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MIEDO ESCÉNICO

Juana Álvarez

Es perfectamente normal experimentar miedo o timidez en presencia de nuestros


semejantes. Cuando hablamos en público, casi siempre ponemos al descubierto muchos
secretos de nuestra personalidad. La comunicación se hace un tanto difícil. Nos
sentimos amenazados. Esta amenaza obnubila nuestra mente. Se produce un fenómeno
de desconexión.

La tensión emocional es positiva si no es excesiva. Todo nuestro cuerpo se moviliza al


prepararse para la acción: se tensan nuestros músculos, el pulso late con mayor rapidez
y se acelera la respiración.

No se preocupe demasiado por su miedo escénico. Es muy normal, todos lo hemos


experimentado en algún momento. Prepare su disertación lo mejor posible, pues sentirá
más confianza sabiendo que tiene algo importante que decir. El miedo se siente más
fuerte que lo que otros observan.

Por más presentaciones que haya realizado delante de un público, es posible que
minutos antes pueda sentir una extraña sensación en el estómago y las palpitaciones más
aceleradas. Los médicos nos dicen que cuando la adrenalina sube, estimula las neuronas
en el cerebro, de manera que las ideas pueden surgir con mayor brillantez. La excesiva
seguridad previo a una disertación puede traicionarnos.

Cuando la persona está centrada en sí misma, preocupada por la ropa, por la apariencia,
por la expresión, no puede pensar en lo que va a decir. No sabe dónde poner la mano ni
los pies, le tiemblan las rodillas y los labios. Aunque no todas las personas sienten los
mismos síntomas.

Algunas personas recorren a los estímulos artificiales para disimular su miedo ante un
público. Sin embargo, de esta forma no se resuelve el problema. Simplemente eludimos
profundizar en la raíz del problema. Si nuestro miedo es obsesivo, ¿por qué no visitar un
profesional que nos ayude? El hombre de éxito no esquiva el camino que puede
favorecer su crecimiento.

Antes de una intervención, procure no comer en exceso, pues se sentirá pesado y le


restará agilidad y reflejos. La energía que necesitará para concentrarse en su discurso,
tendrá que utilizarla en el proceso de la digestión.

Le presento algunas sugerencias que pueden servirle, no sólo a controlar el miedo


escénico, sino también en su vida diaria. La visualización, la concentración y la
respiración son de gran utilidad.
La visualización
Estos nuevos tiempos necesitan de personas proactivas, es decir, personas con
iniciativas, que como seres humanos sean responsables de sus propias vidas, que hagan
que las cosas sucedan, como señala Stephen Covey en su libro “Los 7 hábitos de la
gente altamente efectiva”.

Cuando somos proactivos, no somos víctimas de las circunstancias. Somos responsables


de hacer que nuestras metas se manifiesten. Es mucho más fácil culpar a los demás que
asumir nuestros propios errores. Siempre pretendemos ordenar la vida de los demás,
pero lo único sobre lo que podemos tener control es sobre nuestras actuaciones.

La proactividad se basa en el privilegio humano de autoconciencia. Uno de los


privilegios humanos que permite desarrollar nuestra proactividad y ejercer el liderazgo
personal en nuestras vidas es la imaginación. Por medio de ella podemos visualizar los
mundos potenciales que hay en nuestro interior.

Todas las cosas se crean dos veces. Primero creamos mentalmente y luego se manifiesta
materialmente. La naturaleza de la visualización es muy importante. Visualice sólo
aquello que usted quiera obtener como resultado.

La visualización es una forma de programar nuestras mentes. Programamos nuestras


decisiones en el subconsciente mediante pensamientos, acciones y palabras. Existe un
gran dicho que reza: “Tal como piensa un hombre, en eso se convierte”.

Atletas renombrados del mundo se entrenan mentalmente para complementar el


entrenamiento físico. Imaginan, visualizan sus prácticas y el subconsciente reacciona
como si la práctica fuera real.

El gran filósofo Sócrates expresó: “Conócete a ti mismo”. Esta frase encierra una gran
verdad. Visualice sólo aquello que quiera ver realizado. Siéntalo y vívalo. Pensamientos
más sentimientos traen la manifestación. Si en su práctica siente algún temor, es casi
seguro que en la presentación real externe ese temor. Nuestra inmensa
“biocomputadora” es exacta. Dios nos creó con grandes dones.

Le sugiero que cuando se le presente la próxima oportunidad de hablar frente al público,


visualice su disertación tantas veces como le sea posible, con los más mínimos detalles
que quiere ver realizado.

La respiración
Todo el que asiste a una disertación quiere sacar el mejor provecho. Por lo tanto, usted
como orador tiene la responsabilidad de que su presentación se haga lo mejor posible. A
nuestra notoria Ivonne Haza no se le ocurriría hacer una presentación sin previo ensayo.
De igual forma, el orador debe ensayar y ensayar, sobre todo si es un principiante.
La práctica constante de la respiración nos permite disminuir extraordinariamente el
nerviosismo que sentimos en nuestra presentación.

La concentración
Una de las claves del éxito en cualquier actividad que se realice es la concentración. Si
practicamos de manera disciplinada el ejercicio de concentración, obtendremos efectos
maravillosos.

La práctica hace la perfección


Cuanto más hable usted, tanto más ayudará a su confianza, y más fácil le será hablar la
próxima vez.

Hablar es una vitamina para construir confianza. En cada reunión que le toque asistir, no
pierda la oportunidad de hablar. Comente, haga sugerencias, formule preguntas, pues su
participación es importante. ¡Claro, con prudencia!

Muchos ejecutivos de empresas me han manifestado que cuando les toca participar en
una reunión de trabajo, le falta valentía para expresar sus ideas y prefieren no hablar.
Imagínese usted, este ejecutivo puede dejar de emitir una excelente idea que puede
beneficiar a la empresa y posiblemente a él mismo. En su próxima oportunidad atrévase,
hágalo. La acción minimiza el miedo.

Somos especialistas en buscar excusas cuando tenemos que hacer frente a los retos en
nuestras vidas. Hablar ante un público es un reto para muchas personas. Si prescindimos
de algunas habilidades, podemos explorarlas. No sea como plata en la mina, sea una
joya en el mercado.

Demóstenes, un gran orador de la historia, es un gran ejemplo de que querer es poder.


La voluntad es propia de los hombres grandes. A Demóstenes se le ha considerado
como el más grande de los oradores de todos los tiempos y es que su calificación no
puede ser menos. Era un hombre de origen enfermizo, de pocos estudios y limitaciones
físicas. Pero cuando el deseo es tan inmenso, yodos los obstáculos resultan pequeños.
Después de muchas prácticas y de ejercitarse continuamente, llegó a ser el coloso de la
palabra persuasiva. Indiscutiblemente, la práctica hace la perfección.

Nuestras pequeñas debilidades en el manejo de la palabra son perfectamente


corregibles. Sólo se requiere de esfuerzo. Hablar eficazmente es un don que todos
podemos conquistar. Sólo es cuestión de práctica.

La perseverancia es un elemento común de los hombres de éxito. Persista hasta que


logre hablar con seguridad. Og Mandino dice en su libro El milagro más grande del
mundo que “somos el milagro más grande de la naturaleza” y nuestro potencial es
ilimitado.

Si decides convertirte en un gran orador,

cada práctica te llevará a la perfección.

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