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INTRODUCCIÓN

La pena de muerte; también conocida como la pena capital; que es el castigo que se impone por
haber cometido un delito grave, dentro de las legislaciones que lo admiten. Es una sanción
proporcional al hecho delictivo, por lo que se podría decir que es la retribución por el delito que
el culpable ha cometido. En este ensayo trataremos del por qué debería ser legal la pena de
muerte para los responsables de crímenes que han dañado la integridad, dignidad o llegando a
atentar contra lo más valioso que poseemos, “la vida”, siendo una amenaza constante en los
últimos tiempos. Ante ello la pena de muerte no es mala ni inhumana, puede ser vista como una
medida para conseguir la seguridad y el orden social, esa que tanto nos hace falta. Ese tipo de
delincuentes incorregibles constituyen una perturbación para otras personas, no tienen ningún
buen aporte dentro de la sociedad.

Por este motivo es que consideramos como una solución eficaz el que se legalice la pena muerte
para aquellos que cometen el delito de violación sexual, feminicidio y homicidio en nuestro país.

Basándonos solo en el año 2020 las estadísticas demuestran las siguientes cifras:

 Entre julio a setiembre se han atendido 2,623 casos de violencia sexual, de los cuales
2,416 (92.1%) casos corresponden a mujeres y 207 (7.9%) a hombres.
 Se presentaron 132 feminicidios, 204 intentos de feminicidio y 54 muertes violentas de
mujeres. Además, más de 5.500 denuncias de mujeres desaparecidas se dieron a lo largo
de todo el año, según un informe publicado por la Defensoría del Pueblo.
 La tasa de homicidio parece haberse mantenido relativamente estable. De enero a junio, el
Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) registró 1.358 informes de
asesinato y homicidio intencional, lo que dejó al país con un total anual proyectado de
2.716 y una tasa estimada de homicidios de 8,3 por 100.000.

Teniendo en cuenta estas cifras alarmantes podemos apreciar la falta que hace aplicar un castigo
más drástico y severo a los causantes de estos crímenes. Por lo tanto, la pena de muerte no debe
entenderse como un mal impuesto al delincuente, ni menos, como algunos autores refieren “pagar
mal con mal”, puesto que su finalidad es terminar con el problema desde raíz. Es por ello que se
debe autorizar por parte del Congreso en conjunto con el Poder Legislativo.
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DESARROLLO

Validando nuestra postura presentaremos los siguientes argumentos:

Con respecto a la práctica de la pena de muerte, en opinión de Garofalo (s.f):

Debería aplicarse la elección artificial, ello suponía, que no era posible la resocialización
de dicho delincuente, por lo tanto, la única política criminal viable era la eliminación del
sujeto.

La acción de reincidir remite nuevamente el acto homicida por parte del delincuente, de ello, solo
se tendrá plena certeza siempre y cuando se asegure con la muerte de este que la acción no se
volverá a cometer. Las autoridades, y más que todo la sociedad llega a sentir temor, lo que
conlleva al apoyo de la pena de muerte, por el hecho de que el delincuente en conjunto con otros
planee escapar del centro penitenciario, ocasionando con ello que vuelvan a cometer los mismos
o peores delitos, es por esto que surge el miedo por parte de la sociedad, quien rechazará y no
permitirá la integración del delincuente.

Es inconcebible consentir la pena de muerte como un castigo:

Estima sobre el iusnaturalismo que la función de la pena no es la de prevenir los delitos,


sino puramente hacer justicia, es decir que su aplicación se justifica ya que se ve como
una opción para la justicia retributiva. Kant, Hegel (Filosofía del derecho, 1821/1968)

Las probabilidades de dejar delitos impunes son muy altas, no solo en nuestro país, sino en todo
el mundo, y con la inexistencia de castigos como este que permitan disuadir a los criminales
peligrosos es casi imposible conseguir dicha justicia y lo que se quiere es proteger la vida
haciendo valer nuestros derechos constitucionales. Al parecer no hay una opción que nos ofrezca
una sociedad reconciliada la cual pueda desarrollarse en paz, es por ello la necesidad que se tiene
por la existencia de una justicia eficiente como lo es la pena de muerte.

Según, tal y como indica Fuentes (s.f):


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“La pena de muerte solo es la ejecución forzosa de la exclusión de la comunidad de


derecho, de la cual el mismo delincuente se ha excluido a sí mismo previamente al
acometer un determinado delito.”

Uno de los argumentos más tomados en contra de la pena considera que se “pierde la dignidad
humana” al dar tal castigo al delincuente, pues este derecho en realidad es adquirido simplemente
por el hecho de pertenecer a la especie humana, por lo que bajo ninguna circunstancia se puede
negar este derecho a nadie ni siquiera a los responsables de actos tan despreciable y atroces. Es
necesario recalcar que jamás se podrá excluirlo de la raza humana, ahora bien, se puede perder
este derecho en base de que su comportamiento que se tome para que su accionar transgreda y
dañe la dignidad humana de otro individuo, disipando así la suya, además es posible que a su vez
pierda el derecho a la vida. Pues es el mismo delincuente quién incita a la provocación de la
pérdida de estos dos derechos debido a su comportamiento.

Ante los ojos de Dios, desde la perspectiva de la iglesia y la religión católica la pena de muerte
no está bien vista; pero el Santo Tomás de Aquino (1610; 1964) considera necesario enfatizar su
apoyo a la pena de muerte desde la justificación de las enseñanzas de Dios:

Aquel que ejecuta al reo no comete homicidio, pues simplemente es un instrumento a


través del cual se cumple la voluntad de la de la autoridad pública que representa la
voluntad del pueblo. (Tomás de Aquino, 1610, libro 1, cap. 21)

Si fuera necesaria para la salud de todo el cuerpo humano la amputación de algún


miembro, por ejemplo, si está podrido y puede inficionar a los demás, tal amputación
sería laudable y saludable. Como afirma 1 Corintios 5,6, un poco de levadura corrompe a
toda la masa. (Tomás de Aquino, 1964, II-II, 64, art. 2)

Si bien es cierto uno de los mandamientos de la Ley de Dios es “No matarás”. Santo Tomás de
Aquino (1610) en su libro La ciudad de Dios establece que a pesar de esto existen excepciones,
estas se darían cuando se le da muerte a quien ha incumplido la ley, por lo tanto, quien ha pecado
gravemente, puede ser condenado a muerte tras un juicio.
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En la Suma Teológica, Santo Tomás de Aquino (1964) hace una comparación sobre la muerte de
un reo con la amputación de un miembro del cuerpo humano que esté putrefacto. Considerando a
cada individuo como una parte de un mismo cuerpo que este a su vez representaría a la sociedad,
entonces con la intención de mantener la salud de la sociedad es viable extirpar el miembro
corrupto. Es saludable que se le quita la vida para la protección y conservación del bien común en
la sociedad.

Si una persona atenta contra la vida de otra, desde aquel momento deja de tener derecho a su
propia vida. Según Zepeda Coll (2015)

Analógicamente hablando no es otra cosa que una subrogación que hace la autoridad de la
sociedad de Estado, para castigar a quien privo injustamente de la vida a una persona
débil que no pudo defenderse. Ahora todo el mundo tiene derecho a que su vida sea
respetada y si ella es privada injustamente, puede hacerse un castigo ejemplar, retributivo
y similar, congruente con la gravedad del hecho, el de privar la vida, porque nosotros
estamos en un medio social y a él nos integramos.

Lo que se espera es una justicia justa, y con la pena de muerte se lograría esto.

Si nos ponemos a analizar, al ejecutar la pena de muerte no se tendrá que asumir otros costos en
mantener o sostener a los delincuentes, como pasaría si se le impone la cadena perpetua. Según
Nares Feria (2014)

Otro de los argumentos a favor alude a la mejor rentabilidad económica de la pena de


muerte, pues el Estado ni los ciudadanos deben costear el mantenimiento en las cárceles
de los consignados por delitos graves; y también, el beneficio como medida preventiva ya
que intenta disuadir a quienes deseen participar en actividades delictivas. (Nares Feria,
2014, párr 1)

Es acaso que no basta con que el delincuente desprecie la vida y cometa delitos graves y
crueles, y se tenga que brindarle todo, gracias a la sociedad e incluso los familiares de la propia
víctima deben mantener al delincuente.

CONCLUSIONES
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-Recalcamos que esta pena no es inhumana en ningún aspecto, las cifras son totalmente
alarmantes, ¿Qué más podemos esperar por parte de personas que realizan actos tan terribles? No
merecen seguir viviendo y mucho menos caminar por las calles como si nada hubiese pasado
resguardado por las autoridades que se esconden detrás de la corrupción, aquellos que dejan en
libertad al agresor teniendo todas las pruebas en su contra, esto sería muy poco considerándose
así cómplices de un delito.

-Está más que claro que para la ley que perder una vida a manos de un criminal no significa nada,
pero cuando hablamos de hacerle pagar a este con su propia vida surgen justificaciones. Como
por ejemplo una segunda oportunidad para mejorar su situación; pero ¿acaso no se han visto
casos en los cuales el agresor reincide en sus actos?

-En diferentes países ya se vienen realizando la pena de muerte de diferentes maneras como la
electrocución, el gas letal, el ahorcamiento y el fusilamiento; también somos conscientes que en
el caso en que se despenalice, el modo de ejecución más adecuado para acabar con la vida de un
delincuente sería la inyección letal, porque lo que se busca no es hacer sufrir al criminal sino
eliminar al mal de una sociedad.

- “Claro que no, no podemos darle pena de muerte a un ser humano. Él tiene derechos que los
respaldan”. Pero, ¿Lo podemos dejar en libertad como si nada hubiese pasado?, esperando que
siga haciendo algún mal a la sociedad, porque sí, pasar su condena en una prisión, sin afectar el
derecho a la vida que este sujeto le arrebató a otra persona no es un castigo justo. Démonos
cuenta de la gravedad del asunto, hoy podemos estar en contra de la pena de muerte, pero por
temas del destino, fuera el caso que nos toque pasar por algo similar, estamos seguras que la
defensa que existe en contra de esta pena cambiaría por completo.

- El objetivo al que queremos llegar con la legalización de la pena de muerte en parte es


concientizar a aquellas personas que tienen el deseo o el impulso malicioso de atentar contra el
derecho fundamental que es la vida, así tendrán en cuenta las consecuencias que les provocarían
sus propios actos. Por el derecho a la vida, pena de muerte.

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