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Índice
1El relato
2El mito y su carácter ético
3El mito y su carácter cosmológico
o 3.1El huso de la Necesidad
4El mito y su carácter anagógico
5Bibliografía
6Referencias
7Enlaces externos
El relato[editar]
La primera parte del mito (614b-615d) ilustra un plano inicial del periplo de las almas que han
abandonado el cuerpo. En él se observa cómo la multitud es discriminada por unos jueces y
sentenciada a transitar dos caminos: uno hacia el cielo, ordenado a los justos, otro que se
introduce en la tierra que recibe a los culpables de injusticia. Se dice que el primero es un lugar de
dicha y belleza, en tanto que en el segundo abundan los padecimientos. Se comenta aquí también
que existe una proporción entre cada obra buena y cada obra mala, en tanto que las unas son
recompensadas diez veces y las otras diez veces expurgadas. Se insiste en la maldad de la tiranía y
se pormenoriza además que más gravemente sancionados son los delitos de impiedad con los
padres o con los dioses y el homicidio a mano armada.
El texto continúa detallando un poco más la situación de las almas que, encontradas culpables de
injusticia, eran conducidas por el lugar subterráneo o Tártaro (615e-616a). Aquí refiere Sócrates
que las almas son custodiadas en su expiación por seres terroríficos; aparece la propia abertura
del antro infernal que, consciente de perversidad y de las penas por cumplir, rechaza aquellos que
osan el intento de abandonar ese plano con un mugido horrible. Junto con ella se habla de unos
hombres salvajes de aspecto ígneo que desuellan y desgarran con cardos a sus custodiados.
Una vez que se ha concluido con la pena (o con la recompensa), las almas, según procede el mito,
llegan (transcurridos unos doce días) a una corte fabulosa reunida entorno al huso de
la Necesidad. El mito figura que por medio de este huso quedan concatenados en su movimiento
los astros y el mundo sublunar en una armonía cósmica. Junto con la Necesidad aparecen otros
personajes míticos: ocho sirenas acompañan con su canto la escena, mientras que
las Moiras (Láquesis, Cloto y Átropos), presentadas aquí como hijas de la Necesidad (Ἀνάγκη),
mantienen en movimiento el huso (616b-617c).
Lo siguiente en el texto es el relato del sorteo y elección de los hados (617d-620e). Se introduce
por un breve discurso de Láquesis (único en todo el relato) advirtiendo la independencia de las
condiciones sorteadas respecto de la participación en la virtud y la responsabilidad absoluta del
hombre en sus elecciones. Aparece también otro personaje: un emisario o adivino cuyo rol es el de
guiar a las almas (psicopompo) durante el proceso. Se sigue una extensa ejemplificación de la
variedad que cabe a las fortunas particulares: venturas y desventuras, mendicidad y riqueza, vigor
y debilidad física, salud, enfermedad, mando, obediencia, etc. Sócrates expresa
un patetismo notable presente en esa escena. Se dan varios casos: el de quien en su vida pasada
obró sin injusticia por provenir de una ciudad justa y optó por una terrible tiranía (dice el texto por
carecer de filosofía), por otro lado están los que pagaron en el Tártaro y optaban con mayor
seriedad a causa de sus padecimientos. También se ilustra con el ejemplo de algunos héroes
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griegos como Agamenón y Orfeo que por odio a la humanidad y a las mujeres optan por la vida del
águila y del cisne, o Ulises que por las fatigas de su viaje decide asumir la condición de hombre
común y sin fama o ambición.
Dice el mito que para efectuar su elección contaban con un cierto tiempo, concluido el cual se
prosigue a los dos hechos finales que experimentaban las almas antes de su nuevo ciclo. El
narrador prosigue acerca de cómo el hado o démon elegido es establecido como guardián de la
vida por iniciar. Esto queda dispuesto irremisiblemente por el hilar de las Moiras en el huso de la
Necesidad. El siguiente paso es la marcha de las almas por el campo del Olvido bajo un calor
abrasador. Esto las fuerza a beber del río que por allí discurre, llamado de la Despreocupación,
aunque al hacerlo olvidaban todas las cosas. Finalmente se cuenta que acampando allí, llegada la
medianoche, con un trueno y un temblor, las almas son llevadas a sitio para su nuevo nacimiento.
Er, impedido de beber del río, simplemente contó que una vez acontecido esto de pronto se vio en
su cuerpo sobre la pira (620e-621b).
En un epílogo final (621c-621d), Sócrates amonesta a Glaucón a tener presente la enseñanza del
mito, en tanto que por no caer en el olvido «se salvó el relato y no se perdió, y también podrá
salvarnos a nosotros si le hacemos caso», puesto que «si me creéis a mí, teniendo al alma por
inmortal y capaz de mantenerse firme ante todos los males y todos los bienes, nos atendremos
siempre al camino que va hacia arriba y practicaremos en todo sentido la justicia acompañada de
sabiduría, para que seamos amigos entre nosotros y con los dioses, mientras permanezcamos aquí
y cuando nos llevemos los premios de la justicia, tal como los recogen los vencedores. Y, tanto
aquí como en el viaje de mil años que hemos descrito, seremos dichosos».
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esforzarse (el hombre o el filósofo) en adquirir el saber que le capacita para realizar esa elección,
sin preocuparse de ninguna otra cosa. Este punto de vista esclarece definitivamente lo que es
la paideía. La extraordinaria seriedad con que Platón concibe este problema y lo convierte en el
único asunto que verdaderamente domina toda la existencia del hombre, se expresa en el
postulado de que el hombre debe prepararse en esta vida con todas sus fuerzas para poder
realizar la elección».4
Por su parte Goldschmidt reconoce que el mito expone la supremacía de la sabiduría aún por
sobre la forma de vida electa, es decir que el bien de la virtud no se limita a una elección, sino que
ya perfila ese carácter de actualidad duradera (que luego con Aristóteles asumirá la forma de
hábito). «El futuro del mito traduce nuestra condición presente; la virtud, ese 'único necesario', no
se adquiere ni se pierde en un 'instante crítico', mas en el curso de una larga serie de esfuerzos y
abandonos. Esta primacía de la virtud, capaz de imponerse en toda circunstancia y de transfigurar
toda condición, se afirma por la fe tanto como por la razón».5
Otra posible lectura parte de la noción de libertad, según se retrata en el mito. Guthrie advierte
que las imágenes míticas y simbólicas dan cuenta de una doctrina subyacente de la necesidad y
el libre albedrío.6 Jaeger postula que se apela al mito justamente con la intención de reparar esa
contradicción que la concepción trágica griega tenía de la ἄτη como doble infortunio, uno culpable
y otro no. Este autor plantea que el filósofo necesita de una solución interior, que le permita
afirmar la profundidad de la responsabilidad humana, la conciencia del deber, a la vez se concilia
con la acción de los démones y los dioses que siguen la trama de la necesidad. 7 Stewardt hace uso
de las categorías kantianas de noúmeno y fenómeno para explicar la relación entre libertad y
circunstancia. Él afirma que la libertad para Platón reside en un existir-ser ( in esse) y no en un
actuar determinado (in operari). «Ser libre es ser una personalidad en continuo existente, auto
afirmándose, electora en su ambiente, que se manifiesta a sí misma en acciones que proceden, de
acuerdo con la necesidad natural, de sí misma como situada en el medio que se ha elegido- su
propio ambiente natural-el ambiente que es la contrapartida de su propio carácter». Él asevera
que es esta libertad como consciencia nouménica de sí mismo (Self) y de la virtud, y no la mera
potencialidad de la voluntad manifestada en acciones particulares lo que se ha querido exponer
con la elección prenatal.8 Por otro lado, Droz afirma que «Nuestros destinos, esos 'patrones' de
existencia... solo alcanzan, en efecto a los sucesos, las peripecias de una vida. El guion está escrito
pero no la manera de interpretar. El instante crítico de la 'elección decisiva' es relativizado... es
fundamental elegir bien, pero esta elección tendrá lugar entre los esfuerzos de cada día, en cada
instante del presente terrestre».9
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lo cual recoge también aquí Platón». 11 Puede agregarse a esto la opinión de Friedländer, para
quien «La construcción del mundo concluye la República, el estado educativo, en el cual la
astronomía ha sido puesta como instrumento de educación (...) es propedéutica para
la dialéctica (...) su tema no es la colorida variedad de fenómenos celestes, sino las verdaderas
velocidades, números, formas, a ser aprehendidas por el pensamiento puro (...) Tal construcción
del universo y sus mociones concordante con estrictas proporciones matemáticas (...) es el
significado (...) del huso de la Necesidad».12
Stewardt por su parte, resalta la imagen del regazo de la Necesidad (Ἀνάγκης γόνασιν) y su uso en
el mito. Él hace notar que el autor de la República ha dispuesto en su texto que se ubique su trono
bajo una columna luminosa. No se le aparece como casual, sino que esta visualización le permite
manifestar la cosmovisión de una Ἀνάγκη que ocupa un lugar central en el universo, en tanto que,
según él lee, esta columna es el mismo eje en torno al cual gira el universo. 13 Esto hace eco de
ciertas doctrinas pitagóricas y parmenídeas. Estas también hacen referencia a una divinidad que,
en el centro del universo, dispone y ordena. 14 Otro aspecto que remarca Stewardt es la mención a
la planicie del Olvido (Λήθη), puesto que es un importante punto de divergencia con el mito
de Fedón.
El huso de la Necesidad[editar]
Órbita 8 - Estrellas.
Órbita 7 - Saturno.
Órbita 6 - Júpiter.
Órbita 5 - Marte.
5
Órbita 4 - Sol.
Órbita 3 - Venus.
Órbita 2 - Mercurio.
Órbita 1 - Luna.
El mito y su carácter anagógico[editar]
Uno de los puntos más controvertidos es el referente al crédito que Platón da (o no) a sus mitos.
La ironía y la alegoría como recursos, la crítica a los poetas, el hecho que varios mitos son puestos
en boca de sofistas o personajes similares, la propia forma fabulosa que se aparta de la estructura
del diálogo, son elementos que levantan sospecha respecto cómo entender los mitos dentro de las
doctrinas de Platón. Por ejemplo, Paul Ricoeur (citado por Droz) afirma que «no hay que buscar en
los grandes mitos escatológicos una ampliación de su filosofía (la de Platón) de lo divino...» siendo
que forman parte de «este encantamiento que el alma se dirige a sí misma para exhortarse a
volverse mejor y cuidarse». El mismo autor si bien apunta que parece que Platón considera muy
seriamente estas narraciones, según se desprende de los propios textos, «la finalidad de estos
mitos escatológicos sería, en última instancia, ética». 15
Guardini considera que en Platón, los mitos han perdido cierto carácter de comprensión cósmica
del mundo que poseían antes del siglo V, pero que con él recuperan su «gravedad religiosa».
Afirma que el mito es «condensación artística de los resultados de la especulación; mejor dicho, de
aquello que no puede ser aprendido mediante la especulación, que oscila en torno a él, que lo
excede pero está en connivencia con él. Es engendrado por el juego de una fantasía que es
responsable ante el Logos filosófico».16
Friendländer reconoce de manera similar que las escatologías son los mitos «socrático-platónicos»
genuinos, en tanto que «presuponen un análisis conceptual y lo llevan más allá de los límites
impuestos por la experiencia y el conocimiento humanos. O, en en un sentido aún más platónico,
el mito -como el Logos- no inventado sino descubierto, tiene -de nuevo como el Logos- su propia
estructura. Y la mitología cobra sentido solo si puede mostrarse que continúa las líneas
argumentales establecidas por el Logos».17También apunta que si bien Platón siempre protestó
contra la forma puramente alegórica de interpretación de los mitos, sus propias fabulaciones no
deben ser leídas literalmente. El logro alcanzado por la mitología es no solo una evocación
sentimental, sino una guía al intelecto por medio de la «imaginación intuitiva» que se deja guiar
por la tradición en el camino que vuelve inteligible el conocimiento y la obligación en los aspectos
misteriosos de la vida.18
Grube señala que la inocencia de los dioses ante los destinos humanos, es «la aportación principal
del la República a la concepción de los dioses». 19 Este punto es resaltado por Jaeger también, y lo
vincula, junto con todo el discurso de Láquesis, a la cultura moral más tradicional griega, que ya en
Homero había reconocido que el hombre peca a pesar de las advertencias de los dioses. 20
Podría incluirse, como elemento que queda representado en el mito, un «testimonio del Ser
intemporal» según apunta Goldschmidt. Este autor refiere que en el mito se constata una
«ausencia de patetismo», siendo que el periplo de las almas realizan es milenario, a través de
innumerables existencias. Aquí el mito sigue la reflexión filosófica, «la dialéctica tiene necesidad
del ocio y no acepta ser 'presionada por el agua que corre'. El tiempo y el instante donde se
gestan, se condensan y se concluyen los dramas de los poetas y los dramas humanos, hacen nacer
la ilusión que la Necesidad ciega prevalece sobre la acción del Bien... La victoria que nos es
propuesta no se alcanza ni por una descripción ni por un acto; ella se obtiene como objetivo de
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pacientes esfuerzos y conduce a un estado, a esa vida calma y serena que llevan las divinidades
astrales».21
Bibliografía[editar]