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1998 Es Posible Ser Coherente
1998 Es Posible Ser Coherente
1998
interacción diaria, una narración acerca de sí misma y de los otros que le facilita responder a la
pregunta de “¿quién eres?”. Este enfoque relaciona algunos conceptos tanto del
constructivismo radical, ofreciendo una interpretación de cómo es que se llegarían a hilar los
distintos relatos que cada persona se cuenta acerca de sí misma y de los demás en los distintos
dominios de existencia en los que interactúa, de manera de lograr una historia coherente a lo
largo del tiempo (“coherencia diacrónica”). Esta coherencia diacrónica es la que cada persona
lleva al momento del encuentro con otro, el que se propone llamar “coherencia sincrónica” para
dar la idea de ocurrencia simultánea en el tiempo. Ambas coherencias están posibilitadas pero
también limitadas por el discurso social dominante de la cultura determinada en que estas
interacciones tienen lugar. El artículo termina considerando el espacio terapéutico como una
coherencia sincrónica más, en el que interactúan dos coherencias diacrónicas: la del terapeuta y
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Ana María Zlachevsky Ojeda. Psicóloga, Terapeuta Sistémica y Directora de la Escuela de Psicología de la
Universidad Central de Chile; docente de pre y post grado en distintas universidades; Directora del programa de
Acreditación de Psicólogos Clínicos especialistas en Psicoterapia Sistémica Centrada en Narrativas impartido por la
Universidad Central. Dirección: Carlos Silva Vildósola Nº 9783, Santiago, Chile.
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This article describes how people in daily interactions conform to a narrative about him/herself
and others that helps to answer the question “who are you?”.
Narratives and Radical Constructivism to offer an interpretation of how the various “stories”
people say about him/herself and others, in the several domains of existence in which they
interact, are built in order to maintain a coherent story through time (“Diachronic Coherence”).
This diachronic coherence, when it occurs in encounters with others, will be called
Both types of coherences are made possible, but also limited, by the Dominant Social
Finally, this article considers therapeutic space as just another synchronous coherence
where two diachronic coherences interrelate: that of the therapist and that of the consulting
system.
Uno de los tantos postulados psicológicos que pretende describir al ser humano en el
ámbito terapéutico es el “enfoque sistémico centrado en narrativas” (13). Este es un enfoque más
entre otros, que pretende describir lo que le pasa a las personas que vienen a consultar, aquejadas
por algún sufrimiento que estén viviendo en alguno de los ámbitos de su existencia. Para quienes
compartimos esta forma de entender y por lo tanto del operar terapéutico, “lo psicológico” no lo
vemos ubicado al interior de la mente de las personas, sino que ubicamos lo mental en el espacio
relacional, que aparece como producto de lo que ocurre entre las personas.
Para este enfoque, lo central es la forma particular y única que tenemos las personas de
aspectos particulares de la forma única de entender y significar que cada uno de nosotros tiene.
Los “actos de significado”, como lo denomina Bruner (1) se van construyendo paso a paso, en la
Las personas estamos insertas en una forma de entender el mundo, una forma que nos fue
enseñada y que aprendimos. Este aprendizaje se logra a través de la interacción con quienes
relacionada, no sólo con quienes convivimos en interacción directa, sino que está determinada
por la propuesta social en la que nos tocó desarrollarnos. Insertos en esa propuesta social,
vivimos constreñidos a nuestra capacidad para generar significados, a nombrar lo que vemos de
una cierta manera, a distinguir ciertos hechos y no otros, a significar de una forma y no de otra el
comportamiento de los demás y el de uno mismo, a relacionarnos de cierta forma con algunas
personas y no con otras, a construir una forma de entender la vida y de conferir significado a ello.
De esta manera nos desenvolvemos e interpretamos el mundo del que formamos parte según la
forma como cada uno de nosotros aprendió a hacerlo, en el seno de una cultura determinada. Eso
se puede hacer en tanto y en cuanto operamos con el lenguaje y en todo lo que hacemos y no
Si bien existen posturas psicológicas que afirman que lo que una persona relata sobre sí
misma es distinto de quien la persona “es”, quienes nos adscribimos al entendimiento de que
“somos el relato que nosotros y los demás contamos de nosotros mismos” (2, pág. 54) no
podemos separar al individuo de su relato. No importa si el relato verbal que la persona hace
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frente a la pregunta ¿quién eres? es verídico o no, si se contradice o no, lo importante es cómo él
se contesta a sí mismo, y cómo ese contestarse se traduce en acciones, muchas de las cuales son
Discurso social
Las historias que cada uno de nosotros cuenta sobre sí mismo y sobre los demás, se
construyen a partir del lenguaje e implican un trasfondo de relatos y de historias posibles, que son
las que nuestra propuesta social acepta y las que no acepta. De tal suerte que no podemos
construir una ilimitada cantidad de cuentos o relatos sobre quienes somos, sino sólo aquellos que
la propuesta social en la que el sujeto se desarrolló posibilita. Echeverría (2), a estos metarrelatos
que dan el trasfondo sobre cuya base un sujeto se construye, los llama “discursos históricos”.
Agrega el mencionado autor que no son sólo estos discursos los que determinan las posibilidades
de distinguir y actuar en el mundo social, sino que existirían además lo que él llama “prácticas
sociales”, que dicen relación con el modo “correcto de hacer” aceptado por una comunidad
determinada. Sin lugar a dudas, la forma “correcta” y por lo tanto también la “incorrecta” de
Para mí, los discursos históricos, así como las prácticas sociales, se incluyen en el
concepto de “propuesta social” o “discurso social dominante”, incluyendo en ella, los discursos
no dominantes y marginales, que también forman parte de la propuesta social. Es dentro de esta
propuesta social que tiene sentido nuestra forma de significar el mundo, forma que se trasmite a
través de lo que se hace, deja de hacer, dice o se deja de decir, usando para ello no sólo nuestros
actos sino también el “lenguaje”. No sólo al lenguaje verbal sino también el gran acervo de
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lenguaje no verbal que incluye los modos de acción que una comunidad acepta como deseables y
no deseables.
Redes de significación.
Los significados compartidos por una comunidad determinada dan origen a formas de
entender lo que se hace dice o deja de decir en tanto son consensualmente decodificados de una
cierta manera por esa comunidad, que los acepta como válidas para sí misma. En otras palabras
son verdaderas redes de significación. En este contexto se entiende “comunidad” como un grupo
de personas que comparten significados. El grupo que comparte significados puede estar
formado, por dos personas, por tres, por quince o…………. millares. De tal suerte que puedo
hablar de mi red de significados compartida conmigo misma, compartida con mi pareja o con la
comunidad internacional. (Por ejemplo, el lenguaje gestual arcaico, como la cara de miedo,
desagrado, ternura o rabia, es en gran medida comprensible para cualquier cultura). El único
significados, es decir de decodificar de una forma similar ciertos hechos, decires, haceres,
inequívoca mientras más cercanas sean las personas que están interactuando. La pregunta ¿qué
me habrá querido decir con eso?, es una pregunta que por lo general, en nuestra cotidianidad
rutinaria, no nos hacemos frente a personas con quienes compartimos muchas experiencias o
nuestra vida diaria o por el contrario, en ciertos momentos muy especiales en los que nos
sentimos invadidos por ciertas emociones turbulentas, es la pregunta que sí nos hacemos en
distintos “sistemas” de relaciones sociales, donde ciertas palabras, hechos o acciones, son
entendidas de una cierta manera en el contexto de ese sistema, siendo en otro sistema de
relaciones entendida de una manera distinta. En la rutina cotidiana este hecho se complejiza
mucho más, dado que cada uno de nosotros vive simultáneamente en distintos sistemas sociales,
por lo tanto, está inmerso en distintas redes de significación compartidas las que no siempre
medida que se van incluyendo nuevas formas de entender o nuevas o diferentes distinciones.
Estas nuevas distinciones son producto de entendimientos que surgen en los otros sistemas de
relaciones de los que formamos parte. Así cada sistema de significado no sólo es producto de la
relación cara a cara que se está estableciendo en un momento determinado, sino que se ve
los que interactuamos con otras personas, quienes a su vez se contactan con otras y otras y
las que van cambiando en el tiempo. Algunas se consolidan, algunas permanecen y otras
Narrativa
expuestos es el “Construccionismo social”, que sostiene que la realidad sólo es construida sobre
y renegociando en los distintos sistemas sociales en los que nos movemos, dependiendo de lo que
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Bruner (1) llama “disposición para el significado”. (Cuánto estoy dispuesto a coordinarme con
otro para consensuar lo que estoy entendiendo por un hecho, una palabra, una acción u omisión).
Estas disposiciones para el significado dan como resultado la significación particular que se le
otorga a un hecho, acción, palabra u omisión en el contexto de la relación particular que estén
Gergen (3) define la narración como una unidad de significado que brinda un marco para
viviendo.
herramienta muy utilizada por los terapeutas del movimiento construccionista. Entre ellos Epston,
Las personas vivimos en múltiples escenarios simultáneamente, de tal manera que cada
narrativa, a su vez, forma parte de una macro-red de narrativas en las que están incluidas la suma
de todas las historias, es decir de todas las narrativas posibles para cada uno de nosotros, en esta
ecología de relatos entrelazados, los que se influencian mutuamente unos a otros. En lenguaje de
Echeverría (2), esta macro red de narrativas podría asimilarse al concepto de discurso social o
prácticas sociales y que yo he elegido llamar “discurso social dominante”. Esta red de narrativas,
en la que cada uno de nosotros nos desenvolvemos, determina el que algunas historias o
narrativas sean más dominantes que otras en ciertos espacios sociales y en ciertas épocas de la
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vida. Pero sean dominantes o no, se conforma de esta manera un sistema de múltiples historias en
torno al cual las personas (individuos, familias, colectivos mayores) organizan sus vidas (9).
Así, las múltiples historias y relatos van configurando sistemas distintos que coexisten,
éstos no son otra cosa que organizaciones humanas diferentes caracterizadas por una forma
Siguiendo los planteamientos de Ernst von Glasersfeld (11), es posible afirmar que la
forma cómo se van organizado los sistemas, sean estos efímeros o duraderos en el tiempo, es
para el sujeto siempre “adaptativa y le sirve para organizar su mundo experiencial …” (11, pág.
esta viviendo. En otras palabras lo que cada uno de nosotros distingue o vivencia en un momento
determinado es producto de la forma única y particular que tenemos para significar lo vivenciado
en ese contexto específico donde las redes de significado tienen cierta significación particular.
Muchas veces se producen dificultades cuando una persona se comporta de una misma forma en
así para otro. Por ejemplo, es absolutamente adecuado que una madre rete a su hijo en el dominio
de existencia madre hijo, pero en el contexto laboral que lo haga con un colega, lo más probable
es que sea considerado un comportamiento fuera de contexto. Puede ser que verse de una manera
a sí mismo y a los demás, y comportarse de una cierta forma, sea adaptativo para un dominio
social y no para otro. Aún cuando la persona en su experiencia cotidiana, la mayoría de las veces,
no hace esa distinción de dominios de existencia, por lo general sí se da cuenta que se puede
comportar de una u otra forma con algunas personas y no con otras y que ese comportamiento
comportarse” en ciertas situaciones y que aparece como vedada en otras, está a la vez
determinada por la coherencia dialógica de la trama narrativa. A pesar de lo expuesto, el que los
personajes estén conectados entre sí a través de la trama narrativa, no permite entender cómo es
que una persona se cuenta un cuento sobre quien esa persona es, cuento que permanece de cierta
forma coherente a través del tiempo. Cada uno de nosotros muestra comportamientos distintos en
los diferentes dominios de existencia en los que se desenvuelve, sin embargo tenemos una idea de
“permanencia” en nuestras conductas y formas de reaccionar, que nos hace sentir que somos la
misma persona a lo largo de nuestra larga o corta existencia. Por otra parte, esa forma de vernos a
nosotros mismos nos permite contestar hiladamente y con cierta lógica a la pregunta ¿quién eres
tú?. En otras palabras: ¿qué hace que vivamos la vida como si tuviéramos una permanencia en el
tiempo? ¿Como que fuéramos una sola persona? ¿No es eso inconsistente con la idea de
Goolishian que dice “No somos más que coautores de una narración en permanente cambio”? (4,
pág. 297), y diferente en los distintos dominios de existencia en los que nos desenvolvemos, así
como distintos en las diferentes relaciones que con personas también distintas vivimos.
nos comportamos en forma distinta, las personas conectamos estos momentos como si estuvieran
unidos entre sí. Si nos detenemos a pensar, podemos afirmar que nada concreto los une, sólo el
hilo invisible de la trama que se va configurando desde las explicaciones que nos vamos dando de
los distintos momentos que vivimos, en la interacción también diferente que vamos teniendo con
los personajes con quienes compartimos significados (14). ¿Cómo es que conectamos esos
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momentos? ¿Cómo es que logramos hilvanar nuestras historias, si éstas se dan en espacios
distintos “ámbitos sociales”. En cada uno de esos sistemas me comporto de una cierta manera y
los otros se comportan conmigo también de una cierta forma. Forma que se ha ido estabilizando a
través de los comportamientos y significaciones que hemos ido co-construyendo con otros en esta
danza conjunta que implica el vivir. De tal manera que cuando interactúo con otro, lo hago desde
una definición de mí misma, de cómo me veo frente al otro. El otro, a su vez, interactúa conmigo
desde una definición de sí mismo que yo comparto en ese espacio relacional. Ambos, en ese
espacio relacional, aceptamos la definición implícita o explícita de mí, del otro y de nuestra
que ciertas conductas sean posibles y otras no. Es decir, se nos impone una cierta coherencia
conductual. Esta coherencia conductual se impone desde la red de significados en la que ambos
aceptamos la definición del otro y de uno mismo, en ese espacio en el que compartimos
significados.
sincrónica”. Podría llamarse también “dominio de existencia”. Maturana (7) define dominio de
existencia como las definiciones a partir de las cuales distinguimos a otros y somos a la vez
distinguidos por los otros. Sin embargo, hasta ahora no he logrado mostrar como pienso que se
mantiene esa coherencia lógica que se da invisiblemente a través del tiempo. Cuando el niño es
pequeño, actúa frente a la madre de cierta manera, en el espacio de una determinada coherencia
sincrónica. Los comportamientos que él realice, probablemente harán que ella lo considere
que ella catalogue o signifique el comportamiento de su hijo. El niño se relaciona con su madre,
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definición que hace de su hijo, definición que el niño acepta y que probablemente en el futuro
dominio colegio
dominio amigos
dominio filial
Pero el niño no sólo interactúa con su familia, también lo hará con sus amigos, profesores,
y en muchos otros contextos, y en cada uno de estos escenarios se relacionará de distinta manera,
generando formas diferentes de comportarse en los distintos dominios existenciales en los que se
posibles o “legítimas” para ese determinado dominio social. Se habrá entonces construido una
narrativa diferente, una forma de significar los hechos y acontecimientos distinta y particular,
que tal vez tenga algunas similitudes con otras, pero que en última instancia es única e
historias, todas coexistiendo al mismo tiempo, en ese imaginario que “soy yo”.
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En nuestra sociedad, incluidos en la propuesta social, cada uno de nosotros requiere darle
“cierta coherencia” a estas distintas historias, a estos distintos personajes que somos en cada
dominio de existencia en el cual participamos. Así surge ese imaginario que soy yo, el que sin
darnos cuenta fuimos construyendo a medida que nos fuimos socializando, en la medida que
fuimos hilvanando una trama que una a esos distintos personajes en uno solo que creo ser “yo”.
Esta necesidad de tener una identidad, de saber quien soy, surge una vez más de la propuesta
social que nos impone un saber contestar con cierta coherencia a la pregunta ¿quién eres? Y así,
yo soy ese cuento que he armado de mí misma a través de mis diferentes personajes y que tiene
llamado “coherencia diacrónica”. De esta manera una interacción cualquiera, sea esta efímera o
duradera en el tiempo, de una, dos o muchas personas, es un encuentro entre una, dos o muchas
corresponda al encuentro de esos personajes en el contexto que ese encuentro permite, en ese
momento determinado.
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Nuestras coherencias diacrónicas las hemos ido co-construyendo con otros a través de las
distintas interacciones que vamos y fuimos teniendo con los distintos personajes con quienes nos
encontramos en nuestra existencia, personajes con los que hemos compartido ciertos espacios de
medida se hace posible gracias al lenguaje: llegamos a ser quien creemos ser a través de lo que
nos contamos de nosotros mismos y de lo que los demás se cuentan sobre mí, en una trama
narrativa co-construida.
Si recordamos al niño pequeño frente a su madre, a sus amigos o sus profesores, veremos
que su coherencia diacrónica se fue construyendo paso a paso como producto de la suma de
todas sus interacciones, las que se fueron dando en el espacio de la coherencia sincrónica que
Así, en cada dominio de existencia en los que nos desenvolvemos, los personajes actúan
de acuerdo a una significación determinada, la que se ha ido formando de acuerdo a las redes de
significación que en ese dominio de existencia están permitidas o prohibidas, e influido por la
propuesta social dominante. Estas múltiples redes de significación se influyen unas a otras
gracias a la coherencia diacrónica que el actor principal trae a la mano en cada encuentro con
otro. Cada uno de nosotros, al unir las redes de significación con la magia de la coherencia
diacrónica del personaje principal, puede contestar a la pregunta ¿quién eres?, sintiendo que es
una sola persona, a pesar de saber (en su fuero interno) que es al mismo tiempo, todos los
personajes que lo caracterizan en los múltiples espacios relacionales en los que se desenvuelve.
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que se encuentran dos o más personas en el dominio terapéutico, en el que convergen por lo
menos dos coherencias conductuales diacrónicas: la del consultante y la del terapeuta. Ambos
llegan al encuentro aportando sus propias narrativas personales, su propia visión de mundo y
ambos esperan ciertos comportamientos del otro. El sistema consultante por lo general llega
aquejado por algún dolor o alguna molestia existencial que quisiera hacer desaparecer. El
terapeuta llega con una serie de teorías, de maneras de entender la vida y de lo que significa hacer
terapia.
Desde una visión constructivista, es fundamental que el terapeuta recuerde lo que está
aportando en ese encuentro: no sólo sus conocimientos teóricos y prácticos, sino toda su trama de
creencias acerca de la realidad, partiendo por el cuento que se cuenta de sí mismo, de quien él o
ella es, o de quien está siendo en su dominio como terapeuta, el que está siendo constantemente
construido en el proceso de vivir, y que es tan “real” como el mejor cuento de Borges.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS :
1. Bruner, J., Realidad mental y mundos posibles, Barcelona España: Editorial Gedisa, 1998.
3. Gergen, K. (1997), “La comunicación terapéutica como relación”, Buenos Aires, Sistemas
5. __________, “El cliente es el experto: Un enfoque de la terapia del ‘no saber’” Buenos
10. __________, La Red Social: frontera de la práctica sistémica. España: Editorial Gedisa,
1996.
11. Von Glasersfeld, E., “El Constructivismo Radical”, Buenos Aires, Sistemas familiares,
12. Watzlawick, P.; Beavin, J.; Jackson, D, Teoría de la Comunicación Humana, España:
13. Zlachevsky O., A.M. (1996), “Una mirada constructivista en psicoterapia”, Rev. Terapia
14. __________, (1998) “Yo, mi trama narrativa”. Revista Psicología y Sociedad, Facultad de