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Como expresa Baron (2005) con respecto a la teoría de la decisión, la idea básica es que
se pueda entender lo que la gente hace, asumiendo que ellos se comportan
racionalmente como individuos.
La teoría de la decisión se ocupa de analizar cómo elige una persona aquella acción que,
de entre un conjunto de acciones posibles, le conduce al mejor resultado, dadas sus
preferencias. El paradigma canónico de la teoría de la decisión se caracteriza por contar
con un individuo que ha de tomar una decisión (cualquiera) y de quien se dan por
supuestas sus preferencias; así la teoría de la decisión no entra a considerar la naturaleza
de las preferencias de los individuos, ni por qué éstos prefieren unas cosas en vez de
otras; lo único que importa es que dichas preferencias satisfagan ciertos criterios básicos
de consistencia lógica, entre los que cabe destacar, por su importancia, los siguientes:
El segundo criterio corresponde a lo que Ferguson y Gould (1984) refieren en “la teoría de
la preferencia del consumidor” como la condición: para dos conjuntos de bienes
cualesquiera, A y B, la unidad consumidora puede determinar cuál proporciona mayor
satisfacción; si A proporciona más satisfacción que B, se dice que A es preferido a B, y si
B provee mayor satisfacción que A, se dice que B es preferida a A; si ambos conjuntos
proporcionan la misma satisfacción, se dice que el consumidor es indiferente entre A y B,
y si A es indiferente o equivalente a B, B es indiferente a A.
Si estos cuatro requisitos no se cumplen a la vez, será imposible saber qué es lo que el
individuo prefiere; no se podrán ordenar, jerarquizar, sus preferencias, y la teoría de la
decisión considerará que dicho individuo no elige racionalmente, es decir, de forma lógica
y consistente. Cumplir con el requisito de la transitividad implica que no se tome una
decisión de tal manera que se resulte perjudicado eligiendo al principio opciones que se
prefieran más, X frente a Y, e Y frente a Z, para terminar con una mala opción si elegimos
Z frente a X. La exhaustividad exige que el sujeto compare entre sí todas sus opciones y
se decida por una de ellas o manifieste su indiferencia (que es una forma de decisión). A
la vez, la simetría y la asimetría resultan evidentes de por sí y no parecen imponer una
exigencia lógica desmedida al individuo que ha de elegir entre varias opciones: si el
individuo es indiferente entre la opción A y la B (o entre la C y la D) no se puede afirmar
que prefiera a B sobre A (o a C sobre D); si prefiere estrictamente a B sobre A, se dudará
de su coherencia si afirma, a la vez, que también prefiere a A sobre B. Así pues, si estos
requisitos se cumplen, se podrá atribuir al individuo una función de utilidad, es decir, un
índice o número a cada una de sus preferencias, de forma que se puedan ordenar de
menor a mayor, de lo menos preferido a lo más preferido (Aguiar, 2004).
Tipos de decisión
La decisión bajo riesgo se refiere a la condición en la que hay un número dado de estados
de la naturaleza y el decisor conoce la probabilidad de ocurrencia de cada uno de ellos
(Thierauf, 1978). Por ejemplo, según Agroasemex (2006), por sus propias características
y la ubicación geográfica del país, la actividad agrícola en México es altamente vulnerable
a la presencia de eventos climáticos extremos, principalmente asociados al exceso o falta
de precipitación pluvial. Así, 98% del riesgo de base catastrófico que enfrenta el país
responde a sequías principalmente, y que se agrava por la corriente de El Niño, y
fenómenos ciclónicos.
La decisión bajo incertidumbre se refiere a que las probabilidades de ocurrencia para los
distintos estados de la naturaleza se desconocen (Thierauf, 1978). El uso de nuevas
variedades híbridas de maíz en lugar de las variedades criollas es un ejemplo de una
decisión bajo incertidumbre. Cuando la probabilidad calculada para un estado de la
naturaleza es menor que 1.0, se está trabajando en una decisión bajo incertidumbre
(Krone, 1980). De acuerdo con Isaaks y Srivastava (1989), las palabras incertidumbre,
fiabilidad, confianza, giran alrededor del reconocimiento de que el valor de probabilidad
reportado es, en más de un sentido, solo un supuesto razonable de lo que el desconocido
valor podría ser y se tiene la esperanza de que ese valor esté cerca del valor verdadero,
sin embargo se reconoce que cualquier método que se use para determinarlo, tendrá
siempre algo de error. Cano (1971) menciona que el hombre debe hacer planes para el
futuro aún cuando no pueda calcular la probabilidad de los hechos futuros, y luego decidir
que resultado es el más probable y con base a ese resultado planificar sus actividades.
Toma de decisiones
Las tres primeras fases del proceso decisorio constituyen la “estructuración del problema”
y las dos últimas fases son el “análisis del problema”, las cuales se representan en la
Figura 3.
Según Taha (1995), cuando los modelos se formulan y resuelven disponiendo de
información perfecta, se dice que la toma decisiones se hace bajo condiciones de certeza;
la disponibilidad de información imperfecta o parcial de un problema lleva a dos nuevas
categorías de casos en la toma de decisiones:
Esto resume lo presentado antes sobre riesgo e incertidumbre. Según Aguiar (2004) La
distinción entre riesgo e incertidumbre fue establecida por F. Knight en 1921, quien en su
obra Risk, Uncertainty and Profit se refería a la primera como aquella situación en la que
no existe certeza sobre el resultado de la decisión, aunque se conoce la probabilidad de
los distintos resultados alternativos. Las situaciones de incertidumbre se caracterizarían,
en cambio, por el hecho de que no sólo desconocemos el resultado final, sino que no
podemos predecirlo en términos de probabilidades objetivas.
En una situación de decisión, existen dos tipos básicos de incertidumbre: la asociada con
información limitada, acerca de un factor o un resultado; y la incertidumbre asociada a
información imprecisa; es decir, que los problemas de decisión bajo incertidumbre se
pueden dividir en probabilísticos (estocásticos) y de decisión fuzzy o difusos (Malczewski,
1999).
El desconocimiento del valor que puede tomar el factor aleatorio causante de riesgo en un
futuro inmediato da lugar a lo que se conoce como incertidumbre, entendida en términos
de lo que puede ocurrir con el factor causante de riesgo y sus consecuencias sobre lo que
se persigue (Volke, 1988). Las decisiones bajo incertidumbre implican situaciones en las
que las probabilidades que se asocian con el resultado potencial no son conocidas o no
pueden estimarse (Markland y Sweigart, 1987).
A los problemas de decisión que implican datos geográficos (con coordenadas de latitud-
longitud) se les refiere como problemas de decisión espacial o geográfica; y se dice que
un dato es geográfico si se le puede asociar con un sitio o localidad.
Una manera básica de saber si los métodos y técnicas de toma de decisiones son
buenos, es que la decisión permanezca fuerte, sólida, a posteriori, de acuerdo con los
resultados, donde el término fuerte significa que la decisión consideró todos los resultados
posibles y sus probabilidades de ocurrencia y que no hubo otra mejor decisión con la
información disponible u obtenible en su momento (National Research Council. 1999).
MANEJO DE CONFLICTO
Tipos de conflictos
En los textos sobre “Administración”, o “Comportamiento organizacional” se
identifican tres tipos de conflictos: los intrapersonales, que surgen como
consecuencia de insatisfacciones y contradicciones “dentro” de las
personas; interpersonales, que surgen de enfrentamientos de intereses,
valores, normas, deficiente comunicación, entre las personas. Finalmente, los
conflictos laborales, u organizacionales, que surgen de problemas vinculados
con el trabajo, y las relaciones que se establecen en este, entre individuos,
grupos, departamentos, etc.
Los especialistas en administración se ocupan de los dos últimos, es decir, los
interpersonales y los organizacionales, que son una forma particular de los
primeros. En el nuevo enfoque sobre los conflictos organizacionales, estos se
clasifican en: funcionales y disfuncionales. Los funcionales son los que pueden
contribuir, si se manejan adecuadamente, al funcionamiento y desarrollo de las
organizaciones. Los disfuncionales son los que crean dificultades, que pueden
afectar los resultados y la propia supervivencia de la organización.
Se considera que los dos extremos, la ausencia de conflictos y la fuerte
presencia de estos son factores disfuncionales. La ausencia de conflictos
puede generar la inercia de las organizaciones, pues la falta de confrontación
de criterios limita la generación de alternativas, la identificación de nuevas
formas de hacer las cosas, la complacencia con “lo que hacemos” y, con esto,
propiciar la disminución de la eficiencia y de la competitividad.
La presencia excesiva de conflictos produce una dispersión de esfuerzos, la
confrontación se sobrepone a la colaboración y la cooperación que, en algunas
actividades, resulta fundamental para la obtención de resultados.
Resulta interesante la diferencia que establece Stoner entre competencia y
conflicto cuando señala “...Existe competencia, cuando las metas de las partes
en conflicto son incompatibles, pero no pueden interferirse entre sí. Por
ejemplo, dos equipos de producción pueden competir por ser el mejor
(evidentemente, uno sólo puede ser el primero). Si no hay posibilidades de
interferir con la obtención de la meta por parte del otro, existe una situación de
competencia. Pero, si hay esa posibilidad, se tratará de una situación de
conflicto...”.
Métodos para enfrentar los conflictos, sugerencias para la gerencia.
Con los “nuevos” enfoques sobre los conflictos, los especialistas en
“management” sugieren que los directivos pueden utilizar tres métodos, o
estrategias, para enfrentarlos:
1- Reducir el conflicto, cuando este va adquiriendo un carácter disfuncional que
puede perjudicar la marcha de la organización y sus resultados.
Entre las cosas que puede hacer para esto se encuentran: sustituir las metas y
recompensas que resulten “competitivas”; por otras que demanden
cooperación entre las partes; situar a las partes en situación de “amenaza
común” (“si no nos unimos, perecemos juntos”); hacer cambios
organizacionales, que eliminen las situaciones que pueden generar
confrontaciones.
2- Resolver el conflicto: cuando resulte imprescindible eliminar la situación de
conflicto, porque su permanencia puede resultar negativa. En este caso, el
directivo puede utilizar tres estrategias:
Entre las técnicas que el directivo puede aplicar para esto están: acudir a
personas ajenas a la organización (que no pierden nada poniendo en evidencia
las cosas que pueden mejorarse); apartarse de las políticas habitulaes;
restructurar la organización; alentar la competencia interna, entre otros.
Fuentes de conflictos organizacionales y posibles intervenciones del dirigente.
Entre las fuentes de conflictos que surgen en las organizaciones se
encuentran: desavenencias por la forma en que están distribuidos los recursos
(equipos, presupuesto, autoridad); malas comunicaciones; diferencias en las
expectativas (sobre tareas, metas, jerarquía); la estructura organizativa, con
imprecisiones de roles, tareas y la interdependencia de trabajos; así como las
diferencias interpersonales en valores, posiciones, intereses, personalidades.
En el Taller sobre Manejo de Conflictos me gusta utilizar un poema de Martí en
el que dice:
“Triste es no tener amigos, Pero más triste debe ser el no tener enemigos,
Porque el que enemigos no tenga, señal es que no tiene: Ni talento que haga
sombra, Ni carácter que impresione, Ni valor temido, Ni honra de la que
murmuren, Ni bienes que se codicien, Ni cosa buena que se le envidie”.
Dos conclusiones pueden extraerse de esto:
En resumen, el proceso de desarrollo organizacional puede ser efectivo para cambiar los
valores y la calidad de
la vida de trabajo dentro de las organizaciones. Sin embargo, las técnicas como los
círculos de calidad, la formación
de equipos y la retroinformación con base en una encuesta, requieren de la ayuda de
expertos. Muchas
organizaciones adquieren esta experiencia a través de una relación de consultaría. Los
expertos externos tienen
experiencia en el proceso formal de diagnóstico del problema, recopilación de datos e
intervención. Otras
organizaciones contratan a expertos de tiempo completo para que actúen corno agentes
del cambio interno.