Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Caso Máximo
Caso Máximo
Recé para que todo estuviera bien con el bebé nos hicieron las pruebas
habituales y las ecografías y todo parecía normal. Sin embargo, algo me decía
que no todo estaba bien. Supongo que será ese sexto sentido que tenemos a
veces.
Cuando estaban por darme el alta, vino otro neonatólogo para decirme, sin tacto
alguno, que my hijo nunca pasaría de un vegetal y que nunca nos reconocería.
Nos aconsejó llevarlo a casa y esperar a que muriera ya que probablemente
Máximo dejaría de respirar en su sueño (Síndrome de muerte súbita). Agregó
que debíamos pasar por su consultorio al día siguiente para comunicarle nuestra
decisión sobre qué haríamos cuando lo encontráramos muerto. También nos
informó que Máximo tenía una infección urinaria y que debía quedarse en el
hospital de 7 a 10 días. Pedí verlo antes de irme, pero me dijo que era imposible
porque ya lo habían trasladado a una sala neonatal de terapia intermedia. Fui
demasiado ingenua; tendría que haberme impuesto.
Durante todo ese tiempo, el único consuelo que recibimos vino de mi médica
personal, la Dra. Bertha Medina. Luego de haberse ido el neonatólogo, comenzó
a llorar y nos dijo que su primer hijo había muerto de una anomalía cerebral.
Lloró con nosotros y después nos dio un consejo que jamás hemos olvidado.
Nos dijo que esta crisis consolidaría o rompería nuestro matrimonio y que
teníamos que tratar de unirnos aún más.
Cuando tenía 6 semanas, empezó a gritar día y noche pensamos que eran
cólicos pero no se le pasaba. A los nueve meses tuvo su primera consulta con
un neurólogo, quien nos dijo que los gritos eran normales en niños como Máximo
y nos recomendó probar con Klonopin para calmarlo. No queríamos drogarlo ya
que recién había comenzado a sonreír, pero decidimos probar por unos pocos
días. Luego de un período de prueba, nuestra única queja fue ¿por qué nadie
nos lo había recetado antes? Una de sus terapeutas estaba en contra de la
terapia con drogas, pero ella no tenía que pasar día y noche con él. Se convirtió
en un niño feliz que reía a cada ruido pequeño y nuestras vidas cambiaron del
día a la noche.
No hemos tenido más hijos, pero cuando viene mis sobrinos o los de mi esposo,
observamos que Máximo se pone muy feliz, aunque no los ve los escucha .