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2 corintios 10:4-5

Introducción

No podemos ignorar que desde que nacemos estamos en una batalla en el


mundo en que vinimos.
Satanás el enemigo número del hombre intentara por todos los medios de hacer
de nuestra estancia en este mundo no sea nada placentera. Tratara de
maltratarte, causarte heridas tan profundas desde tu niñez y adolescencia que te
marquen para toda la vida.

Peor aún cuenta te das cuenta de que existe un Mahanaim, una vez decides
servirle a Cristo empieza una gran guerra, donde nuestro adversario no admite
respiro alguno, donde no existe tregua.

El enemigo comienza a bombardear nuestra mente con un astuto patrón ideado


de pensamientos persistentes, sospechas, dudas, preguntas, razonamientos y
teorías. El diablo se mueve lenta y cautelosamente.

Cuenta con una estrategia para su guerra, pues nos ha estudiado por largo
tiempo. Satanás sabe lo que nos gusta y lo que no. Sabe cuáles son nuestras
inseguridades, debilidades y temores. Está dispuesto a invertir la cantidad de
tiempo que haga falta para derrotarnos.

¿Entonces tú te preguntaras que hago? Quien es este tipo que solo busca el mal
para mí.

Déjame decirte que no estas solo, esta lucha no es solo tuya, es más, ya el
tipejo y sus secuaces están vencido, y su tiempo ya va en cuenta regresiva.

I. Efesios 6:12
Como soldados necesitas conocer a tu enemigo, como opera, sus
tácticas, su astucia.
Es ventaja para él nuestra ignorancia. 2 corintios 2:11
Solo la Palabra inspirada de Dios puede revelar y derrotar las mentiras del diablo.

La palabra nos detalla su forma de ataque, su labor, sus poderes, que ya han
sido derrotados. A través de nuestro Señor Jesucristo en la cruz fue despojado se
le quito todo poder y autoridad.
Le convienes que tú digas no me gusta leer, me da sueño, me aburre, no
tengo tiempo, no entiendo, es para viejos, etc

Nosotros no podemos razonar con Satanás, ni (como Eva descubrió) conversar


con él sin que nos influya. La sabiduría del hombre no es rival para la astucia de
Satanás. Nuestra única defensa es la Palabra inspirada de Dios.

Fue esta arma la que empleó nuestro Señor cuando fue tentado por Satanás en
el desierto. Nuestro Señor no utilizó su divino poder para derrotar a Satanás. Usó
la misma arma que nosotros tenemos disponible hoy en día.

A través del engaño y estrategias, Satanás intenta crear fortalezas en nuestra


mente. Una fortaleza es un área en la cual estamos atados (aprisionados), debido
a cierta manera de pensar (ver 2 Corintios 10:4-5). Yo creo, yo pienso, yo soy asi
así seguiré nunca cambiare…………

El apóstol Pablo nos habla en estos versículos sobre la guerra espiritual y las
armas que necesitamos para derribar las fortalezas. El versículo cinco muestra
claramente dónde se lleva a cabo la guerra.

Debemos "destruir argumentos”. El diablo discute con nosotros y nos ofrece


teorías y razonamientos. Toda esta actividad se desarrolla en nuestra mente, la
cual es el verdadero campo de batalla.

La Palabra de Dios es un arma que recibimos a través de las predicaciones,


enseñanzas, lecturas y el estudio bíblico individual.

Del mismo modo que se necesita estudiar para desempeñar cualquier carrera en
la vida, el cristiano debe estudiar la Palabra de Dios. El estudio bíblico no es un
lujo, sino una necesidad, no es opcional es un mandato.

Si procuramos evaluar las cosas que nos rodean sobre la base de nuestros
pensamientos y conocimientos, nos meteremos en problemas. Debemos creer
que lo que dice Dios en su Palabra acerca de todas las cosas es cierto.

II. Tomemos nuestra espada Hebreos 4:12

La espada es el único elemento mencionado por Pablo que sirve para atacar. De
hecho, si todo el resto de nuestra armadura se encuentra en perfectas
condiciones, pero no tenemos espada, nos convertimos simplemente en un
blanco móvil y muy bien protegido.

A diferencia de las otras partes de la armadura de Dios —cuyo propósito es


exclusivamente defensivo—, la espada está especialmente diseñada para cumplir
una función ofensiva y defensiva a la vez. Una protección sólida es invaluable,
pero la espada es lo único que nos permite completar la labor que se nos
ha encomendado.

Es la única que necesitamos: no existe ningún enemigo que la Palabra y el


Espíritu de Dios no puedan destruir. Por lo tanto, armados con nuestra espada,
avancemos para luchar contra nuestros enemigos.

Acompañemos el arma de la palabra de Dios: Con la oración, la alabanza, y la


autoridad de utilizar el poderoso nombre de Jesús.

La pelea es real e inmediata y está frente a nosotros. Nuestro futuro en el Reino


de Dios está en juego y debemos batallar para aferrarnos al futuro que él nos
ha prometido.

Peleamos sabiendo el final de la historia. Dos de las muchas y poderosas


promesas que Dios nos ha hecho es que, si permanecemos fieles a él y a su
Palabra, perseveraremos hasta el final y seremos salvos.

Apocalipsis 3:8,10-13

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