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resultado de una violación, cuando el feto tiene malformaciones graves ó cuando pone en riesgo la salud y la vida de
la mujer. Se calcula que en Colombia se practican 350000 abortos al año- cuentas alegres porque muy seguramente
son muchos más- y el fallo de la corte incidiría solo en 42.780, lo que correspondería al 12% objeto de la
despenalización. El fallo de la corte ha originado pronunciamientos a favor y en contra por parte de los diferentes
estamentos de la sociedad. El fallo tiene tal vez una trascendencia ética y moral, pero su impacto en la problemática
general del aborto es mínimo. La mortalidad y morbilidad materna no va a cambiar, como algunos cándidamente
piensan. Lo que sí, muy seguramente va a ocasionar es el aumento del volumen de trabajo de los hospitales y de los
ginecólogos, pues además de atender los casos de abortos, ahora aparece un nuevo trabajo y es el de definir si los
casos se ajustan al marco legal establecido, pues muy seguramente muchos casos de embarazos no deseados van a
pretender buscarle el pierde a la ley para ajustarse al marco legal. La cobertura de la planificación familiar, la
educación, la influencia de los líderes religiosos para lograr que sus feligreses tengan un comportamiento sexual
responsable, la política social que le cambie el panorama socio económico a la gente. El aborto ilegal en Colombia
existe en una proporción subvalorada estadísticamente y su frecuencia contrasta con la frecuencia de su penalización.
Como es sabido, la Corte Constitucional despenalizó en 2006 los abortos, en Colombia, en tres casos concretos:
Violación, riesgo de muerte para la madre y malformaciones congénitas del feto. Para una persona con principios
morales o éticos, estas causales son lógicas y suficientes; pero aplicarlas por acá resulta casi imposible por culpa de
nuestra tramitología. El problema se agrava porque cualquier dama angustiada puede aducir haber sido violada,
adquirir el abortivo Misoprostol con fórmula médica o en el mercado negro para iniciar su aborto y terminar siendo
atendida en un centro médico para evitar una hemorragia. Este conflicto se enmarca desde hace siglos entre los
extremos de dos principios morales básicos: El derecho a la vida del feto como si ya fuera una persona humana
desarrollada y el derecho a la libertad absoluta de la madre para decidir terminar su embarazo, hasta unas 12
semanas después de la fecundación del óvulo. Al respecto caben dos preguntas clave: ¿Es el derecho a la vida tan
absoluto que podemos forzar a todos nuestros conciudadanos para actuar en contra de sus convicciones? ¿Es el
derecho a la libertad de los ciudadanos para pensar y actuar tan absoluto que la vida de los nonatos depende
solamente de la clemencia materna? Numerosas personas consideramos que la mejor solución radica en gastar menos
tiempo en legalismos extremos y más en la educación de las familias, en especial, de las madres y de las niñas.
Recordemos que los derechos absolutos no existen, las circunstancias pueden incidir en la moralidad y en la legalidad
de las acciones humanas. Se afirma que en Colombia se presentan anualmente cerca de 400.000 abortos en forma
ilegal, de los cuales unos 130.000 son tan mal practicados que ponen en riesgo la vida de las madres. Una de cada
cinco niñas colombianas entre los 14 y los 19 años resulta embarazada. Finalmente, cerca del 50% de los embarazos
en Colombia son NO deseados. Al meditar sobre las cifras del párrafo anterior cabe preguntarnos de nuevo, ¿qué le
está sucediendo a nuestra sociedad para tolerar esto? ¿No sugiere la magnitud de estas estadísticas la existencia hoy
de una moralidad diferente? Numerosos expertos consideran que la calidad de las educaciones sexual, reproductiva y
moral que existe en el país es la culpable, en buena parte, de las cifras aludidas. La verdadera solución estriba en que
el los padres, el Gobierno y los líderes religiosos eduquen a sus hijos en estos temas y que adelanten campañas para
tal fin.