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Aproximaciones sobre el vínculo entre el bebé y su madre

La observación de bebés es una parte fundamental para la formación, es una experiencia rica que
brinda conocimiento vivo sobre la constitución de un individuo y el comienzo del tejido vincular
que nos rodean en los procesos de subjetivación en los que vamos a recorrer toda la vida.
Observar al bebé y su madre en un espacio tan íntimo es una experiencia muy intensa en lo
afectivo puesto que es fácil que uno pueda quedar atrapado en la identificación con la madre o
con el bebé. Es complejo describir lo que se siente al comenzar a observar, en un inicio pareciera
que se toma un lugar de intruso, de un tercero que puede incomodar en la expresión de afectos
espontáneos en la dinámica familiar. Sin embargo es importante no perder de vista nuestra
función, la motivación de nuestra labor de observadores que es en primordialmente dar cuenta del
gesto espontaneo y cómo empieza a gestarse un individuo y una madre.
Esta unidad que moviliza sensaciones –recuerdos de nuestra propia historia y el afecto que
despierta que remite a los vínculos con nuestra madre y padre.
Esta experiencia nos conduce a la creación de un espacio privilegiado al tener la aprobación de
una familia para llevar a cabo nuestra práctica formativa. Este espacio se creará poco a poco tras
un encuadre y el compromiso en la tarea y una disposición cálida para sostener lo que suceda en
la temporada con la familia.
La vida psíquica se inaugura con una experiencia de fusión. La madre recrea y mantiene la
ilusión de un cuerpo compartido, y para conseguirlo utiliza su calor, la proximidad protectora de
su cuerpo, la musicalidad de su voz que se van tejiendo poco a poco con los cuidados corporales
formando un ritmo cálido en donde el bebé va a depositar su confianza en el medio ambiente para
desarrollarse. Es preciso aquí relatar el contenido de una observación en la que puede ilustrar la
fuerza de este vínculo y los inicios de la subjetivación.

Elías seguía sumido en el sueño en el costado derecho, a pesar de que en ocasiones movía su
cabeza, regresaba para acomodarse al mismo lado. En algún momento su mamá abrió la puerta y
él abrió los ojos, ella le dice: ¿Quién se despertó ya? Y amodorrado al principio sólo la miraba,
pero en el momento en que se acercó a la cunita y puso su rostro de frente él le sonreía y la
observaba. (La sonrisa como primer organizador del psiquismo)
Su madre le hablaba mientras le quitaba la cobijita con la que lo tenía envuelto, le decía que lo
liberaba para que pudiese estirarse a gusto, en cuanto pudo alzó sus bracitos y se estiró
bostezando. Hacía movimientos con su boca que parecían como si quisiera expulsar algo, ella lo
levantó y le dio golpecitos en la espalda, comentó que parecía que se estaba enfermando y lo iba
a llevar al doctor al día siguiente. Lo levanta para llevarlo al sillón y darle el pecho, lo acomoda
con una almohada a la altura de su seno y Elías comenzaba a hacer sonidos de exaltación, parecía
emocionado por comer. Al momento de tomar el seno en su boca pone su mano encima del pecho
y comienza a hacer movimientos suaves de abrir y cerrar, succiona con intensidad mientras que
ella le dice que es un niño muy hermoso y no puede creer que bellas orejas y cachetes tiene.
Inmediatamente me pregunta si sólo ella lo ve hermoso o ¿sí es hermoso? A lo que se responde
que a lo mejor todas las mamás ven a sus hijos como los más bellos. Elías se empuja hacia atrás
para buscar el rostro de su madre, ella le dice que siga comiendo y se pega de nuevo al pecho con
los mismos movimientos de la manita y los ojos entrecerrados, a la tercera vez que empuja su
cabeza hacia atrás, su mamá lo cambia de seno, vuelve a acomodarse aunque ahora toma más
lentamente y alcanza el pelo de su mamá enredándolo en sus dedos. Después de un rato ella le
dice que no le jale el cabello y que sí esta comiendo o sólo ya está agarrándola de chupón.(El
seno como necesidad de alimento y objeto erógeno.) Él la mira y le sonríe, entonces lo voltea y lo
sienta en sus piernas. Elías me voltea a ver fijamente y me sonríe mucho a lo que yo le respondo,
se mete la manita a su boca y hace sonidos vocales. Al frente de él está el espejo del tocador y
pareciera que se mira o mira algo ahí, ella se levanta y lo pone más cerca del espejo, al principio
parecía no mirarse, volteaba constantemente a mirarme a mí y después veía las cosas alrededor
del tocador, también miraba a su madre por el espejo. Ella le pregunta: ¿Quién es ese bebé del
espejo? ¿Quién es ese bebé guapo? Y Elías se enfoca más en el espejo mirándola a ella y después
voltea a sí mismo abalanzándose hacia su imagen, abriendo la boca y los ojos como si quisiera
comerse. Se emociona mucho y sostenido por ella mueve mucho sus piernitas y se empuja hacia
su reflejo, mueve también sus manos hacia adelante y sigue con los movimientos de su boca y
vocalizaciones, parece disfrutar ese juego con su madre, ella le habla todo el tiempo y le dice que
es un bebé muy bonito. Después ya que lo quita del espejo me pide que lo cargue y le dice a Elías
que me platique lo que le dijo el bebé del espejo. Elías sonríe, babea, y mueve sus piesitos con
rapidez, lo detengo de espaldas hacia mi cuerpo y lo llevo alrededor de su cuarto mientras su
mamá acomoda su ropa. Pasó un lapso pequeño conmigo hasta que se empezó a quejar y ella lo
tomó en brazos para bajarlo con su papá.

En este relato se puede percibir cómo el bebé emerge a partir de un llamado a su existencia a
partir del sostén que le provee su madre y la barrera protectora que en un principio es el cuerpo
materno que le envuelve con sensaciones. La voz materna es privilegiada en este vínculo, las
palabras suaves, cálidas que envuelven a Elías y lo tranquilizan e interpretan. Me percaté que la
voz y los sonidos tomaron un lugar muy importante en la escena en cada ocasión que fui, el bebé
parecía en ocasiones mantener conversaciones preverbales con ella, escuchar su voz le hacia
calmarse, sonreír, vocalizar, o llorar. La preferencia por su rostro puede ilustrarse en el
seguimiento que él le hacía con su mirada y la necesidad de ambos por mantenerse cerca.
También se visualiza el predominio de la zona oral y la búsqueda del pecho como necesidad
alimenticia y objeto erógeno que despierta placer y displacer en ambos. Así como también
fueron surgiendo fantasías ambivalentes verbalizadas por la madre que fluctuaban entre la culpa,
y ansiedad, escenas fluctuantes entre amor y odio iban dibujando la imagen de Elías en el espacio
materno.

Como hemos visto en la teoría y las observaciones el bebé vive con intensidad sus experiencias
somáticas en los primeros meses de vida, esto sucede antes de tener una representación clara de
su imagen corporal. Podría decirse que el niño es un conjunto de sensaciones no integradas, y que
para integrarlas y diferenciar lo placentero de lo displacentero necesita de un intérprete que
posibilite la comprensión de esos estados subjetivos. Es importante recordar que el bebé nace en
un estado de precocidad, es decir: nace desamparado y sin un sistema que le sostenga como
viviente por sí mismo. En ese estado de necesidad absoluta se instala en un mundo de sensaciones
en donde lo que prevalece es la necesidad inmediata de otro que le auxilie. El cuerpo será
previsto de cuidados y primariamente es vivenciado a través de señales fisiológicas a lo que
después se entrecruzará el deseo. Es decir: el soma transitará por vías que lo convertirán en un
cuerpo erógeno.

Es importante señalar que el bebé no es un ser pasivo, contiene un potencial heredado que
buscará la tendencia hacia su desarrollo. Este dará señales para que alguien lo auxilie y le provea
lo necesario para poder crecer. La tendencia al desarrollo será un empuje interno que buscará
activamente un interpretador que promueva el potencial heredado individual. En primer instancia
la función materna será la que interprete estas señales y las cubra de manera absoluta para que el
bebé pueda hacer uso de su omnipotencia y adquirir una ilusión que le permita desplegar su
potencial heredado. Este último concebido por Winnicott como núcleo individual que hace única
la experiencia de existir y de ser. Por lo tanto el bebé construirá un fantasma propio y constitutivo
y buscará en el ambiente la manera de metabolizarlos.

Al respecto Freud(1914) comenta: “ Una parte del sentimiento de sí es primaria, el residuo del
narcisismo infantil, otra parte brota de la omnipotencia corroborada por la experiencia ( el
cumplimiento del ideal del yo), y una tercera, de la satisfacción de la libido de objeto. (Freud,
1914,pp.97)

Que en el individuo desde temprana infancia se despierten afectos placenteros remite Freud a
pensar que los primeros objetos con quien se intercambian tales mociones son los padres. La
madre despierta sensaciones placenteras y displacenteras en el cuerpo de su bebé desde el primer
momento. La sexualidad infantil de la que estamos hablando en psicoanálisis es una que no tiene
que ver directamente con lo genital, sino con todo lo que produce placer y excitaciones en el
bebé.

Freud(1905) analiza que existe un placer que no se puede reducir únicamente a la satisfacción de
una necesidad biológica ( hambre, funciones excretorias, etc.) y que forma parte importantísima
en el desarrollo de cualquier individuo. Esto apunta hacía que la búsqueda de placer es
independiente a la necesidad biológica, el cuerpo del psicoanálisis es un cuerpo erógeno que tiene
necesidades en el terreno de lo pulsional. La sexualidad entonces existe virtualmente desde el
principio de la existencia.

La profundidad con la que nuestra disciplina mira lo humano complejiza la reflexión sobre lo que
tiene que ocurrir para el soma se convierta en un cuerpo erógeno . Winnicott afirma que el bebé
no existe sin su madre, nos revela que en los inicios la existencia sólo se puede percibir en
términos de lo fusional. La mamá que interpreta al niño y lo piensa a través de su juicio hace una
invención del lugar que ocupará en la cadena familiar. Algo importante que mencionar es la
noción que Piera Aulagnier designa como violencia de interpretación, es decir que cualquier
interpretación inevitablemente conlleva un monto de agresión al otro, implica un mínimo de
intrusión que podría movilizar la subjetividad. También cabe señalar que existe otro tipo de
violencia que excede y ejerce intrusiones que se pueden vivir como invasiones al psiquismo y que
lo desestructuran. La interprete materna tendrá que ejercer una violencia primaria en su bebé,
cuidando las intrusiones que puedan estorbar a su desarrollo como individuo. Los intercambios
corporales que se entretejen entre el bebé y su madre serán la fuente pulsional que bordeará lo
somático. Por tanto la pulsión podrá concebirse como la huella del otro en el cuerpo.

Es preciso profundizar sobre el término pulsión para comprender la construcción del esquema
corporal del bebé. La pulsión se podría definir como una representante psíquica de una fuente de
estímulos intrasomáticos que continuamente fluyen en lo interno y a los que nada vale la huida,
esto lo diferencia Freud (1915) con el estímulo externo que se produce por excitaciones externas
y cesan tras la interrupción de tales.

Los elementos de la pulsión serán: fuente, empuje, objeto y meta. El objeto sexual es de donde
partirá el afecto sexual y la meta es hacia donde se esfuerza la pulsión. Tal pulsión sexual es
independiente desde el inicio de su objeto y el objeto puede trocarse a medida del desarrollo
psicosexual. Lo que distingue a las pulsiones son sus propiedades y fuentes somáticas de donde
adquieren el empuje para la búsqueda de un objeto. (Freud, 1915.)

Los intercambios que se viven con la madre a través de los cuidados corporales dejan marcas,
tales huellas de estas vivencias sexuales tempranas dejan impresiones en la vida anímica, los
cuales influyen en nuestro devenir subjetivo. Estos intercambios serán principalmente mediante
zonas privilegiadas, estás son:

Zona oral: La boca en el primer momento representa interiorizar o devorar todo lo que se
encuentre alrededor del niño. El chupeteo como forma de obtener nutrición y que se enlaza con el
placer. La meta será el seno y posteriormente una parte del propio cuerpo. La zona de los labios
es privilegiada.

Zona anal: La zona del ano tiene un valor erógeno importante puesto que las sensaciones que se
originan en esta zona suelen llenar de placer al niño. También se enlaza aquí la etapa psicosexual
en donde el niño se vuelve más activo en su relación con la madre y encuentra también placer en
dar las heces como un obsequio o un castigo, más tarde toma significaciones del hijo. El niño
retiene las heces para provocar sensaciones en las mucosas del ano. También es frecuente que
haya sensaciones de picazón y encuentre placer en el contacto.

Zonas genitales: la activación de estas zonas se encuentran a través de la micción o estimulación


de las mucosas, son excitaciones que aparecen a través del frotamiento que resulta de los
cuidados corporales que dota la madre o cuidador principal. Estas sensaciones experimentadas se
activaran de nuevo en la latencia en búsqueda de repetición. Esto también se enlaza en una
segunda activación infantil de masturbación. Existen tres períodos de masturbación en el niño: la
primera aparece en el lactante, la segunda en el niño tras un breve período de interés por las
sensaciones genitales entre el cuarto año de vida y el tercero aparece en la pubertad. ( El único
tomado en cuenta.) Freud menciona que la primer etapa aparece por un breve lapso, la segunda
activación sexual infantil deja profundas huellas en lo inconsciente e influye en el desarrollo de
su carácter. Este período generalmente es olvidado o recordado con aversión. (Freud,1905.)

Freud(1905) menciona que el niño tiene una disposición perverso-poliformo ya que su placer no
va dirigido a una meta de reproducción y lo parcializa sin encontrar un enlace en tales. El niño no
puede postergar la descarga de su placer sexual y tendrá una compulsión por buscar repetirlo. En
todo adulto vive un niño con disposición perversa.

En cada zona de intercambio se producirán procesos complejos en búsqueda de traducción, el


bebé utilizará estas zonas corporales como vías de comunicación y será fundamental un auxilio
que fomente las traducciones de cada etapa que formará parte de su constitución subjetiva. Sin
embargo Freud nos habla aquí sobre el bebé que se a instalado en las relaciones objetales, por
tanto para profundizar sobre el tema del vínculo y la transición del soma al cuerpo erógeno tendré
que dar paso a las aportaciones de algunos investigadores de la infancia temprana donde el objeto
aun no esta separado del sujeto.

Spitz que estudió a bebés carenciados, hace investigaciones sobre los procesos que emergen antes
de la relación con un objeto, para él el bebé es un ser que lucha por su supervivencia, la vida
psíquica del niño se construye gradualmente a partir de la maduración de su potencial biológico y
el desarrollo de sus intercambios con el medio. Este no concibe al bebé como alguien que se
encuentra luchando con sus fantasías de amor y odio como lo teoriza Klein sino todo lo contrario,
para él el bebé no puede tener representaciones del mundo y por ende no puede construir
mecanismos de defensa. El psiquismo se construirá a partir de influencias congénitas y los
intercambios con la experiencia ambiental.

La ausencia materna o la carencia afectiva puede generar consecuencias devastadoras para el


bebé. Si este último no encuentra hacia quien dirigir sus pulsiones libidinales y agresivas, las
desviará hacia sí mismo. Spitz postula tres organizadores psíquicos del bebé. El primero será el
rostro humano, para él la respuesta de la sonrisa indica que bebé deja la barrera protectora anti
estímulos que le proporcionaba la madre y comienza a ser más activo en su desarrollo y el yo
rudimentario comienza a emerger. La diada madre-bebé facilita la aparición de este orden
reforzando las señales del bebé proporcionándole una respuesta afectiva a sus llamados.

El segundo organizador continúa hacia el octavo mes de vida y empieza cuando el bebé tiene
miedo al extraño ya que de todos los rostros humanos a distinguido el que le provee de
satisfacciones y le ayuda a mantenerse vivo, entonces expresará rechazo al rostro que no sea el
materno, lo sentirá como amenazante. Cuando emerge este organizador se puede hablar de la
inauguración de las relaciones objetales. La madre será privilegiada como objeto de amor y
destrucción. Aquí se empieza a constituir un borde entre el ello y el yo. Esta angustia será una
respuesta ante el temor por la perdida de objeto, el extraño se convertirá en el objeto en donde se
desplazarán los afectos negativos destinados hacia la madre, a partir del desplazamiento se
protege a la madre de la ambivalencia.
El tercer organizador lo identifica como una identificación con el frustrador. Es decir: el bebé se
ve en el conflicto entre el apego libidinal y el temor a perderla por sus impulsos destructivos. El
bebé se identifica con la madre que prohíbe y así incorpora sus prohibiciones en su interior. Este
organizador se pone en marcha a entre los quince y dieciocho meses y se expresa por la tendencia
y capacidad del niño para enunciar el no. Aquí ya se dibuja un principio de realidad y se apropia
de un gesto de su entorno que tiene un sentido, es el comienzo de una verdadera comunicación
con el exterior, que se traduce en un periodo de enojo u oposición en su relación con su medio.

Tales organizaciones que observa Spitz tienen por base el cuidado suficiente que proviene más
de la empatía materna que del conocimiento adquirido de algún especialista en el tema. Este autor
coincide con Winnicott en sus teorizaciones sobre la importancia del cuidado materno ya que el
niño hará la transición gradual del principio del placer a de realidad y del autoerotismo a las
relaciones de objeto, pero él no puede ser un individuo sin las condiciones que favorezcan su
desarrollo.

El término “sostén” que promueve Winnicott como principal función de la madre es anterior a
las relaciones de objeto y tiene por objetivo la satisfacción de las necesidades fisiológicas y
erógenas. Este sostén tiene por principal motor, la empatía materna. El bebé y la madre
constituirán una unidad de la que emergerá el niño más adelante.

La organización mental primitiva del bebé hace que fluctúe entre estados integrados y no
integrados, a partir del auxilio materno el bebé adquiere la capacidad para experimentar la
angustia de aniquilamiento y la capacidad para reexperimentar estados no integrados. Para
Winnicott esto depende absolutamente como resultado de un cuidado materno confiable, o de la
constitución de fantasías de cuidado materno y el resultado será que el infante se convierte en una
persona, un individuo por derecho propio. Pp57
Es muy importante considerar la función paterna en estas etapas, la cual sólo se podrá transmitir
desde lo que sostiene a la madre para ejercer su función. El padre sostiene a la madre y le permite
llevar acabo la fusión con su bebé. Esta fusión servirá al bebé para la constitución de su
narcisismo primario. Más tarde el padre adquirirá diferentes funciones que permitirán la
separación gradual de la simbiosis. Si bien existen otros desarrollos que corresponden a esta
etapa, solo mencionaré estos por considerarlos los más adecuados para ilustrar el vínculo del
bebé muy pequeño y su madre. Sin un sostén suficientemente bueno es difícil que estas etapas
sean establecidas.

A partir del logro de la fusión madre-bebé se inaugura la existencia psicosomática, es decir que el
psiquismo empieza a habitar en el cuerpo. Esto se vincula a las experiencias motrices, sensoriales
y funcionales del bebé como individuo. “ Como continuación del desarrollo aparece lo que podría
denominarse “membrana limitadora”, que en alguna medida (y en la salud) equivale a la
superficie de la piel. Y que ocupa una posición intermedia entre el “yo” y el “no-yo” del infante.
De modo que éste empieza a tener un interior y un exterior, un esquema corporal.” Pp57

También se empieza a bordear una diferenciación entre la mente y el psiquismo, lo cual comienza
a gestar procesos secundarios de pensamiento que dan paso al desarrollo de la inteligencia y al
funcionamiento simbólico. Se comienza a hacer uso de un aparato mental personal. Se podría
decir que en la organización mental primaria el bebé sólo percibe el objeto de manera subjetiva,
en la organización secundaria puede percibir el objeto de manera objetiva. Podría dibujarse el
tránsito del cuerpo al símbolo ya que el acceso a la palabra supone procesos complejos que se
inician en las sensaciones que emite el cuerpo, transitando por la identificación de experiencias
placenteras o displacenteras para luego encontrar una vía de acceso mediante la fantasía a través
de imágenes sonoras y visuales, representaciones-cosa, para continuar a la representación-
palabra como símbolo.

Para finalizar vale la pena recordar que existe una distancia importante entre lo teórico y práctico
y que aunque buscan entretejerse pueden existir distintas dificultades de las que Winnicott
también advierte y es menester reflexionar en el contexto de las prácticas de observación en las
que participamos a lo largo del cuatrimestre.
Lo que he observado con Elías y su madre a sido muy distinto a lo que he leído, si bien los
cuidados que le ofrece su madre son bien intencionados doy cuenta que el bebé y su madre van
adquiriendo ritmos con mucha dificultad, en ocasiones parece ser más complejo que otras al
carecer de señales verbales puede ser un motivo de gran angustia para su madre y continuan las
distorsiones en las interpretaciones hechas por la madre a Elías, estas pueden variar debido a los
procesos complejos que emergen en su experiencia con la maternidad. Por ejemplo la culpa que
crece en ella al comparar continuamente su primer embarazo del actual, la poca contención que le
brinda su marido, la angustia que vive ella por su ambivalencia de afectos hacia su bebé y su
propia experiencia como hija que ha relatado en diversas ocasiones. Ella se esfuerza por dar a su
bebé lo mejor que le dicen los instructivos, los doctores o cualquier especialista que le sugiera
algo. He observado que esto provoca mucha desconfianza en su propia capacidad y estorba su
espontaneidad. Sin embargo de cierta manera le ha servido para manejar su ansiedad y así poder
amamantar a Elías y calmarlo. La madre es una mujer que transita por temporalidades las cuales
pueden complejizar el despliegue de su maternidad. En los momentos en que estuvo más
angustiada dentro de las observaciones percibía que era muy difícil mantenerse dispuesta para
interpretar las necesidades de su bebé, puesto que sus propias necesidades eran más fuertes por
ejemplo: sus necesidades de descanso y esto puede ser un constante obstáculo para disfrutar la
fusión. Y en los momentos en que se mostró más relajada se podía percibir el ritmo y flexibilidad
que ella mostraba hacia las señales de Elías sobre todo al amamantarlo. El idealismo de la
maternidad no ayuda en estos casos, ya que he percibido que constantemente se compara en el
terreno de lo ideal, lo que no ayuda a mantenerse tranquila y seguir su instinto. Esto me ha
llevado a preguntarme constantemente: ¿Cómo encuentran apoyo las madres que no pueden
sostener a su hijo puesto que en ellas se activan angustias que despiertan el temor de su propio
desamparo?

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