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Cambios a la prescripción civil por la catástrofe del

covid-19
“…Lo novedoso es que la ley dispone que basta para que se interrumpa civilmente la
prescripción que se interponga la demanda, obviamente mediante el sistema de tramitación
electrónica del Poder Judicial. Este efecto, sin embargo, queda supeditado a varias
condiciones que deben considerarse resolutorias...
El día 2 de abril se publicó en el Diario Oficial la Ley Nº 21.226, que “establece un régimen jurídico de
excepción para los procesos judiciales, en las audiencias y actuaciones judiciales, y para los plazos y ejercicio
de las acciones que indica, por el impacto de la enfermedad covid-19 en Chile”. Esta normativa fue tramitada
con urgencia después de que el Presidente de la República con su Ministro de Justicia enviara el proyecto con
fecha 24 de marzo de 2020.

La ley contiene diversas normas sobre los procedimientos judiciales, suspensión de audiencias, plazos y otras
diligencias propias de la administración de justicia e impone a la Corte Suprema la obligación de adoptar
medidas para impedir que las circunstancias de la emergencia sanitaria pueda dejar en la indefensión a alguna
de las partes. Todas estas medidas se imponen o autorizan durante la vigencia del estado de excepción
constitucional de catástrofe, por calamidad pública, declarado por el D. Sup. Nº 104, de 18 de marzo de 2020,
del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, y por el tiempo en que este sea prorrogado.

Nos interesa principalmente una norma que se refiere a la prescripción y que se encuentra en el art. 8 de la
ley. Transcribimos el texto:

“Durante la vigencia del estado de excepción constitucional de catástrofe, por calamidad pública, declarado
por decreto supremo Nº 104, de 18 de marzo de 2020, del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, y el
tiempo en que este sea prorrogado, si es el caso, se entenderá interrumpida la prescripción de las acciones
por la sola presentación de la demanda, bajo condición de que esta no sea declarada inadmisible y que sea
válidamente notificada dentro de los cincuenta días hábiles siguientes a la fecha del cese del referido estado
de excepción constitucional, y el tiempo en que este sea prorrogado, si es el caso, o dentro de los treinta días
hábiles siguientes a la fecha en que la demanda fuere proveída, lo que suceda último. —No será aplicable lo
dispuesto en el inciso anterior para el ejercicio de las acciones penales.— Asimismo, no aplicará lo dispuesto
en el inciso primero de este artículo para el ejercicio de las acciones laborales y de competencia de los
juzgados de policía local, en cuyo caso se entenderán prorrogados los plazos de prescripción y de caducidad
respectivos, hasta cincuenta días hábiles contados desde la fecha de cese del estado de excepción
constitucional de catástrofe, por calamidad pública, declarado por decreto supremo Nº 104, de 18 de marzo de
2020, del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, y el tiempo en que este sea prorrogado, si es el caso”.

La norma termina con un inciso cuarto que fue agregado durante la discusión parlamentaria en el Senado y
que dispone que durante el estado de excepción no se requerirá la mediación previa obligatoria ni cualquier
exigencia cuyo cumplimiento se torne difícil de satisfacer por las disposiciones de la autoridad o las
consecuencias de la emergencia sanitaria. Pero dejaremos de lado esta disposición para centrarnos en la
prescripción.

En materia de prescripción la ley distingue tres situaciones: prescripción de las acciones civiles, prescripción
de las acciones penales y prescripción o caducidad de las acciones de competencia de los tribunales del
trabajo y de policía local.

Para estas últimas, laborales y de policía local, se prorrogan los plazos de prescripción y de caducidad hasta
50 días hábiles contados desde el cese del estado de excepción. Debemos entender, entonces, que si el plazo
de prescripción o de caducidad estaba pendiente al momento en que se declaró el estado de excepción,
cualquiera sea su extensión temporal, resulta ampliado por el solo ministerio de la ley hasta completar 50 días
hábiles desde el día en que cese el estado de excepción. Como se trata de una prórroga se entiende que el
plazo se habrá vencido antes de completar estos 50 días hábiles.

El plazo prorrogado no modifica la naturaleza de la extinción, de modo que se tratará de prescripción extintiva
o caducidad, con las diferencias que se reconocen a ambas instituciones: por ejemplo, en la caducidad el juez
puede declararla de oficio, mientras que la prescripción debe ser alegada, esta última puede suspendida o
interrumpida no así la caducidad, etc. Debe tenerse en cuenta que son acciones de competencia de los
tribunales de policía local todas las acciones de la Ley Nº 19.946, sobre Protección de Derechos del
Consumidor, salvo que se trate de acciones colectivas, y también las acciones civiles derivadas de
infracciones del tránsito de la Ley Nº 18.290. Como en estos casos no se admite, o al menos se discute, si
puede interponerse la acción civil sin la querella o denuncia por la infracción (art. 9 Ley Nº 18.287, de 1984),
entendemos que también se prorrogará la prescripción de la responsabilidad infraccional.

Las acciones penales, en cambio, no son afectadas en cuanto a su prescripción por esta ley y seguirán su
curso normal.

Por último, las acciones civiles no ven prorrogado el plazo de prescripción, de manera que conservarán los
plazos que les asigna la ley, así como el momento desde que ellos deben computarse. Por ejemplo, cinco
años para las acciones ordinarias y tres para las ejecutivas (art. 2515 CC), un año para los pagarés y letras de
cambio (art. 98 ley Nº 18.092), cuatro años para la nulidad relativa (art. 1695 CC), etc.

Lo novedoso es que la ley dispone que basta para que se interrumpa civilmente la prescripción que se
interponga la demanda, obviamente mediante el sistema de tramitación electrónica del Poder Judicial. Este
efecto, sin embargo, queda supeditado a varias condiciones que deben considerarse resolutorias: primero, que
sea notificada legalmente en el plazo de 50 días hábiles desde que cese el estado de castátrofe original o
prorrogado, si la demanda ha sido proveída con anterioridad a ese cese o, en caso contrario (si es proveída
después de haber cesado dicho estado) en el plazo de 30 días hábiles desde la fecha de la resolución que la
provee. Se exige además que la demanda no sea declarada inadmisible. En ambos casos, la interrupción se
tendrá por acaecida en la fecha en la que se presenta la demanda. La Corte Suprema en su informe sobre el
proyecto criticó esta diferencia de plazo sosteniendo que cuesta encontrar racionalidad a esta decisión, dado
que trata de manera distinta situaciones idénticas (Oficio Nº 62, de 25 de marzo de 2020). Por el contrario,
pensamos que son situaciones diferentes, ya que si se provee después del estado de excepción se supone
que se ha recuperado la normalidad, por lo que el plazo para notificar debiera ser incluso más breve que los
30 días hábiles que establece la ley.

Se puede discutir si esta ley ha venido a refutar la tesis de que la interrupción de la prescripción se produce en
la fecha en que se interpone la demanda a condición de que sea luego notificada legalmente. Algunos podrían
sostener que esta norma excepcional confirma que la interpretación correcta de las normas del Código Civil
(arts. 2518 y 2503) es que la interrupción solo se produce desde que se practica la notificación, dado que fue
necesario dictar una ley especial para disponer lo contrario, pero se trata de un argumento no determinante,
porque también puede explicarse la norma especial con la idea de que en estos casos el efecto interruptivo se
mantiene pendiente durante todo el estado de excepción, siempre que en un determinado plazo se practique
válidamente la notificación.

Otras dudas que surgen son de carácter práctico. La ley habla de “la prescripción de las acciones”, por lo que
parece referirse solo a la prescripción extintiva y quedaría fuera la interrupción de la prescripción adquisitiva.
Nos parece que esto no es así y que también deben incluirse los plazos de prescripción adquisitiva, ya sea del
dominio o de otros derechos reales, ya que nuestro Código Civil dispone que “toda acción por la cual se
reclama un derecho se extingue por la prescripción adquisitiva del mismo derecho” (art. 2517 CC). Así
entonces la acción reivindicatoria se considera extinguida por la prescripción por parte del poseedor de la
cosa, y siendo así es también una prescripción de acciones y queda incluida en el ámbito de aplicación de la
Ley Nº 21.226.

Una segunda interrogante es qué sucede con prescripciones extintivas en las que la ley determina que la
interrupción solo se produce al notificarse la demanda, como ocurre con la prescripción de las acciones para
cobrar una letra de cambio o un pagaré (art. 100 Ley Nº 18.092). El principio de especialidad ayuda poco para
resolver el problema, ya que se puede invocar tanto para estimar que prevalece la Ley Nº 18.092, por
especialidad de materia, como la Ley Nº 21.216, por especialidad de circunstancias. Estimamos, en
consecuencia, que siendo ambas normas especiales deberá estarse al criterio cronológico y la Ley Nº 21.216,
por ser posterior, se aplicará con preferencia a la regla de la Ley Nº 18.092.

Puede plantearse como tercera cuestión si la ley en este artículo habla de demandas propiamente tales o si
también incluye las solicitudes por las que se inician gestiones preparatorias de la vía ejecutiva, como el
reconocimiento de firma, confesión de deuda o notificación de un protesto de cheque, letra de cambio o
pagaré. Como se trata de una ley de excepción podría pensarse que debiera interpretarse restrictivamente,
por lo que solo si llega a presentarse la demanda una vez completado el título ejecutivo durante el estado de
excepción podrá aplicarse este forma de interrupción. No obstante, la cuestión es discutible porque tanto la
jurisprudencia como la doctrina más autorizado han admitido que el art. 2503 del Código Civil habla de
demanda en un sentido amplio y que, por tanto, las gestiones preparatorias de la vía ejecutiva, en cuanto
muestran que el acreedor ha salido de su inactividad para reclamar judicialmente sus derechos, son idóneas
para interrumpir civilmente la prescripción.

Finalmente, también puede plantearse la interrogante sobre qué sucede con las demandas que fueron
presentadas antes de que entrara en vigencia la Ley Nº 20.226, es decir, el 2 de abril de 2020, ya que el
legislador no estableció reglas de transición respecto de gestiones judiciales iniciadas antes de su entrada en
vigor. Si miramos la ley sobre efecto retroactivo de las leyes tenemos dos normas que podrían aplicarse: una
relativa a la subtanciación de los procesos y otra relativa a la prescripción. Respecto de las reglas procesales
la ley rige in actum, es decir, se aplica la nueva ley desde que entra en vigencia, salvo que se trate de plazos
que hubieren empezado a correr o actuaciones o diligencias que ya estuvieren iniciadas, las que se rigen por
la ley vigente al momento de su iniciación (art. 24 LERL). Si se considera que la presentación de la demanda
es una diligencia o actuación tendríamos que llegar a la conclusión de que se rige por la ley anterior, que no
contempla este régimen especial de interrupción. 

Si acudimos a la regla que se da para la prescripción, vemos que la prescripción iniciada bajo el
imperio de una ley, pero que aún no se ha completado al tiempo de publicarse otra ley que la
modifica, podrá ser regida, a voluntad del prescribiente, por una u otra, pero si se elige la nueva ley
el tiempo de prescripción debe contarse desde la fecha en la que esta ha empezado a regir (art. 25
LERL).

Siendo la interrupción de la prescripción una institución de carácter civil y no procesal habría que
aplicar este segundo precepto y, con ello, dar la posibilidad de elegir el régimen anterior o el que
establece la Ley Nº 21.226 a quien resulte favorecido por la prescripción, ya sea extintiva o
adquisitiva. Pero se produce el problema de que, según el texto de la norma, si se elige la nueva ley
el plazo de prescripción debe contarse desde la fecha en la que esta ha entrado en vigor, es decir,
todos los plazos deberían contarse desde el 2 de abril de 2020, lo que parece excesivamente
beneficioso para quien desea aprovecharse de la prescripción y muy gravoso para el que es
perjudicado por ella.

Lo que sucede es que la regla está pensada para los casos, que son los más comunes, en los que la
nueva ley cambia los plazos y normalmente los acorta. En ese supuesto, es sensato que si el
prescribiente quiere aprovechar el plazo más breve de la nueva ley lo haga, pero contando el plazo
desde que esta entre en vigor. No es ese el caso de la Ley Nº 21.226, que se limita a dar normas
sobre la interrupción de la prescripción de las acciones civiles sin intervenir en la extensión de los
plazos, por eso pensamos que esta última prevención no debe aplicarse y que rige la norma de que
el prescribiente puede elegir el régimen de interrupción que establece esta ley, aunque la demanda
haya sido presentada con anterioridad.

Por lo demás, la misma ley señala que este régimen de interrupción se aplica si se presenta la
demanda “durante la vigencia del estado de excepción constitucional de catástrofe, por calamidad
pública, declarado por decreto supremo Nº 104, de 18 de marzo de 2020...”. Así, es indudable que
las demandas presentadas entre el 18 de marzo y el 2 de abril de 2020 quedan incluidas en el
régimen de excepción, si es que no se habían alcanzado a notificar

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