como las anteriores generaciones. Miles de estudios intentan entenderlos, pues, entre otras cosas, los millennial valoran más otros tipos de compensación sobre el salario económico y renuncian a sus trabajos, aunque todo funcione "bien", porque simplemente tienen el sueño de irse a viajar por el mundo. Entiendo la creciente preocupación de las empresas, se ven enfrentados al reto de mantener el talento, sin embargo el cuestionamiento social que está planteando dicha generación me parece, por menos, maravilloso. Hasta antes de esa generación las cosas estaban más o menos establecidas. El manual a seguir dictaba ciertas convenciones en las que había que encajar y sencillamente salirse de ahí no era una opción; los arriesgados que lo intentaban se exponían a ser tildados de fracasados, locos o a llevar eternamente el rótulo de "la oveja negra de la familia". El plan era más o menos sencillo: había que estudiar para ser alguien en la vida, lo cual significaba tener un empleo bien remunerado para mantener la familia con mínimo un par de hijos, a quienes había que llevar a los mejores colegios para así facilitarles el que se abrieran más oportunidades para ellos. Y entre tantos planes establecidos y tantas metas por cumplir lo que empezó a pasar es que la gente se perdió a sí misma: mantener un matrimonio comenzó a importar más que ser feliz en él, conservar el estatus social era más importante que disfrutarlo, un trabajo esclavizante pero bien remunerado era más importante que tener tiempo para la familia... y así seguía la lista que había que cumplir y en donde era más importante obtener todo que escucharse a sí mismo, pues al escucharse se podía caer en el riesgo de descubrir que tal vez no se estaba de acuerdo con alguno de los puntos, y eso, desde luego, era algo que no podía pasar. El sistema era tan claro que todos querían lograr las mismas cosas y aquellos que no las lograban no podían sentirse más que miserables. Todo andaba dentro de lo esperado, porque todos ansiaban lo mismo, hasta que llegó una generación que ya no quiso mostrarle a los demás sino que quiso demostrarse a sí misma y al hacerlo comenzó a cuestionar lo establecido, apareció así el temido: y si?
¿Y si no quiero estudiar las materias que no me gustan y no saco buenas
notas en el colegio no podré entrar a una universidad a estudiar lo que sí me gusta? ¿Y si no tengo un empleo tradicional no voy a ganar dinero? ¿Y si no soy millonario, no podré ser feliz? ¿Y si no tengo hijos voy a ser un fracasado? Pero esta generación quiso llegar un poco más lejos, pues no solo se lo preguntó, sino que decidió probar que pasaba... y ¿saben que es lo mejor? Que comenzaron a encontrar que si se podía:
Aún teniendo malas notas lograban entrar a buenas universidades a
estudiar lo q si les gustaba. Aún teniendo empleos no tradicionales lograron demostrar que podían ganar dinero. Aún sin ser millonarios lograron sentirse más satisfechos con sus vidas que muchos con dinero. Aún sin tener hijos lograron demostrar que podían ser felices.
Así que es cierto, es un cuestionamiento que desafía todo lo establecido, que
cuestiona el si porque si, porque así siempre ha sido; es un desafío que invita a la reinvención de muchas estructuras, desde las más tradicionales hasta algunas un poco más modernas: la educación, la organización, la religión, la familia, el marketing, la comunicación, etc. Pero ese cuestionamiento, en mi opinión, es más válido que la obediencia fiel a un sistema establecido que no produce personas felices, y lo mejor es que, para que pueda darse, hay que partir de un punto maravilloso: sentirse a sí mismo, escuchar que quiero yo y tener el coraje de intentarlo, de probar qué pasa; entendiendo que lo peor que puede pasar es que todo siga igual. Entonces, tal vez, la invitación que esta generación nos hace es precisamente esa, tal vez esa generación existe en este momento porque como sociedad es la pregunta que necesitamos hacernos, tal vez es momento de que todos nos escuchemos a nosotros mismos y nos hagamos esa pregunta: ¿qué de lo que hago lo hago porque se supone que así debe ser y qué de lo que hago lo hago porque es lo que en mi interior siento y deseo?.