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TEXTOS RELATIVOS AL DESIERTO DE ATACAMA

El Desierto de Atacama solo conserva su nombre.

Toneladas de polvo y viento han barrido el contorno de su territorio.

Todo ha desaparecido, ya no quedan lagartijas ni cactus

Solo el fuerte viento arremolinado mueve, una y otra vez, los sueltos granos de arena

Granos que arañando el suelo, intentan romper el silencio circular de la planicie.

Ya los dioses no habitan estas latitudes, Cristo, Alá, krishna se han Ido

Con los últimos habitantes de las serranías atacameñas.

Y en su lugar ha quedado

Una araña gigante color rojo, que escarba la tierra

Buscando lugares dónde dejar sus nuevos huevos

Nadie sabe de dónde vino ni nadie aun sabe dónde va.

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Los arboles de este bosque inexistente

Los pájaros de este lugar sin espacio.

El ruido lento que deja el cactus secándose.

Han hecho un profundo forado en la corteza roída de Atacama

Y nuestras manos han dejado que la evaporación se esconda en el viento.

Y las ultimas gotas en las napas subterráneas de la conciencia

Haciendo un silencio hondo y oscuro. Por los siglos de los siglos

En que los hombres tendrán que hervir el caldo de barro espeso para extraer pequeñas

Nubes que contendrán el recuerdo de algo que alguna vez se llamó agua.

Cerros alejándose como hilera de interminables casas sociales, todas iguales entre sí,


todas mínimamente construidas, adornadas con rastrojos. 
 
Hormigas recorren una y otra vez los contornos de la geometría raquítica del desierto. 
 
Ella lo ve alejarse, ella adivina los pasos, presiente cada una de la pisadas 
y la estela de los imperceptibles derrumbes que vuelven a llenar los rastros  
 
El viento seco, hiere la piel (que le cubre el rostro) 
 
otros ojos, otros labios. 
 
Se esconde, en la sombra que acordona el esférico territorio de sus visiones. 
 
Dice que son un manantial, dice que tomará un poco de agua para no morir de sed. 
 
Se enjuaga el pelo con las dunas, busca pequeñas latas de cerveza llenas de sol. 
 
El suelo comienza a llenarse de palabras traídas de las costas azules, el mapa que deja  
 
El sudor bajando por la frente, la silueta sobre la roca, cientos de buitres circulan siguiendo
las líneas de sus manos. 
 

Levantar el rostro para formar un círculo concéntrico al sol.


La piel se derrite y quema a fuego lento, hay una figura de mármol.

hay zapatos duros, y el esqueleto de un buitre blanqueado hasta la médula,

hay lejanos montículos de sal.

El camino son los grandes arroyos de luz y sombra, minimizándose en su imaginación

En estos territorios la soledad es un áspero enigma desbarrancándose del precipicio de los


otros.

Si, ilusiones ópticas, ilusiones que viajan a la velocidad de innumerables reflejos en cada

uno de los granos que el caminante sostiene en sus manos,

Y del horizonte acordonado por las serranías emergen inmensos relojes de arena.

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