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DUELO Y MELANCOLÍA

“Solo estamos en duelo por alguien de quien podemos decirnos, yo era su falta”
Lacan

A lo largo del desarrollo del ser humano nos damos cuenta que la vida está cimentada por
diversos duelos, desde el destete en la etapa oral, la pérdida de las heces en la etapa anal y la
angustia de castración en la etapa de la latencia, son duelos que debemos pasar y elaborar, y
quizá él conflicto llega cuando nos quedamos en cierta etapa, o no existió la maduración
adecuada.

Sin embargo existen duelos que podríamos llamar patológicos y que ocasionan un malestar al
paciente. Freud define el duelo como una “reacción a la pérdida de un ser amado, o una
abstracción equivalente, la patria, la libertad, o el ideal etc” (Duelo y Melancolía 1915).
Como ya se ha mencionado más arriba, la experiencia de la pérdida de un ser querido provoca
una fragmentación del self, la identidad de uno/a se ve afectada de forma tal por el dolor que al
término del proceso del duelo el/a doliente siente que su identidad ha experimentado cambios.
Este proceso es normal, no patológico. No obstante, en ocasiones se complican.
Dentro del duelo debemos traer el concepto de melancolía, tanto por su relación como la
diferenciación con respecto al duelo. Freud en sus escritos refiere lo siguiente:

La melancolía se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida, una


cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición
de toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches
y auto denigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo. (Freud 1915).
Freud hace una diferenciación muy importante entre duelo y la melancolía que quizá en cierto
punto casi son idénticas, pero no lo son.
Este cuadro se aproxima a nuestra comprensión si consideramos que el duelo muestra los
mismos rasgos, excepto uno; falta en la perturbación del sentimiento de sí. Pero en todo lo
demás es lo mismo. (Duelo y Melancolía 1915).

La pregunta que surge es saber ¿Cuál es la razón por la que en el duelo no existe una
perturbación del sí mismo y en la melancolía si la hay? Y así como el tratamiento en terapia con
pacientes con diversos duelos.
En la melancolía el objeto triunfa, y el yo se vuelve una sombra del objeto, como resultado de
una identificación, la elección del objeto amoroso perdido, se realiza a partir de un objeto de tipo
narcisista.
La melancolía se comporta como una herida abierta, que atrae investiduras y vacía al yo, la
pérdida libidinal es como una herida que no cierra, esta herida abierta marca una diferencia muy
importante entre la neurosis y la melancolía.
Dentro del duelo sabemos que el objeto amado ya no existe más, y de él emana ahora la
exhortación de quitar toda libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se opone una
comprensible renuencia; universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado
una posición libidinal. Esa renuencia puede alcanzar tal intensidad que produzca un
extrañamiento de la realidad.
Freud, refiere un punto medular en el desarrollo de los duelos cuando estos se vuelven
patológicos: Realmente la importancia del duelo no es a quien pierde el sujeto , si no qué pierde
de el, algo de la subjetividad queda roto, desgarrado, desmembrado. Así que la cantidad de
sufrimiento obedece a la capacidad yoica, cada etapa del duelo es tiempo que necesita el
individuo para adaptarse a lo nuevo, oscilando en polos contrarios de amor y odio, tristeza y
enojo, el duelo evoca una angustia, y la libido se transforma en agresión dando fuerza al yo que
en ocasiones se vuelve maniaco.

Así que los duelos son parte de nuestro desarrollo, la vida misma consiste en un conjunto de
pérdidas, la palabra "pérdida" es sinónimo de castración. Por consiguiente, este camino que va
desde la vida hacia su desarrollo y finalmente hacia la muerte, está jalonado por continuas
pérdidas, frente a las cuales el aparato mental está generalmente preparado, obviamente, para
algunas más que para otras. 

en el duelo el mundo se convierte en pobre y vacío, y en la melancolía, es el yo mismo


el que se vacía y se empobrece.
cuando él sabe a, quién perdió, pero no lo que perdió en él. Esto nos llevaría a referir
de algún modo la melancolía a una pérdida de objeto sustraída de la conciencia, a
diferencia de duelo, en el cual no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida.
(Freud 1915).

Es aquí el trabajo del terapeuta, ante todo logran externalizar el dolor de la pérdida y
dejar una herida por la pérdida del objeto y no lo que perdió del objeto, de esta manera
se podrá elaborar de forma óptima, logrando que el paciente no tome solamente una
conducta de queja y de descarga, si no realmente elaborar la pérdida.
La ansiedad, los sufrimientos del paciente, su incapacidad para entenderse,
y entender el mundo que le rodea, les lleva a esperar que el terapeuta les
mantenga en un estado de dependencia y sumisión, y se vean libres de toda
responsabilidad, generando un infantilismo, el terapeuta debe calibrar los
recursos mentales del paciente. (Coderch 1990).

Bibliografía
Coderch. (1990), “Teoría y técnica de la terapia Psicoanalítica” ed Herder
Barcelona.

Freud, S. (1915a) Duelo y melancolía. En López-Ballesteros; L. (trad.) Obras


Completas. Madrid, España: Biblioteca Nueva

Lacan. J. (2006) “seminario 10, Angustia”, ed Paidos , Buenos Aires.

La transferencia en la práctica terapéutica


La transferencia es utilizar al analista como resto diurno en sí mismo indiferente, como soporte del deseo
inconsciente y su objeto infantil
(Avenburg 1969)

Hablar de la transferencia es mirar a dos actores tan importantes como el paciente y el terapeuta,
tan especial es cada uno para la relación que se gesta en psicoterapia, estas estructuras mentales
inconscientes del paciente y del terapeuta forjan una relación para la cura del paciente, los impulsos o
fantasías se hacen presentes en todo el desarrollo de la travesía terapéutica, Freud las llama reimpresiones,
de un pasado que es traído al presente, pero la transferencia es un fenómeno inevitable, que puede ser
tomado a favor o puede volverse en contra, quizá como un mal tan necesario.

La cuestión es que si la transferencia no es evitada, es quizá porque el paciente la usa como un recurso a
fin de que el material patógeno no salga, o podríamos decir permanezca inaccesible, quizá visible, pero la
importancia es aquí en donde el terapeuta la utiliza para hacer evidente lo que quizá el paciente se resiste,
y de esta manera transformar la transferencia de un obstáculo a un agente de cura.

Me llama la atención las definiciones que son utilizadas por algunos autores refieren lo siguientes “ se
trata de un fenómeno que consiste en unir el pasado con el presente, mediante un enlace falso que
superpone el objeto originario con el actual” (Echogoyen 1985)

“La más poderosa palanca del éxito como el medio más potente de la resistencia y la consigna analítica,
vía la asociación libre, no está del lado del lenguaje, sino del inconsciente, o sea lo que ellas esconden.
(Freud, 1912, p. 99)”, La transferencia está más allá de lo sintomático, es decir que no se queda con el
despliegue físico del síntoma, sino como el armazón que se organiza como resultado de algo,
precisamente del inconsciente; la transferencia escucha el síntoma del lenguaje, pero se queda con el
síntoma del inconsciente.

Quizá ese sea uno de los conflictos más grandes de otras corrientes psicológicas, no hablo que no tengan
los tópicos adecuados para el quehacer de la psicoterapia , pero si es es evidente que colocan al terapeuta
con el poder del saber, cuando quien en realidad sabe mejor de su conflicto es el mismo paciente, la
relación analítica es de dos, y no precisamente una relación de objeto, Lacan lo menciona como el
“estadio del espejo”, “La presencia del analista, mas no la respuesta del objeto, permitirá el progreso,
puesto que no se ocupará el lugar imaginario, pues no responde al clisé, sino a una posición subjetiva
(Lacan, 1951), La transferencia es entonces la garantía del tratamiento y de la interpretación; esos
momentos en los que se captura al sujeto en el análisis, es la captura del inconsciente en el discurso del
sujeto. Por ello apunta la interpretación al deseo y no a la demanda del sujeto, no a lo dicho sino a lo que
se esconde en ese decir.

La herramienta tan crucial de la transferencia es el lenguaje, las palabras, lo que externaliza el paciente
en la comunicación no verbal y verbal, por eso es tan importante que el analista puede navegar por esta
travesía atento a cada significado y significante que el paciente da.
Quiero traer al texto un caso de una joven de 23 años de edad, que llega a la consulta por infidelidad hacia
su esposo y sentirse culpable, lastimada por haber destruido su relación de pareja, sic.pac, “yo todo lo que
toco lo destruyo, no sé qué pasará en sesión me da miedo”, mi labor entre otras cosas era utilizar la
transferencia de la paciente para ayudarla en poder entender toda este sería de conflictos que venía
cargando desde la relación con su madre y de su padre, quien en varias ocasiones refería “usted me hace
recordar a mi papá”,

La interpretación se mueve en la medida del deseo, y por lo tanto está en constante movimiento. No hay
una única interpretación que acuda al sujeto a la sanidad en sí; hay interpretaciones que apuntan a
aspectos del sujeto y que lo descubren en el sentido de lo que le ocurre y a veces no en la sanidad, a veces
cerca; el punto es que no tiene receta específica, solamente un anticipo a ella que no es otra cosa que la
escucha y un único recurso que la transferencia, La interpretación entonces está precedida de la
transferencia.

La interpretación tiene un carácter de intención, es decir, se sabe el porqué y el para qué de dicha
interpretación. La transferencia está en juego en cada momento, es decir, es susceptible de dañarse y por
ella también el tratamiento.

Algo que tendríamos que analizar es lo que Lacan refiere como el “deseo”, el mismo refiere que: “el
deseo del analista no es el deseo de ser analista”, ello quiere decir que no está en la posibilidad de ejercer
la posición de persona, o del profesional que actúa, sino en la presencia, y en el análisis profundo de todo
lo que su presencia puede producir dentro y fuera del consultorio. Lacan (1960). La cuestión del deseo del
analista designa la presencia de la cuestión ética en la práctica analítica. Pero no es en sí misma una
norma; un enigma más en todo lo que concierne al deseo, quizá el deseo es todo y nada a la vez.

La sola presencia del analista abre la puerta a la asociación libre, y es importante ser consientes del valor
y la responsabilidad que tenemos, es más bien válido decir que el vacío da lugar al enigma y este es
previo a la aparición de la transferencia y la interpretación. Entonces el deseo del analista está implícito
en su ética, ejercicio, conocimiento, disponibilidad, consulta , consultorio, encuadre, etc. El deseo es no
caer en el juego del paciente sino descubrir sus deseos a través de sus quejas y pedidos; e incluso de las
expresiones caóticas y cargadas de hostilidad del paciente,

Así es cómo está puesta en escena de estos dos actores crean el arte de la psicoterapia, no solo la pintura
del paciente es mostrada, también la del analista.

Job Sánchez.

Bibliografía
Echegoyen. H, (1985) Fundamentos de la técnica Psicoanalítica, ed Amorrortu, Buenos Aires.

Freud, S. (1912). Sobre la dinámica de la trasferencia. En Tomo XII. Buenos Aires: Editorial Amorrortu

Lacan, J. (1951). Intervenciones sobre la transferencia. En Escritos I. México: Editorial Siglo

Lacan, J. (1960-1961). Seminario VIII: La transferencia. Buenos Aires: Paidós.

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