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Maximiliano Zuccarino
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2
Véase Rivarola (1955); Rivarola Coello (1982); Bratzel (1974); Escudé y Cisneros (1998); Peña
Villamil (1994); Rocchi (2011); Ayala Moreira (1959); Rodríguez Alcalá de Gonzalez Oddone (1977);
Velilla de Arellaga (1984), entre otras. Todas las aquí mencionadas se encuentran citadas debidamente en
la bibliografía general.
3
Vale aclarar que a pesar de toda la ayuda que nuestro país brindó a Paraguay, Argentina, oficialmente,
siempre se declaró neutral, antes, durante y después de la guerra.
4
Según se sabe, Casal, recomendó al embajador paraguayo en Argentina, Vicente Rivarola, luego de una
reunión en la que el primero accedió a entregarle la ayuda que el segundo le encomendó en una lista, que
“este asunto hay que tratarlo con el presidente y el ministro de Guerra y fuera de la Cancillería”. Véase
Rivarola (1955), citado en la bibliografía general. Carta del embajador Rivarola al presidente Ayala
fechado el día 22 de julio de 1932, Buenos Aires, Argentina.
Rivarola5, con el presidente Agustín Justo, con respecto al posible inicio de las
hostilidades en el Chaco; el diplomático expuso a lo largo de la hora y media que duró
la entrevista la delicada situación de su país ante una eventual guerra contra Bolivia, de
la escasez de armas y la poca preparación de las tropas de su país, además de una
precaria situación económica. Justo se comprometió con el Paraguay y Rivarola le
entregó una lista con los suministros y pertrechos de guerra que su país precisaba, a lo
que el primer mandatario contestó “deme la lista ministro, y puede usted calmar su
emoción patriótica y estar tranquilo; el Paraguay no saldrá de ninguna manera
disminuido de la guerra. Ya recibirá mis instrucciones el Ministro de Guerra, con
quien usted puede conversar”. (Casal de Lizarazu, 2002; 46)
5
Personaje clave para comprender e investigar nuestro objeto de estudio. Hombre de total confianza del
presidente paraguayo Eusebio Ayala; fue responsable de recolectar toda la ayuda posible desde Argentina
hacia Paraguay, desde material militar y préstamos económicos, hasta apoyo civil y de la prensa.
Argentina podrá prevenir o atajar una agresión temeraria, si no en interés nuestro, por
lo menos para mantener la paz internacional cuya perturbación sería funesta para
todos los estados.” 6
9
Ver Aguirre, Orlando Raúl, Las tres visitas de Perón a Formosa, en XX Encuentro de Geohistoria
regional, Resistencia, 2000 HGHI-CONICET, pág. 11-13. Citado en Casal de Lizarazu, 2002 p. 87.
10
Inclusive, Toledo había sido presidente del Círculo Militar en el año 1926, cargo de prestigio que
ocupan exclusivamente militares condecorados.
11
Carta del embajador Vicente Rivarola al presidente Eusebio Ayala, fechada el día 1 de octubre de 1932,
Buenos Aires, Argentina. Véase Rivarola Coello, 1982; págs. 100-101.
Iniciadas las hostilidades, la Argentina, luego de haber declarado su neutralidad
en el conflicto12, procedió a cerrar la frontera común, tanto con Paraguay como con
Bolivia, y a su estrecha vigilancia con carácter permanente para evitar situaciones que
podrían afectar a uno u otro de los beligerantes. De esta manera, se organizó en
septiembre de 1932 una agrupación de tropas de todas las armas y servicios del ejército,
con participación inclusive de la marina de guerra y que recibió la denominación de
Destacamento Mixto “Formosa”. Estableció su cuartel general en Las Lomitas,
localidad del territorio nacional de Formosa, y distribuyó sus puestos y patrullas a lo
largo de los 800 km que comprende nuestro límite con Bolivia y Paraguay. Fue
designado comandante el coronel Andrés Sabalain13, proveniente del arma de caballería
quien era un convencido de que Bolivia ganaría la guerra y no disimulaba las
preferencias hacia ese país (Pignatelli, 2011; 67).
Para evitar rispideces y malos entendidos con Bolivia, la Argentina decidió retirar
la misión militar que comandaba el coronel Schweizer en Asunción, lo cual no impidió
que éste se desempeñara como asesor técnico en la organización del ejército paraguayo.
Al estallar la guerra siguió con sus labores, aunque cambiando su denominación por la
de agregado militar de su embajada. El mencionado jefe, después de cada acción
favorable al Paraguay, visitaba el frente de batalla. Por ejemplo el día 4 de octubre de
1932 estuvo en Boquerón14, acompañando al presidente Ayala que fue allí a conceder
ascensos y honores por la recaptura del fortín. (Ayala Moreira, 1959; 346)
Este activo conductor de la guerra tan luego estaba en el frente, como en las
ciudades paraguayas y argentinas, resolviendo tareas múltiples. Sus “viajes relámpago”
a Buenos Aires, como el acontecido en los primeros días de noviembre de 1932, tenían
como finalidad alistar oficiales para que logren promociones rápidas y encuadrarlos en
nuevas unidades para futuras ofensivas paraguayas en el Chaco. Desde la capital
argentina trae consigo cinco profesores militares, con los que preparará centenares de
oficiales de reserva o de complemento, para auxiliar al “aliado” e incrementar los
cuadros del ejército (Ayala Moreira, 1959; 347). Es por todo ello que Schweizer fue
12
Como ya se ha mencionado, la misma no se cumplió nunca. En tal sentido vale destacar la afirmación
que el Presidente Agustín Justo le hacía al Embajador paraguayo Vicente Rivarola “la neutralidad
argentina sería benevolente para Paraguay y estricta para Bolivia.” Ver Vicente Rivarola, Memorias
Diplomáticas, Volumen II, págs. 251-254. Editorial Ayacucho, 1955.Citado en Escudé y Cisneros 1998.
13
República Argentina. Reseña histórica y orgánica del Ejército Argentino; Volumen 639-640, pág. 139.
Círculo Militar, Buenos Aires, marzo-abril 1972.
14
Escenario en que tuvo lugar la primera gran batalla de la Guerra del Chaco.
nombrado General Honorario en Paraguay como reconocimiento por ser uno de los
responsables de la estrategia bélica que llevaría a la victoria a la nación guaraní sobre la
boliviana (Pignatelli, 2001; 65).
Hasta la propia Bolivia, que conocía del favoritismo argentino por Paraguay, se
sorprendió por tamaña ayuda y por lo tan evidente de la misma; en el mes de septiembre
de 1932, en pleno combate de Boquerón, un radiograma boliviano informaba a La Paz
que sus tropas habían tomado elementos de combate con escudo argentino. (Ayala
Moreira, 1959; 347)
15
Fraga, Rosendo, El general Justo, Buenos Aires, Emecé, 1993, pág. 290-291.
16
Rivarola Coello, Vicente; Cartas Diplomáticas. Carta de Vicente Rivarola al presidente Ayala, fechada
el 14 de agosto de 1932, Buenos Aires, Argentina. Págs 72-73.
Paralelamente al envío de armas y demás suministros bélicos, hay que mencionar,
además, el aporte del espionaje argentino para con la causa paraguaya, que estaba
interiorizado de todo lo que ocurría en Bolivia gracias a sus espías apostados en este
país al igual que gracias a los espías que se encontraban en Salta y Formosa. El coronel
Asdrúbal Guiñazú, jefe del Estado Mayor de la división argentina destacada en Salta,
era pariente del embajador paraguayo Vicente Rivarola, y desde antes del choque que
dio inicio a la guerra en laguna Chuquisaca (Pitiantuta para los paraguayos), informaba
de las adquisiciones de víveres que el ejército de Bolivia efectuaba en el norte
argentino. (Querejazu Calvo, 1965; 169)
También importantes dentro del ámbito del espionaje y de la logística fue el papel
de los criptógrafos argentinos que descifraban los códigos de los cables bolivianos;
hecho que intrigó mucho a La Paz, hasta que comprobó la ayuda de nuestro país
también en el rubro de las telecomunicaciones. Los altos mandos paraguayos sabían con
anterioridad las acciones que su enemigo llevaría a cabo en el campo de batalla,
teniendo en sus manos una valiosa ventaja estratégica. Durante los primeros meses de
batalla, todas las noches a las 24 y 30 horas (sic), la Argentina pasaba un parte de su
Estado Mayor, firmado por su jefe, el coronel Vaccaressa, en que daba la opinión táctica
y estratégica argentina, con la situación general y la del día, para el futuro de las
operaciones. Luego el ejército paraguayo descifró los códigos bolivianos a través del
teniente Martínez Ramella y otros y ya no fue necesario que el Estado Mayor argentino
se molestara (Rodríguez Alcalá de González Oddone, 1977; 41).
El coronel boliviano Rogelio Ayala Moreira, autor del libro Por qué no ganamos
la guerra del Chaco, comenta en su obra que conserva una carta de Miguel Mercado
Moreira, quien era Asesor General de la delegación boliviana en la Conferencia de Paz
que se llevaba a cabo en nuestro país en 1935, dirigida desde Buenos Aires, en los días
en que sesionaba la misma. La correspondencia dice lo siguiente: “Mi amigo el Dr.
Daniel Antokoletz, viejo asesor de la Cancillería Argentina en actual función, con
franqueza que le honra y hace honor a la amistad, acaba de hacerme una revelación
que en mi concepto es sensacional, por lo mismo considero de gran utilidad para el
país y para nuestro comando. Ella dice “el mayor daño que ustedes han recibido de la
Argentina, durante el conflicto del Chaco, está en que oficiales argentinos, provistos
de equipos radiotransmisores y receptores, estacionados a lo largo de la frontera
boliviana, captaron y descifraron toda la correspondencia secreta de Bolivia,
transmitiéndola directamente al comando paraguayo.(sic) –Agregando- que no hay
clave que no pueda descifrarse.”“Toda clave puede ser descifrada cuando se dispone
de material criptogáfico especializado y así desde Villazón hasta Esteros, desde La Paz
a Villamontes había agentes argentinos desplegados en territorio nacional y propio,
contaban uno a uno nuestros elementos que acudían al lejano teatro de operaciones y
captaban los cifrados que descubrían nuestras intenciones operativas para
comunicarlos de inmediato al comando paraguayo. Esta labor de significado
incalificable, de quienes se decían neutrales, proporcionó al comando adversario, que
jamás agradecerá lo suficiente, elementos valiosos para orientar su acción y
contrarrestar la nuestra”.17
17
Ayala Moreira, Rogelio; Por qué no ganamos la guerra del Chaco. Talleres gráficos bolivianos, La
Paz, Bolivia, 1959, pág. 364.
refinería en el norte argentino de propiedad de la compañía norteamericana. Este mismo
combustible boliviano llegaba por ferrocarril a Formosa y movía después camiones
paraguayos en el Chaco y transportes en retaguardia18. También proveía combustibles la
Compañía Petrolera Astra, a través de los buques de la empresa naviera Mihanovich,19
quien gracias a su director gerente, Luís Dodero, pudo lograr la complicidad de las
autoridades porteñas para el transporte de variados elementos por vía fluvial rumbo a
Asunción. Se puede afirmar, de manera general, que la actividad de la empresa en
materia de fletes fluviales encubrió gran parte de la ayuda argentina al Paraguay,
facilitando al gobierno de Ayala barcos de transporte. Pero esta firma de origen
argentino, no fue la única que colaboró con Paraguay; la Compañía Carlos Casado
brindó una ayuda de enorme valor al ejército guaraní a través de su ferrocarril en el
Chaco, que sirvió para la carga y descarga del material bélico, convirtiéndose en la
principal base de concentración de tropas y abastecimientos (Brezzo y Figallo, 1999;
287).
Un gran problema que afrontó Paraguay durante toda la Guerra del Chaco fue el
del suministro de combustibles para sus vehículos; el 16 de marzo de 1933, en otra de
las entrevistas que tuvieron Rivarola y Justo, el embajador informaba a su presidente
que “como resultado de esta conversación tendremos nafta y fuel oil para todas
nuestras necesidades, sin tener que preocuparnos de su abono inmediato. La nafta y el
fuel oil, la facilitará la Dirección de Yacimientos Petrolíferos al ministerio de Marina y
éste, a su vez, nos los facilitará entregándolos a Mihanovich para su transporte a
Asunción” (Rivarola Coello, 1982; 172-173).
22
Rivarola Coello, Vicente; Cartas Diplomáticas. Carta de Rivarola a Ayala del día 2 de noviembre de
1932. Págs. 126 y 127.
adquisición se hizo con el visto bueno del ministro de Guerra Rodríguez, pasando por el
Arsenal de Guerra, como si fuera para uso del ejército argentino. En lo referido a las
granadas, más precisamente doscientos cincuenta cajones de las mismas y los ciento
sesenta cajones de proyectiles, todos adquiridas en Europa, llegarían a Asunción, pero a
través de una logística más sofisticada, ya que el espionaje boliviano, al igual que su
embajador en Buenos Aires, tenían conocimiento de la existencia de estas armas y de
que desde el puerto de dicha ciudad se traficaban rumbo a Asunción todo tipo de
pertrechos para la guerra.
El apoyo argentino fue enérgico e interesado, ya que nuestro país, tenía al menos
tres motivos para colaborar con Paraguay; en primer lugar hay una aceitada y avanzada
relación económica y comercial entre ambos países, establecida luego de la Guerra de la
Triple Alianza, a tal punto que en la década del treinta se afirmaba que los
conservadores argentinos y los liberales paraguayos actuaban de igual manera ya que
respondían a los mismos intereses (Velilla de Arréllaga, 1984; 83), mientras que la
relación existente con Bolivia era apenas formal. La pasividad argentina a finales del
siglo XIX ante la incursión militar chilena en suelo boliviano y la existencia de
desencuentros diplomáticos en la primera década del siglo XX entre estos dos países,
hicieron que para el país del altiplano, su vecino argentino se convierta en un país frío y
24
Informe del Estado Mayor argentino enviado al Comando paraguayo apostado en el Chaco, citado en
Querejazu Calvo, Roberto; Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la Guerra del Chaco.
Empresa Industrial Gráfica E. Burillo, La Paz, Bolivia, 1965. Págs. 383-384.
25
Informe del Estado Mayor argentino enviado al Comando paraguayo apostado en el Chaco, citado en
Querejazu Calvo, Roberto; Masamaclay. Op. Cit. Pág. 385.
distante (Casal de Lizarazu, 2002). Esto alcanza su clímax con la ruptura de las
relaciones diplomáticas en julio de 190926 cuando el por entonces presidente argentino
José Figueroa Alcorta (1906-1910), debía oficiar como árbitro sobre los conflictos
territoriales existentes entre Perú y Bolivia a raíz de un tratado firmado por ambos
países en 1902 (Vilar, 2012; 38).
26
Las relaciones se restablecerían el 9 de enero de 1911. Para mayor información véase Escudé y
Cisneros, citado en la bibliografía general.
industrializada región del altiplano no podía competir con el menor costo y la mayor
calidad de los productos manufacturados provenientes del mercado argentino (Escudé y
Cisneros, 1998).
27
Ejemplo de ello es la instalación de la Royal Dutch-Schell, que el 10 de septiembre de 1914 abrió las
puertas de su primera casa en Buenos Aires. También se pueden destacar la Anglo Mexican Productos
Co. y la Argentina Gulf Oil Sindicate Ltd., que en 1913 se incorporan al proceso sistemático de
penetración del capital inglés en nuestro país. Véase, Alascio Cortázar, 1969, citado en la bibliografía
general.
28
Ver al respecto el memorándum titulado La posible colaboración de la Argentina, para contribuir a
descongestionar el problema de la guerra boliviano-paraguaya: Informe del ministro Doctor Horacio
Carrillo, del 9 de enero 1934, p. 88, citado en Escudé y Cisneros 1998.
“pisar fuerte” en Sudamérica, y demostrar su hegemonía en la región por sobre Brasil,
Chile y Perú, países que veían con buenos ojos una victoria militar boliviana.
Argentina pudo hacer frente a los pedidos y solicitudes del Paraguay en gran parte
gracias a la diversificación de su economía, hecho que, entre otras cosas, le permitió
superar la crisis de los años treinta de un modo menos convulsionado que los demás
países latinoamericanos, a pesar de que el Crac de 1929 cerró las posibilidades al
crédito externo y obligó al país a crecer sobre la base de su propio ahorro (Míguez,
2008; 297).
Estas acciones demuestran claramente que la Argentina, más que un país neutral,
fue un beligerante disfrazado de mediador30 que proporcionó un oportuno socorro a su
vecino y aliado paraguayo. Luego de todo lo hasta aquí expuesto, solo nos resta
realizarnos la siguiente pregunta, ¿resultó la ayuda argentina al Paraguay decisiva para
el éxito militar guaraní? Pues bien, creemos estar en condiciones de afirmar que sin el
apoyo argentino (que no fue solo en el aspecto militar y logístico, sino que también
29
Así lo reconoció en el Tratado de Petrópolis que firmó con Bolivia en 1903 y que puso fin a la guerra
del Acre.
30
Bratzel, John F; (1974) “A political portrait of Carlos Saavedra Lamas”, Ph. D., Michigan State
University.Estados Unidos. Citado en Escudé y Cisneros (1998).
consistió en oportunos préstamos económicos31), Paraguay se hubiera visto en una
situación enormemente desfavorable frente al adversario boliviano. Puesto que, en
definitiva, en lo referido al desenlace de la contienda, parte del triunfo paraguayo no
puede dejar de atribuirse al contrabando, casi abierto, de armas perpetrado entre la
Argentina y el que terminó siendo el país vencedor, con el visto bueno de su gobierno,
(Rocchi, 2011; 146).
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
- Ayala Moreira; Rogelio; (1959) Por qué no ganamos la guerra del chaco. Talleres
gráficos bolivianos, La Paz, Bolivia.
- Lewis, Paul; (2000) Paraguay, de la guerra de la triple alianza a la guerra del Chaco
1870-1932. En Historia de América Latina, Leslie Bethell (ed). Tomo X. Editorial
Crítica. Barcelona. España.
- Pignatelli, Adrián Ignacio; (2011) El traidor. La historia del único militar argentino
destituido por espionaje. Javier Vergara editor, Buenos Aires.