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Psicoanalisis II Parte
Psicoanalisis II Parte
CURSO: PSICOANÁLISIS
SEPARATA – 2da PARTE
DOCENTE: Ps. RUBÉN CAYRA SAHUANAY
TEMAS VARIOS:
Precisiones sobre los mecanismos que están en juego en las neurosis de transferencia se
encuentran en los trabajos siguientes:
La represión, 1915
Introducción al Psicoanálisis, 1916
Inhibición, Síntoma y Angustia, 1926
Las preguntas planteadas en estos trabajos tratan sobre:
-modalidades diferentes de represión en las diversas neurosis
-sobre qué tendencias libidinales actúa la represión
-cómo fracasa la represión, es decir, cómo se forman los síntomas
-hay otros mecanismos de defensa en juego, además de la represión?
-qué lugar ocupa la regresión?
En la histeria se considera que el mecanismo principal es la represión. En la neurosis
obsesiva la anulación retroactiva y el aislamiento.
El Complejo de Edipo es considerado el complejo nuclear de las neurosis. Las tareas
que éste determina para el sujeto son:
1. Desprender de la madre los deseos libidinales y dirigirlos sobre un objeto real
2. Reconciliarse con el padre o emanciparse de su tiranía si ésta ha sido excesiva y ha
conducido a una gran sumisión.
Las neurosis son el registro del fracaso de esta tarea. ¿Por qué persiste el apego a los padres?
Porque los deseos edípicos son reprimidos y así eternizados. Para Freud lo que genera la
represión es la angustia de castración.
Para Lacan: la angustia indica que la operación normativa que es la castración no ha sido
realizada totalmente. La castración, es decir, la pérdida del objeto perfectamente
satisfaciente y adaptado es determinada por el lenguaje, por la entrada en el lenguaje
(fort-da, la pérdida de la cosa). El Edipo permite simbolizar esta pérdida atribuyéndola a unja
exigencia que provendría del padre (la función simbólica), respecto de todos y cada uno de
los humanos.
Estando la castración simbolizada, persiste habitualmente una fijación al Padre, lo que
constituye nuestro modo ordinario de normalidad (síntoma y sinthome en su acepción
lacaniana).
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3. La representación así debilitada queda excluida del trabajo de asociación con otras ideas,
conformando de este modo, el núcleo de un segundo grupo psíquico.
4. ¿Qué hacer con el afecto? Hasta aquí el mecanismo de formación del síntoma es idéntico
para la histeria y las obsesiones. Sus diferencias se explican por dos diferentes modos en el
empleo de esta excitación.
5. En la histeria, la suma de excitación se traslada al cuerpo. Esta operación es denominada
“conversión” y da cuenta de la formación de los síntomas corporales en la histeria.
6. En la neurosis obsesiva el afecto permanece en lo psíquico y por un falso enlace es
asociado con otras representaciones que, por esta razón, se transforman en representaciones
obsesivas. La ventaja obtenida por esta segunda vía es menor que la que se logra por vía de
la conversión.
La particular relación que se establece entre madre e hijo, genera un vínculo importante y
constitutivo del niño, por ello estas teorías coinciden en considerar que el carácter de esta
primera relación define las pautas de desarrollo y tiñe los vínculos posteriores. De esta forma
una relación armónica facilita el despliegue progresivo de una personalidad sana, en tanto
que una relación perturbada interfiere en este proceso y genera diversas patologías.
Lagache define la relación objetal como “una tendencia o un comportamiento dirigido a un
objeto, por oposición a un comportamiento o tendencia dirigida a la propia personalidad”.
La teoría de las relaciones objetales plantea la existencia de una necesidad primaria de
objetos, que no puede reducirse a la búsqueda del placer.
Cuando hablamos de objeto en la teoría de las relaciones objetales nos estamos refiriendo
siempre a un “objeto humano”, es decir, a una persona, una parte de una persona, o una
imagen más o menos distorsionada de éstas. Aquí el objeto deja de ser impersonal y
reemplazable, para volverse intensamente personal. No es el objeto de una pulsión, un mero
requisito para la obtención del placer, sino un objeto de amor o de odio, que el yo busca para
encontrar respuesta a su necesidad de relación. Y, una vez encontrado, estos sentimientos
quedan tan ligados a ese objeto específico, que sólo a través de un duro y difícil trabajo de
duelo podrá abandonarlo y volver a colocarse en las condiciones que permitirían una nueva
elección.
Definamos término a término el concepto “relación de objeto”:
Relación: significa que se trata de una interrelación pues hace referencia a la forma en que el
sujeto constituye los objetos así como a la forma en que los objetos modelan la actividad del
sujeto.
De: señala la interrelación, pues el objeto no preexiste a la relación con el sujeto ni éste está
constituido cuando se inicia la relación.
Objeto: debe entenderse en el sentido específico que tienen para el psicoanálisis expresiones
como “elección de objeto” y “amor de objeto”. Como ya se dijo hace referencia al otro
humano, persona.
Una forma de definir la teoría de las relaciones objetales es afirmar que ésta pretende dar
cuenta de cómo la experiencia de la relación con los objetos genera organizaciones internas
perdurables de la mente. Existe, desde luego, una interacción entre la internalización de las
experiencias de relación, por una parte, y la actualización de las estructuras relacionales
internalizadas, encarnándose en nuevas relaciones, que a su vez serán internalizadas. Por
ejemplo la modalidad de relación originaria del niño con su madre se actualizará y
resignificará en el encuentro con la maestra, cuando este niño ingrese al jardín de infantes.
La maestra será un nuevo objeto de relación que movilizará históricas formas de vincularse
como estimulará nuevas modalidades y emociones en el vínculo actual.
Como puede apreciarse, esta teoría permitiría integrar, en forma armoniosa, los elementos
“internos” y “externos” de la experiencia humana, ya que investiga y conceptualiza la
influencia de las relaciones interpersonales “externas” sobre la organización de las
estructuras mentales “internas”, así como la forma en que estas últimas determinan las
nuevas relaciones interpersonales que se establecen posteriormente.
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La teoría de las relaciones objetales, se vincula con distintas posturas conceptuales dentro
de la teoría psicoanalítica. La primera de ellas enfatiza la determinación pulsional de la
experiencia de la relación con el objeto y concentra su atención en el objeto interno y su
efecto determinante sobre la vida posterior del sujeto. Hace predominar el mundo interno del
sujeto sobre la significación del mundo externo. Esta línea fue especialmente desarrollada
por Melanie Klein y sus discípulos.
La segunda postura teórica enfatiza el efecto estructurante que la relación real con el objeto
y con el entorno cultural tiene sobre el psiquismo. En esta línea podemos ubicar autores
como René Spitz, Margaret Mahler y D.W. Winnicott.
Todas estas teorías, independientemente de su concepción teórica, estudían la constitución
de las relaciones objetales desde el momento mismo del nacimiento
Este documento se va a referir a la segunda línea teórica, desarrollando especialmente la
teoría de René Spitz y ofreciendo algunos conceptos generales de Mahler y Winnicott.
Finaliza destacando aquellos conceptos particularmente útiles de todas las teorías para el
desempeño profesional en el Jardín de Infantes.
El hecho de que esta gestalt señal a la que se responde con la sonrisa, haya sido elaborada
en el vínculo con la madre le da una calidad especial. La sonrisa es una respuesta social de
placer. Madre e hijo se comunican por la sonrisa, ya que la madre tiende a repetir las
actitudes que la provocan.
A partir de la percepción afectiva, derivada de los cuidados cariñosos de la madre, tiene lugar
una lenta transformación hacia la percepción diacrítica.
Para resumir, las consecuencias que Spitz atribuye al establecimiento de éste primer
organizador son:
- pasaje del predominio interoceptivo al exteroceptivo,
- incipiente prueba de realidad,
- huellas mnémicas elementales,
- direccionalidad de la conducta hacia un objeto (precursor),
- precoz división consciente-inconsciente,
- incipiente diferenciación de Yo-Ello, con el establecimiento de un yo rudimentario
como organización rectora central
- posibilidad de demora de la descarga pulsional,
- dirección sistemática de los impulsos, coordinación e interdependencia de los
mismos,
- experiencia y acción más diferenciadas y significativas.
Esta angustia es el segundo organizador por que el yo alcanza tal madurez que se puede
analizar en las siguientes funciones:
- La percepción alcanza tal desarrollo que el objeto de amor se distingue visualmente de
los demás objetos.
- La motricidad es controlada por el yo y le permite una actividad intencional. El niño se
vuelve capaz de tomar el objeto que desea entre otros. Maneja el espacio más allá de
su cuna.
- La memoria es lo suficientemente estable y abundante como para ejercer la actividad
intelectual del juicio: distinguir una persona extraña de la madre, distinguir el juguete
preferido, etc.
- El principio del placer gradualmente retrocede frente al principio de realidad que cada
vez interviene con mayor frecuencia y eficacia en la conformidad a órdenes y
prohibiciones así como en el temor a perder el amor del objeto.
- Se puede hablar de un Yo propiamente dicho, cuya función sintetizadora conduce a
una primera fusión pulsional e integración del objeto en la persona única de la madre.
- el niño comprende y responde a los gestos sociales,
- comprende las relaciones entre las cosas, que se transforman así en "instrumentos",
- aparecen nuevos matices en la expresión afectiva, de manera que la misma se sitúa
lejos de la primitiva polaridad aceptación-rechazo del estímulo.
Con todo esto, Spitz considera que al finalizar el primer año se ha contraído relaciones
objetales estables. El primer amor del niño por su madre está dirigido hacia la satisfacción
material, pero la relación objetal verdadera se da en el momento en que el deseo de
aprobación es más fuerte que la necesidad de satisfacción de necesidades materiales.
Con la adquisición del gesto de la negación la acción es reemplazada por mensajes y se inicia
la comunicación a distancia. Es el intercambio recíproco de mensajes, intencionados,
dirigidos, que con la consecución de los símbolos semánticos, se convierte en el origen de la
comunicación verbal y de las relaciones sociales. Por eso Spitz lo considera el tercer
organizador de la psique.
teniendo en cuenta la necesidad del niño de apoyarse en los adultos significativos para
él.
El YO: El Yo (ego) se extiende por las tres dimensiones topográficas del conciente,
preconsciente e inconsciente.
El pensamiento lógico y abstracto y la expresión verbal se asocian a funciones concientes y
preconcientes del yo. Los mecanismos de defensa residen en la parte inconsciente del yo.
El yo es el órgano ejecutivo de la psiquis, controla la motilidad, la percepción, el contacto con
la realidad, a través de los mecanismos de defensa, el retraso y la modificación del impulso.
La mayor actividad de construcción del yo se realiza desde el primer año de vida , la primera
infancia, la segunda infancia, y posteriormente en la adolescencia es donde madura y se
consolida en su esencia, luego esa esencia se irá modulando durante la adultez.-
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sea capaz de integrar los aspectos positivos y negativos de los demás y de uno mismo.En esto
también es fundamental la capacidad para dominar los impulsos.
La función sintética del yo. Se refiere a la capacidad del yo para integrar distintas
elementos en una unidad conjunta. Así, los distintos aspectos de uno mismo y de los demás
se sintetizan en una representaciònconsciente y persistente en el tiempo.
Esta función también implica la orgnizaciòn, coordinación, generalización y simplificación de
una gran cantidad de datos.
MECANISMOS DEFENSIVOS.
Son una función del yo.
Freud reconocía la existencia de los mecanismos de defensa, aunque prestó especial atención
en la “represión”, a la que consideró la más importante y utilizada de las defensas.
Fue Anna Freud quien sistematizó y trabajó de mejor modo en este tema, ella lo planteó en
su libro “El yo y sus mecanismos de defensa”, en el que sostiene que todos los individuos,
normales o neuróticos, utilizan un repertorio característico de mecanismos defensivos. En
cada fase del desarrollo se evocan defensas del yo caracterizas de cada etapa.
Las defensas pueden ser: narcisitas, inmaduras, neuróticas o maduras.
Más tarde retomaremos con los mecanismos de defensa.
El SUPER YO. Esta instancia se halla entre el preconciente e inconsciente, nace con la
cultura, es decir que se va adquiriendo cuando el infante comienza a ponerse en contacto
con la sociedad y los parámetros propios de la misma y los va incorporando a su repertorio
de cmductas, los va introyectando como “ley”. Establece y mantiene la “conciencia moral”. El
niño, internaliza los valores y las reglas parentales, a partir de los 5 o 6 años de edad. El
súper yo funciona como un agente que se ocupa de inspeccionar el comportamiento, los
pensamientos y los sentimientos del sujeto.
A diferencia de las dos instancias anteriores el súper yo “se va aprendiendo”, y está
representado por las figuras dedicadas a la educación; en primer lugar los padres, y luego en
la etapa escolar son los educadores los que refuerzan el aprendizaje de aquellos límites que
va imponiendo el medio cultural para que el ser humano se adapte a él, y alcance el
denominado IDEAL DEL YO (contrario al YO IDEAL) que es el logro máximo de esta
instancia, vale decir que es en esta etapa donde se incorporan las leyes, la moral, la
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obligación, lo que se debe. Es por eso que el súper yo se maneja con el PRINCIPIO DE LA
PERFECCIÓN, o también llamado de la MORAL.-
Funciones del súper yo. Esta instancia psíquica controla, ordena y prohíbe el
comportamiento; y le presenta al YO un IDEAL de cómo debería ser: sus funciones son las de
auto-observación, moralidad y el mantenimiento de los ideales adquiridos en el seno de la
cultura. Es lo que ayuda al ser humano a vivir en sociedad, regido por leyes que lo deben
ordenar y limitar.
Veamos el diagrama que Freud ideó sobre la mente Humana:
B. ALIANZA TERAPÉUTICA
Que la terapia psicológica es útil en muchos casos, nadie o casi nadie lo duda. Pero que en
muchos otros casos el tratamiento falla es una realidad a la que los psicólogos no podemos
dar la espalda.
Se dedican y se han dedicado muchos esfuerzos para analizar por qué en algunas ocasiones
funciona y en otras no, y una de las líneas de investigación que más se ha analizado ha sido
la de la alianza terapéutica, que no es más que el feeling entre el psicólogo y el paciente,
las sensaciones que unen su interacción en consulta.
La mayoría de los estudios coinciden en que crear una buena alianza terapéutica con el
paciente es un buen predictor de éxito en la terapia.
Componentes de la alianza terapéutica
A través de infinidad de estudios en los que se ha analizado cómo se comportan los
psicólogos y pacientes en terapia y cómo afecta esto a la consecución de los objetivos, se han
determinado los componentes de los que depende la alianza terapéutica:
Vínculo establecido con el paciente: se refiere a la conexión entre paciente y
terapeuta. Parte de la base de que el paciente necesita ser comprendido y aceptado.
Por supuesto, comprender y aceptar al paciente no es condición suficiente para que se
cree un buen vínculo, pero sí podríamos decir que es la base.
Grado de acuerdo en los objetivos a conseguir: al principio de la terapia el
terapeuta debe ayudar al paciente a definir claramente cuáles son los objetivos que
éste último persigue con la terapia.
Grado de acuerdo en los medios necesarios para conseguir los objetivos: el
terapeuta debe dejar muy claras cuáles son las cartas que va a jugar. Debe explicarle
al paciente cuáles serán las técnicas y medios que se usarán en las sesiones y el
paciente debe estar de acuerdo en ellas y tener la posibilidad de rechazar las que no
crea convenientes, caso en el cual el terapeuta deberá decidir si su terapia es la más
adecuada al paciente que tiene delante.
Qué debe tener en cuenta el terapeuta
Partimos de la base de que es el terapeuta quién maneja las situaciones en consulta, por ello
es importante que éste tenga en cuenta los siguientes puntos de atención que le permitirán
mejorar las relaciones terapéuticas con sus pacientes.
1. Aceptación incondicional del paciente.
En el momento en el que el paciente entra por la puerta el terapeuta debe dejar de lado
todos sus prejuicios e ideas preconcebidas. El paciente es una persona desconocida que,
como todos los seres humanos, cuenta con sus virtudes y con sus defectos.
Esto implica que el terapeuta debe enfocarse a la ayuda hacia el paciente y no hacia el
modelado de la “persona ideal”. Es fácil ver en los pacientes conductas o actitudes que
pueden no ser las que el terapeuta haría, pero si no tienen que ver con el problema que se
está tratando en consulta, el terapeuta no tiene ningún derecho a intentar que el paciente las
cambie, a no ser que supongan un grave peligro para él.
Desde el momento en el que el profesional decide aceptar un caso, debe tomar
el compromiso consigo mismo y con el paciente, de llevarlo a buen término. Incluso en
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los casos en los que existan conductas claramente reprochables (violencia, delitos
sexuales…) el psicólogo no debe perder de vista que el paciente está allí para ser ayudado, no
juzgado. En caso de que el profesional se vea incapaz de no juzgar, debería derivar
inmediatamente el caso.
2. Autocontrol
El terapeuta debe ser consciente en todo momento de su postura como profesional. No sólo
en su inclinación teórica, sino también en su comportamiento físico.
Adaptar la voz al paciente o al contexto, vigilar la postura física que adopta en cada
situación, controlar el cansancio. Es decir, el profesional debe conocerse muy bien para
poder transmitir al máximo lo que realmente desea que el paciente perciba.
Ejemplo:
Después de un día agotador, el terapeuta debe atender a su última visita exactamente igual
que hizo con la primera, si no lo hace lo más probable es que la relación terapéutica con sus
pacientes que vienen a horas tardías en el día sea menor y eso lleve a un mal resultado de la
terapia.
3. Motivación
Casi siempre se habla de la motivación del paciente para seguir la terapia. Por supuesto es
un punto muy importante a tener en cuenta, pero debemos hablar también de la motivación
del psicólogo.
Es necesario para crear una buena alianza terapéutica que el psicólogo se sienta motivado
para ayudar al paciente. Eso implica, por supuesto, interés por el propio trabajo pero
también por la persona que tiene delante. Independientemente de quién sea esta persona, la
vocación final del terapeuta debe ser ayudarla. Si siente que no es así, debería derivar el
caso.
4. Adaptación
Cada caso es único, diferente, aunque el profesional tenga a dos pacientes con la misma
patología, eso no significa que lo que funciona en uno deba funcionar necesariamente en el
otro.
La tarea del psicólogo es muy dinámica, debe ir adaptando su discurso, sus estrategias de
abordaje de los problemas y situaciones, a cada uno de los casos que tiene delante.
A pesar de que algunas terapias tienen un protocolo establecido bastante claro, el terapeuta
debe adaptar ese protocolo al ritmo y las necesidades específicas del paciente, asegurándose
de esta manera que cada paso terapéutico que se da se ajusta lo más exactamente posible al
individuo que tiene delante.
Ejemplo:
Dos pacientes con problemas de eyaculación precoz. En principio el protocolo de actuación
para estos casos es bastante claro y estructurado. Pero uno de ellos tiene pareja y el otro no.
Habrá que trabajar de forma diferente con cada uno de los dos.
5. Empatía
Elemento básico de cualquier interacción humana que se pretenda exitosa. En este caso será
importante que el psicólogo tenga la capacidad de ver la problemática del paciente desde
su punto de vista. Esto no quiere decir que, en pro del tratamiento, el psicólogo tenga que
ofrecer un punto de vista externo al paciente, por supuesto.
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El terapeuta deberá tener en cuenta en todo momento la historia del paciente, tanto la
pasada como la actual, resultará imprescindible conocer al máximo al paciente para poder
entender el problema que presenta de una forma global e individualizada.
Ejemplo:
Mujer de 32 años. Viene a consulta porque se siente triste y decaída. Nos explica que desde
hace un año que no sale con amigos. La única interacción social que hace es con los amigos
de su pareja y prácticamente no sale de casa. Además, cuando lo hace, lo hace siempre con
su pareja.
Podríamos pensar que es un caso de excesiva dependencia emocional de la pareja, incluso
podríamos llegar a pensar que es un caso de excesivo control por parte de la pareja.
Pero si indagamos un poco más: esta mujer hace un año que se trasladó a vivir a la ciudad,
para poder vivir con su pareja. Debido a ello tuvo que dejar su trabajo y no ha encontrado,
de momento, trabajo alguno en la ciudad, por lo que no tiene motivación para salir de casa y
sólo se relaciona cuando sale con su pareja, a pesar de que él la anima.
6. Manejo de las propias emociones.
El psicólogo debe ser capaz de mantener fuera de la consulta sus propias emociones. En
ningún momento puede perder de vista que su conducta es un modelo para el paciente que
tiene delante.
Independientemente de lo que esté explicando el paciente, por muy violento que se pueda
sentir el terapeuta, su conducta debe ser siempre de tolerancia y respeto hacia el paciente.
Incluyendo, por supuesto, la comunicación no verbal.
El terapeuta debería intentar mantener en todo momento una visión optimista y realista de
la situación del paciente, sobreponiéndose a sus propios juicios y emociones.
7. Sinceridad
El psicólogo debe ser sincero con el paciente en todo momento. Es imprescindible que no le
transmita falsas esperanzas de recuperación pronta, por ejemplo, si la terapia se va a
alargar.
A veces los profesionales pecan un poco de pensar que deben saberlo todo de su campo, pero
por supuesto, esto es imposible, nadie conoce al cien por cien la materia en la que trabaja,
por lo que el psicólogo debe ser lo suficientemente sincero con él mismo y con el paciente
para aceptar que hay cosas que desconoce, y ofrecerse si es necesario para buscar la
información.
Ejemplo:
Llega un hombre a consulta por un problema de erección. Trae las últimas analíticas
médicas que le han realizado. Expone el papel a la terapeuta y le pide que interprete si los
resultados pueden ser indicadores de problema físico más que psicológico.
La respuesta de la terapeuta debería ser una cosa así: “desconozco exactamente los
parámetros de normalidad de las analíticas, por lo que no puedo más que ver lo que usted
mismo está viendo en el papel. No obstante, si me permite, consultaré los valores con un
médico especializado y le transmitiré sus comentarios”.
Una última consideración
En definitiva, la relación terapéutica es fruto de los conocimientos teóricos del terapeuta,
pero no sólo de ellos, sino también de sus características e historia personales.
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C.- LA INTERPRETACIÓN
La interpretación como instrumento utilizable dentro del psicoanálisis, tiene su origen
en la interpretación de los sueños, donde la función primordial, es realizar una lectura de los
aspectos inconscientes del paciente, y de esta manera ir en busca del insigth, desde el hecho
de hacer consciente lo inconsciente. La interpretación es pues entonces un instrumento que
en principio tiene la finalidad de informar al paciente aspectos que el mismo desconoce de sí,
por lo que sólo se puede interpretar al paciente, no puede interpretarse a familiares o
partícipes de alguna circunstancia, estas son interpretaciones silvestres.-
La interpretación debe ser veraz, desinteresada y pertinente. Debe ser veraz, pues de otra
manera no informa; desinteresada, en tanto que si no fuera así podría ser una forma de
persuasión o sugestión, pero de ninguna manera información; y pertinente, pues debe ser
dada dentro de un contexto donde pueda ser operativa, y oportuna, es decir referida al
material que en ese momento surge.-
La interpretación es una información que el analista le da al paciente, a partir de lo que este
le comunicó, para aportarle un nuevo conocimiento de el mismo, que provoca cambios con la
intención de producir insight, aunque esto no necesariamente debe ocurrir.-
La interpretación, genera una resignificación y da al paciente la posibilidad de organizar una
nueva forma de pensamiento, lo que establece la operatividad de la interpretación, que sólo
se logra al comunicarla al paciente. Si no se comunica no es una interpretación.-
El psicoanálisis se puede caracterizar por la interpretación, desde Freud, es el camino para ir
desde el contenido manifiesto a las ideas latentes.
El instrumento con el que se intenta hacer consciente lo inconsciente, el acto de dar sentido
al material, y siempre está vinculada al conflicto y al deseo.-
Tres clases de interpretación (Bernfeld):
finalista; funcional; genética.-
La finalista descubre el propósito o la intensión de una determinada acción.-.
La funcional intenta descubrir que papel cumple una determinada acción, para que le sirve
al sujeto.-
La genética (reconstrucción) establece el nexo genético de un fenómeno que ha quedado
separado.-
Tres momentos del psicoanálisis.-
En un primer momento desde las ideas de Breuer y Freud, Widlocher dice que: "es a la
conciencia del paciente a donde se dirige la interpretación del analista, haciendo que el
paciente atienda al funcionamiento de su propia realidad psíquica". -
En la segunda concepción freudiana de la cura y del aparato psíquico, en este segundo
momento se considera que "la interpretación sólo aporta al paciente una representación de
palabra, siendo la representación patógena, reprimida e inconsciente, una representación de
cosa". -
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virtuoso en que el objeto se hace cada vez más bueno y protector, esto tiene que ver con el
avance de la libido al plano genital.-
El circulo vicioso entorpece el crecimiento, estancando al individuo en los conflictos
primarios impidiéndole acceder a la etapa genital, en la que el ello es más tolerante y las
pulsiones más tolerables.-
La hipótesis de Strachey es que si se pudiera quebrar este círculo vicioso, el desarrollo se
restablecería espontáneamente.-
LA INTERPRETACION MUTATIVA.-
"La interpretación se denomina mutativa en tanto que produce una brecha en el círculo
vicioso neurótico". -
La presencia del analista como super yo auxiliar, genera impulsos dirigidos al analista, pero
al no comportarse este como el objeto original, el analizado tomará conciencia de la distancia
entre el objeto arcaico y el actual, y esta es la brecha producida en el círculo vicioso
neurótico y al introyectar el analizado un objeto distinto modifica tanto el mundo interno
como el externo, y la próxima proyección será mas realista, y fundamentalmente el terapeuta
resurge del proceso interpretativo como una figura real.-
Strachey llama interpretación mutativa a la que produce cambios estructurales. La misma
consta de dos fases:
Primera fase:
Se cumple cuando el analizado se hace consciente de la pulsión. Esto implica interpretar las
defensas del "Yo", la censura del "Super Yo", y el impulso instintivo, hasta que el derivado
llegue a la conciencia y se movilice la angustia en dosis siempre moderada, pues una
característica esencial de la interpretación mutativa es que la descarga de angustia sea
graduada; si es demasiado baja no se habrá alcanzado la primera fase, y si es muy alta
sobrevendrá una explosión de angustia que hará imposible la segunda.
Segunda fase:
En esta fase es importante el sentido de realidad del analizado para que pueda contrastar el
objeto real con el arcaico (trasferido). Una de las formas de asegurar que el "Yo" sea capaz de
distinguir entre fantasía y realidad, es privarlo de la realidad lo más posible.-
Analizando las fases podemos ver que tienen que ver con la ansiedad, y que la primera libera
la segunda, la resuelve.-
Desde la segunda tópica diríamos que la primera fase se dirige al ello y trata de hacer
consciente el derivado de la pulsión, mientras que en la segunda fase la toma de conciencia
del derivado se acompaña de angustia y se dirige al "Yo". -
Desde Strachey hay ciertas notas definitorias de la interpretación mutativa, que son: siempre
es inmediata, especifica y progresiva.-
Inmediata, cuando se aplica a un impulso en estado de catexia.-
Específica, dirigida a una emoción que el analizado vivencie como algo actual, en otras
palabras tiene que ir siempre al punto de urgencia.-
El testeo de la interpretación.-
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Esta postulación de H. Etchegoyen está basada en que el único capaz de poder testear una
interpretación, es el propio analizado, pues en la situación analítica surge del material que el
aporta, y está dirigida a el por qué es el intento de informarle algo que desconoce de si. La
interpretación debe ser siempre ofrecida como una hipótesis que el analizado debe confirmar
o refutar, pues sólo a él está dirigida. Además, el analista no habla de los hechos, sino de lo
que el analizado cree que son los hechos.-
La tarea del analista no es convencer ni contradecir al analizado sino mas bien tratar de
entender por qué piensa así, sin perder respeto por este pensamiento.-
En síntesis, la interpretación es una hipótesis sobre el material, que el analista pone a
disposición del analizado, que nunca se refiere a los hechos en forma de opinión, sino que se
dirige a la realidad psíquica y no a la realidad objetiva. Articular la realidad psíquica recién
conocida (desde la interpretación) con la realidad material de su entorno, es una tarea
indelegable del analizado.-
La tarea del analista estará centrada en formular la interpretación desde una apreciación
reflexiva de todas las variables, incluida por cierto la contratrasferencia.-
En definitiva plantea H. Etchegoyen, el analizado es siempre el mejor crítico de nuestras
interpretaciones, y nadie mejor que él para testearlas.
La Psicoterapia se puede ordenar según variados propósitos curativos: en una primera línea
(trastornos del desarrollo, neurosis sintomáticas): educación, estimulación y desarrollo
psicoemocional; erradicación de síntomas; elaboración de emociones; tramitación de
conflictos, entre otros; en una segunda línea (neurosis de carácter simples): limpieza y
desarrollo de áreas de existencia, disolución de mecanismos disfuncionales del aparato
mental, elaboración de rasgos de carácter, tramitación del mundo pulsional, etc...; y
finalmente, en una tercera línea (neurosis de carácter crónicas, cuadros fronterizos y
psicosis): la reorganización de la personalidad, y reestructuración del aparato mental, y sus
existenciarios básicos: función de identidad y función de realidad. Debido a lo anterior, es
que distintos modelos terapéuticos permiten abordar uno o más de estos objetivos, aunque
no siempre sean claros los alcances y límites del modelo con respecto a ello, ni exista una
meridiana lucidez de saber ¿qué es lo que cura y/o sana en un determinado proceso
terapéutico?.
El recurso Terapéutico que queremos destacar en esta unidad, tiene que ver con abrir una
ventana de Johari que nos permita hacer unas distinciones sobre estos aspectos pues la
literatura no siempre es del todo clara con relación a ellos:
A partir de 1924, Freud se refiere las neurosis de transferencia simplemente como "neurosis"
a secas. Mantiene la distinción de las neurosis actuales e hila más fino en el campo de las
neurosis de tipo narcisista, distinguiéndolas de las psicosis. En la actualidad el psicoanálisis
utiliza el término «neurosis de transferencia» casi solamente para aquellos fenómenos
neuróticos que se instalan en el vínculo con el analista en la cura.
Neurosis de transferencia en la cura psicoanalítica
La primera experiencia directa de Freud con el fenómeno de neurosis de transferencia en el
contexto de la cura se dio en 1905, en el tratamiento de Ida Bauer (Dora) y fue una
experiencia «negativa», por cuanto significó el fin anticipado del análisis. Freud se negó a
ofrecerse como objeto de la transferencia amorosa de su paciente, sin percatarse de que con
su resistencia e inadecuado manejo de la situación desencadenó una transferencia negativa
de su paciente. Lo ocurrido allí solo pudo ser analizado por Freud años después.
Em 1909 Sandor Ferenczi aportó su observación de que la transferencia es un fenómeno que
aparece en todas las relaciones humanas, en la relación que se establece en el análisis tiene
la peculiaridad de que el paciente asigna al analista una posición parental, un hecho que sin
embargo escapa totalmente a la consciencia del primero.
Recién en 1912 Freud escribió un artículo dedicado específicamante a los fenómenos
transferenciales en la cura: Sobre la dinámica de la transferencia. Aquí Freud hace una
distinción cuasi valórica de la transferencia, según el carácter de los sentimientos del
paciente. Así, la denominó «transferencia positiva» cuando se trataba de sentimientos
amorosos y tiernos, «transferencia negativa» cuando lo que se transfería eran sentimientos
agresivos, hostiles, de indiferencia o desprecio y «transferencia mixta» cuando el paciente
repetía en la transferencia la ambivalencia característica de la vida emocional infantil.
El sujeto del que se ocupa el psicoanálisis es el sujeto del Inconsciente, sujeto que se hace
decir (metafórica y metonímicamente) en los síntomas, sueños, lapsus, olvidos, chistes…
sujeto que se teje en su lenguaje, del cual el individuo experimenta no saber nada, aparece
la duda sorprendiendo:¿Qué me pasa? ¿Por qué me sucede siempre esto?
La cuestión dependencia-independencia, como dos polos entre los que se mueve el ser, y que
constituyen el eje por el que discurren ciertos psicoanalistas británicos, desde Ronald
Fairbain, no atiende sini a los aspectos imaginarios del problema del ser del sujeto.
Para el psicoanálisis, lo que se denomina cura, ni siquiera es una finalidad, un objetivo.
Si así fuese, el psicoanalista tendería a la imposición consciente o inconsciente, de un
modelo de salud, el suyo, y desearía llevar hasta allí a su paciente.
Trasmutaría de esta forma el "artificio" psicoanalítico por una psicoterapia que, en el decir de
Jacques Lacán, conduciría "a lo peor".
Desde éste punto de vista sólo es posible la instauración de una situación analítica y la
eventualidad de que sobrevenga una cura, si el objetivo del análisis es la situación analítica
en si misma, de los diversos elementos que componen su dinámica.
La dirección de este proceso recae en el "semblante" que el psicoanalista construye para su
paciente, suspendiendo sus propios sentimientos, inclinaciones y deseos.
Es a ésto a lo que Lacán llama ocupar el lugar del muerto.
Su único instrumento es la palabra, que se erige al rango de interpretación, como
consecuencia y efecto de la transferencia que el paciente desarrollla ineludiblemente en el
seno de esta relación tan especial.
Del lado del paciente cae la demanda. Demanda de "curación" que pronto entenderemos
como pedido de amor y reconocimiento.
Es en un más allá del discurso, donde se acomoda la acción del psicoanalista de escuchar y
también la de frustrar. Frustración de la demanda para que advenga el ser al sujeto.
La cura sería entonces aquello que Nietzsche escribió como subtítulo de "Ecce Homo". Como
llegar a ser lo que se es.
Es a través de la situación psicoanalítica, con sus dos ejes fundamentales, transferencia e
interpretación, que el sujeto adviene al ser.
En lo que hace a la transferencia, Freud escribe en su artículo"Rememoración, repetición y
elaboración", lo siguiente: "El enfermo repite todo lo que emana de las fuentes de lo reprimido e
impregna ya toda su personalidad: sus inhibiciones, sus actividades inadecuadas, sus rasgos
de carácter patológico. Igualmente repite durante el tratamiento todos sus síntomas. Y ahora
podemos observar que al poner en evidencia esa compulsión a repetir, no hemos descubierto
ningún hecho nuevo, sino que solamente hemos adquirido una concepción más coherente de un
estado de cosas.
Costatamos claramente que el estado mórbido del analizado no puede cesar desde el comienzo
del tratamiento y que debemos tratar su enfermedad, no como un acontecimiento del pasado,
sino como una fuerza actualmente actuante. Es que fragmento a fragmento, ese estado
mórbido entre en el campo de acción del tratamiento y, mientras que el enfermo lo experimenta
como algo real y actual, nuestra tarea consiste principalmente en devolver al pasado lo que
veamos."
En lo que hace al otro elemento o eje fundamental, la interpretación, hacemos referencia al
uso que de la palabra hace el psicoanalista en la sesión.
Esta palabra, sin la cual no habría psicoanálisis, es aplicada por el analista de acuerdo con
un criterio que responde a varios factores entre los que se incluye y destacan la formación
teórica, la personalidad y el estilo del que dirige el análisis.
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1. TRANSLABORACIÓN
La Translaboración es el proceso por medio del cual pueden superarse todas las resistencias
y asumirse los contenidos reprimidos.
Las fases que suceden a una crisis, y que conducen hasta su resolución, pueden dividirse en
cinco:
2. TRANSFERENCIA
La transferencia es un concepto complejo del psicoanálisis que designa tres aspectos muy
relacionados pero diferenciables:
3. NEUROSIS DE TRANSFERENCIA: