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La ayuda argentina al Paraguay en el plano logístico y militar durante la Guerra


del Chaco

Conference Paper · November 2012

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Maximiliano Zuccarino
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LA AYUDA ARGENTINA AL PARAGUAY EN EL PLANO LOGÍSTICO Y
MILITAR DURANTE LA GUERRA DEL CHACO.

Prof. Gerardo Vilar (UNMdP); Lic. Maximiliano Zuccarino (UNCPBA)

El 15 de junio de 1932, estalló en una de las zonas más inexploradas y


despobladas del continente americano, la denominada Guerra del Chaco, conflicto
bélico que enfrentó durante tres años a dos de las naciones más pobres de Sudamérica,
Bolivia y Paraguay, por los territorios del Chaco boreal; la misma fue la contienda
militar más brutal acaecida en nuestro continente durante todo el siglo XX con un saldo
de alrededor de 100.000 muertos.1

Este suceso, determinante en la historia contemporánea de América del Sur, no


pasó por alto, ni fue esquivo a la República Argentina. Nuestro país, por entonces
gobernado por el general Agustín Pedro Justo, tuvo mucha ascendencia en el transcurso
del conflicto armado. La Argentina, debido a su peso específico por sobre el resto de las
naciones sudamericanas, logró una preponderancia ante éstas en la búsqueda de una
solución que pusiera fin al litigio del Chaco boreal; primero doblegando las iniciativas
de Brasil y Chile y luego logrando evitar la injerencia diplomática norteamericana, que
mediante la Comisión de Neutrales, creada en 1929 a instancias de los Estados Unidos,
debatía en forma estéril los derechos de los beligerantes y pretendía panamericanizar el
conflicto (Olmos Gaona, 2000; 22) para que el mismo no escapara de su órbita de
dominio, chocando en más de una oportunidad con el accionar diplomático de nuestro
país (Zuccarino, 2010). Por otra parte es esencial destacar que tanto la clase política
argentina al igual que su empresariado, y que sus fuerzas armadas, consideraban al
espacio en conflicto y a sus adyacencias dentro de la esfera de influencia del país del
Plata, y argumentaban que el mismo no podía permanecer pasivo e indiferente ante un
enfrentamiento bélico que confrontase a dos de sus países limítrofes.

A través de su cancillería, encarnada en la preponderante figura de Carlos


Saavedra Lamas, ministro de Relaciones Exteriores, nuestro país abogó por una salida
pacífica del conflicto chaqueño, pero la política argentina no se circunscribió a esto
último sino que además tomó partido por uno de los contendientes colaborando con la
causa paraguaya. Esto no está en discusión ni es una novedad histórica, varias obras y
1
Aún hoy, las cifras sobre los decesos producidos por el conflicto bélico, son discutidas. El número que
mencionamos se acerca a las cifras oficiales, dadas a conocer por los países beligerantes.
relatos dan cuenta de ello2 pero pocas ahondan en los detalles de la ayuda que nuestra
nación brindó hacia su vecino paraguayo. Claro que todo esto sucedía, generalmente,
ante el descontento del canciller argentino, que desautorizaba, cuando sabía, todo tipo
de ayuda de la Argentina hacia el Paraguay.

Esto acontecía como producto de algunas desinteligencias que tenían Saavedra


Lamas con el presidente Justo, mientras el primero abogaba por la neutralidad
argentina ante la guerra, política que nuestro país mantuvo durante todo el conflicto
bélico3, el segundo, en oposición a la voluntad de su canciller, ejerció medidas
filoparaguayas y tuvo en otros miembros de su gabinete el apoyo necesario para poder
realizarlas, entre ellos el ministro de Guerra general Manuel Rodríguez; el ministro de
Agricultura Antonio de Tomaso, el ministro de Hacienda Federico Pinedo y el ministro
de Marina almirante Pedro Casal 4(Casal de Lizarazu, 2002). Claro que a este bando hay
que sumarles actores fundamentales para entender por qué nuestra nación actuó como lo
hizo. Ellos son banqueros y empresarios argentinos, que tenían fuertes lazos y vínculos
económicos con Paraguay en general, y que específicamente, en el Chaco boreal, o
Paraguay Occidental, eran dueños de la mayor parte de las tierras de dicha región
(Lewis, 2000; 140), siendo además los principales capitalistas de las actividades
comerciales que en el Chaco florecían, tales como la actividad maderera, la explotación
taninera y cierta actividad agrícola, aunque esta última era más modesta. Las mismas
eran comercializadas y se exportaban, vía fluvial mediante, por otros empresarios
argentinos que tenían el monopolio del transporte de materias primas paraguayas en el
río Paraguay.

Desde el momento en que se desencadenó la contienda bélica la postura en favor


del Paraguay por parte del gobierno argentino fue enérgica. Prueba irrefutable de ello es
el primer encuentro que sostuvo el embajador paraguayo en Argentina, Vicente

2
Véase Rivarola (1955); Rivarola Coello (1982); Bratzel (1974); Escudé y Cisneros (1998); Peña
Villamil (1994); Rocchi (2011); Ayala Moreira (1959); Rodríguez Alcalá de Gonzalez Oddone (1977);
Velilla de Arellaga (1984), entre otras. Todas las aquí mencionadas se encuentran citadas debidamente en
la bibliografía general.
3
Vale aclarar que a pesar de toda la ayuda que nuestro país brindó a Paraguay, Argentina, oficialmente,
siempre se declaró neutral, antes, durante y después de la guerra.
4
Según se sabe, Casal, recomendó al embajador paraguayo en Argentina, Vicente Rivarola, luego de una
reunión en la que el primero accedió a entregarle la ayuda que el segundo le encomendó en una lista, que
“este asunto hay que tratarlo con el presidente y el ministro de Guerra y fuera de la Cancillería”. Véase
Rivarola (1955), citado en la bibliografía general. Carta del embajador Rivarola al presidente Ayala
fechado el día 22 de julio de 1932, Buenos Aires, Argentina.
Rivarola5, con el presidente Agustín Justo, con respecto al posible inicio de las
hostilidades en el Chaco; el diplomático expuso a lo largo de la hora y media que duró
la entrevista la delicada situación de su país ante una eventual guerra contra Bolivia, de
la escasez de armas y la poca preparación de las tropas de su país, además de una
precaria situación económica. Justo se comprometió con el Paraguay y Rivarola le
entregó una lista con los suministros y pertrechos de guerra que su país precisaba, a lo
que el primer mandatario contestó “deme la lista ministro, y puede usted calmar su
emoción patriótica y estar tranquilo; el Paraguay no saldrá de ninguna manera
disminuido de la guerra. Ya recibirá mis instrucciones el Ministro de Guerra, con
quien usted puede conversar”. (Casal de Lizarazu, 2002; 46)

Más allá de lo recién expresado vale destacar y mencionar que la afinidad


argentina para con el Paraguay se remonta a unos años antes de iniciarse el conflicto
bélico. En 1925 Paraguay realizó una adquisición de armas que tuvo el asesoramiento
pleno de la misión militar argentina que se encontraba en Europa adquiriendo el
material bélico. El presidente paraguayo, Eligio Ayala (1924-1928), encomendó a su
ministro plenipotenciario en Washington, Dr. Eusebio Ayala, la misión de adquirir el
armamento moderno necesario, dentro de las limitaciones impuestas por los recursos
financieros del país (Peña Villamil, 1994; 175). Toda la correspondencia entre
presidente y ministro reflejan el proceso y las dificultades que Paraguay tenía para
adquirir armamento bélico, lógicamente sin levantar sospechas y dentro del máximo
sigilo posible. Una de las cartas expresa lo siguiente “El periodo de transición entre el
estado de insolvencia bélica y el de mediana preparación defensiva es el peligroso para
nosotros. Y a ese periodo la única garantía de nuestra integridad territorial y de la paz,
puede ser la solidaridad internacional, el apoyo moral por lo menos de un país amigo.
Y ese país, por múltiples razones actuales, puede ser la Argentina. El gobierno
argentino tenía una comisión técnica en Europa desde hacía muchos meses y pensamos
que esta comisión podría ayudarnos con el resultado de sus estudios. Así íbamos a
ganar tiempo y mantener las reservas necesarias de las gestiones. Además, de este
modo estrecharíamos relaciones con la Argentina, lo que nos convendría mucho,
porque claro está, que si Bolivia se propone suscitarnos para exigirnos una solución
por la violencia, no esperará tengamos las armas en las manos para acometernos. La

5
Personaje clave para comprender e investigar nuestro objeto de estudio. Hombre de total confianza del
presidente paraguayo Eusebio Ayala; fue responsable de recolectar toda la ayuda posible desde Argentina
hacia Paraguay, desde material militar y préstamos económicos, hasta apoyo civil y de la prensa.
Argentina podrá prevenir o atajar una agresión temeraria, si no en interés nuestro, por
lo menos para mantener la paz internacional cuya perturbación sería funesta para
todos los estados.” 6

Desde Europa el ministro Eusebio Ayala en misión especial para adquirir el


armamento dispuesto por el gobierno de su país, informaba a su presidente “En lo que
respecta a la adquisición de armamentos me permito hacer las siguientes reflexiones:
Deseo también llamar la atención sobre la necesidad de que antes de recibir el
material, tengamos el personal que debe manejarlo. El material de comunicaciones es
sumamente delicado y no creo que haya en nuestro país quien pueda manejarlo en
forma. El Mayor Macías (miembro de la comisión militar argentina en Europa) me dijo
que en la Argentina misma tropiezan con grandes dificultades en este sentido”.7

En otra de sus correspondencias, bajo el rótulo de Personal y Confidencial, el


ministro expresaba al presidente: “Calculo que estaré 10 ó 12 días más en España.
Después tendré que ir a Suiza y a Austria para estudiar con los jefes argentinos los
contratos de cartuchos, pues hemos decidido (con los argentinos) no comprar en
España por ser la pólvora usada y las balas que fabrican de inferior calidad a las que
tiene el ejército argentino”. 8

La injerencia militar argentina en cuestiones paraguayas, no se limitaba a lo


previamente expuesto. Ante los sucesos ocurridos en fortín Vanguardia en 1928, que
estuvieron al borde de desencadenar la guerra debido a incidentes entre patrullas de
ambos países, el estado paraguayo, ya bajo la presidencia de José Patricio Guggiari
(1928-1932) decidió fundar la Escuela Superior de Guerra de ese país, bajo la tutoría de
una misión militar argentina que estaba conformada por los señores Teniente Coronel
Abraham Schweizer y Facundo Millan Quiroga; Mayores Roque Lanús y Valentín
Campero, Capitán Jorge D. Souville y Teniente Carlos Badaro (Velilla de Aréllaga,
1984; 86). La apertura de los cursos de la Escuela Superior de Guerra marcó un paso
trascendental en el progreso de las fuerzas armadas paraguayas. Al acto inaugural
concurrieron el presidente, ministros, diplomáticos extranjeros, agregados militares,
entre ellos los de Bolivia y Perú y distintas personalidades. De la misma surgieron un
6
Archivo de Eligio Ayala. Carta del presidente Eligio Ayala al ministro Eusebio Ayala, fechada el día 17
de agosto de 1925, Asunción, Paraguay.
7
Ibídem. Carta del ministro Eusebio Ayala al presidente Eligio Ayala, fechada el día 13 de octubre de
1925, París, Francia.
8
Ibídem. Carta del ministro Eusebio Ayala al presidente Eligio Ayala, fechada el día 6 de noviembre de
1925, Madrid, España.
grupo de brillantes oficiales que contribuyeron a la obtención de las victorias en la
próxima Guerra del Chaco, a pesar de su poco tiempo de funcionamiento (Casal de
Lizarazu, 2007; 82-83). Entre otros se destacó Higinio Morínigo, que más tarde sería
presidente de Paraguay.

En vísperas de la guerra, en 1931, la inteligencia y la logística de nuestro país ya


estaban operando; un ejemplo de ello es la comisión “reservada” de la que formó parte
el entonces capitán Juan Domingo Perón. La comisión debía recorrer el norte del país
para dilucidar cuestiones de competencia en las fronteras que delimitan la jurisdicción
argentina y de las repúblicas hermanas de Bolivia y Paraguay. La misma estaba
conformada, además, por el ingeniero Dionisio Quinteros y los señores Mauricio Sulick
y Miguel Ángel Cullen quienes hicieron reconocimientos en las zonas de Las Lomitas,
Villazón, las cercanías del fortín Camiri y parajes adyacentes que serían posteriormente
escenarios de encarnizados combates durante la Guerra del Chaco (Casal de Lizarazu,
2002; 87). Llevaron a cabo actividades secretas y sumamente delicadas para la
seguridad del Estado. Una prueba de ello es que se ha suprimido toda información de
prensa al respecto.9

Si bien no hay mayores detalles de la misión, gracias a la correspondencia entre el


embajador Rivarola y el presidente Ayala podemos conocer el papel de Perón y su
cercanía con el Paraguay. Una vez iniciada la contienda, fue el propio Perón quien
propuso al coronel Félix Toledo (quien tenía fuertes lazos con Paraguay, donde había
sido agregado militar entre 1927 y 1929) como gobernador de Formosa, cargo que
ocupará hasta 1935. Era vital para nuestro país tener a un militar reconocido y de alto
rango10 al mando del poder político de esta provincia (en ese momento tenía status de
territorio nacional) y que esté al tanto de la parcialidad argentina a favor de Paraguay. El
embajador Rivarola informa al presidente Ayala que “El Coronel Toledo salió esta
tarde para Formosa, donde se hará cargo de la Gobernación del territorio. Ud. conoce
todo lo amigo nuestro que es, igual que si fuera paraguayo. Conversamos mucho antes
de su viaje. Le parece perfectamente factible la ejecución de las indicaciones del Mayor
(sic) Perón, Secretario del Ministro de guerra”.11

9
Ver Aguirre, Orlando Raúl, Las tres visitas de Perón a Formosa, en XX Encuentro de Geohistoria
regional, Resistencia, 2000 HGHI-CONICET, pág. 11-13. Citado en Casal de Lizarazu, 2002 p. 87.
10
Inclusive, Toledo había sido presidente del Círculo Militar en el año 1926, cargo de prestigio que
ocupan exclusivamente militares condecorados.
11
Carta del embajador Vicente Rivarola al presidente Eusebio Ayala, fechada el día 1 de octubre de 1932,
Buenos Aires, Argentina. Véase Rivarola Coello, 1982; págs. 100-101.
Iniciadas las hostilidades, la Argentina, luego de haber declarado su neutralidad
en el conflicto12, procedió a cerrar la frontera común, tanto con Paraguay como con
Bolivia, y a su estrecha vigilancia con carácter permanente para evitar situaciones que
podrían afectar a uno u otro de los beligerantes. De esta manera, se organizó en
septiembre de 1932 una agrupación de tropas de todas las armas y servicios del ejército,
con participación inclusive de la marina de guerra y que recibió la denominación de
Destacamento Mixto “Formosa”. Estableció su cuartel general en Las Lomitas,
localidad del territorio nacional de Formosa, y distribuyó sus puestos y patrullas a lo
largo de los 800 km que comprende nuestro límite con Bolivia y Paraguay. Fue
designado comandante el coronel Andrés Sabalain13, proveniente del arma de caballería
quien era un convencido de que Bolivia ganaría la guerra y no disimulaba las
preferencias hacia ese país (Pignatelli, 2011; 67).

Para evitar rispideces y malos entendidos con Bolivia, la Argentina decidió retirar
la misión militar que comandaba el coronel Schweizer en Asunción, lo cual no impidió
que éste se desempeñara como asesor técnico en la organización del ejército paraguayo.
Al estallar la guerra siguió con sus labores, aunque cambiando su denominación por la
de agregado militar de su embajada. El mencionado jefe, después de cada acción
favorable al Paraguay, visitaba el frente de batalla. Por ejemplo el día 4 de octubre de
1932 estuvo en Boquerón14, acompañando al presidente Ayala que fue allí a conceder
ascensos y honores por la recaptura del fortín. (Ayala Moreira, 1959; 346)

Este activo conductor de la guerra tan luego estaba en el frente, como en las
ciudades paraguayas y argentinas, resolviendo tareas múltiples. Sus “viajes relámpago”
a Buenos Aires, como el acontecido en los primeros días de noviembre de 1932, tenían
como finalidad alistar oficiales para que logren promociones rápidas y encuadrarlos en
nuevas unidades para futuras ofensivas paraguayas en el Chaco. Desde la capital
argentina trae consigo cinco profesores militares, con los que preparará centenares de
oficiales de reserva o de complemento, para auxiliar al “aliado” e incrementar los
cuadros del ejército (Ayala Moreira, 1959; 347). Es por todo ello que Schweizer fue

12
Como ya se ha mencionado, la misma no se cumplió nunca. En tal sentido vale destacar la afirmación
que el Presidente Agustín Justo le hacía al Embajador paraguayo Vicente Rivarola “la neutralidad
argentina sería benevolente para Paraguay y estricta para Bolivia.” Ver Vicente Rivarola, Memorias
Diplomáticas, Volumen II, págs. 251-254. Editorial Ayacucho, 1955.Citado en Escudé y Cisneros 1998.
13
República Argentina. Reseña histórica y orgánica del Ejército Argentino; Volumen 639-640, pág. 139.
Círculo Militar, Buenos Aires, marzo-abril 1972.
14
Escenario en que tuvo lugar la primera gran batalla de la Guerra del Chaco.
nombrado General Honorario en Paraguay como reconocimiento por ser uno de los
responsables de la estrategia bélica que llevaría a la victoria a la nación guaraní sobre la
boliviana (Pignatelli, 2001; 65).

A lo largo de la guerra, la Argentina accedió a entregarle a Paraguay todo lo que


precisaba. Lo que el Estado Mayor guaraní necesitaba para sus tropas apostadas en el
Chaco, las fuerzas armadas argentinas se lo conseguían y enviaban. El contrabando de
armas desde Argentina al Paraguay fue una constante durante todo el transcurso del
conflicto armado; el testimonio del Almirante Isaac Rojas demuestra esto último, a la
vez que ilustra el papel clave que desempeñó en el contrabando de armas y en la
logística paraguaya la Armada Argentina, “Había estallado la guerra del Paraguay y
Bolivia, y yo prestaba servicios en un buque de río. Un día, nos ordenaron cargar dos
millones de balas de fusil mauser y 60.000 tiros de pistola para trasladarlos por el río
Paraná al norte. Cumplimos la orden. Yo era alférez, trabajamos a destajo para
cargar. Había cajones de munición hasta en los camarotes. En todas partes. Y
zarpamos. La munición la entregamos a los paraguayos, y eso fue una orden del
presidente Justo… llegamos allá y de noche se nos atracaron unas lanchas paraguayas
y descargamos todas las municiones, frente al puerto argentino de Clorinda”.15

Otro embarque con materiales bélicos desde Argentina, al inicio de la contienda,


fue el que partió el 16 de agosto, con la supervisión del coronel Jones, jefe del arsenal
de guerra del ejército argentino. En el mismo iban unas partidas de monturas (alrededor
de 500), caramañolas y carpas individuales y cincuenta mil tiros de pistolas Colt. El
embajador Rivarola informaba al presidente Ayala que para el 20 de agosto se dirigiría
otro embarque en el cual “se enviará lo que falta para completar las mil quinientas
monturas, cinco mil caramañolas y cinco mil carpas individuales”.16

Hasta la propia Bolivia, que conocía del favoritismo argentino por Paraguay, se
sorprendió por tamaña ayuda y por lo tan evidente de la misma; en el mes de septiembre
de 1932, en pleno combate de Boquerón, un radiograma boliviano informaba a La Paz
que sus tropas habían tomado elementos de combate con escudo argentino. (Ayala
Moreira, 1959; 347)

15
Fraga, Rosendo, El general Justo, Buenos Aires, Emecé, 1993, pág. 290-291.
16
Rivarola Coello, Vicente; Cartas Diplomáticas. Carta de Vicente Rivarola al presidente Ayala, fechada
el 14 de agosto de 1932, Buenos Aires, Argentina. Págs 72-73.
Paralelamente al envío de armas y demás suministros bélicos, hay que mencionar,
además, el aporte del espionaje argentino para con la causa paraguaya, que estaba
interiorizado de todo lo que ocurría en Bolivia gracias a sus espías apostados en este
país al igual que gracias a los espías que se encontraban en Salta y Formosa. El coronel
Asdrúbal Guiñazú, jefe del Estado Mayor de la división argentina destacada en Salta,
era pariente del embajador paraguayo Vicente Rivarola, y desde antes del choque que
dio inicio a la guerra en laguna Chuquisaca (Pitiantuta para los paraguayos), informaba
de las adquisiciones de víveres que el ejército de Bolivia efectuaba en el norte
argentino. (Querejazu Calvo, 1965; 169)

Mediante los informes de inteligencia de diferentes espías ubicados en distintos


lugares, el Estado Mayor General del Ejército Argentino se reunía en forma periódica y
frecuente para estudiar la situación estratégica de los ejércitos boliviano y paraguayo en
el Chaco. Estas reuniones eran dirigidas por el general Ramón Molina, jefe del Estado
Mayor argentino y considerado como uno de los estrategas más notables del continente;
de las mismas se sacaban conclusiones y directivas que eran presentadas al ministro de
Guerra argentino y éste las retransmitía al gobierno y al comando paraguayos
(Querejazu Calvo, 1965; 167).

También importantes dentro del ámbito del espionaje y de la logística fue el papel
de los criptógrafos argentinos que descifraban los códigos de los cables bolivianos;
hecho que intrigó mucho a La Paz, hasta que comprobó la ayuda de nuestro país
también en el rubro de las telecomunicaciones. Los altos mandos paraguayos sabían con
anterioridad las acciones que su enemigo llevaría a cabo en el campo de batalla,
teniendo en sus manos una valiosa ventaja estratégica. Durante los primeros meses de
batalla, todas las noches a las 24 y 30 horas (sic), la Argentina pasaba un parte de su
Estado Mayor, firmado por su jefe, el coronel Vaccaressa, en que daba la opinión táctica
y estratégica argentina, con la situación general y la del día, para el futuro de las
operaciones. Luego el ejército paraguayo descifró los códigos bolivianos a través del
teniente Martínez Ramella y otros y ya no fue necesario que el Estado Mayor argentino
se molestara (Rodríguez Alcalá de González Oddone, 1977; 41).

Tanto personal del ejército como de la Armada Argentina, contribuyó al servicio


criptográfico del Paraguay durante toda la guerra. El servicio fue desarrollado en
diferentes ciudades, inclusive bolivianas, pero el más importante fue el que se desarrolló
en territorio argentino.

El coronel boliviano Rogelio Ayala Moreira, autor del libro Por qué no ganamos
la guerra del Chaco, comenta en su obra que conserva una carta de Miguel Mercado
Moreira, quien era Asesor General de la delegación boliviana en la Conferencia de Paz
que se llevaba a cabo en nuestro país en 1935, dirigida desde Buenos Aires, en los días
en que sesionaba la misma. La correspondencia dice lo siguiente: “Mi amigo el Dr.
Daniel Antokoletz, viejo asesor de la Cancillería Argentina en actual función, con
franqueza que le honra y hace honor a la amistad, acaba de hacerme una revelación
que en mi concepto es sensacional, por lo mismo considero de gran utilidad para el
país y para nuestro comando. Ella dice “el mayor daño que ustedes han recibido de la
Argentina, durante el conflicto del Chaco, está en que oficiales argentinos, provistos
de equipos radiotransmisores y receptores, estacionados a lo largo de la frontera
boliviana, captaron y descifraron toda la correspondencia secreta de Bolivia,
transmitiéndola directamente al comando paraguayo.(sic) –Agregando- que no hay
clave que no pueda descifrarse.”“Toda clave puede ser descifrada cuando se dispone
de material criptogáfico especializado y así desde Villazón hasta Esteros, desde La Paz
a Villamontes había agentes argentinos desplegados en territorio nacional y propio,
contaban uno a uno nuestros elementos que acudían al lejano teatro de operaciones y
captaban los cifrados que descubrían nuestras intenciones operativas para
comunicarlos de inmediato al comando paraguayo. Esta labor de significado
incalificable, de quienes se decían neutrales, proporcionó al comando adversario, que
jamás agradecerá lo suficiente, elementos valiosos para orientar su acción y
contrarrestar la nuestra”.17

De la Argentina llegaban, además, la gasolina y el trigo consumidos por el


ejército paraguayo, a lo que se sumarían productos químicos e insumos médicos. El
abastecimiento de víveres y municiones destinados a las tropas paraguayas, aunque
negado oficialmente, se concedía sobre la base del paso clandestino. Alguna parte del
combustible empleado por Paraguay provenía del petróleo que la Standard Oil
Company enviaba a la Argentina, de procedencia boliviana, por el oleoducto que
cruzaba el río Bermejo en dirección de Aguas Blancas, de donde se trasladaba a Elordi,

17
Ayala Moreira, Rogelio; Por qué no ganamos la guerra del Chaco. Talleres gráficos bolivianos, La
Paz, Bolivia, 1959, pág. 364.
refinería en el norte argentino de propiedad de la compañía norteamericana. Este mismo
combustible boliviano llegaba por ferrocarril a Formosa y movía después camiones
paraguayos en el Chaco y transportes en retaguardia18. También proveía combustibles la
Compañía Petrolera Astra, a través de los buques de la empresa naviera Mihanovich,19
quien gracias a su director gerente, Luís Dodero, pudo lograr la complicidad de las
autoridades porteñas para el transporte de variados elementos por vía fluvial rumbo a
Asunción. Se puede afirmar, de manera general, que la actividad de la empresa en
materia de fletes fluviales encubrió gran parte de la ayuda argentina al Paraguay,
facilitando al gobierno de Ayala barcos de transporte. Pero esta firma de origen
argentino, no fue la única que colaboró con Paraguay; la Compañía Carlos Casado
brindó una ayuda de enorme valor al ejército guaraní a través de su ferrocarril en el
Chaco, que sirvió para la carga y descarga del material bélico, convirtiéndose en la
principal base de concentración de tropas y abastecimientos (Brezzo y Figallo, 1999;
287).

El gran operador político del Paraguay en la Argentina, como ya se ha


mencionado, fue su embajador Vicente Rivarola, quien fue uno de los artífices de gran
parte de la ayuda que desde Buenos Aires se dirigió hacia Asunción. En su
correspondencia con el presidente Ayala, se pueden apreciar estos aspectos, en los
cuales el diplomático, merced a sus contactos con las altas esferas del poder político y
de la sociedad de Buenos Aires gestionó todo tipo de ayuda para su país, inclusive al
extremo de “mendigar”20. Los pedidos y las necesidades surgidos en el campo de
batalla eran muchos y diversos, no todo consistía en enviar armas y municiones; por
ejemplo, luego de la significativa victoria de Boquerón, Ayala suplica a Rivarola por
conseguir “lo más elemental de las necesidades del ejército en campaña (ropa), ya que
en estos momentos, esos soldados victoriosos aplaudidos por el mundo entero, están
cubiertos de harapos inmundos”,21 a la vez que le pide por la adquisición de camiones.
La respuesta del embajador no se hace esperar y manifiesta uno de los fragmentos más
18
Seiferheld, Alfredo; Economía y petróleo durante la guerra del Chaco. Apuntes para una historia
económica del conflicto paraguayo-boliviano. Instituto Paraguayo de Estudios Geopolíticos e
Internacionales, Asunción, 1983, págs. 123 y ss. Citado en Brezzo y Figallo, 1999; 287.
19
Rojas González, Agustín; Algo sobre la contribución logística de la Armada Nacional en la guerra del
Chaco. Asunción, 1985, pág. 28.Citado en Brezzo y Figallo, 1999; 287.
20
En carta de Rivarola a Ayala del día 18 de noviembre de 1933, el primero informaba que “me paso,
doctor Ayala, pidiendo y, muchas veces, mendigando. Y si bien todo lo hago con gusto y estoy dispuesto
a hacerlo por nuestra patria, cuando se me pueda evitar formular algunos pedidos, agradeceré se haga.
Mi propio orgullo y dignidad de paraguayo muchas veces me cohíben para ciertas gestiones”
21
Rivarola Coello, Vicente; Cartas Diplomáticas. Carta de Ayala a Rivarola del día 24 de octubre de
1932. Págs. 111 y 112.
dramáticos y conmovedores de la correspondencia entre ambos funcionarios “Con
inmensa tristeza, y con lágrimas en los ojos, leo el párrafo de su última carta en donde
me informa de la situación de nuestras tropas (…) En cuanto a la indumentaria de
nuestros soldados, le anticipo que en breve remitiré al Ministerio de Guerra veinte mil
metros de kaki, donados por el señor Carlos Hillner, con una espontaneidad y una
generosidad, nobleza y desinterés que nuestro país tendrá que agradecer. Y en cuanto a
camiones, si se me encarga gestionarlos, no sería difícil pudiera conseguirlos a buen
precio y buenas condiciones de pago”. Y concluye, sabiendo que el talón de Aquiles de
su país era el factor económico, afirmando “Lo que debemos buscar evitar es suprimir,
para nuestras adquisiciones, totalmente a los intermediarios”.22

Otro importante aporte del diplomático guaraní en Buenos Aires, fue la


adquisición, luego de largas gestiones, de las baterías de cañones Krupp, que nuestro
ejército tenía y que eran iguales a las de su par paraguayo; fueron enviadas a condición
de que se les borre el escudo argentino y bajo la supervisión del coronel Schweizer,
quien tendría que constatar en cada caso que el trabajo estuviese bien hecho (Rivarola
Coello, 1982; 147).

Un gran problema que afrontó Paraguay durante toda la Guerra del Chaco fue el
del suministro de combustibles para sus vehículos; el 16 de marzo de 1933, en otra de
las entrevistas que tuvieron Rivarola y Justo, el embajador informaba a su presidente
que “como resultado de esta conversación tendremos nafta y fuel oil para todas
nuestras necesidades, sin tener que preocuparnos de su abono inmediato. La nafta y el
fuel oil, la facilitará la Dirección de Yacimientos Petrolíferos al ministerio de Marina y
éste, a su vez, nos los facilitará entregándolos a Mihanovich para su transporte a
Asunción” (Rivarola Coello, 1982; 172-173).

Toda la ayuda suministrada por Argentina contó con el conocimiento de su


presidente, Agustín Justo, quien además corrió todo el riesgo al proporcionarla (Casal
de Lizarazu, 2002; 102).

También el socorro argentino existió y fue oportuno cuando en noviembre de


1933, ya con un Paraguay pasando definitivamente a la ofensiva, este país precisó de
pólvora y de granadas; con respecto a la primera, para evitar levantar sospechas, la

22
Rivarola Coello, Vicente; Cartas Diplomáticas. Carta de Rivarola a Ayala del día 2 de noviembre de
1932. Págs. 126 y 127.
adquisición se hizo con el visto bueno del ministro de Guerra Rodríguez, pasando por el
Arsenal de Guerra, como si fuera para uso del ejército argentino. En lo referido a las
granadas, más precisamente doscientos cincuenta cajones de las mismas y los ciento
sesenta cajones de proyectiles, todos adquiridas en Europa, llegarían a Asunción, pero a
través de una logística más sofisticada, ya que el espionaje boliviano, al igual que su
embajador en Buenos Aires, tenían conocimiento de la existencia de estas armas y de
que desde el puerto de dicha ciudad se traficaban rumbo a Asunción todo tipo de
pertrechos para la guerra.

Argentina envió ininterrumpidamente armas a Asunción a través del río Paraguay,


mientras bloqueó la venta de productos a Bolivia a través del río Pilcomayo. Si el
gobierno argentino hubiera decidido cerrar el trasbordo de bienes a Asunción a través
del citado río, el suministro de armas se habría tornado imposible para el gobierno
paraguayo (Escudé y Cisneros, 1998). Respecto de los materiales de guerra que el
Paraguay adquiría en Europa y Norteamérica, cabe señalar que los mismos eran
trasbordados discretamente en la rada del puerto de Buenos Aires en lanchones de
donde eran reembarcados con otro destino aparente, para luego ser conducidos a
Asunción por medios reservados y seguros…con conocimiento y amistosa tolerancia de
las autoridades argentinas. Por el lado del transporte terrestre, a través de los
ferrocarriles del estado o de cualquier otro medio, estaban igualmente previstas y
organizadas las cosas perfectamente (Bratzel, 1974; 39-42).

A lo largo de la guerra y a medida que Argentina facilitaba armamento a


Paraguay, luego los reponía comprándolos en Europa. Desde el Arsenal de Guerra
argentino, también partieron con rumbo a Asunción 6000 balas Schneider 75 mm, que
fueron muy útiles para la artillería de su ejército apostado en el Chaco. En el arsenal “se
trabajaba cinco horas y media (…) Para preparar los pedidos paraguayos había que
descargar los cajones, clasificar y revisar los materiales y proyectiles 1 por 1, fabricar
los cajones disfrazados y cargarlos de nuevo. Por esas razones, se paralizó la
cartuchería y la talabartería para reforzar al personal de carpintería que hacía
cajones”. 23

El ya citado Estado Mayor argentino, supervisó a lo largo de toda la guerra la


situación de los ejércitos apostados en el Chaco y estaba al tanto de cada acción bélica
23
Rivarola Coello, Vicente; Cartas Diplomáticas. Carta de Ayala a Rivarola del día 9 de diciembre de
1933. Págs. 220-222. Citado en Casal de Lizarazu, 2002; 106.
realizada. Llevaba a cabo estudios e informes sobre la situación castrense en el Chaco
boreal, informes que el ministro de Guerra argentino, el general Rodríguez, transmitía al
gobierno y comando paraguayos. Por ejemplo, a fines de 1934 emitía las siguientes
sugerencias: “Desde la caída de (los fortines) Ballivián y últimamente de Algodonal,
Picuiba y 27 de Noviembre, las fuerzas paraguayas han hecho un despliegue muy
grande en un frente muy amplio, lo cual va debilitando sus fuerzas. Tenemos la
obligación de decir la verdad al comando paraguayo, que si bien ha logrado muchos
triunfos con beneficio de la moral de sus tropas y del pueblo y en el ambiente
internacional, también ocasionaron muchas bajas y el organismo de su ejército, sin
posible renovación, pudiendo llegar el momento decisivo en forma muy desventajosa, a
pesar de su aparente superioridad. (…) Los éxitos han sido parciales y para ser
definitivos requiérese llegar a la batalla general y esto sólo puede hacerse en la región
de Villamontes o más al Oeste”24. Pocos días después, en otro estudio militar, el Estado
Mayor argentino reiteró sus sugerencias para un ataque de las tres columnas o cuerpos
contra Villamontes. Propuso: “Un envolvimiento de doble tenaza que cortase los
caminos Villamontes-Yacuiba y Villamontes-Tarija. (…) La operación sugerida es
difícil pero de capital importancia para el comando paraguayo, pues produciría el
definitivo aniquilamiento de las fuerzas bolivianas, ya que los defensores de
Villamontes, con sus comunicaciones completamente cortadas, no tendrían más
remedio que combatir hasta morir o entregarse” 25

El apoyo argentino fue enérgico e interesado, ya que nuestro país, tenía al menos
tres motivos para colaborar con Paraguay; en primer lugar hay una aceitada y avanzada
relación económica y comercial entre ambos países, establecida luego de la Guerra de la
Triple Alianza, a tal punto que en la década del treinta se afirmaba que los
conservadores argentinos y los liberales paraguayos actuaban de igual manera ya que
respondían a los mismos intereses (Velilla de Arréllaga, 1984; 83), mientras que la
relación existente con Bolivia era apenas formal. La pasividad argentina a finales del
siglo XIX ante la incursión militar chilena en suelo boliviano y la existencia de
desencuentros diplomáticos en la primera década del siglo XX entre estos dos países,
hicieron que para el país del altiplano, su vecino argentino se convierta en un país frío y
24
Informe del Estado Mayor argentino enviado al Comando paraguayo apostado en el Chaco, citado en
Querejazu Calvo, Roberto; Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la Guerra del Chaco.
Empresa Industrial Gráfica E. Burillo, La Paz, Bolivia, 1965. Págs. 383-384.
25
Informe del Estado Mayor argentino enviado al Comando paraguayo apostado en el Chaco, citado en
Querejazu Calvo, Roberto; Masamaclay. Op. Cit. Pág. 385.
distante (Casal de Lizarazu, 2002). Esto alcanza su clímax con la ruptura de las
relaciones diplomáticas en julio de 190926 cuando el por entonces presidente argentino
José Figueroa Alcorta (1906-1910), debía oficiar como árbitro sobre los conflictos
territoriales existentes entre Perú y Bolivia a raíz de un tratado firmado por ambos
países en 1902 (Vilar, 2012; 38).

El segundo motivo que movilizó a Argentina a actuar como lo hizo es el referido


a la especulación de la existencia de petróleo en la zona en litigio. Durante las décadas
del diez y del veinte, las rispideces entre nuestro país y Bolivia continuaron existiendo,
aunque sin llegar al extremo de romper relaciones; el tema que motivaba las disputas
era, principalmente, el de la explotación del petróleo del oriente boliviano y su
consiguiente traslado y comercio a través de la Argentina. La tensión se acentuó cuando
en 1927 la firma estadounidense Standard Oil descubrió petróleo en las estribaciones de
Los Andes y en la ciudad de Camiri, en el sur del departamento de Santa Cruz de la
Sierra, muy cerca del Chaco boreal, hecho que acrecentará el interés del gobierno
boliviano por esta zona, ante la convicción de que en su subsuelo se encontraban
grandes reservas de crudo. Pero el descubrimiento de petróleo en el sudeste boliviano
también provocaría el interés de nuestro país por dicha región lo cual reflotó el viejo
anhelo argentino de construir un ferrocarril que conectara Santa Cruz de la Sierra con el
norte argentino, más puntualmente con la provincia de Salta, cuya región chaquense
estuvo imposibilitada de acceder al mercado nacional (Bazán, 1992; 338).

El ministro argentino en La Paz durante la guerra del Chaco, Horacio Carrillo,


insistió en la necesidad de una salida para los productos del oriente boliviano a través
del norte argentino. Pero las negociaciones del gobierno argentino en este sentido
despertaron recelos en las autoridades bolivianas, que temían que el estrechamiento de
los vínculos económicos entre el oriente boliviano y el norte argentino contribuyese a
exacerbar los movimientos separatistas contra el gobierno de La Paz, como en Tarija y
sobre todo en la región de Santa Cruz. Por otro lado, los envíos de materias primas del
oriente a la Argentina no beneficiaban a la gente del altiplano. A menos que el gobierno
boliviano instalase un sistema de transportes que conectara el altiplano con el oriente, el
primero recibiría sólo una pequeña proporción de la riqueza derivada del desarrollo de
la región oriental. Pero aún con la existencia de tal sistema de transporte, la no

26
Las relaciones se restablecerían el 9 de enero de 1911. Para mayor información véase Escudé y
Cisneros, citado en la bibliografía general.
industrializada región del altiplano no podía competir con el menor costo y la mayor
calidad de los productos manufacturados provenientes del mercado argentino (Escudé y
Cisneros, 1998).

La elevación de los aranceles sobre las exportaciones de petróleo boliviano en


1927 por parte de Argentina y la fuerte y tenaz oposición a la construcción de
oleoductos a la Standard Oil, empresa que hegemonizaba el negocio petrolero en
Bolivia, generaron en La Paz un fuerte sentimiento antiargentino. En la Argentina,
desde la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, existía un principio de aversión al
capital petrolero norteamericano, puntualmente a la Standard Oil of New Jersey, y que
en contraste manifiesta una relativa cordialidad hacia el capital proveniente de Gran
Bretaña27; este hecho se acentuaría con el correr de los años, a pesar del interregno de
Mosconi al frente de YPF (1922-1930) quien cuestionaba la actuación de los grandes
trusts petroleros, independientemente de su origen, y abogaba por la independencia
energética de nuestro país (Zuccarino, 2010; 201).

Como podemos apreciar, hay cuestiones de índole económicas y otras vinculadas


a los siempre presentes movimientos separatistas de Santa Cruz que despertaron en el
gobierno boliviano gran desconfianza de su vecino argentino. El Ministro Horacio
Carrillo afirma que la Guerra del Chaco contribuyó a exacerbar aún más esta
sensación.28

La tercera y última de las causas que consideramos apropiada destacar es la


exclusivamente militar y estratégica. La misma se reduce básicamente en negarle el
acceso al río Paraguay a Bolivia para de esta forma evitar otorgarle una vía de acceso al
océano Atlántico y de allí poder exportar el petróleo o el estaño, que eran sus
principales fuentes de ingresos. Si bien esto es real, es justo señalar que la actitud hostil
de nuestro país no estaba dirigida hacia Bolivia exclusivamente; la misma escondía una
proyección geopolítica continental. La decisión del gobierno de Agustín Justo de
defender la soberanía paraguaya en el Chaco boreal, se debía al interés de Argentina por

27
Ejemplo de ello es la instalación de la Royal Dutch-Schell, que el 10 de septiembre de 1914 abrió las
puertas de su primera casa en Buenos Aires. También se pueden destacar la Anglo Mexican Productos
Co. y la Argentina Gulf Oil Sindicate Ltd., que en 1913 se incorporan al proceso sistemático de
penetración del capital inglés en nuestro país. Véase, Alascio Cortázar, 1969, citado en la bibliografía
general.
28
Ver al respecto el memorándum titulado La posible colaboración de la Argentina, para contribuir a
descongestionar el problema de la guerra boliviano-paraguaya: Informe del ministro Doctor Horacio
Carrillo, del 9 de enero 1934, p. 88, citado en Escudé y Cisneros 1998.
“pisar fuerte” en Sudamérica, y demostrar su hegemonía en la región por sobre Brasil,
Chile y Perú, países que veían con buenos ojos una victoria militar boliviana.

Perú a través de sus puertos, permitió el suministro a Bolivia de todo tipo de


elementos para la guerra; Chile fue quien de manera más evidente apoyó a Bolivia.
Varios voluntarios del país trasandino se dirigieron al Chaco boreal a combatir. Entre
ellos figuraban 53 oficiales contratados en 1934, que se incorporaron a diferentes
unidades combatientes (Querejazu Calvo, 1965; 335). Por último, Brasil, que reconocía
al Chaco boreal como territorio boliviano29, se mantuvo más cerca de este país por
similares razones por las cuales Argentina lo estuvo del Paraguay, como consecuencia
de fructíferos lazos comerciales; además Brasil estaba más estrechamente ligado a
capitales norteamericanos mientras que nuestro país lo estaba con Inglaterra,
alineamientos éstos, que generaban desencuentros entre las dos grande naciones
sudamericanas. De esta manera vemos como las razones de orden estratégico fueron
otra de las claves que decidieron a Argentina ayudar al Paraguay (Laconich de Arellaga,
1982; 213). Así, ante un eventual conflicto armado entre Argentina y Brasil, el Chaco
boreal pasaría a tener un valor geográfico y de posicionamiento muy importante, por
ende, si el mismo pertenecía al Paraguay, la Argentina era indirectamente el país
favorecido (Vilar, 2012; 42).

Argentina pudo hacer frente a los pedidos y solicitudes del Paraguay en gran parte
gracias a la diversificación de su economía, hecho que, entre otras cosas, le permitió
superar la crisis de los años treinta de un modo menos convulsionado que los demás
países latinoamericanos, a pesar de que el Crac de 1929 cerró las posibilidades al
crédito externo y obligó al país a crecer sobre la base de su propio ahorro (Míguez,
2008; 297).

Estas acciones demuestran claramente que la Argentina, más que un país neutral,
fue un beligerante disfrazado de mediador30 que proporcionó un oportuno socorro a su
vecino y aliado paraguayo. Luego de todo lo hasta aquí expuesto, solo nos resta
realizarnos la siguiente pregunta, ¿resultó la ayuda argentina al Paraguay decisiva para
el éxito militar guaraní? Pues bien, creemos estar en condiciones de afirmar que sin el
apoyo argentino (que no fue solo en el aspecto militar y logístico, sino que también
29
Así lo reconoció en el Tratado de Petrópolis que firmó con Bolivia en 1903 y que puso fin a la guerra
del Acre.
30
Bratzel, John F; (1974) “A political portrait of Carlos Saavedra Lamas”, Ph. D., Michigan State
University.Estados Unidos. Citado en Escudé y Cisneros (1998).
consistió en oportunos préstamos económicos31), Paraguay se hubiera visto en una
situación enormemente desfavorable frente al adversario boliviano. Puesto que, en
definitiva, en lo referido al desenlace de la contienda, parte del triunfo paraguayo no
puede dejar de atribuirse al contrabando, casi abierto, de armas perpetrado entre la
Argentina y el que terminó siendo el país vencedor, con el visto bueno de su gobierno,
(Rocchi, 2011; 146).

Sin ir más lejos, en respuesta al interrogante planteado, las palabras de la


historiadora paraguaya Julia Velilla de Arréllaga, ante la pregunta sobre cómo hubiera
podido Paraguay proseguir la lucha si no hubiese contado con el apoyo argentino, son
muy ilustrativas “Más nos vale evitar semejante conjetura” (Velilla de Arellaga, 1984;
83) y citando luego al destacado escritor y ensayista, José Fernando Talavera, también
paraguayo, agrega respecto de lo vital de la ayuda argentina que “En ello se nos iba la
supervivencia” (Velilla de Arellaga, 1984; 83).

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

- Alascio Cortazar, Miguel Mario; (1969) Burguesía argentina y petróleo nacional.


Editorial Avanzar, Buenos Aires.

- Ayala Moreira; Rogelio; (1959) Por qué no ganamos la guerra del chaco. Talleres
gráficos bolivianos, La Paz, Bolivia.

- Bazán, Armando Raúl; (1992) El noroeste y la Argentina contemporánea (1853-1992)


Plus Ultra.
31
Para mayor información se recomienda consultar la obra El financiamiento de la defensa del Chaco.
Arte nuevo editores, Asunción, Paraguay, 1983, del autor Lorenzo Livieres Guggiari.
- Bratzel, John F; (1974) “A political portrait of Carlos Saavedra Lamas”, Ph. D.,
Michigan State University. Estados Unidos.

- Brezzo, Liliana y Figallo Beatriz; (1999) La Argentina y el Paraguay, de la guerra a


la integración. Instituto de Historia de Derecho y de Ciencias Sociales del Rosario.
Editorial Tecnográfica, Rosario.

- Casal de Lizarazu, Esther; (2002) La Guerra del Chaco. Sus repercusiones en


Argentina. Instituto de Educación Superior del Ejército. Escuela Superior de Guerra.
Tesis de maestría. Buenos Aires.

-----------------------------------; (2007) La Guerra del Chaco. Sus repercusiones en


Argentina. Instituto de Historia militar Argentina. Anales 2006. Buenos Aires.
(Publicación ampliada de su Tesis de maestría)

-Escudé, Carlos y Cisneros, Andrés (Directores); (1998) Historia General de las


Relaciones Exteriores de la República Argentina.Grupo Editor Latinoamericano,
Buenos Aires. Disponible en http://www.argentina-rree.com/home_nueva.htm

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- Zuccarino, Maximiliano;(2010) “La Guerra del Chaco (1932-1935). Variables


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Licenciatura.

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