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Asesino

perfecto
Rilke Espinosa
Mientras más me acercaba a mi viejo salon de clases menos ganas quedaban de llegar, pero ahí
estaba el portón con ese cristal verdoso y las siglas casi imperceptibles ACC. Empujé el pasamano
y el estudiantado uniformado de azul se puso de pié.

-Pueden sentarse.

Dije entre dientes, acataron mi orden con una impresionante uniformidad.

-Bienvenidos a la clase de análisis del comportamiento y la conducta del Centro de Superación


para oficiales de Massachusetts.

Hice una pequeña pausa y realice un barrido con mi mirada que abarco del primer pupitre hasta el
último.

-Mi nombre es John Mathew, para ustedes profesor Mathew o simplemente profesor. Abran sus
folletos en la……

Mientras separaba la vista de mi manual para profesores divisé al estudiante del tercer pupitre
alzando su mano, era un muchacho de unos veinte años de tez blanca, cara alargada y mirada
inteligente.

- ¿Que desea estudianteee….?


-Kolinsky.
-Y bien señor Kolinsky.
-Solo sentía curiosidad profesor, en si usted es el mismo Mathew del caso “Reaper” que se estudia
en la academia.
-¿A caso tiene que ver algo esto con la clase?
-No Señor pero…
-Entonces no viene al caso, valga la redundancia. Continuemos.

La intervención del mozalbete al inicio de la clase sirvió para amargarme el día, solo pensaba, será
posible que el dichoso caso “Reaper” siempre regrese como boomerang a dueño. No sirvió de
nada el trasladarme de la unidad, ni haber pasado quince años. Siempre regresa.
Un poco aturdido por ocho sesiones de clases y los horripilantes recuerdos que me traía siempre
el caso, aparque el Volkswagen color gris a pocos centímetros de la entrada al lobby del hotelucho
en que vivo, me gusta aparcar siempre aquí porque se divisa la puerta del elevador y así me
percato si tiene colgado el letrerillo de “Roto, use la escalera”, hoy parece estar en funcionamiento
aunque creo que tomare la escalera de servicio, me vendría bien calentar un poco las piernas.
La noche ha caído completamente y la gabardina no es suficiente para abrigarme de los doce
grados de temperatura que pronosticó la chica del noticiero vespertino, me precipite del auto
hacia la escalera y haciendo un esfuerzo por subirla lo más rápido posible llegue a la entrada de mi
apartamento que luce un número ocho con el dorado bastante descarnado.
El interior de mi pequeño reino es muy acogedor, una pequeña saleta con un sofá tapizado en
satín, una mesa de esas pequeñas que solo caven dos vasos de coñac y el cenicero, además de dos
butacones en contraposición, a la izquierda se encuentran la puerta del baño y las mamparas de la
cocina que casi nunca uso, hacia la derecha queda el dormitorio. Al fondo de la sala se encuentra
una habitación que alguna vez fue dormitorio de alguien y ahora me sirve como estudio-comedor-
cafetería y dormitorio de vez en cuando, todo esto resumido en un enorme buro cargado de
cuantas cosas se puedan encontrar en estos lugares y una silla, me preparo whisky a la roca y me
recuesto en mi cómodo sofá.
Las pupilas comienzan a dilatarse y comienzo a vivir hace quince años atrás, el caso “Reaper”. Ese
desgraciado de Truman como pudo desmembrar a todas esas chicas y coleccionar sus glóbulos
oculares. Hijo de p…. ¡Que demente!, a pesar de todo era inteligente el maldito, todos y cada uno
de los acertijos y juegos sádicos que recibíamos por carta en la comisaria denotaban una
inteligencia poco usual

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