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Interrogantes primos
Fuente: Imagen tomada de la web Reflexionando masticar un lápiz (Chroma Apparel Inc, 2016)
1
Cómo comprender y escribir la crónica sin morir en el intento
Índice general
Índice de contenido
Introducción ____________________________________________________________________ 5
Anexos _______________________________________________________________________ 41
Anexo 1. Ejemplo de noticia caliente o dura _________________________________________________ 41
Anexo 2. Ejemplo de noticia fría o blanda ___________________________________________________ 42
Referencias ____________________________________________________________________ 75
Textos y documentos citados _____________________________________________________________ 75
Imágenes referenciadas _________________________________________________________________ 77
Índice de imágenes
Imagen 1. El oficio de escribir. _______________________________________________________________ 1
Imagen 2. ¿Qué significa preguntar? _________________________________________________________ 7
Imagen 3. Preguntar es. ____________________________________________________________________ 8
Imagen 4. La pregunta es. __________________________________________________________________ 9
Imagen 5. El arte de la pregunta. ____________________________________________________________ 9
Imagen 6. Punto de encuentro con la crónica. Temas por tratar. __________________________________ 10
Imagen 7. Géneros periodísticos. Dimensiones. ________________________________________________ 12
Imagen 8. Pirámide invertida de la noticia. ___________________________________________________ 13
Imagen 9. Crónica y géneros periodísticos. ___________________________________________________ 25
Imagen 10. Crónica. ______________________________________________________________________ 25
Imagen 11. El narrador en la narración. ______________________________________________________ 28
Imagen 12. La acción en la narración. ________________________________________________________ 29
Imagen 13. Los personajes en la narración. ___________________________________________________ 29
Imagen 14. El tiempo en la narración. _______________________________________________________ 31
Imagen 15. El espacio en la narración. _______________________________________________________ 32
Imagen 16. Estructura externa de la crónica. __________________________________________________ 32
Imagen 17. La fuente. ____________________________________________________________________ 34
Imagen 18. Surfista chocoano. _____________________________________________________________ 51
Imagen 19. Clases de surf. _________________________________________________________________ 54
Índice de tablas
Tabla 1. Interrogantes primos. ______________________________________________________________ 9
Tabla 2. Líneas de acción en el periodismo. ___________________________________________________ 11
Tabla 3. Géneros periodísticos informativos. __________________________________________________ 12
Tabla 4. Tipos de noticia. __________________________________________________________________ 14
Tabla 5. Estructura de la entrevista. _________________________________________________________ 14
Tabla 6. Tipos de entrevista. _______________________________________________________________ 15
Tabla 7. Clase de fuentes en el perfil periodístico. ______________________________________________ 16
Tabla 8. Estructura del perfil periodístico. ____________________________________________________ 16
Introducción
Conscientes de la vertiginosidad contemporánea que obstaculiza, en ocasiones, la comu-
nicación, en razón de que se sacrifica la calidad del mensaje por la velocidad de difusión
del mismo, proponemos este taller, relacionado con la comprensión de la crónica. Al efec-
to, nos aproximamos a dicho constructo comunicativo, como lo que es, tal y como aparece
ante nuestros ojos, en el día a día.
En realidad, nuestro mundo actual es una colcha hecha de retazos, en la que el facilis-
mo y la inmediatez impregnan los escritos de quienes los escriben, cuya consecuencia no
es otra que la dificultad para comprender lo que se escribe y lo que se lee. De ahí que esta
propuesta descanse en propiciar un espacio para aprender o re-aprender a construir cró-
nicas que registren adecuadamente lo que se quiere expresar con respecto de un hecho
(situación o personaje) determinado.
Asimismo, partimos de la consideración de que quienes construimos una crónica nos
encontramos, en más de una ocasión, con que nos es difícil comunicar lo que pretende-
mos comunicar porque no hemos satisfecho las preguntas básicas que debemos hacernos
como hacedores de crónicas y que competen a los interrogantes primos de cualquier
mensaje: Quién escribe qué a quién, por qué motivo y para qué resultado, cuándo y dónde
lo escribe y cómo lo construye para propiciar la realimentación más efectiva.
Desde esta consideración justificamos la puesta en marcha del taller Cómo comprender
una crónica sin morir en el intento, como punto de partida para la reflexión y comprensión
de la crónica, de manera que permita la construcción de escenarios comunicativos que
propicien adecuadamente la comunicación entre los diferentes interlocutores.
Pretendemos que al terminar el taller los participantes comprendan la crónica, de tal
manera que cuando asuman su construcción, registren adecuadamente lo que quieren
expresar. De acuerdo con tal pretensión orientaremos a los participantes en la satisfacción
de los siguientes objetivos específicos:
Familiarizarlos con los conceptos, métodos y herramientas que les permitan enten-
der la crónica.
Motivarlos para que fortalezcan el arte de la pregunta, con el fin de que indaguen,
construyan y confronten adecuadamente sus argumentos en los temas sobre los
cuales se proponen escribir.
Orientarlos en el análisis de una crónica escrita por un experto, donde apliquen su
experiencia de aprendizaje en este curso.
Para cumplir con los objetivos propuestos y desarrollar el contenido planteado para el
taller, el camino metodológico es:
Interrogantes primos
En este numeral nos acercamos al hecho de preguntar, construimos una noción compren-
sible del mismo y presentamos los interrogantes primos indispensables para adelantar
cualquier constructo comunicativo.
Noción de pregunta
Imagen 2. ¿Qué significa preguntar?
Fuente: Diseño propio con imagen Dos robots de inflexión en el signo de interrogación
(Pixerely, 2016)
¿Qué significa preguntar? Ante este interrogante Kovaldoff (2001) aduce que quien pre-
gunta se atreve a saber lo que aún no sabe. En otras palabras, significa una inmersión en
la aventura profunda del conocer. Connota pensar, es decir, reflexionar sobre algo y pa-
tentizarlo. Además es aprender, o sea, adquirir conocimientos, saberes. Asimismo, denota
Preguntar implica el deseo de saber, motiva a que la persona abandone la zona de con-
fort de un Sancho Panza y se vista con la curiosidad, el ingenio y el asombro de un Alonso
Quijano. Por eso preguntar es una oportunidad para ser persona y adquirir experticia en
los saberes que la hacen competente en un mundo cada vez más, más exigente.
En este orden de ideas, consideramos que la pregunta es vital para la formación perso-
nal ya que quien inquiere se fortalece a sí mismo e incide en el desarrollo social del colec-
tivo en el que el inquisidor se instala pues éste propicia el cuestionamiento para el cam-
bio, propicia la equidad, en términos del reconocimiento de lo diferente y apunta, de he-
cho, hacia la convivencia pacífica.
Entonces, al pretender una noción de pregunta podemos afirmar que ella es el instru-
mento esencial para el crecimiento personal y la consolidación permanente de los saberes.
Fuente: Diseño propio con imagen Alce estudiante con una pregunta (Cox, 2016)
Para poder allanar los diversos caminos en la búsqueda de la información, debemos satis-
facer unas preguntas básicas, las que denominamos interrogantes primos, que se consti-
tuyen en fundamentales para adelantar con éxito cualquier constructo comunicativo. Son
los siguientes: ¿quién?, ¿qué?, ¿a quién?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿cuándo?, ¿dónde?,
¿cómo?
Interrogantes primos
Interrogante Función
¿Quién? Es pertinente a la persona que aborda el tema.
¿Qué? Hace alusión al tema por tratar. Es el objetivo del mis-
mo.
Interrogantes primos
Interrogante Función
¿A quién? Es atinente a la persona a la que el tema está dirigido.
¿Por qué? Las causas que originan el tema por tratar.
¿Para qué? Es el propósito del tema por tratar.
¿Cuándo? Es la ubicación temporal del tema por tratar.
¿Dónde? Es la ubicación espacial del tema por tratar.
¿Cómo? La manera en que se asume el tema por tratar.
Fuente: Diseño propio basado en la información tomada de Funciones del lenguaje y el paralen-
guaje (Molano Devia, 2008)
Fuente: Diseño propio con imagen Bloques plásticos aislados en fondo blanco (Chee Sing, 2009).
Importancia
Es indudable la importancia de la que se reviste la crónica, pues a través de ella registra-
mos unos hechos que llaman a la reflexión; por ello, es posible que la crónica sea el insu-
De acuerdo con lo anterior, podríamos decir que el género periodístico es una moda-
lidad literaria para dar cuenta de los hechos, que se manifiesta en dos dimensiones: la
información y la opinión.
Fuente: Diseño propio con imagen Bloques plásticos aislados en fondo blanco (Chee Sing, 2009).
Noticia
Entendemos por noticia como la información objetiva sobre los hechos ocurridos. La noti-
cia es un hecho comunicable por ser de interés para una comunidad específica (potencial
público receptor), referido al momento histórico contextualizado, su trascendencia y el
impacto posible que genere. Para Martínez Albertos, la noticia es
(…) un hecho verdadero, inédito o actual, de interés general, que se comunica a un público
que pueda considerarse masivo, una vez que haya sido recogido, interpretado y valorado
por los sujetos promotores que controlan el medio utilizado para la difusión (1974, pág. 37).
Imagen 8. Pirámide invertida de la noticia.
segundo, desarrollamos el hecho, con los detalles pertinentes; y, por último, brindamos
los datos secundarios que llegado, el momento, son susceptibles de ser suprimidos.
Tipos de noticia
Tipo Descripción
Caliente o dura Es la información de interés general, susceptible de
generar gran impacto sobre un hecho (situación o per-
sonaje) ocurrido casi inmediatamente antes de ser
transmitida o publicada (ver Anexo 1. Ejemplo de noti-
cia caliente o dura).
Fría o blanda Es la información de interés general sobre un hecho
(situación o personaje) ocurrido con anterioridad (ver
Anexo 2. Ejemplo de noticia fría o blanda).
Fuente: Diseño propio basado en la información tomada de Periodismo Géneros (Subgerencia
Cultural del Banco de la República, 2015)
Entrevista
La entrevista es el género periodístico informativo que aplicamos cuando deseamos tener
contacto directo con un personaje, cuyas acciones son susceptibles de ser de interés ge-
neral. Es la información resultado del acto interlocutorio que nos permite conectar el per-
sonaje con el público receptor.
La entrevista sigue el esquema básico cronológico de pregunta/respuesta en torno de
una temática específica, pero, en ocasiones, según sea el estilo del entrevistador, se apoya
en el relato, lo cual puede lograr que el constructo comunicativo revista de mayor de inte-
rés para el público receptor; en este caso no se sigue el orden cronológico. Sea de una
manera u otra, la entrevista es un cuerpo que se articula en tres momentos fundamenta-
les: entrada, desarrollo y cierre.
Estructura de la entrevista
Momento Descripción
Entrada Nota introductoria (uno, máximo dos párrafos) en la
que presentamos al personaje, su experticia y la impor-
tancia de la temática por tratar.
Estructura de la entrevista
Momento Descripción
Desarrollo Aplicación del esquema básico de pregunta/respuesta,
apoyada o no por el relato.
Cierre Nota de salida que puede ser la última pregun-
ta/respuesta, el final del relato o un comentario de
entrevistador al respecto.
Fuente: Diseño propio basado en la información tomada de Los géneros periodísticos
Informativos en la actualidad internacional (Moreno Espinosa, 2000).
Adicionalmente, hemos de tener en cuenta cuál información nos interesa dar a conocer
y de qué manera la utilizamos. Entonces, hablamos de dos tipos de entrevista: de infor-
mación y de creación.
Tipos de entrevista
Tipo Descripción
De información Su foco de atención reside en el personaje y sus decla-
raciones referidas a una temática específica, general-
mente de interés público y de actualidad, motivos que
avalan su oportunidad de publicación (ver Anexo 3.
Ejemplo de entrevista de información).
De creación Si bien es fundamental el personaje, el entrevistador
hace gala de su estilo literario, para lo cual contempla:
la observación del entorno, la lectura intertextual, el
direccionamiento y re-direccionamiento del esquema
básico pregunta/respuesta (ver Anexo 4. Ejemplo de
entrevista de creación).
Fuente: Diseño propio basado en la información tomada de La entrevista: obra creativa (Quesada,
1984)
Perfil periodístico
El perfil periodístico es uno de los géneros del periodismo informativo menos conocidos y,
quizá, menos utilizados. Sin embargo es uno de los más útiles porque nos permite infor-
mar de manera concisa y precisa sobre un personaje. Además, el perfil periodístico es un
constructo comunicativo que tiene que estar actualizado para no perder vigencia.
Simplemente, consiste en describir las características de un personaje, para lo cual tra-
tamos de satisfacer interrogantes como quién es (datos biográficos y rasgos de personali-
dad), qué hace (actividad destacada), a qué grupos o asociaciones pertenece (filiaciones),
qué hace en su tiempo libre (pasatiempos), etc. De hecho, tiene que ver con lo cotidiano
Reportaje
Entendemos por reportaje el género periodístico que se adelanta en el mismo lugar de los
hechos, complementado por los medios (gráficos, entrevistas), cuyo agente (el reportero)
debe posee una gran capacidad de observación que le permita ser neutral en la interpre-
tación de la información. De hecho,
(…) es un relato periodístico descriptivo y narrativo que busca explicar cómo han sucedido
ciertos hechos actuales, aún a pesar de que éstos no sean, en muchos casos, de carácter no-
ticioso (Subgerencia Cultural del Banco de la República, 2015, pág. 3).
Ahora, la estructura del reportaje está conformada por tres elementos, a saber: entra-
da, desarrollo y cierre.
Tabla 9. Estructura del reportaje.
Por último, es importante tener en cuenta que el lenguaje del reportaje debe ser claro,
directo, creativo y ameno, construido con enunciados que obedecen a lo informativo y
expresivo.
La crónica periodística
Entendemos por crónica periodística el género periodístico informativo, propio de Améri-
ca Latina, para trabajar un hecho (situación o personaje), desde la interpretación personal,
en temas de actualidad, en un tiempo y un espacio definidos y con la presencia in situ de
los informantes. Aclaramos que la interpretación personal de los hechos nunca debe sacri-
ficar la información expositiva del hecho (situación o personaje).
Según Moreno Espinosa (2000), en la actualidad, la crónica periodística se constituye en
un instrumento comunicativo destacado para que las secciones informativas de los perió-
dicos o emisoras se aborden otros escenarios posibles de la narración.
Adicionalmente, la crónica periodística se caracteriza por su publicación frecuente por
parte de un cronista, que trabaja una temática o un mismo espacio referencial en forma
regular, con el propósito de crear cierta familiaridad entre el cronista y su público recep-
tor. Para el efecto, el cronista utiliza un estilo epistolar, libre, sencillo, directo y desenfa-
dado (Moreno Espinosa, 2000).
“posee un valor testimonial, ofrece la visión de unos hechos que el informador ha presen-
ciado, una visión avalada por la autoridad del periodista, según la especialización temática
del acontecimiento, el dominio que se tenga de la técnica de confección y el conocimiento
que éste evidencie sobre el lugar donde se ha producido” (Moreno Espinosa, 2000, pág. 7).
Para el siglo XXI, son cuatro los géneros periodísticos de opinión más destacados por la
comunidad internacional: la editorial, el artículo, la columna y la crítica periodística.
Editorial
La editorial es el constructo comunicativo, mediante el cual expresamos institucionalmen-
te el criterio del medio sobre los hechos actuales más destacables. En ella, tratamos, pre-
feriblemente, temas de actualidad y nuestra intención es influir en la opinión pública.
Ahora, la estructura de la editorial está conformada por tres partes, a saber: informativa,
interpretativa y deliberativa.
Tabla 13. Estructura de la editorial.
Estructura de la editorial
Partes Descripción
Informativa De apertura del texto, hacemos referencia al hecho por
dilucidar.
Interpretativa Como editorialistas presentamos nuestra interpreta-
ción y argumentos.
Deliberativa De carácter conclutorio, cuando exponemos las apre-
ciaciones finales y cerramos el texto.
Fuente: Diseño propio basado en la información tomada de Rasgos diferenciales de los
géneros periodísticos de opinión (Moreno Espinosa, 2003).
Artículo
Siendo el menos actual, no por ello, menos vigente, el artículo, tiene como propósito, al
decir de Moreno Espinosa (2003, pág. 3), “despertar la conciencia crítica de los lectores a
través del análisis y la interpretación pormenorizada de un tema”; por tanto, cuando acu-
dimos a este instrumento comunicativo, desde nuestra experticia, interpretamos, infor-
mamos y analizamos el hecho, y establecemos una tesis que luego, en el discurrir del tex-
to, constatamos.
Su estructura está conformada por cuatro fases, a saber: informativa, formativa, valo-
rativa y conclutoria.
Por último, es importante tener en cuenta que el lenguaje del artículo debe ser claro,
directo, creativo y ameno.
Columna
La columna es un género periodístico de opinión maravilloso pues nos permite construir
un texto interpretativo, analítico y valorativo, con el propósito específico de orientar al
público receptor sobre hechos determinados.
Consideramos que es un instrumento muy versátil, que nos permite, debido a su cali-
dad de periodicidad, manejo de hechos actuales, de titulación y ubicación física perma-
nentes en el medio de comunicación en el que se está inserta, y a su carácter emotivo,
como escritores proporcionar al público receptor la dupla entretenimiento/reflexión.
Además, en razón de su libertad temática podemos hacer uso del lenguaje literario, va-
lernos del humor, la ironía, rasgos que facilitan la identificación entre nosotros y el público
receptor. Para afianzar tal identidad es indispensable que nuestro texto sea siempre origi-
nal, novedoso y construido en términos de la responsabilidad social que detentamos co-
mo comunicadores.
La estructura de la columna es completamente libre; sin embargo, distinguimos en ella
tres elementos, que se articulan: entrada, desarrollo y cierre.
Estructura de la columna
Elementos Descripción
Entrada La presentación que incluye los datos más relevantes
con el fin de captar la atención del público receptor.
Desarrollo El relato analítico-valorativo que le preste solidez a la
temática abordada.
Conclusión El cierre que incluye la idea inicial y el tema central del
tema abordado.
Fuente: Diseño propio basado en la información tomada de Rasgos diferenciales de los géneros
periodísticos de opinión (Moreno Espinosa, 2003).
Tipos de columna
Tipos Descripción
De opinión Tono y lenguaje formal. El columnista es respon-
sable del contenido con su identificación perso-
nal. Detenta título, espacio y periodicidad fijos.
Puede ser política o económica.
De información Tono y lenguaje formal. El columnista privilegia la
información sobre la valoración y es responsable
del contenido con su identificación personal.
Detenta título, espacio y periodicidad fijos. Trata
sobre temáticas de actualidad.
Humorística Tono irónico y lenguaje humorístico. El columnis-
ta privilegia la diversión y el entretenimiento y es
responsable del contenido con su identificación
personal. Detenta título, espacio y periodicidad
fijos. Trata sobre temáticas diversas.
De personalidades Tono y lenguaje formal. Él es responsable del
contenido con su identificación personal. Detenta
título, espacio y periodicidad fijos. Trata sobre
personajes, bien de actualidad o que revistan de
interés para el público receptor.
De revoltillo Bastante usual. Tono mixto y lenguaje variable. El
columnista trabaja varios temas en la columna y
es responsable del contenido con su identifica-
ción personal. Detenta título, espacio y periodici-
dad fijos. Trata sobre temáticas muy variadas.
Fuente: Diseño propio basado en la información tomada de Rasgos diferenciales de los géneros
periodísticos de opinión (Moreno Espinosa, 2003).
Crítica periodística
La crítica periodística es un género periodístico de opinión que utilizamos casi que exclusi-
vamente en el orbe cultural y artístico. En efecto, es un texto que tiene como propósito
orientar a la opinión pública en temas relacionados con estrenos de obras, lanzamiento de
publicaciones, películas, exposiciones de artes plásticas, entre otras actividades culturales
(ver Anexo 12. Ejemplo de crítica periodística).
Su estructura es totalmente libre, sin embargo, cuando la construimos debemos tener
en cuenta los siguientes componentes:
Debemos tener en cuenta que, la crítica periodística “ha de informar fielmente, evitar
la tendencia a la destrucción y al elogio, ser ponderada y justa, analítica y sintética, de
espíritu reflexivo, de tono respetuoso, ecuánime y, por último, de un estilo denso, preciso,
ágil y claro” (Moreno Espinosa, 2003, pág. 6).
taje y la crónica periodística, propios del género periodístico informativo, pues su propósi-
to es construir una narración lo más neutral posible sobre un hecho (situación o persona-
je).
Por ello, se vale de la calidad objetiva y actual de la noticia; acude a la entrevista como
instrumento interlocutorio por excelencia para acercarse a los actores de la acción que
rodea al hecho; toma del perfil periodístico para describir las características de un perso-
naje, y del reportaje, los elementos que nos permiten adelantar la descripción densa del
hecho; por último, toma de la crónica periodística, la interpretación personal para cons-
truir la narración.
Su hibridaje también cobija al género periodístico de opinión, en cuanto el artículo y la
columna, pues toma del primero el propósito de despertar la conciencia crítica del público
receptor y de la segunda la posibilidad de orientar a dicho público sobre el hecho en cues-
tión.
En realidad, consideramos la opinión como la postura que manifiesta una persona o un
determinado grupo de personas acerca de un hecho determinado (situación o personaje).
Recordemos que en periodismo privilegiamos la opinión pública, referida a lo que piensa y
cree el común de las personas, determinada mediante rankings.
Noción de crónica
Características de la crónica
La crónica posee unas cualidades o características que si las tomamos en cuenta adecua-
damente para la construcción de la misma, se obtiene un texto claro, preciso, conciso y
correcto. Ellas son: la veracidad, el sentido temporal, el sentido actual y el lenguaje litera-
rio.
Características de la crónica
Característica Descripción
Veracidad Está basada en un hecho real. Por tal razón, debemos
incluir elementos noticiosos, susceptibles del análisis
riguroso por parte del cronista.
Sentido temporal Su construcción ha de ser cronológica, siguiendo el
discurrir temporal de los hechos.
Sentido actual Ha de ser fiel al aquí y el ahora de los hechos.
Lenguaje literario Presenta un vocabulario flexible, amplio y es permiti-
do el uso de los diferentes recursos literarios, acorde
con el estilo del cronista. Sugerimos un estilo sencillo,
claro, aunque el cronista puede incluir anécdotas y
valerse de analogías y paradojas. Es recomendable no
utilizar las hipérboles. Menos es más.
Narración Es una forma ágil de contar los hechos. De acuerdo
con el estilo del cronista, puede ser muy breve o por
el contrario ser extensa. En el caso de la crónica,
atendiendo al segmento de lectores potenciales,
sugerimos una media de nueve páginas de texto (sin
incluir imágenes).
Fuente: Diseño propio basado en la información tomada de La crónica y sus elementos (Cayetano,
2016)
La narración en la crónica
Es una forma ágil de contar los hechos desde la descripción densa. De acuerdo con el esti-
lo del cronista, puede ser muy breve o por el contrario ser extensa y contempla unos ele-
mentos que le son fundamentales, a saber:
El narrador
Es quien, a partir de la observación de los hechos, describe la situación y presenta los per-
sonajes contextualizándolos en un tempotopos determinado, de una manera comprensiva
y fluida.
En la crónica, de acuerdo con el estilo del cronista, distinguimos dos tipos de narrador: en
primera persona y en tercera persona.
Tipos de narrador
Tipo Descripción
Narrador en primera persona Cronista que participa en la historia que
Tipos de narrador
Tipo Descripción
narra.
Narrador en tercera persona Cronista que narra la historia sin partici-
par en ella.
Fuente: Diseño propio basado en la información tomada de La Crónica y sus elementos (Cayetano,
2016)
La acción
Es el discurrir de los hechos (situaciones y personajes) que articulados cronológica y temá-
ticamente narran la historia.
Fuente: Diseño propio con imagen Tebeos con Clase (Manzanero, 2015)
Los personajes
Quienes desarrollan la acción que cuenta el narrador. Son los que dinamizan la narración y
prestan mayor credibilidad a la construcción de la crónica. Son muy importantes para am-
pliar la información sobre el hecho.
Fuente: Diseño propio con imágenes Coyote y Correcaminos (Jones, 1949) y Minions (Coffin, 2015)
Tipos de personajes
Tipo Descripción
Principal Sobre quien recae la responsabilidad de
la acción. Puede ser protagonista o
antagonista.
Secundario Quienes soportan el desarrollo de la
acción con intervenciones esporádicas, a
conveniencia del narrador.
Fuente: Diseño propio basado en la información tomada de La Crónica y sus elementos (Cayetano,
2016)
La estructura de la narración
Es el articulado tripartito e interdependiente de los elementos de la narración, que son:
planteamiento, nudo y desenlace.
Tiempo
Es la organización cronológica de la narración, en términos del ordenamiento, sucesión y
duración de los diferentes hechos (acontecimientos, situaciones a los que se refiere la
acción.
Espacio
Es el elemento de la narración referido al topos donde se desarrolla la acción: urbano,
rural, doméstico, local, nacional, internacional, etc.
Fuente: Intervención sobre imagen Plaza de Bolívar Ibagué (Thing Link, 2015)
Fuente: Imagen tomada de La estética del párrafo (Molano Devia, 2015, pág. 2)
Tipos de crónica
La crónica, reiteramos, es un género de origen literario. Creemos que no estaríamos sien-
do hiperbólicos cuando afirmamos que existe una diversidad de tipos de crónicas, tantas
como la gama espectral de los cronistas, ya que cada uno de ellos, impronta su estilo. Sin
embargo, nos acogemos a la clasificación de López, López & Bernabeu (2009), que está
dada según: la intencionalidad del cronista, el enfoque y el contenido (ver Anexo 13.
Ejemplo de crónica).
Tipos de crónica
Tipo Subtipo Descripción
Intencionalidad Informativa Información llana de un hecho.
Interpretativa Información más interpretación de
un hecho. Es el caso de: Tolimenses
que dejan huella.
De opinión Información más interpretación y
más valoración
Enfoque Impresionista Impresión fotográfica del hecho
Expresionista Expresión interpretativa del hecho
Impresionista Información que presenta los datos
Expresionista a manera de impresión fotográfica
y los desarrolla desde la interpreta-
ción. Es el caso de: Tolimenses que
dejan huella.
Contenido De sucesos Parte de una noticia para construir
la narración.
De vida Da cuenta de la biografía de un
personaje. Es el caso de: Tolimen-
Tipos de crónica
Tipo Subtipo Descripción
ses que dejan huella.
De costumbres Relatos de corte social.
De viajes Narraciones sobre viajes, lugares,
expediciones.
Épica Relatos que invocan los sucesos
históricos o legendarios.
Fuente: Diseño propio basado en la información tomada de La Entrevista y la Crónica (López
Cubino, López Sobrino, & Bernabeu Morón, 2009)
Fuente: Imagen Narración, secreto, otro, emoticón (Can Stock Photo, 2016)
En pertinencia, el cronista, para poder escribir su crónica con éxito, construye su propia
red de fuentes de información, que se hace más sólida a medida que el autor contempla
más aspectos, que dependen, según Albertini & Ruiz (2007), de los siguientes factores:
interés del cronista, interés de la fuente, medio de comunicación y proceso productivo de
la información, así:
Ahora, el cronista maneja las fuentes de información de acuerdo con su carácter de ci-
table o atribuible; esto es, si la fuente remite a la información misma sobre el hecho la
consideramos citable; si atiende a una identificación acordada, decimos que es atribuible,
que puede ser: directa, reservada parcial, reservada obligatoria y reservada total.
El primer paso es responder los interrogantes primos: ¿quién?, ¿qué?, ¿a quién?, ¿por
qué?, ¿para qué?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿cómo?
En el cuarto paso que adelantamos consiste en ver cómo el cronista desarrolla la narra-
ción. Al efecto tratamos de responder los siguientes interrogantes:
Habiendo superado los pasos anteriores, el sexto está referido al tipo de crónica que es
Viaje al Macondo Real.
En el séptimo paso nos preguntamos sobre cómo el autor maneja las fuentes de infor-
mación, según categoría, así:
Tabla 35. Manejo de fuentes por categoría en la crónica Viaje al Macondo Real.
Y, en el octavo paso nuestro interés recae en la forma como el cronista cita las fuentes,
según su tipo atribuible y su carácter identitario. Para ello nos preguntamos:
Con este taller esperamos, que hayamos aprendido a cómo comprender la crónica sin
morir en el intento.
Anexos
Bomberos atienen el caso y tratan de sacar el carro de servicio público de las aguas (Taxi cae
a la quebrada Yomasa en Bogotá, 2016).
- Dos y media, exclamó, qué tarde es; dentro de poco comienza la escuela de fútbol y los
niños ya me estarán esperando, me tengo que retirar.
Con esto último, Trigueros tomó sus cosas y se retiró energéticamente muy emocionada a
compartir con “sus niños” como ella cariñosamente los llama. Una mujer con mucha pasión
por ayudar a niños en esta condición, que disfruta cada día lo que hace, no tomándolo como
una obligación si no que cargando con una gran responsabilidad.
El destino quiso que el hijo de Luisa Santiaga, la niña Luisa, naciera en Aracataca, aquel 6 de
marzo de 1927 y no en Riohacha, a donde su esposo, Gabriel Eligio García, se había trasla-
dado con ella.
El hombre de profesión telegrafista había decidido poner tierra de por medio a las miradas
desdeñosas de sus suegros, el coronel Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán, quienes no
veían con buenos ojos su relación con la madre de su futuro primogénito.
Y tenía que ser así, porque de lo contrario, esta historia sería muy distinta. O acaso ¿quién
le hubiera contado al mundo que en esas tierras donde el tórrido sol cocina a fuego vivo
sus polvorientas calles, una nube de mariposas amarillas podía preceder la llegada de un
hombre llamado Mauricio Babilonia? O que por sus virtudes, ¿Mercedes ‘La bella’, “la
criatura más bella que se había visto en Macondo”, se elevaría al cielo para abandonar es-
te mundo?1
¿Cómo se sabría de la amargura de un coronel en su eterna espera por una pensión que
nunca llega o las reflexiones de un General, libertador de seis naciones, en medio del ostra-
cismo, la incomprensión y el olvido?
Gabriel García Márquez tenía que nacer allí, en esa tierra bananera, metida en el corazón
del Caribe y además permanecer durante nueve años junto a sus abuelos y tías, una familia
de raza guajira de carácter serio y férrea disciplina quienes alimentaban su imaginación in-
fantil con historias sobre su abuelo, el Coronel Márquez.
Gabito, como le decían de pequeño, era entonces un niño “egoísta y envidioso. Lo que los
otros niños tenían, lo quería para él”, según le contó en Aracataca, al periodista John Salda-
rriaga, de El Colombiano, María Magdalena Bolaños, la nana, que siendo apenas una adoles-
1
La negrilla está en el original.
cente se encargaba de “bañarlo y sacarlo a asolear y cuidarlo” hasta que se marchó con sus
abuelos rumbo a Barranquilla.
En esa ciudad estudió en el colegio jesuita de San José y comenzó a labrar ese carácter que
en palabras de su biógrafo Gerald Martin, lo convertirían en un ser fascinante, tímido, vani-
doso, torrencial, generoso y, sobre todo, leal a sus amigos. “Es un gran seductor. Me asom-
bró su poder de concentración, su tremenda energía y su amor por la vida. Tenía gran ne-
cesidad de amor, no sólo de pareja sino más general. Es una persona muy sensible, muy
fácil herirla. Fue un niño que se crio sin su madre en los años críticos y que no supo muy
bien cuál era su sitio”2, dijo en una entrevista para El País
Fue en Barranquilla donde siendo un colegial de 13 años conoció en un baile a una mujer
que lo impresionó tanto que decidió proponerle matrimonio allí mismo, era Mercedes Bar-
cha, la mujer que le acompañaría el resto de sus días. García Márquez cumplió su promesa
en marzo de 1958, cuando contrajo nupcias en la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo So-
corro de Barranquilla.
En 1943 Gabo se radicó en Zipaquirá para estudiar en el Liceo Nacional donde culminó be-
cado su bachillerato. Esa etapa de su vida que duró cuatro años fue investigada por el escri-
tor y periodista Gustavo Castro Caycedo, en su libro ‘Cuatro años de soledad’.
Castro Caycedo contó en entrevista con El País que Gabo inicialmente fue poeta, que le iba
regular en álgebra, y que fue justamente allí, en Zipaquirá, donde todo –incluido el frío–
conspiró para que se dedicara al oficio al que ya estaba predestinado: ser escritor.
También, que le gustaba cantar y que tenía un conjunto vallenato. Allí se enamoró de Bere-
nice Martínez, su primera novia. “Una mujer muy linda, a quien Gabo le recitaba poemas
desde el balcón de la casona colonial en la que vivía y seguramente le entregó sus primeros
versos”, agregó el autor.
Periodista y escritor
Gabo culminó su etapa en Zipaquirá en 1947 y se trasladó a Bogotá, para comenzar un ver-
tiginoso camino que en menos de una década consolidó su carrera como periodista y escri-
tor.
Lo primer que intentó fue estudiar derecho en la Universidad Nacional carrera que abando-
nó. En 1949, de regreso a La Costa, fue columnista de El Heraldo y en 1950 hizo parte del
Grupo de Barranquilla, con Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor, Alejandro Obregón
y Germán Vargas con quienes descubrió autores que influirían vitalmente en su obra como
William Faulkner, Ernst Hemingway, Franz Kafka o Virginia Woolf.
Hacia 1952, nuevamente en Bogotá, el escritor Eduardo Zalamea comenzó a publicar en la
sección dominical de El Espectador los cuentos de Gabo y vio la luz su primera novela ‘La
Hojarasca’. Vinculado a este medio periodístico en 1955 debió abandonar el país tras publi-
car en plena dictadura del General Rojas Pinilla su crónica ‘Relato de un náufrago’.
2
La negrilla viene del original.
En el Viejo Mundo, aprendió cine en Roma, descubrió París y la nieve de la mano de su ami-
go Plinio Apuleyo Mendoza. Viajó con él a la Cortina de Hierro, para desilusionarse del co-
munismo.
De regreso a la Ciudad Luz, pasa hambruna mientras, como explica el escritor Mario Vargas
Llosa, escribe “a diario, con verdadera furia, desde que oscurecía hasta el amanecer”, obras
como ‘La mala hora’ y ‘El coronel no tiene quien le escriba’.
Y fue en París donde conoció a la actriz vasca María Concepción Quintana quien a sus 24
años se enamoró de ese escritor costeño “reflaco, de pelo alborotado, mirar alucinado y
bigote tempestuoso, parecido a un argelino” que en un comienzo le pareció petulante, pe-
ro que media hora después, ya era presa “en la red de su palabra embrujada, mientras le
iba contando vida y milagros, como barrido por un súbito huracán de desamparo”, según
confesó la actriz en una entrevista a Margarita Vidal3.
A comienzos de 1960 se trasladó a México con Mercedes Barcha, su mujer, y su primogénito
Rodrigo, nacido en Bogotá en 1959. En el D.F. nació su segundo hijo Gonzalo, en 1962.
Tres años después surgiría la inspiración que lo consagraría en la literatura universal. Un
buen día mientras Gabo conducía se detuvo para decirle a su mujer que ya había encontra-
do el tono para narrar una novela que lo venía atormentando. “Voy a narrar la historia con
la misma cara de palo con que mi abuela me contaba sus historias fantásticas, partiendo de
aquella tarde en que el niño es llevado por su padre a conocer el hielo”
El escritor se encerró para narrar la saga de la familia Buendía en ese mítico pueblo llamado
Macondo. Para ello, le dijo a su mujer que se hiciera cargo de los asuntos hogareños y que
no le molestaran para nada.
Fueron 18 meses de ferviente escritura que culminaron en junio de 1967 con la publicación
de ‘Cien años de soledad’. El primer tiraje se agotó en pocos días y tres años después había
vendido más de medio millón de ejemplares. Gabo cumplía su sueño de dedicarse de lleno a
la escritura.
El 21 de octubre de 1982, en Ciudad de México, Gabo llegó pálido y tembloroso hasta la
casa de su amigo, el poeta y narrador Álvaro Mutis, a quien casi sin aliento le dijo: “nece-
sito esconderme durante un buen rato, porque ha ocurrido algo terrible”. Mutis creyó que
se había peleado con su mujer, pero con el humor negro de siempre Gabo le respondió:
“Peor, me acabo de ganar el Premio Nobel”4.
Calmado el susto, García Márquez regresó a su casa, se reunió con Mercedes su mujer y sus
hijos y les dijo: “En esta casa seguiremos la vida como si nada hubiera pasado, cada uno con
las cosas que tiene pendientes”.
Entonces salió al jardín y se reunió con reporteros, fotógrafos, camarógrafos, vecinos y ami-
gos que querían compartir champaña con él. El resto ya es historia.
3
La negrilla aparece en el original.
4
Ídem.
Quizás en ese instante el escritor evocaría aquellos años de su infancia, cuando el destino
caprichoso hizo que naciera en la calurosa Aracataca. Se vería al lado de sus abuelos y tías
escuchándoles embelesado sus relatos épicos, que lo llevarían a la gloria. No es gratuito que
cuando su madre, la niña Luisa, leyó aquel relato de la familia Buendía dijo: “Yo no sabía que
Gabito fuera tan chismoso”.
Estos textos han dado origen a códigos muy bien estructurados; se utilizan en escuelas e in-
cluso ya hay manuales de ese sistema de expresión: expertos logran enriquecer lenguas, di-
ce José Agustín. Es rápido, abreviado y llamativo, y se vale un poco de todo: caritas, núme-
ros, signos y letras. Ésta es la materia prima de la que los jóvenes han echado mano para
construir un nuevo código de entendimiento, con textos que fluyen día y noche en celulares
y en el canal de comunicación masiva de mayor participación en el mundo: la Internet, y
que, incluso, hoy ya trascienden ese espacio para instalarse en otros que parecen inimagi-
nables.
Recurso para afirmar la identidad, coinciden lingüistas, escritores y profesores de aula; ma-
nifestación de rebeldía ante la escritura convencional, dicen otros; “güeva y ahorro econó-
mico”, señalan los chavos. Lo cierto es que esta forma de expresión es utilizada por miles de
jóvenes en todas partes del mundo, como se asienta en una diversidad de páginas electróni-
cas, creadas ex profeso para el intercambio de textos.
Es tal su popularidad que recientemente se creó “el idioma ideal nol, el cual tiene su alfabe-
to formado por 23 letras, su propio vocabulario y reglas gramaticales. A partir de esta idea,
concebida “como una lengua de encuentro entre los jóvenes del mundo”, hoy día ya circula
una “novela nol” y el “idioma” es aprendido en la web por jóvenes de 32 países, pertene-
cientes a cuatro continentes.
Formas creativas o no, códigos que no llegarán “muy lejos”, según los expertos, estas nue-
vas expresiones escritas confirman un hecho: la necesidad de una comunicación más rápida
y eficaz, al ritmo de las nuevas tecnologías.
Raúl Ávila, reconocido lingüista, autor del Diccionario inicial del español de México, recuerda
que “todo el mundo ha modificado el lenguaje, pero no nos gusta que otros lo modifiquen,
sobre todo cuando son jovencitos”.
Y si no desafían las normas, la autoridad, entonces, “¿para qué son los jóvenes? Ellos son
para discutir aquí y en Cuba, aquí y en China, es pura dialéctica. Las generaciones tienen que
contradecirse; acaso no se dice ahora ¿qué onda? Hasta en Argentina lo hacen y creen que
se inventó allá”.
Para José Agustín, considerado la voz principal de la llamada literatura de la onda –la cual
demostró la necesidad de dar nuevos nombres a los fenómenos de la realidad–, los lengua-
jes se enriquecen por medio de estas manifestaciones, siempre y cuando haya voluntad de
expresión y no de incomunicación.
No obstante, el autor de la novela La tumba apunta que “es muy difícil que un sublenguaje
llegue a cubrir un panorama complejo de expresiones que tienen años, siglos, sedimentán-
dose y manifestándose. Los lenguajes son irremplazables y, por más que se encuentren sig-
nos, números, llegará un momento en que se tendrá que recurrir al viejo idioma, al viejo
lenguaje”.
Considerados códigos en estricto sentido, los jóvenes comenzaron a crearlos a partir de los
mensajes de texto que viajan en teléfonos celulares, agendas y correos electrónicos. León
Gerónimo, estudiante de sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, explica
que esta manera de escribir obedece “a un ahorro de espacio y, por tanto, de dinero, ya que
en los celulares te condicionan los caracteres y una vez que los pasas te lo cobran como se-
gundo mensaje”.
Dice que muchas personas escriben así no sólo para ahorrar, sino también “por flojera o por
moda”, pero “hay un tipo de chavos que se llaman Emos, que escriben mucho con la equis, y
no es tanto por hacerlo en código sino para identificarse”.
De acuerdo con el estudio Hábitos de los usuarios de Internet en México 2007, de la Asocia-
ción Mexicana de Internet, 48 por ciento de los jóvenes mexicanos de entre 12 y19 años es-
tán en la red. Y 79 por ciento de los internautas tienen entre 12 y 34 años.
La principal actividad es el correo electrónico, pues 83 por ciento lo utilizaron en el mes an-
terior. Casi todos los internautas, 96 por ciento, recurren a la mensajería instantánea. Para
ellos, la Internet se ha vuelto a tal grado indispensable que 41 por ciento afirman que su vi-
da se vería muy afectada si no tuvieran acceso a ella y otro 13 por ciento confiesa que senti-
ría que “casi no pueden vivir”.
Lo mismo un “tipo fresa, que un gey punk o un chavo sin tendencia” –comenta León Geró-
nimo– se comunican principalmente con sus amigos a través de estos códigos, donde la cla-
ve consiste en que “cuando escribes, lo haces de tal forma que cuando el otro lo lee, es co-
mo si lo estuviera escuchando”.
No obstante, el espacio natural, “entre cuates”, para intercambiar estas nuevas formas de
expresión, ya fue rebasado. El profesor Salvador García, de la secundaria 140, afirma que de
cada 10 alumnos, entre tres o cuatro entregan así sus trabajos escolares y, por lo general,
son los adolescentes que están más avanzados en el uso de las tecnologías.
César Mendoza, maestro de red escolar en la secundaria 101, en Coyoacán, recuerda que
cuando vio este tipo de textos, porque incluso hay docentes que “empiezan a escribir así”,
se horrorizó al considerar que es una “deformación” de la lengua, pero después observó
que es otro código, “con reglas, significado, y que no es al azar”.
Frente a estas manifestaciones “legítimas de los jóvenes para afirmar su identidad”, añade
el director de la secundaria 207 vespertina, Mario Alberto Leyva, “lo peor sería que preva-
lezca la visión del maestro tradicional, es decir, la de reprimir. El docente está en la cultura
del deber ser y la bronca es que estas expresiones son del ser”.
Impacto social
Al respecto, el presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, José G. Moreno de Alba,
considera: “Qué bueno que se usen este tipo de textos, pero desde el punto de vista educa-
tivo el Estado, que tiene la obligación de educar, debe aclarar que si escribe caritas y abre-
viaturas para solicitar un empleo no se lo van a dar. La escuela debe proporcionar a sus es-
tudiantes la herramienta necesaria para insertarse en la sociedad”.
Para él, estos textos no tienen ningún impacto social y “no les prestaría atención desde el
punto de vista de la lengua española” porque no “es algo tan novedoso”, ya que los “lengua-
jes abreviados, simbólicos, crípticos, siempre han existido”.
En el capítulo 69 de Rayuela, Julio Cortázar nos asombra con la siguiente novedad: “Ingrata
sorpresa fue leer en ‘Ortográfiko’ la notisia de aber fayesido en San Luis Potosí el 1º de mar-
so último, el teniente koronel (asendido a koronel para retirarlo del serbisio), Adolfo Abila
Sanhes (…) Pensador, eskribió bastante en periódikos i dejó algunas obras inéditas, entre
eyas ‘Máximas de kuartel’(…) Linguista, era muy afekto a tradusir sus propias produksiones
al inglés, esperanto i otros idiomas”.
Raúl Ávila es lingüista, nació en San Luís Potosí, tiene el mismo apellido del personaje seña-
lado y, por si faltara otra coincidencia, él es el autor de una propuesta de simplificación or-
tográfica.
El texto cortazariano, indica, “tiene un 95 por ciento de semejanza con lo que yo propongo”.
Sin embargo, señala que estos códigos juveniles “no llegan ni siquiera” a su planteamiento
de simplificación, pero no de caos ortográfico. Opina que dichas formas parecen más diálo-
gos entre amigos, y “probablemente cada quien lo escribe de diferente forma, no hay una
estandarización”. De manera que su hipótesis, por ahora, es que “esto no trasciende más
allá de los chicos”.
El director ejecutivo de la Fundación del Español Urgente, Manuel Fuentes García, indica
que estos textos han dado origen a códigos “muy bien estructurados”. Por ejemplo, en Es-
paña, ya hay manuales y libros sobre tales formas de expresión empleadas por los jóvenes.
Sin embargo, precisa “que los códigos no ponen en riesgo el idioma ni el lenguaje, sino que
lo transforman para determinados usos”. Y no descarta que este sistema de comunicación
pueda tener efectos negativos en el discurso, por ejemplo, la simplificación “por pereza” o
la indolencia en la utilización del idioma.
Mientras no pongan en riesgo el entendimiento, se trata de un “fenómeno llamativo, propio
de estos tiempos. Quizá, por ahí viene el nuevo esperanto, el de las caritas, los símbolos y
las expresiones”, advierte.
En el mismo sentido, José Agustín pone los puntos sobre las íes: “Si estas formas llegaran a
la incomunicación, a tal grado que ni entre ellos mismos se entiendan, habría que alarmar-
se”.
Idioma nol
A continuación, algunos ejemplos de los mensajes que se mandan alumnos de secundaria
en la red:
– kll@t3 n3n@ k13r3$ y no!!! no t3 t3ngo 3nv1d1@ 4orqU3 t3n3rl3 3nv1d1@ @ un@
p3rr@ komo tu??? os3@
#3lloooo???? Mjor kom4r@t3 un@ 4inc#3 vid@
– nta no kiero pedos ni cntigo ni cn nadie nta las contestaciones k han puesto no las puse io
por k k gano en escribir estupideces esto es lo unico k io he escrito a todo lo demas ni le ha-
gas kso pork io nisikiera lo escribi ok…
– neta ke haz llegado a mi korazon machin y ps io le dije a karen ke te dijera ke me gustabas
El Pacífico se hincha. Las espaldas húmedas de cinco surfistas brillan como caparazones de
tortugas. Suben, bajan. La serie que viene es perfecta: siete olas de cuatro metros. El pode-
roso océano se rompe contra el continente. Inhala, exhala. El sonido de la masa de agua
contra las piedras es el rugido de una bestia. El chico bracea, se impulsa, asciende acostado
sobre su tabla, mira hacia atrás, toma posición. Una muralla líquida lo levanta, él se des-
cuelga. Es un punto mínimo en la vertical de la ola. Deja una estela como una gota que baja
por una pared verde. Rasga el mar.
Es la mañana de un domingo de mayo y el cielo es una bóveda lechosa atravesada por una
formación de pelícanos. A un lado, el horizonte, esa línea que separa agua y aire, se pone di-
fusa en la bruma; al otro, la jungla se alza sobre afiladas rocas negras. Cabo Corrientes, en el
municipio de Nuquí, es la combinación exacta –atemorizante y bella– de todos esos factores
que producen olas potentes: vientos, mareas, corrientes, violencia. Olas de clase mundial en
un lugar improbable: Chocó. Y para surfistas improbables: chocoanos. El lugar más pobre de
un país pobre, donde la exuberancia natural contrasta con la miseria humana.
Contraste. Tom Wolfe describió en La banda de la casa de la bomba a los surfistas de La
Jolla, California, más o menos así: adolescentes bellos, rebeldes, con el pelo del color del
maíz y obsesionados con la juventud. El subproducto playero de una sociedad próspera, la
insubordinación del ‘american dream’. Esos rubios de póster que podrían ser el negativo de
estos muchachos de piel negra que viven en un punto remoto de un país del tercer mundo.
Pero aquí, tan lejos de todo, tan en la periferia de cualquier cosa parecida a la comodidad,
los chocoanos parecen encontrar lo mismo que los californianos cuando están sentados a
horcajadas sobre sus tablas: el misterio del océano, efecto hipnótico de eso que Wolfe llamó
el “Oh Poderoso Sobrecogedor Pacífico”.
- En una ola usted no siente rabia, rencor, pelea. No siente nada malo, solo disfrute, goce,
emoción –dirá Néstor Tello mientras el goteo de agua salada cae desde la punta de su
nariz. Clap, clap.
Ahora Pilli se desliza en su tabla. En la distancia, es una figurita oscura que balancea sus bra-
zos y avanza a toda velocidad. La ola es una bestia descomunal que comienza a derramarse
sobre sí misma, a colapsar en un inmenso bucle que brama a la espalda del surfista. Pilli
desaparece en la espuma blanca, como tragado por un animal rabioso, pero luego de tres
segundos sale por uno de los extremos aún de pie sobre su tabla, sus brazos están arriba, su
boca abierta y sus dientes expuestos. Pilli grita de júbilo. Y ríe. Oh Poderoso Sobrecogedor
Pacífico.
***
Néstor Tello (35 años) es el instructor de surf y su casa es un armazón de tablas grises y ver-
dosas que separan cuatro espacios: dos habitaciones, una cocina, una sala. No hay puertas,
ni nevera, ni sillas, ni comedor. Solo un espacio oscuro, caliente, vacío, que cuenta con una
sola ventana cuyo postigo abre con un gruñido de madera. La luz entra y dos pinturas que
cuelgan en una de las paredes se definen, en ambas está la playa y los animales marinos di-
bujados con habilidad infantil: una tortuga muy grande, un delfín muy pequeño, unos peces
que parecen ochos acostados, montañas uniformes y ocres, nubes que tienen la forma del
pan.
- Yo las pinté cuando estaba en la escuela. En la primaria. Este es un pez vela y esto es un
morrito. Estos son pajaritos y los de allá son delfines. Siempre me ha gustado mucho el
mar.
En la pared contigua hay un afiche grande, se trata de un surfista que baja casi verticalmen-
te por la pared de una ola azul. La foto es pura épica: un hombre con los músculos tensos se
agacha sobre su tabla de fibra de vidrio y doma una ola que rebosa de espuma y de amena-
za. Néstor la mira un rato y dice: “Ese es un gran surfista, se llama Cory López, es de Estados
Unidos. Es muy radical, imagínese esa maniobra, eso es un snap que se tiró ahí. Ufff”. El
hombre sonríe y las mejillas se llenan de pliegues.
Hace cinco años, cuenta Néstor, aprendió a montar olas, cuando trabajó en uno de los hote-
les cercanos –en El Cantil– donde el dueño practicaba el deporte. Allí su patrón le enseñó
algunas cosas, otras las aprendió solo y surfeó todos los días. Hasta ese momento su vida
era un sueño: el sueño de estudiar para ser profesor de idiomas, de conocer el mundo, de
convertirse en alguien importante, de comprarse cosas bonitas. Un sueño que no se cum-
plía. Pero luego de pararse en una tabla despertó y sintió esto que dice despacio, enfatizan-
do las sílabas: “El placer más grande de la vida”. Y enseguida agrega: “Yo no sé si exista algo
que alegre más el corazón que estar 10 o 15 segundos sobre una ola, pero si existe, me ale-
gro”.
Néstor bien podría ser lo que se conoce en el mundo del surf como un soul surfer, un tér-
mino que se acuñó en la década de los 60 para nombrar a aquellas personas que viven la
epifanía de la ola y entablan una relación espiritual con el mar sin vanidades, sin la jactancia
de quien compite. Una especie de monje playero que filosofa sobre la ola rompiente. Néstor
no sabe qué significa soul surfer, pero no tiene problemas para resumirlo: “El mar para mí
es vida. Allí está mi pescado, mi deporte. Yo lo miro y es como mi tranquilidad, uno ve el
atardecer. Uno pesca y es como llenarse de vida. El mar enseña a respetar a la naturaleza,
porque el mar es fuerza, las olas pegan fuerte, entonces usted se da cuenta de que la natu-
raleza es poderosa”.
El hombre, delgado como una lámina, se acomoda la gorra y sonríe. Su boca es gruesa y deja
a la vista una hilera de dientes blancos y fuertes. Luego se para y sale al patio de su casa, me
muestra sus bienes terrenales: ocho gallinas y un modesto motor Suzuki de 15 caballos de
fuerza que usa para ir, con otros surfistas, a Cabo Corrientes. Me explica que al motor hay
que endulzarlo, que no es otra cosa que lavarlo con agua dulce para que la sal no lo estro-
pee. Mientras lo limpia, habla de su mar, de las olas, de los niños a los que les enseña el de-
porte para que sientan lo mismo que él. Dice que al principio fueron 15 niños, luego 30 y
que ahora tiene 60 alumnos en Termales –su pueblo– y otros 30 en la población vecina de
Partadó.
- El mar enseña muchas cosas.
- ¿Qué enseña?
- Enseña a tener paciencia, por ejemplo. Hoy el mar está calmadito, pero en la otra sema-
na pueden estar cayendo olas gigantes. Uno tiene que esperar a que caigan las olas.
Además es el único deporte que se relaciona ciento por ciento con la naturaleza. Con el
surf usted no necesita hacer una cancha o una pista: la ola está ahí, pero si daña el lu-
gar, la ola se le va.
Luego se queda callado un par de segundos, como dudando, y dice:
- Lo otro es que con el surf los pelados se alejan de los grupos al margen de la ley, del
narcotráfico, que es como el medio más fácil de plata que hay. Hace unos años estuvie-
ron por la zona invitando a los jóvenes para trabajar, dándoles armas, ofreciéndoles
sueldos. Y eso tienta a muchos jóvenes, porque aquí es difícil trabajar y tener mensual-
mente un dinero. Entonces por medio del deporte es posible que la gente coja una bue-
na disciplina, que busque otras cosas y eso hace que se mantengan bien y no sean ma-
los.
Entonces su lógica es esta: es mejor irse al mar que irse al monte.
***
La habitación de la posada en la que me hospedo es un cubo de madera con dos camas, dos
toldillos y una pequeña mesa. Una araña huesuda y gris, como la mano de una anciana, re-
posa detrás de la cabecera y luego desaparece veloz detrás del catre. Afuera el sol escondi-
do detrás de nubarrones carga el aire con viscosidad. La brisa es apenas un vaho lento y ca-
liente y la superficie platinada del mar produce olas enclenques.
Termales es un caserío alargado que se riega a lado y lado de una terrosa calle principal. Son
45 casas fabricadas, en su mayoría, con tablas ajadas y grises. Hay poco: Una tienda, un par
de posadas, una escuela primaria y un bar. También hay perros y gatos flacos que salen de
todas partes y husmean por ahí. Señoras que barren o se sientan afuera de sus casas a ver
particularmente nada. Hombres sentados en sillas plásticas que, luego de pescar, desocupan
botellas de ron. Y niños descalzos y delgados que les agarran la cola a los perros o se escon-
den detrás de las señoras o miran a los hombres o solo corren y se persiguen entre ellos. Los
237 habitantes parecen contemplar, sin afanes, cómo los días nacen y mueren.
Al caminar por la única calle del pueblo, con el océano a la izquierda y la jungla a la derecha,
es fácil armar una bella postal del atraso y pensar en todas esas virtudes que se le endilgan a
la vida que –con ligereza– llamamos ‘simple’: el mar y la tierra proveen el alimento, la vida
transcurre a una velocidad quelonia, un jardín jurásico se levanta en el patio trasero. Pero la
ingenuidad tiene la fragilidad de una burbuja y la evidencia termina por probar que la vida
simple suele ser la vida dura. Es decir, ese tipo de vida que se vive en un lugar donde no hay
empleo, ni salud, ni educación, ni electricidad ni agua potable. Donde la mortalidad infantil
se multiplica por cuatro, donde la esperanza de vida es de 58 años. Donde los grupos arma-
dos y el narcotráfico acechan y tientan.
A las cuatro de la tarde el silencio se acaba. La clase de surf comienza y 25 niños entre los 5
y los 17 años se arremolinan en la playa. Ryan Butta, un australiano que desde hace tres
años visita la zona –y que junto a su esposa, Carolina Salamanca, y su amigo Mike Keough
creó la fundación Buen Punto para apoyar a estos deportistas–, va chocando los puños con
los chicos que empiezan a rodearlo. También va contando historias como estas: “Diana
Marcela –12 años– en el primer torneo en Barranquilla quedó segunda” o “en el segundo
torneo en Santa Marta, Pilli –19 años– llegó en tercer lugar en el abierto masculino” o “Paco
–14 años– dejó novia cuando lo llevamos a Australia” o “esta niña –una pequeña de ocho
años que ahora le rodea la pierna con un brazo y chupa una bolsa plástica– estuvo muy en-
ferma, vomitó un gusano así de grande –y separa ambos índices 15 centímetros para dar la
idea del tamaño–”. Lucero, Carru, Rosa, Mónica, Norlady, Karen, Juliana, Jenny, Manuela,
Mariela, Camila, Gayli, Gamisa, Laysi, Lady, Mariana, Paco, Jason, Jeyfi, Pilli, Gabriel, Juan
Carlos, Camilo, Didier, Juan, Zarco. Todos le hacen bromas, le agarran la mano, le cuentan
cosas, juegan con él. El tipo, largo y blanco, ríe.
Néstor, el entrenador, les pide a sus alumnos que se sienten y les indica lo que deben hacer
en el agua, les repite cómo acomodar el cuerpo, cómo remar con los brazos, cómo pararse,
cómo cazar la ola. Luego propone un juego para calentar y más tarde les entrega las tablas
para que se metan al mar. Entonces hay surfistas de 90 centímetros sobre olas de 30. Niños
que se paran en sus tablas y despliegan habilidades durante los 10 o 15 segundos en los que
una ola se convierte en ese fenómeno magnífico que se levanta, se encrespa y se vuelve pu-
ra felicidad líquida, para luego convertirse en un suave baño salino en la arena.
Ryan, con la mirada en los surfistas, que a esta hora son siluetas delineadas por un sol na-
ranja que se sumerge en el horizonte, dice que el club de surf tiene reglas que Néstor ha
puesto, como que todos los niños deben asistir a la escuela, que deben sacar buenas notas o
que no pueden matar nada, porque “si matas una iguana, por ejemplo, te quedas tres me-
ses sin tabla”. También dice que con poco se puede hacer mucho y que buena parte de las
donaciones –tablas, alimentos, ropa, filtros para el agua– las ha logrado reuniendo recursos
con sus amigos, con algunas empresas o haciendo pequeños eventos como exposiciones fo-
tográficas. “Con esos fondos también le cubrimos los gastos a Néstor y hemos mandado a
estos chicos a competencias en Barranquilla, en Santa Marta, en San Andrés y en Perú. Y el
año pasado seis niños fueron a Australia gracias a un programa de la Cancillería que se llama
Diplomacia Deportiva”.
***
Un muy breve resumen histórico podría decir lo siguiente: hace 300 años el surf era un ritual
para los nativos hawaianos. Entonces los sacerdotes le rezaban al mar para que ofreciera
buenas olas y la nobleza tenía prelación para demostrar sus destrezas sobre tablas de siete
metros, luego el pueblo podía lanzarse al mar sobre unas tablas más modestas de tres me-
tros. Era una diversión que conjuraba rencillas y que incluso resolvía disputas amorosas en
favor del más hábil y osado. Con la llegada de los europeos a la isla la costumbre decayó y
fue hasta principios del siglo XX cuando el campeón olímpico de natación Duke Kahanamoku
la trajo de vuelta y viajó por el mundo con su tabla tradicional. Luego, durante las décadas
de los 30 y 40 ganó popularidad, pero el verdadero pico llegaría en los 60 con nuevos dise-
ños y materiales para las tablas y con surfistas que se convirtieron en leyenda, como Greg
Noll, que el 4 de diciembre de 1969 cabalgó la que se cree la mayor ola surfeada, una masa
de agua de seis pisos de altura en la playa de Makaha (Hawaii), producto de una tormenta
en el Pacífico Norte. En esa misma década, los Beach Boys compusieron el que sería uno de
los himnos de los surfistas, SurfinˈUSA. El deporte se hizo un estilo de vida, incluso una pro-
puesta estética y, durante la segunda mitad del siglo, se esparció por el mundo.
A Termales llegó hace una década, con el turismo que arribaba a la zona en busca de las mi-
graciones de ballenas y de algunas olas. Los chocoanos más jóvenes quedaron impresiona-
dos. Algunos de ellos recogieron las tablas rotas o viejas que dejaban los visitantes, otros le-
vantaron el colchón y sacaron las tablas de la cama.
- Santiago cuando tenía unos seis años –ahora tiene 15– me sacaba las tablas de la cama,
con Mateo, mi otro hijo. Entonces encontraba las tablas por allá todas mojadas y me to-
caba regañarlos –dice Adela, una mujer grande, a la que el cuerpo entero le tiembla
cuando se ríe con el recuerdo y que sueña con que su hijo se convierta en surfista profe-
sional.
- También hacíamos tablitas de balso, una madera que flota bien. Nos poníamos de pie
en esas tablas. Eso era como a los 10 años –contará Pilli.
El surf, aquí, fue un acto de voluntad.
***
Ahora Pilli camina por la playa conmigo. La arena gruesa y marrón está cubierta por miles de
cangrejos diminutos que se abren a nuestro paso como una cortina viva. Vamos hacia Par-
tadó, donde le ayuda a Néstor a dictar clase. Pilli usa unas gafas de piloto tornasoladas, una
gorra blanca desgastada y una camisa azul. Pilli quiere verse como esos surfistas que ve en
las revistas que le trae Ryan. Hace lo posible. Habla de su viaje a Perú, que le pareció “su-
permaravilloso”, aunque no pudo competir, también de la primera vez que participó en el
abierto masculino en Barranquilla, en el que quedó quinto entre 50 participantes.
- He soñado surfear otras olas y aprender de todas las olas, y conocer Chile, Brasil…
bueno, muchos países.
Atravesamos las desembocaduras de un par de ríos, hacemos la mitad del camino que reco-
rre todos los días para ir a la escuela en Arusí –dos kilómetros más allá de Partadó, que está
a dos kilómetros de Termales–, donde cursa décimo. Pilli cuenta su biografía, dice que
cuando era muy pequeño sus padres lo dejaron al cuidado de una tía de su mamá, “no me
ponían buen cuidado y yo vivía así, comía arena, no tenía nada”. Luego sus padres regresa-
ron cuando cumplió nueve años y lo dejaron al cuidado de su abuela y después, cuando te-
nía 14 años, se lo llevaron a vivir con ellos. También dice que a su papá no le gusta que sur-
fee, que preferiría que estuviera pescando, pero “él no sabe la impresión que uno tiene, lo
que uno siente cuando uno está en el agua”. Enseguida calla y un segundo después sonríe.
- La primera vez que surfee fue porque el hermano de Tello vino a hacer surf aquí en la
playa. Yo estaba con unos chicos jugando fútbol, tenía como 10 años. Yo le dije “prés-
teme la tabla que seguro yo lo hago”. Y las 10 primeras olas me dieron revolcones, gol-
pes, me caía, pero yo presentía que me iba a poner de pie, porque lo veía superfácil.
Hasta que al fin logré coger una olita y me paré como unos cinco segundos. Yo sentí
como una emoción, como una vibra diferente y desde ahí empecé a surfear.
Al fondo aparece Partadó y 30 pequeños surfistas. La tarde anfibia. La oferta ondulante del
océano, los cuerpos zambulléndose como si regresaran a la seguridad amniótica. La insinua-
ción de una felicidad distinta, tan compleja como primitiva. Una felicidad escapista.
***
Jonathan no habla mucho. Es un tipo duro, de mirada dura. Apenas está dejando la adoles-
cencia, pero su cuerpo es puro músculo. Esta mañana alistó su tabla y se sentó en la parte
de atrás de la lancha. Cruzó los brazos. Las conversaciones las resolvió con dos frases cortas.
Cuando habló salió una voz suave, casi susurrada. Le falta un diente delantero. Me contarían
que su mamá se lo voló de un palazo, también que desde que era un niño tuvo que criar a
sus cuatro hermanos. Jonathan no dice nada. Tampoco parece buena idea preguntarle. Él
solo mira con dedicación a la nada.
En Cabo Corrientes tira su tabla al agua y luego se tira él mismo. Rema varios metros. Caza
una ola y se cae. Litros de agua salada lo mandan al fondo. Luego sale, lo intenta de nuevo
varias veces. Logra deslizarse. Se aleja de Pilli, de Néstor, de Santiago. Monta dos buenas
olas y se sienta sobre su tabla. Se queda ahí, balanceándose en el oleaje. En su boca hay una
línea blanca interrumpida por un espacio negro. Jonathan está sonriendo.
Es lo que él recibe del surf.
Es lo que todos reciben del poderoso y sobrecogedor Pacífico.
Chaves + Ros
La cortesía indicó comenzar con un nutrido desayuno para que, a las 10 de la mañana, Nor-
berto Chaves comenzara su conferencia titulada "La calidad gráfica".
No es posible afirmar que Chaves, luego de tanta experiencia y trabajo realizado, tenga por
uno de sus objetivos principales el provocar al auditorio. Lo que sí es claro es que lo hace. Y
también lo seduce, vale decir.
En su discurso se entrecruzan enunciados poderosamente políticos ("Somos más traidores
consumiendo que trabajando para el sistema" o el incómodo, ácido y hasta chocante "el di-
seño no puede cambiar la sociedad; para cambiarla hay que tomar las armas") con senten-
cias que, en su boca, suenan a indiscutibles ("La fealdad —referida al diseño— existe y hay
que animarse a nombrarla" o bien "la sensibilidad —por ejemplo, para elegir una tipogra-
fía— se ejercita practicándola y evaluándola constantemente").
Escuchando a Chaves se respiró una vez más su reticencia a aceptar que sea saludable que
el diseño sea una profesión enseñable en ámbitos universitarios, determinando cierta dife-
rencia entre dos categorías para él divorciadas de cabo a rabo: la instrucción y la cultura:
"Un buen diseñador debe ser culto, que no es lo mismo que ser instruido (...) la matriz del di-
seño gráfico es la cultura". El contar con conocimientos prácticos, técnicos e instrumentales
está un escalón más abajo que la obligación de todo profesional de capacitarse y culturizar-
se al máximo, independientemente de las exigencias del mercado. Este proceso —el de ali-
mentar la propia cultura— es resultante de estar atento y explorar lo que nos rodea senso-
rialmente (música, arte, mobiliarios, artesanías, arte primitivo, etc.). Sólo con la recurrente
autoexigencia y con una constante vuelta a las fuentes se nutre la semilla de un profesional
culto.
En una de sus muchas bromas —nada inocentes— Chaves jugó a imaginarse que una buena
manera de formar diseñadores gráficos sensibles a la forma era encerrarlos un largo tiempo
en las cuevas de Altamira a contemplar las pinturas rupestres. Risas en el auditorio... pero
con cierta sensación de que, finalmente, Chaves habla siempre en serio.
Ya cuando los relojes marcaban que la duración de su conferencia no le hizo caso a los cro-
nogramas y casi cuando nos habíamos olvidado de que él había prometido presentar ciertos
parámetros para medir la calidad gráfica, los presentó, a modo de boceto en constante evo-
lución. El punteo de ítems, evaluables y mensurables, en modo decálogo, fue el siguiente:
convencionalidad; ocurrencia; eficacia; propiedad; respeto; pertinencia; densidad; econo-
mía; transparencia; anonimato.
Luego de una sesión de preguntas del público en la que Chaves hubiera querido más polé-
mica, más chispazo, tuvo lugar el receso que separó la primera conferencia de la segunda
actividad: una entrevista que el mismo Norberto le hizo al diseñador gráfico Alejandro Ros.
En esta charla Ros pudo contar cómo es su proceso creativo, apoyado en la ocurrentes pre-
guntas de Chaves y basado en imágenes de su propia cosecha. Se generó un clima distendi-
do propio de una charla entre amigos, clima que llegó sin filtros al auditorio, atento a la ca-
lidad de las ideas gráficas de Ros y al plus de contar con su presencia in situ. Es para recor-
dar que, para tener una idea de cómo entiende él su relación con su trabajo, confesó haber-
le preguntado a un cliente si aún vivía con su madre. Entre esta aproximación extremada-
mente "personal" al escenario natural de quien le encarga el trabajo; una constante docu-
mentación gráfica (cámara digital en mano) y un ojo altamente entrenado, germina la gráfi-
ca de Ros.
Belluccia
Al otro día, luego del desayuno de rigor, Raúl Belluccia contó algunos de sus enojos con res-
pecto a la enseñanza del diseño. Enojos que le hicieron cambiar el título de su conferencia:
en vez de "...y sus trampas", se llamó "La enseñanza del diseño y sus arrugas" término que
tomó prestado del escritor cubano Alejo Carpentier.
Luego de hacer una breve introducción acerca de la escasa reflexión crítica que hay en el
ámbito del diseño gráfico; la flaca producción teórica; la asimetría existente entre la crecien-
te oferta y la rezagada demanda de diseño —lo que genera cierta intranquilidad laboral—
llegó a la conclusión que ya es casi una de sus ideas más conocidas: su preocupación por la
tendencia de las escuelas de diseño de alejarse de la realidad profesional.
Belluccia arrancó con uno de sus caballitos de batalla: la puesta en cuestión de la función
social del diseño. Allí explicó que todo objeto diseñado influye socialmente pero se pregun-
tó quién puede arrogarse el derecho a determinar qué es un fin social loable (a sabiendas de
que hay extremos y matices: poca discusión puede haber sobre si es loable proveer de men-
sajes gráficos a la lucha contra el hambre; pero ¿es tan indiscutible aquélla como la legaliza-
ción del aborto?).
Rescató, Belluccia, el valor de la contradicción y de la necesidad de convivir con ella y recor-
dó que sin clientes o comitentes —quienes sin duda pueden tener fines nobles o viles— no
es posible diseñar nada.
"Diseñar —decía Belluccia— no implica coincidir con los objetivos del cliente". Para re-
afirmar este enunciado se valió de un ejemplo práctico: el obrero que milita en un partido
de izquierda es mano de obra de un empresario capitalista, pero no por ello traiciona sus
ideales políticos.
Luego subrayó la necesidad de que en las escuelas y facultades se enseñe un oficio, una ma-
nera de ganarse la vida en la cual la teoría no interfiera con el valor de la práctica. Si bien
Belluccia se cuidó de aclarar que es innegable que todo profesional debe formarse en el
plano teórico complementando sus saberes con los de otras disciplinas (comunicación, se-
miología, etc.), insistió que la teoría no sirve para evaluar el diseño y que, desde el lado de la
docencia, es muy difícil enseñar un oficio sin saber ejercerlo.
Y es quizás y por sobre todo aquí donde las ideas de Belluccia puedan ser más discutidas: la
función de la universidad es formar profesionales con espíritu crítico, con la capacidad analí-
tica suficiente para poder abstraerse de las eventuales y zigzagueantes necesidades del
mercado y actuar de una manera consciente en el escenario social, económico y político en
el que le toca moverse. Si las escuelas o universidades sólo debieran dedicarse a enseñar el
oficio ¿qué institución se encargaría de la otra tarea? ¿Quedaría librado a cierto empuje au-
todidacta propio de las inquietudes de cada uno? ¿Es saludable hacer el mayor acento en la
formación práctico-instrumental de los diseñadores gráficos? Sin duda hay algo aún sin de-
batir con la profundidad necesaria: el cómo se forma, hoy por hoy, ese espíritu crítico entre
los estudiantes de diseño gráfico.
Pero sigamos: Belluccia llegó a la sobrevaloración del método. Y allí ancló ese concepto con
su acepción científica (serie pautada y ordenada de pasos para conseguir un objetivo) y lo
contrastó con el ensayo-error, para él, fundamental en el aprendizaje del diseño. Sin duda,
existen formas de planificar, de programar un proceso de diseño pero no hay que perder de
vista su materialización práctica, su “bajada a papel” insustituible a la hora de la evaluación.
En un momento Belluccia se valió de un par de ejemplos fotográficos para centrarse en una
noción, para él, básica en todo buen diseñador: la voluntad de comunicar. Y allí proyectó un
cartel manuscrito, casero, de una mercería y lo contrastó con afiches diseñados profesio-
nalmente. La elección de las imágenes, nada arbitraria, acentuaba la claridad y la evidente
voluntad comunicativa del mercero de anunciar qué productos vende en contraste con un
afiche abarrotado de elementos y sin ninguna posibilidad de establecer un mensaje claro.
Llegando al final, Belluccia se paró sobre el mito de que el diseño es una actividad poco pau-
tada e innovadora, libre. Y allí se ocupó de decir que la tarea del diseñador depende al me-
nos de tres cosas insoslayables: del "otro", a quien me dirijo; del programa de necesidades
al que tengo que atenerme y, por último, de los códigos que deberé estudiar para luego po-
der utilizar con pericia.
"Sin contexto real no hay ejercicio —en el sentido del trabajo práctico en el taller— de dise-
ño", dijo Belluccia y afirmó que la obligación del maestro es mostrar ejemplos y opinar. Ya
casi en el cierre, valoró algo no menor dentro de la tarea docente: el deber de preocuparse
por mostrarle y enseñarle al alumno el respeto a la comunicación y transmitirle cariño por el
oficio.
Fontana
Rubén Fontana arrancó su conferencia "Identidad y diseño" lateralmente: se presentó como
una persona poco amiga de hablar en público pero sin pausa se soltó y confesó su amor por
la Garamond; recordó sus inicios de cadete y de la hipnótica fuerza que tenía para él un car-
tel de SIAM diseñado por Distéfano, cada vez que lo veía; recalcó la importancia de que los
estudiantes aprendan los conceptos del diseño gráfico y le restó valor a las especializaciones
(diseño editorial, multimedia, web, afiches, etc.) ya que ellas encarnan problemas "de apli-
cación" de aquellos conceptos y que, éstos problemas, habiendo aprendido aquellos con-
ceptos fundamentales, se pueden resolver, casi, sin ir a la escuela de diseño.
También Fontana le echó mano a algunas anotaciones que le dejó la conferencia de su pre-
decesor, Raúl Belluccia, y afirmó que él sí aplica un método de trabajo y que trata de ser lo
más riguroso posible aun cuando éste varíe dependiendo de las circunstancias y de las per-
sonas. Con Belluccia en el auditorio, los dos acordaron, entre risas, reemplazar la palabra
método por "camino".
Ya entrando en tema, Fontana, habló del enorme valor del trabajo en equipo y de la manera
en la que él considera que se da el aprendizaje: una ida y vuelta constante entre varias ca-
bezas y varios pares de ojos. Sólo así se logra la excelencia, sólo así se aprende.
Y, como preámbulo del caso concreto que eligió —el rediseño integral de una cadena de vi-
nerías— enumeró las tres artes del buen diseñador: el arte de aprender a escuchar; el arte
de la interpretación y el arte de preguntar.
Luego explicó la metodología de trabajo de su estudio, la constante gimnasia de la prueba
exhaustiva de distintas respuestas gráficas; el valor del testeo; el acento en los pequeños
detalles; la importancia de la presentación ante el cliente y la tolerancia a posibles correc-
ciones y observaciones. Todo esto apoyado en numerosos slides del desarrollo del trabajo.
Una vez contada la historia concreta y puntual del caso en cuestión, Fontana, como quien
no quiere la cosa, se reservó un último y explosivo slide: una trama de algunas de las más
importantes marcas que su estudio desarrolló en los últimos años como para que, quien tu-
viera alguna duda, le preguntara acerca de ellas.
Cassisi
El sábado era el último día de actividad. Era el turno de Luciano Cassisi y un título ambicioso:
Qué es diseño gráfico hoy, pregunta cuya respuesta era su objetivo buscar.
La conferencia sirvió como recorrido por las diferentes formas de entender el diseño, des-
menuzando las propuestas más frecuentes de definición y proponiendo una aplicable a la
totalidad de los casos. El sentido de convenir en una definición fue sentar una base para el
taller participativo que se realizó durante la mañana.
El taller estableció un ambiente que propició el intercambio de ideas entre los asistentes.
Los grupos, de aproximadamente siete personas cada uno, trabajaron durante casi dos ho-
ras en relación a la idea del "futuro del diseño gráfico" en tres vertientes diferentes: el futu-
ro de la educación, el futuro de la reflexión y el futuro de la profesión.
Dentro de cada tema, se trabajó en tres enfoques posibles: el futuro como corrección del
presente, el futuro como utopía y el futuro como hipótesis de escenarios. Finalmente, cada
grupo nombró un vocero y cada grupo de voceros un representante que se integró a la me-
sa redonda de cierre, junto a Chaves, Fontana, Ros, Belluccia y el propio Cassisi.
Luego de aquella mesa, llegó el turno del final. Como todo cierre, ameritó un brindis. Y entre
las copas apareció el deseo de que haya una edición 2009 de Seminarios Foroalfa, con reno-
vada temática, nuevos oradores y más preguntas esperando por abanicos de posibles res-
puestas.
La Uspec, que se creó como remedio para un grave problema, resultó in-
eficiente y con muchas manchas de corrupción, es decir, no ha sido solu-
ción sino un nido de dificultades y tropiezos para el Estado.
Durante el último medio siglo, Colombia ha hecho numerosos intentos para solucionar el
problema carcelario. Estos han resultado infructuosos, poblados de equivocaciones. La más
reciente tentativa es la declaratoria de emergencia sanitaria en las cárceles que decretó el
actual Ministro de Justicia, ante la grave crisis de salubridad y hacinamiento que hay en los
penales del país; pero sus efectos no se conocen aún.
Otro intento de solucionar tal dolor de cabeza fue la creación, hace varios años, de una en-
tidad estatal, la Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios (Uspec), para administrar
los recursos destinados a la población carcelaria y para ejecutar obras en los establecimien-
tos penitenciarios. Desde sus comienzos, en ella ha habido señalamientos contra adminis-
tradores y funcionarios, episodios de yerros y procederes que rompen los cánones de recti-
tud, eficacia, ética y buen comportamiento disciplinario.
Hace poco la Contraloría General de la República dio a conocer los resultados de una audito-
ría que hizo a la Uspec sobre la ejecución de sus planes y presupuestos en 2015. La califica-
ción dada a la Uspec en tal período fue: “desfavorable”.
En los últimos meses los medios de comunicación han informado de manera amplia sobre el
alto porcentaje de hacinamiento y el problema de salubridad que hay en las cárceles. En la
auditoría de la Contraloría se encontró que la Uspec tiene presupuesto no usado entre 2013
y 2015 por más de $313 mil millones de pesos, mientras incumplió protuberantemente sus
metas de combatir el hacinamiento carcelario. Tal contradicción pone en evidencia la inepti-
tud de los administradores de dicha dependencia estatal.
En materia de la contratación suscrita por la Uspec, se halló favoritismo en la adjudicación
de contratos, entrega de anticipos injustificados a contratistas, pliegos de condiciones direc-
cionados, falta de transparencia contractual y a los contratos en ejecución no se les hace la
debida vigilancia.
A ello se suman las deficiencias que hay en materia de salubridad en las cárceles, los pro-
blemas con los brazaletes electrónicos adquiridos para controlar a los procesados que gozan
de beneficios extramurales y el incumplimiento en varios contratos de suministro de ali-
mentación a los internos en diversas cárceles.
Esta entidad, que se creó como remedio para un grave problema, resultó ineficiente y con
muchas manchas de corrupción, es decir, no ha sido solución sino un nido de dificultades y
tropiezos para el Estado.
tos en las encuestas, cuando ese periodo finaliza uno de los dos partidos termina con una
clara ventaja. Y esa ganancia no es un simple salto en las encuestas sino un auténtico cam-
bio en el escenario electoral”. Desde mediados del siglo XX, solo un candidato ha logrado
darle la vuelta a unos sondeos tan adversos como los que hoy está afrontando Trump.
Se trata de George H. W. Bush (padre), quien en 1988 remontó una distancia de 17 puntos
en menos de dos meses hasta ganar las elecciones. El dato es relevante porque uno de los
artífices de ese logro fue Roger Ailes, el cerebro del éxito de la cadena conservadora Fox y
una figura influyente en el Partido Republicano, a quien Trump contrató esta semana como
asesor de campaña. En ese entonces, Ailes montó en un tiempo récord una campaña dura y
negativa –pero a la vez contundente y eficaz– en la que pintó al candidato demócrata, Mi-
chael Dukakis, como un tipo blando con los criminales.
Dukakis, además, tuvo un pésimo desempeño en los debates, cuyos errores aprovechó Ailes
para insistir en que el candidato demócrata era demasiado liberal y estaba desconectado de
los principios políticos de los electores. Al final, Bush cosechó el 53 por ciento del voto po-
pular, ganó en 40 estados y le dio su tercera victoria consecutiva a los republicanos. Hoy, la
campaña de Trump espera repetir esa gesta, que implica que el candidato arrase en los de-
bates, pues ese es el único momento en que las encuestas pueden sufrir brincos tan nota-
bles como los de las convenciones.
Sin embargo, Ailes tiene pocas posibilidades de tener éxito. Por un lado, a diferencia de
Dukakis, Hillary Clinton es un animal político y una experta en pulsos de alto voltaje mediáti-
co. Y aunque no cabe duda de que Trump va a aprovechar los debates para recordarle a la
ex primera dama los detalles más sórdidos de las infidelidades de su marido, del ataque al
consulado de Bengasi o de su manejo de sus correos electrónicos cuando era secretaria de
Estado, esas acusaciones ya no pueden hacerle mucho daño a estas alturas. Como dijo a
SEMANA Donald Moynihan, profesor de Asuntos Públicos de la Universidad de Wisconsin-
Madison, “a menos de que surja algo evidentemente nuevo y diferente, los ‘escándalos de
Clinton’ no van a hundir su candidatura. Para la parte del electorado que desconfía de ella
cualquier acusación solo va a confirmar sus sospechas, pero el resto del público ya ha de-
mostrado que necesita evidencias más sólidas”.
Por el otro, Ailes salió de la presidencia de Fox tras un escándalo de marca mayor, en el que
por lo menos 20 periodistas lo acusaron de acosarlas sexualmente. Y lo cierto es que lo que
menos le conviene a Trump a estas alturas es tener a un ‘viejo verde’ en sus filas, pues debi-
do a sus comentarios sexistas el candidato es muy impopular entre las mujeres, un grupo
clave por la sencilla razón de que ellas votan más que los hombres. Sin embargo, el magnate
o no se da cuenta de las consecuencias de sus decisiones, o no le importan, o sencillamente
no puede actuar de otra manera aunque eso le cueste la candidatura. Como el propio can-
didato dijo en una entrevista con la cadena CNBC al aceptar por primera vez que podría
perder el 8 de noviembre, “mi estilo va a funcionar o, ya saben, voy a darme unas vacacio-
nes muy pero muy largas”.
Si Donald Trump no va a cambiar, si los debates no son su fuerte y si los electores ya se han
hecho una (mala) idea de él, ¿qué opciones le quedan? Muy pocas. Como dijo en diálogo
con esta revista John Sides, politólogo de la Universidad George Washington y coautor de La
ciencia de Trump: cómo explicar el ascenso de un candidato improbable, “las posibilidades
de Trump aumentarían si se produce una crisis económica (debido por ejemplo a un cambio
abrupto en el precio del petróleo), un gran ataque terrorista en suelo estadounidense, o una
revelación verdaderamente devastadora sobre Clinton”. Sin embargo, como reconoció el
propio Sides, “este tipo de eventos, conocidos como ‘sorpresas de octubre’, son inusuales”.
El estado en el que se encuentra la campaña de Trump y la insistencia del candidato en una
estrategia perdedora tiene a muchos haciendo cábalas sobre qué está buscando el magnate
con su candidatura. Algunos, como el documentalista Michael Moore, han adelantado la
teoría de que este nunca quiso llegar a la Casa Blanca, y que lanzó su campaña para obtener
una mayor ganancia en el reality El aprendiz. Sin embargo, la explicación puede ser más
sencilla y tiene que ver con que para controlar una campaña electoral antes hay que saber
controlarse a sí mismo.
Senadores huían despavoridos para no votar la ley de transparencia que los obligaba a reve-
lar su patrimonio.
Después de las impecables incursiones en el Bronx y en el Palacio de Justicia, un cuerpo
combinado de agentes del CTI, rehabilitadores sociales del Distrito y miembros de la fuerza
pública fracasó en su intento de intervenir la tercera olla de vicio y perdición que existía en
el centro capitalino: el Congreso de la República.
Se sabía que, de las ollas del sector, esa era la más peligrosa; que en ella operan sayayines
de corbata con prontuarios muy oscuros, y conviven grupos que, en algunos casos, han te-
nido nexos con todo tipo de mafias. Pero el comando interdisciplinario confiaba en que po-
día enfrentar este reto con idéntico éxito a los anteriores.
“Nosotros analizamos videos y sabíamos que la tarea no iba a ser fácil –confesó un detective
a esta columna–. En uno observamos que el senador Uribe por poco se iba a los golpes con
el senador Barreras: ambos sacaron macheta, y la cosa habría pasado a mayores si un
miembro de la bancada del PIN no se tumba las dos machetas. Pero nunca pensamos que
las cosas fueran tan peligrosas”.
En abril, las autoridades detuvieron un carro de propiedad del Congreso en que malandros
transportaban más de 600 millones de pesos en efectivo, y en otra ocasión detuvieron a
Martín Morales, del gancho de Zulema Jattin. Pero eran esfuerzos aislados, y esta vez las au-
toridades querían desmantelar el centro de operaciones de manera drástica.
Según informes de inteligencia, el lugar estaba tomado por todo tipo de ganchos: uno de iz-
quierda, como en el boxeo; un gancho en U, una ganzúa, cuyos miembros eran adictos a vi-
cios de todo estilo, como untarse de mermelada. También estaba el gancho liberal, que se
enfrascaba en riñas a muerte por puestos con el conservador.
“Eran un nido de chantajistas, de extorsionadores. Por eso sabíamos que debíamos golpear
con contundencia”, dijo uno de los comandantes.
El operativo estaba planeado para un momento que ellos denominan “Plenaria”. “Quería-
mos agarrarlos a todos a la vez, pero el lugar estaba vacío –explica un detective–. Estaban
discutiendo una ley para castigar el ausentismo, que no fue aprobada justamente porque no
había nadie”.
Reprogramaron el operativo para una fecha en que, según el orden del día, discutirían una
ley para favorecer el turismo parlamentario, a pesar de que por esa época los integrantes
del gancho uribista no asistían a las sesiones como protesta, pero no devolvían el sueldo.
“El día del allanamiento tuvimos una misa en la mañana para sentirnos protegidos. Pero
apenas entraron los agentes, los untaron con todo tipo de menjurjes y sobornos y el opera-
tivo fracasó… En un gancho inclusive los chuzaron. Menos mal fueron solamente los teléfo-
nos”, explicó uno de los policías, que milagrosamente sobrevivió.
La capacidad criminal del lugar sobrepasaba lo sucedido en ollas como la del Bronx. Los tes-
timonios de los agentes son escalofriantes: “A mí me salió un señor de apellido Lara, me le
iba a meter aprovechando que no soy celador, pero alguien me dijo que tenía apoyo de
Oneida Pinto y Kiko Gómez, capos del gancho de Cambio Radical, y me dio miedo”, confesó
uno. “Yo me encontré con el senador Amín y me gritó: ‘Gata su madre’, y no crea, eso inti-
mida”, afirmó un resocializador. “El senador Benedetti me lamió toda esta parte y ahora de-
bo hacerme un examen”, confesó un detective. “Había un sayayín, de apellido Gerlein, que
estaba echado en su curul; yo hasta pensé que lo habíamos dado de baja, pero me arrimé y
el señor estaba vivo, y ahí me agarró de la solapa, me dijo que me ayudaba con unas hojas
de vida, y luego se volvió a dormir –advirtió otro agente–: yo le dejé la de un primo”. “Yo
perdí tres hombres por culpa del asbesto que aprobaron”, dice, abatido, el comandante.
Miembros del Esmad se intoxicaron con tamales vencidos que el senador Ñoño Elías repar-
tió sagazmente entre las autoridades, a manera de regalo. Un contingente policial fue aplas-
tado por la estampida de senadores que huían despavoridos para no votar la Ley de Trans-
parencia, que los obligaba a revelar su patrimonio.
Frustrado el operativo, se frustra también la posibilidad de cualquier tipo de corrección. Esta
semana se conoció que el presidente decretó un aumento del 77 por ciento en el salario de
los congresistas. “Así será imposible erradicar este flagelo”, comentó un agente que prefiere
dejar su nombre en el anonimato: “El mensaje del gobierno es que el crimen sí paga”.
También se conoció la posibilidad de que otorguen nueve curules para miembros de las
FARC, a pesar de la protesta inicial de alias Timochenko, quien consideró excesiva semejante
pena sustituta.
Sin embargo, al comprender que tendrán un sueldo de 28 millones de pesos, los miembros
de la guerrilla aceptaron de mejor gana su destino: “Por la patria uno se sacrifica”, afirmó
desde La Habana Pastor Alape. “Cambiaremos las armas por herramientas de trabajo, como
el serrucho”, dijo Iván Márquez.
Alias Popeye, por su parte, sopesa la idea de lanzarse al Congreso. “Seguramente ingresará
al gancho del Centro Democrático”, afirmó un agente que se recupera anímicamente desde
la clínica de la Policía. “Y se lo merece”, concluyó.
"Los Juegos del Hambre: Sinsajo Parte 1" se estrena en Colombia el 20 de noviembre. Kat-
niss Everdeen no se preocupará sólo por sobrevivir y se convertirá en símbolo de una revo-
lución en esta sociedad hostil.
El nuevo episodio de la saga "Los juegos del hambre", que se estrena este jueves en Colom-
bia, llena de ansias a sus jóvenes fans, pese a que las crítica están divididas sobre las nuevas
aventuras de Katniss Everdeen.
En el tercer episodio de "Los juegos del hambre: Sinsajo - Parte 1", la joven Everdeen -
interpretada por Jennifer Lawrence- no se preocupará sólo por sobrevivir y se convertirá en
símbolo de una revolución en esta sociedad hostil. (Ver tráiler final de "Los Juegos del Ham-
bre: Sinsajo parte 1").
La franquicia se basada en las novelas de Suzanne Collins, quien cuenta las aventuras de una
joven (Lawrence) obligada a sobrevivir de un juego de telerrealidad en una sociedad hostil.
El filme está dedicado a la memoria del inolvidable Philip Seymour Hoffman, el actor gana-
dor del Óscar que murió por una sobredosis en febrero luego de terminar el rodaje de la
primera y segunda parte de "Los juegos del hambre: Sinsajo".
Se espera que el estreno de esta tercera película de la saga sea un éxito de taquilla en Esta-
dos Unidos, con casi el mismo elenco que las anteriores y apoyado en los mismos elementos
que garantizaron el éxito a los dos primeros episodios.
Sin embargo, los especialistas esperan que la recaudación sea menor que para la "Parte 2".
La razón se debe al hecho de que, al igual que con las franquicias "Crepúsculo" y "Harry Pot-
ter", el último libro fue dividido en dos partes. En ambos casos, el penúltimo capítulo tuvo
una recaudación menor en las salas.
La pequeña disminución de ingresos, estimada en unas decenas de millones de dólares,
también se debe al hecho de que las críticas de este nuevo film no han sido particularmente
auspiciosas.
Es "como una especie de tráiler demasiado largo" comentó el diario especializado Holly-
wood Reporter que señala que "este episodio estira 45 minutos de material dramático en
dos horas demasiado largas".
"Energía desbordante"
En contraste, la revista Variety es menos dura y señala que "esta primera parte del último
episodio es sólida, aunque no siempre demasiado inspirada".
Los observadores esperan en todo caso un excelente primer fin de semana en los cines de
Estados Unidos, con una recaudación "que podrían llegar a 170 millones de dólares en su
debut", estimó Jeff Bock, de la empresa especializada Exhibitor Relations.
La historia se desarrolla siempre en un mundo futurista, decadente y hostil, donde los jue-
gos se terminan y Katniss Everdeen, después de escapar, encuentra refugio en el Distrito 13.
La joven acepta convertirse en el símbolo de la rebelión que busca unir las fuerzas de los
movimientos de resistencia en los otros 12 distritos contra el Capitolio, pero solamente si
los rebeldes le ayudan a liberar a su novio Peeta.
La actriz británica Natalie Dormer, que interpreta a Cressida y es conocida por su participa-
ción en la serie de HBO "Juego de tronos", rindió homenaje al trabajo de Lawrence. (Ver ga-
lería "Los juegos del hambre" según Natalie Dormer).
"Todo lo que la gente ha llegado a entender de Jennifer Lawrence es verdad: ella tiene una
energía desbordante y eso se filtra en el set", relató.
Para las jóvenes, la película tiene un atractivo adicional, la presencia de un atractivo actor
australiano, Liam Hemsworth (que interpreta a Gale Hawthorne), hermano menor de Chris
Hemsworth, elegido por la revista People como el hombre más sexy del mundo en 2014.
Casa del Hielo, esquina del barrio Boston, Aracataca. Empiezo la historia del Macondo real
en el mismo punto donde empieza la del Macondo de ficción. A este lugar acuden de cuan-
do en cuando viajeros procedentes de todo el mundo, admiradores de Gabriel García Már-
quez que pretenden encontrar aquí, en el pueblo donde él nació, elementos tangibles de su
universo literario.
Cuando ciertos nativos desocupados avistan a esos forasteros en las calles del pueblo, en-
tienden que ha llegado el momento de actuar. Macondo será historia pura en las páginas de
Cien años de soledad, compadre, pero aquí en Aracataca existe, es materia genuina, ellos lo
ven cada día y pueden hacérselo visible a los visitantes que tengan fe en hallarlo más allá de
la literatura. En esa casa esquinera, por ejemplo, fue donde el coronel Aureliano Buendía
conoció el hielo que habría de recordar muchos años después, usted sabe, frente al pelotón
de fusilamiento. Présteme la cámara si quiere y yo lo retrato ahí con su novia. Si el turista
pide más detalles, se le dan. La casa de madera fue construida en 1923. En su patio se alma-
cenaban hasta 200 bloques semanales de hielo durante los tiempos de la United Fruit Com-
pany, multinacional que entonces manejaba la producción de banano en estas tierras. Para
los abuelos que poblaban Aracataca en aquella época, la llegada del hielo representó un
avance notable. Acababan de descubrir un prodigio que servía para conservar los alimentos
y espantar el bochorno. Algunas veces, los guías espontáneos añaden que durante gran par-
te del siglo pasado el hielo fue un símbolo de estatus.
- Tú sabes, viejo gringo, hielito para la limonada del mediodía y hielito para el refresco del
atardecer.
Un lujo que no podía permitirse todo el mundo, apenas los ricos de Aracataca y los manda-
mases de la compañía bananera. Los bloques venían desde Ciénaga en un tren de la United
Fruit Company. Eran cubiertos con aserrín para evitar que se derritieran, pues la madera es
un aislante térmico. El que quisiera beber frío debía ir al patio y picar un poco de escarcha.
- Eche, Míster, tú sabes cómo es la película por aquí con estos calores.
Es posible que mientras el guía atiende a los forasteros aparezcan niños en chanclas de esos
que en la actualidad se ganan la vida vendiendo bolsas de agua helada. El anfitrión les dará
un vistazo cómplice, sonreirá.
- Las vueltas que da la vida: antes salía carísimo beber agua fría y ahora es lo más barato
del mundo. Trescientas barritas nada más, Míster. Hoy el hielo es el aire acondicionado
de los pobres.
El guía retoma su discurso en el mismo punto en que lo había abandonado, cuando hizo la
digresión. Entonces dice que en los años veinte del siglo XX a los niños les encantaban esos
bloques, pues estaban surcados por agujas que se tornaban iridiscentes cuando les pegaba
el sol. Así que uno de los planes familiares predilectos era entrar en esta casa a contemplar
el hielo. Gabito —así lo llaman casi todos— seguramente vino muchas veces con su abuelo,
el coronel Nicolás Márquez. Lo que pasa es que según la novela quien vino a conocer el hie-
lo fue el coronel Aureliano Buendía. ¡Es que ese Gabito es más embusterooooo!
En el Macondo real, mucha gente vive convencida de que conoce al dedillo cada elemento
del Macondo ficticio. Cita a sus personajes como si los hubiera visto en la vecindad, describe
sus espacios como si los tuviera al frente. De eso me habla ahora el poeta Rafael Darío Ji-
ménez mientras entramos en la Casa del Hielo.
- ¿Casa del Hielo?
El nombre suena irónico: al franquear la puerta, nos recibe una vaharada de aire caliente. En
el suelo hay un reguero de cables eléctricos y muchas piezas automotrices desbaratadas.
- Esto es ahora un taller mecánico -dice Jiménez.
Son muchos los visitantes que buscan en el Macondo real la resonancia poética del Macon-
do literario. Pero acá el hielo no es un témpano luminoso que permanece intacto en la me-
moria sino una sustancia vulgar que se deslíe entre las manos.
Eso sí: me cuenta el poeta Jiménez que algunos visitantes insisten. Quieren saber, por ejem-
plo, qué mujer del pueblo fue el molde original de Petra Cotes, la amante de Aureliano Se-
gundo en Cien años de soledad. Nunca falta un nativo astuto que aporte el dato solicitado.
Esa es Fulana, la querida de Perencejo.
Los guías agregan a continuación que según decían sus padres que habían dicho sus abue-
los, el Mauricio Babilonia de la novela era un electricista que cada vez que pasaba por donde
los Márquez Iguarán —abuelos de Gabito— dejaba tras de sí un enjambre de mariposas
amarillas.
Curiosamente, muchos de los nativos jamás han leído un libro de García Márquez. Pero lle-
van años oyendo hablar de sus criaturas y de sus historias, saben de sobra cómo explotar
ciertos códigos macondianos. Además, sienten que el Macondo de la literatura es un simple
reflejo de la vida de ellos. Así que ¿para qué perder el tiempo buscándolo en las novelas
cuando pueden verlo en sus propias esquinas?
- ¿Ustedes quieren saber quién era la tal Rebeca que comía tierra? Una señora llamada
Francisca que vivía en la calle Monseñor Espejo.
Le digo a Rafael Darío que si yo fuera un lugareño sin formación académica, también pensa-
ría que conozco a mi coterráneo más ilustre, sin necesidad de haberlo leído. Total, llevo
años viéndolo en la prensa, he oído su voz en la voz de todo el mundo. Si fuera un aldeano
más y cerrara los ojos para que alguien me leyera pasajes de Cien años de soledad en voz al-
ta, sentiría que me nombran a mis parientes cercanos, sentiría que me conducen a través de
senderos familiares. Reconocería el aguamanil donde se lavaba las manos la tía y el mosqui-
tero donde se guarecía el tío. Reencontraría en la ficción ciertos objetos de la realidad que
ya no se ven en la realidad misma: la cama de tijera, el gramófono, la bacinilla de peltre.
Identificaría el gallo de riña de mi compadre, supondría que Remedios la Bella ascendió al
cielo envuelta en las sábanas blancas que lavó mi nana esta mañana. Vería a Úrsula Iguarán
como la personificación de mi bisabuela: cegatona, indestructible. Entiendo a esos paisanos
que no ven las historias de García Márquez como transposición poética de la realidad, sino
como simple reproducción documental de los sucesos cotidianos que narraban los vecinos.
- Eche, gringo, ¿quién dijo que Gabito inventó esos cuentos? Él mismo se la pasa diciendo
en las entrevistas que solo ha sido un notario. Vea pues, por mi madre.
Los paisanos de Gabito saben que él es un señor muy importante con unas alas enormes, ni
más faltaba, saben que es célebre, celebrado, gracioso, distinguido, pero muchos de ellos no
lo ven precisamente como fabulador, como alguien que creó el universo por el cual se volvió
tan famoso. Lo ven tan solo como un amanuense, como un tipo que supo plasmar en los li-
bros el acervo que heredó de sus mayores, un compadre que echó en su maletín de viaje los
cuentos de todos, y los hizo circular hasta en el último rincón del planeta.
En este momento el poeta Rafael Darío Jiménez me entrega uno de los muchos recortes de
prensa que ha ido acumulando en su larga vida como estudioso de la obra de García Már-
quez. Hace varios años fundó en Aracataca el restaurante Gabo, una especie de altar al que
acuden los devotos del escritor. Allí pueden rendirle culto y, de paso, comerse un buen filete
de pargo rojo con patacones. En las paredes hay portadas de revistas dedicadas a Gabito,
fotografías de Gabito, autógrafos de Gabito. Mientras uno se sienta en el taburete de cuero
a esperar el almuerzo, puede escuchar fascinado al anfitrión, que conversa con la gracia típi-
ca de los palabreros del Caribe.
- El primer Macondo que existió fue un árbol —dice—. Es originario de África y alcanza
hasta 35 metros de altura.
- Como la bonga.
- Como la bonga. En la Zona Bananera había una finca que todavía existe. Se llama Ma-
condo porque tenía muchos árboles de esos.
- La finca vendría siendo el segundo Macondo.
- Exacto. El tercero es el de Gabito. Él cuenta en sus memorias que un día iba viajando en
tren y de pronto vio la finca a un lado de la carretera. Leyó el letrero “Macondo” de la
fachada y quedó impresionado.
- Claro, esta historia de la finca también es una parte muy conocida del mito.
- Gabito cuenta que antes de acabar el viaje, supo que el pueblo de Cien años de soledad
se llamaría Macondo.
- Tercer Macondo, pues.
- Sí, el tercero. El primero y el segundo eran Macondos reales. El Macondo de Gabito es
un mundo imaginario como el condado de Yoknapatawa creado por Faulkner.
Le digo a Rafael Darío que, en principio, el Macondo de la ficción se alimentó del Macondo
de la realidad, pero después empezó a suceder lo contrario: la voz del escritor —irresistible,
contagiosa— le impuso ciertos códigos a la realidad. Para la muestra, un botón: en Colombia
nunca hubo un registro exacto de los trabajadores masacrados durante la huelga bananera
de 1928. Gabito escribió en Cien años de soledad que habían sido 3000, y así pasó a la histo-
ria. Entonces un congresista propuso un minuto de silencio en honor a las 3000 víctimas de
la matanza.
Si en el remoto país capitalino los senadores de la República inventan la realidad a partir de
la ficción, con mayor razón tienen que hacerlo los habitantes de este ardiente Macondo real
donde nació el truco.
Así las cosas, vamos desembocando en una conclusión exótica: también es posible reinven-
tar la cotidianidad a través de los espejismos. La realidad como imagen de sí misma, la ima-
gen como una nueva realidad.
Extiendo frente a mis ojos, por fin, el recorte de prensa que me acaba de pasar Rafael Darío.
Él sonríe, pone su índice derecho sobre un párrafo escrito por el propio García Márquez. Lo
leo en voz alta:
“Siempre he tenido un gran respeto por los lectores que andan buscando la realidad escondi-
da detrás de mis libros. Pero más respeto a quienes la encuentran, porque yo nunca lo he lo-
grado. En Aracataca, el pueblo del Caribe donde nací, esto parece ser un oficio de todos los
días. Allí ha surgido en los últimos veinte años una generación de niños astutos que esperan
en la estación del tren a los cazadores de mitos para llevarlos a conocer los lugares, las cosas y
aun los personajes de mis novelas: el árbol donde estuvo amarrado José Arcadio el viejo, o el
castaño a cuya sombra murió el coronel Aureliano Buendía, o la tumba donde Úrsula Iguarán
fue enterrada —y tal vez viva— en una caja de zapatos”.
Sonrío, bebo un sorbo de la limonada repleta de hielo que hace un momento me trajo la
camarera. Sigo leyendo.
“Esos niños no han leído mis novelas, por supuesto, de modo que su conocimiento del Ma-
condo mítico no proviene de ellas, y los lugares, las cosas y los personajes que les muestran a
los turistas solo son reales en la medida en que éstos están dispuestos a aceptarlos. Es decir,
que detrás del Macondo creado por la ficción literaria hay otro Macondo más imaginario y
más mítico aún, creado por los lectores, y certificado por los niños de Aracataca con un tercer
Macondo visible y palpable, que es sin duda el más falso de todos. Por fortuna, Macondo no es
un lugar sino un estado de ánimo que le permite a uno ver lo que quiere ver, y verlo como
quiere”. SALCEDO
De modo que Macondo no se lleva por fuera sino por dentro. Está en el alma, mucho más
allá de las piedras del Macondo real, mucho más allá de las páginas del Macondo literario.
Macondo es un mito que se elevó para siempre a los más altos aires, allá donde solo pueden
alcanzarlo los más altos pájaros de la memoria.
Macondo es una invención tanto del autor como de sus cultores. Ahora bien: las licencias li-
terarias con las que uno mata son las mismas con las que uno muere. En el epígrafe de Vivir
para contarla, su libro autobiográfico, García Márquez dice: “La vida no es la que uno vivió
sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”.
Eso es, ni más ni menos, lo que aplican quienes hacen turismo con los elementos que le sir-
vieron a Gabito para hacer literatura. Ellos también tienen sus historias, ellos también na-
rran.
- Eche, gringo, ahora no te pongas a averiguar si lo que oíste es cierto o falso. A nosotros
no nos interesa esa vaina. Si te lo dijimos es porque es cierto.
En el Caribe la verdad no sucede: se cuenta.
Hace poco, otro gran escritor de esta región, Ramón Illán Bacca, me contó una historia de
esas que demuestran que en el Caribe lo importante no es saber la respuesta sino decirla, y
decirla con gracia. En cierta ocasión Ramón estaba conversando con un tipo que, de repen-
te, mencionó “la espada de Demóstenes”. Ramón, dueño de una vasta erudición, no aguan-
tó la tentación de corregirlo.
- Es la espada de Damocles.
Pero el tipo, lejos de acomplejarse, supo encontrar un argumento bastante digno.
- Bueno, da lo mismo que sea Demóstenes o Damocles porque en esa época todo el
mundo andaba armado con espada.
Aquella mañana, al otro lado de la línea telefónica, Ramón soltó entre carcajadas su conclu-
sión luminosa: en el Caribe a nadie le dan ganas de suicidarse por confundir el talón de
Aquiles con el de Atila, ni por lavarle las manos a Herodes y dejárselas sucias a Pilatos.
- Así que resérvate esos escrúpulos racionales, Míster, no vengas de por allá tan lejos a
dañarnos el cuento.
Cada persona con la que uno se tropieza tiene su propio Macondo, cada quien va por ahí
con la historia que le tocó en suerte. Ahora, mientras Rafael Darío Jiménez guarda el recorte
de prensa, recuerdo una anécdota que me contó el poeta Juan Manuel Roca cuando le
anuncié mi viaje a Aracataca.
Una tarde, después de un recital en Santa Marta, Roca vino a este pueblo con varios poetas
de otros países, entre ellos el cubano Eliseo Alberto. El guía que los recibió era el tipo más
locuaz del mundo. Sin ningún pudor buscaba en el Macondo real ciertas equivalencias del
Macondo ficticio. La peste del olvido, según él, surgió en el Puente de los Varaos; el hilo de
sangre que recorrió la Calle de los Turcos en Cien años de soledad era de un tipo que había
sido amigo de su abuelo, y así. Uno de los poetas, medio en broma y medio en serio, le ob-
sequió un cumplido.
- ¡Qué inteligente es usted!
Entonces el guía le expresó su gratitud al mejor estilo macondiano:
- Me gusta que me digas eso, poeta. Es que aquí en Aracataca todos somos inteligentes,
lo que pasa es que Gabito es el único que sabe redactá.
Vine a la Zona Bananera del Magdalena, en el Caribe colombiano, porque me dijeron que
acá quedaba Macondo, el mítico pueblo creado por el escritor Gabriel García Márquez. Lle-
vo cuatro días recorriendo este territorio y aún sigo preguntándome dónde está Macondo,
cuáles son sus confines.
- Macondo queda por allá arribita, compadre. Es una finca.
- ¿Macondo? Ñerda, esa te la debo: no sé.
- Macondo es toda la tierra que pisamos —dice el poeta Rafael Darío Jiménez—. Por don-
de veníamos era Macondo y para donde vamos será Macondo.
- Eche, me extraña esa pregunta. Macondo está en los libros de García Márquez. ¿Acaso
tú no has leído Cien años de soledad?
He encontrado a Macondo en varios elementos a lo largo de mi caminata. En las plantacio-
nes de banano que se extienden a ambos lados de la carretera. En la canícula de las dos de
la tarde. En la gallina jabada que puso un huevo en el alar y después alborotó el vecindario
con su cacareo. En las calles contiguas a la finca donde nació esta fábula: polvorientas, tor-
cidas. Sin duda, en ese pasaje el mundo es todavía tan reciente que muchas cosas siguen ca-
reciendo de nombre y para mencionarlas hay que señalarlas con el dedo. He encontrado a
Macondo, digo, en esa tristura que a veces tiene la gente aunque muestre una risa. En las
conversaciones sobre la guerra, la guerra de siempre que pasa del Macondo real al ficticio y
viceversa. En la anciana enlutada que a pesar de su apariencia frágil estremece la casa con
su voz de mando. En el caos, en la desmemoria, en la repetición cíclica de nuestras calami-
dades. En los cuentos que me contaron sobre las disputas políticas eternas y sobre la co-
rrupción sistemática.
Macondo es esta Aracataca por donde voy caminando, aunque ya no sea una aldea de 20
casas de barro y cañabrava, como en la novela, sino una villa de 40.000 habitantes. Macon-
do es también lo que he oído durante el viaje.
Fui al colegio Gabriel García Márquez a entrevistarme con el profesor Frank Domínguez, co-
nocedor de la obra de Gabito. Me dijo que Macondo es chispa, brujería. Mantente alerta y
oirás su música. Macondo suena, Macondo canta, Macondo encanta.
- Si vas a escribir sobre Macondo —me dijo el profesor Domínguez— tienes que leer a
Federico Nietzsche.
En ese momento, desde luego, me sentí a punto de alucinar.
- ¿Nietzsche en Macondo?
- Claro que sí: Nietzsche. Él dijo la mejor frase que conozco para describir a Gabito: “La
potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utili-
zar”.
- Qué buena frase.
- Es el epígrafe del libro que escribí para celebrar el humor de Gabito.
Cuando iba saliendo del colegio, volví a toparme con el espíritu disparatado del que me ha-
bló Ramón Illán Bacca. En una de las paredes leí la siguiente cita, atribuida al poeta “Pedro”
Neruda: “Cien años de soledad es quizá la más grande revelación de la lengua española des-
pués de Don Quijote de Cervantes”.
A esas alturas ya había entendido las reglas de juego. En Macondo da lo mismo Pedro que
Pablo porque acá, carajo, todos son poetas. Ya dije que Macondo es lo que uno oye mien-
tras transita por la Zona Bananera.
Aguza el oído, quédate quieto cuando zumbe la brisa. Después, caminas un poco más y oyes
a la profesora Aura Ballesteros a quien llaman, “Fernanda del Carpio” porque es “la cachaca
de la historia”. Ella nació en Simijaca, cerca de la fría Bogotá.
- Macondo es un chorro de luz —dice—.
Acá el sol no se oculta por mucho tiempo. Buscando a Macondo en los paisajes y en las vo-
ces de la Zona Bananera, desemboqué en una historia insólita, la historia del holandés Tim
Aanˈt Goor, quien llegó a Aracataca a lo mismo que llegan todos los visitantes: quería en-
contrar en la realidad la magia que le había deslumbrado en la literatura.
Vino por una semana y ya lleva tres años. Hace poco construyó en el pueblo una bóveda pa-
ra enterrar simbólicamente a Melquíades, el gitano inolvidable del Macondo ficticio.
Cuando conocí la tumba, me pregunté si el Macondo de mi crónica también tendría un final
alegórico. Pero ahora estoy aquí, en Bogotá, frente a mi computador, convencido de que
Macondo es mucho más que todo lo que vi y oí en la Zona Bananera. Macondo se vino con-
migo porque siempre ha estado dentro de mí. Es la pasión por narrar que bebí en la palabra
de Gabito, mi profeta, el único brujo al que le creo. Muchos pueden contar bien una histo-
ria, pero pocos son capaces, como él, de crear un universo personal fácil de identificar des-
de la primera hasta la última línea. Y por eso me parece más justo cerrar los ojos para que
Macondo siga vivo en mi memoria y las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan
por fin la segunda oportunidad que se merecen.
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