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La imposible prisién: debate con Michel Foucault mA EDITORIAL ANAGRAMA Faentt: se prison (select estocisda) © Editions du Seuil Paris, 1980 Traducir Joaquin Jordé Maqueta de la coleccién: Argente y Mumbrié @EDITORIAL ANAGRAMA, 1982 Calle de la Cruz, 44 Barcelona-34 84 - 339 -0766-X Pee ee Leal B, 28249 - 1982 Printed in Spain Graficas Diamante, Zamora, 83, Barcelona-18 JACQUES LEONARD EL HISTORIADOR Y EL FILOSOFO * A propésito de: Vigilar y castigar; nacimiento de la prisién No es Ia primera vez que un filésofo acude a sem- brar ideas en el campo de los historiadores, a suscitar reacciones ¢ investigaciones, y a despertar de su suc io dogmético, 0 escéptica, a hagidgrafos y cronistas. No es la primera vez que este fil6sofo proyecta un nuevo y poderoso resplandor sobre un rincén olvidado de la historia: todos recuerdan, por ejemplo, el estruen- do que significS la publicacién de la Historia de la Jocura en la edad clésica (1961 **). Desde que intervie- ne en nuestras cosas, ya no podemos tratar determin dos temas de la misma manera. ¢Cémo estudiar la his- toria de la medicina sin considerar el Nacimiento de Ia clinica (1963)? Saludar Vigilar y castigar no con- siste en introducir un libro més en nuestras venera- bles bibliografias, sino en acceder a revisarlas a través de Ia problemética de Michel Foucault. * Tanto esta fecha como las de los siguientes libros se re- fieren a la publicacién del texto original. (N. del T.) ‘** El libro de Michel Foucault, La voluntad de saber, res- ponde en cierta medida a les cuestiones que plantea este articulo, escrito en 1976, No son pocos! quienes afirman que es indtil el didlogo entre este filésofo del escarnio nietzscheano y del deseo individual de-no-rechazar-bajo-ningtin-pretex- to, y los laboriosos artesanos del quehacer histérico. ‘A’ un lado, el jabilo politico, 1a alegria de denunciar todo lo que mutila la vida, la subversién intelectual. ‘Al otro, la serenidad dialéctica de la comprensién y de la arecuperacién». Pero cuando un pensador acude, por su cuenta, a instalarse en el terreno del conoci- faiento del pasado no importa demasiado que se tra- te de on «gai savoir» o de un saber triste. {No hay coto de caza, ni imperialismo de mandarines! Ademés, las petspectivas de Foucault no aparecen como unos absolutos perentorios, los ficheros siguen abiertos. Na- die esté obligado a empinarse hasta Ja seriedad estruc- furalista, o a compartir el sarcasmo izquierdista. ¢Y si hubiera una trampa? ¢Y si Foucault, como se pre- gunta un Kicido historiador? reutilizara «las palabras $ los problemas de los historiadores para hacer con Ulos otra cosa»? g¥ si construyera unas hermosas “ficciones», destinadas a servir a otro proyecto, mien- tras ingenuamente los exclusives servidores de Clio pretenden reconstituir la «realidad objetiva» del pa- fado? ;Una vez més, importa poco! Incluso en di- Gho caso, bastaria comparar Ia imaginacién poética del primero y Ia ingenuidad metodolégica de los segun- 1. Gilles Deleuze, «Ecrivain non, un nouveau carto- grapher, Critique, diciembre de 1975, n° 343, pégs. 1207- 1227. 2, Jacques Revel, «Foucault et les historiens», Ma gazine lttéraire, junio de 1975, n° 101, pigs. 10-13. 6 dos: juna cuestién de grados, en suma, de la ficci ’ 7 , de la ficcién! ont dest verdad, hai fala un pelo de tisrorle dors competentes pare examina euidadosamente le canted de interpretaciones que nos ofece el autor libro desborda ampliamente el tema des subtftulo, «Necimiento de la prisién»; abarca varios siglos, y ca. si todos Jos terrenos. Yo, en tanto que historiador del sido ‘xIX «especialista» de la historia de la medicina, puedo abordar este monumento con modestia, y no me siento capacitado para impartir a cada pégina buenas o malas notas, Incapez, pues, de aprecar la ezartad de todo To que defiende Foucult, me li a recordar s que 1os profesionales Sn pen sey eho 9 spe el balance positive de lo que le debemes. Tomo este Siro como un instrument de ttbjo, no camo un panlleto politico, peo cada cul puede hacer de él ota a, més polémica y menos universitaria, cencinte un fisofo imerpela « ls historidores se preguntan —y en ocasiones le preguntan con eset eablidad— si es un sabio sufcentemente udito como para atreverse a hablar de esa manera: iene suficientes fichas?, estén completas?, ¢bien sificadas?, gsus ficheros son tan gruesos como los nuestros? zy su bibliografia? Ya conocemos el des- Beco unvertaio por a historia de Francia visa desde Ia sla de impresos de la Biblioteca Nacional. Pars scr competent, bay ue haber resprado polo gadamente el polvo de los manuseitos, envejecio en los depésitos de los archivos provinciales, haber dis- 7 putado a los ratones Jos tesoros de los graneros de Jos presbiterios. Que no se entienda como mera male- volencia: el historiador de profesién se desdobla entre G siglo xe, en el que se limita a exist, y aquel en el que vive, por delegacién, largas horas meditativas ave acaban por conferirle un conocimiento intimo y como intuitive de él. Pot algunas insinuaciones, por algu- nos sarcasmos mal sofocados, se da cuenta de que Fou- fault no percibe siempre, desde dentro, todas las res: lidades del pasado. El primer reproche serio se refiere a la rapidez fulgurante del anilisis. El Sr. Foucault recorre tres siglos, a rienda suelta, como un caballero bérbaro. Que- see estepa sin la menor precaucién. El historiador, a cambio, no tiene el menor derecho a prescindir de las verificaciones sociolégicas y cronoldgicas. Admite el género sintético del ensayo que puede explotar unos trabajos eruditos anteriores, sin aparato critico justifi- cativo, Admite el género hipotético del artfculo meto- doldgico 0 del panfleto, que adelanta una interpreta: ‘ién brillante, a verificar posteriormente por unas sa bias investigaciones. Pero entre esta prudencia y este riesgo, le cuesta trabajo aceptar que sean devorados eres de la sazén unos campos poco cultivados, Desde Gierto punto de vista, la historia de la justicia y de las prisiones, asi como la de la medicina y de los ‘hospi- tales, es hollada por este impertinente galope que aban- Hons, @ unos laboriosos destajistas Ia tarea del acabs- do, 0 a unos insolentes contradictores la del corta- fuegos. ‘Los historiadores especialistas de los diferentes pe rfodos se sentirén desigualmente satisfechos de Vigiar y castigar. En proporcién y en calidad, moder- nes especilis de siglo vant se tenn lennon jos El periodo revolucionatio aparece cxtraimmente difuminado, cuando cabria esperar algunos. psrafos sobre la tome de a Basta y el etague a las prisons tabiareae en 1789, sobre la experiencia de los jue- cet cesidos, ls matazas de septiembre, lx ube: $ revolucionarios, la «santa guillotina», Ja repug- nancia que soscitan ios espectéculos del Terror que contribuink en buene medida a evar « prefer el e- carcelamiento como solucisn puntiva dice, Este Ins elrmadores que no quctan incalorsete oe 0 ie no querfan inici i- spears eet athe el encierro —técnica més cémoda, menos mo- tallzante que los proyectes reformadores, mis sus le de modulaciones en el tiempo. No cabe duda de que no hay una «sustitucién» (p. 121 *); pero convi ne seguir la cronologia de cerca. Ya en 1791, la Cons. tituyente, que abole tantas usanzas bérbaras. zi Sot Se pe yeep Gee gana de prisones El Cédigo penal de 1810 perfeccio- na el sists, pero resablece unos castgos hula , como la publica exposicién, la picota, el hierro * Todas las citas de Vigilar ig fevistists staan y castigar estén transcritas 1981, (N del T) on lenge cosciane, Silo OKT Pa . La mayoria de los documentos ci 3 Gitados se refi al sigh xvr. EI St. Foucsult se apoya en los trabajos de P. Chaunu, E. Le ie i ee Roy Ladurie, D. Richet, Y. Bercé, por candente, la amputaci6n dele + an. .. Esta cuestién 10 ficientemente aclarada. areee isoriadores del siglo xx son tal ve2 Jos més ssatcfechos; apenas las slkimas setenta pégines © 7 fieren a su perfodo. Tal vez les hubiera gostado que s° a rr—s——— caracterizan Ja TucesiOn de los regimenes; si bien Ja Restauraci6n in- sae aportar a las prisiones algunas reformes matt ee te 1a monarquia de julio la que supine, Bh dan In ley del 28 de abril de 1832, la picott, al hiert0 ve ndente, la amputacién de la mano y Ta ave insu ql eoncepto de , «fun- ionar como», «como si»... Conviene prestar atenci a las palabras clave: «poder», cextategian, lctces, ——_— pero no sabemos quiénes son sus agentes: gpoder de Guién?, gestrategia de quién? Tomemos el ejemplo de la teforma del derecho penal, que «debe ser leida como una estrategia para el reacondicionamiento del poder de castigar> (pig. 85). Se trata de una curiosa estrategia, no tiene «un punto de origen dnicos; «no pcos intereses diferentes vienen a coincidir»; es «una estrategia de conjunto que ha cobijado no pocos com- bates diferentes» (pdg. 85-86). Mas adelante (pig. 93- 94), la nueva estrategia de los reformadores es defi ida con una serie de verbos en infinitive, pero no son ms que las tazones de ser» de Ia reforma pe- nal atenuadas por el adverbio «sin dude», en el sem- tido de «probablementen. Ast que esta famosa estate gia no pasa de ser la reconstitucién por el autor de Jos motivos plausibles que han podido inspirar las dife- rentes variedades de reformadotes. Podiamos elegir otro ejemplo de fluctuacién, en el andlisis del «poder disciplinario» (pg. 175). Nos preguntaremos quién es el duefio o el dispensador de este poder; no son ya los reformadores del siglo xvi que han fracasado. La explicacién se hace mecanicista: es «el aparato entero (disciplinario) el que produce 10. Formularse, constituirse, investirse, srticularse, expresarse, manifestarse, arraigarse, anudarse, organizarse, ccultatse, enmascararse, sustituirse... 15 “poder"» (pég. 182); son «las leyes de la dptica y de la mecénica» las que disciplinan los cuerpos: se trata, pues, de una maguinaria sin mecinico. En més de una ‘ocasién, nos vemos situados en un mundo ‘kafkiano. El vocabulario de la geometria vacta la sociedad de los hombres; sdlo se habla de espacios, de lineas, de mar- cos, de segmentos, de disposiciones... Respecto al Pa- néptico, Foucault parece divisar con claridad Ia posi- ble objecién: el poder «tiene su principio menos en tana persona que en cierta distribucién concertada de los cuerpos, de las superficies, de las huces, de las mi- radas; en un equipo cuyos mecanismos internos pro- ducen 1a relacién en la cual estén insertos los indivi- duos» (pég. 205). «Distribucién concertada», pero gpor quién? —«hay una maquinaria»... «™e del pensamiento y de la accién reviste unos aspectos Nt Periados, encuentra resistencias, y s© COmIge con al vetode experimental. En ciertos aspectos, hay mucha Tetencia entre La Mettrie y Marcelin Berthelot. Pero armen el mismo camino: se comienza por medit los ee Sneridiano (La Condamine; Clairaut y Mave pertuis, en 1735-1737), y se llega a Te antropometria Petreervicio de identidad judicial de Ia prefectora de policia (Alphonse Bertillon, 1879), pasando pot el FF ———r—C“€™ el ca- r——CE eae Convendria concentrar la atencién, en ¢l paso del siglo xv1mt al xrx, sobre los sabios que también se fateresan por el gobierno de Jos hombres; Foucault 24 arroja una mirada pertinente sobre Jos gina 107), pero no sélo estén ellos; ee ae Bien 2 dos «médicos-quimicos», Chaptal y Fourcro aque se preocupan a um fiempo de las leyes a votar ea foateria de instruccién y de medicina, y de las aplics- ciones de sus ciencias a la industria, Reencontramos, por consiguiente, la dialéctica del saber y del poder, tema favorito de erro aor - te problema de las relaciones de eae mos evocar la Edad Media en la que el clero posee sn saber grave y misteriom, patrimeio beedado y transmitido no sin crisis, corpus de dogmas; dades intangibles le hablan al pueblo “ico de To que mis le importa, de acuerdo con el discurso clerical Ia salvacién eterna del alma, De abi el poder del co, suroided paternal o tepresiva, influencia compleja con Is auedeben contemporat lr hombres de guerra os hombres de dinero, los principes, los nobles Toe ricos." A partir del siglo xvm, la cuestién se desplaza progtesivamente: el saber religioso sobre el aaa bre lo irtacional, y sobre el Més Allé, se desvaloriza en favor del saber objetivo universalizable y eficaz 12. Cfr. los trabajos de Henri Gouhier sobs neste Auguste Comte et la Formation du aoa losat94t; fos recientes de Marc Régaldo sobre fa Déca- de philosopbique, sevsiin ve demuestra Ja diversidad de los nacional que gravitan en torno a los idedlogos. a Dies eatioter poder del clero puede alimentar un pber; las investigcions de la Inguisicién ofrecen un buen ejemplo, Ct. el prologo de Montaillou, village occi- 1294 d 1324 de E. Le Roy Ladurie. 25 sobre Jos cuerpos, inertes © vivos, pero mensurables numerables. E] nuevo saber, largo tiempo balbucien- qe, avanza precedido de una humareda ideolégica de proyectos y de pretensiones. Promete Ia dicha en la tierra, «idea nueva en Europa», y hasta «la felicidad generale, siempre que se desmoronen los obtéculos, es decir el par Feudalismo/Supersticién, los falsos_sa- bores y los falsos poderes del Antiguo Régimen. Eso explica Ia floracién de los sabios-politicos, la colusién de la ciencia y de Ja revolucién ‘Tomemos el ejemplo del poder médico, que tanto interesa en la actualidad, A partir del siglo xvi, la profesi6n médica intenta naturalmente sacar partido Ee la nueva tendencia, optimista y prometeica. La cien- Ga médica, durante estas décadas cruciales, sélo es, sin embargo, un compartimento bastante retrasado del Auevo saber, Ni la menor comparacién con los progre- tos de las mateméticas y de la astronomia; pierde el fliento rivalizando con Ia fisica y la quimica, y no puede hacer otra cosa que aprovechar sus leyes y sus Fecetas, no para cutar, sino para intentar prevenir las cnfermedades y los accidentes. En efecto, debe mos- trarse a Ia altura de la situacién: Jo importante, es ef cuerpo; es la cantidad de hombres, de nifios, de traba jadores (como explican los fisiSeratas); es también Ta Calidad de los productores y de las reproductoras (pen- cemoe en la higiene maternal ¢ infantil, en los cursos de partos para las alumnas de comadronas). Imposi- ble escapar: el higienismo social, la medicalizacién det campo, la organizacién de la asistencia epidemiol6gica, gn el siglo xvitt, y después, en el XDX, son unas tareas politicas. Forman parte del «bien pablico», de la mis 26 ma manera, por ejemplo, que la agronomfa. Durante el medio siglo anterior ala revolucién pasteuriana, el cuerpo médico alardea un poco, anuncia, para un fu- turo, unas proezas que todavia es incapaz de realizar, y «ocupa el terreno», con la ayuda de periodistas, de profeseresy de otros cntres del propio, haciendo campafia en favor de los puntos fuertes de la medicina de la época.“ Cuando las autoridades estén de acuer- dbo, la poblaciGn esta més o menos controlada, hospita- lndos Jos enfermos indigentes, internados los aliena- fg, puestos en cuarentena los contagiosos. La autori- dad de los médicos se amplta, su prestigio se edifica antes de que su eficacia se confirme.® Nos ponemos en su poder antes de que su saber haya quedado demos- trado. A cambio, esta soberania de los médicos, en Jas cumbres del suftimiento y en los tiempos muy epi- Aémicos, les permite matematizar sus observaciones. La historia de las estadisticas médicas no es sencilla; mejoran sobre todo cuando Ia Academia de medicina divulgs ampliamente los principios y las directrices del Dr. Louis, «padre del método numérico», en los aiios treinta y cuarenta. Algunos instrumentos irén concre- tando esta fuerza activa del médico cuya bata se ador- nna poco a poco, a fo largo del siglo xxx, con aparatos 14, Vacunas antivarislicas, desinfecciones cl sulfisto de quinina, rue, digital ss coruades . Demostracién de’ esta anterioridad en Leotard, ts Madecin de tuest ov KI atl, ee de dbetorao de Estado, leds en enero de 1976, ante a uk edad de PasioSorbonne, repoduccién Lie IT, div sign Honoré Champion, 1978, pigs. 1514-1523. 27 de medicién y de investigacién. Ya no se contenta con tomar el pulso, mide la temperatura, luego la ten- sién... El cuerpo médico obtiene no sin esfuerzo nue- vas construcciones y unos acondicionamientos «moder- nos», hospitales, asilos, anfiteatros de diseccién, sec- ciones de anatomfa normal y patoldgica, laboratorios de fisiologfa, de bacteriologia, de histologia... Los grandes descubrimientos de Claude Bernard, de Louis Pasteur, de sus rivales y de sus discfpulos, justificando @ posteriori estos gastos y esta politica, no harén més que reforzar el poder médico. Foucault no se engafia con ello: es el mejor ejemplo de dialéctica del poder y del saber. Ahora hay que centrar nuestra atencién en el as- ecto politico, Ia palabra y Ia cosa que se denomina «poder». El autor de Vigilar y castigar se insctibe en la Iinea de los pensadores politicos individualistas que critican firmemente este concepto. No seria dificil en- contrarle precursores en los anarquistas de! siglo xix," 16. René Chiteau, en su Introduction a la politique, 1947, cita (pag. 405) una asombrosa retahila de Proudhon contra el poder: «Ser gobernado, es set vigilado, espiado, ditigido, legislado, reglamentado, encerrado, adoctrinado, predicado, controlado, estimado, apreciado, censurado, mandado por unos seres que no poseen ni el tftulo, ni la ciencia, ni Ia virtud... Ser gobernado, es ser, a cada ope- tacién, a cada transaccién, a cada movimiento, anotado, registrado, empadronado, tarifado, sellado, medido, aco. tado, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, amones- tado, impedido, reformado, enderezado, corregido. Es, ba- jo pretexto de Ja utilidad publica, y en nombre del inte- rés general, ser puesto a contribucidn, ejercido, despojado, 28 a jue se entregan a la denuncia intransigente de casi to- dos los poderes! estatal, militar, policiaco, judicial, letical, médico, escolar, paternal, patronal, colonial...” Quizés sea més interesante evocar las polémicas teéri- cas que, a comienzos del siglo xx, enfrentaban, en tor- no a este concepto, a mautrasianos y radicales. Char- Jes Maurras describe, para congratularse de ellos 0 de- searlos més eficaces, los mecanismos de orden y de autoridad que Foucault recrimina. El nacionalista abso- Ito elogia las , «otganizacién» o simplemente «influencia», es decir, que hay que considerar la pluralidad de estas instan- cias, sus eventuales contradicciones, sus desordenados rechinamientos. No existe un Orden establecido, sino unos micto-poderes que tienen su coyuntura propia. As{, pues, Foucault se aleja de la tentacin estructura- lista y rechaza tanto la hipétesis de la «maquinacién» como la de la emaquinaria», en un texto anterior a Vigilar y castigar: «las fuerzas que estén en juego en Ia historia no obedecen a un destino, ni a una mecé- nica, sino al azar de Ia lucha. No se manifiestan como las formas sucesivas de una intencién primordial; no adoptan tampoco el aspecto de un resultado. Aparecen siempre en Ia incertidumbre singular del acontecimien- to.» ™ Esta declaracién, que no siempre ha sido clara- mente ilustrada por el autor de Vigilar y castigar, pa- 24, Hommage a Jean Hippolyte, 1971, pag. 161. 32 rece més completa y més matizada que el articulo de Le Monde citado anteriormente; permite comprender la expresi6n «batalla» que podia intrigarnos. Ni provi- dencialismo ni Sentido de la Historia, jlas cosas y las personas no estén empujadas ni abandonadas al azar! Esta reflexién sobre el poder nos devuelve al pro- blema de la prisin, al que se aplica la fSrmula cen- tral, «el poder produce; produce realidad» (pag. 198). No debemos entenderla como una simple provocacién antimaterialista; Foucault no pone en duda que la na- turaleza y el trabajo sean, esencialmente, los que pro- ducen; peto, si la organizacién biolégica de los cuerpos engendra, y por tanto produce o reproduce, gpor qué no decirlo también de la organizacién social? El ejem- plo de la prisién se presta a una bonita demostracién; solucién fécil, no permite alcanzar los objetivos disuasi- vos y moralizadores de los reformadores, desde el si- glo xvi a nuestros dias; est, desde el comienzo, encerrada en s{ misma en una institucién coercitiva, incapaz de impedir los delitos y los crimenes, y de pre- venit los reincidentes; por el contrario, «cuartel del ctimen», «fabrica delincuentes» (pag. 258). En este punto, Foucault es convincente (pags. 269-273), de la misma manera que su distincién entre los diferentes ilegalismos y la «delincuencia» casi profesional es se- ductora, El sistema de las prisiones crea una «delin- cuencia» més tolerable que la marea de los nuevos ile- galismos populares, que puede utilizarse contra ellos en cierta medida y es parcialmente mantenida por los grupos dirigentes. Aunque debamos establecer con ma- yor precisién Ja importancia del vagabundeo sedicioso (pégs. 278-280), y aunque convenga verificar en qué 33 medida los «delincuentes» han seguido el triste esca- Iafon de las instituciones de asistencia y de correccién (pags. 306-308), cabe razonablemente trabajar sobre las hipétesis de Foucault, y habré que sumergirse de nuevo en Ia inagotable Gazette des tribunaux. Idéntica pertinencia fecunda en las péginas dedi- cadas a la disciplina, caracterizadas por un espftitu de sintesis que recuerda algunos textos de Marx. El aumento de la poblacién —poblacién a alimentar, a emplear, a gobernar— y el desarrollo técnico de un aparato de produccién, més complejo y més costoso (méquinas), que hay que rentabilizar, se conjugan para explicar el’ recurso a unas disciplinas nuevas (pégi- nas 221-224). Acumulacién de capital y aparicién de fébricas: la disciplina, o la busqueda del beneficio, Ex- celente dialéctico, Foucault juega con todos los facto- res. Disciplinar y producir més 0 mejor, es lo mismo. El orden es un medio para hacer trabajar, y el trabajo es un medio para hacer reinar el orden. La organiza- cién controlada, programada, progresiva aplicable a di- ferentes tetrenos, confiere a estas actividades su efica- cia, segiin los casos, militar, industrial, pedagégica... El lugar de aplicacién de estos trabajos regulados es el cuerpo humano, convertido en rentable y maleable (pégs. 165-169): el orden transforma técnica y men- talmente el individuo. Conocemos las utilizaciones saint-simonianas, positivistas, tayloristas, tecnocréticas, totalitarias, de esta verdad ya antigua. Ultimo aspecto que interesa especialmente a los historiadores: el poder produce el saber. Foucault atri- buye al desarrollo de las ciencias humanas unos orf- genes temporales y epistemolégicos, ya evocados en 34 las obras anteriores.* Denomina «procedimientos» las précticas administrativas o reglamentarias, los cuadros detalladas, los registros y las estadisticas, les clasifica- ciones y las encuestas, los informes de los fiscales gene- rales y de los comisarios de policfa, los dictémenes pe- riciales y las minutas... que suministran los documen- tos bésicos, a corto o més largo plazo, para los trabajos de los sociélogos, psicélogos, médicos, crimindlogos, naturalistas 0 antropélogos, graméticos o historiadores. Es excelente que los historiadores mantengan viva en la memoria el origen de «sus» archivos. Es posible que nunca Ieguemos a desconfiat suficientemente de esta documentacién lacunar y parcial, manchada de légri- mas, de sudor y a veces de sangre, fabricada por unas instancias muy pocas veces inocentes, transmitida y truncada segiin la conveniencia de los dirigentes... 0 de los més oscuros chupatintas judiciales. ;Cuidado, historiador positivista, si posas tu mirada miope sobre un registro «con trampa», los discipulos de Foucault te fulminarén con un sarcasmo izquierdista! Y sin em- bargo, es indtil reiterar unas protestas moralizantes, y no nos queda mds remedio qué trabajar con lo que nos resta del pasado: a condicién de mantener nuestro objeto a distancia, de cogerlo con pinzas, y de no sa- cralizar su objetividad, ni la nuestra, Los puros dirén que no hay que atenvar, achatar, «recuperar» un pensamiento salvaje. Pido disculpas 25. Naissance de la clinique (1963), Les Mots et les Choses (1966) y L’archéologie du savoir (1969). 35 a

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