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BIBLIOTECA MUNDO HISPANO

MUJERES

¡SOY MUJER SOY ESPECIAL!


por Joyce Cope de Wyatt

EDITORIAL MUNDO HISPANO


© 2006
¡SOY MUJER

SOY ESPECIAL!

JOYCE COPE DE WYATT

8Copyright 1988, Casa Bautista de Publicaciones. Todos los derechos


reservados. No se podrá reproducir o transmitir todo o parte de este
libro en ninguna forma o medio sin el permiso escrito de los
publicadores, con la excepción de porciones breves en revistas y/o
periódicos.

CASA BAUTISTA DE PUBLICACIONES


Dedicatoria

A mi madre, mi hermana
y mis dos hijas
cada una de las cuales me ha ayudado
en mi formación como mujer
y
a las mujeres del mundo hispano,
mis colaboradoras de ministerio por
más de tres décadas
Contenido
I. SOY ESPECIAL EN MI RELACIÓN CON DIOS
1. HECHA A LA IMAGEN DE DIOS
El Plan de Dios en la Creación
Creados a Su Imagen: Varón y Hembra
Un Poco Menos Que Dios
La Perversión de la Imagen de Dios
El Perfeccionará Su Obra
2. EN BÚSQUEDA DE MI IDENTIDAD
¿Quién Soy Yo?
Cómo Mantener Mi Identidad en Relación con Otros
Dios, Mi Ayuda en la Búsqueda de Mi Identidad
3. EN PROCESO DE DESARROLLO ESPIRITUAL
La Base: Mi Relación Personal con Jesús
Mi Peregrinaje con Dios
Ayudas para el Peregrinaje
Señales del Peregrino
Mi Desarrollo Espiritual
II. SOY ESPECIAL EN MI RELACIÓN CON EL HOMBRE
4. COMO PERSONA DISTINTA AL HOMBRE
La Mujer
La Mujer, Diferente al Hombre
La Mujer y el Hombre: Seres Humanos y Compañeros
5. COMO ESPOSA
La Mujer, Ayuda Idónea
Una Sola Carne
Sométanse el Uno al Otro
6. CUANDO LA RELACIÓN SE TAMBALEA
Dificultades en la Relación
Confrontaciones Dolorosas
Soluciones Posibles
III. SOY ESPECIAL EN MI RELACIÓN CON MI FAMILIA
7. COMO MADRE
¿Qué Es la Familia?
El Rol de la Mujer en la Familia
La Herencia de la Familia
Una Palabra de Alerta
8. COMO MUJER EN DESARROLLO
Las Distintas Etapas de la Vida
Un Concepto Claro de Su Identidad
9. COMO AGENTE DE RELACIÓN
Promueve la Comunicación
Elimina Barreras
Construye Puentes
Celebra la Relación
IV. SOY ESPECIAL EN MI RELACIÓN CON MI MUNDO
10. COMO MINISTRA DE DIOS
El Significado del Ministerio Cristiano
El Ministerio de la Mujer
Cómo Reconocer Mi Ministerio
Ejemplos Bíblicos para Mi Ministerio
11. COMO CREYENTE QUE CRECE
Creciendo en Mi Vida de Fe
Creciendo en Mi Ministerio con Otros
Desarrollando Mi Estilo de Vida
12. COMO MUJER CON ALGO POR LO CUAL VIVIR
El Contexto: Mi Mundo
El Recurso: Dialogar con Dios
El Propósito: Ser Testigo en Mi Mundo
POSDATA PERSONAL
BIBLIOGRAFÍA SELECTA
Prefacio
Este libro ha estado “en proceso” de desarrollo por muchos años, tal vez por
toda mi vida. Siempre me ha gustado pensar, indagar, buscar más signiñcado
para la vida; me encantan las ideas creativas, los libros estimulantes, las
experiencias que abren más campo para la reflexión, la acción y el crecimiento.
Como misionera, desde joven he tenido la oportunidad de escribir artículos,
presentar conferencias, dar cursos y facilitar el aprendizaje, en una gran
diversidad de temas; pero muy a menudo en cuanto a alguna faceta especial de
la vida de la mujer. Como resultado, me he profundizado en este campo; he
tomado conciencia, cada vez más creciente, de la realidad de la mujer en el
mundo hispano. He buscado respuestas de acuerdo con las enseñanzas de
Cristo, y por ende mi vida como mujer ha sido enriquecida. Sin duda alguna
mis ¡deas sobre la mujer hoy son más sanas, más liberadoras, más cristianas
que en épocas anteriores de mi vida.
En 1984 fui invitada a dar ocho conferencias para la Unión Femenil Misionera
de Panamá sobre el tema: “¡Soy Mujer! ¡Soy Especial!” Fueron de gran
bendición y la acogida de aquellas queridas hermanas a este enfoque sobre la
mujer me estimuló a querer utilizarlas con otros grupos, y publicarlas en forma
más amplia si fuera posible. Ahora, gracias a la Casa Bautista de
Publicaciones, y especialmente a mi amiga, la editora Mary Jo Stewart, este
sueño se realiza. Reconozco en forma muy sincera que este libro no hubiera
llegado a ser sin la afirmación y el apoyo de hermanas en Cristo de Panamá,
Colombia, Venezuela y el Ecuador donde he podido compartir personalmente
algo de su enfoque básico. A cada una de ellas en especial mis más profundos
agradecimientos.
Agradezco la comprensión de mi esposo, Roy, de mi compromiso con este
libro y por su ayuda para entender mejor muchos de los pasajes bíblicos que
son básicos a las ideas aquí desarrolladas.
Doy gracias a Dios por su guía constante y por su gran bondad y misericordia
conmigo en el desarrollo de este libro. Pido a él que sea un instrumento de
bendición en la vida de cada mujer que lo lea.
JOYCE COPE DE WYATT
SOY ESPECIAL
EN MI RELACION
CON DIOS
1. Hecha A La Imagen De Dios
“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza… Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra los creó.” — Gén. 1:26 a, 27.
¡Soy mujer! ¡Soy una mujer cristiana! Y como mujer cristiana tengo una
perspectiva en cuanto a mi vida y mi importancia que otras mujeres no tienen;
¡soy especial! No solamente soy hecha a la imagen de Dios, sino al llegar a ser
creyente, crezco en él.
Al recibir a Cristo como salvador llegué a ser una nueva criatura como dice
Juan: “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan. 1:12). Así soy especial, soy hija
de Dios. Soy especial en mi relación con Dios, mi Padre celestial.

El Plan De Dios En La Creación (Génesis 1)


Nadie puede pensar que Dios no tuvo un magno plan para la creación del
mundo. La lectura del primer capítulo de Génesis siempre nos llena de
maravilla. La actividad de Dios en la creación etapa tras etapa, cada una con la
declaración de que era bueno, nos ayuda a ver la realidad de un plan y de un
propósito especial. Cuando llega el momento de la creación del hombre y la
mujer. Dios dijo:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza;
y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias,
en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los
creó” (Gén. 1:26, 27).
¿Qué significa ser hecho a la imagen de Dios? El hombre y la mujer recibieron
ciertas cualidades que les diferencian de los animales. Puede ser que incluye,
como algunos dicen, su capacidad de dominar los animales. Personalmente
creo que se refiere a las cualidades de su naturaleza espiritual, porque Dios es
Espíritu. Podemos tener comunión con Dios, conocerle, hacer su voluntad,
serle responsables, y tomar decisiones de obedecerle o no. Y si esto no fuera
bastante, somos la corona de la creación y así los más altos representantes de
Dios, nuestro Creador.
No hay duda de que desde el principio el plan de Dios era que el hombre y la
mujer iban a ser sus colaboradores en el mundo, sus representantes en el
cuidado y el uso concienzudo de todo lo que se había creado. La Biblia dice
que Dios los bendijo, les dio la responsabilidad de la procreación, de tener
dominio sobre la tierra, y de señorear sobre los animales, aves y peces. Como
un padre amante (casi con cuidado materno) les explica qué van a comer.
Después de ver todo lo que había hecho, reconoció “que era bueno en gran
manera” (Gén. 1:31 b). Es muy interesante el concepto de que después de una
actividad creadora como ésta, Dios descansó.

Creados A Su Imagen: Varón Y Hembra


Los primeros dos capítulos de Génesis dan dos interpretaciones distintas de la
creación. Algunas personas han tomado la interpretación del capítulo 2 como
una evidencia de que la mujer es inferior al hombre. Cuando uno aprecia la
diferencia real entre los dos capítulos no debe haber esta confusión.
Dos veces en Génesis, en Gén. 1:27 y Gén. 5: 1, 2, se relata la creación del
hombre y la mujer a la semejanza e imagen de Dios. El magnífico capítulo 1 de
Génesis da propósito y significado a la vida, tanto para la mujer como para el
hombre. Resalta el valor de estar en relación con Dios, y con otro ser humano.
Pero, ¿qué de Génesis 2? Se ve a Dios preocupado por el hombre
(adamah), esta criatura hecha de la tierra. Habrá que proveerle una ayuda
idónea, una ayuda que le corresponda, apropiada para él.
Lo más importante de este pasaje es la relación de la mujer y el hombre. Si uno
lo lee y decide: “Bueno, francamente parece que la mujer es algo que se le
ocurrió a Dios más tarde, que no era parte de su plan original”, va a tener
serios problemas en cuanto al rol de la mujer en la vida. Pero ¡gracias a Dios
no es así! El rol de la mujer debe ser concebido como Dios mismo lo concibió:
la compañera para el compañero, la pareja relacionada en amor y
consideración mutuos. La criatura de la tierra necesitaba tener una compañera
que no fuera ni superior ni inferior a él, sino una que eliminaría su soledad y
aislamiento y con la que encontraría su identidad.
El hebreo es muy gráfico en las palabras con las cuales Adán expresa su
alegría:
“¡Ah!, ¡eso es! ¡Esa sí es la ayuda idónea que necesito!” Nuestra
versión Reina-Valera lo traduce con palabras mucho más serias: “Esto
es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gén. 2:23).
Adán está encantado, tiene su compañera. Este grito estático muestra que él ve
en la mujer exactamente lo que le hacía falta.
Y Adán da nombres tanto a sí mismo como a la mujer. Son nombres en
relación, varón y varona, dos criaturas hechas para relacionarse. La atracción
del uno hacia el otro es tan fuerte que el hombre dejará a sus padres y se unirá
a su mujer, y serán una sola carne. Habrá no solamente unión sexual, sino
compañerismo social; ya no está solo, tiene una compañera, la que le hacía
falta. Así hay armonía creada por Dios, un sentido de unidad, de totalidad, de
entereza en comunidad y relación.
Es interesante que la idea de “sojuzgad” la tierra no se encuentra en el
segundo capítulo, sino la de labrar y guardarla, otra evidencia, tal vez, del
énfasis en la relación y armonía en la comunidad, una relación más completa
con Dios, con la naturaleza, con los animales, y con la compañera o el
compañero.
Las palabras ayuda idónea se han prestado a una interpretación equivocada.
No es la idea de ayudante, aprendiz o esclava. Acuérdense que la razón porque
Dios creó a la mujer fue porque “no está bien que el hombre esté solo”,
necesitaba alguien que pudiera complementarlo o suplir su necesidad. El gran
erudito del Antiguo Testamento, Von Rad, dice que soledad o estar solo quiere
decir perdido, desamparado, sin ayuda, porque los seres humanos han sido
creados para vivir en comunidad, en relación el uno con el otro.
Otro factor que nos puede ayudar a apreciar lo que es ser ayuda idónea es
contemplar el papel de Dios como ayuda. El Antiguo Testamento habla de
Dios como “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Sal. 46: 1) y
“Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob” (Sal. 146: 5). La
presencia de Cristo y del Espíritu Santo, nuestra constante ayuda, da aún más
hincapié a la importancia de esta palabra y concepto.
Cuando Dios creó al hombre y a la mujer creó dos ayudadores quienes son
compañeros el uno del otro. Este hecho enseña la necesidad de vivir en
comunidad. Como Dios es compañero de la humanidad, así el hombre y la
mujer son compañeros el uno del otro. Los derechos de los seres humanos
creados de representar a Dios en el mundo conllevan la responsabilidad de que
ellos se relacionen entre sí y con Dios. Cuando hablamos de los “derechos” de
los hombres y de las “responsabilidades” de las mujeres, no alcanzamos la
meta de la humanidad que compartimos. Cada uno tiene derechos, cada uno
tiene responsabilidades de relación.
En Jesucristo podemos reconocer que el Dios que nos creó para necesitar y
para dar ayuda, es el mismo Dios que ha llegado a ser nuestro ayudador. Ser
ayuda idónea es compartir la vida con otra persona, siendo para él o ella la
ayuda que necesita; ¡un concepto que salió del mismo corazón de Dios!

Un Poco Menos Que Dios (Salmo 8)


El Salmo 8 es un salmo de alabanza a Dios; habla de la grandeza del
Creador, y del lugar tan privilegiado y responsable del ser humano. Nuestra
gloria es que hemos sido hechos a la imagen de Dios. Hay que honrarle y darle
gloria por medio de nuestras vidas, dejando ver su presencia en ellas. Los seres
humanos son hechos para tener una relación con Dios, una relación que se
demuestra en su vida diaria y que les lleva más allá del mundo natural.
Si damos gloria a Dios, será porque vivimos como él quiere, recordando que
hemos sido creadas a su imagen, y que tenemos una visión y expectativa de su
Reino. El teólogo Moltman dice que para traer cambio al mundo tenemos que
desarrollar lo que él llama una conciencia utópica que busca una realidad más
humana. Cuando creemos en Dios y en su plan para el mundo, podemos tener
esta clase de esperanza.
El salmista está maravillado de Dios, un Dios tan grande que ha dado tanta
importancia al ser humano, creándole a su imagen y dándole responsabilidades
tan grandes. Cuando la mujer reconoce a Dios en esta forma, y le adora y le
sirve en esta relación, su vida es parte de esta adoración: vive en forma distinta
y tiene más esperanza para el futuro.

La Perversión De La Imagen De Dios (Génesis 3)


Génesis 3 nos da un cuadro triste del Paraíso Perdido. En realidad se había
perdido más que el Paraíso, se había perdido la esperanza, se había perdido el
ser parte del gran plan de Dios para el mundo. La teóloga Phyllis Tribble lo
describe así:
“Donde antes había mutualidad, ahora había una jerarquía de división.
El hombre domina a la mujer pervirtiendo así la sexualidad. Como
resultado, la mujer es corrompida llegando a ser esclava, y el hombre es
corrompido llegando a ser amo.”
En la caída el hombre y la mujer habían perdido su relación especial con Dios.
En lugar de ser sus representantes en la tierra querían ser como dioses, y salen
del Paraíso como desgraciados y desviados del plan original de Dios. En lugar
de labrar y cuidar del jardín donde las cosas eran bonitas y fáciles de cuidar,
tenían que luchar fuertemente para sacar algo de la tierra para sobrevivir.
Hoy día seguimos los pasos de nuestros primeros padres. Procuramos dislocar
a Dios, de quitarle de su puesto y reemplazarlo con nosotros mismos. Al
hacerlo somos nosotros quienes somos dislocados, perdemos nuestro lugar en
el plan de Dios. Al romper los lazos de relación que tenemos con Dios,
perdemos nuestro sentido de solidaridad humana. ¡Estamos solos! ¡Estamos
perdidos!

Él Perfeccionará Su Obra (Fil. 1: 6 B)


En el Nuevo Testamento encontramos varias citas que hablan de la imagen de
Dios en la persona de Cristo. El escritor de Hebreos le describe “siendo el
resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Heb. 1: 3 a).
Pablo dice: “El es la imagen del Dios invisible” (Col. 1:15) y “el... es la
imagen de Dios” (2 Cor. 4: 4 c). Aquí vemos otra dimensión de nuestra
relación con Dios. En Cristo podemos llegar a expandir el concepto de nuestra
autoimagen, podemos identificarnos con Cristo, la perfecta imagen de Dios.
Ser creyente significa cambiar lo que éramos antes a lo que somos ahora y lo
que seremos en el futuro.
“... habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido
del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va
renovando hasta el conocimiento pleno” (Col. 3: 9 b, 10).
Esta nueva realidad es el resultado de nuestra comunión constante con Cristo,
nuestro Salvador.
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en
la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18).
El proceso de crecer en la imagen de Cristo depende de nuestra íntima relación
con él. Pero él obra con y por nosotros en esta experiencia diaria. Pablo nos
asegura que “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta
el día de Jesucristo” (Fil. 1: 6). Podemos gozarnos porque hemos sido hechas a
la imagen de Dios, y ahora en Cristo tenemos la posibilidad de realizar esta
imagen en nuestra vida diaria, creciendo así para llegar a ser la mujer que Dios
quiere que seamos.
Juan da una visión de este proceso que sirve de reto para nuestro peregrinaje.
Nos ayuda a ver que hemos venido de un estado anterior, a gozarnos de lo que
somos ahora, y a anticipar lo que hemos de ser, todo un proceso de crecimiento
guiado y ayudado por el Padre amante.
“Mirad, cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados
hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a
él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo
que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos
semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que
tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”
(1 Jn. 3: 1-3).
Soy mujer, soy especial, soy hecha a la imagen de Dios para vivir y crecer en
relación con él. Soy mujer, creciendo en la imagen de Dios por medio de mi
relación con Cristo.

Actividades De Reflexión Y Aprendizaje


1. Escriba un salmo propio de alabanza a Dios por haberle creado a su imagen
y semejanza. Mencione experiencias y actitudes propias que demuestran
evidencias de que usted fue hecha a la imagen de Dios y cómo está creciendo
en esta imagen. Podría leer algunos salmos antes de empezar, incluyendo los
Salmo 8 y 139.
2. Haga un estudio inductivo de 1 Jn. 3: 1-3. ¿Qué significa este pasaje para
usted como persona en desarrollo? Escriba sus sentimientos frente a esta
realidad, y los retos que se le presentan como hija de Dios.

Preguntas para contestar a solas o en grupo:


¿Qué significa para usted ser hecha a la imagen de Dios? Anote varias
características que cree que deben resaltar en la mujer que reconoce
esta verdad en su vida.
Describa las características de la mujer proyectada en la televisión.
¿Cómo influyen en su vida? ¿Influyen más en una etapa de la vida que
en otra? ¿Influyen más en un tipo de personalidad que en otro?
¿Qué podemos hacer para ser mujeres auténticas?
2. En Búsqueda De Mi Identidad
“Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo
mi nombre en memoria… y me dijo: Mi siervo eres, ... en ti me
gloriaré.” — Isa. 49: 1 b, 3.
Como creyentes nuestra identidad se basa en Dios y en su plan para nosotras
como sus hijas amadas. Desde la creación Dios estableció el valor de la
persona hecha a su imagen. Alguien ha dicho que una de las razones porque
debemos volver a estudiar los primeros capítulos de la Biblia es para reconocer
dónde estábamos, y cómo volver a recobrar nuestro lugar en el plan perfecto de
Dios.
Aunque la Biblia pone un alto valor en la persona, sin embargo, hay mujeres
cristianas que tienen un autoconcepto tan pobre que ni siquiera pueden pensar
que Dios les puede hablar, llamar y usar en su obra. Esto no es solamente la
idea de no ser digna, sino la idea de ser una persona totalmente carente de
valor y significado. Sin un sentido adecuado de identidad la persona no puede
permitirse oír la voz de Dios y su llamado a realizarse como su creación tan
especial.
Como mujeres cristianas colocamos nuestra identidad en Dios; con un
autoconcepto con esta base podemos desarrollarnos cada día más como
personas verdaderamente humanas.

¿Quien Soy Yo?


Esta es una de las preguntas básicas, y difíciles, para la mujer que quiere llegar
a ser la persona que Dios quiere que sea. Como creyentes debemos empezar la
respuesta así: “Soy mujer hecha a la imagen de Dios, salva por Cristo, y
colaboradora en su Reino.” Pero aunque lo creemos con la cabeza, o podemos
afirmarlo cuando otro nos lo dice, no lo vivimos y no entra en la realidad de
nuestra identidad.
Una manera de expresar la creencia teológica de que somos creados en la
imagen de Dios es en cuanto a la autoestima que se manifiesta en nuestra
aceptación de nuestra unicidad. Soy un individuo, soy única, no hay otra
persona en el mundo como yo. ¿Cómo puedo vivir de tal forma que esté
llegando a ser yo misma lo que Dios ha querido para mí como persona? Tengo
la responsabilidad de formar mi individualidad.
En las primeras semanas de la vida uno no reconoce su individualidad.
Todavía se considera parte del cuerpo de su mamá y toda su supervivencia
depende de esta relación. Es durante estos primeros meses de la vida cuando
uno aprende a tener confianza en otras personas. Al carecer de experiencias
positivas con su madre y con otras personas de significado, llegará a ser una
persona desconfiada durante toda su vida.
El famoso psicólogo Cordón Allport dice que hay tres aspectos de la
autoconciencia que se desarrollan gradualmente durante los primeros tres años
y que quedan con la persona durante toda su vida:
(1) El sentido corporal, de tener un cuerpo distinto a otras personas.
(2) El sentido de autoidentidad.
(3) El sentido de autoestimación.
El sentido corporal se empieza a sentir cuando el niño se da cuenta de que
tiene manos, pies y cara. Descubre que ¡es más que una extensión de su madre!
De este principio se desarrolla un sentido de orgullo o vergüenza de su cuerpo,
muchas veces exagerado. Cuántas de nosotras tenemos un autoconcepto
basado básicamente en nuestros cuerpos y el concepto que tenemos de ellos.
Pero el niño empieza a darse cuenta de que es una persona, empieza a sentirse
distinto de otras personas y a resaltar su identidad. En este período parece que
mío es su palabra favorita. No es que quiera ser antipático, sino que quiere
saber hasta dónde llegan sus parámetros en este desarrollo de su identidad.
Un elemento muy importante en el desarrollo de la autoidentidad es el nombre
que damos al niño y el nombre con que lo llamamos. En la Biblia el nombre de
la persona es muy importante, significa la esencia de la persona. Por eso, los
padres pensaban seriamente antes de poner el nombre al hijo, porque iba a
influir en su autoconcepto, iba a formarle en el camino del Señor. El nombre
da significado a la vida y por medio de su uso uno se da cuenta de que es un
individuo. Muchas personas tienen una autoidentidad débil porque sus padres
les han llamado tonta, fea, boba y se va interiorizando esta identidad. Están
convencidas de que no sirven para nada porque así fueron llamadas y
formadas.
El niño empieza a sentir su propia individualidad y a estimarse, se siente
impulsado a hacer las cosas solo, de realizar sus propias capacidades. Es un
período difícil para el padre y la madre porque es difícil encaminarle cuando se
está desarrollando esta independencia. Un rabino sabio dijo que se debía de
entender a Prov. 22: 6 así:
“Instruye al niño en su camino (en su camino particular) y aun cuando
fuere viejo no se apartará de él.”
O sea, cada persona tiene su camino, un camino especial que le dirige hacia su
propia individualidad. Los padres que conocen a su hijo en esta forma van a
darle la mejor instrucción y la mejor formación que se ha podido realizar.
El desarrollo de la identidad de la persona es tarea de la vida, pero se basa en
estas experiencias básicas de la niñez. En el concepto teológico somos
llamados por Dios a un pacto de servicio y compañerismo con él mismo. Así
se va desarrollando el concepto de la identidad. El creyente no debe decir “soy
así porque mis padres eran así”, o “porque me trataron así”. Cada persona es
responsable por lo que es, por la forma en que ha utilizado las experiencias de
la niñez, la juventud y el resto de la vida. Pero anímense, Dios colabora con
nosotras en esta tarea. Un nombre muy especial para Jesús es Emanuel. Dios
con nosotros; Dios con nosotros en la búsqueda, el hallazgo, y la realización de
nuestra identidad.

Como Mantener Mi Identidad En Mi Relación Con Otros


Cuando no sabemos quiénes somos, somos vulnerables, no solamente frente a
alguien que nos podrá controlar o manipular, sino también por la tentación de
controlar o manipular a otros.
Pero cuando somos vulnerables y lo reconocemos, en este momento Dios
puede ayudarnos por medio de nuestra apertura a él. Al reconocer nuestra
humanidad, reconocemos la necesidad de mantener la relación humana abierta.
Quiénes somos como seres humanos depende en parte de la manera en la cual
reconocemos y respetamos los derechos de otros en nuestro alrededor y en el
mundo entero.
La teóloga Letty Russell dice que hay tres ingredientes esenciales para
mantener la vida en forma humana. En tiempos de tanta deshumanización son
de un valor incalculable. Son:
(1) La necesidad de ser tratado como sujeto y no como objeto. Hoy día se
habla de la masifícación y la cosificación de la persona. Según el diccionario la
palabra significa considerar como cosa algo que no lo es. Es la no-persona, la
persona sin nombre, sin cara; es un objeto, Dios jamás trata a la persona como
un objeto, sino como un sujeto: ama al individuo, lo llama por su nombre.
El filósofo judío Martín Buber ha enseñado que hay dos relaciones básicas:
Yo-Tú y Yo-Ello. Yo-Tú es cuando la persona trata a otro como persona, como
un sujeto. Yo-Ello es cuando la persona trata a otro como una cosa, como un
objeto. La primera relación da vida, la segunda mata. Mi identidad como mujer
cristiana se basa en relaciones de Yo-Tú cuando trato a otros como sujeto, y
siento que yo también recibo este trato.
(2) La posibilidad de participar en la formación de su propio futuro. Puesto que
expresamos nuestra humanidad por medio de crear nuestra historia y darle
sentido, perdemos este elemento esencial cuando andamos como una persona
sin esperanza. Hay muchas personas que no tienen ninguna oportunidad de
expresar su opinión sobre su futuro. Sus padres deciden lo que será su
profesión, dónde va a vivir, con quién se puede casar, etc. Otros son limitados
por las condiciones sociales o económicas y así no tienen voz en cuanto a su
futuro. Estas personas siempre van a sentir que tienen un vacío en el desarrollo
de su vida y de su propia humanidad. Se ha comprobado que la persona que
tiene esperanza sobrevive las circunstancias más difíciles y afronta con coraje
los problemas porque hay algo por lo cual vivir. Así cuando la persona sabe
que puede participar en la formación de su propio desarrollo y futuro, la vida
toma otra dimensión, es valiosa, tiene nuevo significado, es más humana.
(3) Una comunidad donde uno puede sentir su apoyo y su amor, donde es
tratado como sujeto, y donde es apoyado como participante en la formación de
su propio futuro y del futuro común del grupo.
Una de las cosas más horribles es estar sola, completamente sola. En las
instituciones de corrección el castigo más efectivo que se usa es el aislamiento
total de la persona, así pueden controlarla. En la soledad la persona llega a ser
no-persona, los rasgos de su humanidad disminuyen, se deshumaniza en todos
los sentidos.
La iglesia como una comunidad de hermanos, como el cuerpo de Cristo, ofrece
al creyente este apoyo en su búsqueda de su propia humanidad y del desarrollo
de un trato humanizante con otros.
Mantenemos nuestra identidad como personas auténticas y humanas cuando
reconocemos nuestra humanidad, cuando rechazamos la deshumanización tan
prevalente en nuestra sociedad y tratamos en forma humana a los demás
resaltando su dignidad como personas. Así llegamos a ser cada vez más una
persona humana.

Dios, Mi Ayuda En La Búsqueda De Mi Identidad


A Dios le interesa que todos sus seguidores tengamos una oportunidad para
crecer y desarrollar toda nuestra potencialidad. Para él cada uno de nosotros es
de mucho valor porque somos:
(1) Hechos a su imagen,
(2) Personas por las cuales Cristo murió,
(3) Templos del Espíritu Santo.
Dios está obrando constantemente a nuestro favor, dispuesto a afirmar nuestra
identidad y relación con él. Uno de los pasajes que nos da la base para nuestra
auto-aceptación es Rom. 8:15-17:
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual
clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”
En su libro Gift from the Sea (Regalo del Mar) Anne Marrow Lindenburg
habla del desarrollo de la mujer en las distintas etapas de su vida. Ella dice que
una de las grandes necesidades de la mujer es de ser entera, sana, una persona
completa. La mejor forma de desarrollar este estado de sentirse un individuo
salvo y sano es de tener tiempo para estar a solas con Dios. Esta relación le
permite reponerse como persona, rehacerse como un individuo, sentirse como
una persona completa. Pero hay muchas personas fragmentadas, hechas
pedazos. La mujer cristiana no puede ser así. Ella necesita ser sana, tener una
personalidad íntegra, necesita tener su identidad clara, saber quién es en
verdad.
Cuando uno quiere resaltar los ejemplos de Dios como su ayudador, como el
que le hace entero, tiene que reconocer que la Biblia está repleta de estas
experiencias. El Antiguo Testamento menciona repetidas veces cómo Dios
entra en la vida diaria de su pueblo, de las personas, para socorrerlas,
acompañarlas, sanarlas, darles vida y esperanza.
Escuche la letanía tan significante del Salmo 103:
“Bendice, alma mía, a Jehová
Y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía a Jehová,
Y no olvides ninguno de sus beneficios.
El es quien perdona todas tus iniquidades,
El que sana todas tus dolencias;
El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias;
El que sacia de bien tu boca
De modo que te rejuvenezcas como el águila”
(vv. 1-5).
El salmista capta en forma poética la realidad de la actividad de Dios a nuestro
favor, haciendo de nuestra vida una experiencia cada vez más humana y más
significante.
Uno podría tomar cita tras cita de los cuatro Evangelios para mostrar la actitud
de Cristo hacia la salud total de la persona. Tomemos el caso de la mujer
encorvada que se encuentra en Luc. 13:10-17. Diez y ocho años estaba así; no
podía enderezarse. Su situación era triste y crítica. Tal vez era anciana, pero de
todas formas su vida estaba fragmentada y limitada. No podía hacer las cosas
que una mujer sana, entera, completa podría hacer. Su vida era difícil,
seguramente no era tratada como persona, sino como problema para su familia,
como algo inútil, como alguien que tenía pecados ocultos porque pensaban que
así Dios la había castigado.
Pero, ahora ¡el milagro! En este medio en que la mujer era considerada como
algo de ningún valor, especialmente una mujer así; donde ningún hombre
hablaba con las mujeres en público, mucho menos las tocaba; donde el sábado
era más importante que la persona; en este medio tan negativo Jesús obró el
milagro. Jesús hizo seis cosas con la mujer; la vio, se dio cuenta de su
condición, la llamó, la tocó, la sanó y defendió su acción delante de todos. No
hay duda de que esta mujer fue sanada, fue hecha una mujer completa. Ella
glorificó a Dios por su nuevo estado, su nueva vida, y Cristo, tan sensible a las
necesidades de las personas, se refiere a ella como Hija de Abraham. ¡Qué
apoyo para su autoestima! Es el único sitio en el Nuevo Testamento que habla
así, algo completamente fuera del pensamiento de aquellos hombres y de la
sociedad orientada en el hombre.
A esta mujer no persona. Cristo le dio vida y, sin duda, vida abundante.
Y ¿qué de Zaqueo? ¿de Mateo?, ¿de María Magdalena?, ¿de Pedro?, ¿de la
mujer adúltera? Todos tenían una nueva identidad producida por el toque de
Cristo en su vida. Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia” (Juan. 10:10). Podríamos sentir que él nos dice
también: “Yo he venido para que tengan identidad, y para que la tengan en
plenitud.” Acuérdese de sus palabras: “He aquí, yo estoy con vosotros todos
los días” (Mat. 28:20 b); “No os dejaré huérfanos” (Juan. 14:18) y
“Permaneced en mí y yo en vosotros” (Juan. 15: 4).
El creyente debe conocer quién es; debe esforzarse para llegar a ser
verdaderamente humano; y debe reconocer que Dios es su ayudador constante
en la búsqueda y la afirmación de su identidad. Conozcámosle mejor, más
íntimamente; busquemos su rostro; leamos su Palabra; andemos con él a
diario; y así llegaremos a ser sanas, completas, con una identidad humana y
cristiana.

Actividades De Reflexión Y Aprendizaje


1. Dibuje un escudo que le represente a usted, a su identidad como persona.
Puede dividirlo en cuatro secciones, dibujando en cada una algo representativo
de su vida:

MI ESCUDO Ejemplo:

Estudie su escudo para analizar por qué escogió cada representación que usó.
Compártalo con alguien especial para revelarse como ella la ve a usted. Por los
ojos de un amigo nos conocemos también.
2. Haga una lista de actitudes que usted considera importantes para tratar a una
persona en forma humana. Después, usando esta lista, calífiquese según su
actitud hacia otros.
3. Haga un estudio bíblico de Juan. 4: 1-42. ¿Puede ver un proceso de
humanización en la mujer? Es decir, cómo ella cambió de una cosa sin mucha
importancia a una persona con identidad y valor. ¿Qué significa este proceso
para usted y su propia vida?

Preguntas para contestar a solas o en grupo:


¿Qué significa para usted tener identidad como persona?
¿Cree usted que Dios ha resaltado su identidad como persona? Dé
ejemplos específicos.
¿Siente usted que Dios quiere hacer más con usted en cuanto a su
identidad? ¿Qué quiere hacer Dios con usted? ¿Está dispuesta a seguir
a Dios en esto?
3. En Proceso De Desarrollo Espiritual
“Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad
en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así
como habéis sido enseñados, abun- dando en acciones de gracias.”
— Col. 2: 6, 7.
Cuando uno lee la Biblia encuentra muchos pasajes que demuestran el rechazo
de Dios de la religión carente de sentido (Isa. 1:11-18; Jer. 6:20), de la
hipocresía en la religión (Luc. 11:42-44; Mat. 6: 1-16), y de las actividades
dañinas hechas en nombre de la religión (Luc. 22: 1-6; Juan. 18:19-24;
Hech. 26: 9-11).
Opuesto de estas circunstancias tan negativas y equivocadas, Jesús dice: “Si
alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura,
de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan. 7:37 b, 38). La verdadera
experiencia de salvación es dinámica y viva, permite que la persona crezca en
ella, desarrollando su fe en formas auténticas y profundas.

La Base: Mi Relación Personal Con Jesús


¿Qué significa para usted tener fe? ¿Es creer en algo o alguien? ¿Es un credo, o
sea ciertas creencias que son importantes para usted? La fe incluye esto, pero
básicamente la fe es aquel compromiso de nuestra vida que le da sentido y
unidad. Para el creyente, nuestro compromiso es con Cristo, nuestro salvador.
Nuestra fe encuentra sentido con él y en él. La comunidad en que uno
desarrolla su fe es un agente de bendición para la persona y para el cuerpo de
Cristo porque les ayuda a que se afirmen los valores principales para la vida.
La fe de uno es la orientación básica de su vida; para el creyente es aquella
confianza en Dios que le da sentido y valor a toda relación que sostiene.
El autor de Hebreos da la definición clásica de la fe: “Es pues, la fe la certeza
de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb. 11: 1). Para tener
esta fe cristiana uno tiene que tener un compromiso con Cristo como su
salvador, y para entrar en este compromiso uno tiene que aceptar su oferta de
la salvación, y hacerle Señor de su vida.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”
(Ef. 2: 8, 9).
Pablo destaca tres ideas en este pasaje: gracia, la iniciativa del Dios de amor
para salvar; fe, la respuesta de la persona a esta iniciativa, y salvación, el gran
don de Dios. La palabra salvación viene de una palabra que tiene el sentido de
salud, sana, completa. Somos cambiadas de nuestro estado previo a ser
criaturas nuevas, personas que tienen salud espiritual y que andan en luz, no
en tinieblas.
Dios quiere que cada persona tenga la oportunidad de ser salva. El ama a todas
las personas y no quiere que ninguna quede fuera de esta gran salvación.
“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo,
sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan. 3:17).
La salvación es el don más grande que Dios da a la persona. Aceptémosla,
apreciémosla y compartámosla con otros.

Mi Peregrinaje Con Dios


La vida cristiana es una vida de relación, de intimidad con Cristo por medio
del Espíritu Santo que mora en cada creyente. Es una vida en desarrollo. Pablo
lo describe así,
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo,
por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo
Jesús” (Fil. 3:12).
La vida cristiana es un desafío para el creyente, para proseguir, para crecer en
el conocimiento de Cristo. Pablo en los capítulos 4-6 de Efesios usa la figura
de andar que significa vivir, el estilo de vida o el peregrinaje del creyente.
Como pensamiento introductorio y clave a las divisiones en estos capítulos
dice:
“... os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis
llamados” (Ef. 4: 1);
“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los
otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente” (Ef. 4:17),
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados, y andad en amor,
como también Cristo nos amó” (Ef. 5: 1, 2a),
“Someteos unos a otros en el temor de Dios” (Ef. 5:21).
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de
su fuerza” (Ef. 6:10).
La vida del creyente es una vida de compromiso con Cristo, es distinta a la de
las personas que no tienen este propósito para sus vidas.

Ayudas Para El Peregrinaje


Creo que la ayuda más grande que tenemos para vivir nuestro compromiso con
Cristo es su propia presencia con nosotros. “Permaneced en mí y yo en
vosotros” (Juan. 15: 4), nos dice. Una lectura cuidadosa y repetida de Juan 14-
17 nos ayuda a comprender el mensaje tan personal de Jesús en esta última
noche antes de su crucifixión. Sin duda alguna la ayuda más grande que
tenemos para vivir la vida cristiana es la presencia activa de Jesús en nosotros
por medio del Espíritu Santo.
Es Cristo quien nos enseñó a llamar a Dios Padre, y aún más, a hacerlo en la
forma más personal e íntima: “Abba, Padre” (Mar. 14:36). Es el nombre de
relación, de amor, que resalta la presencia constante de nuestro Dios con
nosotros.
Otra ayuda que nos da para nuestro peregrinaje es la Palabra de Dios, el
mensaje divino para el pueblo escogido, un mensaje personal para cada
peregrino. Debemos amar la Biblia, meditar en ella y procurar crecer en
nuestro conocimiento y aceptación de ella.
Hay muchas maneras de hacer la vida devocional, y cada persona debe buscar
su propia forma de hacerla. Insistir en que cada persona lo haga en la misma
forma es arriesgar una posible frustración mayor. Cada persona es distinta y
debe buscar su manera de leer y estudiar la Palabra de Dios y de crecer en ella.
Todos necesitamos encontrar la mejor manera para realizar nuestra lectura de
la Palabra. El estudio de la Biblia en la iglesia nos ayuda con enseñanzas
básicas, interpretaciones acertadas y un desarrollo de conocimiento y
aplicación. Una forma buena para estudiar la Biblia es el método inductivo,
porque nos ayuda a meditar o reflexionar sobre su enseñanza. Después de leer
un pasaje uno contesta las siguientes preguntas:
(1) ¿Qué dice este pasaje?
(2) ¿Qué quiere decir este pasaje?
(3) ¿Qué significa este pasaje para mí ahora?
Uno no debe acercarse a la Biblia como un rito, o como un legalismo, sino
como un privilegio, con anticipación y expectativa para ver lo que el Padre
amante tiene que decirle.
Hay personas que hacen de la Biblia un dios. Es objeto de su adoración. Esto
nunca fue la intención de Dios. Es la Palabra de Dios. En ella se revela el
mensaje básico de Dios para su pueblo. El salmista dice: “Lámpara es a mis
pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105).
La oración es otra ayuda para el desarrollo de la vida cristiana que no debe ser
descuidada. La oración es conversar con Dios. Puesto que la fe cristiana es una
religión relacional, no podemos dejar a un lado la comunión con nuestro Dios.
Hay que hablar con él, no solamente en las oraciones en la hora devocional, o
en el templo, o antes de las comidas, sino constantemente. Nuestro desarrollo
como creyentes depende de esta relación que permite la oración constante. La
oración nos permite no solamente abrirnos a Dios, sino también escuchar su
voz y crecer en esta relación mística entre Padre e hija.
Otra ayuda son los dones espirituales que Dios reparte a cada creyente. Uno
debe saber cuáles son los dones que Dios le ha dado, y debe buscar maneras de
usarlos para la gloria de Dios. Los dones son dados en el contexto de la iglesia
y encuentran su radio de actuación con el ministerio de este cuerpo. Los dones
son para ayudarnos a cumplir con la edificación y el crecimiento del cuerpo de
Cristo, y con nuestras responsabilidades como creyentes.
Nunca debemos limitar a Dios a los dones que están en las listas en la Biblia.
Dios puede dar los dones que quiere a sus siervos. Usted tiene dones; lo
importante es cómo los usa para traer gloria a Dios y bendición a otros.
Dios también nos da una comunidad en la cual podemos encontrar nuestro
significado como personas. La iglesia, la familia de Dios, el cuerpo de Cristo,
nos da una base de significado y de apoyo que es esencial para la vida de fe.
No se puede ser una cristiana sola. Hay que estar en una relación con Dios por
medio de Cristo. Entonces tiene relación con su cuerpo que es la iglesia a la
cual pertenecemos. Esta comunidad nos da amor y aceptación como miembros
de la familia y nos apoya en nuestro desarrollo cristiano.
Estas cinco ayudas son regalos de Dios para nosotras. El nos ama y nos
acompaña en nuestro peregrinaje de fe. La mujer que le ama y quiere andar
con él los recibe y los usa a diario.

Señales Del Peregrino


Cristo no quería dejar al creyente sin un entendimiento claro de cómo debía
desarrollar su vida en forma auténtica y significante. Por esto usaba términos
fáciles de entender. “Vosotros sois la sal de la tierra” (Mat. 5:13 a). Así como
la sal da sabor a la comida, la mujer cristiana debe dar gusto a su ambiente, el
gusto de la vida que Cristo da. Debe curar y limpiar el cuerpo por su acción de
entrega a la misión de Dios en la tierra; debe dar sed de Dios por medio de su
vida relacionada con él. Esta señal es más bien silenciosa; no se ve la sal, pero
se nota su efecto o su falta. Jesús nos llama a ser sal.
“Vosotros sois la luz del mundo” (Mat. 5:14). Este ministerio es de proclamar
en forma abierta el mensaje y la presencia de Cristo por medio de un
testimonio abierto. La luz no se pone debajo de un almud, sino encima de un
candelero para que alumbre toda la casa. La luz quita las tinieblas y produce
nueva vida.
La Biblia también enseña que la persona es como levadura, que sirve para
leudar toda la masa. Nuestra vida debe ser entregada a producir una estructura
social más justa, relaciones personales más humanizantes, y una vida cristiana
más auténtica.
Jesús nos dice que somos sus testigos: el testigo da razón de lo que ha visto o
ha experimentado. La mujer cristiana tiene que saber decir: “No puedo dejar de
decir lo que he visto y oído” (Vea Hech. 4:19, 20). Ser un testigo requiere la
habilidad de decir a otros, sin miedo, quién es, quién es su Señor y cuál es el
propósito de su vida.
El peregrinaje del creyente se basa en su conversión y su desarrollo en Cristo.
Es estimulado y ayudado por Dios por medio de la presencia activa de Cristo
en su vida, la Biblia, la oración, los dones espirituales y la comunidad cristiana
a la cual pertenece. Como respuesta el creyente acepta como suyas las señales
del peregrino, de ser sal, luz, levadura y testigo fiel de Cristo. Cada uno
estimula el desarrollo espiritual de la persona y debe ser utilizado
concienzudamente por la mujer cristiana en este peregrinaje que es la vida.

Mi Desarrollo Espiritual
El desarrollo es una realidad de la vida; la mujer va pasando de etapa en etapa
en su vida cronológica y social, pero también en su desarrollo espiritual. Pablo
habla de creyentes que son niños que todavía tienen que tomar leche
(1 Cor. 3: 2). Tenemos que dejar de ser niñas y crecer “en la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 3:18).
Ser una mujer cristiana demanda que mire con honestidad dónde está en su
desarrollo espiritual y en su peregrinaje. ¿Es rígida su fe? ¿Es una fe de obras?
¿Puede sobrellevar las dudas y las incongruencias de la vida? ¿Ha podido
reflexionar sobre su fe y ha sacado conclusiones básicas y fundamentales que
son propias? ¿Es auténtico su compromiso con Cristo e influye en cada aspecto
de su vida?
Las siguientes metas espirituales pueden ser un estímulo para usted como
mujer en desarrollo. Cada una la llama a una toma de conciencia de su nivel de
desarrollo actual y a un desafío para continuar creciendo en su fe.
(1) Apreciar la realidad del desarrollo en forma completa: física, mental,
espiritual, emocional, y buscar formas de evaluarse enteramente en cada etapa
de su desarrollo.
(2) Aceptar su propia responsabilidad del desarrollo de su vida como hija de
Dios, de apoyar a otras personas frente a esta misma circunstancia. La
interdependencia en el cuerpo de Cristo es un factor importante en el
desarrollo de la vida espiritual de los miembros individualmente y como grupo.
(3) Aprender a compartir su historia, su testimonio, con otros, viéndolo como
parte integral y relacionada con la historia del pueblo de Dios. Al compartir su
historia en forma verídica, anima a otros en su desarrollo espiritual.
(4) Desarrollar la habilidad de reflexionar sobre el significado de la fe, de las
creencias y de la autenticidad de sus expresiones diarias.
(5) Desarrollar la habilidad de relacionarse honesta y amablemente con otros,
de hablar la verdad en amor. Esto es un paso para construir confianza el uno en
el otro y así promover el crecimiento y la relación.
(6) Entender que su rol como creyente es de ser una ministra de Dios. En el
desarrollo espiritual, las puertas de servicio y ministerio se abren más y más, y
se expanden hacia horizontes nuevos de participación en el Reino de Dios.
(7) Analizar los factores sociales que militan en contra de la fe en nuestro
tiempo, reconocer su influencia nociva, y formular una posición concienzuda y
cristiana de cómo limitar su influencia, y manejarlos en forma cristiana.
(8) Desarrollar una tolerancia para las ambigüedades o incongruencias de la
vida. Una persona sin esta capacidad llega a estar cada vez más estancada en
su fe, llega a ser una persona rígida en la forma de afrontar las realidades de la
vida.
(9) Aprender a tener esperanza, y a regalarla a otras personas. Pedro en
tiempos de crisis, escribe de la esperanza viva para la cual hemos renacido
(vea 1 Ped. 1: 3).
Sí, mi fe se basa en una experiencia de conversión y va creciendo mientras voy
en mi peregrinaje con Dios, en el cual reconozco la ayuda que Dios me da: su
presencia activa, su Palabra, la oración, los dones espirituales y la comunidad
cristiana. Se responde frente a estos grandes regalos de nuestro Dios con las
señales del peregrino: sal, luz, levadura y un testigo auténtico.
Mi desarrollo espiritual es un reto grande; es tarea para toda la vida. Como
mujer cristiana con una relación íntima con mi Dios, voy creciendo de etapa en
etapa, consciente de la gracia de Dios que obra en mí. Soy especial para Dios,
y respondo en formas cada vez más auténticas de mi desarrollo como creyente
en él.

Actividades De Reflexión Y Aprendizaje


1. Escriba la historia de su peregrinaje espiritual. Puede incluir experiencias de
su niñez, y su juventud; su conversión, y su desarrollo desde este principio.
Analice dónde está ahora y su necesidad de crecimiento. ¿Necesita tomar una
decisión a la luz de este estudio y su reflexión?
2. Haga una lista de los valores principales de su vida. Póngalos en orden de
prioridad con los más importantes primero en la lista. ¿Cómo influyen estos
valores en su desarrollo espiritual?
3. Escoja un himno que expresa bien lo que usted siente en cuanto a su
desarrollo como creyente. Cántelo. Sería bueno aprenderlo de memoria para
así afirmar su desarrollo espiritual.

Preguntas para contestar a solas o en grupo


¿Qué significa para usted ser salva? ¿Hay alguna anécdota personal
que le ayuda a expresar lo que usted siente en cuanto a su experiencia
con el Señor?
¿Siente usted que se ha desarrollado espiritualmente en los últimos
tres meses? ¿Cómo?
¿Cómo le ayuda Cristo en su peregrinaje espiritual? Dé ejemplos
específicos.
¿Cuáles metas espirituales del capítulo le sirven más de estímulo para
su desarrollo cristiano? ¿Cómo puede usarlas como reto personal?
4. Como Persona Distinta Al Hombre
“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa larga-
mente a la de las piedras preciosas. Abre su boca con sabiduría, Y la
ley de clemencia está en su lengua. Se levantan sus hijos y la llaman
bienaventurada; Y su marido tam-bién la alaba.” — Prov. 31:10, 26,
28.
¿Quién es la mujer? ¿Quién es el hombre? ¿Cómo podemos entendernos
mejor? ¿Cómo podemos llegar a experimentar y realizar toda la potencialidad
que el Señor nos ha dado? ¿Cómo puedo llegar a ser la mujer que debo ser?
Como mujeres muchas veces hemos experimentado rechazo o marginación por
nuestra sociedad por el simple hecho de ser mujer. Citas dadas por las
Naciones Unidas durante la Década de la Mujer (1976-1985) indican que
mientras las mujeres son aproximadamente el cincuenta por ciento de la
población del mundo, ellas hacen dos tercios del trabajo, ganan una décima
parte de las ganancias obtenidas, y son dueñas de menos de un por ciento de la
propiedad total en el mundo. Al afrontar esta triste realidad de nuestro mundo
actual, a veces nos desanimamos. Cuántas veces la niña, y más adelante la
mujer dice o piensa: “Si yo fuera hombre”, porque muy pronto reconocemos
que hay diferencias de oportunidades, de prestigio, de posición social, de
responsabilidad y de realización. Según la personalidad de la mujer afectada su
respuesta a esta situación puede ser resignación, rebelión, creer que es neutral,
o sentirse privada, cosifícada o marginada (y muchas veces se siente
fuertemente culpable por estos pensamientos). Pero hay mujeres que
reflexionan seriamente sobre su vida y la de los demás y buscan su propia
humanización y la del hombre. Como mujeres cristianas ésta debe ser nuestra
respuesta y compromiso.
Hay que recordar que somos hechas a la imagen de Dios. Somos distintas al
hombre, pero no somos inferiores ni superiores a él. Es de suma importancia
que reconozcamos estas diferencias para que podamos llegar a ser todo lo que
Dios ha querido para nosotras.

La Mujer
Hay posiciones muy contradictorias en cuanto a la mujer en nuestro medio. En
el Día de la Madre parece ser la persona más idealizada y respetada de nuestro
mundo; pero cuando se habla de ocupar posiciones no tradicionales, se
escuchan voces que rechazan totalmente esta posibilidad, porque es mujer. Lo
más triste es que a veces son las mismas voces que toman estas dos posiciones
tan contradictorias.
En verdad, es difícil hablar del rol de la mujer sin exagerar de un lado o del
otro. Hay quienes insisten en que la mujer es inferior al hombre, su sierva, su
esclava. Hay otros que insisten en que la mujer es igual al hombre y así está en
competencia con él. Y hay los que insisten en que la mujer es superior al
hombre, en sentimientos, en habilidades, en potencialidad y así tiene que
reemplazarle en la vida pública y social.
Creo que estos acercamientos a la búsqueda de la identidad de la mujer son
totalmente equivocados. Se puede apreciar que hay razones para cada posición,
y como mujeres podemos entender las reacciones de las mujeres que han
tomado estas dos últimas posiciones, porque muchas veces nosotras hemos
vivido circunstancias en que hemos sido no solamente mal comprendidas, sino
oprimidas.
No es mi propósito resaltar esta toma de conciencia porque creo que la
mayoría de nosotras ya hemos experimentado estas realidades y somos
conscientes de esta situación, y si no nos hemos dado cuenta de esto creo que
es porque no queremos reconocerlo. Mi propósito es ayudarnos a reconocer
quiénes somos en verdad. Ya hemos resaltado anteriormente que la mujer es
un ser humano, hecho a la imagen de Dios. ¡Somos especiales!, tenemos un
valor grande, incalculable.
La lucha por la identidad femenina no es nueva en nuestra década; se
encuentra en la historia de muchos pueblos. En nuestra tradición judeocristiana
tenemos que reconocer que se desarrolló un fuerte prejuicio contra la mujer.
Por ejemplo, el Rabino Ben Sira en el libro apócrifo Eclesiástico dice: “De una
mujer vino el principio del pecado, y como raíz de ella, todos morimos”.
Cuando nació Jesús las normas estaban establecidas: la mujer estaba aislada,
no podía hablar en público, no podía valerse por sí misma; era inferior, era
posesión de su padre, de su esposo o de su hijo. El judío varón oraba dando
gracias a Dios en esta forma: “Oh Dios, te doy las gracias que no nací gentil, ni
esclavo, ni mujer.”
En este ambiente nació el Salvador; vino al mundo por medio del cuerpo de
una mujer sumisa a la dirección de Dios, una mujer que encontraba su destino,
su identidad por medio de esta experiencia de cumplir la voluntad de Dios.
Cuando Jesús empezó su ministerio veía que su papel era ministrar tanto a
mujeres como a hombres, y él liberó a las mujeres. El no fue limitado por las
normas de su día, ni por las leyes, ni por las costumbres y los prejuicios
aceptados por su sociedad. Él hablaba con las mujeres, las sanaba, las hacía
completas y les inspiraba a dar su vida en el servicio.
Luc. 8: 1-3 nos dice que a Jesús le seguían en el camino sus discípulos y
muchas mujeres que habían encontrado nueva vida en él. Nadie, ningún rabino,
tenía a mujeres en su séquito; ellas no podían estudiar, no podían opinar, no
podían ni hablar con un hombre. Pero los Evangelios resaltan la relación
especial de las mujeres con Jesús: Marta y María, Susana y Juana, entre otras.
No eran solamente amistades, eran sus discípulas, aprendían de él, y él las
consideraba dignas de compartir con él en el Reino, de aprender teología, de
saber de las nuevas realidades de la vida religiosa. (Lea Luc. 10:38-42 y
Juan. 11: 1-12:8). María tomó la posición de alumna cuando se sentó a los pies
del maestro para escucharle.
Así, hoy día nosotras debemos afirmar nuestro valor, nuestra identidad de
mujer por haber sido creadas a la imagen de Dios, con todo lo que esto
significa; y porque Cristo, el Salvador, nos ha liberado de los prejuicios y
normas esclavizantes, y nos ha dado vida eterna y abundante.
Acuérdese de las propias palabras de Jesús:
“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Así que, si el Hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan. 8:32, 36).
No hemos de volver a esclavizarnos con ideas ajenas a las de Cristo.

La Mujer, Diferente Al Hombre


La sicología se ha profundizado mucho en los estudios de las personas para
ayudarnos a entendernos mejor, pero hay estudios fundamentales de la
sicología que son muy limitantes para la mujer. Casi todos estos análisis son
basados en los estudios del hombre como tal, pero los resultados han sido
impuestos después como la norma para ambos sexos. Como consecuencia, los
valores que se consideran en el desarrollo de la persona son los valores del
hombre, y sus tareas de desarrollo se consideran normativas para las de la
mujer.
El famoso sicólogo Freud, quien tanto ha influido al mundo entero, proyecta a
la mujer como una persona inferior al hombre, una persona ansiosa y neurótica
por no ser como él. Además, enseña que en el desarrollo la mujer demuestra
menos sentido de justicia que el hombre; que no está tan dispuesta a afrontar
grandes exigencias de la vida; que ella es influida más a menudo en sus juicios
por sus sentimientos de afecto u hostilidad. Otros sicólogos y siquiatras de
gran influencia han seguido el mismo camino: la mujer es distinta del hombre,
parece que la mujer es menos que normal.
Hoy día se está estudiando más detalladamente a la mujer. Hay muchos libros
que se están publicando sobre la identidad de la mujer, su desarrollo, su
potencial, su vida en todos los aspectos. Un libro interesantísimo sobre la
mujer es En una Voz Diferente por Carol Gilligan, profesora de Educación de
la Universidad de Harvard. Gilligan, con muchos otros sicólogos y sociólogos
modernos, afirma que el hombre y la mujer sí son distintos, y que cada uno
tiene una perspectiva distinta. La mujer se orienta hacia la vida con su sentido
de su responsabilidad hacia las relaciones, especialmente en cuanto a las
relaciones personales de significado. Tiene un sentido continuo de adhesión,
de apego.
El hombre tiene otra orientación hacia la vida. es posicional, se orienta hacia
las circunstancias y sobre los derechos del individuo. Aun en las relaciones
sexuales las perspectivas son distintas. En una investigación hecha sobre las
diferencias en imaginación proyectiva entre los sexos, la fantasía del hombre
era orgullo, mientras para la mujer era cuidado.
En los estudios de la sicología de desarrollo enfatizan la importancia para el
adulto de desarrollar la autonomía, de separarse de sus padres, de ser una
persona auténtica, de desarrollar su individualidad y los derechos naturales del
ser humano. Estos son aspectos de enfoque masculino hacia la vida.
Hay una necesidad apremiante para enfatizar que la mujer encuentra su sentido
como persona en forma distinta: por medio de hacer y mantener afiliaciones y
relaciones. Toda la estructura síquica de la mujer se basa en su potencial para
una vida más afiliativa, más relacionada con la de otros. Ella rechaza, o quiere
rechazar la agresión como norma de la vida. Pero cuando la sociedad nos
enseña que la mujer tiene que ser como el hombre para ser normal, que tiene
que ser más agresiva, autónoma, posicional, empiezan sus problemas.
Psicológicamente está procurando ser lo que no es. Hay que llegar a valorar la
perspectiva de la mujer tanto como la del hombre. Entonces la libertad de
desarrollo de cada uno va a ser realizada. La vida va a tener más sentido; la
relación entre el hombre y la mujer va a ser mejor, más de acuerdo con el plan
original del Creador al hacernos distintos.
Déjeme hacer un paréntesis en este momento. La mujer que tanta
responsabilfdad siente hacia los demás, muchas veces no siente ninguna
responsabilidad hacia sí misma. Si ella piensa en sus propias necesidades, ella
y los demás la denominan egoísta; si piensa en su supervivencia o en cuidarse
a sí misma, inmediatamente se autocondena por pensar en sí misma. Hemos
sido programadas desde nuestro nacimiento que el rol de la mujer es de
autosacrificarse en todo. Pero hay que reconocer que si no somos responsables
y cuidadosas de nosotras mismas no podremos relacionarnos bien con otros.
Hemos de amarnos, apartar tiempo para nosotras mismas, cuidarnos y
ayudarnos. Si hacemos esto tendremos algo de valor que compartir con otros;
una base firme para relacionarnos con ellos.
En el año 1848 hubo un congreso de mujeres en el estado de Nueva York en
los Estados Unidos, donde iban a considerar la condición social, civil y
religiosa de la mujer, y sus derechos en estos campos. Una de las asistentes,
Elizabeth Cody Stanton, enardecida por las restricciones a las mujeres, dijo a
un reportero allí:
“Póngalo en letras mayúsculas: el autodesarrollo es una
responsabilidad mayor que el autosacrificio. La cosa que más retiene y
milita contra el autodesarrollo de la mujer es el autosacrificio.”
El autosacrificio sin un fuerte sentido de propósito debilitará a la mujer, y
probablemente esclavizará a las personas por las cuales se sacrifica.
Debemos reconocer que la mujer tiene la responsabilidad de considerarse a sí
misma tanto como se considera a los demás. La doctora Jean Miller,
sicoanalista y especialista en cuanto a los problemas de la mujer, dice que hay
que tener una nueva sicología de mujeres y que ésta tendrá que empezar desde
un punto distinto, desde su propio desarrollo. Esta sicología tiene que basarse
en los siguientes conceptos:
(1) La mujer tiene una base distinta del hombre; ella queda con,
construye encima de, y se desarrolla en el contexto de adhesión y
afiliación con otros.
(2) El sentido de identidad de la mujer se organiza alrededor de las
relaciones y afiliaciones, en su habilidad de hacerlas, y después, en su
habilidad de mantenerlas.
(3) Para las mujeres la amenaza del rompimiento de una afiliación es
percibida no solamente como una pérdida de relación, sino como una
pérdida total de su ser.
Sin duda alguna ésta es una voz nueva que pide la estructura de una sicología
de la mujer centrada en la posibilidad de un acercamiento distinto, y más
significante a la vida y a su propia manera de funcionar; una sicología en la
cual la afiliación es tan apreciada, o más que el sentido de autonomía e
individualización.
Para llegar a ser la mujer especial que podemos ser, hemos de entender mejor
cómo somos y cuáles son los enfoques sicológicos de nuestra vida. Un estudio
así daría la posibilidad de formular verdaderamente una sicología desde la
perspectiva de la mujer, y de su vida diaria como adulta.

La Mujer Y El Hombre: Seres Humanos Y Compañeros


En su libro, Identidad, la doctora Rut Tiffany Barnhouse, una siquiatra
cristiana y profesora en un seminario, dice que es difícil para la mujer
encontrar su identidad porque tenemos identidades estereotipadas de la mujer y
del hombre. Estas son muy limitantes y hasta dañinas para el hombre y la
mujer. No somos todos iguales, y cuando procuramos que todos seamos
iguales se producen vidas traumatizadas. Hay muchos factores que entran en
nuestra identidad: sexo, edad, madurez, salud física, ocupación, religión,
educación, clase social, relaciones familiares, estabilidad emocional y mental,
inteligencia, nacionalidad, cultura y temperamento, entre otros. Factores
sicológicos como ser introvertido o extrovertido, lógico o sentimental, intuitivo
o práctico son básicos en la formación de la identidad de la persona.
Los hombres y las mujeres son distintos en su orientación y su actuación, y
cada hombre y cada mujer son distintos de los demás también. Es una tragedia
para la relación entre las personas cuando procuramos hacer que cada una
quepa dentro de una idea preconcebida o estereotipada. El hombre tiende a
mirar los problemas morales en forma más analítica: divide el problema en
partes y entonces escoge la parte más precisa o correcta según sus criterios. La
mujer tiende a mirar la totalidad del problema, incluyendo las relaciones
involucradas, y esto hace más difícil que tome una decisión. El hombre es más
orientado a metas; la mujer a situaciones y relaciones. Así la voz de ambos
sexos debe ser oída, porque hacen falta las dos perspectivas para una
orientación más equilibrada y sana.
Para el bien de la humanidad tiene que haber respeto mutuo entre el hombre y
la mujer: deben aprender a reconocer y apreciar las diferencias en sus
perspectivas; deben aprender a reconocer y a cultivar las cosas similares en su
humanidad compartida. Como seres humanos tienen metas mutuas, aunque
como hombre y mujer pueden diferenciarse entre sí drásticamente en la forma
de acercarse a estas metas.
Deben aprender a no dejar que estas diferencias sean una fuente de contensión
entre ellos, pero a apreciar la plenitud de su complementariedad. En esta forma
los hombres y las mujeres pueden hacer juntos más que la suma de lo que
podrían hacer separados.
La mujer que se conoce bien a sí misma, y está consciente y sanamente
orgullosa de sus dones específicos, sabiendo cómo y cuándo debe usarlos para
el bien de todos en la relación, está en posición de ser efectiva en cambiar el
desequilibrio femenino y masculino en todos los aspectos de la vida. La mujer
debe tener confianza en sí misma y en la validez de su interpretación de la
vida, de cómo la ve, y cómo la interpreta. Debe saber presentar y defender su
interpretación y sus decisiones con una firmeza acertada, basada en su propio
desarrollo como mujer hecha a la imagen de Dios. En este momento, y
solamente entonces, será posible la liberación de la totalidad de la humanidad,
porque en verdad el hombre no estará libre hasta que la mujer también sea
libre.
Tanto el feminismo, en que se ha procurado poner al hombre en una posición
de desigualdad y de desprecio, como aquellas personas que han visto al
hombre como un enemigo, son equivocados. Tanto lo uno como lo otro
produce una situación lamentable. Hay que resaltar lo que tenemos en común;
hay que ser aliados, compañeros en nuestra común búsqueda de nuestra
humanización. Tanto el hombre como la mujer son compañeros en este
peregrinaje.
La mujer es especial; es distinta al hombre. Encuentra una significancia
personal mayor cuando se da cuenta que Dios la ha hecho así; y también que es
el plan de su Creador que encuentre con el hombre esta relación especial que
les permite resaltar las cualidades especiales de cada uno, en aprecio y respeto
mutuos. Es entonces que pueden llegar a ser coherederos del plan de Dios para
su creación.
¡Soy mujer! ¡Soy especial! en mi relación con el hombre. Traigo a las
relaciones mi perspectiva especial, la de la importancia de relacionarme con
los demás. Cuando uso esta perspectiva, soy fiel a mí misma, fiel a mi
compañero, y fiel al plan de Dios para mi vida. En este momento Dios puede
bendecir mi vida y mis relaciones, no solamente en mi propia experiencia, sino
también en las vidas de todas las personas con quienes me relaciono.

Actividades De Reflexión Y Aprendizaje


1. Describa cómo usted y un hombre (esposo, padre, hijo, etc.) resolverían una
crisis en su familia. Anote las diferencias entre su forma de acción con la del
hombre. ¿Qué siente en cuanto a esta situación? ¿Hay tanto valor en la forma
en que usted la resuelve como la forma en que el hombre lo hace?
2. ¿Por qué cree usted que Dios hizo distintos al hombre y a la mujer?
Explique cómo nuestras diferencias nos pueden unir y dar más significado a
nuestras vidas.
3. Haga un estudio bíblico del valor de la persona como individuo, usando
Luc. 19: 2-10 o Juan 9. Resalte el concepto de la persona en cuanto a sí misma
y en cuanto a sus relaciones antes y después de su encuentro con Cristo. ¿Nota
usted un progreso en el aprecio que la persona tiene de sí misma después de
tener su vida cambiada por Cristo? ¿Cómo puede aplicar esta situación y estas
enseñanzas a su vida como mujer cristiana?

Preguntas para contestar a solas o en grupo:


¿Qué significa ser mujer?
¿Le gusta ser mujer, o prefería ser hombre? ¿Por qué?
¿Qué podemos hacer para promover el compañerismo entre el hombre
y la mujer? ¿Está dispuesta a hacerlo?
¿Qué ve usted en la vida de Cristo que resalta el valor de los hombres
y las mujeres como tales?
5. Como Esposa
“El (Jesús)… dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio,
varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y
madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no
son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo
separe el hombre.” — Mat. 19: 4-6.
Como hemos visto ser una mujer es ser especial. Cuando la mujer sabe quién
es y cómo desarrollar su identidad en forma sabia, y el hombre reconoce quién
es y cómo desarrollar su identidad adecuadamente, y los dos buscan la
satisfacción y la realización mutuas, hay un gran potencial para ser felices.
Desgraciadamente aun en nuestras iglesias no nos han preparado para esta vida
de mutualidad, de amor, de entrega, de significado. La iglesia es el lugar más
propicio para aprender estas verdades, porque vienen del plan de Dios para su
creación, el hombre y la mujer. Al leer estas páginas y reflexionar sobre ellas
debe experimentar un nuevo aprecio para estas verdades; debe llegar a sentir
que: ¡Soy Mujer! ¡Soy Especial! Soy una persona buscando mi identidad como
ser humano, queriendo relacionarme en amor y respeto con los demás.
En el capítulo anterior hemos pensado en las diferencias que hay entre la mujer
y el hombre, diferencias efectuadas y diseñadas por nuestro Padre celestial,
diferencias que acentúan la posibilidad de mutualidad, de reciprocidad, de
felicidad. Ahora queremos pensar en lo que la Biblia nos enseña en cuanto a la
mujer como esposa.

La Mujer, Ayuda Idónea (Gén. 2:18, 20, 23)


En el capítulo 2 de Génesis vemos el desarrollo de la creación en una forma
muy personal, con Dios involucrándose muy íntimamente con el desarrollo de
su creación, especialmente con la raza humana. En contraste con la
majestuosidad de Génesis 1, vemos a Dios solícito en cuanto a la vida de
Adán, moldeándole de la tierra, dándole el aliento de vida, poniéndole en el
huerto, buscándole una ayuda idónea, dándole responsabilidades y límites.
Este pasaje habla de la unidad del hombre y la mujer, de su compañerismo, su
relación mutua, y su reciprocidad.
Escuchemos las palabras inmortales de Dios: “No es bueno que el hombre esté
solo; le haré ayuda idónea para él” (Gén. 2:18). Las palabras ayuda idónea en
el hebreo significan un ayudante que le corresponda, o un ayudante que está
delante de él. Hay una relación mutua, una gran afinidad; tienen una tarea
mutua que cumplir: eliminar la soledad el uno del otro, de trabajar juntos
labrando y cuidando el huerto, y de ser compañero el uno del otro en todos los
aspectos de la vida.
Cuando Dios trae la mujer a Adán éste la recibe con entusiasmo y alegría:
“Esta sí que es” son las palabras felices del hombre. Hay una unión especial
entre los dos, son formados de un mismo cuerpo (huesos y carne). La felicidad
de Adán tiene que haber sido correspondida por la mujer. ¡Qué bueno era estar
juntos, hablar, compartir ideas, tener esperanzas mutuas, amar!
Tanto el hombre como la mujer son ayuda idónea el uno del otro. Esta
habilidad de ayudar al otro no se debe considerar como muestra de debilidad ni
de inferioridad. La Biblia frecuentemente habla de Dios como nuestra ayuda o
ayudador. Cuando somos ayuda idónea, ayudamos desde lo que somos, no
solamente desde nuestras fuerzas, sino también desde nuestras debilidades, y
desde nuestra perspectiva especial. Uno ayuda al amado con la totalidad de lo
que es. No podemos separar la ayuda que damos de nuestra identidad como
hombre y mujer. Cuando nos negamos a ayudar al otro desde nuestra
perspectiva especial como hombre o mujer pecamos, y llegamos a ser menos
de lo que Dios quiso para nosotros desde su creación.
Aunque nunca debemos dejar a un lado la importancia de nuestra necesidad
mutua de ser ayuda idónea, o sea tanto el hombre como la mujer de ser la
ayuda precisa que el otro necesita, queremos mirar cómo podríamos, las
mujeres-esposas, llegar a ser ayudas idóneas. Quisiera considerar con ustedes
tres ideas que amplían este concepto.

1. La Mujer Virtuosa. Prov. 31:10-31.


Muchos de los proverbios hablan de la mujer, algunos en forma positiva otros
muestran el concepto tan bajo que tenía de la mujer el pueblo hebreo en esta
época cuando fueron compilados. No hace falta llamar su atención a estos
pasajes negativos en este momento, solamente reconocer que la mujer judía, y
nosotras por consecuencia, hemos sido influidas por estas consideraciones
negativas que fueran tomadas como normas.
El judío tradicional leía a su esposa este pasaje de Prov. 31:10-31 el viernes en
la noche, o sea al principio del shabat, el día sagrado cuando toda la familia se
juntaba en reverencia para recordar su historia, para afirmar su identidad como
pueblo del pacto, y su responsabilidad ante Dios y la comunidad. ¿Puede usted
pensar en el impacto de haber escuchado este pasaje leído cincuenta y dos
veces al año, como metas de identidad y de actividad para ser la mujer que
todo buen judío quisiera tener? ¡Cuando pienso en esta realidad no me
sorprende mucho lo que ha alcanzado la familia judía! Lea este pasaje y verá el
impacto que le da como meta para su vida como mujer/esposa.
Este pasaje es un acróstico; su forma ayudó al hebreo a recordarlo con más
facilidad, y a la vez mostraba el esfuerzo del poeta o el escritor de tocar la
totalidad del tema considerado, la mujer virtuosa.
Utilizando entonces, este pasaje como un comentario modelo sobre la mujer
como ayuda idónea, podríamos resaltar las distintas cualidades de esta mujer:
• Confiable (v. 11). Ella es una buena ama de casa; sabe manejar bien el
dinero, no lo malgasta. Me gusta pensar, también, que su esposo puede tener
confianza en ella en cuanto a todo: sus actividades, sus pensamientos, su
lealtad como madre, esposa, ciudadana y en cuanto a los ideales de la vida. En
todo su esposo puede estar confiado en ella.
• Considerada (v. 12). “Le da bien y no mal todos los días de su vida.”
Sabemos que frecuentemente esto no es la realidad en los matrimonios, sino
“le da mal y no bien”, actitudes y acciones que salen del resentimiento.
Cuando conocemos bien a otra persona tenemos la capacidad de maltratarla, de
destruir su personalidad porque sabemos cuáles son sus puntos débiles; en
lugar de ayudarle, le podemos hacer mal. La mujer virtuosa no reacciona así,
es considerada, “le da bien y no mal”.
• Trabajadora (vv. 13 sigs.). Parece que esta cualidad se destaca en este
pasaje. En verdad la mujer judía es una mujer que sabe trabajar, pero parece
que esta mujer trabaja demasiado: “con voluntad trabaja con sus manos”, “se
levanta aun de noche” para trabajar, “planta una viña”, se viste para trabajar
con más facilidad, “su lámpara no se apaga de noche”, aplica sus manos a la
rueca, hace tapices y telas, entre sus muchas otras actividades.
En verdad, me cansa leerlo. Sin embargo, creo que muchas mujeres cristianas
y judías piensan que “así es la vida”. La mujer virtuosa es muy trabajadora, es
casi más grande que la vida en su fuerza física y su habilidad de producir, de
trabajar. Si no fuera por las otras cualidades tan humanas de esta mujer,
podríamos pensar que no era más que una trabajadora constante, una esclava.
A veces la gente piensa que el trabajo fue un castigo de Dios; no lo es. El había
dado la responsabilidad de labrar y guardar el huerto desde el principio. No
obstante, debemos reconocer que el trabajo forzado y sobrecargado puede
amargar y debilitar a la persona. Debemos tener cuidado en las demandas que
hacemos al cónyuge (hombre o mujer) para que haga lo imposible para uno.
Cada uno debe trabajar y descansar en medidas sanas.
• Comparte con otros (v. 20). Teniendo una buena situación económica y un
hogar bien cuidado y fundado, ella extiende su mano al necesitado. Es
compasiva, es humilde, no tiene la actitud de muchos; “¡Si ellos trabajaran
como yo!...” Ella cumple las demandar de su pacto con Dios de cuidar de las
personas necesitadas de la comunidad.
• No tiene miedo del futuro (v. 21). O sea, no está paralizada por el miedo del
porvenir. Ella sabe que está constantemente preparándose para cualquier
eventualidad, y no es presa del miedo. No piensa en todo lo negativo que
puede ocurrir en la vida de uno; si vienen malos tiempos (la nieve, por
ejemplo) ya ha hecho provisión de antemano y sabrá afrontarla.
• Enseña con sabiduría y clemencia (v. 26). No es una persona rígida en su
responsabilidad con sus hijos y con su esposo. Es sabia, pero es a la vez
tolerante y clemente. Como resultado sus hijos, su esposo, y aun los ancianos
que se reúnen en las puertas del pueblo la alaban por lo que es. ¡Qué buena
ayuda sería tener una persona que sabe hablar en forma sabia y clemente!
• Virtuosa (vv. 10, 25 y 30). Las virtudes arriba estipuladas son evidentes en
todo el pasaje, “su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”.
“Fuerza y honor son su vestidura”, o sea sus cualidades sobresalientes, y su
“temor a Jehová”, su relación positiva con él, será como la corona que asegura
y culmina su virtuosidad.
¿Qué tal le parece la mujer virtuosa? Un buen ejemplo de lo que el judío
consideraba como la ayuda idónea, y un buen ejemplo para nosotras.

2. El amor: “un camino aun más excelente” (1 Cor. 12:31-


13:13).
La segunda idea que me gustaría resaltar para la mujer, ayuda idónea, es el
amor. Es interesante que en el pasaje de Proverbios no habla del amor. No
quiere decir que el amor no es importante. El amor físico era importante para
el judío y es expresado hermosamente en el Cantar de los Cantares donde alaba
esta relación de felicidad y compañerismo. Es un buen libro para leer juntos
los esposos para ayudarles a responder a esta parte importante de su vida
matrimonial.
Hay tres grandes capítulos de la Biblia que hablan del amor: Oseas 11;
1 Corintios 13 y 1 Juan 4. Léalos cuidadosamente para recibir sus enseñanzas
y como un estímulo para usted y su esposo en su búsqueda y realización
mutuas de lo que es el amor según la Biblia.
¿Cómo puedo ser una ayuda idónea por medio de un amor sano y significante
para mi marido? Hay cualidades del amor que se encuentran en estos tres
capítulos que deben ser incorporadas en nuestra vida. Voy a limitarme
solamente a llamarle la atención a las cualidades descritas por Pablo en
1 Cor. 13: 4-7. (DHH):
Tener amor es:
• saber soportar
• ser bondadoso
• no tener envidia
• no ser presumido
• no ser orgulloso
• no ser grosero
• no ser egoísta
• no enojarse
• no guardar rencor
• no alegrarse de las injusticias
• alegrarse de la verdad
• sufrirlo todo
• creerlo todo
• esperarlo todo
• soportarlo todo
Un buen ejercicio para crecer en el amor es calificarse en cada una de estas
características, entonces poner como metas para desarrollo las cualidades más
débiles en esta calificación. Tomándolas una tras una cada semana y
esforzándose para mejorar cada una, creceremos en el amor, “el camino más
excelente”.
Este pasaje nos ayuda a considerar las características del amor verdadero, de
reconocer que sin el amor no somos nada, como Pablo resalta en los primeros
tres versículos de este pasaje. Reconociendo la dificultad de cumplir este
pasaje en nuestra vida, me gustaría llamarles la atención al pasaje de 1 Juan 4:
Dios es amor, y el amor viene de Dios. El nos ayuda a crecer en el amor, a ser
más amorosos, a saber amar, tanto a los hombres como a las mujeres.
El famoso psiquiatra Eric Fromm, en su libro El Arte de Amar, da dos
enseñanzas que me parecen muy relevantes a nuestro estudio. El dice que el
que ama conoce, respeta, cuida de y siente responsabilidad por el amado.
Poniéndolo en forma negativa dice que donde no se conoce, donde no se
respeta, donde no se cuida, donde no se siente responsabilidad para la persona,
allí no hay amor.
A la vez él dice que cuando uno ama a otro, busca la felicidad y el crecimiento
y el desarrollo de la otra persona. Cuando amo a mi esposo busco su felicidad,
pero también su desarrollo como hombre, como ser humano. Al amarme a mí,
él también busca mi felicidad y mi crecimiento y desarrollo como mujer, como
ser humano.
Me parece que estos dos conceptos son imprescindibles para llegar a ser una
ayuda idónea, una persona que ama.

3. La verdadera ayuda idónea.


A veces pensamos que ser ayuda idónea significa ser esclava del hombre, ser
su protectora, una madre que le protege de todas sus fallas, que perpetúa su
falta de responsabilidad. Hacer esto es un mal uso, un uso no sano de nuestra
capacidad de cuidar a otra persona; en esta forma no permitimos que el hombre
crezca en su propia responsabilidad como ser humano. Muchas mujeres pasan
toda la vida protegiendo el ego del hombre, cubriendo sus faltas, escondiendo
sus debilidades, haciendo que él se vea bien. Esto es una falta de magnitud,
porque da un sentido irreal de la vida. El hombre cree que alguien va a tapar
sus huequitos toda la vida, su madre, su esposa, la empleada, la secretaria, la
hija. Es un círculo vicioso en que todos son limitados, todos son menos que
humanos. Sin embargo, hay muchas mujeres que lo hacen todas sus vidas. Si
uno va a ser ayuda idónea para otro, va a ayudarle de tal forma que esta
persona pueda ser quien es, pueda crecer y pueda ser responsable de sus actos.
Ser ayuda idónea es un acto humanizante y amante.

Una Sola Carne (Gén. 2:24)


El escritor de Génesis tiene un concepto bueno de lo que significa salir de su
soledad, unirse con otra persona y ser una misma carne. Claro está, esto se
refiere a la relación sexual: debe ser una relación que unifica, que significa
compañerismo después de la soledad. Debe haber un sentido de compañerismo
que resalte la idea de que el acto sexual es un acto simbólico de la relación en
todas las esferas de la vida, de las maneras en que los dos encuentran
significado y compañerismo en las distintas áreas de sus vivencias
compartidas.
Pero ser una sola carne significa más que lo físico, significa más que el acto
sexual. Significa llegar a ser un matrimonio, llegar a tener una identidad
matrimonial, ser los Pérez, llegar a ser un nosotros. En verdad este nosotros es
más que la suma de las dos partes, es más que yo y tú, porque la relación
misma empieza a darle un significado adicional; llegan a ser una misma carne.
Es fácil entender la importancia de este esfuerzo para llegar a ser una misma
carne. Si las dos partes de esta misma relación no están de acuerdo, si hay una
lucha constante entre sí, si no hay comprensión y una disponibilidad para
esforzarse en trabajar juntos, difícilmente van a llegar a ser un nosotros. Tiene
que haber esta disponibilidad, este deseo, este constante esfuerzo, antes del
matrimonio y después. Llegar a ser una sola carne no se logra en un día, es
tarea de toda la vida. Es un proceso que debe demandar nuestra atención y
dedicación constantes.
Hay personas que piensan que una sola carne es simplemente una manera de
aniquilar la personalidad de una de las dos personas, y naturalmente va a ser la
de la mujer, puesto que es la persona de segunda importancia. Esto no es
bíblico en ningún sentido. La Biblia resalta el valor de la persona, que ha sido
hecha a la imagen de Dios. Las dos personas se unen para formar una sola
carne; no puede ser una cosa forzada, o fingida. Es una entrega, un deseo, la
disposición de parte de ambos de hacer el esfuerzo de hacer un nosotros.
La sicología moderna nos ayuda a entender la importancia de mantener un
equilibrio entre el sentido de unidad de la pareja, y el sentido de ser un
individuo. Para llevar una vida equilibrada y sana uno necesita ser un
individuo bien definido, saber quién es y cómo debe desarrollar su vida. A la
vez, tiene que ser una persona que puede relacionarse con otros, y quiere
hacerlo. Probablemente el problema número uno en el matrimonio es no haber
resuelto la necesidad de mantener este equilibrio sano entre el sentido de
unidad de la pareja, y el sentido de su individualidad. Ser una sola carne no
significa acabar con la individualidad de la persona; significa un equilibrio
sano entre ser un nosotros y ser a la vez individuos.
Algunas mujeres sienten que no pueden desarrollar los dones o capacidades
que Dios mismo les ha dado, porque van a tener problemas con su esposo por
hacer algo que él no hace o hacerlo mejor que él. Cuántas mujeres no han
desarrollado sus dones pensando que sería ir en contra del plan de Dios. ¡Cuan
equivocadas están! ¡Cómo han limitado las bendiciones de Dios para sí
mismas, para sus familias, para su iglesia y aun para la sociedad entera a causa
de su renuencia equivocada!
Ser una misma carne es sentirse unidos en cuerpo y alma, en interés y en
esfuerzo; en la construcción compartida de la relación y del significado de ser
un nosotros; pero no es y jamás debe ser la aniquilación de una u otra de las
dos personas. Cada una de las dos personas debe encontrar que su
personalidad, su propio ser, se realiza más en el matrimonio. Ser una misma
carne debe producir un sentido de realización para los dos. Cada persona es
esencial para esta realidad; cada una piensa, se expresa, es parte integral de la
totalidad. Sin la otra persona uno no está completo en la relación que los dos
han escogido.
Hay que reconocer que muchas veces las mujeres no hemos sentido que esto es
la verdad. Hemos sentido que hemos de sacrificarnos por completo, de dejar de
ser lo que somos para ser lo que el esposo es, de complacerle a él, aunque
nunca tengamos el pensamiento de lo que nos complace a nosotros, o si lo
tenemos, nos sentimos culpables porque somos nosotras quienes debemos
llevar este rol de servir y de ayudar a los demás, no ellos a nosotras. ¡Esto no
es bíblico! Tanto el hombre como la mujer tienen que sacrificarse, tienen que
darse, tienen que expresarse, tienen que hacer demandas, tienen que conceder
para construir la relación especial del matrimonio. Ser una misma carne es
tarea compartida de toda una vida.
Sin duda alguna el hecho de decir: “por eso el hombre dejará a su padre y a su
madre” resalta este aspecto de la unidad y del compañerismo y de la fuerte
atracción del amor. Para el hombre y para la mujer su compañerismo y su
nueva unidad son aún más importantes que los lazos filiales que eran tan
importantes para el mismo judío. Ser una misma carne es tarea compartida de
toda una vida.

Sométase El Uno Al Otro (Ef. 5:21)


Cuando empezamos a leer la Biblia en forma legalista, sin sentido de la
libertad con que Cristo nos ha libertado, volvemos a esclavizarnos, y tenemos
problemas relacionales. Pablo mismo enfrentaba esta clase de problemas en las
jóvenes iglesias del primer siglo. Podemos ver esto especialmente en las cartas
a los Corintios donde resaltan algunas enseñanzas que hablan específicamente
a esta ciudad donde tantos problemas morales había.
En verdad, uno debe mirar la Carta Magna de Pablo en Gál. 3:28 para ver la
idea culminante de la fe.
“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni
mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.”
Yo he escogido la carta a los Efesios para el tercer énfasis que quiero dar en
cuanto a la relación matrimonial: “Someteos unos a otros en reverencia a
Cristo” (Ef. 5:21 NVI) Pablo está hablando de la unión de la iglesia, la unión
que debe existir entre los creyentes. En distintos pasajes, él usa tres figuras
para la iglesia: el cuerpo, con Cristo a la cabeza; el templo, con Cristo como la
piedra principal; y el matrimonio con Cristo como esposo (el pasaje
considerado aquí).
Este pasaje, juntamente con Colosenses 3 y 1 Pedro 3 se llaman los Códigos
Domésticos, en los cuales uno ve una tremenda influencia rabínica, o sea las
costumbres y los prejuicios de una sociedad que había esclavizado a las
mujeres. A la vez, se ve un esfuerzo tremendo de los líderes de la iglesia para
evitar cualquier conducta entre los creyentes que podría causarles problemas
con la población ajena, y así traer una persecución abierta que podría terminar
a la joven iglesia. Así demanda de la sujeción de la mujer aquí.
Quiero enfatizar que no encontramos ninguna norma así en los labios de
Cristo, ni en las prácticas que se ven en los primeros años de la iglesia según el
libro de Hechos. Aun las cartas de Pablo muestran cómo él enviaba saludos a
sus colaboradores tanto mujeres como hombres. Así, para mí, tomar estos
pasajes, los códigos domésticos, como normas para la mujer creyente es un
paso equivocado, esclavizante, y contra la misma enseñanza de Cristo quien
nos ha hecho libres. Cristo no da este tipo de jerarquía para acercarse a Dios; él
se ofrece a todos, hombres y mujeres, como el camino al Padre. El ejemplo de
Cristo, por palabra y hecho, es de ser un siervo para ofrecernos a todos el
camino a la vida, una vida abundante y eterna.
Lea con cuidado la carta a los Efesios 4. 5, y 6, donde Pablo resalta la idea
básica de la nueva vida en Cristo. Cada sección empieza con una enseñanza
básica seguida por una explicación del principio. Se leen así: (Ef. 4: 1) “que
andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados”; (Ef. 4:17)
“que ya no andéis como los otros gentiles”. (Ef. 5: 1, 2) “Sed imitadores de
Dios, y andad en amor”. (Ef. 5:21) “Someteos unos a otros en el temor de
Dios” y (Ef. 6:10) “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza”.
Cuántas veces hemos escuchado las enseñanzas de que la mujer debe estar
sujeta al esposo, y que el hombre debe amar a su mujer, pero muy poco se
habla de este versículo clave para la relación en el matrimonio (Ef. 5:21) que a
mi parecer es lo más acertado de lo que se enseña en cuanto al matrimonio: un
someterse mutuo, una disposición a limitarse por el amor y respeto que el uno
siente hacia el otro y hacia el Señor.
Uno debe reconocer que el mismo Pablo vivía en un mundo limitante en el
sentido que él experimentaba en carne propia la crítica de muchas personas
dentro y fuera de la iglesia. Uno de los problemas grandes de la iglesia
primitiva era el mal uso de su libertad en Cristo. Había excesos en los cultos y
libertinaje en la vida de muchas personas. Así, sus cartas muestran
progresivamente más normas, más restricciones, más demanda de orden y de
reglas controlantes. El gran crecimiento de la iglesia y la libertad que disfrutó
durante los primeros veinte años después de la vida de Cristo fue cortada,
limitada, tergiversada, y usted y yo estamos sufriendo aun hoy día las
consecuencias.
Someterse el uno al otro por reverencia a Cristo jamás puede ser una norma
impuesta legalmente. Tiene que ser algo que es escogido voluntariamente por
la persona que quiere andar en las pisadas de su Señor. Creo firmemente que
esta clase de búsqueda para el bien mutuo, esta disposición a aceptar los
límites personales para el desarrollo mutuo, este amor y respeto mutuos que
promueve el sentido de pertenencia a un nosotros, va a producir una relación
firme y duradera, una que traerá felicidad y crecimiento a cada cónyuge.
Creo que los tres conceptos bíblicos que hemos presentado son básicos para
entender el rol de la mujer como esposa: la ayuda idónea, una sola carne, y
someteos el uno al otro por reverenda a Cristo. Hemos afirmado que tanto el
hombre como la mujer se van a beneficiar de una relación así. Acuérdese que
los dos somos distintos y llevamos distintas maneras de ser al matrimonio,
distintas perspectivas, distintos deseos, distintas habilidades, pero lo
maravilloso es que los dos podemos obrar en bien de la relación.
El matrimonio es la institución establecida por Dios que me ofrece la relación
más significativa en la vida: una vida que permite el desarrollo máximo de mi
individualidad, de quién soy como mujer cristiana, dotada con dones,
capacidades y responsabilidades; y de mi necesidad de unidad y compañerismo
con mí esposo en forma creciente y significante. ¡Que estas enseñanzas sean de
valor para ayudarnos a vivir como mujeres especiales en nuestra relación con
nuestros esposos!

Actividades De Reflexión Y Aprendizaje


1. Haga un yo recuerdo bosquejo/diario de su noviazgo, anotando los eventos
más importantes que les llevaron al matrimonio. ¿Qué siente al recordarlo? ¿Le
trae nueva esperanza y entusiasmo para su matrimonio?
2. Una de las tareas que cada adulto debe cumplir es expresar su gratitud por
su vida: a Dios, a sus padres y a otras personas de significado en su vida.
Reflexione sobre su vida y las cosas por las cuales debe dar gracias. Haga una
lista de estas personas y las cosas por las cuales debe agradecerles. Mantenga
su lista a la mano para ir agregando las cosas que le vienen a la mente, Busque
oportunidades a diario para expresar su gratitud a las personas.
¿Qué tal le parece hacer el esfuerzo de ser una persona agradecida? Vale la
pena hacerlo; podría cambiar su vida.
3. Tome cuatro de las bienaventuranzas (Mat. 5: 3-12) para meditar acerca de
las cualidades mencionadas. La palabra bienaventurada quiere decir, felicidad
o felices. Escriba un párrafo de cómo cada cualidad escogida podría hacer más
feliz su matrimonio. ¿Hay decisiones que debe tomar como resultado de este
estudio y reflexión?
4. Comparta con su esposo el resultado de su reflexión sobre el matrimonio, su
papel como esposa y lo que piensa en cuanto a su relación como cónyuges.
Escuche atentamente las reacciones de su esposo, y tomen decisiones juntos
para mejorar su matrimonio.

Preguntas para contestar a solas en grupo:


Anote cinco maneras por las cuales usted puede ser una ayuda idónea a
su esposo, y cinco maneras por las cuales él puede ser una ayuda
idónea para usted. ¿Tiene tanta validez la segunda lista como la
primera? ¿Por qué?
¿Cuáles son las características esenciales para llegar a ser una misma
carne?
¿Qué es la cosa que más le molesta de la idea de someterse a otra
persona? ¿Qué es la cosa que más le gusta de la idea de someterse?
6. Cuando La Relación Se Tambalea
“Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no
sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra
firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de ¡a
eternidad. Amén.” — 2 Ped. 3:17, 18.
Muchas mujeres son muy románticas y muy tradicionalistas en cuanto a sus
ideas del matrimonio: “se casaron y fueron felices” o “se casaron y vivieron
felices”. Suena tan bonito, tan ideal, precisamente lo que la mujer leal a su
formación sicológica y espiritual desea para su vida. Pero cuando llegan los
primeros conflictos y las dificultades relacionales en el matrimonio ella no
sabe cómo manejarlas. Se culpa a sí misma, las oculta de la familia, y muchas
veces de su cónyuge y de sí misma. Así las tensiones crecen y la relación se
tambalea.
Se encuentran hoy día otras mujeres tal vez más sofisticadas en cuanto al
mundo y las relaciones entre hombres y mujeres, que se acercan a la relación
del matrimonio con la actitud de “si no me resulta, podemos separarnos o
divorciarnos. No hay que vivir una vida de martirio como he visto a mi madre
o a otra mujer llevar”.
Ni el primero ni el segundo son acercamientos al matrimonio sanos, ni pueden
producir la felicidad y el desarrollo de cada cónyuge y de la relación en sí. En
este capítulo vamos a buscar maneras más sanas de actuar frente a los
problemas del matrimonio, cuando se tambalea la relación. Pero antes
consideremos algunas de las causas y sus manifestaciones.

Dificultades En La Relación
No es fácil vivir juntos, procurar llegar a ser una misma carne, formar y
construir la relación íntima entre los cónyuges. Pronto se presentan roces
pequeños que pueden ser síntomas de dificultades más profundas. De todos
modos, si no son atendidos van a crecer y causar división, amargura,
resentimientos y finalmente el fracaso del matrimonio.
El matrimonio en sí es la unión de dos personas, pero los problemas y
dificultades causan una desunión, o una separación. En lugar de ser una ayuda
idónea al otro, son estorbos, y dificultan la unión. En lugar de ser una misma
carne, los dos destacan y desarrollan sus diferencias. En lugar de someterse el
uno al otro por reverencia a Dios, cada uno busca lo suyo, y hay egoísmo
desenfrenado.
Tal vez la dificultad más mencionada en matrimonios que se tambalean es la
incompatibilidad de caracteres. La incompatibilidad es la incapacidad de
existir juntos en armonía, es cuando las dos personas son contrarias u opuestas
en carácter, son discordantes entre sí en su relación. No hay duda de que esta
situación existe en muchos matrimonios; estas dos personas que pensaban en el
noviazgo que habían encontrado la persona ideal, ahora no puede entenderla.
Hay causas conscientes e inconscientes para esta triste realidad, y vale la pena
todo esfuerzo para resolverlas.
Una de las causas de la desunión es el egoísmo. El matrimonio feliz y estable
requiere que las dos personas luchen a diario para eliminar sus tendencias
egoístas, la tendencia de considerarse solamente a sí misma, de no pensar en
las necesidades ni en los intereses de la otra persona, sino solamente en los de
él mismo. Esta actitud es muy diferente de la actitud sana de individualidad
que hemos explicado. El egoísmo se ve cuando la persona solamente piensa en
sí, considerando a los demás solamente como instrumentos para gratificarse él;
ve a los demás como personas sin valor e importancia frente a sus deseos
personales desenfrenados.
Hay cónyuges que procuran minar el concepto sano que su compañero/a tiene
de sí mismo; constantemente usan el sarcasmo, causándole que dude de su
valor y distorsionando el significado de su vida personal y en común. Esta
forma de crueldad hace que la persona dude de sí misma y quede confundida
en cuanto a su rol como persona y como cónyuge.
Otra causa de desunión es tomar por sentado a la otra persona, es la costumbre
de pensar que siempre está alli, que se puede contar con ella en cualquier
momento, pase lo que pase. Esta actitud es la antítesis de la confianza de que
hablamos en el capítulo anterior. Tratar a otra persona como de costumbre es
muy deshumanizante; es no tomar a uno en cuenta; es estar tan acostumbrado
a que uno está que ni se consideran importantes sus actitudes, sus deseos, sus
posibilidades. Tal actitud quita el valor individual de la persona, y se le asigna
el valor despersonalizado de un mueble u otra cosa, tal vez preferido, pero
muchas veces olvidado.
Otra causa de la desunión es el silencio; un silencio que penetra y destruye
toda la relación. El silencio constante entre los cónyuges es signo de que algo
anda mal. La comunicación es básica en la relación; el silencio continuo
demuestra que ya no hay una relación. El silencio puede manifestarse en
muchas formas; falta de palabras, falta de actividades, falta de participación en
la vida común. Ya no se habla de cosas privadas sino periféricas. Ya no
participan juntos en actividades significantes, sino participan de las que
carecen de significado.
Otro problema son las dificultades sexuales. Estas son causas de división entre
los cónyuges, pero también los problemas de desacuerdo y desunión en el
matrimonio producen problemas sexuales. En nuestra época cuando hay tanto
énfasis publicitario sobre el sexo, es muy fácil ser influido por este enfoque
muchas veces equivocado, masificado, hedonista.
Las relaciones sexuales deben ser un símbolo de unión total, no solamente una
expresión física del amor que sienten los cónyuges el uno por el otro. Una
actitud sana y abierta de parte de cada cónyuge es de suprema importancia para
que haya más posibilidad de satisfacción entre los dos y para cada uno. Vale la
pena el esfuerzo honesto y sensible de expresar sus sentimientos en cuanto a su
relación con su esposo, y que él haga lo mismo con usted.
Un problema serio para muchos matrimonios es la interferencia de terceros.
Pueden ser familiares de los cónyuges; muchas veces la madre de uno de los
dos. Pero también pueden ser los amigos/as de antaño. El matrimonio no anula
estas relaciones, pero éstas deben ocupar un lugar distinto al que ocupaban
antes del matrimonio. Ahora la primera relación interfiere con ésta, hay que
trabajar seriamente para resolver el conflicto, afirmando la importancia
primaria del matrimonio.
Pero la tercera persona puede ser un amigo/a del sexo opuesto, una amenaza
para la estabilidad del matrimonio. Puede ser una persona amigo/a en el
trabajo, el estudio, el deporte o la iglesia, que poco a poco empieza a asumir el
rol de compañero/a. Empieza con una sincera amistad, pero frecuentemente
termina con infidelidad.
Este problema es aún más complicado en nuestros días. En la vida
contemporánea, la televisión y el cine, la infidelidad es tomada como cosa
natural, común y corriente. Hay una actitud permisiva, de inevitabilidad en
cuanto a estas situaciones. Todo es presentado como algo tan atractivo y
esencial para la realización de uno. Esta posición anímica tan persuasiva crea
problemas superiores para el matrimonio. Hay que esforzarse para mantenerse
fiel al cónyuge en pensamiento, en actitud y en acción.
Los problemas económicos demandan esfuerzo de parte de cada cónyuge y de
todos los miembros de la familia. En los tiempos de inflación tan pronunciada
en nuestros pueblos, necesitamos estar muy de acuerdo en cuanto al
presupuesto de la familia, y cómo afrontar mejor la realidad económica.
En muchas familias es necesario que ambos cónyuges trabajen, pero hay que
estar de acuerdo en cuanto a cómo van a utilizar el dinero ganado por los dos.
Debe ser considerado como fuente común entre los dos para mantener el
presupuesto funcionando. Si hay sólo una entrada en la familia, este sueldo
también es dinero que gana la familia. Muchas veces la mujer, ama de casa, es
relegada a ser persona sin sentido de identidad porque ella no gana un sueldo.
Para algunas mujeres la única forma que tienen de tener un poco de dinero para
sus propias necesidades o gastos es tomarlo de su diario. Esta situación es muy
triste para toda la familia porque promueve la manipulación, el engaño y otros
procesos inadecuados para sobrevivirla.
Tal vez el problema mayor y más difícil para solucionar son las actitudes
conscientes e inconscientes en cuanto a roles, relaciones, valores y
experiencias. Todos llegan al matrimonio con ciertas ideas preconcebidas, con
una escala de valores ya definida. Muchas veces éstas son diferentes entre los
dos cónyuges. Deben haberse hablado y considerado estas cosas antes del
matrimonio. Pero frecuentemente no se mencionan en forma abierta durante el
período del noviazgo. Estas diferencias pueden causar gran desunión entre la
familia, manifestándose en desconfianza, rencor, inseguridad y otras actitudes
negativas. Más adelante cuando el nivel de tolerancia a la frustración llegue a
su máxima capacidad, se convierte en agresividad y violencia, y la persona se
retira emocional y/o físicamente de la situación.
En su libro La Mujer en Su Etapa de Media Vida, Jim y Sally Conway
mencionan las tres A’s mortales en el capítulo sobre el matrimonio estancado;
éstas son atareado, agresivo y aburrido. Cuántas veces se ven estas tres
características en los matrimonios, no solamente en los de mediana edad, sino
en todas las etapas del matrimonio. Tal vez estas tres A’s están relacionadas
entre sí. Cuando la esposa está más atareada es más agresiva, y esto causa otra
A, el alejamiento que conduce al aburrimiento y la apatía hacia la persona. Son
muy peligrosas estas actitudes, producen cada vez más una relación que se
tambalea y cae.
Otra causa para la desunión entre los cónyuges es su deseo de ser felices.
Cuántas veces se escucha decir, “no me hace feliz”. En verdad, esto es
imposible, nadie puede hacer a otro feliz; puede promover su felicidad, puede
crear un clima emocional que permita que sea feliz, pero la persona misma
decide ser feliz o no. La felicidad es un gran don, pero no depende solamente
de la relación con otra persona.
Muchas otras dificultades se presentan en la relación del matrimonio, algunas
son variaciones de las que se han mencionado, y otras son distintas. Sean
cuales sean, deben ser consideradas como problemas para el matrimonio, y los
dos cónyuges deben comprometerse a buscar maneras de resolverlos. El
matrimonio feliz no es el matrimonio sin problemas, sino el que puede
afrontarlos con visión y esperanza, y con una firme dedicación y compromiso a
la relación y al cónyuge.

Confrontaciones Dolorosas
Todas las dificultades que hemos mencionado hasta ahora son causas del dolor
en el matrimonio, pero la separación produce un dolor especial, uno que
requiere la atención especial de cada cónyuge, de sus amigos y de otras
personas de significado. Muchas veces los factores que han producido la
separación han sido pequeños al principio, cosas casi insignificantes, pero que
crecieron y crecieron y llegaron a ser tan grandes que causaron un gran
impacto, y la separación llegó a ser una realidad.
La separación puede ser temporal, o puede llegar a ser una separación final, o
aun el divorcio, pero siempre es triste y dolorosa, porque el matrimonio es para
unión, no desunión. Sin embargo, hay que reconocer que hay matrimonios que
no funcionan, y que jamás van a funcionar. O sea, hay matrimonios que no son
uniones, son relaciones en las cuales los dos cónyuges no tienen la capacidad
de esforzarse para lograr una unión, o no quieren utilizar esta capacidad para
resolver el conflicto. La separación o el divorcio frente a estas condiciones no
debe ser causa de derrota para la persona involucrada, sino debe ser un reto
para reconocer las causas de esta situación, tomar decisiones de cambios
personales para reconstruir su vida bajo la dirección constante de Dios.
Hay muchas causas para estas confrontaciones dolorosas, muchas ya las hemos
mencionado. Cuando aumentan las confrontaciones tienden a producir la
separación en alguna forma y hay algunas confrontaciones que agravan más
rápidamente la relación.
La primera es la falta de compromiso en el matrimonio. Este es un problema
que ha crecido en la actualidad. No creo que antes la gente entrara al
matrimonio pensando: “si no funciona, puedo divorciarme o hacer otro
arreglo”. Pero hoy día es común. En los países latinoamericanos donde el
matrimonio católico, indisoluble, ha sido la norma, tradicionalmente hemos
visto muchas separaciones, muchos matrimonios que no han funcionado, pero
por regla general no había el pensamiento del divorcio, o una separación final.
Muchas veces uno veía a la esposa dejada por su marido, pero esperando su
regreso, y tarde o temprano solía ocurrir. No hay duda de que estas
circunstancias causaban gran dolor a la familia y a cada miembro de ella, pero
había una fe constante en el matrimonio como institución.
Desgraciadamente hoy día hay menos compromiso y fe en el matrimonio como
tal. Para que el matrimonio dure y tenga significado especial para cada
cónyuge, hay que tener un alto grado de compromiso en la relación, y una
disponibilidad para conservarla y hacerla más significativa para cada uno.
Siempre hay stresses y tensiones que ocurren en el matrimonio, y hay que
hacer un esfuerzo especial para que el matrimonio pueda afrontarlas y
sobrevivirlas. Este compromiso, esta creencia firme en la relación es un factor
imprescindible para enfrentar adecuadamente estas tensiones.
Otra actitud que trae consecuencias funestas para el matrimonio es creer que el
propósito del matrimonio es dar un hogar a los niños. Cuántas familias que
creen así están constantemente en pleito, o en tregua (en verdad, en guerra fría)
y deja a todos indecisos e infelices.
Los hijos son importantes, y es importante proveerles un hogar unido y
significante, pero la base de la relación son los esposos. Ellos forman la base
principal de la familia, es su relación la que debe mantenerse y desarrollarse.
Cuando esta relación es buena brota espontánea y sinceramente el deseo de
tener una buena familia para sus hijos. Cuando los esposos sienten que sus
hijos son una carga, o que su responsabilidad es de aguantar por los niños, el
matrimonio y la familia van a sufrir grandemente.
Hay una situación triste que existe en algunos matrimonios entre creyentes.
Cuando se tambalea la relación, piensan que “todo saldrá bien porque somos
cristianos”; no se esfuerzan para solucionar los problemas entre sí, porque
creen que se van a solucionar solitos como consecuencia de su relación con
Dios. Muchas veces uno de los cónyuges, o posiblemente los dos, culpa al otro
por su falta de fe, por su pecado, o por su inhabilidad de seguir el plan de
Dios. Otras personas toman sobre sí una gran carga de culpabilidad que les
quita el gozo de su salvación.
En ninguna parte de la Biblia el Señor nos promete que todas las relaciones
nos van a salir bien, ni que no debemos esforzarnos para resolver los
problemas que se nos presentan. Lo maravilloso es saber que tenemos el poder
y la dirección de nuestro Dios en nuestro matrimonio y nuestra familia. El nos
ayuda en todas las situaciones en que nos encontramos, pero hay que reconocer
el problema y sus causas, buscar la ayuda precisa, y colaborar con el Señor en
las soluciones indicadas.
Jesús nos orienta en cuanto a la actitud que debemos tener en el matrimonio
cuando enseña sobre el mandamiento no matarás; no excusa a la persona que
dice: No he matado a nadie, sino que va más allá al corazón del problema, y
habla de la ira y de las palabras que salen a flote cuando la persona está airada.
Hay que asumir un rol activo en resolver el problema.
Jesús da tanta importancia a este problema de relaciones que indica que uno
debe aun interrumpir el momento sagrado en el culto, dejando allí su ofrenda, e
ir a buscar a la persona ofendida para reconciliarse con ella. Después debe
regresar para presentar la ofrenda a Dios. Si este es el camino indicado por
Jesús en cuanto a las relaciones en la comunidad, cuánto más es necesario en
las relaciones en la comunidad de la familia. (Vea Mat. 5:21-26.)
Muchas familias cristianas están confrontando grandes problemas en sus
relaciones, pero puesto que piensan “esto no nos puede pasar a nosotros”, o
“todo saldrá bien”, no hacen el esfuerzo para resolverlos. Tarde o temprano el
matrimonio se deshace, y las dolorosas heridas y la perplejidad quedan para el
resto de sus vidas.
Otro problema que produce serias dificultades en el matrimonio es el resultado
de las tensiones acumuladas y la falta de una forma adecuada para enfrentarlas.
La tolerancia a la frustración llega a su clímax, y la persona explota diciendo
cosas que hieren a su cónyuge, muchas veces insultándose el uno al otro. La
causa de esta triste situación es que la persona no sabe cómo enfrentar las
diferencias que tiene con su cónyuge, y aguanta y aguanta hasta que explota; o
la persona cree que el cristiano no debe expresar su enojo o su disgusto en
cuanto a una situación. Lo oculta hasta que ya no puede más, y como resultado
de su alto nivel de frustración dice cosas que agravan la situación, llevándoles
hacia una separación física y emocional.
El divorcio se conoce más y más hoy día, y sin duda vamos a verlo más entre
matrimonios cristianos y no cristianos. A pesar de ser más común, no debe
olvidarse nunca que cuando se destruye la relación toda la familia sufre. Como
mujeres cristianas que quieren mantener y mejorar la relación de la familia,
hay que buscar medios de solución, y posteriormente medios de crecimiento
mutuo en el matrimonio. La tarea es grande para cada persona, pero la
presencia y ayuda de Cristo son seguras. Consideremos ahora algunas otras
ayudas para cuando la relación se tambalea.

Soluciones Posibles
La mujer, como hemos visto antes, es orientada sicológica y espiritualmente
hacia las relaciones; cuando éstas se destruyen, o aun se tambalean, la mujer
sufre tremendamente. Así vale la pena todo el esfuerzo que se puede hacer para
construir bases firmes y evitar que las relaciones se destruyan definitivamente.
Sin duda alguna, la cosa más importante para que la relación dure y que tenga
significado es que se prepare adecuadamente para el matrimonio.
¿Cómo sería esta preparación? Me parece que debe ser una preparación desde
la niñez, que incluya la formación integral de la persona, sus valores, sus
actitudes, sus habilidades para ser comprensiva, tolerante, positiva, realista y
esperanzada. La persona debe formar en el proceso de su desarrollo criterios
para el matrimonio, para su propio rol y el de su cónyuge. Estos entonces
deben ser sus criterios para seleccionar a su cónyuge, con el cual debe estar de
acuerdo en cuanto al matrimonio y su significado para él. Esta base debe ser un
punto de referencia constante para el matrimonio, dando así estabilidad cuando
se presenten las dificultades y permitiendo una visión y compromiso más allá
del problema actual.
Otro elemento importante para reafirmar el matrimonio es la comprensión.
Claro que sí, tiene que ser mutua. En su excelente libro Armonía Conyugal el
siquiatra cristiano suizo. Paul Tournier, enfatiza la necesidad que tiene la
pareja de esforzarse para comprenderse; hay que desear la comprensión, y hay
que esforzarse continuamente para comprenderse. Sin embargo, en lugar de
permitir que cada uno sea quien y como es, se escuchan las tristes palabras:
“¡NO le puedo comprender!” Estas palabras indican que la persona no está
dispuesta a reconocer que su cónyuge es distinto de él, que piensa y actúa en
formas distintas. Para comprenderse hay que esforzarse continuamente, hay
que amarse, y hay que traer sus vidas juntamente bajo el señorío de Jesucristo.
La comprensión se basa en la aceptación incondicional de la otra persona, y la
disposición y el deseo para lograrla.
Hay que estar dispuestos a identificar correctamente las causas del conflicto.
Esto puede ser un paso sumamente doloroso, pero es esencial para resolver el
problema. Muchas veces uno identifica una acción específica como la causa,
cuando en realidad es el síntoma de un problema más grande. La identificación
debida no solamente trata las causas del conflicto, sino también tiene que ver
con los sentimientos de las personas en cuanto al problema bajo consideración.
Puede ser que para un cónyuge un problema es grande con implicaciones
extensas, pero para el otro tiene poca importancia. Este análisis es
imprescindible para resolver un conflicto.
A veces uno o los dos cónyuges piensan que sus ideas o sentimientos son
insignificantes o indebidos frente a la complejidad de la situación y no quieren
causar más problemas, y se mantienen silenciosos; o piensa que la otra persona
es tan buena y que uno es malo/a pensando así. Hay que evitar esta posición, y
a pesar de que uno se ha callado durante años, hay que ser honesto/a consigo
mismo/a y con el cónyuge. Siempre la admonición de Pablo en Efesios debe
guiarnos en estas relaciones,
“... siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la
cabeza, esto es, Cristo... para ir edificándose en amor” (Ef. 4:15, 16c).
La confrontación basada en la verdad más el amor da crecimiento y
edificación.
La tensión de la vida diaria, y del matrimonio se combinan en una condición
de stress (tensión) que puede complicar grandemente la relación del
matrimonio. Hay que aprender maneras para reducir la tensión, incluyendo
ejercicios para relajarse, formas de reducir la tensión y formas adecuadas de
dar una nueva dirección positiva a la tensión y la actitud negativa que tiene.
Dar rienda suelta a la tensión causa dolor y heridas a veces irreparables.
Cuando se nota que la tensión en el hogar está aumentando, debe buscar algo
que la reduzca. Por ejemplo, si ha estado trabajando exclusivamente en algo,
hay que cambiar el ritmo de la actividad, salir para dar una caminata, ir de
compras, practicar un deporte, y otra cosa activa. Si ha estado en trabajos
serios por mucho tiempo, sería muy bueno hacer algo más ligero y divertido.
Esta clase de equilibrio emocional de los dos extremos: solitario/gregario;
serio/espontáneo; cauteloso/arriesgado; negativo/ positivo, ayudará
grandemente a reducir el nivel de tensión en el matrimonio. Vale la pena
probarlo y llegar a practicarlo en su vida diaria.
La enseñanza bíblica de quitar y poner en la vida cristiana es muy aplicable a
la relación matrimonial. Hay que eliminar algunas características, actitudes y
acciones que son negativas y destructivas, y reponerlas con otras que sean
positivas y que promuevan la construcción de la relación. Cada cónyuge sabrá
de ciertas cosas que necesitan estas acciones, pero si le cuesta articularlas,
busque las listas en Col. 3: 5-17 para estimular su sensibilidad a su propia
necesidad de cambio.
Una ayuda grande para resolver las dificultades que pueden producirse es
mantener su relación y su matrimonio al día; no permitiendo que pequeñas
dificultades y/o tensiones crezcan. Debe resolverlas cuando sean pequeñas, y
no esperar que pasen porque muchas veces no pasan, sino que crecen hasta
llegar a ser conflictos mayores. El consejero cristiano Howard Clinebell hace
la sugerencia de que cada semana la pareja debe tener un tiempo específico
para hablar y para desahogarse juntos. Así pueden atender las irritaciones
menores y cualquier otra dificultad antes de que crezcan.
La solución que busquen a estas situaciones de conflicto debe ser una que sea
una integración factible de las dos posiciones. Cuando hay el deseo de salirse
con la suya va a producir una polarización inevitable que va a causar aún más
dificultad. La idea de que uno gana y el otro pierde es fatal para una relación.
David Augsburger, profesor de consejería pastoral y autor de ¿Diferencias
Personales? Enfréntelas con Amor, da énfasis a este aspecto del conflicto
interpersonal. La mutualidad en el matrimonio tiene que tener precedencia
sobre la idea más limitada de salirse con la suya o de yo gano, tú pierdes. Sin
duda esta idea es posible solamente cuando el amor reina en la relación y da
fuerza de voluntad a los cónyuges para buscar así mejorar su situación actual.
¡Vale la pena tomar esta actitud como un reto constante!
En el conflicto matrimonial cada persona es responsable por sus ideas,
pensamientos, actitudes, y tiene que estar dispuesta a buscar las formas
necesarias para resolver el conflicto. Una comunicación abierta y honesta es
esencial para resolver las tensiones y construir la relación. Hay personas que se
jactan de ser muy honestas, pero usan la honestidad para controlar e intimidar
a otros, no para mejorar la relación. La honestidad debe ser motivada por el
amor y la consideración mutuos, y en esta forma los dos cónyuges van a crecer
en amor y aprecio mutuos. Acuérdese de que hemos mencionado ya que
cuando una persona ama a otra busca su felicidad y crecimiento. Contrario a lo
que muchos creen, es necesario enfrentar el matrimonio con amor para que la
relación crezca en forma adecuada.
Si quiere tener más paz y calma en sus relaciones familiares o matrimoniales
debe empezar dando gracias a Dios por la persona que él le ha dado y por lo
que esta persona significa para usted. Pensando en su cónyuge, reflexione
sobre:
1. La experiencia más feliz que ha tenido con él/ella.
2. El tiempo cuando se sintió más cerca a su cónyuge.
3. Las maneras en que su vida ha mejorado a causa de él/ella.
4. Las cosas que su cónyuge le ha enseñado.
Después de reflexionar sobre estas experiencias, y dando gracias a Dios por lo
que significa para usted su cónyuge, vayase a él/ella y dígale las razones por
las cuales está agradecido/a por él/ella. Sea específico. Dígale específicamente
cómo se sentía en estos momentos más significativos de su relación. Sea
preciso cuando explique lo que ha aprendido de él/ella y describa las cosas más
significantes que él/ella hace para usted. Gócense juntos de estos momentos de
honestidad y amor.
Otra ayuda grande para el matrimonio es saber perdonarse mutuamente. Hay
cosas grandes y pequeñas que puedan ocurrir entre los cónyuges. Es muy triste
cuando en lugar de perdonar y olvidar, se mantiene una lista de ofensas, y en
cualquier momento crítico se pone a recordarlas y acusar al otro. El perdón
tiene que ser completo. Tenemos que aprender a perdonar siguiendo el ejemplo
divino, un perdón que borra el recuerdo, que resalta la relación, haciéndola
más significante cada día.
La relación puede tambalearse aun en un matrimonio estable. Así vale la pena
considerar estas posibles maneras para solucionar los problemas. No se debe
criticar desmedidamente por las dificultades que se experimentan, sino que hay
que buscar las causas de los problemas y las formas de solucionarlos. Dios
bendecirá a cada persona en este sincero esfuerzo por mejorar su matrimonio y
en la búsqueda de una relación más sana y significante.

Actividades De Reflexión Y Aprendizaje


1. Apunte tres problemas que ha tenido en su matrimonio, indicando la causa
y/o eventos que precipitaron el problema; cómo lo manejó, qué siente en
cuanto al problema ahora; qué hubiera hecho en forma distinta para resolverlo
mejor. ¿Hay algo que puede hacer ahora para ayudar a resolver ese problema?
2. Escriba un párrafo en cuanto a sus creencias en cuanto al matrimonio.
Procure reflexionar en forma realista sobre esta relación, dando varios días a
esta consideración y búsqueda de sus creencias más acertadas. Sería muy
bueno compartirlo con su esposo y reflexionar con él sobre sus creencias en
cuanto a su relación. Sería aún mejor que los dos hicieran este ejercicio y
después de compartir sus creencias abiertamente el uno con el otro, hacer un
credo del matrimonio juntos.
3. Haga un estudio de Mat. 7:24-27, pensando en la formación del matrimonio
y las condiciones que pueden causar dificultades para la relación. Mencione
algunas de estas dificultades que ha experimentado, indicando cómo les ha
afectado. ¿Qué significan para usted y su matrimonio las palabras de Jesús:
“Cualquiera pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un
hombre prudente”?
4. ¿Que consejo puede dar a una persona cuyo matrimonio está
tambaleándose? ¿Las ideas mencionadas en este capítulo le ayudan a responder
más acertadamente?
Preguntas para contestar a solas o en grupo:
Defina el matrimonio, la separación y el divorcio. ¿Cuál es la relación
básica de Dios con una persona en cada una de estas situaciones?
Haga una lista de problemas que pueden presentarse en un matrimonio,
incluyendo actitudes y acciones. Después procure calificar a cada uno
en cuanto a su efecto para la relación desde el más grave al menos
grave.
¿Qué puede hacerse a diario para mantener la relación del matrimonio
en forma más significante? ¿Qué puede hacer cuando se tambalea la
relación?
7. Como Madre
“Doy gracias a Dios… de que sin cesar me acuerdo de ti en mis
oraciones noche y día… trayendo a la memoria la fe no fingida que hay
en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y
estoy seguro que en ti también.” — 2 Tim. 1: 3, 5.
Es el plan de Dios que cada individuo tenga su familia como el centro de su
formación y actuación en la vida. El Sal. 68: 6 nos da el concepto de los
hebreos en cuanto a esta institución tan importante para ellos y para nosotros:
“Dios hace habitar en familia a los desamparados.” El llamamiento de Dios a
Abraham resalta el significado de la persona y la familia, “serán benditas en ti
todas las familias de la tierra” (Gén. 12: 3).
Otra evidencia de la importancia de la familia para Dios es que él escogió a
una familia para ser el contexto natural para su Hijo unigénito, y la Biblia nos
dice que en esta familia “Jesús crecía en sabiduría, en estatura, y en gracia para
con Dios y los hombres” (Luc. 2:52). Dios fundó la familia, reconociendo que
la soledad y el aislamiento no eran lo que necesitaba su creación. Necesitaba
comunicación, relación y pertenencia. Así, para lograr este fin, la familia ha
llegado a ser la institución básica de la sociedad.
Hoy día la familia tiene muchos problemas; la sociedad confronta cambios tan
rápidos y bruscos que las instituciones quedan tambaleándose. Lo que ayer se
valoraba, ya carece de significado para muchos. Hay valores nuevos, muchas
veces extraños a las personas que no los han confrontado antes. Miremos a la
familia para resaltar nuestro papel como mujer/madre en ella.

¿Que Es La Familia?
Alguien ha dicho que la familia es un “sistema social pequeño en el cual los
individuos están relacionados por razón de su afecto y lealtad recíprocos, y en
el cual se forma una relación que dura por años o décadas. Los miembros
entran por nacimiento, adopción o matrimonio, y salen solamente por la
muerte”. En verdad, esta es una definición básica y buena. Podríamos agregar
a esta definición que la familia en todas sus variantes es el producto del
propósito creativo de Dios, y responde a la necesidad de las personas de vivir
en comunidad. Aunque en cada familia hay el germen del plan de Dios, por
distorsionado que sea, esta relación de comunidad es viable solamente cuando
las familias expresan el propósito creativo de Dios.
1. Conceptos Básicos en Cuanto a la Familia.
Es más y más difícil definir la familia porque todas son diferentes. Sin
embargo, vamos a dar algunos conceptos que puedan ayudarnos a tener una
definición funcional para nuestro estudio y reflexión.
(1) La familia es un sistema social permanente. Aun cuando una persona esté
distanciada de la familia, no quiere decir que la relación está terminada.
(2) La familia mantiene esta relación por lazos de afecto más que por lazos de
productividad o ejecutación de un papel especial. El amor mutuo es esencial
para la formación de cada uno.
(3) Cada miembro de la familia tiene necesidades especiales que buscan su
satisfacción. La familia como célula básica debe suplir en gran manera las
siguientes necesidades de sus miembros:
• Necesidades de seguridad o supervivencia. Estas necesidades tienen que ser
suplidas antes de que la persona pueda preocuparse por otras necesidades de
desarrollo.
• Necesidades de desarrollo humano: intelectuales, emocionales, físicas y
espirituales.
• Necesidades personales psicosociales:
de ser valorada como persona
de ser amada y cuidada
de ser aceptada tal como es
de tener la seguridad de que los lazos de afecto familiar son
permamentes.
Se debe comunicar a cada miembro de la familia que no hay nada que pueda
hacer para perder los lazos de afecto en la familia. El poeta Robert Frost dijo
que “el hogar es el sitio que cuando uno tiene que ir allí, ellos tienen que
recibirle”. Esto es un concepto fundamental; uno puede ser decepcionado,
herido o entristecido por la situación, pero es mi hijo, es mi padre y allí resalta
el significado de esta relación. Aun cuando se rompen las relaciones, el afecto
sigue, aunque puede ser negado. Jesús demuestra este aspecto de las relaciones
familiares en la parábola que llamamos el hijo pródigo en las palabras sentidas
del padre amante:
“Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano
era muerto, y ha revivido; se había perdido y es hallado” (Luc. 15:32).
Esto sí es ser miembro de una familia.
(4) Es más importante suplir las necesidades de desarrollo que mantener un
estado continuo de equilibrio en la familia. Al establecer el nuevo equilibrio,
ésta llega a ser el contexto para suplir las necesidades básicas de la persona. En
esta forma se puede apreciar que la relación familiar es constante y cambiante.
Solamente la familia que se da cuenta de su necesidad constante de cambio y
adaptabilidad va a poder crecer y proveer la base de vida que cada persona
necesita.
(5) La falta de suplir o satisfacer las necesidades de desarrollo de un miembro
de la familia se ve en síntomas de desadaptación de la persona. Cuando esto
ocurre la familia debe preguntarse:
• ¿En cuál etapa del proceso de desarrollo está esta persona ahora?
• ¿Cómo está la familia facilitando el proceso del desarrollo de esta
persona?
Basándose en esta realidad la familia puede encontrar la clave de la
desadaptación y ayudar a la persona a cumplir las tareas de desarrollo
esenciales en esta etapa de la vida.
Así podemos apreciar que la familia es la fuente y el recurso del desarrollo de
cada miembro de ella para llegar a ser una persona, la persona que Dios ha
ideado. No hay núcleo social con una responsabilidad más alta que la familia,
ni uno que tenga mayores posibilidades para hacer bien o para hacer mal. La
familia debe esforzarse para buscar los caminos y las relaciones más sanos
para llevar a cabo su papel como tal.

2. Creencias Teológicas Básicas de la Familia


Los creyentes deben orientar su interpretación de la familia no solamente en
los conceptos que hemos mencionado anteriormente, sino también en sus
creencias teológicas en cuanto a la familia. Cada creyente tiene su propia
teología, aunque no se ha dado cuenta de ello. La mujer cristiana debe tener en
claro los conceptos bíblicos de la familia y sus creencias teológicas en cuanto a
ella.
(1) Dios creó a la familia:
• para proveer la forma más íntima de compañerismo y amor, dándole
la atracción y fuerza formativas de la sexualidad;
• para proveer una relación en que los niños pudieran nacer y ser
criados con seguridad y estabilidad;
• para proveer un núcleo donde cada miembro de la familia pudiera ser
protegido y cuidado.
(2) La persona desarrolla su identidad básica en la familia, y también
desarrolla allí la imagen de Dios en sí misma, aunque ésta pueda ser
distorsionada.
(3) La familia es el contexto en que la persona se forma y donde se desarrolla
su escala de valores.
(4) La familia es la cuna de la teología de la persona, es allí donde encuentra
las raíces de su concepto de Dios.
(5) Las dos dinámicas sicosociales de la familia son la fuerza hacia la unidad y
la fuerza hacia la individualidad. Estas dos fuerzas deben mantenerse en
equilibrio. O sea, estas dos fuerzas deben existir en la familia pero cada una
funcionando en forma sana.
(6) La evidencia de que una familia está cumpliendo el propósito creativo de
Dios se ve en su disponibilidad y capacidad para sostener la autodiferenciación
de sus miembros.
La familia sigue siendo la institución de mayor importancia en el desarrollo de
la persona, en su identidad como tal, y en la enseñanza básica de los conceptos
teológicos que gobiernan su vida. La familia es un gran regalo de Dios para
ayudarnos a llevar vidas más significantes durante todo nuestro tiempo que
estemos en la tierra.

El Rol De La Mujer En La Familia


En casi toda la literatura sobre la familia resalta el rol de la madre. En verdad,
la mujer, por este rol único, tiene la posibilidad de influir más que nadie en la
vida de cada miembro. La mujer como madre forma en su cuerpo la nueva
criatura, la cría y la encamina en la vida. Como hemos visto anteriormente es
la mujer la que siente mayormente la importancia de las relaciones entre cada
persona, y se esfuerza para mantenerlas.
A pesar de lo que hemos escuchado en el Día de la Madre, sabemos que la
madre puede ser la influencia negativa más fuerte en la vida de las personas.
En un libro sobre la mujer, Eugenia Price cuenta que de unas 250 entrevistas
que hizo con hombres y mujeres para demostrar el poder transformador de
Jesucristo en una vida mal encaminada, 212 de los entrevistados habían sido
maldecidos o bendecidos por una mujer. Desgraciadamente más a menudo era
la maldición que la bendición.
No es solamente la mujer, tipo dominante, la que influye negativamente en la
vida de sus hijos o de otros familiares. A menudo es la llorona, la que se
compadece excesivamente de sí misma, la enfermiza, la tímida, o la neurótica
que tiene la influencia más grande en la vida de sus familiares. Es una
influencia negativa, que queda grabada para toda la vida. Así la influencia de
la mujer es un poder potencialmente peligroso, o edificante.
¿Cómo usamos nuestro poder como madre? Una de las necesidades más
grandes de la persona es llegar a ser un individuo, una persona distinta de los
demás. Para lograr esto uno tiene que saber diferenciarse de los demás.
La madre, más que el padre, tiene la tendencia a fusionar su relación con su
hijo o su hija. Cuanto más funciona desde una perspectiva emocional, más
probabilidad hay de una fusión con otra persona.
Cada individuo tiene la capacidad de funcionar intelectual y emocionalmente.
Estas dos capacidades deben mantenerse separadas en su función particular,
pero debe haber una armonía entre sí. Si estas capacidades se mantienen
separadas pero armónicas, uno tiene la oportunidad de controlarlas, y de
escoger entre las dos, buscando la función más apropiada en cada situación. Si
estas dos maneras de funcionar son unidas, la persona es controlada en
cualquier situación por las emociones. Ya no tiene el poder de escoger entre
estas dos, va a funcionar emocionalmente. Este hecho trae consecuencias
funestas a todas las personas involucradas.
Esto no quiere decir que las emociones son malas, sino que no deben controlar
la vida. La persona sana tiene emociones y sentimientos, estos informan su
pensamiento y conducta, pero no los controlan. Aún impresionada por las
emociones la persona bien equilibrada puede tomarlas en cuenta y dar una
dirección racional a su vida.
Cuanto más ansiedad tiene la persona, más probabilidad hay de una fusión con
otra persona. Esta fusión se manifiesta en la falta de diferenciación o
individualidad entre las dos personas. La persona no actúa libremente, sino es
controlada, manipulada y usada. El resultado es traumático para toda la
familia.
Si nos damos cuenta de que estamos controlando a miembros de nuestra
familia; que funcionamos controladas por las emociones; que tenemos
problemas con los miembros de la familia tanto en dependencia o en una
ruptura de la relación; si vemos que no hay individualidad o autodiferenciación
en nuestro hogar, ¡alto! Hagamos un análisis serio. Busquemos ayuda para
promover relaciones más sanas. Estudios sicológicos actuales de familias que
tienen estos problemas indican que estos males pasan de generación en
generación; si hay fusión y relaciones malsanas en una familia, se pasan a los
hijos, y ellos a los suyos, y así sucesivamente. Debemos promover la salud
para nosotros y para cada miembro de la familia ahora, y así lo haremos para
nuestros nietos, bisnietos, etc. ¡Cuánto poder, cuánta influencia tenemos!
Podemos darnos en forma sana a nuestra familia cuando llegamos a la
autodiferenciación, o sea cuando cada una puede verse como una persona
distinta, autodiferenciada, cuando actuamos basándonos en nuestro
funcionamiento intelectual, no en el emocional.
La mujer que sabe lo que cree, que entiende su rol en la vida, que tiene su
escala de valores bien definidos, que está dispuesta a pagar el precio para su
autodiferenciación, va a poder dar a su familia el gran beneficio de guiarles sin
controlarles ni manipularles, y va a producir un ambiente en el cual cada
miembro de la familia puede llegar a ser un individuo distinto. “Sus hijos se
levantan y la llaman bienaventurada”, sería la experiencia de esta mujer.

La Herencia De La Familia
¡Cúan importante es la herencia que cada uno de nosotros recibimos de
nuestros padres y la que damos a nuestros hijos! Siempre hay una herencia
aunque posiblemente no hay grandes bienes materiales involucrados. Hay la
herencia de nuestras actitudes, maneras de hacer las cosas y nuestra formación
como persona.
Hace algunos años escribí un folleto sobre la importancia de la herencia que
uno da a su hijo/a, la herencia que promueve la formación de la persona.
Quiero repetirlo aquí porque creo que sigue siendo de gran valor.

¿Qué Puedes Regalar a Tu Hijo?


Siempre la hora es oportuna para un regalo a tu hijo, el cumpleaños o la
Navidad entre otros. Uno se preocupa sobremanera para comprar el
regalo más indicado, y a veces lo hace con gran sacrificio.
La muñeca se quiebra, el libro se rompe, el carrito pierde sus ruedas, y
el vestido nuevo se mancha o queda pequeño, pero ¿qué del regalo que
perdura? ¿Qué del regalo que puede llegar a ser la herencia funcional y
estable de tu hijo? Consideremos algunos de estos regalos:
1. Amor. Sin duda el amor es el regalo más grande que un padre puede
dar a su hijo: el amor sustentador, el amor activo, dinámico, el amor
perdonador. Un buen ejercicio para cada padre y madre es decir (y
sentirlo) diariamente a su hijo o a su hija: “Te quiero”, y mostrárselo en
todo el trato con él.
2. Aceptación. Cada persona es distinta. ¿Por qué tratar de moldearlo
como el hermano mayor, o como un niño ideal que está completamente
ajeno a la realidad? Acéptele tal como es, inspirándole por su actitud a
realizarse y reconocer su valor como persona.
3. Disciplina. Los padres tienen que disciplinar a sus hijos, no con una
rigidez y autoridad exagerada, sino con comprensión, con el fin de que
el niño pueda saber lo que se espera de él y los límites de acción
permitidos. La disciplina debe ser una decisión mutua de los padres,
para que el niño no quede confuso ni manipule a sus padres
aprovechándose de la falta de acuerdo entre ellos. El fin de la disciplina
de los padres es enseñar al niño a auto disciplinarse como joven y
adulto. No olviden que la disciplina es mucho más que castigar: es
instruir, enseñar, encaminar una vida.
4. Una idea clara del papel del hombre y de la mujer. El niño
aprende lo que es ser hombre y mujer, y los dos maestros más
importantes para él son sus propios padres. Si en su casa falta uno de
sus padres, o si los padres están peleándose siempre, el niño aprende un
rol distorsionado de sí mismo, y del sexo opuesto, que le puede
dificultar o imposibilitar funcionar como hombre o mujer.
5. Comunicación. Hay gran necesidad de comprensión entre padres e
hijos. La comunicación es mucho más que diálogo; es hablar, pero es
escuchar y entenderse. Se comunica con la sonrisa, el abrazo, la
compasión, el ponerse en la situación del otro. La comunicación se va
edificando desde temprana edad, pero con esfuerzo y dedicación se
puede empezar aun cuando las vías de comunicación son casi nulas.
6. Honestidad. Todo hijo debe tener la seguridad de que sus padres
dicen la verdad. El niño y la niña, aun cuando son pequeños, entienden
y sienten cuando sus padres le dicen mentiras: por eso muchos jóvenes
no confían en sus padres, y ellos mismos mienten como cosa natural.
7. Compañerismo. El niño debe sentirse parte de la familia. Debe
saber lo que es salir con la familia, dar un paseo, discutir un problema,
jugar o cantar juntos. Estas experiencias de compenetración familiar
son los recuerdos emocionales que le darán estabilidad como adulto.
8. Ejemplo de madurez. El padre y la madre no deben comportarse
como niños. Deben continuar aprendiendo, estudiando, desarrollándose
para poder vivir y actuar como personas maduras y responsables. El
niño debe esperar y recibir una creciente madurez de parte de sus
padres.
9. Independencia. Cada hijo tiene que aprender a independizarse. Al
padre y a la madre les corresponde enseñarle al niño la independencia y
la responsabilidad desde sus primeros años. Cuando llega el momento
de verle escoger su profesión, casarse, y establecerse les agradará saber
que la preparación que le han dado le ha permitido escoger bien.
10. Fe en Dios. Cada padre debe compartir con su hijo sus creencias.
Cúan equivocados los padres que dicen: “Voy a esperar para que mi
hijo, decida cuando sea mayor. No quiero que tenga prejuicios de una u
otra forma.” Esta actitud enseña y confirma en el niño que la religión
no es importante. El niño necesita una fe rebosante: necesita conocer a
su Dios y necesita interiorizar las normas morales que concuerdan con
su fe. Al mundo le hacen falta hombres de convicciones morales y
espirituales, y al hombre individual le hacen falta estas convicciones
para vivir una vida amplia, realizada. La fe en Dios se aprende en el
hogar. Dejar esta responsabilidad exclusivamente en manos de terceros
es deteriorar la base de la vida moral del niño, y posteriormente del
adulto.
¿Qué regalo quieres dar a tu hijo? ¿Por qué no le das algo de estos diez
regalos cada día? ¡Qué regalo! ¡Qué herencia más grande!

Una Palabra De Alerta


Pablo da un alerta en cuanto al trato de los padres para con sus hijos. Dice:
“Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten”
(Col. 3:21). Esta es una palabra sumamente sana, y debe ser escuchada con
atención de parte de todos los padres. Es muy fácil desanimar al niño cuando
constantemente le gritamos, o damos mensajes contradictorios. Muchos niños
temen a sus padres porque han sido maltratados por ellos, física, emocional o
verbalmente. Esta situación lleva al niño a exasperarse y desanimarse. El buen
padre, la buena madre no lo van a hacer, sino van a animar a su hijo con amor
y aceptación.
Un gran mal de nuestro tiempo es el maltrato de los niños, por regla general
administrada de parte de su familia. La violencia reinante en el mundo,
juntamente con las tensiones de nuestra vida agitada, y los patrones de
conducta que emplea la persona se combinan para producir esta triste realidad.
No hay duda de que este problema es creciente; hay que buscar ayuda
adecuada para evitar esta forma de violencia. El niño no es nuestra posesión
para ser tratado como cosa, ni para ser maltratado física y emocionalmente; es
nuestro hijo encargado a nosotros por Dios para su formación integral. Frente a
esta situación tan traumatizante las palabras de Pablo recobran un valor
incalculable:
“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos
en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6: 4).
Y las palabras de nuestro Señor: “En esto conocerán todos que sois mis
discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan. 13:35), nos dan una
visión de conducta integral en la familia y fuera de ella.
Hay padres que no consideran a sus hijos como personas, sino como cosas,
como su posesión personal. Como resultado consideran que pueden hacer con
ellos lo que les parezca. Los hijos no son posesión de sus padres; en verdad
son los encargados de ellos. Dios nos ha encargado su formación, su
desarrollo, su vida. Una tarea importante para el padre o la madre es estudiar el
temperamento y la personalidad de su hijo para buscar este camino propio para
que su educación sea la que convenga a este niño, entonces “aun cuando fuere
viejo no se apartará de él” (Prov. 22: 6).
Una ayuda para encaminar al hijo en una forma sana e integral se encuentra en
Deut. 6: 1-9. El vivir diario según su fe (poner por obra las enseñanzas de
Dios) más la disponibilidad de usar cada momento educable para compartir su
fe, es la manera más válida para la formación de su hijo o su hija. La educación
apropiada les permite tener una relación sana y significante con Dios durante
la niñez y el resto de su vida.
Otra ayuda muy grande es un buen sentido del humor; un gran aporte para los
padres y para los hijos. El poder reírse de sí mismo, de no tomar los problemas
diarios tan en serio, especialmente cuando tocan a uno, ayudará
tremendamente en las relaciones interpersonales.
La mujer/madre debe hacer todo el esfuerzo posible para que haya buena
comunicación en el hogar. Hay que aprender a hablar con claridad, de decir lo
que quiere decir, de aprender a escuchar atentamente. Debe haber no
solamente la comunicación verbal, sino también la comunicación no verbal. La
comunicación’ con los hijos es tan importante como la comunicación entre los
esposos. No olvide que su hijo está en formación, necesita comunicarse con
usted en formas significantes.
Me acuerdo de mi hija mayor cuando tenía nueve o diez años. Yo estaba en la
cocina preparando la comida, bastante ocupada. Ella estaba hablando conmigo,
y yo estaba medio escuchando, con estos gruñidos de “um”, “ah-um” que
podemos emitir cuando tenemos la mente ocupada en otra cosa. Después de
unos minutos mi hija tomando mi delantal me dijo: “Mami, quiero que me
escuches con los ojos.” Me enseñó una gran realidad; la comunicación
adecuada requiere nuestra atención completa, tiene que ser activa y no pasiva.
Esta palabra de alerta para estar atenta a las relaciones con los hijos es de gran
importancia para la mujer cristiana. No la ignore; escúchela, reflexione sobre
ella, y tome las decisiones apropiadas a esta situación.
Soy mujer, soy especial en mi relación con mi familia, como madre. Con una
mejor idea de lo que es la familia y el papel de la mujer como madre, no hay
duda de que la herencia de mis hijos será mejor y más como Dios quiere para
ellos. Debo ser valiente frente a mi responsabilidad, y ser la madre que mi
familia necesita en verdad.

Actividades De Reflexión Y Aprendizaje


1. Reflexione sobre su relación con su madre, anotando una cosa positiva y una
cosa negativa que ha recibido de ella. Como adulta, procure comprender cada
aspecto, y si tiene la oportunidad hable con su madre sobre su reflexión. Si hay
resentimientos, ese sería el momento de aclararlos, de pedir y dar perdón, y de
entrar en una nueva relación.
2. Escriba un párrafo en que usted describa “La Madre Que Quiero Ser”.
Considere y reflexione sobre las enseñanzas de este capítulo al hacerlo.
3. Apunte tres valores que quiere que sus hijos aprendan en su hogar. ¿Por qué
ha escogido éstos? ¿Cómo puede lograr que sus hijos los asimilen en su escala
de valores?
4. Haga un estudio de Gén. 25:19-34; 27:1-28:9, notando el rol de la madre en
este relato. Apunte las acciones positivas y las acciones negativas de la madre
y el efecto que tuvieron en la vida de sus hijos.

Preguntas para contestar a solas o en grupo:


Defina brevemente la familia, tal vez en una palabra.
¿Cuáles son las responsabilidades básicas de la familia?
¿Cómo puede la mujer bendecir a su familia?
¿Cómo la puede maldecir? ¿Qué puede hacer la mujer cristiana para
subsanar esta situación tan triste?
8. Como Mujer En Desarrollo
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados
hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a
él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo
que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos
semejantes a él, porque le veremos tal como él es… El que dice que
permanece en él, debe andar como él anduvo.” — (1 Jn. 3: 1, 2; 2:6).
Por regla general la mujer se desarrolla en la familia. Puesto que su orientación
básica es de relacionarse en forma responsable con otras personas, mantiene
los lazos familiares casi a todo costo.
Aunque esta es la necesidad o la orientación básica de la mujer, ella, como el
hombre, tiene necesidades diferentes en las distintas etapas de su vida.
Debemos ser bien conscientes de esta realidad para que podamos vivir en cada
etapa de una manera significante y abundante.
Uno de los conceptos más importantes para estudiar el desarrollo de la persona
es reconocer sus distintas tareas de desarrollo para cada etapa de su vida. Las
tareas de desarrollo son las responsabilidades que la persona tiene que cumplir
en cada etapa antes de pasar exitosamente a la próxima: El cuadro “El Ciclo de
la Vida Familiar” puede ayudarle a entender este proceso en la vida de una
familia, empezando con su boda y continuando hasta la muerte de los
cónyuges. En cada etapa las necesidades son distintas, demandando el
cumplimiento adecuado de sus tareas para poder pasar a la próxima etapa.
Las tareas de desarrollo son un concepto de gran importancia, porque
tomándolo en cuenta uno puede estar consciente de la necesidad de esforzarse
para cumplir ciertas relaciones y actividades que muchas personas dan por
sentado. La mujer tiene necesidades y tareas de desarrollo, intereses
primordiales que son distintos en cada etapa de su vida; deben ser reconocidos
por ella y por su familia.
LAS DISTINTAS ETAPAS DE LA VIDA

El Ciclo De Vida Familiar


ETAPA TAREAS DE DESARROLLO PARA LA VIDA FAMILIAR (Estas son
limitadas a la familia inmediata, las tareas de los padres)
1. Del matrimonio Movimiento del rol de individuos al rol de pareja. Movimiento de la
hasta el desilusión de la imagen del noviazgo a una valoración realista del
nacimiento del cónyuge.
primer hijo
2. El Nacimiento Movimiento del rol de pareja al rol de padres.
Del Primer Hijo Crianza del niño, siendo responsables por él.
Hasta Su Entrada Respondiendo a las necesidades e intereses del niño para promover
A La Escuela su desarrollo y aprendizaje
3. Período de la Ayudando al niño a empezar en la comunidad de educación.
escuela primaria Manteniendo lazos de responsabilidad con el niño.
4. Período de la Estableciendo un equilibrio entre distancia y apoyo emocionales
adolescencia mientras el hijo entra en la pubertad.
Desarrollando intereses fuera del hogar.
5. Período de Permitiendo y facilitando a los jóvenes a que empiecen sus estudios
desprendimiento postsecundarios o su trabajo/profesión, y a salir de la casa.
Ayudando a los adultos jóvenes en su desarrollo entre la dependencia
parcial y la responsabilidad propia.
6. El matrimonio Apoyando al hijo/a en la formación de su hogar.
del primer hijo Ajustándose a la nueva relación con el cónyuge de su hijo/hija, y
promoviendo relaciones sanas y felices en lafamilia.
Aprendiendo a ser abuelo/a y a relacionarse con su hijo/a como
padre/madre
7. Período del Restableciendo la relación matrimonial. Haciendo planes para la
“nido vacío” jubilación. Extendiendo el sentido de familia para que los hijos se
sientan relacionados con la generación de sus padres y sus abuelos.
8. Muerte del Experimentando el proceso de duelo.
cónyuge y la Adaptándose a vivir solo/a, o a un nuevo matrimonio. Encontrando
viudez nuevos intereses y significado para la vida.
Afrontando y preparándose para su muerte.

La joven mujer experimenta tensiones emocionales y sicológicas muy


pronunciadas. Presiones hacia la separación de la familia de sus padres y hacia
la fusión con su cónyuge vienen en forma simultánea y fusionada. Aunque la
sociedad alaba la separación, la autonomía y la individualización, la mujer
joven adulta está empujada por un lado hacia la separación de su familia
inmediata, y buscar al otro lado una relación que le permita unir su vida con
alguien. El hombre busca la separación que le defina a sí mismo como persona,
que le dé poder para su avance como tal, mientras la mujer busca la relación
que crea y sostiene su sentido de comunidad.
Cuando se le pide a la mujer que se describa a sí misma, lo hace en forma de
sus relaciones: madre futura, esposa en el presente, niña adaptada, o en otras
formas que destacan una relación. En un grupo de jóvenes profesionales
quienes habían logrado cierto éxito en su profesión, todavía se describían en
cuanto a su relación, en cuanto a la crianza, la responsabilidad, o el cuidado de
otros. Hablando de su rol en la vida, decían: “darme a otros, ayudarles; ser
considerada, bondadosa; no causar pena o dolor”. No habían podido
reconciliar la relación entre su actividad profesional y su sentido de identidad.
Para entender a la mujer hay que recordar este gran empuje/necesidad de
relación, afiliación y pertenencia; es mucho más grande que el del hombre. La
niña juega a ser madre, maestra, o enfermera. La jovencita quiere un novio
que la ame, que la llame a menudo, que se dé cuenta de cómo se viste, que la
saque a pasear. La joven mujer busca a un hombre con quien compartir su
vida. La madre joven busca establecer relaciones de fusión con los hijos. Su
necesidad de relación a veces le empuja hacia una relación malsana como
hemos visto. Le es muy difícil admitir que los hijos salgan del hogar, y a veces
no les permite hacerlo, causando un mal para todos.
Cuando la relación con el esposo va mal, la mujer sufre horriblemente. La
relación a la cual ha dado su vida ha terminado. Muchas mujeres ven esta
ruptura de relación no solamente como pérdida de la relación, sino como algo
más, como una pérdida total de sí misma.
Si la mujer ha considerado que su valor principal como persona esta en su
función reproductora, cuando llega la menopausia sentirá que carece de valor.
Si es aislada de su familia y se siente completamente sola, piensa aún más que
no vale nada, que va a envejecer más pronto, y probablemente morir antes de
llegar a la ancianidad. Ya ha empezado el duelo de sí misma que produce la
melancolía y la depresión. Así el sentido de los eventos de la edad mediana
refleja la interacción entre la realidad de su vida y la estructura de sus
pensamientos y sus criterios.
Pero, si la mujer de mediana edad, o la de más años tiene con quién
relacionarse, cambia su perspectiva. Piensa que tiene la posibilidad de vivir
más años, de sentirse una parte vital de la vida. Por esto, la iglesia misma
puede tener un papel muy importante en la vida de las mujeres, no solamente
espiritual sino sicológica y emocionalmente, proveyéndoles oportunidades
para relacionarse con niños, jóvenes y adultos. Ella podría trabajar como tutora
para un niño que no va bien en el colegio, o ser abuela adoptiva de un niño con
problemas. También podría participar en actividades significantes con
personas de su misma edad. Son todas experiencias de gran valor para la mujer
en esta etapa de su vida.
Para la mujer la interdependencia es un factor de relación muy importante. No
quiere ser dependiente como en la niñez y la juventud, ni independiente como
en la adolescencia o como muchas veces se ve en el varón, sino busca la
interdependencia, esta relación humana que hemos enfatizado. Esta clase de
relación tiene que haber sido formada y estructurada desde hace años para
funcionar bien. Pero nunca es tarde para empezar una nueva relación, o para
dar un nuevo sentido de relación a una ya estructurada.
Leí de una señora de setenta y cinco años que llegó a ser creyente. Ya está
encontrando un nuevo sentido de relación con su esposo. Se da cuenta de que
ha perdido mucho en su vida, pero no se queda lamentándose. Está
aprendiendo nuevas realidades de su vida y de su relación con él.
La mujer en la edad mediana llega a esta etapa con un sentido de valor y
experiencia distintos al hombre. Por sus mismas funciones corporales, su
capacidad para concebir y llevar en su cuerpo la nueva vida en formación, ella
sabe que es distinta al hombre. Ella no puede controlar por completo su vida;
la autonomía y control son relativos. Estas realidades son algo que el hombre
tiene que aprender y apreciar para su propia vida en esta misma etapa; a veces
le es demasiado difícil lograrlo. Así el desarrollo de la mujer delínea un
camino no solamente a una vida menos violenta, pero a una madurez realizada
por medio de la interdependencia y el cuidado de otro.
Uno de los problemas básicos para un entendimiento adecuado entre los sexos
en cuanto a nuestro desarrollo es que hablamos dos idiomas distintos. Hay que
escuchar estas dos voces. El diálogo abierto acerca de los derechos y la
justicia, y el cuidado y la responsabilidad van a producir mejores relaciones
entre los sexos y un cuadro mejor de la vida del adulto tanto en sus relaciones
familiares como en su desarrollo particular.
La vida para el adulto mayor es aún más complicada; hay pérdidas grandes
para el hombre tanto como para la mujer. Para nuestro estudio debemos
fijarnos en las situaciones cuando la mujer adulta experimentaría pérdida
especial, pensando en su necesidad básica de relación.
Las pérdidas en todos los aspectos de la vida obligan a la persona mayor a
gastar enormes cantidades de energía física y emocional adaptándose a estos
cambios. Mencionemos algunos:
• La pérdida por la muerte del cónyuge, amigos mayores, colegas y
parientes. Estas pérdidas son constantes advertencias de la necesidad de
afrontar la muerte como también la vida.
• La pérdida o decadencia de la salud física.
• La pérdida de posición relativa, prestigio y participación en la
sociedad.
• La pérdida de su estilo de vida; sentirse una carga de otro, tener que
vivir en forma marginal, debajo del nivel experimentado antes.
• La pérdida o decadencia cultural y social (colapso social) por causa
de interiorizar constantemente su marginación y su sentido de
inferioridad ante los demás.
Juntamente con estas pérdidas, se exigen nuevos modos de adaptación al
adulto mayor. Muy rara vez se toma en cuenta que una persona mayor tiene
que aprender de nuevo muchas cosas para poder adaptarse a los cambios
acelerados en su cuerpo, sus sentimientos y su contexto. Como en todo
aprendizaje nuevo, se desarrolla una ansiedad en proporción a la tarea.
Frecuentemente esta ansiedad y sus expresiones se diagnostican como
senectud no tratable, pero habría que tener mucho cuidado con estas
calificaciones. El adulto mayor puede estar confuso frente a este aprendizaje y
adaptación por causa de las actitudes hacia sí mismo, actitudes que la misma
sociedad le ha impuesto.
Se ha comprobado que el adulto mayor puede aprender, puede cambiar, puede
ser creativo, puede ayudar a otro, puede hacer que la vida sea más significativa
para otros. El adulto mayor hace las cosas un poco más lentamente que otros,
pero está más consciente de la tarea y en muchas ocasiones la hace mejor. En
un estudio hecho durante veinte años de clases de adiestramiento en la
creatividad, se ha visto que las personas mayores de cuarenta años
aprovechaban al máximo del curso, mejorando su efectividad en el campo
laboral más del doble de las personas de menos de treinta años. Además, las
ideas útiles y factibles que resultaron del curso, venían de las personas
mayores de cuarenta años.
Contradictorio a lo que se piensa, el anciano no tiene que deteriorarse
mentalmente; su cerebro no disminuye, funciona en forma normal hasta los
noventa años más o menos. Menos del uno por ciento de las personas mayores
de setenta años puede sufrir de demencia senil. Aunque se pierden células del
cerebro, y no se pueden recuperar, no hacen falta. Tenemos una sobrecarga de
células que nos permite esta pérdida normal y todavía funcionar óptimamente,
como vemos en las vidas de tantas personas en nuestras sociedades.
Muchos gerontólogos creen que la razón por la que se van envejeciendo es a
causa del trato que se recibe, los mensajes verbales y no verbales que se dan:
no puedes hacer; eres anticuado; no entiendes; estás en una clase aparte y
otros. Como resultado muchas personas empiezan a creerlo, a sentirlo y a
serlo. Así pierden la esperanza, y en esta forma la vida termina en dislocación,
desorientación, o muerte.
Un sicólogo en la Universidad de Denver, Estados Unidos, produjo señales de
senectud avanzada en unos voluntarios de veinte a treinta años de edad. Estas
señales empezaron pocas horas después de empezar el experimento en que las
personas eran consistentamente ignoradas, se consideraban sus opiniones como
carentes de valor, y les comunicaban que no tenían ninguna función en la
sociedad. Así el anciano, o la persona de mayor edad puede ser influida por un
estereotipo negativo que imposibilita su funcionamiento normal. Hay que
romper estos estereotipos y entatizar el valor de la persona como tal en
cualquiera etapa de su vida.
La mujer joven y de mediana edad debe buscar relacionarse con las personas
mayores, colaborar dando un nuevo sentido a la vida de una anciana que
conoce, de valorar su capacidad de relacionarse con ella. Y las mujeres
mayores deben cobrar ánimo y esperanza. Deben reconocer que son personas
de valor. Deben buscar relacionarse tanto con personas de su propia edad como
con las menores; que sean abuelitas adoptivas de un niño; que enseñen a otro
lo que han aprendido en su vida; que sean compañeras en el peregrinaje de la
vida.
Sarah Patton Boyle, en un maravilloso libro El Desierto Florece, basado en su
experiencia al afrontar su envejecimiento, habla de la importancia de vivir en
lo que ella llama el hoy eterno. Había estado en un tiempo de profunda
depresión cuando escuchó a un señor inválido decir que uno podría afrontar
cualquier problema si lo hacía en el momento presente. ¡Hay que vivir en el
presente!
Sarah se acordaba de los mensajes de la Biblia:
“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas
antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva;... Otra vez abriré camino en
el desierto, y ríos en la soledad” (Isa. 43:18, 19).
Años más tarde Pablo dijo: “Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que
queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta”
(Fil. 3:13, 14). Cristo mismo nos dijo que no teníamos que afanarnos por el día
de mañana (Mat. 6:34).
A continuación veamos varios párrafos del libro:
“Vez tras vez la Biblia señala el presente eterno. Sin embargo, yo
bregaba, arrastrada por mi ayer, y doblada bajo la carga de mi mañana.
Los incidentes que me herían, me enojaban, o me daban miedo,
sacaban un poder oscuro; experiencias dolorosas recientes, injusticias
soportadas, oportunidades perdidas y fracasos realizados sacaron de mi
mente las cosas importantes del momento. Probablemente no gastaba
más del dos al tres por ciento de mis pensamientos enfocando con
claridad la realidad presente. Y pagué los intereses muy altos de mi
aflicción prestada; estaba inadecuada, sufrí el fracaso y la derrota.”
“Enfocarse en el presente eterno no es una disciplina fácil, pero al
darme cuenta que el hoy eterno estaba obrando su magia en mi
conciencia, el mundo en mi alrededor empezó a recobrar un sentido
nuevo. Percibí la luz del sol en forma distinta. Las flores, los árboles,
las nubes y la música variada y armónica de la naturaleza se
desarrollaban y llegaron a su cúspide. Veía a los amigos más vibrantes,
con más vida. Yo me daba más cuenta de mí misma. El deseo, la
timidez, la esperanza, el aprecio, el enojo, el gozo y la gratitud se
movían visiblemente dentro de mí. En mi carne y huesos sentía la
energía de todas las cosas, a veces surgiendo, a veces mermando.
“Más que todo, sentí la majestad de Dios y de mi dependencia de él.
¡EI mundo del presente es el mundo que Dios creó! Nuestras imágenes
de nuestro ayer y de nuestro mañana son nuestra propia labor. Nosotras
escogemos vivir en el mundo hecho por nuestras manos, torpes,
pálidas, dolientes, irrelevantes, en lugar de vivir en el Edén. Por
escoger así, nosotras mismas nos causamos el dolor del exilio.”
Como dijimos al principio, la mujer se desarrolla en familia por regla general.
Nuestras tareas de desarrollo en cada etapa demandan gran entereza, un
sentido de nuestra identidad y valor como persona, y amplias oportunidades
para el desarrollo de relaciones significantes con otras personas. Solamente así
la mujer se desarrolla siguiendo sus propios patrones hasta llegar a ser la
persona que Dios ha ideado.
La familia juega un papel decisivo en cada etapa de la vida: puede colaborar y
mejorar el desarrollo de su miembro femenina, o puede estorbar y desviar su
desarrollo, causándole traumas y evitando su realización como persona.
Busque la colaboración y el apoyo de su familia en cada etapa de su vida.
Juntamente con ellos puede enfatizar: “¡Soy Mujer! ¡Soy Especial!”

Un Concepto Claro De Su Identidad


Una de las tareas de desarrollo más importantes en la vida es tener un concepto
claro de su identidad. Aunque tiene sus raíces en la niñez, es tarea precisa de la
adolescencia. Si no lo hace adecuadamente, va a haber una difusión del rol. La
persona estará confusa en cuanto a su identidad, y su vida será afectada en todo
sentido. En lugar de ser una persona que puede desarrollar su vida, basándose
en conceptos acertados de sus habilidades e intereses frente a las exigencias de
la vida, estará dudando de sí misma, yendo de cosa en cosa, y construyendo
una vida que constantemente se tambalea.
Antes la mujer no tenía tanta dificultad para saber quién era, la sociedad
dictaba su lugar, y ella la aceptaba. Hoy día, frente a los bruscos cambios
sociales hay mucha más duda acerca de la identidad de uno, y de cómo afirmar
el concepto de su identidad.
En su libro Identidad, la doctora Barnhouse enfatiza la idea de que para
encontrar su identidad como persona, hay cuatro premisas que tienen que ser
consideradas por la mujer. Vamos a mencionar las cuatro en primer lugar, y
luego desarrollaremos nuestro estudio de cada una.
1. La mujer tiene que reconocer las ventajas de seguir los patrones actuales de
hombre/mujer con la posición de la mujer en inferioridad y dependencia, y
estar dispuesta a renunciar a ellos o a pagar el precio para retenerlos.
2. La mujer tiene que desarraigar de su mente la creencia consciente o
inconsciente de la superioridad del hombre.
3. La mujer tiene que reconocer las cualidades específicamente femeninas de
su conciencia y aprender a valorarlas adecuadamente.
4. La mujer tiene que darse cuenta de que encontrar su identidad no es, y nunca
puede ser, una negación de su relación con otros.
Muchas mujeres que creen en la liberación total de la mujer,
inconscientemente quieren que el hombre asuma responsabilidad por ellas.
Hay que reconocer el motivo de este deseo. Muchas veces las mujeres no han
tenido ningún ejemplo de responsabilidad compartida, y así están
incapacitadas por la falta de modelos y por su propia inexperiencia. Por eso,
hay que desarrollar un modelo que concuerde con la estructura sicológica de la
mujer, que no sacrifique ni su sentido de responsabilidad ni su necesidad de
relacionarse con otros. Es vital que la mujer reconozca el poder controlador de
sus actitudes inconscientes en cuanto a su concepto de sí misma y su rol frente
al hombre. Solamente cuando hay congruencia de actitudes y acciones
podemos afirmar nuestra identidad.
La liberación femenina y los cambios sociales que se han efectuado en la vida
de la mujer son evidentes, aunque hay discrepancia muchas veces entre lo ideal
y su realización en la práctica. Cuando uno reconoce que esta nueva modalidad
demanda una toma de conciencia de la mujer con subsecuentes ajustes tan
grandes, hay que recordar, también, que el hombre tiene que hacer muchos
ajustes a esta situación. Los cambios le han traído grandes presiones: antes era
él el que estaba en control de todo, era parte de la identidad de la mujer, ahora
le es difícil enfrentar los cambios y ajustarse a ellos. Es un período difícil para
los dos y debe ser reconocido como tal.
La idea de la superioridad del hombre es algo tan natural en nuestro medio, y
en muchos otros, como el aire que respiramos. Sin embargo, muchas personas
que ahora intelectualmente rechazan esta idea, lo creen emocionalmente. Creen
que el hombre puede hacer lo que le plazca, tiene los mejores puestos y más
consideraciones, disfruta más de la vida, y es dueño de todo. La feminista se
basa en esta idea, aunque lo negaría rotundamente, cuando insiste en que la
mujer es igual al hombre.
Hay muchas mujeres que trabajan todo el día, tienen altas posiciones en su
profesión o administran su hogar en forma ejemplar y todavía se consideran
ciudadanos de segunda clase. Inconscientemente creen que la mujer es inferior
al hombre; hay que demostrar su capacidad de ser como él cada día, meta que
les es siempre inalcanzable por la fuerza de sus actitudes inconscientes.
Hay cualidades estereotipadas para los hombres y para las mujeres, y cuando
uno sale de este molde se le considera raro/a. Hay la idea de que el hombre
hace el trabajo de valor, mientras el trabajo de la mujer es trivial. “No trabaja”,
se dice de la mujer que no trabaja fuera de su casa, dando una desvalorización
a su vida y a su decisión de ser ama de casa y madre de tiempo completo.
Se ve este desprecio para los trabajos tradicionalmente considerados para las
mujeres, y aun por ellas mismas. Muchas inconscientemente creen que la razón
porque ellas pueden obtener este trabajo es porque el hombre no lo haría, así
carece de valor. Este círculo vicioso de rechazo produce un constante estado de
inestabilidad y autodesprecio. Hay que romper estas cadenas y enfatizar el
autoconcepto y el autoaprecio.
Hasta que la mujer haya aprendido a apreciar su competencia como persona, y
haya podido dejar la tendencia de considerar superior constantemente al
hombre solamente porque es hombre, le será muy difícil que pueda tener
confianza en sí misma y en el estilo distintivamente femenino que ella puede
traer a la tarea que tiene a mano. Si puede llegar a hacerlo nunca más sentirá
que no hace las cosas como un hombre las haría: al contrario, se sentirá como
persona de valor y capacitada en su propia manera de hacer las cosas. Se verá
como una persona que contribuye a la tarea de restaurar el equilibrio sano entre
lo masculino y lo femenino en el mundo.
El interés de la mujer en mantener las relaciones con otras personas
frecuentemente le prohíbe llevar a cabo los alcances conseguidos en cuanto a
su capacidad como persona. Pero su orientación hacia las relaciones es
precisamente una de las cosas de más valor con que contribuye la mujer a
nuestro mundo tan hostil, tan necesitado. La mujer jamás puede negar su
orientación hacia las relaciones y la importancia de su responsabilidad en ellas.
Sin embargo, debe reconocer que todas las relaciones no valen la pena
mantenerse. No todas las relaciones son iguales en profundidad, calidad o
importancia. Se necesita discernir entre ellas para decidir cuáles valen la pena
conservar. Debe evitar el esfuerzo excesivo, y tan común, para mantener a
todas las personas felices a cualquier costo.
La mujer que ha establecido su propia identidad puede tener confianza en sus
relaciones; que las personas que la aprecian estarán con ella y la expresión de
ellas es genuina. Así no tendrá que gastar su energía procurando mantener a
todos felices, sino puede cultivar estas relaciones importantes y más factibles
para ella.
La tarea de encontrar y desarrollar su identidad es esencial al desarrollo de la
mujer. Debe ser seguido en cada etapa de su vida porque la identidad no se
consigue en un día, es un proceso constante y necesario porque es la base de la
vida de significancia y realización.
La doctora Barnhouse sugiere cuatro técnicas que se pueden desarrollar para
llegar a tener una identidad más auténtica. Creo que las cuatro son de valor
para nosotras.
1. Deseos Mágicos. Si pudiera tener tres deseos mágicos ¿cuáles serían?
Muchas mujeres contestan a esta pregunta indicando solamente sus deseos
para hacer algo a favor de otros, indicando de esta forma que no pueden pensar
en sí mismas sin estar en relación con alguien. Las mujeres que indicaban que
sí querían lograr algo para sí mismas, expresaban sus dudas en cuanto a su
realización, indicando que no podrían lograrlo ahora porque había otras
consideraciones familiares, o que esto indicaría que eran muy egoístas.
Practique este ejercicio hasta que pueda pensar fácilmente en tres cosas que
usted quiere lograr, haciéndolo sin ningún sentimiento de culpabilidad. Ahora,
¿qué va a hacer para conseguir sus legítimos deseos mágicos?
2. Imaginación. Muchas veces la mujer se ve completamente limitada por los
estereotipos dados por la sociedad con ningún modelo opcional para ella. Para
este ejercicio hay que imaginarse, practicando un rol distinto con las personas,
en una manera que resalte su valor como mujer capacitada y valiosa. Usando la
imaginación en forma creativa así, uno empieza a tener otro modelo, otra
experiencia para sus acciones futuras. Escriba estos escenarios, poniendo las
reacciones y los intercambios con cada persona. Después de llevarlo a la
práctica, usted puede ver si podría ocurrir como había pensado y analizar en
forma más realista sus relaciones actuales y cómo puede ir mejorando su
propia actuación en el desarrollo de su identidad.
3. Adiestramiento en cómo ser más asertiva. Asertiva significa actuar y
hablar en una manera positiva con confianza en sí misma. Este ejercicio no es
para ser agresiva, sino para aprender a valerse por sí misma, para expresar sus
opiniones sin ofender a otros, comprender sus derechos como persona, sin
querer desplazar los de la otra persona. Muchas mujeres no saben ser asertivas,
no saben expresar con firmeza sus ideas, sus necesidades, y puesto que carecen
de esta habilidad usan la agresividad o la manipulación. Hay que evitar estos
medios inadecuados y aprender a ser asertiva y a poder expresar con claridad
sus necesidades.
La enseñanza de Jesús: “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que
es más de esto, de mal procede” (Mat. 5:37), es una buena norma para que la
mujer actúe con sinceridad en la comunicación. Las palabras de Pablo: “sino
que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza,
esto es. Cristo” (Ef. 4:15) nos indican el camino a seguir en el desarrollo de
nuestra identidad y la expresión clara de ella.
4. Consejería. A veces es difícil lograr la identidad con los esfuerzos propios.
En este caso un buen consejero cristiano podría ayudarla; sería como tener
unas clases u orientaciones de especialización. Usted sabe lo que es ser mujer,
pero necesita ayuda para desarrollar su identidad en forma óptima. Necesita
alguna orientación para que pueda aclarar quién es en verdad y cómo
desarrollar su vida mejor.
Cuán bueno es reconocer que somos mujeres en proceso de desarrollo. Cada
una tiene capacidades, necesidades, tareas de desarrollo que considerar.
Cuando usted encuentra su identidad, sepa quién es, afirme su identidad,
entonces usted sentirá su valor como persona en su familia. Usted será
valorada por la persona que es, y se gozará de las relaciones que tiene con cada
miembro de su familia y con otros. ¡Verdaderamente será especial!

ACTIVIDADES DE REFLEXIÓN Y APRENDIZAJE


1. Describa la persona que usted quiere ser en cinco años, en quince años, y en
veinticinco años.
2. ¿Cuál sería la tarea de desarrollo más importante que usted tiene que
cumplir ahora? ¿Cuáles son sus planes para alcanzar esta meta?
3. ¿Qué edad tienen sus padres? Describa sus relaciones con ellos. ¿Han
cambiado (las relaciones) a causa de la edad de ellos? Reflexione sobre cómo
puede mejorar estas relaciones.
4. Haga un estudio de 2 Rey. 4: 8-37; 8: 1-6 anotando el desarrollo de la vida
de la mujer sunamita en sus relaciones con su familia, con el profeta y con
Dios. ¿Qué lección específica puede aplicar a su vida de la experiencia de esta
mujer?

Preguntas para contestar a solas o en grupo:


Anote dos necesidades de la mujer en cada etapa de su vida:
adolescente, adulta joven, mediana edad, adulta mayor, y la senectud.
¿Cómo va supliendo estas necesidades usted? ¿Hay decisiones que
debe tomar a la luz de este capítulo?
¿Qué podría hacer para afirmar su identidad como persona? Anote
varias cosas y póngalas en orden de prioridad.
¿Cómo se definen los roles de las personas en su hogar? ¿Siente usted
que sería mejor si fueran más abiertos y honestos en estas definiciones?
Describa cómo una familia sana cambia a través de los años.
9. Como Agente De Relación
“No me ruegues que te deje, y me aparte de ti: porque a dondequiera
que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será
mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré
sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada que sólo la muerte hará
separación entre nosotras dos.” — Rut. 1:16, 17.
No es fácil ser miembro de una familia, y especialmente cuando uno es mujer/
madre, pero es el contexto en el cual la mayoría de las mujeres se mueve, y es
donde ellas pueden hacer mayor contribución como agentes de relación.
El papel de la mujer tiene que ser activo y no pasivo. No puede resignarse con
una actitud de lo que será, será, ni de decir: “No hay nada que pueda hacer.”
Sí, la mujer puede hacer mucho. Ella es la persona clave que puede promover
el sentido de familia constantemente. La creatividad de la mujer, combinada
con su alto sentido de relación y responsabilidad son herramientas valiosas
para lograr cada vez más una familia feliz y significante. Vamos a considerar
cuatro aportes específicos que puede hacer como agente de relación.

Promueve La Comunicación
La comunicación es esencial para la familia, pero muchas familias no hacen
nada para promoverla. En familias cristianas y no cristianas, la comunicación
se hace en forma mínima, y muchas veces con actitudes tan negativas que hiere
en lugar de promover encuentro y comunicación.
Hay que trabajar para que haya una buena comunicación en el hogar. Sin este
esfuerzo no se logra nada, porque la comunicación no es algo automático. El
primer paso para que haya buena comunicación en la casa es desearlo
sinceramente. Después hay que hacer el compromiso, consigo misma y con su
familia, de que va a hacer este esfuerzo. A menudo tendrá que hacerse recordar
este compromiso porque vendrán momentos de desánimo cuando uno decide
que no vale la pena esforzarse más.
¿Qué es la comunicación familiar? No es un constante hablar, llenando una
pieza con palabras superficiales o crueles. Comunicarse es llegar a la otra
persona con un mensaje claro, el cual él o ella entiende y entonces responde
con un mensaje que es entendido, y así sucesivamente. Cada persona debe
participar expresándose y entendiendo el mensaje de la otra persona. La
comunicación no es, necesariamente, estar de acuerdo con la otra persona, pero
sí es escuchar su mensaje y esforzarse para entenderlo. Habrá ocasiones
cuando la persona no escuchará, va a estar sorda y pondrá estorbos a la
comunicación. Hay que saber aprovecharse de las situaciones más propicias
para comunicarse en la familia.
La mujer como agente de relación necesita aprender a ser una buena
comunicadora. Debe aprender a expresarse con claridad y significancia. Para
hacerlo necesita tener un vocabulario adecuado, que sea comprendido por los
miembros de la familia. Habrá que aprender el lenguaje del amor sincero que
debe reinar en la comunicación día tras día. Debe evitar a toda costa la
deshonestidad, la falta de sinceridad y la agresión.
La comunicación es mucho más que hablar. Uno habla también en forma no
verbal. Esta clase de comunicación incluye los gestos, los movimientos de los
ojos y del cuerpo, el silencio, y el impacto total del cuerpo, las emociones y las
actitudes. Muchas veces comunicamos algo verbalmente, y lo contradecimos
en forma no verbal. Es interesante que cuando hay esta incongruencia entre las
dos formas de comunicación, se cree el mensaje no verbal más que la
comunicación verbal. Hay dos maneras de atacar este problema. Primero, debe
observarse en el espejo ensayando conversaciones con otras personas para
anotar y eliminar mensajes contradictorios, gestos y movimientos que
distraigan la comunicación deseada. En segundo lugar, pedir a una amiga o a
un familiar que le diga cuáles son las comunicaciones no verbales que da
continuamente. Hay que tener la madurez de aceptar estas observaciones, y
ponerse a eliminar estas cosas que van en contra de la buena comunicación con
la familia y con otros.
Para ser un buen comunicador hay que aprender a escuchar con atención lo que
la persona está comunicando. Hay que ser uno que escucha en forma activa, no
mirando hacia el piso, ni al techo, ni a su reloj, no moviéndose constantemente,
sino dando su atención completa a la persona y a la comunicación. Cuando no
entiende lo que ha dicho o manifestado, o cuando quiere más información, hay
que indicarlo. No tenga miedo de decir: “A ver si te he entendido bien.”
A veces en la familia podemos caer en la trampa de pensar que la persona
siempre dice lo mismo, que ya sabemos lo que van a decir antes de decirlo, o
que es una persona en la cual no se puede tener confianza, y cortamos la
comunicación, sea por nuestra actitud o por nuestras palabras. En la familia
hay que esforzarse siempre en ir la segunda milla para mejorar las relaciones y
la comunicación.
La actitud hacia la otra persona en la comunicación es vital. Hay que aceptarla,
respetarla, valorarla y creer en él o en ella. Un adolescente comentaba que su
padre confundía lo que era dar consejo con la comunicación.
“Constantemente me aconseja, pero cuando pido su opinión sobre algo
importante, no me contesta. Conversar con mi padre es un camino de
una vía, únicamente la de él.”
Muchas veces hay barreras entre la madre y sus hijos mayores porque cuando
conversan con ella les arregla la cara, la corbata, o el pelo, una cosa que puede
llegar a ser tremendamente irritante a la persona. Tenga cuidado con estos
hábitos. Pueden no solamente evitar la comunicación sino causar rechazo y
resentimiento.
Leí hace muchos años que la mesa del hogar debía de ser un sitio de
comunicación. “En una casa hay muchas camas, pero solamente una mesa.” La
mesa en sí es símbolo de unión y de comunión; aproveche de ella como tal.
Hay que procurar que por lo menos una vez al día todos se junten en la mesa
para comer y hablar. ¿Nos hablamos bastante?, debe preguntarse la familia día
tras día, y si la respuesta es negativa, debe investigar el porqué y hacer un plan
para responder a este problema. Si todos no hablan, o si solamente una persona
habla, o si la conversación es siempre de las mismas cosas, con las mismas
palabras, hay que reconocer que en verdad no hay comunicación. Usted puede
ser la persona clave para ayudar a su familia a buscar formas de resolver este
problema y de empezar a comunicarse mejor.
Un aporte grande para entendernos mejor y para reconocer las dinámicas que
entran en la comunicación es la Ventana Johari. Esta es una ventana a uno
mismo y de cómo se desarrolla la comunicación interpersonal. La ventana está
dividida en cuatro partes o zonas que representan las relaciones de la vida.
Cada zona está dotada de características específicas, tanto desde el punto de
vista del yo como del punto de vista de los demás. La ventana es dinámica y va
cambiándose en las distintas relaciones interpersonales. Un cambio en una área
significa cambio en las demás áreas.
La Ventana Johari se presenta de la siguiente manera:

Cuando me comunico con otra persona, todo mi ser, o sea las cuatro partes de
mi personalidad entran en la comunicación, incluso acuellas que me son
desconocidas. Puesto que la mayoría de las relaciones de uno se hacen entre
las zonas 1 de las personas involucradas, o sea entre el Yo Abierto o el Yo
Público, es muy importante que éstas sean auténticas. Cuanto más grande sea
la zona 1, más fácil la comunicación. Así una de las tareas grandes para la
persona es engrandecer su ventana del Yo Abierto.
Como se puede ver al estudiar el gráfico, hay dos zonas (Nos. 1 y 2) que uno
conoce de sí mismo. Hay dos (Nos. 1 y 3) que los demás conocen de uno. Hay
dos (Nos. 3 y 4) que desconozco de mí mismo. Y hay dos (Nos. 2 y 4) que los
demás desconocen de mí. Hay una zona que ignoro de mí mismo, pero los
demás conocen (No. 3). Una zona que yo conozco de mí, y los demás ignoran
(No. 2) Y una zona que ni yo ni ellos conocemos (No. 4).
La Ventana Johari no solamente nos ayuda a entendernos mejor, sino al
aplicarla a nuestra comunicación con otros nos ayuda a entender mejor a las
otras personas. Cada vez que ampliamos la zona 1 promovemos una
comunicación más honesta y abierta. A la vez, la comunicación de parte de
otros, nos ayuda a conocernos mejor y llegamos a ser más conscientes de la
zona 3 de nuestro yo. En estas formas la comunicación se fortalece y nos
ayuda a establecer mejores relaciones con otras personas.
En un estudio hecho en la Universidad Libre de Berlín sobre el
“Comportamiento del hombre y de la mujer en la conversación”, se ha
comprobado que los dos tienen estilos distintos.
“Los hombres se distancian de aquel con quien están hablando.
Mientras las mujeres, cuando hablan, crean lazos humanos; los
hombres no toman en cuenta este aspecto cuando se expresan.”
Se cree que estos patrones demuestran elementos básicos de la identidad de
cada sexo. La mujer está más pendiente de las relaciones, está más involucrada
en la conversación, comparte en la conversación a menos distancia que los
hombres. Ellos “intentan retornar a un nivel impersonal de trato con su
interlocutor”.
Como mujeres tenemos dones para la conversación y la comunicación.
Usémoslos para establecer y mantener relaciones saludables. Seamos agentes
de relación proveyendo una buena comunicación en nuestras familias.

Elimina Barreras
Hay muchas barreras que se levantan en nuestras familias que tienen que ser
eliminadas. Las barreras no solamente estorban sino distancian a las personas,
y rompen las relaciones. La falta de tiempo es una de las barreras que
experimentamos en nuestro mundo tan agitado. No hay tiempo para establecer
ni para desarrollar las relaciones. Nos quita tiempo el trabajo, las distancias tan
grandes, los horarios tan distintos, los quehaceres, y aun los hobbies, el recreo,
los pasatiempos. La misma iglesia puede llegar a ser un estorbo en las
relaciones familiares cuando hay un exceso de actividades.
Uno de los quita-tiempos y quita-relaciones más grandes es la televisión, una
presencia constante en muchos hogares. La hora de la telenovela llega a ser la
más importante del día. Se conocen más, y les interesan más, las relaciones
entre estas personas que las de su propia familia. No solamente es la televisión
una barrera por el tiempo que quita a la familia, sino es una barrera social y
moral por la vida tan complicada e inmoral que presenta. En lugar de aprender
y enfatizar valores positivos y cristianos que podrían dar estabilidad y
significancia a sus vidas, se resaltan las relaciones más egoístas, negativas y
maliciosas. Los comerciales (la propaganda) no solamente presentan conceptos
de la vida desde el punto de vista del comerciante, sino también manipulan a la
persona para lograr cierta imagen que frecuentemente es distinta de los valores
familiares y cristianos.
Hay que aprender a limitar las horas cuando el televisor está prendido en el
hogar, para controlar su presencia, y no permitir que la televisión controle a la
familia. Una tarea esencial para usted como madre es ayudar a sus hijos a
distinguir entre la propaganda y la realidad, y entre la vida del hogar desde el
punto de vista cristiano, y las presentaciones distorsionadas en la televisión.
Otra barrera a las relaciones familiares es el mismo cansancio tan frecuente en
nuestra vida contemporánea, sea en el trabajo, en el colegio, en el afán de tener
un programa adecuado de recreo, o en las actividades de la iglesia. Hay que
evitar la actividad tan constante que deja a la persona tan cansada que
solamente llega a su casa para descansar; no es posible tener comunicación en
estas circunstancias. Hay que esforzarse para resistir este horario tan agitado.
Usted como agente de relación puede procurar guardar tiempo para el descanso
adecuado de cada persona, incluyéndose a sí misma, para poder relacionarse
todos en forma más sincera y más relajada.
Una trampa de la vida moderna y el cansancio crónico es venir y sentarse
frente a la televisión para relajarse. No es la forma más adecuada como hemos
visto ya. Usted como agente de relación puede ayudar a su esposo (y otros
miembros que lo necesitan) a tener un tiempo sólo para reponerse del día
agitado antes de empezar a escuchar y compartir lo que ha pasado en el día de
los demás. No solamente él necesita atención, sino usted también. El cansancio
quita las ganas de relación, y causa irritaciones que podrían ser evitadas con
esta estrategia.
Muchas personas no saben cómo relacionarse con su familia abiertamente.
Así siempre piensan que la otra persona va a darse cuenta de que está triste,
que no ha dormido, que necesita cariño, o que ha sido profundamente herida
por lo que ha dicho o ha hecho la otra persona. Piensa: “Si me amara, se daría
cuenta de lo que siento”, pero, en verdad, ha dado mensajes muy vagos de lo
que siente, y la otra persona puede quedarse totalmente inadvertida frente a
ellos.
La razón porque se dan estos mensajes tan vagos se basa en el miedo de
permitirle conocer porque se teme el rechazo, la burla, el control o la
manipulación de la otra persona. Un ejemplo clásico es la mujer que prepara
una comida especial, se viste en forma atractiva y planea una tarde romántica
con su marido, y se siente herida cuando él no se da cuenta de sus esfuerzos.
Tiene miedo de decirle: “Te necesito”, porque teme el posible rechazo, pero
éste era el mensaje que quería que él recibiera con la tarde especial.
Cuántas madres se sienten profundamente heridas por la falta de atención de
sus hijos: les compran regalos, les hacen cosas especiales, pero no son capaces
de decirles cuánto les quiere, cómo los necesita, cómo quiere apoyarles en su
crecimiento.
Cuántas madres están constantemente regañando o quejándose de su situación.
cuando en verdad lo que quieren decir es “tómame en cuenta”, “te quiero”,
pero tienen miedo de decirlo. En cambio escogen el papel que han visto en sus
propios hogares, una acción que lleva al rompimiento de relaciones y a la
alienación entre la familia.
Que bueno sería llegar a ser auténticos, a compartir verdaderamente lo que
somos sin miedo del rechazo. No es fácil, pero si vamos a lograr ser un agente
de relación, hay que hacer este esfuerzo.
Otra barrera a la comunicación es el silencio. Muchas veces se ve en un retiro
emocional de la persona, en que no comunica ni se relaciona con otro. Llega a
la casa y se retira con la televisión, un libro, el periódico, la comida, un pasa
tiempo, o un trabajo. Emocionalmente es como un fantasma, una persona
totalmente ajena a sí misma y a los demás.
Todo el mundo necesita su privacidad, y cuando es manejada adecuadamente y
protegida para todos los miembros de la familia, promueve relación, pero la
privacidad sana y una barrera emocional que se construye alrededor de sí
mismo son dos cosas completamente distintas. El retiro emocional se ve en
muchos hogares: hablan, están presentes, pero no hay presencia activa. Es
como relacionarse con un cadáver. La persona se oculta detrás de su
amabilidad, su cortesía, su ayuda prestada, pero no está involucrada en la vida
relacional de la familia.
Es fácil perder el interés en la comunicación y la relación porque no tienen
nada en común. Y viven y se relacionan en dos mundos distintos. Esto puede
suceder si uno o los dos llegan a estar completamente involucrados en su
trabajo, o su estudio, su recreo, u otra cosa. Sucede muy a menudo en el
matrimonio que uno va creciendo en su vida profesional o social, mientras el
otro queda totalmente estancado. No hay comunicación porque ya no tienen
intereses comunes.
Otra forma de retiro de las relaciones significantes es la agresividad pasiva.
Por regla general se ve esto cuando la persona siente ira hacia alguien, un
miembro de su familia, de su trabajo, del colegio, pero no lo enfrenta sino la
expresa en forma indirecta. Por ejemplo, en cosas que irritan a la persona con
quien tiene diferencias. Muchas veces esto se hace inconscientemente. La
persona no quiere reconocer su ira. Niega que la siente y así responde
inconscientemente. Esta reacción desorienta a la familia, rompe relaciones, y
causa malestar constante. La persona afectada por estas actitudes queda
intranquila, no puede entender lo que pasa, y así sus reacciones pueden llegar a
ser defensivas y deteriorar aún más la situación. Se ve frecuentemente a los
cristianos en esta clase de problemas porque no saben cómo manejar su ira o
enojo. Creen que es signo de debilidad cristiana, y así tienden a reprimirlo, con
la consecuencia lógica de reacciones inconscientes como la agresividad pasiva.
Todas estas barreras tienen que ser reconocidas como tales por la mujer
cristiana y su familia. Hay que tomar la determinación de ir eliminándolas una
por una. Una norma buena para dirigir esta acción es enfrentar la barrera,
nombrarla, preguntándose cómo es que ha llegado a ser barrera en las
relaciones familiares. Al responder a esta pregunta, uno puede analizar cómo
eliminarla para mejorar las relaciones. Hay que reconocer que la barrera no se
construyó en un día, y necesitaría tiempo, paciencia y constancia para menguar
su poder y llegar a eliminarla.
La barrera de la falta del tiempo requiere un análisis serio de cómo está
utilizando su tiempo juntamente con un plan para organizarlo mejor para
incluir más tiempo cualitativo para la familia. Seguramente habrá decisiones
que usted y los otros miembros de la familia tendrán que tomar. Muchas veces
hay que escoger entre varias cosas que les gustaría hacer. Otras veces hay que
sacrificar cosas que siempre han hecho juntos porque ya los intereses y
necesidades son más variados. La buena organización del tiempo es una
herramienta sana para promover la relación. No debe ser jamás una camisa de
fuerza para un control rígido. Cierta espontaneidad y flexibilidad en el horario
sería como bálsamo para la relación.
El problema del silencio demanda un cambio de conducta de la persona. Usted
puede ser la persona clave para promover una apertura para que esta persona
empiece a expresarse. Pregunte a la persona su parecer sobre las cosas, y
escúchele, dándole su atención indivisible para que sepa que es escuchada, que
su opinión es tomada en cuenta.
Si el silencio es una indicación de retiro emocional, procure que la persona se
abra con usted, ayudándole a darse cuenta de que es una persona con
sentimientos e ideas que deben ser expresados. Atención empática a esta
persona puede ayudarle a tener un encuentro consigo misma, y una apertura
con su familia.
Cuando el silencio es signo de una agresividad pasiva, hay que buscar la causa
con el fin de exteriorizarla e ir resolviéndola. Muchas veces esta clase de
agresividad se basa en rencores llevados y cultivados por largo tiempo. Es
traumático quitarlos, pero es esencial para una relación sana. Elimine sus
actitudes defensivas. Procure ser abierta a cualquier sentimiento expresado, y
de buscar una comprensión más profunda, el perdón mutuo, y una construcción
de una relación más sana.
La familia cristiana busca una relación cada día más satisfactoria; eliminando
las barreras que existen le ayudara a proseguir hacia su meta.

Construye Puentes
Es verdad que nadie es una isla aislada de los demás, pero muchas veces se
siente como esta isla, totalmente sola, aun dentro de la muchedumbre y de la
familia. La mujer, agente de relación construye puentes entre sí misma y los
miembros de la familia. Los puentes que hacen una diferencia y guían a una
relación positiva no pueden ser los establecidos solamente por las funciones
que la persona tiene en la familia; tienen que ser en el nivel afectivo, o sea en
relación con los sentimientos.
Hay muchas razones porque hay distanciamiento entre los miembros de la
familia. Cada uno de nosotros somos distintos, con ideas, sentimientos,
maneras de resolver problemas diferentes de cualquier otra persona. En una
familia hay por lo menos dos generaciones, cada una con su orientación social
y cultural distinta. La juventud y la niñez contemporáneas son hijos de la Era
Tecnológica. Tienen perspectivas muy distintas de sus padres, y mucho más de
sus abuelos que son hijos de la Era Industrial. Ven las cosas en forma distinta,
usan vocabulario distinto, valoran cosas distintas, aun tienen un sentido de
humor diferente. Son islas aisladas, cada uno en su pequeño mundo. Hay que
construir puentes de relación entre cada uno.
El primer puente es el Amor Incondicional. El amor es el vínculo perfecto”,
dice Pablo (Col. 3:14), y podríamos decir que es el puente perfecto. El amor no
debe tener condiciones, sino debe ser una actitud constante, pase lo que pase.
Esta clase de amor no demanda cierto comportamiento antes de ser dado a la
otra persona. No es un trueque, es un regalo.
La Biblia nos ayuda a entender el amor incondicional. El pueblo de Israel tenía
una relación única con Dios, porque el les había “escogido para serle un
pueblo especial”, no porque eran más que otros,
“pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por
cuanto Jehová os amó” (Deut. 7: 6. 8).
También nos dice que
“Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros” (Rom. 5: 8).
El amor incondicional es el puente de relaciones por excelencia.
El amor no es una emoción efímera. El amor es real, y tiene que expresarse en
formas reales. El amor no puede ser el pago por cierta conducta, por hacer algo
que nos agrada. El amor es una aceptación constante e incondicional de una
persona. En nuestro mundo tan competitivo los hijos (o los mismos padres)
pueden llegar a sentir que su familia les ama solamente cuando logran cierto
reconocimiento por una buena calificación, por cierta actividad que hacen
bien, u otra cosa apreciada por la sociedad. Hay que aclarar a nuestros hijos la
diferencia entre el éxito y el afán de reconocimiento y el amor. Nuestra actitud
hacia estos dos polos es esencial para la construcción de puentes de relación.
Hay dos facetas importantes en este puente del amor; una es la tolerancia o la
flexibilidad, y la otra es el perdón.
Para mí no hay un cuadro más impresionante de estas dos facetas del amor
paternal/maternal que la hermosa parábola del Hijo Pródigo. Se ha dicho que
en verdad trata del Padre Amante porque en ella se ve el padre amando
constantemente a pesar de ser alienado por su hijo. El padre escucha la
demanda de su hijo menor, y en una sociedad donde él no tenía derechos de
herencia así, el padre fue flexible, sabiendo tal vez que su hijo iba a
malgastarla. Pero este hijo después de pasar por los goces y las tristezas más
abrumadores del mundo volvió en sí, se acordó de su hogar. Esto nos indica
una gran verdad, solamente se vuelven en sí aquellas personas que han tenido
este pasado, esta formación integral. “Padre, he pecado contra el cielo, y contra
ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.” La flexibilidad del padre
anteriormente ahora permite el volverse en sí, y la flexibilidad permite al padre
decir muy sabiamente: “mi hijo muerto era, y ha revivido... Hagamos fiesta”
(Luc. 15:11-32).
El segundo puente es la afirmación. Las relaciones familiares frecuentemente
quedan distanciadas porque no hay una afirmación acertada de la persona. La
afirmación es expresar y resaltar las cualidades positivas de la persona.
¡Cuánta falta hace en la familia! Usamos mucho la crítica en el hogar;
frecuentemente los miembros pueden sentir que no hay otra forma de
relacionarse. Aunque la crítica honesta es necesaria, muchas personas la llevan
al extremo creyendo que su autoridad es protegida por medio de criticar a la
otra persona en cada oportunidad. Cuidado si la única forma de relacionarse
con los miembros de su familia es la crítica.
Otra forma negativa de relacionarse es la indiferencia, cuando no importa lo
que hace la persona, siempre el trato es igual. Esta actitud rebaja el valor de la
persona porque se le trata como cosa y no como persona. Estas dos actitudes
no solamente separan a las personas, sino causan graves estragos en su
personalidad.
Hay que tener cuidado de no pensar que la adulación, o la lisonja son formas
de afirmar a la persona. Son, en lugar de ser afirmantes, alienantes, porque la
persona que recibe esta adulación sabe que no es la verdad, y empieza a dudar
de sí misma y de la relación. La persona se pregunta qué es lo que la persona
busca, a dónde le está llevando, y el distanciamiento crece a pasos gigantescos.
Cuando una persona disfruta de la adulación, y la requiere para su
funcionamiento personal, allí se ve una manifestación de su inseguridad
emocional y uso de patrones neuróticos para suplir sus necesidades.
Pero la afirmación sincera es un puente de relación de gran valor. Es demostrar
a la otra persona que confiamos en ella, que tenemos fe en lo que puede hacer,
que sabemos que es capaz en su actuación. La afirmación reconoce no
solamente las cualidades y acciones presentes de la persona, sino subraya la
confianza y expectativa de lo que hará en el futuro. Hay algo que puede ser
afirmado en cada persona. Usted como agente de relación, debe utilizar su
capacidad para afirmar a los miembros de su familia.
Jesús nos da un gran ejemplo de la importancia de afirmar a la persona para
ayudarla a tomar las decisiones más adecuadas. Lo vemos en su trato con
Zaqueo, Mateo, la mujer adúltera y tantas otras personas. En cada caso
comunicaba a la persona su importancia, su capacidad de relacionarse con el
Padre celestial, y de hacer algo más en su vida. Siguiendo en las pisadas de su
Maestro, Bernabé, el hijo de consolación, fue la persona que afirmó al nuevo
creyente Pablo, cuando todos los demás dudaban de él. ¡Qué hubiera sido del
misionero Pablo si no hubiera habido un Bernabé en su camino! Seguramente
la historia del mundo hubiera sido distinta.
Muchas veces la persona más necesitada de afirmación es la que menos la
recibe. Estas personas pueden ocultar su necesidad detrás de un disfraz de
indiferencia, de un afán para quedar bien con los demás, de una agresividad
activa o pasiva, o del dolor crónico del rechazo que colorea todos los
momentos de cada día. Hay que tener mucho cuidado de no hacer diferencias
entre las personas en la familia, sino de afirmar a cada uno por lo que él o ella
es, y por lo que puede llegar a ser. La afirmación es un puente necesario y
efectivo.
Otro puente importante es la Disponibilidad. Hay que estar disponibles a la
familia, tanto en momentos de alegría, como en los de tristeza. La madre no
puede tener horas de oficina para cumplir su papel como tal. En verdad, tiene
que estar disponible en cualquier momento. No quiere decir que la madre es la
gran mártir, que no debe tener tiempo para sí misma. La madre también
necesita que otros estén disponibles para ella, necesita sentir que ellos
construyen puentes de relación con ella, pero por su posición especial en la
familia, y por la orientación sicológica de su vida, es la persona clave que
puede dar este rumbo relacional a su familia. En su libro El Sanador Herido
Henri Nouwen habla de este mismo puente como la hospitalidad; o sea de ser
hospitalaria consigo misma y con los demás, siendo abierta para facilitar la
sanidad que a todos les hace falta.
Comunique claramente a su familia que usted está disponible para ellos en
todo momento. Afirme sus palabras con hechos y actitudes que hagan más
natural esta relación.
El amor, la afirmación y la disponibilidad son tres puentes esenciales para
construir una relación más sana y más significante en la familia. La mujer
como agente de relación debe entregarse a construirlos y mantenerlos
funcionando.

Celebra La Relación
La familia debe celebrar la relación que sus integrantes tienen entre sí. ¡Es un
gran don de Dios! Es el resultado de su gran amor para cada persona, un amor
que pone en marcha nuestro amor hacia él y hacia los demás. Lograr una
relación sana, que es cada vez más significante y satisfactoria es de suma
importancia para la familia, y para cada miembro de ella. Esta relación debe
ser reconocida, apreciada y cultivada. Una buena forma para hacerlo es
celebrarla.
Parece que en nuestro mundo se ha perdido el verdadero sentido de lo que es
celebrar algo, pero hay que saberlo hacer. Celebrar es recordar, es destacar
algo importante para uno, es agradecer, es reconocer que la vida tiene sus
experiencias agradables que tienen que ser creadas y vividas. Celebrar es
tomarse de la mano y dar gracias a Dios y a la otra persona. Celebrar es
alegrarse por lo que ha acontecido, y afirmar su fe en lo que pasará mañana.
Celebrar en familia es creer en la familia.
Haga una fiesta, tal vez con una comida especial, con flores y velas en la mesa,
con sonrisas y contentamiento en los rostros, amor en el corazón, y palabras de
gozo y gratitud en los labios, expresando cada uno sus sentimientos en cuanto
a la relación. ¡Una celebración especial para una familia especial!
Como mujer puedo ser agente de relación en mi hogar, promoviendo la
comunicación, eliminando barreras, construyendo puentes, y celebrando la
relación lograda. No hay tarea más importante; no hay entrega más
significante.

Actividades De Reflexión Y Aprendizaje


1. Tome los tres puentes de relación: Amor, Afirmación y Disponibilidad, y
califíquese como un agente de relación con su familia. Anote por lo menos una
manera en la cual usted puede manifestar estas actitudes con cada miembro de
la familia. Manténgalo en un cuaderno y después de llevar estas actividades a
cabo, anote cómo ayudaron las relaciones. Este ejercicio se podría hacer en
forma continua.
2. Haga un dibujo de la Ventana Johari, llenando cada sección con una
descripción de sí misma en esta zona. Ahora anote cómo le gustaría que
estuviera dentro de un mes y lo que necesitaría hacer para lograr estos
cambios.
3. Planee una fiesta para celebrar la relación que su familia está logrando. Pida
la colaboración de todos para que sea una verdadera fiesta familiar, que celebre
en forma significante para todas las relaciones compartidas.
4. Haga un estudio de Luc. 15:11-32 para observar las relaciones
interpersonales indicadas en cuanto a cada persona de la parábola. Describa la
manera de relacionarse el padre con los dos hijos. ¿Cómo piensa usted que era
el padre? ¿Cuáles eran las características que le permitían relacionarse con sus
hijos en las formas descritas en la parábola? ¿Cómo piensa usted que pudiera
haber ayudado al hijo menor?, ¿al hijo mayor? ¿Qué hubiera dicho usted al
hijo menor cuando pidió su parte de la herencia?

Preguntas para contestar a solas o en grupo:


• ¿Qué significa la palabra relación para usted?
• ¿Qué significa para usted ser agente de relación en su propia familia?
• ¿Quién es la primera persona que usted recuerda que en verdad le
comprendió y se relacionó con usted? ¿Cómo era? ¿Cuál era su efecto
en usted?
• Mencione tres barreras en la relación y la comunicación en su familia.
¿Qué puede hacer para eliminarlas?
10. Como Ministra De Dios
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús
… que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo.” — Fil. 2: 5,
7.
“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como
buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” —
1 Ped. 4:10.
Una de las partes del programa de la iglesia de Cristo donde no han aplicado
adecuadamente los conceptos básicos dados por su Señor y por la iglesia
primitiva, es en el concepto de ministerio de todos los creyentes. El ministerio
ha sido reconocido como la responsabilidad del pastor, conocido como el
ministro. En los últimos treinta años, y especialmente en la última década la
iglesia ha estado indagando acerca de esta posición y preguntándose: ¿Qué es
el ministerio? ¿Quién es un ministro? Esto está ocurriendo no solamente en las
iglesias evangélicas, sino también en las iglesias católicas.
Con esta renovación del interés en el ministerio del creyente y del sacerdocio
del creyente, enseñados en la Biblia, hay que reconocer que hace falta una idea
clara de la teología necesaria para cumplir estos ministerios. Hace falta un
concepto claro de nuestra identidad como el pueblo de Dios, un pueblo
llamado al ministerio.
A pesar de que como evangélicos, o como protestantes, somos de la línea de la
Reforma en la cual los creyentes eran llamados a volver a la enseñanza bíblica
del sacerdocio de todos los creyentes, de la importancia del ministerio de cada
uno, no hemos practicado estos conceptos de nuestra herencia. Muchos creen
que esta falta de los creyentes de creer firmemente que cada uno es llamado al
ministerio es la causa mayor del fracaso de la iglesia moderna en su tarea de
llegar a todo el mundo con el evangelio de salvación, y de dar un testimonio
constante que producirá cambios sociales y éticos que harán una sociedad
mejor y más justa.
Somos el Laos, el pueblo de Dios. Hemos sido llamados a un pacto con él, y
hemos sido enviados a un ministerio en su nombre.

El Significado Del Ministerio Cristiano


El ministerio cristiano es la continuación de la obra de Cristo, hecha por el
cuerpo de Cristo, que es su iglesia. Es un llamado específico que va más allá
de nuestro llamado a ser discípulos, nuestro llamado a una vocación, profesión
o trabajo. Col. 3:17 nos ayuda a reconocer este llamado al ministerio:
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el
nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.”
Nuestra vida es un ministerio, un ministerio al cual Dios nos ha llamado.
Este ministerio se desarrolla dentro y fuera de la iglesia como institución, o sea
en la iglesia como organización con sus programas y sus actividades, dentro y
fuera del templo. En adición, hay el ministerio en el mundo, en la vida secular,
en los trabajos y profesiones, cualesquiera que sean. Allí, el ministro puede
llevar el amor, la presencia, el reto de Cristo. En estos lugares el cristiano
puede consolar, enseñar, exhortar, sanar, relacionarse con sus colegas y dar
testimonio de la autenticidad de su fe en la manera por la cual razona,
relaciona y cumple en su vida diaria. El creyente es llamado a un ministerio
para cumplir en su trabajo, es enviado a extender el reino de Dios en todo el
mundo. Cristo mismo nos ha dado el ejemplo del ministerio y nos ha llamado a
seguirle por medio de nuestras vidas entregadas a su llamamiento.
Hay tres elementos básicos del concepto del ministerio del Laos, de todo el
pueblo de Dios, que encontramos en el Nuevo Testamento:
1. Todos son llamados. Ef. 4: 1.
2. Todos son dotados. Ef. 4: 7.
3. Todos son enviados. 1 Ped. 4:10.
Estas citas juntamente con los tres grandes pasajes en cuanto a los dones del
creyente que se encuentran en 1 Cor. 12: 4-13, Rom. 12: 4-8, y Ef. 4: 1-18,
forman un trasfondo fuerte para nuestro ministerio.
Es muy significante para nosotros que los pasajes que hablan de los dones no
dan énfasis a ellos mismos, sino a la necesidad de que cada miembro del
cuerpo de Cristo colabore por medio de sus dones en la obra total del cuerpo.
Se enfatiza la interdependencia entre todos y el amor que es la relación básica
que reina en el cuerpo.
La enseñanza básica de la Biblia es de la participación constante de cada
persona del Laos en el reino de Dios. Puesto que el Rey de reyes vive en
nosotros, somos miembros de su Reino y siervos como él nos ha enseñado.
Para que cumplamos nuestro ministerio especial. Dios ha dado a cada persona
que cree en Jesús el don de su Espíritu Santo. El es la fuente del poder para
nuestro ministerio específico.
El Ministerio De La Mujer
El ministerio del Laos, todo el pueblo de Dios, es para la mujer tanto como
para el hombre. En el reino de Dios no hay ministerio mediante apoderado.
Cada mujer cristiana tiene que encontrar su identidad en el pueblo de Dios, una
identidad que significa un ministerio. Cada uno es un llamado a un
compromiso total.
La Biblia nos enseña que todas las personas que han aceptado a Cristo como su
Salvador y Señor son aceptadas sin discriminación como miembros de su
Reino.
“Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay
varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”
(Gál. 3:27, 28).
La Biblia tiene muchos ejemplos del ministerio de mujeres, muchos de los
cuales hemos considerado en capítulos anteriores. Cristo les trajo nueva vida,
vida abundante, y ellas dieron sus vidas en servicio a su Señor. Es interesante
que el profeta Joel hablaba del día en que el Espíritu de Dios iba a actuar en
una forma sorprendente. Dijo:
“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y
profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán
sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos
y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel. 2:28,
29).
Esta profecía llega a su cumplimiento en el gran día de Pentecostés cuando
hombres y mujeres recibieron el Espíritu de Dios y entraron en ministerio
desde ese mismo momento, un ministerio efectivo de compartir el evangelio
que resultó en la conversión de tres mil personas. Desde el principio de la
iglesia vemos a la mujer tanto como al hombre siendo equipados por Dios para
realizar su ministerio en el mundo.
¿Puede haber una base teológica especial para el llamamiento de la mujer que
sea distinta a la del hombre? Personalmente no creo que haya una base
diferente, ni que deba haberla. En Cristo no hay estas diferencias. La base
teológica para el llamado de la mujer cristiana se encuentra en su aceptación
como miembro del cuerpo de Cristo como un codiscípulo, como persona hecha
a la imagen de Dios, salva por su fe en el sacrificio de Cristo, templo del
Espíritu Santo, y heredera según la promesa de Dios.
A pesar de esta realidad muchas mujeres no están respondiendo al llamado de
Dios. Tal vez es por ignorancia de su libertad en Cristo, o por estar resentidas o
temerosas frente a un ministerio tan comprometedor, y no escuchan la voz de
su Señor. Tienen oídos, pero no oyen. Una tarea importante para la iglesia es
ayudar a la mujer a escuchar la voz de su Señor que la llama a un ministerio.
Cada una tiene que aprender a ser sensible a su voz.
Tanto la mujer creyente como la iglesia a la cual pertenece tienen que trabajar
para que haya más posibilidades de ministerio para la mujer. La iglesia tiene
que crear este ambiente para el ministerio por medio de sus enseñanzas y
actitudes. Tiene que ofrecer el adiestramiento para aquellas personas a las
cuales Dios está llamando. La mujer tiene que estar dispuesta a crecer en su
propia vida cristiana, constantemente sensible al llamado de su Señor. Tiene
que buscar capacitación para servir en la mejor forma, y ser cada vez más
auténtica en el cumplimiento de su ministerio.
Sí, hay posibilidad de ministerio para la mujer, y muchas ya están disfrutando
de este rol en su vida, pero hay que continuar el esfuerzo hasta que todos,
hombres y mujeres, estén comprometidos en el ministerio al cual Dios les ha
llamado.

Como Reconocer Mi Ministerio


¿Puede una mujer ser llamada, dotada, enviada al ministerio? Claro que sí. El
Señor constantemente involucraba a las mujeres en su ministerio; las vemos así
en las páginas de la Biblia. La mujer en la historia de la iglesia ha tenido un
ministerio, y muchas lo han desarrollado en forma cabal. Hay que reconocer
que muchas de nuestras predecesoras en la obra bautista han sido mujeres con
un ministerio que cumplían para la gloria de Dios. Especialmente en la
extensión del mensaje de salvación en nuestros países latinoamericanos, no
habría obra actualmente en muchos lugares si no hubiera sido por las mujeres
realizando su ministerio a lo largo del continente. Pienso que muchas veces
estas mujeres no sabían que estaban realizando un ministerio tan importante,
solamente sentían que cumplían su deber de compartir el evangelio con otros.
Los tiempos han cambiado. Hoy día hay que hablar sobre el ministerio; hay
que acentuar nuestro llamamiento, nuestra capacitación y dotación para servir.
Hay que afirmar nuestro ministerio y realizarlo con dedicación como siervas
de nuestro Dios.
Los siguientes elementos son básicos para que el creyente pueda reconocer su
ministerio:
En primer lugar, tengo que sentir mi llamamiento. Para tener un ministerio
tengo que creer que Dios puede llamarme a mí. Tengo que conocerme, sentir
mi valor como persona, y estar dispuesta a escuchar la voz del Señor. ¡Cuán
interesante la conversación de Cristo con Pedro y el llamamiento que
encontramos en el último capítulo de Juan! Pedro se siente muy deprimido,
muy aislado; ha dejado su ministerio porque ha negado al Señor, y Cristo le
llama y le da un nuevo llamamiento, muy personal, muy específico, hecho a la
medida para este discípulo tan especial y capaz pero en este momento tan
desanimado. ¡Qué maravilla! Me parece uno de los capítulos más fantásticos
de la Biblia. Cristo está renovando a Pedro, dándole nuevo ánimo, nuevo
ministerio. Y ¿qué pasa? Pedro debe haber estado celebrando su llamamiento
al ministerio, pero, sin embargo, le pregunta a Cristo: “¿y qué de éste?”,
refiriéndose a Juan. Y Cristo le censura: “¿Qué a ti? Sigúeme tú.” Dios insiste
en que cumplamos nuestro ministerio, que no lo camparemos con el de otra
persona. Hay que estar en relación con Dios para sentir su llamamiento y
entonces celebrarlo. El ministerio al cual he sido llamado es mío, es personal.
Dios me ha llamado por mi nombre, entro en un nuevo acto con él para
cumplir mi ministerio.
En segundo lugar, tengo que sentir una afirmación en cuanto a mi
llamamiento. Dios me llama al ministerio y me dota para ello, pero aunque es
un llamamiento personal debe ser realizado en comunidad. Mi iglesia, el
cuerpo de Cristo al cual pertenezco, debe afirmar mi ministerio, debe percibir
mi dotación y mi llamamiento, y debe comunicármelo. No debe ser una
comunicación fría y seca, sino una coparticipación en el hecho del plan
especial de Dios para mi vida. A la vez debo tener afirmaciones del mundo
donde vivo, trabajo, estudio, para reconocer mi ministerio.
Las palabras muchas gracias significan mucho en este aspecto, un sincero
reconocimiento de la importancia del ministerio realizado. Muchas veces la
afirmación vendrá después de un fracaso, o algo no muy bien hecho. El apoyo,
el reconocimiento del esfuerzo hecho, la palabra de ánimo pueden ser la
diferencia entre continuar en el ministerio y rendirse al fracaso.
En tercer lugar sentir un reto para prepararme para el ministerio. Cuando
Dios me llama a servirle, quiero prepararme para este servicio. No estoy
satisfecha con el status quo, quiero aprender más y cultivar el don que tengo.
Pablo aconseja a Timoteo: “No descuides el don que hay en ti” (1 Tim. 4:14).
En Romanos él indica que la persona que tiene un don debe saberlo compartir
(Rom. 12: 1-8).
Hay que prepararse, equiparse para el ministerio. Cuando descubrimos
nuestros dones y nuestro ministerio, entonces el mismo Espíritu de Dios nos
dirige a discernir nuestra necesidad de prepararnos mejor para el servicio.
En cuarto lugar, sentir mi responsabilidad de rendir cuentas del uso de mis
dones en mi ministerio. La Biblia enseña que los dones han sido dados para la
edificación del cuerpo de Cristo. Puesto que hay este propósito específico,
cuando descubro un don debo ser responsable al grupo al cual pertenezco.
Debo estar convencida de que este grupo va a darme su apoyo, pero también
que yo voy a rendir cuentas a ellos por mi ministerio. Si yo, un miembro del
cuerpo, he recibido el don de la exhortación, de animar a la gente, debo dar
testimonio acerca de cómo estoy usando este don y de las bendiciones
recibidas. Esta responsabilidad multiplica mi efectividad como sierva de Dios
porque me estimula a ver mi involucración con el cuerpo de Cristo y de
nuestro proyecto mutuo al cumplir el plan de Dios.
En quinto lugar, sentir un llamamiento a seguir ensanchando mi ministerio. La
persona que es llamada al ministerio siente que debe continuar ensanchándolo.
Como la vida cristiana va en proceso, aumentando, profundizándose,
encontrando nuevas formas de actuación, así mismo el ministerio; debe ser
total e íntegro. Debe penetrar todo el ser e ir abriendo nuevas maneras de
actuar.
La vida cristiana no debe ser de rutina, debe ser vibrante, excitante, nueva,
abierta a todas las posibilidades de ampliación, de nuevo significado, de
realización. Esto no significa más actividad necesariamente, sino significa
hacer con más sensibilidad la tarea, obrar con más entrega y más entereza.
Quiere decir ir quitando los prejuicios, siendo sanada para traer salud,
¡encontrando más gozo para traer más gozo a otros!
Estos cinco puntos son vitales al desarrollo del ministerio personal. No los va a
lograr todos a la vez, porque son parte de un proceso de toda la vida, pero hay
que emprender el camino hacia su realización. Note que cada punto empieza
con el mismo verbo, sentir. Esta palabra significa compromiso, involucración,
entrega total. Cuando logro sentir cada uno de estos pasos, reconozco que sí
tengo ministerio, que puedo realizarlo, que soy responsable de hacerlo, y que
voy a hacerlo en la mejor forma para la gloria de Dios.

Ejemplos Bíblicos Para Mi Ministerio


Cada persona necesita tener unos ejemplos de actuación que puedan ayudarle a
ver su rol, su ministerio, su vida. Claro está. el Señor Jesús es nuestro ejemplo
por excelencia de ministerio. Además, la Biblia está llena de tales ejemplos. La
vida contemporánea también da ejemplos de cómo el Espíritu de Dios nos guía
a experiencias concretas, reforzando así nuestra vida diaria.
Una noche me senté y empecé a anotar ejemplos bíblicos para mi vida y
ministerio. En poco rato tuve más de veinte. Sé que debe haber muchísimos
más si uno hiciera un estudio más completo de ellos. Aquí vamos a limitarnos
a considerar cuatro de estos ejemplos bíblicos, dando a cada uno un refuerzo
contemporáneo para estimular nuestro pensamiento y actuación. Veremos aquí
imágenes que considero muy propias para la mujer que siente la necesidad de
relación y de responsabilidad hacia otros, algo muy especial para el ministerio
al cual hemos sido llamados.

1. Dar Dignidad a Otros


Creo que todo el mensaje de la Biblia nos dice tú eres digno de respeto, de
consideración. Cristo nos da muchos ejemplos de esta característica para
nuestro ministerio. En su mismo bautismo Juan se oponía a bautizarle,
seguramente le dijo:
“No soy digno de llevar tus sandalias, ni mucho menos bautizarte.” Jesús
seguramente miró a Juan a los ojos, le tocó el hombro, y dijo: “Juan, tú eres el
instrumento que Dios está usando para iniciar mi ministerio; tú tienes valor, tú
eres digno de participar en mi reino.” Y Juan dejó de resistir y lo bautizó. (Vea
Mat. 3:13-17.) Pienso que Juan fue un hombre cambiado por esta experiencia
de afirmación de parte de Jesús, una experiencia que le acompañó hasta su
muerte.
La experiencia de la mujer adúltera es un cuadro fantástico para ayudarnos a
entender el significado de dar dignidad a otra persona. Muchos han comentado
la gentileza y consideración humana de Cristo en esta situación tan legalista. El
no mira a la mujer en el tiempo en que están los acusadores, para no causarle
más vergüenza y aplastarla más. Cuando ya han salido todos los acusadores
Jesús se endereza, la mira a los ojos, me imagino, y le pregunta: “¿Dónde están
los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? ¿Ninguno arrojó ni una piedra?”
“Ninguno, Señor.” Y Jesús, mirándole, le dice: “Ni yo te condeno; vete, y no
peques más. Tú eres una persona de valor, haz algo con tu vida.” (Vea
Juan. 8: 1 -11.) Qué ejemplos más impresionantes del amor y compasión que
Cristo tenía para las personas.
La mujer cristiana puede dar dignidad a otros en la forma en que los trata como
personas de valor, resistiendo la tendencia de hacer acepción de personas. Leí
acerca de un pastor que dijo que la primera tarea en su ministerio era dar
dignidad o producir dignidad entre los miembros de la iglesia, entre la gente
con quien andaba como ministro de Dios. La mujer cristiana puede dar
dignidad, infundir dignidad en la manera en que habla con la gente,
llamándolas por nombre, mirándolas a los ojos, escuchándolas, tratándolas
como personas de valor.
En Bogotá hay una mujer cristiana que ha sentido un llamamiento a ministrar a
las prostitutas. Uno podría decir que esto es un ministerio demasiado
comprometedor, que lo que uno podría hacer frente al problema de miles y
miles de mujeres de esta profesión en una ciudad grande no terminaría con el
problema. Sin embargo, esta mujer es llamada a este ministerio, trabaja con
veinticinco exprostitutas. Les enseña costura, están trabajando de día en un
taller, sus pequeños hijos son cuidados allí, hay una comida nutritiva para
ambos. Todos son tratados como personas de valor en un ministerio
comprensivo de sus necesidades. Les ha dado un nuevo significado a la vida de
ellas, infundiéndoles esperanza, dándoles dignidad personal.
He tenido la misma experiencia trabajando con analfabetas. Al aprender a leer
y escribir y llegar a ser una persona que puede funcionar mejor en la sociedad,
cada una empieza a apreciarse como persona, a sentir su propia dignidad. La
clave para esta nueva vida viene de un trato personal y significante entre las
dos personas en un ministerio que busca dar dignidad a la persona.

2. Humanidad que produce más humanidad


Por lo general no hablamos de la humanidad de Dios, sino de su divinidad,
pero quiero usar este concepto en este sentido aquí. Juan dice que Dios “fue
hecho carne y habitó entre nosotros” (Juan. 1:14). Vino al mundo por medio de
su Hijo y vivió dándonos un ejemplo de esta cualidad de interés en enfatizar la
humanidad de acción entre las personas. Dios, en verdad, nos da los ejemplos
más significantes de esta cualidad porque nos trata en una forma especial para
demostrar su amor por nosotros. Nos estimula con un trato que puede producir
en nosotros una apropiación de sus mismas cualidades que influyen en nuestro
trato con las personas.
Dorotea Söelle explica este concepto en su interpretación de la parábola del
buen samaritano. Ella dice que Jesús relató esta parábola para enfatizar nuestra
humanidad, para sentir simpatía por el herido, la víctima, y para responder a
este sentimiento, y no ser parte del proceso de deshumanización de los que
pasaban de largo, sino uno que siente compasión, que se acerca y hace algo
(Luc. 10:25-37). En verdad tratar a otro con humanidad produce más
humanidad.
No debemos olvidar que Jesús relata esta parábola para reforzar la importancia
de ser un prójimo a otros. El buen prójimo se ejemplifica en el buen
samaritano, una persona típicamente alienada de la sociedad hebrea. Pero aquí
es uno que trata en forma amorosa a la persona necesitada, mientras las
personas de su propia raza. y aun los líderes religiosos, lo tratan en forma
deshumanizante. Jesús nos da la enseñanza eterna del buen samaritano, uno
que sentía misericordia, que afirmaba la relación con otro ser humano, y nos
dice: “Vé y haz tú lo mismo.” Tratar a una persona en forma humanizante
produce más sentido de humanidad.
Helen Barnette en su libro Salva la Mente de Tu Hijo, habla de una experiencia
conmovedora que pasó en su aula de clase, que me parece muestra este énfasis
bíblico en forma impresionante. Helen es profesora en una escuela pública en
la ciudad de Louisville, Kentucky. Es una creyente que siente su llamamiento
divino al ministerio de la educación. Tiene un alto concepto de su
responsabilidad como cristiana; cosa que se ve en el trato y respeto que
muestra para sus alumnos, adolescentes de doce a trece años de edad, algunos
de hogares destruidos y con una historia de problemas.
Era el día antes del Día de Acción de Gracias, y la hermana Barnette había
dicho a sus alumnos de la primera clase que puesto que era víspera de un día
tan importante, iba a leerles una historia que sabía que les gustaría. Pero en la
madrugada de este día le llegó la noticia de la muerte de un amigo íntimo,
humorista cristiano. Ella no sabía si podría ir a la escuela por el gran pesar y
dolor que sentía, pero puesto que era un día antes del feriado sabía que sería
difícil encontrar a alguien para reemplazarla. Así, fue a la escuela.
Al llegar los alumnos de la primera clase les puso en un círculo para leerles la
historia. Empezó diciéndoles lo que era escribir algo humorístico, dato que le
hizo pensar en su amigo muerto, y cuando empezó a leer la historia se dio
cuenta de que era en el dialecto del sur de los Estados Unidos, el que tanto
usaba su amigo en sus programas humorísticos. De repente estalló en sollozos.
El grupo le miraba con pavor y horror. Una niña negra sentada a su lado puso
su brazo en su hombro, y le tocó suavemente como una madre que consuela a
su hijo. Cuando pudo, Helen contó al grupo de la pérdida de su amigo, y
entonces sus alumnos empezaron a consolarla.
Uno dijo: “Me imagino que era Grady Nutt. Nosotros lo escuchamos en la
radio. El vino a nuestra iglesia, era muy bueno.” Otro dijo: “Yo lo vi en la
televisión.” Otro comentó de cómo él había visitado a su abuelo en el hospital.
En esta forma estos jóvenes iban compartiendo el dolor de Helen y
consolándola. Después de un rato, ella les dijo:
“Mi amigo amaba a la gente de vuestra edad. Quiero que sepáis que yo
os amo también. Me han ayudado por ser tan compasivos conmigo y
dejándome llorar. Estoy muy agradecida que ustedes son de mi primera
clase del día, porque sé que si pude cumplir mi deber en esta primera
hora, podré hacerlo en el resto del día. Son muy especiales para mí, les
agradezco.”
Helen terminó la clase y los alumnos salieron, pero varias veces durante el día
estos alumnos vinieron para ver si estaba bien, si podía dar sus clases. Más
tarde, una niña que era un problema en la escuela, que vivía con una familia
adoptiva, vino y puso su brazo en su hombro y con un cuidado e interés único
le preguntó: “¿Estás bien? ¿Te sientes bien para cumplir el día en la escuela?”
Esta experiencia conmovedora muestra un ministerio de empatia, de sentir lo
que otro siente, de identificarse con ello, de ser humano con otro humano. Por
la manera por la cual había compartido su vida con sus alumnos anteriormente,
en este momento de dolor Helen Barnette pudo no solamente ser humana,
expresando su dolor, sino amplió la experiencia de los jóvenes de este curso.
Todos llegaron a ser más humanos como resultado de compartir el dolor y
sentir compasión por otra persona.
¿No le gustaría tener a Helen Barnette como amiga, o como maestra para sus
hijos o sus nietos? Usted también, puede tener un ministerio de tratar a las
personas en forma humana. Siendo más humano, usted hace que los demás
sean más humanos. Jesús dice: “Vé y haz tú lo mismo.”

3. Hospitalidad
La Biblia enseña que debemos ser hospitalarios.
“No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo,
hospedaron a ángeles” (Heb. 13: 2).
“Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el
don que ha recibido, minístrelo a otros” (1 Ped. 4: 9.10).
Además está mencionado en la lista de los dones en Rom. 12:13.
Cuántas veces en la Biblia se menciona la idea de la hospitalidad: el ejemplo
de la sunamita y su esposo que hicieron un aposento para Eliseo; la casa de
María, Marta y Lázaro donde Jesús se hospedaba frecuentemente; las
referencias en las Cartas de Pablo a la iglesia que está en tu casa.
Pero quisiera considerar para nuestra apropiación personal a Lidia, la mujer
hospitalaria de Filipos. Ya era una mujer que buscaba a Dios, juntándose con
el grupo de mujeres que oraban al lado del río. Escuchando las palabras de
Pablo, el Señor abrió su corazón y después de ser bautizada, ella rogó a Pablo:
“Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad”
(Hech. 16:15).
Si solamente tuviéramos estos versículos de Hechos para reconocer el valor de
la vida de Lidia, tal vez no sería una cosa tan espectacular como un ejemplo
del ministerio de la hospitalidad. Pero cuando relacionamos el capítulo 16 de
Hechos con la carta a los Filipenses con todas las expresiones de amor, de
gozo, de relación tan cariñosa entre Pablo y esta iglesia, tan interesada en su
labor misionera, vemos el impacto tremendo del ministerio de Lidia en la
formación de esta comunidad.
Pablo les escribe:
“En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido
vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os
faltaba la oportunidad... Y sabéis ... que al principo de la predicación ...
ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino
vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para
mis necesidades” (Fil. 4:10, 15, 16).
Pienso que el ministerio de Lidia dio ejemplo para las iglesias en todas partes.
La hospitalidad es un don que es base de un ministerio; hay que practicarlo
adentro y fuera de la casa, con consideración y atención a otros. Es un don que
se ve especialmente entre las mujeres que abren sus casas a otros, mantienen
relaciones de amistad con otras personas y participan en la vida de personas
lejos de sus familias o necesitadas de relacionarse con otras.
Tengo una amiga cristiana en Cali que es verdaderamente una persona
hospitalaria; sabe recibir a las personas en su hogar. Siempre está lista con una
taza de café y una galleta para la persona que necesita charlar con ella. Recibe
a visitas para pasar la noche o varias noches. Tiene grupos que estudian
artesanías, la Biblia, culinaria, inglés; son todos bienvenidos a la hora que sea.
Ella utiliza su hogar en su ministerio; y la gente viene porque saben que allí
reciben bendiciones. La clave de este ministerio es amor para la gente, un amor
que se preocupa por ellas. Una de las mejores maneras de utilizar la casa en
servicio hoy día, es recibir a los grupos de estudio bíblico donde la persona es
recibida con amor, y tratada como persona de valor. Visitar una casa así, es
recibir el efecto de un ministerio especial.
4. Dar confianza.
La Biblia da énfasis a la necesidad de tener confianza en Dios. Esta confianza
es un don especial porque con ella uno puede andar confiadamente sabiendo
que Dios está con él. Jeremías nos da un cuadro muy especial de lo que es esta
clase de confianza:
“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.
Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a
corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su
hoja estará verde, y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar
fruto” (Jer. 17: 7. 8).
Precisamente esta confianza da estabilidad y esperanza a la vida.
En la última noche de su vida Jesús dio esta confianza a sus seguidores
hablándoles repetidas veces de la seguridad de la confianza que podrían sentir
cada uno de ellos.
“No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí. No
os dejaré huérfanos, vendré a vosotros. Confiad, yo he vencido al
mundo” (Juan. 14: 1, 18: 16:33).
Jesús nos da confianza para la vida diaria. La mujer que puede infundir
confianza a sus hijos, darles este sentido constante de confianza en sí mismos,
en su mundo, en sus relaciones con Dios y sus prójimos es una mujer que
realiza un ministerio muy especial. El famoso siquiatra Erik Erikson dice que
es en la primera etapa de la vida cuando el niño aprende a tener confianza o
desconfianza, según como sea tratado por su madre, especialmente. Si el niño
puede confiar en la palabra de su madre, en su manera de llevarlo, su
presencia, su toque, su constancia, su veracidad, este niño tendrá confianza
como niño o como hombre. Si el niño aprende que no puede confiar en su
madre, siempre será desconfiado, nervioso, sospechará y dudará de la gente.
La vido será difícil para él, y para todos los que se relacionan con él. Tal es la
influencia de la mujer; tan grande y potente es su ministerio.
Dorotea Söelle habla de una niña judía que cantaba una canción: “Hermosa
soy, hermosa. Me llamo hermosa.” Esta canción expresa la confianza de esta
niña en la vida. Cuando uno ha experimentado una niñez feliz y de confianza,
puede vivir confiadamente, puede ver el mundo como confiable.
La mujer/madre, puede ser la clave para la confianza y autoestima que
necesitan sus hijos. Con cuánta ilusión se prepara al niño para ir a la escuela,
esperando lo mejor para él en este nuevo mundo.
Conozco a una mujer cuya hija tenía problemas en la escuela con el
aprendizaje. Era una niña normal, inteligente, pero seguramente le faltaba la
disciplina y atención que necesitaba para aprender a leer y escribir
correctamente. Las primeras notas de la escuela fueron bajísimas, con
amonestaciones de su maestra de que tenía que mejorar. La niña tenía
vergüenza, sentía que no podría aprender. La madre, sabiamente, empezó a
trabajar con su niña; pidió información sobre fonética, y empezó a idear juegos
con su hija que le ayudaron a definir las sílabas, luego a juntarlas y a leer y
escribir correctamente. Pronto la niña iba a la escuela con más confianza en sí
misma. Se había evitado la posibilidad de una niña amargada, dejada a un lado
en su curso. Era un ministerio de una madre dando confianza a su hija
necesitada.
Pienso que el ministerio entre los niños maltratados o de los cuales se ha
abusado es uno de los más importantes que hacen muchas mujeres en el mundo
entero. Esta triste realidad hace que el niño no tenga confianza en nadie, pero
con el amor incondicional de una persona que lleva a cabo un ministerio con
este niño puede sanar las heridas, darle la confianza para una nueva vida.
Hay mujeres que van a los hogares o las guarderías donde se encuentran estos
niños, y allí con tacto, constancia y comprensión les infunden la confianza que
pueden tener en otro ser humano.
La mujer, más que cualquier persona, puede infundir esta clase de confianza en
sus propios hijos, en los niños de la iglesia y de su barrio. Este es uno de los
ministerios que más reacciones positivas puede tener. Sea una mujer que
infunde confianza.
Estos cuatro ejemplos de ministerio de la Biblia y del mundo contemporáneo
son refuerzos para el ministerio, pero solamente es un primer paso. Hay
muchos otros ejemplos, tanto de la Biblia como de la vida diaria, que nos
llaman a una ampliación de nuestro ministerio, a entender dónde y cómo
podemos ser ministras de Dios en la casa, en el trabajo, en la comunidad, en la
iglesia y en el mundo. Vaya buscando ejemplos adicionales que puedan
servirle como un estímulo a su creatividad bajo la dirección del Espíritu de
Dios. Al entender mejor las posibilidades de ministerio podrá realizarlo más
eficazmente.
Toda creyente es llamada dotada y enviada a ministrar. Los ministerios son tan
diversos como son las oportunidades de la vida. Depende de cómo cada
persona responde a la voz de Dios y a las oportunidades en su alrededor.
¡Soy llamada! ¡Soy dotada! ¡Soy enviada! Seré una buena administradora de
los dones que Dios me ha dado. Seré ministra en nombre de Cristo.
Actividades De Reflexión Y Aprendizaje
1. Describa un ministerio que ha observado que una mujer está realizando en
su iglesia o en otra iglesia cercana. ¿Qué dones tiene? ¿Cómo los usa dentro y
fuera de la iglesia?
2. ¿Cuáles son los dones que usted tiene? ¿Cómo se ha dado cuenta de que los
tiene? ¿Han sido afirmados por la iglesia y otras personas? ¿Cómo? ¿Cómo
rinde cuenta de sus dones a la iglesia? ¿Es fiel en hacerlo?
3. Haga un estudio de Fil. 2: 5-11 para sacar de este gran pasaje criterios que
podría usar para su propio ministerio.
4. Sin consultar la Biblia haga una lista de personajes bíblicos que le pueden
servir de ejemplo para su ministerio. Después, lea uno de los Evangelios
buscando ejemplos para su ministerio. Compare las dos listas. ¿Cuáles son las
características que se ven más a menudo? ¿Cómo puede ponerlas en práctica
en su vida como ministra y sierva del Señor?
5. ¿Hay ministerios que usted podría compartir con otros en que los dos
usarían los distintos dones que Dios les ha dado? Haga un plan para un
ministerio compartido así, preferiblemente con esta persona. Procuren
realizarlo.

Preguntas para contestar a solas o en grupo:


¿Qué significa para una mujer tener un ministerio? ¿Cuáles son los
criterios esenciales para el desarrollo de su ministerio?
¿Hay dones más propicios para la mujer? ¿Cuáles? Explique su
respuesta.
¿Cuál es su ejemplo bíblico favorito para reforzar su concepto de
ministerio? ¿Como puede usarlo en su ministerio?
11. Como Creyente Que Crece
“Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo”, — 2 Ped. 3:18 a.
“Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y
para con todos … para que sean afirmados vuestros corazones”,
1 Tes. 3:12 a, 13a.
Había muerto Dorcas y los discípulos estaban tristes. ¿Qué haría la iglesia de
Jope sin ella? Los discípulos, sabiendo que Pedro estaba cerca en Lida,
enviaron dos hombres a rogarle: “No tardes en venir a nosotros” (Hec. 9:38 b).
¿Por qué era tan especial Dorcas? ¿Qué pensaban que Pedro podría hacer en
este momento tan triste?
Dorcas era una discípula que “abundaba en buenas obras y en limosnas que
hacía” (Hech. 9:36 b). Las buenas obras incluían los vestidos y túnicas que ella
hacía para las viudas y otros, pero seguramente había otras formas en que esta
mujer se relacionaba con las personas de Jope para ayudarlas. Las limosnas en
la Biblia son el dinero dado para el sostenimiento del templo y de los levitas
que servían en el. Así Dorcas abundaba en la expresión de su fe: amaba a Dios
y se sentía feliz colaborando con él y con otros, cumpliendo así el ministerio
que él le había dado.
Creo que si tuviéramos a Dorcas aquí y le pidiéramos que nos explicara la base
teológica de su vida, ella usaría conceptos relaciónales, hablaría de sus
relaciones con Dios y con su prójimo. No podría separar su fe de sus
relaciones.
En este capítulo vamos a basar nuestro estudio en los conceptos de la teología
relacional porque creo que ésta, más que cualquier otra, se asemeja a nuestras
necesidades como mujeres. Hemos visto que nuestra forma de pensar y nuestra
orientación sicológica básica son relaciónales, así la teología relacional tiene
un significado especial para nosotras. Es una teología que se podría definir
como un estilo de vida de fe que procura estimular el crecimiento cristiano y la
vitalidad de la iglesia, por medio de relacionar a los creyentes entre sí y
promover entre ellos apertura, aceptación, responsabilidad y el desarrollo
sistemático de la fe personal. Esta teología no es exclusivista, ni selectiva, ni
califica a los creyentes según la manifestación de su vida espiritual, sino
enfatiza la importancia de la presencia de Dios que se encuentra en las
relaciones entre las personas y con él.
Este concepto me estimula como mujer. Creo que ofrece más posibilidad para
mí para desarrollar mi propia teología en forma lógica, concienzuda,
estimulante y funcional. ¿Quién soy yo? Una mujer en relación, una persona
para quien las relaciones son importantes.
¿Cómo puedo expresar mi vida cristiana? ¿Cómo puedo crecer con mi Dios y
mi prójimo? En relación. ¿Cómo puedo continuar mi crecimiento y mi
desarrollo como mujer cristiana? En relaciones que den sentido y satisfacción a
la vida. Le desafío a que busque maneras de relacionarse en formas más
significativas. Analice sus relaciones como proceso de desarrollo de su vida
cristiana. En este capítulo vamos a considerar tres facetas de nuestra vida, tres
conceptos que son básicos a la teología relacional: mi vida de fe, mi ministerio
y mi estilo de vida.

Creciendo En Mi Vida De Fe
La teología de relación enfatiza la importancia de las relaciones del creyente.
Jesús nos da el ejemplo en el grupo pequeño de los doce. Había
interdependencia y una relación creativa entre ellos. Lo vemos en la iglesia
primitiva en los pequeños grupos que se reunían para comer juntos, compartir
su vida en la oración, la adoración y el servicio entre sí y a la comunidad
extendida.
Cuando una cristiana empieza a vivir en forma relacional, hay ciertas
características que llegan a ser normativas en su vida. La teología relacional
nos ayuda a resaltar las siguientes:

1. Ser una nueva creación


“Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17).
En el nuevo nacimiento la persona ya tiene nuevas perspectivas, nuevos
deseos, nuevas actitudes que resultan de su afiliación, de su relación y de su
lealtad a Cristo. Hay nuevas maneras de ver las cosas y de experimentarlas. El
momento de conversión no es el momento de haber llegado al climax del
crecimiento, sino de haber emprendido su camino hacia el desarrollo de su
potencial para toda la vida. Constantemente está creciendo y llegando a ser la
persona que Cristo desea.
2. Vivir abiertamente
“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos
con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”
(1 Jn. 1: 7).
Andar en la luz es salir de la oscuridad y dejarse ver tal como es. Andar aquí se
refiere a nuestro estilo de vida, quiere decir vivir: es ser abierto a lo que uno
es, y lo que uno podría llegar a ser. El texto dice que dos cosas pasan cuando
estamos abiertos, andando en la luz: (1) tenemos comunión (koinonía) el uno
con el otro, y (2) continuamente el Señor nos limpia de todo pecado. La idea es
de la transparencia. Cuando uno no es sincero, o transparente, no anda en la
luz. Tiene miedo de ser descubierto. Las relaciones con las personas y con
Dios son superficiales. ¡Hay mucho qué esconder! Andar en la luz es ser
abierta a la luz de Dios. Esta luz revela nuestros pecados, pero también los
sana, y entonces resalta nuestra condición posterior. La luz es símbolo de la
presencia y la actividad de Dios. Con la luz de Dios podemos ser abiertos a la
vida; podemos llevar vidas transparentes.

3. Tener libertad en Cristo


“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan. 8:32). Esta libertad
significa que uno puede desarrollar su vida espiritual sin limitaciones y control
de otras personas. Sin embargo, tenemos que reconocer que en muchas
maneras somos influidas, controladas, limitadas por las otras personas
significantes en nuestras vidas; por nuestra propia personalidad y su expresión;
por medio de las limitaciones de nuestro entorno, y aun de nuestra iglesia.
La teología relacional considera que tenemos libertad como resultado de
nuestra relación con Cristo y nuestra dedicación a él (Juan. 8:31, 36). Cuando
vive en relación con Dios y con otros, habrá la posibilidad de crecer en el plan
de Dios para su vida. Solamente en esta forma hay libertad personal y
relacional. Pablo nos aconseja sobre un peligro grande para nuestra vida
espiritual;
“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no
estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gál. 5: 1).
En Cristo tenemos un sentido de seguridad que nos libera. La libertad es un
don precioso de Dios; usémosla como base de nuestro crecimiento y relación,
no para esclavizarnos de nuevo.
4. Crecer en la fe
“Siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la
cabeza, esto es Cristo” (Ef. 4:15).
Uno crece en Cristo cuando busca seguirle constantemente. La peregrinación
de la salvación es una peregrinación a la salud total y es para toda la vida.
La teología relacional reconoce que algunas personas están contentas con lo
que han logrado en su vida espiritual y así se estancan. Otras ponen metas
inalcanzables y constantemente se consideran derrotadas. Uno debe
preguntarse: ¿Cuáles son mis necesidades? ¿Cómo puedo crecer? ¿Cuáles son
las áreas de mi vida que necesitan respuesta, aprendizaje, actividad y
crecimiento ahora? En las cuatro relaciones básicas de esta teología:
(1) la relación con Dios,
(2) la relación con uno mismo,
(3) la relación con otros de significado y
(4) la relación con el mundo; uno siempre va a encontrar áreas que
demandan atención.
Pregúntese: ¿Cuáles son las facetas de mi vida que están estancadas? ¿Cuáles
son mis heridas? ¿Estoy desorientada en alguna manera? ¿Estoy realizando
todo mi potencial como creyente? Así encontrará su punto de partida, desde
allí puede crecer hacia su potencialidad.
La teología relacional se basa en la experiencia personal de fe. Sin esta
experiencia no hay vida de significado. Con ella la vida es un camino hacia el
desarrollo de la potencialidad que Dios tiene para cada uno.

Creciendo En Mi Ministerio Con Otros


El segundo concepto del desarrollo de mi fe trata de mi ministerio con otros, lo
que yo siento que Dios quiere que yo haga como su hija. El me ha llamado, me
ha dotado y me ha enviado a un ministerio. Así tengo un ministerio en relación
con mi mundo. ¿Qué significa esto para mí? La teología de relación nos ayuda
a entender mejor las funciones específicas del creyente en su ministerio. Cada
una que vamos a considerar es básica para su crecimiento en el ministerio en
forma relacional.

1. Ayudar a otros en su vida cristiana


Ser creyente destaca la idea de comunión, de koinonía, de hermandad. Así
cada creyente tiene el ministerio de facilitar y ayudar al desarrollo de la vida
cristiana de otros. El concepto de ser un ayudador, un terapeuta, se encuentra
en la psicología moderna, pero es básico a la vida cristiana. Hemos estudiado y
afirmado este concepto especialmente en la relación matrimonial. Podemos
destacar cinco áreas de esta facilitación o ayuda mutua que el creyente debe
prestar a otros:
• Afirmación. Cuando Bernabé, el hijo de consolación se relacionaba con la
gente, sabía afirmarlas en su vida personal y espiritual. Nosotras podemos
imitarle comunicando a las personas de valor, que tienen cualidades positivas,
que son personas en las cuales se puede ver la obra de Dios. La teología
relacional enseña que cuando uno cree que los demás le ven como ejemplo de
valor, puede quitar sus defensas porque no tiene que estar constantemente
comprobando su lugar como persona. Puede empezar a afirmar lo bueno en su
vida, y como resultado hay una disposición a corregir lo que necesita ser
corregido. La afirmación abre paso al crecimiento en Cristo.
• Confesión. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros,
para que seáis sanados” (Stg. 5:16 a). La salud espiritual y emocional depende
de la disponibilidad de confesar a otro la condición espiritual de uno. Esta
persona debe ser un ayudador que sepa escuchar, afirmar la gracia de Dios
para perdonar y orar por la salud y el crecimiento de la persona. Esto es ser
verdaderamente una persona terapeuta, que promueve la salud. No creo que la
confesión deba ser hecha en una sesión de la iglesia, sino en relación con otra
persona, o en un grupo pequeño que jamás utilizaría estas experiencias como
base de chismes, ni en otras formas destructivas o controlantes.
Todos somos pecadores, todos necesitamos confesar y recibir el perdón. Dios
nos llama a reconocer y confesar nuestros pecados, a arrepentimos de ellos, a
recibir su perdón y a tomar la decisión de no repetirlos, sino de andar en
obediencia a el. ¡Qué bendición más liberadora de seguir su plan y de ayudar a
otro que lo haga también!
• Llevar las cargas. “Sobrevellad los unos las cargas de los otros, y cumplid
así la ley de Cristo… porque cada uno llevará su propia carga.” (Gál. 6: 2. 5).
Por medio de la compasión y la comprensión se puede ayudar a otras personas
a llevar las cargas pesadas. Ser comprendida y afirmada como persona por una
hermana que le ayuda con la carga pesada, da nueva vida, nueva esperanza
para llevar su propia carga, para afrontar mejor las dificultades, y para ayudar a
otros en estas mismas condiciones. Sin duda la persona que ayuda así, tendrá
nuevas fuerzas para llevar sus propias cargas.
• Afirmar los dones. “De manera que, teniendo diferentes dones, según la
gracia que nos es dada”, usémoslos (Rom. 12: 6). Como hemos afirmado en el
capítulo anterior una responsabilidad de la comunidad cristiana es ayudarse
unos a otros a descubrir, desarrollar y usar sus dones en el ministerio, en la
iglesia y en el mundo. Debe estar al tanto de las necesidades a su alrededor y
procurar ver cómo los dones de cada persona pueden ser utilizados para
suplirlas. Dentro de la comunidad cristiana se comisionan uno a otro para usar
sus dones en un ministerio específico.
• Oración. “Orad unos por otros” (Stg. 5:16). Una base importante de la
teología relacional es la oración del uno por el otro. En esta forma se activa la
fe, la esperanza, y el amor en el grupo, y como resultado cada persona tendrá
nuevas fuerzas espirituales, internas y externas, que le van a permitir cumplir
mejor su ministerio.
En la oración de Jesús que encontramos en Juan 17, él ora por nosotros.
Debemos estar atentas a su ejemplo, considerando no solamente las
necesidades de otros, sino orando para que cada uno pueda alcanzar estas
metas de vida espiritual por las cuales oró nuestro Salvador.
Cada creyente es hermano de su hermano. Es copartícipe de la promesa de
Cristo. Es un ayudador, un terapeuta, un ministro, que facilita la vida espiritual
de otro con quien tiene relación.

2. Transmitir las realidades de la fe.


Transmitimos las realidades de nuestra experiencia cristiana por medio de
nuestras relaciones. Acuérdese que hemos estudiado esto como fundamental a
nuestra experiencia como mujeres. Pero, ¿cómo nos relacionamos la una con la
otra? ¿Sentimos verdaderamente que una relación es un medio de transmitir la
realidad de la fe? En verdad, cuando una vida toca a otra hay una transmisión
de experiencia, una transmisión de lo que es significante para estas personas.
Lo reconocemos en la vida del creyente por medio de dos conceptos
teológicos:
• Encarnación. La encarnación de Cristo, o sea cuando Dios se hizo carne
humana, es el hecho transformador de la condición humana. En esta relación se
experimenta la cima del diálogo entre Dios y el hombre. “Dios estaba en
Cristo, reconciliando consigo al mundo” (2 Cor. 5:19 a). La encarnación de
Dios en Cristo continúa hoy día por medio de la labor del Espíritu de Dios en
su pueblo. Por ejemplo, una persona puede llegar a entender mejor el amor de
Dios porque alguien la trata con amor y aceptación. Así, la realidad de Dios es
comunicada o transmitida por medio de una persona, o sea de persona a
persona. Puede ser que por medio de una conversación Dios llegue a otro por
medio de usted. El se ha encarnado en usted para traer bendición a otro. Así
puede decir como Pablo, “Cristo vive en mí” (Gál. 2:20).
El libro En Sus Pasos describe a un grupo de personas que fueron
completamente cambiadas por la pregunta: “¿Qué haría Jesús?” Ellos
aplicaban esta pregunta a todas las situaciones en que se encontraban, y los
resultados eran revolucionarios. Aunque no usen estas mismas palabras, el
concepto es de Cristo encarnado en la vida de uno. ¿Qué haría Cristo en las
circunstancias de su vida? Es saber que donde ande, donde se encuentre, por
medio de su palabra, sus actitudes, sus acciones es el Cristo encarnado. Es el
templo del Espíritu Santo, pero a la vez encarna lo que es ser creyente, y por
esto puede transmitir su fe.
• Comunidad. En el Nuevo Testamento la iglesia no es presentada como una
organización, ni una institución, sino como koinonía, una comunión íntima
entre personas. Hay una vida común, una vida compartida entre la comunidad.
En esta comunidad la persona vive en relación de significado con otros. Cada
uno apoya la vida del otro, le estimula en su crecimiento y en el desarrollo de
su vida espiritual. La participación en una comunidad cristiana amante debe
proveer al creyente un lugar donde puede experimentar:
• Responsabilidad para asumirla y desarrollarla en su vida diaria.
• Afirmación de parte de aquellos que la entienden y sienten una solidaridad
con usted.
• Sostén y apoyo basados en la oración para que cada uno experimente la
sanidad, la renovación, la fortaleza y la facilitación para su ministerio.
• La toma de decisiones con el consejo de amigos confiables.
•Contentamiento y gozo compartidos y aumentados.
Reducción de dolores con las tensiones disminuidas. Ser parte de la iglesia es
darse cuenta de la importancia de las relaciones; que una no tiene que vivir
aislada, sola. Sino que hay relación y significado en la vida. Siendo
verdaderamente parte de la comunidad cristiana uno encuentra fuerza para su
vida y para su ministerio en el grupo, al grupo y por medio del grupo a otros.
Siendo parte de la comunidad uno aprende a transmitir las realidades de la fe;
hacerlo por medio de una vida que encarna a Cristo, lo hace creíble.

3. Estar atento a la voz de Dios.


Dios no nos llama solamente una vez a un ministerio; constantemente nos
llama a nuevos servicios, a nuevas oportunidades de relacionarnos con otros
que le necesitan. Hay que estar atento a su voz, a su intención para el
ministerio de uno. Cuántas veces limitamos nuestro ministerio por no escuchar
su voz, por fijarnos solamente en aquellas cosas que nos interesan, tapando
nuestros oídos cuando el Señor nos pide hacer algo que no queremos
considerar.
Estar atento a la voz de Dios da una dimensión dinámica a nuestro ministerio.
Podemos ensancharlo, aprender nuevas formas de servicio y llegar a nuevos
niveles de cumplir con nuestro ministerio.
Dios nos deja oír su voz en muchas maneras, en su palabra, en la oración, por
medio de otra persona, en la creación y en sus hechos diarios. Dios nos llama
por nuestro nombre y así busca esta relación íntima con nosotras para que
trabajemos juntos para cumplir su propósito. Muchas veces en lugar de
profundizar nuestra relación con Dios, nos limitamos a causa de nuestras
preocupaciones. El sacerdote holandés, Henri Nouwen, escribiendo en su
diario espiritual, dice que muchas veces limitamos a Dios por nuestro estado
de ánimo, y él ora así: “Oh Señor, que no te limites a causa de mis propias
ideas y sentimientos limitados y limitantes. Tú puedes hacer muchas cosas
conmigo, cosas que parecen totalmente imposibles para mí. Quiero
mantenerme abierto al movimiento libre de tu Espíritu en mi vida. ¿Por qué me
digo constantemente: ‘Nunca voy a ser un santo. Nunca voy a ser capaz de
dominar mis impulsos y deseos’? Si sigo diciendo esto, yo mismo podría evitar
que me toques y me sanes profundamente. O Señor, permite que yo te siga
libre y abiertamente para que tú puedas venir a mí cuando y como quieres.
Amén.”
El libro de Apocalipsis nos da otra imagen bíblica en cuanto a un ministerio
creciente por medio de esta comunión y conversación con Dios. Cristo dice:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apoc. 3:20).
Aquí vemos la acción de Dios, llamando. Solamente cuando la persona está
atenta y escucha la voz, va a abrir la puerta que permite la relación de sentarse
y cenar juntos con todo lo que esto significa. Es un cuadro impresionante de la
relación íntima que Dios busca tener con cada persona. En este sentar y cenar
con el Señor podemos entender su visión para nuestro ministerio. Podemos
aprender a amar a las personas como él las ama, y a encontrar nuevas
oportunidades de servicio entre ellas.
Debemos analizar detalladamente la razón por la falta del desarrollo de nuestra
vida en el servicio gozoso al Señor. ¿No hemos crecido en nuestro ministerio
porque no hemos estado escuchando la voz de Dios? Escuchémosla para así
crecer y desarrollarnos como buenas siervas.
¿Cómo puedo crecer como cristiana en relación con mi ministerio? Cuando
ayudo o facilito la vida cristiana en otros, cuando transmito la fe a otros, y
cuando estoy atenta a la voz de Dios para así entrar en nuevas dimensiones de
servicio y desarrollo según lo que él me indique.

Desarrollando Mi Estilo De Vida


No solamente voy a crecer en mi vida espiritual, y en el ministerio que el
Señor me da en relación con otros, sino también en lo más básico, mi estilo de
vida. Mi vida es la prueba última de mi relación con Dios; si no se nota una
diferencia básica en mis relaciones con otros, entonces es obvio que yo no
pienso que es importante, que la relación con Cristo no es céntrica en mi vida.
Como creyentes necesitamos tener ciertas pautas para nuestro crecimiento y de
cómo podemos desarrollar nuestra vida en una forma que concuerde con las
enseñanzas de Cristo. Buscamos dirección para un estilo de vida cristiano, y la
Biblia es fiel en dárnosla.
Un versículo que hemos considerado antes resume la idea:
“... siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la
cabeza, esto es, Cristo” (Ef. 4:15).
Se usa mucho la palabra andar en las cartas de Pablo para ayudarnos a pensar
en la importancia de nuestra manera de vivir. Sería muy bueno ir anotándolas
para tener una percepción más amplia de este tema. Los Salmos nos ofrecen la
misma oportunidad desde la perspectiva del Antiguo Testamento. Juan lo
expresa muy sucintamente: “El que dice que permanece en él, debe andar
como él anduvo” (1 Jn. 2: 6).
Al estar creciendo en Cristo, él está moldeándonos en nuestras actitudes,
acciones y hábitos hacia un estilo de vida cristiana integral. Como cristianas
comprometidas somos confrontadas con dos realidades: las enseñanzas de
nuestro Señor y nuestra adaptación a nuestro entorno. Hay que tener un
equilibrio sano entre estos dos parámetros de la vida cristiana. A través de
nuestra relación con Cristo, nuestra obediencia a él y nuestra sensibilidad a las
necesidades a nuestro alrededor, tenemos un estilo de vida que es sincero pero
cambiante. Este compromiso se ve en forma dinámica en la mujer que se
relaciona como Cristo con su mundo.
Este nuevo estilo de vida incluye el servicio, tan ejemplificado por nuestro
Señor. El mundo de hoy día está cansado de escuchar del amor y
compañerismo y desea experimentarlos. Quiere ver el servicio en formas
tangibles, en salud, comida, comprensión, visitación, entre otros. Nuestro
servicio responde a lo que hemos visto en el ejemplo de Cristo y las
necesidades que nos circundan. No hay ningún tiempo en la vida cuando la
gente sea demasiado vieja o joven para aprender a servir. Para poder aprender
el creyente tiene que tener el deseo sincero de servir (Fil. 2: 6-8), la
capacitación para el servicio, y la participación con otros en servicio.
Este estilo de vida incluye la reconciliación. Pablo dice que somos
embajadores de reconciliación (2 Cor. 5:18-20). Y Cristo nos enseña la gran
importancia del perdón, de reconciliarse con el prójimo (Mat. 5:21-26). Así
nuestro estilo de vida debe incluir la reconciliación con Dios, consigo mismo y
con el prójimo. La creyente tiene que manifestar una disponibilidad y
búsqueda de reconciliación. En lugar de ser agresiva y violenta, hay que buscar
acuerdos que son aceptables para cada persona involucrada en conflictos con
otros. Ser una persona que busca la reconciliación tiene que ser parte
fundamental e integral de la vida cristiana.
Otro elemento que debe haber en este estilo de vida es la solidaridad. Según el
diccionario esto significa “mostrarse alguien de acuerdo con la actitud o acción
de otro u otros”. Hay que ser solidarios con otros, no considerarnos distintos o
superiores, sino seres humanos iguales que ellos. Dios nos ha creado para vivir
en comunidad y nos ayuda por medio de su Espíritu Santo para realizarlo en
formas que resaltan nuestra solidaridad humana.
La solidaridad de este estilo de vida no es solamente para los que son como
uno, sino que hay una habilidad especial para identificarse con el necesitado y
ayudarlo a suplir sus necesidades específicas. Cristo demostró por su manera
de vivir solidaridad con la gente de su tiempo. Era conocido como amigo de
pecadores, y dio su vida por ellos. Nosotros podemos demostrar solidaridad
con todas las personas porque todos necesitamos el perdón y la fuerza que él
puede darnos. Podemos compartir la carga de otra persona, a pesar de nuestra
propia debilidad, porque Cristo nos ayuda a sentir esta hermandad con la
persona, y nos da fuerzas para actuar.
Cuanto más solidarios somos, cuanto más amamos, cuanto más respetamos a
las personas, cuanto más compartimos las necesidades de otros, más crece
nuestra solidaridad. En esta forma, por medio de nuestro estilo de vida, es que
provee esperanza. No es una vida amargada, pesimista, viendo todo como
alienante, negativa y catastrófica. Responde positivamente a las enseñanzas de
la Biblia en cuanto a la esperanza que debemos incorporar en nuestra vida
diaria. Consulte la concordancia de su Biblia y verá cuántas veces es
mencionada la esperanza. Los Salmos están repletos de expresiones que hablan
de esperar en Dios y los beneficios que se reciben de esta acción. Pedro da
gracias a Dios “que según su grande misericordia nos hizo renacer para una
esperanza viva” (1 Ped. 1: 3). En tiempos de desesperación y en un mundo tan
alienante, llevar una vida de esperanza refleja el testimonio de la luz del
evangelio.
La esperanza da un sentido mayor de gozo, de alegría, y de confianza en las
nuevas posibilidades para la vida.
Se ve esto especialmente en la hermosa experiencia de los discípulos en el
camino a Emaús. Están tristes. Su Señor ha muerto. Hay poca esperanza en sus
vidas, pero Jesús mismo se les acerca y anda con ellos. Les aclara los
pensamientos, les enseña, y cuando por fin se dan cuenta de quién es, dicen:
“¿no ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos hablaba en el camino, y
cuando nos abría las Escrituras?” (Luc. 24:32). Los discípulos están gozosos,
contentos, esperanzados. Nosotros también podemos vivir con esperanza y
expectativa en la vida, sabiendo que con nuestro Señor todos los días son
llenos de posibilidades, de nuevas experiencias que nos traen vida nueva.
El creyente, entonces, es conocido por su estilo de vida. Debe ser una vida que
encarne en sí las cualidades ejemplificadas en nuestro Señor. Hay que crecer y
desarrollarnos con nuestros ojos “puestos en Jesús” (Heb. 12: 2 a).
No somos determinadas y terminadas ya en nuestra niñez, ni tampoco por
nuestra vida de pecado, sino tenemos la capacidad de crecer, de llegar a ser lo
que Dios tiene ideado para nosotras. ¡Qué gozo es mirar al futuro con
expectativa, sabiendo que habrá nuevas experiencias, y que uno puede ser una
persona distinta! En esta forma la vida recobra significado; tanto en los
fracasos como en los éxitos, tanto en las experiencias negativas como en las
positivas, cada una puede ser un paso hacia una vida mejor. Decimos con
Pablo:
“Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni
a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos
dará también con él todas las cosas?” (Rom. 8:31, 32).
Soy mujer cristiana. Debo estar creciendo y desarrollándome en mi vida en
todos los aspectos: en el desarrollo de mi fe, en la realización de mi ministerio
con otros, y en mi propio estilo de vida. Necesito una posición teológica en la
cual pueda sostenerme en el desarrollo de mi vida. La teología relacional me
ofrece bases para una vida significante. Busco oportunidades para
profundizarme en ella, para desarrollarla en mi vida, y para compartirla en mi
mundo.

Actividades De Reflexión Y Aprendizaje


1. Repase la primera sección de este capítulo “Creciendo en Mi Vida de Fe”.
Tomando una de las cuatro cualidades mencionadas, analice cómo ha crecido
en ésta y por qué ha crecido así. Apunte las áreas en que le hace falta crecer
más, y haga planes para este crecimiento.
2. Describa una experiencia que usted tuvo en un grupo cristiano que le ayudó
o facilitó su desarrollo en su vida cristiana. ¿Qué aprendió y por qué aprendió
así en esta ocasión? ¿Ha podido usted facilitar el crecimiento de otra hermana
así? ¿Cómo?
3. Anote las cualidades de una persona que crece en su vida espiritual, y de
otra persona que no crece. ¿Observa usted cualidades que necesita quitar o
poner en su propio desarrollo cristiano?
4. Haga un estudio de Luc. 19: 2-10 de la experiencia de Zaqueo con Cristo,
anotando cualidades positivas de Zaqueo en su búsqueda de Jesús. Entonces
anote el resultado de esta experiencia en la relación de Zaqueo con su mundo.

Preguntas para contestar a solas o en grupo:


¿Cuál es la necesidad de desarrollo más importante para usted como
mujer cristiana?
¿Cuáles son las relaciones más significantes en su experiencia
cristiana? ¿Por qué?
¿Cómo puede usted transmitir mejor su fe en Jesucristo? Describa una
experiencia que tuvo con alguien en la cual sintió que podía transmitir
su fe. ¿Cómo se diferencia esta experiencia de otras que ha tenido
donde no ha podido hacerlo?
12. Como Mujer Con Algo Por Lo Cual Vivir
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande
nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos
asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,
puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.” —
Heb. 12: 1-2 a.
Una de las necesidades esenciales de la persona es tener una visión o filosofía
unificante para su vida, algo por lo cual vivir, algo que dé sentido a la totalidad
de la vida. Es necesario encontrar y articular esta visión para que nuestra vida
tenga sentido, dirección, y sea sostenida en momentos de dificultad y crisis.
Durante la Segunda Guerra Mundial muchas personas fueron detenidas por los
japoneses, entre ellas el misionero Hugo Culpepper, quien después de la guerra
fue misionero por un breve período en la Argentina. El doctor Culpepper dice
que tuvo una experiencia inolvidable un martes en la tarde, el 10 de marzo de
1942, en un campo de concentración civil en las Islas Filipinas. En diez
semanas él había bajado diez kilos de peso y había sufrido una disentería muy
debilitante. Juntamente con seis otros pacientes estaba aislado de la
comunidad, fuera del cerco, tomando solamente agua de arroz. Se estaba
debilitando rápidamente, tanto en lo espiritual como en lo físico; ya casi le
daba igual vivir o morir.
Empezó a hojear su Nuevo Testamento en griego, buscando palabras de
esperanza de Dios, y de repente leyó de 1 Jn. 3:23: “Y este es su
mandamiento”. ¡Una palabra de Dios en mi momento de crisis! Miré más
detenidamente. El pasaje decía dos cosas: “que creamos en el nombre de su
Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros”. Sintió que su corazón saltaba
dentro de él; tenía una razón por la cual vivir, una base fundamental para la
vida. En primer lugar la base de la confianza en la vida es el carácter de Dios
revelado en la naturaleza de Jesucristo, y en segundo lugar, lo que uno hace en
la vida debe ser el resultado de amarse el uno al otro, de respetar el valor
inherente del ser humano que es su prójimo.
Cada una de nosotras necesitamos tener una razón por la cual vivir, algo que
nos unifique y sostenga como persona. ‘Sin ella la vida. que es tan precaria,
puede perder su vitalidad, su dirección y aun su significado. La mujer que
siente que es especial tiene que tener esta visión unificante para su vida. Ha de
buscarla con determinación. Debe vivirla con dedicación.
Inherente a la razón de ser del creyente está su sentido de misión. Cuando uno
ha llegado a tener fe en Dios por medio de Cristo, su deseo es compartir estas
buenas nuevas con los demás. En esto el creyente participa en la actividad
básica de Dios:
“Porque de tal manera amó Dios ai mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna” (Juan. 3:16).
El amor de Dios por su creación es la base fundamental y eterna en todas sus
relaciones con las personas.
¡Puedo encontrar algo por lo cual vivir dentro de este plan de Dios para su
mundo! Vamos a considerar tres elementos de este propósito para mi vida: el
contexto de este propósito, mi mundo; el medio para desarrollar este propósito
en mi vida, dialogando con Dios; y el modelo para su realización, la misión
encargada por Cristo, siendo testigo en mi mundo.

El Contexto: Mi Mundo
Uno de los conceptos interesantes que la sicología nos ha dado es el del campo
personal, o sea el contexto sicológico en el cual uno se mueve. Cada persona
tiene un campo y lo percibe en formas distintas; esta percepción tiene una
importancia vital en el desarrollo de esta persona. Igualmente tenemos un
entorno físico y relacional que puede ser muy pequeño y muy limitado por la
manera en la cual lo percibimos, o puede ser abierto y creciente por nuestra
actitud hacia él y las relaciones que mantenemos.
El concepto hebreo de la salvación es “estar en un lugar amplio o ancho”. Este
concepto me ayuda a interpretar mi mundo como cristiana. Mi campo de
actuación es un lugar amplio que me da oportunidades para compartir esta
misma salvación con otros. Mi entorno físico y relacional ha sido ampliado por
mi experiencia de salvación. Ya estoy en un lugar amplio y ancho; tengo un
mundo nuevo.
Sin embargo, como hemos reconocido anteriormente, muchas veces el mundo
de la mujer está limitado por la marginación, la alienación, la falta de
comprensión en su lucha para realizarse. No es tan fácil actuar en su mundo,
pero es llamada (juntamente con creyentes masculinos) a vivir en el mundo en
que se encuentra y a aplicar allí las enseñanzas de Cristo en forma activa.
El plan de Dios es que su amor llegue a tocar a cada persona en este mundo, y
por medio nuestro a todas las personas con quienes tenemos relación, cada
miembro de nuestra familia (nuclear y extendida), cada miembro de nuestra
comunidad donde trabajamos, estudiamos, jugamos, compramos, y por medio
de nuestras oraciones y esfuerzos misioneros hasta lo último de la tierra. Este
es nuestro mundo, y en este contexto estamos llamados a relacionarnos con la
gente en forma amorosa.
Se ven estas relaciones amorosas en la Biblia; Pablo escribiendo a los
Tesalonicenses les hace recordar “de qué modo, como el padre a sus hijos,
exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros” (1 Tes. 2:11). Cristo
enseña que la característica más importante del creyente es su amor el uno por
el otro (Juan. 13:34, 35), y enseña a sus discípulos a amar a sus enemigos, y a
los que le hacen mal (Mat. 5:44, 45).
Debemos vivir en nuestro mundo de tal forma que la gente pueda conocernos
como amables, interesadas en ellos, dispuestas a ser conocidas por ellos, listas
para ayudarles y compartir nuestras vidas con ellos. Nuestro contexto, siendo
relacional con creyentes e inconversos, demanda de nosotras una habilidad de
establecer relaciones de aceptación incondicional. La experiencia de Jesús con
la mujer sorprendida en adulterio y sus palabras sencillas y conmovedoras con
ella, nos dan la pauta para vivir según este concepto: “ni yo te condeno, vete, y
no peques más” (Juan. 8:11).
Mi mundo, entonces, es cada situación, cada relación interpersonal que tengo.
Es en este contexto que tengo una misión especial. Es allí donde puedo usar los
dones que el Señor me ha dado.
Pero para muchas personas su mundo puede ser muy pequeño y limitado.
Frecuentemente esta es la realidad hoy día. Las demandas de la vida tan
agitada, la tecnología de la sociedad, la deshumanización de las relaciones
dejan a la persona sola, sin familia, sin amigos, sin relaciones significantes de
ninguna índole. En los altos edificios de apartamentos en las grandes ciudades
del mundo viven juntos miles de desconocidos entre sí. Muchos no saben
quién es su vecino; y agobiados por las tensiones de la vida y el miedo de
entrar en relaciones que podrían comprometerles, mantienen su anonimato,
perdidos entre la muchedumbre.
El creyente encuentra su mundo en las relaciones normales de la vida; saliendo
de este anonimato con una sonrisa, un buenos días, un preguntar por alguien
que está ausente. Así entra en forma amistosa en el mundo cerrado de otro.
Una mujer cristiana vivía en una comunidad de anonimato donde nadie se
metía en la vida de los demás. Sin embargo, una amiga le había dicho que un
vecino suyo iba a operarse, y que el médico sospechaba que el hombre tenía
cáncer. Sentía que Dios la impulsaba a visitar a la esposa del hombre, pero las
costumbres tan rígidas, tan aislantes le daban miedo. Pensaba: “¿Qué dirá la
señora? ¿Sentirá que estoy metiéndome en su vida privada?” Pero, por fin,
decidió que no podía dejar de escuchar la voz de Dios. Por lo menos diría a la
señora que sentía mucho que su marido estuviera enfermo, y que iba a orar por
ellos.
Tocó la puerta con temor, y cuando vino la señora le dijo:
“Soy su vecina; me llamo María de González. Escuché que su esposo
va a ser operado, y quería decirle que lo siento mucho, y si hay algo
que pudiera hacer por ustedes...”
La señora respondió: “Pase, por favor”, entonces con lágrimas le dijo que
estaba sola, lejos de su familia, y tenía tanto miedo que se sentía incapaz de
enfrentar la situación actual. Sí, necesitaba su ayuda y su amistad. María
acompañó a su vecina el próximo día durante la cirugía. Había ensanchado su
mundo. Había compartido amor con otros. Había encontrado el ministerio que
Dios tenía para ella.
Cuanto más tiempo una persona es creyente, menos amistades con no
creyentes tiene. Su mundo relacional va siendo cada vez más limitado. Aunque
esto se puede entender por un lado, no debe ser considerado como lo ideal para
el creyente que quiere tener una misión en el mundo. Es necesario salir en
busca fuera de la comunidad de fe para encontrar el contexto para este
ministerio especial que Dios nos ha encomendado.
¿Cómo es su mundo? ¿Pequeño? ¿Con barreras y prejuicios contra las
personas distintas a usted? ¿Hace acepción de personas? O, ¿Es cambiante su
mundo, creciendo constantemente, mirando a cada situación con una
oportunidad de ministerio? La percepción de esta clase de mundo facilita el
desarrollo de una visión del propósito que sostiene y unifica su vida.

El Recurso: Dialogar Con Dios


El factor más importante para tener un propósito unificante para la vida es una
relación sana y creciente con Dios. Es imposible encontrar la misión que Dios
tiene para nosotros sin dialogar con él en cuanto a ella. En verdad, nadie puede
tener un concepto de su valor como persona en relación si no ha dialogado con
Dios. Sin este esfuerzo constante nuestro mundo se achica, y nuestro sentido
de ministerio y visión se desvía.
Dios se comunica con nosotros por medio de su Palabra. A lo largo de este
libro hemos sido reforzados en el sentido de quienes somos, por medio de una
lectura cuidadosa de la Palabra de Dios. Dios llega a nosotros por medio de su
Palabra, nos orienta, nos da una visión nueva de nosotros mismos, y del mundo
que nos circunda. La Palabra de Dios no solamente es “lámpara a mis pies... y
lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105), sino también es
“viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra
hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb. 4:12).
Así la Palabra de Dios nos enseña cómo es nuestro mundo, cuál es nuestro
ministerio en él, y cómo prepararnos continuamente para cumplirlo. Hemos de
leer la Palabra de Dios, escuchar su mensaje, y aplicarlo a nuestra vida.
Posiblemente una de las razones porque no vivimos según las enseñanzas de la
Palabra de Dios es porque la leemos en forma rutinaria. Debemos leerla con
expectación, sabiendo que Dios va a hablarnos por medio de ella. Hemos de
preguntarnos: “¿Qué quiere decir este pasaje? ¿Qué me dice a mí?” Para hacer
este estudio más inductivo es esencial tener una disposición a escuchar la voz
de Dios hablándonos por medio de su palabra, tener tiempo para indagar y
buscar respuestas, y un espíritu listo para adaptar este mensaje a nuestra vida.
El capítulo 5 de Mateo (especialmente vv. 17-48) puede ser un ejemplo para
nosotros de cómo la palabra de Dios puede cobrar nuevo sentido cuando nos
acercamos a ella buscando su significado más verídico, y formas más acertadas
para cumplirlo en nuestras vidas.
Dios también se comunica con nosotros por medio de la oración. Muchas
veces pensamos que la oración es solamente para que hable la persona; pero
hay que escuchar a Dios. El habla con nosotros cuando oramos buscando el
diálogo, estando dispuestas a escuchar su voz. La Versión Popular de los
Salmos tiene por título este concepto. Dialogando con Dios. Los salmistas
dialogan con él en las más diversas circunstancias de la vida. El Salmo 40
expresa en una forma muy dramática el resultado de dialogar con Dios. Aun
cuando uno está en el pozo de la desesperación, del lodo cenagoso. Dios
escucha y actúa:
“puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi
boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios” (Sal. 40: 2, 3).
(Lea todo el Salmo cuidadosamente para ver este diálogo y sus resultados.)
Hemos de practicar la disciplina de escuchar a Dios, no solamente de pedir que
él nos bendiga en una forma especial, ni solamente adorarle y/o agradecerle,
sino necesitamos estar quietas delante de él para escuchar su voz. Hablando
con él podemos averiguar acerca de su plan para nuestra vida, cómo debemos
reconocer nuestro ministerio y cumplir su propósito en el mundo. Nuestra
oración debe ser: “Señor, abre mis ojos para ver mi mundo, para reconocer y
asumir mi ministerio, para hacer tu voluntad.” Sería muy bueno disciplinarse
para apuntar diariamente en un cuaderno el resultado de este diálogo, para
mantenerse firme recordando y aplicándolo a la vida.
Dios dialoga con nosotros por medio de su Espíritu Santo que mora en
nosotras; nos hace recordar sus enseñanzas, nos guía en sus caminos, nos da
palabras en circunstancias diversas, nos consuela en las dificultades, y nos
anima en nuestro ministerio. Con tantos recursos ¿quién no puede responder
afirmativamente comprometiendo su vida al plan de Dios para ella?
Que interesante que el autor de Hebreos, escribiendo a creyentes sufriendo
persecución, cita dos veces el Salmo 95: “Si oyereis hoy su voz, no
endurezcáis vuestros corazones” (Heb. 3: 7 b-8a y 4:7b). Dios habla a sus
seguidoras, nos da aliento y dirección, está constantemente con nosotras
ayudándonos a encontrar dirección para nuestras vidas. Nuestra experiencia
puede ser como la que encontramos en Isa. 30:21:
“Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el
camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco
torzáis a la mano izquierda.”
Dios quiere dialogar con nosotros y así somos fortalecidas para una vida más
significante. Dialogar con él es esencial para tener un propósito unificante para
la vida.

El Proposito: Ser Testigo En Mi Mundo


Cuando uno llega a entender el propósito unificante que Dios tiene para su
vida, necesita tener maneras prácticas para expresarlo en la vida diaria. Como
mujeres creyentes las encontramos en las palabras y el ejemplo de nuestro
Señor. Cristo nos ha dado una comisión que nos indica cómo podemos cumplir
su propósito en nuestra vida. Para interpretarla veamos las mismas
experiencias de Jesús que nos demuestran cómo hacerlo.
Después de su muerte y resurrección y antes de ascender al Padre, Jesús dio un
marco geográfico para establecer que el ministerio de sus seguidores debía
incluir distintas áreas:
“Y recibiréis poder... y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea,
en Samaría, y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1: 8).
El campo de actuación del creyente es en círculos concéntricos; empezando
donde estamos, nuestro Jerusalén, el hogar, la comunidad, la ciudad, o aldea;
nuestra Judea, que sería el departamento, o el estado; nuestra Samaría, el
departamento o el país vecinos; y nuestro mundo, desde lo más cercano hasta
lo más lejano. El mundo es geográfico, hay localidad, el sitio en el cual
podemos actuar, siendo testigos de Cristo.
Pero este concepto de Cristo no puede ser limitado a lo geográfico. El mundo
de Cristo era como el mundo nuestro, un mundo de relaciones. Jesús no vino
para aislarse del mundo, sino buscaba las relaciones con las personas para
dejarles saber que se había acercado el reino de Dios, que las personas podrían
relacionarse en forma personal con Dios y tener vidas cambiadas.
Jesús nos dice que nos envía como él ha sido enviado. Entonces allí
encontramos la clave para interpretar este texto: en las relaciones de Jesús que
encontramos en las páginas de la Biblia. Jesús tenía una misión en Jerusalén,
en Judea, en Samaria y en el mundo entero. Vemos cómo lo desarrolló en
forma racional para adaptarlo a nuestras vidas diarias.
¿Qué significaba Jerusalén para Cristo? Era el centro del poder de los judíos.
Cuántas veces habló Cristo con los líderes de los partidos religiosos, los
sacerdotes, la gente en el área del templo, procurando tener un ministerio con
ellos. Cuántas veces debe haber llorado por Jerusalén, la capital de su país y el
centro religioso (vea Mat. 23:37). Lucas dice que Jesús afirmó su rostro para ir
a Jerusalén “cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido
arriba...” (Luc. 9:51). Jesús no huía de su ministerio en Jerusalén, del sacrificio
que tenía que hacer allí.
Para Cristo tener ministerio en Jerusalén significaba confrontar a los religiosos
de su día y procurar ayudarles a tener una nueva visión de lo que es conocer a
Dios. Sus enseñanzas en el templo y fuera de él procuraban llevar a la gente a
una experiencia vital con Dios, y no a una que les aplastara por medio del uso
tan cerrado de la ley. Pero escucharon y a pesar de ver las maravillas que hizo
Jesús, cerraron sus oídos y endurecieron sus corazones. Jerusalén era el lugar
donde cantaban con alegría a la llegada de Cristo, y días más tarde las mismas
personas gritaban: “Crucifícale, crucifícale.”
Para Jesús Jerusalén no era un lugar fácil donde ministrar, y muchas veces
tampoco nuestro hogar lo es, ni nuestra vecindad, ni aun nuestra iglesia. Pero
Dios nos llama a ministrar en Jerusalén, a procurar establecer relaciones con
personas con las cuales no es fácil hacerlo, con algunas que nos van a rechazar
abiertamente. ¿Dónde está su Jerusalén? ¿A qué ministerio la está llamando
Dios allí? Jerusalén, el lugar de sacrificio, de entrega, de llanto, de rechazo, de
posible muerte, pero escuche la voz de Cristo: “Recibiréis poder y me seréis
testigos en Jerusalén.”
Judea era el departamento o la región en que se encontraba Jerusalén. Es
interesante mirar al mapa para ver las aldeas donde Jesús realizaba su
ministerio y verlo como reto para nuestra vida. Judea ofrecía a Cristo
experiencias tan gratas como visitar en el hogar de sus amigos María, Marta, y
Lázaro en Betania. Era un lugar donde él podía disfrutar de un ministerio
compartido, donde podía relajarse y gozarse de un compañerismo mutuo, de
conversar con personas que pensaban como él, que tenían el mismo propósito
en la vida que él. ¡Cuan hermosas eran estas experiencias para Jesús! Su
importancia la vemos enfatizada cuando él visitó allí durante la última semana
de su vida, recibiendo de ellos este aliento y amor antes del sacrificio que iba a
hacer.
Pero en Judea tuvo experiencias como la de Zaqueo en Jericó. Zaqueo, un
hombre traidor a su pueblo, pero con un profundo deseo religioso, y allí en el
árbol Cristo empezó la relación de aceptación que le guiaría a su salvación. Su
forma tan personal de ministerio, su afirmación en lugar de burlarse de él (¡en
verdad era un lugar poco común para un oficial de impuestos!), su
disponibilidad para comprometerse socialmente con este hombre marginado
continuó en la propia casa y mesa de Zaqueo. Este acto le trajo severas críticas
por sentarse y comer con un hombre pecador (Luc. 19: 1-10). Ministrar en
Jericó significó un compromiso serio para Jesús, que polarizaba aún más a los
líderes religiosos contra él.
Para usted ir a Judea incluye un ministerio en Betania, pero también en Jericó.
Puede experimentar el gozo de estar con amigos que le aman y con quienes
puede compartir la experiencia cristiana para provecho mutuo, y el gozo de ser
el medio de nueva vida para los marginados de la comunidad, aunque como
consecuencia puede ser rechazada por haberles tratado como seres dignos de
salvación y ministerio. Ir a Judea es cumplir un ministerio en actividades muy
distintas entre sí, pero cada una esencial en el plan de Dios. La voz de Cristo
viene a nosotros: “Recibiréis poder y me seréis testigos en Judea.”
Ir a Samaria significa olvidar nuestros prejuicios, estar dispuestas a
relacionarnos con personas diferentes a nosotras, o a las cuales percibimos
como diferentes. Los judíos ni pasaban por Samaria. Para ir de Galilea a Judea,
pasaban por el otro lado del río Jordán para evitar pisar la tierra de esta gente
despreciada, en verdad, odiada. ¿Qué pensaba el Señor cuando dijo que
teníamos que ir a Samaria? Creo que encontramos la clave de esto en el
capítulo 4 de Juan. La Biblia dice que ya los fariseos habían oído que Jesús
bautizaba más discípulos que Juan, o sea que era más popular en su ministerio.
Así Jesús decidió ir a Galilea, su hogar. En lugar de ir por el otro lado del
Jordán para evitar pisar la tierra de los samaritanos, la Biblia dice: “Y le era
necesario pasar por Samaria” (Juan. 4: 4). Creo firmemente que esta necesidad
no era de ahorrar tiempo, ni de huir de sus enemigos, sino era para cumplir su
ministerio, para traer salvación a un pueblo y dignidad y misión a una mujer.
En esta experiencia Cristo quebró varios tabúes de su día. Habló públicamente
con una mujer, cosa que era inconcebible para un judío (vea v. 27). Habló de
teología con ella cuando todos sabían que la mujer era incapaz de tales
pensamientos. Pidió agua que significaba que tendría que usar el mismo
recipiente de ella, cosa prohibida entre ellos. Ofreció ministerio y salvación a
un pueblo que era considerado totalmente fuera del campo religioso de los
judíos. Además, continuó su ministerio entre ellos por dos días, señalando su
propia voluntad de tener relación entre los rechazados sociales. ¡Sus mismos
discípulos no podían entender esto, tan grandes eran sus prejuicios contra la
mujer y contra los samaritanos!
Ir a Samaria quiere decir que tenemos que ir a estos grupos marginados,
rechazados, estas personas despreciadas por nuestra sociedad y por nosotras
mismas. Todos tenemos nuestra Samaria. Tal vez serían los extranjeros, una
raza despreciada, un nivel social distinto, los alcohólicos, las prostitutas, u otro
grupo marginado. ¿Dónde está su Samaria? Cristo dice que debemos ir allí en
ministerio, buscando relación, quedándonos el tiempo necesario, tratando a las
personas en forma humana, y trayendo salvación y cambio. Nos dice:
“Recibiréis poder y me seréis testigos en Samaria.”
Cristo dice: “Me seréis testigos hasta lo último de la tierra”, o sea en todo el
mundo. Tal vez no podemos ir físicamente hasta la China o Rusia, o Sudáfrica,
pero podemos tener ministerio en todas partes del mundo. Creo que muchas
personas se han limitado y no han entrado en un ministerio amplio porque han
pensado que esto no le toca, que no es llamada a ir al extranjero. ¿Sería esto el
plan de Dios?
El mundo conocido en los tiempos de Jesús no era muy grande, y Jesús limitó
su ministerio terrenal a este sector tan pequeño que llamamos la Tierra Santa.
¿Cuál es el ejemplo que él nos da para que podamos tenerlo como una
indicación de nuestra misión en el mundo? La Biblia dice que Jesús
“recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de
ellos, y predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y
toda dolencia en el pueblo” (Mat. 9:35).
Su mundo era todo aquel lugar que encontraba para ministerio: enseñanza/
aprendizaje, predicación/salvación, y sanidad/salud.
Pedro hablando de Cristo dijo:
“éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el
diablo, porque Dios estaba con él” (Hech. 10:38 b).
El mundo de Cristo estaba donde él se encontraba; cada oportunidad de
ministerio era un punto en el mapa mundial de Cristo. “Este anduvo haciendo
bienes” para los diez leprosos; el ciego Bartimeo; los 5.000 sin comida; el
muchacho epiléptico y sus padres; el endemoniado gadareno; el hijo de la
viuda de Naín; los niños a los cuales amaba; la hija de Jairo; el jefe de la
sinagoga; y muchísimos otros. Donde había una posibilidad de ministerio, allí
estaba el mundo de Cristo, porque su mundo, como el nuestro, era relacional.
No hay límites a nuestro mundo, ni a nuestro ministerio relacional. En cada
oportunidad de amistad, en cada vaso de agua dado a un sediento, en cada acto
de reconciliación, en cada visita, en cada esfuerzo de compartir esperanza y
amor, cada vez que escuchamos a un doliente, en cada relación donde sentimos
que Dios actúa con y por medio nuestro, allí está nuestro mundo, allí llegamos
como testigos integrales hasta lo último de la tierra.
Hoy día el mundo geográfico se ha acercado y el mundo relacional se ha
distanciado. Entran las imágenes de los ciudadanos del mundo en nuestros
hogares por medio de los medios de comunicación; son tan cercanas como las
de la propia familia, pero la distancia entre verles tan cerca y hacer algo a
favor de ellos es grandísima. ¿Qué ministerio le inspiran a hacer? ¿Trabajar
creativamente para la paz y la justicia, contra la guerra y la opresión, contra el
terrorismo, a favor de los desnutridos, para mejorar la comprensión entre
pueblos? La mujer cristiana consciente de su mundo y de la comisión de Jesús
encuentra su ministerio y lo cumple.
Un ministerio específico adicional que cada mujer puede hacer es por medio de
la oración. Actualmente los cristianos de todos los grupos somos menos de un
tercio de la población del mundo. Si cada creyente orara por dos personas
desconocidas en otra parte del mundo, por sus necesidades, por la paz en su
patria, por la salud de su familia, por su salvación; cubriríamos al mundo
entero con nuestras oraciones. Con las imágenes que van llegando a nuestros
hogares podemos visualizar sus caras y la oración sería más realista y personal.
¡Un ministerio mundial, un esfuerzo en pro de la paz y el reino de Dios en la
tierra!
Pero hay que recordar que mi mundo es también mi familia, mi vecino, un
desconocido necesitado. En mi mundo hay diversidad de oportunidades, de
desafíos, de momentos cruciales; depende de cómo los percibo para verlos
como campos de ministerio. Para percibir y descubrir mi mundo me hace falta
la perspectiva de Dios. Por medio del diálogo diario con él puedo ir lográndolo
como hemos indicado anteriormente en este capítulo. Jesús nos dice:
“Recibiréis poder y me seréis testigos hasta lo último de la tierra.”
No creo que haya un modelo más preciso para ayudarnos como mujeres
cristianas comprometidas para cumplir nuestro ministerio, que este mandato de
Jesús. Con la interpretación relacional nuestro mundo se nos acerca y nuestro
ministerio llega a ser posible.
Ser creyente en Jesús, una mujer que se desarrolla en sus relaciones
interpersonales y en su compromiso con él y su misión para el mundo, la base
fundamental de su vida debe ser una que penetra, orienta y sostiene cada faceta
de ella. Sin un propósito unificante de la vida es fácil perderse, de gastar la
vida en muchas cosas, pero sin significancia.
Gracias a Dios que en la misión que él me ha dado de ser persona en relación,
puedo reforzarme y encontrar dirección para mi misión por medio de un
diálogo constante con él; y la obediencia a la Gran Comisión. Cristo es mi
modelo de acción para cumplir mi misión como mujer en relación.
Jesús me ha dado una misión específica que cumplir; me ha dotado con dones
y cualidades relacionales que puedo utilizar para cumplirla. Ahora él, y mi
mundo, esperan ansiosamente para ver cuál será mi respuesta.

Actividades De Reflexión Y Aprendizaje


1. En un cuaderno vaya anotando las experiencias que le ayuden a ensanchar
su mundo. Puede ser en un momento de concientización de realidades y
necesidades en su familia, en su iglesia, en la comunidad, o aun lejos en el
mundo de ultramar. Si una experiencia le lleva a una respuesta en ministerio,
anote cuál es, cómo la llevó a cabo, y cuáles fueron los resultados.
2. ¿Cuál es el propósito que unifica y sostiene su vida? ¿Cómo logró tenerlo?
¿Qué significa para usted como mujer en relación?
3. Escriba una carta a alguien en cuanto a un ministerio que ha hecho a favor
de usted, dando énfasis en cómo sentía que esto era un ministerio especial, y
cuáles han sido los resultados en su vida.
4. Escriba un salmo o un diálogo con Dios para expresar su deseo de
relacionarse más íntimamente con él para entonces salir y llevar la fuerza de
esta experiencia en ministerio a otros.
5. Haga un estudio de la formación del ministerio de Débora como líder del
pueblo de Israel (Jue. 4: 1 — 5:31). ¿Cuáles eran sus habilidades? ¿Cómo
engrandecía su mundo Dios? ¿Cuáles fueron los resultados?
6. Tomando el enfoque relaciona! de Hechos 1:8 que hemos dado en este
capítulo, apunte experiencias que usted ha tenido en cada una de estas áreas.
¿Sentía que éstas eran parte de cumplir la misión que Cristo le había dado? Si
no, ¿por qué? ¿Puede usted ahora crecer en su visión de la misión que Cristo le
ha encomendado? ¿Cómo?

Preguntas para contestar a solas o en grupo:


¿Cómo puede usted tener más tiempo para dialogar con Dios? Anote
por lo menos tres cosas específicas que puede hacer para realizarlo.
¿Cuáles son los parámetros de su mundo? ¿Necesitan ser ampliados?
¿Se siente especial como mujer ahora? ¿Por qué? Mencione por lo
menos dos razones.
¿Qué puede hacer usted para que los miembros de su familia, y otras
personas con las cuales tiene ministerio, lleguen a sentir que tienen un
propósito especial en su vida?
Posdata Personal
Querida amiga lectora,
Gracias por acompañarme en la lectura de estos capítulos, y por pensar
conmigo sobre nuestro rol como mujeres. Yo sí creo que ¡Soy Mujer! ¡Soy
Especial!, y ojalá que usted me acompañe en este sentir también.
Doy gracias a Dios porque nos ha creado a su imagen y semejanza y de tal
forma que nuestra identidad se manifiesta en las relaciones que sostenemos
con él, con el hombre, con la familia y con el mundo. Tanto en ¡os problemas,
dificultades y fracasos como en los goces, éxitos y satisfacciones de la vida, las
formas por las cuales nos relacionamos con otros comprueba que somos
especiales. Sin duda alguna nuestro rol demanda lo mejor de cada una de
nosotras en cada esfera y etapa de nuestra vida.
Qué bueno es reconocer que Dios nos acompaña en el desarrollo de nuestra
vida, dándonos una visión más integral de nuestro rol como mujer, y nuevas
fuerzas para cumplir con este compromiso en nuestra vida diaria. Y qué bueno
es saber que en todos nuestros pueblos, hermanas como usted y yo se gozan de
nuestra hermandad especial, y se juntan con nosotras diciendo a una voz:
“¡Soy mujer! ¡Soy Especial!” Que sea su experiencia diaria, amiga mía, cada
vez en formas más reales y significantes.
Con cariño,
JOYCE COPE DE WYATT
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Acerca De La Autora
Joyce Cope de Wyatt es misionera en Cali, Colombia donde sirve como
profesora en el Seminario Bautista Teológico Internacional. Escribe materiales
para mujeres que publica la Casa Bautista de Publicaciones en El Paso, Texas.
Es reconocida como conferenciante entre las mujeres de todo el mundo
hispano. Este libro salió del material que ha presentado con mucho éxito a
grupos de mujeres de varios países.
La hermana Wyatt es del estado de Tennessee donde se graduó de la
Universidad Lincoln Memorial. Recibió una Maestría de Educación Cristiana
del Seminario Bautista Teológico del Sur en Kentucky, una Maestría de
Teología del Seminario Bautista Teológico Sureste en Carolina del Norte y una
Maestría de Educación de la Universidad del Estado de Carolina del Norte.
Su esposo, Roy Wyatt, es profesor del Seminario Bautista Internacional de
Colombia. Tienen tres hijos y tres nietos. Los Wyatt han servido como
misioneros en España, Chile y Colombia. En 1986 enseñaron por cinco meses
en el Seminario Bautista de Venezuela

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