Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Soy Mujer, Soy Especial
Soy Mujer, Soy Especial
MUJERES
SOY ESPECIAL!
A mi madre, mi hermana
y mis dos hijas
cada una de las cuales me ha ayudado
en mi formación como mujer
y
a las mujeres del mundo hispano,
mis colaboradoras de ministerio por
más de tres décadas
Contenido
I. SOY ESPECIAL EN MI RELACIÓN CON DIOS
1. HECHA A LA IMAGEN DE DIOS
El Plan de Dios en la Creación
Creados a Su Imagen: Varón y Hembra
Un Poco Menos Que Dios
La Perversión de la Imagen de Dios
El Perfeccionará Su Obra
2. EN BÚSQUEDA DE MI IDENTIDAD
¿Quién Soy Yo?
Cómo Mantener Mi Identidad en Relación con Otros
Dios, Mi Ayuda en la Búsqueda de Mi Identidad
3. EN PROCESO DE DESARROLLO ESPIRITUAL
La Base: Mi Relación Personal con Jesús
Mi Peregrinaje con Dios
Ayudas para el Peregrinaje
Señales del Peregrino
Mi Desarrollo Espiritual
II. SOY ESPECIAL EN MI RELACIÓN CON EL HOMBRE
4. COMO PERSONA DISTINTA AL HOMBRE
La Mujer
La Mujer, Diferente al Hombre
La Mujer y el Hombre: Seres Humanos y Compañeros
5. COMO ESPOSA
La Mujer, Ayuda Idónea
Una Sola Carne
Sométanse el Uno al Otro
6. CUANDO LA RELACIÓN SE TAMBALEA
Dificultades en la Relación
Confrontaciones Dolorosas
Soluciones Posibles
III. SOY ESPECIAL EN MI RELACIÓN CON MI FAMILIA
7. COMO MADRE
¿Qué Es la Familia?
El Rol de la Mujer en la Familia
La Herencia de la Familia
Una Palabra de Alerta
8. COMO MUJER EN DESARROLLO
Las Distintas Etapas de la Vida
Un Concepto Claro de Su Identidad
9. COMO AGENTE DE RELACIÓN
Promueve la Comunicación
Elimina Barreras
Construye Puentes
Celebra la Relación
IV. SOY ESPECIAL EN MI RELACIÓN CON MI MUNDO
10. COMO MINISTRA DE DIOS
El Significado del Ministerio Cristiano
El Ministerio de la Mujer
Cómo Reconocer Mi Ministerio
Ejemplos Bíblicos para Mi Ministerio
11. COMO CREYENTE QUE CRECE
Creciendo en Mi Vida de Fe
Creciendo en Mi Ministerio con Otros
Desarrollando Mi Estilo de Vida
12. COMO MUJER CON ALGO POR LO CUAL VIVIR
El Contexto: Mi Mundo
El Recurso: Dialogar con Dios
El Propósito: Ser Testigo en Mi Mundo
POSDATA PERSONAL
BIBLIOGRAFÍA SELECTA
Prefacio
Este libro ha estado “en proceso” de desarrollo por muchos años, tal vez por
toda mi vida. Siempre me ha gustado pensar, indagar, buscar más signiñcado
para la vida; me encantan las ideas creativas, los libros estimulantes, las
experiencias que abren más campo para la reflexión, la acción y el crecimiento.
Como misionera, desde joven he tenido la oportunidad de escribir artículos,
presentar conferencias, dar cursos y facilitar el aprendizaje, en una gran
diversidad de temas; pero muy a menudo en cuanto a alguna faceta especial de
la vida de la mujer. Como resultado, me he profundizado en este campo; he
tomado conciencia, cada vez más creciente, de la realidad de la mujer en el
mundo hispano. He buscado respuestas de acuerdo con las enseñanzas de
Cristo, y por ende mi vida como mujer ha sido enriquecida. Sin duda alguna
mis ¡deas sobre la mujer hoy son más sanas, más liberadoras, más cristianas
que en épocas anteriores de mi vida.
En 1984 fui invitada a dar ocho conferencias para la Unión Femenil Misionera
de Panamá sobre el tema: “¡Soy Mujer! ¡Soy Especial!” Fueron de gran
bendición y la acogida de aquellas queridas hermanas a este enfoque sobre la
mujer me estimuló a querer utilizarlas con otros grupos, y publicarlas en forma
más amplia si fuera posible. Ahora, gracias a la Casa Bautista de
Publicaciones, y especialmente a mi amiga, la editora Mary Jo Stewart, este
sueño se realiza. Reconozco en forma muy sincera que este libro no hubiera
llegado a ser sin la afirmación y el apoyo de hermanas en Cristo de Panamá,
Colombia, Venezuela y el Ecuador donde he podido compartir personalmente
algo de su enfoque básico. A cada una de ellas en especial mis más profundos
agradecimientos.
Agradezco la comprensión de mi esposo, Roy, de mi compromiso con este
libro y por su ayuda para entender mejor muchos de los pasajes bíblicos que
son básicos a las ideas aquí desarrolladas.
Doy gracias a Dios por su guía constante y por su gran bondad y misericordia
conmigo en el desarrollo de este libro. Pido a él que sea un instrumento de
bendición en la vida de cada mujer que lo lea.
JOYCE COPE DE WYATT
SOY ESPECIAL
EN MI RELACION
CON DIOS
1. Hecha A La Imagen De Dios
“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza… Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra los creó.” — Gén. 1:26 a, 27.
¡Soy mujer! ¡Soy una mujer cristiana! Y como mujer cristiana tengo una
perspectiva en cuanto a mi vida y mi importancia que otras mujeres no tienen;
¡soy especial! No solamente soy hecha a la imagen de Dios, sino al llegar a ser
creyente, crezco en él.
Al recibir a Cristo como salvador llegué a ser una nueva criatura como dice
Juan: “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan. 1:12). Así soy especial, soy hija
de Dios. Soy especial en mi relación con Dios, mi Padre celestial.
MI ESCUDO Ejemplo:
Estudie su escudo para analizar por qué escogió cada representación que usó.
Compártalo con alguien especial para revelarse como ella la ve a usted. Por los
ojos de un amigo nos conocemos también.
2. Haga una lista de actitudes que usted considera importantes para tratar a una
persona en forma humana. Después, usando esta lista, calífiquese según su
actitud hacia otros.
3. Haga un estudio bíblico de Juan. 4: 1-42. ¿Puede ver un proceso de
humanización en la mujer? Es decir, cómo ella cambió de una cosa sin mucha
importancia a una persona con identidad y valor. ¿Qué significa este proceso
para usted y su propia vida?
Mi Desarrollo Espiritual
El desarrollo es una realidad de la vida; la mujer va pasando de etapa en etapa
en su vida cronológica y social, pero también en su desarrollo espiritual. Pablo
habla de creyentes que son niños que todavía tienen que tomar leche
(1 Cor. 3: 2). Tenemos que dejar de ser niñas y crecer “en la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 3:18).
Ser una mujer cristiana demanda que mire con honestidad dónde está en su
desarrollo espiritual y en su peregrinaje. ¿Es rígida su fe? ¿Es una fe de obras?
¿Puede sobrellevar las dudas y las incongruencias de la vida? ¿Ha podido
reflexionar sobre su fe y ha sacado conclusiones básicas y fundamentales que
son propias? ¿Es auténtico su compromiso con Cristo e influye en cada aspecto
de su vida?
Las siguientes metas espirituales pueden ser un estímulo para usted como
mujer en desarrollo. Cada una la llama a una toma de conciencia de su nivel de
desarrollo actual y a un desafío para continuar creciendo en su fe.
(1) Apreciar la realidad del desarrollo en forma completa: física, mental,
espiritual, emocional, y buscar formas de evaluarse enteramente en cada etapa
de su desarrollo.
(2) Aceptar su propia responsabilidad del desarrollo de su vida como hija de
Dios, de apoyar a otras personas frente a esta misma circunstancia. La
interdependencia en el cuerpo de Cristo es un factor importante en el
desarrollo de la vida espiritual de los miembros individualmente y como grupo.
(3) Aprender a compartir su historia, su testimonio, con otros, viéndolo como
parte integral y relacionada con la historia del pueblo de Dios. Al compartir su
historia en forma verídica, anima a otros en su desarrollo espiritual.
(4) Desarrollar la habilidad de reflexionar sobre el significado de la fe, de las
creencias y de la autenticidad de sus expresiones diarias.
(5) Desarrollar la habilidad de relacionarse honesta y amablemente con otros,
de hablar la verdad en amor. Esto es un paso para construir confianza el uno en
el otro y así promover el crecimiento y la relación.
(6) Entender que su rol como creyente es de ser una ministra de Dios. En el
desarrollo espiritual, las puertas de servicio y ministerio se abren más y más, y
se expanden hacia horizontes nuevos de participación en el Reino de Dios.
(7) Analizar los factores sociales que militan en contra de la fe en nuestro
tiempo, reconocer su influencia nociva, y formular una posición concienzuda y
cristiana de cómo limitar su influencia, y manejarlos en forma cristiana.
(8) Desarrollar una tolerancia para las ambigüedades o incongruencias de la
vida. Una persona sin esta capacidad llega a estar cada vez más estancada en
su fe, llega a ser una persona rígida en la forma de afrontar las realidades de la
vida.
(9) Aprender a tener esperanza, y a regalarla a otras personas. Pedro en
tiempos de crisis, escribe de la esperanza viva para la cual hemos renacido
(vea 1 Ped. 1: 3).
Sí, mi fe se basa en una experiencia de conversión y va creciendo mientras voy
en mi peregrinaje con Dios, en el cual reconozco la ayuda que Dios me da: su
presencia activa, su Palabra, la oración, los dones espirituales y la comunidad
cristiana. Se responde frente a estos grandes regalos de nuestro Dios con las
señales del peregrino: sal, luz, levadura y un testigo auténtico.
Mi desarrollo espiritual es un reto grande; es tarea para toda la vida. Como
mujer cristiana con una relación íntima con mi Dios, voy creciendo de etapa en
etapa, consciente de la gracia de Dios que obra en mí. Soy especial para Dios,
y respondo en formas cada vez más auténticas de mi desarrollo como creyente
en él.
La Mujer
Hay posiciones muy contradictorias en cuanto a la mujer en nuestro medio. En
el Día de la Madre parece ser la persona más idealizada y respetada de nuestro
mundo; pero cuando se habla de ocupar posiciones no tradicionales, se
escuchan voces que rechazan totalmente esta posibilidad, porque es mujer. Lo
más triste es que a veces son las mismas voces que toman estas dos posiciones
tan contradictorias.
En verdad, es difícil hablar del rol de la mujer sin exagerar de un lado o del
otro. Hay quienes insisten en que la mujer es inferior al hombre, su sierva, su
esclava. Hay otros que insisten en que la mujer es igual al hombre y así está en
competencia con él. Y hay los que insisten en que la mujer es superior al
hombre, en sentimientos, en habilidades, en potencialidad y así tiene que
reemplazarle en la vida pública y social.
Creo que estos acercamientos a la búsqueda de la identidad de la mujer son
totalmente equivocados. Se puede apreciar que hay razones para cada posición,
y como mujeres podemos entender las reacciones de las mujeres que han
tomado estas dos últimas posiciones, porque muchas veces nosotras hemos
vivido circunstancias en que hemos sido no solamente mal comprendidas, sino
oprimidas.
No es mi propósito resaltar esta toma de conciencia porque creo que la
mayoría de nosotras ya hemos experimentado estas realidades y somos
conscientes de esta situación, y si no nos hemos dado cuenta de esto creo que
es porque no queremos reconocerlo. Mi propósito es ayudarnos a reconocer
quiénes somos en verdad. Ya hemos resaltado anteriormente que la mujer es
un ser humano, hecho a la imagen de Dios. ¡Somos especiales!, tenemos un
valor grande, incalculable.
La lucha por la identidad femenina no es nueva en nuestra década; se
encuentra en la historia de muchos pueblos. En nuestra tradición judeocristiana
tenemos que reconocer que se desarrolló un fuerte prejuicio contra la mujer.
Por ejemplo, el Rabino Ben Sira en el libro apócrifo Eclesiástico dice: “De una
mujer vino el principio del pecado, y como raíz de ella, todos morimos”.
Cuando nació Jesús las normas estaban establecidas: la mujer estaba aislada,
no podía hablar en público, no podía valerse por sí misma; era inferior, era
posesión de su padre, de su esposo o de su hijo. El judío varón oraba dando
gracias a Dios en esta forma: “Oh Dios, te doy las gracias que no nací gentil, ni
esclavo, ni mujer.”
En este ambiente nació el Salvador; vino al mundo por medio del cuerpo de
una mujer sumisa a la dirección de Dios, una mujer que encontraba su destino,
su identidad por medio de esta experiencia de cumplir la voluntad de Dios.
Cuando Jesús empezó su ministerio veía que su papel era ministrar tanto a
mujeres como a hombres, y él liberó a las mujeres. El no fue limitado por las
normas de su día, ni por las leyes, ni por las costumbres y los prejuicios
aceptados por su sociedad. Él hablaba con las mujeres, las sanaba, las hacía
completas y les inspiraba a dar su vida en el servicio.
Luc. 8: 1-3 nos dice que a Jesús le seguían en el camino sus discípulos y
muchas mujeres que habían encontrado nueva vida en él. Nadie, ningún rabino,
tenía a mujeres en su séquito; ellas no podían estudiar, no podían opinar, no
podían ni hablar con un hombre. Pero los Evangelios resaltan la relación
especial de las mujeres con Jesús: Marta y María, Susana y Juana, entre otras.
No eran solamente amistades, eran sus discípulas, aprendían de él, y él las
consideraba dignas de compartir con él en el Reino, de aprender teología, de
saber de las nuevas realidades de la vida religiosa. (Lea Luc. 10:38-42 y
Juan. 11: 1-12:8). María tomó la posición de alumna cuando se sentó a los pies
del maestro para escucharle.
Así, hoy día nosotras debemos afirmar nuestro valor, nuestra identidad de
mujer por haber sido creadas a la imagen de Dios, con todo lo que esto
significa; y porque Cristo, el Salvador, nos ha liberado de los prejuicios y
normas esclavizantes, y nos ha dado vida eterna y abundante.
Acuérdese de las propias palabras de Jesús:
“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Así que, si el Hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan. 8:32, 36).
No hemos de volver a esclavizarnos con ideas ajenas a las de Cristo.
Dificultades En La Relación
No es fácil vivir juntos, procurar llegar a ser una misma carne, formar y
construir la relación íntima entre los cónyuges. Pronto se presentan roces
pequeños que pueden ser síntomas de dificultades más profundas. De todos
modos, si no son atendidos van a crecer y causar división, amargura,
resentimientos y finalmente el fracaso del matrimonio.
El matrimonio en sí es la unión de dos personas, pero los problemas y
dificultades causan una desunión, o una separación. En lugar de ser una ayuda
idónea al otro, son estorbos, y dificultan la unión. En lugar de ser una misma
carne, los dos destacan y desarrollan sus diferencias. En lugar de someterse el
uno al otro por reverencia a Dios, cada uno busca lo suyo, y hay egoísmo
desenfrenado.
Tal vez la dificultad más mencionada en matrimonios que se tambalean es la
incompatibilidad de caracteres. La incompatibilidad es la incapacidad de
existir juntos en armonía, es cuando las dos personas son contrarias u opuestas
en carácter, son discordantes entre sí en su relación. No hay duda de que esta
situación existe en muchos matrimonios; estas dos personas que pensaban en el
noviazgo que habían encontrado la persona ideal, ahora no puede entenderla.
Hay causas conscientes e inconscientes para esta triste realidad, y vale la pena
todo esfuerzo para resolverlas.
Una de las causas de la desunión es el egoísmo. El matrimonio feliz y estable
requiere que las dos personas luchen a diario para eliminar sus tendencias
egoístas, la tendencia de considerarse solamente a sí misma, de no pensar en
las necesidades ni en los intereses de la otra persona, sino solamente en los de
él mismo. Esta actitud es muy diferente de la actitud sana de individualidad
que hemos explicado. El egoísmo se ve cuando la persona solamente piensa en
sí, considerando a los demás solamente como instrumentos para gratificarse él;
ve a los demás como personas sin valor e importancia frente a sus deseos
personales desenfrenados.
Hay cónyuges que procuran minar el concepto sano que su compañero/a tiene
de sí mismo; constantemente usan el sarcasmo, causándole que dude de su
valor y distorsionando el significado de su vida personal y en común. Esta
forma de crueldad hace que la persona dude de sí misma y quede confundida
en cuanto a su rol como persona y como cónyuge.
Otra causa de desunión es tomar por sentado a la otra persona, es la costumbre
de pensar que siempre está alli, que se puede contar con ella en cualquier
momento, pase lo que pase. Esta actitud es la antítesis de la confianza de que
hablamos en el capítulo anterior. Tratar a otra persona como de costumbre es
muy deshumanizante; es no tomar a uno en cuenta; es estar tan acostumbrado
a que uno está que ni se consideran importantes sus actitudes, sus deseos, sus
posibilidades. Tal actitud quita el valor individual de la persona, y se le asigna
el valor despersonalizado de un mueble u otra cosa, tal vez preferido, pero
muchas veces olvidado.
Otra causa de la desunión es el silencio; un silencio que penetra y destruye
toda la relación. El silencio constante entre los cónyuges es signo de que algo
anda mal. La comunicación es básica en la relación; el silencio continuo
demuestra que ya no hay una relación. El silencio puede manifestarse en
muchas formas; falta de palabras, falta de actividades, falta de participación en
la vida común. Ya no se habla de cosas privadas sino periféricas. Ya no
participan juntos en actividades significantes, sino participan de las que
carecen de significado.
Otro problema son las dificultades sexuales. Estas son causas de división entre
los cónyuges, pero también los problemas de desacuerdo y desunión en el
matrimonio producen problemas sexuales. En nuestra época cuando hay tanto
énfasis publicitario sobre el sexo, es muy fácil ser influido por este enfoque
muchas veces equivocado, masificado, hedonista.
Las relaciones sexuales deben ser un símbolo de unión total, no solamente una
expresión física del amor que sienten los cónyuges el uno por el otro. Una
actitud sana y abierta de parte de cada cónyuge es de suprema importancia para
que haya más posibilidad de satisfacción entre los dos y para cada uno. Vale la
pena el esfuerzo honesto y sensible de expresar sus sentimientos en cuanto a su
relación con su esposo, y que él haga lo mismo con usted.
Un problema serio para muchos matrimonios es la interferencia de terceros.
Pueden ser familiares de los cónyuges; muchas veces la madre de uno de los
dos. Pero también pueden ser los amigos/as de antaño. El matrimonio no anula
estas relaciones, pero éstas deben ocupar un lugar distinto al que ocupaban
antes del matrimonio. Ahora la primera relación interfiere con ésta, hay que
trabajar seriamente para resolver el conflicto, afirmando la importancia
primaria del matrimonio.
Pero la tercera persona puede ser un amigo/a del sexo opuesto, una amenaza
para la estabilidad del matrimonio. Puede ser una persona amigo/a en el
trabajo, el estudio, el deporte o la iglesia, que poco a poco empieza a asumir el
rol de compañero/a. Empieza con una sincera amistad, pero frecuentemente
termina con infidelidad.
Este problema es aún más complicado en nuestros días. En la vida
contemporánea, la televisión y el cine, la infidelidad es tomada como cosa
natural, común y corriente. Hay una actitud permisiva, de inevitabilidad en
cuanto a estas situaciones. Todo es presentado como algo tan atractivo y
esencial para la realización de uno. Esta posición anímica tan persuasiva crea
problemas superiores para el matrimonio. Hay que esforzarse para mantenerse
fiel al cónyuge en pensamiento, en actitud y en acción.
Los problemas económicos demandan esfuerzo de parte de cada cónyuge y de
todos los miembros de la familia. En los tiempos de inflación tan pronunciada
en nuestros pueblos, necesitamos estar muy de acuerdo en cuanto al
presupuesto de la familia, y cómo afrontar mejor la realidad económica.
En muchas familias es necesario que ambos cónyuges trabajen, pero hay que
estar de acuerdo en cuanto a cómo van a utilizar el dinero ganado por los dos.
Debe ser considerado como fuente común entre los dos para mantener el
presupuesto funcionando. Si hay sólo una entrada en la familia, este sueldo
también es dinero que gana la familia. Muchas veces la mujer, ama de casa, es
relegada a ser persona sin sentido de identidad porque ella no gana un sueldo.
Para algunas mujeres la única forma que tienen de tener un poco de dinero para
sus propias necesidades o gastos es tomarlo de su diario. Esta situación es muy
triste para toda la familia porque promueve la manipulación, el engaño y otros
procesos inadecuados para sobrevivirla.
Tal vez el problema mayor y más difícil para solucionar son las actitudes
conscientes e inconscientes en cuanto a roles, relaciones, valores y
experiencias. Todos llegan al matrimonio con ciertas ideas preconcebidas, con
una escala de valores ya definida. Muchas veces éstas son diferentes entre los
dos cónyuges. Deben haberse hablado y considerado estas cosas antes del
matrimonio. Pero frecuentemente no se mencionan en forma abierta durante el
período del noviazgo. Estas diferencias pueden causar gran desunión entre la
familia, manifestándose en desconfianza, rencor, inseguridad y otras actitudes
negativas. Más adelante cuando el nivel de tolerancia a la frustración llegue a
su máxima capacidad, se convierte en agresividad y violencia, y la persona se
retira emocional y/o físicamente de la situación.
En su libro La Mujer en Su Etapa de Media Vida, Jim y Sally Conway
mencionan las tres A’s mortales en el capítulo sobre el matrimonio estancado;
éstas son atareado, agresivo y aburrido. Cuántas veces se ven estas tres
características en los matrimonios, no solamente en los de mediana edad, sino
en todas las etapas del matrimonio. Tal vez estas tres A’s están relacionadas
entre sí. Cuando la esposa está más atareada es más agresiva, y esto causa otra
A, el alejamiento que conduce al aburrimiento y la apatía hacia la persona. Son
muy peligrosas estas actitudes, producen cada vez más una relación que se
tambalea y cae.
Otra causa para la desunión entre los cónyuges es su deseo de ser felices.
Cuántas veces se escucha decir, “no me hace feliz”. En verdad, esto es
imposible, nadie puede hacer a otro feliz; puede promover su felicidad, puede
crear un clima emocional que permita que sea feliz, pero la persona misma
decide ser feliz o no. La felicidad es un gran don, pero no depende solamente
de la relación con otra persona.
Muchas otras dificultades se presentan en la relación del matrimonio, algunas
son variaciones de las que se han mencionado, y otras son distintas. Sean
cuales sean, deben ser consideradas como problemas para el matrimonio, y los
dos cónyuges deben comprometerse a buscar maneras de resolverlos. El
matrimonio feliz no es el matrimonio sin problemas, sino el que puede
afrontarlos con visión y esperanza, y con una firme dedicación y compromiso a
la relación y al cónyuge.
Confrontaciones Dolorosas
Todas las dificultades que hemos mencionado hasta ahora son causas del dolor
en el matrimonio, pero la separación produce un dolor especial, uno que
requiere la atención especial de cada cónyuge, de sus amigos y de otras
personas de significado. Muchas veces los factores que han producido la
separación han sido pequeños al principio, cosas casi insignificantes, pero que
crecieron y crecieron y llegaron a ser tan grandes que causaron un gran
impacto, y la separación llegó a ser una realidad.
La separación puede ser temporal, o puede llegar a ser una separación final, o
aun el divorcio, pero siempre es triste y dolorosa, porque el matrimonio es para
unión, no desunión. Sin embargo, hay que reconocer que hay matrimonios que
no funcionan, y que jamás van a funcionar. O sea, hay matrimonios que no son
uniones, son relaciones en las cuales los dos cónyuges no tienen la capacidad
de esforzarse para lograr una unión, o no quieren utilizar esta capacidad para
resolver el conflicto. La separación o el divorcio frente a estas condiciones no
debe ser causa de derrota para la persona involucrada, sino debe ser un reto
para reconocer las causas de esta situación, tomar decisiones de cambios
personales para reconstruir su vida bajo la dirección constante de Dios.
Hay muchas causas para estas confrontaciones dolorosas, muchas ya las hemos
mencionado. Cuando aumentan las confrontaciones tienden a producir la
separación en alguna forma y hay algunas confrontaciones que agravan más
rápidamente la relación.
La primera es la falta de compromiso en el matrimonio. Este es un problema
que ha crecido en la actualidad. No creo que antes la gente entrara al
matrimonio pensando: “si no funciona, puedo divorciarme o hacer otro
arreglo”. Pero hoy día es común. En los países latinoamericanos donde el
matrimonio católico, indisoluble, ha sido la norma, tradicionalmente hemos
visto muchas separaciones, muchos matrimonios que no han funcionado, pero
por regla general no había el pensamiento del divorcio, o una separación final.
Muchas veces uno veía a la esposa dejada por su marido, pero esperando su
regreso, y tarde o temprano solía ocurrir. No hay duda de que estas
circunstancias causaban gran dolor a la familia y a cada miembro de ella, pero
había una fe constante en el matrimonio como institución.
Desgraciadamente hoy día hay menos compromiso y fe en el matrimonio como
tal. Para que el matrimonio dure y tenga significado especial para cada
cónyuge, hay que tener un alto grado de compromiso en la relación, y una
disponibilidad para conservarla y hacerla más significativa para cada uno.
Siempre hay stresses y tensiones que ocurren en el matrimonio, y hay que
hacer un esfuerzo especial para que el matrimonio pueda afrontarlas y
sobrevivirlas. Este compromiso, esta creencia firme en la relación es un factor
imprescindible para enfrentar adecuadamente estas tensiones.
Otra actitud que trae consecuencias funestas para el matrimonio es creer que el
propósito del matrimonio es dar un hogar a los niños. Cuántas familias que
creen así están constantemente en pleito, o en tregua (en verdad, en guerra fría)
y deja a todos indecisos e infelices.
Los hijos son importantes, y es importante proveerles un hogar unido y
significante, pero la base de la relación son los esposos. Ellos forman la base
principal de la familia, es su relación la que debe mantenerse y desarrollarse.
Cuando esta relación es buena brota espontánea y sinceramente el deseo de
tener una buena familia para sus hijos. Cuando los esposos sienten que sus
hijos son una carga, o que su responsabilidad es de aguantar por los niños, el
matrimonio y la familia van a sufrir grandemente.
Hay una situación triste que existe en algunos matrimonios entre creyentes.
Cuando se tambalea la relación, piensan que “todo saldrá bien porque somos
cristianos”; no se esfuerzan para solucionar los problemas entre sí, porque
creen que se van a solucionar solitos como consecuencia de su relación con
Dios. Muchas veces uno de los cónyuges, o posiblemente los dos, culpa al otro
por su falta de fe, por su pecado, o por su inhabilidad de seguir el plan de
Dios. Otras personas toman sobre sí una gran carga de culpabilidad que les
quita el gozo de su salvación.
En ninguna parte de la Biblia el Señor nos promete que todas las relaciones
nos van a salir bien, ni que no debemos esforzarnos para resolver los
problemas que se nos presentan. Lo maravilloso es saber que tenemos el poder
y la dirección de nuestro Dios en nuestro matrimonio y nuestra familia. El nos
ayuda en todas las situaciones en que nos encontramos, pero hay que reconocer
el problema y sus causas, buscar la ayuda precisa, y colaborar con el Señor en
las soluciones indicadas.
Jesús nos orienta en cuanto a la actitud que debemos tener en el matrimonio
cuando enseña sobre el mandamiento no matarás; no excusa a la persona que
dice: No he matado a nadie, sino que va más allá al corazón del problema, y
habla de la ira y de las palabras que salen a flote cuando la persona está airada.
Hay que asumir un rol activo en resolver el problema.
Jesús da tanta importancia a este problema de relaciones que indica que uno
debe aun interrumpir el momento sagrado en el culto, dejando allí su ofrenda, e
ir a buscar a la persona ofendida para reconciliarse con ella. Después debe
regresar para presentar la ofrenda a Dios. Si este es el camino indicado por
Jesús en cuanto a las relaciones en la comunidad, cuánto más es necesario en
las relaciones en la comunidad de la familia. (Vea Mat. 5:21-26.)
Muchas familias cristianas están confrontando grandes problemas en sus
relaciones, pero puesto que piensan “esto no nos puede pasar a nosotros”, o
“todo saldrá bien”, no hacen el esfuerzo para resolverlos. Tarde o temprano el
matrimonio se deshace, y las dolorosas heridas y la perplejidad quedan para el
resto de sus vidas.
Otro problema que produce serias dificultades en el matrimonio es el resultado
de las tensiones acumuladas y la falta de una forma adecuada para enfrentarlas.
La tolerancia a la frustración llega a su clímax, y la persona explota diciendo
cosas que hieren a su cónyuge, muchas veces insultándose el uno al otro. La
causa de esta triste situación es que la persona no sabe cómo enfrentar las
diferencias que tiene con su cónyuge, y aguanta y aguanta hasta que explota; o
la persona cree que el cristiano no debe expresar su enojo o su disgusto en
cuanto a una situación. Lo oculta hasta que ya no puede más, y como resultado
de su alto nivel de frustración dice cosas que agravan la situación, llevándoles
hacia una separación física y emocional.
El divorcio se conoce más y más hoy día, y sin duda vamos a verlo más entre
matrimonios cristianos y no cristianos. A pesar de ser más común, no debe
olvidarse nunca que cuando se destruye la relación toda la familia sufre. Como
mujeres cristianas que quieren mantener y mejorar la relación de la familia,
hay que buscar medios de solución, y posteriormente medios de crecimiento
mutuo en el matrimonio. La tarea es grande para cada persona, pero la
presencia y ayuda de Cristo son seguras. Consideremos ahora algunas otras
ayudas para cuando la relación se tambalea.
Soluciones Posibles
La mujer, como hemos visto antes, es orientada sicológica y espiritualmente
hacia las relaciones; cuando éstas se destruyen, o aun se tambalean, la mujer
sufre tremendamente. Así vale la pena todo el esfuerzo que se puede hacer para
construir bases firmes y evitar que las relaciones se destruyan definitivamente.
Sin duda alguna, la cosa más importante para que la relación dure y que tenga
significado es que se prepare adecuadamente para el matrimonio.
¿Cómo sería esta preparación? Me parece que debe ser una preparación desde
la niñez, que incluya la formación integral de la persona, sus valores, sus
actitudes, sus habilidades para ser comprensiva, tolerante, positiva, realista y
esperanzada. La persona debe formar en el proceso de su desarrollo criterios
para el matrimonio, para su propio rol y el de su cónyuge. Estos entonces
deben ser sus criterios para seleccionar a su cónyuge, con el cual debe estar de
acuerdo en cuanto al matrimonio y su significado para él. Esta base debe ser un
punto de referencia constante para el matrimonio, dando así estabilidad cuando
se presenten las dificultades y permitiendo una visión y compromiso más allá
del problema actual.
Otro elemento importante para reafirmar el matrimonio es la comprensión.
Claro que sí, tiene que ser mutua. En su excelente libro Armonía Conyugal el
siquiatra cristiano suizo. Paul Tournier, enfatiza la necesidad que tiene la
pareja de esforzarse para comprenderse; hay que desear la comprensión, y hay
que esforzarse continuamente para comprenderse. Sin embargo, en lugar de
permitir que cada uno sea quien y como es, se escuchan las tristes palabras:
“¡NO le puedo comprender!” Estas palabras indican que la persona no está
dispuesta a reconocer que su cónyuge es distinto de él, que piensa y actúa en
formas distintas. Para comprenderse hay que esforzarse continuamente, hay
que amarse, y hay que traer sus vidas juntamente bajo el señorío de Jesucristo.
La comprensión se basa en la aceptación incondicional de la otra persona, y la
disposición y el deseo para lograrla.
Hay que estar dispuestos a identificar correctamente las causas del conflicto.
Esto puede ser un paso sumamente doloroso, pero es esencial para resolver el
problema. Muchas veces uno identifica una acción específica como la causa,
cuando en realidad es el síntoma de un problema más grande. La identificación
debida no solamente trata las causas del conflicto, sino también tiene que ver
con los sentimientos de las personas en cuanto al problema bajo consideración.
Puede ser que para un cónyuge un problema es grande con implicaciones
extensas, pero para el otro tiene poca importancia. Este análisis es
imprescindible para resolver un conflicto.
A veces uno o los dos cónyuges piensan que sus ideas o sentimientos son
insignificantes o indebidos frente a la complejidad de la situación y no quieren
causar más problemas, y se mantienen silenciosos; o piensa que la otra persona
es tan buena y que uno es malo/a pensando así. Hay que evitar esta posición, y
a pesar de que uno se ha callado durante años, hay que ser honesto/a consigo
mismo/a y con el cónyuge. Siempre la admonición de Pablo en Efesios debe
guiarnos en estas relaciones,
“... siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la
cabeza, esto es, Cristo... para ir edificándose en amor” (Ef. 4:15, 16c).
La confrontación basada en la verdad más el amor da crecimiento y
edificación.
La tensión de la vida diaria, y del matrimonio se combinan en una condición
de stress (tensión) que puede complicar grandemente la relación del
matrimonio. Hay que aprender maneras para reducir la tensión, incluyendo
ejercicios para relajarse, formas de reducir la tensión y formas adecuadas de
dar una nueva dirección positiva a la tensión y la actitud negativa que tiene.
Dar rienda suelta a la tensión causa dolor y heridas a veces irreparables.
Cuando se nota que la tensión en el hogar está aumentando, debe buscar algo
que la reduzca. Por ejemplo, si ha estado trabajando exclusivamente en algo,
hay que cambiar el ritmo de la actividad, salir para dar una caminata, ir de
compras, practicar un deporte, y otra cosa activa. Si ha estado en trabajos
serios por mucho tiempo, sería muy bueno hacer algo más ligero y divertido.
Esta clase de equilibrio emocional de los dos extremos: solitario/gregario;
serio/espontáneo; cauteloso/arriesgado; negativo/ positivo, ayudará
grandemente a reducir el nivel de tensión en el matrimonio. Vale la pena
probarlo y llegar a practicarlo en su vida diaria.
La enseñanza bíblica de quitar y poner en la vida cristiana es muy aplicable a
la relación matrimonial. Hay que eliminar algunas características, actitudes y
acciones que son negativas y destructivas, y reponerlas con otras que sean
positivas y que promuevan la construcción de la relación. Cada cónyuge sabrá
de ciertas cosas que necesitan estas acciones, pero si le cuesta articularlas,
busque las listas en Col. 3: 5-17 para estimular su sensibilidad a su propia
necesidad de cambio.
Una ayuda grande para resolver las dificultades que pueden producirse es
mantener su relación y su matrimonio al día; no permitiendo que pequeñas
dificultades y/o tensiones crezcan. Debe resolverlas cuando sean pequeñas, y
no esperar que pasen porque muchas veces no pasan, sino que crecen hasta
llegar a ser conflictos mayores. El consejero cristiano Howard Clinebell hace
la sugerencia de que cada semana la pareja debe tener un tiempo específico
para hablar y para desahogarse juntos. Así pueden atender las irritaciones
menores y cualquier otra dificultad antes de que crezcan.
La solución que busquen a estas situaciones de conflicto debe ser una que sea
una integración factible de las dos posiciones. Cuando hay el deseo de salirse
con la suya va a producir una polarización inevitable que va a causar aún más
dificultad. La idea de que uno gana y el otro pierde es fatal para una relación.
David Augsburger, profesor de consejería pastoral y autor de ¿Diferencias
Personales? Enfréntelas con Amor, da énfasis a este aspecto del conflicto
interpersonal. La mutualidad en el matrimonio tiene que tener precedencia
sobre la idea más limitada de salirse con la suya o de yo gano, tú pierdes. Sin
duda esta idea es posible solamente cuando el amor reina en la relación y da
fuerza de voluntad a los cónyuges para buscar así mejorar su situación actual.
¡Vale la pena tomar esta actitud como un reto constante!
En el conflicto matrimonial cada persona es responsable por sus ideas,
pensamientos, actitudes, y tiene que estar dispuesta a buscar las formas
necesarias para resolver el conflicto. Una comunicación abierta y honesta es
esencial para resolver las tensiones y construir la relación. Hay personas que se
jactan de ser muy honestas, pero usan la honestidad para controlar e intimidar
a otros, no para mejorar la relación. La honestidad debe ser motivada por el
amor y la consideración mutuos, y en esta forma los dos cónyuges van a crecer
en amor y aprecio mutuos. Acuérdese de que hemos mencionado ya que
cuando una persona ama a otra busca su felicidad y crecimiento. Contrario a lo
que muchos creen, es necesario enfrentar el matrimonio con amor para que la
relación crezca en forma adecuada.
Si quiere tener más paz y calma en sus relaciones familiares o matrimoniales
debe empezar dando gracias a Dios por la persona que él le ha dado y por lo
que esta persona significa para usted. Pensando en su cónyuge, reflexione
sobre:
1. La experiencia más feliz que ha tenido con él/ella.
2. El tiempo cuando se sintió más cerca a su cónyuge.
3. Las maneras en que su vida ha mejorado a causa de él/ella.
4. Las cosas que su cónyuge le ha enseñado.
Después de reflexionar sobre estas experiencias, y dando gracias a Dios por lo
que significa para usted su cónyuge, vayase a él/ella y dígale las razones por
las cuales está agradecido/a por él/ella. Sea específico. Dígale específicamente
cómo se sentía en estos momentos más significativos de su relación. Sea
preciso cuando explique lo que ha aprendido de él/ella y describa las cosas más
significantes que él/ella hace para usted. Gócense juntos de estos momentos de
honestidad y amor.
Otra ayuda grande para el matrimonio es saber perdonarse mutuamente. Hay
cosas grandes y pequeñas que puedan ocurrir entre los cónyuges. Es muy triste
cuando en lugar de perdonar y olvidar, se mantiene una lista de ofensas, y en
cualquier momento crítico se pone a recordarlas y acusar al otro. El perdón
tiene que ser completo. Tenemos que aprender a perdonar siguiendo el ejemplo
divino, un perdón que borra el recuerdo, que resalta la relación, haciéndola
más significante cada día.
La relación puede tambalearse aun en un matrimonio estable. Así vale la pena
considerar estas posibles maneras para solucionar los problemas. No se debe
criticar desmedidamente por las dificultades que se experimentan, sino que hay
que buscar las causas de los problemas y las formas de solucionarlos. Dios
bendecirá a cada persona en este sincero esfuerzo por mejorar su matrimonio y
en la búsqueda de una relación más sana y significante.
¿Que Es La Familia?
Alguien ha dicho que la familia es un “sistema social pequeño en el cual los
individuos están relacionados por razón de su afecto y lealtad recíprocos, y en
el cual se forma una relación que dura por años o décadas. Los miembros
entran por nacimiento, adopción o matrimonio, y salen solamente por la
muerte”. En verdad, esta es una definición básica y buena. Podríamos agregar
a esta definición que la familia en todas sus variantes es el producto del
propósito creativo de Dios, y responde a la necesidad de las personas de vivir
en comunidad. Aunque en cada familia hay el germen del plan de Dios, por
distorsionado que sea, esta relación de comunidad es viable solamente cuando
las familias expresan el propósito creativo de Dios.
1. Conceptos Básicos en Cuanto a la Familia.
Es más y más difícil definir la familia porque todas son diferentes. Sin
embargo, vamos a dar algunos conceptos que puedan ayudarnos a tener una
definición funcional para nuestro estudio y reflexión.
(1) La familia es un sistema social permanente. Aun cuando una persona esté
distanciada de la familia, no quiere decir que la relación está terminada.
(2) La familia mantiene esta relación por lazos de afecto más que por lazos de
productividad o ejecutación de un papel especial. El amor mutuo es esencial
para la formación de cada uno.
(3) Cada miembro de la familia tiene necesidades especiales que buscan su
satisfacción. La familia como célula básica debe suplir en gran manera las
siguientes necesidades de sus miembros:
• Necesidades de seguridad o supervivencia. Estas necesidades tienen que ser
suplidas antes de que la persona pueda preocuparse por otras necesidades de
desarrollo.
• Necesidades de desarrollo humano: intelectuales, emocionales, físicas y
espirituales.
• Necesidades personales psicosociales:
de ser valorada como persona
de ser amada y cuidada
de ser aceptada tal como es
de tener la seguridad de que los lazos de afecto familiar son
permamentes.
Se debe comunicar a cada miembro de la familia que no hay nada que pueda
hacer para perder los lazos de afecto en la familia. El poeta Robert Frost dijo
que “el hogar es el sitio que cuando uno tiene que ir allí, ellos tienen que
recibirle”. Esto es un concepto fundamental; uno puede ser decepcionado,
herido o entristecido por la situación, pero es mi hijo, es mi padre y allí resalta
el significado de esta relación. Aun cuando se rompen las relaciones, el afecto
sigue, aunque puede ser negado. Jesús demuestra este aspecto de las relaciones
familiares en la parábola que llamamos el hijo pródigo en las palabras sentidas
del padre amante:
“Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano
era muerto, y ha revivido; se había perdido y es hallado” (Luc. 15:32).
Esto sí es ser miembro de una familia.
(4) Es más importante suplir las necesidades de desarrollo que mantener un
estado continuo de equilibrio en la familia. Al establecer el nuevo equilibrio,
ésta llega a ser el contexto para suplir las necesidades básicas de la persona. En
esta forma se puede apreciar que la relación familiar es constante y cambiante.
Solamente la familia que se da cuenta de su necesidad constante de cambio y
adaptabilidad va a poder crecer y proveer la base de vida que cada persona
necesita.
(5) La falta de suplir o satisfacer las necesidades de desarrollo de un miembro
de la familia se ve en síntomas de desadaptación de la persona. Cuando esto
ocurre la familia debe preguntarse:
• ¿En cuál etapa del proceso de desarrollo está esta persona ahora?
• ¿Cómo está la familia facilitando el proceso del desarrollo de esta
persona?
Basándose en esta realidad la familia puede encontrar la clave de la
desadaptación y ayudar a la persona a cumplir las tareas de desarrollo
esenciales en esta etapa de la vida.
Así podemos apreciar que la familia es la fuente y el recurso del desarrollo de
cada miembro de ella para llegar a ser una persona, la persona que Dios ha
ideado. No hay núcleo social con una responsabilidad más alta que la familia,
ni uno que tenga mayores posibilidades para hacer bien o para hacer mal. La
familia debe esforzarse para buscar los caminos y las relaciones más sanos
para llevar a cabo su papel como tal.
La Herencia De La Familia
¡Cúan importante es la herencia que cada uno de nosotros recibimos de
nuestros padres y la que damos a nuestros hijos! Siempre hay una herencia
aunque posiblemente no hay grandes bienes materiales involucrados. Hay la
herencia de nuestras actitudes, maneras de hacer las cosas y nuestra formación
como persona.
Hace algunos años escribí un folleto sobre la importancia de la herencia que
uno da a su hijo/a, la herencia que promueve la formación de la persona.
Quiero repetirlo aquí porque creo que sigue siendo de gran valor.
Promueve La Comunicación
La comunicación es esencial para la familia, pero muchas familias no hacen
nada para promoverla. En familias cristianas y no cristianas, la comunicación
se hace en forma mínima, y muchas veces con actitudes tan negativas que hiere
en lugar de promover encuentro y comunicación.
Hay que trabajar para que haya una buena comunicación en el hogar. Sin este
esfuerzo no se logra nada, porque la comunicación no es algo automático. El
primer paso para que haya buena comunicación en la casa es desearlo
sinceramente. Después hay que hacer el compromiso, consigo misma y con su
familia, de que va a hacer este esfuerzo. A menudo tendrá que hacerse recordar
este compromiso porque vendrán momentos de desánimo cuando uno decide
que no vale la pena esforzarse más.
¿Qué es la comunicación familiar? No es un constante hablar, llenando una
pieza con palabras superficiales o crueles. Comunicarse es llegar a la otra
persona con un mensaje claro, el cual él o ella entiende y entonces responde
con un mensaje que es entendido, y así sucesivamente. Cada persona debe
participar expresándose y entendiendo el mensaje de la otra persona. La
comunicación no es, necesariamente, estar de acuerdo con la otra persona, pero
sí es escuchar su mensaje y esforzarse para entenderlo. Habrá ocasiones
cuando la persona no escuchará, va a estar sorda y pondrá estorbos a la
comunicación. Hay que saber aprovecharse de las situaciones más propicias
para comunicarse en la familia.
La mujer como agente de relación necesita aprender a ser una buena
comunicadora. Debe aprender a expresarse con claridad y significancia. Para
hacerlo necesita tener un vocabulario adecuado, que sea comprendido por los
miembros de la familia. Habrá que aprender el lenguaje del amor sincero que
debe reinar en la comunicación día tras día. Debe evitar a toda costa la
deshonestidad, la falta de sinceridad y la agresión.
La comunicación es mucho más que hablar. Uno habla también en forma no
verbal. Esta clase de comunicación incluye los gestos, los movimientos de los
ojos y del cuerpo, el silencio, y el impacto total del cuerpo, las emociones y las
actitudes. Muchas veces comunicamos algo verbalmente, y lo contradecimos
en forma no verbal. Es interesante que cuando hay esta incongruencia entre las
dos formas de comunicación, se cree el mensaje no verbal más que la
comunicación verbal. Hay dos maneras de atacar este problema. Primero, debe
observarse en el espejo ensayando conversaciones con otras personas para
anotar y eliminar mensajes contradictorios, gestos y movimientos que
distraigan la comunicación deseada. En segundo lugar, pedir a una amiga o a
un familiar que le diga cuáles son las comunicaciones no verbales que da
continuamente. Hay que tener la madurez de aceptar estas observaciones, y
ponerse a eliminar estas cosas que van en contra de la buena comunicación con
la familia y con otros.
Para ser un buen comunicador hay que aprender a escuchar con atención lo que
la persona está comunicando. Hay que ser uno que escucha en forma activa, no
mirando hacia el piso, ni al techo, ni a su reloj, no moviéndose constantemente,
sino dando su atención completa a la persona y a la comunicación. Cuando no
entiende lo que ha dicho o manifestado, o cuando quiere más información, hay
que indicarlo. No tenga miedo de decir: “A ver si te he entendido bien.”
A veces en la familia podemos caer en la trampa de pensar que la persona
siempre dice lo mismo, que ya sabemos lo que van a decir antes de decirlo, o
que es una persona en la cual no se puede tener confianza, y cortamos la
comunicación, sea por nuestra actitud o por nuestras palabras. En la familia
hay que esforzarse siempre en ir la segunda milla para mejorar las relaciones y
la comunicación.
La actitud hacia la otra persona en la comunicación es vital. Hay que aceptarla,
respetarla, valorarla y creer en él o en ella. Un adolescente comentaba que su
padre confundía lo que era dar consejo con la comunicación.
“Constantemente me aconseja, pero cuando pido su opinión sobre algo
importante, no me contesta. Conversar con mi padre es un camino de
una vía, únicamente la de él.”
Muchas veces hay barreras entre la madre y sus hijos mayores porque cuando
conversan con ella les arregla la cara, la corbata, o el pelo, una cosa que puede
llegar a ser tremendamente irritante a la persona. Tenga cuidado con estos
hábitos. Pueden no solamente evitar la comunicación sino causar rechazo y
resentimiento.
Leí hace muchos años que la mesa del hogar debía de ser un sitio de
comunicación. “En una casa hay muchas camas, pero solamente una mesa.” La
mesa en sí es símbolo de unión y de comunión; aproveche de ella como tal.
Hay que procurar que por lo menos una vez al día todos se junten en la mesa
para comer y hablar. ¿Nos hablamos bastante?, debe preguntarse la familia día
tras día, y si la respuesta es negativa, debe investigar el porqué y hacer un plan
para responder a este problema. Si todos no hablan, o si solamente una persona
habla, o si la conversación es siempre de las mismas cosas, con las mismas
palabras, hay que reconocer que en verdad no hay comunicación. Usted puede
ser la persona clave para ayudar a su familia a buscar formas de resolver este
problema y de empezar a comunicarse mejor.
Un aporte grande para entendernos mejor y para reconocer las dinámicas que
entran en la comunicación es la Ventana Johari. Esta es una ventana a uno
mismo y de cómo se desarrolla la comunicación interpersonal. La ventana está
dividida en cuatro partes o zonas que representan las relaciones de la vida.
Cada zona está dotada de características específicas, tanto desde el punto de
vista del yo como del punto de vista de los demás. La ventana es dinámica y va
cambiándose en las distintas relaciones interpersonales. Un cambio en una área
significa cambio en las demás áreas.
La Ventana Johari se presenta de la siguiente manera:
Cuando me comunico con otra persona, todo mi ser, o sea las cuatro partes de
mi personalidad entran en la comunicación, incluso acuellas que me son
desconocidas. Puesto que la mayoría de las relaciones de uno se hacen entre
las zonas 1 de las personas involucradas, o sea entre el Yo Abierto o el Yo
Público, es muy importante que éstas sean auténticas. Cuanto más grande sea
la zona 1, más fácil la comunicación. Así una de las tareas grandes para la
persona es engrandecer su ventana del Yo Abierto.
Como se puede ver al estudiar el gráfico, hay dos zonas (Nos. 1 y 2) que uno
conoce de sí mismo. Hay dos (Nos. 1 y 3) que los demás conocen de uno. Hay
dos (Nos. 3 y 4) que desconozco de mí mismo. Y hay dos (Nos. 2 y 4) que los
demás desconocen de mí. Hay una zona que ignoro de mí mismo, pero los
demás conocen (No. 3). Una zona que yo conozco de mí, y los demás ignoran
(No. 2) Y una zona que ni yo ni ellos conocemos (No. 4).
La Ventana Johari no solamente nos ayuda a entendernos mejor, sino al
aplicarla a nuestra comunicación con otros nos ayuda a entender mejor a las
otras personas. Cada vez que ampliamos la zona 1 promovemos una
comunicación más honesta y abierta. A la vez, la comunicación de parte de
otros, nos ayuda a conocernos mejor y llegamos a ser más conscientes de la
zona 3 de nuestro yo. En estas formas la comunicación se fortalece y nos
ayuda a establecer mejores relaciones con otras personas.
En un estudio hecho en la Universidad Libre de Berlín sobre el
“Comportamiento del hombre y de la mujer en la conversación”, se ha
comprobado que los dos tienen estilos distintos.
“Los hombres se distancian de aquel con quien están hablando.
Mientras las mujeres, cuando hablan, crean lazos humanos; los
hombres no toman en cuenta este aspecto cuando se expresan.”
Se cree que estos patrones demuestran elementos básicos de la identidad de
cada sexo. La mujer está más pendiente de las relaciones, está más involucrada
en la conversación, comparte en la conversación a menos distancia que los
hombres. Ellos “intentan retornar a un nivel impersonal de trato con su
interlocutor”.
Como mujeres tenemos dones para la conversación y la comunicación.
Usémoslos para establecer y mantener relaciones saludables. Seamos agentes
de relación proveyendo una buena comunicación en nuestras familias.
Elimina Barreras
Hay muchas barreras que se levantan en nuestras familias que tienen que ser
eliminadas. Las barreras no solamente estorban sino distancian a las personas,
y rompen las relaciones. La falta de tiempo es una de las barreras que
experimentamos en nuestro mundo tan agitado. No hay tiempo para establecer
ni para desarrollar las relaciones. Nos quita tiempo el trabajo, las distancias tan
grandes, los horarios tan distintos, los quehaceres, y aun los hobbies, el recreo,
los pasatiempos. La misma iglesia puede llegar a ser un estorbo en las
relaciones familiares cuando hay un exceso de actividades.
Uno de los quita-tiempos y quita-relaciones más grandes es la televisión, una
presencia constante en muchos hogares. La hora de la telenovela llega a ser la
más importante del día. Se conocen más, y les interesan más, las relaciones
entre estas personas que las de su propia familia. No solamente es la televisión
una barrera por el tiempo que quita a la familia, sino es una barrera social y
moral por la vida tan complicada e inmoral que presenta. En lugar de aprender
y enfatizar valores positivos y cristianos que podrían dar estabilidad y
significancia a sus vidas, se resaltan las relaciones más egoístas, negativas y
maliciosas. Los comerciales (la propaganda) no solamente presentan conceptos
de la vida desde el punto de vista del comerciante, sino también manipulan a la
persona para lograr cierta imagen que frecuentemente es distinta de los valores
familiares y cristianos.
Hay que aprender a limitar las horas cuando el televisor está prendido en el
hogar, para controlar su presencia, y no permitir que la televisión controle a la
familia. Una tarea esencial para usted como madre es ayudar a sus hijos a
distinguir entre la propaganda y la realidad, y entre la vida del hogar desde el
punto de vista cristiano, y las presentaciones distorsionadas en la televisión.
Otra barrera a las relaciones familiares es el mismo cansancio tan frecuente en
nuestra vida contemporánea, sea en el trabajo, en el colegio, en el afán de tener
un programa adecuado de recreo, o en las actividades de la iglesia. Hay que
evitar la actividad tan constante que deja a la persona tan cansada que
solamente llega a su casa para descansar; no es posible tener comunicación en
estas circunstancias. Hay que esforzarse para resistir este horario tan agitado.
Usted como agente de relación puede procurar guardar tiempo para el descanso
adecuado de cada persona, incluyéndose a sí misma, para poder relacionarse
todos en forma más sincera y más relajada.
Una trampa de la vida moderna y el cansancio crónico es venir y sentarse
frente a la televisión para relajarse. No es la forma más adecuada como hemos
visto ya. Usted como agente de relación puede ayudar a su esposo (y otros
miembros que lo necesitan) a tener un tiempo sólo para reponerse del día
agitado antes de empezar a escuchar y compartir lo que ha pasado en el día de
los demás. No solamente él necesita atención, sino usted también. El cansancio
quita las ganas de relación, y causa irritaciones que podrían ser evitadas con
esta estrategia.
Muchas personas no saben cómo relacionarse con su familia abiertamente.
Así siempre piensan que la otra persona va a darse cuenta de que está triste,
que no ha dormido, que necesita cariño, o que ha sido profundamente herida
por lo que ha dicho o ha hecho la otra persona. Piensa: “Si me amara, se daría
cuenta de lo que siento”, pero, en verdad, ha dado mensajes muy vagos de lo
que siente, y la otra persona puede quedarse totalmente inadvertida frente a
ellos.
La razón porque se dan estos mensajes tan vagos se basa en el miedo de
permitirle conocer porque se teme el rechazo, la burla, el control o la
manipulación de la otra persona. Un ejemplo clásico es la mujer que prepara
una comida especial, se viste en forma atractiva y planea una tarde romántica
con su marido, y se siente herida cuando él no se da cuenta de sus esfuerzos.
Tiene miedo de decirle: “Te necesito”, porque teme el posible rechazo, pero
éste era el mensaje que quería que él recibiera con la tarde especial.
Cuántas madres se sienten profundamente heridas por la falta de atención de
sus hijos: les compran regalos, les hacen cosas especiales, pero no son capaces
de decirles cuánto les quiere, cómo los necesita, cómo quiere apoyarles en su
crecimiento.
Cuántas madres están constantemente regañando o quejándose de su situación.
cuando en verdad lo que quieren decir es “tómame en cuenta”, “te quiero”,
pero tienen miedo de decirlo. En cambio escogen el papel que han visto en sus
propios hogares, una acción que lleva al rompimiento de relaciones y a la
alienación entre la familia.
Que bueno sería llegar a ser auténticos, a compartir verdaderamente lo que
somos sin miedo del rechazo. No es fácil, pero si vamos a lograr ser un agente
de relación, hay que hacer este esfuerzo.
Otra barrera a la comunicación es el silencio. Muchas veces se ve en un retiro
emocional de la persona, en que no comunica ni se relaciona con otro. Llega a
la casa y se retira con la televisión, un libro, el periódico, la comida, un pasa
tiempo, o un trabajo. Emocionalmente es como un fantasma, una persona
totalmente ajena a sí misma y a los demás.
Todo el mundo necesita su privacidad, y cuando es manejada adecuadamente y
protegida para todos los miembros de la familia, promueve relación, pero la
privacidad sana y una barrera emocional que se construye alrededor de sí
mismo son dos cosas completamente distintas. El retiro emocional se ve en
muchos hogares: hablan, están presentes, pero no hay presencia activa. Es
como relacionarse con un cadáver. La persona se oculta detrás de su
amabilidad, su cortesía, su ayuda prestada, pero no está involucrada en la vida
relacional de la familia.
Es fácil perder el interés en la comunicación y la relación porque no tienen
nada en común. Y viven y se relacionan en dos mundos distintos. Esto puede
suceder si uno o los dos llegan a estar completamente involucrados en su
trabajo, o su estudio, su recreo, u otra cosa. Sucede muy a menudo en el
matrimonio que uno va creciendo en su vida profesional o social, mientras el
otro queda totalmente estancado. No hay comunicación porque ya no tienen
intereses comunes.
Otra forma de retiro de las relaciones significantes es la agresividad pasiva.
Por regla general se ve esto cuando la persona siente ira hacia alguien, un
miembro de su familia, de su trabajo, del colegio, pero no lo enfrenta sino la
expresa en forma indirecta. Por ejemplo, en cosas que irritan a la persona con
quien tiene diferencias. Muchas veces esto se hace inconscientemente. La
persona no quiere reconocer su ira. Niega que la siente y así responde
inconscientemente. Esta reacción desorienta a la familia, rompe relaciones, y
causa malestar constante. La persona afectada por estas actitudes queda
intranquila, no puede entender lo que pasa, y así sus reacciones pueden llegar a
ser defensivas y deteriorar aún más la situación. Se ve frecuentemente a los
cristianos en esta clase de problemas porque no saben cómo manejar su ira o
enojo. Creen que es signo de debilidad cristiana, y así tienden a reprimirlo, con
la consecuencia lógica de reacciones inconscientes como la agresividad pasiva.
Todas estas barreras tienen que ser reconocidas como tales por la mujer
cristiana y su familia. Hay que tomar la determinación de ir eliminándolas una
por una. Una norma buena para dirigir esta acción es enfrentar la barrera,
nombrarla, preguntándose cómo es que ha llegado a ser barrera en las
relaciones familiares. Al responder a esta pregunta, uno puede analizar cómo
eliminarla para mejorar las relaciones. Hay que reconocer que la barrera no se
construyó en un día, y necesitaría tiempo, paciencia y constancia para menguar
su poder y llegar a eliminarla.
La barrera de la falta del tiempo requiere un análisis serio de cómo está
utilizando su tiempo juntamente con un plan para organizarlo mejor para
incluir más tiempo cualitativo para la familia. Seguramente habrá decisiones
que usted y los otros miembros de la familia tendrán que tomar. Muchas veces
hay que escoger entre varias cosas que les gustaría hacer. Otras veces hay que
sacrificar cosas que siempre han hecho juntos porque ya los intereses y
necesidades son más variados. La buena organización del tiempo es una
herramienta sana para promover la relación. No debe ser jamás una camisa de
fuerza para un control rígido. Cierta espontaneidad y flexibilidad en el horario
sería como bálsamo para la relación.
El problema del silencio demanda un cambio de conducta de la persona. Usted
puede ser la persona clave para promover una apertura para que esta persona
empiece a expresarse. Pregunte a la persona su parecer sobre las cosas, y
escúchele, dándole su atención indivisible para que sepa que es escuchada, que
su opinión es tomada en cuenta.
Si el silencio es una indicación de retiro emocional, procure que la persona se
abra con usted, ayudándole a darse cuenta de que es una persona con
sentimientos e ideas que deben ser expresados. Atención empática a esta
persona puede ayudarle a tener un encuentro consigo misma, y una apertura
con su familia.
Cuando el silencio es signo de una agresividad pasiva, hay que buscar la causa
con el fin de exteriorizarla e ir resolviéndola. Muchas veces esta clase de
agresividad se basa en rencores llevados y cultivados por largo tiempo. Es
traumático quitarlos, pero es esencial para una relación sana. Elimine sus
actitudes defensivas. Procure ser abierta a cualquier sentimiento expresado, y
de buscar una comprensión más profunda, el perdón mutuo, y una construcción
de una relación más sana.
La familia cristiana busca una relación cada día más satisfactoria; eliminando
las barreras que existen le ayudara a proseguir hacia su meta.
Construye Puentes
Es verdad que nadie es una isla aislada de los demás, pero muchas veces se
siente como esta isla, totalmente sola, aun dentro de la muchedumbre y de la
familia. La mujer, agente de relación construye puentes entre sí misma y los
miembros de la familia. Los puentes que hacen una diferencia y guían a una
relación positiva no pueden ser los establecidos solamente por las funciones
que la persona tiene en la familia; tienen que ser en el nivel afectivo, o sea en
relación con los sentimientos.
Hay muchas razones porque hay distanciamiento entre los miembros de la
familia. Cada uno de nosotros somos distintos, con ideas, sentimientos,
maneras de resolver problemas diferentes de cualquier otra persona. En una
familia hay por lo menos dos generaciones, cada una con su orientación social
y cultural distinta. La juventud y la niñez contemporáneas son hijos de la Era
Tecnológica. Tienen perspectivas muy distintas de sus padres, y mucho más de
sus abuelos que son hijos de la Era Industrial. Ven las cosas en forma distinta,
usan vocabulario distinto, valoran cosas distintas, aun tienen un sentido de
humor diferente. Son islas aisladas, cada uno en su pequeño mundo. Hay que
construir puentes de relación entre cada uno.
El primer puente es el Amor Incondicional. El amor es el vínculo perfecto”,
dice Pablo (Col. 3:14), y podríamos decir que es el puente perfecto. El amor no
debe tener condiciones, sino debe ser una actitud constante, pase lo que pase.
Esta clase de amor no demanda cierto comportamiento antes de ser dado a la
otra persona. No es un trueque, es un regalo.
La Biblia nos ayuda a entender el amor incondicional. El pueblo de Israel tenía
una relación única con Dios, porque el les había “escogido para serle un
pueblo especial”, no porque eran más que otros,
“pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por
cuanto Jehová os amó” (Deut. 7: 6. 8).
También nos dice que
“Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros” (Rom. 5: 8).
El amor incondicional es el puente de relaciones por excelencia.
El amor no es una emoción efímera. El amor es real, y tiene que expresarse en
formas reales. El amor no puede ser el pago por cierta conducta, por hacer algo
que nos agrada. El amor es una aceptación constante e incondicional de una
persona. En nuestro mundo tan competitivo los hijos (o los mismos padres)
pueden llegar a sentir que su familia les ama solamente cuando logran cierto
reconocimiento por una buena calificación, por cierta actividad que hacen
bien, u otra cosa apreciada por la sociedad. Hay que aclarar a nuestros hijos la
diferencia entre el éxito y el afán de reconocimiento y el amor. Nuestra actitud
hacia estos dos polos es esencial para la construcción de puentes de relación.
Hay dos facetas importantes en este puente del amor; una es la tolerancia o la
flexibilidad, y la otra es el perdón.
Para mí no hay un cuadro más impresionante de estas dos facetas del amor
paternal/maternal que la hermosa parábola del Hijo Pródigo. Se ha dicho que
en verdad trata del Padre Amante porque en ella se ve el padre amando
constantemente a pesar de ser alienado por su hijo. El padre escucha la
demanda de su hijo menor, y en una sociedad donde él no tenía derechos de
herencia así, el padre fue flexible, sabiendo tal vez que su hijo iba a
malgastarla. Pero este hijo después de pasar por los goces y las tristezas más
abrumadores del mundo volvió en sí, se acordó de su hogar. Esto nos indica
una gran verdad, solamente se vuelven en sí aquellas personas que han tenido
este pasado, esta formación integral. “Padre, he pecado contra el cielo, y contra
ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.” La flexibilidad del padre
anteriormente ahora permite el volverse en sí, y la flexibilidad permite al padre
decir muy sabiamente: “mi hijo muerto era, y ha revivido... Hagamos fiesta”
(Luc. 15:11-32).
El segundo puente es la afirmación. Las relaciones familiares frecuentemente
quedan distanciadas porque no hay una afirmación acertada de la persona. La
afirmación es expresar y resaltar las cualidades positivas de la persona.
¡Cuánta falta hace en la familia! Usamos mucho la crítica en el hogar;
frecuentemente los miembros pueden sentir que no hay otra forma de
relacionarse. Aunque la crítica honesta es necesaria, muchas personas la llevan
al extremo creyendo que su autoridad es protegida por medio de criticar a la
otra persona en cada oportunidad. Cuidado si la única forma de relacionarse
con los miembros de su familia es la crítica.
Otra forma negativa de relacionarse es la indiferencia, cuando no importa lo
que hace la persona, siempre el trato es igual. Esta actitud rebaja el valor de la
persona porque se le trata como cosa y no como persona. Estas dos actitudes
no solamente separan a las personas, sino causan graves estragos en su
personalidad.
Hay que tener cuidado de no pensar que la adulación, o la lisonja son formas
de afirmar a la persona. Son, en lugar de ser afirmantes, alienantes, porque la
persona que recibe esta adulación sabe que no es la verdad, y empieza a dudar
de sí misma y de la relación. La persona se pregunta qué es lo que la persona
busca, a dónde le está llevando, y el distanciamiento crece a pasos gigantescos.
Cuando una persona disfruta de la adulación, y la requiere para su
funcionamiento personal, allí se ve una manifestación de su inseguridad
emocional y uso de patrones neuróticos para suplir sus necesidades.
Pero la afirmación sincera es un puente de relación de gran valor. Es demostrar
a la otra persona que confiamos en ella, que tenemos fe en lo que puede hacer,
que sabemos que es capaz en su actuación. La afirmación reconoce no
solamente las cualidades y acciones presentes de la persona, sino subraya la
confianza y expectativa de lo que hará en el futuro. Hay algo que puede ser
afirmado en cada persona. Usted como agente de relación, debe utilizar su
capacidad para afirmar a los miembros de su familia.
Jesús nos da un gran ejemplo de la importancia de afirmar a la persona para
ayudarla a tomar las decisiones más adecuadas. Lo vemos en su trato con
Zaqueo, Mateo, la mujer adúltera y tantas otras personas. En cada caso
comunicaba a la persona su importancia, su capacidad de relacionarse con el
Padre celestial, y de hacer algo más en su vida. Siguiendo en las pisadas de su
Maestro, Bernabé, el hijo de consolación, fue la persona que afirmó al nuevo
creyente Pablo, cuando todos los demás dudaban de él. ¡Qué hubiera sido del
misionero Pablo si no hubiera habido un Bernabé en su camino! Seguramente
la historia del mundo hubiera sido distinta.
Muchas veces la persona más necesitada de afirmación es la que menos la
recibe. Estas personas pueden ocultar su necesidad detrás de un disfraz de
indiferencia, de un afán para quedar bien con los demás, de una agresividad
activa o pasiva, o del dolor crónico del rechazo que colorea todos los
momentos de cada día. Hay que tener mucho cuidado de no hacer diferencias
entre las personas en la familia, sino de afirmar a cada uno por lo que él o ella
es, y por lo que puede llegar a ser. La afirmación es un puente necesario y
efectivo.
Otro puente importante es la Disponibilidad. Hay que estar disponibles a la
familia, tanto en momentos de alegría, como en los de tristeza. La madre no
puede tener horas de oficina para cumplir su papel como tal. En verdad, tiene
que estar disponible en cualquier momento. No quiere decir que la madre es la
gran mártir, que no debe tener tiempo para sí misma. La madre también
necesita que otros estén disponibles para ella, necesita sentir que ellos
construyen puentes de relación con ella, pero por su posición especial en la
familia, y por la orientación sicológica de su vida, es la persona clave que
puede dar este rumbo relacional a su familia. En su libro El Sanador Herido
Henri Nouwen habla de este mismo puente como la hospitalidad; o sea de ser
hospitalaria consigo misma y con los demás, siendo abierta para facilitar la
sanidad que a todos les hace falta.
Comunique claramente a su familia que usted está disponible para ellos en
todo momento. Afirme sus palabras con hechos y actitudes que hagan más
natural esta relación.
El amor, la afirmación y la disponibilidad son tres puentes esenciales para
construir una relación más sana y más significante en la familia. La mujer
como agente de relación debe entregarse a construirlos y mantenerlos
funcionando.
Celebra La Relación
La familia debe celebrar la relación que sus integrantes tienen entre sí. ¡Es un
gran don de Dios! Es el resultado de su gran amor para cada persona, un amor
que pone en marcha nuestro amor hacia él y hacia los demás. Lograr una
relación sana, que es cada vez más significante y satisfactoria es de suma
importancia para la familia, y para cada miembro de ella. Esta relación debe
ser reconocida, apreciada y cultivada. Una buena forma para hacerlo es
celebrarla.
Parece que en nuestro mundo se ha perdido el verdadero sentido de lo que es
celebrar algo, pero hay que saberlo hacer. Celebrar es recordar, es destacar
algo importante para uno, es agradecer, es reconocer que la vida tiene sus
experiencias agradables que tienen que ser creadas y vividas. Celebrar es
tomarse de la mano y dar gracias a Dios y a la otra persona. Celebrar es
alegrarse por lo que ha acontecido, y afirmar su fe en lo que pasará mañana.
Celebrar en familia es creer en la familia.
Haga una fiesta, tal vez con una comida especial, con flores y velas en la mesa,
con sonrisas y contentamiento en los rostros, amor en el corazón, y palabras de
gozo y gratitud en los labios, expresando cada uno sus sentimientos en cuanto
a la relación. ¡Una celebración especial para una familia especial!
Como mujer puedo ser agente de relación en mi hogar, promoviendo la
comunicación, eliminando barreras, construyendo puentes, y celebrando la
relación lograda. No hay tarea más importante; no hay entrega más
significante.
3. Hospitalidad
La Biblia enseña que debemos ser hospitalarios.
“No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo,
hospedaron a ángeles” (Heb. 13: 2).
“Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el
don que ha recibido, minístrelo a otros” (1 Ped. 4: 9.10).
Además está mencionado en la lista de los dones en Rom. 12:13.
Cuántas veces en la Biblia se menciona la idea de la hospitalidad: el ejemplo
de la sunamita y su esposo que hicieron un aposento para Eliseo; la casa de
María, Marta y Lázaro donde Jesús se hospedaba frecuentemente; las
referencias en las Cartas de Pablo a la iglesia que está en tu casa.
Pero quisiera considerar para nuestra apropiación personal a Lidia, la mujer
hospitalaria de Filipos. Ya era una mujer que buscaba a Dios, juntándose con
el grupo de mujeres que oraban al lado del río. Escuchando las palabras de
Pablo, el Señor abrió su corazón y después de ser bautizada, ella rogó a Pablo:
“Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad”
(Hech. 16:15).
Si solamente tuviéramos estos versículos de Hechos para reconocer el valor de
la vida de Lidia, tal vez no sería una cosa tan espectacular como un ejemplo
del ministerio de la hospitalidad. Pero cuando relacionamos el capítulo 16 de
Hechos con la carta a los Filipenses con todas las expresiones de amor, de
gozo, de relación tan cariñosa entre Pablo y esta iglesia, tan interesada en su
labor misionera, vemos el impacto tremendo del ministerio de Lidia en la
formación de esta comunidad.
Pablo les escribe:
“En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido
vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os
faltaba la oportunidad... Y sabéis ... que al principo de la predicación ...
ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino
vosotros solos; pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para
mis necesidades” (Fil. 4:10, 15, 16).
Pienso que el ministerio de Lidia dio ejemplo para las iglesias en todas partes.
La hospitalidad es un don que es base de un ministerio; hay que practicarlo
adentro y fuera de la casa, con consideración y atención a otros. Es un don que
se ve especialmente entre las mujeres que abren sus casas a otros, mantienen
relaciones de amistad con otras personas y participan en la vida de personas
lejos de sus familias o necesitadas de relacionarse con otras.
Tengo una amiga cristiana en Cali que es verdaderamente una persona
hospitalaria; sabe recibir a las personas en su hogar. Siempre está lista con una
taza de café y una galleta para la persona que necesita charlar con ella. Recibe
a visitas para pasar la noche o varias noches. Tiene grupos que estudian
artesanías, la Biblia, culinaria, inglés; son todos bienvenidos a la hora que sea.
Ella utiliza su hogar en su ministerio; y la gente viene porque saben que allí
reciben bendiciones. La clave de este ministerio es amor para la gente, un amor
que se preocupa por ellas. Una de las mejores maneras de utilizar la casa en
servicio hoy día, es recibir a los grupos de estudio bíblico donde la persona es
recibida con amor, y tratada como persona de valor. Visitar una casa así, es
recibir el efecto de un ministerio especial.
4. Dar confianza.
La Biblia da énfasis a la necesidad de tener confianza en Dios. Esta confianza
es un don especial porque con ella uno puede andar confiadamente sabiendo
que Dios está con él. Jeremías nos da un cuadro muy especial de lo que es esta
clase de confianza:
“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.
Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a
corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su
hoja estará verde, y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar
fruto” (Jer. 17: 7. 8).
Precisamente esta confianza da estabilidad y esperanza a la vida.
En la última noche de su vida Jesús dio esta confianza a sus seguidores
hablándoles repetidas veces de la seguridad de la confianza que podrían sentir
cada uno de ellos.
“No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí. No
os dejaré huérfanos, vendré a vosotros. Confiad, yo he vencido al
mundo” (Juan. 14: 1, 18: 16:33).
Jesús nos da confianza para la vida diaria. La mujer que puede infundir
confianza a sus hijos, darles este sentido constante de confianza en sí mismos,
en su mundo, en sus relaciones con Dios y sus prójimos es una mujer que
realiza un ministerio muy especial. El famoso siquiatra Erik Erikson dice que
es en la primera etapa de la vida cuando el niño aprende a tener confianza o
desconfianza, según como sea tratado por su madre, especialmente. Si el niño
puede confiar en la palabra de su madre, en su manera de llevarlo, su
presencia, su toque, su constancia, su veracidad, este niño tendrá confianza
como niño o como hombre. Si el niño aprende que no puede confiar en su
madre, siempre será desconfiado, nervioso, sospechará y dudará de la gente.
La vido será difícil para él, y para todos los que se relacionan con él. Tal es la
influencia de la mujer; tan grande y potente es su ministerio.
Dorotea Söelle habla de una niña judía que cantaba una canción: “Hermosa
soy, hermosa. Me llamo hermosa.” Esta canción expresa la confianza de esta
niña en la vida. Cuando uno ha experimentado una niñez feliz y de confianza,
puede vivir confiadamente, puede ver el mundo como confiable.
La mujer/madre, puede ser la clave para la confianza y autoestima que
necesitan sus hijos. Con cuánta ilusión se prepara al niño para ir a la escuela,
esperando lo mejor para él en este nuevo mundo.
Conozco a una mujer cuya hija tenía problemas en la escuela con el
aprendizaje. Era una niña normal, inteligente, pero seguramente le faltaba la
disciplina y atención que necesitaba para aprender a leer y escribir
correctamente. Las primeras notas de la escuela fueron bajísimas, con
amonestaciones de su maestra de que tenía que mejorar. La niña tenía
vergüenza, sentía que no podría aprender. La madre, sabiamente, empezó a
trabajar con su niña; pidió información sobre fonética, y empezó a idear juegos
con su hija que le ayudaron a definir las sílabas, luego a juntarlas y a leer y
escribir correctamente. Pronto la niña iba a la escuela con más confianza en sí
misma. Se había evitado la posibilidad de una niña amargada, dejada a un lado
en su curso. Era un ministerio de una madre dando confianza a su hija
necesitada.
Pienso que el ministerio entre los niños maltratados o de los cuales se ha
abusado es uno de los más importantes que hacen muchas mujeres en el mundo
entero. Esta triste realidad hace que el niño no tenga confianza en nadie, pero
con el amor incondicional de una persona que lleva a cabo un ministerio con
este niño puede sanar las heridas, darle la confianza para una nueva vida.
Hay mujeres que van a los hogares o las guarderías donde se encuentran estos
niños, y allí con tacto, constancia y comprensión les infunden la confianza que
pueden tener en otro ser humano.
La mujer, más que cualquier persona, puede infundir esta clase de confianza en
sus propios hijos, en los niños de la iglesia y de su barrio. Este es uno de los
ministerios que más reacciones positivas puede tener. Sea una mujer que
infunde confianza.
Estos cuatro ejemplos de ministerio de la Biblia y del mundo contemporáneo
son refuerzos para el ministerio, pero solamente es un primer paso. Hay
muchos otros ejemplos, tanto de la Biblia como de la vida diaria, que nos
llaman a una ampliación de nuestro ministerio, a entender dónde y cómo
podemos ser ministras de Dios en la casa, en el trabajo, en la comunidad, en la
iglesia y en el mundo. Vaya buscando ejemplos adicionales que puedan
servirle como un estímulo a su creatividad bajo la dirección del Espíritu de
Dios. Al entender mejor las posibilidades de ministerio podrá realizarlo más
eficazmente.
Toda creyente es llamada dotada y enviada a ministrar. Los ministerios son tan
diversos como son las oportunidades de la vida. Depende de cómo cada
persona responde a la voz de Dios y a las oportunidades en su alrededor.
¡Soy llamada! ¡Soy dotada! ¡Soy enviada! Seré una buena administradora de
los dones que Dios me ha dado. Seré ministra en nombre de Cristo.
Actividades De Reflexión Y Aprendizaje
1. Describa un ministerio que ha observado que una mujer está realizando en
su iglesia o en otra iglesia cercana. ¿Qué dones tiene? ¿Cómo los usa dentro y
fuera de la iglesia?
2. ¿Cuáles son los dones que usted tiene? ¿Cómo se ha dado cuenta de que los
tiene? ¿Han sido afirmados por la iglesia y otras personas? ¿Cómo? ¿Cómo
rinde cuenta de sus dones a la iglesia? ¿Es fiel en hacerlo?
3. Haga un estudio de Fil. 2: 5-11 para sacar de este gran pasaje criterios que
podría usar para su propio ministerio.
4. Sin consultar la Biblia haga una lista de personajes bíblicos que le pueden
servir de ejemplo para su ministerio. Después, lea uno de los Evangelios
buscando ejemplos para su ministerio. Compare las dos listas. ¿Cuáles son las
características que se ven más a menudo? ¿Cómo puede ponerlas en práctica
en su vida como ministra y sierva del Señor?
5. ¿Hay ministerios que usted podría compartir con otros en que los dos
usarían los distintos dones que Dios les ha dado? Haga un plan para un
ministerio compartido así, preferiblemente con esta persona. Procuren
realizarlo.
Creciendo En Mi Vida De Fe
La teología de relación enfatiza la importancia de las relaciones del creyente.
Jesús nos da el ejemplo en el grupo pequeño de los doce. Había
interdependencia y una relación creativa entre ellos. Lo vemos en la iglesia
primitiva en los pequeños grupos que se reunían para comer juntos, compartir
su vida en la oración, la adoración y el servicio entre sí y a la comunidad
extendida.
Cuando una cristiana empieza a vivir en forma relacional, hay ciertas
características que llegan a ser normativas en su vida. La teología relacional
nos ayuda a resaltar las siguientes:
El Contexto: Mi Mundo
Uno de los conceptos interesantes que la sicología nos ha dado es el del campo
personal, o sea el contexto sicológico en el cual uno se mueve. Cada persona
tiene un campo y lo percibe en formas distintas; esta percepción tiene una
importancia vital en el desarrollo de esta persona. Igualmente tenemos un
entorno físico y relacional que puede ser muy pequeño y muy limitado por la
manera en la cual lo percibimos, o puede ser abierto y creciente por nuestra
actitud hacia él y las relaciones que mantenemos.
El concepto hebreo de la salvación es “estar en un lugar amplio o ancho”. Este
concepto me ayuda a interpretar mi mundo como cristiana. Mi campo de
actuación es un lugar amplio que me da oportunidades para compartir esta
misma salvación con otros. Mi entorno físico y relacional ha sido ampliado por
mi experiencia de salvación. Ya estoy en un lugar amplio y ancho; tengo un
mundo nuevo.
Sin embargo, como hemos reconocido anteriormente, muchas veces el mundo
de la mujer está limitado por la marginación, la alienación, la falta de
comprensión en su lucha para realizarse. No es tan fácil actuar en su mundo,
pero es llamada (juntamente con creyentes masculinos) a vivir en el mundo en
que se encuentra y a aplicar allí las enseñanzas de Cristo en forma activa.
El plan de Dios es que su amor llegue a tocar a cada persona en este mundo, y
por medio nuestro a todas las personas con quienes tenemos relación, cada
miembro de nuestra familia (nuclear y extendida), cada miembro de nuestra
comunidad donde trabajamos, estudiamos, jugamos, compramos, y por medio
de nuestras oraciones y esfuerzos misioneros hasta lo último de la tierra. Este
es nuestro mundo, y en este contexto estamos llamados a relacionarnos con la
gente en forma amorosa.
Se ven estas relaciones amorosas en la Biblia; Pablo escribiendo a los
Tesalonicenses les hace recordar “de qué modo, como el padre a sus hijos,
exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros” (1 Tes. 2:11). Cristo
enseña que la característica más importante del creyente es su amor el uno por
el otro (Juan. 13:34, 35), y enseña a sus discípulos a amar a sus enemigos, y a
los que le hacen mal (Mat. 5:44, 45).
Debemos vivir en nuestro mundo de tal forma que la gente pueda conocernos
como amables, interesadas en ellos, dispuestas a ser conocidas por ellos, listas
para ayudarles y compartir nuestras vidas con ellos. Nuestro contexto, siendo
relacional con creyentes e inconversos, demanda de nosotras una habilidad de
establecer relaciones de aceptación incondicional. La experiencia de Jesús con
la mujer sorprendida en adulterio y sus palabras sencillas y conmovedoras con
ella, nos dan la pauta para vivir según este concepto: “ni yo te condeno, vete, y
no peques más” (Juan. 8:11).
Mi mundo, entonces, es cada situación, cada relación interpersonal que tengo.
Es en este contexto que tengo una misión especial. Es allí donde puedo usar los
dones que el Señor me ha dado.
Pero para muchas personas su mundo puede ser muy pequeño y limitado.
Frecuentemente esta es la realidad hoy día. Las demandas de la vida tan
agitada, la tecnología de la sociedad, la deshumanización de las relaciones
dejan a la persona sola, sin familia, sin amigos, sin relaciones significantes de
ninguna índole. En los altos edificios de apartamentos en las grandes ciudades
del mundo viven juntos miles de desconocidos entre sí. Muchos no saben
quién es su vecino; y agobiados por las tensiones de la vida y el miedo de
entrar en relaciones que podrían comprometerles, mantienen su anonimato,
perdidos entre la muchedumbre.
El creyente encuentra su mundo en las relaciones normales de la vida; saliendo
de este anonimato con una sonrisa, un buenos días, un preguntar por alguien
que está ausente. Así entra en forma amistosa en el mundo cerrado de otro.
Una mujer cristiana vivía en una comunidad de anonimato donde nadie se
metía en la vida de los demás. Sin embargo, una amiga le había dicho que un
vecino suyo iba a operarse, y que el médico sospechaba que el hombre tenía
cáncer. Sentía que Dios la impulsaba a visitar a la esposa del hombre, pero las
costumbres tan rígidas, tan aislantes le daban miedo. Pensaba: “¿Qué dirá la
señora? ¿Sentirá que estoy metiéndome en su vida privada?” Pero, por fin,
decidió que no podía dejar de escuchar la voz de Dios. Por lo menos diría a la
señora que sentía mucho que su marido estuviera enfermo, y que iba a orar por
ellos.
Tocó la puerta con temor, y cuando vino la señora le dijo:
“Soy su vecina; me llamo María de González. Escuché que su esposo
va a ser operado, y quería decirle que lo siento mucho, y si hay algo
que pudiera hacer por ustedes...”
La señora respondió: “Pase, por favor”, entonces con lágrimas le dijo que
estaba sola, lejos de su familia, y tenía tanto miedo que se sentía incapaz de
enfrentar la situación actual. Sí, necesitaba su ayuda y su amistad. María
acompañó a su vecina el próximo día durante la cirugía. Había ensanchado su
mundo. Había compartido amor con otros. Había encontrado el ministerio que
Dios tenía para ella.
Cuanto más tiempo una persona es creyente, menos amistades con no
creyentes tiene. Su mundo relacional va siendo cada vez más limitado. Aunque
esto se puede entender por un lado, no debe ser considerado como lo ideal para
el creyente que quiere tener una misión en el mundo. Es necesario salir en
busca fuera de la comunidad de fe para encontrar el contexto para este
ministerio especial que Dios nos ha encomendado.
¿Cómo es su mundo? ¿Pequeño? ¿Con barreras y prejuicios contra las
personas distintas a usted? ¿Hace acepción de personas? O, ¿Es cambiante su
mundo, creciendo constantemente, mirando a cada situación con una
oportunidad de ministerio? La percepción de esta clase de mundo facilita el
desarrollo de una visión del propósito que sostiene y unifica su vida.