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Arte Prehistorico
Arte Prehistorico
Marcos García-Diez
Blanca Ochoa Fraile
1. El proceso de autentificación
2. Protocolos de reconocimiento y documentación
2.1. Recopilación de información
2.2. Prospección
2.3. Documentación de campo
2.3.1. Toma de datos
2.3.2. Registro gráfico
2.3.3. Registro fotográfico
3. Elementos de análisis y estudio
3.1. Elementos del contexto gráfico
3.2. Elementos gráficos
3.2.1. Análisis individual de grafías
3.2.1.1. Situación
3.2.1.2. Tipo de representación
3.2.1.3. Relación entre diseño y modelo natural
3.2.1.4. Temática
3.2.1.5. Estructura del tema y formato
3.2.1.6. Disposición de los miembros
3.2.1.7. Orientación
3.2.1.8. Nivelación
3.2.1.9. Perspectiva
3.2.1.10. Altura al suelo
3.2.1.11. Tipometría y proporciones
3.2.1.12. Esquema morfosomático
3.2.1.13. Tratamiento formal
3.2.1.14. Recursos de representación
3.2.1.15. Técnica
3.2.2. Elementos y variables de análisis del conjunto
3.2.2.1. Configuración del recinto
3.2.2.2. Distribución
3.2.2.3. Asociaciones y agrupaciones
3.2.2.4. Superposiciones
3.2.2.5. Esquema compositivo
4. Sistema de datación
4.1. Arte mueble
4.2. Arte rupestre
5. Interpretación
6. Bibliografía
MARCOS GARCÍA-DIEZ Y BLANCA OCHOA FRAILE
1. EL PROCESO DE AUTENTIFICACIÓN
La certificación cronológica del arte prehistórico es un tema de importancia. Deben clarificarse dos
conceptos: cronología paleolítica y estilo/apariencia paleolítica. El estilo paleolítico es una «cualidad
formal», con unas características determinadas y un grado de variabilidad amplio (lo que a veces no es
esperable), que no implica relación directa de cronología prehistórica. Cronología es un factor tempo-
ral. Por ello una obra de estilo prehistórico puede ser de cronología prehistórica o histórica.
Esto afecta tanto a evidencias muebles (Vayson 1932; Couraud 1985) como parietales (Sacchi 1993;
Barandiarán 1995). Las muebles aparecen, por lo general, asociadas a contextos arqueológicos sellados.
A pesar de ello, no faltan falsificaciones en el arte mueble, siendo los estudios tecnológicos (principal-
mente del medio de ejecución) y de datación numérica los ámbitos que se han utilizado para la cer-
tificación (Stringer et al. 1995). Por el contrario, preocupa la peritación de conjuntos parietales. Des-
de el descubrimiento de la cueva de Altamira (Cartailhac 1902; Barandiarán 1995; Heras y Lasheras
1997) surgió el concepto, y la praxis, de la falsificación de obras prehistóricas. Conjuntos descubiertos
en fechas relativamente recientes (como Foz Côa, Chauvet y Cosquer) han estado sometidos a discusión
(Clottes et al. 1992; Zilhao 1995).
Los criterios utilizados para abordar la cuestión en el ámbito del arte parietal son variados:
— Historia del emplazamiento. Se valora el uso dado al enclave descubierto, siendo importante con-
siderar estudios que se desvinculen de lo arqueológico. También debe atenderse a la información
aportada por los lugareños y la contenida en registros escritos.
— Condiciones del descubrimiento. Interesa conocer quién lo descubre, cómo se hace público, quié-
nes han accedido al lugar a partir de que se ha descubierto y se da a conocer, etc. Estos elemen-
tos, por superfluos que puedan parecer, tienen importancia.
— Grado de accesibilidad. Pocos son los casos en que se localizan estaciones cuyo acceso se encuen-
tra taponado e impracticable. En éstos se podrá determinar la fecha de taponamiento y proponer
una edad ante quem, y en su caso la certificación.
— Contexto estratigráfico. Son pocas las situaciones en que las obras parietales se encuentran cubiertas
por sedimentos (con o sin componente arqueológico) certificando una cronología ante quem o con-
temporánea a la de formación del depósito (González Morales 1989; Fortea 1994; Lorblanchet 1995:
266-269). La certificación también puede establecerse por fragmentos de obras parietales fracturadas
y localizadas en niveles estratigráficos (Lorblanchet 1995: 266-269; Menéndez y Ocio 1997).
— Contexto arqueológico: puesta en relación de los depósitos con las manifestaciones gráficas. Se
ha utilizado para sostener la edad prehistórica y encuadrar crono-culturalmente el momento de la
realización (Combier 1984; Moure y González Morales 1989, 1992; Lorblanchet 1995: 269-272).
La mayor parte de las relaciones entre ocupación y grafismo pecan de suposición al basarse en
intuiciones no demostradas. El establecimiento debe apoyarse en la existencia de materiales per-
tenecientes a la cadena técnica de la creación gráfica.
— Temática. El valor real de este criterio, en el caso de asegurar la falsificación, se basa en la identi-
ficación de motivos de los que se tiene certeza que no existieron en el momento, e incluso lugar,
al que debieran referirse las manifestaciones.
— Encuadre formal/estilístico y búsqueda de relaciones. Se recurre al establecimiento de similitudes
entre obras aceptadas como prehistóricas y las descubiertas. Este procedimiento puede presentar
dos problemas: a) que las relaciones se asienten en motivos que no tienen certificada su cronolo-
gía y b) que el conjunto nuevo no esté dentro de la variabilidad gráfica hasta el momento cono-
cida. Con el fin de no crear una argumentación circular se recurre a la comparación con obras
muebles, cuya cronología, en la mayor parte de los casos, es segura.
— Materia colorante. Para el caso de la pintura o el dibujo vienen presentándose análisis centrados en la
composición de la materia colorante utilizada, mostrando una paleta de manganeso, carbón, limoni-
ta, goethita y hematites, a lo que se suman minerales como la mica u otro tipo de feldespatos utiliza-
dos a modo de «cargas» (Martin 1993; Clottes 1993). La presencia de un elemento extraño y el reco-
nocimiento de elementos correspondientes a un proceso industrial implicarían una edad moderna.
— Técnica de ejecución. Mientras que para el caso de la pintura no se ha reconocido irregulari-
dad alguna, sí se han estudiado grabados «paleolíticos» realizados con instrumental metálico
(d’Errico et al. 1998).
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— Técnicas de datación. A inicios de la década de los 90 del siglo pasado empezó a aplicarse el mé-
todo del C14-AMS. Este método no data la obra, el momento de ejecución, sino la edad de la
materia colorante o del soporte (en casos mobiliares). Los resultados deben someterse a una dis-
cusión general en vez de aceptarse «a ciegas», ya que cabe la posibilidad de utilización de un car-
bón antiguo, o soporte orgánico en el arte mueble, en una aplicación actual. La Termoluminis-
cencia y las Series de Uranio aplicadas a formaciones de calcita que cubren o se sitúan por debajo
de las figuras aportan fechas ante quem o post quem (Ochoa 2011; Pettitt y Pike 2007; Pike et al.
2012).
— Estado de conservación. La frescura del surco o del colorante, así como su grado de adherencia,
ha sido utilizada como criterio para posicionarse a favor o en contra de la certificación (Couraud
1985: 27-29). Para valorar el peso de este criterio deben tenerse en cuenta el estado general de la
cavidad, del soporte, las condiciones hídricas que presenta el espacio, etc.
— Argumento de autoridad. Procedimiento utilizado y que tiene escaso peso argumental, si bien la
opinión de quienes tienen experiencia debe ser contemplada y valorada.
Los criterios señalados se agrupan en tres conjuntos:
— De valor absoluto y no dependientes de subjetivismos basados en opiniones o intuiciones que
pueden certificar una edad prehistórica: el grado de accesibilidad, el contexto estratigráfico y la
aplicación de técnicas de datación (AMS, Termoluminiscencia y series del Uranio).
— De valor relativo en la discusión y que no permiten discriminar la edad: el contexto arqueológi-
co, el encuadramiento formal/estilístico, la temática, el estado de conservación, la técnica de eje-
cución, la historia del emplazamiento, las condiciones del descubrimiento y la materia colorante
(en el caso de ser utilizados elementos naturales).
— De valor absoluto y no dependientes de subjetivismos que pueden certificar una edad moderna:
el uso de materiales colorantes de carácter industrial, la aplicación de las técnicas de datación, el
uso de instrumentos de grabación inexistentes en la época y la iconografía inexistente.
La certificación no es un procedimiento sencillo. En la mayor parte de las situaciones no se reco-
nocen criterios de certificación absoluta, siendo necesario recurrir a su combinación con el fin de tener
mayores campos de reflexión.
2.2. Prospección
Los protocolos de la prospección son diferentes se trate de obras parietales o mobiliares. En uno y
otro la iluminación es clave.
La prospección puede ser selectiva o intensiva. La selectiva puede ser concreta (reconocer superficies
de las que se tiene conocimiento previo de evidencias gráficas) o aleatoria (dirigida a visualizar superfi-
cies que por sus cualidades —regularidad, morfología, altura al suelo, etc.— son susceptibles de conte-
ner grafías). En la intensiva se visualizan la totalidad de las superficies. La puesta en práctica de uno u
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otro protocolo está determinada por los objetivos buscados y condicionada por las dimensiones de los
espacios. Como criterio general es necesario proceder a una prospección intensiva, accediendo a luga-
res profundos y de difícil acceso.
Tres principios rigen los trabajos en arte rupestre: a) la estructuración del espacio atendiendo a su
morfología y situación; en cavidades deberá prestarse atención a la posible existencia de grafías en el
suelo y formaciones; b) una iluminación adecuada, focos de luz que ofrezcan una intensidad lumínica
constante, buena calidad de color y duración; y c) el trabajo en grupo (mínimo dos personas por fuente
de iluminación). En contextos al aire libre y abrigos, cuando el soporte está cubierto por líquenes, etc.
es necesario realizar pequeñas catas con instrumental adecuado.
La prospección no puede aplicarse en los mismos términos a lo mobiliar. Lo importante es pres-
tar atención específica a todo tipo de soportes óseos y pétreos que pudieran contener surcos o coloran-
te. De este modo se evitaría que algunas piezas óseas estén almacenadas entre los lotes de fauna y otras
pétreas acaben en la escombrera. Es necesario lavar los soportes (prestando atención a la posible exis-
tencia de colorante) e incluso hacer catas en aquellos con superficies cubiertas.
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espectros que no capta el ojo humano y en consecuencia poniendo de manifiesto superposiciones difí-
ciles de reconocer o imágenes cubiertas por formaciones de calcita o en deficiente estado de conserva-
ción. Su uso presenta mayor resolución en dibujos y pinturas que en grabados.
En la actualidad, el desarrollo de la fotografía digital permite obtener calidades de resolución muy al-
tas, corregir alteraciones de color y trabajar con series fotográficas que mediante procedimientos informá-
ticos permiten un acercamiento tridimensional al objeto. Otros procedimientos referidos en el apartado
anterior (fotogrametría, microtopografía digital, etc.) basan sus sistemas en la captación de imágenes.
A fin de articular la exposición, se organizan en dos grupos: elementos gráficos (diferenciando el aná-
lisis individual del de conjunto) y de contexto gráfico (el continente, el entorno y el emplazamiento).
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lítico. La discriminación entre categorías es un proceso complejo, ya que el cambio entre una y otra
debe ser entendido dentro de un proceso en el que la forma se encuentra en un proceso constante de
metamorfosis.
Deben contemplarse, al menos, las siguientes categorías:
— Naturalismo: máxima equidad entre diseño y modelo natural apareciendo representados detalles
anatómicos. Los contornos son flexibles y la línea modulada, generándose ángulos preferente-
mente abiertos en las intersecciones.
— Realismo: el diseño tiende a manifestarse como el modelo natural, señalándose las unidades bási-
cas que pueden acompañarse de detalles anatómicos complementarios. Las líneas tienden a cierta
rigidez formando, en muchos casos, ángulos rectos.
— Estilización: se inicia el proceso de concentración de la forma, una reducción de las partes que ex-
presan las unidades básicas que configuran el motivo. Se tiende a prestar poca atención a la presen-
tación de detalles secundarios de la anatomía, apareciendo éstos, a veces, indicados de manera indi-
recta por la modulación de la línea de contorno. Las líneas se presentan moduladas mediante el uso
de la curva, evitando la rigidez que manifiesta la línea recta. Los ángulos tienden a ser abiertos.
— Esquematización: concentración y simplificación extrema de la figura, pero reconociéndose la for-
ma natural en que se basa la representación. La continuación del proceso derivará en la presenta-
ción de formas geométricas o lineales en las que no es posible reconocer formalmente la figura na-
tural. Las líneas tienden a ser rígidas, generándose ángulos preferentemente rectos o cerrados.
3.2.1.4. Temática
Definición del tipo concreto, y con la máxima resolución posible en el caso de los zoomorfos, de re-
presentación cuando pueda definirse con garantías mínimas: hace referencia a caballo, liebre, bisonte,
tipo de arma, mujer, hombre, etc. En casos complejos, debido a la lectura formal, el genérico antropo-
morfo, zoomorfo, etc. será el grado máximo de definición. Existen clasificaciones de temas lineales y
de puntos que sirven para organizar las composiciones y permiten comparaciones entre el dispositivo
de un conjunto y entre corpus de diferentes estaciones (Leroi-Gourhan 1965; Casado 1977; Sauvet y
Wlodarczyk 1977; Vialou 1987; Delluc y Delluc 1991).
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3.2.1.7. Orientación
Referencia hacia la que mira la representación figurativa, pudiendo darse dos situaciones: interior y
exterior respecto a la entrada de la cavidad. Considerar la entrada como puede ser válido en cuevas en
que las figuras se encuentran relativamente cercanas a la entrada y las sinuosidades del recorrido son
mínimas. Pero, ¿qué pasa cuando el recorrido es muy largo y sinuoso y a la vez durante la trayectoria se
pasa por salas, gateras, etc.?
En estos casos complejos una cosa es la orientación real, es decir, la colocación de la figura sobre el
plano topográfico y la observación de su correspondencia con la entrada (habría que tener presente si la
entrada, o entradas, actual se corresponde con la utilizada en época prehistórica), y otra la que se tome
de referencia respecto al espacio espeleológico en que se encuentran las imágenes y los accesos existen-
tes a éste. Es decir, se considera cada sala, galería, gatera, etc. como un espacio individualizado.
3.2.1.8. Nivelación
Posición del eje de la representación figurativa o el eje mayor en elementos no figurativos respecto al
nivel del suelo. La descripción es compleja en los motivos que se localizan en bóvedas y superficies in-
clinadas.
A. Leroi-Gourhan (1973: 126-127) puso atención a la nivelación de los animales diferenciando: es-
tación normal (los miembros se presentan más o menos verticales), estación de pie (partiendo de la es-
tación normal, variaciones que no sobrepasan los 45º) y estación insólita (variaciones de 90º a 180º:
verticales e invertidos). J. L. Sanchidrián (1994: 44-45) amplió la aportación considerando subdivisio-
nes y la lateralización de la inclinación: animal rampante (de +90º a +45º), volante (de +44º a +10º),
horizontal (de +9º a –9º, cuando sea positivo horizontal desviado ascendente y negativo descendente),
pendular (de –10º a –44º) y plomada (de –45º a –90º).
Simplificando, se puede emprender la descripción (Fig. 1) atendiendo a las dos semicircunferencias
en que se divide una circunferencia. Cuando sea un motivo no figurativo se atenderá al eje mayor, se
medirá el ángulo atendiendo al superior cuando prima como eje mayor el vertical y al lateral derecho
cuando prima el horizontal.
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3.2.1.9. Perspectiva
La mayoría de las figuras están ejecutadas en dos dimensiones, si bien la posición de las orejas y de
las extremidades manifiesta una preocupación por la búsqueda de la tercera dimensión, lograda tam-
bién mediante el uso de la bicromía y degradación del soporte.
H. Breuil (1952) se había referido al tema al hablar de perspectiva correcta, semi-torcida y torcida,
dotando los conceptos de un significado cronológico. Las categorías que estableció A. Leroi-Gourhan
(1984: 29-36) se basaron en consideraciones entre visión real de un objeto (o zona anatómica) desde un
punto y su plasmación gráfica: partiendo del tronco, que se sitúa de perfil al observador, puede darse
una relación de 0º, 45º, 90º, 135º y 180º.
En cuanto al análisis, se consideran dos cuestiones:
— Número de planos de visión plasmados en una misma imagen: 1, 2, 3, etc. Así cabe la posibili-
dad de que una misma figura responda a una ejecución de varios planos de visualización.
— Relación entre los planos:
• Perfil absoluto o estado 0 de la perspectiva de A. Leroi-Gourhan (L. G.), inexistencia de relación
entre las partes; el sujeto se representa de perfil y los miembros dobles sólo se representan una vez.
• Perspectiva uni-angular de L. G, armonía angular entre las partes; la representación se corres-
ponde a la realidad.
• Bi-angular oblicua de L. G. o perspectiva semi-torcida de Breuil, diferencia de aproximada-
mente 45º; se representa en dos planos en los que la diferencia es de 45º.
• Bi-angular recta de L. G. o perspectiva torcida de H. Breuil, diferencia entre las partes de
aprox. 90º; el sujeto se ve desde dos planos, el cuerpo se representa de perfil y los miembros
pares de frente.
• Además se ha considerado la perspectiva bi-pluri angular opuesta, cuando las diferentes partes
responden a una proyección de 180º.
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3.2.1.15. Técnica
Se describe la técnica utilizada y la modalidad de ejecución. Conceptos como pintura, diseño o di-
bujo están presentes en la mayor parte de las obras, existiendo a veces confusión en su uso, especial-
mente entre dibujo y pintura.
Dibujo es la «Representación gráfica por medio de líneas, trazos y sombras, obtenida mediante lápiz
pluma u otro objeto semejante. Representación en la que predomina el trazo sobre el color» (Fatás y Borrás
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1980: 74); dibujar es «Delinear en una superficie, y sombrear imitando la figura de un cuerpo» (Real Aca-
demia 1992: 745). Pintura es «Arte de aplicar los pigmentos o colores sobre una superficie» (Fatás y Borras
1980: 172); pintar es «Representar o figurar un objeto en una superficie, con las líneas y colores convenien-
tes» (Real Academia 1992: 1606). En la pintura, con el color no sólo se delimitan contornos y regiones,
sino que se definen superficies en una concepción más amplia que lo que representa el dibujo. El uso
del color permite referir monocromía o bicromía/policromía y los grados de degradación del color, no
sólo consecuencia de la composición sino también a veces por sensaciones visuales creadas a partir del
grosor de la capa pictórica que crea «transparencias».
El concepto de tinta plana se refiere al relleno de una superficie con un sólo color y una sola tonali-
dad. La pintura de tinta modulada o graduada (Barrière et al. 1986: 182) implica el recurso a diferen-
tes tonalidades de un mismo color; debe prestarse atención a no confundir la tinta modulada con la
sensaciones de variación de tonalidad de un mismo color que crea el efecto de frotar una pintura o
la «transparencia» de color del soporte. Este último caso no es una cuestión técnica, sino un recurso de
representación para buscar la masividad o volumetría del motivo.
Bajo los términos de grabado, escultura y relieve se incluyen la representación que ha sido realizada
por una acción que conlleva la alteración de una superficie (pétrea, ósea, etc.) por extracción de la ma-
teria prima (soporte).
Los gestos técnicos pueden ser descompuestos en unidades técnicas (Apellániz 1995: 28). Cada una
de las partes en que se componen las representaciones son las líneas. Estas pueden estar creadas por
uno o varios segmentos, las rayas. Y a su vez, cada «movimiento de la mano en un único impulso» se de-
nomina trazo. Su análisis permite comprender el proceso de ejecución y los gestos del autor.
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saltar el grabado. Incluso se ha sugerido la presencia de color en conjuntos al aire libre (Balbín y
Alcolea 2009).
Hoy en día su estudio no es complicado y garantiza la integridad del arte, ya que no es necesario re-
currir a tomas de muestras, siendo posible análisis directos mediante espectrómetro de fluorescencia de
rayos X y espectroscopia Raman (Hernanz et al. 2012; Olivares et al. 2012)
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El recinto (cueva o abrigo) se estructura en unidades menores (galerías, nichos, simas, pasajes
menores, etc.). Cada uno de los espacios en que pueda subdividirse morfológicamente —espeleoló-
gicamente— una cueva constituye una zona. Cada una se estructura en unidades menores: las pare-
des, el techo y el suelo; cada uno posee unas características métricas, morfológicas y de disposición
de planos.
A la hora de estudiar la localización de los motivos en relación a las características de los espacios,
deberá valorarse su capacidad de acogida, su localización respecto al eje principal del tránsito y la faci-
lidad del acceso; esto permitirá valorar el carácter «público» o «privado» de cada espacio.
La unidad básica de la topografía gráfica son los paneles. La diferenciación de ellos no es siempre
sencilla ni normativa, habiéndose recurrido a criterios de superposición, delimitación espacial sobre la
base de la morfología del soporte, y la existencia de vacíos entre figuras o conjuntos de ellas. La morfo-
logía y configuración del soporte sirven de elementos de estructuración de los espacios, siendo signifi-
cativas a este respecto las fisuras y grietas, los cambios bruscos de planos y disposiciones, la existencia
de diferentes formaciones de calcita, etc.
3.2.2.2. Distribución
Los motivos se encuentran dispersos por diferentes puntos de la cavidad, que presenta un espacio
y/o recorrido principal a partir del que se articulan los diferentes recintos.
La lectura longitudinal hace referencia a lo que constituyó uno de los ejes principales del razona-
miento interpretativo de A. Leroi-Gourhan (1965; et al. 1995). Basándose en criterios topográficos de
dispersión de los motivos, postuló una división tripartita del espacio en paneles de entrada, centrales y
de fondo; a su vez, cada uno de ellos podía poseer una organización interna con animales localizados
en la zona central, de fondo y laterales, estas dos últimas categorías haciendo de espectro envolvente a
los animales centrales. Esta concepción del espacio no presenta a priori problemas de aplicación en ca-
vidades de desarrollo lineal y de zonas y paneles bien delimitados. Pero, ¿qué pasa cuando las figuras se
reparten por diferentes puntos de la cueva, cuando la diferenciación de paneles es compleja o cuando
dicha distribución responde en planta a una tendencia circular? La diferenciación no es sencilla, y de-
berá analizarse cada caso atendiendo a criterios de proximidad respecto a la entrada de la cueva, a las
dimensiones de los espacios, facilidad del acceso, etc.
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3.2.2.4. Superposiciones
El estudio de la superposición de líneas informa sobre dos aspectos (González Sainz y Ruiz 2011):
uno temporal (momento de realización de una figura respecto a otras con las que posee relación física)
y otro espacial (manera en que cada una de las figuras se integra en la superficie que constituye el pa-
nel). No siempre es fácil definir qué está por encima y qué por debajo. A. Leroi-Gourhan (1971-1972;
1983) distinguió categorías: superposición con valor cronológico (donde claramente pueda interpretar-
se la existencia de un amplio espectro temporal), recubrimiento implícito (dos o más figuras coetáneas
en donde la ejecución del contorno de una se interrumpe sobre el contorno de la otra), transparencia
(ausencia de percepción de la diferencia entre lo exterior e interior de un sujeto) y superposición sincró-
nica o coetánea (realizada dentro de un mismo espectro temporal).
Conviene recordar que la «cuantificación» del tiempo transcurrido entre la ejecución de una figura
y otra no viene dada por el hecho de la superposición, es decir, debe rechazarse, como valor absoluto, la
idea que postula la existencia sistemática de un amplio espacio temporal entre dos figuras superpues-
tas. También debe valorarse el grado de superposición existente en un panel en relación al encuadre y
superficie máxima de un panel. Partiendo de que la superposición es un hecho deliberado, deberá ser
puesta en relación con la distribución general del panel, marcando la posible existencia o no de vacíos
en el mismo, con el fin de valorar su representatividad.
4. SISTEMA DE DATACIÓN
La datación del arte prehistórico es un ámbito de estudio complejo, sobre todo en lo rupestre, pues-
to que no hay una forma general y concluyente de datarlo con absolutas certezas a pesar de los intentos
de base estilística y procedimientos analíticos aplicados. Se puede distinguir entre métodos numéricos
(calificados generalmente como absolutos y basados en encuadre de fechas) y relativos (referidos a fases
climáticas, crono-culturas, etc.), y entre directos (se data un elemento propio de la obra) e indirectos
(se fecha un elemento contextual al objeto).
Debido a que el soporte generalmente se localiza asociado a un depósito lito-arqueológico, la mayor par-
te de estas piezas pueden ser datadas indirecta y relativamente por los materiales asociados o por fechas nu-
méricas obtenidas de elementos asociados. En ocasiones se ha procedido a encuadrar piezas obtenidas fuera
de contexto o de excavaciones antiguas; para ello se recurre a la extracción de pequeñas muestras de materia
orgánica (hueso o cuerna) que se somete al C14 o C14-AMS (Barandiarán 1988; Valladas et al. 1992).
Variados, y de diferente grado de precisión y calidad, son los procedimientos e informaciones apli-
cables:
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quem) de la ejecución gráfica referida a años naturales. Por esta razón es fundamental saber en
qué posición se encuentra el espeleotema que se muestrea, siendo necesario obtener muestras de
formaciones de las que se tiene absoluta certeza de la relación estratigráfica.
En el caso del Uranio-Thorio (Th-U) las muestras deben tener una cantidad de entre 0,2 y 3 gr.
(Genty et al. 2005) y deben ser tomadas, a ser posible, por expertos. La calidad de la muestra
(ausencia máxima de detritus) y el reconocimiento del procedimiento de su formación son ele-
mentos importantes para la calidad y validez del resultado. Los límites de aplicación de este mé-
todo alcanza hasta hace 500.000 años (Liritzis 1987).
La termoluminiscencia (TL) plantea más dificultades, puesto que su medición depende de nu-
merosas variables geológicas y para calcularlas es necesario conocer la Dosis Anual (Aitken 1985)
de las mismas durante un año o recurrir a cálculos teóricos que pueden introducir elementos de
distorsión destacados en el resultado. En el caso del arte rupestre al ser muestras en exposición
aérea las limitaciones en la aplicación son aún mayores (Beneitez et al. 2001).
El mayor problema que tienen estos métodos es que la datación que se obtiene es contextual, no
data la ejecución. Sin embargo, una ventaja que tiene sobre el AMS es que es susceptible de ser
aplicado a figuras grabadas o pintadas en rojo, por lo que el ámbito de aplicación es muy amplio
si existen formaciones de calcita.
— Otras técnicas de datación relativa. En los últimos 20 años se han comenzado a aplicar (de ma-
nera más limitada debido al tipo de muestra que necesitan) nuevas técnicas de datación al arte
rupestre que proporcionan fechas mínimas. Algunos procedimientos son: ESR (Electro Spin Re-
sonance) —que data calcita al igual que la TL y U/Th—, OSR (Optically Stimulated Luminis-
cence) —que fecha granos de arena frecuentemente hallados en nidos de avispa sobre represen-
taciones rupestres— (Rowe 2001), P-Ar (Potasio-Argon) —que data materiales ígneos desde el
Mioceno al Pleistoceno— y microerosión de la superficie —que permite analizar, en el caso de
que las representaciones se encuentren al aire libre, la erosión que ésta ha sufrido a lo largo del
tiempo— (Bednarik 2002).
5. INTERPRETACIÓN
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les estaba orientado a propiciar una caza más fácil y fructífera, es decir, a tener una mayor cantidad y
facilidad de acceso a uno de los pilares de la alimentación. Así la documentación para justificar se cen-
tró principalmente en la identificación temática de animales heridos, signos interpretables como tram-
pas, lanzas, etc., animales privados de anatomía vinculada a cualidades como el correr, oír, etc., lo que
facilitaría en último término la caza. En términos similares, apoyo en estudios etnográficos y grupos
indígenas, se defendió la teoría totémica (Raphaël 1945; Laming-Emperaire 1962), donde los animales
representados son el tótem de los grupos humanos, el animal del que desciende el grupo, el clan o la
tribu y que sirve de «emblema» colectivo, una teoría de incidencia en el modo de organización social.
En la actualidad, la información etnográfica no tiende a presentar una aplicación directa sobre el
registro arqueológico, ya que se asume el papel de proyección del investigador y una realidad etnográ-
fica caracterizada por la variedad cultural, que en muchos casos implica una diversidad interpretativa
para un mismo registro gráfico. Hoy en día, como señala Víctor Fernández en otro capítulo de este li-
bro, se dan «dos vías lógicas para perfeccionar y superar los defectos del método, pasando de una analogía
meramente “ formal” a otra “relacional” (Hodder 1982: 16-24), consisten en recurrir al refuerzo estadísti-
co y a las “relaciones de relevancia”». Hoy se postula, así, un uso menos analógico de la información et-
nográfica y más relacional. Esto está permitiendo entender el arte prehistórico, por ejemplo, como una
vía de comprensión de la organización social (Domingo 2011).
En relación con el enfoque social, A. Leroi-Gourhan (1980) y M. Conkey (1980, 1990) interpreta-
ron algunos signos y formas geométricas o lineales. Motivos complejos como segmentaciones de for-
mas geométricas, rectángulos con apéndices, claviformes, etc. son las marcas de uno o varios grupos
humanos que comparten vínculos sociales. De este modo, son una parte más de su identidad frente a
otros grupos. El establecimiento de presencia o ausencia de temas, convenciones gráficas, objetos sin-
gulares, procedimientos técnicos, etc. (Moure 1994) pueden ser el reflejo del modo de organización so-
cial y de movilidad y ocupación del territorio, así como del establecimiento de relaciones de los grupos
humanos prehistóricos. Cultura, identidad y organización socio-territorial pueden estar reflejadas en el
arte prehistórico (García-Diez 1999).
El enfoque interpretativo sexual fue propuesto por M. Raphaël (1945), seguido por A. Laming-
Emperaire (1962) y desarrollado ampliamente por A. Leroi-Gourhan (1965, 1973). Esta teoría, que
tiene como base el estructuralismo y que se apoyó en un sistema de relaciones estadístico, se mantu-
vo hasta bien entrada la década de los 80 del siglo pasado. Surgió de la constatación de un orden en la
distribución y asociación de los animales existentes en el interior de las cuevas. Los autores identifica-
ron la ausencia de aleatoriedad en la ejecución del arte rupestre, postulando que las figuras se sitúan
de acuerdo a un plan previamente organizado. Esta idea supuso una revolución en el estudio del arte
rupestre y ha seguido siendo explorada y matizada por G. Sauvet, S. Sauvet y A. Wlodarczyk (1988,
1995), quienes diferencian e interpretan las composiciones rupestres como un código simbólico con se-
mántica y sintaxis propia.
Pero lo que realmente le llevó a desarrollar la teoría sexual fue el estudio de las asociaciones anima-
les, identificando la existencia de parejas. También analizó la frecuencia de las asociaciones entre signos
y de éstos con animales. La recurrencia en la vinculación de figuras fue valorada como una dualidad
vista desde la relación feminidad-masculinidad. Por el mismo camino, pero sólo considerando el fac-
tor antagónico documentado por las asociaciones, se han propuesto frente a lo femenino-masculino, la
identificación del bien y del mal, del agua y la tierra, y de lo natural y sobrenatural. La identificación
de las asociaciones y la consideración de algunos elementos de la teoría totémica, fueron aprovechados
por A. Laming-Emperaire (1972) para indicar que la asociación de figuras de diferentes especies repre-
sentan sistemas sociales que transmiten formulas de emparejamiento.
Por último, la teoría del chamanismo parte también de una aproximación etnográfica, íntimamente
ligada a procesos neuro-psicológicos que alteran el funcionamiento normal del sistema nervioso y que
son provocados por fatigas, esquizofrenia, ingestión de drogas psicotrópicas, etc; estas enfermedades o
el consumo de sustancias provocan la alteración de la conciencia. El trance, estructurado en 3 estadios,
es el proceso alucinatorio en el cual los sentidos se ven afectados y se ejemplifican a través de las reali-
zaciones artísticas. Así visto, una parte del arte rupestre podría ser interpretado como la transposición
gráfica de visiones reales de un chamán o persona iniciada durante la alteración de la conciencia. En
los últimos años esta propuesta ha sido de nuevo aplicada al arte rupestre paleolítico por J. Clottes y
D. Lewis-Williams (2001). Este intento de proyectar sobre el arte prehistórico una visión marcadamen-
te condicionada por un determinado hecho religioso, ha sido sujeto de críticas (Bahn 2003), según sus
628
ARTE PREHISTÓRICO
autores por su carácter no universal y por la diversidad actual del chamanismo; pero a la vez ha permi-
tido abrir nuevas vías de trabajo, como intentar documentar, a fin de ver la viabilidad de la hipótesis,
evidencias materiales de esta acción simbólica (Price 2001).
La diversidad interpretativa pone de relieve las dificultades de utilizar un solo enfoque interpretati-
vo para descifrar el porqué y para qué del arte rupestre, más aún cuando se podría aceptar sin demasia-
das complicaciones que un mismo significante (un motivo) puede tener varios significados, poniéndose
de relieve la especificidad, individualidad e idiosincrasia del individuo y de los grupos humanos (e in-
cluso de los investigadores). En la actualidad, el uso de la información etnográfica con carácter relacio-
nal sobre el registro arqueológico, y la búsqueda de evidencias materiales vinculadas al hecho interpre-
tativo que se postule, abrirán las vías de avance en este campo.
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Métodos y Técnicas
de análisis y estudio en
arqueología prehistórica
De lo técnico a la reconstrucción
de los grupos humanos
Métodos y Técnicas
de análisis y estudio en
arqueología prehistórica
De lo técnico a la reconstrucción
de los grupos humanos
Editores:
Marcos García-Diez y Lydia Zapata
Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología
Grupo de Investigación en Prehistoria IT-622-13
UFI (Unidad de Formación e Investigación) 11-09
UPV/EHU
© Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco
Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua
ISBN:
Depósito legal/Lege gordailua: BI -
Índice
Índice de autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Presentación, Marcos García-Diez y Lydia Zapata (eds.) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
La prospección de superficie
Francisco Burillo Mozota. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
La excavación arqueológica
Gonzalo Ruiz Zapatero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
La datación por carbono-14
Antonio Rubinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
La datación por las series de Uranio
Dirk L. Hoffmann . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
La datación por Resonancia Paramagnética Electrónica (ESR)
Mathieu Duval . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
La datación por luminiscencia de sedimentos arqueológicos
Lee J. Arnold y Martina Demuro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Paleomagnetismo
Josep M. Parés. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
La reconstrucción de los medios físicos y el análisis de paleopaisajes
Alfonso Benito Calvo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
Estratigrafía y análisis de facies
Josep Vallverdú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
La Estratigrafía Analítica
Andoni Sáenz de Buruaga y Juan Carlos López Quintana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
La micromorfología de suelos
Josep Vallverdú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
La arqueología del paisaje: análisis macro y meso-espacial
Fernando Diez Martín. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
7
ÍNDICE
8
Índice de autores
Lee J. Arnold
Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).
Correo electrónico: lee.arnold@cenieh.es
Javier Baena
Universidad Autónoma de Madrid.
Correo electrónico: Javier.Baena@uam.es
Isabel Cáceres
Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES). Universitat Rovira i Virgili.
Correo electrónico: icaceres@iphes.cat
Martina Demuro
Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).
Correo electrónico: martina.demuro@cenieh.es