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MIEDOS A LA IZQUIERDA: YO, ANTES DE TI

Alma Ochenta y Seis

Uno: no quería contar con nadie.

Y uno no entendía por qué era impar, si antes de él, había alguien.

Uno no quería contar con nadie.

Y uno, sentía que después de él venía el infinito y, a uno, lo sempiterno le daba miedo.

Así que uno, muerto de pavor, se fijó en cero.

Y cuando uno vio a cero, pensó que cero era el número más bonito que había visto y, que aun
viniendo antes que él era…entero.

Uno pensó que aquello era amor verdadero; que en cero había encontrado a su par.

Y uno sintió que ya nunca más podría vivir sin cero, así que decidió ser sincero con cero y
decirle que, aunque era una cero a la izquierda, era el cero que le daba valor y sentido a su
vida.

Eso de ser el primero ya no le iba y, le dio a cero una gran bienvenida. Juntos eran pura alegría.
Se completaban.

Uno tenía cero tolerancias al alcohol, pero con cero se podía tomar una cerveza cero por su
aniversario, aunque para eso tuviesen que inventarse un día cero en el calendario.

Cero era algo cerrada y le costaba representar textos, pero junto a uno hacían el perfecto
código binario.

Eran los putos dígitos del barrio y, procesaban el amor a diario.

Pero, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Pues, uno perdió a cero. Y para cuando uno se dio cuenta, cero ya contaba de la mano con
menos uno, que a pesar de ser algo negativo la trataba como a una reina.

A cero le encantaba que menos uno fuera original, que ella tuviese un hueco y él un pequeño
guion con los que podían jugar.

A cero le gustaba que menos uno no fuera uno más, que menos uno no fuera…ordinal; que
fuera justamente competitivo y que cuando jugasen al UNO menos uno no la dejase ganar.

Cero sentía que menos uno sí la trataba como a un número de verdad. Y menos uno…bueno.
Nunca ponía peros; ni pretendía darle valor a cero poniendo comas entre ellos.

Menos uno no tenía complejos. Y cuando hacían el amor, a menos uno le encantaba estar bajo
cero.

Así que uno, una vez más, volvió a quedarse solo, separado, como una unidad.

Sin cero, su vida se consumía como una vela. Sin cero, el tiempo en él hacía mella.

Se dio cuenta de que acostumbrarse era otra forma de morir, que él se había acostumbrado a
vivir con cero, y le pidió disculpas a la vida por todas las veces en las que se había
acostumbrado a…ellas.
Y uno, empezó a contar, pero sin cero.

Se olvidó de los besos de cero; del seso de cero; del sexo con cero; de los celos de cero y, hasta
de los “te quiero” de cero.

Se olvidó de ella y le dijo adiós. Uno se olvidó de cero y tal vez hasta del amor. Y comenzó a
contar hacía lo que más miedo le daba: hasta el infinito,

o ¿tal vez hasta dos?

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