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UNA HISTORIA POR ESCRIBIRSE

Elvira Concheiro Bórquez

El Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista presenta en este libro,


reunidos por primera vez, los documentos más importantes de cada uno de los
congresos nacionales que realizó el Partido Comunista Mexicano a partir de 1919,
año de su fundación, hasta su disolución acordada en 1981.
Esta recopilación de cincuenta y cinco documentos, que dista de ser la totali-
dad del material existente, ha procurado ser una cuidadosa selección de aquellos
que permiten el conocimiento de aspectos significativos de la historia de una or-
ganización partidista que fue parte indisociable de la historia política de México
durante el siglo xx, y cuya memoria es indispensable para entender el país de
nuestros días y vislumbrar los posibles horizontes de la lucha por la emancipa-
ción.
En general, se ha tenido que hacer un arduo trabajo de pesquisa pues la do-
cumentación resguardada es muy escasa y dispersa, no sólo por pérdidas produc-
to del descuido, sino muchas veces como resultado de la persecución policíaca y
los largos periodos de clandestinidad. Gracias a varias personas amigas hemos
podido completar la documentación extraviada o bien presentar en forma más
completa varios de los escritos que en el cemos se hallaban incompletos o muti-
lados. Algunos de los documentos fueron proporcionados por archivos históricos
de otros países. En particular, antes de la desaparición de la Unión Soviética, el
archivo de la Internacional Comunista de Moscú proporcionó a nuestro Centro
varios microfilms con documentos históricos del pcm, algunos de los cuales se
publican aquí por primera vez. Para esta selección, el Instituto Internacional de
Historia Social de Ámsterdam, el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y So-
ciales “Vicente Lombardo Toledano” y la Universidad de Harvard proporcionaron
algunos de los documentos.
Debido a estas dificultades, de los primeros congresos –incluido el congreso
socialista de 1919 del que, poco después, surgiría el pcm–, realizados hasta 1927 (año
de la realización del v Congreso, del cual, precisamente, sólo se conserva un mani-
fiesto), no sólo presentamos una cantidad menor, sino que junto a los resolutivos que
16 los congresos comunistas. méxico 1919-1981

se conservan de los congresos hemos incorporado otros de diverso carácter (cróni-


cas, cartas, manifiestos, etc.) con el propósito de dar cuenta, de la mejor manera po-
sible, de lo discutido y acordado en aquellos remotos encuentros de los comunistas
mexicanos. También por esa razón, se incorporaron algunos documentos adopta-
dos o publicados con posterioridad al congreso respectivo, pero que abonan en el
conocimiento de lo acordado en éste, como es el caso de la Declaración de Principios
incorporada en el ii Congreso y el Acta Constitutiva que con fines electorales acordó
el Partido Comunista un año después de este mismo congreso.
De los siguientes congresos, para los que se cuenta con bastante mayor can-
tidad de documentos, se han seleccionado sobre todo los informes políticos que
presentó en su respectivo momento la dirección nacional de los comunistas mexi-
canos; mismos que dan cuenta de la actividad de ese partido de un congreso a
otro. Junto a estos documentos, en los que con frecuencia se intenta una caracteri-
zación de la situación de cada periodo, en ocasiones se han incluido las resolucio-
nes políticas adoptadas que, por lo general, incorporan planteamientos centrales
de los informes, aunque agregan elementos que resultan del debate realizado y el
conjunto de demandas y tareas políticas que proponían los comunistas frente a
determinadas circunstancias. En algunos congresos hemos optado por incorpo-
rar los documentos programáticos que dan cuenta de los esfuerzos de elaboración
teórica y del proyecto de sociedad por el que luchaban los comunistas.
En los casos en que ha sido posible contar con la convocatoria y los puntos a
discusión del congreso correspondiente, éstos han sido incluidos con el fin de dar
una idea más contextualizada de los documentos que publicamos.
En algunos pocos congresos se han incluido, además, materiales sobre el tema
organizativo por considerarlos expresión de cambios sustantivos en la vida y la
concepción de ese partido. Tal es el caso, por dar un ejemplo, de la resolución
sobre la bolchevización del pcm adoptada en 1925 por el iii Congreso; política
que por mandato de la Internacional Comunista (ic) siguieron en determinado
momento todos los partidos del mundo afiliados a ésta y que representó uno de
los vehículos a través del cual el Partido Comunista de la Unión Soviética (pcus)
desplegó su hegemonía en el movimiento internacional de los comunistas. Otro
ejemplo es el informe al IX Congreso sobre la cuestión organizativa, momento en
el que, tras la disolución de la Internacional Comunista, este partido cambió el
nombre, adoptado desde su segundo congreso, de Partido Comunista de México
(Sección de la Internacional Comunista) para volver, como en su primer congreso,
a llamarse Partido Comunista Mexicano, el cual mantuvo hasta su disolución.
Particular relevancia tienen las 32 Resoluciones del xix Congreso del pcm de
1981, extenso documento resultado del último y más participativo proceso de
elaboración colectiva de los comunistas –en muchos sentidos, inusitado en las
una historia por escribirse 17

formaciones de izquierda en México–, el cual, en virtud de la extraordinaria ac-


tualidad que a nuestro parecer mantienen, se publica íntegramente en lugar del
informe u otros resolutivos de ese congreso.
Además de los veinte congresos ordinarios que realizó el pcm, en 1940, en me-
dio de una profunda crisis, fue convocado un Congreso Extraordinario (el único en
toda su historia), del cual dan cuenta dos extensos documentos aquí incorporados.
También hemos incluido la resolución del pleno del Comité Central del pcm
realizado en 1929 y la Carta Abierta que elaboró la delegación del pcm (que inte-
graron Hernán Laborde, Miguel Ángel Velasco y José Revueltas) que asistió al vii
Congreso de la Internacional Comunista realizado en 1935. Los dos documen-
tos, aunque no son resolutivos de ningún congreso, dan cuenta de importantes
momentos que, por distintas razones, marcaron la vida de este partido, pues re-
presentaron giros relevantes que definieron las posibilidades políticas no sólo de
los comunistas; fueron objeto de interesantes polémicas, por ello, se consideró
pertinente incorporarlos.
Se han incluido, asimismo, dos escritos que la Internacional Comunista remi-
tió al pcm con motivo de las resoluciones adoptadas, respectivamente, en el II y en
el iv Congresos. Resulta interesante observar la compenetración con la realidad
mexicana visible en tales documentos, lo cual resulta del hecho de que, segura-
mente, salieron de la mano de alguno de los internacionalistas que, viviendo en
México, participaron en la formación y primeros pasos del Partido Comunista y,
al mismo tiempo, pasaron a ser parte de los organismos recién creados de la IC.1
Se publica como texto introductorio de esta selección documental un segmen-
to de un peculiar informe que presentó Arnoldo Martínez Verdugo como secre-
tario general del pcm, ante un pleno del Comité Central realizado el año de 1970.
En la medida en que se trata de un esbozo de una parte sustancial de la historia de
este partido, el propósito de incorporarlo ha sido proporcionar mayores elementos
que permitan una mejor comprensión de la documentación aquí reunida. Cierta-
mente, no se trata de una ensayo historiográfico, sino de la reconstrucción y aná-
lisis de momentos claves de la vida y experiencia de este partido realizados a partir
de determinadas preocupaciones políticas, en el que se abordan varios aspectos y
situaciones difíciles para el pcm y en el que se asumen muchos de los errores más
relevantes en la actuación de este partido; documento que entonces se sometió a
discusión y estudio en las filas de los comunistas con el propósito de desentrañar
las causas de la debilidad histórica de esta corriente en México. Se trata, por tanto,

1
Tal es el caso tanto del norteamericano Richard Francis Phillips (alias Frank Seaman y Manuel Gómez, en-
tre otros) y del suizo Edgar Wong (alias Stirner, entre otros). Cfr. Lazar y Victor Jeifetz y Peter Huber, La Interna-
cional Comunista y América Latina, 1919-1943. Diccionario biográfico, Instituto de Latinoamérica de la Academia
de Ciencias (Moscú) e Institut pour l’histoire du communisme (Ginebra), 2004, pp. 261-262 y pp. 340-342.
18 los congresos comunistas. méxico 1919-1981

de un material que da testimonio del proceso de autorevisión y debate en el que


estuvo involucrado el pcm sobre todo en su última década.
Es pertinente señalar, en primer lugar, que dentro de la estructura de los par-
tidos comunistas, los congresos representan siempre la instancia de máxima auto-
ridad. Conformados por representantes de las organizaciones locales o regionales,
estas asambleas tenían la tarea de discutir y aprobar las grandes líneas de acción
política, establecer las normas de organización y nombrar a los integrantes de los
órganos de dirección nacionales del partido. De alguna forma, al menos en la letra
de los estatutos, el régimen interno del Partido Comunista era parlamentario y su
poder ejecutivo era colegiado.
Sin embargo, la manera de entender la unidad y la cohesión interna, así como
el dogmatismo inseparable de esas formas, convirtieron en numerosas ocasiones
a los congresos en rituales carentes de verdadero debate y de elaboración colecti-
va; pero algunos otros fueron momentos sumamente relevantes en la vida de esta
organización, en los que se sintetizaron procesos de discusión y maduración po-
lítica que tuvieron apreciable significación. Varios congresos sancionaron virajes
profundos que definieron periodos prolongados de la historia de los comunistas,
o también, cambios en sus concepciones políticas a través de las cuales buscaron
incidir –y en ocasiones lo lograron– en la realidad nacional.
En uno y otro caso, ya sea de simple cumplimiento de una norma, o bien
ocasión para el debate real y el crecimiento político e ideológico de la agrupación
partidista, los congresos reflejan siempre el estado de la organización y dan cuenta
de una manera de ver y analizar la situación concreta del país y del mundo. En
particular, hay que resaltar el esfuerzo permanente de los comunistas por analizar
las condiciones de vida y trabajo de los obreros y los campesinos y la búsqueda del
camino político que hiciera posible alcanzar su emancipación.
A lo largo de las siete décadas de existencia del pcm, México se transformó
considerablemente y los comunistas, con las insuficientes herramientas teóricas
con que contaban, trataron de dar cuenta de esos cambios y de las acciones que
pudieran llevar al país por una senda diferente que hiciera posible el sueño de una
república igualitaria de los trabajadores de la ciudad y el campo. En esa medida, los
documentos reflejan también la historia del país vista por un segmento de la socie-
dad que, aunque perseguido y marginado, no cejó en su lucha transformadora.
Esto último no significa que las posturas adoptadas por los comunistas fuesen
siempre congruentes con esa vocación de lucha y cambio revolucionario de la rea-
lidad en la que actuaban. Como puede constatarse, durante varios momentos de
su existencia, el pcm fue oscilante y errático, pasaba de una oposición enérgica a
una colaboración y apoyo a los gobernantes en turno con la justificación de hacer
frente a las posturas más reaccionarias; o bien, hubo largos periodos en los que
una historia por escribirse 19

asumió acríticamente políticas que respondían a las directrices internacionales


del Partido Comunista de la Unión Soviética (pcus), pero que estaban alejadas de
la realidad nacional y que, por tanto, afectaron significativamente la capacidad de
acción y la influencia de los comunistas entre los trabajadores mexicanos. En cam-
bio, hay otras situaciones en las que, inmersos en procesos de lucha de importan-
tes segmentos de la sociedad mexicana, dieron clara muestra de capacidad propia
e inventiva políticas, logrando dejar un legado de gran trascendencia.
Como ejemplos de ese aporte podemos mencionar, por una parte, el movi-
miento muralista cuyos máximos exponentes fueron dirigentes y militantes ague-
rridos del pcm y destacados organizadores de los trabajadores de la ciudad y el
campo; movimiento que sintetizó las posturas más radicales del nacionalismo
posrevolucionario y del socialismo de la época. Aunque este movimiento cultural
trasciende con mucho los marcos partidarios, con su visión de un arte público
vinculado a la lucha política y social no sólo proyectó a los comunistas y sus ideas
enlazándolas con la ideología que emana de la gesta popular revolucionaria de
1910-1917, sino que dejó en el pcm una impronta peculiar que se expresó, además
de en la numerosa cantidad de artistas que pertenecieron o apoyaron siempre a
este partido, en el hecho inusitado de que dos de sus secretarios generales estuvie-
ron vinculados a corrientes artísticas: Hernán Laborde, cuya actividad poética y
literaria fue afín al estridentismo y Arnoldo Martínez Verdugo que se hizo comu-
nista en La Esmeralda donde fue integrante de la escuela formada por Frida Kahlo
(conocida como los Fridos).
Por la otra parte, un ejemplo destacado de su capacidad política autónoma fue
el proceso de lucha democrática y de unidad de la izquierda que impulsó el pcm en
su última etapa, proceso que fue acompañado de una profunda revisión crítica de
los cánones del movimiento comunista internacional y sin el cual, independien-
temente del desastre actual en el que resultó tal proceso, no hubiese sido posible
sacar a las izquierdas mexicanas de su marginalidad y ponerlas en el escenario
político nacional como una fuerza multitudinaria.
Como parte de la fuerza mundial que fue el comunismo, las formas de orga-
nización y el carácter del pcm fueron similares a las de otros partidos comunistas;
pero también es cierto que en determinadas circunstancias este partido no sólo
no entró en ningún esquema, sino que, como aquí se documenta, dio muestras
de capacidad crítica y de autodeterminación, muy poco usuales en el movimiento
comunista internacional del que siempre fue parte.
En suma, el conjunto de la documentación que ponemos a disposición del
lector muestra los rasgos principales que tuvo el Partido Comunista Mexicano y
algunas de sus peculiaridades y aportes.
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Hijos de dos revoluciones

En una lectura desprejuiciada de esta documentación, se puede advertir la encru-


cijada en la que se situó la corriente comunista en México y que explica muchas de
las enormes dificultades que enfrentó y que le imposibilitaron, a diferencia de mu-
chos otros partidos comunistas del mundo, alcanzar el propósito de conformarse
como una fuerza de masas capaz de cambiar el rumbo del país. Situación que
también permite explicar la paradoja de que habiendo sido siempre un partido
pequeño, en general fue un referente importante del espectro político del país e,
incluso, en ciertos momentos su actuación influyó en el destino de acontecimien-
tos nacionales significativos.
En efecto, es indispensable tener presente que la historia del pcm y sus caracte-
rísticas más relevantes están marcadas por el hecho de que desde sus orígenes y a lo
largo del siglo xx esta organización enfrenta los resultados de dos acontecimientos
extraordinarios que aparecen entretejidos en la actuación de más de seis décadas
de los comunistas mexicanos. Dos grandes revoluciones, la mexicana y la rusa, que
fueron tanto referentes permanentes, como proyectos idealizados; sucesos comple-
jos y contradictorios, que significaron enormes retos para los hombres y mujeres de
estas tierras empeñados en la emancipación de los trabajadores, pero que, en general,
contaban con muy pocas herramientas para su comprensión, aunque poseían una
enorme voluntad, compromiso y determinación. Dos hechos históricos que, ocu-
rridos prácticamente al mismo tiempo, tuvieron características y alcances diversos,
pero representaron proyectos fundamentales que se entretejieron en la lucha de los
hombres y mujeres que se organizaron bajo el emblema de la hoz y el martillo.
Por tanto, más allá de una simple adhesión a una corriente que se proponía la
revolución mundial, hay que subrayar que en los comunistas mexicanos se daban
encuentro y se empalmaban los dos hechos revolucionarios más contundentes con
los que dio inicio el siglo xx. De forma que, al nacer, la corriente comunista en Méxi-
co sintetiza una radicalidad que se identifica tanto con los liderazgos y corrientes
más visionarias y audaces del proceso revolucionario mexicano, tales como el ma-
gonismo, el zapatismo y el villismo; como con el nuevo discurso proveniente de la
revolución rusa, percibida como el logro histórico más trascendente en la lucha por
la emancipación de los obreros y campesinos y, en consecuencia, en la superación de
las relaciones capitalistas y la instauración de un nuevo orden social.
Sin embargo, esa síntesis lejos de potenciar las posibilidades de los comunistas
mexicanos los puso recurrentemente frente a complejas y contradictorias situa-
ciones, en las cuales tuvieron enormes problemas para ubicarse adecuadamente.
En la medida en que los procesos de institucionalización de ambas revoluciones
pronto dieron paso a la construcción de poderosos Estados de carácter diverso
una historia por escribirse 21

pero también con importantes rasgos comunes que sometían cualquier acción
autónoma y opositora, la actuación de los comunistas se enredó con frecuencia
en la confusión del acto emancipador revolucionario con las lógicas de poder que
aquellos nuevos poderes representaban y defendían.
Como sucesos de gran envergadura esas revoluciones devinieron pronto en
poderosas ideologías y construyeron sus respectivos regímenes políticos que,
surgidos ambos de diferentes procesos, tuvieron el denominador común de ser
resultado de la derrota de los sectores y programas más radicales que se habían
propuesto la transformación de fondo de cada una de sus sociedades. Son las res-
pectivas lógicas de esos fenómenos las que someterán a poderosas dificultades la
acción política del pcm, lo mismo que a otras corrientes de izquierda (como los
anarquistas, que pronto prácticamente desaparecieron).
Así, cuando en México aún se vivía una situación inestable y de violentos en-
frentamientos en las cúpulas militares que participaban en la revolución; el mis-
mo año del asesinato de Zapata y cuando Villa ya había sido derrotado y se había
replegado a su hacienda en Chihuahua, mientras que Ricardo Flores Magón esta-
ba preso en Estados Unidos; y cuando circulaban en el país abundantes noticias
sensacionalistas de lo que los bolcheviques habían logrado desde octubre de 1917
en la lejana Rusia, un pequeño grupo de revolucionarios socialistas se dieron a la
tarea de convocar, en agosto de 1919, a la realización de una Conferencia Socialista
con el propósito de unificar las diversas expresiones y los pequeños agrupamien-
tos de las izquierdas que existían entonces en diversas partes del país, algunas de
las cuales estaban inmersas en radicales luchas locales que trascendían los límites
institucionales en los cuales quedó domesticada la gesta revolucionaria.
Bajo aquel turbulento clima político, el partido que surgiría de aquella confe-
rencia, entusiasmado por los acontecimientos rusos y confiado en las posibilidades
aún de alcanzar en su convulsionado país las conquistas revolucionarias vislum-
bradas, entraría en un rápido proceso –marcado por circunstancias azarosas– de
redefiniciones políticas e ideológicas que lo llevaron a adoptar, en una reunión
realizada en noviembre de 1919, el nombre de Partido Comunista Mexicano y, al
mismo tiempo, expresar su adhesión a la Internacional Comunista, que recién en
marzo de aquel año había sido fundada.
Los hechos que llevaron a tan arrojada definición ocurrieron un par de meses
después de realizada la Conferencia de los socialistas, los cuales, influidos por la
presencia en México de un comisionado del gobierno bolchevique, se dejaron con-
vencer sin dificultad de cambiar el nombre del partido para adoptar la definición
de comunista, así como de estar presentes en el ii Congreso de la Internacional
Comunista (1920), cuya reciente constitución ratificaba la escisión definitiva del
movimiento obrero del mundo.
22 los congresos comunistas. méxico 1919-1981

M. M. Gruzenberg, conocido por el seudónimo de Mijail Borodin, quien ha-


bía estado exiliado en Estados Unidos después de participar con los bolcheviques
en la revolución de 1905, y que al regresar a Rusia tras el triunfo de la revolución
bolchevique, había sido parte de los organizadores del primer congreso de la In-
ternacional Comunista, fue facultado por Lenin, a través de Angelica I. Balaba-
nova que entonces era secretaria del Comité Ejecutivo de la ic, para representar a
la República Soviética en México con el propósito de establecer relaciones con el
gobierno de Venustiano Carranza, así como para buscar la incorporación de los
agrupamientos socialistas a la corriente comunista mundial que se empezaba a
conformar.2 La relación que Borodin estableció con José Allen, M. N. Roy y otros
dirigentes del proceso de unificación socialista, logró que el recién bautizado pcm
decidiese sobre la marcha que los delegados que habían elegido para asistir en
Berna al Congreso de la socialdemocracia, se encaminaran a Moscú.
De este proceso que fundó la corriente comunista en México, dan cuenta los
pocos documentos que se conservan. Para entender su forma un tanto atropellada
y fortuita hay que tener presente la fuerza de los acontecimientos ante los cuales se
encuentra el nuevo agrupamiento partidista y el impacto de las transformaciones
ocurridas tanto en México como en Rusia que en aquel momento se hacen sentir
en toda su magnitud y entusiasman a los revolucionarios.
Ciertamente, comenzaba entonces a mundializarse realmente la acción po-
lítica. Los acontecimientos de diversas partes del orbe se interconectaron como
nunca antes. Surgen entonces grandes corrientes políticas que tienen referentes
mundiales –resultado de las transformaciones geopolíticas y sociales que provocó
la Primera Guerra Mundial– que rompen con los estrechos marcos nacionales y
se muestran en toda su naturaleza planetaria. Se trata de los tiempos de la ilusión
que agitó millones de almas en pos de la revolución mundial que superaría el ca-
pitalismo.
No es extraño, por tanto, que en las filas de los revolucionarios socialistas
se instalara con fuerza la vocación internacionalista, lo cual es un asunto mal
comprendido por muchos de los estudiosos de estos temas que lo confunden con
injerencia o subordinación a una fuerza externa. Es ese internacionalismo, o di-
cho con otras palabras, el abrazar una causa que no tiene fronteras, el que explica,
por ejemplo, la presencia de hombres de diversas nacionalidades, particularmente
estadounidenses, en la fundación del pcm. Algunos de aquellos internacionalistas
ocuparon incluso cargos de dirección y representaron a los comunistas mexicanos
ante la Internacional Comunista.3
2
Cfr. Lazar y Victor Jeifetz y Peter Huber, Op. Cit., pp. 59-60.
3
Sobre todo durante los primeros años de existencia del pcm, varios estadounidenses que habían salido
de su país huyendo del reclutamiento forzoso una vez que eeuu entró en la primera Guerra Mundial, se incor-
una historia por escribirse 23

Por su parte, en México los comunistas establecieron siempre vínculos con


revolucionarios de otras partes del mundo y en especial de América Latina. En
algunos de los países centroamericanos participaron directamente en los esfuerzos
que arribarían a la conformación de los partidos comunistas de esas tierras, especí-
ficamente en Guatemala y El Salvador. El compromiso con las luchas latinoameri-
canas llevó a los comunistas mexicanos a realizar múltiples acciones solidarias con
la Nicaragua de Sandino,4 y a que Enrique Flores (que en su nombre clandestino
agregó el apellido Magón), dirigente del pcm, participase en agosto de 1925 en la
fundación del Partido Comunista Cubano. Lo mismo ocurrió con Rafael Ramos
Pedrueza, que siendo embajador de México en Ecuador, contribuyó a la organi-
zación del partido comunista de ese país. En 1924 los comunistas mexicanos, en
acuerdo con la ic, lanzaron su primera iniciativa a nivel continental de crear la Liga
Antiimperialista, cuyo primer secretario fue el líder agrarista Úrsulo Galván.5
En realidad, a lo largo de su existencia el Partido Comunista preservó esta ac-
titud solidaria con las luchas de otros pueblos y el apoyo decidido a los comunistas
de cualquier parte del mundo. Momentos particularmente dramáticos como el de la
Guerra Civil española y la lucha antifascista que le siguió, en la que participaron des-
tacados miembros del pcm como David Alfaro Siqueiros y Andrés García Salgado; o
las múltiples intervenciones militares de Estados Unidos en los países latinoamerica-
nos, en Corea o en Vietnam; la defensa de la revolución cubana, los sucesivos golpes
castrenses en esta región, así como la participación en la lucha de los guatemaltecos,
salvadoreños o nicaragüenses; fueron todas situaciones en las que los comunistas
mexicanos, en la medida de sus fuerzas, se comprometieron solidariamente.
Pero hay otro aspecto del vínculo con el movimiento comunista mundial que
resultó bastante más problemático: la relación con la Unión Soviética y su partido
comunista.

poraron a la lucha revolucionaria mexicana. Entre ellos Richard Francis Phillips (alias Frank Seaman o Manuel
Gómez) y Lynn A. E. Gale, que participaron en la fundación del partido de los comunistas, junto al hindú Ma-
nabendra Nath Roy y el suizo Edgar Woog (alias Stirner). José Allen, también de origen estadounidense aunque
nacido en México, quien se prestó a ser informante de los servicios militares de Estados Unidos, fue nombrado
secretario General del pcm en 1919. Roy y Phillips representaron al nuevo partido en el segundo congreso de la
Tercera Internacional. En 1922 llegó a México Bertram D. Wolfe, quien pronto fue incorporado a la dirección co-
munista y representó al pcm en el v Congreso de la IC. Cfr. Paco Ignacio Taibo II, Bolcheviques. Historia narrativa
de los orígenes del comunismo en México (1919-1925), Joaquín Mortiz, México, 1986, pp. 23-29.
4
Entre ellas destaca la organización del primer Comité “Manos fuera de Nicaragua”, el Mafuenic y la par-
ticipación directa de comunistas mexicanos como combatientes en la gesta sandinista. Es relevante señalar la
participación del salvadoreño Farabundo Martí, como lugarteniente de Sandino, quien era entonces dirigente del
pcm, partido que le da esa encomienda.
5
En México los miembros de la Liga Antiimperialista publicaron un periódico, El libertador, dirigido suce-
sivamente por Úrsulo Galván, Enrique Flores Magón, Salvador de la Plaza, Diego Rivera y Germán List Arzubide.
Cfr. Daniel Kersffeld, “La Liga Antiimperialista de las Américas: una construcción política entre el marxismo y
el latinoamericanismo”, en Elvira Concheiro, Massimo Modonesi y Horacio Crespo, El comunismo: otras miradas
desde América Latina, ceiich-unam, México, 2007.
24 los congresos comunistas. méxico 1919-1981

Como hemos señalado, desde el momento de su fundación el pcm se incor-


pora a la Internacional Comunista lo cual, sin duda, le dio una proyección y pers-
pectiva de la que carecían en general las izquierdas en México. Ese agrupamiento
mundial había surgido al calor de la hazaña revolucionaria de los campesinos y
obreros rusos como un amplio y diverso movimiento, sobre todo europeo, que se
había ido conformando en la lucha contra la guerra de 1914 y contra la política en-
treguista de buena parte de los partidos socialistas y socialdemócratas. Ese primer
momento de la también conocida como Tercera Internacional expresa un abanico
abierto y plural de todos aquellos que ante el derrumbe de los imperios que se ha-
bían logrado sostener pese a los múltiples embates durante todo el siglo xix, ante
la devastación nunca antes vista que provocó el reparto de territorios y mercados,
ante la nueva recomposición política producida por la conjunción de izquierdas y
derechas en la opción militarista, ven en el malestar y la rabia de amplios sectores
sociales, en la movilización obrera que cunde, en la desesperación campesina y en
las armas que sembraron cuatro años de lucha fraticida, la posibilidad de transfor-
mar de raíz todo lo que había producido ese horror.
Sin embargo, conforme esas expectativas de revolución mundial fueron en-
frentándose a la derrota sangrienta lo mismo en Budapest, Viena, Berlín, Turín,
que en muchas otras ciudades, Rusia fue quedando como el solo lugar en el que
esas transformaciones habían sorteado una guerra civil y el cerco brutal de todas
las potencias europeas. A partir de ese momento, que coincide con la muerte de
Lenin, comienza, por su parte, la encarnizada lucha interna de los bolcheviques
que dará todo el poder a Stalin.
Es ese proceso que transcurre a través de múltiples y complejos hechos, el
que va dándole a la ic un carácter y formas diferentes, hasta convertirla en un
férreo “partido mundial”, en el que los dictados del partido soviético y su líder son
adoptados como dogmas de fe o bien, cuando había ciertos visos de disidencia,
obligados a asumirse, incluso, a través de mecanismos coercitivos, tales como el
envío de personeros de la ic que elaboraban la política de los partidos comunistas,
la expulsión de dirigentes “incómodos” y hasta su asesinato.
Tan drástico cambio obliga a tener presente los distintos momentos y las dife-
rentes características que tuvo la Internacional Comunista, lo cual es con frecuen-
cia soslayado por estudiosos del comunismo más interesados en desacreditarlo
que en analizarlo.
Si en los primeros años del comunismo en México se puede observar el esfuer-
zo por encontrar y definir lo peculiar y específico de las condiciones nacionales de
las que se derivaban las tareas de los comunistas, así como una IC que con agu-
deza y tino analizaba los acuerdos de los mexicanos; posteriormente la injerencia
de los comunistas soviéticos va a definir de manera dramática el destino del pcm.
una historia por escribirse 25

Tal es el caso más relevante de la adopción de la política del Frente Amplio del
vii Congreso de la ic, que en nuestro país se tradujo, a partir del año de 1937, en
la llamada política browderista6 de “Unidad a toda costa”. Esta política impuesta
desde la ic llevó al sometimiento de los comunistas dentro de la ctm, con lo cual
se contribuyó a consolidar el esquema corporativo estatal y se definió la debilidad
histórica y estructural del pcm como partido obrero. Derivada de tal intromisión
se produjo en 1940 la expulsión de Hernán Laborde y Valentín Campa, principa-
les dirigentes en aquel momento, quienes entre otras cosas, se negaron a colaborar
en los planes del asesinato de Trotsky.
Pero más allá de ciertos momentos específicos o, incluso, de los largos perio-
dos de subordinación directa a los dictados del mando mundial de los comunistas
y de férreo dogmatismo, el pcm –como todos los partidos comunistas– asumió
en general el liderazgo de la Unión Soviética, identificando su proyecto de trans-
formación con lo realizado en aquel país. Sólo hasta la década de los sesenta, y
particularmente en 1968, con los acontecimientos de la Primavera de Praga, el
pcm adquiere una clara postura crítica, asume, con todas sus consecuencias, las
denuncias de los crímenes de Stalin expresadas desde 1956 en el xx Congreso
del pcus y se planta al interior de su movimiento mundial con una postura cla-
ramente independiente. No sólo condena la invasión soviética a Checoslovaquia,
primero, y luego a Afganistán (lo cual hicieron muy pocos partidos comunistas),
sino inicia un profundo proceso de revisión crítica de su propia historia que lo
lleva a perfilar un proyecto de socialismo democrático para México, distante del
llamado “socialismo real”.
La adopción de esta postura crítica no fue un asunto sencillo para un parti-
do relativamente débil que tuvo que hacer frente, en consecuencia, a condenas e
intentos de división, pero le permitió en su última etapa desplegar con enorme
libertad su propia política y abrazar en forma consecuente la lucha por la demo-
cracia como camino al socialismo. Ese compromiso democrático se expresó tanto
en el interior del propio partido como en sus relaciones con otras organizaciones
de la izquierda mexicana. Pero lo más importante fue, sin duda, la contribución y
compromiso que pudo ofrecer a los movimientos democratizadores que desde la
rebelión estudiantil de 1968 no dejaron de producirse en México.

6
Así conocida por haber sido dictada por Earl Browder, dirigente del Partido Comunista de Estados Uni-
dos, y vicepresidente del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Aunque esa política tenía su funda-
mento en la postura de la ic para enfrentar el ascenso del fascismo, Browder la tradujo para América Latina en
términos extremos de una idílica conciliación de clases.
26 los congresos comunistas. méxico 1919-1981

Los comunistas, parte de la historia


del “país de la Revolución Mexicana”

El otro elemento tan o más determinante en la vida de los comunistas mexicanos


fue el régimen político que surge de las fuerzas que logran dominar en los conflic-
tos posrevolucionarios y ante el cual actuaron con grandes dificultades.
La larga y violenta lucha armada que hace un siglo vivió México y, particu-
larmente, la presencia determinante de grandes contingentes revolucionarios de
campesinos armados –pero finalmente sometidos por los segmentos cuyo proyec-
to era un México moderno, aunque igualmente capitalista– modificó sin embargo
muchos aspectos del país haciendo que las cosas resultaran con mucha frecuencia
contradictorias.
De esa revolución –cuyo carácter popular fue de enormes dimensiones– sur-
gió el Estado más consolidado y fuerte de América Latina, cohesionado por una
poderosa ideología nacionalista, generador de un régimen corporativo y autorita-
rio, de un presidencialismo absoluto, de una prestigiosa aunque paradójica política
exterior. Un Estado que actuó a nombre de la gesta revolucionaria; que encontraba
su legitimación en esas masas revolucionarias a las que supeditó y controló con
métodos que con persistencia recurrieron a la fuerza y el autoritarismo (mismos
que se mantienen hasta la fecha).
El fundamento nacional-popular dio tal fuerza a aquel acto constitutivo de la na-
ción que a lo largo de más de siete décadas la “Revolución Mexicana” fue el referente
de todo acto de gobierno y del propio partido oficial, representada como un hecho que,
conforme se institucionalizaba, adquiría condición “perenne e inmortal”. Esta parti-
cular forma de construcción del hecho estatal llevó a que todas las fuerzas políticas
del país –incluidos los comunistas– quedaran enredadas a través de los años en múlti-
ples, y con frecuencia infructuosos, intentos por definir el carácter de la revolución de
1910, ya fuera exaltando su realización o criticando su incumplimiento. De esta forma,
los gobernantes, siempre salidos del partido único que forjó el nuevo poder estatal
(primero denominado Partido Nacional Revolucionario, pnr; después transformado
en Partido de la Revolución Mexicana, prm; y finalmente en Partido Revolucionario
Institucional, PRI), actuaban en nombre de los trabajadores de la ciudad y el campo;
exaltaban sus luchas y demandas; se pronunciaban, en ocasiones, incluso por el so-
cialismo; al mismo tiempo que dividían, corrompían, controlaban y reprimían a las
organizaciones y líderes del conjunto de los trabajadores mexicanos. De manera que
la estructura del poder estatal se edificó con la integración compulsiva de las organi-
zaciones de los obreros, los campesinos y en general, las masas populares, junto a una
ideología legitimadora que abreva, en particular, del agrarismo y los reclamos campe-
sinos y erige el nacionalismo como bandera.
una historia por escribirse 27

El resultado de la conformación despótica y presidencialista de la forma esta-


tal, fue que la política en México se convirtió, esencialmente, en coto privilegiado
de las élites burocráticas corrompidas y corruptoras. Lo que en el país podemos
llamar “cultura política” refiere, por tanto, al quehacer estatal; a las reglas escritas
y no escritas de un presidencialismo que adquiere forma de dictadura sexenal; a
los códigos, a las lealtades, a las “pericias” y habilidades del partido oficial. Frente
a esa forma que adquirió el quehacer político, las fuerzas de izquierda y, en gene-
ral, los opositores al régimen, no sólo se enfrentaron a la persecución y represión
constante, sino también a descompuestos mecanismos de cooptación, soborno y
chantaje políticos. En esa medida, pese a las defecciones y las querencias oportu-
nistas, es notable la coherencia y rectitud mostrada por buena parte de los comu-
nistas.
Un aspecto relevante, que con mucha frecuencia complicó el panorama de los
comunistas mexicanos, fue que esa contradictoria forma de ser del Estado mexi-
cano también se expresó en sus vínculos internacionales. Aunque en términos
generales la postura de México quedó subordinada a los intereses estadouniden-
ses, la fuerza del proceso de construcción y, después, de consolidación del Estado
mexicano requirió en varios momentos de la defensa de la soberanía nacional y la
confrontación con su hegemónico vecino del norte. En ese marco se da reconoci-
miento a la República Soviética en 1921; se producen las posiciones antiimperialis-
tas de Obregón y Calles en la década de los veinte; la solidaridad con la República
Española, la expropiación petrolera y el mayor reparto agrario de nuestra historia,
con Cárdenas; la nacionalización de la industria eléctrica, con López Mateos; el
reconocimiento de la Revolución Cubana; el discurso antiimperialista y la con-
dena de los golpes militares en Latinoamérica durante la década de los setenta de
Luis Echeverría, entre otros hechos que lograron construir una prestigiosa políti-
ca internacional y crearon la imagen de un Estado progresista.
Estas actitudes de la burocracia política se corresponden con un fenómeno
más complejo que atañe a la historia de los países dependientes y subordinados a
los intereses del capital internacional de los países centrales. En el caso de México,
la subordinación estructural y los desplantes hegemónicos del capital estadouni-
dense provocaron en diversos momentos algunas contradicciones con la burgue-
sía mexicana que, bajo el cobijo estatal, buscaba conquistar su propio mercado.
En la medida en que el Estado mexicano encabezaba también los procesos
económicos de desarrollo del capitalismo nativo, dichas contradicciones se pre-
sentaban en nombre del interés “nacional” y se traducían en acontecimientos po-
líticos que contaban con gran apoyo popular y legitimaban al régimen, pero, por
tanto, ante los cuales las izquierdas tenían mucha dificultad para posicionarse
en forma independiente. Ante un laberinto de intereses materiales y políticos en
28 los congresos comunistas. méxico 1919-1981

los que resultaba fácil extraviarse, los comunistas se enredaron con frecuencia en
vaivenes políticos, que los hacían pasar de posiciones oportunistas a posiciones
sectarias.
En realidad, el lograr que los trabajadores de la ciudad y el campo se confor-
maran en fuerzas autónomas y con proyecto propio y combatir, por tanto, a las
corrientes oportunistas que proliferaron en las agrupaciones sindicales y agrarias
así como en las organizaciones políticas del país, fue el asunto medular de la ac-
tividad de los comunistas y de algunas otras izquierdas mexicanas; una batalla
desigual, en la que, además de las limitaciones y errores propios, frente a la fuerza,
la violencia y la astucia del poder del Estado fracasaron repetidamente o alcanza-
ron exiguos resultados.
En la medida en que las organizaciones de los trabajadores y campesinos si-
guen bajo el yugo corporativo y la acción política independiente encuentra per-
sistentes dificultades para desplegarse, este fenómeno político sigue siendo asunto
de nuestros días. Por tanto, los documentos aquí reunidos representan un valioso
testimonio de los numerosos tropiezos y errores, así como de los esfuerzos lo-
grados, que permite asimilar una importante experiencia histórica que a su vez
sustentara a una tarea sin la cual las transformaciones profundas que requiere el
país no serán posibles.

Cuatro grandes periodos de la historia del pcm

Finalmente, con el propósito de facilitar el acceso y comprensión de los documen-


tos que se presentan en esta obra, así como para poder sintetizar una larga historia
llena de vicisitudes, momentos difíciles, cambios diversos, nos parece apropiado
distinguir cuatro grandes periodos de la historia del pcm que abarcan el congreso
socialista que le dio origen y los veintiún congresos (considerando el Extraordina-
rio) realizados por ese partido.

1) La fundación y construcción del pcm, 1919-1929


Durante este primer momento se realizan en total, además del Congreso Socia-
lista del que derivará la creación del pcm, seis congresos nacionales de los comu-
nistas en los que se da cuenta de las difíciles situaciones –resultado aún de las
violentas disputas de poder entre las cúpulas militares– por las que atravesaba el
país, así como las permanentes amenazas y persecuciones contra la actuación de
las corrientes de la izquierda revolucionaria.
Las luchas de principios de los años veinte, tales como las huelgas inquilina-
rias de Veracruz (dirigida por Herón Proal) y de la Ciudad de México, así como
una historia por escribirse 29

las movilizaciones comandadas por Juan Escudero, presidente municipal de Aca-


pulco y las huelgas de los tranviarios, entre otras, son el medio en el que se fragua
el nuevo partido. También son los tiempos de la experiencia socialista en Yucatán
dirigida por Felipe Carrillo Puerto, quien había pasado brevemente por las filas
comunistas.
En su primera década, los comunistas se empeñan en la creación de agrupa-
mientos sindicales y campesinos. Tras haber participado junto con los anarquistas
en la formación de la Federación Comunista del Proletariado Mexicano, impul-
san en febrero de 1921 la convención obrera de la que surgirá la Confederación
General de Trabajadores (cgt). Los comunistas de aquellos años comparten con
los anarcosindicalistas su oposición a la lucha parlamentaria, pero pronto su vin-
culación con la IC los lleva a entenderla como una cuestión táctica que hay que
aprovechar, mientras que los anarquistas la mantienen como un asunto de prin-
cipios que los lleva a romper con la Internacional Sindical Roja a la que se había
adherido la cgt.
Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Xavier Guerrero, entre otros artistas
recién incorporados al pcm, impulsan a fines de 1922 la creación del Sindicato de
Pintores, Escultores y Grabadores Mexicanos Revolucionarios que años después
desembocará en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (lear). En 1924
estos artistas fundan el periódico El Machete, que primero será expresión del sin-
dicato y, un año después, se convierte en el órgano oficial del pcm.
Separado del anarco-sindicalismo y empeñado en el combate del oportunis-
mo moronista de la Confederación Regional Obrero Mexicana (crom), el Parti-
do Comunista dedica sus mayores esfuerzos a promover la unidad de las bases
obreras y campesinas encaminándose, pese al desacuerdo de la Internacional, a la
organización de una tercera central unitaria de los trabajadores mexicanos.
En 1926 se lleva a cabo el congreso de unificación campesina, impulsado por
las Ligas de Comunidades Agrarias –muchas de las cuales los comunistas habían
formado en diversos estados de la República–, el cual desemboca en la fundación
la Liga Nacional Campesina, bajo la dirección de Úrsulo Galván, quien también
encabezó el Bloque Obrero y Campesino Nacional y cuyo vicepresidente fue Die-
go Rivera.
Poco después, producto de la Asamblea de Unificación Obrera y Campesi-
na realizada en enero de 1929, se fundó la Central Sindical Unitaria de México
(csum) que nombró como presidente honorario al entonces recién asesinado di-
rigente cubano-mexicano, Julio Antonio Mella, como secretario general a David
Alfaro Siqueiros y como secretario de organización a Valentín Campa (dirigente
ferrocarrilero).
30 los congresos comunistas. méxico 1919-1981

Dirigidos, sucesivamente, por José Allen (1919-1921),7 Manuel Díaz Ramírez


(1921-1924), Rafael Carrillo (1924-1928) y por Hernán Laborde (1928-1940), para
el momento en que estalla la crisis económica de 1929 y comienza en México el
periodo conocido como el maximato, los comunistas habían logrado ser un parti-
do con relativa fuerza e importante presencia política en el país.8

2) Los grandes cambios y virajes, 1929-1940


En este apartado agrupamos la realización del pleno del Comité Central de 1929,
en los momentos en que se desata una encarnizada persecución de los comunis-
tas y el pcm es declarado ilegal; la participación del pcm en el vii Congreso de la
Internacional Comunista y los dos congresos nacionales realizados en el periodo
cardenista (el vi Congreso de 1937 y el vii de 1939) cuando los comunistas pueden
volver a actuar libremente y en el revisan sus posturas sectarias de la clandesti-
nidad e intentan incidir en los importantes sucesos de ese periodo; así como el
Congreso extraordinario de 1940, momento en el que la dirección del pcm sufre
una grave crisis, son expulsados sus principales dirigentes y el partido queda en
manos de un equipo sometido a los dictados de los comunistas soviéticos.
Este periodo arranca con una fuerte represión anticomunista que cobra las vi-
das de, entre otros, Julio Antonio Mella, José Guadalupe Rodríguez y Salvador Gó-
mez (agraristas de Durango estos dos últimos), y cuando la fuerza que comenzaba
a adquirir el pcm es desarticulada tanto por la persecución que lo lleva a la clandes-
tinidad como por la política sectaria que, siguiendo las directrices de la Internacio-
nal Comunista, lo separó de otras fuerzas democráticas. Es importante destacar la
actuación de los comunistas en el apoyo a la lucha de Sandino en Nicaragua (hasta
que éste rompe con los comunistas), pero sobre todo, las grandes movilizaciones
que dan lugar tanto a la expropiación petrolera, a la reforma agraria y a la reforma
educativa “socialista”; transformaciones, todas ellas, impulsadas bajo el gobierno del
general Lázaro Cárdenas y en las que el pc hizo grandes contribuciones.
También influido por los cambios de política de la ic, en 1935 el pcm realiza
un nuevo viraje. De la oposición tajante al gobierno de Cárdenas, pasa a la idea de
impulsar un frente popular con el pnr.
Particular relevancia tiene el proceso de formación en 1936 de la Confede-
ración de Trabajadores de México (ctm), en la que participan los comunistas a

7
José Allen fue nombrado Secretario General del pcm pocos días después de realizado el Congreso Socia-
lista de 1919, aunque pronto, al ser perseguido y expulsado del país por el gobierno obregonista en medio de la
campaña contra los “rojos extranjeros”, fue sustituido por un Secretariado compuesto por el propio Allen, Diego
C. Valadés y Manuel Díaz Ramírez, el cual fungió hasta la realización del primer congreso del pcm realizado en
diciembre de 1921, en el que fue nombrado este último.
8
Cfr. Arnoldo Martínez Verdugo, Historia del Comunismo en México, Grijalbo, México, 1985, pp. 102-103.
una historia por escribirse 31

través de la csum, y que será el motivo de grandes debates y, finalmente, de la


injerencia soviética en la postura sindical de los dirigentes del pcm, imponiendo
la política de “Unidad a toda costa”, lo cual llevó finalmente a la expulsión de los
comunistas que mantenían una política clasista y a la conformación de un nuevo
equipo dirigente que mantuvo por veinte años la conducción de un partido débil
y sumiso a las directrices estalinistas.
Un acontecimiento que tuvo eco internacional fue el exilio en nuestro país de
Trotsky y su familia, otorgado por el gobierno del general Cárdenas, frente al cual
los comunistas expresaron una fuerte oposición, lo mismo que otras fuerzas de la
izquierda prosoviética (Lombardo Toledano, por ejemplo). El atentado contra el
líder bolchevique perpetrado por David Alfaro Siqueiros y, después, su asesinato
por agentes de los servicios secretos de Stalin en agosto de 1940, fue un asunto
que, por diversas razones, pesó sobre el pcm.
Al final de este periodo un nuevo cambio se produciría en el Partido Comu-
nista, de manera que la fuerza y presencia adquirida durante el cardenismo, en
un momento en el que el nuevo gobierno se disponía a desmontar las reformas
logradas, se diluía en las aguas del dogmatismo oportunista.

3) La obscura sobrevivencia del pcm, 1940-1960


Las dos décadas que van de 1940 a 1960, representan quizá el periodo más difícil
del pcm, en el que, encabezado por Dionisio Encinas, el partido quedó postrado
en una profunda crisis, perdió la poca fuerza e influencia que había alcanzado y
se sometió plenamente a las directrices internacionales de los comunistas sovié-
ticos.
Durante la década de los años cuarenta las purgas se suceden unas a otras, son
expulsados los principales dirigentes obreros y paradójicamente, guiado por el
browderismo, en el ix Congreso se abandona el sentido internacionalista del par-
tido adoptando el nacionalismo como ideología, que ilustrativamente toma forma
en el cambio de lema del pcm “Por la liberación nacional, proletarios de México,
uníos”, además de proponer su incorporación en el prm y eliminar los organismos
(células) de fábrica para adoptar una estructura ciudadanizada.
Es, sin embargo, un periodo en el que se producen, sobre todo en la segunda
mitad de los años cincuenta, grandes y trascendentes movimientos de los traba-
jadores y en los que los comunistas participan y se reencuentran. Se conforman
nuevos liderazgos entre los maestros, metalúrgicos, electricistas, ferrocarrileros
y petroleros, junto con los estudiantes universitarios, entre otros, que en térmi-
nos del partido tomarán forma en un nuevo proyecto político. Son años en los
que lentamente se incuba un nuevo cambio en el pcm, el cual se manifiesta en el
reingreso de los militantes del Partido Obrero Campesino Mexicano (pocm), en
32 los congresos comunistas. méxico 1919-1981

la realización de la Conferencia Nacional Sindical del pcm en 1957 y, en especial,


en el congreso de los comunistas en el Distrito Federal que se realiza ese mismo
año.
Llama la atención que, pese al dogmatismo y oportunismo reinantes en las
débiles filas del pcm, los congresos realizados no dejan de dar cuenta de las luchas
de los trabajadores en las que siguen estando inmersos los comunistas y de algu-
nas problemáticas sociales de gran importancia que otras izquierdas de entonces
pasan por alto. Tal es el caso de la cuestión indígena que los comunistas abordan
desde una mirada por completo contraria al indigenismo gubernamental. Al con-
siderarlos en su doble condición de campesinos con derecho a la tierra y como
indígenas que sufren la opresión y la discriminación, el pcm exigía ya entonces el
reconocimiento de sus derechos políticos (tales como la designación de sus pro-
pias autoridades) y sociales (educación en su propia lengua, entre otros).

4) El despliegue democrático y unitario que lleva a la disolución del pcm, 1960-


1981
El último periodo del pcm puede ser ubicado entre los años de 1960, cuando se lo-
gra un cambio en la dirección de ese partido (proceso que culmina en el xiii Con-
greso Nacional del pcm), que lleva a la dirección a Arnoldo Martínez Verdugo,
quien es nombrado Secretario General en 1963 y lo encabezará hasta el momento
de su unificación con diversas fuerzas de las izquierdas mexicanas, acordada por
el xx Congreso Nacional de 1981, para dar lugar al Partido Socialista Unificado
de México (psum). Bajo el influjo del xx Congreso del Partido Comunista de la
Unión Soviética, que denunció los crímenes del stalinismo, la nueva generación
de dirigentes comunistas inició un largo y dificultoso proceso de superación del
dogmatismo y de construcción de una política independiente respecto del comu-
nismo soviético.
Al inicio del periodo, el triunfo de la revolución cubana marca un nuevo mo-
mento para América Latina y genera en los socialistas del mundo grandes expec-
tativas. En particular, el pcm dio una consistente batalla por lograr que el gobierno
mexicano no se plegara a la determinación estadounidense de aislar al gobierno
de Fidel Castro. Con las permanentes muestras de solidaridad al pueblo cubano,
los comunistas mexicanos pusieron de nuevo en activo su vocación internaciona-
lista.
Son años en los que la lucha por la libertad política en el país se convierte en el
eje de la actuación del pcm. Comienza a forjar amplias alianzas con sectores pro-
gresistas, como lo expresa la formación del Movimiento de Liberación Nacional,
y a presionar para abrir paso a la lucha electoral a través de la formación, en 1963,
del Frente Electoral del Pueblo. Al mismo tiempo, redobla su acción contra el
una historia por escribirse 33

corporativismo en el agro impulsando la formación de la Central Campesina In-


dependiente (cci), roja que años después se transformará en la Central Indepen-
diente de Obreros Agrícolas y Campesinos (cioac). Pese a las difíciles condiciones
generadas por la brutal represión a los movimientos obreros, la lucha contra el
charrismo y por la democracia sindical es persistente.
El trascendental significado del movimiento estudiantil que sacudió al país
durante la segunda mitad del año de 1968 no sólo no pasó inadvertido para el
pcm, sino que tuvo para éste grandes repercusiones de todo orden. La cardinal
bandera de lucha por las libertades democráticas que enarbolaron los estudiantes
confirmaba la perspectiva de los comunistas, quienes desde su xiii Congreso ha-
bían advertido que se trataba de un sector particularmente sensible que se incor-
poraría a las luchas emancipadoras del pueblo trabajador.
La suerte del Partido Comunista corrió a la par de la del movimiento estu-
diantil de 1968. Desde los primeros días de la represión que sufrieron los prepa-
ratorianos en el centro de la ciudad, con la cual se prendió fuego a la mecha, el
gobierno de Díaz Ordaz desató la persecución contra los comunistas; asaltó sus
oficinas e imprenta y detuvo a varios de sus principales dirigentes, los cuales estu-
vieron años en prisión junto a los líderes estudiantiles.
En forma similar a lo que ocurrió en los años 1921-1922, la mayoría de los
jóvenes comunistas integraron su organización al pcm en un momento en el que
éste había quedado sumamente debilitado y desorganizado por la represión diaz-
ordacista, con el propósito de apoyar el reinicio, una vez más, de su despliegue.
Pero algunos otros miembros de la jcm decidieron unirse a la lucha guerrillera
que aquellos años, ante la frustración y derrota de las esperanzas abiertas por la
insurgencia juvenil, adquirió fuerza.
Quizá este hecho coadyuvó a que, a diferencia de la mayoría de los partidos
comunistas de los países latinoamericanos en los que también se desarrollaron
grupos armados (varios como efecto imitador de la experiencia cubana), el pcm
adoptara una actitud inteligente y abierta respecto de un fenómeno que en Méxi-
co era esencialmente una respuesta, incluso en ocasiones obligada, a la cerrazón
antidemocrática y violenta del régimen. En particular, Lucio Cabañas mantuvo su
vínculo con el pcm, del que fue militante hasta el momento de verse orillado a la
lucha de autodefensa campesina. Los comunistas, por su parte, nunca dejaron de
prestar auxilio al guerrillero guerrerense.
Para el pcm no cabía la condena abstracta de una cierta forma de lucha, sino
un empeño aún más definido en abrir los cauces democráticos de la lucha política.
Esa actitud permitió que, al tiempo, una parte de los integrantes de los grupos
armados se incorporaran a las filas comunistas y aportaran al proceso democra-
tizador.
34 los congresos comunistas. méxico 1919-1981

Con la realización, en 1960, del xiii Congreso Nacional del pcm, el primero
en el que este partido definiría como objetivo impulsar una nueva revolución, a
la que aún caracterizó como “Democrática de liberación nacional”, se iniciaría el
proceso de superación en sus filas de la llamada ideología de la Revolución Mexi-
cana. En 1967, el xv Congreso definió la transformación social en la que estaba
comprometido el pcm como “Democrático-popular y antiimperialista”. Será en
el xvi Congreso, realizado en octubre de 1973, cuando se aprueba la caracteriza-
ción de la revolución en que se empeñaban los comunistas como “democrática y
socialista”.
A lo largo de estos años, el pcm logró dar cuerpo a un amplio reclamo social
para que se produjera una reforma política que rompiera el monopolio político del
oficialismo, permitiera la libre actuación y obtuviera los derechos electorales de las
izquierdas. Para ello, el partido tuvo que vencer un sinfín de dificultades y superar
las interpretaciones dogmáticas sobre la democracia, que se contraponían con el
pensamiento marxista en el que los comunistas buscaban sustentar su acción.
Después de varias décadas de ilegalidad, el pcm obtuvo su registro electoral
y se presentó a las elecciones parlamentarias de 1979 con sus propios candidatos,
logrando conformar por primera vez un grupo en la Cámara de Diputados en
coalición con otras organizaciones de izquierda.
A lo largo de los ocho congresos nacionales realizados en sus últimos veinte
años, es notable el creciente esfuerzo por aumentar la capacidad de análisis y de
sustento teórico en la elaboración política de los comunistas, muestra de lo cual
es su aporte al análisis de las crisis económicas que han afectado al país desde
entonces.
En el penúltimo congreso, realizado en marzo de 1981 y precedido por un
desusado proceso de elaboración colectiva del nuevo programa de los comunistas,
participaron activistas y dirigentes políticos, intelectuales y actores de los nuevos
movimientos identitarios que se dieron cita entonces (feministas, indígenas, eco-
logistas, jóvenes y homosexuales, entre otros), como expresión del vasto y diverso
espacio que abría en México la lucha por la democracia. La discusión franca y
abierta, la crítica irrestricta, y el abandono de toda pretensión monolítica llevaban
implícito el cuestionamiento propio, y obligaban a la recuperación crítica de una
larga historia y a su superación.
Hay que destacar que cuando la corriente comunista participó activamente en
la formación de tres instituciones partidistas sucesivas, los Partidos Socialista Uni-
ficado de México, psum, Mexicano Socialista, pms, y de la Revolución Democráti-
ca, prd –a las cuales proporcionó su registro electoral–, en ningún momento tuvo
la pretensión de constituir un partido único de la izquierda ni diluir su programa
ni concepciones teóricas. El reconocimiento del pluralismo democrático, como
una historia por escribirse 35

programa para la sociedad mexicana y como norma de acción y organización de


las izquierdas, fue el fundamento con el que los comunistas aceptaron abandonar las
siglas bajo las que se agruparon por más de sesenta años. Para lograr esto, el pcm
tuvo que librar fuertes batallas tanto contra el gobierno y ante las tendencias opor-
tunistas que siempre se nutrieron del poder despótico, como frente a su propio
sectarismo y el del resto de las izquierdas radicales del país.
La historia del pcm, pese a las importantes contribuciones existentes, está por
escribirse y muchos aspectos de su actuación están aún por investigarse. Si ob-
servamos lo que sucede en otros países, el rezago que existe particularmente en
México es notable: aquí no se han llevado a cabo estudios –por mencionar sólo
algunas temáticas– sobre la actuación comunista entre diversos sectores de la po-
blación, o en específicas regiones del país ni estudios biográficos de las principales
figuras; ni sobre las relaciones específicas de esta agrupación con otros partidos
comunistas y con los movimientos latinoamericanos; tampoco investigaciones
sobre la presencia de organizaciones como el Socorro Rojo en nuestro país o el pa-
pel del pcm en la Internacional Campesina; todas éstas y muchas más son lagunas
que se requiere subsanar.9 Alentar esta tarea pendiente es uno de los objetivos de
la publicación de los documentos aquí resumido.
Estamos conscientes de que hay diversas fuentes y muchos caminos para acer-
carnos a la historia del pcm, y que no es suficiente quedarse en lo que Barry Carr
llama “la política del Comité Central”, es decir, privilegiar sólo el estudio de las
cúpulas dirigentes y sus luchas internas, como de alguna forma ha sucedido. Sin
embargo, consideramos que una mirada analítica del conjunto de los congresos
realizados por esta organización permite, por una parte, rescatar hoy una memo-
ria que en las últimas décadas ha dejado de recuperarse por las izquierdas mexi-
canas y, por la otra, llama a comprender el proceso difícil y contradictorio, pero
persistente, de luchas y demandas de los diversos sectores de los trabajadores y de
la población en general, la gran mayoría de las cuales siguen siendo vigentes.
Por último, esperamos que esta obra aliente nuevas investigaciones sobre la
historia del pcm y provoque que viejos militantes de este partido y de otros de las
izquierdas socialistas se incorporen a la tarea de recabar y preservar la documen-
tación necesaria para el estudio de la experiencia comunista en México e integrar,
así, una amplia memoria colectiva, tarea a la que está entregado el cemos.

9
El historiador australiano Barry Carr, quien ha hecho algunos de los aportes más importantes en el estudio
de los comunistas mexicanos, ha señalado con bastante agudeza y sólido conocimiento los temas y problemáticas
que no han sido abordados por los investigadores. Cfr. Barry Carr, “Hacia una historia de los comunismos mexi-
canos: desafíos y sugerencias”, en Elvira Concheiro, Massimo Modonessi y Horacio Crespo, El comunismo: otras
miradas desde América Latina, México, ceiich-unam, 2007.

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